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La imagen de la tapa la tomé en cercanía del Puente Gral. Belgrano, costa chaqueña, Argentina.-
2015 -- Por el amor de Mariana – Libro N° 10
Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Este libro de cuentos breves está dedicado a Dante Edgardo Alvarenga un ser humano excepcional, atento, gentil y dedicado. Él y su esposa Claudia Elizabeth y sus hijos Edgar Nahuel, Guadalupe María Luján, Micaela Soledad y su pequeña nieta Juanita. han estado en todas mis alegrías y zozobras de los últimos años, por lo que considero que DIOS me lo envió como recompensa por alguna buena acción que habré realizado y no recuerdo.
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Índice Prólogo La niebla El mago El salvavidas peludo La canción Monstruos Días por venir Incansables La cama de bronce El parque la sombra verde Cenotafio Los niños olvidados Los menos iguales El bichero de Tacuarales
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Prólogo El cuento oscuro “el bichero de tacuarales” fue quedando rezagado de publicación en publicación, quizás su espíritu terrorífico asustó a las demás letras escondiéndose en los pasillos de entrelineas de las demás publicaciones, la verdad es que no encuentro el motivo por el cual aun es inédito por mi, ya que alguna revista lo había dado a conocer hace un tiempo. Pero acá termina su peregrinar agazapado entre los giros idiomáticos y a la sombra de algún título grandilocuente Por otra parte la “La canción” se merece esta consideración por ser el comienzo de esta etapa hace unos años la que concluye en esta publicación. Es una historia breve y brutal con hilachas de tiempos vividos en mi niñez y la impronta de los días idos de mi adolescencia pueblerina y rayana en la violencia implícita que estuvo gran participación en mi entorno salvaje del cual escapé por decisión del destino, y que expresa a la perfección Rubén Darío poeta nicaragüense, en estos versos:
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Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fue porque Dios es bueno. Quiero agradecer al que leerá la obra, que aunque por momentos le parezca Insulza, tiene la ventaja de que son cuentos breves y no novela y para dejar ese breve hastío dejar ese para comenzar con otro nuevo y sabroso texto. Sé que puede pensar por los temas escogidos que en esos días estuve más melancólicos, pero no es así y salvo aquellos que me exigieron una profunda investigación para poder armar el cuento, que con el resto me divertí mucho. Es que no tengo tiempo para la tristeza, si es que se presentara en algún instante entre los temas, considerando los varios proyectos literarios que debo concluir entre cavilaciones no los completaré.
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La niebla Mi adolescencia la viví en el entonces pequeño pueblo, hoy ciudad de El Colorado, Formosa y en aquellos años era una tenía un núcleo importante de trasportistas, así que también yo fui camionero después de los 18 años y he visto y ayudado a muchas personas accidentadas en las rutas. Esta no es el relato de ningunos de aquellos sucesos pero la descripción de los elementos están sujetos a aquel camión que otrora conduje por más de medio pais en Argentina. Estoy de regreso desde que incursione en aquel paramo poco transitado, que esa noche se torno inusitadamente peligrosa, con una espesa niebla habitual que cubría todos los espacios haciéndolos aterradores y angustiantes. Apenas hace cuatro meses estábamos en aquel bar-parrilla miserable; es uno de esos puestos de mala muerte que comienzan vendiendo sándwiches y cervezas, y pasan a ser comedor con la ambición del cocinero y el hambre del resto. Estas situaciones se repiten en las afueras de cada pueblo, primero toda la familia está al servicio del cliente, te limpian los vidrios, calientan agua, te brindan amabilidades y sonrisas
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inagotables, algún guiño cómplice de la joven que sirve las mesas y charlas amenas, hasta que toman algo de popularidad y al poco tiempo solo te sirven comida recalentada al precio de un comedor 5 estrellas. Faltaban solo unos minutos para que me cansara de masticar esa carne dura y seca como un trozo de cuero recocido. El humo impregnaba todo de ese olor a grasa quemada y chirriante que caía sobre las brazas del fogón. Solo cesé de masticar con la mandíbula cansada, semeja al ejercicio de saborear 5 gomas de mascar juntas, agotado con el esfuerzo pero el hambre aun estaba insatisfecho. Había entrado una hora antes, pero como todavía no se había cocinado encargue una porción y me fui a golpear mis gomas, cada que revisaba un par, tocaba las puntas del ejes para saber su temperatura, ya que si encontraba alguna más caliente de lo normal es porque comenzaban a deteriorarse los rodillos o estaba desalineado al pistón del pulmón del freno a aire en ese par; por último reajuste las lonas a la barandilla, que ara ese uso se encuentra a media carrocería. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Es un camión viejo, modelo 1974 de 130 HP con un acoplado de tres ejes, ambos carrozados, solo lo uso para el acarreo dentro de la zona; Hace 30 años era común que este tipo de unidades anduviesen por todas las rutas del país, pero ahora solo se admite para acarreos cortos. Como con los cereales entre el campo, el silo y las barcazas del puerto, o leña, arena, rollos de maderas, cosas así, cercas sin salir de la provincia. Con los treinta y seis años que tiene ya está lleno de mañas, como yo, ya que hemos envejecido juntos. De cabina simple, con carrocería de madera color naranja. La cucheta fue instalada tiempo después. Para introducirse en ella sin salir del vehículo, fue removido el vidrio posterior de la cabina y colocado en su lugar un fuelle de lona fuerte de cáñamo recubierta en su interior por símil cuero que está unido a la carrocería de forma segura. Además de una puerta de cada lado y una ventanilla al frente del lado izquierdo, sus paredes son acolchonadas. Gruesas barras que hierro doble ‘T’, impiden que la carga hunda la pared posterior y además sirven de soporte para la cama que ocupa casi la totalidad de su largo. Debajo de esta está
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todo lo demás de utilidad, el lugar para las carpas, herramienta y enceres, junto a varias latas de conservas. El espacio comúnmente está muy bien ordenado para que entre todo y aunque parezca de una estrechez aplastante, no lo es, aún con sus solos 70 cm de ancho por 1,80 metros de alto. En el chasis posee ambos tanques sustentadores de combustible con gran capacidad de autonomía, resabios de aquellos largos días casi olvidados de largas distancias recorridas. del otro lado las baterías el tanque de agua para beber y en alguna parte atado un banquitos plegables polvorientos. En conclusión, es un elemento común de transporte de carga aunque de poca potencia ante los de esta época, aun así no tiene espacios ociosos ni comodidades extras, hasta el buche cumple una función vital portando las luces de guías por fuera y un excelente lugar para dormir la siesta bajo las arboladas, además de tener allí algunos elementos como protectores, una lanza de tiro. Al concluir me lavé las manos y la cara en mi depósito de agua. Abrí la cabina, me sequé y planché mis cabellos con la mano. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Regresé al proyecto de salón a saborear un vinito comprado a los choferes que conducen los cisternas que traen a granel para las fraccionadoras locales; algunos de estos tipos son ladinos y en sus acoplados tienen un compartimiento doble en el fondo en los que puedes hurtarle a la bodega de origen varios cientos de litros por viaje y venden el producto en los negocios como este. Me senté comodante frente a una pequeña pero robusta mesa en una esquina del local mirando hacia un viejo televisor, pero retirado de este por un par de mesas, miraba las noticias en ese aparato acomodado precariamente en un estante cubierto de tela de arañas pegoteadas con el aceite de las frituras, que flotaba desde el anafe que estaba rincón aledaño a la parrilla. Pasado el ocaso el frio se hizo sentir, era mediado de agosto comenzaba otra la extensa noche invernal. Un grupo formado por varias mesas unidas estaban casi todos los demás acarreadores de la zona, discutiendo acaloradamente sobre una noticia que todos habíamos leído un par de días antes. Aquel chofer del camión jaula que había sido acusado de abandono de persona en la ruta por no parar a auxiliar a
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un accidentado. similares,
Todos
decíamos
cosas
-- Si me toca algo así tampoco me detengo, hay muchas formas de asaltar a la gente en estos días y hasta podrías perder tu vida por ser solicito. Pero el caso fue contundente y la ley había condenado al hombre por despiadado. Lo conocemos de los cruces donde nos saludamos con bocinazos, señales de luces y también comunicándonos agitando ambas manos en aviso de control de balanza, ya que es bien sabido que cada uno es identificado también por el lo que conduce. Sé que no es suficiente para formarse una idea cabal del hombre en cuestión pero es parecido a todos nosotros y por lo tanto somos capaces de hacer lo mismo que él en circunstancias similares. --¡Para mí solo no se detuvo por miedo, pero en ese punto del trayecto tampoco me detendría en medio de la noche! solo porque una linterna me haga señales, -- ¡dicen que era un policía!,
