Los recuerdos exhumados de una ciudad sepultada
A pesar del transcurso de 46 años del terremoto del 70, aún se perciben secuelas en la ciudad de Yungay. Campo Santo se ha denominado a los restos de la ciudad que conmemora la funesta historia del Callejón de Huaylas
Escribe: Richard Velásquez / rickd725@gmail.com
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ablarle a los viejos yungaínos del terremoto del 70 es quebrarles la voz intempestivamente, hacerles un nudo en la garganta y remembrarles su triste historia en un flujo de lágrimas. Preguntarles sobre que sucedió en aquella tarde y que traten de contar el desastre del aquel entonces es aún más díficil para ellos, y sobretodo, inexplicable. Ya han pasado más de 46 años, desde que un 31 de mayo la impredecible naturaleza generó un sismo de 7.8 grados en la costa-sierra del norte del Perú, casi medio siglo que cumplen más de 25 mil muertos que fallecieron en consecuencia de 45 segundos que sacudieron la tierra y la memoria de muchos.
Campo Santo se ha convertido en un atractivo turístico en la actualidad y alberga una gran cantidad de turistas de todo el mundo
quizás para realizar su última función o la más importante. El día del terremoto, diversos niños acudieron al Circo Verolina, un show que incluía más de 7 payasos, imprudentes malabaristas y uno que otro animal salvaje domesticado. Para quienes estuvieron ahí fue el peor espectáculo de su vida, pero para la población fue la misericordia de un ente divino. El agravante sismo pudo sepultar a la ciudad entera, más no a la pequeña carpa ubicada en el Estadio Municipal.
El desastre telúrico generó más allá del movimiento de la superficie, pues en breves segundos, la agitación de la tierra provocó la ruptura más grande de todas, el quieSe cuenta que tan solo bre de una parte del sobrevivieron 300 per- nevado más alto del sonas, que el cielo era Perú, el Huascarán. un relámpago de diferentes luces y que el pol- Para la población, la vo se levantaba varios montaña blanca de niemetros de altura. Para ve era símbolo de ormuchos, fue el fin del gullo, representaba una mundo, para otros, fue, fuente de trabajo por en cierta parte, un mila- el turismo y brindaba gro de Dios. Aquel día, el mejor hielo para las el circo que mantenía coloridas raspadillas. la magia en los peque- Sin embargo, aquel día ños y la familia era el representaba la fuencirco Verolina, espectá- te que ocasionaría su culo que había recorri- muerte. El agigantado do diferentes zonas de bloque de hielo arrasLima y había llegado tró la vegetación y al Callejón de Huaylas, los árboles, el poco ga-
corrieron hacia el Cris- El aluvión había to Blanco para suplicar perdón; el alud que venía sepultado a la en dirección hacia la ca- ciudad y también rretera principal, ocultó el dicho sobre su la ciudad pero dejando que con los brazos abiertos hermosura al cielo la estatua que un día Antonio cubría a 92 personas y cuidaba al cementerio Raymondi Para los creyentes, el donde estaba ubicado. bautizó. Cristo de Yungay, un monumento imponente de mármol de 20 metros de altura emulaba su salvación, o al menos eso se narra de católicos padres a curiosos niños. Según cuentan los pobladores, muchas personas al ver que el aluvión acechaba con enterrar a la ciudad, nu- El Cristo Blanco es una estatua que sobrevivió al desastre debido merosos ciudadanos a su posición sobre unas ruinas preincas de gran altura nado y las cimentadas casas que adornaban la prosperidad de Yungay. Sin duda alguna, el aluvión había sepultado a la ciudad y también el dicho sobre su hermosura que un día Antonio Raymondi bautizó.
La memoria no es frágil, el corazón sí Hoy en día, Yungay es otra historia, es otra ciudad, es otra gente. La restauración ha sido un duro proceso y los pobladores prefieren evitar el tema. Sin embargo, el recuerdo se mantiene a través de la más grande evidencia: la ciudad hecha cementerio. A unos minutos caminando de la nueva Yungay se encuentra los restos del pueblo del 70, el cual fue denominado por algunos fieles como Campo Santo. El nombre no tiene mu-
Yungay fue sepultado por un promedio de 10000 metros cúbicos de hielo y roca.
cho trasfondo, pues el lugar apertura a grandes hectareas de frondoso pasto, a innumerables flores y algunas tumbas que simbolizan el recuerdo de sus parientes. Caminar por aquel prado es sentir el aire puro, el clima templado y contemplar los grandes vigilantes de la provincia: el nevado Huascarán y el nevado Huandoy, ambos pareja condenada a estar juntos pero sin vida según la mitología andina. La eterna visitante Frente a un camino rodeado de árboles de eucalipto se encuentra la puerta de la iglesia, la cual fue construida en memoria del pue-
blo y la fe de muchos ante la desgracia. Junto a sus columnas y en sus gradas se encuentra Juana, la mujer de las polleras rosadas.
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uno. por varios trabajadores del lugar, es preciJuana no habla español, samente que nadie sabe tampoco sabe leer ni es- de dónde vino, a quién cribir, no se sabe si tuvo busca o de donde viene. educación, ni mucho Según cuenta un hommenos si tiene un oficio. bre que corta el césped; Cuando la observas es Juana solo toma asiento inevitable no ver las lí- Si te acercas y le pregun- en las bancas del parque neas de color verde en tas sobre a quién ha ve- durante horas, recorre el su rostro, como si fuera nido a visitar, en pocas camino hacia la iglesia y el maquip a l a br a s se duerme sobre el piso llaje que y con el que oculta centenares de Juana no la prepara q u e c h u a hogares y muertos despara una habla español, que ca- de el terremoto del 70. intermitampoco sabe racteriza a nable basu apaga- Juana camina en un día leer ni talla. Está da voz te nublado, con la mirada escribir, no se claro que dirá que hacía el suelo y con las su rostro sabe si tuvo a nadie, manos en el bolsillo sua c on g oj a que ella jetando algo, tal vez el educación, ni a todo vino tiene recuerdo de algún familimucho menos a nadie. lar, tal vez el recuerdo de sitante del un amigo, o simplemente cementesi tiene un el recuerdo de sí misma. rio y desoficio A u n q u e pierta la ella ha curiosidad sido vista