La serpiente de Fuego

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ALGUNAS PÁGINAS DE MI LIBRO “La Serpiente de fuego”. Pedidos al tlf 639 65 60 70 . 1


¿QUIERES QUE TE ENSEÑE A SER FELIZ?

(En homenaje a mis maestros.) Buenos días. Gracias por estar aquí y, de paso, daros a vosotros mismos las gracias por haberos permitido venir, porque tendréis ocasión de aprender algunas cosas que, ¿quién sabe? a lo mejor os ayudan a vivir mejor, más tranquilos, con más paz de espíritu. De todo el Nuevo Testamento, he escogido una frase que utilizo con profusión y con todo mi corazón: “Que la paz del Señor sea con vosotros” Aquellos que la reciben, no reaccionan muy bien. No saben si va de coña, o si les estoy dando algo verdaderamente importante. Siempre provoca la sonrisa, y son los menos los que devuelven el regalo y contestan: “Y con tu espíritu”. Pero lo hacen de una forma automática, como recordando, o remedando el episodio de la Santa Misa. Entonces, para no entrar en polémica, suelo decirles: “Tú si que sabes”…La de los clérigos en general es la sonrisa más cómplice, como sintiéndose culpables de compartir un secreto importante e inconfesable. Porque, ya hace tiempo, que confesarse creyente es de “fachas”, aunque ni ellos mismos saben qué es ser un facha. No te creas todo lo que dicen los médicos. No te creas todo lo que dicen los clérigos. No te creas todo lo que dice la radio, ni la televisión, ni los periódicos. No te creas todo lo que dice la gente. No te creas “nada” de lo que dicen los políticos.

Elabórate un criterio propio. En cuanto te sea posible: 2


Acude a la fuente. Busca, aprende, pregunta. No te quedes con las ganas de saber. No hables por boca de ganso. ¿A dónde va Vicente? A donde va la gente. Eso ya no se estila. Créate una opinión, y si es posible, mantenla hasta que encuentres una mejor, más fundamentada, más práctica, que te haga más feliz. Así que, en este breve encuentro, voy a generalizar el uso de “Que la paz del Señor sea con vosotros” como saludo habitual, porque, qué mejor regalo le puedes desear a tu prójimo que desearle que se llene de paz… LAS “VEINTE CONECTADAS” DEL REBIRTHING. Esta es mi primera enseñanza práctica. Lo primero que os hará estar más tranquilos, más energéticos y más felices. Vamos a practicar las “Veinte Conectadas” siempre que iniciemos una clase. Nos meteremos hacia dentro: Ojos cerrados, posición de loto o sentados en una silla, y comenzamos a respirar con ésta técnica: Son 4 grupos de 4 respiraciones rápidas, con una respiración profunda entre cada grupo. De ésta manera: 1. Haa-Fuu 2. Haa-Fuu, 3; Haa-Fuu, 4; Haa-Fuu, 5. HaaaaaaFuuuuuuu. Esta serie se repite 4 veces para completar una serie de “20 Conectadas” Y de esta serie podéis hacer las que queráis. Después, al acabar cada cual de hacer sus series, continuamos con los ojos cerrados. Así que: Para dentro, y ¡A respirar! Mi nombre es Enrique de Soto Toledano. Nací en Madrid un caluroso día del mes de Junio. A mi madre la atendió una comadrona durante el parto. Mi padre estaba en casa, pero no en la habitación donde me estaban dando a luz, y corrían tiempos de guerra en toda Europa. Esto, posiblemente determinó mi manera de pensar y mi futuro. Desde mi más tierna infancia tengo un problema de rechazo a la autoridad. Soy un insumiso por naturaleza. Si yo no admiro al que manda, no le acato, ni le reconozco, hago lo posible por olvidarme de él. ¿Tendrán la culpa aquellos políticos que llevaron al mundo a una conflagración espantosa, con el resultado de millones de muertos, familias fracturadas, depresiones, enfermedades y gente marcada para siempre? Mi padre era Falangista, quizá por su credo cristiano y por sus orígenes aristócratas. Y así continuó, criticando frecuentemente al régimen franquista, a quien culpaba de los acontecimientos de la muerte de José Antonio Primo de Rivera y de que se hubiera adueñado de parte de su ideología y de sus símbolos (incluso de su indumentaria). Mis tíos paternos –excepto el más pequeño- acudieron a Rusia en defensa de la democracia, alistados en la División Azul, y mi madre se distinguió por su apoyo incondicional a todo aquel que necesitó su ayuda.

