Libro juventud

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JAIRO TORRES GIRON

JUVENTUD EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN

NOVELA BASADA EN HECHOS REALES DONDE EL PENSAMIENTO ALIMENTA EL ENCUENTRO CON UNA NUEVA VIDA



INTRODUCCIÓN

L

a juventud es una etapa que viene acompañada de constantes cambios: ideas confusas, emprendimiento con pocos resultados visi-bles para la sociedad, grandes oportunidades que serán irrevocables. Es un proceso de revolución, de ilusión, de imaginación, de límites; donde solo se habla de: sexo, amor, amigos, matrimonio, dinero, liberación y modernización. La mente de un joven es similar a un volcán en erupción, tanto que puede destruir todo lo que hay a su alrededor, como también puede brillar con luz propia si aprovecha cada minuto de su juventud. Esta obra no intenta explicar, ni difundir pensamientos negativos en las personas, pero si intenta crear en un ambiente de sabiduría, mentes jóvenes cWon ideas positivas donde le puedan decir no a los malos hábitos y para tomar las mejores decisiones en un futuro; donde pueda visualizar de una manera decidida lo que sucede alrededor y no caiga en las miles de trampas, que se presentan a diario en la juventud. En este libro hay ideas plasmadas que, en momentos de ilusión pasan por desapercibidas, luego causan rupturas profundas, no importa si estas casado o soltero, el dolor será igual; el sexo es algo lindo en la vida, pero a un grado extremo te envenena para siem-pre… no juegues con un sentimiento tan noble, que después termina-rás perdiendo.

Querido, lector, espero que disfrutes leyendo este libro como yo lo disfruté escribiendo, y espero que te ayude a mejorar tus relaciones amorosas, con la familia, con los amigos, en tu hogar, en tu soltería, pero ojalá te sirva para salir adelante de los momentos difíciles de tu


vida, y quiero que nunca olvides que nada es gratis, si intentas hacer algo fuera de límite, tienes que estar seguro de lo que haces, porque tarde o temprano te llegará la factura de tus deudas… y para quienes aún empiezan a dar sus primeros en la vida, es necesario que analicen su camino, no desperdicien el tiempo en aventuras dañinas… dicen que los golpes te enseñan a levantarte, pero es mentira. La vida es linda, hermosa, vivir sin prejuicios es una Bendición de Dios; experimenta en cabeza ajena el dolor, y analiza cuanto puedes sufrir si cometes errores, no se trata de ser perfecto, se trata de tu futuro, de saber escuchar, leer y aprender de cuanto piensan los demás.

Jairo Torres Giron


MENSAJE DEL PREFECTO

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a juventud es una etapa que viene acompañada de constantes cambios: ideas confusas, emprendimiento con pocos resultados visi-bles para la sociedad, grandes oportunidades que serán irrevocables. Es un proceso de revolución, de ilusión, de imaginación, de límites; donde solo se habla de: sexo, amor, amigos, matrimonio, dinero, liberación y modernización. La mente de un joven es similar a un volcán en erupción, tanto que puede destruir todo lo que hay a su alrededor, como también puede brillar con luz propia si aprovecha cada minuto de su juventud.


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1 EL ENCUENTRO INESPERADO Marzo - 02 11:00.a.m. Llegué a la empresa donde trabajaba tres años. Entré a la oficina de prisa, y encontré un memorándum que comunicaba una reunión urgente. Enseguida empezaron a llegar uno a uno los compañeros a la sala principal de juntas, entre ellos nuevos integrantes. Algunos trabajadores antiguos, que conocían las reglas de la empresa se mostraban incomodos por la urgencia de la reunión. — Perdonen mi insolencia, compañeros —dije poniéndome de pie—. Ninguno conoce la respuesta de esta reunión, ¿o sí?... Me parece irracional que estén discutiendo. Preparen debidamente sus puntos de vista y, en asamblea general se puede autoanalizar los resultados. Un tiempo después: se presentó el jefe y su nueva secretaria. Llegaron acompañados de un grupo de compañeros de la zona sur. Una vez identificados, tomó la palabra el principal accionista de la empresa y dijo: — Nuestros factores están afectando las estrategias de trabajo. En reunión privada del Consejo, junto a John, acordamos que se encar-gará de la nueva filosofía de ventas en la zona norte y sur. Tiene experiencia, es capaz de asumir este nuevo reto, es responsable y dinámico en su lugar de trabajo. También estamos de acuerdo con él, porque afirma nuevas actitudes e ideas competitivas en el alto mercado, y eso es lo que nosotros necesitamos. Se pusieron de pie los presentes y aplaudieron. Agradecí la confianza de los jefes y la confidencialidad de los diferentes grupos de trabajo. Expliqué la nueva filosofía de ventas y, me comprometí a alinear algunas medidas necesarias para un nuevo cambio interno en

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la empresa. — Sé que esta no es la manera correcta de hacer las cosas, y mu-chos de ustedes se preguntarán porque tuve que reunirlos a todos de urgencia, pero quiero comunicarles —tomó nuevamente la palabra el hombre—, la llegada de una señorita que formará parte de nuestro equipo de trabajo. Por favor —le concedió la palabra a ella. — Hola a todos —el eco de su voz se escuchó en toda la sala—. Mi nombre es Leslie Samaritano —se presentó la desconocida—. En primer lugar quiero agradecerle a Rosibel, José y Digna por apoyarme en este nuevo reto de trabajo que comienza, hoy. Com-partí con ellos sus experiencias unos días antes de presentarme aquí. A casi una hora, terminó la reunión. Todos tenían claro el motivo de la decisión. Cada uno de ellos se comprometió a cooperar en cuanto más sea necesario. En eso del mediodía, de repente una fuerte descarga eléctrica y los grandes nubarrones oscuros en el cielo, hicieron que los compañeros se apresuren en regresar a sus puestos de trabajo, antes de que empiece a caer la fuerte lluvia. En menos de cinco minutos la sala quedó vacía. Me aproximé a la salida y vi como rebotaban pedacitos de hielo en la calle. — ¿Puedo quedarme contigo? —preguntó Leslie, quien se había quedado en la oficina de la contadora firmando el contrato de tra-bajo, para empezar a laborar el siguiente día como cajera. — Sí —caminé lentamente hasta quedar cerca de ella—. Espe-raremos que deje de llover. — Solo será cuestión de esperar unos minutos —sonríe, mientras trata de atrapar pedacitos de hielo. — ¡Eres joven! —la miré—. ¿Cuántos años tienes? — Veinte y tres, ¿y tú? Por cierto, merecido tu ascenso. — Igualmente —retrocedí—. Trabajo aquí tres años... — Lo sé —murmura—. Tienes un grupo de compañeras que todo el tiempo hablan de ti. — ¿Serio? —regresé a mirarla—. ¿Hablando a mis espaldas? 11


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— Todas tus compañeras están interesadas en conocer tu futuro. Agregan que eres misterioso, frágil, pero también sincero y realista. — Tal vez sea cierto, aunque yo siempre intento no mezclar mi trabajo con mi vida personal, mi responsabilidad es grande con ustedes y con la empresa, la mayoría de mi tiempo libre, me dedico a incentivar a las personas que sigan adelante. — No específicamente sus comentarios son laborales, más bien ellas se enfocan en la actividad que realizas fuera de tu trabajo. Consideran importante, aunque no les agrade el esfuerzo; para ellas es una meta descubrir ese proyecto sentimental que deseas alcanzar en un futuro. — El pasado es historia, el futuro un misterio —dije tratando de darle un voto de confianza a la conversación. — Intereses personales femeninos con un costo elevado que están dispuestas a pagar si no consiguen lo que desean —se encogió de hombros—. Solo que temen enfrentar al desengaño de un hombre presumido. Me quedé pensando con los pies sobre la tierra. No era un hom-bre tan expresivo o experto como los demás en ciertas cosas y costumbres, pero eso no me hacía un hombre presumido. La ansie-dad y mis cambios de temperamento repentinos, ocasionalmente me impedían ser sociable, podía ser la primera, posible, causa de mi mala imagen. — ¿Crees que soy indeciso? —le consulté a Leslie. — Pareces ser perfeccionista regular. Considero que haces cosas exageradas. Te encomiendas mucho a los demás y no te haces responsable de tus propios actos. Te permites demasiado y haces poco por tu bien. Tal vez porque tienes a tu alrededor alguna que otra compañera que es tu pretendiente secreta, te das esos lujos. ¿Me imagino que ahora que estas solo debes tener muchas pretendientes? — No sé. Ni me importa. Se aleja. — ¿De veras? —sonríe y se anima a preguntar—: ¿Es verdad que cualquier mujer que te conoce, daría lo que sea por estar contigo? 12


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— Tal vez si, o tal vez no. Aunque de vez en cuando me agrada ser un tipo mimado, que las mujeres pierdan la cabeza por mí… Y eso de estar con una mujer y otra al mismo tiempo, solo te lleva a tener demasiado sexo. — ¡Eres tan idiota como todos los hombres! Los ojos de aquella joven no salían de su asombro. Declararle al-go inesperado, a mi parecer le causó incomodidad. Ella estaba ahí, pero con otro destino. — ¿Tienes novio? —le pregunté. — No —contestó dando un salto—. Mi propio desempeño me lo impide. Sea cualquiera la meta de mi vida, me ha parecido un poco incómodo tener pareja. Para mí, mejor es estar sola. Moví la cabeza sin poder creerlo. Aunque por respeto me limité a hacerme ilusiones, el hecho de que la compañera más elegante del trabajo este sola, no significaba que era coincidencia encontrarnos. Sin embargo, recorrí su esbelta figura con la mirada. Podía ser que anteriormente conocí varias mujeres, pero ninguna como Leslie: con su vientre plano, alta, delgada, y con una particularidad que a ella la hacía diferente: su radiante y espléndida mirada. — ¿Qué tiempo no tienes novia? —preguntó indiscretamente. — Es necesaria la respuesta —sonreí agazapado con la ignorancia de un desconocido—. Nada de lo que he hecho me sale bien. Las relaciones mal planificadas me han traído graves problemas, sin darme cuenta me he encontrado con muchas desilusiones: mujeres queriendo utilizarme, tratando de embarazarse para esforzarme a contraer matrimonio obligadamente… En el amor no doy una. — En la juventud no es fácil mantener un equilibrio emocional permanente —agrega y comenta—: los límites de cada joven son irregulares y diferentes. Cada persona variamos de un modo rotato-rio invisible. — ¿A qué te refieres? —me motivé a preguntar. — Al sistema sencillo de establecer prioridades sentimentales. Yo 13


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tampoco doy una en el amor. No es fácil aceptar expresiones confu-sas. Hay momentos que nos ilusionamos desesperadamente sin medir las posibles consecuencias en el futuro. En estos tiempos hay millones de jóvenes en todo el mundo que les gustaría liberarse de sus conflictos, pero probablemente es imposible. Muchas veces el conflicto es más grande que los resultados. Y en el amor no es la excepción… Repentinamente dejó de llover. Todo apuntaba a terminar nuestra conversación. Sin querer, más por un impulso espontáneo, me acerqué hasta quedar a solo centímetros de ella. Eso me hizo sentir nervioso, era como si el lugar de trabajo era otro lugar. Mi mundo se dejaba ver como si todo era una gran mentira. No pude decirle que su presencia, inclinó mis pensamientos a una desesperada y supli-cante llama de reconocidas sensaciones nutrientes de un deseo ajeno a los propios. Cerré los ojos instantáneamente, intentando ver todo. Retrocedí al reconocer que mi nuevo cargo de trabajo necesitaba algo más que compromiso y entrega. Conmovido trepé a lo alto del universo, para alejarme de esas nuevas ideas de refugiarme en una mujer. — ¿Qué te motivó a trabajar en esta empresa? —pregunté con-fundido, desmotivado por mi reciente frustración. No pudo contestar nada. Se agazapó en la pared. Su silencio la delataba involuntariamente de las tantas ideas que pasaban por su mente. Me senté frente a la ventana disfrutando por un instante la brisa del invierno. Contemplando desde cerca a Leslie me puse a pensar que tenía un cuerpo esbelto y una cara bonita. Quizá no despertaba mis sentimientos ocultos como lo imaginé en un principio. Solo era imaginación y un deseo oculto malicioso. Se despidió. Pasados los días, la presencia de la joven apuesta en la empresa se volvió un juego peligroso y desafiante. Muchos compañeros desde el primer momento que llegó, emprendieron un plan de disputa por la recientemente llegada. Yo un poco más experimentado en conquis-tas, en cambio eché a funcionar mi plan de una manera diferente; empecé a 14


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espiar detalle a detalle lo que ella hacía. Mis estrategias de conquista eran más elaboradas y maliciosas. Marzo - 10 11:00.a.m. Un auto moderno de color negro, estacionó en el parqueadero de la empresa. Ignoro cuanto tiempo pase contemplándolo, luego de comprender que era el transporte de Leslie. Me encogí de hombros desinteresado de conocer a la persona que la acompañaba. Últimamente estaba actuando contra mi voluntad. La observé en silencio varios minutos teniendo presente mis verdaderas intenciones. Era increíble la forma en que mi mente podía evaluar las posibilidades de emprender en una nueva y riesgosa relación. 14:30.p.m. Me conecté al chat, en un rato disponible. Seguidamente apare-ció en la pantalla del computador una solicitud de amistad (la foto de perfil estaba oculta), junto a un email que decía: — Si tú y yo nos entendiéramos mejor, los beneficiados serían muchos. — No comprendo —contesté. — Quiero conocerte un poco más, ¿es posible? — No puedo confiar en nadie. ¿Primero debo conocer qué tipo de persona se esconde detrás de una pantalla? — ¿A qué tienes miedo? — A nada. Simplemente no quiero poner en riesgo mi vida — Soy una mujer joven. No busco ninguna aventura, simplemente tu amis-tad. Aburrido, me apreté la cara con ambas manos. Las sorpresas no eran de mi agrado.

— ¿De verdad vale la pena, intentémoslo? —llegó un nuevo email. — ¿De veras? —le contesté sin saber que el destino me preparaba 15


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una gran sorpresa. — No tienes nada que perder. Eres un hombre libre; una amiga no te hace mal. Además no quiero nada contigo. — ¿Dime quién eres primero? — Cálmate John, vamos punto por punto. Créeme no tengo ninguna ma-la intención. Y no estoy insinuando que debes creerme, pero quiero ser sincera. Por el momento llámame a un número de teléfono celular que te voy a enviar por privado.

Me puse de pie con lentitud, extrañado, atrapado en la rutina de trabajo. Observé varios minutos el computador sin atreverme a nada. Después de una hora, temblando, sudando las manos de nervios, marqué el contacto desconocido. Apenas contestó la llamada, sentí que la sangre se congelaba en las venas al reconocer la inconfun-dible y sensual voz de Leslie. Me senté. Me encontraba refundido en el sillón de espera, cuando repentinamente tocaron la puerta indecisos. Me levanté despacio. Fui a la puerta. Finalmente giré el picaporte y apareció Leslie enfrente de mí, sonriente y provocativa a la vez. — Pasa, por favor. — ¿De veras crees que soy peligrosa? —preguntó con una sonrisa enorme—. Tus amigas no piensan eso, ellas dan todo para que este contigo. Todo fue planificado para quedemos solos en la reunión. Sabían de tu ascenso. Por fortuna ese día el lugar estaba casi desierto y tranquilo. Bajé la cara. Sin querer recordé que Leslie tenía esposo. — Me escribiste… ¿Por qué? —pregunté. — Sí, lo hice —confiesa—. Para que tus amigas no crean que yo pueda ser una cobarde. Me desafiaron que no lo haría —dijo entre sonrisas. — ¿Por qué lo hicieron? Es mucho más de lo que ellas han hecho por mí. Que generosas —me exalté de la impresión. 16


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Sonríe. Aunque la necesidad de amor me confundía con lo sexual, pero en realidad no era lo mismo. La soledad me hacía sentir terrible; ese delirio rutinario de conquistar mujeres regresaba después de un tiempo. ¡Traía urgencia! Dejamos de hablar por unos días. No conocía mucho a Leslie, pe-ro parecía que evitar el contacto no era habitual en nosotros, pero sentía que nos hacía bien. Marzo - 24 Necesitaba salir de esa rutina, y empezar por querer alcanzar mi propósito. En la tarde del mismo día, cansado del abrazador silencio me acerqué a ella; la única intención era hablar, expresarme con cautela. Expresarle urgente mis más grandes intenciones. La apatía, el negativismo de ella, me hizo retroceder. No comprendía la acti-tud de mi nueva amiga. Repentinamente, y sin poder detenerme salí del lugar sin decir nada. Más tarde regresé, y nuevamente se había despertado esa atracción física entre ella y yo. Cerré una carpeta de apuntes que llevaba conmigo, y me dirigí decidido, intentando dar el primer paso. Era impredecible, imposible en ese momento poner en la balanza los buenos y malos actos. — Vine para que hablemos a solas —me expresé en voz baja—. ¿Podemos? Intervino Rosibel, una de las más antiguas compañeras de trabajo. Con una voz alta y a la vez con un gesto de burla comentó: — Que estúpidos somos los seres humanos a veces. La forma que ustedes utilizan para dramatizar es increíblemente cruel. ¿Si ambos saben que están enamorados, por qué no se dan una oportunidad? Reconozcan que a veces la fe de lo que se espera, no es la conviven-cia de lo que se ve. Me agaché avergonzado. El momento me hizo comprobar lo contradictorio de la feminidad. Mujeres jóvenes que utilizaban su voz fuerte como una simple advertencia, que desde otro punto era una amenaza egoísta. Me quedé inmovible en el lugar, impaciente, sin deseos de enterarme de lo que ocurría alrededor. Había experi-mentado cientos 17


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de veces la dulzura de las palabras femeninas, pero ninguna con un mal sabor. Rosibel hizo un comentario basado en hechos reales. Lo que pasaba entre nosotros no tenía explicación. La química que atraía nuestros cuerpos era inevitable. Cada vez que estábamos cerca, por mínimo que era el intercambio de palabras entre los dos, era suficiente para encender ese deseo de abrazarnos, de besarnos sin control; el fuego que nos envolvía, disminuía la capacidad de pensar con claridad. Había sentido ese deseo algunas veces, pero nunca tan fuerte.

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2 LA INFIDELIDAD Marzo - 28 Me vestí bien, me rasuré la barba, y salí de mi casa con la inten-ción de encontrar a Leslie; quizá lograba acercarme un poco más a ella. Todos mis pensamientos se inclinaban a un solo y único propó-sito: conquistar a la compañera de trabajo. Lo triste no fue la decepción que me llevé, lo más triste era haber pensado que tenía una oportunidad con ella. No todo salió según mis cálculos. La realidad tenía otro destino, mucho más diferente al que yo intentaba dirigir. 11:00.a.m. Llegué al trabajo con mi portafolio colgado de la mano, emocionado, alegre, dispuesto a convertir esa amistad en algo más. Algo me llamó mucho la atención; inmediatamente recordé que ese automóvil negro correspondía al amigo de mi pretendida. Seguí caminando… En ese momento sentí el mundo se me iba encima. Todo era confu-sión y tristeza. En un principio me negaba a creer, pero esa era la triste realidad; ella sonriente, sin miedos ni temores, abrazada de su acompañante, felizmente paseando, exhibiéndose a los cuatro vientos. Agobiado por el dolor, me senté en un lugar alejado del ruido, tratando de reanimarme con la tranquilidad y la oscuridad de las cuatro paredes. Los sentimientos frustrados me golpeaban con in-gratitud desesperante. Lo descabellado me estaba generando ma-lestar, odio, sufrimiento. 14:00.p.m. Me encontraba triste, refundido en los recuerdos, meditando lo ocurrido, y en momentos lamentándome del reciente episodio. Escuché que alguien se acercaba. Sus pasos se escuchaban lejanos. ¡No me importó! Seguí con la mirada fija en la pared, intentando, buscando, 20


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imaginando, desilusionadamente atrapar a ciertos celos enfermizos que estaban acabando conmigo. — ¿Estás bien? —la voz se escuchó distante dentro de la peque-ña y oscura habitación. Regresé a mirar por el espejo imaginado que eran alucinaciones mías. Sorprendido giré la silla con un movimiento brusco. Mis vistas empañadas me obligaron a bajar la cabeza, luego de comprender que Leslie espiaba mis pasos. Fue mi palabra contra la de ella, yo no tenía opción a salir victorioso. Estaba refugiado en la soledad, en el abandono, en el dolor, en esa habitación oscura, llena de mis re-cuerdos, de miseria. La verdad es que, cada vez que tenía un problema terminaba en el mismo sitio, en la misma silla, envuelto en las mismas historias dolorosas, cargado de muchos libros y viejos apuntes personales. — ¿Qué necesitas de mí? —golpeé con los puños sobre la mesa. Se quedó pensando. — Es importante que hablemos —dijo tartamudeando. — ¿Me vas a confesar que eres infiel? — No soy infiel —trata de explicar—. Bueno tal vez sí, pero con-migo no te equivoques —se sonrojó. Se agachó por unos segundos, después salió corriendo. Tropezó con mi desorden de libros. Intenté detenerla antes de la salida, forcejeó y cerró la puerta en mi cara. 16:00.p.m. Entré corriendo a la empresa y pasé como una flecha en busca de Leslie. El guardia de seguridad que estaba en la puerta intentó ha-blar conmigo, lo ignoré y seguí mi camino por el pasillo sin pedir información ni permiso a nadie. — Vine a buscarte. ¡Quiero disculparme por mi tontería! —confe-sé. — ¿Siéntate por favor? —me pidió con tristeza. Se produjo un respetuoso silencio. — Ahora no es un buen momento —continuó—, quien no quiere hablar contigo, soy yo. Tengo mis razones. Estoy tan confundida y 21


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triste. No sé si pueda soportar más. A veces las visiones en el exte-rior nos pueden engañar con facilidad, tal como ocurrió contigo, hoy en la mañana. Llegué acompañada, es verdad —suspiró como si un gran dolor la asfixiaba, estaba envenenando su alma. La sangre me heló las venas. Me estaba hablando de su acompa-ñante. Tragué saliva tratando de disolver el nudo de preguntas que atravesaron mi garganta, quise hablar, pero una sensación extraña me detuvo. Leslie extendió el silencio por un largo rato, finalmente continuó: — Se trata del muchacho que vino conmigo, hoy en la mañana. Todos creen que tengo una relación estable con él. Las personas juzgamos por la apariencia. Lo nuestro solo es una mentira: no es mi esposo, tampoco es mi novio. Vivimos juntos desde un tiempo atrás, aparentamos cierta relación, pero cada uno independiente. Hay probabilidad que entre nosotros pueda existir, poca o tal vez mucha atracción, pero todo es indebidamente. Nuestra relación falsa, tiene las suficientes condiciones para no separarnos —se contuvo—… Nosotros no conocemos la intimidad en pareja, él hace su vida a su manera y solo demuestra cariño, caricias y besos cuando le convie-ne. También suele aprovecharse de mi estado económico. Tú sabes que una persona que sufre de alguna dependencia, es posible que tenga que enfrentar muchos prejuicios y que no será fácil reconci-liarse con la verdad. — ¿De qué dependencia hablas? —bajé la mirada tratando de razonar: Yo pertenecía parcialmente a los dos grupos de trabajo, imaginando mi situación tenía todas las de perder. Estaba obligado a mantener estricto orden, respeto, con los compañeros de trabajo. Leslie estaba ahí, robándome la calma, y encendiendo nuevamente clandestinos deseos sexuales. Ciertamente estábamos separados por las reglas internas de la empresa. Cualquier movimiento en falso, podía terminar con mi imagen. 22


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Moralmente me encontraba entre la espada y la pared. Para mí, el trabajo tenía límites, estrictamente establecidos bajo acuerdos. Me resultaba incomodo la sobreprotec-ción de la empresa con los trabajadores. Decidido a romper las reglas, arriesgando mi trabajo, confesé que necesitaba salir con ella. Ella actuó bajo esos límites desagradables de una incómoda con-fesión. Mi decisión fue irreversible e inoportuna. Sin querer, me aproveché de su inestable estado de ánimo. No me contestó nada. Me pidió que la deje sola. Su actitud era extraña. Se volvió a repetir ese nerviosismo que la delataba, y probablemente dudaba de sus sentimientos. Abandoné despacio el lugar como me lo ordenó. Entusiasmado, abordé la calle, contem-plando en mi mente su expresión. Me consideraba un experto en amoríos, aseguraba contar con todo a mi favor. Mis predicciones se hicieron realidad en menos tiempo de lo que imaginé. En horas más tarde encontré en el bolsillo de mi abrigo una nota que decía: A las nueve en el parque de la esquina. Firma…. Leslie. Convencido de mis atributos de conquista, me levanté temprano. Era la primera cita, no podía darme el lujo de llegar tarde. Llegué antes de las nueve. Tomé asiento debajo de un árbol, disfrutando de la suave brisa natural. Después de un rato, miré el reloj público: marcaba las nueve y treinta. Leslie aún no había llegado a la cita, probablemente se arrepintió. Desanimado, con la cabeza ga-cha, espontáneamente me puse de pie tratando de retirarme. Doblan-do la esquina escuché mi nombre. ¡No lo podía creer! Me acerqué con la mirada fija en su rostro, me saludó con un beso en la mejilla. Mi cuerpo tembló. — ¡Te ves hermosa! —susurré con un gesto de alegría. Sonrió con discreción. Le pedí que se sentara a mi lado. Obedeció relajadamente, pero antes se disculpó por llegar tarde. La estructura mental, se desplazó, negándonos a pensar con claridad. 23


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— ¿Espero que esta vez, no estemos aquí para discutir de traba-jo? —recomencé. Reímos con dificultad. — ¿Por qué no me hablas de tu vida? Con lujos y detalles, con abundante aroma de mujer —intenté expandir un poco la charla. — No una es buena idea —reflexiona dibujando en palabras, a conciencia su oscuro pasado—. Luego te atormentarás con mi estilo de vida. Me despreciarás por el simple hecho de no ser compatible con tu amistad. Tal vez te decepciones mucho. Además —suspiró profundo—, no me entenderás. — ¿Por qué? — La vida es así —pronuncia mientras sacude las manos—. Una cosa lleva a declarar otra. No tendré tiempo para confesarte mi ver-dad. ¿Por qué no me hablas de lo que eres? Seguro tienes una vida muy interesante. Me quedé en silencio por un rato. En un principio me negaba a hacerlo. También podía decepcionarse de mi pasado. Intenté orga-nizar parte de mis anteriores romances. No logré superar esa congo-jada de martirio. — No tengo mucho de qué hablar —mentí—. Lo más complicado de mi vida: son sentimientos ocultos imposibles de exteriorizarlos con palabras. Es un dolor inútil, pero está destruyendo mi vida. Vengo de fracaso en fracaso, lamentando mi diario vivir como un vagabundo que no quiere vivir —me exterioricé un poco. Tardó unos segundos en reaccionar. — Todas las personas tenemos momentos difíciles; momentos de gloria —se acercó—. Solo que los hombres son débiles, se quejan de todo. — ¡Eso no es verdad! —repliqué. — Nosotras las mujeres —afirma ella—, somos personas críticas de la sociedad. Por pequeños o grandes los errores cometidos por una mujer, el desprestigio será similar. En cambio: un hombre puede vender su cuerpo, prostituirse, ser infiel, todo está bien para ustedes. Son sobreprotegidos por la gente, sin embargo, se quejan de todo. 24


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— ¿Por qué te apoyas en esos comentarios? —pregunté—. ¿Tie-nes algo que declarar al mundo y no sabes cómo? — ¿Por qué te interesa saber? — ¡No lo sé! Soy curioso. — No oculto nada, tal vez pequeñas cosas como cualquier perso-na normal —aclaró con una sonrisa fingida—. Y es posible que en esta vida no se pueda confiar en nadie. Hace un mes atrás le co-menté a una persona, cierto desempeño en mi trabajo, creí que era lo mejor. ¡Me equivoqué! Ha veces me hace preguntas capciosas, intrigado por mi trabajo. Finalmente las repuestas a sus inquietudes nos hacen terminar discutiendo, peleando, y no hay marcha atrás sobre lo que hago. A veces, me humilla sin piedad. Quizá no se da cuenta. Yo sé, que no está bien, pero ¿cómo retroceder el tiempo y empezar desde cero? La mañana empieza a hacerse larga. Después de escucharla, me separé un poco, como intentando retroceder al comienzo que ya no existe. Ella con un poco de tristeza, arrastrando el ánimo, dice: — Cambiemos un poco de tema —suspiró—. ¿Por qué no me ha-blas de tu ex esposa? — ¡Ex esposa! —dije intrigado. No pude abordar el tema, aunque ganas no me faltaron. Lo que hubiera podido decirle estaba limitado por la natural distancia entre dos mundos diferentes. Ella con su misterio, yo con mi pasado. Simplificando los problemas ambos podíamos perder mucho. Esta-ba consiente de la magnitud de mi problema, pero desconocía rotun-damente el de ella. A su vez se quedó callada meditando, finalmente confesó: — Seré independiente… Soy diferente y no tengo nada que hacer con quien no me acepta tal y como soy. Dejar mi trabajo para él puede ser un gran problema, para mí la libertad que necesito. Si mi decisión me lleva a ser feliz, ¿por qué voy a detenerme? Traté de organizar mis ideas. Esa era la parte más difícil. Se trata-ba del lado oscuro de nuestras vidas. Para ninguno era beneficioso declarar la verdad. La realidad del misterioso pasado, de los dos, era incomprensible. 25


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Sus ojos brillaron con bondad; al ver su expresión real pregunté: — ¿Diferente en qué? — No quiero seguir cometiendo errores —y al decir eso comienza a caminar en círculos—. Aunque sean frecuentes las discusiones emocionales, solo traen grandes problemas: soluciones limitadas, efectos indeseables, riesgos comprometedores. Mi vida es un cofre de secretos… — ¿Secretos? —trague saliva. — Sí. Secretos —inquirió nuevamente—. Recuerdo cuando cono-cí a tres de mis amigas. Por lo general son independientes en sus decisiones. Realizan su trabajo con necesidad, evitando mostrar al mundo su verdadero rostro, con discreción, pero con mucho profe-sionalismo. Puede que su historia de vida sea dolorosa, igual que la mía. Lamento ser una… —se detuvo con la mirada vidriosa. Me levanté de la silla y caminé discretamente para darle un abra-zo. Un extraño presentimiento me detuvo. Caminé unos pasos más, pero otra vez me detuve. — ¿Te ocurre algo? —pregunté. — Estoy bien. ¿Por qué no te sientas conmigo? — Claro —obedecí de inmediato—. ¿Háblame de tus amigas? — ¿Sabes? No creo son mis amigas... — ¿Si no fueron tus amigas, que eran para ti? —pregunté con un tono desafiante. — Fueron quienes me dieron apoyo —su voz sonó muy segura—. Al encontrarme: sola, abandonada, triste, me abrieron las puertas de su casa. Las conozco mucho, eso no lo niego. Después de que me las presentaron en una salida nocturna, todo fue más fácil entre noso-tras, pero poco a poco se desencadenó el futuro incierto de ellas y el mío. — ¡Cuéntame! —insistí—. ¿Dónde están ellas? Y, ¿quiénes son? — No puedo decirte. Es inútil que insistas.

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3 LA SEPARACIÓN Abril - 01 Salí de mi casa antes de las siete de la mañana. Casualidad del destino, tenía que hacer un trabajo fuera de la empresa. El resto de la tarde me tomé libre. Estando lejos de Leslie, era difícil levantar mi autoestima y mi autorespeto. Mi cabeza albergaba varios miles de emociones sobre ella. En afán de conquistarla no pude medir mis impulsos. Ese día parecía ser eterno. Un minuto más, no soportaba estar alejado; necesitaba desesperadamente verla, sentirla, abrazarla, confesarle que no podía sobrevivir sin estar con ella, que mi vida se tornó inestable, intranquila, y poca duradera, desde el primer mo-mento que apareció ella en la empresa. En parte estaba convencido de un enamoramiento repentino, posiblemente ciego, difícil de aban-donar sin antes intentarlo imposible de diferenciar de una simple y pasional ilusión. En horas de la tarde me detuve frente a una florería. Observé por varios minutos algunos de los arreglos florales en exhibición. Orde-né un ramo de rosas de color rojo bañadas con perlas brillantes. — ¿Es para su novia? —preguntó con una sonrisa leve la chica que me atendió. — Es para la mujer que en un futuro será mi esposa —dije bromeando. — ¡Hola! Qué suerte tener a el hombre más codiciado, con nosotras —dijo Rosibel apenas llegué a la empresa—. ¿Te comunico a Leslie? ¡Está sola! — No, gracias. Prefiero hacerlo, yo. Me detuve antes de entrar. Mis manos temblaban de la emoción. Con cuidado giré el seguro, y la puerta se abrió dando un aparatoso golpe. Mis pensamientos se nublaron. Una gran parte de mí seguía unida al pasado, 28


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o quizás todo. Levantó su mirada y mi presencia le causo curiosidad. — ¡John que gusto tenerte aquí! ¿Por favor pasa? Tardé algunos segundos en reaccionar. Lo más fácil era salir corriendo. Estaba ahí, frente a una mujer maravillosa, separados por un incómodo escritorio. ¿Cómo debía comportarme? — Me agrada verte —titubeé—. No podía esperar que llegue ma-ñana. Sonrió. — ¿Y esas flores? — Son para… —me chasquee la lengua—. Las compré pensando en ti. ¿Por qué no hablamos más tarde? — No puedo —respira hondo—. Aunque tengo ganas de hablar contigo, no puedo. Tengo que cumplir con un trabajo en la noche. Durante la noche no podía conciliar el sueño. Estaba en mí, la esperanza en carne viva. Todo es predecible, estable si sabemos pa-ra donde vamos, pero yo solo me sostenía de una ilusión imposible. Me pasé varias horas dando vueltas y vueltas en la cama. Miré mi reloj de brazalete, marcaba la una de la mañana. Aún seguía des-pierto, observando por la amplia ventada de mi habitación las es-trellas de una noche tranquila. Llamé a Patricia a su teléfono celular. Negar o evitar esa realidad podía acabar conmigo. Mi amiga podía ayudarme a encontrar una salida. La encontré despierta. — ¿Bueno? —contestó con una voz de cansancio. — Soy, yo. John. — ¿Qué haces despierto? — No quería interrumpir tu sueño —contesté desinteresado de explicar nada. — Tranquilo. Me quedaré despierta un poco más. — Te llamo mañana. Lo siento —me disculpé. — Espera —se apresuró un poco—. ¿Quiero que hablemos? — ¿Es importante? — Tú tienes la respuesta en tus manos —me imaginé sus inten-ciones. Conocía mucho a mi amiga. Solo que me limité a pensar—. Me enteré 29


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que estás perdiendo la cabeza por una mujer compro-metida. — ¡No puede ser! ¿Te fueron con el chisme?... — Los cuadros no son como los pintan, son igual que los amigos, aunque parezcan perfectos, tienen su lado oscuro… Bueno, no soy quien para decirte lo que hagas con tu vida. Solo quiero que estés consiente de lo que haces, y aprovechando el momento, déjame decirte que tu corazón te puede jugar una broma de mal gusto. Los jóvenes siempre somos vulnerables a las aventuras peligrosas. Des-pués te ilusionas y quieres conquistar a una persona a todo costo, pero hay que tener claro que las competencias abiertas, solo se dan en eventos deportivos, en el amor es válido competir, pero siempre y cuando lo hagas con inteligencia. John, no permitas que te lastimen. Estas joven para sufrir una desilusión que puede cambiar tu vida. No estás preparado para asumir cierta responsabilidad. ¿Por qué no le pones un alto a tu vida? No te enamores de una mujer que no sea libre, eso te traerá muchos problemas. Por un momento alejé el equipo de mi oído. Buscaba hablar con ella, no recibir regaños a esa hora. Demoré algunos segundos en reintegrarme. — Me preocupa tu bienestar. No me importa tanto que ella sea infiel, sino lo que lograrás acercándote a ella —continuó—, cuando una persona es herida sentimentalmente, suele hacerse daño a sí mismo. El tiempo no puede ser disminuido, todo lo que hagas, tendrá un alto precio. El amor es universal, y no encontraras buzón de quejas. No te maltrates, no seas injusto contigo mismo, no tomes a la ligera las decisiones, recuerda que no puedes dominar tus pensamientos una vez desconectado de la autopista segura, amplia, bonita de la vida sentimental interna… — ¿Significa que no estás de acuerdo conmigo? — Me gustaría, pero no puedo hacerlo —suspiró—. Aunque ella desista de su compromiso, nunca dejará de ser libre. Aunque cada persona reacciona de manera diferente a las situaciones de la vida, algunas tienen mayor tendencia que otras a no soportarlo. ¿Será que tú puedas lograrlo? — ¡No entiendo! ¿Por favor me explicas? — Comprende que no será fácil olvidar lo que ella vivió con su 30


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ex pareja. Intentarás olvidar su pasado, pero no olvides que siempre vendrán los recuerdos, acompañados de sucias imágenes que arruí-narán tu felicidad en los mejores momentos de tu vida. La represión retardada te traerá grandes conflictos. Es algo, al que se considera incompetente en una persona. Existen varias explicaciones sobre el comportamiento de un hombre o una mujer ilusionada. Lo grave es que la situación es real, tarde o temprano, pasará esa época de en-gaño. Durante ese tiempo puede continuar una marcha inexorable a un ritmo que puede ser demasiado peligroso, resulta que tal vez sea demasiado lejos, cerca, o tal vez demasiado frío, caliente; encon-trarás miles de razones para desahogarte con cualquier actividad destructiva. Después de estar en ese sistema, hagas lo que hagas, la confusión mental, social, sobrecargará exigencias conflictivas, subordinadas de los errores del pasado. — Muchas veces la convivencia en la pareja lleva a una extrema situación confusa —comenté—, donde tal vez el amor ni siquiera existía. Comenzar algo nuevo, programado, puede transformar ese fracaso en oportunidad, y posiblemente recupere esa felicidad per-dida con su antigua pareja. — ¿Crees estar preparado para esa programación? No intentes hacer algo que no está a tu alcance. Mantente alejado del peligro. No será fácil transformar esa desilusión en oportunidad. Puede haber ciertas probabilidades que cambies ese pasado en un nuevo presente, pero primero la persona separada debe atravesar un camino doloro-so, largo, lleno de recuerdos, soportar el cambio, luchar contra la fuerza de la costumbre. Después de terminada una relación, la persona afectada entra en shock, su vida se detiene, la planificación de toda su vida se viene abajo. Hay cosas que no podrá superarlas de la noche a la mañana, le llevará tiempo, aún con su voluntad; incluso, tanto el hombre como la mujer siendo infieles, puede sufrir serios trastornos. — ¿Entonces porque existe la infidelidad? —protesté. — La infidelidad empieza por el miedo a terminar solo. Cuando una persona siente que lo está asechando ese sentimiento oculto llamado 31


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“miedo”, muchas veces el temor se transforma en ver-güenza. Son épocas donde el temor y la venganza van de la mano. La crisis emocional comienza en esa persona maltratada: se siente descuidada, subestimada, se vuelve una persona vulnerable a la búsqueda de una aventura pasional que le provoque celos a su pareja actual. Resulta que ninguno está preparado, ambos dos temen ser infieles; la integración emocional no sexual se les agota a la pareja. Sentirse incapaz es destructivo, tanto el hombre como la mujer, son objetos de dolor emocional, difícil de reparar. Sienten que la pareja no puede complacer su cuerpo, y cuando no están satisfechos con lo que hacen, suelen darse una equivocada oportunidad, causándose fuerte decepción de sí mismo. Tratan de sostenerse en las aventuras sexuales, en el alcohol, en las drogas, en los amigos, encontrando una etapa de depresión, posiblemente psicológica. Después la persona infiel se inventará miles de excusas que parecen ser reales, pero siempre habrá una mentira de por medio. Su atención será en destruir la imagen de la otra persona a través de la difamación, descargando la culpa, el engaño, haciéndote creer que ninguno de los errores fue culpa de ella, si no que toda la culpa fue de la otra persona. Y no estoy insinuando que puede ser así, estoy haciéndote conocer los problemas a futuro. Cada encuentro clandestino tiene como respuesta un “si” con un sabor a un “no”. Considerando que después la persona infiel, llena de incertidumbre a su nueva aventura, donde implica su capacidad de una manera profesional, donde él o ella brindan esa sensación de sentirse amado, amada. De fondo pueden ofrecer un plano emocional de otro aspecto, seduciendo a la intimidad fuera de una relación. Obviamente que esa persona lastimada solo se esconde detrás de una máscara de engaño, de mentiras, de frialdad, fingiendo felicidad, pero la realidad es diferen-te, sonríe aunque su corazón se pudre por el odio incautado de tiempos pasados. — Estas siendo demasiada dura conmigo —dije tartamudeando. — El problema de los hombres es que no están preparados para vivir solos. Apenas quedan solos un tiempo, pueden sentir que su vida no tiene sentido, se sienten despreciados, aburridos, ausentes, y empiezan a 32


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usar el sexo eventual peligroso, dañino, para llenar ese vacío insostenible. Y después empiezan a depender de ciertas cosas superficiales. Ya sea por ingenuidad o más bien por simple descono-cimiento, muchos jóvenes siguen aferrados a amores imposibles, a uniones negativas, creyendo que podrán superar ese dolor oculto, causado por los anteriores romances. — Puede ser, pero creo que tiene alguna solución —rebatí—. De no creerlo, en este momento estaría alejado de ella. — Lo hay, en ciertos casos. Para un joven de tu edad será imposible poder compartir esa intimidad en pareja. Tú también estas muy lastimado, al igual que ella. Y al tener ese acercamiento con la pareja, donde el espacio es solo de ustedes, tal vez se puede decir con todas las extensiones y también con la comodidad que ahí, tal vez una ayuda no será suficiente, en muchos casos el pasado vuel-ve, y estando enfrente cualquiera puede salir lastimado.

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4 EL ACERCAMIENTO PASIONAL Abril - 02 08:00.a.m. El repiqueteo del teléfono me despertó. Hice un esfuerzo y me puse de pie. Desde que me ascendieron en el trabajo tenía menos tiempo libre, resultaba forzosa realizar una tarea exitosa en la em-presa. La demanda en el trabajo repentinamente empezó a crecer. Mi vida personal, poco a poco quedaba desprotegida. — ¿Buenos días? —saludé. — ¿Necesito que hablemos en horas de la tarde? —dijo mi her-mana del otro lado de la línea. — ¡No puedo! Voy a salir un poco más temprano. Antes de llegar al trabajo tengo una junta con Leslie. Lo nuestro puede esperar, ¿verdad? — Eso creo… Cuídate —dijo decepcionada. 10:45.a.m. Una cuadra antes de llegar a la empresa, me detuve a esperar. Leslie tenía que atravesar esa ruta para llegar al trabajo. No tenía ninguna junta, simplemente necesitaba hablar con ella. Me senté pensando que había días enteros que no lograba sacarla de mi mente. Luego perdí el interés de recordar los momentos difíciles que pasé con ella, solo esperaba impaciente. Desde la avenida del frente creo escuchar mi nombre. Vuelvo la cabeza. Miré el reloj. No tenía tiempo para comentarle que necesitaba, desesperadamente, decirle que estaba enloqueciendo por ella. Crucé corriendo la calle. La saludé con un beso en la mejilla, pero no podía dejar de verla. Mis manos empezaron a sudar. Corría un frio intenso por mi cuerpo. El tiempo estaba en mi contra, pero planifiqué ese encuentro

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involuntario, no iba a desaprovechar la única oportunidad. — Necesito decirle algo —comencé con una voz nerviosa—, pero el tiempo no está a nuestro favor. Tal vez necesite muchas horas, o tal vez ninguna, pero es algo que me paraliza… ¿Por qué no vienes a las dos? 14:00.p.m. Tocó la puerta. Estaba seguro que era ella. — Por favor, pasa. Da dos, tres pasos, hasta quedar a solo centímetros, quedando desprotegida con la boca entreabierta. Retrocedí confundido. En mi abrigo traía una nota que escribí para ella. Estaba decidido a confesarle que podía estar enamorado. Le entregué el papel doblado en pequeñas partes. Le dio varia vueltas sin atreverse, sin contestarme nada, después de leerlo. Salió corriendo dejando la puerta abierta. Me sentí nervioso. Si no le gustaba, nuestra amistad terminaba para siempre, eso me hizo sentir atemorizado, intranquilo, pero si ocurría lo contrario, lograría conquistar a la supuesta, perfecta, mujer de mi vida. 19:00.p.m. Alguien golpeó la puerta. No me moví, más bien me dejé caer so-bre la silla hasta quedar recostado. Insistieron nuevamente con los nudillos. — Soy yo —dijo—. ¿Puedo pasar? De inmediato abrió la puerta, y era Leslie. ¡No lo pude creer! Era muy temprano para celebrarlo, pero me llenó de emoción saber que volvió, y de seguro eso me traía buenas noticias. — Me alegra que este aquí —confesé. Se veía muy hermosa, sin embargo, esta vez tenía una mirada diferente. Su rostro se notaba pálido, y su voz un poco quebrantada al momento que se expresó. — ¿Por qué tenía que ser yo? —pregunta asombrada—. Es confuso. Si miras a tu alrededor hay muchas chicas que no tienen ningún compromiso —se tomó la cabeza—. Además son muy lindas, jóvenes, tiernas, te admiran por la persona que eres. Quizás no solamen-te 35


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les gusta tu aspecto físico. No sé qué pensar, ya que tus palabras me impiden hablar con claridad, pero quiero aclararte: yo siempre valoré lo físico más que lo espiritual. No pude evitar traer a mi memoria las imágenes de nuestro pri-mer encuentro. Me quedé ausente varios minutos. Necesitaba cam-biar mi vida, expresar a los demás mi amor por ellos y demostrarme a mí mismo que también valoraba los sentimientos de una mujer. — Discúlpeme —titubeé. — No John, ¿por qué no aceptas la verdad? Tus compañeras son capaces de jugarse hasta la última carta para que te fijaras en una de ellas y no en mí. Sonreí. Me quedé sin habla. Sentí que la visión de la vida me estaba cambiando, pero no para bien, todo se inclinaba a un abismo, desinteresado me hundía hasta el fondo. — ¿Qué dijiste? —pregunté después. — Recuerdo el día que llegué a trabajar todo era diferente entre nosotras —explicó—. Ahora ellas no son las mismas personas con-migo —se demoró—. Eres el hombre que en el mundo no hay muchos, en el poco tiempo que te conozco, descubrí porque eres la “discordia” de las chicas. Para todos y todas, aquí en la empresa eres muy especial (eres el niño mimado), ¿y sabes? Yo no quiero tener ningún tipo de problema. No lo tomes a mal. Si estamos juntos todo va a cambiar. Suspiré cuando terminó de hablar, y me sentí desconcertado cuando sacó esas conclusiones absurdas. Por mi mente se cruzaba que era verdad que me trataban con cariño, pero de ahí hasta lo terminaba de escuchar era algo fuera de límite. — ¿Discordia? —susurré—. Es muy peligroso que estemos aquí, y tú lo sabes. Además, estoy muy perturbado con toda esta ciencia indescriptible. — Puede ser —admitió—. No lo tomes como una filosofía. Lo más coherente en este momento es que dejes de exagerar todas las cosas. Me acerqué a la puerta, y afuera todo estaba tranquilo. Cuando nos 36


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dimos cuenta que todos los compañeros se habían retirado, estábamos los dos completamente solos, en medio de una ilusión abrazadora. — ¿Sabes porque vine? —preguntó. Guardé silencio. Me empezaba a sentir nervioso, intranquilo, la respuesta que esperaba estaba más cerca de lo que yo me imagina-ba. Esa idea estuvo dando vueltas por varios minutos en mi mente. — No lo puedo creer —dijo sonriendo—. El hombre: amoroso, simpático, soñador, enfrente de mí, es una persona que no se iden-tifica. Ahora entiendo porque nadie sabe mucho de tu vida íntima. Se acercó a la ventana para asesorarse que nadie estaría cerca de nosotros. Fue difícil mantener la calma. Caminé presuroso en círcu-los dentro de la oficina, en mi desesperación me imaginaba buscan-do un recuerdo que nunca existió. Mi corazón empezó a latir de una forma descontrolada, los movimientos cardiacos aumentaban en cada segundo. En cambio ella: caminaba como una adolecente, observando una carpeta que traía entre sus manos. Todo se convertía en vanidad. Sin darnos cuenta, cada uno de nosotros exponía el mejor retrato para el momento. — Sera más fácil hablar si te detienes ahora —le dije con un tono irregular. — Me tengo que ir —susurró en voz baja. “Esta vez no permitiré que se vaya” pensé. Se dispuso a caminar, adelantando sus manos hacia la puerta. La tomé del brazo sin articular vocablo, ella giró, nos abrazamos sin importarnos que alguien nos estuviera viendo. Percibí un abrazo diferente; empezaba a sentir vibraciones por todo mi cuerpo. Su boca estaba entreabierta con las mejillas rojas, rosé sus delicados y suaves labios con los míos… y nos dejamos llevar por magnetismo irresistible de un beso apasionado. No duró casi nada, cuando se percató del túnel en el que entramos, salió corriendo. Me quede inmóvil por unos minutos. Salí a la calle… No podía creer, mi corazón iba a explotar, no de felicidad, si no del engaño que había 37


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frente a mis ojos. Era despreciable verlos juntos. Llegué a mi casa. Me sentía desorientado, frustrado. Me recosté en la cama observando todos los ángulos posibles, tratando de obtener algún resultado positivo. La espera de un nuevo amanecer se hizo interminable, no tenía fuerzas para continuar. Sentía nostalgia al ,recordar a Leslie junto a su compañero. En aquel momento me di cuenta de lo frágil de los seres humanos. Regresé a mirar a un lado y al otro, todo oscuro. Lo único que hice fue refugiarme en las sábanas. A la madrugada me despertó una llamada a mi celular. La vibra-ción del aparato me hizo levantar de inmediato. Leslie pidiéndome que nos encontremos en la mañana. 08:45.a.m. Salí de mi casa. En el camino permanecí involuntario, todo lo ha-cía por una fuerza incontrolable, pero también una nueva forma de pensar evolucionaba lentamente en mi cabeza: era el miedo a estar equivocado. Desde la acera del frente traté de observar sus detalles; jugaba como una adolecente con una carpeta de color azul. Crucé en carre-ra la calle y unos pasos antes de llegar me detuve… — ¿Esperaste mucho? —le pregunté. — No. ¿Pasa algo malo? — Sí. Quiero decir, no. Intento no cometer errores contigo. Se quedó en silencio por un rato tratando de meditar, se puso de pie y dijo: — Si es por mí, no te preocupes, todo estará bien. En los próxi-mos días dejaré de ser una mujer comprometida. — ¿Tú qué sabes de eso? —le reclamé de una forma violenta—. No entiendes que no quiero que por mi suceda todo esto. Agachó la cabeza avergonzada. Me separé un poco de ella. — ¿Qué tiene que ver mi separación con todo esto? —preguntó. — ¿No te parece precipitada la decisión que vas a tomar? No quiero que después que todo se salga de control, te arrepientas. ¿Sabes? En mi corta vida, he tenido algunas aventuras amorosas y no 38


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quiero otra. Necesito ser un hombre feliz, digno, no quiero se-guir mendigando amor. No te avergüences de lo que te voy a decir, pero no quiero seguir viviendo equivocado, buscando placer a cada esquina de la vida. Estoy cansado de vivir bajo esa revolución donde toda la juventud, solo busca sexo, sexo, y nada más. ¿Por qué no existe una pareja que haga la diferencia? No generalizo a todos, pero hoy en día casi todos estamos muy equivocados. Me arrodillé en el césped tratando de encontrar explicación. La regresé a mirar. Bajó los ojos apenada por lo que terminaba de escuchar… Caminó con la mirada perdida, se arrodillo junto a mí, me abrazó muy fuerte como nunca lo hubiera imaginado. — Tengo miedo —dijo—, el fracaso es el límite del ser humano, me he fallado en reiteradas ocasiones y no quiero que ahora pase lo mismo. Nos envolvió el silencio. La habilidad de expresarnos se estaba agotando. Ninguno de los dos hicimos nada para liberarnos. — Con frecuencia olvidamos los hábitos del amor —retomé—. Yo no quisiera una esposa: quisiera un hogar, formar una familia Bendecida por Dios, necesito una amiga a mi lado, una confidente, una amante que me comprenda, que me escuche; no quiero llenar este vacío que dejó el pasado en mí, necesito extirparlo para siempre, pero contigo nunca podré hacerlo. Estoy bien solo, no quie-ro aprovecharme de tu situación. Reconozco que a veces necesito una persona con quien hablar, pero tengo miedo comprometerme sin estar preparado. ¿Sabe que es sentirse así? Sonrió. Luego de un rato dijo:

