El Romanticismo en la Poesia Castellana de Cesar Vallejo

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poesía casTeunnn

JUAN M E JIA BACA

& P. L. VILLANUEVA, Editores L IM A - 19S4

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E l mayor interés de este libro ra­ dica posiblemente, en su condición documental. Gracias a ella nos es dado introducirnos en las raíces de la sensibilidad del gran poeta y de­ terminar ciertas claves de su poeti­ zar a través de su posición crítica an­ te el movimiento romántico. Por m e­ dio de esta tesis, César Valle jo optó un grado académico en ¡a Facultad de Letras de la Universidad de La Li­ bertad, en 1915, es decir, cuando su obra comenzaba a tomar el rumbo personal que, años más tarde, lo con­ sagrara como uno de los escritores más originales del continente y de la lengua. Epoca de formación aquella, de adecuación de la inspiración a las formas nuevas de la poesía que, des­ de el advenimiento del modernismo, se despojaba del sentimentalismo su­ perficial y pretendía convertirse en rigurosa expresión del hombre interior y su drama, Vallejo no descuida su preparación. La avidez de sus pre­ miosos estudios, el ímpetu en la lec­ tura, el ánimo despierto para obtener la solidez cultural que le hacía falta, determinan esta obra inicial del autor de "Poemas Humanos?’. En ella se encontrarán, aun en estado primor­ dial, ciertos rasgos definitorios del temperamento y el tem ple vallejianos. N o por casusdidad es evidente en ¡a poesía de este notable lírico peruano la filiación romántica, es decir intimista, confesional, profunda, pues su te­ sis dice bien claramente en quiénes hallaba él un parentesco espiritual de­ finitivo. "E l Romanticismo en la P oe­ sía Castellana” abre un nuevo hori­ zonte para la investigación sobre C é­ sar Vallejo y es, además, un nuevo ho­ menaje a su ilustre presencia en nues­ tra literatura y la de toda América. Este volumen, cronológicamente el primero de Vallejo, constituye el pre­ ámbulo de la publicación de ¡as Obras Completas, autorizadas por Georgette de Vallejo, de este extraordinario ex­ ponente de la literatura peruana y castellana contemporánea.

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El Romanticismo en la Poesfa Castellana

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Copyright 1954, Juan Mejía Baca & P. L. Villanueva, Editores Jirón Azángaro 722, Lima

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Ce s a r

V a llej o

EL Roman ti c i s m o E N LA

poesía c a s t el l a na

JUAN M EJIA BACA & P. L. VILLANUEVA, Editores L IM A - 1954

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IN T R O D U C C IO N I.— O RIG EN D EL R O M A N TIC ISM O : 1°— Elementos provenientes de la raza. 2°— Elementos provenientes del medio: ( a ) — La Naturaleza; ( b ) —• La Sociedad. 3°— Elementos extranjeros: ( a ) — Italia; ( b ) — Inglaterra; ( c ) — Ale­ mania; ( d ) — Francia. 4°— La poesía castellana antes del Romanticismo.

I I — C R ITICA D EL R O M A N TIC ISM O : l 1’— Representantes de la escuela: Quintana.— Heredia.— Espronceda.— Zorrilla.— Gómez de Avellaneda.— Plácido y otros. 2°— Poetas románticos peruanos.

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Señor R ector, Señores C atedráticos, S eñ ores: H a ce m ás d e una centuria qu e la m en ta lid a d germ a­ na ech ó las bases d e la cien cia crítica en el A rte. L o s her­ m anos S ch legel, qu e sin disputa representan esta epifanía, tienen la gloria de h aber fu n d a d o d e este m od o , el m e jo r instrum ento con el que en nuestros tiem p os se registran cien tífica m en te las diversas m an ifestacion es d el arte b ello. D esd e en ton ces la crítica artística ha d e ja d o d e ser el ligero análisis de las form as y la o b serv a ción m ás o m en os in com p leta d e una determ in ada m anera d e la técnica, p a ­ ra con vertirse en el ju icio am p lio y p rofu n d o, resu ltado d e una visión cien tífica h echa a través d e un prism a, de cu y as m ú ltiples facetas, con cu rren en arm on iosa teoría, m uchas lu ces a una alta y vigorosa con clu sión . Q u erem os decir con esto, que el crítico es h o y el m aestro qu e co rri­ ge, el cin cel qu e lim a las obras d e otras a ctividades, p ero que corrige y lima co n fo rm e a los m o d e lo s que, a fuerza d e un ansioso tra b a jo de p erfeccion a m ien to, ha lograd o obten er c o m o ideales. Y n o p arezca h ip é rb o le el atribuir a la crítica c o n ­ tem porán ea esta elevad a m isión integrativa y d e m ejora, si d e an tem an o nos descartam os d e creer co n algunos p u ­ blicistas d id ácticos, qu e el arte crítico n o tiene influencia m od ifica tiv a sobre la obra q u e juzga. T o d a cien cia co m o to d o h om bre, to d o p en sam ien to c o m o to d o m ecan ism o, p u eden aportar un ra yo m ás d e luz o algún con tin gen te de fuerza progresiva para qu e la vida

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avance por horizontes más brillantes en el camino de la ci­ vilización; o al contrario, pueden constituir un elemento negativo de progreso, que en último examen, es una co­ rriente estática.

Y como para los fueros de la experien­

cia, base de toda ciencia, es necesario apreciar en todo trabajo lo que en justos términos, importe de algún modo los intereses del esfuerzo común; de ahí la razón de la exis­ tencia de los valores del espíritu, de ahí la necesidad de poner en trasparencia la labor humana, con el objeto de precisar en qué grado y en qué sentido ejerce influjo en la grandiosa obra universal. Y hé aquí el importante pa­ pel de la Crítica. Hasta antes de la revolución romántica no ha habido verdadera sanción en materia literaria, en todos se sintie­ ron como iluminados por el Espíritu Santo de la mentali­ dad pagana, y todos los que escribían eran poetas, orado­ res, novelistas o autores dramáticos, pero ninguno quiso criticar. Y es que en una época tan brillante para las le­ tras europeas, un apacible ambiente de optimismo y de fe en los destinos humanos, acariciaba los corazones: to­ do lo que se hacía era o debía ser bueno, y no había nada digno de censura en literatura. M ás tarde el neo-clasicis­ mo del siglo X V I I I no podía ofrecer, por la naturaleza misma de su sistema una opinión imparcial sobre labor alguna en poesía; era demasiado académico e inexorable en su preceptiva, y este prejuicio no le permitía encon­ trar en concepciones libres o que representen alguna inno­ vación, nada que fuera bueno. Y de este modo, hacia fi­ nes de aquella centuria, esta carencia de espíritu crítico tolerante y autorizado, con más o menos idénticos carac­ teres, era general a las más avanzadas literaturas de Eu­ ropa. Faltaba, pues, entonces la acción benéfica de la crí­ tica verdaderamente científica; pues el espíritu analítico del siglo de Luis X I V no fué sino, como lo afirma L eB on en su obra Psicología de las Revoluciones, la tempestad

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que tala y destruye, cuya acción fertilizante sólo floreció mucho tiempo más tarde, cuando después de la epopeya napoleónica, bajo el iris de la paz, remozada la humani­ dad, empieza a vivir de nuevo, y las ciencias, la filosofía y el arte toman por mejores derroteros, cuando el espíritu empieza a pensar sobre la suerte de los pueblos y sobre todo lo que ha hecho en los siglos pasados a favor de su bienestar y progreso. Estalla entonces el movimiento de autonomía romántica en el arte, y se levanta, como lógica consecuencia, la Crítica ocupando el sitio que le corres­ ponde en la literatura.

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ORIGEN D EL R O M AN T IC ISM O E l genial filó so fo T a in e ha d ic h o : “L a o b ra literaria es el p rod u cto n ecesario d e cierto n ú m ero d e causas g en e­ rales y perm anentes que se p u eden red u cir a tres: la ra­ za, el m ed io y el m om en to. H a y una relación constante entre el estado de alm a qu e p rod u ce la síntesis d e la ra­ za, d el m e d io y d el m om en to, y el carácter general de las p rod u ccion es literarias que expresan ese estado de a lm a ” . S om etién d on os a este p rin cipio, v a m os a estudiar esa trip le virtualidad generadora en el espíritu español, para darnos la ex p lica ción d e la génesis d e la escuela rom á n ti­ ca. M as, es necesario no olv id a r qu e aquellas tres en ti­ d ad es creadoras, citadas p or el sabio francés, entrañan en sus térm in os sintéticos tod a una n ebulosa d e m otivos, que n osotros h em os p rocu ra d o exam inar pacien tem ente, para h aceros una exp osición sucinta, p e ro m inu ciosa y clara en lo p osible.

ELE M E N TO S PR O VE N IEN TES D E LA RA ZA

L a raza españ ola cu m p lie n d o ley es fatales de e v o lu ­ ción y d e vida, llegaba a un p e río d o d e desaliento hacia el siglo X V I I I , d esaliento en raizado en el e x ce siv o tra b a jo d e las ed ad es pasadas. Si registram os el p a p el qu e en ese tie m p o ha d esem p eñ a d o en el escen a rio d e la civiliza ción , si valu am os su con trib u ción al d esen v olv im ien to hum ano,

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no se desmiente lo dicho: las manifestaciones sensibles de aquella época de su vida, todas expresan una visible pos­ tración moral e intelectual, como indolente cansancio de las fiebres heroicas de su virilidad y de las exaltaciones pensantes de su juventud de oro. Mientras en esta raza latió en toda su fuerza el enér­ gico espíritu de los bárbaros, luchó en la Edad M edia con­ tra la invasión árabe en una gloriosa cruzada de religión y patriotismo, y llevando más tarde su pabellón a la proa de las naves de Colón con rumbo al descubrimiento de América, este pueblo batió entonces, entre todas las na­ ciones del mundo, el record de brillante y fecunda activi­ dad. En armoniosa comunión con este elemento de ca­ rácter, la sangre latina vibrando en profundos esfuerzos de especulaciones filosóficas y sublimes creaciones de ar­ te, rodeó al espíritu español de sólidos títulos de superiori­ dad intelectual, esparciendo ante la historia, luces tan be­ llas, que hacen honor a la especie humana. Pero las preponderancias tienen su fin: cuando se de­ bilitan los mecanismos internos y profundos en la médula misteriosa de la vida, las fuerzas creadoras se tornan en estériles convulsiones de esfuerzo y acción, y el fósforo del cerebro también languidece. La historia puede ofrecer­ nos muchos ejemplos de estas alternativas de decaimiento y pujanza en los pueblos; y sólo aceptando esta verdad es como se explica el nacimiento, trasformaciones y muer­ te de tantas razas que han pasado por el escenario del glo­ bo. El eminente sabio Le Bon ha probado que la raza fican exactamente las mismas operaciones de la vida; y desde que cada individuo como célula del gran organismo ético a que pertenece, nace, crece y muere ¿por qué el to­ do organizado no ha de nacer, crecer y morir también, cuando la economía humana está sujeta a las variaciones de fuerza vital que en el laboratorio soberano, origina el complejo concurso de mil diversas entidades que elaboran la vida?

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L as fuerzas p roced en tes d el interior d el espíritu, a q u e­ llas fuerzas perm anentes de que nos habla el m ism c T a ine, ced ie n d o al círcu lo peren ne d e p oten cia s externas, c e ­ d ie n d o a la acción del m edio, habían su frid o variaciones d e d irección en la raza española, habían su frid o una m o ­ d ifica ción plural en las intensidades d e sus diversas m ani­ festa cion es: el seren o p en sam ien to de C a ld erón d e la B a r­ ca y d e F ra y L uis d e L eón , aquel p en sam ien to claro, alto y tranquilo, p ro p io d e la e d a d viril d e un p u eb lo, aparece cara cterizad o p or el desbocado vuelo de fantasía, y al sen ­ tid o reflexión su ced e el instinto p or los delirios. Y es que h a y una ley p sicológica en los h om b res y las razas, c o n ­ sistente en que, al cesar el p en sam ien to ra zon a d o y seren o d e la edad m adura, co m o coro la rio fatal v u e lv e el p re d o ­ m in io d e la fantasía sobre la razón, v u elv en los p o é tico s sueños d e los tiem p os prim itivos, y en ton ces el espíritu piensa p or im ágenes, co m o diría G renier. P o r eso G oeth e p od ía cantar estos h on d os versos, cu a n d o d eclin aban sus a ñ os:

Tornáis de nuevo hermosas imágenes flotantes que dulce y melancólico un día os contemplé. ¿Asiros y teneros podré feliz com o antes? ¡Aún vuela hacia vosotros el alma, cuando os v é !... E l m ism o p rin cip io an teriorm ente citado, n os lleva a en contrar en esta raza otra cualidad, cual es, la asombrosa

sensibilidad que la caracteriza en el m ism o m o m e n to his­ tó rico al que la referim os, pues esta nota es u no de los ele­ m en tos característicos de to d o estado d e fe b ril agitación. D e aquí qu e las m en ores im presiones, las m ás sutiles in­ fluencias am bientes, h a cien d o una huella p rofu n d a en el espíritu español, despertaran en él dolorosas m editacion es, peren ne hastío d e la vida y el adentrarse a los latidos d el corazón , cre y e n d o en contrar en ellos, c o m o un ritm o de con su elo, la rev ela ción divina d e los ú ltim os destinos d e los hom bres.

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S ob re estos elem en tos existen otras in clin acion es fu n ­ dam entales, q u e residen en el fo n d o p erm an en te d e la ra­ za; tales son : el espíritu pasion al que ha in form a d o siem ­ pre tod as sus crea cion es artísticas, y que se m uestra acen ­ tu a d o gran d em en te en los ú ltim os tiem p os; los arranques de v a lor y arrogancia qu e h acen del esp añ ol un espíritu de aco m etiv id a d y altanería ciegas; los sentim ientos inna­ tos d el h om bre, c o m o el d e la dignidad, el am or y la reli­ gión, qu e tienen en esta raza fuerzas p rofu n d a s y ca rá c­ ter em in en tem en te ardoroso, al extrem o de constituir las m ás violentas pasiones, d e b ie n d o advertir qu e este ú ltim o elem en to, p ro p io d e la raza latina, ha to m a d o en el espa­ ñ ol m ás energía p or la in flu encia d e la cálid a sangre de los árabes; y en ú ltim o térm ino, surge aqu ella p re d ile c­ ción qu e le es fundam ental, p o r la b elleza form al, su a fe c ­ to a las líneas robustas, las p ro p o rcio n e s grandiosas y los colores fuertes. T a l es el tem p era m en to lírico d el rom an ­ ticism o castellan o; el id ealism o d e D o n Q u ijote en lu ta d o p or el negro p esim ism o d e E sp r o n ce d a : una p oesía en que los ideales se buscan n o ya con la serenidad d el cora zón sano, con d ición im p ortan te para las esp ecu la cion es on tológicas, sino co n las alas de la im a gin ación ardiente, d ó ­ cil instrum ento d e las fuerzas em otivas. P o r últim o, no d eb em os olv id ar sobre to d o esto, la fa cilid a d con qu e a ce p ­ ta el espíritu esp añ ol el a d v en im ien to d e n u evos sistem as q u e n o se op on gan a sus caracteres de raza, fa cilid a d que p erm itió a la escu ela rom án tica su gen eración y desarrollo. A h ora b ie n : reasu m ien do estas con sideracion es, v e re ­ m os q u e la raza ha d a d o a la p oesía rom án tica los siguien­ tes e lem en tos: 1°— E l p red om in io d e la fantasía, exp resa d o p or una filosofía idealista. 2 °— U n fo n d o d e m e la n có lico y exqu isito sentim en­ talism o. 3 9— R efin a d a sensibilidad.

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4 9— P red om in io d e los sentim ientos de am or, honor, p atriotism o y religión, tra d u cid os en sublim es pasiones, violen cias d e sangre y m isticism os fanáticos. 5°— E l instinto p or la b elleza d e las form as y lo so­ n oro y grandioso. 69— C om o m ed io que fa cilitó el triu n fo d el rom an ti­ cism o, el carácter veh em en te y v o lu b le d e su psicología.

ELE M E N TO S PR O VE N IEN TES D EL M EDIO

La naturaleza.— S a b id o es que la vida hum ana está determ in ada en sus distintas m an ifestacion es intelectuales, p or las fu n cion es elem entales biológicas. R esu lta d o de éstas es la organ ización d éb il o v ig orosa de las altas fu n ­ cion es cerebrales; sien do n o m en os cierto qu e aún en la idiosin cracia esp ecial d e ca d a pu eblo, gran parte de los m atices d iferen ciales qu e lo separan de los dem ás, son flo ­ rescencias d el p ecu liar m o d o co m o está organ izada su v i­ talidad p or la naturaleza circu n dan te. S iem pre h u b o una correlación , sujeta a leyes

p erfecta m en te

fijas, entre

la

obra d el in d iv id u o y la a c ció n del m e d io qu e le o frecen las con d icion es d el territorio y clim a, ju n tam en te co n la realidad o b je tiv a form a d a p o r los dem ás hom bres. L a península españ ola p o r su situación geográfica, es desde to d o punto, fa v ora b le para las crea cion es artísticas. P o co s p u eb los entre los que están situados en tierras eu ­ ropeas, p u ed en encerrar en sí una fu en te tan co p io sa e in­ tensa d e inspiración. S ólo sería com p a ra b le co n las m a ­ ravillosas regiones del O rien te y de A sia, regiones en d o n ­ de p arece qu e la m an o d el C reador hubiera sid o m ás p r ó ­ diga en derram ar tanta su blim idad d e co lo re s y m u rm u­ llos, tan p om p osos en cantos en las form as de la natura­ leza, tantas y tan bellas m atizacion es d e son id o y de luz. L a belleza natural en España, sustentada p or la vibran te v italidad p rofu n d a de las ba ja s latitudes, p or un p o d e r o ­

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so lenguaje, movido y majestuoso, grácil y solemne, cán­ dido y sensual, pero siempre esencialmente expresivo e inquietante, la belleza natural ibérica, decimos, puede con­ siderarse como la India del continente europeo, como una fuente fecunda para la vida del arte. Ahí puede el artista hacer brotar como la bíblica vara de Moisés, con el con­ juro divino de su sentido intuitivo y creador, los más ro­ bustos raudales de inspiración. En el seno matriz de aque­ llas comarcas late la belleza perenne, abierta para todos los latidos del corazón, para todas las idealidades huma­ nas, en fin, para todas las diversas capacidades del gusto estético. Todas las bellas artes pueden encontrar en ellas eternas fuentes de inspiración, tanto porque ahí son múl­ tiples y variadas las condiciones del material con que se da concreción a las bellezas ideales, cuanto porque la dúc­ til pluralidad de las bellezas naturales suministra infini­ tas esencias, órdenes elevadísimos de ideas medulares pa­ ra todo género de obras artísticas, especialmente para las de literatura. Decía Oscar M iró Quesada que “las emociones esté­ ticas que la contemplación de la belleza produce, sacuden y revuelven el espíritu profundamente, agitando las acti­ vidades psíquicas, sentimentales más ocultas; y siendo de este modo un poderoso reactivo para el alma”. Efectivamente: la belleza natural, como entidad en­ volvente del dinamismo espiritual del hombre, como un sistema de influencias de modalidades más o menos dura­ deras, labra la materia humana ajustándola a moldes de­ terminados, a estados perfectamente precisos, haciendo en este caso los oficios de una verdadera educación. Las pri­ mitivas formas pues cumpliendo la ley del doble mecanis­ mo destructivo y constructivo al mismo tiempo que se opera en todo orden de procesos, son modificadas. El me­ dio ambiente natural de España con su belleza exuberan­ te, como es de suponer, ejerce su más directa influencia en la imaginación.