Desde bien pequeño mi padre me inculcó el amor por la medicina –que él no pudo acabar por problemas financieros- y yo me plegué de buen grado a aquella idea. Cuando cumplí los siete años, el regalo de mi padre fue una caja, a guisa de botiquín, llena de 3


vendas, esparadrapo, gasas, algodón, antisépticos y pomadas para curas de urgencia. Y yo, revestido de aquel poder que me habían otorgado mi padre y las circunstancias, acudía raudo a solucionar cualquier accidente doméstico. Nunca tuve ningún conflicto de desamor con mis padres, a los que quise siempre – incluso ahora a los muchos años de su fallecimiento- Y siempre anduve con un “contencioso” con la Iglesia Católica y el sexo: La Iglesia Católica no quería y yo sí. El pleito culminó cuando me di cuenta de que: “No hay nada malo ni bueno”, todo depende del punto de vista. Lo que para mí es bueno, para vosotros puede ser malo. Y lo que para mí es malo ahora, dentro de un tiempo puede no serlo tanto. Mi punto de vista puede ser distinto del vuestro. Y en esta cultura, hay cosas que repugnan a la moral, y, sin embargo, en otras es práctica habitual”. Sólo hay que recapacitar para darse cuenta de que el mal está dentro de nosotros, conviviendo estrechamente con el bien. Y que dentro de cada cual, coexisten un gran santo y gran demonio. Y, después de todo, El sexo no tiene tanta importancia. No obstante, se me quedó grabada en mi mente, como esculpida con un hierro candente, una reflexión de Adolfo Domínguez. Era un admirador de la mujer, en general, y de sus atributos femeninos, en particular. Estaba separado de una pareja y había habido muchas mujeres en su vida. Incluso durante uno de los cursos que hice con él, tuvo sus más y sus menos con la pareja que tenía y que, además, era su ayudante. Decía que, en efecto, el sexo no tiene tanta importancia siempre que no hiera los sentimientos de terceros. Y que si sientes la compulsión por establecer una relación amorosa-sexual con una moza, primero debes dejar a la que tienes. La antigua sufrirá, pero no se sentirá engañada. Y tú no jugarás con dos barajas, ni vivirás en una mentira En esta vida, hay que tomar el camino de en medio. No extremarse; no inclinarse demasiado ni a la derecha ni a la izquierda. Vivir con pasión, pero no hacer nada que te pueda perjudicar a ti, o a terceros. Vivir intensamente, sensualmente. Comer moderadamente, pero con intensidad sensual; beber moderadamente sin llegar a embriagarse y siempre fermentados. Si no te gusta lo que haces, hazlo como si te gustara. Utilizar el sexo moderadamente –cada quién con arreglo a su capacidad amatoria-; amar intensamente al prójimo y vivir el momento.