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5 LAS MALAS INFLUENCIAS — Me parece inmoral comentarte algo que de seguro es muy delicado en tu vida personal —se tomó la cabeza—. Hablé con tu amiga que te conoce hace años —confiesa entre cortado—, me co-mentó que anteriormente ocurrió algo similar, a lo que está pasando ahora con las chicas de la empresa. Sentí un frío intenso. La energía negativa de mis recuerdos lenta-mente empezó a alterar mis signos vitales. Seguramente sin darme cuenta mis ojos decían lo que mi boca no podía. — ¿Por qué no exteriorizas el dolor si te hace mucho daño? —indicó. — Es mi secreto por años —confesé al final—. A nadie le importa la vida de los demás. No soy capaz de transformar ese pasado en un relato. Traté de hacerlo alguna vez, pero no… — ¿Inténtalo? Imagina que eres un ave, que durante su vida estuvo enjaulada, y que hoy está a punto de abrir esa puerta. Llénate de fortaleza, de valor, deja de ser presa fácil del pasado; no eres eterno para pasarte sufriendo toda la vida; apuesta a ser feliz. Me froté la cara con ambas manos, quizá tenía razón. Yo nunca había hablado con nadie de lo que me pasó, y a lo mejor era por eso que los problemas de mi pasado vivía en el presente conmigo. Traté de creer que por fin llegaba un nuevo ciclo a mi vida, aunque me negaba a enfrentar ese dolor oculto. Remover las cenizas, podía traerme dolor. No me importó en ese momento ser rechazado por ella. Me dejé ganar por esa enorme necesidad de gritarle al mundo que necesitaba sentirme aliviado, aunque sea un poco. Terminé confesándole todo lo que me hacía sentir inmundo. — Una noche golpearon la puerta de mi casa —comencé—. Cinco de mis amigos, en tres motocicletas. Me invitaron a un nigth club (club 40


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nocturno de diversión para adultos). Regresamos en altas horas de la madrugada. Pensé en la revolución, en mí mismo. Me puse de pie y continué: — Yo me sentía orgulloso de lo que pasaba conmigo, era algo de que cualquier joven desea alcanzar: amigos, amigas y libertad abso-luta. Mi revolución con el mundo se volvió indisoluble, (a excepción del tiempo que jugaba en mi contra). — ¿Dónde conociste a esas personas? —regresó a mirarme, interesada de conocer la verdad. — En diferentes medios —declaré—: páginas de internet, números de teléfono, chat, por medio de amistades. Conocer personas es lo más fácil, las ocasiones se prestan para nuevas aventuras. Es muy lindo, divertido, sentirse elogiado, encantado; es increíble sentir la adrenalina de conocer a diario nuevas personas: mujeres jóvenes, bonitas, solas, en ocasiones excitantes, provocativas y muy sensua-les. Todas las personas aventureras muestran su mejor postura al mundo. — ¿De veras? —dijo—. ¡Tienes suerte!… — Es mi desgracia —me agaché avergonzado—. Todo eso me volvió un sujeto, inútil, poco expresivo y además de eso arrogante. El exceso de salidas, sexo, relaciones, citas, me trajeron demasiados problemas. Sin darme cuenta de la realidad, la ceguedad me volvió inactivo y demasiado peligroso. No me contentaba con nada en la vida, era popular, libre, pero yo necesitaba mostrarme al mundo. Decidí conocer más personas, la popularidad se estaba volviendo codicia. La publicación de mi número de teléfono personal en una página de amigos.com, dio resultado, pero desde ese entonces, co-nocer muchas mujeres, me convirtió mi vida en pesadilla… — ¿Y no era eso lo que querías? —me interrumpió. — Es cierto —me apreté la cabeza con ambas manos, los recuerdos empezaban a golpearme de una manera dramática—, pero es mejor no hacerlo. Nada de eso te trajo buenos resultados. Fueron muchas las personas con malas intenciones, solo se acercaron con doble intención. 41


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Desde que conocí personas por internet, mi vida estaba en constante peligro. — ¿Pasó eso? —ella no lo podía creer. — ¿Qué pasó después con tus amistades? ¿Aún sigues saliendo con todas esas mujeres? — Ya no. Después de unos días empezó la parte más difícil. Como era de esperarse: comenzaron los enfrentamientos más comunes de todos los que nos conocimos por el mismo medio. Cada uno elegimos un mal camino, como resultado empezaba el martirio más grande de la vida. Especialmente mi vida era un desastre, me sentía vacío, miserable. Tenía todo: dinero, mujeres, vino, joyas, pero no contaba con lo más importante: “amor”. Mi salud estaba afectada, mental, emocional y físicamente. Era la decepción más grande de lo que yo hacía, decidí retirarme de aquella vida, pero no fue fácil. A veces la costumbre es más grande de la voluntad. La otra parte dolorosa era el miedo a la soledad; fracasé inútilmente, pero todo ese temor, ese miedo, no me dejaba ver la realidad. Aún tenía amigos, amigas, mecánicamente me refugiaba en ellos, repentina-mente visitábamos lugares nocturnos, pero mi realidad era otra… — ¿Aún? —se sorprendió—. ¿Qué pasó con tus amigos? — Lo increíble —mi pecho parecía que iba explotar de dolor, los recuerdos regresaron a la actualidad, mecánicamente parecía ese momento—. Un día revisé mi correo electrónico, y me di cuenta que en la mayoría de contactos había algo extraño; el número de amigos se reducía con el pasar de las horas, las cuentas bloqueadas, algo que nunca ocurrió anteriormente. Me molesté, pero no encontré culpable. En mi soledad pensé que era por seguridad. El verdadero problema empezó cuando tuve que sobrevivir solo. Apagué el computador y salí a la calle. En la misma tarde, busqué mi agenda personal. No encontré con quien comunicarme. Estaba en eso, confundido, triste, abandonado. Sonó mi celular. Mi novia, para recordarme de una cita en esa noche. — ¿Eso te cambió el ánimo? —preguntó—. Luego de tantos con42


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flictos en tu vida, estar con tu novia era increíble. Podías sentirte querido, aceptado, eso es bueno en medio de todo. — Todo lo contrario. Esa noche me sentí un gusano —me detu-ve—, me terminó... Infelizmente tuve que aceptar que estaba solo. Luego de no tener dinero, popularidad, uno a uno desaparecieron. Esa fue mi justificación mediocre a la soledad, se me acabó el dine-ro. Creer que me engañaron, me hacía sentir miserable. Estaba totalmente confundido, mi vida era un verdadero desastre. Todo pasó muy rápido, y lo más difícil, mi problema era psicológico. El desamor me causó gran desesperación, sin querer, mi estabilidad llegó a un punto crítico, inútil. El dolor, ya no era dolor, era un martirio insoportable, difícil de controlarlo. Pase así varios meses, hasta que por fin empezaba a superar ese tiempo difícil de mi vida, pero no logré hacerlo… —hice una pausa. Su mirada era como la de un camarógrafo, fija y a la vez atenta a su alrededor. Camina, intenta, creer que la historia era un cuento. — Después de eso, no acabaron los problemas —continué—. Un día viernes, en eso de las ocho de la noche llamaron a mi casa. Era del trabajo, pidiéndome unos documentos. Era raro porque nunca ocurría algo así. Por no ser más irresponsable, últimamente tenía demasiadas faltas, busqué esos papeles en mi casa, y salí presuroso. Doblando la esquina, pensaba en la soberanía psicológica indivi-dual: mi espacio, mis amigos, mis cosas, mis sueños, en fin, en todo lo que perdí. Seguí caminando despacio. No me percaté, que un auto de color amarillo venía espiando mi proceder. Me quedé quieto, tratando de estudiar cierto comportamiento de las personas que via-jaban en el interior del auto. Intenté seguir con mi camino, de repente el claxon del auto me hizo detener. Por imprudencia regresé a mirar, uno de ellos empezó insultando. Quise continuar caminado, pero fue demasiado tarde, enseguida se bajó su compañero del auto y me golpeó por la espalda. Apenas avancé a escapar. Por momentos creía que era un sueño, pero no, era la realidad. — ¿Por qué te golpearon? — Los supuestos amigos que conocí por internet, no generalizo que 43


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todas las personas tengas las mismas intenciones, pero la ma-yoría son hombres, mujeres, que buscan aventuras peligrosas. Esa vez me llevé la peor parte. En mi trabajo robaron. Cierto día descu-brieron que las personas que conocí, fueron ellos. — ¿Y tú en que te relacionaste? ¿Fuiste cómplice? — Una vez que logré quitarme los malos amigos de mi lado, no hicieron otra cosa, que dedicarse a destruir mi vida. No todos tene-mos los mismos umbrales o tolerancia a las amistades destructivas. Les causo cierta incomodidad que yo me aleje de sus grupos clan-destinos. Hay personas que son capaces de mentir por salir libres. No tenían intensiones de ultrajar el negocio donde yo trabajaba, simplemente querían destruir mi imagen. Lo lograron, me acusaron con las autoridades locales, pero a ellos la baja tolerancia a la frus-tración, el remordimiento a su culpa, los delató de su culpa. Las consecuencias fueron terribles, aunque es difícil de creer, la vida me devolvió en poco tiempo lo que sembré. Después la vida me invitaba a ser una persona digna, respetable, pero a veces sentía que no valía la pena. Todo lo ocurrido me confundía... — Aunque por definición, los jóvenes somos la sociedad más vulnerable a ser víctimas de los malos hábitos, pero, ¿por qué lo hicis-te? ¿Cuál era la necesidad de tener amigos? Me costó mucho, sonreír y decir sarcásticamente: “yo también soy humano”. Por un lado, logré sentirme aliviado, pero en ese momento apa-reció con desventaja algo que no me esperaba. En medio de todo mencioné “dignidad”, una palabra que no conocía. Era más de una ocasión, jugué a estar seguro, pero sin darme cuenta puse en duda mi afirmación. Sobre ese criterio estaba perdido, me detuve a pensar detenidamente, luego más por impulso murmuré: — Leslie te quiero, pero como todo en la vida es sinónimo de querer y no querer, eso me confunde. — ¿Por qué? —me preguntó. Los nervios bloquearon mi discurso. Ella me observaba confun44


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dida, aunque pueda sonar extraño estaba paralizada. La falta o la mucha confianza le afectaron mucho. — ¿Por qué eres tan misterioso? —se puso de pie lentamente. Cuando puse en duda su afirmación, no tuvo más remedio que intentar investigar sobre mi pasado. Tragué saliva. Estábamos a solo segundos de un desenlace entre nosotros. En ella era notable el desengaño. No me acerqué a tocarla. Tampoco lo hico ella. — No soy misterioso —me detuve—... Lo que te quiero decir se trata de mí. No sé si estoy enamorado. Por desgracia he pasado por todo esto; es un método que muchos jóvenes utilizamos para sedu-cir a la princesa que roba nuestros sueños. No tengo un concepto definido de la diferencia entre ilusión y amor. Para mí todo es igual. Estoy fascinado con una nueva relación, pero, ¿adónde iré a llegar? No me contestó nada. Mi imprudencia la dejó helada. Me hacer-qué con la intención de tomar su mano, y luego abrazarla, pero solo alteró el momento. — ¡Suélteme! No me toques —gritó. — Cálmate. — Como podría calmarme —se muestra enojada. Al menos esa era su primera carta de presentación—. Estoy desesperada, lasti-mada por dentro. Al igual que muchas personas me siento sola, vacía. Tus palabras, tu inútil comportamiento, me recuerdan la más grande idiotez que cometí cuando conocí a las chicas. Confié en ellas como en tú, pero me doy cuenta que son iguales. La regresé a mirar con enojo. Ella permanecía como una estatua humana. Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas. Sentí que la sangre sonrojaba mi cara, sentía miedo de mí mismo. Emocional-mente estaba en otro lugar, aunque mecánicamente seguía obser-vando su actitud. — ¿Qué paso con tus amigas? —pregunté tratando de animarla. — Viven conmigo —confesó con una voz quebrantada—. No son mis amigas. Desconoces muchas cosas de ellas. 45


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— Yo sé que las amistades tienen miles de defectos. ¿Cuál es su relación entre ustedes? — ¿Crees que los amigos existen? —contesta con otra pregun-ta—. La amistad debería ser a mi imagen y semejanza, pero no lo es. Hay cosas en la vida que te permiten tener una mejor visión del mundo, y esa visión enriquecida te hace fuerte, o tal vez débil. El miedo a perder la fuente de seguridad te ata al sufrimiento oculto. Por accidente aún recuerdo lo que pasó conmigo en meses anterio-res. Lenta y silenciosamente una mujer se infiltró en la vida de las mujeres que viven conmigo, solo se conoció su verdadero rostro, en una tarde dominical que salí de compras. Cierta vez las chicas salieron por trabajo a otra cuidad, ella y yo en el departamento; nosotras dos teníamos la misma rutina ese día. Salí con urgencia de la casa, afuera tomé un taxi para mejor comodidad. En el trayecto del camino sentía que me empezó a doler el estómago fortísimo, me detuve en una farmacia. Minutos más tarde, no recuerdo nada lo que pasó conmigo. Dos horas después desperté en una casa de salud, intervenida de emergencia. Como estaba alejada de mi familia, no tenía con quien contar. Mi amiga era la única esperanza, traté de comunicarme varias ocasiones con ella, pero se negó a prestarme ayuda. Necesitaba tanto una persona a mi lado. La única amiga que yo consideraba, desapareció. A los cinco días de estar hospitalizada, no contaba con dinero, con apoyo, mi salud desmejoró mucho. Aún faltaba la mejor parte, llegué a mi departamento. No lo podía creer, estaba vacío. Mi supuesta amiga nos robó todo.

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6 EL SEXO ILÍCITO Miré la hora, el reloj marcaba las nueve y treinta. Las luces del parque iluminaban nuestro alrededor con poca intensidad, el ruido de los carros había disminuido casi en un total. Llegamos al hotel, después de discutir donde pasaría la noche ella. Estaba lejos de su casa y, además el lugar era peligroso por las no-ches. No fue tan fácil llegar con ella al hotel, más aun sabiendo que estuve un par de veces en el mismo sitio, quizás en la misma habita-ción. Luego de cancelar al encargado, subimos lentamente por las gradas hasta el quinto piso. — ¿Me quedaré sola? —preguntó. — Mi hermana me está esperando, vendrá por mí en media hora — mentí para que mi respuesta no sea desalentadora. Me senté en la recamara de color negro. La habitación se dejaba ver pequeña, oscura, pero muy elegante. Entré al baño a lavarme las manos. — ¿Por qué no te quedas conmigo? —preguntó titubeando. La propuesta me dejó helado, y sin palabras. Salí de inmediato del baño. Me detuve impresionado. — ¿Pasar contigo la noche? Es demasiado peligroso. Me encanta-ría como no te imaginas. Solo que hay un problema muy grave, no quiero tener sexo, estándo juntos es probable que no pueda detener-me. Se quedó en silencio y sin movilidad. En su profunda mirada había un gran gesto de querer hablar, aunque era evidente una tensión preocupante. Movió la cabeza por unos segundos, y sin lograr entender lo que había escuchado preguntó: — ¿John crees que un joven de tu edad, piense parte de lo que terminas de decir? Caminé despacio para sentarme con ella. Era la tentación en car-ne 48


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viva. Los dos solos en una habitación, sin imaginar lo que podía pasar. La abrasé por la espalda. Me sentí incómodo, pero me dejé llevar por el momento. — Voy a bañarme —dijo poniéndose de pie con un ligero movimiento—. ¿Si desea me puedes acompañar? — ¿Acompañar? Prefiero no hacerlo —susurré en vos baja. La regresé a mirar. Entró a la ducha entonando una conocida canción infantil. Yo, aún sin tener claras mis ideas, me recosté en la cama. No lo podía creer, la evolución en mi cabeza me transportaba a otro nivel, sentía mucho cariño por Leslie que estaba enloqueciendo sin saber qué hacer. — Me tengo que ir —comenté acercándome a la ventana—. Es-toy un poco cansado —me volví a sentar desilusionado en la cama. — No… espera, salgo en un minuto. Levantándome de un salto me puse de pie. Ocasionalmente giré la cabeza hechizado por la belleza de Leslie; ver su cuerpo desnudo, era algo que a lo mejor me imaginaba en un principio, pero no po-día permitir que mi imaginación se convierta en realidad. Me sentía muy lastimado, herido, moralmente destruido, no podía continuar alimentando ese deseo rutinario, enfermizo, de utilizar a las mujeres por placer. — ¿Qué has hecho? —retrocedí a grandes pasos, tropezando con la puerta por mis torpes movimientos—. ¿Por qué no te vistes? — Siempre alarmante con todo —sonrió maliciosamente. Traté ligeramente de hacerle comprender que carecía de contacto físico durante mucho tiempo, que si ella seguía desnuda no iba a poder detenerme—. Es hora de dormir, además eres un hombre increíble, respetoso, y confió en tus habilidades; estar aquí, con o sin ropa me da la misma seguridad. Tal vez aparentes que te parece novedoso este momento, pero es parte de tus propósitos. — No tienes ningún derecho de seducirme de esa manera —me enojé. — ¡No te estoy seduciendo! No mal interprete las cosas. Solo es-toy feliz, sin embargo, para mí es difícil aceptarlo —bajó la cabeza avergonzada, el solo imaginar lo que me iba a decir, le causo un largo silencio. 49


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La observé con la mirada fija, ella seguía callada con la vista perdida—. Tengo miedo perderte —continúo despacio—. No te mereces una mujer con mi diario personal. Me siento muy confundida y triste. Saber que no seré el complemento de tu felici-dad me atemoriza a un grado que me duele el corazón. Mi presente es mucho más oscuro que el tuyo. Quisiera regresar el tiempo atrás y meditar muchas cosas que eh hecho en mi vida, y no dejarme llevar por esa fuerza incontrolable que poseemos los seres humanos. Tragué saliva tratando de disolver el nudo de palabras que atra-vesaron mi garganta. Me enojé conmigo mismo por mi pésima actuación. Por más que me esforcé, no pude fingir serenidad. Le agregué a mi mente, que lo nuestro era más que querer tener sexo, tal vez podía ser algo extremadamente fuerte. Luego continuamos hablando por un buen rato. La sensualidad de su belleza me estremecía llenándome de un deseo incontrolable de ver su cuerpo. Ella cubierta con las sabanas, yo sentado en el filo de la cama. Me acerqué con torpes movimientos, logrando un ver-dadero cambio en mi interior. Pensaba en que la oportunidad que me imaginé estaba en frente de mí. Mi impulso fue acercarme y nuevamente besarla descontroladamente. Retrocedí por un segundo. Leslie estaba muy hermosa, que fue imposible pasar por desaperciba su belleza. Respiraba muy agitada. Deslicé mis manos por su espalda hasta llegar a su cintura, mientras ella desprendía los botones de mi camisa uno a uno, seguidamente lo hizo con mi pantalón dejándome semidesnudo. No lo podía creer. Recorrí con la mirada su cuerpo, en realidad era muy hermosa. Ese momento se hizo insuperable. Pasó su mano por mi abdomen. Una chispa cargada de emoción explotó dentro de mí. Se separó unos centímetros y con un ligero movimiento me despojó de mis últimas prendas. La observé por un rato, su figura casi perfecta aniquilo toda duda. Describir la ocasión sería imposible, basta con decir que le besé hasta la sombra. Después de terminado el episodio, llegué a la con-clusión, que 50


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a pesar de conocer muchas mujeres, íntimamente en el pasado, ninguna logró hacerme sentir lo que sentí aquella noche. “Bueno, serán ideas mías” pensé. Al siguiente día me desperté un poco tarde por los rayos solares entrando por las cortinas. La desperté a Leslie, se vistió de prisa. Bajamos el edificio por las escaleras, tenía solo diez minutos para llegar al trabajo. Durante la tarde me sentía agotado físicamente, pero no era solo eso, lo que más me invadía era la existencia de una gran tristeza que me dejaba desprotegido de la realidad. No soportaba más la presión y la culpa de mis actos. Las abrazadoras imágenes del pasado se reflejaban en mi mente como un adiós en el corazón. Caminaba en círculos sin saber qué hacer, la falta de concentración aumentaba mi desesperación. Me senté y agaché la cabeza tratando de reanudar el altibajo que padecía. Creí ver que alguien se acercaba a una distancia lejana. Me quedé hechizado por un momento, suspirando mientras ella caminaba lenta, y con la mirada fija en el suelo. — ¿Cómo te sientes? —preguntó cortésmente. Regresé a mirar, era Leslie. Me quedé en silencio por un rato, no tenía palabras para decirle como me sentía. Luego de meditar unos instantes, no lo podía creer, pero era verdad, ella estaba ahí, elegan-te y sonriente como siempre. No sabía que pensar. Sin lugar a duda no tenía escapatoria, tarde o temprano tenía que decir la verdad. Me aseguré que nadie estaría cerca, luego contesté: — ¡Confundido! Hay algo importante que tenemos que hablar. Como tú sabes, no todo es felicidad. Por desgracia, y sin pecar de pesimista, nosotros no somos la excepción. Yo, particularmente: quisiera conocer alguien que no me mienta; una mujer que este conmigo en las buenas y en las malas; en la felicidad, en la tristeza; en el amor, en los problemas; que me regale un amor incondicional sin esperar a cambio nada. Además quiero que sepa que no volveré a tener sexo por simple placer. Pues yo, he visto desde cerca lo mal que le va a una persona cuando de su juventud hace su vida una aventura sexual misteriosa. Nunca creí llegar a 51


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sentir tristeza por desgaste de mi vida en cada encuentro con una mujer. La cama de ese hotel que estuvimos anoche, solo es mi pesadilla más de mi oscura historia. La misma vergüenza debe sentir tú de acostarse con una persona por satisfacer su cuerpo mal acostumbrado. Evidentemente ella esperaba otra respuesta. No pude hablar más, tampoco lo hizo ella. No toleró que me exprese de esa manera, movió la cabeza consternada por el peso de su remordimiento. Nos miramos el uno al otro, sabíamos que nosotros cargábamos un sentimiento de culpa por lo que paso en la noche anterior. Me apreté la cabeza fuertemente tratando de esfumar el silencio que nos estaba manipulando, no fue posible escapar. Terminando la jornada laboral todos mis compañeros y compañe-ras, disfrutaban de haber cumplido con las obligaciones de un nue-vo día. Caminaban de un lado para otro, se reían a carcajadas, unos que otro de ellos gritaban al aire libre. En cambio yo, mi estado de ánimo estaba destruido, destrozado, atravesaba por un momento crítico e inesperado, la angustia y la depresión, hacían su parte en la evolución de las ideas recientes en mi cabeza. Me senté en la acera tratando de reflexionar sobre mi quebranto espiritual. Leslie me regresó a mirar con desconfianza, el rostro de ella estaba desconcertado. La joven y elegante mujer me estudiaba paso a paso, punto por punto mi actitud. Minutos después, caminó despa-cio y se sentó mi lado. — ¿Y tú que hace aquí? —me preguntó. — ¡Reflexiono! —le dije con una sonrisa triste. — ¡Un aplauso para los novios! —nos interrumpió la voz de un compañero. — ¡Muy bonita pareja! —adjuntó una chica. Rosibel se sorprendió de vernos juntos. Quiso hablar, gritar, al mismo tiempo hacer muchas cosas. No logró hacer, ni decir nada. Nos observaba con los ojos bien abiertos. En el fondo de mi ser, me preguntaba qué 52


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intenciones tendrá para estar así de misteriosa. No demoró más que segúndos para intentar aplastarme por mis hierros del pasado. — No puede ser posible —cuestionó sin especificar a quien—. Eres un desalentado y perdido como un vagamundo fracasado —me apuntó con el dedo—. Lo verdaderamente trágico de tu historia es que sigues siendo un hipócrita. Te das un trato humilde y noble a la vez, engañas a los demás con tu carita de yo no fui. Ahora com-prendo tu filosofía de conquistador. ¿Tú crees que todas las perso-nas que te rodeamos carecemos de inteligencia? Hay muchas mujeres solas que se dejan seducir por tus galanterías, las enredas para que tarde o temprano comiencen adaptarse a tu forma de ser, y finalmente no quieres tener problemas al momento de llevártelas a la cama. Tú puedes dedicarte a dormir con todas las mujeres que estén a tu alcance, pero recuerda que el final de la historia te hará volver al principio. — Suena bien —dije entre dientes—, pero, ¿qué pasara cuando te des cuenta que te estás comportando como un ser cobarde? No te conviertas en una persona arrogante y violenta. — ¿No te parece casualidad que todos los días me hago la misma pregunta? Hay días que ni siquiera deberías levantarte de la cama. El que tenga que mirarte todo el día, no me causa ninguna gracia. Cuéntale a la ciega de mi amiga que volviste con Paola. Pobre de ti, solo serás una más en la lista —concluyó dirigiéndose a Leslie. No conocía a nivel profundo el empeño en destruir mi imagen. Podía a ver cometido muchos errores en mi corta vida. La gente podía estar harta de mi situación, pero nadie podía obligarme a recibir atropellos de frialdad e injusticia. Me puse de pie y la encaré a la mujer que supuestamente contaba con todos los recursos necesarios de una persona digna e intachable. — No hay nada más destructivo para un ser humano dejarse humillar, tolerando en silencio a todas esas personas que se creen las elegidas. Todas y todos tenemos derechos a equivocarnos, quizás los errores de unas personas son más grandes de los de otras, pero, ¿quién no ha 53


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cometido una equivocación? No me contestó nada. Regresé a mirar a Leslie, y me di cuenta de que su rostro estaba extrañamente acabado. En otras palabras, sin querer reviví el daño que hice a tantas muchachas. Traté de calmarme, fingí mirar algo en la pared. Yo de pie, literal-mente agarrotado. Las razones de encontrarme en una situación embarazosa eran enormes, me estaba esclavizando la fuerte presión de estar delante de la mujer que me robaba mis sueños y a su vez ella enterada y mal informada de acontecimientos de magnitud doble que me dejaban sin aliento. Me quedé paralizado varios minutos. Leslie desconocía la verdad y, era obvio que necesitaba escuchar ese pedazo de historia huma-na, y yo hablarle con la verdad, la compleja y aterradora leyenda. — Me asusta vislumbrar el futuro como un fracasado —dije tratando de suavizar las molestias de mi compañera—, pero regre-sar al pasado terminará con mi vida. — No tienes que disculparte conmigo —dijo como para sí. — ¿Vendrás conmigo? —le pregunté. Se puso de pie. Me tomó de la mano y caminamos juntos sin decir nada. — ¿Será que la compañera pensó en humillarnos? —preguntó repentinamente después de un rato. — Desconozco —mí respuesta fue corta. Muchas verdades entre nosotros estaban saliendo a flote, aún faltaban muchas. Este solo era el comienzo de las deslumbrantes y peligrosas mentiras ocultas. Yo no contaba con la referencia de ser un hombre brillante, en reiteradas ocasiones conocí personas que se pasaban quejándose y criticándome mis actos. Minutos más tarde comenzaron a pesar los comentarios de Rosibel. Ambos estábamos demasiado callados, de vez en rato cruzaba-mos alguna que otra mirada, pero ninguno de los dos hacía nada para romper la muralla de silencio que estaba situada entre nosotros. 54


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— ¿Por qué me mentiste? —preguntó con una voz temblorosa. — No —sonreí tristemente—. ¿De verdad crees en esos comentarios? — No sé qué pensar. Tú me ocultas demasiadas verdades. ¿Qué pasó con Paola? — ¡Hahn! —me sobresalté—. Pensaba en comentártelo. No que-ría que mal interpretes mi relación con ella. — ¿Qué relación? — En el pasado era mi novia. Lo que estoy afirmando que puede afectarte mi confesión. Fue un momento importante en mi vida, conocí el verdadero comportamiento de un ser humano. Ella a pesar de todo, nunca me abandonó, hoy en día es mi amiga… Su reacción fue de asombro. Yo sabía que en ese instante comenzaba la cuenta regresiva de mis anteriores romances. Rosibel culti-vó una duda, y en ese momento la mujer que se encontraba a mi lado estaba a punto de conocer la verdad. — ¿Eso significa que también durmió en tu cama? —me desafía a declarar la verdad. Aparentemente carecía de probabilidades que me dieran un punto a mi favor, escaparme del interrogatorio se volvió un reto. No tenía opción. — Quisiera regresar el tiempo, donde la respuesta seria, no. Aho-ra es demasiado tarde —contesté con serenidad. — ¿Entonces —preguntó— soy una más en tu lista? — Lo ignoro. No haría nada injusto que te cambie la vida. Probablemente se muchas cosas sobre el sexo. Durante mucho tiempo me hay dedicado a complacer mujeres. También la práctica del sexo irresponsable me ha traído graves consecuencias. Una vez encendí-da esa pasión enloquecedora es difícil reprimirla. — ¡No entiendo! Todas dicen que eras un hombre bueno… ¿y ahora? —dijo sorprendida. Aguanté la respiración unos segundos. — Sigo siendo bueno. Solo necesito regresar a mi estado normal. 55


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Necesito cambiar, empezar una vida nueva. Durante años he vivido más de lo que te imaginas. — ¿Y tú cuantas novias has tenido? ¬—preguntó. — ¿Mmm?¬¬ Eso es lo que tiene mucho que ver con todo lo que está pasando conmigo —me agaché sin saber cómo comportarme—. Creo que solo han sido romances —declaré… Su cara era un signo de interrogación. Me resultó difícil seguir hablando. Sonrió al verme confundido. — ¡Romances! ¿Por qué? — A ninguna mujer le hay pedido que sea mi novia. — ¿De veras? ¿No te confundes en el momento de conquistar una muchacha? Tardé unos segundos en reaccionar. Resultaba curioso que en cada encuentro el pasado era nuestra primera conversación. Me mos-tré emocionado ante ella, aunque sienta todo lo contrario. — No soy nada de lo que la chica me califica —adiviné adonde quería llegar—. Es verdad que desde los quince años tengo relacio-nes sexuales. La tentación encarnada se convertía en esa dosis fortísima de adrenalina. Recuerdo cuando llegaba a una fiesta, una reunión, a un club, para mi concepto nunca faltaban mujeres con sus vestidos desabotonados; provocando más de lo esperado —me detuve unos segundos. Mencioné algo que no estaba previsto decla-rar—. Luego de pasar un rato junto a la joven atractiva, a la esposa respetable, a la mujer desilusionada, finalmente terminaba convir-tiéndome en el amante perfecto. Todo tuve con facilidad, incluso hasta las mujeres. Nunca me esforcé por conseguir nada. Desde muy joven mis papás me dieron una vida de rey: dinero, libertad y poder. Hoy en día, muchas jóvenes que son interesadas, no soportaban de verme bien vestido, con dinero, popularidad, la causa de la curiosidad las convertía en una nueva aventura para mí. — ¿Disculpa, eso me incluye a mí? — Por desgracia, sí. En este momento eres libre. Toma la salida como mejor opción. 56


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— No es necesario, conozco mucho de tu vida —declaró dejando-se llevar por el despecho—. En tu mirada se pueden ver, y en tu corazón sentir los anhelados deseos de triunfar. Recientemente aprendí que el amor es una planta que crece según como se la riegue. Moví la cabeza y me esforcé para sonreír. Aun no cabía en mi entendímiento, de cómo acepté ser interrogado… Hablar con las personas de mi pasado, era una de mis peores habilidades. — Eres diferente a pesar de tus debilidades —continuó Leslie con una voz pasional—, te admiro desde mucho antes. Eres una perso-na, amorosa, soñadora, útil, que poco a poco te has ido rodeando de gente así. Me enteré que Paola es una excelente mujer, ¿quizás ella te dirigió por un buen camino? — Posiblemente ella me enseñó a tratar a una mujer como una dama. No supe valorarla, después de una larga y constante lucha la atrapé en mis redes del sexo. Sobre todo, lo que más me duele y me arrepiento, nunca supe respetar sus hábitos. Tú sabes que el órgano más poderoso del ser humano en el sexo es la mente, y la mía siempre ha estado mal acostumbrada… Leslie apartó la vista con una señal de alerta. Trató de hablar, pero su expresión se esfumó en una sonrisa generosa. — ¡Vaya! —suspiró—. ¿Y cómo llegaste a ser su novio? Me quedé callado. Dudé por un buen tiempo si concederle o no esa respuesta. Contemplé sus ojos de la forma en que me miraban. De inme-diato me arrepentí de haber iniciado esa conversación. En su rostro evidentemente se observaba que a ella lo que más le importaba en ese momento, era llegar hasta el final. Me negué a hablar de Paola.

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7 CONSECUENCIAS DEL SEXO Abril - 18 Durante la mañana me pasé caminado junto a Leslie. A pesar de todo logramos darle la vuelta a la moneda. En un principio todo era difícil, después de un tiempo las cosas cambiaron para nosotros. Parecía existir un equilibrio adecuado, si regresaba a mirar desde otro punto de vista, nuestra relación era normal, como cualquier otra, con pequeños defectos, pero con fácil acceso a la comunicación. — En el trabajo: Rosibel, David, José y Digna, en estos últimos días se están comportado de una forma extraña —comenté—. El vernos juntos los está enfermando y las molestias que ellos mismo se producen los deprime. Con la llegada de David, se han presentado muchas cosas negativas en la empresa, estoy seguro que podemos ser víctimas de un accidente ocasionado en estos días. Se puso de pie y empezó a reír. — ¿Qué te causa gracia, Leslie? —protesté. — Discúlpame —se burló ella—. Es que me doy cuenta que tu aún vive en las nubes. No eres demasiado importante, ¿o sí? La sangre se me heló. ¿Qué había dicho? ¿Quizá ella podía estar enterada del problema? No pude evitar salir de prisa. Intentó dete-nerme con palabras, no la escuché. Después de casi media hora me alcanzó en un taxi. Llegamos juntos al trabajo. Recorrí con la mirada el local. La verdad, no supe si salir corrien-do. Una lluvia de insultos cayó sobre Leslie. Las múltiples inexac-titudes de los compañeros me hicieron perder la cabeza. Respondí agrediendo con palabras. Si antes no pensé en escapar, en ese mo-mento tampoco lo iba a hacer. 58


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— ¿Qué ocurre? —preguntó Luis dándome un efusivo golpe por la espalda—. ¿Estás con Leslie, y eso te preocupa? ¡De verdad no pierdes tiempo! — Por algo le llaman “el conquistador” —adjuntó Rodolfo. No pude evitar reír con reserva. En el ambiente del trabajo se enteraban tan pronto de los chismes, y no era de extrañarse que Luis y Rodolfo estén al tanto de todo. — Sí —le contesté—, desde hace unos días estoy saliendo con ella, pero no es eso lo que me preocupa. Bueno… no me quedaré para agradarles a ustedes —me molesté. — No John, estas equivocado con respecto a nosotros —dijo Rodolfo—, ayer estuve en Recursos Humanos, me encontré a José, Digna, Rosibel y David, antes de percatarse de mi presencia los es-cuché hablando de ti… — ¿De mí? —interrumpí su conversación. Inhaló profundo, tratando, tomándose un tiempo para pensar si decirme o no. — Bueno de los dos, Tú y Leslie —sonríe y agrega—: no me gustaría que te enteres por mí, pero sé que en mi lugar tú harías lo mismo. Escuché que Rosibel está enamorada, ¿te imaginas de qui-én? Nada más, ni nada menos que tú eres el rompe corazones de algunas mujeres que trabajan aquí, y como todos sabemos: tú sales con Leslie, y ese es el problema para ella y sus aliados. — ¡Aliados! ¿De qué hablas? — De los cuatro antes mencionados. Lo mejor es que tengas cuidado, y cuides a tu chica. No estoy muy seguro, pero lo que sé, es que se encargarán de seguir tus pasos. El dolor del desprecio forma parte de ella, de cualquier manera no se quedará tranquila. Pues tal vez tú mismo analices la obsesión que tiene esa mujer. Rosibel se dirigía con dirección a nosotros. No me importó cuanto poder adquirió juntando fuerzas con sus compañeros. No soporté más, sin lugar a duda, su presencia era capaz de llevarme a los re-cuerdos que 59


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no quería desbaratar. Fingí no verla hasta que estuvo cerca. — Hablaré con ella —cuestioné especificando que era Sandra. — No es el momento adecuado —dijo Luis tomándome del brazo—. ¿Por qué no piensas mejor?... ¡Vámonos! No es coherente que tengas problemas, ahora necesitas el trabajo, además, tú eres quien debe dar el ejemplo a los demás. Sé que eres un gran hombre, y cuentas con nosotros para lo que necesites, pero no caigas a la altura de ellos. Me despedí de Luis. Me preguntó adónde iba, no le respondí. Necesitaba tiempo para meditar, y lo mejor era estar solo; en la habi-tación, en la calle, cualquier parte era mejor que estar en la empre-sa. Rosibel comprendió mi desacuerdo, se detuvo antes de llegar. Verla en frente, de pie, me molestó mucho. No pude evitar echar maldiciones al tiempo. Abril - 25 Razoné que, como líder en la empresa estaba perdiendo credi-bilidad; también me puse a pensar que desde varias noches atrás no lograba conciliar el sueño. Lo que permitía que todo afecté mi estabilidad. Más aún, el día que insulté al resto de compañeros. Desde ese momento, no sabía que era mejor, si renunciar al trabajo o quedarme. En esa revolución de ideas, no pude superar el miedo a perder. El día anterior falté al trabajo sin justificación. Le pedí a mi hermana que me reporte enfermo. Apagué mi celular y me quedé en la casa tratando de encontrar la salida sin que nadie salga lastimado. Eso significaba que la felicidad que me daba fuerza para seguir, ese día tenga que dar un giro de tres cientos ochenta grados a mí alrededor. — ¿Por qué no vas a trabajar? —me preguntó mi hermana. — Pues no lo sé, tal vez se trate de una confusión en mi vida. Creo que últimamente tengo muchas pesadillas. — ¿Pesadillas? —asintió despacio como si estuviera enterada de mis problemas—. ¿No será que tu supuesta popularidad te está dando problemas? Me niego a creerlo, pero si sigues así me temo que puedes extinguirte para siempre. Desde pequeño eres dema-siado estricto 60


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contigo mismo, pero cuando se trata de ser un caba-llero fallas —se quedó pensando—. Por cierto una chica Rosibel, llamó preguntando si te encuentras. No quiso dejar ningún recado, solo me pidió que cuando hable contigo, te diga que necesita que hables con ella personalmente. Me quedé callado por unos segundos. La experimentada charla de los compañeros podía ser productiva, aunque doloroso. Es obvio que una mujer enamorada es capaz de hacer cualquier cosa para sentirse aceptada. — ¿Será posible que ella esté enamorada? ¡Si es así! ¿Por qué no habla? ¡No sé qué creer! —me senté en el filo de la cama. — No es fácil para una mujer, declararse. Algunas mujeres tienen un patrón oculto, siempre les gusta ser admiradas, elogiadas, por ninguna razón pretenden dejarse despreciar por un hombre. Aunque a ella, el afán de conquistarte la ha vuelto una mujer agresiva. Debes tener mucho cuidado. No tuve la menor duda que la chica llamó con una doble intención… — ¡Espera…espera! ¿Por qué dices eso?... —la regrese a mirar, y un extraño mareo congeló mis ganas de seguir hablando. La expre-sión de su cara por lo visto no traía nada bueno. Pensé que se terminó la conversación. Tardó algunos segundos, pero finalmente decidió hablar. — Me comentó de la mujer que estas saliendo. Imaginé que después de lo que pasó con Nelly harías conciencia del grave riesgo que es estar saliendo con una persona comprometida. Hay muchas cosas que desconoces, John. Si de verdad quieres salir con alguien, ¿por qué no lo haces con una mujer soltera? ¿No comprendo tu afán de destruir un matrimonio? No expongas tu futuro. Trata de no nadar en contra de la corriente, eso te traerá serios problemas. Razona, aún estas a tiempo. ¿Qué conoces de su vida? — Nada —confesé—. Bueno si un poco —quise remediar mi respuesta—. Me parece una persona excelente, pero no pienso discutir contigo. Y además, Leslie sale con una persona, pero no es su esposo. ¿Me imagino que eso no te explicó Rosibel? A ella no le convie-ne declarar la verdad. Bueno —me detuve con la mirada fija en ella—... Tú 61


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sabes que tengo claro lo que quiero y, lo que me digas no va a cambiar nada al respecto. — Tengo entendido, y no pienso cambiar tu forma de pensar. Eres libre de hacer con tu vida lo que tú quieras; si quieres ser un hombre casado, cásate; si quieres estar soltero, continua así. No quiero cues-tionar tu relación, pero sabes que terminaras mal. Además, nadie te obliga a que cambies; si desea seguir conquistando chicas para tener sexo, sale a la calle, pero quiero que tengas claro lo que haces. Tú sabes que tener sexo irresponsablemente le puede cortar las alas a cualquier joven. — Seamos realistas —le dije—. ¿Y si yo llego a conocer una mujer que quizá estuvo con muchos hombres en su soltería?... Bueno quizá me lo oculte, a nadie nos gusta hablar de cosas desagradables, pero todo puede ser posible en este mundo de constantes cambios. Es un comentario equilibrado. Posibilidades las hay… — Tonterías. Es un grave problema que pienses que no podrás complacer a una chica que sea recorrida en sexo, al menos que pienses buscar alguien que lleve una vida así, para que tengas esas absurdas ideas. Pienso que no tienes idea de cómo es la vida, te consideras una persona madura, pero en realidad no sabes cuánto puede llegar a sufrir una persona por culpa del sexo. Has una pausa. Reinicia tu vida si es necesario. Olvídate del sexo, piensa en el futu-ro, en el mañana. Me sentí aplastado por sus comentarios, pero me estaba resul-tando provechosa la conversación. No me moví del asiento, necesi-taba seguirla escuchando. Hubo un extendido silencio. El aire se volvía pesado. Tenía importantes razones para no discutir. Sus consejos eran fuertes, pero valiosos. Estaba dispuesto a soportar que en cada palabra, meta el dedo en mis llagas más recientes. — Aunque no puedo quitarte la razón —continuó—. En la etapa de la juventud, muchos jóvenes practican el sexo de una manera mecánica e insatisfecha sin darse cuenta que el goce de la vida, reduce sus posibilidades de ser feliz. Todos debemos tener en cuenta en el amargo del futuro, no solo en lo dulce del momento. Aunque no lo creas, el sexo fuera del 62


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matrimonio es dañino, es un antídoto peligroso, despreciable, es un vicio irrevocable, te envenenará de por vida. Ahora que disfrutas del placer del cuerpo, no sentirás nada, pero después del matrimonio empieza a pesarles toda esa basura recogida en la soltería… Un ejemplo: Imagínate que tu mujer te confesó que tuvo muchos novios. Encontraste la mujer recorrida en sexo, experta en amoríos. No te equivocaste: piensa que en la noche de bodas, estás haciendo el amor con ella; una luna de miel exquisi-ta, cargada de mucha energía, pasión, y entrega total. Lograste llevarla al clímax con mucha algarabía. Enloquecida te pedirá más amor. ¿No crees que será repugnante preguntarte si con todos fue así? ¿Qué tal alguno de ellos, encendía sus mayores placeres en la cama como tú lo estás haciendo? Tal vez para ella no será novedad sentirse deseada. ¿Tú qué harás? ¿Acaso disfrutarás? Posiblemente te preguntarás, ¿cuántos hombres encontraron su punto débil? Quise hablar, pero no pude hacerlo. Nunca pensé en el futuro. Patricia obviamente me dijo: que aunque ella se separe de su pareja nunca dejará de ser libre, que el pasado siempre vivirá en mí… Más bien no me explico nada. Me advirtió que se tornará difícil mi rela-ción con el pasar del tiempo. Seguramente tenía cierta concordancia con lo que terminaba de decir mi hermana. — Y si eso ocurre tendrás muchas dificultades para comunicarte con tu esposa. Es una variación de equidad de género —se detuvo... Caminó despacio y se sentó a mi lado. — Lo mismo pasa con una mujer —continuó—. La vida siempre nos ofrece otra oportunidad; una manera de empezar de nuevo y limpiar ese basurero del pasado. No la desaproveches. Piensa lo que de verdad quieres en el futuro. Tú sabes que eso de acostarse con tu novia, o novio no es cosa nueva. Se ha dado de generación en gene-ración. Antes, ahora y, después, la cantidad de hormonas que posee cada persona es la misma. No darte por vencido es la única salida, si quieres ser una buena persona lucha, no seas parte del montón que simplemente, hoy en día cultivan, la llamada modernización, que en los jóvenes está arrasando con 63


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todo. El respeto disminuye tanto en las parejas, como en el hogar. No aplican valores, no cuidan su cuerpo. Mujeres de catorce, quince años, embarazas. Hombres de diez y seis años son padres solteros, cientos de abortos en mujeres menores de veinte años. Es una epidemia imparable. Nadie quiere enfrentar ese presente activo. De veras es preocupante escuchar que los padres de familia les echan la culpa a los profesores de sus hijos, cuando en realidad la enseñanza debería partir como un punto prin-cipal desde el hogar. Todos deberíamos tener en cuenta, que el cerebro es capaz de emitir ondas negativas y positivas al mismo tiempo, y en una variación de ideas es difícil elegir el camino correcto. Es importante instruir plenamente a un joven, educando ciertamente en los planteles educativos, organizando conjuntamente con padres de familia, amplios y modernos cursos de orientación. Formando adolecentes con ética profesional, responsables, guiados siempre por ese acto de valentía, transparencia, de enfrentamiento ante ese posible ataque de una nueva epidemia mundial; como también son las enfermedades de transmisión sexual. También es necesario advertirles a los jóvenes, que el futuro está en las manos de ellos, y que no se hagan ilusiones a temprana edad, deben saber que no solo estando casado puedes sufrir, traición, engaño o cosas similares. — ¿Y si se está enamorado de verdad, que se debe hacer para no salir lastimado? — Enfrentar primero la vida. Si la controlas a la mente, eso te puede llevar a un feliz término, donde puedes evaluar ciertas cosas difíciles de descubrir a simple vista. Por eso es importante que prac-tiques con tu talento. No estoy diciendo que seas perfeccionista, pero debes tener en cuenta, que cuando un hombre o una mujer se enamo-ran sin ser correspondidos sufren secuelas que les pueden cambiar la vida. El enamorado incorrespondido es capaz de vender su alma por poseerla a la persona que es la pareja ideal en ese momento de equivocación. 64


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Las consecuencias de ese acontecimiento también son severas; afectan gravemente, incitando a pelearse con la familia, pensando que no les entienden; descuidan por completo sus estudios, el trabajo, y en ocasiones toman medidas que hasta se quitan la vida. — ¿Cómo puedo saber si esa mujer no me miente? Se quedó pensando. Sabía que yo tenía la razón. No solamente existían jóvenes que practicaban sexo descontroladamente, en mu-chas ocasiones hombres, mujeres, esposos, novios, que se esconden detrás de máscaras de mentiras, fingiendo honestidad, aunque se estén pudriéndose por dentro. — Cuando conozcas a una mujer primero intenta ser su amigo —explicó despacio—. Empieza por conocer a fondo su vida. Investiga de ella: su pasado, su presente, sus metas, tradiciones, las personas que ella conoce, salgan juntos, sean sinceros. Caminen como dos amigos incondicionales. Si tienes la convicción de estar con ella, evalúa su comportamiento. Intercambien secretos, ideas, sueños ambiciones. Rescaten las raíces del bien, sin esperar nada a cambio, no piensen en sexo, ni en nada que pueda cambiar su conocimiento con la vida interna. No olvides que las personas poseemos algo increíble; si ustedes se toman de la mano, o intercambian caricias, no solo se van faltar el respeto, también perderán la única, futura posibilidad de enamorarse. Cuando se junta dos cuerpos de sexo opuesto, te arrebatan la capacidad de pensar. Mi mente estaba desorientada, confundida. Estaba ilusionado de una mujer que no conocía absolutamente nada. Cuando estaba cerca de ella, no existían límites. La pasión enloquecedora por desnu-darnos jugaba en contra de nuestra voluntad. Esa noche que pasé junto a ella en el hotel. Ver su cuerpo semidesnudo me hizo perder la cordura hasta caer en los olores excitan-tes del sexo. Mi cuerpo me empujaba desesperadamente, aunque mi mente me decía que no. No pude controlar esa revolución de ideas. Me froté los ojos. No lograba comprender en lo que me convertí 65


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por pasar un rato de emociones junto a una mujer. Nunca supe que era escuchar. Ese deseo encarnado era más fuerte que cualquier consejo. Tal vez necesitada que me recuerden para que vivo. No soporté más. Cada palabra era un alfiler que se penetraba en mi corazón. Me puse de pie y me retiré lentamente como un vaga-mundo a mi habitación. Durante la noche no podía dormir. Daba vueltas y vueltas en la cama. Los argumentos de mi hermana me dejaron aniquilado. Los recuerdos del pasado aglomerados en mi cabeza, golpeaban mis sentímientos, mi alma, martirizando cada, triste minuto de mi inútil existencia. Simplemente me sentí abatido por el simple hecho de no tener reglas en mi vida. Disfrutaba de la libertad, eso no intentó cambiar nadie. Nadie me decía que hacer. Elaboraba cada libreto a mi ma-nera, aunque en ocasiones el costo era elevado. Me levanté y me dirigí a la puerta. Extrañado de no conocer al amor me puse en cu-chillas tratando de reflexionar. Repentinamente recibí una llamada telefónica. El aparato sonó varias veces. No me animaba a contes-tar. Temblando levanté el auricular: — Hola… ¿Quién es? — Gusto en oírte, soy Rosibel. — ¡Ah que sorpresa! —contesté con un tono de asombro. — ¿Por qué no fuiste a trabajar? Te extrañe mucho mi amor. — Mi hermana me comentó que hablaron —di un nuevo rumbo a la conversación—. Tal vez si hubieras llamado para otra cosa a mi casa, en este momento seguramente estaría agradecido. — Es probable —se escuchó un gran ruido por el auricular, tardó algunos segundos en reintegrarse—. Tú sabes que no hay innova-ciónes en tu vida, sin que molesten. Ahora tú tienes novia —se detuvo—… Estoy decepcionada de ti. Enfrentar el reto de verlos juntos, no me causa ninguna gracia, todo lo contrario —suspiró lentamente dejando caer el aparato. — Te aprecio como mi amiga desde el primer día en que te cono-cí. 66


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Si yo hubiera sabido que más después tendría un lio contigo, seguro hubiera tomado otra decisión. — No tiene ningún sentido seguir siendo amigos. ¿Sabes? Qué forma tan irresponsable, inmadura, la que tú vives la vida. No te conformas con nada. Además, quiero que sepas que no tienes el camino libre. No lo podía creer, me estaba amenazando. Mi respuesta fue clara y directa. No le permití que siga hablando. Inmediato descolgué la llamada. Rodolfo tenía razón: Ella se estaba volviendo un dolor de cabeza. Frente a los demás demostraba ser una persona responsable, pero al escapar de ahí, seguro no dejaba de herirme por la espalda. Nuevamente sonó el teléfono. Levanté la bocina agresivamente y contesté: — ¡Rosibel! ¿Ahora qué quieres? Por favor déjame en paz… — Lo siento —contestó con una voz entrecortada. No me alegró que Nelly se comunique conmigo. Era más de un año que no tenía noticias de ella, mi vida tenía otro destino. En mi confusión pensaba que la olvidé, aunque en un principio me negaba a hacerlo, pero ese pensamiento que alimenta la esperanza del reen-cuentro empezó a crecer de inmediato. — Es un milagro que te comuniques conmigo —le dije tratando de ganar tiempo para reconstruir mis ideas. — No estoy de acuerdo —alegó haciendo una pequeña pausa—. ¿Creí que aun te importaba? —su voz se escuchó lejana. Me reí de la ironía del destino. Recordé a Leslie y senti pánico. Ella estaba llevando mi barco hacia otro rumbo, mientras más pasaba el tiempo, más navegaba en aguas diferentes. Mi vida se me estaba convirtiendo en un rompecabezas. — Estoy contento de recibir tu llamada —fingí serenidad—. No esperaba este momento por ahora (la llamada telefónica). Padezco de pequeños altibajos, quizás no son de mucha importancia, pero de alguna u otra manera interfiere en mi diario vivir. — Estabas discutiendo, ¿por qué? ¿Dónde quedó esa persona hu67


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milde que conocía? Levanté la vista y me quedé mirando la calle. Ella no tenía idea de lo asfixiante que era ese minuto. Mi vida se estaba rompiendo en cuadritos, la confusión, la soledad, la angustia, me estaban acabando lentamente. No pude más. El pasado me perseguía. Prometí decirle la verdad en ese momento. Más allá de cualquier argumento, eso iba a termi-nar con nuestra amistad. Después de eso, no pude confesarle la verdad por teléfono. No era lo apropiado. — Hace poco —comenté tratando de darle un tono más formal a la plática—, regresé a preguntar del niño. — ¿De veras hiciste eso? — Sí. — ¿Qué pasó? —preguntó emocionada. Me quedé pensando. Nelly, mi amiga y madre soltera, era una mujer infeliz. Tal vez si se hubiera casado, la profesora de su hijo no hubiera tenido tanto de qué hablar. — Me dio una cátedra regañada —dije. — No tiene derecho a opinar de tu vida. — ¡Si lo tiene! Cree que soy el padre del niño. Tú no entiendes lo que pasó, pero yo sí... Mi enredo mental no me permitió seguir hablando. — ¿Puedes pasar mañana por mí, en la noche? —propuso. Siguiente día. Llegué a casa de Nelly cerca de las ocho de la noche. Sin pensarlo dos veces toqué el timbre. El lugar parecía más oscuro que otras veces. Volví a tocar. Escuché que abrieron la ventana del segundo piso. Apareció ella, con la mano sobre la cara, intentando bloquear la luz del alumbrado público. Durante unos segundos nos miramos como tratando de adivinar los pensamientos opuestos. — ¿Pasas? Las llaves son las mismas. Con cuidado me acerqué a la entrada, introduje la llave en la cha68


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pa, y logré abrir la puerta con un poco de dificultad. Subí las gradas pacientemente, contemplando las grandes ventanas del lujoso edifi-cio. La puerta del departamento estaba entre abierta. La empujé sin hacer demasiado ruido. Lentamente di unos pasos, luego me detuve, y noté algunos cambios en el interior de la casa. Temeroso, angustia-do, tomé asiento en el primer sillón que estaba cerca de la entrada. En el silencio y la quietud de la casa, se escuchaba ruidos sordos y pasos lejanos. Sentí que Nelly se acercaba. Mi corazón empezó a latirme de una forma ajena a mis propios impulsos. No necesitaba tanto acercarme a ella para sentir que no éramos solo amigos. Levanté la mirada y me quedé pasmado. Con una mujer apuesta y muy linda enfrente, sin querer recordé el gran amor de mi pasado. Su distinguida particularidad me dejaba sin palabras. Me impresio-né verla arreglada de forma tan bella. Me levanté y nos saludamos con un fuerte abrazo sin articular vocablo. Sentí que mi cuerpo se estremecía estando junto a ella. Luego de estar un buen rato entrelazados, sus labios buscaron mi boca de una manera decidida. Cerré los ojos emocionado, avanzan-do a otra etapa de aceptación, y me dejé llevar por el irresistible magnetismo de un beso apasionado, de una relación prohibida. — Me alegra que vinieras —confesó tartamudeando. Asentí con tristeza, sin contestar. — Ven conmigo —dijo tomándome de la mano. Regresé a mirar el dormitorio y de reojo creí en el velador unos libros que meses atrás los perdí. — ¿Y esos libros? —le pregunté sin comprender lo que ocurría. — La muchacha de los lentes me los entregó el viernes pasado. — ¿La contadora? — Sí. “No puede estarme pasando todo esto” me dije en silencio. “La contadora tiene en sus manos todas las pruebas de mis salidas con Leslie”. Desilusionado moví la cabeza con desmerecido respeto. Si apare69


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cieron esas fotos en el lugar menos indicado, mis días estaban acabados. Además de ser mi jefa, todas y todos los compañeros de trabajo argumentaban que ella estaba enamorada de mí. — ¿Te entregó el resto de documentos? — No, dijo que aparecieron es su oficina días antes. También argumentó que hablará contigo sobre como aparecieron tus libros en el despacho de ella. Dejé flotar mi imaginación por la oscuridad de la noche. Todo se me estaba escabullendo de las manos. Si Leslie se enteraba de mi infidelidad, seguro me iba recriminar. Se apoderó de mi estabilidad, la incómoda pesadilla, fruto de las mentiras. Me puse de pie y salí en carrera al baño. Apenas estuve dentro, cerré la puerta con seguro. Me agaché en el lavabo tratando de contener el fuerte mareo. No supe si las cuatro paredes daban vuel-tas, o si era producto de mi imaginación. Tal vez Nelly estaba a escasos diez segundos de descubrir mi inútil existencia. Escuché que golpeó la puerta y seguidamente preguntó: — ¿Pasa algo malo? Giré el seguro de inmediato y salí. — ¿Por qué tienes los ojos rojos? —me preguntó—. ¿Estás lloran-do? No pude pronunciar palabra. Limpié mi rostro con la muñeca y eché a caminar hasta el dormitorio. — Mi amor te amo —Nelly susurró lentamente. Su vos sonó dulce y muy atractiva. — Hace mucho tiempo que desapareciste de mi vida —continuó despacio—. Durante todos estos meses de separación, entendí y comprendí, lo difícil que es vivir después de perder a esa persona que te cuida, te quiere, y te respeta... Ha pasado más de un año que no tenía alguna noticia tuya. En ocasiones —hizo una pausa—, llegué a creer que te ocurrió algo inesperado. Traté de comunicarme contigo todo este tiempo, pero era inútil... — En la vida no hay que resignarse a ser infeliz —agregué emi-tiendo 70


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un sentimiento de dolor—. Me siento triste y confundido, no puedo seguir así. Lo que quiero decir, es que no podemos seguir juntos. Tengo una enorme dificultad para expresarme contigo en-frente, pero quiero que te enteres que no estoy dispuesto... No puedo explicártelo… Sonrió con ironía. En su rostro se dibujó un gigante signo de pregunta. Creí ver de reojo que dejaba escapar una lágrima y ella la borraba con su muñeca para que no me diera cuenta. — Es que en realidad te extrañaba mucho —confiesa. Se le ilu-mina el rostro–. Después de todo conoce muchos secretos —se entristece—, y también comprendo que somos seres humanos y todos tenemos debilidades. Si estas con otra mujer, no voy a intervenir. Si tienes dudas del amor, la relación no puede funcionar. Yo, solo quiero que seas feliz, me cuesta decirte, pero eres libre de irte con quien quieras. No te culpo si a lo mejor lo nuestro fracasó, tú sabes que no pude hacerte feliz. — El espacio y mi tiempo en este lugar terminó —increpé. — Vale la pena que pases la noche con nosotros —se apresuró—. No tienes que acostarte conmigo si tú no quieres. Mañana no tra-bajo, ¿podemos salir juntos? — Me encantaría, pero si mi novia se entera. No me perdona. — No pienses en ella, piensa que la vida evoluciona en constante complejidad, donde posiblemente no estás preparado para lo nuevo, por eso tu salud está en riesgo. Si tú te quieres, olvida a los demás… Se puso de pie y abrió la puerta. — Voy a la sala a terminar un informe pendiente. Regreso luego para que hablemos. No le contesté nada. Me recosté en la cama tratando de encontrar una respuesta a todo lo que me estaba pasando. A lo mejor tenía razón, pensaba mucho, no en los demás, más bien era en los pro-blemas que me azotaban. Me resultaba difícil concentrarme. Poco a poco logré relajarme y me hay quedado dormido. A escasos minutos de las once de la noche, me desperté con un 71


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escandaloso ruido proveniente de la puerta. Encendí la luz y vi que estaba en ropa interior. — ¿Qué pasó con mi ropa? —le pregunté. — Estabas incómodo. No logré despertarte. ¿Estás mejor? — Me siento muy mal, aunque dormir me levantó un poco el ánimo. — ¿Te das cuenta? —dijo mientras me acariciaba el hombro con la mano derecha—. Si te empeñas en ser feliz a todo costo, el precio va ser elevado. Por cierto Rosibel llamó preguntando de tú. — ¡Rosibel! —me incorporé de inmediato—. ¿Y tú que le dijiste? — Que no se de tu paradero. “Qué alivio” pensé. — Argumentan que está obsesionada conmigo —dije con inquie-tud. — Ella es la pretendiente número uno —sonríe y afirma—, desde que los conocí a ustedes dos, los ojos de ella te pertenecen. Cuando tenía la oportunidad trataba de hacerte entender, lo hacía de una forma indirecta con palabras como: mi amor, mi vida, mi hombre… — Comprendo, pero creí que significaba cariño de amigos. — Por eso ha inventado que la maltratas en el trabajo. No te hagas falsas ilusiones, pero a veces los amigos no existen… No puedo creerlo —se agachó entre los brazos—. Espero no te moleste, pero eres demasiado inocente, como para ser hombre —dijo entre risas. — Sí —respondí—. ¿Y te parece gracioso? — Discúlpame, tengo prisa de bañarme —se excusó—, vuelvo en un rato, necesito que hablemos de muchas cosas. Cogió una toalla y salió. Aproveché el tiempo para llamar a la central de taxis para que me envíen una unidad. Repetí lo mismo con otras centrales, pero ninguna me pudo ofrecer un servicio en esa noche. Como último recurso llamé un par de amigos, ninguno se encontraba en la cuidad. Me senté decepcionado en el filo de la cama. Volví a apagar mi teléfono celular. En toda la historia me creía el único infiel, por lo tanto tenía que estar a la altura. 72


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El reloj marcaba la media noche. Me arrimé contra la ventana. Por un momento me quedé con la mirada fija en el cielo observando el titilar de las estrellas. Escuché que Nelly entró al dormitorio. Mi ánimo estaba hecho añicos. Me sentía una persona inmunda y despreciable. Sentí que me abrazó por la espalda. No la regresé a mirar. Es cierto que nunca fui infiel con todas las jóvenes que tuvieron ro-mances conmigo, pero también es cierto que en años atrás de mi vida conduje a cuatro mujeres casadas a tener relaciones fuera del matrimonio. Desperdicié un tiempo precioso y era el momento de detener ese juego. El verdadero error de me vida era no poner en práctica mis palabras. ¿Por qué volví a hacerlo? ¿Por qué no fui capaz de mantener mi promesa? El sexo nuevamente me atrapó en sus redes. En ese mo-mento de a ver sido arrojado al fondo del mar me hundía sin poner resistencia. Mi vida era un verdadero calvario, solo desapareciendo podía calmar mi dolor. Sentí que la mujer deslizó ambas manos por mi tórax, bajando suavemente con delicados movimientos hasta llegar a mi entrepier-na. Hizo una pequeña pausa luego continuó: con una mano se inventaba ligeros movimientos sobre mi parte íntima, y mientras con la otra desprendía uno a uno los botones de mi camisa. Me esforcé para detener un poco esa llama abrazadora que me envolvía en las apasionantes ensenas producidas por las delicadas y suaves manos de una mujer. Seguidamente dejó caer mi pantalón sobre el piso dejándome semidesnudo. — Da la vuelta mi amor —susurró cerca de mi oído con una voz agitada. Volví la cabeza. No podía dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo. Recorrí su figura con la mirada. Me quedé frio y sin movi-miento luego de ver su cuerpo en total desnudez. — No quiero que te ofendas. En realidad eres preciosa —dije con 73


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cautela tratando de darle un alto al encuentro—. De verdad, ahora no. — No pienses en nada ahora. Recuerda que puede ser la última noche que pasemos juntos. Te garantizo que tu novia no tiene por qué enterarse. Lo único que me hacía falta era una amiga. La abracé fuerte tra-tando de trasmitirle mi verdadera necesidad. “Qué estoy haciendo” me pregunté. Me recosté en el sillón, y traté de relajarme cerrando los ojos. Empezó la parte más difícil. Se arrimó en mi brazo dejándose llevar por un suave movimiento. Luego de sentir la vibración de su cuerpo me costó trabajo desprenderme de ese momento pegajoso. Repentinamente mi compañera se inventó un juego que duro varios minutos que me llevó a un éxtasis enloquecedor. No me pude controlar más, hice lo mismo con mi ex novia hasta llevarla hasta lo más alto de los placeres. — ¿No vamos a la cama? —sugirió. — Claro —respondí. Después de unos minutos empezó a golpearme la dura regañada de la maestra del hijo de la mujer que estaba conmigo en ese mo-mento. Únicamente me preocupaba haberme confiado demasiado. Luego de eso actué más por instinto que por deseos. Terminado el episodio, me eché a su lado sin energías. Esta vez no me orgullecía ver lo complacida que estaba, a su vez ella si se encontraba feliz. Para mí todo significó igual. Llenándome de besos me comentó lo contenta que estaba conmigo. Un poco más de la una de la mañana se durmió. Cubrí su cuerpo con las sabanas, luego apagué la luz e intenté conciliar el sueño. El recuerdo del comentario de la maestra me negó la noche. — Su hijo tiene demasiados problemas. Usted y su esposa están descuidando la educación de su niño. Sin su ayuda nosotras en el plantel educativo no podemos hacer nada. — ¿Qué le ocurre al niño? —me pareció extraño. 74


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— Siempre recurre a la violencia. Es impulsivo con sus compañe-ros. Es especialista en insultar a sus maestros. Discúlpeme, pero me atrevo a decir que ustedes son los causantes de los problemas de su hijo. — No —respondí—. Vivo lejos de ella. Sin embargo, me gustaría hacer lo que sea necesario para ayudar al niño. — ¡Pueden ustedes los dos! Lo importante es que piense primero en sus problemas. — ¿Problemas? —la interrumpí. — Sí —se detuvo observándome con extrañeza—. ¿Cada qué tiempo discuten con su esposa? — Debe a ver un mal entendido, yo no tengo esposa —confesé negándome a confirmar algo que yo no hacía—. No me estoy justificando, pero hay una cosa la que no entiendo. Soy una persona que no me gusta discutir con los seres queridos. De vez en cuando tengo mis problemas, mi mal carácter, de hecho nunca me gusta crear conflictos. ¿Cómo puede ser posible? La profesora me observó con un gesto amable y duro a la vez. — Joven solo quiero darle un consejo —dijo con una voz firme—. No involucre a su hijo es sus discusiones. Si la pelea es de ustedes dos, no permitan que nadie más forme parte de ella. Si ambos son agresivos, mejor aléjense en el momento de ira, estando a solas, en un lugar tranquilo, es mucho más fácil entender su comportamiento y reflexionar, ¿por qué llegaron nuevamente a casos extremos? — ¡No soy su esposo! —declaré. — Ahora entiendo —se detuvo para adivinar si era verdad lo que terminaba de escuchar—. ¿Sabe? Si usted la quiere a su novia, ayúdela. Ella sufre en silencio por abuso de alguna persona cercana a ella. — A ver, Licenciada —la interrumpí—, ¿puede tratar de ser más clara? Movió la cabeza con desacuerdo. — Es probable que usted no está enterado de nada —fijó su mira-da en mi cara—. Su relación es de polos opuestos, ni siquiera saben lo que está pasando con su pareja, cada uno de ustedes solo está lleno de recuerdos, 75


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si miran a su alrededor solo son un par de personas mentirosas… — ¡Caray! —me preocupe—. ¿Cómo puedo ayudarla? — Alejándose de su lado para siempre. Es lo mejor para ustedes dos. Las actitudes extremas son peor que el veneno, dañan las rela-ciones para toda la vida. Además, si usted se encuentra más lejos, menos será el temor para ella de recibir maltratos de su ex pareja. ¡Esto no es un juego! Haga lo que le digo. Me puse de pie sin entender lo que trataba de decirme. — La infidelidad —continuó— causa rupturas profundas. Si esa pareja se fueron infieles, los demás no debemos formar parte de esa cadena destructiva que está acabando con miles de matrimonios por la culpa de personas irresponsables, que creen que pueden jugar con su vida y que todo seguirá igual. Usted es: un hombre joven, generoso, educado, tranquilo, no entiendo —se detiene—. ¿Por qué tiene prisa? —pregunta—. ¿Conoce el grave error que está come-tiendo? En el momento que eligió intervenir en un matrimonio, desde ese instante su respeto disminuye. Será únicamente utilizado para cubrir ese espacio que dejó la pareja anterior. Cierta cosa si es verdad, ella se ilusionará y le prometerá muchas cosas y quizá lo hará creer que tiene todo bajo control. Esta parte es muy importan-te e interesante: ¿Usted de seguro piensa tener un hogar en el futuro? Asentí sin contestar. — Entonces no pierda tiempo con mujeres que solo se aprove-chan de su noble y respetoso carisma que posee. Piense en su futuro, en la mujer que será su esposa, en usted, en su familia y en sus amigos. Recuerde que después de enteradas las personas que lo rodean, pensarán muchas cosas negativas en su contra y lo califica-rán como una persona no grata de recibir respeto. Por favor ponga atención. ¡Es importante! Para ser una persona ejemplar se requie-re: número uno, compromiso con la sociedad y aceptar abiertamen-te sus errores. Número dos, hacer el bien sin mirar a quien, y núme-ro tres, ser humilde y saber escuchar. — ¿Qué pretende decirme con todo eso?—pregunté ignorando como 76


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debía comportarme. — Para dar el primer paso al éxito de un buen matrimonio tene-mos que empezar desde nuestra juventud; evitando ser infieles, enfrentando con valentía la adversidad, moderando las relaciones promiscuas y respetando nuestro cuerpo. Es necesario tomar en cuenta que tanto los hombres como las mujeres poseemos las mis-mas cualidades de exigencia, por naturaleza nos gusta lo intacto, ¿y si no lo encontramos? Antes y después de emprender esa aventura que se llama matrimonio. Una vez que la pareja entrega su cuerpo muchas veces a diferentes personas, automáticamente marchita la belleza y su pureza. Entonces debemos reconocer que antes de dar, estudiemos minuciosamente en nosotros lo que queremos recibir. Esa noche medité que definitivamente el sexo me había converti-do en su esclavo. Al rato de tener otra aventura sexual, no entendía y tampoco que significaba, que yo estaba prisionero en un vicio desagradable. Llegué a la conclusión, que no era amor lo que sentía por Leslie. A mí me estaba costando mucho trabajo entenderlo. En breves rasgos me di cuenta que en la cama, nada fue diferente, sentí lo mismo con las dos mujeres al momento de la intimidad. Abrí los ojos y me senté en el filo de la cama tratando de razonar junto a la oscuridad de la noche. Encendí mi teléfono personal y lo senté en el velador sin apagarlo. Creo escuchar la vibración del apa-rato. “Quién a esta hora” me pregunté en silencio. No lo podía creer, Patricia llamándome en horas de la madrugada. Me levanté despa-cio, caminé hasta la sala para poder hablar con ella. — ¡Discúlpame por favor! Ahora estoy con Nelly —comenté tratando de cortar la llamada—, creo que no puedo hablar —titubeé. — ¿En casa de ella? — Sí. Descuida estoy en la sala. Por el momento está dormida. — ¿Acaso te volviste loco? —suspiró. — Posiblemente, sí. — Dame una buena razón para no arrepentirme de haberte lla-mado. 77


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No me vas a decir que estas durmiendo con ella, ¿verdad? — Sí, por desgracia —reí con reserva. Con cuidado tomé asiento en la oscuridad. — La profesora de su hijo —comenté sin detenerme—, me dijo que es una mujer sola que sufre mucho por la conducta de su ex esposo. También me dijo que únicamente estoy siendo utilizado para cubrir ese espacio que dejó la pareja anterior. Me siento culpable de procrearme mi propio infierno. Sin embargo, lo que más me preocu-pa es ver a una mujer desnuda. En ese momento, es el demonio que se apodera de mi cuerpo y de mi mente, convirtiéndome en un ser desalmado y miserable. — Intenté evitarlo, pero creo llegué un poco tarde —se preocupa, luego explica—. Existe una magia extremadamente dominante en las relaciones peligrosas que allanan el amor y producen problemas. ¿Qué crees que ocurre si un hombre usa el sexo como un aparato mecánico? — Formalmente pierde mucho —me aseguré que Nelly no estu-viera escuchando. — Muchos expertos opinan que se apodera de un sexto sentido que los domina. Ese sentido puede ser real o imaginario, pero será peligroso. Esa confusión tentadora que te está cautivando, te está haciendo daño aunque no lo creas. Son tantas cosas que te genera-rán desagrado y llegarás a sentirte culpable de por vida. Ese deseo por el sexo se basa únicamente en una fuerte atracción física y un deseo sexual en los hombres, que en parte es normal, pero si excedes los límites, tu mente te puede engañar, después de eso no será solo un deseo sexual, será un deseo insaciable, que prontamente se puede convertir en un problema psicológico. Luego, la angustia del hombre parece tan severa que puede llegar a ser permanente, espero contigo no ocurra nada. Me cogí la cabeza. ¿Qué tal si me ocurría una confusión perma-nente en mi vida? ¿Cuánto podía costarme? — No entiendo si quieres a tu novia, ¿cómo eres capaz de hacerle tanto daño? —se contuvo, luego pregunto—: ¿Qué ganas con enga-ñarla a ella? Apenas tu novia te encaré, descubrirá que no eres el mismo. Ni 78


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sueñes que no serás descubierto, aunque dicen que la persona engañada es la última en enterarse, el remordimiento de tu conciencia no te dejará dormir tranquilo. Solo es cuestión de tiempo, luchar con la fuerza de costumbre, será imposible. Además, debes comprender que la mayoría de mujeres constantemente recibimos rechazos, marginaciones e insultos; nos menosprecia la sociedad por un detalle pequeño, pero muy importante; no por la razón que tuviste relaciones sexuales con la pareja alguna vez, si no por el simple hecho que se dejó seducir por un hombre mediocre, que después de acostarse se siente con poder sobre ella… — ¿Y eso te incluye? —interrumpí. — Caer en lo mismo siempre, contigo no sirve de nada, es como decir que no lo volverás a hacer, y después sigues en lo mismo —dijo con un tono de voz alterado—. Me estoy cansando de perder el tiempo. Te quiero ayudar, pero me siento impotente de no lograr compenetrar un poco de la realidad en tu cabeza. ¿De verdad estaré haciendo demasiado mal las cosas? Comprendí que, sí. Aun así no tenía porque en cada encuentro recibirme con sus regaños de buena mujer. Me quise disculpar, pero no lo hice. — Bueno… ¿Me llamaste porque tenías algo que hablarme? —le pregunté. — Mañana tengo que ir al Museo de la Cuidad y, necesito que me acompañes, es a las diez, ¿qué dices? No tuve tiempo a pensarlo, apenas Patricia terminaba de preguntarme, escuché que Nelly abrió la puerta de la habitación. — De acuerdo —le corté la llamada. En eso de las 8:30.a.m me desperté. Salí corriendo hasta la para-da del autobús. Nelly aún quedó dormida. 10:00.a.m. Encontré a Patricia. Nunca me gustó llegar tarde a una cita. Lo que creí, que iba a recriminarme con los ojos. Me saludó con un beso en la mejilla, pero no quitaba su furiosa mirada de mi cara, sus grandes ojos 79


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negros echaron a perder mi alegría de encontrarla. La miré con nostalgia. ¡Cuántos errores cometí! Y estaba a escasos centímetros mi verdad en persona. Seguimos caminando. Ante tan embarazosa situación me limité a contemplarla a mi amiga. ¡No supe que hacer! En ocasiones parecía perder la cabeza por ella, era una bellísima mujer, cualquier hombre no se podía resistir estando a solas en un parque. Llegamos a un lugar muy bonito: bastantes árboles, aves por todos lados, un gimnasio público y una variedad colorida de flores. Nos sentamos en el césped, la brisa de la naturaleza alborotaba el cabello de ella y un delicado rose acariciaba nuestras mejillas. Me observaba ligeramente, sin atreverse a decirme nada. Me en-cogí de hombros y puse mis manos sobre mi cabeza sintiendo cómo si el ancho cielo caía sobre mí. — ¿Por qué no vamos al museo? —pregunté. — ¡Es mentira! Solo vine a hacer el papel de una verdadera ami-ga. La gente te va a herir por no tomar precauciones. Independien-temente estás perdiendo mucho. Ante tan grave situación, ¿no te parece que podría valer la pena si intentamos hablar un poco? “No te pudiste inventar algo más coherente”, imagine decirle. — No sé. ¿Por qué me llamaste a esa hora? — A más de todo, te has vuelto hipócrita. Te voy a dar un consejo, John. Nunca más actúes cuando estas bajo ese límite pasional. ¿Recuerdas lo que pasó anoche? ¿Por qué no dejas que te ayudemos con esa enfermedad que tienes? — ¿Enfermedad? —pregunté sorprendido. — Sí —respondió irritada—. Lo que tienes es perversión a un grado extremo. Por favor escúchame con atención: aún estas a tiempo para que no caigas más. ¡No te hagas falsas ilusiones! Estas autodestruyendo tu vida de una manera dolorosa. Quiero que recuer-des que en la juventud 80


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el sexo es como un huracán, arrasa con todos tus hábitos que has adquirido durante toda tu vida. Después te vuel-ves ciego delante de la verdad. Un hombre es capaz de luchar con un ejército entero, con el único propósito de defender sus ideas. Y tú estás haciendo eso. Siempre será habitual para un joven alcanzar placer rápidamente, utilizando el cuerpo de su compañera como un objeto estimulante para complacer sus necesidades de una manera instantánea causando daño irreparable en la persona opuesta (la pareja). — No quería tener sexo —comenté—. No quería hacerle el amor, pensé en apoyarme en ella, platicarle lo de su hijo, nada más. ¿No sé qué pasó? Solo sé que se trataba de una atracción verdaderamente poderosa e inconfundible. Desde el día en que nos separamos, am-bos sabíamos que tarde o temprano volveríamos a estar juntos. Lo único que entendí, que después de todo me ilusiono con facilidad y luego… — Estoy de acuerdo, pero desconoces el peligro que se puede originar si confundes amor e ilusión. Una persona se puede ilusio-nar fácilmente… — A ver —comencé a titubear sin saber por dónde empezar—. ¿Cómo puedo ilusionarme después de todo? — Después de tener sexo será fácil volverte a ilusionar de nuevo. Puedes hacerlo de fácil y sencillo como la mayoría de parejas: des-de hoy quizá empieces por alimentar el interés por ella, tal vez pierdas el sueño pensando, ¿qué adonde esta? ¿Con quién está? ¿Qué hace? En esta ocasión mi estado de ánimo estaba siendo juzgado por mis propias faltas. Me sentía como el acusado que llega a la corte sabiendo que el Benedicto final será una larga condena. — Después esa mujer te atrae tanto, despierta en ti tus instintos sexuales y reproductivos más primitivos y elementales. Nuevamen-te, pueda que tal vez, te arriesgues a apostar el todo por el nada, y le pidas matrimonio, creyendo que la conoces, porque anteriormente tuviste una aventura pasional que no funcionó. Yo me pregunto, ¿Qué puede pasar con personas joven que hizo de su soltería una aventura sexual? ¿Cuántos amantes tuvieron? ¿Diez cada uno, veinte, cien? Tal vez un número que 81


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será doloroso, catastrófico para tu futuro. ¿Qué pueden esperar después? Mantener oculta la verdad por mucho tiempo es imposible. — ¡Imposible! —sonreí aplastado por sus rechazos. — Lo primero que tienes que tener claro es que no vas a poder olvidar en poco tiempo el pasado de la persona que está contigo, eso es evidente. En ciertos casos (hombres, mujeres) que no pueden más con el peso de su remordimiento se vuelven vulnerables, a veces muchas parejas en matrimonio, tienen hijos creyendo que es la mejor salida. ¡Grave error! Nadie es dueño del destino, pero si responsable de los problemas ocasionados —hizo una pausa… — Después del embarazo algunas mujeres pierden su figura — continuó—, en cuanto a otras mujeres, sus ciclos hormonales les provocan una variación de ánimo cada veinte ocho días, como re-sultado: pierden el apetito sexual, se sienten despreciadas, utilizadas, lastimadas, y humilladas. Es el momento, que la pareja se da cuenta que cometió un error y pierde interés de su matrimonio. Frecuen-temente esto ocurre, cuando dos personas ilusionadas decidieron formar un hogar, y no creas que estas a salvo, porque aún estés soltero, también puede ocurrir en una relación de novios. — ¿Y cómo saber que si no estoy ilusionado? —pregunté—. ¿No me dirás que los conceptos son el mecanismo de la diferencia? En-tre estar enamorado e ilusionado, quizá exista un acercamiento si-milar, pero también puede existir gran diferencia en base a uno y al otro sentimiento, puede ser tanto constructivo como destructivo. ¿Entonces cómo puedo descubrirlo? — Buena pregunta, pero también es buena la respuesta. Cuando tú estás enamorado no permitirás que se pierda el amor de otra persona y dejar perder con tu pareja la moral, la paz y, los valores. Sé que es difícil cumplir con todos los requisitos que requiere una relación constructiva, pero si es importante partir de lo básico. Nadie se enamora de una persona que no conoce, si tú eres el mejor amigo de esa mujer que te enamorarás, tendrás conocimiento quien es ella; conocerás sus virtudes, 82


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sus debilidades y sabrás en realidad con quien vivirás el resto de tu vida. En realidad eran conceptos interesantes, pero todos esos comen-tarios formaban parte de mi vida. Entonces comprendí porque mi vida estaba desmoronándose y en cada minuto que pasaba, más hondo caía. Miré a Patricia, se veía un poco molesta, pero definiti-vamente hermosa. Quise preguntarle si estaba decepcionada de mí, pero no se trataba de que me dijera que sí, se trataba de que ella voluntariamente me diera un abrazo y me dijera que aún después de todos mis errores contaba con una amiga incondicional. Hubo un largo silencio. Por mi parte no logré opinar nada. La confusión o la angustia no me permitían arreglar ese enlace dividido entre el amor e ilusión. No pude evitar angustiarme al rememorar las escenas de la noche anterior. — Es importante tomar en cuenta —quiso detenerse— antes de tomar una decisión, y para ello aprender a diferenciar una relación será crucial. A la larga, una relación también se dignifica del valor y del trato al ser humano. Si tú pareja —explica— te trató bien de amigos, de novios, igual te tratará después del matrimonio… Eso de que cambian las personas después de casarse, solo es un mito más. ¡Nadie cambia! El único problema es que te equivocaste respecto a evaluar su comportamiento. — A veces, no sé qué es mejor, muchas veces parece ser perfecta la relación, en un momento menos esperado cambia todo; incluso se burlan de los sentimientos de la persona enamorada, ¿cómo se puede ser bueno? — Ahora entiendo tu comportamiento… En una pareja llena de amor, no existe la desconfianza, las burlas, la traición, el engaño, las mentiras, las peleas, los insultos. Depende de quién te enamores, siembra en buena tierra y cosecharás buenos frutos. Trague saliva y moví la cabeza tratando de reconstruir ese claro ejemplo que para mí no existía. Patricia sencillamente se había dedi-cado a darle al blanco, consideraba la opción más viable de hacerme entender la clase de miserable en que yo me había convertido. Era difícil de creer, que 83


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no estaba enamorado de Leslie. Quizá debía poner a prueba la reciente plática de mi amiga, ¿pero cómo? — ¿Y tú —me contuve—, no eres madre soltera?... no me digas que todas tus opiniones son fruto de tu pasado —protesté. — Pensándolo bien, sí… pero, por lo que veo, cualquier excusa te servirá para hacer oídos sordos a lo que te conviene. Yo era muy joven cuando me dejé llevar por esa terrible tentación del sexo. Nunca me imaginé lo que me podía pasar. Era como toda adoles-cente, llena de rebeldía, de fantasías, de ilusión y de engaño. Mi mamá me advirtió, nunca la escuché. No me arrepiento, pero déjame decirte que tener un hijo en soltera, hacer el papel de madre y padre a la vez, no ha sido nada fácil. Bueno, no deseo que cambies de parecer, es tu problema si quieres vivir la vida a plenitud, si quieres seguir acostándote con más mujeres, es tu vida. Si crees que estás haciendo las cosas con responsabilidad, no me opongo. Eres libre, como para esperar que te estén diciendo lo que tienes que hacer. Mira al frente, hay una mujer muy bonita, si quieres anda con ella, puede ser que esté buscando una aventura, o en mejores circunstan-cias sea una chica de respeto y te quite de una bofetada esas dichosas nubes oscuras que nublan tus ojos. Me dejó sin palabras por su cuestionamiento múltiple. Le di la espalda a Patricia y me enfrenté a mis idioteces tapándome los ojos. Me levanté del piso y me arrimé sobre un árbol, imaginándome lo descortés que era cada vez que alguien intentaba regalarme un con-sejo. Luego la contemplaba con los ojos bien abiertos a mi amiga. Quizá esta vez por lo menos si debería decirle gracias.

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8 LA UNIÓN LIBRE Estaba en eso y sonó mi teléfono. Mi corazón empezó a latirme con nerviosismo, casi podía adivinar quién era. No me equivoqué, pero antes de eso dudé mucho si hablar con ella. — ¿Por qué no contestas? —preguntó Patricia—. ¿Es tu novia? — Sí. Leslie —afirmé. — ¿Qué esperas? ¡Háblale! —dijo mordiendo las palabras. Abrí la llamada y seguidamente me comentó sobre una invitación a un evento social, organizado por unos amigos nuestros. — ¿Sabes cuál es la causa? —le pregunté. — No. ¿Por qué no vienes a ver la tarjeta? Me despedí de Patricia, y aproveché el tiempo para irme caminan-do. Crucé por un puente peatonal, y por casualidad encontré a Luis. Me saludó y entablamos una pequeña conversación. — ¿Encontrarás a Nelly? —me preguntó después de un rato. ¿Hasta cuándo iba a dejar de meterme en líos? Pensé en regresar-me, pero no era buena idea. Me quedé paralizado por un rato. ¿Qué iba a pasar conmigo, si encontraba a Leslie y Nelly en el mismo lugar? Y eso, era sin contar con Rosibel, que de seguro se aprove-charía del momento para hacerme quedar en ridículo. Mi entorno era demasiado asfixiante. Tenía tanta necesidad de gritarle al mundo lo abatido que estaba. ¿Cómo expresar con pala-bras a la sociedad algo tan vergonzoso? ¿Qué era más prudente, salir corriendo de la realidad, o hacer enfrentar los problemas? Me disculpé con Luis, y caminé decididamente a la empresa. Faltando poco para llegar, una extraña sensación me hizo detener. Regresé a mirar, era Leslie en mi camino. Fingí no verla para no dejarme distraer más de lo que estaba. Cuando estuvimos a dos pa-sos, se abalanzó con 86


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los brazos abiertos hacia mí. Quise hablar, no lo logré, mis palabras se atravesaron en mi garganta. Traté de tomarle el gusto de ese abrazo, pero la presencia de Rosibel nos hizo separar de inmediato. — ¡Qué mal momento! —dijo negándose a saludarnos. — No tranquila —le dije—, enseguida me regreso a mi casa. Solo vine por un sobre. — Pasa a la oficina de la contadora, ella te espera —comentó la entrometida. Palidecí y obedecí sin decir nada. Indeciso toqué la puerta con los nudillos. — Pase. Permanecimos en silencio por varios minutos, luego de sentarme como me lo indicó. Ella no se animaba a entablar conversación, en cambio yo, preferí quedarme callado porque desconocía rotunda-mente su interés de verme en su oficina. — John —se recostó un poco en la silla—, tú estás echando a per-der valiosas oportunidades en tu vida. No debes dejarte llevar por el egoísmo de la seducción. Por cada aventura amorosa que esté relacionada contigo en determinadas circunstancias, desciende una parte de tu vida. Es el momento de que te detengas, antes de que sea muy tarde a: aprender, a valorar, a escuchar, y debes tomar en cuenta que no basta con decir “ya lo olvidé lo que pasó conmigo”. Es tiempo de que empieces a reconstruir tu vida, en lo personal te costa-rá trabajo; un ser humano es imprescindible y sé que me entenderás que nuestros sentimientos son de oro, que pueden pagarse, pero no tienen precio, tarde o temprano te lamentarás de la decisión y el camino que tomaste respecto a tu vida sentimental. — Bue…. Bueno —tartamudeé—. Es cierto que tengo algunos altibajos en mi vida sentimental, pero no están relacionados con el desempeño de mi trabajo. Aprendí a vivir la vida de una manera diferente, siempre estoy haciendo lo que la sociedad lo califica bueno. Por obligación, compromiso y, en ocasiones para no sentirme marginado por los demás. 87


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— Es cierto, ambos somos jóvenes y vivimos haciendo lo mismo, pero no por eso debes echar a perder tu vida. Quiero que sepas, que como tú buena amiga estoy preocupada por los incidentes que tienes a diario, tanto laboral como sentimental. Puedes creer que estoy interviniendo de una manera ilegal, pero es mi trabajo. Debo cerciorarme que todo esté bien con ustedes y actuar ante su evidente desconformidad. Debes tener claro que la infidelidad te causa serios problemas y te obliga a preocuparte mucho, te inyecta el miedo a ser descubierto, te hiere, y sin darte cuenta desconfías de todas las personas y eso está pasando contigo. — ¿Y cómo vas con tu novio? —pregunté interesado de abordar un nuevo tema. — No tengo novio, terminé con él hace un año. El amor es dife-rente a lo que pasaba con nosotros. El amor es decisión, compromi-so, es una acción desinteresada y sin sufrimientos. Nuestra relación era solo un espejismo… — Discúlpame que te contradiga, pero me parece que en toda relación hay una gran diferencia, indecisión, y falta de compromiso. — Te entiendo. Es por eso que hoy en día son pocas las parejas que contraen matrimonio… La mayoría solo juegan a estar enamo-rados. De hecho, tú eres uno de ellos, un integrante de ese equipo dañino que no le basta con ser infiel solo, ¿cuál crees que es la diferencia entre un hombre casado y un hombre soltero que es infiel con su pareja? Aunque sabía la respuesta me negué a contestar. Lo cierto es que ansiaba saber adónde quería llegar con ese jueguito. Mi vista se perdió en los recuerdos de la noche anterior. — ¿Y esos libros? —le pregunté sin comprender lo que ocurría. — La muchacha de los lentes me los entregó el viernes pasado. — ¿La contadora? — Sí. “No puede estarme pasando todo esto” me dije en silencio. “La contadora tiene en sus manos todas las pruebas de mis salidas con 88


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Leslie”. Desilusionado moví la cabeza con desmerecido respeto. Si apare-cieron esas fotos en el lugar menos indicado, mis días estaban acabados. Además de ser mi jefa, todas y todos los compañeros de trabajo argumentaban que ella estaba enamorada de mí. — ¿Te entregó el resto de documentos? — No. Dijo que aparecieron es su oficina días antes. También argumentó que hablará contigo sobre como aparecieron tus libros en el despacho de ella. — ¿Cómo aparecieron mis libros en su oficina? —pregunté interrumpiendo la regañada. — Desconozco, parece que alguien está detrás de eso. Encontré estas fotos —me las entregó. — Gracias… — Me alegra que Nelly lograra entregártelos. ¿Es cierto que entre ella y tú hubo algo? — Sí. ¿No sé a qué viene esa pregunta? Nos quedamos pensativos. A lo mejor ella imaginaba el tipo de hombre que estaba enfrente, en cambio yo, quería leer en sus ojos si de verdad le interesaba. — Es importante que escuches un consejo —retomó—. Nelly es una buena persona, es mi amiga. Sé que ella tiene serios inconve-nientes en su vida. Me confesó de su romance contigo. Quiero que te alejes, tanto ella como tú, encontrarán placer en ustedes dos, pero no amor. Si siguen saliendo, solo se tratará de un capricho enfermizo, su relación no tiene futuro. El matrimonio no tiene por qué ser un sinónimo de dolor. Cuando una pareja se quiere, se alimenta de amor, no de sexo. — ¿Pero tener sexo no es común? —interrumpí. — El sexo es el amor vivo, la procreación de un nuevo ser; es el placer que une a una pareja en cuerpo y alma, es un acto de amor, solidaridad, emprendimiento; definitivamente si a ese rato sexual en el matrimonio, se 89


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le da tiempo; enamorará al hombre y a la mujer, y se agradecerán de por vida, pero hoy en día el sexo es utilizado como un material desechable, no le dan importancia a lo que hacen. Se escuchó un gran bullicio en la calle. Todos salieron. Luego de un rato entraron ocasionando un gran alboroto. Todos se reían, se empujaban, alguno que otro bromeaba, nosotros nos quedamos callados. Pasé un tiempo terrible meditando en ciertas cosas. Mi impulso fue esperar que transcurriera el tiempo sin más complica-ciones. Me puse de pie para preguntar qué era lo que estaba ocurriendo. Regresé a mirar a la entrada y, algo inesperado apareció delante de todos. Nelly entraba por la puerta lateral de la empresa. Traté de caminar para alejarme, pero fue en vano. No pude continuar. — No puede ser —susurré tomándome por la cabeza. ¿Cómo decirle que se vaya? A escasos dos días dormí con ella. Nunca pensé en las consecuencias. Sentí que una espada ardiente traspasaba mi corazón sin piedad. Mis ojos expresaban lo que mis labios no podían. Por mi mente pasaba como una película todo lo que viví esa noche en casa de Nelly. Levanté la cabeza tratando de encontrar una salida. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Me froté la cara con un desmerecido talento. Sentía que un tempano de hielo se derribaba sobre todos los presentes. Se acercó Rosibel, José, David y más compañeros. Me sentí avergonzado y a la vez molesto. Era el único culpable de lo que estaba pasando. No podía merecer respeto por el daño que cause a muchas mujeres en el pasado, pero a ellos, ¿qué derecho les daba a humillarme? Las cosas estaban fuera de control. Todos se reunieron en las afueras de la empresa, de seguro lo que más les daría de que hablar era yo. Me despedí de la contadora tan pronto como pude, y luego salí. Empecé a caminar de prisa con las debidas precauciones para que nadie más se diera cuenta que me fui sin despedirme, caso contrario las cosas iban a revolucionar. Doblando la esquina de la cuadra, creo escuchar mi nombre. Re-gresé 90


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a mirar y era Leslie. De seguro ese era el fin de todas mis impotencias de sufrimiento. Tarde aprendí que “quien es infiel, es presa fácil del dolor”. Sobre mi corazón yacía un malestar extraño, frío e incontrolable. Mi rostro reflejaba tristeza por más que quería sonreír. — ¿Por qué no me esperaste? —me preguntó, unos pasos antes de llegar. Porque noches atrás —imaginé decirle— mientras tú estabas en el trabajo me quedé a dormir con ella. Sonreí con malicia. — ¿John por favor espérame? —me agarró del brazo—. ¿Quiero saber si me puedes acompañar a mi cuarto? — ¿A tu cuarto? Cuando llegamos a su casa tomé una almohada y me recosté en la cama de ella. Encontré algunos apuntes en el velador, empecé a ojearlos y se trataba de una revista descompuesta. La organicé co-mo pude, pensé en leerla, pero mis acontecimientos no me dejaron concentrar. Escuché que Leslie abrió la puerta del cuarto, la regresé a mirar y era increíble la felicidad de su mirada. Me resultaba más difícil de lo que me imaginé poder hablarle con la verdad. Se sentó a mi lado, sin decir ninguna palabra me llenó de abrazos y besos. No me moví. — ¿Estás preocupado por lo que pasó en el trabajo? ¿Conoces a la chica que llegó a la empresa? —preguntó. Me quedé en silencio por unos segundos. Tal vez a esas alturas se habían perdido muchos valores. La doble vida que llevaba me obli-gaba a: mentir, a engañar, a fingir amor a dos personas, destruyendo nuestras vidas con la desvergonzada deshonestidad. ¿Cómo corregir la relación que estaba destrozada por la infidelidad? — Sí —confirmé—. Trabajó con la mayoría de compañeros, me imagino que son amigos. — ¿Amigos? Todo puede ser posible. ¿Lo que no entiendo es el comportamiento de ella? — ¡Maldición! —espeté, echándome a caminar desde un lado para 91


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otro. — ¿Qué parte es verdad? — Todo… No sé qué hay hecho de mi vida, supongo que estás pensando de lo peor de mí. No te culpo, soy yo quien no es digno de recibir respeto. La mujer —suspiré— que llegó a visitarme, es una espina suelta de mi pasado, y no me niego a decir que también lo es de mi presente. — ¿De tu presente? —preguntó sorprendida. No pude contenerme a pesar del gran esfuerzo, dejé escapar algu-nas lágrimas. ¡Qué forma tan dura de aprender la lección de mi vida! Ese solo era el comienzo. Levanté la mirada y su rostro estaba destrozado, y me dolió tanto porque aún le esperaba la peor parte. Era el momento adecuado. — Hace mucho tiempo conocí a aquella mujer —comencé sin darme tiempo—, pasaron algunos meses y nos convertimos en los mejores amigos. Le tomé un cariño muy especial, nuestra amistad era desinteresada y con un propósito muy interesante: ser amigos siempre. Luego conocí su hijo, después a su familia, y pasaron cosas increíbles. Ocurrió con los dos, algo inesperado. No lo tomamos en serio, nuestra amistad era única, y estábamos de acuerdo en no remplazarla por algo más. Fue así, éramos tan amigos, decidimos hacer una apuesta —me detuve, regresando a mirar el piso—. Era un reto que prometía grandes cosas; llegar a fin de año sin pareja, faltando seis meses. Fue tan emotivo en lo que se convirtió la apuesta, cada uno de nosotros cuidaba para que nadie se acercara a nosotros —ella sonríe—. Días después —continué— Luis, María, Nelly y Yo, organizamos una aventura nocturna, salimos juntos a una discoteca que quedaba a unas cuadras del trabajo, en busca de un rato de diversión. Todos ordenaron sendas bebidas, horas más tarde se notaban mareados. Se escuchó entonar una canción conoci-da, algunas parejas se dirigieron a la pista… * ¿Por qué no vamos a bailar? —sugirió Luis, el compañero ma-yor. Todos estuvimos de acuerdo, en el centro de la pista nos dividi-mos en 92


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parejas. Nelly me tomó de la mano y quedamos totalmente solos en una esquina de la pista. Las luces repentinamente se apa-garon, quedando iluminado el lugar con unas luces de emergencia que producían un ambiente único. Hechizado por la figura de Nelly, además impresionado por su belleza, la abrasé por la espalda, y ella alzó sus brazos sobre mi cuello. Por primera vez quedamos más cerca de lo que me podía imaginar, se podía ver sus hermosos ojos, su piel reflejaba una suavidad encantadora, y en sus mejillas de color rosado se podían ver algunas pecas que adornaban sus labios en forma de corazón. Sin mencionar ninguna palabra, se podía sentir el mágico momento que nos envolvía en una nube de ilusiones, no hicimos nada para separarnos, sentir el roce de nuestras partes íntimas se volvió un juego enloquecedor, desde ese momento nacía una aventura de un amor prohibido. Me detuve por un momento, se veía su boca entreabierta, su mirada sensual me alertaba del momen-to en que debería besarla. ¿Besarla? —no pude hacerlo—. Era mi mejor amiga, y no quería que lo nuestro se termine así. Continuamos por un rato en el juego, de querer y no querer, de ver y no tener, pero lo que nos envolvía era extremadamente fuerte, una pasión prohibida nos invitaba a ser parte de ella. Eran tantas las cosas que sabía de mí, los secretos más íntimos se los revelé a ella. Mi confidente, mi amiga, mi apoyo incondicional estaba a punto de convertirse en mi amante. La ocasión estaba a nuestro favor; dejó de sonar la música y seguidamente las demás parejas volvieron a sentarse, todo en silen-cio, con la iluminación de una noche estupenda nos quedamos en la pista. Se escuchaba bulla que provenía de las demás persona, se dejaban ver parejas que se abrazaban, se besaban y caminaban de un lugar a otro. La regresé a mirar, y en menos de un segundo quedamos a escasos milímetros. Se podía percibir como su corazón iba a explotar si no lo detenía, su respiración estaba muy agitada, y lo más increíble de todo, que nadie se interponía en ese momento. Rosé sus labios con los míos, y una chispa de ilusiones explotó dentro de nosotros. Y paso así, que nos dejamos llevar por el irresistible poder de un beso. Así comenzó nuestro noviazgo. No 93


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imaginé que llegaría muy lejos, después de ello empezamos a salir con frecuencia, todo era bonito, incluso existía una sinceridad enor-me entre nosotros, no sé si eso nos hizo bien, o nos hizo mal, todo era con la verdad, entre nosotros no cambio mucho, seguimos siendo los mejores amigos, con la única diferencia que constantemente existía intercambio de besos y abrazos. Pasaron algunos meses, día tras día aprendimos a conocernos y aceptarnos tal y como era cada uno de nosotros. Llegó un día que decidimos vivir juntos, ese fue el error, aunque todo salió con éxito en un principio, nuestra relación no tenía problemas. En el tiempo libre disfrutábamos como si este fuera el último día. Después de un tiempo, llegó a mis oídos que el papá del niño de Nelly, estaba dispuesto a hacer de todo por poseerla a la que en ese entonces era la mujer de mi vida. Desde ese momento lo nuestro empezó a cambiar, constantemente recibía amenazas por parte del Sr. La relación que era tan fuerte, minuto a minuto se derrumbaba, y nosotros cada vez más, estábamos al filo de un abis-mo. Hicimos de todo para superarlo, pero la barrera que nos trataba de separar era muy fuerte. Pasaron algunos meses, la decisión final fue separarnos. Utilizamos medios coherentes para no salir lastimado ninguno, pero fue muy difícil. — ¿Y sigues con ella? —preguntó. — No… bueno, sí —declaré. — ¿Si la amas, porque no regresas con ella? — Es imposible. El amor entre nosotros se terminó hace mucho tiempo, lo que a veces analizo en soledad es que nos apresuramos, podía ella estar separada, sola, pero tenía un compromiso, y sin duda alguna, aún tenía recuerdos de su relación anterior, cada vez que recuerdo lo que pasé junto a ella, más me convence que todo fue demasiado rápido. Ahora pienso, que lo más real, hubiera sido ayu-darla a solucionar sus problemas, y tal vez luego comprometernos de verdad. Además no estuvimos preparados, el primer reto de la vida, fue grande y acabó con nuestra relación —no sabía cuánto estaba equivocado respecto a eso—. Sufrí tanto, un fracaso evidente nueva-mente llego a mi vida, me sentía 94


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tan solo. Llegué a la gran confusión de generalizar, que la mayoría de mujeres solo juegan con los senti-mientos de un hombre. Luego de eso me hay acostado con muchas mujeres, por placer no por amor. Desde hace poco me di cuenta que era presa fácil del sexo, apenas percibía una aventura me volvía loco, y usaba todo método para llegar al final de la misma, pero ahora estoy llegando muy lejos. Creía utilizar a las mujeres, pero después de todo, el único utilizado soy yo. Cuanto más me acuesto con mujeres, más dependiente me vuelvo. Leslie no era la única que tenía secretos. Al rememorar detalles de mi tragedia amorosa, también despertaron en mí, una ráfaga de sentimientos negativos que me remordían el alma, no por haberle ocultado la verdad a Leslie, sino porque delante de mí, estaba la mujer que me hizo perder la cabeza en el hotel. No me dijo nada. Su mirada no volvía a su sí natural, en cambio yo, en ese momento no podía quitar las imágenes de mi pasado, de todas las mujeres que habían estado conmigo. Sin lugar a duda, todo se me estaba convirtiendo en un trauma psicológico. Me apreté las mejillas fuertemente tratando de recobrar fuerzas para lo que se venía. Parecía como si ella estaría sintiendo mi dolor, más bien se nota-ba que el silencio que guardaba era producto de mi depresión, de verme en medio de un terrible monstruo que no me dejaba escapar de sus redes. Como me imaginé, ella estaba totalmente decepcionada. Nunca pensó que a pesar de tener sus secretos ocultos podía encontrarse con una persona que en realidad no sabía ni su propia identidad. — John, eres peor de lo que imaginé —hizo una pausa—. ¡No lo puedo creer!… ¿Qué sentido tiene sentir coraje? Eso no va a cam-biar las cosas. No entiendo que siendo un hombre noble, olvides lo fundamental. “¿Fundamental?” pensé. Le quise preguntar a qué se refería con eso, pero como demoré mucho en hablar ella se me adelantó. — Nunca me mencionaste que estás enamorado de otra mujer. ¿Por qué me estás engañando? —movió la cabeza—. No pensé que me 95


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utilizaría para olvidar tu pasado, ¿por qué? Se retiró dando algunos pasos, me quise incorporar tras ella para abrazarla, y pedirle perdón, pero pareció como si de repente mis pies estaban atados a la tierra. Intenté dar un paso, pero mis piernas me traicionaron, parecía que mi cuerpo pesaba toneladas, que era imposible moverlo. — ¿Qué me pasa Dios Mío? —grité muy fuerte. Al escucharme Leslie regresó a mirar. Se sorprendió al verme de rodillas en el piso. Corrió hacia mí. Me estiró su mano para que me levantara, en me-dio de nubes la escuché decir: — ¿John que te pasa? Me abrasé por su cintura fuertemente. Era como si una daga envuelta en fuego traspasaba mi estómago. Me recosté en el piso. Leslie se sentó a mi lado, y alzó mi cabeza sobre sus piernas. Quise ponerme de pie, no logré hacerlo. Era como si las paredes giraban a mí alrededor. Pasó cerca de media hora. Mi cabeza estaba en otro lugar. Arrastrándome hasta la puerta me escapé. Al siguiente día me desperté un poco tarde, pero aun así, llegué un poco temprano al trabajo, después de mí, llegó Rosibel. Pasó a solo centímetros, pero no le importó que yo estuviera presente. Me Igno-ró como si se tratara de una roca. Caminé tras ella, tratando de hablarle, pero eso no fue posible, no hizo caso a mis palabras. Sin entender nada, me quedé en la en-trada. Regresé a mirar a la calle y veo que Rodolfo se acerca, a unos pasos antes de llegar me saluda. — ¿Cómo vas? — Bien— le contesté—, ¿y tú? Sonrió con malicia. — Intentando trabajar. ¿No te vas a encontrar con Nelly? — ¿Nelly? —murmuré. ¿Qué era lo que dijo? Era posible que estuviera cerca. ¡No podía ser! Quise alejarme de la realidad por unos contados segundos. Sin embargo, un remolino de emociones me hi-zo 96


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retroceder a grandes pasos. No lo podía creer. Leslie y Nelly ve-nían en diferentes calles, pero en la misma dirección. Le pedí ayuda a Rodolfo, que para mi suerte se encontraba pre-sente. Lo vi caminar de una forma apresurada. Fue directo con Nelly. Eran muy buenos amigos. En menos de un minuto los perdí de vista. En ese mismo momento Leslie llegó. — De lo que me salve —susurré como para mí. — ¿Dijiste algo? — No. Solo que me alegra que estés aquí. — ¿Y qué paso con tu amigo? ¿Por qué la prisa? Por un momento quise detallar a lo que iba. A cambio de eso le dije que no tenía idea. Di cuatro pasos lentamente con dirección a la calle. Me imaginaba ser un prisionero que no sabe, ni quiere saber el futuro que le espera. Bajé la cabeza con mucha vergüenza y volví a mirar a Leslie. En ese momento pensé decirle toda la verdad, anteriormente lo había intentado. Esta vez era en serio. Demasiado peso en mi espalda, demasiado remordimiento en mi conciencia. Me senté en la vereda y con una seña le pedí que se sentara a mi lado. Lo hizo de inmediato. Su ansiedad de escucharme era eviden-te. Tal vez mi actitud gritaba sin darme cuenta, que tenía un males-tar por dentro que estaba acabando con mi vida. — Leslie —comencé titubeando—. Quiero hablarte de algo muy importante, pero no puedo empezar. — ¿Qué ocurre? — Problemas y más problemas. Nelly, tú y yo, estamos entrelazados en un mismo círculo de infidelidad. Trato de empezar un tema que seguramente te va a incomodar, pero trata de escucharme; todos nos equivocamos al elegir pareja a primera vista, obvio que unos más que otros. No pretendo decir que nosotros nos equivocamos, únicamente quisiera declarar algunos puntos sobre la infidelidad. De repente el ruido de unos pasos lejanos me hizo detener. Vuel-vo la cabeza y de un salto me puse de pie. La contadora se acercaba. “Lo 97


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único que me faltaba” pensé. Nos saludó de mano y se sentó junto a Leslie. Todos nos queda-mos en total silencio. Pasaron varios minutos. Me sentí cansado de estar en un episodio sin ningún interés. Gracias a la presencia de la contadora, mi confesión se postergó para otro momento. — Ustedes me sabrán disculpar —les dije—. Tengo un compro-miso pendiente —mentí para poderme escapar de las muchachas. No podía estar tranquilo con el peligro a mi lado acechándome. Salí del lugar, como un ave disparada por un cazador en su pro-pio nido. Eran ya las doce. Caminé como pude hasta la avenida principal. La luz de un semáforo me detuvo. Era impresionante ver a mi alrededor un sin fin de parejas que demostraban una felicidad incondicional. Me quedé inmóvil asintiendo en mi interior. Era ob-vio que por mi mala actuación dejé escapar muchas cosas de mi vida y, entre ellas y sin darme cuenta alejé la felicidad y el amor. “Tal vez no tenga importancia” me dije tratando de levantarme el ánimo. Me sentía solo, angustiado, triste, arrepentido, y con un dolor insoportable. 13:30.p.m. Seguía atrapado en medio de una confusión terrible. No tenía idea hacia qué rumbo ir. En otro día igual a ese, a esa hora tenía que estar en el trabajo. Me quedé en el mismo lugar hasta que empezó a caer la noche, después de eso arrastrando el ánimo me fui a mi casa. Aquella noche no dormí. El reloj marcaba las dos de la madrugada. Yo aún seguía despierto en mi pesadilla aterradora, pensando, meditando, reflexionando, el futuro porvenir de aquellas dos muje-res, eso sin contar con todas las demás conquistas. Lo más curioso de la noche, sus imágenes no se podían quitar de mis ojos. A las tres de la mañana. Me puse de pie, para pedirle a Dios me-diante oraciones que me ayude a encontrar la salida de un futuro incierto el cual llevaba. 98


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En la mañana siguiente me levanté temprano, aún cansado por mi inestabilidad. Tenía que redactar la justificación de mi falta al traba-jo el día anterior.

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9 LOS ANTICONCEPTIVOS Frente al trabajo bajé del autobús. Crucé caminando lentamente la amplia calle. Abrí cuidadosamente la puerta y miré el interior de la empresa. Fui el primero en llegar ese día. Pasado unos minutos escuché que abrieron la puerta. Leslie entraba con un poco de car-petas en su brazo. Nos saludamos. — ¿Estás solo? —preguntó. — Eso creo. Me miró lentamente con un gesto cargado de desconfianza. Ignoraba su extraño comportamiento. Luego se acercó y me abrazó. Era una mujer que me sorprendía en el sentido trascendental de existir. — Leslie —proferí —disculpa tantas molestias. ¿Me podrías decir qué te incomoda? — No es nada importante. — ¿Por favor dime? —imploré—. No quiero tener más preocupaciones. — De acuerdo. Te aseguro que no es nada bueno. Demoré en reaccionar. Ignoro cuanto tiempo me quedé esperan-do su respuesta. — Tengo algunos días de retraso, y tal vez puede ser lo que no me imaginaba. — ¿Qué exactamente es lo que estás diciendo? —en mi consiente creí que era una mentira acordada. — ¡Que puedo estar embarazada! — No puede ser —murmuré en silencio. Mi espíritu se había dejado doblegar por la flamante desdicha y, el dolor lentamente em-pezaba a hacer su trabajo. La noticia me aniquiló por completo. Por su parte Leslie se quedó muda, con los ojos cristalizados de decep-ción. Hice un 100


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esfuerzo para incorporarme y decirle que no tenía de qué preocuparse hasta no estar segura. En horas de la tarde, mediante una llamada telefónica hice una cita en un hospital cercano para el siguiente día. En horas de la mañana llegamos juntos al consultorio. Nos recibió una recepcionista de un aspecto distinguido. — Su turno está listo. ¿Algún diagnostico en especial? —pregun-tó luego de saludarnos. — No. Es para ella, vinimos por una prueba de sangre. — Su esposa que siga al privado. Usted espere cinco minutos. Los cinco minutos de espera, sin lugar a duda fueron los más lar-gos de mi vida. Vivía en carne propia, cada minuto, cada segundo y pedía a Dios que la prueba sea negativa. Me paseaba de un lugar a otro y el tiempo no pasaba, los cinco minutos parecieron eternos. Apenas Leslie salió del consultorio, me apresuré a la puerta. Mi desesperación era evidente. — ¿Cómo te fue? —le pregunté cargado de ansiedad. Dio la vuelta a los resultados por un largo rato. No pudo contestar nada. Cerró el sobre y salió corriendo. — ¡Espera! —le dije —. ¿Adónde vas? Dudé un segundo. ¿Por qué su reacción? De la misma forma salí corriendo tras ella. A unos cien metros la alcancé. Antes de insistir con los resultados me acerqué y la abracé. Se recostó en mi hombro y en silencio la escuché sollozar. — ¿Estás bien? —le pregunté. Se agarró de mi brazo y me pidió con una seña que me sentara a su lado. — John mi vida no es nada fácil. Estoy triste… — Triste… ¿Por qué? — Te mentí con respecto a lo de los anticonceptivos —confesó—. ¿Alguna vez te has molestado por lo menos un poquito en leer, el riesgo respecto a lo que una mujer se puede causar administrándose 101


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anticonceptivos? — No —le contesté—, pero de seguro lo voy a hacer. — No necesariamente te decía que lo hagas. Lo importante ahora es que no estoy embarazada. Es una buena noticia, ¿verdad? — Si muy buena. — Para mí no. Creí que después de todos mis problemas, al final del túnel existía una luz verde en mi vida. Mi proceder diario es un verdadero infierno. Es el elevado precio de quedarme sola durante toda la vida. Soy muy joven, y como tú sabes mi futuro es incierto. Cuando a veces parece que todo está bien, no falta una razón, sea grande o pequeña para arruinar mi felicidad. No me preocupa estar sola ni nada por el estilo, tampoco quiero que algún día un hombre diga que fue utilizado por mí. Hoy, en horas de la mañana me sentía feliz porque pensé que podía embarazarme, al ver esos resultados negativos me destrozó mi corazón. — Espera, ¿creí que tú no deseabas estar embarazada? — Hay algo muy importante, John —contestó despacio—. Hace un tiempo atrás conocí una persona. Después me enamoré y pasado un tiempo tuvimos relaciones. Yo, aún no quería tener hijos. Decidí cuidarme utilizando medicamentos. Visité un ginecólogo, lo hice sin dudarlo. A veces pienso que la medicación que ingerí no fue la apropiada. Son años que lamento la decisión que tomé. Me está costando muy caro, no puedo quedar embaraza. Para mí no es nada fácil llevar en mi cabeza la inaudita responsabilidad, de las pocas posibilidades de mi futura fecundación como madre. Secundario a mi gran triste-za, me invade el remordimiento, de que por mi mal acto no lograré cumplir, el tan anhelado sueño de toda mujer, ser madre. Me sorprendí del pasado que estaba exteriorizando. Era casi una confesión. Leslie ligeramente ladeó la cabeza, rosando cuidadosa-mente mi pecho con su frente. Ella fundamentaba gran parte de su dolor, gritaba en silencio aunque el mundo no lo entendiera. Dejé de preocuparme por mí, para concentrarme en la realidad y así juntos perdonarnos mutuamente, en nuestro diario vivir, eso era lo que nos hacía falta. 102


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Apenas llegué a mi casa, entré al cuarto en busca de información sobre los anticonceptivos. Hojeé algunos libros. Nada tenía un enlace relacionado con el comentario de Leslie. Encontré una que otra información básica. La primera página decía: Los anticonceptivos son métodos naturales o artificiales que utiliza la pareja, para evitar el embarazo no deseado. Entre los medicamentos más utilizados están: La píldora.- se basa en la administración de hormonas que producen un falso embarazo, los riesgos que puede ocasionar son: desde celulitis, varices, acné, obesidad, esterilidad temporal y en ocasiones desequilibrios nerviosos. El tratamiento es ingerir una pastilla diaria por las jóvenes que la usan, sin poder dejar de tomarlas, so pena de sufrir trastornos hormonales, y deberá llevar una vida sexual activa. El dispositivo intrauterino.- produce inflamación en el útero, los vasos sanguíneos se dilatan y la matriz se llena de defensas que atacan al cuerpo, algunas tendencias dicen que los espermatozoides mueren al entrar al medio hostil, y otras aseguran que si logra fecundar el óvulo, el nuevo huevo o cigoto no puede implantarse y se desecha en la menstruación. El dispositivo debe ser colocado por un profesional y, aun así existe el riesgo de infección, embarazo ectópico, contracciones o hemorragias. El parche u “Ortho-Evra.- es un parche plástico adhesivo que se coloca en el cuerpo una vez por semana, lo recomendable es hacerlo en la fecha indicada, durante tres semanas seguidas ya que en la cuarte es cuando viene la menstrua-ción. Libera hormonas que protegen contra el embarazo durante un mes, puede crear reacción cutánea, incremento en el riesgo de coágulos, aumento de peso, náuseas y sangrados irregulares. 103


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Depo-Provera o la inyección.- es una fuerte cargas de hormonas que se administra en un consultorio médico cada doce semanas. Evita que los ovarios liberen el óvulo o que el óvulo fertilizado se implante en el útero. Sus efectos secundarios incluyen pérdida del periodo menstrual, cambio de apetito, nerviosismo, incremento de peso, depresión, caída del cabello, incremento de bello en la cara o en el cuerpo. Espermicidas vaginales.- son sustancias químicas que alteran la tensión superficial de los espermatozoides y provocan la muerte del nuevo óvulo fertilizado después de tener relaciones. Este medicamento se encuentra en varias presentaciones como: cremas, jaleas, espumas, supositorios u óvulos, pastillas espumantes, gel, espray, esponjas, entre otros. Me salté varios capítulos. Después de varias líneas apareció lo que buscaba: En los últimos tiempos los anticonceptivos han tomado popularidad en las parejas. Se dice que de diez mujeres en edad fértil, utilizan estos medicamentos. Datos estadísticos revelan que la mayoría de mujeres desconocen los resultados de estos medicamentos. Hay poca información sobre las causas al final de los días. Muchas mujeres se lamentan después de unos largos meses o años de tratamiento. Las fábricas de anticonceptivos hablan maravillas de estos métodos de protección contra los embarazos no deseados. Las coloridas propagandas de los diferentes puntos de venta de estos productos, las instrucciones, las indicaciones, son solo la presentación de pastillas, de ampollas, que son los más peligrosos entre los demás medicamentos. Cada sobre, cada etiqueta carece de una información amplia y verdadera… Las mujeres en especial deberían saber a qué se están sometiendo. Deben tener claro, que todos estos productos están fabricados a base de muchos compuestos que son peligrosos para la salud, de quienes 104


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los consumes y del resto de la familia. Todos y todas debemos tener en cuenta: el futuro de la mujer cuenta con pocos días de seguir siendo fértil, después de tomar o ingerir cualquiera de los productos. Cabe recalcar que después de todo no hay vuelta atrás, es importante hacer conciencia de los miles de embarazos de alto riesgo que hay hoy en día. Quizá se preguntaran ¿Qué tiene que ver los anticonceptivos con eso? Mucho en primer orden: con cada medicamento ingerido por una mujer, con el pasar de los años pierde su fertilidad. Después de un largo o corto tiempo la mujer no podrá quedar embaraza, y si ocurre, su embarazo será demasiado peligroso. El nuevo feto no tendrá suficientes probabilidades de sobrevivir ante una crisis irreparable.

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10 ROL DE LA FAMILIA Mayo - 10. 13:00.p.m. Revisé mi agenda personal y encontré que tenía una reunión pen-diente en la empresa, con las cuatro personas que compartían el tra-bajo conmigo. Mediante una llamada telefónica, reuní a José, Digna, Leslie y Rosibel. Cada uno de ellos aceptaron sin tener una excusa de por medio. Mi juventud, mi falta de experiencia, no imponía el respeto nece-sario. En ocasiones bajo mi vigilancia, los muchachos hacían de las suyas. Después de terminada la reunión, Digna dijo que si no hablaría con Leslie de mi noviazgo con ella. Cada uno de ellos empezó a hacerme preguntas comprometedoras. Sin entender pedí una explicación, pero nadie me contestó nada. Salí del lugar confundido. Caminé despacio por la calle, meditando, reflexionando sobre cierta desinformación especulada en la empre-sa. Todos podían estar enterados de mis salidas con Leslie. 15:00.p.m. Regresé después de reunirme con nuevos compañeros en la zona norte. Miré a mí alrededor, me encontraba solo. Me sentía angus-tiado, desinteresado de seguir trabajando en ese día. Tomé un cuaderno, un bolígrafo, y cerré con seguro la puerta. Necesitaba escribir algo que me ayude a descifrar lo que estaba pa-sando. Hacer lo que me gustaba, me ayudaba a pensar con claridad. Los únicos amigos que me entendían eran el cuaderno y el esfero, en la soledad eran mis mejores aliados. Sonreí ligeramente tratando de tranquilizarme.

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¿Si no encuentro paz en mi interior, como encontrar en los demás? Apenas escribí mi primera frase. Escuche que alguien golpeo la puerta. — ¿John por favor podemos hablar? “Leslie” suspiré. Caminó despacio y se sentó a mi lado sin hacer ningún comenta-rio. La observé sin moverme, hasta que una lágrima cayó sobre mi carpeta de apuntes. No pudimos hablar nada. Me sentí dividido. Por una parte quería decirle que se quede; por la otra, pedirle que se vaya. En tarde llegó mi hermana a visitarme. Mi habitación era un verdadero desastre. Con el pie iba retirando, los libros, la ropa sucia, las hojas de papel del piso. — Hola —le dije fingiendo estar contento. —Te vez mal —dijo sorprendida—. ¿Por qué no te cortas el cabe-llo? Mírate al espejo, pareces un vagamundo. ¿Puedes hablar? — ¿De qué? — ¿Tienes algún problema? Escucha: puedo sentir y ver en tus ojos la desesperada imagen de un hombre ilusionado. Sonreí. — No cometas una tontería —continuó con una voz suave y desafiante a la vez—. No estás en condiciones de enamorarte por ahora. Estas muy lastimado. Cuando pienses en ser feliz a lado de otra persona, primero piensa en tus problemas. Es lo que más te ayudará a pensar con claridad al momento de elegir tu destino. ¡Entiéndelo! Arreglar los conflictos de una mujer comprometida no te aliviará los tuyos, no olvides que tarde o temprano, volverás a encontrarte mal emocionalmente, porque nuevamente olvidaste de solucionar tus altibajos emocionales. — ¿Y cómo quieres que arregle las cosas? —la encaré. — Es difícil aceptar nuestros errores, pero lo más difícil y común es no poder enfrentar tu propio fantasma. A veces esa posición negativa te destruye, te deprime, te deforma, te incapacita como ser humano. 107


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Tienes que tener en cuenta que hay otro lugar al que tú deseas llegar. ¡Escucha con atención! Entre las razones más impor-tantes para que un ser humano sea negativo están: 1. Sentirse amenazado: en general las personas actúan de manera posesiva a la negación cuando se sienten lastimadas, inseguras, traicionadas, infieles, vulnerables a un nuevo cambio próximo a suceder. 2. Agresión sentimental: la persona se siente agredida cuando durante mucho tiempo ha sufrido en silencio, permitiendo que los demás se burlen y le echen tierra en cada esquina de sus sueños. 3. Falta de confianza: esto sucede cuando un individuo es traicio-nado, se siente inmundo ante la saciedad, desconfía de los que son y no son, siente culpabilidad, desprecio, miedo, temor al fracaso, en definición: es la persona más triste del mundo, que estando así será imposible ser feliz. — ¿Entonces como hay hombres que si son felices? Resulta que a ellos nunca los traicionaron, oh mejores casos no conocen la culpa, el miedo, no sienten temor con nada. — ¿Tu cómo crees que ese hombre logró superar sus errores? — contesta con otra pregunta—. ¿Crees que fue casualidad? — Quizá, sí —dije agazapado. — Las casualidades no existen. Ese hombre feliz, superó sus erro-res empezando desde abajo, creyendo en él y confiando en sus habilidades. Puedes serlo tú también, pero la vida depende de esos pequeños detalles. Si quieres ser un buen hombre, debes sacrificar muchas cosas. Tienes que aprender a vivir solo. Debes renunciar un millón de amigos si es necesario hacerlo. Una persona que lucha por sus sueños es feliz, olvida a sus malos hábitos, a sus malas compa-ñías, a sus vicios y a todo lo que carece de virtudes. — Pues porque… —me detuve como un niño regañado. Su mirada estaba fija en mis pasos. Cualquier movimiento en falso me podía llevar hasta el fondo. — Toda sugerencia me confunde —dije—. No estoy en contra de tus consejos, todo lo contrario. No estoy preparado para una nueva 108


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vida. Ahora, de un momento a otro mi vida está de cuadritos, es difícil sostener lo que no puedo. No sé qué pensar, tampoco que hacer. — John la vida es así, en el amor a veces se gana y se pierde, pero en medio de todo, hay un problema que domina a la juventud: las relaciones promiscuas. ¿Estamos acaso en un mundo sin civiliza-ción? ¿Qué incentiva a cambiar el sexo por el amor? Los jóvenes en especial, deberían marcar una meta en la vida, y no se dispongas a la corriente sin saber nadar; después de un fracaso no hay vuelta atrás: piensa, medita, un joven para enamorarse de alguien debe conocer mucho a esa persona. Una vez de casados, la pareja compartirán muchas cosas juntos, así que no tomes una decisión apresurada. Es tu vida la que la entregarás a una persona… — Entiendo perfectamente, pero no tengo idea a que te refieres con todo eso. Ni siquiera se de quien se trata. ¿A dónde quieres llegar con todo esto? — ¿Adónde quiero llegar? Tú sabes cuantos jóvenes sufren a diario. Las decepciones les dejas heridas muy grandes, varios de ellos toman medidas drásticas en su vida, se enredan en vicios: drogas, alcohol, prostitución… si tú eres firme con tus decisiones no serás uno de ellos. Tienes que moderar tus relaciones sexuales, no autodestruyas tu vida. Guarda algo bueno para cuando te cases… — Espera, espera —la interrumpí—, no me pienso casar. ¿Re-cuerdas lo que pasó con Nelly? — Sí, lo recuerdo. Por eso —se mostró animada—, no quiero que cometas el mismo error. Por más increíble que parezca una relación, tendrá muchas cosas que analizar, la autoeficiencia de la misma, se muestra a través de: * Una expresión de sentimientos (respeto, fidelidad, amor). * Sensibilidad ante acuerdos de protección, que permitan la se-guridad y confianza de la pareja. * Más influencias sobre los acontecimientos internos que expre-sen la libertad sobre las presiones de la desconfianza. 109


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— Yo a veces creo que no podré cumplir con muchos requisitos. Solo tengo la esperanza viva, que una mujer me acepte con mi pa-sado y mi presente. — Intentamos discutir de tu vida. Jugar contigo, con las demás personas te costará mucho. En esta vida nada es gratis. Si tú te mue-ves en base a tus ideas, fracasarás en el camino. Nadie tiene porque aceptar tus errores, ahora ni el futuro. El proceso de los dos sentidos, (ella y tú) quizás serán afectados severamente, que pueden terminar siendo reclamos y quejas. — ¿Una mujer puede decidir si aceptar o no? Nadie obliga a nadie… — Pero no es así. En la actualidad hay muchas mujeres que sopor-tan: golpes, agresiones, insultos, infidelidades, por hombres idealis-tas. Hay millones de personas que se esconden detrás de sus temo-res, tolerando un sinfín de maltratos por su pareja. — Aún estoy soltero para cumplir con tantos acuerdos —me molesté. — Supongamos que sí, pero normalmente al momento de formar un hogar, pesan las aventuras de tu soltería. Quizá evidentemente — hizo una pausa—, marche de maravilla tu matrimonio, es perfecto para ti, para la sociedad, para tu familia y para todos los seres queridos, ¿cómo se encontrará tu esposa? ¿Pensaste en ella? ¿Qué dirá sobre tus acontecimientos? ¿Puede tener celos de tu pasado, quizás en las noches puede llegar a llorar en silencio? ¿Cómo po-drás simplificar ese dolor que le causaste? No directamente le hiciste a ella, pero llevas contigo ese oscuro y desastroso pasado. ¿Qué te hace pensar que una mujer aceptará tu irresponsabilidad? ¿Pensaste alguna vez en eso? No supe que contestar. Además, mi hermana estaba presta a echarme en cara todos mis acontecimientos de culpa. — ¿Qué te hace pensar que puede humillar a una mujer cuando llegue a ser tu esposa? —continuó—. ¿Burlarse de las demás perso-nas es tu propósito en un futuro? Ese es una de la peor epidemia de nuestros días en el mundo actual, en cada esquina de las ciudades, hay personas prepotentes: son padres de familia, hermanos, amigos, esposos, y millones de jóvenes mal formados profesionalmente, los que día a día, 110


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creen que llegará el momento que otra persona tiene que cargas con sus errores cometidos en la juventud. — No comprendes —moví la cabeza con desacuerdo. — Por lo visto, no te conviene que comprenda. Claro está que muchas de esas razones inmaduras son justificadas por jóvenes resistentes que no quieren enfrentar esa parte de culpa, y evitan responsabilizarse de sus actos. ¿Cuántos dirán soy inocente? — Gracias… por tus consejos. Tengo que descansar —me excusé. Para evitar que reprensiones tan valiosas se transformen en sufri-miento, me puse de pie, declarando sin palabras que la conversación terminó. Reímos, me tendió las manos y nos despedimos con un abrazo. Me retiré a mi cuarto…

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11 LA INVITACIÓN Mayo - 15 Ya no podía más. No podía seguir fingiendo amor a dos personas; no les estaba mintiendo a ellas, era yo quien estaba siendo utilizado por un noviazgo idealizado: en el que solo yo, supuestamente encon-tré felicidad en los primeros días. Esa mentira no era eterna, tarde o temprano se iba a falsear esa mascara, demostrando el verdadero yo, que estaba camuflado en una doble e inmoral vida. El amor que yo me había dado a la idea que era perfecto, me estaba autodestruyendo mi honestidad. Con Leslie era bonito todo, pero había un problema, ella era mucho más diferente que yo. Caminé despacio hasta la esquina, y tomé un autobús que me llevaba sin rumbo alguno. Las probabilidades de concentrarme eran pocas. Todo puse en mi contra y eso estaba acabando conmigo. De alguna u otra forma, nadie más podía cargar con mis consecuencias, eso era un hecho… Después de dos horas, de ir y venir, de esperar, de ver, mi actitud tomaba otro rumbo. Mientras pasaba por la cuidad me sentía más tranquilo como si las cosas fueran a cambiar. El sobrepeso de la presión, poco a poco me daba libertad de sí mismo. Me puse a pensar que el principal problema que rápidamente nos borró la ilusión era, el de no ser compatibles: a ella le gustaba bailar, a mí no; a mí me gustaba leer, a ella no; me gustaba el deporte, a ella le fastidiaba verme sudado; a ella le gustaba preocuparse demasiado, a mí me gustaba hacer de cada tema una alegría; me gustaba expresar-me en público, en cambio a ella le aterrorizaba. Eran cosas pequeñas que a largo plazo nos hicieron desaparecer las pequeñas raíces del amor. Quizás en mi libreto no estaba cambiarla por otra mujer, pero la necesidad aterradora me empujaba a hacer cosas fuera de mi voluntad. Podía ser una relación maravillosa, pero el no tener las mismas cualidades 112


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me destruía. Me encantaba ser diferente, pero no me atreví a perdonar que a ella le moleste mi forma de ser. Llegué hasta una estación del bus, en un poblado de la zona nor-te. En ese pequeño pueblo, para mí todo era novedad. Grandes edificios, lujosas casas, realmente impresionante. Salí presuroso a la calle. Cerca de la entrada recibí una nota volante que indicaba una exposición de arte a pocas cuadras. No perdí tiempo. Emocionado me senté, luego de observar centenares de pinturas artísticas inspiradas en la naturaleza. Toda una cuadra llena de arte. El reloj público marcaba cerca del mediodía. Contento, ilusionado, abordé el siguiente bus de regreso a casa. Casualmente revisaba el diario deportivo. Aproximadamente diez minutos después de salir el bus de la estación, el conductor del autobús no se percata de la luz roja del semáforo. En velocidad se impacta frontalmente con un anuncio público. Todos los pasajeros a bordo resultaron intranquilos. Después de recobrar cierta tranquilidad, me puse de pie inten-tando cerciorarme que todas las personas estén bien. Sentí que unas carpetas caían sobre mis pies. Me agaché de una forma incomoda y apenas logré cogerlas. La reacción del imprevisto accidente, hizo que perdiera desconcertadamente los hechos recientes. Reposaban en mis manos las carpetas de color azul, intactas e íntegras. Volví la cabeza creyendo escuchar gemidos dentro del bus. Aparentemente solo era una falsa alarma. — Gracias por cuidar de mis documentos —dijo la muchacha que compartía el asiento conmigo. ¿Estás bien? —escuché que sonrió. — Sí. ¿Y tú? — Un poco asustada. Levanté la mirada, inseguro de querer ver su rostro. No pude evitar sonreír, luego de encontrarme enfrente de una mujer hermosa. Fácilmente pude imaginarme su estatura. Su cabello negro alborota-do le brindaba un aspecto de adolecente, pero su actitud la convertía en 113


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toda una mujer. — S…soy Samanta —confesó titubeando. — John —le tendí mi mano. Sonrió con la cabeza gacha. Salí caminando del autobús. Me imitó. Físicamente se notaba preocupada. Su evidente confusión la delataba que necesitaba ayuda urgente. Sacudí la cabeza y me esforcé para sonreír. Ella no dijo nada. Ni se movió. Después de un rato sentía que la confianza volvía. Miró fijamente esperando que yo viera su necesidad interna. Seguí caminando. — Necesito llegar a Quicentro del Sur. ¿Cómo puedo hacerlo? Me detuve… Impresionado empezaba a prestar atención a todo lo que había a mí alrededor: grafitis, personas, autos, bicicletas, sobre todo, la am-plia avenida que conectaba a Quicentro sur. — Queda después de tres cuadras —le indiqué con la mano. Llegamos juntos después que me pidiera que la acompañe. Eran las 11: 11 horas de la mañana. Me arrimé en la pared del edificio esperando que sea ella quien tome la iniciativa de despedirse. Se tomó algunos minutos. Miró la hora en su reloj de brazalete, y luego echó un vistazo a su alrededor. Me regresó a mirar. Trataba de decirme algo, pero su desconfianza la hacía retroceder. — Casi es medio día —contuvo la respiración—. ¿Te gustaría almorzar conmigo? Tratando de controlar el exceso de emotividad, caminé hasta quedar cerca de ella. Luego sin saber qué hacer, le insinué que esta-ba de acuerdo. Llegamos al restaurante luego de caminar cerca de media hora, nos atendió amablemente el camarero, cogió la carta de la mesa, la imité. Después de leer el menú, ordené un almuerzo vegetariano, lo mismo pidió ella. Posiblemente si la hubiera invitado yo, de seguro en ese momento me sentiría más en confianza. 114


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Como los dos permanecíamos con los platos intactos, se acercó el administrador del local para preguntarnos si algo nos desagradó. Le dije que no, que todo estaba bien. — Disculpa por traerte hasta acá. No sé qué decirte. Dijiste que tenías muchas cosas que hacer… Sonrió con dulzura. — No —me ganó la mentira—. No era nada importante. En ese instante entró una llamada a mi teléfono. Era Leslie. Para evitar que se interrumpiera el momento en algo negativo, me limité a demostrar mi incomodidad. — ¿Por qué no contestas? —preguntó Samanta. — Es mi novia —declaré—, y no tengo muchas ganas de hablar con ella. — ¿Por qué? — En muchos días entendí, que el placer sexual solo es una tradi-ción mal instruida, que generalmente se basa en la soledad, y si esa soledad perdura no hay comunicación; en general es un sentimiento muy mal tolerado por algunas de las personas. — Hay que tomar en cuenta que el cuerpo se malacostumbra y después no lo harás por un simple placer, la mente te guiará. Reproche o información. — No… solo que… —agaché la cabeza con verdadero pesar— cuando te vi hoy por primera vez, tenía algo planificado que hacer. Supongo que no es nada importante, pero desde hace muchos días me vengo sintiendo mal. Hay muchas personas que confían en mí. En especial chicas jóvenes de mi edad. Pero a todas les fallé. Estoy en una crisis sentimental, dejé escapar el amor por estar con dos mujeres. Bajó la vista y se mantuvo así por un buen tiempo. Después de un rato regresó a mirarme y luego preguntó: — ¿Dos mujeres? ¿Escuché bien? Cuando miré a Samanta me di cuenta que su rostro estaba extrañamente apagado, su encantadora sonrisa se había borrado de su cara. 115


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Me sentí mal por la ingratitud. — Lo siento —susurré apenas. No pude comer más, el apetito se me quitó por completo. Pedí un platillo para llevar, Samanta me imitó. Salimos del restaurante, callados, distraídos y con pocas ganas de seguir hablando. — ¿Y cuantas novias has tenido? —preguntó. Me encogí de hombros, impresionado, algo usual, sencillo, bonito, estaba pasando dentro mí, y era un buen momento para aprovechar-lo. — No lo sé —le contesté—. Soy un ejemplo real, que hasta la vez ninguna. Pienso que las mujeres solas han llegado. Te aseguro que nunca moví una pieza para acercarme a alguien. — ¿Así de fácil contigo? Asentí. — La mayoría de chicas que conozco hacen lo mismo. Practican el sexo de una manera desmesurada. Salen con mis amigos sin cono-cerse. Pasan una y en ocasiones dos veces juntos, intercambian besos, caricias, abrazos y, como todo tiene su final feliz, llega la noche pasan juntos y viva la fiesta. — ¿Eso me incluye a mí? —preguntó a la defensiva—. Me refiero a tu comentario. — No por suerte, apenas termino de conocerte. Sonrió para devolverme confianza. — La mayoría de jóvenes usan el sexo como algo usual, no miden las consecuencias futuras, dejan que las relaciones se le conviertan en algo básico, primordial, que llegan a creer que depende del sexo. — ¡Caray! Ha veces el sexo ayuda a liberarte de muchas casas. — Eso no puede ser posible, el sexo clandestino solo es una droga más. Todo en exceso es dañino. — ¿Nunca has tenido sexo? Sonrió, pero no dijo nada. — ¿Eres virgen? —le pregunté. No pudo evitar sentirse cuestionada por mi falte de educación, actué 116


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como si ella me hubiera brindado demasiado confianza. — Sí —contestó. — ¿Bromeas? —le dije con una sonrisa entre dientes—. Es difícil de creer. — Es verdad —confesó—, aunque en teoría conozco mucho. Cuando mis amigas frecuentaban mi casa, aprendí a escucharlas. Claro no tenía otra opción, escucharlas y escucharlas por largas horas. No lo niego, era divertído, aunque a veces la plática me cau-saba repulsión, me agradaba. Solo nosotras, en mi cuarto, ellas contaban sus historias, sus aventuras amorosas, y cosas así. Incluso tenía una amiga que… —dudó si seguir hablando— por muchas razones me alejé de ellas. Tú deberías hacer lo mismo, buscar nuevas personas, que te hagan ver las cosas diferentes, si el grupo con quien compartes tus momentos de amistad tiene buenos hábitos, tú te alimentarás de ellos. Piensa. Llegarás a ser lo que quieres ser en la vida… — Espera —la interrumpí—. ¿Tenías una amiga qué? Se mostró desanimada, en desventaja con el tema que tenía que abordar. Basta con imaginarlo le causó cierta desazón. — La conocí en la universidad —declaró—. Era una excelente persona, su nombre es Amanda, tiene un año más de mi edad. Una noche en una conferencia de prensa me la presentó una compañera. Pasaron varios días, luego se reunieron en mi casa para hacer un trabajo juntas, y después de todo se mostraron animadas, compla-cidas por el logro obtenido en la investigación, compraron champa-ña, después nos pusimos a hablar un poco más de nuestra vida íntima. Mi amiga estudia Auditoria en Empresas, para decirte la verdad es una excelente estudiante, pero después de un tiempo desapareció. Los rumores decían que se fue a vivir con su novio. En ese instante llamaron al teléfono de Samanta. Contestó y dijo que era del trabajo que se tenía que ir. Se despidió, pero aseguro que seguiríamos hablando otro día. 117


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Durante la siguiente semana no supe nada de Samanta, era posi-ble saciar la curiosidad de su exsitencia. Ella a la vez no se había comunicado conmigo, ni tampoco lo había hecho yo. En esa tarde llamé a su casa, como lo esperaba me contestó ella. Se sorprendió de recibir mi llamada. Sentí que no se alegró, más bien me dijo que no esperaba que le llamaría, que ella había estado intentando hablar conmigo, pero que en mi casa solo contestaba la operadora. Desde ese día, las cosas fueron mucho más fáciles entre nosotros. Habíamos hablado de muchas cosas, pero solo por teléfono así que decidimos vernos. Junio 16 Salí temprano del trabajo, caminé de prisa, pero a la vez contan-do mis pasos. Me sentía emocionado, ligeramente feliz, la oportuni-dad de seguir adelante se levantó sobre mí, cuando más caía apare-ció mi nueva amiga. Sentía una gran deuda con ella, la naturalidad de mi alegría era diferente, me hacía sentir vivo de nuevo. Unos pasos antes de llegar me detuve a observarla por el vidrio transpa-rente a ver si se encontraba el sitio acordado. Hice una reservación para dos personas, y quedamos con mi amiga que llegaré a verla en ese lugar, también pedí al encargado del local que hiciera algunos arreglos en nuestra mesa. En ese instante la silla estaba intacta tal como acordamos y, también estaba vacía, eso significaba que Samanta aún no llegaba. No pude evitar sonreír, a primera vista era una cita, por lo que estaba cayendo en otra provocación. Me apreté la cabeza para recuperar la claridad de mis pensamientos. Recorrí con la mirada el local. Se acercó un camarero a la mesa reservada, se encontraba muy distante de la multitud. Miré ligeramente el perímetro, pero Samanta no se encontraba, regresé a mirar al camarero; instaló unas luces con un tono de claridad muy romántico, luego trajo un ramo de rosas de color rojo y cuatro ramos pequeños en los que contenían violetas, margaritas y claveles, después su servidor trajo con una canasta de chocolates de algunas variedades, una 118


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botella de vino, dos copas. En realidad era una locura. Me desconcentré por un segundo. Di la vuelta con extrañeza, de reojo creo ver que un joven camarero guiaba a una señorita muy elegante con dirección a la mesa. Me froté los ojos creyendo que era una fantasía, pero no. En realidad era mi amiga. Estaba más hermosa que elegante; vestía impresionante, nunca me imaginé que en reali-dad era así. Llevaba puesto un vestido de color verde en forma de sirena, con un escote en su espalda, con un abrigo de color beis colgaba de su brazo, y en la otra brazo llevaba un bolso de mano. Su reacción fue de asombro. Sus gestos, su sonrisa era la causa de la emotividad. En mi trabajo me iba bien con las ganancias, me sentí privilegiado de poder darle y ofrecerse una cena muy especial a mi amiga. No era coincidencia que me encuentre en ocasiones simila-res, sin embargo, esta vez era algo único, especial, nada me detenía ni nada empujaba, así que actué con naturalidad y entre para reunir-me con ella. Al llegar me di cuenta de lo bien que sentía verla desde cerca. No era más simpática que Leslie, pero si más hermosa. Me detuve unos pasos antes de llegar. No era una forma usual para mí, compartir la mesa con una invitada de una categoría diferente. Era curioso la admiración y el respeto que por ella sentía. Su pre-sencia me imponía límites, era el hombre que utilizaba métodos donde una mujer no fácilmente se podía escapar de mis atributos, pero esta vez, mis intenciones eran diferentes. Me tomé mucho tiempo para recuperarme de todos recuerdos repasados. — Hola —le dije de una manera espontánea. Ella me devolvió el saludo con alegría, entusiasmo y con un breve toque de sinceridad. Luego me invitó para que me sentara con ella. Pasó dos horas de prisa, y, me daba cuenta que estar con ella me hacía bien, nada me impedía hablar libremente, con seguridad y confianza. Todo era diferente entre nosotros, no existía más que seguir siendo amigos. Nos levantamos de la mesa para salir. Me tomó del brazo, por primera vez me sentí como un caballero, era obvio que una dama caminaba junto 119


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a mí. Ligeramente me sentía impresionado. Llegué a pensar en ese momento que el pasado no podía regresar conmigo, no quería se-guir pensando en eso. Después de todo no quería arruinar el buen momento con mis oscuras historias. Actué natural como si nada pasaba por mi mente. No estaba en comenzar una relación con Samanta, lo único que me unía a ella era: el respeto y la confianza. — Gracias por aceptar la invitación —le dije apenas abordamos a la calle. Sonrió. — No —contestó—, la agradecida soy yo. No tengo palabras. Cuando te conocí tuve otra impresión de ti. Nunca pensé serias sen-sible. No es popular encontrar en un joven de tan poca edad, una persona con buenos sentimientos y propósitos, tú sabes que los caballeros, sin generalizar, pero están desapareciendo. — ¿Propósitos? —me chasqueé la lengua. No podía ser posible, a todas las personas que confiaron en mí, les fallé. Mi único propósito era el de no seguir haciendo lo mismo. — Te confieso que no es lo que parece —casi me muerdo los labios—. Mi mejor amiga y mi hermana me dicen que soy un enfermo sexual. — ¿De qué eres enfermo? Me froté el cabello angustiado. Mi historia era un caso de extre-mo, no necesitaba que alguien lo viviera para entender de la grave-dad que es ser el protagonista de un libreto, donde solo habla de sexo, seducción y conquista. Donde todo se lo practica de una forma clandestina. — Pienso que puede tener razón, como también no. No creo ser un pervertido, como te comenté. Todos los jóvenes hacen lo mismo y, además no solo a los jóvenes nos atrapa esta revolución, ocurre con doctores, futbolistas, artistas y más personas. — ¿Y eso te da derecho a pensar así? Me negué a contestar su pregunta, aunque conocía la respuesta. 120


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— ¿Es verdad lo de las dos mujeres? —pregunta Samanta, y se responde—. Es increíble. — Sí —hice un pequeño movimiento y me liberé de su brazo. Estábamos junto a un banco de madera público, añadí con gra-vedad: — Por favor ¿puedes sentarte? Obedeció despacio, cargada de expectativa y ansiedad. Era la primera vez que la invitaba a dialogar así. Me consideraba un hombre práctico de pocas palabras, no dudé mucho en hablar. Fui directo a lo que tenía que confesarle, sin darle a ella tiempo de reaccionar. — No solo hay estado con dos mujeres. Antes de ellas, conocí a muchas más. Desde el día en que apareciste tú, mi vida ha cambiado —confesé— de una manera extraña, pero creo es importante. No tengo intenciones de pedirte que seas mi novia, solo necesito tu amistad. ¿Sabes? Mi corazón está destruido, destrozado y olvidado. Yo no sé si después de todo, aún quieras tener un amigo con mi descripción, mi corazón me grita desde lo más profundo que conti-go sea sincero. No te miento, siempre habló con la verdad, solo que esta vez, me siento diferente. Ligeramente se quedó con la vista perdida. Mi rápida confesión le causó gran desacierto, la percepción del peligro al que yo había estado sometido durante años, a ella la dejó sin palabras. — Por favor. ¿Quiero escuchar todo? —dijo después de un rato. Sonreí. Al menos estaba seguro que podía seguir hablando. — Las aventuras con peligro —continué—, eran las que me ha-cían perder la cabeza. Te confieso que no solo una vez hay tocado fondo. Tal vez no se trate de que todo sea un pasado incierto, pero para las personas que piensan diferente, sí. No generalizo. En este mundo conocemos diferentes clases sociales. No tengo idea en cual estoy. No tienes idea, cuánto me siento culpable por mi actitud. — ¿Pero me hablas de tu pasado, oh ese es tu presente? De manera que mi nueva amiga le interesaba saber de mi vida. Actué bajo esos límites alegres, poseído por la naturalidad de la ocasión. En 121


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el fondo de mi ser albergaba una tristeza y esa era la oportunidad de gritarle al mundo lo abatido que estaba. — En parte de mi pasado, parte de aquella historia del pasado, vi-ve en mi presente. Para no parecer misterioso en tu presencia, eso es lo que me tiene mal. — ¿Y cómo haces para hablar con las dos chicas? — No hablo con ellas —confesé—, hay evitado todo contacto. Aunque no lo creas, hay optado por poner reglas en mi vida, lo ven-go intentando desde tiempo atrás, pero no lo hay logrado. La tarde era muy fría. De modo que estar en el parque no era una buena idea. En ese mismo momento empezó a llover, no muy fuer-te, pero no dudamos en buscar un mejor refugio. — ¿Tienes novio?—le pregunté con serenidad. — No… No —titubeó—. La última vez que estuve con una perso-na no me fue bien. Nuestra relación estaba muy lejos de ser una relación constructiva, por eso terminé con él. En un principio si me dolió, pero cuando me di cuenta que era lo mejor, poco a poco lo superé. ¿Recuerdas del tema pendiente de mi amiga? — Claro —sonreí—, como podría olvidarlo. — Mi noviazgo terminó por dos razones. Amanda mi amiga la que te hablé la última vez, ella me presentó el joven. Eran muy buenos amigos. Estuve un año con él, pero —se detuvo— es en ese entonces, mis amigas y Willy me empujaban a tener relaciones. Yo no estuve de acuerdo, y sentí que se molestaron. — ¿Willy? —la interrumpí. — ¿Lo conoces? — No creo —desmentí—, solo que me parece conocer a una per-sona con ese nombre. Un recuerdo me hizo estremecer. Era el joven del automóvil, que llegaba tarde a tarde a ver a Leslie, pero de seguro no era el mismo, me negué a afirmarlo. — Esa fue la primera razón por la que terminamos —dijo—. La 122


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segunda razón me hizo conocer el dolor de cerca… —dudó si seguir hablando—, bueno mi amiga y Willy declaró que se conocieron cuando Amanda estaba en su trabajo. Samanta bajó la cabeza, un minuto que pareció eterno. Cuando levantó su mirada, había un gesto de tristeza, pero con un toque de serenidad. — ¿Y tu amiga Amanda? —pregunté confundido—. ¿Por qué el misterio con ella? — Ese es el tema del que no me gusta hablar. No soy nadie para criticarla, bueno tampoco lo hago. Tal vez al principio juzgarás a mi amiga, pero después comprenderás que el pasado no se puede bo-rrarlo nunca. Me quedé viendo la expresión triste de su cara. En ese momento estaba cayendo en cuenta que no conocía parte de su vida. Hasta entonces comprendí, que cada persona tenía un pasado diferente, aunque causado por los mismos errores de jóvenes. — Hay muchas cosas que desconocemos de nosotros —comenté. — Estoy de acuerdo contigo —admitió—. ¿Sabes? Fue muy duro para mí, saber que mi ex novio no era la persona que esperaba. Amanda decía que conoció unas amigas antes de conocer a Willy. Ocasionalmente se quedó sin trabajo por razones de la vida, y se fue a vivir a un lugar más pequeño y de menos lujos. Era un gran edificio, donde la mayoría de personas que vivían en ese lugar eran mujeres y de una edad joven. Luego conoció dos chicas, ellas le ofrecieron apoyo mientras ella buscaba su estabilidad. Pasó poco tiempo y se mudó a vivir con ellas. Una noche la invitaron a salir. Comentó que fueron a un lugar muy bonito, le comentaron que su trabajo era bien remunerado y que ellas por el dinero no se preo-cupaban. Según ella, esa fue la primera causa de impresión. Des-pués de unos días se sorprendió de ver que sus amigas, no en realidad le estaban diciendo la verdad, que las amistades con las que ellas compartían eran de una clase media hacia arriba. En una madrugada, luego de regresar a la casa, le causo curiosidad. Se llenó de valor para poner en marcha el tema de hablar con sus amigas, y preguntarles qué 123


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mismo eran en realidad. Creo recordar que una de sus amigas, su nombre era Katya. Es ella quien inicio la conversa-ción, le comentó sobre una pagina.com, en las que ellas laboraban desde un tiempo atrás. Amanda después también trabajó, ahora no sé a qué se dedica. ¿Quieres que te siga hablando? — ¿Por favor?… — El trabajo operaba de una manera que a primer orden involu-craba la tecnología —explicó—. Primero ponían un anuncio en una página de internet, luego vía teléfono, mediante una cita directa con el cliente. Ellas ponían el precio por el servicio, incluía acompa-ñamiento, masajes de relajación y servicios sexuales, Amanda era una prepago. Por varios minutos no pudo decir nada, yo quise darle una frase de aliento, intentando que vea, que al final de todo no estaba sola, y lo que pasó con su amiga ya no tenía pie atrás, pero no pude hacerlo. Me quedé sorprendido por un concepto que nunca me hubiera imaginado, que sería ella quien me lo podría contar. Me sentí muy tenso, pero con unas enormes ganas de seguir hablando. — Nunca entendí, y tal vez nunca lo entenderé. ¿Por qué hay mujeres que venden su cuerpo? Tal vez tenga razón, a veces creo nadie lo quiere entender, ¿habrá razón?… Hoy hay quedado más confundido que nunca. Y yo quiero volver y preguntar, ¿por qué la mayoría de hombres nos gusta el sexo de una manera peligrosa? — Cada día elijo lo que quiero vivir, y ese es un tema que me hay puesto a analizar a solas —su voz suena entre dulce y autoritaria—. ¿Por qué mi amiga lo hizo? La respuesta más cercana que hay obtenido es que esos encuentros íntimos “peligrosos” suceden cuando una persona llega a un cierto límite, donde no puede más, es cuando necesitas desahogarte, necesita desesperadamente morir para empe-zar a vivir de nuevo, pero que ocurre: muchos jóvenes eligen el camino equivocado porque no tienen idea que quieren, no tal vez necesiten tener sexo, es un tanto como querer convivir con alguien, pero hacer eso es muy riesgoso; con el pasar de los días, muchas personas sientes ese deseo más 124


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profundo, ese deseo se convierte en más real. A partir de ahí comienzan las relaciones, exceso de citas, atracción química de un cuerpo, y creo que lo mismo ocurre con las personas que hacen negocios con sus cuerpos, aunque algunas lo hacen por dinero, oh en ciertos casos por preguntas frecuentes no contestadas. — ¿Tu ex novio y tu amiga se conocieron así? — Sin lugar a duda. — Impresionante —la miré con cierta destreza—. ¿Y tú qué pien-sas del sexo prematrimonial? — Estoy en total desacuerdo con los jóvenes que lo practican. La realidad está, aunque fuese una palabra prohibida que nadie osaba pronunciar, que nadie quiere enfrentar, libertinaje, que hoy en día está transformando a la juventud en esclavos sexuales… y de tanto convivir sexualmente con las personas, hay mucha gente que llega a la conclusión que pueden utilizar al sexo como cualquier otra droga: para huir de la realidad, para olvidar los problemas, y después de encontrarse en tantas aventuras, no les importa nada hasta que se casan, aunque antes de eso, primero: no son bien vistos por la sociedad, segundo: son presa fácil de ser promiscuos, tercero: el problema está en los problemas psicológicos que guarda durante su vida. Yo especialmente considero que después de tener cientos de relaciones, nadie puede ser feliz. — Bueno somos seres humanos, débiles ante las tentaciones, pe-ro estoy de acuerdo que lo mejor sería regalarle a la pareja, en el momento de casarse una dignidad por sobre todo. Cuando de joven no se piensa en eso. Me quedé observando la amplia avenida a lo ancho y largo de unos cien metros; entonces me encontré con algo verdaderamente peligroso, algo extraordinario que no era normal… y era de espe-rarse… Nelly en cualquier momento iba a aparecer en un momento menos indicado. Y esa vez apareció, con su hijo colgado del brazo.

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12 LA VIOLENCIA Unos pasos antes de llegar se detuvieron. Las cosas se me esta-ban presentado de una manera incomoda… Era bueno saber que estaba ahí, pero a la vez daba miedo. Samanta me regresó a mirar sorprendida, ni siquiera se imaginaba lo que por mi mente estaba pasando. — Hola John —me saludó la recién llegada. Lo mismo hizo con mi invitada. Curiosamente su actitud era extraña. La miré a la cara sin contestar nada, y en la parte posterior del labio, estaba la piel de otro color. La sangre se había coagulado en el rostro. Me acerqué lentamente, como lo imaginé, ella intentó ocultar la marca. — ¿Qué te pasó? —le pregunté. — Nada. Jugando con el niño me golpeé. — ¿Por favor, me dejas verte? — No —dijo haciendo un movimiento brusco—, estoy bien. Se alejó unos pasos, lo hizo de una forma natural. Levantó su ca-ra, y en su mirada había algo extraño, no estaba enojada por encon-trarme con mi amiga, más bien era preocupación. Me acerqué, ella se movió queriendo escapar. — ¿Qué te ocurrió? —insistí. Me moví atrás de ella como impulsado por un resorte. — El papá del niño, ¿verdad? —me aclaré la garganta. — Es un demente, quizás porque no quise acostarme con él, me golpeo anoche… La sangre se me subió a la cabeza, pero poco a poco los recuerdos de mi vida con ella, redujeron mi molestia a casi nada. De segu-ro yo también era responsable. La abandoné cuando de seguro más me necesitaba. Ella sola, sin protección, pasando duros momentos. Me sentí triste. — ¿Quiero ayudarte? —declaré inconforme. 126


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— Gracias, pero… —su voz se quebró y echó a llorar abiertamen-te. No pudo continuar más. Pensé en acercarme y darle un abrazo, pero no pude hacerlo, la presencia de Samanta me lo impidió. Me di la vuelta contando los pasos. Me detuve esperando algún comentario, al menos yo, en ese instante, me estaba esforzando más por tener idea que hacer, que por comprender lo ocurrido. — ¿Puedo hacer una sugerencia? —preguntó Samanta. — Sí. Adelante. — Perdonen por intervenir en sus problemas, pero no está bien que maltraten a Nelly porque no se quiera acostar con una persona. Todos sabemos que ese un doble abuso: maltrato físico y maltrato psicológico, además acoso sexual, que puede tener grandes conse-cuencias en la vida de ella a futuro… Es un delito penado por el estado, el maltrato a las personas, por mínimos o grandes que sean los golpes, el problema será el mismo. Lo tienen que denunciar… — No… —se adelantó Nelly de una forma alarmante—, no podemos denunciarlo, él no se tiene la culpa —se aclaró la garganta para evitar que se le quebrante la voz—. Yo soy la culpable. Sonreí con total desacuerdo. — ¡No, eso no puede ser posible! Ah muchas mujeres maltrata-das les ocurre lo mismo —explicó Samanta mientras se acercaba a nosotros—, cuando una mujer es maltratada constantemente, pierde control de sus decisiones. Su pareja se vuelve manipuladora y controla todo, y en esa revolución es posible que aprenda a amar al agresor y sentirse culpable de actos ajenos —regresó a mirar a Ne-lly y se dirigió a ella—. No puedes dejar pasar por alto, una agresión física, no puedes permitir que una persona te maltrate. Un hombre o una mujer tienen iguales obligaciones, iguales derechos. Amiga eres joven, linda e inteligente, sé que me entiendes, no tienes por qué sentirte culpable por algo que tú no has hecho. Solo se puede tener compasión de una persona así, estando verdaderamente manipula-da… quizá hoy será un golpe, ¿mañana que te podrá hacer? ¿Tal vez cometa una locura? Incluso puede obligarte a tener 127


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sexo con él. Y estoy segura que el problema viene desde muchos años atrás, y tú nunca hiciste nada para defenderte. Escucha con atención. ¡Es importante! En cuanto un agresor tiene el control comienza a tratarte mal, busca violencia en todo, cualquier excusa es perfecta para gri-tar, pelear, y hacer de la otra persona un teatro de maltrato. Después se vuelve una persona detestable, aburrida, ingrata; luego no se conforma con nada. Amiga estas a tiempo de extirpa de raíz el problema, no lo alimentes más, eso podría ser fatal para tu futuro. — Estando con John me daba problemas —se agachó Nelly—. Es verdad: es un desgraciado manipulador, idiota, de diferentes maneras he tratado de que me deje tranquila, todo es inútil. Regresé a mirar a mi invitada y parecía que estaba al borde de comprender, pero sin atreverse aún… — También es responsabilidad de ustedes —finalmente agregó Samanta después de un rato—. Si ustedes me lo permiten, yo puedo ayudarlos. Mi primo es abogado, hablaré con él... ¿Qué dicen? Intercambiamos miradas con Nelly, pero ninguno de los dos con-testó nada. Era algo nuevo, novedoso que no lo hubiera esperado. Una mujer desconocida con deseos de ayudarnos. — Por el dinero no se preocupen —continuó—, asumiré yo los gastos. Además —sonrió de una forma espontánea—, John se portó muy bien conmigo la primera vez que nos encontramos, ahora que ustedes necesitan ayuda, puede ser una buena oportunidad para hacerme presente. No podía aceptarlo. No sabía si era dinero lo que yo necesitaba. Nelly bajó la cabeza, apenada por lo que terminaba de escuchar. Trató de decir algo, pero sus palabras no se dejaron escuchar. — No —respondí irritado, sin medir mis palabras—. No necesito dinero, el gasto puedo asumirlo yo. — ¿Por qué? Me encogí de hombros sin ganas de seguir discutiendo. Después de una larga conversación, de discuta, llegamos a un acuerdo. 128


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Fuimos a la comisaria. Samanta nos acompañó. Caminan-do lentamente subimos las gradas del edificio. Entramos a una ofici-na enorme, nos atendió una mujer de aproximado treinta y cinco años de edad. Le comenté lo sucedido, luego le pregunté cómo nos podían ayudar. — Me alegra que vinieran —dijo la mujer con una sonrisa gene-rosa—, día a día los agresores ganan terreno. Es la decisión más sabia que tomaron, ustedes saben que una persona no solo puede ser maltratada físicamente, también recibe maltratos verbal y psicoló-gicamente; después usan a la ex pareja como un objeto desechable, que pueden tomar, abusar, y desechar cuando se cansan… debido al sexo aventurero, que después de acostarse una vez, de volverse amantes, compañeros en la cama, se sienten con pleno derechos sobre la persona maltratada. Para esa persona que abusa, el deseo sexual será su peor pesadilla, que necesitas desesperadamente, eficiente, profesionalmente, acudir a relaciones promiscuas. — ¿Y usted que tiene conocimiento en estos problemas, cuál cree que sería la causa para que un individuo reaccione así? —le pregunté. — Para saber lo que en realidad le afecta a una persona, primero le hacemos una evaluación. Es difícil de asegurar un problema que se origina por diferentes factores... — ¡Diferentes factores! —la interrumpió Samanta—. ¿Ha que se refiere? — Antes de no evaluar el individuo nosotros no podemos detallar nada al respecto. Hay hombres y a la vez mujeres que el problema vive con ellos desde su infancia. En el momento de que son niños; hay parejas que discuten frente a sus hijos cuando pequeños, y eso les causa rupturas profundas; en su cabeza vive la violencia para siempre. Hay otros indicios que aseguran que también proviene del tipo de amistades; de las personas que son celosas, de la infidelidad, la traición, el engaño, las violaciones, maltrato infantil. Todos estos son parte activa para que una persona se pueda volver agresiva y violenta. — ¿Y se puede tratar aquel problema? — Sí, pero hay que destacar algo importante. Cuando es un problema, 129


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se puede dar un tratamiento que será difícil, y depende de que la persona que tiene el problema acepte que se encuentra en un estado crítico. Es difícil decir que la rehabilitación no es exitosa del todo, apenas el agresor tenga la oportunidad lo volverá a hacer si no trata de rehabilitarse por sí misma. Hay un grado psicoterapéutico que estudia a fondo el problema y, siempre hemos tenido el mismo resultado. El agresor recae. Si ustedes tienen amigas, amigos, que sean maltratados, el mejor consejo que les pueden dar, es que se separen de su pareja. En esta ocasión no hablamos de un vicio, es algo mucho más fuerte que eso. — ¿Y cómo podemos hacer para que Nelly no reciba maltratos de su ex pareja? —pregunté. — En la institución todo trámite es gratuito —explicó—, depende de la señorita, denunciarlo para que no pueda seguirla agrediendo. Nosotros somos una institución de protección a las personas des-protegidas, pero necesitamos de su ayuda, de la colaboración de la persona maltratada. Aquí les ayudamos con tratamiento a las pare-jas, a personas solas, y todos los que necesitan, tratamos de que no haiga más divorcios, muertes, violaciones… — Ella vive sola con su niño —intervine—. Su ex esposo es casado con otra mujer. — Es muy fácil lo que vamos a hacer. Le vamos a dar una boleta de auxilio, donde el denunciado no se puede acercar dos cientos metros a su alrededor. No podrá volver a tocarla a usted, ni ver a su hijo hasta que cambie de conducta. Usted contará con la protección necesaria. Si luego ocurre algo similar tomaremos cartas en el asun-to. En este caso si la vuelve a agredir su ex pareja, tendrá que ser intervenida por las autoridades donde se le podrá dar de tres a seis años de prisión por maltrato físico. Todo salió con éxito en ese día; Samanta no tuvo que intervenir con su dinero, tampoco su primo con el conocimiento. Día a día me comunicaba con Nelly a ver si se encontraba bien. La buena noticia fue que, desde ese día cambiaron las cosas para ella. Su ex pareja no volvió a 130


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agredirla durante los siguientes quince días.

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13 CONFIDENCIALIDAD, AMOR Y RESPETO Julio 01. Fue el último día que hablé con Nelly. Su familia estaba en otra ciudad del país, le ofrecieron un trabajo y ella aceptó. Desde ese entonces no volví a saber nada de ella. Lo único que le pedía a Dios que los lleve con felicidad hasta su destino, y que cuide de ellos siempre. Por una parte se terminaba un problema, pero para mí, las cosas no cambiaban mucho. Repentinamente recordé a Leslie. Desde muchos días atrás no sabía de ella, pero estaba seguro que en cualquier momento la tenía que encontrar. Con todas mis torpezas, a veces parecía resignarme a ser infeliz. Necesitaba algo especial para salir adelante, en ese ins-tante apareció. Momentáneamente llamaron a mi casa. Dejé que sonara algunas veces el aparato, pensé que sería otra de esas de esas llamadas in-deseadas. Sin ganas de hablar contesté: — ¿Bueno? — Soy Samanta —su voz se escuchó lejana. Al escuchar su voz, me invadió la alegría. No lo podía creer. — ¿Estás bien? —le pregunté. — No John. ¿Te parece si nos reunimos? Anoté la dirección y salí de mi casa con enérgica decisión. Al encontrarla minutos más tarde, nunca me imaginé verla en ese estado. Frente a ella caminé despacio. La saludé con poca emo-tividad. La alegría de encontrarla se me había reducido casi a nada. Su rostro estaba pálido. Su imagen era muy diferente. La bella y hermosa mujer que yo conocí, en ese momento no era ni la media parte. — ¿Tendrías la gentileza de decirme que te pasa?... ¿Por qué me haces preocupar? ¿Tienes algún problema? 132


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— Es por eso que decidí llamarte, necesito hablar contigo. Asentí, insinuando que podía comenzar. — ¿Recuerdas a Willy? — Por supuesto —me froté los ojos—. ¿Apareció? Sonrió con tristeza y me tendió una mano. Me acerqué y la tomé para acariciarla. — Hay un pequeño problema con mi familia. El día que acompañamos a la señora Nelly a la comisaria. Cuando regresaba a mi casa, encontré a Willy —hizo una pausa—, conoce la casa de mis padres. Insistió muchas veces en hablar conmigo. Accedí por respeto, pero nunca me imaginé sus intenciones. Luego de unos minutos intentó besarme. No me dejé. La verdad estaba como loco. Salí corriendo, me siguió hasta mi casa y empezó a gritar en la acera. Salió mis papás, mis hermanos, fue el escándalo del siglo. Desde ese día cam-biaron las cosas en nuestra familia. Mis padres piensas que yo aún estaba con él. Traté de explicarles que no sé nada de su vida. No confían en mí. No les doy la razón de estar enojados conmigo, a veces creo que sí la tienen. Willy dijo tantas incoherencias… —se detuvo. — No es suficiente planear de antemano el propósito vital. La vida es una verdadera aventura, llena de sorpresas —comenté. — Bueno —suspiró—. No tengo idea como enfrentar el proble-ma. Desde esos días en casa de mis padres, todo es incomodó para mí. En mi familia no se ha permitido nada de aquello. Mi papá es demasiado estricto. No puedo llegar tarde, luego él me espera con sus palabras de papá perfecto. Ahora con todo eso, mi imagen para ellos está, sobre el piso. Me quedé callado e inmóvil por un momento. Nuevamente me sentí pequeño ante lo inesperado. Levanté la cabeza, por un mo-mento. Fijé la mirada en un paso peatonal que estaba frente a mí. De reojo creo ver una mujer de algunos veinte y cinco años aproxi-madamente, de la distancia nos saludaba con una seña. — ¿Samanta la conoces? —pregunté. 133


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Retrocedió sorprendida cuando la vio. Se levantó y en vez de ha-blar, la llamó para que venga con nosotros. Tal vez sin darme cuen-ta ese fue el momento decisivo de mi vida. — ¿Samanta por qué haces eso? —insistí. — Es mi hermana —dijo en voz baja. Me apreté la cabeza. Tenía miedo a los problemas que me imagi-naba en medio de otro. Esta vez con personas diferentes. Observé por unos segundos el accionar de Samanta, creí que se preocuparía, pero no, todo lo contrario, se notaba la felicidad de ver a su hermana. Apenas se encontraron se saludaron con un fuerte abrazo. — Ella es mi hermana Ximena —dijo con evidente entusiasmo—. ¿Ven te la presento? Me acerqué con mucho cuidado, a la vez atemorizado, de seguro la hermana de Samanta me recriminaría con su mirada. Era joven aún, tenía tres o cuatro años más que mí. Más aún, podía ser capaz de cuestionar seriamente mi presencia. — ¿Por qué te preocupas John? —me preguntó la aparecida—. Mi hermana me habló mucho de ti. — ¿De mí? —titubeo—. ¿Sobre qué? — De un buen amigo que conoció, el día que la muerte estaba sobre ella. Reímos estrepitosamente. — Pues estoy sorprendido —me detuve… — John le platiqué algunas cosas sobre ti, a mi hermana… Discúlpame. — No te preocupes. Estuvo bien. — Samanta tiene problemas —comenté—. ¿Por qué no la ayuda? No sabía si ella estaba enterada. Podía estar equivocado respecto a eso. Tuve que controlarme sobre el impulso. Movió la cabeza. Regresó a mirar a Samanta. — Discúlpame, no te quería preocupar —Samanta la abraza a su hermana—. Hay un problema en nuestra familia. Como tú sabes decir, un muchacho es capaz de hacer cualquier cosa por sentirse querido y 134


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aceptado. Nuestros papás están enojados conmigo. Willy, llegó hace unos días. Hizo de las suyas en el patio de la casa… — ¿Qué dijiste? —la interrumpió dando un salto—. ¿Willy?... Lo que era de esperarme. ¿Por qué demoró tanto tiempo? — Es lo mismo. Tampoco tengo idea —contestó Samanta—. Yo no estoy dispuesta a jugar a la relación que no existe. Apostaré a ganar, si llegó a comprometerme con algún chico. No tengo prisa, sé que en mi camino alguien me está esperando. No tengo idea de quien se trate, no lo conozco, pero no lo defraudare. Sé que será bueno, humilde, y estoy segura que vale la pena esperar. — ¿Y tú qué piensas del ex novio de Samanta? Hice una pausa para considerar si era o no coherente que inter-venga. Tenía tantas razones importantes que debía tomar en cuenta antes de dar mi opinión. — Dicen que la obsesión es una de las causas que lleva a un joven a tomar medidas que pueden cambiar su vida. — Estoy de acuerdo —admitió Ximena—. ¿Y cómo te han tratado en tu vida sentimental? — Bien —mentí para no seguir siendo interrogado. Me senté en un muro de piedra, ensamblado por esas ensenas inciertas del ayer, el que yo lo viví a cada segundo. La presión inter-na empezaba a posesionarse de mí. Me froté los ojos en son de desacuerdo con mi actitud. De pronto un pensamiento me hizo vol-ver a la realidad. Ximena no estaba al tanto de los problemas que provenían de la casa de su familia, ¿cómo era posible qué este con nosotros?... Eso tenía una sola respuesta y una sola persona me po-día contestar. — ¿Me puedes explicar cómo llegó tu hermana hasta aquí? —le pregunté a Samanta acercándome a su oído. — Hablé con ella para que viniera hoy que nos encontraríamos. Tal vez no debía hacerlo. Espero comprendas. Inhalé hondo. Me puse de pie, Samanta a su vez hizo lo mismo. Esa mujer de cabello claro, me inspiraba confianza. 135


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— ¿Sabes?... Soy la novia de Carlos —Ximena confirmó mis dudas—. ¡Tu amigo! — No —murmuré—, nunca se me había ocurrido pensar eso. Realmente el mundo era pequeño. ¿Quién lo podía creer? — ¿Entonces —pregunté— pensaban conocerme algún día? — Sí —se apresuró Samanta en responder—, estaba planificado. Hace unos meses estaba en la casa de mi hermana, justamente llegó Carlos. Nos habló de sus amistades, y nos indicó unas fotos y resaltó que eres su mejor amigo. No me equivoqué. Cuando te vi en el autobús, creí reconocerte, pero no me atreví porque temía estar equivocada. La sorpresa personal me hizo cerrar los ojos. Eso aclaraba todas mis dudas. Me froté fuertemente la cara para poder recuperar la claridad de la vista. Para muestra de todo eso, las evidencias eran totalmente verídicas. Ese minuto era algo muy poderoso, más sublime, más perecedero que una cita común y corriente. Samanta era toda una mujer; su madurez, su endereza, su fuerza espiritual me dejaba asombrado: su inteligencia, su actitud me de-jaba sin habla. En cuanto a Ximena no podía hablar mucho de ella, pero: su elegancia, su respeto, su forma de vestir, describía mucho lo que ella podía ser… Su imagen, su carisma, su naturalidad, demos-traba su excelencia como persona. No obstante el futuro prometía grandes cosas. La felicidad, la eu-foria del momento, seguidamente fue invadido por el recuerdo de Leslie. No tenía noticia de ella. Siempre estaba huyendo. Esa era la palabra de yo arreglar mis problemas, huir. No pude evitar rememorar los días que pasé junto a ella, en parte tenía buenos recuerdos, por otra parte solo era un pasado lleno de misterios. Contaban nuestros buenos pensamientos, pero al final de todo lo que servía eran los hechos. A base de ellos yo podía pro-nunciarme. — ¿Qué te ocurre? —me preguntó Samanta. Fruncí las cejas y miré mi entorno. Aproveché una breve pausa de mi amiga para recuperar la fuerza interior. Sin embargo, mi estado de ánimo 136


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me lo impedía desenvolverme como en otras ocasiones. — Es Leslie —dije con cautela. — ¿Y quién es ella? Ante una situación sin salida me puse a reír como un idiota. Todo estaba sin control en mi vida, y sabía que algún día, alguien se tenía que enterar de mis grandes caídas sentimentales. — Mi novia, a la vez no. Cuando te conocí fue la última vez que hablé con ella. — ¿Es la mujer que llamó a tu celular, qué no le hablaste? No contesté nada. — ¿Por qué no terminas con ella si no la quieres?... Es lo mejor para ustedes dos. Dejas de hacerte daño tú, posiblemente ocurra lo mismo con ella. Por muy liberales que sean, en una relación no se puede ser así. Hace mucho tiempo que no hablan, ¿qué esperan? ¿Ser infieles, causarse dolor irreparable? Después van a terminar como enemigos, habiendo una salida mejor. Pueden arreglar las cosas con la comunicación. “Lo mejor” pensé. “¿Para tus comentarios, o para ella?”. Tal vez ella no comprendía los días de encierro, primero tenía que reflexio-nar los tantos errores cometidos. — Hay intentado en ocasiones —le dije al fin—. Tengo un grave problema cuando estoy junto a ella. ¡No puedo! ¡No quiero verla sufrir! No tienes idea de cómo me siento, la culpa, el remordi-miento, el silencio, la soledad, están acabando conmigo. Recuerdo la primera noche que pasé junto a ella, nunca me imaginé que los recuerdos se quedarían atados a mi piel. Es mi cuerpo que se niega a obedecer, a pensar abiertamente sobre el problema. Los deseos que siento por tener relaciones con ella son incontrolables. Para mí lo mejor ha sido evitar, y estando solo puedo controlar ese extremo deseo sexual. — El problema está en los noviazgos superficiales —intervino Xi-mena—. Cuando una pareja de novios tienen relaciones sin estar enamorados, ocurren similares consecuencias. Los dos se afianzan en la libertad de pareja. Después de haber pasado juntos continúan su vida, 137


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sin ningún compromiso. El sexo se puede convertir en una red gigante, te atrapa, te hace perder objetividad de una persona noble. No obstante quieren tener una relación seria, menosprecian las relaciones íntimas y satisfacen sus necesidades con relaciones superficiales. — ¿El sexo? —suspiré—. Te atrapa, te hace perder objetividad de una persona noble. ¡Que interesante! Samanta se quedó mirándome fijamente. No lo podía creer. Mi cara enrojeció. Me puse a pensar que la soledad es un hábito compartido, sin darnos cuenta en los momentos de tris-teza son donde cometemos más errores. — ¿Y si me caso sin estar enamorado? —pregunté con un poco de dificultad—. Yo puedo dar testimonio que en la cama una pareja encuentra intimidad emocional, se promete grandes cosas. Incluso pienso que muchas parejas no eligieron con quien comprometerse porque el sexo les hizo perder la cabeza. — Me alegra mucho que preguntes —contestó emocionada—. ¿Sabes que si es un tema preocupante? Cuando una persona percibe los olores del sexo pierde sentido. Es inútil hacerle entender el grave error que está cometiendo. John, la pasión se basa en lo inesperado. Es un afán de intriga. Los jóvenes lo esperan impacientemente, es un tiempo en el que entras en un viaje revolucionario. En el camino encuentras retos sin importancia. Tu mente, tu cuerpo, tu alma, es-tán saciándose del sexo. Nos les importa. Llegan a pensar en el momento y solamente en lo que quieren. Olvidan completamente de donde vienen y adonde van. — ¿Entonces el sexo sigue siendo la primera causa de los divor-cios? —preguntó Samanta. — En parte puede ser un porcentaje —admitió—. Está muy lejos de ser la primera causa. Los divorcios son fruto de la incompren-sión. Por más grande que sea el amor, primero hay que conocer mucho a la pareja. No hay que caer en las provocaciones del sexo. Todos tenemos mucho que conocer de sí mismo. Antes de iniciar una relación; nombremos 138


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y apliquemos tres puntos pequeñitos que pensaran que no tienen importancia, pero si los estudiamos con tranquilidad son inevitables en el comienzo y en el crecimiento de una relación. Empecemos con tres puntos básicos que son: Confi-dencialidad, Amor y Respeto. Primer punto, lo describió así: CONFIDENCIALIDAD * Antes de iniciar la relación: en el momento de hacer de la otra persona un confidente, conocerán sus más íntimos secretos, serán amigos incondicionales, no se guardaran rencor, se apoyaran simplemente porque son amigos incondicio-nales. Crecerán como seres humanos respetables. Una relación sólida se basa en los principios, en la transparencia, en la solidaridad, en el apoyo, en la realidad de la vida. No te juntaras a vivir con esa persona porque los dulces olores del sexo te hicieron creer que puedes amarla sin conocerla… al contrario, visualizarán gran-des defectos que a veces hay en la sociedad; personas dañinas detrás de máscaras de buena gente, induciendo a jóvenes al sexo, para después prostituir a esa mujer, o para obligarlo a casarse a ese hombre; son mucha gente dispuestos a todo en esta vida para conseguir sus propósitos maliciosos. Y además hay que tomar en cuenta el comportamiento de la pareja: si de jóvenes, de novios se trataron bien, ténganlo por seguro que si se llegan a casar será lo mismo. Lo contrario es: conoces a una persona que de novios te trataba mal, era grosero, aburrido, calculador, frío, te apoyaba solo cuando tenías dinero. Es una relación que no tiene futuro, al unirse seguirán haciendo lo mismo. También es importante conocer de ella o de él: religión, costumbres, hábitos, expresiones, propósitos, metas, sueños, y debes sa-ber que algún día, todos queremos alcanzar nuestros propósitos; para comprome-terse hay que estar dispuesto a apoyar a la pareja en las buena y en las malas, son sus sueños y no va descansar hasta que los cumpla. 139


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AMOR EN PAREJA * Es un proceso que ha llevado mucho tiempo en construirlo. Por naturaleza las personas intercambian besos, caricias, palabras bonitas, regalos y un sinfín de cualidades. Regresamos al primer punto que es importante aquí, ustedes sabrán con quien están, conocen a fondo lo que le gusta, también lo que disgusta, lo que lo hace feliz: su comida favorita, su pasatiempo, su música, sabrán si le gusta leer, escribir, pintar. Incluso conocen el tipo de persona con quien le gusta relacionar-se. Son cosas pequeñas, pero vitales en una relación. Cuando me refiero que conocen a la otra persona, no es que harán todo lo que gusta a su pareja para que este feliz. También hay que aprender a decir no, donde vendrán discusiones a futuro. Una pareja normal no está fuera de discutir, pero si puede evitarlo con su buen comportamiento... RESPETO * Es algo primordial que debemos aplicar a diario, pero no cabe duda que en una pareja sea muy importante. Una persona antes, después de ser tu amiga, tu amigo, tu novio tu novia, tu pareja para toda la vida, necesita respeto. Influye en el valor diario, en todo, sin excepción a nada. Incluso debes respetar tu cuerpo, no realizar acciones que puedan representar un daño psicológico para ti; es aquí donde tu integridad tiene que ser lo más valioso y con esto estarás demostrando el respeto hacia tu persona, para así poder gozar de una vida sin complejos.

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14 LA OBSECIÓN Al siguiente día me levanté temprano para ir al trabajo. Demoré quince minutos hasta llegar a la empresa. Abrí la puerta de vidrio transparente y entré cuidadosamente. A fuera se escuchaba ruidos sordos, pasos lejanos, risas. Me pregunté si nadie aún había llegado a trabajar. Escuché un ruido en la puerta posterior. Regresé a mirar y vi que entraba Adán, un buen amigo. Un compañero que pocas veces tenía la oportunidad de hablar con él. Lo saludé con un ligero abrazo. Entablamos una conversación larga y practica a la vez. — ¿John? —se oye una voz de dulzura. Leslie. Finalmente la encontré. Sentí un frio tenso y escalofriante. Después de tanto tiempo llegó el momento de hablar, de enfrentar los problemas. Me puse de pie para reunirme con ella. Caminé len-tamente hasta quedar a tan solo unos pasos de ella. — ¡Qué sorpresa mi amor! —dijo apenas me detuve. Me miró a la cara con la boca entreabierta esperando que la besara. Inmedia-tamente percibí algo extraño en ella. La saludé con un beso en la mejilla y la abracé mecánicamente. — Hay un grave problema —comentó, categórica la muchacha—. Tus queridas amigas están dementes. Me quedé quieto observando. Todo podía ser una falsa alarma. Sin embargo, el tema era un signo de curiosidad. Volví a la plática. — ¿Por qué crees? — Todo es confuso. Luis dijo que tú la ignoras a Rosibel. Sonreí. — Es verdad —confirmó Adán—. Yo sé que no es coherente de-cirte esto, pero hay visto muchas cosas. Cosas como: fotos, videos, encuentros y más evidencias de su relación. Necesitan un solo espa-cio para hacerte 142


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despedir del trabajo. ¡Caray! En realidad tenía sentido. — ¿Y qué ganan con eso? —pregunté. — No tengo idea —dijo mi amigo con voz de preocupación—. No debes dejarte llevar por el egoísmo. El único propósito de ellos es verte fuera de aquí. Todo puede ocurrir. — Puedo renunciar sin ningún problema. ¿Por qué no me lo pi-den de una forma adecuada? — No John —repuso Leslie—, sus intenciones son reírse cuando te vean derrotado. Su misión es hacer tu vida de cuadritos. Me quedé frio y sin aliento. El último comentario me hizo estre-mecer. Me separé unos instantes. — No te preocupes —dijo mi amigo para mi asombro—, solucionaremos el problema de una manera eficaz para que nadie salga lastimado. Conozco muchas debilidades de ellos, las usaremos en un plan de estrategia. — Ellos. ¿Quién? —pregunté. — En el auto tengo una cámara de video que me pidió José que le guardara. Una noche me indico muchas cosas de David y Rosibel. Son secretos. — ¡Secretos! ¿Sobre qué? — Tengo por entendido que son novios. — ¡Novios! Leslie y yo nos regresamos a mirar del uno al otro. La noticia nos cayó por igual. Era una novedad para ambos. Rosibel y David eran diferentes. Pocos días atrás, recién terminaban de conocerse. In-creíble. En lo concerniente a Rosibel, aunque a veces yo, opinaba diferente de ella, sin lugar a duda era una mujer inteligente, simpá-tica, de buenos recursos económicos; su madre era una mujer muy respetable, lo único que creció sin conocer a su padre, días antes de nacer Rosibel las había abandonado. En cuanto a David era un mu-chacho informal, inmaduro. En el poco tiempo que lo conocí me di cuenta de sus debilidades. Vestía de una 143


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forma irregular y muy rara. Todos los días le gustaba estar en medio de problemas. Además, tomaba y fumaba. — ¿Novios? —reaccioné. — Sí. Me confunde la realidad. Son novios —se detuvo—, estoy seguro. ¿Por qué dirán que Rosibel es la del problema?... Com-prendo lo demás, menos esa parte. Hubo un largo silencio. Todos tres estábamos pensando en la raíz del problema. Cada uno de nosotros nos tomamos un tiempo para meditar, reflexionar y para luego hacer alguna conclusión previa. Ninguno quisimos detallar nada por parte nuestra. Tampoco hacer un comentario que nos comprometa. — ¿Y qué piensas hacer? —Leslie preguntó. — Nada —mi respuesta fue corta, no di más explicaciones, tam-poco insistió ella. La reacción de mis amigos fue de asombro. Yo me quedé hipnotizado. Tenía en mi mente una advertencia de Leslie y una amenaza de Rosibel. Me hundí en los recuerdos de mis días pasados, tratando de descifrar algún indicio que sea la causa del alboroto. — ¿Leslie puedo hacerte una pregunta? —me puse de pie. — Claro. — ¿Por qué dijiste meses atrás que yo era la discordia de las chicas? Se agarró por el cabello y se agachó. Ella tenía que estar segura de lo que me iba a contestar. Se tomó varios segundos. Levantó la mirada, la manifestación de su rostro demostraba que encontró una respuesta satisfactoria a mi inquietud. — ¡Grávate esto! Te servirá. Tengo una única respuesta —su voz sé quebrantó un poco—, Rosibel, Nelly, la chica de contabilidad, Kathy, incluso yo. Perdimos la cabeza por estar contigo. No dudo decir que Digna también, por eso está en medio de todo este enro-llo. Es difícil para una mujer ser rechazada. Te parecerá muy gracio-sa la verdad, pero la es. Todas elegimos un mismo camino senti-mental. Al poner en la balanza parte de tu vida, la mayoría de chicas salieron perdiendo. 144


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Un par de ellas eran casadas, por lo que de ellas no recibirás ningún problema. ¿Te imaginas un solo hombre en disputa? Eso desató todo. Desde ese momento surgió la deses-peración, la competencia, las riñas, las enemigas, y el mal rato que te tocará pasar. Todas en su momento pusieron de su parte, una manera natural para atraerte, yo no hice mucho —sonrió—. Llegó el día que se enteraron que salías conmigo. Se obsesionaron contigo, querían conquistarte a como dé lugar. No lo lograron. Ahora es la etapa de su venganza por tu desprecio. Quien lo podía imaginar. La conmoción me dejó sin movimiento y sin ganas de seguir hablando. Quise gritar, salir corriendo, pero nin-guna de las dos cosas logré. Me apreté la cabeza con ambas manos tratando de recobrar la lucidez mental. Segundos después me incorpore nuevamente a la plática. — Rosibel es una de ellas —resaltó Leslie entre risas—. No digo que tú no la valoraste, certifico que como amigo eres responsable y muy educado. Contrario a eso, hay un pequeño malentendido, tu imagen. Recuerdo haberte visto en varias ocasión actuar de una forma desequilibrante ante tus pretendientes, que ahora son tus enemigas. Presumir que eres el hombre grande, poderoso, intocable, lejos de alcanzar cualquier mujer, te está trayendo un sinfín de problemas. Estoy totalmente segura que es la causa principal que hiso que se inventaran muchos contratiempos en tu camino. De seguro por no tener el valor de jugar con sus sentimientos, ahora quieren darte un remedio de tu propia medicina, y… — Por favor —la interrumpí con total desacuerdo—. Tú tienes pleno conocimiento que no es verdad. Deben estar engañadas, si es que están afirmando esa opinión sobre mi persona. Aunque me califiquen de esa manera, yo personalmente sería incapaz de utilizar algún método injusto contra una persona. No me perdonaría que alguien sufra por mí. — Acepto —dijo Leslie—, no es verdad. En cuanto al tema sobre tu comportamiento: tengo una mala noticia. Me pasó a mí también. En un principio cuando me hablaban de ti, te odiaba. Anteriormente te vi un par de veces. La primera vez que hablamos, tuve cierta curiosidad por 145


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saber en realidad qué tipo de persona eres. No tenía ni la más mínima idea de salir contigo. — ¿Entonces —pregunté— sobre qué hablaba con las chicas an-tes de conocerme? — Es otra parte increíble. En un principio te adoraban. Comentaban de tu fidelidad, de tu carisma, tu emotividad, tu respeto. El único fantasma tuyo, que nunca se alejó de ellas, era el de tu personalidad. Era un sentimiento ciego, poderoso y raro a la vez que sentían ellas sobre ti. Créeme que ninguna conocía el verdadero John. — ¿Cómo sabes todo eso? — Es muy cierto —confirmó Leslie—. Compartía días enteros con la mayoría de chicas de este trabajo. En ese instante parecía que se venía la casa encima. Estaba en un momento crítico de mi vida. Tanto tiempo me mintió Leslie. Jugó conmigo, con mis sentimientos, ¿Qué se merecía? — Me engañaste —me expresé con un tono encendido—. Es eso. Claro que estúpido. ¿Por qué no me di cuenta? Se escuchó una ligera conversación en la parte posterior. Adán abrió la puerta. Luego regresó solo con cuatro carpetas de color azul en la mano izquierda. Se sentó frente a nosotros. Quería hablar, pero no se animaba. Miraba el lugar como un desconocido y mientras pasaba el tiempo su estado de ánimo cada vez se volvía más intenso. — ¿Adán que te ocurre? —le pregunté. — No…no —titubeó. — ¿Y esas carpetas? — Son memorándums. Hay un problema —suspiró—. Aproximadamente cinco días atrás faltaron al trabajo Digna, David y Rosibel. En Recursos Humanos de la empresa les dieron una oportunidad que presenten la justificación respectiva hasta el día de hoy. Ninguno lo hizo. En sesión de la directiva los despidieron. — ¿Los despidieron? —preguntó Leslie. — Si los despidieron —repitió Adán—. Es una decisión confusa. 146


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— Confusa y apresurada —opiné. 15:00.p.m. Salí presuroso a sacar unas copias de algunos documentos. Re-gresé media hora más tarde. No lo podía creer, volvió David. Tomé asiento en el sillón de visitantes frente a la calle. — ¿Cómo estas David? —le pregunté. — Me despidieron. Sentí una gran pena por él. Nuestras diferencias eran enormes, a pesar de todo no se merecía ese final. Continuamos hablando por un rato. Olvidé cada comentario, cada duda que los muchachos habían pronunciado minutos antes. Borré ese pasado de enemigos para un comienzo de una nueva era. Me puse de pie y me acerqué dándole un efusivo golpe por la espalda y luego le pregunté: — ¿Qué harás ahora David? — Me voy de la cuidad con mi esposa. No lo pude creer. Los comentarios que corrían por el lugar eran verdad. Algo no estaba bien con la nueva pareja. Se conocían sola-mente días. Demasiado apresurado para formalizar una relación. — ¿Qué te trae por aquí? —le preguntó Adán. — Antes de irme tengo que cumplir con mis obligaciones. La mu-jer que será mi esposa y yo, infringimos las reglas internas de la empresa en reiteradas ocasiones, desde ese punto de vista provo-cando malos entendidos y grandes confusiones entre los compañe-ros. Pésima mi actuación. Me sentí ofendido. Evité hablar. Tomé un libro y me salí, por su parte Leslie hizo lo mismo. Me arrimé en la pared junto a la puerta que tenía una hermosa vista a la calle. Pasado media hora salió David, colgando de su brazo derecho un portafolio de color caoba. Nunca me imaginé lo que podía llevar dentro. 18:00.p.m. Hora de salida. Regresé para recoger algunos documentos que tenía que llevarlos conmigo. Busqué por todos lugares posibles y no los encontré. 147


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Llamé a Leslie, luego entró Adán. Les hablé de los do-cumentos y era como si la tierra se los hubiera tragado. — ¿David? —dijo Adán. Abrí el compartimento del escritorio. Grande la sorpresa que me llevé. Mi teléfono celular no estaba. Abrí el siguiente cajón del es-critorio, casi me voy de espalda, los documentos habían desapare-cido. — ¿Qué pasó Adán? — Salí atrás de ustedes. David quedó leyendo una revista. — Demonios —me cogí la cabeza—. El trabajo elaborado durante años desapareció en un minuto. David nos engañó a todos. Perjudicó en parte a la empresa con una cierta pérdida de la información. Personalmente perdí la billetera de uso personal con todos mis documentos personales, dinero en efectivo y por otra parte mi teléfono celular. Con todo el mal rato del día, empezaba una nueva historia, laboral y personal. Terminaron los problemas para mí, en la empresa. La tranquilidad del trabajo me abrió un nuevo camino hacia un futuro diferente.

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15 ENAMORARSE Julio 14 Salí quince días de vacaciones. Aproveché la mañana para arre-glar lo de mi teléfono y adquirir uno nuevo. Apenas habilité mi nueva línea, traté de comunicarme con Samanta. No contestó en ese momento. Horas más tarde llegué a mi casa. Me vestí con una ropa ligera y me fui a hacer deporte. En eso de las cuatro de la tarde regresé, levanté la bocina del teléfono de la casa y escuché un mensaje de Samanta en la contestadora. Lo repetí varias veces y luego me comuniqué con ella. Hablamos por varios minutos. Le pedí que nos reuniéramos en la noche para cenar. 19:00.p.m. Escogí un lugar alejado de las bulliciosas avenidas. Un lugar tradicional y muy impresionante. Se podía disfrutar del silencio de la noche, de la tranquilidad de la cuidad, y sin lugar a duda se podía pasar un momento inolvidable. La cena fue buena, pero ligeramente escasa. Luego de terminar de cenar sin querer nos envolvió el silencio. Samanta ligeramente se había quedado con la boca entreabierta. Su espléndida mirada le daba un toque muy especial a su rostro, por lo que la dejaba ver mucho más hermosa. Miró al suelo con una extraña franqueza. Era obvio que ambos desesperadamente necesitábamos salir de ese silencio abrazador. En sabiduría nosotros estábamos comprometidos y dependía única-mente de los dos pasar una noche especial. Inhalé hondo y repuse: — Me agradas mucho, Samanta. — Y tú a mí —no pudo continuar por varios segundos—. Estuve pensando en el ayer, y estoy sorprendida con tu pasado —confesó después de un rato de silencio. 150


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— Puede ser —admití—. ¿Te imaginas cuanto me duele haber perdido el tiempo en aventurillas amorosas? Es demasiado grande la necesidad que siento por empezar una nueva vida. Me detuve. Un ser humano sabe que puede vender su vida, tam-bién sabe que no tiene precio. Lo que más me deseaba en ese momento era empezar a vivir de una manera diferente, era morir y revivir de nuevo. Había explorado demasiado el sexo. Se me remor-día la conciencia al culminar el día, no tanto por lo que había hecho, sino por todo lo que pude haber hecho. — ¿Y tú qué piensas de mí? —le pregunté. Se mantuvo en silencio por un momento, luego agregó: — El pasado es pasado. Lo importante que tú deseas cambiar. No tengo idea lo difícil que será empezar tu nueva vida, si lo intentas estoy segura que lo lograras. Cancelé la cuenta. Salimos a la tranquilidad de la noche, la entra-da al restaurante estaba a unos cincuenta metros. Ella se colgó de mi brazo y caminamos juntos al compás de la luz de la luna. Llegamos a la salida de la calle. Nos estaba esperando el servicio de recorrido que prestaba el restaurante. Me apresuré en abrirle la puerta del auto y de inmediato subí por el otro lado. El recorrido demoró unos quince minutos. Me recosté en el asien-to del auto, Samanta hizo lo mismo, permanecimos callados hasta llegar a su casa. Levanté la vista y me quedé mirando la casa de Sa-manta por varios minutos. Repentinamente se apagó la luz del inte-rior. Me senté en la esquina del patio. Ella caminó unos pasos hasta quedar con la mirada a la calle. Me agaché ignorando como debía comportarme. Me pasé por un buen tiempo con la mirada perdida, deslumbrado por el enorme silencio. — Gracias John —dijo con una voz suave. — Me alegra que vinieras conmigo —mi voz se escuchó con un poco de dulzura. Aunque en realidad me sentía extraño, dudando de mí existir. Cuando la conocí a Samanta nada me impedía hablar con ella, 151


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pero ese momento algo noble, fuerte, poderoso, inevitable apretaba mis sentimientos. — Me siento extraño —confesé meditabundo. — ¿Qué te ocurre? — Estoy feliz, aunque confundido —hice una ligera pausa con la intención de permitirme ir punto por punto sobre el razonamiento de mis pensamientos—. Samanta quiero que seas mi novia. Mi amiga me regresó a mirar con gran asombro. — ¿No te parece demasiado pronto? — En lo absoluto. Estoy seguro de lo siento. — A mí también me gustas. Aun no a tal grado. Tal vez apresu-rarnos ahora, nos puede costar en el futuro, lo que tal vez puede ser bonito por decidir a la ligera nos toque desecharlo antes de tiempo. Démosle un poco de tiempo al tiempo. Trata de solucionar las cosas con tu amiga. ¿Amiga? ¿Tiempo? ¿Solucionar? Yo no conocía de tiempos. Esa noche se despidió con un ligero y dulce abrazo al que yo le correspondí emocionado. Los días siguientes se convirtieron en nuestros mejores aliados. Mi amiga se convirtió en una amable confidente. Día a día se le confesé parte de lo que yo había vivido, de cómo perdí mis mejores años en aventuras con mujeres que buscaban lo mismo que yo: pla-cer y nada más. En ocasiones se sentía sorprendida, atrapada por mi pasado. Quise abordar el tema de insistir que sea mi novia, pero no tenía el suficiente valor.

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16 ERRORES DEL PRESENTE Salí del trabajo, exhausto. Miré el reloj, marcada 17:00 horas de la tarde. Caminé despacio hasta la estación del autobús, contando las largas horas de trabajo y a la vez pensando, meditando, contem-plando mi pasado, mi presente y mi futuro. Llegué a la esquina. Me quedé casi una hora en el mismo lugar, inmóvil sin ganas de seguir adelante. Sentí que alguien cubrió mis ojos con ambas manos. Hice un movimiento y me liberé. Regresé a mirar. Me sorprendí de ver a Leslie y a su hermana junto a mí. Con evidente entusiasmo me saludaron. Me inventé una historia falsa para poder escaparme de la presencia de las dos mujeres. No sirvieron de nada esas justificaciones mediocres. Cuando pude, pro-seguí despacio, no tenía por qué quedarme. Leslie me tomó del brazo, a su vez su hermana hizo lo mismo. Detuve mi caminar. Lo hice extrañado de su actitud y solo ellas confirmaron sus intencio-nes. — ¿Vamos a casa de mi hermana? Sonreí. — ¿Por favor? —suplicó. 22:00.p.m. Desalentado, desorientado y perdido como un vagamundo me agazapé en la pared. Después de todo haber caído hasta el fondo me atrapaba. En mi delirio imaginé el grave error de haber aceptado la invitación. Me duché y me fui a dormir en eso de la media noche. Las bulliciosas avenidas me complicaron mucho en mí son de conciliar el sueño. La noche estaba muy avanzada. Golpearon la puerta de la habitación en reiteradas veces. Me quedé quieto, fin-giendo que dormía. Luego de un rato dejaron de insistir. En la mañana siguiente, entre más dormido que despierto escuché que nuevamente golpearon la puerta. Levanté la cabeza para cer-ciorarme 154


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que en realidad estaba despierto. — Adelante —dije. Leslie abrió la puerta. Me saludó con un ligero beso en la mejilla. Luego me ofreció un vaso de jugo. — ¿Qué hora es? — Las diez de la mañana —dijo bromeando, luego de mirar su reloj de brazalete. Sin imaginar la noche para mí, fue demasiado corta. Me puse a pensar, que si de pequeño mi familia se preocupaba por lo que yo hacía, de seguro en ese momento mi vida hubiera sido diferente. Me senté sobre la cama, aún cubierto con las cobijas, tratando de no seguir pensando en el mismo tema. Previo a ese momento me enrojecí al reconocer tantos de mis errores. El error más grande que llevaba conmigo desde años atrás, era el de necesitar tanto calor femenino para poder sobrevivir a mi obsesión y adicción con el sexo. — Gracias —dije. — ¿Te quiero hacer una propuesta? —se puso de pie. — Dime. — ¿Quédate conmigo hoy? Si llamas a tu familia sabrán que estas bien. No le contesté nada. Me levanté de la cama y me vestí de prisa. Tenía una conversación pendiente con ella, y era el momento que deje flotar mis palabras. — ¿Adónde iremos? — Pensaba en pasar aquí. Es un sitio tranquilo y confortable. Asentí sin contestar. — Ayer encontré a Willy —confesó—. Me ha estado buscando por días. Por una simple causa de interés personal. Conozco a su ex novia y necesita que hable con ella. Fruncí las cejas. La experiencia podía ser bastante peculiar. Recapacité. No sobre lo malo que hizo sino en lo bueno que tra-taba de hacer. Las lágrimas de la culpa comenzaron a bajar por sus mejillas. — ¿Cómo conociste a Willy? 155


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Sonrió tristemente. — Conocí a Willy de una forma insensata. Increíblemente —bajó la cabeza— en una noche de soledad. Disponía todo el tiempo posi-ble para hacer lo que yo quería. Me quedé descansando en la casa después de un largo día de trabajo. Entré las diez de la noche llamó. Una hora más, podía estar despierta. Haciendo mi trabajo lo conocí a él. — ¿Qué trabajo era? —le pregunté. — Es aún. — ¿Cómo puedes desempeñar un doble trabajo? — Si te fijas, mi celular nunca está disponible durante el día. — Comprendo. — Mi trabajo depende de mi celular. Afuera hay miles de perso-nas que a lo mejor tienen mi número de celular. Mientras no con-teste llamadas, nadie puede hacer nada conmigo. Trabajo allá con ustedes porque me gusta, mi otro trabajo lo hago por obligación. Preferí ocultarte la verdad por miedo a tus rechazos, que de seguro lo harás. — ¿Por qué debería de rechazarte? — En realidad lo que yo hago es calificado como malo. Tal vez si es, vender el cuerpo por dinero solo es un acto de demencia. No es algo magnífico de lo que me pueda sentir orgullosa. Pero una vez dentro es difícil salir. En mi trabajo se ofrece: acompañamiento a hombres, a parejas, con derecho a todo, incluidos servicios sexua-les. Soy una prepago, o como tú quieras llamarme. Esa muestra de historia humana me hizo perder el conocimiento. Entre eso del mediodía desperté con un fuerte mareo de cabeza. Mi cuerpo estaba sudado. Yo no tenía idea que pasó. Me observaba Leslie, la hermana de ella, que de seguro regresó del trabajo. Ellas murmuraban en silencio. — Tuve una pesadilla que me pareció real —declaré—. Soñé que Leslie entrega su cuerpo por dinero. Me miró lentamente con los ojos cristalizados. Seguro estuvo llorando las dos últimas dos horas. Le costó mucho trabajo decir “es verdad, solo 156


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que tú te desmayaste” No lo pude creer. Era como ver una película por tercera vez consecutiva y apenas entender de qué se trataba. No aguanté más. Una infame depresión mental, me envolvía al grado de que podía morir en ese momento. Salí corriendo a la calle. Yo estaba moralmente destrozado. Aborde la avenida sin saber qué hacer. Un extraño recuerdo me hizo detener. Soy una prepago, o como tú quieras llamarme. Algo incomprensible me hizo estremecer: — En realidad lo que yo hago es calificado como malo. Tal vez si es, vender el cuerpo por dinero solo es un acto de demencia. No es algo magnífico de lo que me pueda sentir orgullosa. Pero una vez dentro es difícil salir. En mi trabajo se ofrece: acompañamiento a hombres, a parejas, con derecho a todo, incluidos servicios sexua-les. Soy una prepago, o como tú quieras llamarme. Mi amiga dijo: — El trabajo operaba de una manera que a primer orden involu-craba la tecnología —explicó—. Primero ponían un anuncio en una página de internet, luego vía teléfono, mediante una cita directa con el cliente. Ellas ponían el precio por el servicio, incluía acompa-ñamiento, masajes de relajación y servicios sexuales, Amanda era una prepago. En el primer bus subí a bordo. Temblando, marque el número de los padres de Samanta. Me contestó ella en persona. — ¿Quién habla? —preguntó inmediatamente. — Soy yo, John. — ¿Cómo has estado? Hubo un largo silencio en la línea. Finalmente contesté: — Mal. Muy mal. — ¿Qué te ocurre? 157


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— Leslie. — ¿Qué paso con ella? — ¿Qué no debió pasar? Sería la pregunta correcta. — ¿Ven a mi casa? Después hablaremos con tranquilidad. Encontré a Samanta, y en vez de saludarla, de hablarle, rompí a llorar. Me abrazó sin hacerme ninguna pregunta. Nunca me había visto así, era evidente que mi dolor se lo trasmitía a ella. El dolor era muy grande y las razones obvias. — ¿Conoces esta persona? —le entregué una foto de Leslie que llevaba conmigo en la billetera. — ¿De dónde sacaste esta foto? —preguntó asombrada. — Es Leslie. ¿La conoces? — Sí. — ¿No te parece familiar qué Leslie y Amanda sean la misma persona? — Nunca. Eso no puede ser posible. Mi amiga desapareció hace meses. Las personas que tenían información de ella, decían que se unieron a vivir con su novio. — Leslie es una mujer que hace negocio con su cuerpo… — ¿De dónde sabes eso? — Ella me lo dijo en la mañana. Caramba tienes que creerme. Sentí que me faltaba el aire. Nunca había interpretado las cosas desde ese punto de vista. Todo era confuso. — No es verdad —argumenta—. Se trata de una coincidencia. Movió la cabeza negativamente quedándose en silencio. Aprove-ché la breve pausa de mi amiga para limpiarme el rostro empapado de lágrimas. Era inútil querer escapar de la realidad. — Es natural que estés deprimido —dijo con la cabeza gacha—. Ni yo misma sé que pensar. Todo pasó en menos de un segundo. — No. Quizá todo lo contrario. Este momento venia buscando un espacio, desde el primer día en que nos conocimos. Es difícil para mí saber que la chica que salía conmigo ofrece trabajos sexuales. Me refugié entre mis brazos y nuevamente me solté a llorar sin control. 158


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No lloraba por la ingratitud de Leslie, ni de ninguna otra mujer. Pensar que hice lo mismo me destrozaba. En el pasado me acosté con muchas mujeres, la única diferencia entre Leslie y yo, mis servicios no tenían costo. — Te vez muy mal. Me encogí de hombros. Después de toda mi vida, haber caído hasta el fondo de la humanidad no me dejaba otra salida. Me ro-deaban puertas, ventadas, de diferentes colores, modelos y estilos. En conclusión ninguna salida me servía para escapar, la única opción era escalar hacia arriba. — Ojala mi novia hubiera pensado igual que tú —le dije. Sus ojos brillaron con luz propia. Mis palabras alagaron su pre-sencia.