D e ahí que acordando esta influencia

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a la predisposición, fantaseadora de la raza, d é p or resul­ ta d o el ca lu roso a rroba m ien to d e la m ente, la fuerza ins­ tintiva hacia las lu cu bracion es d el en su eñ o y los infinitos viajes p or el país d e la pura fantasía. Este con sorcio entre la fa cu lta d suprem a d el espíritu españ ol y el estím u lo d el m e d io a avivar esa representa­ ción en un d esen fren o locuaz, d esv ia n d o un ta n to la se­ rena p on d eración d el m eca n ism o intelectual, acarrea des­ de lu ego un descen so de ca p a cid a d de la razón, red u cien ­ d o el ca m p o de este p o d e r cu lm in ante d el espíritu. D e s ­ pués de la ruptura d e las form as anteriores d e l p en sam ien ­ to, la naturaleza organiza un flo re cim ie n to d e n u evos sis­ tem as, de n uevas orien tacion es en la a ctiv id a d con scien te, in stitu yen do una p sicolog ía en que la im a gin ación cre a d o ­ ra in flu ye p od erosa m en te sobre la in teligen cia d el h o m ­ bre. D e esta im agin ación q u e penetra las interioridades de tod as las existencias y tod os los m ecan ism os y que tras­ pasa los tiem p os y el espacio, d e esta im portan te ca lifica ­ ción del espíritu, surge una n u eva nota en la p sicolog ía es­ pañ ola, cual es al adelantarse p o r a cción intuitiva al c o ­ n ocim ien to d el futuro, la v isión lejana d e las edades v e ­ nideras d e la v id a y el sen tim ien to d e los rem otos d esti­ nos. U na fuerte p oesía m etafísica es h ija d e esta p oten ­ cia im aginativa, una p oesía to d a h ech a de nostalgia, de añoranza p o r lo qu e se con tem p la en sueños y falta en la realidad, una poesía cu y o rasgo sin crético es el tem a d el p asad o y el etern o p rob lem a d el futuro. D e otro lado, una naturaleza c o m o la d e España, esen­ cialm en te sugestiva, p o r razón de su m ism a su blim id ad generosa que atrae, qu e encanta y ro b a con tin u am en te la atención, tiene p or fu erza qu e m o d ifica r la sensibilidad en el sen tido d e refin ad a , d e acostum brarla a perturbarse co n los más sutiles roces d e las exterioridades, d e edu car­ la, en fin; y d e aquí la im portan cia dad a a las realidades ob jetiv a s más insignificantes, co m o fuertes m otiv os d e re­ v olu cion es profu n das en el pen sam ien to, p ro d u cie n d o des­

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d e luego, la in qu ietud d el espíritu y la ten sión v o litiv a en ­ cam inada a la a cció n creadora. L a exquisita sen sibilidad origina, pues, una fe rm e n ­ ta ción d e la v olu n ta d ; y co m o según S ch open h a u er “ b a jo cu alqu ier form a qu e se presente los cu id a d os qu e nos in s­ pira una v olu n ta d qu e n o cesa d e ser exigente, llenan y agitan sin cesar la co n cie n cia y sin re p o so v e rd a d e ro no h a y bienestar p o sib le ”, es con secu en te d ed u cir que el ú l­ tim o resultado d e esta sensibilidad refinada es la in qu ie­ tud doliente, el hastío que es el elem en to inseparable de la p oesía rom ántica.

La sociedad .— H e m o s d ich o que había una d e ca d e n ­ cia en el p u e b lo esp añ ol en el siglo X V I I I , y esto m ism o se con firm a p o r lo qu e d ice un rep u ta d o h istoriador d e nuestros días, cu a n d o d ep lora qu e “cu a n d o pasó d e este m u n d o C arlos II, hacía tie m p o qu e habían pasad o la g lo ­ ria y el in gen io d e la n a ción española. N o q u ed a b a n más que el territorio y la raza: esta últim a m u y dism inuida y m u y d esalen tad a” . P ues bien ; el a d v en im ien to de la Casa d e B o rb ó n al trono, con stitu ye un a con tecim ien to d e gran im portan cia para la suerte d e la P enínsula, p o rq u e los tres p rim eros reyes de esta dinastía h icieron la regen era ción d e la so­ cie d a d española. B a jo la in flu encia d e Francia, E spaña se con virtió en un p u e b lo m o d e la d o en t o d o ord en en las form as de la socied a d parisiense. T o d o se a fra n cesó: desd e las altas esferas intelectuales hasta el m o d o d e ves­ tir, p u d ien d o d ecirse qu e solam ente el carácter nacional, cu y os fu eros son sagrados p o r fuertes, subsistió. E sta in­ flu en cia fran cesa se fo rtificó co n la a b d ica ción d e C arlos V I y con la guerra qu e antes de este a con tecim ien to, se h abía realizad o entre am b os países, guerra que ha sido con sid erad a p or los h istoriadores n.o c o m o la sim ple o p o ­ sición entre el p rin cip o m on á rq u ico y la d em ocra cia , sino co m o la lucha entre el antiguo régim en social, p o lítico y

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religioso y los diversos n u evos sistem as d e organ ización q u e surgían de la R e v o lu c ió n fran cesa; y así e l proselitism o d e las guerras d e N a p o le ó n d ieron sus fru tos c o n la C on stitu ción de C ádiz, C onstitu ción que representa en tér­ m inos p recisos el triu n fo d e la libertad d el h om b re in d i­ vid u al y socialm en te con sid erad o. P o r esto d ice L e B o n y otros autores qu e fu é esta reform a un h e ch o natural en e l curso d e los siglos; p orq u e el espíritu d e libertad es esen cialm en te n ecesario al ser h um ano, co m o parte in te­ grante d e su naturaleza. C on esta C onstitu ción se d errib ó el d ogm a tism o te o ­ lógico, la m etafísica escolástica que eran la filosofía tra d i­ cion al d e E spaña, en fren tada a las cereb ra cion es n uevas q u e habían sido originadas p or las n ecesidades d e la é p o ­ ca y a la n ueva orien ta ción qu e h abía to m a d o e l pen sa­ m iento cien tífico con los elem en tos d e o b serv a ción y e x ­ p erien cia y a d escu biertos; resu ltan do d e esta ca íd a d el des­ p otism o intelectual, el sistem a d e inteligencias libres y n u e­ vas que, p rim ero en las clases ilustradas y m ás tarde en la m asa pop ular, con stitu y ó con p osteriores reform as y n u e­ v a s d irecciones, el espíritu del p en sam ien to esp añ ol en el sig lo X I X . E l ca tolicism o qu e había sido el fo n d o d e la u nidad d e las leyes, carácter y costu m bres d e la socied ad , en su­ m a d el ser c o le ctiv o en la P enínsula, tam bién se d eb ilitó con el n acim ien to d el p rin cip io de la d u da m e tó d ica ca r­ tesiana en el pen sam ien to españ ol y cu a n d o se e m p e z ó a m editar in d ep en d ien tem en te d e tod a escuela, n o tom a n d o y a como fu en te d e consulta los ven erables in folios clási­ cos, sino los libros franceses, p orq u e éstos eran la libertad d e l pensam iento, el racion alism o ju sto, c o m o las obras de V olta ire, R ou ssea u y otros. L a m oral cristiana co n sus d e v o cio n e s piadosas, con el terror d e que rod ea b a a la p rá ctica d e los sacram entos d e la penitencia, la su p erstición sob re trad icion es p ia d o ­ sas y la creen cia en espíritus sobrenaturales q u e habitan

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ocultamente la tierra; la moral cristiana, decimos, con todo el cortejo de exageraciones bíblicas, regía la sociedad cu­ yos principios morales, a pesar de este riguroso fanatis­ mo, atravesaban un período de relajación, en que cedían al triunfo de los caprichos de la pasión y la fuerza con mengua de los fueros de la virtud; sin que por esto des­ falleciera el sentimiento de la fe cristiana que continuaba fuertemente arraigado, lo que hiciera decir al Padre Colo­ ma que todos los españoles se arrepentían antes de morir. Bajo el punto de vista económico, España no gozaba de completa holgura en su riqueza pública y privada, pudiendo decirse que a raíz de la Independencia de Améri­ ca, se produjo en la Península un profundo desasosiego por la bancarrota de sus finanzas; ya sea por el atraso de la ciencia económica importante para dar una mejor orien­ tación al fomento de las industrias y agricultura, o ya por que aquello fuera la consecuencia lógica de pasadas disi­ paciones económicas llevadas a cabo en ingentes propor­ ciones con motivo de las guerras de religión y de sucesión. La actividad intelectual, por este motivo, languidecía des­ de el punto de vista científico, ganando en cambio artís­ ticamente; puesto que es un hecho comprobado por la his­ toria de la literatura y por las leyes fisio-psíquicas huma­ nas, que la más alta y sincera poesía es hija de la pobre­ za, que parece ser uno de los reactivos más enérgicos para despertar la inspiración en las facultades más nobles del artista, generando en el espíritu la ternura sentimental más pura y elevada. Y por esto podía cantar un poeta colombiano que: “A l blando arrullo de opulenta cuna no se m ece jovial la poesía”. La Constitución de 1812, pues, había declarado sin duda muchas libertades para la sociedad y el individuo; pero quedaban aún latentes en el espíritu social otras tan­

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tas co n v iccion es y anhelos de d erech os y libertades. P or esto, en m ás de la m itad del siglo p asado ha con tin u a d o en E spaña v iv ie n d o la v ie ja ten d en cia llam ada el libera­ lism o, en qu e se agitan tan tos sanos ideales d e p e rfe cció n in d ivid ual y social, y que ha d a d o lugar a las diferentes rev olu cion es habidas en E spañ a y en las qu e han to m a d o parte, c o m o era lógico, casi to d o s los poetas. P e río d o de d ecla ra ció n de libertades y tolerancias en t o d o ord en de relaciones, los p rim eros lustros del siglo X I X , en que la tierra d el C id se levan ta co n un n u e v o ch isp a zo d e luz en el ce re b ro y un im p u lso entusiasta en el p ech o, fu é ta m bién gen erad or d e la libertad en el arte. ¿ Y por qué n o había de penetrar la literatura este h álito fe cu n d o de libertad qu e estallaba co m o un v o lcá n d el se­ n o de los p u eblos y se derram aba desd e las orillas d el Se­ na hasta la T ierra d el F u e g o en ultram ar? Y a lo d ijo V íc to r H u go, el cau d illo rom á n tico francés, q u e el p rin ci­ p io esencial del R o m a n ticism o era la libertad. T a l v ez el R om a n ticism o no hubiera triu n fad o sobre las dem ás escuelas de literatura si n o se p ro d u ce la R e ­ v o lu ció n francesa; d e aquí qu e este m o v im ie n to d e tanta trascen d en cia en el terren o d e los prin cip ios y en el o r­ den de la naturaleza, h a llan d o e c o en la península esp a ­ ñola, h a ya sido en parte la causa eficien te y la única causa oca sion al d e la rev olu ción rom án tica con tra el estrech o clasicism o reinante. N ad ie pu ede, pues, p on er en duda que la escu ela ro ­ m ántica en E spañ a tiene sus más sólidas bases en la R e ­ v olu ción filosófica d el siglo X V I I I , a c u y o so p lo se p u l­ verizaron las colu m n as del antiguo organ ism o socia l y tu ­ v o su aurora el la qu e tu vieron y rem olin os de necesidades, los

espíritu d e lib erta d e n el arte; reform a d e que brotar entre m uchas n ubes d e dudas inquietud, los n u ev os intereses, las nuevas n u evos d erech os qu e se insinuaban enérgi­

cos, urgentes, im prorrogables, co m o fórm u la d e solu ción de la nueva vida d e los pu eblos. Estas fuerzas opuestas

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en el seno de las m odern as sociabilidades, aquellas agita­ cion es en la som bra, pen etraron en el alm a individual, en busca d e cristalización .