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-- ¡Los policías si quieren que pare que haga un operativo con balizas! dije en medio de la algarabía, mientras exclamaba a viva voz con el brazo en alto y blandía amenazante un tenedor grasiento. ¡Alguien grito a mi también! no se sabía si fue a mi comentario o al de otro pues todos se mezclaban formando un rumor; continuaron discutiendo acompañado de ademanes y gritos muy propios de los comensales algo beodos, mientras relataban ese a otros casos sangrientos. Ignorado me recluí en un largo mutismo y quede colgado de los pormenores de esa historia, ensimismado como en un angustiante letargo me aislé auditivamente, aun convencido que era poco probable hallarse en una circunstancia semejante, y dije como un ruego al destino, más que como una afirmación de mis principios básicos -donde ando cada uno se arregla solo -- y seguí pensando que me puedo mantener incorrupto y lejos de los problemas ajenos aun sin salir a salvar gente herida por los caminos. Luego cuando terminé de pelear con los huesos de mi plato que se aferraban
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tenazmente a la poca carne que tenían, oí nuevamente un comentario --Eso fue solo la mala suerte del infeliz o quizás no se dio cuenta del hecho! dijo Mario, el del Fiat rojo mientras masticaba un poco de ensalada mixta. A su lado estaba el negro Martínez, siempre de aspecto desarrapado, es chofer de un camión con carrocería plana, un rollizero, nombrado asi por el acarreo de troncos de Quebracho para las tanineras. Este trabajo es esclavizarte y estos hombres van perdiendo la pulcridad y sus cabinas simples están llenas de hojas y palitos a causa de que se cuelan por las ventanas abiertas dentro de los bosques. Como viajan solos, del lado del conductor tienen un pellón de oveja, un bolso con ropas, algunas mantas y un rifle 22, único elemento limpio y listo para usar, para cazar algún animal mientras espera que le completen la carga o en días de lluvia, es una vida dura y solitaria. Allí estaba acodado en una mesa con su vaso de vino en una mano, mientras se escarbaba los dientes con una astilla que lleva en el bolsillo de su camisa color caqui; de pronto se puso de pie para que todos lo oyéramos, aunque no hacía falta porque tenía la vos Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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fuerte. Su equipo sacaba con un tractor la madera del monte y la rodeaba en una cancha cerca de la ruta pero no a la vera de esta, por lo que lo obligaba a entrar unos kilómetros por la picada. y nos dijo como amenazando -- ¡Cuanto vengo saliendo del monte, que a nadie se le ocurra hacerme señas para que me pare y apártense del camino, porque solo me detengo si la bomba del gasoil chupa aire! Un coro de carcajadas cómplices se apodero del lugar, así demostraban la conducta mayoritaria y el bien aprendido lema ‘no te metas’ desde la época del gobierno de facto hace mas de 30 años, sistema aun empleado en este país. Creo que todos, incluyéndome, no sabíamos cómo resolveríamos una situación similar si la circunstancia no nos permitía hacernos los distraídos y huir despavorido. --¿Porqué no llamo por teléfono a la policía? creo que tenía poca imaginación y pago bien caro por eso. --Claro que también pudo no haber tenido señal, ya que por muchos lugares los celulares son inútiles durante algunos
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kilómetros. -- dijo el parrillero integrándose sin invitación al debate,
como
Lo llamo para pagar mi cena y aprovecho para decirle, -- Cambie de compañía telefónica, con esta, aun no he hallado un lugar donde no pudiera llamar-- mientras abanicaba mi celular delante de su rostro. Por su parte mientras saca el vuelto de su bolsillo me comenta, --Créame don que hay lugares no lejos de aquí que los aparatos son inútiles. Salí protestando por la ocurrencia disparatada de este ser que quería quedar bien con todos. Antes de cruzar la puerta salude al grupo, los que respondieron levantando sus brazos como señal de despedida, ya que muchos de ellos aun no cenaban por discutir y que seguramente se quedarían a dormir en una linda playa de estacionamiento que está a unas diez cuadras de aquí, en la que antes fuera un expendio privado de combustible para sus unidades de una empresa de transporte de cereales, que regresaba cada temporada y permitía que cualquier transportistas pernoctar allí, inclusive tenía un guardia por Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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turno para cuidar las instalaciones sanitarias de los vándalos. Como había hecho cargar seis toneladas de más en mi pequeño pero resistente equipo, tome por la de tierra, como la llamamos comúnmente. Recuerdo que en ese momento pensé, -- solo son 100 kilómetros y por despacio que fuera y sin contratiempos mecánicos en 5 horas tenía que llegar a destino y dormir allí en turno de espera para la descarga. Es una ruta provincial, remota desde el punto de vista del transporte ya que se la puede obviar por la falta de mantenimiento, haciendo algunos kilómetros más por la senda asfáltica pero con la consecuencia que allí están instaladas las balanzas estable de la dirección de Vialidad que te sanciona duramente si te pesan y hallan que cargaste fuera de lo permitido por la reglamentación vigente. Este camino donde el transito es menos habitual en estos últimos años y calculando que nadie nos controlará, podemos pasarnos unas toneladas de mas, que más tiene de solapado que de beneficios económicos en cada viaje, quizás sea nuestra cuota de
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piratería que nos beneficios extras.
permite
soñar
con
Pero sin embargo algunas veces somos controlados por el grupo satélite de la balanza móvil, rara vez lo hacen en horarios de las siestas donde el calor asesino lo recalienta todo y son irrespirables las cabinas de los camiones viejos como este o las noches de crudo invierno, donde los choferes prefieren dormir en los paradores a transitar en noches como esta, neblinosa, que se forman desde horas tempranas con el calor de la tarde al evaporarse la humedad de los esteros y bañados cercanos lo que provoca el ascenso de aire húmedo que al enfriarse se condensa dando lugar a la formación de estas nubes bajas suspendidas or la falta de vientos, creando un vaho lechoso que unifica todo. Esta imagen estática obliga a descender la velocidad a paso de hombre y aunque no puedes detenerte totalmente sin instalar elementos apropiados para la prevención de accidentes, aun el conductor más avezado no puede distinguir algún objeto de importancia a más de diez metros de distancia.
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Muchos imprudentes, desconociendo el terreno guían vehículos de pequeños portes a gran velocidad y una vez allí sienten la sensación de estar sumergido en un espacio irreal y es así como suceden los accidentes, enceguecidos cruzan las curvas de largo, chocar las barandas de los puentes o simplemente atropellar por detrás algún vehículo que transita lentamente por precaución. Llegué a la zona de los bañados a las 00:30h avanzo y paro decenas de veces; cuando el motor queda regulando se oyen como si todas las chapas de la cabina estuviesen sueltas, es un sonido común, estoy tan acostumbrado a el que no lo oigo hasta que alguien lo comenta. Nada en la ruta está en mano del azar, salvo la estupidez, porque hasta la imprudencia tiene propietarios. Desde que salí del parador habían trascurrido más de tres horas agotadoras, lentamente paso a paso entre la bruma más increíble que había visto en toda mi vida por estos parajes, me debatía entre el cansancio y la ansiedad de salir de ese espacio angustiante, entre el trajinar lento y los desniveles que me entorpecían. No había
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nadie de frente y de atrás no lo sé, pues no podía distinguir ni las luces de guías de mi acoplado que están a mas de 15 metros de distancia de la cabina. Poseo un antiguo busca huellas con luz rompe nieblas, pero con un estrecho campo de acción y aun así era un elemento muy útil aunque tenía que sacar la mano izquierda afuera para girarlo, pues está sujeto sobre el techo de la cabina. Lo abanico con lentitud para identificar que ningún objeto me este obstaculizando el paso o para identificar los mejores lugares de cruce y es por eso que la vi tumbada entre el pasto de la orilla, circular y perfecta. Allí estaba como el augurio lamentable de un suceso aterrador que hallaría en las inmediaciones, pero que también solía llegar bastante lejos de su origen si el terreno le era propicia. La rueda delantera de un automóvil moderno que estaba con su llanta brillante y su neumático en buenas condiciones. Para comprobar mi sorpresa me detuve y quede observándolo a pocos metros. Abrí la puerta y me pare en el estribo y con mayor interés alumbre ese objeto brillante que Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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definitivamente era lo que parecía. Intrigado y sin detener el motor pongo el freno de mano, pues la ruta es abovedada. Desciendo con la curiosidad alumbrándome con una gran linterna alógena y caminando por el medio de la ruta unos treinta metros más y no encuentro nada; vuelvo y sigo conduciendo por ese trozo de terraplén y luego otro tramo igual al doble del primero y allí estaba el resto del coche destrozado. Puedo elucubrar que la niebla lo había sorprendido conduciendo a alta velocidad y quizás tropezó con uno de los muchos desniveles del terreno o haya caído abruptamente en una pronunciada oquedad que le hizo perder el dominio de la conducción o quizás la rueda que vi antes se le saliera y así se pudo desencadenar el desastre. Todo debió duras un par de segundos, sin la rueda delantera comenzó a dar tumbos, dio varios seguidos, en el último giro, rebotar contra la profunda cuneta que despidió su cuerpo entre las matas. El automóvil se detuvo abruptamente algo hundido en el lodazal, como un objeto amorfo de chapas rojas retorcidas con olores a aceites y combustible.
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El conductor que al parecer viajaba solo, quedo boca abajo sobre la hierba en un trozo de espacio sin árboles, milagrosamente. Fue fácil hallarlo por sus ropas claras y sus ayees destrozando el silencio perfecto, quizás sus quejidos casi leves como un ronquido gutural, un susurro desesperado. Se poco de esto, pero según mis conclusiones quizás se hubiese ahogado de no haber caído de cara al suelo. Lo que realmente importaba es que parecía que estaba allí desde hacía un buen rato, así que corrí a encender varias balizas que llevo en una de las cajas de herramientas del acoplado, son ex latas de algo de uno cuatro litros cada una rellenas con aserrín fino y gasoil. Coloque 4 con intervalos de 20 a 25 metros entre cada una, atrás de mi acoplado y como era una recta de lejos quizás se vería una sola así que puse otras dos como a ciento cincuenta metros pero separadas, una de cada mano, así lo obligaría a frenar al que llegara por detrás y como no vendría muy fuerte se evitaría una colisión , esa parte es la que más me preocupaba porque estaba detenido sobre la carretera, por el frente deje mis luces encendidas y una baliza como a 70 Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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metros delante nuestro, el perímetro quedo bien demarcado. Había dejado el buscahuellas con su luz amarilla desmembraba la bruma y permitía identificar al accidentado de forma inequívoca. Mantuve por horas el motor en marcha para mantener cargadas las baterías, me arrime lo más posible al auto, así podía ver todo el panorama y a la vez lo protegía pues la trompa del camión en ese instante era la parte más segura del lugar y coloque el freno de mano. Parecía una pesadilla recurrente. Reaccioné rápidamente ante ese espectáculo desgarrador. Ya había intentado varias veces llamar a la policía mientras encendía las balizas y había comprobado que mi celular no tenia señal, nada de tono, re discaba con ansiedad pero no lograba ningún resultado. Me acerqué al conductor inmóvil y al pasar mi mano por su rostro abrió los ojos y balbuceo algo que no comprendí, estaba desfigurado y pensé que tendría frio así que traje un cobertor y lo cubrí lo mejor que pude No podía dejarlo, ni ayudarlo, abría los ojos entre desmayos. Le di confianza y le asegure que no me movería de allí, tendría más o
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menos mi edad, aunque esto no es seguro pues no soy bueno para esos cálculos. Le dije que se quedara tranquilo que algo ya se me iba a ocurrir para colocarlo en una situación más confortable hasta que llegara ayuda que ya había solicitado por teléfono, claro que le estaba mintiendo pero él no sabía. Me quede a su lado un momento para darle seguridad. Aun conservo algunas costumbres como leer cosas pero algunas de aplicaciones remotas, como auxilios en accidentes aéreos, emergencias médicas en catástrofes, escutismo y ese tipo de material no muy práctico pero apasionante. Aunque permanecía preocupado no perdí la calma, primero porque no lo había chocado, no lo había encandilado, ni fui participe ocasional por mala maniobra. Todos los conocimientos que me instruía mediante la lectura nunca la puse practica, pero lo que me faltaba de experiencia me sobraba de buena voluntad. Necesitaba dos cosas para moverlo, un collarín cervical que esta demás decir que no tenia y una tabla ancha y de buen grosor, ¿donde sacaría algo así de un vehículo para cargas generales? Insistía con el celular pero nada. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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De pronto se aclararon mis ideas, la tabla no la tenía, pero si algo similar, varias tablas angostas unidas por encastres y reforzadas con trozos de hierros ángulos, que la hacían liviana y resistente. la tenía, solo debía desprenderla, así que desate la carpa que cubría la carrocería del chasis y fui hacia la parte posterior, Las puertas traseras del chasis son dos de madera con refuerzos de flejes metálicos, sujetadores de cadenas y pernos, una grande abajo con bisagras en la parte inferir, que permitía al abrirla dejarla colgada de los goznes. Y sobre esta una tipo libro de una hoja de 0,50 Mrs de alto y de ancho x 2,20 mtrs., con bisagras a la derecha y dos mariposas de agarre circular a la izquierda y ambas desmontables. Me daba mayor ánimo el poder ir resolviendo el dilema. La baje y coloque al lado del herido pero antes puse una carpa chica, con la que tapo el buche, bien doblada para aislarlo de la humedad por la parte de abajo. El hombre delgado tiritaba, así que me apresuré a colocarlo sobre la puerta angosta que hizo las veces de Tabla Espinal. El acompañó al movimiento de mis manos con un quejido profundo mientras aplicaba una rudimentaria técnica del Volteo para terminar de colocarlo su cuerpo lastimoso de decúbito supino, sobre la
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puerta. Me apresuré a sujétenlo a la camilla con sogas y luego lo arrope con todos mis cobertores para que no pierda más calor. Como no estoy equipado con elementos médicos de emergencia como el collar ortopédico que ajustado al cuello,
se emplea para inmovilizar las vértebras cervicales comúnmente llamado collarín, así que alinee su cabeza con ambas manos en posición neutra, con la nariz al frente sin flexión, extensión ni rotación, con mucha suavidad, coloque una toalla enroscada a cada lado de la cabeza antes de sujetarla con varias vueltas de cinta ancha para embalaje inmovilizándola totalmente. Ate un trozo de cadena cañera a la cabecera que me permitió arrastrarlo hasta un lugar más apto para la espera de los auxilios. El lugar elegido fue un frondoso árbol, del cual había colgado la linterna. Era un cono de luz familiar a solo 10 metros. El solo emitía un sonido lastimero casi cíclico. Traje combustible y con un poco de leña hice una pequeña hoguera la que fui alimentando para crear ambiente cálido. Clave dos estacas cortas y ate una manta a modo de Vivac pues comenzaba a levantarse algo de viento. La niebla se dispersaba lentamente. Eleve la cabecera, arrimándolo a las raíces que Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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afloraban del suelo, porque mi experiencia de asmático me enseño que esa posición ayuda a respirar mejor. Cada diez minutos volvía a intentar comunicarme pero el celular continuaba sin línea y la batería mostraba signos de agotamiento. No podía dejar de meditar sobre ese inconveniente de la comunicación, quizás un par de kilómetros de allí la recepción seria excelente y la pronta llegada del grupo de emergencia compondrían su salud con más prontitud pero no podía alejarme por más de un motivo. El artículo del código penal que estábamos comentando en el bar me recuerda todo esta escena y aplica obviamente también si se omite auxilio cuando encontramos personas heridas o inválidas y no se lo brindamos. Así que por más que deseaba ir en busca de auxilio también el sentido común me lo impedía y no podía alegar desconocimiento de la ley así que me quede allí con toda mi angustia, mis pocos conocimientos de emergencias y mis muy buenas intenciones; que locura pensé, era lo mismo estacionarme al lado y no hacer nada que tratar de mantenerlo vivo y caliente.
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Recorrí su vehículo casi destrozado. Dentro estaban sus pertenencias que quizás llevara desde siempre, su ropa y sus cosas laborales, todo revuelto y lleno de trozos de vidrio. Casi bajo su asiento halle algo atascado un maletín de cuero con marco de metal buena calidad y allí estaba con su boca abierta como la cabeza de un gran pez, se habían roto los broches de seguridad por el impacto. Pensé que quizás quería tenerlo con él, había fotos familiares dentro y se lo lleve como pude. Lo halle con los ojos abiertos e increíblemente recuperado, por decirlo de alguna forma, pues no le había aplicado ninguna medicina. Eso era una ironía, el era un medico. Me tome el atrevimiento de juntar sus elementos más íntimos y colocarlos en una bolsa de tela que tenía en mi guantera y las puse junto a él, luego las lleve y las coloque en mi cabina. Volví a juntar el resto de sus pertenencias cuando pienso que no traía puesto el cinturón de seguridad y me apresure a revisar si funcionaba y estaba intacto, el asiento seguro, las puertas trabadas. El velocímetro se había clavado en 140km/h, pensé quizás no funcionaba ya que siendo Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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habitué de esas rutas, ni de día se podía circular a esa velocidad. Mirando cosas dispersas sobre el piso de auto halle un celular encendido y lo probé, ¡qué gran sorpresa! tenia línea y era de otra empresa! En el primer intento me comunique con la policía y el hospital. Oí como se movilizaban pues me solicitaron que no corte la comunicación. Hacia como diez minutos que se había empeorado, pensé, porque ya no emitía ningún sonido. Luego llego su hijo desesperado y cuando se identifico fehacientemente como tal le entregue la bolsa con las cosas de su padre. Los agentes se quedaron para hacer el peritaje, aún era de noche y preparé unos mates esperando que amanezca, pero aún angustiado por haberme protegido más que a él que me necesitaba, debí haber corrido por la ruta desierta en la oscuridad más terrible en busca de la señal telefónica, pero no lo había hecho y eso me torturaba. Tres horas después la escena estaba a la vista. Parecía cosa del destino, el oficial a cargo hablaba sin cesar sobre el abandono de persona que mencionaba y además exponía los peligras del movimiento de heridos sin el
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equipo apropiado y sus consecuencias, comprendí que de alguna forma estaban buscando un culpable para este desenlace. Expresó que solo estuve jugando al enfermero con el herido, cuando fue subido a la ambulancia con el equipo óptimo y con los paliativos para los dolores. Hicieron peritajes de todos los ángulos pues buscaban más culpables que el doctor que manejo como un irresponsable, querían demostrar coherencia y a la vez alegar que lo había encandilado por eso había sido el accidente. Buscaba mi participación y pensaba caratularlo como dolo eventual, pero tuvo que desistir pues todo indicaba que el ya estaba lastimado a mi llegada al lugar, además de que la huella de la rueda desprendida quedo debajo de las mías, al recorrer como cien metros en línea recta por el medio de la ruta y si yo hubiese estado allí me hambría golpeado en el trayecto. Tomaron todos mis datos y a media mañana me permitieron que me marchara y por momentos parecía que querían acusarme de práctica ilegal de la medicina por tratar de salvarlo.
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Es tan difícil saber donde comienza y donde termina la autorización y la obligación en la práctica que nunca se da como en la teoría. Esta vez mis lecturas sobre emergencias médicas me pusieron en un aprieto en vez de facilitarme la hechura real del auxilio, si no hubiese sabido protegerlo él habría muerto mucho antes, seguramente. Pero por otra parte el saberlo me limitaba a no moverlo, si yo hubiese hecho un cursos donde obtuviera un diploma comprobable las cosas se hubiesen convertido en un drama, catalogando mi accionar como Mala Praxis, según el artículo 108, por ser personal con conocimiento en el trato de lesionados, me hubiese cavido la pena. Supongo que la ley no es ambigua, pero en el salvamento práctico se vuelve confusa y dependiendo del conocimiento comprobable o no del interviniente le puede caber desde felicitaciones hasta algún tiempo en la cárcel. Mientras cavilaba, junte mis balizas, coloque la puerta en el lugar, todos los demás elementos que utilice, ajuste la carpa y salí lentamente de ese sitio triste que solo amargo mi existencia y puso a prueba mi templanza, conduciéndome por el sendero de la zozobra.
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Prendí la radio y varias emisoras de la zona hablaban del caso. Llegue, descargue y cerca del anochecer oí que el accidentado sobrevivió. Esa noticia me devolvió la alegría, llame al número del hospital que me habían dado por cualquier consulta y pregunte sobre el herido, allí me informaron que a media tarde había salido del coma y agregaron que mis aplicaciones de los primeros auxilios fueron un verdadero éxito médico de emergencia, le habían salvado la columna. Alberto llego mal recuperar su salud.
pero
comenzaba
a
Dos meses después fui a visitarlo y allí me recibió su hija mayor que siendo pediatra cumplía su labor en ese hospital; ella junto a sus colegas coincidían que el modo de sujetarlo fue primordial y evito poner en peligro su capacidad motriz. Fui esporádicamente durante los próximos meses que estuvo internado, siempre que podía lo visitaba pero él no se reponía con la prontitud que los médicos habían pronosticado. Parecía poseer una tristeza inherente, hablaba poco, casi nada y respete su silencio y no pregunte sobre los motivos que lo habían impulsado a conducir como un Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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loco por esa ruta casi destruida. Deje para cuando estuviese bien repuesto, quizás para fin de año, pensé. Al llegar la navidad todas los interrogantes estuvieron respuestas, dejo una nota sobre la cama y se arrojo desde el tercer piso de su habitación, el día anterior a que le dieran el alta para volver a su casa. No pudo superar la infidelidad de su esposa, así evitó volver a su hogar y esta vez logro su objetivo.- FIN
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El mago Esa mano ágil atrapo el lapso de la inocencia descuidada y con pase veloz formo un instante oblicuo lejos de las miradas atentas y a la vez engañadas; un reflejo de luz y dos de sombras se entremezclaron en un brevísimo tiempo aprovechado en el centro de la escena, entre ademanes furtivos y música envolvente donde ni una sola voz dejo caer un tono. Allí estaba nuevamente la mano enguantada haciendo arabescos y mientras hacía danzar un trozo de ceda se jugó el instante de tratar de sorprendernos y de llenarse de gozo. Pero todos nos colmamos de asombro, él de un interrogante ¿En qué instante macabro ese disparo de fogueo se convirtió en letal? Esa fracción de segundo logró que el acto de magia ese tornara en su muerte inesperada y el nuestro gozo ante el movimiento desarticulado de su cuerpo al caer de forma tan real, lo que nos hizo romper en un fuerte aplauso.