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17 COMVIVENCIA FÍSICA Volví mi cabeza a la calle. Simplemente estaba tomando una decisión que cambie mi vida. Un recurso, como última opción, re-nunciar al trabajo y salir de la cuidad, incluso del país. El entu-siasmo propio, la oportunidad de vida, la emoción más constructiva en lo seres humanos, para mí no existía en ese momento. Abro bien los ojos y veo a Ximena. Me quedé helado observándola. Se acercó con un entusiasmo evidente. Su sonrisa, su alegría, su felicidad, eran un solo concepto. Me agaché para que no vea. Me sentía como flotando en el fondo del mar. Mi aspecto era el de un náufrago sin salida, en la sobrevivencia de mi equipaje llevaba desi-lusión y abandono. — Hola —nos saludó la recién llegada. — ¡John, que alegría volverte a ver! — Gracias. — ¿Te sientes bien? — No Ximena —contestó Samanta por mí—. La experiencia que acabamos de vivir es increíble. Al principio, créeme, pensé que todo era un sueño. — ¿Entonces —preguntó—ninguno está bien? — ¿Cómo podemos? —dije desmotivado. Se quedó mirando la expresión triste de Samanta. La felicidad, la sonrisa de Ximena se fueron apagando poco a poco. Yo hacía un gran esfuerzo para verme un poco bien. Aunque eran demasiadas cosas al mismo tiempo. Me senté en un sillón de la sala. Mi cuerpo estaba postrado como un féretro en ese frío lugar, en cambio mi mente recorría el mundo sin rumbo alguno. — ¿Qué pasó jóvenes? —preguntó. — Nada importante —contesté. 160


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No pude contener las lágrimas. Regresé a mirar a Samanta, ella estaba agachada, refugiada entre sus brazos, cubierto su rostro con el cabello. Me puse de pie y caminé para sentarme a su lado. — ¿Qué te ocurre? Levantó su mirada. Sus mejillas estaban empapadas en lágrimas. Quiso hablar, no logró hacerlo, solo terminó tartamudeando. — No te esfuerces —le dije entre gemidos con la cabeza baja. Se dio la vuelta y me abrazó fuertemente. Nos quedamos entrelazados por varios minutos. Ximena nos observaba en silencio. — ¿Qué pasó? —preguntó después de un rato. En un acto de ingenua sinceridad Samanta se lo compartió todo a Ximena. La reciente historia le cayó como un chapuzón de agua he-lada. Palideció y no dijo absolutamente nada. — Es un día importante para Samanta —dijo Ximena después de un rato—. Preparé la cena en mi casa, y quiero que ustedes vengan conmigo. Vamos a celebrar tu cumpleaños. 20:00.p.m. Estábamos reunidos en el comedor, con la cena servida. Golpea-ron la puerta. Las mujeres intercambiaron miradas sorprendidas por la visita inesperada. — Voy yo, ¿por favor? —me puse de pie y abrí la puerta. — Buenas noches. ¿John? Somos de la florería “Los Lirios”. — Claro, soy yo. — Regálenos una firma y ayúdenos con su pedido. Abrieron la cajuela del auto y me entregaron el gigante ramo de rosas bañado en perlas rojas. Y una botella de champaña. — Sorpresa —dije apenas entré al departamento. — No —dijo Samanta tapándose la cara con ambas manos. Después de cenar le deseamos los mejores éxitos a la cumpleañe-ra, luego hicimos un brindis. Samanta compartió el pequeño pastel. Después de eso la noche estaba bastante avanzada. Ximena sugirió que era hora de dormir. Nos despedimos, cada uno a su habitación. Me recosté en la 161


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cómoda recámara que me ofrecieron. En horas de la mañana golpearon la puerta, me desperté de un salto. Me duché, me vestí tan pronto como pude y salí. La cabeza me iba a explotar de dolor. Los recuerdos del día anterior no me dejaban ni respirar. Las saludé a las chicas y me senté. — ¿Qué te pasa? —me preguntó Ximena—. Estas pálido. Las invité que se sentarían conmigo. Obedecieron de inmediato. Yo no podía más con mi sufrimiento. Paso a paso, punto por punto, declaré lo que me pasó conmigo mientras dormía. Las pesadillas, los recuerdos, las imágenes no me dejaron descansar en paz. Dormía mi cuerpo, pero mi mente trabaja a mil por minuto. — Pienso estas siendo presa fácil de la emoción mal programada — declaró Ximena. — ¿De la emoción? —pregunté desganado. — El desánimo, el decaimiento son fruto de las apariciones injus-tas de tu vida. Suele ocurrir, después de un fuerte enfrentamiento emocional. Tus hormonas sufrieron una fuerte carga de depresión. Esto se debe a las posibles circunstancias que estas atravesando en tu vida. — ¿Qué relación tiene mi decaimiento con la emoción? — Tu estado de ánimo depende de tu estabilidad. Al estar en una condición estable, gozas de muchos beneficios entorno a tu vida y pueden pasar cosas increíbles, y puedes entender tu forma de vivir estando feliz. En cambio la emoción depende de cómo la controles. Si consigues entender que puedes vivir sin sufrimiento, es un gran paso, porque comprendiendo que el sufrimiento es parte de la vida podrás interpretar las cosas de mejor manera, pero no creas que las demás personas te vayan a entender eso, si no lo haces tú mismo. Y estando en esa revolución de decaimiento y emoción, será fácil que la depresión forme parte de ti, porque no olvides que la emoción más común es la más destructiva en la vida de los seres humanos. — ¿No entiendo cómo una mujer puede poner mi vida a la deri-va? 162


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—insistí. — En una relación de hay que tener en cuenta muchos puntos importantes, sobre todo al momento de convivir. En el momento que decidieron ser novios, hay que saber que somos seres individuales, quizá de mundos diferentes. Cada uno tiene su propio pasado, sus propias costumbres, su familia, y sus recuerdos. Recuerda que tu futuro lo construyes tú mismo. En el momento de conocer nuestra pareja, el peor defecto de nosotros los seres humanos es mirar solo sus virtudes, olvidando que como ser humano, también tiene defec-tos. Apenas escuchamos que el amor toca la puerta de nuestro cora-zón, nos abalanzamos a él con los brazos abiertos. No sabemos si en realidad estamos enamorados, o simplemente es una ilusión pasaje-ra. En una relación no podemos darnos el lujo de protagonizar una aventura destructiva, eso nos puede ser doloroso. — Nunca vamos a encontrar a una mujer perfecta —opiné. — No se trata de perfección, John. ¿Sabes? Perfecto solo es el Ser Supremo, Dios. Nosotros los seres humanos tenemos errores, pero recuerda que cuando te cases esa mujer será para toda la vida, ade-más, ella te guiará, te apoyara cuando lo necesites. No arriesgues toda tu bolsa de valores en alguien desconocido, puedes perderlo todo. Ximena se puso de pie, dudó unos segundos, pero luego dijo que tenía que salir a trabajar. Sonriendo acomodó unas carpetas en su brazo. Antes de despedirse, educadamente, dijo que tomaría unos libros de su biblioteca y que me lleve a mi casa para que leyera. Y me entregó una hoja arrugada de su cartera. Empecé a leer: CONCEPTOS DE VALORES * Respeto.- es un valor que permite que un hombre pueda reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades y sus derechos. Es decir, el respeto es el cono-cimiento del valor propio y de los derechos de los 163


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demás. * Responsabilidad.- es un signo de madurez, es un valor que compromete, es una acción que requiere esfuerzo para cumplirla. La responsabilidad en su nivel más elementas es cumplir con lo que se ha prometido, pero hay una responsabilidad más sutil que es difícil de vivir, que es la del plano sentimental, donde la mayoría de personas fallamos. * Honestidad.- es una forma de vivir congruente en lo que se piensa y en lo que se hace, es una conducta que se observa en los demás y se le exige a cada uno lo debido. Cuando existe honestidad en lo que se hace, hay cercanía, amor y paz. * Perseverancia.- es un esfuerzo continuo, es alcanzar lo propuesto y buscar solu-ciones que puedan surgir. Es fundamental en la vida para encontrar resultados. * Honradez.- Es un valor que nace desde tu interior, es ser sincero y honesto contigo mismo, aceptando y respetando tus calidades tal y como eres. * Tolerancia.- es un valor que nos enseña a ver la vida de diferentes maneras. To-lerar es la capacidad de flexibilidad ante lo inevitable, para evitar los conflictos en el hogar y en la sociedad. — ¿Qué libros te vas a llevar? —preguntó Samanta con un poco de imprudencia. — No llevaré ninguno. — ¿Por qué? Me encogí de hombros. Me arrimé en la pared con total desáni-mo. Samanta se dejó caer en la silla sin ganas de seguir hablando. Escondida en su cabello se agachó sobre el escritorio. Apenas que-damos solos, percibimos el abrazador silencio y la tranquilidad del lugar, sabiendo que nadie llegaría en todo el resto del día, nuestros corazones comenzaron a latir de una forma incontrolable. Nunca antes habíamos enfrentado circunstancias similares. Caminé despacio y me senté a su lado. Apreté su mano con la mía 164


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y sentía como su cuerpo se estremecía al contacto. Me regresó a mirar. Acaricié su mejilla. Cerró los ojos quedándose muy quieta, con las mejillas enrojecidas. Apreté mis labios con los suyos. Se agitó, pero se contuvo. Nos miramos del uno al otro por varios segundos. Intenté nuevamente buscar sus labios, esta vez sentí que Samanta se dejó llevar por mis besos. Nos abrazamos envueltos en un beso largo y apasionado. Repentinamente un recuerdo me hizo separa de Samanta. Todas mis aventuras comenzaron en ocasiones similares, un pequeño beso desata ese monstro gigante que yo llevaba dentro. Si seguía en el juego quizá Samanta podía ser otra historia dolorosa de mi vida. Definidamente di pie atrás, era lo mejor. — ¿Qué estoy haciendo? Caray, esto no está bien —espeté retrocediendo—. Dios te puso en mi camino, por mis tontos errores no me voy a dar el lujo de perderte. — ¿Por qué tendrías que perderme? — No sé. Tal vez porque cuando sentí que me besabas mi mente y mi cuerpo no buscaban más que seducirte. — ¿Seducirme? —preguntó con gran expectativa. — Sí. Respiré profundo. No pude hablar más, aunque ganas no me faltaron. Por varios minutos permanecimos callados, ella no quería seguir hablando, pues desconocía lo que en realidad ocurría con mi vida, yo prefería estar callado por el simple hecho de no sentirme una persona grata. — Ximena puede ayudarnos. Mañana vamos donde ella. No contesté nada. No era un favor que me pedía, era una orden que tenía que cumplirla.

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18 SEXO, ADICCIÓN A la mañana siguiente me levanté temprano, me rasure la barba y preparé mi mejor camisa. Encontré a Samanta a dos cuadras de su casa como acordamos. Llegamos a un edificio grande. Subimos tres pisos por el ascen-sor. Encima de una puerta de color caoba decía: Dra. Ximena C. Difusiones sexuales. — ¿Tienen cita? —preguntó la recepcionista. — No. Soy hermana de Ximena. — Por favor esperen un momento. — Gracias. Decepcionado, desilusionado y a la vez asustado, tomé asiento en la sala de espera. A los diez minutos salió un paciente, seguido asomó Ximena. Miré a mi novia, Samanta se puso de pie, y se dirigió donde su hermana. Charlaron entre sonrisas un momento corto. — ¿Cómo estás? —preguntó Ximena acercándose. — Bien. — Pasa a mi consultorio. ¿En qué te puedo ayudar? Me puse de pie y caminé tras las chicas y me cercioré de cerrar bien la puerta antes de contestar. — Tengo un serio problema —me detuve por un largo y caluroso rato. Me costó mucho trabajo sincerarme con ella. Le hablé de mi pasado con las mujeres y de mi presente al momento de besarla a Samanta. Mi último comentario la hizo sentir incomoda. Sin embar-go, como profesional no le dio oportunidad a ese tema, me dijo que después hablaremos temas familiares. — ¿Qué me puede estar pasando? —pregunté preocupado. 166


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— Es una adicción común y corriente como todas las demás, tam-bién lleva peligro y desesperación. — ¿Adicción? —la interrumpí. — Debes tener paciencia. En la juventud el sexo es muy novedo-so, no tienes que sentirte culpable por el pequeño contratiempo en tu vida. — ¿Qué fácil verdad? —sonreí con desacuerdo. — La adicción se da cuando superas los límites, todo en exceso es dañino y a su vez perjudicial con los seres humanos. La adicción al sexo ocurre igual con todas las adicciones y además, con todo tipo conflictivo. El primer paso a una rehabilitación consiste en aceptar que el problema es real y cuanto puede ser peligroso para tu vida, con un poco de ayuda se puede solucionar, siempre y cuando pon-gas lo mejor de ti en la rehabilitación. — ¿Y cuánto tiempo se emplea en la rehabilitación? —preguntó Samanta. — Es difícil predecir. Tal vez seis meses. — ¡Seis meses! ¿No es demasiado tiempo? — Desconocemos que tan profunda es la lesión psicológica. Algunos jóvenes con adicciones similares tardan años en recupe-rarse. El último comentario me dejó indefenso. Para mí era demasiado vergonzoso que Samanta escuche cosas desalentadoras de mi vida. Ximena me brindó apoyo y me dijo que lo lograré pronto con mi cooperación. — ¿Cómo dejé que me ocurriera? — No John, no te ocurre solo a ti, pasa con muchos jóvenes, in-cluso con mujeres. — ¡Mujeres! ¿Escuché bien? — Cuando una persona recurre a un modo compulsivo del sexo no importa edad, tiempo ni espacio, o si es joven, adulto, hombre o mujer. La soledad, los problemas, son la causa principal donde un individuo busca llenar su dolor con compañías que sufren sus mis-mos problemas. La Adicción Sexual consiste en una mala conducta sexual. El sexo en 167


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grado extremo se convierte en un mecanismo de manejo de estrés y causa al individuo dolor emocional, que altera su estabilidad de vida. Una adicción sexual no viene sola, trae consigo, la masturbación, pornografía, prostitución y las citas a ciegas en encuentros íntimos peligrosos. Esta mal conducta de sexualidad trae graves consecuencias a nivel personal, laboral y familiar, es importante saber que no afecta a solo al individuo, el sexo es una red gigante que atrapa a muchas personas a su alrededor, convir-tiéndolas en prisioneros de su propia libertad emocional. — ¿Hay posibilidades que solo sea un deseo sexual elevado? — pregunté. — Hay ciertas posibilidades, donde podemos descartar que sea una adicción. Tomando en cuenta el elevado deseo sexual en una persona, hay factores que también son signo de preocupación. Se debe a un problema emocional severo, dolor infantil, abuso de la información, charlas visuales y un sinfín de problemas. Dependien-do del elevado deseo sexual; la persona afectada tiene que com-prender que no es normal. Es importante recalcar el daño que se causa una persona con una adicción sexual, comete muchas locuras en su vida, principalmente en un hombre, es capaz de desnudar a una mujer con su mirada, la desea tanto que no puede resistir a sus provocaciones, luego vienen las violaciones, el abuso de infantiles, el exceso de masturbación, el grado elevado de culpa, si es casado el problema dentro del hogar, el divorcio, las peleas, las muertes, los suicidios, la infidelidad y la programación del uso indebido de pornografía. — Yo tengo ninguno de esos defectos —dije a la defensiva. En realidad aunque mi deseo sexual era de grado elevado, no padecía de otros conflictos. Me sentí totalmente mal, aunque yo aún podía descartarme de tal definición. Por fortuna Samanta era la única que me acompañaba. Comprender mi inocente perturbación me hizo volver a las lá-grimas. Samanta me abrazó y me recostó en sus brazos. — ¿Es posible que John se recupere totalmente, si sufre de este 168


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problema a un grado extremo? —preguntó Samanta con un tono de preocupación. — La total recuperación es posible para quien desea cambiar su vida. La recuperación consiste en un trabajo arduo y de largo plazo. No será nada fácil, necesita del inevitable compromiso de John en primer orden. Todo depende de él y del apoyo brindado. Nosotras te vamos a apoyar. Cuando salga de todo esto llegarás a conocer la libertad, la intimidad verdadera, el amor, y desarrollarás una rela-ción sana con tu propia sexualidad. — Gracias. ¿Qué debo hacer para salir de todo esto andes de caer hasta el fondo? —pregunté entre gemidos. — No debes tener prisa. Lo primero debes tomar atención; queda estrictamente vedado el sexo en las próximas semanas. La clave es evitar la recaída y poder llevarla a una etapa final a la adicción. Su contenido apunta en desligarse de aquella proliferación de deseos inadecuados, para luego no caer en el intento. En este caso, intentar solo es inútil, el simple hecho de observar a una mujer provocativa te puede hacer caer en un nuevo episodio dañino. Hay infinitas maneras de volver al pasado, para ello es importante contar con un respaldo único, capaz de hacerte confiar en ti mismo. Yo sé que podemos crear inmunidad a las adicciones emocionales, pero antes debes relacionarte con tu problema. No será fácil el cambio que tendrás que hacer a tu vida… — No importa —la interrumpí—. Haré lo que me diga para no caer en tanto dolor. No soy un adicto al sexo, pero voy por ese ca-mino. Necesito que me ayudes. — Lo primero que tienes que hacer aceptar la realidad de tu vida. Deshacerte de todo material erótico, películas, revistas, folletos y todo indicio que esté relacionado con la pornografía. Apóyate en tus seres más cercanos, solo no podrás dar el paso que necesitas, practica el deporte, aléjate de las amistades que tu creas que tienen ideales eróticos, no consumas licores ni cigarrillos, aumenta tus horas en el trabajo, en el estudio, sigue leyendo libros educativos, inscríbete a grupos de ayuda 169


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social, ya verás que no es nada difícil, todo lo que tomes como una iniciativa propia te ayudar a ser inde-pendiente de causas autodestructivas en tu vida. Un punto muy importante, cuando utilices el internet, no visites paginas relacio-nadas con sexo, en el internet también hay cosas muy buenas, se independiente de ideas ajenas, construye tu propio futuro. Durante dos meses seguí acudiendo a las siguientes citas con Xi-mena. Me escribí a un grupo de ayuda con jóvenes que padecían de los mismos problemas. Me dediqué al deporte, a escribir y a leer.

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19 DINERO, PODER Septiembre 30 Mi novia me pidió que la espere después de salir de una reunión de trabajo. Llegué puntual a la hora y lugar indicado. 16:00.p.m. Crucé de prisa la calle. Me quedé viendo la multitud de personas que salían de la empresa. Caminé unos pasos más y de lejos vi que Samanta me saludaba con la mano. Me acerqué con un paso lento. Vestía con un terno claro e impecable. — ¿Mi amor como estas? — Muy bien —le contesté con una sonrisa. Se acercó feliz. Me abrazó y me saludó con un beso en la boca. Nos tomamos de la mano y salimos del lugar. Caminamos un tiem-po aproximado de diez minutos. Llegamos a una calle angosta y con una salida única. La calle estaba muy transitada por personas, y varios negocios informales. Pidiendo permiso, disculpas, ayudando a más personas, continuábamos caminando con gran dificultad. Llegando a la última parte de la calle, Samanta entró a una mini tienda a comprar una botella de agua. Me quedé de pie, esperándola varios minutos. De pronto un joven alto, de piel morena, con un elegante traje, chocó contra mí. — Disculpa amigo —dijo. —Tranquilo. En ese momento siguió caminando. Repentinamente se detuvo y regresó a mirar impresionado. Creo escuchar en medio de la multi-tud, una voz femenina conocida. — ¿Willy por favor cruza? 172


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“¿Willy?” me pregunté en voz alta. Regresé a mirar, y por poco me voy de espalda. No podía creerlo. Leslie y Willy junto a nosotros. Me quedé helado en el filo de la calle. No quería imaginarme en la reacción de Samanta. La mirada de Leslie era de una encojada sin salida. — ¿Mi amor que tienes? —escuché la voz de Samanta entre las nubes. Me apreté la cara creyendo que eran alucinaciones. Demasiado tarde me di cuenta que ella estaba al tanto de todo. En su rostro había una mirada ajena y una sonrisa leve, casi inscribible. — Leslie esta junto a nos… —mis palabras se atragantaron en mi boca. — Hablé con ella —dijo con una expresión de tristeza. — Vamos —le dije tomándola de la mano, tratando de continuar nuestro camino. — No. Espera mi amor. Quedé que hablaremos con ellos. — ¡Con ellos! ¿Quién? — Leslie y Willy. Caminé lentamente algunas calles de la cuidad. Llegué hasta el frente del lugar que nos esperaban y me detuve. Quizá no era una buena idea de Samanta. Me froté la cara contrariado, era demasiado peso sobre mí. Por instinto la abracé a mi novia, la amaba tanto que no podía dejarla sola en un momento así. Entramos juntos, tomados de la mano. A su vez Leslie y Willy nos esperaban sentados, distraídos con sus miradas perdidas. Cami-namos lentamente y nos sentamos frente a ellos sin mencionar pala-bra alguna. Después de un largo rato de silencio Samanta preguntó: — ¿Willy y John, ustedes se conocen? — Si… bueno no… Escuché su nombre, pero nunca antes conocí su cara —contesté con serenidad. — Yo no tengo idea de este impostor —Willy se mostró molesto. — ¿Amigo podemos respetarnos? —proferí. — ¿Respetarnos? De verdad eres idiota… Necesito que te alejes de 173


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ella. Ella es mi novia. — ¿Mi novia? —sonreí con enfado. La irá me cegó. Me levanté de la silla y me paré frente a Willy, aceptando sus palabras de provocación. Samanta se puso de pie, me tomó del brazo y luego agregó: — Es importante mantener la calma. Yo creo que conozco a todos ustedes, los temas que abordaremos serán mucho más difíciles que encontrarnos en un momento así. Tardé unos minutos en reaccionar. Samanta había tocado un tema complicado para todos nosotros. Miré con nostalgia a mi novia y le di un abrazo. Al ver un auto negro en la calle recordé: — ¿Conoces esta persona? —le entregué una foto de Leslie que llevaba conmigo en la billetera. — ¿De dónde sacaste esta foto? —preguntó asombrada. — Es Leslie. ¿La conoces? — Sí. — ¿No te parece familiar qué Leslie y Amanda sean la misma persona? — No. Eso no puede ser posible. Mi amiga desapareció hace meses. Las personas que tenían información de ella, decían que se unieron a vivir con su novio. — ¿Amanda? —dije sonriendo. Leslie me regresó a mirar tratando de controlarme, a su vez Willy no comprendía y parecía que tampoco quería hacerlo. — ¿Ustedes dos viven juntos? —pregunté dirigiéndome a Willy y Leslie. — No —dijo el hombre—. Salimos desde un tiempo atrás. En realidad no es mi novia… — Que interesante la vida de ustedes —lo interrumpí. — No es tu problema lo que entre ella y yo ocurra —gritó el sujeto—. Ella cumple con su trabajo, yo cumplo con mi parte. — El tráfico de mujeres —dije poniéndome de pie. — No lo tomes desde ese punto de vista. Las chicas que trabajan 174


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conmigo lo hacen por simple placer. Son unas mujeres adictas que nos les importa más que el dinero. — Cállate idiota —le quité la palabra con un gran malestar—. Te aprovechas de sus necesidades y luego te haces la víctima. Sonrió con hipocresía. — Solo las ayudo. Si no te das cuenta, soy yo quien solventa sus gastos superiores. ¿Tú crees que las preciosas damitas se dan una vida cualquiera? Será mejor que te aprendas a quedar callado, sino tendrás serios problemas conmigo. “No”, me contesté de inmediato, esto ya se pasó. — ¿Amigo sabes que es un delito lo que estás haciendo? —le pregunté. — Vives en otro mundo amigo. El dinero es poder. No importa si eres una buena o mala persona, si cuentas con suficiente poder, te respetan. — ¿Y qué hay con la dignidad de las personas? — No hablemos de dignidad. Se trata de mi vida, mis ganancias son x, y mis gastos z, no me importa de dónde y cómo venga el dinero. La mayoría de la gente cree que nuestro trabajo como empresario es ilegal, que reacción más absurda. Cincuenta chicas viven de mi empresa, y eso las demás personas no comprenden. — No puedo creerlo —dijo Samanta—. Te has vuelto un psicópata. Debes tener en cuenta que todas las personas tenemos derechos y obligaciones, y entiende que las obligaciones de una mujer no son esas. No te hagas tonto, tú mismo. Todos sabemos que no está bien tratar a una mujer como un objeto de hacer dinero. Humillar a las personas es un acto de demencia. Dios nos da la oportunidad de venir al mundo y nos permite vivir de una manera unánime que en un momento menos esperado puede cambiar nuestro existir por un mal acto en contra de las demás personas. — Si no hubieras terminado conmigo ahora tendrías mucho dinero —dijo Willy dirigiéndose a Samanta—, eres joven y muy bonita, tu cuerpo es perfecto, los clientes hubieran pagado mucho dinero por tus 175


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servicios, eso sin contar con el… No me pude controlar más. La furia me hizo perder el control. Levanté la mano y le propicié un golpe en la nariz. Cayó de espalda sobre el piso, la sangre empezó a salirle por la nariz y la boca. No me disculpé. — ¿Aprenderás a respetar a las mujeres? —le pregunté, mientras trataba de ponerse de pie. — John por Dios cálmate —se sorprendió Samanta—. La violencia no solucionará nada. Golpear a un individuo es un acto de cobardía. No debes caer en su provocación, nunca debes olvidar que una persona inteligente es la que evita las peleas, no quien hace parte de ellas. Willy ha cometido un grave error, las autoridades sabrán que hacer. No es correcto tomar la justicia sin consentimiento de la autoridad. — ¿Cómo pudiste defraudar a las personas que rodean? —le pregunté a Leslie Se puso de pie y caminó con pasos lentos. Era curiosa la forma que me enteraba de tantos engaños. La conversación me estaba resultando más que incomoda. — Es inútil predecir el futuro —comenzó ella—. No conocí a él como lo describí. Antes de conocerlo mi trabajo era diferente. Él me enamoró, y luego me sedujo a lo que yo soy ahora. Después de vivir juntos, mi vida empezó a cambiar, con engaños, regalos, finalmente me conquistó a volverme en una prepago. El primer cliente pagó mucho dinero para estar conmigo. Era una persona famosa de otro país, que residía en esta ciudad. A Willy no le importó mi vida, el dinero es lo único que a él lo moviliza. Sufrí mucho hasta adaptar-me a mi nueva vida. Soportar humillaciones, dolor, sufrimiento, angustia, desdicha, son parte de mis días. Me da mucha pena, las cientos de chicas que están enredadas en la prostitución, son explo-tadas severamente de una forma que ustedes no tienen la más mínima idea. La grande y poderosa agencia de servicios sexuales, es una gigantesca red de corrupción, atrapa millones de muchachas inocentes, engañadas por la necesidad de un trabajo. Los grandes hombres de poder, son una maquina demoledora de la juventud, 176


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ellos con cumplir sus caprichos, son capaces de desaparecer el mundo. — ¿Además el hombre las obliga a que ustedes hagan el trabajo? — Bueno no toda la responsabilidad es de él, también hay chicas que con voluntad propia ingresar a un tipo de trabajo así. Willy en este caso categoriza las mujeres, y en los anuncios que publica en el internet, muchas mujeres llegan a formar parte de las famosas agencias. También hay jóvenes que nunca eligieron estar en una vi-da de aventurera, no tengo idea a fondo el problema de cómo llegaron a estos oscuros trabajos. Hay indicios que a veces son raptadas, compradas, engañadas, abusadas y luego obligadas a ser lo que a ellos les conviene. — Me imagino. Es un negocio lucrativo, que afecta a muchas personas de todo el mundo. Sin embargo, no solo la culpa es de las personas que promueven el sexo como un negocio, también somos culpables las personas que no medimos las graves consecuencias de un futuro, por perder la cabeza por el sexo —adjunté. Me quedé asintiendo en mi interior. Me separé un poco de Samanta. Para mí era vergonzoso discutir temas relacionados con el sexo, en compañía de la mujer que día a día me enseñaba a conocer el verdadero amor. Repentinamente recordé lo que Ximena me dijo, al momento de hablar de sexo con ella: — ¿Cómo dejé que me ocurriera? — No John, no te ocurre solo a ti, pasa con muchos jóvenes, in-cluso con mujeres. — ¡Mujeres! ¿Escuché bien? — Cuando una persona recurre a un modo compulsivo del sexo no importa edad, tiempo ni espacio, o si es joven, adulto, hombre o mujer. La soledad, los problemas, son la causa principal donde un individuo busca llenar su dolor con compañías que sufren sus mis-mos problemas. La Adicción Sexual consiste en una mala conducta sexual. El sexo en grado extremo se convierte en un mecanismo de manejo de estrés y causa al individuo dolor emocional, que altera su estabilidad de vida. Una 177


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adicción sexual no viene sola, trae consi-go, la masturbación, pornografía, prostitución y las citas a ciegas en encuentros íntimos peligrosos. Esta mal conducta de sexualidad trae graves consecuencias a nivel personal, laboral y familiar, es importante saber que no afecta a solo al individuo, el sexo es una red gigante que atrapa a muchas personas a su alrededor, convir-tiéndolas en prisioneros de su propia libertad emocional. Samanta me miró unos segundos y tomó la palabra con su sere-nidad y confianza acostumbrada. — ¿Amanda porque no abandonas esa vida que llevas? Todos y todas tenemos cosas buenas y malas. No te acomplejes por el pa-sado, si tomas una decisión ahora, luego serás otra persona. Tienes un segundo de tu vida que será decisivo, no tiendas a desaprove-charlo por tus miedos. — ¿Cómo no tener miedo? Las personas nos critican, se burlan de nosotras, nos humillan, nos marginan. La decisión de mi vida esta inclinada en ese sufrimiento individual corporativo. Mi larga historia en complacer hombres, no es sencillo ni fácil imaginarlo para nadie. Me llego a salir de esta vida, ¿cuál será mi futuro? ¿Quién podrá fijarse en una persona que durante su juventud se dedicó a desperdi-ciar su vida? No puedes, no comprenderías la desilusión. Samanta se quedó inmóvil por un momento. Un signo de interrogación se dibujó en el rostro de Leslie. Yo tenía el ánimo quebranta-do, tal vez empezaban a pesarme las múltiples sorpresas en los últi-mos días. — Amiga, hoy en día —se expresó Samanta— la ciencia está muy avanzada. Hay terapias y terapeutas que te ayudarán con el problema. Tu fuerza y tu voluntad serán la primera terapia que tienes que empezar, pero no te dejes doblegar por comentarios de las demás personas. Yo puedo apoyarte, de seguro John también lo hará, cuentas con nosotros que no te juzgamos. Tú tienes que estabilizar tu vida otra vez. No será nada fácil, pero puedes enfrentar el reto de la decisión con nuestro apoyo, con la frente en alto, sin mirar atrás y sin temor ni remordimiento. Deja que se evapore la vanidad, la única salida es que des paso a la conciencia 178


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interna. Si alguien en el futuro te preguntará las razones de tu trabajo, estoy segura que tendrás un sin número de respuestas. La voluntad será fundamental para enfrentar ese complicado pasado. Afortunadamente nuestro cerebro es flexible, se adaptará al cam-bio. ¿Qué esperas amiga? No contestó nada en ese momento. Salimos del lugar, Willy había desaparecido por arte de magia. Me quedé mirando a Leslie. Sin querer recordé las conclusiones de Ximena del día anterior. — ¿Qué relación tiene mi decaimiento con la emoción? — Tu estado de ánimo depende de tu estabilidad. Al estar en una condición estable, gozas de muchos beneficios entorno a tu vida y pueden pasar cosas increíbles, y puedes entender tu forma de vivir estando feliz. En cambio la emoción depende de cómo la controles. Si consigues entender que puedes vivir sin sufrimiento, es un gran paso, porque comprendiendo que el sufrimiento es parte de la vida podrás interpretar las cosas de mejor manera, pero no creas que las demás personas te vayan a entender eso, si no lo haces tú mismo. Y estando en esa revolución de decaimiento y emoción, será fácil que la depresión forme parte de ti, porque no olvides que la emoción más común es la más destructiva en la vida de los seres humanos. — ¿No entiendo cómo una mujer puede poner mi vida a la deri-va? —insistí. — En una relación de hay que tener en cuenta muchos puntos importantes, sobre todo al momento de convivir. En el momento que decidieron ser novios, hay que saber que somos seres individuales, quizá de mundos diferentes. Cada uno tiene su propio pasado, sus propias costumbres, su familia, y sus recuerdos. Recuerda que tu futuro lo construyes tú mismo. En el momento de conocer nuestra pareja, el peor defecto de nosotros los seres humanos es mirar solo sus virtudes, olvidando que como ser humano, también tiene defec-tos. Apenas escuchamos que el amor toca la puerta de nuestro corazón, nos abalanzamos a él con los brazos abiertos. No sabemos si en realidad estamos enamorados, o simplemente es una ilusión pasajera. En una 179


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relación no podemos darnos el lujo de protago-nizar una aventura destructiva, eso nos puede ser doloroso. — Nunca vamos a encontrar a una mujer perfecta —opiné. — No se trata de perfección, John. ¿Sabes? Perfecto solo es el Ser Supremo, Dios. Nosotros los seres humanos tenemos errores, pero recuerda que cuando te cases esa mujer será para toda la vida, además, ella te guiará, te apoyara cuando lo necesites. No arriesgues toda tu bolsa de valores en alguien desconocido, puedes perderlo todo. Que concepto más interesante. Leslie podía estar pasando un momento similar al relato de Ximena. La contemplé por unos se-gundos, las lágrimas se hacían presentes en los ojos de ella. Me acerqué y la abracé. Mi alma estaba destrozada al igual que la de ella y, en un momento muy difícil. Samanta nos observaba con los ojos bien abiertos. Luego se incorporó y abrazó. Salimos del lugar, después de un largo rato de contemplación, de discusión, de paz, tranquilidad, perdón, y de reconciliación. Invita-mos a cenar a Leslie, para luego coordinar poco a poco el inicio de la terapia de nuestra amiga. Ella a su vez se mostró muy agradecida con nosotros. Dijo que si no era por nuestra ayuda, quizá los años podían hacerla dejar su trabajo. Al siguiente día fuimos a un centro de superación personal. Evaluaron cada paso de su pasada vida. Ella confesó de una manera abierta lo que durante sus días de trabajo con Willy tuvo que soportar. En ese momento dejó flotar su infinita bondad, su infinito poder. Sentí sus inigualables deseos de superarse. No supe qué hacer ante todo eso. Después de salir del lugar. En horas de la tarde, me arrodillé frente a ella y le pedí que me perdonara. Se le confesé que en ocasiones si juzgaba su trabajo, que nunca fui capaz de escucharla. Empecé a valorar la vida de una manera diferente, creo que no podía dejar pasar las cosas de prisa, sin antes reconocer que todo lo que pasará en el futuro es obra de uno mismo. — John quiero que estés de pie —dijo Leslie mientras me ayuda-ba 180


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a levantar. — Gracias —dije. — Anoche todo fue confuso —se mostró feliz—, no me quiero hacer falsas ilusiones, pero quiero recuperar mi salud. Estoy con-vencida que no será fácil el nuevo camino a recorrer, pero estoy decidida a correr el riesgo. Por cierto escribí algo para John, ¿puedo entregarle? —preguntó dirigiéndose a Samanta. — Claro —sonrió emocionada. Me entregó el sobre. Le di varias vueltas con extrañeza. ¿Quizá podía tratarse de nuestro pasado? ¿Qué tal si no le gustaba a Sa-manta? Tuve el sobre en mis manos por varios minutos. Lo abrí temblando, demoré en desdoblar la hoja por mis torpes movimien-tos. Empecé a leer desinteresadamente sin imaginar lo importante que era esa carta para Leslie. Jairo. Tal vez te parezca extraño, recibir esta carta de mí, estando presente. Son muchas cosas las que tengo que decirte y de seguro estando frente a mi amiga, la persona que es tu novia no podré hacerlo. Sé que te gusta leer. Quise aportar un poquito con tu pasatiempo favorito. Estoy feliz de poder ver la brillante expresión de tus ojos. Quiero decirte algo que tal vez te de gusto: me hice unos exámenes, me dijeron que no soy estéril. Estoy muy feliz, algún día lograré ser mamá. En la juventud todo es fascinante, no todo ha sido malo en mi vida. Recuer-do el día en que te conocí, pensé en renunciar todo por ti, dejar mi pasado por un presente a tu lado. Día a día con mis oscuras historias, sentí que con el pasar del tiempo te alejabas de mí. No hice nada para detenerte, todo lo contrario, para mí era lo mejor que te alejes. Eres un buen hombre, no eres un presumido como te decían en el trabajo. Merecías estar fuera de mi sufrimiento. No creas que estoy en contra del amor verdadero, como ser humano detes-to las 181


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injusticias, los maltratos de los prepotentes. Estoy feliz que mi amiga encontró un novio maravilloso. Me alegra mucho ver en sus ojos lo feliz que esta. Sé que nunca la traicionaras, sé qué harás de ella la mujer más feliz del mundo. Aunque te parezca una mentira: ella aun es virgen. No representa el todo por el todo, que ella sea una mujer perfecta, lo único que te quiero decir es única en la vida. Conozco mucho de su vida, por varias ocasiones llegué a su casa, después de un tiempo me alejé de su vida, estaba convenci-da de mi conducta y para decirte la verdad, no me gustaba lo que Willy quería hacer de ella. Cuando yo les confesé la verdad, la reacción de Samanta fue de asombro. Por varios días intente comunicarme con ella, frente al teléfono no tenía el valor necesario. La admiro por lo que es, la comunicación femenina es muy diferente, hablaré con ella mientras tu leas la carta. La quiero como no te imaginas, no pienses que no quiero hablar con ella. No quiero que ella se sienta marginada por las demás chicas, le haré ver desde mi punto de vista, aunque ella tiene conocimiento de lo que una persona nos podemos causar por el sexo prematrimonial fingido, aun así intentaré hablar con ella, rega-larle un abrazo de felicidad. Quisiera de aquí en adelante convertirme la mejor amiga de Samanta. No quiero que te sientas presionado, ¿sabes? Tienes que hablar con los papás de Samanta, debes hacerles saber que sales con su hija. No cometas errores. Para que tu relación sea sólida, tienes que comprometerte. No juegues a tu vida, ámala a tu novia con respeto, dignidad, no le prometas cosas que no cumplirás. Sincérate con ella, si las cosas entre ustedes están difíciles, no le pongas más leña al fuego, llegará el momento que han de discutir, no te asustes; todas las parejas normales lo hacen. Es el momento en que debes alimentar tu relación. Entregarle el corazón en la mano, y demostrarle que lo que los demás piensen no te afectará, que estás dispuesto a luchar por su amor, que siempre contará contigo, aunque todo el mundo esté en contra. Es importante para una mujer sentirse apoyada, aunque ella sabiendo que esta con un buen hombre, no dejes de decirle cuanto amas lo que es, lo que hace y, que es lo que más te gusta de ella. Aunque no lo creas, nada más podrá enamorar a una mujer que hacerla sentir valorada. Nunca reproches lo que hace, si no es de tu agrado hazle saber, pero sin herir sus sentimientos. Busca el mejor momento para expresar las cosas negativas de la relación; si te está afectando confiésalo, y si no 182


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quieres hacerlo, olvídalo para siempre. No lo guardes en tu corazón, recuerda: “si guardas basura en tu corazón, en un futuro tu vida será un basurero”. Es así como las personas se envenenan de por vida, almacenando lo que a su tiempo debieron comentarlo, discutirlo junto a la pareja, alimentando la confianza en la pareja. Quiero que sepas que cuentas conmigo, siempre. Si me necesitan no duden en llamarme. Mi vida se les debo a ustedes. Me salvaron de un enfermo mental, “psicópata”. No tiene precio, tampoco deseo que nuestra amistad sea en base al dinero, los quiero con mi corazón. Admiro su valentía, sus deseos de verme bien. Son personas vulnerables, pero luchadoras, emprendedoras, y eso es lo que hace digno, brillante a un ser humano. No duden de la capacidad, la confianza en sí mismo, es el éxito de un futuro. Sé que a veces necesitamos apoyo, pero estaremos todos juntos para continuar adelante ese recorrido por las vías desconocidas de la vida. Desde hoy en adelante, solo espero ser útil, desconozco que tan difícil será servir con humildad, pero es para eso que estamos en este mundo. No seré más esa mujer llena de complejos, de miedo, de remordimiento, y no pasaré toda mi vida asimilando que soy buena, seré buena, ayudaré a mujeres utilizadas, desprotegidas, desamparadas, lo impor-tante es tener esa fuerza de voluntad; increíblemente a veces la ocultamos por el temor a ser despreciadas. Los quiero a los dos. No importa que sea parte de tu pasado, “lo pasado pisado”, vamos a continuar hacia adelante, los tres con tu novia, ella seguro entenderá que no tengo malas intenciones contigo, simplemente quiero integrarme a la sociedad justa. Es como todas las personas lo deberían hacer, sé que existen millones de personas como ustedes en el mundo, buenas, caritativas, con un simple propósito dar lo mejor de su vida por sus amigos. Eso es lo que me hizo tomar esta decisión, comprender que los injustos son pocos, que además de sentirse culpables cargan con fantasmas de su juventud que no los deja ser libres. Es difícil hacer que entienda una persona, pero ustedes lo lograron en mí, por eso estoy segura que a muchas personas solo les falta un empujón hacia arriba… John, quiero que sepas que me iré de la cuidad. Trataré de reconstruir mi vida desde cero. Una vez terminado el tratamiento me voy a la costa, volveré con mi familia biológica. Conseguiré el perdón de ellos, ustedes comprenden que lo necesito. Sin el apoyo de ellos será difícil poderme perdonar a mí mismo. Mi familia es una parte 183


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valiosa de mi vida, no sé cómo es que me alejé de esas personas que solo buscaban el bienestar en mi vida. Bueno, nunca es tarde, lo intentaré ahora. Seré una buena hija. Estoy segura que ellos no me humillaran, mi vida será quizá difícil, pero me adaptaré al nuevo cambio. ¿Se va? Detuve la lectura por un momento. Continúe leyendo: Anoche hablé con mi mamá y me voy. Quiero que sepas que para todas las personas, el miedo nos asusta. El temor a fracasar, nos limita a pensar. No desmayes en tu diario vivir. Aprende a valorar tu vida, no realices cambios en tu vida que después te harán arrepentir. No tomes una decisión apresurada. Si te sientes enojado, no discutas con nadie. En un momento de ira, no pensarás con claridad, dirás palabras que ofenderán a cualquier persona. Cuida a mi amiga, te deseo que seas muy feliz. No olvides lo bueno de la vida, no cometas errores, has de tu vida una sonrisa diferente, cuida a tus seres queridos, no olvides que ellos son quien están contigo en todo mo-mento. Te quiero mucho, un abrazo. Amanda. Terminé de leer la carta y la abracé con lágrimas en los ojos. No pude agradecerle, me refugié en sus brazos como un niño regaña-do. No podíamos hablar, pero nuestro abrazo, significaba alegría, paz, y felicidad.

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20 EL PERDÓN Diciembre 23 Leslie regresó a la cuidad a visitarnos. Después de solucionar los problemas con su salud, ella salió de la cuidad capital. Días antes se comunicó con Samanta, Ximena y lo hizo conmigo. La alegría de regresar era evidente. Mediante comunicación me comentó de lo feliz que estaba de volver. Su visita era personal y quería que este-mos reunidos el momento de su llegada. 18:00.p.m. Leslie arribó al terminal terrestre, cargada de su equipaje. Saman-ta y yo fuimos a encontrarla, mientras que Ximena quedó preparan-do la cena para nuestra amiga. Era una visita muy especial para nosotros. Lo mejor que planificamos, era darle una gran sorpresa. Apenas encontramos a Leslie nos saludó con un abrazo fuerte. Su imagen estaba diferente, esta vez sin lugar a duda era otra mujer. Era evidente que logró superar su pasado. En la peor hipótesis, ella demostraba lo contrario. La expresión de su rostro evaluaba su actitud. — ¿Cómo te fue en el viaje? —le pregunté. — Estoy feliz. En un principio, mi mamá sufrió mucho con la confesión mía. Después de unos días, se acercó a mí, me abrazó, finalmente me perdonó. — ¿De veras? —le contesté con entusiasmo. — Si lo hizo. Gracias jóvenes a ustedes. 19:00.p.m. Llegamos a casa de Ximena. El tráfico de autos y el ruido en las calles principales de la cuidad, era increíble. Observe que había una gran diferencia entre la distancia y la cercanía de una persona, que ocasionalmente era parte de mi pasado. Las imágenes negativas a veces nos pueden jugar un mal papel. 186


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Me senté en un sillón de la sala. Ni más ni menos, pensando en la presencia de Leslie, podía traerme uno que otro mal entendido. Era cierto que nuestra relación de amigos estaba en una etapa maravillo-sa de crecimiento, también podía ser que el inesperado encuentro cambie la realidad, podía encender ciertas hormonas que nos unieron en días pasados. Se acercó mi novia y se sentó junto a mí. Ella se imaginaba que podía comenzar la cuenta regresiva de mi vida. ¿Quizá no aprendió a confiar mucho en nuestra amiga, o tal vez en mí? También podía ser que mi evidente preocupación la ponía en duda. Luego de unos minutos me abrazó contra ella, y me dijo que no me preocuparía para que todo esté bien. 20:30.p.m. Reunidos en la mesa, a media cena. Tocaron el timbre. Me puse de pie, y caminé lentamente hasta la puerta. Encontré un sobre. — ¿Quién es? —preguntó Ximena. — Nadie —le dije para no interrumpir la cena. — Mi amor vuelve a la mesa —dijo Samanta. — Sí. Voy enseguida. Le di vuelta al sobre por varios minutos. No tenía destinario, ni identificación, solo una nota que decía: Gracias por venir de vuelta. Doblé el sobre y lo guarde en el bolsillo del abrigo. “Que sobre más raro” me dije. Me incorporé nuevamente a la mesa. Las dudas empezaron a golpear mi cabeza. Las miradas de las chicas estaban fijas en mí. Me sentí atrapado en una circunstancia abrazadora. Con un poco de dificultad, intenté seguir comiendo, cuando me di cuenta el apetito se me había quitado. — ¿Te encontraste con un fantasma? —me preguntó Leslie. — ¡N…no! Estoy bien —dije tartamudeando. “La nota viene dedicada para Leslie” pensé. Si eso era cierto, no 187


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debía trasmitirle mi angustia. La felicidad de Samanta, de Leslie, de Ximena eran una sola. No podía darme el lujo de poner la actitud de las muchachas en duda. Pasaron varios minutos después de regresar a la mesa. Apenas terminó la cena me puse de pie con lentitud, realmente el sobre que estaba en mi bolsillo me preocupaba. — ¿Alguien más conoce de tu visita? —le pregunté a Leslie. — Por el momento no. Solo ustedes. — ¡Estás actuando raro! —dijo Ximena—. ¿Qué te ocurre? Por unos minutos permanecimos en silencio. Mi rostro debió sonrojarse con la mirada inocente de Leslie. Antes de animarme a confesar lo del sobre, me senté en una silla del comedor y luego hablé: — Estoy preocupado. A veces los errores son suficientes para regresarnos al pasado. No se sabe, cómo ni cuándos se está haciendo lo correcto. No solo es el exceso de angustia puede derrumbarnos; ahora pienso que estoy a punto de presenciar lo inevitable. — ¿Por qué? —dijo Samanta. — Encontré en la puerta este sobre —lo extraje de mi bolsillo y le entregué a Ximena—, en el momento que tocaron el timbre. Solo tiene una nota. — ¿Qué dices? —se detuvo Leslie desconcertada. — Es un DVD —dijo Ximena, luego de abrir el sobre. — Lo podemos ver en mi laptop —dije temblando, aterrorizado por mis sospechas. El DVD demoró algunos segundos en reproducirse. Empezó escuchándose unos golpes sordos, grabados a larga distancia. Después de unos minutos aparecieron unas imágenes de modelos semidesnudas. Era una portada de anuncios eróticos. Las imágenes se interrumpieron. Luego reaparecieron en una for-ma aleatoria. Comenzaron a verse ensenas nítidamente grabadas en las princi-pales avenidas de la cuidad, posando mujeres para fines de lucro, utilizando 188


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lentes de cámaras de video de alta resolución. Las imáge-nes de ciertas chicas demostraban su desplazamiento y ciertas cosas íntimas de una persona: lencería privada, lugar de vivienda, trabajo, vida social, número de teléfono, direcciones exactas de segundas personas, y prendas íntimas. Puse pausa para preguntar a las chicas si era necesario seguir viendo la película. Tenía importantes razones para no seguir viendo las imágenes eróticas delante de mis amigas y mi novia. Discutimos varios minutos sobre la complicidad del video. Quité la pausa. Las imágenes que aparecieron eran más fuertes. Cientos de mu-jeres modelaban en trajes íntimos menores. Pasado los minutos cada mujer presentaba un baile erótico, despojándose de sus últimas prendas. El aire se estaba volviendo tenso. Todo evidenciaba estar relacionado con la pornografía clandestina. ¿Quién quería ensuciar la mente de las personas presentes? ¿Enemigos psicópatas? ¿Perso-nas comerciantes de ese producto? ¿Por qué en esa casa? Aparentemente el video terminó. Aparecieron en la pantalla las letras que daban por terminada la obra. Segundos después se volvieron a escuchar los pasos a larga distancia. Ocurrió lo inesperado. Se trataba de una agencia de servicios sexuales. Cada chica era espiada durante su servicio con el cliente. Eran videos asombrosamente realistas, tomados de una forma profesional, inteligentemente de diferentes ángulos. Lo más cruel de todo, el cliente se presentaba sin escrúpulos para ser grabado, fotografiado, con las mujeres que llegaban a ofrecer sus servicios. Adelanté hasta el final el video. Empezaron a aparecer direccio-nes, imágenes de viviendas, playas, y ciudades diferentes. Si mi res-puesta a las preguntas estaba en ese cd, poco faltaba para confirmar mi verdad. Finalmente el video terminó con una nota que decía: Depende de ti, la privacidad de veinte y cinco mujeres. Si no vuelves a trabajar en mi agencia, cada video, cada foto, cada ima-gen, llegará con sus 189


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respectivas familias. Amanda tus vacaciones terminaron. No lo soporté más. Apagué la laptop y rompí el cd en varios pedazos. ¿Cómo podía una persona psicópata amenazar a mi amiga? No tuve la menor duda que Willy intentaba regresar a Leslie al precio que sea. — No, no basta —dije poniéndome de pie—. ¿Explíquenme que rayos está pasando aquí? No conocía de tu visita a la capital. ¿Cómo se enteró? Todos nos quedamos en silencio. La depresión comenzó a inva-dirme. ¿Por qué no fui capaz de advertirle que no se metiera con Leslie? Lo cierto que nunca me imaginé la gravedad del problema. Estaba convencido que todo había terminado. ¡Maldita la hora que Willy apareció en la vida de Leslie! Leslie lloraba en silencio. Mucho más antes que nosotros, tenía claro que la nota venía para ella. — Hablé con él —dijo entre gemidos. — ¿Cómo puedes confiar en un tipo despreciable? —grité irri-tado. — Precisamente —suspiró— no confió en él. La actitud extrema de Willy, me hizo declarar que hoy volvería a la cuidad. Después de todo, siempre ha existido el temor de un desacuerdo futuro de la sospecha y la amenaza de un hombre desequilibrado de su vida. No tengo otra opción. Volveré por mis amigas. — Malvado, infeliz. ¿Por qué se ha dedicado a destruir tu vida? — El dinero es poder —dijo tristemente. — Ya basta Leslie. No sigas diciendo más incoherencias. Me sentía flotando en las nubes. La angustia, la depresión, el negativismo, empezaron a fluir por mis venas. La asfixia, la impoten-cia, lanzaron un misil de dolor sobre mí. Un desafío enorme esta frente a nosotros. — No te deprimas, Amanda. Mañana hablaré con él —confirmó Ximena—. Tú eres libre y, por lo tanto no volverás a ningún trabajo en contra de tu voluntad. Mañana lo pondré en el lugar que se merece por 190


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abusar de cientos de mujeres. Esta vez se atrapó del anzuelo esquivado. Siguiente día... A primera hora fuimos a hablar con Willy. También nos acompañó Leslie y Samanta. Llegamos al edificio en menos tiempo de lo pronosticado. Seguí a las señoritas hasta el despacho de gerencia sin hacer ningún comentario. El guardia de seguridad nos informó que no se encontraba, que llegará en tres días de un viaje. Abordamos la calle después de varios minutos. En todas las chi-cas la decepción era evidente. Caminaban de una forma descon-trolada, sin pronunciar palabra alguna. Sin embargo, algo no estaba bien en la visita inesperada. El guardia de seguridad nos dijo que estaba de viaje, ¿entonces quien ordenó el envío del DVD? ¿Quién era la persona responsable? No había suficientes probabilidades para ser verdad. Era un testimonio basado en mentiras planificadas, fácil de descifrar la reciente gravedad del problema. Regresé a mirar. Vi a Willy alejarse por el pasillo de la tercera planta del edificio. — Es un engaño —dije con desacuerdo. — ¿Qué hablas? —preguntó Samanta. — Está en el edificio. El guardia nos engañó. En la tercera planta lo vi movilizarse junto a una mujer. — Significa que el poderoso hombre no cuenta con recursos sufícientes para enfrentar los actos de su propio destino marcado por sí mismo —dijo Ximena sin detenerse—. Inicialmente todos y todas somos distintos. Muy difícil para él conservar ese don que Dios le regaló, engañó a muchas personas de una manera desconsiderada. Ahora cada error está marcado en su conciencia. Tenemos tiempo de ir. — Los tiempos han cambiado —le dije. — No para él. Esa fórmula de las mentiras utilizan las personas en los momentos de derrota y desesperación. Por lo general cuando 191