E spaña sintió c o m o los p u eb los

que m ás estos afanes p o r la n orm alid ad , la orien ta ción y el id eal d e la civ iliza ción m oderna, e in form ad a p o r el n u e v o espíritu social qu e h em os descrito ligeram ente, sur­ gió la p oesía rom ántica, a cu y a g en era ción y desarrollo con spiraron los siguientes fa ctores p roven ien tes d el m edio. 1” — E l am or a la naturaleza, la ten d en cia a ver en ésta la cla v e d el m isterio d e l m u n d o y a descu brir en to ­ dos y cada u n o d e los seres un p e d a z o d el gran to d o que es la C reación , d irigien d o el p o e ta sus in terrogacion es fi­ losófica s a las ley e s y m ecan ism os universales en qu e cree p alpitar el m ism o ritm o qu e p a lp ita en e l espíritu hum ano. 2 9— C o m o con secu en cia d e estas co n cep cion es, la idea d e su relación secreta e íntim a, intensa e in visible entre las bellezas naturales y las d el espíritu. 3 9— E l esplritualism o filo s ó fico qu e es uno d e los ca ­ racteres esenciales d el R o m a n ticism o. 4 °— L a fantasía ardorosa tra d u cid a en los p rob lem a s de m etafísica y teolog ía que son el fo n d o com ú n d e las creacion es rom ánticas. 5° — L a sutileza en los m o tiv o s d e inspiración q u e ha­ ce qu e d e los m ás sim ples y vulgares incidentes, b roten a torren tes las m ás grandiosas creacion es. 6 °— L a fecu n d id a d en la p ro d u cció n artística. 7°— L ib erta d en los m otiv os d e inspiración con tra el sentido aristocrático d el n eo-cla sicism o; y en la técn ica form al, con tra la p recep tiv a d e B oileau . 8 9— L a h egem on ía in dividual sobre la socied ad , qu e es tam bién la n ota esen cial en el R om a n ticism o. 9 °— L ib erta d en los ideales. 109— D e las guerras co n N a p o le ó n surgió el senti­ m ien to fuerte d el patriotism o, p or lo que la tra d ición y la E d a d M e d ia fu eron los tem as fa voritos de inspiración, p o r­

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que ahí se encuentra la edad heroica española y su mis­ ticismo de leyenda. 11°— La superstición religiosa. 12°— D e la libertad del pensamiento, surge la duda en los destinos del hombre y la conspiración contra los dogmas católicos, traducida en cierta irreligiosidad deses­ perada y el pesimismo. 13°— Lucha de sentimientos y pasiones intelectualizados en una orientación más amplia y filosófica. 149— Ternura exquisita, y por consiguiente intensa elevación de poesía emotiva. 159— Como elemento comprensivo de todos los an­ teriores, el lirismo llega a la cúspide de su desarrollo en la poesía.

ELE M E N TO S E X T R A N JE R O S

Aquella nueva psicología, aquellas nuevas fuentes de inspiración que hemos dicho caracterizaban al pueblo es­ pañol, resultado de su raza, de la naturaleza y de las úl­ timas renovaciones de su sociedad, necesitaban una nueva fórmula artística dentro de cuyas proporciones y dirección se trasuntaran en obras literarias. Esta fórmula, estas di­ recciones surgieron precipitadas y empapadas por las in­ fluencias extranjeras. Menéndez y Pelayo ha pontificado de este modo: “Debemos cultivar relaciones cada día más frecuen­ tes con los doctos de otros países, pospuesta toda mezqui­ na rivalidad, domada toda sugestión de amor propio y hasta perdonando cuando necesiten indulgencias, las as­ perezas injustas de la crítica, los desahogos de mal humor, los alardes de superioridad petulante, siempre que estos defectos de crianza y cortesía más que de literatura, va­ yan compensados con méritos y obsequios reales al ídolo de nuestros amores, a la inmortal y desventurada Espa­

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ña, en cu yas aras d e b e con su m ir el fu e g o to d o sentim ien­ to im p u ro y m en gu a d o de iracundia o d e v a n og loria ” . T ra em os esta v e rd a d del ca so para m anifestar que el R o m a n ticism o n o es só lo p ro d u cto d e E spaña, sino tam ­ bién d el gran ca u d a l d e ideas q u e le ha v e n id o d e las m en talidades d e otros países eu ropeos, co m o v e m o s a v e rlo :

Italia .— A l disiparse las últim as som bras de los tiem ­ p o s bárbaros, hacia el siglo X I V surgió una p oesía c o m ­ p letam en te a u tócton a en Italia. Las obras d el D a n te y d e P etrarca, con ten ien d o un fo n d o d e b elleza co m p le ta ­ m en te n u evo, co m o n u eva era la civ iliza ció n d e q u e b r o ­ taban, se esparcieron p or tod a E uropa, y en el m ism o si­ glo, Iñ igo L ó p e z d e M e n d o za , entre otros autores, escri­ bía sus son etos a la m anera italiana. A qu ellas obras tradu cidas al castellano, llev a ron un sistem a de p en sam ien tos y sentim ientos qu e d eb ía n flo r e ­ cer en to d o su b río en la literatura del siglo X I X , en que en con traron tierras fera ces para su m e jo r germ inación y desarrollo. E n prim er lugar, la idea d el A m or, según el alegorism o florentino, representa la exa lta ción religiosa en un p u ro fu eg o d e celestes gozos; es una llam a del am or de D ios, b a ja d a al espíritu de la h um anidad para en alte­ cerla e ilum inarla, para vivificarla, m an ten ien d o en cen d i­ d o el sen tim ien to de una ventura rem ota, d e un paraíso celestial, en d on d e aqu ella llam a se acrecenta, se engran­ d ece al ser recibid a en el am or etern o de los cielos. Y este sen tim ien to de un am or puro, b e n d ito p o r la m an o de D ios, atraviesa la T ie rra c o m o so p lo d e con su elo, ha­ cien d o v ivir al h om b re una nostalgia infinita p o r el E m íreo; y aunque p erfu m a la vida, n o satisface la sed d e l c o ­ razón que sólo en contrará la dicha co m p le ta co n la m u er­ te; desp ertan d o m ientras tan to en el alm a un v a g o anhelo, un peren n e d o lo r d e in defin ibles ansias, en fin, esa a d o ­ ración insaciable, ese m ístico a rrobam ien to de la pasión

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pura que h ace ver en los o jo s d el ser am ado, un le ja n o e inasible paraíso. P o r esto el am or en el m u n do, ese am or qu e inspirara al v e rb o dan tesco, en este sentido, es una pasión cu anto m ás bella, m ás dolorosa, cu a n to m ás m eta­ física, si ca b e la palabra, m ás m ela n cólica , p o rq u e m ien ­ tras más se d escu b re un aliento d e cie lo en él, m ás intensa, y con m o v e d o ra es la atra cción a la gloria celestial, y es m ás triste y torm en toso h acer el v ia je p o r la T ierra, atra­ vesar la cá rcel m undanal entre una lev e sonrisa d e espe­ ranzas y un espasm o de som bra e inquietud. P o r esto ta m bién la m ujer, tierna y sentim ental más qu e el h o m ­ bre, cristiana y soñadora, d a d a a los fe rv o re s y p en u m ­ bras religiosas, lleva encerradas en su p e ch o pasiones en b o tó n que aguardan el c o n ju ro d e las santas ternuras y los suspiros am antes, para abrirse en rosas y fragancias espi­ rituales y en d u lces desfallecim ien tos d e tím ida pa lom a en ebried a d de cielo. ¡P orq u e el am or es su prem o gozo! ¡P orq u e el am or es m artirio! E l am or es el alm a d e l m u n ­ do, y to d o lo grande d e la v id a es ob ra suya; p o r con si­ guiente la p oesía encuentra en él sus m otiv os m ás elev a ­ dos, es d ecir los dram as d e la v id a en qu e laten las m ás grandiosas em ocion es, los delirios m ás santos, los senti­ m ientos m ás n obles y abnegados, en una palabra, en d o n ­ d e la h u m an id a d se m anifiesta en la plen itu d d e sus b e lle ­ zas y en las más p rofu n d a s y secretas p u lsacion es d el c o ­ razón . P e ro co m o los sen tidos en el h om b re se sublevan en con tra d e aquel género de virtudes e id ealid ad es puras, en ton ces surgen las luchas en el m u n d o interno, las b a ta ­ llas cora zón adentro, luchas qu e d eb en ser vivid as p or las m usas d on d e quiera qu e se en cu en tren : en la cám ara de los reyes, o en la ch oza d e los m íseros; en las vírgen es que pasan sin m an ch a p or el m u n do, o en las figuras bacantes q u e se arrastran en el fa n g o d e la carne y d e los v icios; en los h éroes o en los cob a rd es; en los h om b res idólatras d el b o sq u e o en los u ngid os p o r la luz d el bau tism o. E l d e ­ g en era d o y el virtuoso, el asceta y el sacrilego, e l triste y

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el qu e v iv e en.tre sonrisas y placeres, el p o d e ro so y el siervo, to d o s con stitu yen la esencia inspiradora y el o b ­ je t o d e la poesía. S ien d o ca d a h o m b re el fo n d o m ism o de la poesía, la in spiración es personal, su bjetiva, p o rq u e en ca d a can to v a y a una esperanza y una pena, y a una dich a y un d esen ­ gaño, y a una sonrisa y una lágrim a. E l pensar en el a m or a b solu to, en la etern id a d d e es­ te sentim iento, espolea la im a gin ación españ ola qu e en el siglo X I X m ás qu e n unca era prep on deran te. A d em á s d e estas ideas y sentim ientos, la in flu encia italiana, con trib u y ó para qu e el e n d eca síla b o floren tin o subsistiera en la p oesía castellana del m ism o tiem p o, p o r ­ q u e estan do escritos los versos d el D a n te y d e P etrarca en esa form a m étrica, las tra d u ccion es a nuestro id iom a la con servaron .