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Después de estas verdades a medias y mentiras piadosas (Siempre hay que dejar cosas a la imaginación del lector), continúo diciendo que mi primer contacto con lo desconocido; el primer atisbo de una realidad diferente, me lo proporcionó Lobsan Rampa (Presunto monje tibetano) con su primer libro: “El Tercer Ojo” Después remató la faena Richard Bach, con su “Ilusiones”, que leí hasta deteriorar el libro. Y luego vinieron muchos más – unos muy buenos y otros bazofia- que me fueron colocando sucesivamente las piezas de mi puzzle particular. Ya mediada la carrera de medicina en la Complutense de Madrid, contacté con dos realidades que me impactaron y marcaron mi vida definitivamente. Un curso de Sofrología médica, en el que aprendí que la mente bien aleccionada es capaz de cualquier cosa. Y un seminario de “Control Mental” diseñado por José Silva (Silva Mind Control) que me regaló mi amigo, compadre y eminente psiquiatra José Luis Alcázar Fernández y que completó mi esquema con respecto a la mente. En él había un capítulo que me ha servido siempre en mis momentos álgidos. Se trataba de elaborar un “Lugar ideal de descanso”. Había que pensar, previamente, en un lugar ideal para ti, con toda la belleza que pudieras imaginar, donde te gustaría refugiarte en los momentos bajos. Te decían: “Piensa si te gustaría un lugar en la playa, en la montaña cerca de un río, en la ciudad. Con calor, con frío, con palmeras, en un bosque de abedules. Y créate un refugio donde te encuentres en el colmo del bienestar y la felicidad. Ahora, trasládate allí y goza de lo que te has creado”. A ese curso siguieron otros cientos, que me fueron proporcionando herramientas para mejorar la calidad de vida de mis pacientes. Y, por necesidades de mi guión, la mía propia. Porque si Uds. me cuentan una desgracia, yo les puedo deleitar con 20 ó 30. Y este es el origen y gestación de este libro…Quiero ofrecer a los demás lo que a mí me ha servido en algunas ocasiones para equilibrarme y ser más feliz, y en otras para no acabar violentamente con mi vida (He tenido un par de circunstancias muy oportunas para hacerlo). Vivo actualmente en Palencia con mi pareja: Milagros –a quien agradezco que recompusiera mis pedazos después de una traumática separación de mi primer matrimonio- y con su hija –una adolescente con muchos cojones, que nos ha hecho pensar y retomarnos, en la medida en que lo podíamos hacer con nuestro nivel de conciencia, muchas ideas agostadas. Mi deseo, por tanto, es compartiros alguna de las verdades que me han ayudado a vivir mejor. Y ofreceros alguna técnica de calidad inapreciable para sobrellevar mejor los avatares de la vida. Tengo la intención de enseñaros alguna cosa y aprender de vosotros a mi vez. El maestro –hablo coloquialmente, no porque me considere como tal- habla, y al hablar se escucha y no para de aprender.

Hubo una vez un aventurero veneciano que de vuelta de uno de sus largos periplos por el mundo, reunió a sus amigos y a algunos entusiastas para contarles sus experiencias 5


con todo lujo de detalles e incluso con pasión; la pasión que sale de dentro cuando, mediante un ejercicio mental, traemos el pasado al presente. Los oyentes las gozaban con cada uno de los episodios; reían, saltaban en sus asientos y palmoteaban, a veces, complacidos. Fue todo el éxito que era de esperar, pero alguno de aquellos oyentes, adueñándose del relato y de las experiencias del mismo, hicieron a su vez reuniones para transmitir las experiencias del “maestro” y, ¡cómo no!, quedaron en el más completo ridículo porque se les vio el “plumero” y la intención sesgada de quererse apropiar de experiencias que jamás vivieron. No es mi caso; todas y cada una de las técnicas que os voy a proponer; todas las experiencias y enseñanzas que os voy a regalar, las he vivido y las he experimentado alguna vez. JOAQUÍN GRAU Con Joaquín Grau, psicólogo, aventurero y amigo, hice un curso completo de Anatheoresis (Regresiones terapéuticas) en El Escorial. Durante un largo fin de semana explicaba los fundamente de las regresiones terapéuticas y supervisaba prácticas entre nosotros. Esto me valió, en aquella época, para tratar a infinidad de pacientes. La mayoría mejoraron de sus problemas al enfrentarse a la hipotética causa de su mal. El método consistía en considerar la historia del individuo como almacenada en un cedé que, mediante una relajación profunda hasta ritmos cerebrales zeta (que constituía el acto de introducir el cedé en un compak) se podía manipular, para localizar el momento en el que decidió desarrollar tal o cual fobia. Para poner en marcha el sistemal, hacía falta que los pacientes que acudían a la consulta, tuvieran el poder, o la capacidad de la visualización creativa, para revivir determinada escena con los ojos cerrados. Se aceptaban las variantes de imaginarse la escena o sentirla. Había, sin embargo, individuos (nunca me pasó con ninguna mujer) que ni veían, ni imaginaban, ni sentían. Entonces yo me cabreaba muchísimo y les preguntaba, groseramente, si nunca se habían masturbado, y al contestarme que naturalmente, les preguntaba en quién pensaban para hacerlo. Entonces caían en la cuenta de que ellos también tenían capacidad de imaginarse una escena e incluso visualizarla. Las más de las veces coseché éxitos que mejoraron la calidad de vida de mis pacientes. Era eso lo que me interesaba; sólo eso, que los pacientes mejoraran; que vivieran más felices y más conformes con ellos mismos y con su entorno. Desafortunadamente esta práctica requiere utilizar una serie de conocimientos y una puesta en escena que no están al alcance de cualquiera, así que no la puedo ofrecer como técnica de andar por casa. Valga la anécdota para demostrar que cualquier persona puede desarrollar su visualización creativa en cualquier circunstancia. Basta con que se crea su propio poder y que haga algunas prácticas muy sencillas, para que pueda recrear un “Lugar ideal de descanso” con los elementos soñados.