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El salvavidas peludo Ayer a la madrugada que regresé de pescar, cansado de la larga caminata, con el bolso al hombro y el resto del equipo en la mano y al pasar frente al portón de una carpintería, salieron dos feroces perros amenazantes y me franquearon el paso. Con prontitud envolví mi brazo izquierdo con la manta que traía y con la otra mano tomé con fuerza la caña de pescar, para defenderme como mejor pudiera; fue cuando paso corriendo aquel gato que había bajado de un muro y pudo más el instinto, ambos fueron a perseguirlo y se olvidaron de mí.-
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Días por venir
El hijo mayor pregunta a su anciano --Papá ¿Temes al misterio insoslayable del paso hacia la eternidad? pues es mi mayor aprensión Este lo mira con ternura y le responde -- En ese instante tendrás lo que has logrado, si es una familia feliz, no habrá temor -El hijo medita un momento y le responde, -quizás como a ti, algún día las canas blanquearan mi presencia agorando el silencio, pero murmullos de nietos suavizaran las días penosos y al final como al comienzo, estaré rodeado de alegrías.El padre le sonríe y responde, es verdad, tu nacimiento fue un acontecimiento de gran júbilo y felicidad para nosotros-
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Incansables Nuestra casa es solida, hecha con grandes troncos y gruesos travesaños, además sobre el techo colocamos tierra para hacerla más fresca y allí creció el pasto, y aun con aspecto extraño es confortable y segura. Algunas veces subimos en las noches a colocar nuestros catres para aprovechar mejor en fresco. Anoche fue uno de esos días agobiantes, además con la falta de agua se comenzaba a resentir nuestra huerta la que además de proveernos de gran parte del sustento, también nos dejaba algún dinero para otros gastos que nunca faltan. El trabajo del granjero es arduo pero sus frutos son provechosos, aun con el caótico cambio climático con sorpresivos periodos de sequías. El arroyo es de llanura, manso y apacible además es nuestro proveedor de agua; ese mismo caudal se había interrumpido en algunos tramos más alejados, convirtiéndose en lodazales donde morían los animales sedientos, atrapados en el fango. Pero frente a nuestra casa quedaba un ojo de agua del que extraíamos lo necesario.
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En los últimos meses oíamos la estación rural que informaba de las grandes lluvias en el norte distante y que era posible que en algún momento ese líquido llegara a nuestros arroyos, y así cada día más lluvias allá y más seca acá, pero algo espantoso ocurrió hace una semana y la presa que nos negaba un poco agua cedió, pero la radio no avisó del desastre que se avecinaba. Estábamos aun dormidos cuando el agua silenciosa anego. No es muy profunda, está arrasando con nuestro trabajo, dejando solamente nuestra casa y el galponcito donde tenemos las herramientas además zapallos, choclos, maníes y semillas de reserva. Estamos ociosos sobre el techo, sabiendo que el agua pasará y volveremos a sembrar. Nuestro ímpetu no ha mermado y será mejor con la tierra húmeda.
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Cenotafio No solo fui parte de ese paseo programado para la tercera edad, guiados de un lado a otro con prontitud, como si quisieran liberarse de nosotros después de obtener nuestros pagos, estaba en ese grupo por algo que aun no sabía, pero que cambiaria mi vida para siempre. Nos dirigían como un batallón de ancianos molestos, a la mayor velocidad que pudiéramos soportar, de un punto al que a nadie le interesaba hacia otro de menor valor. Esos sitios estaban marcados con pequeños postes pintados de blanco, banderas de colores y grandes banderines con las marcas de las bebidas internacionales e infinidades de puestos de mercancías regionales y chucherías creadas por la inventiva comercial, con el solo afán de quitarnos hasta la última moneda. El sendero pedregoso y gastado por el trajinar continuo de los visitantes a ese minúsculo terreno ahora recordado solo por el súbito interés turístico y lejos de poseer más que las historias trasmitida de algún Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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paisano historiador o cuentero recitador de leyendas mal leídas, además de los falaces adornos agregados en la actualidad y todo publicado en cientos de folletos ampliamente ilustrados por la imaginación del editor, dándole un tono magistral y misterioso a eso que no es más de lo que fue siempre, una tumba. Nada más que otra de las miles de millones de sepulturas que están diseminadas por doquier, algunas marcadas y muchas no, donde reposan los restos de la humanidad desde el comienzo de los tiempos, una que en principio es similar a la que estaremos nosotros mismos alguna vez. Nada extraordinario ni sublime, solo un grupo de rocas apiladas contra un cerro, mas por obligación para que no queden dispersos a la intemperie que por fijar un punto de recuerdo, devoción o ejemplo a seguir. Fue cuando los negociantes de la capital buscaron nuevos puntos de ventas y luego de oír algunas historias, astutamente nombraron a este supuesto emprendimiento cultural, ´Rescatando la memoria regional´. Oportunas prepararon la zona, equiparon los comercios y contactaron a los organizadores de los grupos turísticos, luego de fortalecer la vieja leyenda con nueva pluma en un relato de bravura que lograba estremecer.
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Quizás aquel glorioso guerrero al mejor estilo de Leónidas, se había parado a la entrada del pasaje para proteger la retirada de su familia lejos del peligro. O tal vez solamente había sido herido al caer, muerto de sed o de hambre o de otras muchas cosas que matan el cuerpo frágil. Según las palabras del folleto, solo se hallaron trozos diseminados de su cuerpo luego de ser devorado por los carroñeros; reconocieron esa osamenta por sus armas esparcidas y de sus pertenencias, las que colgaban de forma desprolija en un arbusto espinoso, donde quizás el mismo arrojó como marca de que allí había alguien. Pero los cantos tribales hablaban de su fortaleza, coraje ilimitado que lo hacía arremeter contra cualquier peligro, jamás había temido y se había enfrentado a la lucha desigual sin titubeos. Algo es verdad, allí o en otro lugar había muerto alguien con similares actitudes ante los demás, solo a la intemperie. Pero estoy seguro que alguna vez y quizás en ese final tuvo miedo y sintió la soledad, la desesperación y la tristeza.
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Como hombre de cualquier tiempo debió saber con amargura que todo llegó a su fin de forma vertiginosa, sus anhelos y promesas se disolvieron en el aire pues requería de más vida, de más palabras que no dijo en su momento y de que lo que no se hizo, no lo haría jamás. Allí comprendí que en ese punto se rozaron nuestras similitudes, la angustia por los acontecimientos no descriptos en el papel fue como un grito de pena en mi pecho. Es que también yo había abusado de los interminables silencios y esa ausencia de diálogos ahora me angustiaba; quizás debí llorar apoyando mis manos sobre esas rocas grises como retribución al muerto por arrancarme del hastío y devolverme a la vida, pero hice más que solo eso, cuando arribamos a la ciudad de cabecera de todas las excursiones y ansioso por expresar mis sentires antes de que la muerte me sorprenda, abandoné el grupo y tomé un nuevo transporte hacia mi hogar.- FIN
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Los niños olvidados Ese día fui con un amigo y mientras el dialogaba con su tío, me senté frente a un hombre mayor, el cual dejo allí solitario y con semblante sombrío un señor de traje verde y corbata negra.. Con evidente deseo de charlar me comenzó a contar de su infancia simple, pues así lo expresó con nostalgia y entrecerró los ojos al comenzar el relato como tratando de evitar que las imágenes de su niñez fugaran entre los pliegues de su tez antigua. “El rancho de mi madre estaba cerca del portón de entrada a la estancia ‘Las Garzas’, en el cual ganábamos algunos centavos abriéndolo para los que no querían hundirse hasta los tobillos en el lodo fétido que se formaba allí sobre todo en épocas de lluvias. Estando en el patio de nuestro hogar y mirando hacia la derecha del horno de barro y más al fondo del pequeño corral se extendía el estero y cerca de allí en albardones las enormes boas o curiyú se enroscaban para tomar sol. Me gustaba molestar a las pollonas que con gracia caminaban sobre los repollitos y lentejas de agua, les arrojaba trozos de tierra dura que recogía del suelo, luego de
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golpear repetidamente con el talón los rebordes que dejaran las pisadas de los vacunos en el lodo, al acercarse a beber cuando el estero se rebalsaba después de las lluvias. En épocas de empolle hurtaba de los patos silvestres los huevos y los comía hervidos mas por travesura que por necesidad, aunque en algunas y raras oportunidades nos visito la hambruna. Invariablemente vestía pantalón corto remendados en muchas oportunidades con tela a des tonos, el cual mantenía en su lugar con una franja de tela a modo de tirador y cruzada en el pecho; además de mi inseparable bolsita de trapo con varios pequeñas esferas amasadas en arcilla y secadas a la sombra a las que llamábamos bodoques, las cuales arrojaba con la gomera, la que pendía de mi cuello. Por las tardes al volver, con un sinnúmero de amenazas lograba hacerme bañar antes de cenar, que por lo general era locro guacho con mucho zapallo y mandiocas y luego dormíamos los pequeños todos juntos en un amplio catre. Así trascurrían los días intercalando estos de largos paseos, con otros Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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en los que asistía a la escuelita rural a la que llegaba caminando, pero estos eran los menos, porque la mayoría de las veces me escapaba a la mitad de la jornada de clase a molestar a los pájaros, en esa vida de chico displicente. Fue para mis diez y seis cuando se desprendió lentamente mi piel de niño y entre a la adolescencia sin tiempo para aburrirme, trabajando de ayudante en los campos ajenos junto a los peones y así me fui moldeando entre la poca instrucción y los trabajos rudos.” Lo último que escuche de sus labios , fue que después de enamorar a varias muchachas, se quedo con la que fue su mujer, con la cual tuvo dos hijos y vivió feliz, hasta que la encontró desnuda con su vecino, en el maizal cerca de la casa. Cuando iba a preguntarle por el destino que les toco vivir a sus hijos, termino el horario de visita y se alejo con andar cansino por el pasillo de aquella prisión gris y fría, donde pasaría el resto de su existencia.-
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La canción Hace un largo tiempo que no pasaba por esa zona, iba protestando de la desprolijidad de las baldosas y de los pequeños desagües que ayudan a tropezarme, cuando vi al hombre de rodillas sobre la vereda. Presto a esquivarlo murmura un nombre como lo hacía alguien entonces, esa palabra que me causaba tanta ira tonta en la niñez. Aunque fijé mi atención en su rostro de barba desprolija, nada me era familiar, pero su voz atrapo una hebra de mi memoria con tenacidad. Fueron las cinco de una tarde plomiza de otoño, cuando el caído dijo con vos suave ¡ayúdame amigo! me apresuré a socorrerlo y DIOS sabe que lo hubiese ayudado aunque fuera un desconocido. Con premura tomé el celular y desesperado llamé a la policía y a emergencias. Los transeúntes lo miraban con indiferencia como es de esperar en cualquier ciudad, más aún en ese espacio donde según supe después, se había hecho odiar y temer. Sin darme tregua, todos mis sentidos me gritaban ¡es Juan Gómez! y sin reparo me senté en el suelo recostándome contra un Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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automóvil estacionado, abrí las piernas y lo arrastré como pude apoyándolo contra mi pecho para mantenerlo cómodo. Con el brazo derecho se sujetaba a la mitad donde manaba su sangre fruto de un feroz tajo que le abrió el vientre. Sin demorarme, a tientas, puse mi mano sobre la suya y sentí la calidez viscosa que se escurría y la angustiante sensación de que nuestros dedos sostenían sus intestinos para que no emergieran. Me saque como pude el abrigo y lo tape porque sentí que temblaba. No se quejó ni una sola vez, quizás no sentía dolor o porque la expresión ‘dolor’ era ínfima para describir el momento. Habían transcurrido varios minutos y la ayuda no llegaba. Como tenía mí otro brazo a la altura de su pecho sobre la campera, estaba seguro que no se derrumbaría hacia ningún lado, así que fue solo cuestión de esperar y continúe marcando los mismos números, hasta agotar la batería. Todo pasaba con aparente lentitud.
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Fue cuando inicié los relatos los recuerdos de nuestra infancia, logré que me siguiera con entusiasmo y unos momentos después mis palabras nos llevaron de paseo por la vieja casa de sus abuelos, por el patio de los vecinos, por los pastizales de los terrenos baldíos donde hacíamos los campamentos de las siestas y donde escondíamos nuestros tesoros, sueños y tristezas. Cada vez que interrumpía mi diálogo, podía oír su risa suave y sentir el vaivén de su cabeza asistiendo o negando algún comentario. Pasaban los minutos. Cuando al fin se me terminaron las vivencias más atrapantes, empecé a tararear una canción a la que entre varios chicos le habíamos cambiado la letra, cincuenta años atrás. Me sorprendió gratamente que él la recordara con tanta claridad; como pudo entonó unos versos que me ayudaron a retomar la memoria adormecida y cantamos; fue cuando entrecerré los ojos y por un instante pude sentir nuestra niñez como entonces. En ese intervalo sentí que todo se precipitaba y un rato después arribó la ambulancia. Nos Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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halló sentados sobre una gran mancha que fuera roja húmeda y se volvió seco carmesí y ocre. Juan había muerto apoyado contra mi pecho esbozando una sonrisa y mirando sin ver con sus grandes ojos entreabiertos, mientras yo aún vocalizaba esa canción casi absurda que lo mantuvo aferrado a nuestros mágicos e inocentes días felices, lejos del pánico a lo inevitable.- FIN
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Monstruos
Esa tarde de regreso de la farmacia, luego de subir y pagar el boleto pasando la tarjeta sobre el detector de la máquina me senté en el último par de asientos, que en esta unidad está a la derecha y antes de la puerta de descenso. Estando lo más cómodo que se podía en esa butaca sin tapizado y luego de colocarme los audífonos y acceder en el celular en un archivo de música de Sarah Brightman, mientras miraba en derredor y comprobé que la mayoría de los asientos estaban vacios. Un par de cuadras más adelante subió esa mujer y se sentó cerca de mí pero cuando giró su cabeza pude verla de perfil. De contextura pequeña, pelo corto y con su nariz aguileña, prominente diría a primera vista. Luego de verla ya no pude distinguir nada más. Toda mi atención se fijó en esa protuberancia grosera que estaba arraigada en la cara de esa pobre mujer, a su alrededor había luces fulgurantes que escondían el resto de la escena y sonidos estridentes que me ensordecían. Un par de segundos
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después ya no distinguí la mujer, solo esa enorme nariz que ocupaba todos los espacios y se agrandaba más y más, asimismo estuve seguro que de ella colgaba un cuerpo que llegaba hasta el suelo y la obligaba a trasladarse de un lugar a otro como su esclavo. Me sentí en desventaja y solo atiné a descender antes de llegar a mi destino. Al levantarme del asiento hizo que girara la cabeza hacia donde yo estaba y pude oír una carcajada gutural que salía de las narinas y nuevamente se agrandó y trató de aspirarme por ellas, al comprender que no pudo confundir mis pensamientos se sintió descubierta, pero salí presuroso antes de que me pueda atrapar y aun temiendo del peligroso depredador camuflado, antes de correr y acurrucarme entre dos contenedores de residuos repletos de desperdicios pude ver a la bestia horripilante alejándose en el transporte anterior y riéndose de mí. Quedé por un largo rato allí y luego me acerque a la garita de apeadero, a la espera de otro vehículo que me llevara hasta mi destino.
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Sentado en la banqueta central bajo en techo que pretende protégenos de la lluvia y el sol, pero en escasas oportunidades lo logra, abrí la caja de uno de los productos que adquirí en la compra y tomé una de las pequeñas pastillas blancas que me recetaran para estas situaciones y las que yo nombré de manera cotidiana y poco seria las mata monstruos, así no vería la otra realidad escondida detrás del velo de la locura.-FIN
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Los menos iguales Mi nombre es Cristina, sé que es un nombre común entre los criollos. En el ceno de mi familia tuve otro nombre que es parte de la estirpe de mi pueblo es con el que me llamaba mi madre en mis primeros años de vida y por mucho tiempo que no lo pronuncie ni en soledad. Había enterrado ese sonido en el más recóndito pasaje de mi memoria y lo mantuve tapado con miedo e ira por largas y oscuras décadas, pero ahora se los recuerdo a todos con mucho orgullo. Con mis 83 años de vida tengo como mayor logro una linda familia y aunque pocos lo saben soy tristemente célebre por haber sobrevivido a dos genocidios y varias epidemias. Algunos religiosos nos visitan periódicamente. Ayer un grupo de alumnos con la guía de su maestro recorrió este barrio y me hicieron algunas preguntas. Momentos después todos estábamos en medio de un debate sobre la igualdad de oportunidades y el amparo de la ley. Yo le explicaba ley siempre hubo, es allí cuando ellos me respondían – debemos confiar ya que todos Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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somos iguales ante la ley. Tratando de concluir la disertación y al observarlos con infinita paciencia porque sé que se expresan así basándose en sus escasas experiencias a la cual se aferran con inocencias, les respondí , Comprendo sus explicaciones, pero he comprobado en estos años que algunos somos menos iguales que otros. El maestro comprendió que hablaba con la verdad del que ha vivido esos tristes momentos, hace un ademán de su mano derecha y con esto logra callar al joven, este estaba a punto de expresar la frase que él consideraba justa para corregirme, a la vez me pide que me exprese libremente. Los mire tratando de hallar algún vestigio alarmante en sus miradas y al no hallarlo les dije – Ustedes no podrían sospechar que aun hoy temo despertar la pena y revivir la angustia de ser perseguido por la intolerancia, por la cruel barbarie y los más bajos instintos de esa fuerza paradójicamente llamada del orden. En ese instante, todos ellos comprenden que atesoro una historia de dolor. Piden permiso para pasar al patio y se los permito asistiendo con la cabeza, allí se sientan en el suelo formando un semicírculo y esperan en silencio mi relato. Me tome un corto tiempo
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para observarlos y al ver sus miradas limpias me exprese así:- Como ustedes pueden apreciar pertenezco a la etnia comúnmente llamada Toba Qom. En la campaña militar de 1911 Qom, mocovíes, Wichies, pilagas, Abipones y Vilelas fueron obligados a vivir en Napalpí, nombre dada a una región cerca de Quitilipi que significa Cementerio. Esta reducción estaba ubicada a la altura del Km. 142 de la línea férrea de Chaco, poseía 20 mil hectáreas y se autofinanciaba con el algodón. Mis padres vivían allí junto a muchísima gente y trabajaban para la reservación y para los colonos. Ellos los trataban literalmente como esclavos, es que al quitarles toda la tierra carecían de el derecho de establece, hasta el punto de no permitirles el consumo de los productos naturales como el agua, sin previa autorización de los dueños del lugar y con sórdidas imposiciones les negaban a salir del territorio para buscar asilo en alguna provincia. Así terminaron siendo prisioneros de los colonos que necesitaban levantar sus cosechas por míseros pagos. Allí nací yo un 8 de marzo de 1924. Para ese tiempo la armonía estaba totalmente en crisis pues reclamaban un trato más Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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equitativo hasta que llegaron a una larga huelga. Era muy pequeña para recordar esto, pero mi madre siempre contaba que para mediados de julio de ese mismo año la situación se hizo insostenible, hasta el punto que ya no había para comer. Esa mañana del 19 se juntaron en un grupo mujeres y chicos se retiraron hasta el límite del predio en busca de miel y bayas. Al llegar la tarde e ignorando lo que ocurría en el caserío, iniciaron su regreso. Después de recorrer unos cientos de metros hallaron a un muchacho herido que les contó todo lo sucedido. Dijo el joven que la Policía Territorial del Chaco junto a algunos civiles armados habían disparado muchos tiros sobre los hombres, mujeres y niños de Napalpí y que los que habían sobrevivido los estaban matando a sablazos, mutilando y violando a las jóvenes antes de quitarles la vida, que también los braceros santiagueños y correntinos que estaban en el lugar fueron ejecutados con cuchillos. El muchacho les dijo que corrieran para salvar sus vidas porque los uniformados perseguían a los prófugos -¡hay que huir! – grito.
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Fue todo lo que se necesito para darle bríos a los pies. Nos adentramos por muchas horas huyendo despavoridos y cuando la oscuridad ya no les permitió avanzar más, nos detuvimos. Los mayores que cargaban a los pequeños como yo estaban exhaustos con ampollas en los pies y las ropas desgarradas por los cardos y las ramas. Antes de que amanezca nos pusimos nuevamente en movimiento, pero solo un pequeño grupo. La mayoría decidió permanecer en las inmediaciones pues consideraban que era poco probable que los perseguidores los hallaran allí. Sin decir más emprendimos la marcha. Éramos en total veinticinco. Mi madre tenía entre sus cosas una chaca, es un amuleto hecho de plumas de ñandú, semillas y fibras vegetales que la protegía contra las mordeduras de serpientes, la fatiga y los espíritus malignos. Por dos días más nos alejamos, Cuando Nalà (Sol) estuvo en lo alto del cielo llegamos a ese paraje en lo profundo de la espesura. Más allá esta el estero impetuoso, el cual se dio lugar en el centro del monte al Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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que recorto de forma irregular, dando el aspecto dentado similar a los borde de las cáscaras quebradas de los huevos. De este lado la pendiente hacia lo profundo del agua era abrupta, en esa extensa masa liquida seguramente Late’e na nÿaq (La madre de los peces) nos observaba con una mezcla de intriga y paciencia. En el lado opuesto es menos profundo y extenso, allí abundan las aves acuáticas, los chajaes y las totoras que son tan útiles en la construcción de las chozas. Nos acercarnos a ese lugar siguiendo las huellas de una piara de moros en busca de un abrevadero. Los mayores atraparon uno y fue su carne la que sacio el hambre del grupo esa tarde. Sin lugar a dudas Ñi qarot (Nuestro Creador) estaba atento a las necesidades pues condujo nuestro derrotero hacia ese lugar con abundante fauna y suficiente agua. Permanecimos escondidos y viviendo como nuestros antepasados por mucho tiempo. En una de esas excursiones de caza hallaron los restos de un grupo de nativos que habían sido atrapados y acecinados de manera aberrante, colgando a los mayores, degollando a los niños y luego colocaron sus cabezas en picas clavadas en el suelo. Los que hallaron esta macabra
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escena dijeron que por sus ropas era el grupo que se separo del nuestro en la huida, - los mato la confianza - Dijo uno. Tiempo después hallaron una población a solo una jornada de distancia y desde ese día los adultos trabajaban en las chacras y cuando no había cosechas volvían al monte, nuevamente fuimos nómadas. Crecí feliz lejos del peligro y al cobijo de la naturaleza. Nuevamente tuvimos arcos y flechas con puntas de madera endurecidas al fuego. La organización social definía las actividades del grupo y cumplíamos todos los ritos ancestrales de higiene y convivencia. No había entre nosotros un Pio`xanaq (curandero) pero las mujeres conocían los remedios que la vegetación nos brindaba generosamente. La comida era abundante, los mayores atrapaban todo tipo de animales y los jóvenes cazaban e`le, ki lik la`te y los ta tas (variedades de loros) muy sabrosos asados. Todos recolectábamos bayas y distintas clases de mieles. Con las frutas de los Algarrobos y Mistoles, a fuerza de golpes en los morteros, se hacía harina que complementaba la dieta. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Allí aprendí todas las leyes de nuestro pueblo trasmitidas de generación en generación verbalmente ya que somos un pueblo ágrafo. Además de todas las reglas de que debía respetar como mujer, también hay las generales como no nombrar a los muertos o pronunciar las enfermedades, principalmente la palabra Ralogo, que es una peste que es atraída por la voz humana y mata rápidamente. Pero sin lugar a dudas la más importante en todo tiempo es la de hablar. Entre nosotros es muy importante saber guardar silencio y decir solo lo imprescindible, el interrumpir a otro y levantar la voz delante de los mayores es muy mal visto, como así también la charlatanería. Las personas que no conocen nuestras costumbres dicen que somos apáticos y retraídos. Cuando cumplí los catorce años mi madre enfermo y murió. Era primavera, lo sé porque florecen los Chañares y se llenan los causes de los ríos caudalosos. Después de sepultarla en la espesura cerca de un lugar que llamábamos Ltane ima. (El Zapallar, hoy General San Martín). Me dirigí a Cochiñi lay (Lugar de las charatas, hoy Presidencia Roca) y me quede en esa zona trabajando entre los criollos. En Napalpí con la presencia de
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civiles desplegando toda su crueldad con las mujeres y los niños sin motivo aparente, nos volvimos desconfiados y cuando salíamos a las zonas pobladas acarreábamos la incertidumbre de desconocer cuál de esas personas que nos sonreían como las otras, traía la oculta intención de dañarnos. Nuestras vidas transcurrían en un permanente estado de alerta. Al regresar a la zona de la matanza, con gran sorpresa comprendí que nadie recordaba la situación acontecida allí, no sé si por el tiempo que había transcurrido o porque se habían encargado a conciencia de eliminar todos los testigos del ataque. Pase los siguientes cinco años de mi vida entre cosechas y trabajos en las casas de los colonos. Había sido educada por mujeres las que expresamente me advertían del accionar de los hombres, pero todas esas enseñanzas carecieron de importancia el día que conocí a Sixto, un muchacho muy trabajador. El pertenece a la etnia Piilaxa (Pilagas), el cual hizo que me mis sueños flotaran con la brisa. Sus dulces palabras me condujeron por cálidos senderos, sus caricias me amodorraron sobre la hierba florecida de la Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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cual un día desperté embarazada. Luego de que ambos tuvimos conciencia de mi estado, después de un par de meses nos juntamos y partimos hacia el interior de Formosa donde estaba radicada su familia. Era el año 1945 estuvimos viviendo en la costa del río Salado, en las inmediaciones de la Colonia El Oculto, cerca de Ibarreta y trabajábamos en la cosecha del algodón. Dos años después viajamos a Las Lomitas e hicimos nuestro rancho bajo un frondoso Tatané cerca del poblado. Para el mes de mayo comenzaron a llegar varios miles de los nuestros desde Salta, decían que fueron echados de un ingenio y se trasladaron a pie hasta allí e hicieron campamento muy cerca de donde vivíamos, en un paraje conocido con el nombre de Rincón Bomba. El hambre y el frió hizo estrago en ese grupa mal alimentados y medio desnudos. Cada vez llegaban más y se amontonaban allí, el paternalismo aplicado por el blanco durante años había dado sus frutos. Aun viendo que no tenían para comer, en vez de salir a los montes a buscar el sustento, prefirieron salir a mendigar casa por casa. Primero recibieron ayuda de todos los pobladores y de la nación, el entonces
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presidente J. D. Perón envió 3 vagones con mercaderías y ropas, los cuales fueron saqueados por los mismos que debían custodiarlos. Llego a destino solo un poco y en mal estado de conservación lo que produjo cincuenta muertes por intoxicación. La situación total duro cinco meses al cabo de los cuales no falto quien dijera temer que los hambrientos atacaran el poblado. Gendarmería Nacional tomo la situación en sus manos y desencadeno el brutal ametrallamiento y persecución por numerosos parajes algunos muy retirados de allí, que dejo un saldo de más de ochocientas victimas. Puedo decir sin temor a equivocarme que nunca me he considerado una buena estratega, los caciques que conocí no tenían amplitud de criterio, es más, siempre he estado en abierta oposición a sus decisiones al ver que exponían al seguro peligro a las mujeres y a los niños. Conducía a toda la tribu ante un reclamo y cuando la intolerancia se convertía en violencia, los más débiles llevaban la peor parte. Yo tenía la experiencia grabada a fuego en mi memoria y cuando la situaron se comenzó al parecer a Napalpi, mucho antes del trágico desenlace huimos hacia el Chaco Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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nuevamente y nos quedamos a la orilla de Teuco. Estuvimos allí por varios años, como en mi niñez, intercalábamos trabajos de obrajes con la vida primitiva. Cuando podíamos vendíamos cueros, plumas, miel, pequeños monos y pichones de aves. Fueron años de dicha para nosotros, vivíamos lejos de los que nos podían causar dolor y criábamos fuertes a nuestros cuatro hijos. Para 1957 regresamos a la ya provincia de Formosa y nos instalamos a orillas del río Bermejo, en una colonia llamada El Alba al norte de El Colorado. Allí habitaban familias de varias etnias y muchos criollos e inmigrares. Luego el gobierno ayudo a los pobladores con elementos de labranza, plantas frutales y escuela. Por fin tuvimos la paz que tanto habíamos buscado por años. Nuestros hijos crecieron, se educaron y formaron familias. Dos de ellos fueron a vivir en Buenos Aires y uno está radicado en Rosario. Mi hija al ver que me quede sola por la muerte de su padre, me trajo a vivir con ella aquí a Resistencia. Esta ciudad está situada en la zona que los antiguos la llamaron Yawicangui (terrenos bajos). Todos me dieron bellos nietos
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Y algunos bisnietos que aun no conozco. Ahora soy una anciana que está disfrutando de las comodidades que brinda el progreso, tengo cosas que para las personas que están acostumbradas a su uso diario no les parece de mucha importancia, como la luz eléctrica, el gas, el agua corriente, la televisión y la radio. Además poseo una pensión y una Salita que atiende mis problemas de salud. Aquí cerca en otro barrio como el nuestro, que fuera entregado a un grupo grupos de autóctonos hace muchos años, se formo en 1962 el coro Chelaalapí (bandada de zorzales) que entona canciones nativas y da conciertos en lengua toba por todo el país. Pero con todo este avance aun hay temas a los que no he hallado una explicación coherente, es que solo encuentro a mi pueblo haciendo artesanías o siendo mostrado como atractivo turístico. Quizás yo solo sea una anciana ignorante, pero a mi modo de pensar el crear una dirección del aborigen, es una manera de disgregarnos. Los barrios étnicos son un claro ejemplo de discriminación. Existen muchas maneras de tratarnos pero una de las más crueles es nombrarnos como “los indios” quitándonos la identidad y la individualidad, convirtiéndonos en algo