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un individuo miente, destruye, grita, golpea, insulta, es producto de la depresión. Las personas sin remordimientos son las que se man-tienen firmes durante su vida, en todo momento y en cada proyecto personal. En cambio él, no logra superar ese peso que lleva atado a su conciencia. Es tan difícil comprender que lo único bueno para eso; es hacer buenos actos y responsabilizarse de los errores cometi-dos. Para Willy es difícil superarse solo. Busca refugiarse en cosas materiales y así equivocadamente nadie se gana el respeto. No de una manera discriminante, tampoco utilizando su poder como lo hace Willy con las mujeres, que las utiliza para sus necesidades de fabricar dinero. Llegando nuevamente al edificio encontramos en el parqueadero a una muchacha joven. Ximena le comentó de nuestra presencia y la urgencia de poder hablar con el representante que dirigía las citas y la contratación de sus mujeres. Luego de unos minutos de conversa-ción la joven nos indicó el verdadero refugio de la principal persona a cargo. — No son bien llegados —nos dijo Willy apenas entramos a su oficina. — Amanda regresó. ¿Tú querías que ella vuelva? —le dije. — ¿Por qué vinieron? —replicó nuestro anfitrión—. No soy ningún idiota. Amanda me está costando dinero. Además, tengo serios problemas por culpa de ella. — ¿Problemas? —sonreí. — Aquí no es un circo. ¡Payaso! Enfado y miedo me atravesaron mi mente. En la oficina había dos hombres vestidos de negro. No cabía duda que mi presencia en ese lugar estaba perdida. Ante tres sujetos peculiares no tenía nada que hacer ahí. — ¿Pueden salir tus hombres? —le pregunté. Con una seña les pidió a los dos guardaespaldas que nos dejen so-los. Ximena se encaró con Willy y profirió lentamente: — Supongo que no me habrás olvidado. Solo pasaron algunos días, yo aún recuerdo que llegabas a visitar a mi hermana. — No señorita, para nada. ¿Por qué intervienes en mi negócio? — No pretendo intervenir en tus negocios, solo quiero ser especí192


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ficamente directa en este momento que vengo para que hablemos. — Negocios son negocios. No tenemos nada de qué hablar. — No estoy aquí para negociar contigo, es fácil y sencillo lo que tenemos que discutir. Mi amiga Amanda no volverá a ocupar un lugar indeseado. Ella tiene la opción de elegir su propio destino, es libre de desempeñar un trabajo digno, socializar con las personas por amistad, no por dinero. Las personas no tenemos un precio. El dinero podrá comprar todo, menos dignidad. Sin embargo, millones de antisociales, utilizan su fortuna, como un poder irreversible. No lo voy a permitir. — Hace tiempo dejé de ser dependiente de las demás personas. No tienes idea de lo que estás hablando. Tengo serios problemas. Las muchachitas que trabajaban para mí, se revelaron. Tuve que cancelar muchas citas, y por un comentario que vienes a decirme no voy a dejar caer mi negocio. Aquí se juega la vida. Son hombres peligrosos —se detuvo... — Yo te ayudo —se ofreció mi amiga. — ¿Cómo podrías? —preguntó entre sonrisas. — Cada persona somos útiles. Cuando una persona necesita ayu-da no es necesario que te ofrezca dinero. Los líderes eficientes no exageran, crean su propio negocio de una manera equitativa. Ese deseo de triunfo sirve como incentivo que te empuja hacia adelante cuando se debilita tu autoestima. No quiero lastimarte, pero en ti es todo lo contrario. ¿Cómo has podido liderar esta empresa, sino puedes con tu vida? Se negó a contestar. Agachó la cabeza por varios minutos. En la oficina el ambiente estaba tenso. Sabía que Ximena era un muy buen rival, en el momento de tomar la iniciativa de una conversación. La reunión significaba el fin de mucho tiempo de amistad. Las palabras reales estaban causando cierta frustración a Willy. — Quiero recordarte —continuó mi amiga— que las mejores personas no son quienes demuestran hipocresía. Tienes enfrente a una amiga, trata de sincerarte conmigo. No cargues tus problemas en soledad. En el tiempo real solo sobrevivirá una persona con ética, cuya cualidad 193


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comienza con tu personalidad. Sé que eres un hombre solo, frente a una responsabilidad inmensa. La verdadera calidad de vida depende de pequeñas cosas. La felicidad solo se da en esa persona entregada a sí mismo, en esa persona que lucha por sus sueños, en ese ser humano que al final del día, siente que entregó todo. Nadie puede ser feliz estando lleno de codicia. La vida gira alrededor de una cadena de cambios, empieza desde donde elegiste dar el primer paso y, si tú tomas el camino equivocado, regresas mucho más atrás del punto desde donde partiste. Ese es el dominio humano. La tradición de la codicia, es el elemento destructivo de miles de seres humanos, como a veces te hace verte mucho más atrás de lo que empezaste. Lograste hacer una envidiable fortuna en menos de lo que te esperabas; las personas subestimadas te admira-ran por eso, pero quienes viven la vida sin depender del dinero, para ellos solo serás un manipulador y miserable. Para ser eficaz no necesitas tener millones de poder, tampoco necesitas tener una cuenta en un banco repleta de dinero. ¿Qué vale más en la vida? ¿La dignidad o el dinero, el amor o el desprecio? Siempre tienes que demostrar el tipo de persona que eres. Con hechos, resultados, valentía y honestidad, no comprando u obligando respeto. Me sentí rebatido con tremendo regaño. Muchas frases estaban cargadas de desafío. El corazón empezó a latirme de una forma descontrolada al darme cuenta que el tema también tenía corres-pondencia con el amor. La última parte del discurso sin querer empezó a trabajar en mi cabeza. Para ser eficaz no necesitas tener millones de poder, tampoco necesitas tener una cuenta en un banco repleta de dinero. ¿Qué vale más en la vida? ¿La dignidad o el dinero, el amor o el desprecio? Siempre tienes que demostrar el tipo de persona que eres, con hechos, con resultados, con valentía y honestidad, no comprando u obligando respeto. — ¿Entonces —pregunté— por qué la gente que tiene un poco de poder actúa como si fueran los elegidos de Dios? ¿Por qué son gente que nos miran desde arriba abajo y que procuran hacernos sentir inferiores? ¿Acaso ellos si tienen una diferencia entre el amor y el dinero? 194


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— John —me contestó Ximena con un tono de voz suave—. Entre una persona que tenga poder, dinero y sea: desagradable, fría, calculadora, arrogante, insípida, no tienen ninguna diferencia entre otra persona: amable, amorosa, cariñosa y sincera. Los derechos son iguales, respiran del mismo aire, la única y equivocada diferencia está en que los seres humanos, por naturaleza padecemos del temor, creemos que cuando un individuo tiene dinero, le debemos un respeto diferente al de una persona humilde. ¡Grave error! Ellos con dinero al igual que nosotros, necesitan amor, correspondencia, paz, fidelidad, alegría, sinceridad y muchos más aspectos comunes influyentes en la vida diaria. ¿Cuál es la diferencia si son seres humanos como nosotros? ¿Qué respeto diferente pueden esperar? — ¿Por qué si tú vivías con Amanda, preferiste que ella se con-vierta en una trabajadora sexual y no en tu esposa? —le pregunté a Willy—. Ella es una mujer inteligente y muy respetosa. Ambos pu-dieron haber sido buenos compañeros. — Lo ignoro. Pienso que fui demasiado injusto con ella. Tuvimos etapas muy bellas, en las que aún recuerdo, como los mejores tiem-pos de mi vida. Pensaba que la media naranja y el otro yo no existía. Si yo cometí la locura de enviarle el DVD a ella y sus amigas, amenazándolas con hacer pública su vida íntima, quizá era porque no tengo el valor de decirle a Leslie que aún estoy enamorado de ella. — Espera —le dije—. ¿No pensaras seguirte burlando de ella? — No. Yo también soy una persona inteligente como todos uste-des. Acepto que cometí demasiados errores. Ximena en este tiempo, tu ayuda no me servirá de mucho. Mi vida está atada a una gigan-tesca red de corrupción. Aquí cada uno, luchamos por sobrevivir como en una jaula llena de lobos. Las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos. El hombre nos estaba sorprendiendo a todos. ¿De qué manera se remordía el no poder darse paz en su corta vida? Las expectativas eran enormes, pero nadie a ciencia cierta podía evaluar el dolor de su pasado. Hasta entonces me di cuenta 195


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que también tenía su lado sensible. No pude evitar rememorar las ensenas principales de mi actual arrepen-timiento. — Los jóvenes deben —continuó— pensar que tienen la opor-tunidad de elegir, yo no tengo elección. Debo continuar mi camino. Toda mi familia y demás personas que me rodean depende de mí supervivencia en el duro camino que me espera. No me dedico al tráfico de drogas, tampoco de mujeres, no elaboro ningún trabajo ilícito, simplemente mentí a millones de personas. — ¿Quieres que vuelva a creer en tus mentiras? —lo encaré. — No son mentiras —respondió con una voz quebrantada—. John, Amanda, Samanta y Ximena, el rencor nunca es bueno. Ver a tu amigo, a tu amiga con desprecio, en el final de los días te causa mucho dolor y sufrimiento. Ustedes dos —dijo dirigiéndose a mi novia y a mí— ahora que están de novios, traten de conocerse, enamorarse, apoyarse; comprendan que ninguna pareja encuentra su alma gemela. Para que exista el amor en esa persona opuesta a nosotros “tu pareja”, tendríamos que extirpar de raíz y materializar esa persona incomprensible que llevamos dentro de nosotros mismo y convertirla en un ser accesible a la comunidad y la unión. No quiero que me odien. — Nadie te odia —contestó Samanta—. ¿Pero qué hay de nues-tra amiga? Lo miré con los ojos bien abiertos. Yo estaba perdidamente confundido. Nadie había oído antes así a Willy. Me levanté del sillón haciendo un gran esfuerzo y caminé despacio, tomándome por la pared sin decir nada. — El perdón es un obsequio desmerecido, igual que el amor ver-dadero. Entiendo que no repararé su pasado y su futuro con mi arrepentimiento, seguirán durante toda su vida, los fantasmas de sus noches de dolor, igual que el sufrimiento de las profundas heridas que le causamos los malditos hombres despreciables como yo. Ahora tengo que pagar mi culpa. Una traición de tal grado no se puede remedia ni con la vida. Mi querida Amanda no tengo pala-bras para remediar mis faltas, tampoco 196


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tengo idea de cómo hacerlo. ¿Quiero saber si pueden perdonarme? Se arrodilló frente a nosotros y se soltó a llorar. — ¿Es posible que una persona pueda perdonar, sin importar cuanto sea de grande el error? —pregunté. — Todo es posible —contestó Ximena—. Todos podemos come-ter graves errores. Es cierto que algunos son demasiados graves y causaron demasiado dolor, pero no por eso le vamos a negar una segunda oportunidad a la persona que lo necesita. Antes de seguir sufriendo, tenemos que aprender a reflexionar en nuestro diario vivir. Jesús dio la vida por nosotros, para el perdón de nuestros pecados, nosotros no somos nadie para juzgar; la vida también se basa en un pequeño porcentaje de odio, pero en nuestro corazón no debemos darle espacio. De verdad vale la pena. Me acerqué y le di la mano para que se pusiera de pie. — A diario —dijo Amanda— hay cientos de muchachas inocen-tes seducidas por hombres mediocres, miles de mujeres abandona-das porque su cuerpo ya no sirve para tus fines de lucro. Somos muchas mujeres afectadas por el abuso sexual, el chantaje, el fraude, ¿qué pasara con mis amigas? No olvides que todas ellas están inyectadas con ese veneno de la maldad. Si no cambias tu ideología, ¿de qué sirve perdonarte? Y… No pudo seguir hablando. Sus páparos se llenaron de lágrimas. Me senté a su lado y le dije que todo saldrá bien. Hubo un prolongado silencio. Luego de unos minutos Willy abrió la puerta y llamó a sus guardaespaldas. Por un momento quise pro-testar, pero al verlos que hablaban en silencio me detuve. Tenía que saber de qué se trataba todo, antes de seguir. Mi palidez debió ser evidente, luego de ver que varias muchachas entraron a la lujosa oficina. Todo se volvió confuso. — Quiero confesarles —dijo el anfitrión—. Ellas son las muchachas que trabajan para mí. Estoy de acuerdo con Amanda —se de-tuvo unos segúndos—, hay cientos de muchachas inocentes sedu-cidas por hombres mediocres, miles de mujeres abandonadas porque su cuerpo 197


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perdió forma. Todas ellas son mujeres afectadas por el abuso sexual, el chantaje, el fraude de mis socios. Desde hoy asumi-ré mis errores y dejaré que cada una de ellas elija su destino. Antes de concluir quiero informarles —se dirigió a todos nosotros presen-tes— mi gerencia en la empresa termina en este momento. Me dedicaré a ser una persona útil —sus lágrimas corrían por sus mejillas. — ¿Qué pasará con ellas? —pregunté. — Una que otra de las chicas está aquí por su voluntad. Sin em-bargo, no quiero que ninguna de ellas fracase. Este es un trabajo que destruye a muchas jóvenes. Su vida que llevan ahora les causará demasiadas pesadillas en los momentos felices de su futuro. No tienen la más mínima idea que es sentirse presionado por mal actos de nuestras decisiones mal formadas… soy un triste y desalmado idiota. No puedo cargar con todo el error de por vida. Créanme que para mí no es fácil tomar decisiones, son muchos más los que están detrás de mí. Un movimiento que este en desacuerdo de los demás, puede costarme la vida, pero no quiero que ustedes las mujeres que estuvieron conmigo este tiempo sigan siendo utilizadas. Yo quiero que sean felices, traten de recuperar todo el tiempo perdido. Entien-do lo difícil de ustedes que será en el futuro; personalmente quiero pedirles que en el momento de salir de aquí, no acepten tener una relación formal, no piensen en eso ahora. El tiempo les regalará el hombre que se merecen, ahora están muy lastimadas, su vida a lado de una persona será más que imposible. Su corazón no está preparado para el amor, primero es su tratamiento, es lo que más necesitan. No se engañen que pueden amar, una vez envenenada la persona le es imposible cambiar de un día para otro. Necesitan tiempo, será su mejor aliado en las peores hipótesis, pero su ánimo hacia adelante debe ser fuerte, no pueden desmayar porque les espera un camino difícil. Tardé en captar el desesperado mensaje que era dirijo para las muchachas que desempeñaban un trabajo similar. Me quedé pen-sando en lo que nos dijo Leslie. — Es inútil predecir el futuro —comenzó ella—. No conocí a él 198


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como lo describí. Antes de conocerlo mi trabajo era diferente. Él me enamoró, y luego me sedujo a lo que yo soy ahora. Después de vivir juntos, mi vida empezó a cambiar, con engaños, regalos, finalmente me conquistó a volverme en una prepago. El primer cliente pagó mucho dinero para estar conmigo. Era una persona famosa de otro país, que residía en esta ciudad. A Willy no le importó mi vida, el dinero es lo único que a él lo moviliza. Sufrí mucho hasta adaptar-me a mi nueva vida. Soportar humillaciones, dolor, sufrimiento, angustia, desdicha, son parte de mis días. Me da mucha pena, las cientos de chicas que están enredadas en la prostitución, son explo-tadas severamente de una forma que ustedes no tienen la más mínima idea. La grande y poderosa agencia de servicios sexuales, es una gigantesca red de corrupción, atrapa millones de muchachas inocentes, engañadas por la necesidad de un trabajo. Los grandes hombres de poder, son una maquina demoledora de la juventud, ellos con cumplir sus caprichos, son capaces de desaparecer el mundo. — ¿Además el hombre las obliga a que ustedes hagan el trabajo? — Bueno no toda la responsabilidad es de él, también hay chicas que con voluntad propia ingresar a un tipo de trabajo así. Willy en este caso categoriza las mujeres, y en los anuncios que publica en el internet, muchas mujeres llegan a formar parte de las famosas agencias. También hay jóvenes que nunca eligieron estar en una vi-da de aventurera, no tengo idea a fondo el problema de cómo llegaron a estos oscuros trabajos. Hay indicios que a veces son raptadas, compradas, engañadas, abusadas y luego obligadas a ser lo que a ellos les conviene. — Necesitan ayuda —dije interrumpiendo las discusiones de las muchachas. Todas me regresaron a mirar. Me sentí como un patinador per-dido en la arena. En realidad no tenía idea los temas que habían abordado. Permanecí inmóvil. — Recibirán su ayuda —dijo Willy—. A todas les prometí que tendrán el mejor terapeuta, psicólogo, psiquiatra del país. Los profesionales que 199


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sean necesarios se harán cargo del problema. Van a recibir el tratamiento que necesiten para que ustedes muchachas vuelvan a ver el mundo de la cima de humanidad. Yo quiero y nece-sito que cuando salgan de aquí, me prometan que no se dejarán discriminar por el tipo de personas que acostumbran a humillar a jóvenes que a lo mejor injustamente la vida les regaló un trato diferente. Ustedes con sus debilidades son, y tienen los mismos derechos de otra persona común y corriente. Podrá ser complejo, difícil ese nuevo proyecto de vida, pero no imposible. Espero que su perdón sea de corazón. “Perdón” me pregunté. Caminé hasta la puerta tropezando con los muebles. La vista se me nubló repentinamente. Vi que Samanta se puso de pie y me siguió a grandes trancos. — ¿Qué te ocurre mi amor? —preguntó. — Nada. Me tengo que ir. Es incomodo todo lo de las muchachas. Recordé a Leslie y sentí pánico. La abracé a mi novia con lágri-mas en los ojos y me despedí. Llegué a la casa en horas de la tarde. Minutos después de meren-dar me acosté a dormir. Mi cabeza estaba en otro lado. Fueran varias horas agobiantes, no comprendía absolutamente nada de lo que ocurrió en la empresa de Willy. Finalmente tenía prisa por llegar a esos recuerdos. En la mañana del siguiente día, salí a buscar a Samanta. Tal vez solo deseaba comprender lo que en realidad estaba pasando con-migo. Era todo confuso. El día anterior guardaba cientos de pregun-tas, moralmente desmotivadoras. Apenas encontré a la muchacha le platiqué lo que pasó conmigo. Mi verdad era vergonzosa, pero era mi verdad. La mujer me observó con un gesto sencillo. — ¿De qué perdón habló Willy? —le pregunté. — Se sinceró con las chicas y pidió que lo perdonaran. Explicó el giro definitivo de su vida. Desde cuando y como empezó su oscuro camino. En realidad su vida está lleno de misterios. — ¿De qué hablas? 200


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— Su misión va mucho más allá de lo que pude imaginarme… su niñez ha sido demasiado complicada. Sus padres no viven en el país. Él cree que nunca los conoció. A los cinco años tuvo que aprender a sobrevivir solo. Las desmedidas humillaciones en su infancia lo marcaron durante su juventud. Nuestras palabras debieron dejar las heridas abiertas. Sin querer revivimos el dolor de su vida. Siempre pensé que a él lo movía el dinero. ¡Me equivoqué! No todo es lo que parece. Cuando me di cuenta de la manera en que juzgaba su actitud, me llené de remordimiento y dolor. Frases lejanas golpeaban mi cabeza. Los recuerdos llegaban a mi mente y desaparecían con el más mínimo concepto ajeno. En ese momento recordé lo que Willy dijo públicamente: Desde niño me había acostumbrado a ser tratado como un adul-to. Cuando tenía once años, una mujer de la vida pública abusó de mi infancia, mientras cuidaba de mí. Yo aún era un niño puro, bueno, y sobre todo lleno de amor. Apenas era un inocente cuando empecé a contaminarme. ¿Qué es lo que me estaba ocurriendo? No pude sobrevivir, a esa horrorosa historia que cambió mi vida —hizo una larga pausa, después de un rato continuó—: una tarde cansa-do, después de llegar de la escuela, me puse a jugar en mi cuarto. La joven rubia y alta entró a mi recamara y empezó a desvestirse lentamente, mientras que con la otra mano acariciaba mi parte íntima. No pueden imaginarse lo que pasó conmigo, esa tarde fue la más dura de mi vida. Desde ese entonces mis días se han inclinado a la perdición y al engaño. Todas las noches lloro en mi almohada y maldigo a esa mujer hasta el amanecer. Nunca hay tenido novia. No puedo convivir íntimamente con una pareja, las imágenes, el recuer-do, las visiones, viven en mi cabeza desde ese inoportuno día. La mujer que me violó carga mucho con mi culpa. Años atrás llegué a la conclusión que todas las mujeres son iguales y que se hicieron únicamente para complacer a los hombres. Hubo fuertes murmullos en la oficina. El calor de la sangre que-mó mis mejillas. Ver a ese hombre frente a nosotros me causo gran conmoción. En realidad nunca tuve razones posibles para golpearlo. Lo hice únicamente con 201


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el gusto de herirlo. — Mi mamá también ofrecía servicios sexuales —continuó—, ella me abandonó para irse con un hombre, el que no era mi padre. Crecí junto a una pareja que recogía basura. Luego me adoptó una mujer de mucho poder. Pasado el tiempo me convirtió en un pode-roso hombre. A mis quince años me regaló un auto deportivo, ropa fina, joyas, mujeres, y una buena suma de dinero. Que error el de la señora. Me dio libertad absoluta. A mis diecisiete años me nombró el gerente del club nocturno que ella dirigía. Empezó mi quebranto total, mujeres, vino, dinero. Me convertí en el rey de los cielos. — ¿Y qué paso con Willy luego de venirme? —le pregunté a Sa-manta. — Colapsó su sistema nervioso. Repentinamente perdió el equili-brio y cayó sobre la mesa. De urgencia lo trasladamos al hospital. — ¿Dónde está ahora? —interrumpí. — En su casa. Los doctores dijeron que sus signos vitales eran estables. Su reacción fue debido a una sobrecarga de depresión. Sin embargo, le hicieron algunos exámenes para descartar alguna en-fermedad posible. Sonreí tristemente. La reciente historia demostraba lo estúpido, injusto, que yo había sido siempre. Me puse de pie y le pedí que me acompañe. Llegamos a la casa de Willy. Después de atravesar el pasillo llegamos a un cuarto alfombrado con lujos extravagantes. Él nos esperaba ahí. — Gracias amigo —dijo en cuanto entré a la habitación—. Estaba seguro que vendrías —se puso de pie y me dio un abrazo. — No tengo palabras —confesé aparentándolo con mis brazos. — Voy a salir un momento para que puedan platicar a solas —se excusó mi invitada. — No, espera —la tomó por el brazo el anfitrión—. Les tengo una buena noticia. Se sorprenderán, pero he tomado una decisión. Nos regresamos a mirar. ¿Qué pretendía decirnos? Tomamos asiento como nos indicó. ¿Por qué nosotros? Podía haberme guarda-do rencor por partirle la nariz. Bien podía darme un golpe con guante blanco. 202


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Después de reconocer sus virtudes, seguramente todos cambiamos de actitud. Mala no era la noticia, de eso estaba seguro. — Anoche hice una par de llamadas a uno de los mejores tera-peutas del país —continuó con una voz firme—. Hoy en la mañana me hizo una visita personalmente. Él se va a encargar de la rehabi-litación de las muchachas. — ¡De las muchachas! ¿Y tú? —intervine. Sonrió con entusiasmo. — En una semana me voy al extranjero. Necesitaba hablar con ustedes antes de salir del país. Quiero comentarles que donaré parte de mi dinero a una fundación de ayuda social. La otra parte comprar-tiré con las mujeres que trabajaron conmigo y, con el resto quiero que ustedes acepten mi propuesta. — ¿Propuesta? —dije sorprendido. — Pagaré un viaje para los dos. A la cuidad que ustedes deseen. — No —lo interrumpí—. ¿Por qué quieres hacer eso con noso-tros? — Gracias a ustedes voy a ser libre. Al país que me voy, encon-traré mi poca familia que tengo. Me comuniqué con ellos y están de acuerdo con mi decisión. — No podemos aceptar —me negué rotundamente—. No es necesario que hagas nada por mí. Yo estoy contento con tu amistad, me alegra de corazón que tu vida empiece desde cero, pero por nada del mundo acepto tu propuesta. — De acuerdo. ¿Y ustedes piensan casarse? Samanta y yo nos miramos sin saber que contestar. Nunca antes habíamos hablado de matrimonio. Desde que nos conocimos y aún después en nuestro noviazgo no dejaban de ocurrir cosas deslumbrantes. Quizás por eso tuvimos poco tiempo para nosotros. — N…no me esperaba esto —dije titubeando—. Creo que aún es-tá muy lejano ese día. Ella es una buena mujer, increíble, hermosa y muy inteligente. Estoy seguro que la amo, que ella me cambio mi vida. No tengo palabras para describir lo que siento por ella, pero no eh tenido la 203


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oportunidad de entregarme a ella. — ¿Han tenido relaciones sexuales? —sonrió. — No —contesté de inmediato—. Anteriormente tuve una dolo-rosa caída. El sexo me ha traído demasiado libertinaje. No sé si pue-da tener sexo después de todo. Además no quiero cometer más errores en mi vida. Dios me la puso en mi camino y no me daré el lujo de perderla. — Quiero regalarles unos consejos que escribí anoche. Vale la pena que se regalen un tiempo para los dos solos. Me entregó la hoja y salió de la habitación. Tomé la hoja en mis manos y comencé leyendo en voz alta. Como primer párrafo decía: Vivir el presente con plenitud te cuesta. El tiempo es uno solo, todas las personas no disfrutamos de nuestro presente, porque siempre estamos tras otro. Ustedes son jóvenes como yo. Deténgase un minuto y pienses en lo dulce y amargo de la vida. Me detuve un momento. ¿Adónde quería llegar? Seguí leyendo: La juventud es el tiempo de sembrar, no se adelanten a cosechar lo que ustedes aún no han cultivado. Vivan, disfruten con moderación. Quiero dejar en claro que hagan lo que hagan, siempre los seguiré queriendo como mi familia. Solo quiero recordarles lo difícil que será en su futuro si no miden las consecuencias ahora. Sé que son seres humanos y de seguro cada uno espera impacientemente que llegue el momento de estar juntos. No se asusten. Es normal, a todos los jóvenes nos ocurre lo mismo. El sexo es lo más novedoso en la juventud. No importa en el lugar que estemos, lo único que queremos llegar a él. No pierdan el tiempo esperando lo que no tienen. Están juntos, compartan su vida, sus penas, alegrías, sueños, ambiciones. Llá-mense, respétense, elógiense, pero nunca miren para atrás, destru-yan todos esos puentes de su pasado, no dejen huellas atrás para que no puedan regresar a ese pasado y oscuro camino. 204


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Si tuvieron cosas buenas archívenlas en su corazón. Desechen la maldad, el odio, el rencor, la codicia. Constrúyanse y llénense de valores, de amor, de alegría, de apoyo, de sabiduría. Un sabio decía: puedes destruir en tres días, lo que construiste en tres años. No destruyan lo que con tanto esfuerzo lo construyeron durante mucho tiempo, desde siempre una nueva oportunidad, un nuevo compromiso, un nuevo pacto, y nuevas ilusiones. Nunca se traicionen, la infidelidad duele, destruye, envenena, llena de odio el corazón. No permitan que pase eso con ustedes. En vida muchachos, invítense a salir, dense amor, respeto, valor, fuerzas, entusiasmo y apoyo. Lean con mucha atención este pequeño párrafo que significara mu-cho en millones de personas: Dos amigos se encontraban tomando un café y uno le comenta en un tono de queja al otro: Mi novia me llama mucho por teléfono para pedirme que vaya a platicar con ella. Yo voy poco y en ocasiones siento que me molesta su forma de ser, ya sabes cómo son las mujeres celosas: siempre lo mismo. Además nunca le faltan compromisos de que hablar: que el trabajo, que las citas con los clientes, los amigos, las amigas… Yo en cambio —dijo su compañero— platico mucho con mi novia. Cada vez que estoy triste voy con ella: Cuando me siento solo, cuando tengo un problema y necesito fortaleza, acudo a ella y me siento mejor, porque es la única persona en este país de mi familia. Caray —se apenó el otro—, eres mejor que yo. No lo creas, soy igual que tú —respondió el amigo con tristeza—. Visito a mi novia en el cementerio. Murió en un accidente hace un tiempo, pero mientas estaba conmigo, tampoco yo iba a platicar con ella y pensaba lo mismo que tú. No sabes cuanta falta me hace su presencia, cuanto la echo de menos y cuanto la busco ahora que ha partido. 205


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No dejen pasar sus momentos felices, quizá mañana ocurra algo inesperado, no solo la muerte nos puede separar. La vida es un milagro, si están enojados perdónese, no dejen que la vida pase en vano. ¿Qué esperan para decirse cuanto se aman? ¿Quizá morir? Piensen que a veces la vida no puede regalarnos otra oportunidad. Hoy es hoy, mañana será otro día, y puede que sea tarde. Regresé a mirar a Samanta y vi como las lágrimas rosaban sus delicadas y tiernas mejillas. La abracé y sentía como me trasmitía su amor. Nos quedamos en silencio por un buen rato. Estar juntos en ese momento significaba más que mil palabras. El verdadero encuentro amoroso nos envolvió con su manto y nos bendecía con su espléndida sabiduría. Nunca estuvimos así de felices. Luego de un rato me pidió la hoja y siguió leyendo con una voz angelical: Sé que empezaron su relación con mucha ilusión, no dejen que esa unión muera, yo lo que más deseo es que sean felices para siempre. Pueda que algún día volveré, me agradaría llegar a visitarlos, encontrarlos juntos, unidos por el amor verdadero, el amor que amanece con ustedes y anochece en sus corazones, ese amor vivo, alegre, esperado con paciencia y que dura toda la vida. Ambos han sufrido mucho, ya no más. No sean injustos con ustedes, yo no esta-ría de acuerdo si ustedes fuera solo amigos, pero no, ahora son novios, anteriormente tal vez estaban ilusionados, pero dense cuen-ta, ahora el amor a tocado sus puertas. No dejen que se vaya, una persona es vulnerable a la infidelidad, pero ustedes no. Encontraron a ese sentimiento valioso. Recuerden: no siempre llega el amor. Lo más importante de ustedes, que no dependen de los demás, cierta-mente no se esperaban, solo el tiempo los unió. Si analizan su relación, y luego tienen conclusiones, se darán cuenta que ustedes no hicieron nada para enamorarse, ninguno se forzó por conquistar al otro. Eso es un amor verdadero. Sé que me entenderán y estoy seguro que pondrán en práctica mis consejos. Nunca tuve una novia, el miedo a no poder amarla, nunca me dejó enamorar. En cambio los dos tienen la oportunidad, saben que es amor, viven de cerca el 206


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amor, caminan de la mano unidos por el amor. Tienen una familia, un hogar, salud, humildad, una vida, no la desperdicien en cosas que no tienen sentido. No olviden que soy un poco despistado al momento de escribir. Lamento mucho que nunca pude cumplir lo que quise ser. La verdad es que en una hora voy salir del país. Quizás nunca más vuelva a verlos. Las despedidas son tristes. Hace poco los conocí, y hoy los perderé. Probablemente no volveré a ver sus caras, pero siempre vivirán en mí. Willy.

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21 ENFERMEDADES VENÉREAS Diciembre 24 Me desperté un poco tarde. El reloj marcaba las diez. Caminé lentamente al baño. Me lavé la cara y me sequé con la toalla de manos. Luego me senté pensativo en el sillón de la sala. Físi-camente me sentía agotado y adolorido. Poco después empecé a sentir unas terribles molestias en el área genital. La picazón y el ardor eran fuertes. “¡No puede ser!” me dije. Me maldije por mi irresponsabilidad, aunque tenía ciertas probabilidades de no estar infectado. Ciertamente no tenía contacto se-xual con ninguna mujer desde varios meses atrás. Buen día para que una enfermedad venérea aparezca. Eso sí podía ser terrible. En los feriados la mayoría de consultorios no atendían. En el área afectada se podían visualizar claramente puntitos rojos en forma de llagas. Eran dolorosos... Me puse de pie y fui a buscar un par de libros sobre enfermeda-des de transmisión sexual. Me encerré en mi recámara y empecé a hojear uno de los libros. En la primera página decía: Las ETS (ENFERMEDADES DE TRANSMISION SEXUAL) se encuentran entre las que presentan mayor índice de contagio en las persona. Las enfermeda-des más comunes hoy en día son: el sida, la gonorrea, charco blando, sífilis, la uretritis inespecíficas, las infecciones por clamidias, el herpes genital y anorectal, mollescum contagioso, condiloma acuminado y las verrugas genitales. En caso de la gonorrea, se estima que una 250 millones de personas se contagian en el año. En la sífilis las estadísticas son más bajas, pero su 208


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número de contagio es alarmante, se estima que unos 50 millones son afectados anualmente. El sida es la primera enfermedad en el mundo. La lucha contra esta enfermedad no tiene descanso. Las organizaciones de salud confirman que mueren unas 8 mil vidas diarias en todo el mundo, infectadas con el SIDA. Interrumpí la lectura, tomé el otro libro y empecé a hojearlo de una forma rá-pida y descontrolada. Me quedé temblando de ver que la mayoría de enfermeda-des presentaban síntomas similares a los que yo tenía. Me froté la cara fuerte-mente por un largo rato que me pareció eterno, y luego continúe leyendo. Cada párrafo contenía una amplia información. A líneas seguidas, con la mirada traté de ir resumiendo lo más importante de cada concepto. El primero decía: SIDA: Es una enfermedad incurable y fatal. Los principales síntomas son: can-sancio, mareo, dolor de cabeza, pérdida de peso, diarreas crónicas, fiebre, sudoración, tos seca, manchas en la piel, hinchazones e inflamaciones pélvicas frecuentes. Se transmite por el contacto de algún liquido corporal infectado, (sangre, fluidos vaginales o semen) también se puede contagiar por medio de agujas, jeringuillas u otros cortapunzantes contagiados. No hay cura conocida para el sida. Ningún tratamiento elimina por completo el virus del organismo. Hoy en día es muy utilizada la terapia antirretroviral, cuya finalidad es impedir que se multiplique el virus. El sida es la enfermedad más grave que el mundo enfrenta hoy, transmitida en su mayoría por contacto sexual. Si los cálculos recientes están correctos, el número de personas infectadas por el virus que causa el SIDA puede aumentar hasta diez veces en los próximos ocho años, de 13 millones a 130 millones de hombres, mujeres y niños mundialmente. El medica-mento AZT, aprobado por la Food and Drug Administration en marzo de 1987 desacelera la producción del virus. Otros fármacos usados son: lamividina o neviparina. 209


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Detuve la lectura y me sobresalte varias líneas hasta llegar a un párrafo que decía: En la reproducción de nuevos virus infectados, la célula muere o pierde su función normal, durante la multiplicación viral y la destrucción de las células del Sistema inmunitario, excede la capacidad del organismo para reponerse y se deteriora dicho sistema, a este estado se le denomina SINDROME DE INMUNO DEFICENCIA ADQUIRIDA o SIDA y se caracteriza por gran propensión a sufrir infecciones especialmente las denominadas infecciones oportunistas. Sentí un frio intenso que corría por mis venas. La sangre se me heló en su totalidad. Me quedé inmóvil varios minutos. ¿Qué tal si me contagié de sida? Apenas con imaginarme se me quitó la respi-ración. Podía también ser otra enfermedad. Igualmente cualquiera de esas enfermedades podía ser peligroso. Continué leyendo: GONORREA: Las más peligrosas de este mal son las personas asintomáticas, es decir las que no presentan los síntomas del mal. Es una enfermedad que se transmite por relaciones sexuales y desde el contagio puede pasarse de 2 a 20 días para manifestarse alguna molestia o síntoma. Se manifiesta con escozor en la uretra, fluido cremoso, comezón o ardor al orinar. La gonorrea o blenorragia viene acompañada con frecuencia de otras enfermedades como la uretritis, que en su fase crónica puede producir artritis aguda, síndrome Reiter (deformidades permanentes de las articulaciones), embarazos ectópicos y puede ser causa de esterilidad. En el tratamiento de la gonorrea se administra una dosis intramuscular de cef-triaxona 125 mg. Además, se puede añadir doxiciclina 100 mg durante siete días, por la posible asociación con clamidias que son 210


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frecuentes. También se tiene que tratar a todas las parejas en las 2-4 semanas previas a la infección. Podía tratarse de gonorrea. Sentía comezón, un poco de ardor al orinar, pero estaba exento de fluido cremoso. Inhalé hondo y continué: Sífilis: Primer periodo. No se detecta con análisis de sangre. Aparece una llaga de borde en el glande del pene y en la mujer en los labios mayores y menores de la vagina. Algunas mujeres presentan un charco muy infeccioso pero no visible. Se inflaman los nódulos linfáticos de la ingle. A los pocos días se aparece una leve mejoría, pero eso no significa el final del mal. Segundo periodo. El virus se en-cuentra en la sangre. Produce fuertes dolores de cabeza y articulaciones: brotan verrugas dolorosas en la nariz, boca, ano o vulva. Con frecuencia puede verse salpullidos en la piel, en partes como: axilas, cuello, pecho y espalda. Tercer periodo. Entre dos y veinte años después de la enfermedad, se desarrolla un cáncer de hueso o piel parecido a la lepra. El virus afecta la médula espinal y el cerebro, causando parálisis, ceguera, insania y hasta la muerte. En el tratamiento de sífilis, el fármaco a elección en todas las fases es la penicilina G. En la fase de sífilis primaria y secundaria una dosis intramuscular de penicilina G es suficiente. Si la sífilis está en etapa tardía, el tratamiento el tratamiento también será con penicilina G, pero tres dosis en una semana. En el caso de la neurosífilis, es preciso administrar penicilina G intravenosa cada cuatro horas du-rante 10-14 días. . Herpes genitales: Enfermedad incurable producida por un virus (hsv2) pariente del herpes (hvs-1) que ocasionan las llagas, o ulceraciones que se forman en los labios y lengua. El herpes después de su contagio pueden transcurrir dos o tres días para que aparezcan los síntomas, 211


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que pueden ser: inflamaciones o pequeñas ampollas localizadas en los genitales y el ano y más molestias como: sudoración, dolor del cuerpo, dolor de cabeza y fiebre. El virus se aloja posteriormente en el ganglio pudiendo resurgir durante toda la vida. El tratamiento es un tanto difícil, una madre al dar a luz puede contagiar el virus al bebé, lo que puede significar un rebote del mal, abortos e incluso ser causa de cáncer cervical. Esta enfermedad es generalmente tratada con Aciclovir 400 mg 7-14 días. Esta terapia tiene su inconveniente, y pueden aparecer efectos secundarios de cada uno de los fármacos que componen la terapia. Entre los más comunes: nauseas, dolor de cabeza, debilidad, malestar general, y acumulación de grasa en la espalda y el abdomen. Si el tratamiento es prolongado por un tiempo aumenta el riesgo de que el paciente sufra un ataque cardiaco. Charco blando: También se conoce como “chancroide” y se transmite por relaciones sexuales. Los síntomas aparecen luego de ocho a quince días de conta-gio, pueden ser como: granos delicados, llagas suaves y dolorosas, las ingles se inflaman y pueden sangrar con facilidad. Dosis única intramuscular de ceftriaxona 250 mg. Papiloma Virus: Actualmente el papiloma virus es una enfermedad más fre-cuente. Hay muchas variantes del papiloma virus (VPH), entre ellas se encuentran las de “bajo riesgo” (son las cepas 6 y 11, responsables de las verrugas anogeni-tales) y las de “alto riesgo” (son las cepas 16, 18, 31 y 45, responsables de displasia y cáncer de cuello uterino, ano, pene y vulva). Se puede distinguir diversas situaciones en las que se puede producir el virus del papiloma humano: Infección latente. 212


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Infección subclínica. Infección clínica. Condilomas. Carcinoma invasivo. El tratamiento del VPH (virus del papiloma humano). Los condilomas se pueden tratar con crioterapia (con nitrógeno líquido), con crema de imiquimod al 5%, con resina de podofilino al 10-25%, con ácido tricloroacético, con láser y otros méto-dos. El virus del papiloma humano se puede prevenir mediante la vacunación, que se administra en tres dosis a las niñas de 14 años. Separé de mis manos los libros. Me puse a pensar que existía la posibilidad de que me contagiara de una de esas enfermedades. No cabía en mi cabeza de como deje que me ocurrieran tantas cosas en mi vida. Abrí el directorio telefónico y marqué el número de la casa de Samanta, para mi suerte me contestó ella. — ¿Bueno? — Soy yo. John. — Pensaba en llamarte más tarde. — Tengo prisa de hablar contigo. Es que… —me detuve. — ¿Qué ocurre? Me pareció incorrecto confesarle lo que me ocurría por teléfono. — ¿Puedes verme en media hora? Me vestí de inmediato y salí a buscarla. Durante el camino no podía concentrarme en nada más que los síntomas de mi enfermedad. Podía ser gonorrea, sífilis, incluso sida. Todas las enfermedades, una vez contagiado eran peligrosas. Pensar en que cualquiera de ellas me podía llevar a la muerte me causaba repulsión. Cuando llegué al lugar que quedamos en vernos, me quedé frío. Samanta estaba de pie, esperándome. — Hola —dije fingiendo espontaneidad—. No sabía que tiempo iba 213


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a demorar. — ¿Qué te ocurre? Estoy preocupada... — Me apreció una enfermedad de la que yo ignoraba. — ¿De qué hablas? — Creo que es una infección venérea. Se frotó la cara con ambas manos. Mi confesión le causó confu-sión. De seguro pensó que me contagié en los días más recientes. — ¿Desde cuándo estas así? —dijo con un tono irregular. — En la mañana sentí las primeras molestias. No mal interpretes las cosas. Sé que mis palabras no justificaran mi imprudencia, pero no hay estado con nadie desde hace unos meses atrás. — Confió. Sabemos que mañana es feriado. ¿Dónde encontrare-mos un consultorio? La mayoría de doctores se van de vacaciones. Extrajo de su cartera una agenda de números, y empezó a llamar a diferentes consultorios médicos. Pasaron los minutos y en todas las clínicas se escuchaba el mismo mensaje de la operadora. Me sentí abatido y avergonzado por mi irresponsabilidad. Ella no formaba parte de mis errores, sin embargo, estaba enfrentando mis problemas. — A dos cuadras hay un hospital público —comentó despacio con una voz de preocupación—. Es nuestra única oportunidad. El guardia de seguridad nos informó que solo estaban atendiendo por emergencia. Que esperemos dos días. — Es urgente, amigo. Necesito atención de inmediato. Dos días puede ser mucho tiempo. En ese entonces tal vez ya no esté vivo. Me quedé paralizado por el miedo. — Esperen un momento —dijo el hombre—. Déjenme ver si los puede atender el Doctor. Conseguí una cita en el mismo momento con el galeno. Me sentí apremiado por la oportunidad que Dios me estaba regalando. Quise abrazarlo a ese hombre que estaba en la puerta y decirle que no tenía palabras para agradecerle. 214


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— Pase, por favor. Me puse de pie y entré al consultorio. El médico me tendió la mano sonriente y me pidió que me senta-ra. Era un médico joven, de estatura media. De seguro tenía pocos años en su profesión. — ¿Qué te puedo ayudar? —preguntó. — Creo que pesqué una infección —contesté con temor—. Tengo picazón y ardor en la parte intima. — ¿Sientes algún otro síntoma? — No. — ¿Has tenido relaciones sexuales últimamente? — Creo que hace un par de meses. No estoy seguro. — ¿Qué protección utilizaste? — Ninguna. Se puso de pie el hombre y tomó unos guantes de una caja pe-queña. — Por favor, bájate los pantalones. Me quedé pensativo, inseguro de escuchar bien. Al comprender, obedecí de inmediato. Lentamente se acercó a examinarme. Dio la vuelta para ir a su escritorio, pero no me gusto para nada la expresión de su cara. Me arreglé mi pantalón y caminé tras él. — Puede tratarse de sífilis, primer periodo. Te mandaré a que te hagas unos exámenes. — ¿Sífilis? —dije aniquilado. — También te realizarás esta valoración —me entregó un formu-lario para que lo llené con mis datos. Leer la palabra sida me dejó sin aliento. No pude decir nada. Me recosté en la silla angustiado, trastornado por mi más grande pesa-dilla. Lo primero que recordé fue lo que leí en la mañana: SIDA: Es una enfermedad incurable y fatal. Los principales síntomas 215


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son: cansancio, mareo, dolor de cabeza, pérdida de peso, diarreas crónicas, fiebre, sudoración, tos seca, manchas en la piel, hinchazones e inflamaciones pélvicas frecuentes. Se transmite por el contacto de algún liquido corporal infectado, (sangre, fluidos vaginales o semen) también se puede contagiar por medio de agujas, jeringuillas u otros cortapunzantes contagiados. No hay cura conocida para el sida. Ningún tratamiento elimina por completo el virus del organismo. Hoy en día es muy utilizada la terapia antirretroviral, cuya finalidad es impedir que se multiplique el virus. El sida es la enfermedad más grave que el mundo enfrenta hoy, transmitida en su mayoría por contacto sexual. Si los cálculos recientes están correctos, el número de personas infectadas por el virus que causa el SIDA puede aumentar hasta diez veces en los próximos ocho años, de 13 millones a 130 millones de hombres, mujeres y niños mundialmente. El medica-mento AZT, aprobado por la Food and Drug Administration en marzo de 1987 desacelera la producción del virus. Otros fármacos usados son: lamividina o neviparina. Detuve la lectura y me sobresalte varias líneas hasta llegar a un párrafo que decía: En la reproducción de nuevos virus infectados, la célula muere o pierde su función normal, durante la multiplicación viral y la destrucción de las células del Sistema inmunitario, excede la capacidad del organismo para reponerse y se deteriora dicho sistema, a este estado se le denomina SÍNDROME DE INMUNO DEFICENCIA ADQUIRIDA o SIDA y se caracteriza por gran propensión a sufrir infecciones especialmente las denominadas infecciones oportunistas. — ¿Estás bien? — No Doctor —respondí dando un salto. — Es por precaución. El sida es una enfermedad que no tiene un concepto definido. 216


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— ¿Dónde puedo hacerme los exámenes? — Te voy a enviar a otro hospital —me entregó una dirección—. Debes tratar de llegar hoy, mañana no atiende el laboratorio. Lleva estos documentos a enfermería, la señorita que encontrarás allá, te informará de lo que tienes que hacer. — Gracias. Salí presuroso del consultorio. Encontré a Samanta en la sala de espera. De una forma rápida le comenté a ella lo que el doctor me había dicho. Se mostró un poco triste, pero me dijo que contaba con su apoyo. — Pasa John —me pidió la joven secretaria. Me senté como me lo indicó. Luego tuve que contestar un poco de preguntas. Aunque me parecieron innecesarias. Llegamos en eso de la una al hospital que me envió el Doctor. Me tomó el pedido la auxiliar del laboratorio y nos dijo que esperemos tres horas. No podía dejar de rememorar en mi conciencia las graves consecuencias que me atormentaban. Pensar que podía ser positivo el examen me ponía en cuchillas. Las largas tres horas de ese día las viví de una manera única y desesperada. Fuimos a almorzar con mi novia, en realidad yo no tenía apetito. Lo único que hice fue pedirle a Dios que no me deje caer hasta el fondo. Podía ser que mi vida estaba en un abismo, pero aún necesitaba otra oportunidad. La de-sesperación era evidente y las razones obvias. También reflexioné, me arrodillé, y pedí perdón a Dios por solo tomarlo en cuenta en los momentos que nos sentimos derrotados. Luego de que se me esca-paron las lágrimas, abrí mi bolso, encontré un cuaderno arrugado con pocas hojas. Le pedí un esfero a mi novia, y empecé a escribir: GRACIAS DIOS MIO Gracias, Dios Mío. Gracias por darme fuerzas para seguir adelante aunque de nuevo este perdido, tú estás conmigo. 217


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No soy un buen hijo, pero estoy aquí, en el piso, arrodillado, llorando por un poco más de vida. Tal vez es un poco tarde, pero quisiera seguir viviendo. No soy perseverante en mis oraciones, en realidad no sé rezar, pero lo hago a mi manera. No sé si es imposible verte, tampoco te exijo que lo hagas, porque sé que tú estás presente en todo momento. No sé específicamente como te comunicas conmigo, pero sé que lo haces; cuando me siento derrotado siento que tú estás ahí, cuando voy por la calle sé que vas a mi lado, a veces me lamento de lo que me pasa, pero acepto que no me doy cuenta de lo bueno que llega para mí. Miles de personas lloramos por lo que tenemos, yo en especial buscó y busco lo que ni siquiera necesito y descuido lo que en realidad importa, el amor por ejemplo. Soy impaciente co-mo todo ser humano, pero de seguro con tú fuerza y voluntad que derramas sobre mí, no me dejarás caer en pánico. Aunque crea no tener salida, yo sé que tú me iluminas, cuando ya no doy para más, tú estás conmigo, cuando hay caído en un vicio, sé que tú me has dado la fuerza de no depender de nada que cause daño a la sociedad. Cuando a veces lloro desconsolado, cuando siento que mi corazón va a explotar, tú no permites que me pase nada. Cuando a veces la noche cae, yo me levanto y alma se levanta y camina contigo, recuerdo las tantas veces que por medio de sueños has hablado conmigo y espero poder hacerlo toda la vida. Cuando estoy en la casa, en la calle, en el trabajo siempre estás ahí, no sé si tú te disfrazas, a veces pienso que a lo mejor eres demasiado diferente a nosotros, y como tú sabes que no estamos preparados para recibirte en persona, entonces tú no te haces presente. No creo solo son ideas mías, sé que no me dejas mentir, tú que siempre estas pendiente de nosotros, las veces que por medio de una persona, de un niño, de un ser vivo, de una imagen te has hecho presente. Y eso me llena de alegría, poder contar contigo como todos los demás, incluido el mundo que fue creado por ti. No sé cómo agradecerte, y no comprendo si nos merecemos todo lo que haces por nosotros, de seguro a veces sufres por tus hijos que nos desviamos de tu camino, creo eso se refleja en el papel de los padres, pero quisiera ser como tú, hacer un favor sin esperar nada a cambio. En la tierra lo decimos en teoría, pero no lo practicamos, ¿Por qué Dios no nos iluminas para que en el mundo 218


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exista un paraíso?... Donde no exista maldad, codicia, ni nada que corrompa al ser humano. Yo sé que el dinero es vital en la tierra, pero si algún día llego a tenerlo no dejes que él me domine, quiero ser siempre una persona humilde, sincera, y quisiera entregarme a ti, hoy mañana y siempre. Gracias Dios Mío por haberme regalado una nueva oportunidad de vivir. El reloj marcaba las 16:00 horas de la tarde. Nuevamente llegué al hospital, pero con pocos deseos de ver esos resultados. Me puse a pensar que la vida, ante todo lo inevitable, puede ser alegre, feliz, que solo depende de una mayor variedad de hechos y conocimien-tos más que un proceso individual. Al considerar los problemas, es más fácil explorar aspectos positivos y negativos de las discusiones más frecuentes, donde se puede evitar las desventajas, sin perder las principales ventajas. Diciembre 25 09:00.a.m. Regresé al hospital con el sobre de los resultados. No encontré quien me atienda. De regreso a casa, entré a la iglesia. Después de cinco años me parecía extraño caminar con la frente en alto entrando a un lugar Sagrado. Me pareció que al verme en la puerta, todas las personas regresaron a mirarme. No podía ser de otra manera, me sentía en deuda conmigo, ¿qué podía imaginarme de los demás? Simplemen-te alucinaciones. Luego de una larga oración, salí más tranquilo y asintiendo en mi interior por la nueva oportunidad de vida. Quizás, o era así, que Dios me estaba llamando a visualizar la vida de una manera diferente. Yo era una persona de buen corazón. Los errores cometidos se dieron debido a la carencia de información. En ese momento comprendí que entregarse a Dios en cuerpo y alma, no es solo rezar, es entregarse sólidamente sin oponer resis-tencia a la nueva vida ofrecida por Él, aunque sea un camino com-plejo tu futuro. El sordo ruido de las campanas lejanas me daba ligera sensación de relajación. 219


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No esperaba nada. Mi prisa por saber los resultados momentáneamente desapareció. Me quedé sentado con los ojos cerrados después de que todos se marcharan de la igle-sia. Una voz suave y dulce escuché que decía: Los humanos somos quienes nos alejamos de Dios, Él nunca nos abandona ni en el camino más oscuro que nosotros elegimos. Recuerda que la fe per-severante, es el amor incondicional a Dios. Sorprendido regresé a mirar. Mi hermana estaba feliz, sonriente, de pie en la entrada de la iglesia.

