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Los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad
Constantemente la Escritura nos insta a crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo, de hecho usando la analogía del alimento líquido y el alimento sólido se nos insta a pasar de las verdades de salvación a las verdades de comprensión, con todo y todo el énfasis que ante esto siempre hace la Palabra es a poner por obra nuestra fe.
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¿Te has dado cuenta como casi para cualquier pregunta que sobre la Escritura se tenga siempre habrá alguien que de lo mismo tenga una opinión? Eso no está mal, al contrario, debemos escudriñar las verdades que Dios mismo ha puesto en Su palabra, como la misma Escritura dice “es gloria de Dios ocultar un asunto, y honra del rey investigarlo”, pero si lo único que se tiene es información, la misma, al estar sin fruto, es decir, al no ser puesta por obra, se vuelve estéril en sí misma.
El desarrollo armónico del cristiano está en función tanto de la fe como de las obras, la primera nos permite crecer en ese conocimiento de Dios y Su Hijo comentado al inicio, lo segundo nos permite ponerla por obra dando frutos en abundancia de perfección y santidad. Lo primero, la fe, nos es requerida para saber qué hacer, por qué hacerlo y para qué hacerlo; lo segundo nos es necesario para la introyección en nosotros mismos y en los demás de aquellas verdades reveladas a través del hacer.