Inglaterra.— L o s literatos qu e m ás han in flu id o para la p rod u cción d el R o m a n ticism o en España, han sido Sha­ kespeare, M ilton , L o r d B y r o n y W a lte r S cott. P e r o es de n otar qu e las leyen d a s rom án ticas de algunos d e estos au­ tores, esp ecialm en te de los dos prim eros, son de im p orta ­ ción gen uin am en te italiana, es decir, tom adas d e algunos p oeta s d e Italia im itadores a su v e z d e D a n te y B o ca ccio . S hakespeare, co lo s o d el tea tro inglés y una d e las m ás altas figuras d el p en sam ien to h um ano, tenía que e je r­ cer un exten so y p o d e ro so in flu jo en las literaturas eu ro­ peas. El genial autor d e Hamlet fu é len tam ente tra d u cid o al castellan o en el siglo X V I I I y al inaugurarse el X I X ; p ero de m o d o m ás fiel e intenso se han sen tid o las p r o y e c ­ cion es de su tem p era m en to artístico en la m en talid ad la­ tina, p o r m e d io de la p od erosa com p ren sión fran cesa que asim ilan do g olosa m en te sus creacion es, las ha co m u n ica d o en seguida al espíritu español. P ues p a rece qu e d e b id o a qu e el p u eb lo francés tiene un p o c o m ás d e sangre germ a­ na en sus venas, es sin d u da qu e tiene fa cu lta d m ás intui­

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tiv a y gusto m ás sim p á tico para co m p re n d e r m e jo r el in­ te le cto septen trional de E uropa. L a p oesía d e Shakes­ p eare y M ilto n tra jo a E spaña el sen tid o d el análisis fi­ lo s ó fico d el h om bre, en. c u y o seno ca b en tantas som bras y op osicion es, tra jo el estu dio de los caracteres universales c o m o la tra ición y el crim en, la a m b ición y la intriga, los celos y el suicidio, al la d o d e grandes virtudes c o m o el a m or p u ro y la pied a d , la gen erosidad y el m artirio, la ab n ega ción y el altruism o. L o m a ra v illoso cristiano, las b ru ja s y los genios m a léficos qu e se herm anan tam bién co n las tra d icion es p iadosas y el carácter su p ersticioso espa­ ñol, p rod u jeron ad m iración y entusiasm o entre los p oetas castellan os; pues a q u ellos elem en tos v ien en p o r un lado, d e l Paraíso Perdido y p or otro, d e M acbeth y R om eo y Ju­ lieta y otras obras d e Shakespeare, d e b ie n d o agregar que la gran co n ce p ció n d e la ob ra d e M ilto n a v iv ó en E spaña las creencias cristianas con ju n ta m en te co n la santidad d el am or, la d eb ilid a d d e la m u jer, la ex p lica ció n b íb lica d el origen d el m undo, la in m ortalid ad d el alm a y la existen­ cia d e los ángeles caíd os qu e suelen ven ir a la tierra a per­ tu rbar y tentar a la hum anidad. L a n ov ela de W a lte r S cott ex ten d id a tan p rod ig iosa ­ m en te en los países eu rop eos suscitó en la literatura es­ p a ñ ola el gusto p or el co lo r local, el sen tim ien to d e la na­ turaleza a la qu e el h om b re co n fía sus efu sion es y los se­ cretos m ás ín tim os d e sus sueños. L a v o z d e la raza y del m o m e n to en las n ovelas escocesas, ta m b ién en con tró e co en e l sen tim ien to d e pa triotism o español. Y p o r fin L o r d B yron , el n o b le pesim ista, la som bría figura to ca d a de in qu ietud y sed d e p la ceres intensos y d olores profu n d os, llena de desilusiones y h am brien ta de desen gaños; el alm a triste, sím b o lo d e la desesperación hum ana, lleg ó al seno d e la literatura castellana, y al en ­ con trar en la P enín sula a q u e l en sim ism am ien to d oloroso, aqu ella p red isp osición para la tristeza y el pesim ism o, c o n ­ secu en cia de la exquisita sen sibilidad d el espíritu español,

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al encontrar, decimos, tan ancho campo, tanta hermandad para su mal, puso su sello firme en la poesía castellana. Los poemas de Ossian que llegaron a ser tan popu­ lares en Europa y que tan fuertemente se infiltraron en el alma española, son más o menos del mismo espíritu que el de la poesía de los autores anteriormente citados. Respecto a la técnica, la influencia inglesa implicaba la ruptura de principios y reglas absolutas en la ejecu­ ción, cediendo sólo al espontáneo empuje de la inspiración.

Alemania.— Tardo fué el siglo de oro de la poesía alemana, pero a fines del siglo X V I I I las obras de Goethe y Schiller surgieron circundadas por la aureola de lo ori­ ginal con una luz que al igual de la del alegorismo ita­ liano en la Edad Media, era nueva y de brillantes orienta­ ciones. El pensamiento sereno, el vuelo metafísico, las interrogaciones al infinito y el soplo de cristianismo que impregnan esa poesía, junto con el idealismo, las nebulo­ sidades del Norte y el sincero sentimiento de la limitación de la vida, tales son las direcciones del romanticismo ale­ mán impresas sobre la literatura española, quien lea el Fausto y W erther recordará sin duda a El Diablo M undo; quien, lea a Schiller recordará a Zorrilla, para no citar más obras que respondan a una comunidad de ideas y senti­ mientos más íntima. Las bellezas morales constituyen sus más preciosas excelencias, siendo la inspiración variada porque la poesía penetra el cielo y el infierno, la virtud sin mancilla y las figuras mefistofélicas; el templo de Dios y el aquelarre inmundo. Ultimamente, cierto suave senti­ mentalismo en una noche encantada cuando despunta la aurora sobre la negrura de un crimen. Pero sobre todo, tiene relieve la lujuria diabólica despertada por el averno, que hace víctima a la mujer angelical entregada a Jesu­ cristo, y que sin embargo, es perdonada por la misericor­ dia infinita del Cielo. La mezcla de géneros en la literatura alemana, como

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se puede ver por el plan y ejecución del Fausto, es una tendencia que llega también a producirse en la literatura castellana del siglo X I X , y que es uno de los caracteres del Romanticismo. Francia.— La poesía francesa al

finalizar

el

siglo

X V I I I se convirtió en un simple mecanismo y en una fría versificación sin alma. Antes de Delille, el último de los poetas del siglo X V I I I , había existido el tan recordado Andrés Chénier. La ley de la herencia y de la trasmisión a través de la sangre de una determinada psicología étnica, aún cuan­ do tan discutida y hasta despreciada en los actuales tiem­ pos, es sin duda un hecho. Ella está comprobada con el curioso fenómeno de la progenización de Chénier. Hijo de padre francés y de madre griega y nacido en Constantinopla, bajo el abrasador sol de Oriente, supo reunir en un bien señalado hibridismo el carácter de la revolucionaria Francia y las notas sencillas de la olvidada Grecia. Y puede descubrirse en él claramente la línea precisa que separando dos civilizaciones, marca el fin del Clasicismo y la aurora del Romanticismo en literatura, esferas las dos que están determinadas en su poesía: en el sentido clá­ sico por lo mitológico, descriptivo y docente de su inspira­ ción, y la sencillez y la armonía de las formas; y en el sen­ tido romántico, por la duda, la inspiración sincera y su li­ bertad en la ejecución. La última manera de Chénier es en pocas palabras el preludio del romanticismo francés. M á s tarde Chateaubriand, consecuente con las ideas y sentimientos de su siglo, sobre aquella tendencia innova­ dora, intuitiva tal vez de Chénier, señaló definitivamente los dominios más precisos de la poesía romántica, domi­ nios enteramente contrarios al neo-clasicismo pasado, ejer­ ciendo de este modo una influencia profunda y duradera, tan grande, que como dice Grenier, desde el Renacimien­ to, no la ha ejercido mayor otro escritor. Fué este hom­

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bre el D a n te d el siglo X I X que ren ovó, c o m o d ice un crí­ tico d e nuestros días, p o r co m p le to el A rte, n o s ó lo en su form a, sino en la m ateria m ism a d e sus inspiraciones. D í­ ganlo, si no, Atala tan sem ejan te al Tabaré d e Z orrilla de San M artín , Los Mártires del Cristianismo y Renato. M a d a m e d e Stael en san ch ó aún más el sistem a lite­ rario d e C hateaubriand en su obra. L a literatura con si­ derada en sus relacion es con las instituciones sociales, en la qu e d ice al tratar d e la crítica, sigu iendo a S ch legel en cu y os p rin cip ios se h abían em p a p a d o, q u e “ para ju zgar rectam en te las obras d e la inteligencia, es p reciso c o lo c a r ­ las en el m e d io social en qu e n a cieron ” , d e stru y en d o así los id eales absolu tos d e B oilea u . “ A n te t o d o una ép o ca n u eva exige una n u eva literatura. Será n ecesario siem ­ pre sin duda alguna la an tigü ed ad y d el para tom arlas c o m o m ed id a y d e gusto,

el estu dio d e las obras m aestras de siglo d e L uis X I V , p e ro sola m en te m o d e lo de sencillez, d e arm onía, d e n o para alim entar etern am en te las

obras m odern as c o n sus ideas, ficcio n e s y proced im ien tos, so pen a d e con d en a rse a ob ten er p erp etu a m en te ca d a v ez p ru ebas m ás débiles d e los ejem p la res originales” . M a ­ d a m e Stael fué, pues, la qu e fijó después d e los h erm an os S ch legel los prin cip ios sob re los qu e descan san las orien ta­ cion es d e la crítica artística con tem p orá n ea ; aparte d e que rea lizó los ideales rom án ticos qu e pred ica b a , en n ovelas de un fu erte sen tim entalism o qu e pen etraron h on d a m en te en el espíritu esp añ ol; h a b ie n d o sid o ella quien, c o m o rep e­ tim os, em p ap án d ose en e l R o m a n ticism o alem án lle v ó el térm in o R om a n ticism o a la literatura francesa, d e d on d e p a só a E spaña. Lam artine, V íc to r H u g o y A lfr e d o d e M u sset influ­ y eron p osteriorm en te en el lirism o castellano, y fu é el au­ tor d e Los Miserables, quien d e cla ró qu e el p rin cip io esen­ cial d e la escu ela rom án tica era la lib erta d literaria. L a m en talid a d fran cesa ha d esem p eñ a d o el p a p el de precisar la orien tación d el R o m a n ticism o co n el m aterial

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de ideas y sentim ientos de los otros p u eb los eu rop eos y los suyos p rop ios que eran los m ism os, m ás o m enos, qu e los d e E spaña. C on clu im os pues d icie n d o que tod a s estas influencias efectu ad as p or las literaturas eu ropeas en el espíritu es­ pañol, fu eron co m o el re a ctiv o qu e p re cip itó e l flo r e c i­ m iento del rom a n ticism o castellano.

LA PO ESIA CASTELLAN A AN TES D EL RO M AN TIC ISM O

E l gran siglo cald eron ia n o había pasado.

