La novela eterna
- IMAGÍNATE, piensa un poco en lo que trato de decir Julio se levanta de la cama, camina por la habitación dando vueltas a mi alrededor, va y regresa, va y viene, va, vuelve a la cama. - No sé -le he dicho-. Las cosas que sueltas de esa bocota tuya resultan últimamente tan increíbles. No te miento, a veces creo que estás loco o tronado de verdad, o no sé qué. - No es eso, no es que pienses que esté loco -a dicho él. Y después de una pausa, he contado cinco segundos-. Es que sí lo estoy. Ando loco, alocado. Soy de los locos que salen a la calle y observan antes de abandonar la puerta. Veo a un perro que está a punto de ir al encuentro de un niño. Pero el niño no escapa del perro, sino que este lo abraza y le silva y se ensucia todo el uniforme del colegio, y el perro le lame la cara. Todo es felicidad hasta que de pronto aparece la madre del niño y empieza a regañarlo, con buena razón, dirían algunos, pero yo no lo