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Joaquín contaba una anécdota que vivió en la Selva del Amazonas conviviendo durante ocho meses con los Aucas, salvajes muy belicosos y antropófagos.

Cuando los “aucas” hacen un raid para conseguir alimentos para la tribu (nunca más cantidad de la que necesitan), al volver reúnen a todos sus congéneres en un claro de la selva próximo al poblado y allí dramatizan su aventura con toda serie de sonidos guturales, gestos, movimientos y danzas, para explicar a todo el mundo por dónde fueron, cuántos kilómetros caminaron, dónde encontraron las presas; cómo consiguieron llegar hasta ellas contando siempre con el “carácter de la manada”; cómo las cobraron y cómo se las arreglaron para traerlas al poblado. Esto, amigos, es una comunicación veraz, útil y necesaria. Todo aquel que quiera reproducir la aventura, podrá hacerlo si se ciñe al relato. Todo lo contrario a las informaciones que recibimos a través de los diarios de prensa, radio, televisión, comentarios, etc., que no son ni veraces ni útiles. ¿Uds. Han recibido últimamente alguna información veraz y útil? Piensen para qué les ha servido la información que han recibido. Naturalmente que no sea a qué hora empieza un espectáculo, o qué película echan en determinado cine.

Pues bien, toda la información que yo les voy a dar: 1º Es veraz. Se trata del fruto de mis estudios, cursos y experiencias personales. 2º Es útil. Sirve para que, si Uds. lo reproducen, puedan llegar a las mismas conclusiones que yo mismo. 3º Les puede elevar el nivel de confort y la calidad de vida. EL ORIGEN DE LOS MALES HUMANOS Bueno es que veamos, en éste primer coloquio, los orígenes de los males de la humanidad para conocer el enemigo y sus armas: DIOS. EL ENEMIGO Y SUS ARMAS Definitivamente y hasta que no se demuestre lo contrario, Dios existe. Doy fe de ello y lo juro con la mano en La Sagrada Biblia. ¡Juro que Dios existe y que es mi creador!. ¡Y ahora, a ver quién tiene redaños para rebatirme el argumento! Yo, os lo confieso, no tengo pruebas concluyentes; sólo lo siento dentro de mí. Está aquí, aquí, dentro de mi pecho. Iluminándome, sosteniéndome, confortándome. Es una verdad para mí. Es: …una de mis grandes verdades.

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Creo en ella firmemente. La poseo y ella me posee. Es una simbiosis amorosa; una retroalimentación, que me sustenta y que me hace ser feliz. Si Dios existe –“cosa que ha quedado contundentemente demostrada”- No es un Ser caprichoso y sádico que pone a sus hijos en una situación extrema, sin manual de instrucciones, expuestos a todos los rigores del hambre y el clima; de los fenómenos naturales y además les manda enfermedades, plagas, epidemias, pandemias y todas las “démias”, y cáncer, y SIDA… Yo no creo en el Dios que necesita demostrar la entrega de Abraham (que Él, siendo infinitamente sabio ya debía de saber) poniéndole la prueba del “9”. Y cuando Abraham –tontorrón él- se decide a cargarse alevosamente a su hijo, y encima el hijo accede de buen grado al holocausto…le dice: “Que no, tonto. Que era una broma” Vamos, si no llega a tener un corazón sano, le pega un tantarantán que ya no cuenta con él para nada más, y se nos acabó el padre de la humanidad... Yo creo que mi Padre me ha creado y me ha colocado en éste planeta maravilloso llamado Tierra, para que yo sea feliz y para que aprenda y tenga experiencias vitales. Pero me ha regalado una gran putada que es el libre albedrío, que quiere decir que yo puedo hacer con mi vida lo que me de la gana, incluso privarme de ella violentamente. O sea, suicidarme. Dios es un ser Maravilloso y Asertivo que accede a todas mis pretensiones, porque son mías y es mi experiencia vital, que Él quiere que yo tenga. De manera que yo le digo: - “Padre, quiero ser un ser maravilloso que ayude a la gente. Irreprochable e impecable”. - “Sea, hijo mío. Te irá bien con ese sistema. Te lo recomiendo”. - “Padre, quiero ser un auténtico desalmado hijo de la gran puta, que mate, extorsione y viole, en aras de no sé qué extraño ideal”. - “¿Verdaderamente eso es lo que quieres, hijo mío? No te lo recomiendo. Pero si es tu capricho, sea. Luego recogerás las consecuencias de tus actos”. - “Padre, quiero morirme con un carcinoma que me corroa las entrañas”. - “¿Para qué, hijo?” - “Para castigarme, sufrir y ganarme el cielo”. - “Y eso ¿quién te lo ha recomendado?” - “Desde que he nacido me han dicho que esta vida es un camino de espinas. Que aquí he venido para sufrir, y que hay que sacrificarse para ganarse el cielo y…” - “Vassssssta”“¡Pero qué bestias sois, hijo mío! ¿A quién se le ocurre semejante burrada? No lo hagas porque yo no te voy a juzgar… ¡Uy…se me escapó! Bueno, ya que he empezado continuaré. Hijo mío, te voy a contar un secreto:”

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“¡No existe la justicia divina! Te puse en la Tierra para que te juzgues a ti mismo, porque yo soy infinitamente Tolerante, y me temía que muchos se iban a ir “de rositas”. Pero no conté con que sois masoquistas y un poco bobalicones. ¡Con la cantidad de gente sabia que os he mandado! No sé cuándo vais a aprender, hijo…” - Ya. Pero ¿Hay alguien más ahí…? Esto último es el final de un chiste que me contaron hace años y que me hizo mucha gracia. Define la falta de fe de la humanidad en el Sumo Hacedor aunque nos esté demostrando su existencia a diario. Se trata de un paisano que, andando por la montaña, resbala, cae por un precipicio y afortunadamente queda colgado de la pared, asido de la rama de un arbusto. Su posición es peligrosa. Si se mueve puede caerse. ¡Socorro, hay alguien ahí arriba! –Grita a todo pulmón- Sólo el eco le devuelve su voz. ¡Socorro! ¿Hay alguien ahí arriba que me ayude? –se desgañita esperando una respuesta. ¡Socorro! ¿Hay alguien arriba que me pueda echar una mano? –se desespera por tercera vez. De pronto, escucha una voz melodiosa, autoritaria y potente que le contesta: “Hijo mío, no te preocupes. Soy tu Dios; el Dios de Abraham y de David; el Dios de tus padres. Suéltate de la rama y no temas porque yo mandaré una pareja de mis ángeles, que te cogerán suavemente y te depositarán en el suelo fuera de todo peligro. ¡Ya! –contesta en medio de una gran turbación el paisano- ¿Y no hay nadie más ahí arriba que me pueda ayudar? Y si Dios convenimos en que no es el culpable de las enfermedades; que Él es un Ser infinitamente amoroso que nunca osaría –porque es la infinita bondad- perjudicar a ninguna de sus criaturas… ¿Quién es el responsable de las enfermedades? El hombre funciona igual que una computadora:

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En la computadora existe una CPU (unidad central), donde están alojados todos los componentes que hacen funcionar el sistema. Entre ellos el sistema operativo, que es un programa que hace que todo funcione de una manera coherente, mediante unas órdenes suministradas a los periféricos: Pantalla, escáner, impresora, etc. Si el programa (Software) es bueno, todo funcionará correctamente. Si el Software es malo, o si tiene un virus, nada funciona. El cuerpo humano tiene también una CPU, el cerebro. Que también tiene un Software, la mente. Si el programa que tiene la mente es bueno, todo funciona correctamente. Si el programa es malo, o tiene un virus, todo funciona mal. ¿Quién es el responsable, en suma, de mis problemas? NADIE. Mi programa mental. ADOLFO DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ Mi relación con Adolfo fue larga e intensa; muy intensa. No hubiera sido igual si yo me hubiera abierto al cambio. En verdad que aquella transformación fue muy grande; hasta el extremo de cambiar de pareja e iniciar un nuevo viaje con otra diferente en lo sustancial, pero igual en la manera de abordar ciertos temas. Mi tozudez en ciertos tics me acompaña todavía muy pegada a mí, sin querer abandonarme por nada del mundo. Poco a poco. Le conocí a través de mi primera pareja en esta vida, que me precedió en los cursos de Rebirthig. En el primer curso que hizo con él, me llamaba por teléfono, al principio ilusionada, luego desesperada y preguntándose qué hacía ella allí. Más tarde bendiciendo el momento en el que se le ocurrió acudir. Aunque después, sus resultados a mi manera de ver, no fueron brillantes. Hice el primer curso con Adolfo en Madrid, en la calle Encarnación; muy cerca de la plaza de Oriente y de la plaza de la Opera. En un lugar privilegiado del Madrid de los Austrias, con el convento de la Encarnación enfrente y sus campanas avisándonos de su presencia. Un sitio mágico para aprender. Era un cuarto piso sin ascensor, lo que para algunas personas constituía todo un reto acostumbradas a no hacer ningún tipo de ejercicio. La escalera, de puro estilo renacimiento, compensaba el esfuerzo. Había que subir despacio porque las maderas del suelo, relimpias por el desgaste y por el celo de los porteros, crujían de gusto cuando las pisabas, y molestaban a un vecindario añoso y tiquis miquis que, de vez en cuando, en la ascensión a los cielos, utilizaba los bancos que, para tal fin, había dispuesto el arquitecto en cada rellano. Daba gusto tocar el pasamanos de la barandilla, brillante y resbaloso; gordo y lustroso como una pitón recién almorzada. Al cuarto piso se llegaba renqueante y jadeando, pero expectante, ilusionado y embriagado por el aroma a incienso que salía hasta la calle sin pedir permiso, ni a los vecinos ni a los porteros, para confundirse con el aroma a sándalo y olíbano que venía del convento.