A la vista

de las obras qu e en el siglo X V I I I p r o d u jo el parnaso es­ pañ ol se n ota claram ente una d e ca d e n cia literaria asom ­ brosa. F u erza era después d e to d o qu e el arte c o m o qu e es el esp e jo d e tod a sociabilidad, se agitara en ton ces en un estertor de asfixia. L a crisis social d e la é p o ca n o m e ­ nos qu e las p reocu p a cion es p olítica s y religiosas d ebían im prim ir sus huellas en esa literatura. Y así fué. L a p o e ­ sía en ton ces n o m od ifica b a las con d icio n e s am bientes, n o e je rcía ninguna rea cción saludable en la sociedad, en una palabra no llen aba su m isión, p orq u e se h allaba in ca p a ­ citad a para ello. L a p oesía en el en ten d er de G u y a u y d e la filosofía inglesa, para que se m antenga en su lugar con resp ecto a su m isión en la vida d e los pu eblos, n o só lo d e b e reflejar, sino que d e b e refractar las cuestiones que agitan al espí­ ritu hum ano, es d ecir darles otra d irección d esvián dolas en el sen tido d e la luz; p rin cip io que c o n m e jo r precisión está con d en sa d o en la siguiente fórm u la de F o u illé e : “ E l gen io y su m ed io social nos o fre ce n el e sp ectá cu lo d e tres socied ad es ligadas p or una relación d e d ep en d en cia m u ­ tu a : l 9— L a so cied a d real, preexistente que co n d icio n a y en parte suscita el gen io; 2 °— L a socied a d idealm en te m o ­ d ificad a que co n cib e el genio m ism o, el m u n d o d e v o lu n ­ tades y de pasiones, d e inteligencias, qu e es una esp ecu ­

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lación acerca d e lo p osib le; 3 ?— L a fo rm a ció n con secu tiva d e una n u eva sociedad, la de los adm iradores d el genio, qu e más o m en os realizan en sí, p or im itación, su in n ov a ­ ción . L os genios d e a cción c o m o los de César y N a p o ­ león realizan sus p rop ósitos p or m ed io de la n ueva socied a d qu e suscitan en torn o suyo, y a la cual arrastran con sigo; los genios d e con tem p la ción y d e arte n o m u even los cu er­ pos sino las alm as: m od ifica n las costu m bres y las ideas” . E sto es lo qu e no realizaba la poesía castellana de la víspera del R om a n ticism o. M ien tras al otro lad o de los Pirineos, las letras oficia b a n en los altares de la F ilosofía y d e las diversas cien cias sociales, lo qu e no quitaba que la poesía, al igual que en la península ibérica, se ahogase entre las v oces tum ultuosas d el eva n g elio e n ciclo p é d ico ; el espíritu español h a cien d o p arodia in con scien te de la F rancia intelectual, rom p ía en las m ás fútiles disputas sin n orte ni ideales y tan sólo a n om b re d e los p reju icios de sectas literarias que p o r en ton ces se ja cta b a n de abarcar todas las p reocu p a cion es de la é p oca y que a d ecir verd a d n o ab arcaban ninguna. “ N a d ie niega la in feriorid ad artística de aquel siglo, — d ice el em inente M e n é n d e z y P e la y o — . L os excelen tes líricos, uno d e ellos v erd a d era m en te grande, que aquella centuria en gen d ró en sus postrim erías, p erten ecen al si­ glo X V I I I p or su nacim ien to, e d u ca ción e ideas y al X I X p o r la fech a d e sus más célebres com p osicion es en cu y o b río y p u jan za n o in flu y ó p o c o la torm enta p olítica de 1808 en tod as sus con secu encias; n o p u d ien d o om itirse qu e los m ás n otables escritores d el siglo X V I I I son p r o ­ sistas, y que n o p u eden ser bien ju zg a d os sino desd e este p u n to d e vista” . C om o espíritu p oético, pues, el ú ltim o tercio del si­ g lo últim am ente citado, tenía las alas m uertas. L o s M o ratín en el teatro levan taban la ban dera d e las u nidades griegas, y en sus poesías se respira un p ron u n ciad o fo n d o d e m oral liberal entre la sen cillez y arm onía d el estilo;

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n otán d ose un sop lo glacial en sus obras, p ro d u cid o p or la íaíta de inspiración sincera. D o n L e a n d ro m ostrándose op u esto a la ten d en cia d el Hamlet que tra d u jo él m ism o, veía con e n o jo en esta obra un p rin cip io d e rebelión, co n ­ tra sus co n v iccion es acad ém icas; to d o lo qu e n os d em u es­ tra qu e corresp on d ía el tem pera m en to literario d e a m b os p oetas al clasicism o en ton ces im perante. L a p oesía de d on R a m ó n de la Cruz, representando la v o z del carácter nacional, d el m ism o m o d o qu e la de G arcía de la H uerta, sign ificaba la visión retrosp ectiva de las letras d el Siglo d e O ro español, o p o r d ecirlo así una d é b il in ten ción a fa v o r de la tra d ición literaria d el p u e b lo castellano. C o m o y a lo d ijim os anteriorm ente, al firm arse el tra­ ta d o d e U trecht, con el a d ven im ien to d e F e lip e V , e m p e ­ z ó ha afrancesarse E spañ a en tod os los órden es d e activi­ dad, inclusive, desd e lu ego en literatura, h e ch o qu e fu é d e fá cil realización, p or cu anto desd e tiem p os atrás se venía sin tien do en la P enínsula un cierto m o v im ie n to d e a d m i­ ra ción p or las letras francesas, ca ra cteriza d o p or la trad u c­ ció n de algunas obras cornellianas al castellano. E n fren ­ tóse esta rev olu ción extranjerista a las d ireccion es clási­ ca y trad icion a l a qu e h em os alu dido, y que traía desd e lu ego una in discu tible m ejora ; pues la Poética d e Luzán, a p óstol de la ten d en cia francesista co m e n z ó p or una crí­ tica, en com ia b le en algún m od o , p o r la agu dez co n que em bestía con tra los centenares d e p oetas charlatanes y os­ curos que pu lu laban en ton ces en E spaña; enseñando a o l­ vidar tod a actu alidad para construir de n u e v o la poesía españ ola su bord in án dola a los p rin cipios de B oileau . Y sin em bargo, n o obstan te el v a lo r relativo que representa­ ba esta escuela, así co m o el 4 e las ten den cias clásica y tradicion al, to d o esfu erzo para suscitar una literatura que estuviera a la altura d el espíritu d el siglo, fracasó. ¿A qu é o b ed ecía esta resistencia al resurgim iento? Sin duda, a qu e los m ovim ien tos d e restauración que se

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efectu a ban n o respondían al estado d el p u e b lo español. D e b ilita d o el p en sam ien to viril y filo s ó fico del espíritu que h abía in form a d o la p oesía d el S iglo d e O ro, c o m o lo h e­ m os p ro b a d o al hablar d e la raza ¿c ó m o querer resucitar­ lo con trarian d o las ley es de la naturaleza? P rod u cid a la v o z d e libertad y de ren ov a ción en las diversas esferas d e la activid a d hum ana, co m o lo h em os v isto al tratar del m e ­ d io social ¿q u é fu erza p od ía ten er el carácter p re ce p tiv o del clasicism o? Y p o r fin, las d octrinas de B oileau , si b ien servían d e una esp ecie de h igien ización en el parnaso español, co m o id eal artístico no p od ía n haber p rev a lecid o, p or cu anto en la m ism a literatura francesa, se d e sm o ro ­ n aban al in flu jo a rrollador d e los n u evos ideales p ro d u ci­ d os p or la rev o lu ció n d e 1789. A rrin con a d os los litera­ tos españoles d e aqu ella é p o ca en la ruina y d egen era ción d e la poesía, se la dieron en rem edar los d ebates qu e sobre cien cias sociales y filosofía se sostenían en F ra n cia : in ca­ p acitad os para el v u e lo p or el éter lu m in oso d e las musas, ba ja b a n a la h u m ilde prosa. G il y Z árate d ice q u e : “ con la d eca d en cia p olítica d e E spaña y a cía n exánim es las ar­ tes y las letras que a com p añ an siem pre a los p u eb los en su grandeza y los aban donan en sus ad versid a d es” . P o r otro lado, la a parición d el espíritu satírico ha si­ d o siem pre signo seguro de d ecrep itu d o d eca d en cia lite­ raria. Y to d o lo p o c o d e poesía que se co n o ce co m o p r o ­ d u cción d e aqu el siglo n o son otra cosa q u e sátiras de dis­ tinta cla se: Juan P a b lo F orner, el P. Isla, los fabulistas Iriarte y S am an iego y el m oralista C ienfuegos, cu y o s v e r­ sos am pu losos y am anerados, respiran una ironía am arga tras d e las líneas d e sus personajes, to d o s estos fu eron sa­ tíricos. E n con secu encia, pues, aqu ella p oesía n o corresp on ­ d ien d o a los horizon tes n u evos que se abrían al espíritu h um ano, tenía necesariam en te qu e m orir para dar paso a otra orien tación artística, p ro d u cto d el estado d e la raza, el m ed io y el m om en to histórico.

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II

CRITICA D EL R O M AN T IC ISM O Estudiar una escu ela p oética , cu yas raíces se esfu m an en m u ch os siglos atrás y cu yas p ro y e ccio n e s aún circulan en las actuales sociabilida d es sin distinción étn ica d e nin­ gún género, será ardu o p rop ósito nuestro, tan to p o r la se­ ria im p ortan cia que reviste en sí, esta fa z de la a ctiv id a d in telectu al d el siglo p asad o en que tiene su m ás palpitan te relieve, cu a n to p orq u e su am plia visión n o ca b e d en tro d el am biente d e este tra b a jo de su y o p reciso y p o r lo m ism o d e m odestas prop orcion es. G igantes son casi to d o s los literatos qu e han co m u l­ g a d o en el altar d e la poesía rom án tica; y p rofu n d os e in­ m ensos los n u evos m u n dos qu e han d escu b ierto en el ca m ­ p o d el A rte. Y antes de criticar a los representantes de esta escuela, d eb em os advertir que si n o d a m os p re v ia ­ m en te la d efin ición d el R o m a n ticism o en la p oesía ca ste­ llana, es d e b id o a qu e co rresp on d ien d o este térm in o a tan c o m p le ja naturaleza de a ctiv id a d in telectu al y a tan in­ m ensa orien ta ción artística, se nos escapa a una n oción precisa y sintética; y creem os q u e la ex p osición h echa has­ ta acá y lo qu e exp on d rem os seguidam ente, dará una idea d e la escuela.