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22 LA DESPEDIDA Una tarde fría y oscura, mi novia me invitó a su casa. Apenas llegué, tomé asiento con lentitud, realmente interesado y feliz de volverla a encontrar y contar con la compañía de la mujer que amaba. Se sentó a mi lado y me abrazó fuertemente sin decir ninguna pa-labra. Permaneció quieta por varios minutos sin moverme. Cuando recosté mi cabeza en el sillón, sentí que mi alma se estremeció al escuchar los agitados latidos del corazón de Samanta. — ¿Quién está contigo? —le pregunté. — Estamos solos. Mi familia regresará mañana. Permanecimos por varios minutos entrelazados. Después de un rato, la escuché en mi hombro sollozar en silencio. Me retiré un po-co y vi que sus ojos estaban llenos de lágrimas. Quise limpiar sus mejillas, pero al instante levantó las manos y me abrazó nuevamen-te. Impresionado, conmovido por la inesperada actitud, reaccioné apretándola a mi vez. — Mi amor te vez mal —me separé un poco. — Mis padres no volverán. Mañana saldrán del país. Se apartó tomándome mis manos con las suyas. — ¿Qué dices? —me detuve desconcertado. — Creo que me cuesta mucho trabajo comprender, aunque tam-poco quiero hacerlo, para mí es útil mirar hacia adelante, paso a paso, partiendo del resultado deseado hasta adonde se quiere llegar, sin embargo para los padres ese deseo de perfeccionamiento a los padres en muchas ocasiones los vuelve codiciosos. Me puse de pie y comencé a caminar en la casa respirando agitadamente. — Tal vez es lo que algunas personas hacen —comenté tratando de 222


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suavizar un poco el dolor. — Tienen dinero, una amplia casa, aquí esta nuestra familia, ¿qué más buscan? Miles de hogares quisieran tener lo que mis padres tienen. No te imaginas que se siente perder todo. Nosotras “sus hijas”, no necesitamos una vida de reinas. Nos gusta el trabajo, ser humildes, tener amigos, no necesitamos tener dinero para ser feli-ces. La vida es una premiación para un ser humano, solo se necesita vivirla intensamente y encontrarle el verdadero sentido de vivir mientras tengamos la oportunidad. Perder un minuto, un segundo, cuesta al final del día. Quizás en ese tiempo, podrías decirles a esa personas que están junto a ti, cuanto las amas y lo que harás por ellas. Me quedé inmóvil, viendo la triste expresión de su cara. Nunca antes había escuchado hablar de esa manera a mi novia. Quise abrazarla, besarla, pero no pude hacerlo. ¡Yo no era, ni más ni me-nos, un ave espantada en su nido! La mujer que estaba en mí delan-te no podía ocultar su pena. Me miraba con los ojos cristalizados por las lágrimas. Gritaba internamente, aunque el mundo no podía escucharlo. — Los jóvenes necesitamos apoyo de la familia —explica con fuerza sabiendo que yo era el único presente—. Principalmente la pareja del hogar es la base para sus hijos. Miles de adolescentes se van diariamente de su casa por la frialdad de sus padres. Compren-do que a veces no aceptamos el justo regaño por nuestros actos, de esas personas mayores que nos regalaron el honor de venir al mun-do, pero también es importante pensar que en muchas y reiteradas ocasiones ellos se olvidan de su verdadero rol. Muchos jóvenes empiezan su adolescencia solos, recordando que esa es la etapa más difícil de la vida. Dan pocos pasos y los monstruos como: el alcohol, la prostitución, las drogas, la masturbación, el tabaco, los vicios, empiezan a formar parte de su primer reto. Hombres y mujeres de temprana edad, no logran superarlo. Ese mundo lleno de fantasías los induce a elegir mal su destino, ¿y que hacen los papás? Echarle la culpa al adolescente, ¿mientras ellos qué hacen? Conduciendo el mejor automóvil del año, llenando sus bolsillos 223


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de basura, domina-dos por el maldito dinero. — Estas muy exaltada —le dije—. ¿Puedes calmarte? — No es fácil. Quiero recuperar mi familia, pero no con el mismo esquema. No quiero ser inútil y hacer pocas cosas, también soy joven, y estoy en contra del poco apoyo espiritual que recibimos de nuestros padres. Con frecuencia se ve jóvenes encerrados en sus propias burbujas, luchando contra su propia voluntad, y yo no quiero ser uno de ellos. — ¿Y qué pasará cuando no escuchamos a los papás? — Buen punto. La comunicación traspasa fronteras, ¿por qué no hacerlo entre padre e hijo, o viceversa? Cuando un joven empieza a vivir, solo se fija en lo más fácil. La vida de un muchacho es similar a la de un ambulante, recorre el mundo atrapado en su propia volun-tad, pero en realidad no sabe lo que quiere. Es verdad, a nadie nos gusta que nos dirijan, disfrutamos de la independencia y la libertad, y vivimos la vida sin pedir ni dar explicaciones a nadie. Es fácil caer, pero difícil levantar. Durante ese tiempo todo puede ser posible, incluso nos podemos revelar si alguien nos pone un alto. Solamente un acto humilde, lleno de amor puede evitar que ocurran mayores inconvenientes. La sociedad entera depende de la comuni-cación, de la hermandad, del amor, de la paz y armonía. — Pero eso es lo más común —intervine—. A nadie nos gusta ha-blar de cosas aterrorizantes. Negó con la cabeza. Me senté a su lado deslumbrado por la acti-tud de mi novia. La incertidumbre estaba acabando con nosotros… No sé por qué, al momento de recostar con delicadeza su cabeza sobre mi pecho, sentí que Samanta ansiaba saber cuánto la amaba. Me abrazó normalmente como cualquier otro día, pero su amor era grandioso. — Yo siempre te seré fiel —confesé arrodillado frente a ella—, me entregaré a ti sin condiciones: te respetaré, y nunca dejaré que te lastimen. Mi amor por ti es infinito. Estoy dispuesto a darte mi amor como un regalo y te prometo que de hoy en adelante no voy a molestarme si piensan diferente de mí. Gracias por enseñarme a ver la vida de otra 224


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manera. Su mirada era de asombro. Tal vez eran las primeras palabras emotivas en nuestro noviazgo. Siempre nos preocupamos de los demás y constantemente nos olvidábamos de nosotros. Me puse de pie sintiendo un nerviosismo impresionante, a su vez ella hizo lo mismo y me besó apasionadamente. — ¿Mi amor estas bien? —me preguntó. — El amor me atemoriza —dije con una sonrisa enorme. Después de ese beso hubo muchas preguntas y respuestas sobre nuestro amor. Mi novia y yo, nos prometimos apoyarnos, no pelear, no insultarnos, darnos la mano en los momentos difíciles de la vida… de darnos siempre esa palabra de apoyo cuando más se la necesite, de amarnos y de respetarnos sin condiciones. 21:30.p.m. Después de cenar, de ver una película juntos, me senté frente a la mujer que estaba conmigo. Era el momento de despedirme, muchas veces estuvimos juntos, pero después de las nueve de la noche no. En el siguiente día me esperaba los compromisos, el trabajo, y una agenda apretada de quehaceres. — Samanta estoy muy contenta por lo que platicamos. No en-tiendo la magnitud de este amor, pero tú sí, y sé que sabes cuánto te amo. No puedo ni quiero perderte. — Siempre estaré contigo. No importa la distancia ni el tiempo, Dios nos ayudará a estar juntos, nos bendecirá con su poder y se cumplirá su voluntad en nosotros dos. Me separé unos instantes. Era una forma interesante que el amor ganaba terreno con nosotros. Era posible que ambos estuviéramos más enamorados que nunca. Sonreí con agradecimiento. — Quiero que vengas conmigo —dijo entusiasmada, me puse de pie y caminé lentamente tras ella—. Preparé esta habitación para que pases la noche aquí. 225


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Esa noche estuvo cargada de emoción, cariño y amor. 22:30.p.m. Me recosté en la recámara después de bañarme. Samanta se pre-sentó en la habitación con ropa transparente. Encendí la luz y pareció no importarle que la observara. Retrocedí sorprendido. Yo me sentía bien, pero no podía permitir que la mujer que en realidad me enamoró se convierta en una aventura más. Se acercó lentamente, luego confesó con sinceridad: — Mi amor yo sé que eres feliz conmigo, sé que deseas mi cuerpo y hoy te lo entrego como un regalo inolvidable… tómalo. Es todo lo que tengo y también es todo lo que te puedo ofrecer. Esperé siem-pre este momento. Ahora que estoy contigo no me arrepiento de haber rechazado cientos de propuestas. Me acerqué despacio admirando su belleza, mi novia se dejó tocar, besar, acariciar y espontáneamente dejó volar su imaginación inventándose algo que no había experimentado nunca antes. Conocía muchas mujeres, me consideraba experto en la cama. Después de haber experimentado el sexo de diferentes formas con muchas chicas, me asombré de ver que Samanta no demostraba complejos como otras mujeres experimentadas. Para ella todo era novedad, sus movimientos era nuevos, originales e inocentes, en cambio yo, sin darme cuenta aplicaba lo aprendido en el pasado. Esperando que no se diera cuenta, actuaba bajo esos límites po-seídos por el amor, ella a su vez se sentía emocionada, alegre, agi-tada; disfrutaba de cada segundo a mi lado… me sentí mal por eso. Conmigo pasaba todo lo contrario, las escenas, las imágenes, los recuerdos, azotaban mi mente perturbando el momento más feliz de mi vida. Fui bastante precavido con mi novia. Logré llevarla al éxtasis sin causarle dolor, sin embargo, eso no reparaba la desigualdad del momento. Me acosté y cerré los ojos, tratando de meditar lo ocurrido. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué nadie me advirtió que podía ser de mí en el futuro? Las terapias de Ximena me ayudaron a deshacerme de ese 226


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terrible demonio que me manejaba, pero no me ayudaron a sanar mi alma. Justo en ese momento comprendí que la mejor terapia existe en el corazón, en el pensamiento, y solo poniendo de mi parte iba lograr superar cualquier reto en mi vida. Samanta quedó con la luz encendida un buen raro. Yo fingí estar dormido para no declarar ante ella la pena que sentía por no ser equitativo en el momento de disfrutar, de amar, de sentir, y de ser feliz sin que nada ni nadie me persiga los pasos. Escuché que se puso de pie. Abrió el compartimento del velador, extrajo de él un bolígrafo y un cuaderno y se quedó por un largo rato escribiendo. Al siguiente día, me despertó la claridad de las ventanas. Miré a Samanta y ella no estaba. Me cubrí mi cuerpo con un pijama y salí a buscarla por el resto de la casa. No se encontraba por ninguna parte. Regresé a la habitación. ¿Qué paso con ella? ¿Se molestó? ¿De veras estuve tan mal en la cama? Me recosté nuevamente esperando que regrese. En la almohada había una hoja doblada en pequeñas partes. Me incorporé lenta-mente y tomé el papel. Empecé a leerlo: John: Depositaste la cabeza sobre la almohada. No me pareció justo ni apropiado despertarte. Mi anhelo siempre fue verte cerrar los ojos con la quietud y la tran-quilidad de la noche durante toda mi vida; acostarme contigo a tu lado, recuperar fuerzas y continuar el camino tomados de la mano. Es triste saber que desde el amanecer del mañana nos tocará andar solos por los caminos de la vida. Realmente nos amábamos mucho. Es muy difícil emprender este viaje. Durante treinta días de tiempo que me dio mi papá, no hice nada más que pensar en ti. ¿Cómo será tu vida? ¿Me odiarás? ¿Qué pasará contigo?... sé que lo 227


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nuestro no tiene arreglo, y como despedida quiero decirle al hombre del cual me enamoré que a pesar de que me voy, una parte de mi alma se quedará contigo para siempre. Ahora que estás conmigo, puedo sentir cada latido de tu corazón junto al amor de un gran hombre. Hace una hora me di cuenta que tú no pedias nada más de mí. Solo sé que los dos disfrutamos con amor, entrega, y bondad; sin prisas, sin engaños y sin desesperación. Esta noche es única y especial en mi vida. Ambos dos somos jóvenes, quizá con el pasar de los años tanto tú, como yo, puede aparecer nuevamente una persona en nuestras vidas, podemos cada uno de nosotros tener cientos de relaciones más y, aunque las próximas veces puedan ser diferentes, siempre habrá una sola y única primera vez. No quiero darte falsas esperanzas que volveré. Tampoco quiero que me esperes, y quiero que sepas que no te reprocho nada. De ahora en adelante te prometo que contarás conmigo siempre. No estaré presente, pero rezaré por tu bienestar todas las noches antes de acostarme, pediré por ti, por tu nueva pareja, por tu hogar, por tu matrimonio, y por todas las cosas nuevas que llegarán a tu vida. Te amé como nunca al entender que no serás mío, pero comprendí que estabas en la posibilidad de recibir mi cuer po entero, tierno, delicado, y sin manchas. En el momento de percibir ese abrazo delicado, apenas me senté contigo, sentí tristeza, nostalgia, pena. Sin embargo, me agradó observar tu penetrante mirada, tu nerviosismo, tus latidos cardiacos, tus movimientos suaves e indefensos como el de un adolecente. Me puse a pensar, de ¿cómo y cuándo pudo pasar contigo, de seguro abrazaste a muchas mujeres y no tuviste ningún problema? Recuerdas que te pregunté — ¿Mi amor estas bien?, y tú con una sonrisa fingida contestaste. — El amor me atemoriza. Después de eso nos dijimos de cómo y a qué medida nos amamos, pero sin atrevernos a decir de cuanto estábamos enamorados. De ahora en adelante solo quedará el recuerdo de una pareja enamorada. Me voy del país sin ninguna ilusión de volver. Ignoro lo que será de mí en el futuro, pero no podía tomar una decisión apresurada. Durante muchos días 228


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pensé si quedarme contigo, empezar una nueva vida a tu lado. Para mí no fue fácil decidir que sí, que era lo mejor para los dos. No me quise ilusionar más. No tenía idea cual podía ser tu reacción, ¿qué tal si no estabas de acuerdo conmigo? Nunca me imaginé que no confesarte mis sentimientos me causara tal frustración. En el momento de que leas esta carta de seguro estaré muy lejos. Perdóname mi amor. Con tal de no hacerte sufrir, preferí ocultarte la verdad. Creo que de alguna forma tú lograrás superar el dolor que nos causará este viaje. Al dejar a mi novio solo, me siento culpable de mi actitud. Mi amor quiero confesarte que no tenía salida. Estoy segura que nuestra vida cambiará. Todo será diferente desde las primeras horas de la mañana. También quiero que sepas que me voy contenta de haberte entregado lo más valioso de mí. Anoche te entregué mi cuer po y mi alma por primera vez, tal vez no hice lo correcto, pero me voy feliz porque sé que no me fallarás. Me satisface confesarte que eres único, especial, no me arrepiento de haber esperado tanto tiempo por un momento único en la vida. También me alegra mucho saber que nunca te fijaste en lo material, estoy segura que tu verdadero caminar siempre llevará con pasos limpios, llenos de amor, de felicidad, de cariño y entusiasmo. Te recordaré tal y como eres: con tus virtudes, tus defectos, tus ocurrencias, tus caprichos, y todo lo que te hace una persona noble, respetuosa y diferente. Se despide tu amor por siempre…. SAMANTA… Me quedé en shock. En realidad nunca tuvo que ocultarme una verdad de ese tamaño. Me dejé caer sobre la cama sin saber qué hacer. El dolor era irreparable y fuerte, había asimilado la lectura con mucha fuerza, pero no podía más. Mi estado de ánimo estaba hecho añicos. Perdí a la mujer de mi vida, carecía de esperanzas para regresar con ella. “Se acabó todo” me dije llorando.

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23 JUVENTUD EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN Me senté frente a la ventana, donde se podía observar amplia-mente la calle. Mecánicamente la soledad estaba acabando conmi-go. En la habitación se podía percibir ese frustrante aroma de dolor. Me quedé helado al escuchar sonar el timbre de la casa. Podía ser que Samanta decidió quedarse como lo decía en la carta. Me entristecí nuevamente al recordar que su despedida era clara y decidida. Me limpié la cara, y caminé lentamente a la puerta. Mis ojos enrojecidos seguramente me delataban de un llanto reciente. No sé porque al abrir la puerta empezó a cambiar mi realidad. Nunca imaginé ver a Paola, de pie y en persona frente a mí. — Me enteré lo que pasó con Samanta —comentó inhalando profundo—. Estoy aquí para hacerte compañía. — ¿No entiendo? —dije sorprendido. — Ayer en horas de la mañana me pidió que viniera por ti. Me comentó de su viaje. Las dos pensamos que necesitarías da la confidencialidad de una amiga. — ¡Amiga! —sonreí tristemente—. ¿Desde cuándo la conoces? — Hace más de cuatro años. Era mi compañera en la universidad. No te enojes con ella, soy yo quien le pedí que todavía no te dijera la verdad. — ¿Por qué? —protesté. — Siempre supe que eras feliz a su lado. Te ayudó a salir de una serie importante de problemas. Tanto ella como yo, no podíamos confesarte una verdad muy grande hasta que estuvieras preparado. Después de enterarte que nosotras dos somos amigas, tu vida estaba al borde de dar un giro inesperado. Te ocurrieron demasiadas cosas últimamente, tu corazón esta delicado, otra sorpresa más no podías soportar. — Pasa. Hablaremos en la sala. 230


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Las lágrimas me llenaron los parparos sin poderme detener más tiempo. La enorme depresión empezaba a ahogarme. Al andar juntos acaricié su brazo. Después de todo era difícil se-guir confiando incondicionalmente en ella, aunque de novia pasó a ser mi amiga, eso no justificaba que podía pedirle a Samanta que me oculte la verdad. Sin embargo, comprendí que tenía mucha suerte. Que Paola este conmigo era un milagro, mi orgullo no me dejaba aceptarlo, pero necesitaba mucho de ella. — Necesito hablar con ella —confesé meditabundo. Caminó por sala muy despacio. Comprendía mi terrible sufrimiento, y ella se sentía pequeña ante lo inevitable. Me miraba intentando consolarme, pero en el fondo de su corazón tenía claro que ella podía hacer poco por mí — Me temo que no será posible —se encogió de hombros—. La vida es un constante misterio. No tenemos ni la menor idea de lo que pasará mañana con cada uno de nosotros. Eso es lo bueno de vivir. No debes llorar por lo que pasó, llora por lo que podría pasar. Esperar un nuevo día sin saber tu propio destino, es misterioso. Te afliges tanto por el ayer, te desesperas por el mañana y, en realidad olvidas el presente. ¿Sabes? Esa espera de un nuevo día no tiene límite de edad: jóvenes, adultos, niños, esperamos por igual ese mañana tan anhelado. Si tú conocieras el futuro, ¿qué caso tendría vivir? Si hubieras tenido previo conocimiento cual era el futuro de Samanta, ¿te hubieras enamorado de ella? Me negué a contestar esa afirmación. Era obvio que no. Ella tam-bién se enamoró sin saber que sus padres tomarían una decisión que era capaz de cambiar su futuro. En realidad era un ejemplo claro y contundente. — No tienes un seguro de vida junto a una persona —continuó—. Los seres humanos tenemos la capacidad de reflexionar, pensar, y en mejores casos tomar la decisión inteligente para continuar adelante en la vida. Una despedida no es el final de una historia, es el comienzo de una nueva. Será difícil superarse de una ruptura amo-rosa, pero no imposible. Pueda que se olviden o que sigan siendo importantes a la distancia… 231


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— ¿Para darme falsas esperanzas viniste? —la interrumpí. — Nada es casualidad, tampoco existe un destino formalizado. Tú sabes que cada decisión queda emprendida en el corazón. El amor verdadero nunca termina. Algunas personas dicen que la distancia es la causa de la infidelidad, pero la mayoría asegura, que donde hay amor no hay distancia. — Estoy confundido con tu filosofía —dije con la cabeza gacha. — ¡No lo menciones! —dijo Paola exaltada—. Las buenas noticias a veces llegan tarde, pero se fue decidida a luchar por regre-sar a verte. No quiero que te hagas ilusiones. Un buen amor perdura, sobrevive a la soledad, a la miseria, a la distancia, y a cientos más de retos en el camino. Solo depende de quienes estén de por medio para que una relación dure. En un punto donde se demuestra la cultura, la educación, el respeto, la infidelidad. Samanta hizo una promesa antes de irse. — No sé si me recordara. — Ella volverá en un año. Tal vez no deseaba decirte, pero tam-bién es importante hablarte con la verdad. Dijo que regresaría para reunirse contigo. Mi corazón empezó a latirme desesperadamente. No pude mostrarme feliz ante mi amiga. Un año era demasiado tiempo, pero amaba a esa mujer, estaba dispuesto a esperarla el tiempo que sea necesario. La abracé a Paola y le dije que era la mejor noticia de ese día. Mientras lo hacia mi mente brincaba de la tristeza a la alegría de una manera única e inexplicable. — Me alegra verte sonreír —dijo confundida—. Tengo que entregarte esto... No te hagas demasiadas ilusiones todavía, las cosas entre ustedes podrían cambiar en un momento menos esperado. — ¿Samanta o Ximena? —recibí el sobre con ambas manos, era como si se tratara del objeto más valioso de mi vida. Después de un rato, de observarlo sin necesidad el papel, me decidí por leer. Eran dos hojas escritas a mano. La letra era de ras-gos largos. Recorrí los párrafos con la vista y recordé ver esa letra en el consultorio 232


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de Ximena. Comencé a leer: John: Aunque no te vuelva ver, viendo lo difícil que se volvió tu vida, quiero contarte algunas cosas de mi juventud que me hicieron sentir quizá como hoy lo estás tú. Todo destruido, sufriendo injustamente, pero la vida es así, un laberinto imagina-rio, donde si te das por vencido mueres. La otra forma del laberinto es: que si buscas la salida encontraras la felicidad. Recuerdo que hace siete años de mi juventud desarrollé total determinación sobre mí, en el sentido de seguir adelante. Mi vida dio un giro desesperado. Desarrollar mi sentido de responsabilidad me trajo graves conflictos. A esa edad tuve mi primer novio. Una semana después de cumplir diez y ocho años. Una mu-jer inexperta, confiada, vulnerable, soñadora, pero con un gran defecto: querer ser una mujer sin estar plenamente preparada. Descuidé totalmente mis estudios, mi familia, mi vida, por estar ilusionada de un hombre de veinticinco años. Después de un largo tiempo me entregué íntimamente a él. Para mí fue un día inolvidable, no por mi primera experiencia sexual, sino porque al despertarme, encontré una carta donde se despedía. Salió del país y nunca regresó. Detuve la lectura impresionado. Ocasionalmente ocurría lo mismo conmigo. Al llegar a ese punto mi mente se desvaneció por varios minutos. Paola me miraba sin atreverse a interrogarme. Seguí leyendo: Te cuento mi historia porque sé que Samanta hará lo mismo contigo. Desde que nuestro padre nos informó del viaje, ella viene pensando que es lo mejor para los dos. Estaba confundida con todo eso de salir de la cuidad. No intervine. Generalmente nosotras siempre seremos las mejores amigas. Apoyo las decisio-nes de mi hermana aunque a veces tenga que decir no. 233


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Recuerdo mi segunda experiencia. Dos años después. Conocí a un joven apues-to, simpático y al mismo tiempo hipócrita. Esta vez no me enamoré, tampoco tuve relaciones, sin embargo, me sentí culpable por mucho tiempo. El hombre demostraba caballerosidad, amabilidad y respeto. Llegó el tiempo que le pedí que nos dejemos de ver. Nuestra relación no estaba funcionando. No aceptó. Se molestó conmigo severamente. Me insultaba, gritaba, incluso dijo que si me alejaba de él: se iba a suicidar. Me sentí mal, presionada y sin salida. Le imploré en reiteradas ocasiones que no cometería una locura. Era asfixiante todo ese tema para mí. Tiempo después caminaba por la calle. Vi que el muchacho estaba feliz junto a una compañera de la universidad. Ella sabía que aun salía conmigo, sin la más mínima duda, conocía el tipo de persona que estaba junto a ella. Días después encontré a mi amiga, y dijo que ella había aceptado su invitación porque le urgía saber de sus sentimientos. Lo más fuerte de todo, fue enterarme que era costumbre de hacer esos teatros de suicidio, amor, respeto, caballerosi-dad, después de todo era todo lo contrario. Quiero que tengas en cuenta que solo era un chantaje de esas personas enfer-mas psicológicamente. No son felices, pero tampoco dejan que alguien más lo sea. Tal vez aún no te ha ocurrido, pero sabiendo que en la tierra existen muchas personas maliciosa, es mejor advertírtelo. La idea no es que te fijes en todas las mujeres: la idea es que te concentres al momento de tener una relación, y elijas con serenidad a la que será tu novia, y en el futuro tu esposa. Me quedé pensando por unos segundos, después de recordar a Nelly lo que ella tuvo que vivir después de la separación de su ex esposo. En una tarde fría y oscura, reunidos en una merienda le pregunté: — ¿Nelly que te ocurre? Cerró los ojos y no dijo nada. Era primera vez que la invitaba a dialogar en presencia de la familia de ella. Empezaba a oscurecer, nos quedaba poco tiempo. La invité a mi casa. Yo aún joven, pero con decisión absoluta. — Es él —dijo apenas tomó asiento. 234


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— ¿Él, quién? — El papá de mi hijo. Me acusa de todo lo que pasó con nosotros. Una y otra vez intentó, fracasando, hasta quedar mal herido, bus-cando como mejor salida suicidarse. Bueno eso es lo que me hace creer. Sabe lo que me ha perdido, de todos modos intenta retener-me. Es algo así como la protección de la ignorancia que a él le hace perder la cabeza. Busca en el corazón la ansiedad de la protección, que solo le ha traído problemas. Moví la cabeza para quitarme esos recuerdos y seguí leyendo: Estando a lado de una persona manipuladora el futuro miserable. El pasado no puede esclavizar a nadie, debería ser un hábito de meditación, de concentración y de desarrollo personal. Cada persona debería analizar y evaluar su forma de vivir y, si está siendo utilizado, o si cree que está utilizando a alguien, debería de-tenerse antes de que sea muy tarde. Si un hombre o una mujer no aman, y se de-jan utilizar por la pareja, o tienen relaciones sexuales sin sentir amor, es solo un simple capricho, que sin darse cuenta los está convirtiendo en trabajadores se-xuales. Si no hay amor no debería haber sexo. Esa es la regla más importante en una relación, después poco a poco, aparecerán las demás reglas. Cerré la hoja y me puse a pensar en esa mujer que se preocupó hasta dejar me vida en el suelo. No hizo otra cosa más que hacerme cargar con sus culpas durante mucho tiempo, creyendo y haciendo-se la víctima de una manera desvergonzada y miserable. Recuerdo cuando le pregunté después que terminó nuestra falsa relación: — ¿Qué pasatiempo tenías conmigo? — Comparto mis conocimientos y habilidades sexuales con los demás. No pierdo nada, aunque cada experiencia sea diferente. Sin embargo, tengo que empezar con ese deseo ardiente, creyente de hipnotizar a 235


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cualquier hombre que atraviese mi camino. — ¡Espera! —la interrumpí—. ¿Entonces dónde queda ese sentímiento de culpa? — Esa es una posición, que ante los hombres describe, y te hace conocer que cada uno es ultra independiente de sus arrogancias y paranoicas. — ¿A eso jugué contigo? — Soy libre de expresarme. Después de todo llegué a la conclu-sión de que nadie debe preocuparse por mí. Cuando eres popular aprecian tu lado fuerte, ¿y tú que crees? El mío es el sexo. — No —me apreté la cabeza con ambas manos—. Estas desqui-ciada. La prioridad de cada persona es individual, pero eso no te da derecho a que termines con tu vida de esa manera. Me preocupa tu falta de control sobre tus deseos sexuales. Debes responsabilizarte de cada acto, y debes proporcionar conocimientos del daño a largo plazo, a la pareja y a ti mismo. Creo que tú y yo no distinguimos lo que es bueno y malo. Por ejemplo: Si compartiéramos nuestros cuerpos por amor, los resultados serían diferentes. Las buenas rela-ciones son el futuro de las familias. — ¿Por qué piensas en los demás, si nuestra vida está acabada? — Esta loca —le grité en la cara—. Desde hoy seré una persona con actividades positivas y, no caeré junto a ti en ese hoyo de la perdición. — ¡Disculpa! Tú estás dentro de él. Eres un fracasado crónico y… simplemente vagas por la vida buscando una nueva mujer, para complacer tus necesidades. Mi mente se nubló ante ese escalofriante recuerdo. Me acerqué y la abracé a Paola. Quedé al final de todo, vacío, inmóvil, apenas podía sobrevivir. Una y otra vez intenté deshacerme de todos mis errores. — ¿Qué quieres de tu vida? —preguntó mi amiga que me abraza-ba mecánicamente. — Seguir siendo joven —contesté con rapidez. Su mirada estaba llena de sabiduría. Se detuvo por unos según-dos mirándome fijamente y luego agregó: 236


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— Eres joven. Los años de tu vida no tienen fecha de caducidad. Día a día vivir es una actividad desafiante, y pocas personas logran conocer a fondo el verdadero sentido de la vida. En la mayoría de los seres humanos se establece una rutina de perfeccionamiento; privándose de su propia libertad para desarrollar la continuidad de cierto compromiso para enfrentar esa aventura del amor que tanto nos afecta en la juventud y, continuamente nos ahogamos en un vaso de agua. Muchos jóvenes escogen ese hábito de conquistar amores clandestinos de por vida; ignorando ciertamente una relación constructiva y perdiendo las altas probabilidades de poder realizarla. — ¡Vaya! Trato de creer que las conspiraciones han llegado a su fin. Solo es cuestión de esperar —sonreí. Ella aun sin entender se puso de pie, enseñando su dentadura. Se tomó todo el tiempo del mundo para: caminar, pensar y reflexionar. Después sin querer recordé, que en reiteradas veces me confesó, que mi presencia a ella la volvía una joven vulnerable. Sobrevivir a una relación de mucho tiempo atrás, seguramente estaba incomodando tanto a ella como a mí. No existía nada más que una fuerte amistad entre nosotros, sin embargo, ese largo tiempo que estuvimos juntos nos imponía cierto temor entre nosotros dos. Antes de llegar a límite le pregunté: — ¿Cómo se relaciona un joven con su futuro? Es difícil perderlo todo en un segundo. — Es así mismo —afirmó ella—. Las personas infelizmente per-demos un valioso tiempo buscando lo que ya tenemos. Muchos seres humanos nos aferramos posesivamente a una posición insegura y rebelde, y el pensamiento incomodo termina haciendo parte de nosotros. El futuro no existe, piensa en el presente, que el futuro llegará solo. — Es humillante para mí, yo quisiera saber sobre el matrimonio en un futuro. — No es necesario hablar de matrimonio porque aún tú estás soltero. Aunque es necesario que todos los jóvenes tengan claro a que se van a 237


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comprometer el día en que aceptan formar un hogar. Te voy a explicar: según tus razones el matrimonio no es una aventura, pero generalmente, sí. El matrimonio es una decisión tomada por dos personas de sexo opuesto. Puede resultar que encontraste la felicidad que buscabas, en cierto caso también puede resultar desmotivador para la pareja… Muchas parejas escogen resultados poco realistas y terminan perdiendo la motivación de la pareja, que como resultado puedes obtener depresión incurable. Es importante no caer en esos errores. Hay que tener en cuenta que desde el mo-mento que planeas formar un hogar, empieza esa aventura descono-cida, fascinante, prometedora de un gran futuro. ¿Qué pasa si no fueron compatibles? El matrimonio también se puede convertir en una carga desalentadora, tanto para ella como para ti. Por eso es importante, primero discutir tus necesidades con la pareja. Poner las cartas sobre la mesa, si eres profesional, cantante, artista, obrero, escritor, tienes que planificar tu tiempo, y hacerle conocer a la pareja, antes de casarse. Tanto ella como tú, estarán de acuerdo bajo ese conocimiento de sabiduría, fraternidad y confianza, y también debes tener en cuenta que si no asumes con responsabilidad tu nueva vida, estas comunicando al fracaso. — ¿La mayoría de personas casadas se quejan porque no pueden superar sus discusiones? — En esta vida todo tiene solución, siempre y cuando a su debido tiempo. El matrimonio es un círculo lleno de laberintos, especial-mente elaborado para dos personas. Si cada persona por individual rema por sus intereses, créeme que será difícil sobrevivir a millones de obstáculos que de una forma sencilla y natural harán presencia dentro y fuera del hogar. — ¿Entonces hubiera sido una decisión apresurada vivir con Samanta? — Tal vez, pero escucha, después analizarás por tu propia cuenta los resultados. Antes de enfocarme en el noviazgo quiero que entiendas que ser novios también es una aventura, igual que el matrimonio, también 238


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necesita compromiso, fidelidad, respeto y confianza. Son detalles pequeños, pero sumamente importantes. No solo acostarte con una mujer es una aventura, a ese tipo de personas se les puede calificar como aventureros. No saben que quieren, ni quiénes son. En cambio, dos personas unidas por el amor, al tener objetivos claramente planteados se dan cuenta que es inevitable conocer a la pareja, para luego decidirse abiertamente a abordar ese sentimiento legal, organizativo, Bendecido por Dios, llamado Matri-monio. Previo a elegir tu nuevo futuro debes tener en cuenta. En ejemplos: Tu novia soltera, celosa, tu mujer casada, celosa; soltera, interesada, casada, interesada; soltera, infiel, casada, infiel; después de casarse no cambiará nada. Su costumbre nuevamente hará que caiga en esas provocaciones maliciosas. Ojo que también ocurre con los hombres. Si conociste a esa persona con esa vocación, tienes que aceptarla tal y como es. Querer cambiar a una persona es hacerse daño. No lo lograrás. ¿Si tu cumples con lo que una relación necesita, cuál hubiera sido el problema? No pude concentrarme, tenía una pregunta importante para ella. — ¿Y si pasó por desapercibido ciertas cosas que podrán incomodarme en un futuro, tengo que fingir que no ocurre nada? — Es probable, pero es inútil discutir ciertas desventadas en una relación. Observa los padres que no hacen alboroto porque sus hijos tienes unos peinados raros, la mujer no grita que su marido fuma, el marido no pelea con su mujer mal humorada, se preocupan sí, pero demuestran educación ante lo inevitable. Si se pone más leña al fuego, tarde que temprano terminará explotando. En cambio si eres una excelente pareja, lograrás cambios sin proponerte a desafiar a tu oponente, con el tiempo se darán cuenta que la amas a pesar de sus errores y, que la perdonas porque simplemente es el amor de tu vida. Poco a poco, convencida por esa honestidad de la pareja, se alejará de los malos hábitos y de vicios. Solo una persona inteligente puede llegar a ser útil, aunque pase por desapercibo ante los demás. No es necesario decirle a tu pareja, esto está mal, quiero que cambies, que demuestres que eres otra persona, estoy 239


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cansado de tus maltratos, no quiero verte. Todo eso se puede cambiar con amor, sin ofender a la otra persona. Solo el amor traspasa fronteras sin necesidad de inventarse nada, aunque es necesario saber con quién ta vas a casar. — ¿Qué tal si es infiel? ¿Me agacho a ver como mi mujer se di-vierte con otro hombre? ¡Es entretenido! — No es entretenido. La infidelidad es similar a una decisión destructiva, pero con cierto cargo mayor. Si llegas a abusar de este mal hábito será difícil contraer contigo una buena relación. ¿Un fuma-dor que necesita? Fumar. ¿Un violento que necesita? Insultar, pe-lear, gritar, solo así puede calmar esa sensación producida por el vicio. Entonces hay que considerar que la mejor opción es no ser infiel. Dolerá de por vida ser un desalmado miserable. No hay mejor época que pensar en la juventud. Desde ese momento es de donde eliges llegar, y a qué hora piensas partir. Elegir el equipaje es lo más difícil. Es necesario saber e inevitable comprender, que para ser una buena pareja o persona, hay que tener en mente muchas cosas entre ellas: ser fiel, protagonista, decidido, amable, respetoso. Al tener claro cómo funciona una relación tanto sentimental, como personal, podrás elegir el camino correcto divido en amor y amargura. Todo depende de ti, querer y poder ser feliz. Nadie te dirá lo que hagas, únicamente tu corazón palpitará siempre y cuando lo conserves limpio y cómo quieres que sea. No soporte más. Para mí era un golpe con guante blanco. Tal vez esperó ese momento para describirme mi inútil existencia. Tenía todas las armas para destruirme. Me conocía a fondo la persona que era. Podía voltear ese cofre de basura de mi pasado y revelar al mundo todas mis miserables y desquiciadas ensenas. — Gracias por venir —me puse de pie—. Necesito ir a mi casa. Se encogió de hombros. Tomando asiento nuevamente murmura para sí “EL HUMOR TAMBIÉN AYUDA A LA PERSONA A PERMANE-CER FELIZ”. — Aprecio tu preocupación. Solo sé que es difícil imaginar que mi 240


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novia no volverá. — No te consideres fracasado. Cambia tus pensamientos. La soledad general, tal vez te ayude a modernizar tu manera de pensar. Tus ideas simplemente están bloqueadas por un sentimiento negativo de desilusión. — Eso no es posible, puedo esforzarme bastante, dar uno, dos pasos al frente, pero eso no equilibrará mi vida. — Aprende a visualizar —dijo encarándome—. Las personas felices son las que cambiaron su tristeza por alegría. Uno de las principales debilidades es decir: “NO PUEDO”. Aceptando que no puedes, te estás declarando cobarde. Una persona que deja de soñar, fallece en vida. Si tú crees que estas derrotado, lo estarás; si crees que no lograras nada, no lo lograrás. Depende de ti, y de nadie más ser lo que quieres ser. Me avergoncé de mis errores poco importantes. Miré las oscuras paredes de la habitación y no pude detener la imaginación fatigante como la de un adolecente atrapado infraganti. Fingí seguir leyendo la carta de Ximena: Por último, así te dejo tranquilo. Tal vez no te sientas bien inmediatamente, pero recuerda que el hecho, de que constantemente nos utilizan en la vida, eso no debe quitarte el derecho de ser feliz. Un adecuando enfrentamiento con el dolor no te ayudará a liberarte de la tristeza, pero si te ayudará a comprender porque pasó todo en un solo tiempo. Cuando todo esté claro en tu mente, ana-liza, evalúa, y da el primer paso. No esperes comenzar una nueva vida, comienza sin esperar. Si tienes que olvidar a Samanta, olvídala. Recuerda que tu mundo no depende de una mujer. Necesitas amor, lo encontraras donde menos te imagi-nas. No te aflijas si ella se fue, si tú aún la amas regresará en un año, pero quiero que tengas claro, que las relaciones sentimentales no deben influir en tu diario vivir. Vive hoy, mañana puede ser tarde. Aprovecha el tiempo, llénate de cosas buenas, de actitudes de un vencedor, de voluntad de acción. ¿Sabes? Nada más inspira a otra persona que la imagen de un hombre activo. 241


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Ximena. — Por favor quiero salir —insistí. — ¿Adónde? —preguntó Paola. — ¿Tu elige? Solo quiero estar afuera. Es inútil quedarme pen-sando en lo que ya no podrá ser. No quiero sentir más culpa por todo, además no quiero estar triste. Yo, y solo yo puedo hacer de mi vida lo que quiero. Tengo solamente dos alternativas; quedarme llorando, o seguir adelante. Elijo seguir adelante. — Me alegra. ¿Por favor nos vamos? Se puso de pie indicándome que estaba lista. Me limpió las lágri-más con sus manos. Tomó su bolso de mano y, caminó delante sin hacer ningún comentario. La tensión de su caminar era evidente. Su mirada estaba totalmente desconcertada, pero sus ojos eran fuertes. — La parte que desconoces es la que a veces te obliga —susurró apenas. — ¿Obliga a qué? No contestó. Siguió caminando. Cada vez me derrumbaba un poco más de la realidad, era como si el enamoramiento me nublaba los sentidos. Para mí no existía mañana ni ayer en ese momento, es decir que toda mi vida giraba en ese presente asfixiante. — Bueno —dijo con reserva—. No puedo estar mucho tiempo contigo. Me espera mis tareas de la universidad, mi casa y mi tra-bajo. Está un poco frio, ve a tu habitación y descansa. Sé que pue-des actuar con serenidad ante cualquier situación. Esa es la fe de un triunfador, aunque a veces tiene que caer, se vuelve a levantar. No mires hacia atrás. Tu destino esta hacia adelante. Hagas lo que hagas, no podrás cambiar nada de lo que está hecho en tu vida. Mejor no lo intentes. Levanta tu ánimo y camina con la cabeza en alto. Solamente tú podrás organizar tu mente. No hay mejor psicó-logo que la voluntad nuestra. Eso sí; promete única y específica-mente lo que vas a cumplir. ¿Eres tú o tu delirio emocional? Piensa en tareas necesaria, pero no caigas en 242


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actividades de rutina. Mucho menos en vicios. Cuatro meses después… Noche a noche pensaba en mi nueva vida. De tanto ir y venir en el tiempo, descuidé por completo mi estabilidad. Mi conciencia no daba para más. Repentinamente perdí la noción de continuar hacia adelante. Las primeras horas de ese día, no me levanté de la cama. Me pa-sé con los ojos cerrados sintiendo lo débil que estaba. Me prometí que me olvidaría de todo, pero era imposible. Necesitaba mucho más que eso, carecía de fuerza interior. 12:00.p.m. Me levanté. Mi imaginación estaba invadida. Quería golpearme contra la pared, gritar, insultar. Mi cuerpo y mi alma mecánicamen-te estaban destruidos por el cansancio de muchas noches de sueño. Un día de esos no tenía otra salida, mi trabajo me esperaba impa-cientemente. Las llamadas de los compañeros empezaron a hacerse presentes. Mi vida estaba completamente arruinada, nunca estuve tan cerca de perder el conocimiento de esa forma. Más días de sufrimiento, mi corazón no podía. Tomé una decisión apostando a mi destino, pero nunca olvidando los buenos consejos de todas esas personas que se preocuparon por mí. Para mis todas esas palabras eran importantes como mi vida misma. Podía ser que perdí la razón simultáneamente, pero teniendo en mi mente miles de consejos buenos, sensatos, estaba convencido que podía salir adelante. Me apresuré un poco, pero con total seguridad. Ser lo que quería ser, dependía de mí, y de nadie más. Me parecía loco, pero después de todo me iba a dedicar a lo que realmente me importaba. Perder a mi novia, me abrió un nuevo camino. Momentáneamente estaba solo. Me escondí en mi escritorio y comencé a redactar la renuncia de mi trabajo. 15:00.p.m Llegué a la empresa, cargado de desánimo, pero con una gran ilusión. Entregué mi renuncia, nadie esperaba. Les confesé mi reciente 243


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quebranto, mis dudas de seguir en la empresa, finalmente aceptaron mi retiro sin más complicaciones. Ya tenía decidido que era mi último día en la cuidad. Evitar los problemas no me iba a solucionar nada, pero definitivamente tenía que ser fuerte y continuar hacia adelante. No importaba quien iba conmigo, lo único que importaba era que si podía. Salí caminando con la cabeza gacha, pero con el corazón en alto. Nada debía, nada temía. Aunque un alma por dentro clamaba mise-ricordia. Me senté en un banco público. Pasé dos horas en el mismo lugar sin moverme. La tarde se ocultaba lentamente, en el oeste se refle-jaban rayos débiles de una tarde sumamente preciosa, con un sol radiante detrás de las grises nubes. Recordé lo que Paola me dijo antes de despedirse en el último encuentro: El amor tiene ventajas y desventaja. No debes olvidar que en una relación no todo va ser perfecto. Ocurrirán cosas que jamás te ima-ginaste. Lo peor que no hay preparación para esperar esos duros retos de la vida. Aparentemente todo está bajo control, repentina-mente aparecen ciertos contratiempos que pueden ser importantes; tal vez de poca o mucha importancia, pero posiblemente si no pue-des enfrentar esos contratiempos te ahogues en un vaso de agua. Nadie esta psicológicamente preparado para recibir al amor, mucho menos tiene idea cuando aparecerá en su vida. Hay miles de perso-nas que toda la vida se ocupan de lo material, ignorando pequeños detalles de su nueva vida, y en peores casos tanto hombres, como mujeres, pasan discriminando a otras personas, sin darse cuenta que en esa persona de color puede estar el verdadero amor, critican a jóvenes porque no son usualmente populares, olvidando que pue-de ser la persona que estaban esperando durante años. Como resultado toda una vida pasan maldiciendo que no tuvieron suerte en el amor, ¿cómo podrían tener suerte? Si cada vez que el amor tocaba su corazón, únicamente se dedicaban a encontrarle fallas a la otra persona sin darle una oportunidad de escuchar lo que su corazón tenía preparado. Eso de ser perfeccionista te sega. Recuer-da que no hay nada más importante que comprender que mientras vives, tu compromiso es de servir, y si no puedes vivir para eso, preferiblemente 244


JUVENTUD EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN

no vivas. Más haces estando de observador, que te observen el tipo de persona que eres. Si estas en esa posición, es mejor que te olvides que encontrarás amor verdadero. El amor se lo encuentra con humildad, debes tener en claro que lo realmente im-portante es el corazón, la belleza física es un tiempo, luego con el tiempo poco a poco se termina. Lo que nunca se terminará es lo que guardaste en tu corazón. Si de verdad quieres amar, no regreses a mirar su cara, mira su corazón que ahí encontraras el verdadero tesoro. Si por ahora estas solo, la vida te debe estar premiando. Estar sin pareja en la juventud es desesperante, pero nadie se da cuenta que con o sin pareja llegarán a ser lo que se proponen. Tienes que tener en cuenta que una pareja necesita tiempo, amor, espacio, respeto; si trabajas, estudias, piénsalo bien. No ilusiones a nadie, si no podrás hacer que esa persona sea feliz. Si de verdad es de ser para ti, estará el tiempo necesario. Por eso es importante tener todo claro. Piensa que tener a tu lado a una mujer no será un juego, es inevitable empezar desde cero. Reconoce tus defectos, virtudes y, antes de comprometerte clasifica lo bueno y lo malo, y desásete de cosas superficiales maliciosas, dañinas en las relacio-nes. Primero olvida a ese pasado, después enamórate. Nunca ofrez-cas tu corazón lastimado. Dale tiempo al tiempo. No te desesperes. Olvida todo y luego ve si puedes darte una nueva oportunidad. Si tienes dudas, detente, tú corazón aún sigue frágil, lo único que encontraras en una desilusión. Espera a que estés bien y elige a quien quieres, no a quien crees que quieres. Aprende a diferenciar el amor verdadero, con el amor dañino. No más por favor. Desde este momento ponle un alto a tu vida, simplemente sirve para vivir, no vivas para que te sirvan. Me puse de pie, intentando, retirarme a mi casa. La tarde estaba muy avanzada. Mi día no fue perfecto, pero fue uno de esos días que nunca se olvida. Lentamente di la vuelta y me alejé con pequeños pasos del parque. Renuncié mi trabajo, perdí a la mujer que amaba, sin embargo, sentía paz en mi interior. Luego de casi media hora, llegué a una avenida enorme. Un bulevar impresionante. Sin darme cuenta, más por un impulso esponta-neo, terminé corriendo a toda velocidad. La gente me miraba, no me importó. 19:00.p.m. 245


JAIRO TORRES GIRON

Llegué a mi casa. — Mi amor, te estaba esperando —dijo una voz entrecortada. Respiré profundo, sorprendido, imaginando que después de todo seguía confundido. Mi corazón empezó a latirme de una manera descontrolada, después de sentir que me abrazaron por la espalda. Me di la vuelta lentamente como intentando no despertarme. Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. — No tengo toda la vida para sufrir lejos de ti. Encontré contigo el amor y no quiero dejarlo escapar. No me moví. Cerré los ojos muy fuerte. Sus lágrimas mojaban mis mejillas y las mías empapaban las de ella. Quise hablar, decirle que estaba feliz. Que no tenía palabras para expresarle, que mi amor era más grande de lo que se puede amar. Traté de agradecerle, expresarle que estaba orgulloso de que volviera, aunque nadie lo esperaba... Pero no pude articular ni una sola palabra. Yo siempre soñé con ese momento; esperar pacientemente que regrese… De decirle cuanto la amaba y de qué forma me había hecho falta… arrodillarme frente a ella y pedirle que sea mi esposa. Esa noche se cumplió mi sueño.

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AGRADECIMIENTOS Tres años después… Entré a mi habitación y encontré a mi esposa leyendo su diario personal. Me llamó mucho la atención, después de todo, eso podía traer recuerdos para ella. Intenté pedirle prestado, pero no pude, aunque ganas no me faltaron. — Es interesante el diario de una mujer —comenté. Tomé asiento como me lo indicó. Nos quedamos callados por un largo tiempo. Después me comentó que en su diario estaban escritas varias de nuestras salidas. Entonces los recuerdos empezaron a hacerse presentes. Ella se mostraba animada recordando lo difícil de mi juventud, en cambio yo, no podía dejar de agradecerle por haber salvado mi vida. — Leslie va a tener un hijo —confirmó ella—. En horas de la mañana se comunicó conmigo. Me puse de pie como impulsado por un resorte. Se retiró del cuarto. Durante esa tarde, me pasé escribiendo muchas cosas sobre mi pasado: cosas buenas, cosas malas, y cada recuerdo que se me venía a la mente. En noche le entregué a mi esposa. Se sorprendió. A la mañana siguiente encontré su diario en mi almohada. En la primera página tenía una nota que decía: “Eres lo más grande que la vida me ha regalado. Te amo desde el primer momento en que te vi, y serás mi amor por siempre… solo quiero decirte que cuentas con mi apoyo para escribir nuestra historia juntos”. Salté de la emoción. Hoy le agradezco a Samanta por ayudarme a desglosar cada capítulo de esta obra, y también le agradezco a Leslie (su nombre de trabajo), mi amiga, por regalarme su historia, y a mi familia por


estar siempre a mi lado. Y se los dedico a ustedes queridos lectores… y espero que en este libro, encuentren las respuestas a sus dudas. Léanlo y vuelvan a leerlo si es necesario, pero no se den por vencidos. Querido amigo, amiga, joven estudiante, padre de familia, escribir este libro me ayudó a comprender muchas cosas, y espero que les sirva de ejemplo a todos ustedes, de que el amor lo puede todo. Anteriormente para mí era muy difícil comunicarme abiertamente con mi esposa, pero después de sincerarnos, de escribir juntos este libro, cambiaron muchas cosas entre nosotros. No olviden que la vida es única. Si tienes que decidirte a realizar un cambio en tu vida, hazlo ahora, quizás mañana será demasiado tarde… y cada vez que leas un capítulo de mi historia analízalo, estúdialo, y después entenderás por qué mi vida hoy tiene nuevas metas; ahora puedo decir libremente que soy un hombre feliz. ¡Nunca es tarde!… Por medio de esta historia les envío muchas felicitaciones a quienes toman la vida en serio, y a quienes que creen que no hay salida en esta vida, solo puedo decirles, INTENTEN SER FELICES, LA VIDA ES CORTA.

John…


ÍNDICE

Capítulo 1 El encuentro inesperado……………………...... pág.8 Capítulo 2 La infidelidad………………………………....... pág.18 Capítulo 3 La separación………………………………....... pág.26 Capítulo 4 El acercamiento pasional…………………......... pág.32 Capítulo 5 Las malas influencias………………………....... pág.38 Capítulo 6 El sexo ilícito………………………………........ pág.46 Capítulo 7 Consecuencias del sexo……………………........ pág.56 Capítulo 8 La unión libre………………………………....... pág.84 Capítulo 9 Los anticonceptivos…………………………...... pág.98 Capítulo 10 Rol de la familia……………………………......pág.104 Capítulo 11 La invitación……………………………….......pág.110 Capítulo 12 La violencia……………………………….........pág.124 Capítulo 13 Confidencialidad, amor y respeto…………......pág.130 Capítulo 14 La obsesión…………………………………......pág.140 Capítulo 15 Enamorarse………………………………….....pág.148 Capítulo 16 Errores del presente…………………………...pág.152 Capítulo 17 Convivencia física……………………………...pág.158 Capítulo 18 Sexo, adicción……………………………….....pág.164 Capítulo 19 Dinero, poder…………………………………..pág.170 Capítulo 20 El perdón…………………………………….....pág.184 Capítulo 21 Enfermedades venéreas………………………..pág.206 Capítulo 22 La despedida…………………………………...pág.220 Capítulo 23 Juventud en tiempos de revolución…………...pág.228 Agradecimientos……………………………………………...pág.246




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