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indefinido y fácil de aborrecer. Nosotros éramos los poseedores de todo el territorio y ahora solo tenemos unos palmos de tierra de uso comunitario. Se por los antiguos que esta costumbre de matarnos a mansalva no era nuevo en esta aparte del país. 27 años antes de la matanza de Napalpí hubo un etnocidio en la reservación de San Antonio de Obligado, donde también había un cuerpo auxiliar militar con funciones de policía e integrado por colonos. Se armo convenientemente una versión que acusaba a los aborígenes de la zona, por el asesinato del Fraile Constanzi, aunque todo indicaba que lo habían matado algunos oficiales de la guarnición porque el cura estaba en contra de los abusos y había elevado la queja del manejo con crueldad de los nativos. El religioso expreso, que los grupos de colonos extranjeros del norte de Santa Fe, produjeron espantosos actos de lesa humanidad, como la costumbre de enlazar a un nativo y arrastrarlo por el campo al galope hasta que sus miembros queden dispersos por el terreno. El ejercito junto a todos los que encontró en las inmediaciones, los hizo cavar un gran hoyo barrancoso y los
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fusilo y los enterró. Todos ellos sumaban más de trescientas personas entre hombres, mujeres y niños. Taparon la macabra faena y colocaron una gran cruz. Esto se llamo “la matanza de cruz alta”. El odio por los nativos esta afianzado desde la historia, hombres ilustres como Sarmiento, expreso “… llevar a cabo un plan de operaciones que de por resultado el aniquilamiento total de los salvajes”, otros como julio A. Roca que se expresaban de forma similar. Con respecto de la discriminación económica y cultural el blanco no es selectivo ya que se aparta de eso grupos sin impórtale si son de su raza o no. Sé que este ritmo iremos despareciendo pues cambiaron nuestra religión, música, vestimentas, costumbres y nosotros mismos perdimos por nuestra parte el respeto y el orgullo por nuestras tradiciones, por nuestras raíces. Nuestros jóvenes tratan de parecerse a aquellos que nunca se parecerán en nada. Creo que el problema más angustiante es la perdida de la identidad y de la memoria. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Puedo asegurar que hay muchas cosas incorporada a nuestro vivir que debería ser motivo de inspiración y aprendizaje. Nuestro pueblo está en armonía con la naturaleza, respetamos la tierra de la cual somos parte además respetamos los animales y plantas que nos dan el sustento diario. Vean ustedes según la historia los tobas son originarios de la Patagonia que llegaron al Chaco hace alrededor de ocho mil años y los blancos llegaron al continente americano hace poco más de quinientos años y destruyeron el medioambiente, contaminaron las aguas, diezmaron la flora, la fauna y ahora todos sufrimos las consecuencias del cambio del clima. Hice un breve silencio y concluí diciendo Esta es mi historia y estos son mis pensamientos – Luego callé. Ellos se pusieron de pie y me observaron casi con desprecio. Yo con los ojos brillantes, húmedos de lágrimas, con tristeza y culpa ajena por la vida que me habían obligado a vivir otras personas. He deseado que antes de retirarse de mi casa, en absoluto orden uno a uno me
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hubiera dado una suave palmada o un beso en la mejilla. Tal vez si en los meses próximos me obsequiaran un momento de cortesía, con saludos de respeto y con la humildad que los bien educados se expresan, podrían visitarme con sus familias “Abuela, he traído a mi familia para que la conozcan, pues al llegar a mi casa les he contado su relato de vida y ellos están deseosos de conocerla, además sé que usted es un muy buen ejemplo de esperanza para todos nosotros” Lo que daría por oír estas palabras de amabilidad y mientras le sonrieran yo podría creer que todos somos iguales, pero no. no los somos, seguiré soñando con esas visitas y continuaré esperando por una alegría que esta vida no me dará.- FIN
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La sombra verde Aquel hombre había perdido casi todo lo valedero para la mayoría de las personas, su juventud y salud física, pero no la fortuna, la que le fue siempre esquiva. Lo que perduraba en él desde niño fue la imaginación y con los años adquirió la esperanza de compartir sus días con los misterios más escondidos y secretos de la naturaleza; también conservaba el respeto por la libertad, el amplio criterio para convivir con el entorno y la candidez para asombrarse. Su andar inclinado terminaba en un bastón tosco que cuidaba y contenía sus pasos; este fue claro en su hechura nueva y hoy es un trozo de madera tosca algo curvada, antiguos barnices acumulados en sus vetas y el constante manoseo lograron oscurecerlo y el desgastes en la empuñadura es un fiel testimonio del uso de la mano izquierda; esos dedos son feos y deformes a causa de la enfermedad de sus huesos, pero en sus gestos y en su piel perduraban la suavidad, la dulzura y en cada primavera un común reposo de mariposas. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Su deambular diario, cuando se lo permitía su salud, era por el parque cercano que se podía ver desde la ventana de su acogedora y simple habitación; allí entre pasillos y canteros colmados de flores comunes, trinos y árboles fuerte, formaban un domo de luces, sombras tenues y bondades infinitas. Fue en aquel lugar poblados de niños, murmullos y colores que comenzó a prestar atención de forma inusual a las sombras de los transeúntes, pues había visto casi de reojo un par de situaciones extrañas al ras del piso donde se confundías las hojas caídas con amplias motas de movimientos furtivos. Sentado en una banca bajo una añeja palmera lo contemplaba todo, y pudo observar que una mácula gris, del color de todas las sombras no se movía con la agilidad que una joven saltaba sobre una cuerda sujeta por otras dos que la hacían girar como parte de un juego. Limpió con premura y excitación sus anteojos y allí estaba quieta, extendida sobre la hierba aun reflejando sobre el piso de hojas a la niña que se había ido dejando sus zapatillas a la vera del lugar de entretenimiento. La sombra estaba sola y la
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niña tenía otra sombra que saltaba al compás de esta. Don Manuel se acercó con suavidad y se detuvo cuando su sombra real cubrió una parte de la otra pero no huyó; por algún motivo que desconozco el sospechó que ella necesitaba otro cuerpo con otras pisadas para poder salir de allí, y para comprobarlo pasó cerca de aquella y la sombra solitaria se adhirió a la de él y formó una sola, pero en la multitud que pasaba lo abandonó sin que él se percatara. La próxima tarde volvió y no pudo hallarla y así pasaron algunos días y por fin la encontró sola, al lado de un muro. Este ser provenía de un espacio bidimensional, ancho y largo y no podía reflejarse en los edificios, solo en el piso, así que al acompañar a alguien que en su andar llegaba a un árbol o en una edificación, esta se trancaba en su base pues no veía hacia arriba ya que su mundo era plano. Pero por otra parte era escurridiza y ágil como pocas, a tal punto que se convirtió en la sombra de muchos, al trasladarse acompañando el andar o al quedar quieta a los pies de alguien en algunos paseos públicos, a los que ella no podía diferenciar de otros lugares, pues solo veía hacia los costados en su existencia Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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bidimensional. Era sin más, una mancha oscura y el matiz que mas ostentaba era el gris traslucido; muchas veces lucía huellas de pisadas a las que seguramente ignoraba sin mayores ambiciones de saber quién o qué se las daba, pues solo podía ver la huella a la par de sí y no sobre ella, pero no las suelas de los zapatos y mucho menos todo el calzado. Ella y su mundo eran planos y ni siquiera podía imaginarse nuestras tres dimensiones como la mayoría de los humanos no pueden concebir una cuarta. Con prontitud el anciano se acercó a ella y ambos retomaron el paso y fueron a descansar en un banco rojo y allí concluyó que era tan similar a las sombras reales que se mimetizaban con estas. El caso es que el anciano consiguió llegar hasta su hogar sin perturbar al traslado de aquella, la que por razones que él desconocía y que convencido estaba, aun sin ninguna prueba, que lo seguía a todas partes aunque muchas veces no supiera si era aquella, otra similar o el reflejo común que se produce al tapar la luz.
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Una vez el viejo se paró a ver a los niños colorear en el suelo y uno de ellos dibujó un paisaje y el verde sobre ella, que al desplazarse se llevó media imagen consigo, luego se adhirió a la sombra de un señor que paseaba con su familia y caminaba hacia la nuevas refacciones del parque. Manuel pasó un día en su dormitorio por una recaída en su salud y al volver a su habitual recorrido vio sobre el concreto de una nueva pista de patinaje muchas sombras estampadas e inmóviles, mudas y abandonadas que se quedaron adheridas al cemento de fraguado rápido, muchos chicos hablaban de esas forma en el suelo y suponían que fueron hechas por artistas callejeros, pero él supo la verdad. Con pena pero con premura siguió mirando pues la construcción proseguía y pudo distinguir en la nueva pista donde el cemento aun estaba fresco y entre varias sombras reales a una de ellas, al ver ese trozo de dibujo verde del paisaje que dejara aquel niño plasmado en su fina transparencia; apuró a colocar la suya sobre esta, la que se fundió con tal fuerza que pudo quitarla de allí .Fue cuando la felicidad inundó sus ojos de lágrimas y su corazón de esperanza. Nuevamente tenía Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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amigos invisibles para los ojos de los demás, como cuando fuera un pequeño niño. Y dedujo que en los últimos pasos de su vida sería como al comienzo, rodeado de alegrías y de la magia de la inocencia pura y fue feliz.FIN
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La cama de bronce Estaba aún somnoliento y sentí el bamboleo, que aunque fue leve me sacudió de derecha a izquierda y luego al revés, como en una gigante cuna sumida en el silencio húmedo, solo quebrado por ese sonido de golpes como caricias tenues pero inconfundibles del agua contra el casco de un barco de madera que se desplaza en el mar con el viento a popa. No soy marino pero he visto muchas películas con estos efectos. ¿Quiénes no ha soñado con poder viajar en un Bergantín a toda vela en aquellos mares colmados de piratas y aventuras, luego de leer los versos de Espronceda? Claro que ninguno de nosotros lo hizo como carga de algún traficante de esclavos hacia América. Desde la penumbra de ese rincón pestilente entre ayes, llantos y penas, descubrí que estaba casi inmovilizado por cadenas y grilletes, oyendo crujidos de tablas y los pasos sobre el techo de aquel espacio reducido e inmundo.
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Estuve más que solo incomodo, también ahogado por aire viciado del encierro, además me dolía la espalda y me ardía como en una hoguera y di por descontado el hecho de haber sido azotado con brutalidad extrema. Con gran dificultad y a tientas me puse de pie y traté de caminar pero al estar encadenado de los pies, solo caí hacia adelante sin poder amortiguar el golpe; mi rostro dio contra el plan y el sabor metálico de mi propia sangre me lleno la boca al tiempo que descubrí que había dado contra una plancha de baldosas. El amanecer me encontró en el piso de mi habitación libre de la prisión pero aun me duelen los labios rotos, además están lastimados a causa del roce de los grilletes sobre la piel, las muñecas y los tobillos. Estaba nuevamente despierto y abrí la ventana por la que entra el aire puro y fresco, desde allí se podía distinguir un nuevo amanecer pueblerino. Recordé mi camisa blanca desgarrada y con la piel aun lastimada arrastré como pude hasta la vereda y luego hasta el baldío donde los vecinos dejaban los sillones viejos, y aun
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con pena y confusión abandoné mi carga y me aleje sin volver a mirarlos. En ese lugar público quedaron rumbados los respaldos de bronce de aquel elegante camastro que compre a un anticuario de Port de Paix, luego de ver un catalogo en linea de rezagos de antiguos barcos hallados algunas vez, en la costa de aquellas islas. Esa fue la última de seis veces, que me atormentaron aquellas vívidas pesadillas. FIN
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El parque Hacia mucho que no visitábamos esta parte de la ciudad. Nos gustaba pasear por esos lugares casi sombríos, cuando la violencia no había clavado sus colmillos sanguinarios contra los indefensos visitantes, desbastando la alegría y los momentos románticos de los transeúntes desprevenidos. También nos agradaba adentrarnos en todos los territorios románticos de aquella ciudad, donde nos conocimos, en una reunión bulliciosa de diálogos banales y debates intrascendentes. En ocasiones fugaces, volvíamos a pasar por la calle que circundaba ese espacio mágico pero solo lo mirábamos desde la ventanilla de un taxi. Fue en aquel mes que nos propusimos regresar a nuestro anhelos primordiales, luego de que el destino travieso nos trajera por separados al mismo hotel de nuestros mimos iniciales. -- Esta descuidado el parque, le susurre, entre el gorjear de las aves y su dulce sonrisa que trasfería calidez a mis inviernos. --¡Esta como siempre amor, aun la briza recuerda nuestros besos! –replico. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Caminábamos como antaño pero con la cadencia propia de nuestra edad que se acumula en todos los pliegues de la piel pero se notaba mas vívidamente en nuestras cabelleras ligeramente plateadas, inocentes en nuestro afán de pasiones. Nunca requerimos de compromisos legales y aun festejábamos cada día como el primero. Aun nos unía el arte, la música y sus besos de ensueños. Mi andar cansino nos llevo nuevamente por aquellos senderos que parecían detenidos en el tiempo, laberintos estrechos, los frondosos árboles y un deje de tristeza propio del abandono en mano de la naturaleza que cubría todo con hojas amarillentas, pequeñas ramas caídas y un sinnúmero de olvidos. Hoy regrese solo, tengo reminiscencias de esa tarde cuando paseábamos juntos, con mi brazo sobre sus hombros y el suyo ceñido a mi cintura. Con lágrimas rodando por mis mejillas y sintiéndome más anciano que nunca me detengo al pie del inmenso fresno donde aun había vestigios del origen de mis tristezas. Fue tras la noche lluviosa donde los pasajes se tornaron más íntimos hasta que nos sorprendió oculto entre la hierba el hoyo donde caímos. Ahora la congoja me aprisiona, siento el desamparo desgarrador y
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un temor que no había experimentado desde que la conocí. Es la soledad abrumadora, la ausencia del aroma de su piel y el saber que la muerte me arrebato sus caricias y no volveré a sentir tus labios sobre los míos, jamás.- FIN
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El bichero de Tacuarales El ave extendió sus alas y se dejo llevar por la suave brisa, como si fuera una cruz negra florando en la inmensidad de la nada, recortándose contra el cielo azul e iluminado. El hombre como un minúsculo error del bosque, parado en el claro presto para romper la magia de la naturaleza, con su fusil apuntando hacia lo alto. El cuervo avisto su presencia y dio un aleteo buscando más altura. Aun cuando no era presa de los cazadores el alejarse le daba un margen de seguridad. La quietud de la mañana se astillo con el disparo al instante que el ave se sacudió salvajemente y perdió la gracia de sus formas, precipitándose hacia la tierra como un ovillo dejando una estela de plumas rotas dispersas en el aire las cuales eran arrastradas con suavidad por la brisa. Las botas de cuero embarradas se pararon junto al despojo hundido entre los pastos con una pose grotesca y fatal. Con el rostro inexpresivo y sin obsequiarle
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una segunda mirada mientras revisaba la carga de su arma se interno en la espesura. El invierno se torna más lúgubre y la tristeza es un eco que se refleja en la floresta, el frío deja un lamento gris que se apretuja entre las ramas y en los nidos de los boyeros que sacudidos por los céfiros marcan el compás como antiguos péndulos de un reloj invisible. El campamento enclavado en medio del bosque, junto a una sinuosa corriente de agua, es un lugar sucio y desordenado. Al albergue estaba rodeado de huesos de de todas clases de animales, algunos aun conservaban pequeños trozos de carne que se corrompían a la intemperie. Al parecer el único habitante de este hediondo lugar había perdido el deseo por la higiene y el respeto por la vida. Desde que se había ido el último hachero de aquel obraje el se libero de todos los valores básicos y no se rasuro más, ni se cambio de ropa. Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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Desde aquel día reposa vestido y desde el alba, muñido del arma recorre su coto de caza. El lugar abarca todo el terreno que pueda transitar pues halla muy poco en las cercanías. Es sabido que los obrajes arrasaron con los árboles y con todos los animales que les sirvieron de alimento y de provecho en la venta de sus cueros.
Ese páramo era todo lo que quedaba de ese trozo de terreno virgen que otrora fuera el bosque nativo. Todo el día se dedicaba a revisar las trampas y a buscar todo tipo de ser vivo, que camine, vuele o se arrastre; solo el hombre en su pétrea soledad vigila el lugar deshabitado, pues no halla huellas, ni el canto de las aves, ni el grito de los monos aulladores al atardecer. Cada día es una réplica de anterior. En las noches sus sueños lo arrastran hasta la presencia de sus padres y oía nuevamente
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las historias de los antiguos moradores y de las ancestrales enseñanzas sobre el respeto por la fauna. Resonaba la voz de su padre cuando le enseñaba siendo niño. - Natalio, hijo, debes aprender que matar cuervos te traerán mala suerte. Igual que todo lo que destruyas sin provecho. -¡Cuénteme más señor! - No abuses de matar ningún animal, porque de lo contrario la naturaleza te enviara al guardián de todo ellos que te castigara. -¿Y cómo lo reconoceré? ¿Es un hombre? -¡No, Es un animal! El único totalmente blanco, irreal y mágico. Hoy al levantarse camino unos kilómetros mientras mascaba un trozo de tabaco negro,
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eufórico pues iba en busca del dueño de las huellas de pesuñas que hallo cercas de su ranchada; la marca y la profundidad de las huellas en la tierra indicaba que pertenecían a un animal formidable. Estas marcas lo condujeron hasta la boca del gran pozo que se hiciera en lo más alejado de la selva, allí como las fauces desdentadas de un monstruo profundo y milenario lo aguardaban para tragárselo. Tras el hoyo estaba un ejemplar de ciervo con sus astas hermosas y sus ojos brillantes. Era de mayor tamaño que aquellos que conoció pero infinitamente blanco, desde las orejas hasta el rabo no tenía ninguna mancha. Con movimientos cautelosos para evitar que el animal se espantara, llevo hasta su hombro el viejo Winchester 44.40 apunto con prolijidad y disparo un pesado proyectil, en un tiro que el determino de antemano como muy fácil, a solo veinte metros. La bala no dio en el blanco y se oyó astillarse
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una rama en la espesura. No pudo creer que errara a esa distancia irrisorio y nuevamente accionó la palanca que activo el cerrojo luego del martillo partió otro disparo se perdió entre los árboles. Con cada tiro el animar parecía agrandarse desmesuradamente. Atónito en el total y más absoluto silencio oyó una voz de advertencia: - ¡Detente y regresa! ¡O tu castigo será permanecer eternamente extraviado en lo profundo de la tierra! Esto hizo reír a Natalio que se encamino hacia el animal, mientras accionaba el fusil para disparar nuevamente, grito: - ¡Deja esas tonterías temeroso de las leyendas!
para
los
viejos
Allí corrió sin ver el sendero ciego de coraje y de soberbia hacia la muerte pero pocos metros antes de llegar tropezó con una raíz y cayó de bruces sobre la tierra húmeda; con la sorpresa se le había escapado el arma de sus Entre la niebla y el ocaso- cuentos
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manos, la cual cayo a lo profundo de la grita la que se cerró con lentitud ante la sorpresa del cazador. Allí quedo sentado al pie de un frondoso árbol por un lago rato. Remembro los años de familia y camaradería los cuales perecían ser solo historias contadas por otros. Antes del mediodía se dirigió a la salida del bosque en dirección al pueblo distante unas tres leguas. Abandonó todo sin mirar atrás; un brillo de temor anido en sus ojos y un tic nervioso sacudía los labios de ese hombre con una cadencia aterradora. Allí partió su memoria y luego de mucho deambular llego hasta ese pequeño pueblo ‘Tacuarales’, en el que permaneció hasta su muerte sin recordar nada de lo vivido. Hizo su rancho con ramas al pie de un frondoso algarrobo cerca del cementerio y vivió de la caridad. Todos lo conocieron por el apelativo ‘el
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bichero o el cuidador de bichos’ es desde que se aquerencio allí todos los días junta y protege a todos los animales heridos o desamparados de las inmediaciones. Pero por las noches al conciliar el sueño, volvía a la pesadilla de estar atrapado en lo profundo del socavón persiguiendo un resplandor lejano, entre la tierra pegajosa y las enmarañadas raíces, en el paramo más profundo del bosque. Cada nuevo amanecer y luego de haber olvidado el suplicio nocturno, retornaba a la mendicidad con su lenta parsimonia.
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Mi nombre es Roberto Attias, También uso el de Roberto Attias (i Solé) Currículo en línea: https://es.gravatar.com/robertoattias Nacido en Calchaquí Pcia. de Santa Fe, Argentina, en enero de 1955. Hasta el momento de esta edición he obtenido los siguientes reconocimientos literarios, 68 en cuentos breves y 94 en poesías. Mis publicaciones totales son 12 e-book de descarga gratuita. Para leer en línea o descargar los libros acceder a esta dirección y pinchar sobre las tapas http://edicionesra.blogspot.com.ar/ Libros de cuentos para ser leídos desde el celular: https://enelcollado-cuentos.blogspot.com.ar/ https://elcandidato-cuento.blogspot.com.ar/ https://labarraca-cuento.blogspot.com.ar/ https://prosainicial-cuentos.blogspot.com.ar/ …y además tengo un Magazine virtual “Laguna, Revista urbana”, publicación de carácter ecológico y en protección al medioambiente de mi entorno. https://laguna-revistaurbana.blogspot.com.ar/
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