Representantes del Romanticismo .— D o n M a n u e l J o ­ sé Q uintana es el p ad re d e los p oetas revolu cion arios. C on él em p ieza el R o m a n ticism o. A lgu n os creen a

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Quintana clasicista, sin duda p o r la h eterod ox ia qu e res­ piran sus odas, p or su calurosa elevación, pin dárica y p or su ad versión a la tra d ición española. A ca so p od ría ser cierto este ju icio, p ro ce d ie n d o co n arreglo a un p rem ed i­ ta d o p re ju icio de secta. P e ro felizm en te para la crítica con tem p orán ea, to d o exam en d eb e realizarse d esligad o de tod a pasión d e escu ela y den tro de un sano a m biente d e im p arcialid ad y tolerancia. E l autor d e la od a A la Im­

prenta es rom á n tico d e verdad, p orq u e su inspiración b e­ b e en la vid a p alpitan te de su siglo. E n su p oesía h a y una filosofía entre positivista y som bríam en te soñadora, qu e se herm an aba tam bién, d e un lad o co n el espíritu d el m e d io am biente, y de otro co n aqu el elem en to étn ico in telectu al qu e distinguía a la E spañ a de aqu ellos tiem pos. ¿ T u v o acaso ningún p oem a d e m o tiv o antiguo o m i­ tológ ico, n,i en las form as de sus versos h a y la escultura sen cilla y la m úsica clara y argentina, “ c o m o lev e lluvia d e o ro sobre ca m p o de cristal”, que caracterizan a la p o e ­ sía clásica? N in gú n asunto d e im p ortan cia m ás perm an en ­ te, en qu e se adm ire el p o d e ro so ingenio d e un h om bre rep ercu tien d o en una ob ra inm ortal, cu ya gloria cre ce con el trascurso d e los siglos, qu e A la invención de la impren­

ta, od a de un gén ero d e poesía que no p erten ece p o r nin­ gún m o tiv o al seu do-clasicism o, ni p or su tem a entera­ m en te nuevo, ni p o r el cristal filo s ó fico co n el que ha sido éste con tem p la d o para tran sportarlo a los dom in ios del id eal estético, y p or últim o, p orq u e en esta co m p o sición se trasparenta la con cien cia qu e la é p o ca tenía d el va lor d e cada siglo y de cada activid ad . L íneas son estas, que dan la filiación rom án tica de la poesía d e Quintana. A dem ás, en las odas patrióticas d e este in gen io se n ota el tinte su bid o de la sangre española que cabrillea b a jo el sol m eridion al, así co m o el fo n d o d e org u llo pa­ triótico y los v elo s evan escen tes d e en su eño v olu p tu o so latino. T o d o esto era, pues, cosa propia, en teram en te propia

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d e la ten den cia rom ántica, con firm a d a p or la libre v a rie­ d ad d el ritm o que hasta la dison an cia ca m p ea en las es­ tancias d el can tor m adrileño, en que, para ú ltim o testim o­ n io d e lo qu e aseguram os, surge y a aquel p rin cip io d e re­ form a liberal en e l pen sam ien to español, aqu ella varia­ ción d e ideales, el trotar im p erioso d e las ideas m odern as en el solar castellano, o para d ecirlo to d o co n un verso d e H u g o “ la libertad en la luz”, aqu ella reform a d e que se expresa F ra n cisco G arcía C alderón, que “ disputaba a la trad ición el alm a d e la raza, en el fo n d o d e c u y o c o n ­ flic to trágico, v ib ra b a la gran lucha entre el ord en y la energía libre, la au torid ad y la razón, el espíritu c o le c tiv o y el espíritu in d ivid u a l” . Así, pues, el rom a n ticism o p r o ­ clam a ba el relieve p erson al en la a ctiv id a d del m undo, la n ota de h egem on ía su b jetiva p ero co lo ca d a sobre el lo ­ zan o ca m p o de las cu estion es del día. T a m b ié n trad u ce el pin d arism o d e este p oeta alguna qu e otra nota de qu eda m ela n colía o algunas actitudes de nostalgia pensativa, co m o si a gota d o su p lectro gran d ilo­ cuente, inclinara la fren te para tom ar a lien to y sosegar: es en ton ces cu a n d o es el español cansado, qu e suspira e m o cio n a d o p or el otrora d e ju v en tu d ya pasada. M ien tras hacia 1830 H u g o y L am artine, represen tan ­ tes del rom a n ticism o francés, estaban p oseíd os d e p rin ci­ p ios m on árqu icos y religiosos, d on M a n u e l Q uintana en E spaña, era, co m o h em os visto, reform a d or en am b os siste­ m as sociales, sin que p o r esto aqu ella p oesía francesa d e je de ten er una íntim a sem eja n za c o n el prim er p oeta r o ­ m án tico español, p or la inspiración m oderna, libre y a p a­ sionada, la p red ilecció n p or la m etafísica h ech a d e un p o ­ sitivism o forza d o p or la crisis especu lativa d e su ép oca, en el que entre un som b río fo n d o de m isterio y d e tristeza, parp ad ean inciertas p erspectivas d e id ealism o m ístico, lo qu e h iciera d ecir a nuestro p oeta que “ la p re o cu p a ció n prim aria y esencial d e la p oesía es pintar la naturaleza para agradar, co m o la de la filosofía exp licar sus fen óm s-

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nos para instruir; así m ientras que el filó s o fo ob serva n d o los astros indaga sus prop ied ad es, sus distancias y las re­ glas de su m ov im ie n to ; el p oeta los con tem p la y traslada a sus versos el e fe cto que en su im agin ación y en sus sen­ tid os h ace la luz con que brillan ” ; por esta m etafísica d e­ cim os, p or la espon tán ea y m ov id a riqu eza d el ritm o, d e ­ senfrenada y a bu ndan te rim a, y para d ecirlo tod o, p orqu e llevaba Quintana, p o r d elan te d e sus versos filo só fica m e n ­ te d u lces y penetrantes, co m o en la p roa d e d o ra d o s b a ­ jeles d e ensueño, la ban dera d e su raza y de su siglo. A lgu n os escritores am ericanos creen ver en J osé J o a ­ qu ín O lm ed o y A n drés B e llo , m arcad os acen tos d e rom an ­ ticism o, p or las fuentes d e inspiración que en am bos p o e ­ tas son con tem porán eas, y p o r las orgías d e la im agina­ ción , co m o llam aba B e llo a las crea cion es puram en te fan ­ tásticas en qu e se m en gu a los fueros de la razón ; p ero esto n o es cierto, p orq u e en O lm e d o está p a ten te la en ton a ción h om érica, p or la sen cillez de la d escripción, el im p erso­ nalism o d e sus tem as, las alusiones a la e p o p e y a troyana, la reflex ión p rep on d era n te aún en m e d io d e sus más su bli­ m es arrebatos d e la m ente, y en fin, p o r la co m b in a ció n estrófica que se resu elve en m ajestu osas silvas de versos clásicam en te lim pios, claros, en su m a y or parte libres. M e n én dez y P e la y o ha d ich o de él que “ de to d o s los poetas clá sicos d el siglo X I X , O lm e d o es qu izá el ú n ico que a duras penas p u ed e dar m ateria para un p eq u eñ ísim o v o ­ lu m en ”, y cita después este sím il:

Tal el joven Aquiles d el Canto a Bolívar, c a lificá n d olo de a som b roso y que p u ed e considerarse c o m o la estrofa más literaria y m ás clásicam en te pura.

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P o r los m ism os caracteres, d eb e descartarse al p oeta co lo m b ia n o d e la legión rom á n tica ; y basta para ello citar la poesía cien tífica y em inen tem ente o b je tiv a qu e in fo r­ m a su tem p eram en to y el prism a virgilian o p or m ed io d el cual con tem p la la naturaleza en su Silva a la Agricultura

de la Zona Tórrida.

E sto m ism o n o podría decirse del cu b a n o H eredia, quien aunque con cep tu a n d o p or algu n os críticos m o d e r­ nos entre ellos d on José M artí, c o m o d e filia ción clásica, nos parece, sigu iendo a F ra n cisco G arcía C alderón , d e genuina cep a rom ántica. C anta H ered ia sus ideas y senti­ m ientos personales d e una m anera persistente en los asun­ tos qu e e lije co m o m eras ocasion es para exteriorizar su v id a íntim a; pu es y a se d irija al sol en pen etran tes im á­ genes adm irativas, o se d estroce el cora zón en la torm en ­ ta, brilla en el cie lo n eb u loso d e su vida d e inquietud, siem pre presente, c o m o ú ltim o refugio, la im agen d e D io s destacada en una filosofía p rop ia de su genio original y grande, m ientras de n och e sobre un m onte, d escu bierta la cabeza, alza la fren te en la tem pestad; y “cu a n d o h aya ab a n d on a d o a la m onstruosa y su blim e visión niagaresca, c o m o d ice M artí, aquietará su espíritu d esola d o con el frescor d e la lluvia nocturna, p ero d on d e se oiga a los pies d e una m u jer bram ar el m ar y rugir el tru en o” . Esta lú ­ gubre p reo cu p a ción que levanta en su alm a, lo h erm oso, lo grande, lo in efable que n o ca b e en la p oesía seu dorealista, razonada y serena d el clasicism o pasado, ¿n o es acaso al entrar en el espíritu de H ered ia, ideas que, e v o ­ cad as constantem ente, vien en a asim ilarse, a organizar, p or d ecirlo así, la p sicolog ía del gran poeta, p orq u e es en él precisam ente d on d e tiene cabida, y d on d e a qu el ex te­ rior su blim e se hum ana para siem p re? N o s p a rece qu e sí, p orq u e el inm ortal cu b a n o veía en cad a una de esas im á­

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genes objetivas, girones d e su espíritu, som b río c o m o ia n oche, tem pestu oso c o m o el huracán y glorioso co m o el sol. E ste es el caso d el p esim ism o d e A lfr e d o d e V ig n y , el otro ca u d illo d el rom an ticism o francés, en cu y a poesía negrea el alm a d e S ch open h au er y en que los asuntos son m eros p retextos para con fiarn os su m anera íntim a d e p en ­ sar y sentir, co m o d ice B runetiere. E n este sentido, H eredia es h erm a n o de L o r d B yron . E l ritm o ligero y tum ultuoso, el d esen fren o d e su v o ­ cabu lario galicista y la p o m p a natural del verso que es tanta, co m o d ice un autor, que “cu a n d o d eca e la idea por el asunto p o b re o el tem a falso, va en gañad o bu en rato el lector, tron an d o e im perando, sin ver que ya está la es­ trofa h u eca”, son las notas características de H eredia. P ues bien, ¿qu é se d ed u ce de este len gu aje p oético, sino que c o ­ rrespondía perfectam en te, en este respecto, tam bién la p o e ­ sía herediana con las reglas rom ánticas, cu y os p rin cipios de libertad literaria, eran, después de tod o, genuinas m a­ n ifestaciones, d e la libre, con fu sa y c o m p le ja agitación so­ cial y p olítica de la é p o c a ? P ues el lem a de los ad ela n ­ tad os cau d illos d el R o m a n ticism o era la ren ov a ción d el es­ tilo y d e la m étrica en m old es de espon tan eid ad más li­ bre, a fin de encerrar en ellos las n uevas activid ad es del siglo. “L as d ivergen cias en el p roced im ien to, — d ice un se­ sudo escritor h abanense— , al fin y al c a b o se han red u ­ cid o a lím ites más circunscritos, con virtién d ose, o para ser más exactos, tran sform ándose en el p le ito sobre el estilo, p leito que en este ca m p o se halla m e jo r fu n dam en tado, en v o lv ie n d o el p rob lem a de p sicolog ía que en definitiva ha d e resolverse den tro d e los prin cip ios más generales del arte literario” . E l estilo, pues en poesía, es la im agen del h om b re interno p ro y e cta d a en el paisaje v ariable d el m o ­ tiv o d e inspiración; y los h om b res del sig lo X I X sien do diferentes d e los de tiem p os anteriores, n ecesitaron otras form as de p roce d im ie n to literario. “E l clasicism o — segui­