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En la puerta, nada. En la pared, a la derecha y a la altura de la vista, un bajo relieve de piedra con las letras: A.D.M. Eran las siglas de Adolfo Domínguez Martínez, pero las había retorcido para que significaran: Armonía, Desarrollo y Metamorfosis. Estaba bien traído el asunto. Pegaba bastante con las pretensiones del programa: Armonízate, desarróllate y transfórmate de gusano en mariposa. Ahí es nada. Y el caso es que algunos lo conseguían. Bueno, ahora que hago memoria, de los que yo conocí ninguno lo consiguió. Yo mejoré mucho, al igual que otros varios. Pero de eso al vuelo sin motor, un abismo, la verdad. Si llegabas el primero a aquella puerta y anunciabas tu presencia e intención de entrar golpeando la puerta con la aldaba de hierro envejecido que colgaba a la altura del hombro, nunca conseguías que te abrieran a la primera; debía ser una norma de la casa. A la segunda intentona, Maria Eugenia –pareja a la sazón de Adolfo-, renacedora y argentina o, en su defecto uno de los asistentes del curso, que eran alumnos avanzados a los que les asignaba, honoríficamente (digo yo…) el cometido de, como su nombre indicaba, asistir a los novatos en cualquiera de sus necesidades. Lo primero que veías era una sonrisa del quince y, acto seguido, un abrazo con sobo de espalda incluido, de los que te dejan sin aliento y hacen que te hagas algunas preguntas. El olor a incienso se acrecentaba y sufrías inmediatamente una sobredosis de armonía. Paredes lisas con algún cuadro firma de la casa, alfombras de sisal y moqueta. Mucha luz por todas partes y multitud de arcos iris temblando por las paredes, proyectados por una bola de cristal facetado que colgaba del alfeizar de la ventana. Un hall amplio en el que colocabas tus prendas de abrigo sobre unos percheros, todos a la rebatiña. Enfrente un pasillo que se terminaba en un recodo que te ocultaba el final, y, a la izquierda, una sala con un balcón amplio al frente, a través del que se veía el convento, y una puerta de doble hoja a la derecha, que daba acceso directo a la sala en la que se celebraban los cursos. Al lado del balcón una mesa sobre la que se colocaban papeles, consentimientos informados -que te hacía firmar antes de entrar en el curso, por si las moscas- y, en otras ocasiones, agua, tisanas y galletas para amenizar los descansos. A la izquierda un sofá muy cómodo, una planta viva y una mesa con multitud de fetiches, velas e iconos. Todo aquello te producía una sensación de tranquilidad que se esfumaba en cuanto aparecía el maestro con su pelo negro, abundante, liso y brillante, su perfume caro y su fingida seriedad, revestida con camisas de bambulla y pantalones de seda. Hasta las zapatillas de andar por casa parecían zapatos de firma, con la diferencia de que las suelas eran de badana. Las mujeres le empezaban a desear, y los hombres a odiar inmediatamente. Y cuando le escuchabas, las pasiones se desbordaban. Acabé aquel curso y, tal fue mi enganche, que me hice un adicto y lo repetí cuatro veces, siguiéndole por varias provincias hasta culminar en Barcelona. Después de aquellos cuatro primeros cursos, que me inyecté en vena y sin anestesia, siguieron cinco más: segundo, tercero, máster, autoestima, tiempo y alguno que se me olvida, con lo que el cinco se me queda inmediatamente muy corto.

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Durante nuestra relación, me dio una caña inmisericorde, hasta hacerme ampollas sangrantes, y muchas veces estuve a punto de tirar la toalla e irme a casa con mi formación a medias. Luego, cuando él veía que me perdía, me retomaba como sólo sabe hacerlo un maestro. Hubo un momento en que la relación se distanció, pero una llamada suya con la invitación a un reciclaje, nos decidió a Milagros –mi segunda esposa- y a mí a cerrar círculo y hacerlo juntos, ya como pareja. Los achaques debidos a su intensa vida le deterioraron gravemente. Le vimos en una finquita de la sierra de Madrid, donde se retiró agobiado por las deudas y acompañado de su primera esposa Carmen Anguita y, esporádicamente, de Maria Eugenia, la renacedora argentina. Me avisaron de su fallecimiento en Madrid y no fui capaz de acompañarle. Ya no puedo hacer nada por remediarlo, pero… me arrepiento y espero que no me guarde rencor. A él le debo parte de mi sabiduría y de mis máximas; de la maravilla de la respiración y de sus métodos. “Adolfo: Allá donde te encuentres, si me

…Y ASÍ HASTA 250 PAG DE EXPERIENCIAS PERSONALES.

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