Cuando un narrador encuentra la poesía, puede en treinta poemas escribir una historia o varias, tal cual nos dice Luis Alberto Carro, al mencionar en su prólogo que Daniel Abelenda nos propone un viaje por sus recuerdos, afectos y convicciones. Leer a Abelenda en su etapa poética, del mismo modo que lo fuera en su narrativa, es encontrar una forma de redondear una acción o varias unidas con talento, dejando que la imaginación corra en el sentido que está previsto sin demasiadas contradicciones. Daniel nos obsequia con frases simples y espíritu sereno un manojo de textos ineludibles para nuestra entera satisfacción.