La admirable historia de Paolo Gonzalez, un cantautor invidente que sorprende al público en el Jirón de la Unión. El joven de 28 años de nacionalidad colombiana entona canciones de salsa en las calles del centro de Lima.
S
i algún día te asomas por el estrecho y colonial centro de Lima, no solo encontrarás ropa en remate, caros zapatos y uno que otro tatuador de aspecto desconfiable, pues el Jirón de la Unión se ha convertido en el principal atractivo tu-
rístico del sector comercial de la exvirreinal ciudad, con música y sabor, la gente se reúne para observar a los grandes talentos de la olvidada Ciudad de los Reyes, jóvenes y adultos, que con ingenio, dan vuelta a los escasos recursos que tienen y cumplen su sueño de re-
conocimiento en la calle. A las 3:30 pm de la tarde del sábado, cientos de personas caminan de reojo de tienda en tienda buscando la oferta y la rebaja más cómoda; sin embargo, otras se detienen. Sa-Sa-Sa-Salsa se escucha a unos metros de la Iglesia de la Merced, y es que la gen-
te acumulada en la cuadra número 6 ovacionan a un hombre de baja estatura, quien con micrófono en mano, entona una canción al ritmo de los aplausos de los espectadores. Este hombre con una gorra roja y los ojos cerrados, evoca