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En la vida, los demás te podrán acompañar, pero eres tu quien debe
ostracismo, sin considerar que nuestro propio Señor pidió al Padre diciendo “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”, de igual forma Pablo, haciendo eco de esto señalaba a los de Corinto diciendo “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.
Pero entonces, ¿de qué debe cuidarse el elegido que ha respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo?, la Palabra claramente lo señala al indicar hacia “la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida”.
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¿Y cómo saber si algo va en la línea de aquello señalado?, la Escritura dice que “por sus frutos los conoceréis” , ¿y cuáles son los frutos de la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida?, “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”; siendo que si algo tiene inclinación a esto, entonces pertenece a aquello que aunque nos produzca gozo, placer o satisfacción, pertenece a ese mundo que pasa en contraposición con aquellos que haciendo la voluntad de Dios permanecen.
Los hijos de Dios no hemos sido llamados para ser vasos de ira sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, así que hay que estar muy atentos, vigilantes, velando, después de todo tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti.