La Sesión - Alejandro Colliard

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LA SESION Alejandro Colliard


La Sesi贸n Alejandro Colliard


Primera edición en formato electrónico: abril de 2012 © 2012 Alejandro Colliard Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright.


A Guillermo Sastre



Me imagino que te estarás preguntando quien soy, y por qué estás en un lugar oscuro y desconocido, con la boca tapada con cinta adhesiva, atado de pies y manos a una silla vieja y desgastada. Se que fue poco feliz salir de tu rutina para traerte hasta aquí, pero créeme, hay razones que me obligan a actuar de este modo. Para empezar, te voy a contar una triste historia. Mi hogar era un infierno, sobre todo en la adolescencia, donde las cosas se pusieron insoportables y tuve que huir de casa. Mis padres no hicieron ningún reclamo a la policía, así que, para sobrevivir, me junte con los chicos de la calle, donde aprendí con ellos a mendigar y a quitarles las carteras a las ancianas para poder comer. Poco tiempo después, comenzamos a robar autos y seguimos con el asalto de casas y comercios. Después de varias entradas en la cárcel, hicimos contacto con bandas más organizadas y terminé como jefe de una de ellas, especializándome en robos a blindados y secuestros de personas.

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Sabes, alguien me ha contado que, por precaución, has retirado todos los valores que tenías guardados en la caja fuerte de tu banco, debido a un embargo a tus bienes que se hará dentro de poco. Seguí investigando y, ¡¿con qué me encuentro?! ¡al señor lo van a juzgar por crímenes de lesa humanidad, que ha cometido en la época de la dictadura militar! Parece que no solo has secuestrado, torturado y matado gente, sino que también te has quedado con algunas propiedades de los que luego has hecho desaparecer, y me dije: ¡Éste hombre es uno de los nuestros!, ¡¿por qué no lo traemos con nosotros para hacer un intercambio de experiencias?! Por ejemplo, como solías divertirte en su momento, puedo sacar una pistola, como la que tengo ahora en la mano, apuntarte a la cabeza y ¡gatillar! (el arma se dispara en vacío) ¡Qué suerte tienes!, ¡no ha salido la bala! ¿Estás sudando?, ¿qué raro?, el cuarto está frío.

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Para saber un poco más de ti y de tus movimientos, se me ocurrió la idea de acercarme a los organismos de los familiares de víctimas y de ex-detenidos políticos durante la guerra sucia. Como tengo una edad similar a la de los hijos de desaparecidos, he inventado que un pariente, me confesó que mi madre nunca se embarazó de mí y que, un día, aparecí de la nada en su casa. Eso, me permitió acceder a los archivos de estas instituciones, además de tener fechas y horas de las salas donde debías presentarte. Varias veces, acompañé a víctimas y familiares en aquellas audiencias. Ambos conocemos como funciona nuestra Justicia, así que junto

con

los

abogados

de

los

organismos,

comenzamos a sacar cuentas y al paso que vamos, un oficial de segunda línea, como tú lo fuiste, y con tu misma edad, lo juzgarían a la edad de noventa y cuatro años. ¿Te imaginas que en esa época aún estuvieras vivo y te dieran cadena perpetua? ¡Qué ironía!

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Asimismo, es muy desalentador para los torturados y sus allegados, chocarse contigo por los pasillos de los Tribunales, siempre protegido por una cara poco conocida, detrás de unos lentes oscuros, y tu imagen de simple viejito que quiere pasar sus últimos años en paz. Pero hiciste mal, no debías protegerte de ellos, sino del dinero que sacaste. ¿Ahora tiemblas? ¿Quieres que te preste un abrigo? Resulta que, al comunicarnos con tu familia, dijeron que no tienen ni idea de los fondos que has retirado. Por eso, me he tomado el trabajo de armar este salón, para que compartamos los juegos que solías jugar. Nada más que he decidido cambiar los roles. Por ejemplo, con un regulador de voltaje y un par de electrodos, he armado una hermosa picana eléctrica, que con gusto voy a estrenar en un rato. También, he recorrido las casas de muebles antiguos buscando una cama de metal, lo que me ha costado bastante. Me acuerdo cuando de chico podía verlas tiradas en los

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basurales y ahora valen más que una nueva. Después he instalado, en el techo de la habitación, un malacate eléctrico para poder subir y bajarte a voluntad. Como ya sabes, debajo de ti estará el barril con agua para sumergir tu cuerpo hasta la cintura, eso sí, boca abajo. Además, está la bolsa transparente para encapucharte y varios accesorios más. Tú tienes experiencia en estas cosas, y estás al tanto que combinar una serie de trompadas con electricidad, puede ser mortal. Porque mientras la picana produce contracciones musculares, el apaleamiento, provoca la relajación de los músculos, para defenderse de los golpes. Y el corazón, no siempre resiste este tratamiento. Por eso, para que la diversión no termine rápidamente, he conseguido un equipo de reanimación de última generación. ¿No es irónico, que necesite más electricidad para revivirte?

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¿Cuantas veces crees que podré reanimarte?, ¿dos?, ¿tres?, ¿cinco? Incluso, me han contado algunas sobrevivientes, que tenías

especial

predilección

por

las

cautivas

embarazadas. ¡Mira que pícaro me habías resultado! Violarlas, debería ser como el postre después de una buena cena. Por eso, he pensado en depilarte, maquillarte y ponerte una peluca. Ya que estás un poco gordo, la imaginación puede ayudar. Sabes qué, hay algo que quiero confesarte. Para mantenerme más tiempo recabando información, dentro de los Organismos de Derechos Humanos, tuve que hacerme un estudio de ADN, para compararlo con el de los familiares de las víctimas. Pues bien, aunque parezca difícil de creerlo, me conoces desde que nací. O mejor dicho cuando nací, ¡porque yo soy hijo de una de las embarazadas que has torturado!

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¡Pero, mira no más lo que ha sucedido! ¿Un hombre grande como tu, orinándose como un bebé? Asimismo, me he enterado que, no conforme de lastimar a mis padres biológicos, violar a mi madre delante de él y luego matarlos, tuviste la brillante idea de venderme a un compañero de armas. Él me llevó a su casa como un regalo de aniversario para su esposa. Ella sufrió muchos años por la impotencia de su marido y este trató de compensar su falta con su reciente adquisición. Pero ser hijo de subversivos, nunca me lo pudo perdonar. Te puedes imaginar, haber crecido en una casa donde tu padre te ha odiado desde siempre y desconocer la verdadera razón. Pero gracias a ti, vuelvo a tener una familia. Después de enterarme de mi verdadera identidad, pensé poner mis conocimientos a disposición de una causa noble, aparte de recaudar fondos. Y aquí nos encontramos.

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Así que, ni bien desprenda la cinta adhesiva de tu boca, vas a decirme donde guardaste todo el dinero. Sabes por experiencia que, tarde o temprano, todos los hombres se quiebran. Eso sí, lo único que puedo prometerte a cambio, es no mandarles las fotos de la sesión a tu familia.

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