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rem os al m ism o escritor— h izo una lengua en cogid a, es­ tratificada, con n o se qu é d e in m ovilida d y asp ecto de m om ia en m ed io d e su vitalidad. E l rom an ticism o, c o ­ m o una eru p ción ígnea de los p erío d o s d e fo rm a ció n d el planeta, to d o lo sacudió, rom p ió, resq u eb ra jó y m etam orfoseó, con virtien d o los elem entos p rim ordiales en m á rm o­ les, jaspes, p órfid os y piedras preciosas” . Y agregarem os nosotros, que H ered ia ha h e ch o esto m ism o, co n el m o v i­ m ien to y flex ib ilid a d qu e p o r ob ra d e su espíritu in qu ieto y libre, ha d a d o al léx ico clásico.

L leg a m os a d on José E spron ced a “el h om b re tip o del R o m a n ticism o” . L a p oesía de este h erm an o d e B y r o n es la im agen fiel, el espíritu em in en tem en te p reciso d el rom a n ticism o castellano. A la vista de sus versos qu e se h unden en el alm a del lector co m o fantásticas lágrim as de som bra y am argura, que horadan al cie lo tran qu ilo d e la fe, co m o crepitantes ascuas de to d o un p u eb lo, d e tod a una é p o ca acaso, que se estrem ece en las llam as torturantes d e una filosofía pesim ista hasta el escep ticism o; a la vista d e sus versos, vem os que en él se cu m p le de una m anera am plia y definitiva la d octrina rom ántica. E m p e z a n d o p or la orien ta ción d e los asuntos d e in spiración d e E spronceda, el person alism o es, en ú ltim o análisis, el m o tiv o d e tod os sus cantos, prestan d o este p ositiv o e le m e n to d e su b jetiv is­ m o artístico, co m o d ice el inglés F itzm a u rice -K e lly , la v i­ da y co lo rid o a sus cantos, por lo que es sin duda el m ás d istin guido p oeta lírico esp añ ol de su siglo. E sp ron ced a se presenta en su p oesía en tod a su sin­ ceridad, es decir, tal co m o es en sí m ism o, no y a prestan­ d o su p erson alid ad para ocu parse d e lo qu e le rodea, c o ­ m o en el rom an ticism o francés d e V íc to r H u go, que v in o m ás tarde a dar origen al sen tido o b je tiv o y al naturalis­

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m o, en, qu e a ca b ó la escu ela rom ántica. N o era E spronceda, d ecim os, nada de esto; p e ro esta m irada fija c o n que el p oeta apu ñaleaba su yo, era h ija de la inestabilidad qu e p alp itan do en tod a esfera d e a ctiv id a d d e su siglo, originaba la d u da y el escep ticism o. Y así, José M artí, ha d ic h o : “N i ép icos ni líricos p u eden ser h o y co n natu­ ralidad y sosiego los p oetas; ni ca b e más lírica q u e la que saca cad a una d e sí prop io, co m o si fuera su p ro p io ser el asunto ú n ico d e cu y a existencia n o tu viera duda, o c o ­ m o si el p rob lem a d e la vida hum ana hubiera sid o con tal valen tía a com e tid o y co n tal ansia investigado, que no ca b e m otiv o m ejor, ni más estim ulante, ni más oca sion a d o a p rofu n d id ad y grandeza que el estudio de sí m ism o. N a ­ die tiene h o y su fe segura. L o s m ism os qu e lo creen, se engañan. A tod o s b esó la m ism a m aga. A u n q u e se des­ p ed a cen las entrañas, en su rincón más ca lla d o están ai­ radas y ham brientas, la Intranquilidad, la V a g a E speran ­ za, la V isión Secreta. U n inm enso h om b re pá lid o, d e ros­ tro en ju to, o jo s llorosos y b o ca seca, v estid o de negro, anda con pasos graves, sin reposar ni dorm ir, p o r tod a la tierra; y se ha sentado en tod os los hogares, y ha puesto su m an o trém ula en tod as el cereb ro! ¡qu é susto en el n o vien e! ¡qu é no saber lo par d eleite y náusea en el

las cabeceras, ¡qu é golp es en p ech o! ¡qu é dem an dar lo que qu e se desea! qué sentir a la espíritu, náusea del día que

m uere, d eleite de a lb a ” ! E spron ced a es este h om b re que v iv e y vivirá al través d e los siglos an im an d o los versos d e El Diablo Mundo. L a filosofía de este poeta, es la de B yron , basta tal parentesco, que n o falta quien crea ver en sus versos una im itación d el autor d el Caín. P e ro no p u ede h aber p eor n eced a d que esta im postura. Si E spron ­ ceda, n o fuera quien es, una p erson alid ad original, u n ge­ n io d e in con fu n d ib le distinción, d e sello único, tal v e z se pu diera adm itir aqu ella especie. E n el p oeta esp añ ol es­ tá latente el alm a de su raza, es la genuina expresión de la latinidad ibérica d el siglo, que se debatía en luchas de

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to d o género, social, p o lítico y filo só fico , y m ás qu e tod o, lo distingue su sentim entalism o a rd oroso y apasionado, su byu g ad or d el cerebro, y el p o d e r crea d or d e su m ente soñadora, d ó cil instru m en to d e l co ra zó n castellano. E n sus más su blim es en ton acion es, el gen io d e E sp ron ced a no tiene sím il con B yron , y es p recisam ente en las qu e está d e relieve la ten d en cia originalm en te latina, p o r la fuerte exaltación em otiva, la em ocion a n te fiereza d el c o lo r v iv o y e l d e sb o ca d o v u e lo del id ea l im p osib le p erd ién d ose p or resqu icios borrosos qu e dan a la n o ch e de la n ada y el d e ­ sengaño. A b stra cción v a cila n tem en te irreligiosa, actitu d c o ­ m o de qu ien se retira d el ban qu ete d el m u n do, hacia lo ocu lto, y qu e con la vista fija en lo qu e abandona, arm a un d e sp ectiv o ce ñ o d e protesta en la frente, y se elev a al flotan te con ta cto de las som bras en q u e se pierde. M á s bien, pu diera verse alguna in flu encia d e G oethe, p e ro n a ­ da m ás qu e p or lo qu e toca a la e je cu ció n y p lan d e El Diablo Mundo, y p or el espiritualism o de su m etafísica. L o dem ás es cosa p rop ia d e la p sicolog ía esp añ ola d el si­ g lo X I X , co m o se v e p o r este verso de E sp ron ced a : ¡Dicha es soñar, y el riguroso ceño no ver jamás de la verdad impía! Su p rin cipal poem a , E l Diablo M undo, es la lucha entre lo van o y p a sa jero d el m u n do, y el etern o ideal p er la inm ortalidad, entre la realid ad p u eril de la vida. “a la que tanto nuestro aíán se adhiere”, y los destinos eternos, que acaso p or obra d e in telectu aliza ción d el sen tim ien to de p erp etu id a d instintivo, ha cre a ­ d o el espíritu d el h om b re. E s pues, esta lu ch a la lu ­ ch a de sentim ientos d e E spron ced a, la p erson ifica ción d el espíritu del siglo y d e E sp a ñ a : es decir, el p oeta n o intentó pintar el asp ecto o b je tiv o de su obra, d elib era ­

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dam ente, con el p rop ósito p re co n ce b id o de que su lira fu e­ ra el diapasón al que ven ía a estrem ecer el so p lo tu m u l­ tu oso y su blim e d e la v id a hum ana, para, en ch o q u e fo r­ m idable, arrancarle un e c o qu e v olv iera a las orillas d e la historia, co m o la q u eja de un siglo que pasa en ferm o p or el seno m u d o d e la naturaleza. E sto no lo p en só E spron ced a, c o m o n o p en só el M a n ­ co de L e p a n to qu e el fo n d o d e Don Quijote había d e es­ p eja r eternam ente los dos m od os opu estos d e co n cep tu a r la vida. Su p siqu ism o era el p oem a ; y ca b e d ecir qu e la p oesía d e E spron ced a existió, desd e el m o m e n to en que v iv ió ol poeta. E n El Diablo Mundo palp ita de un la d o el m u n d o c o n sus cosas q u e acaban, qu e n a ce n y q u e m u eren c o m o fu egos fátuos, y d e otro lad o una qu im era m ágica lejana, difusa y m isteriosa qu e atrae desd e ultratum ba. T en d rá realidad esta visión ultraterrestre? Y en ca so d e tenerla ¿es el paraíso d e que nos h a b ló el N a za ren o en el G ó lg o ta ? E sta e p o p e y a que v iv ía en el alm a de E spronceda, es suya, es su idiosincracia, su p erson alid ad artística, cu gen ialid ad filosófica ; y es legítim a p or eso, y p orq u e caracteriza en la fison om ía particular y con creta de un sólo h om bre, la p re o cu p a ció n m etafísica de una é p o ca de la hum anidad, p reo cu p a ció n consistente en saber d ó n d e es­ tá el fo n d o etern o y absolu to de tod as las re v olu cion es del pensam iento, d e tod os los adem anes de la sociedad, de tod a la m archa ev olu tiv a d e la naturaleza. José E spron ­ ceda, co m o rom án tico de alm a, ob sesion a d o p or el recu er­ d o cerca n o aún, d el análisis d evastad or d el siglo anterior y con tem p la n d o la inseguridad y la revu elta que b a m b o ­ leaban la socied a d en su tiem po, co m o con secu en cia de la ausencia de una m etafísica firm e y fuerte, p en só que si to ­ do, y hasta lo que es ob ra de la razón y la libertad del h om bre, se desm enuza y pulveriza, m uere y es reem p la za ­ d o p or otra fórm ula, ¿d ó n d e está lo cierto, in variable y etern o? Y este pen sam ien to d el p oeta está h e ch o tangi­

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b le en la en érgica pintura d el “h om b re a g o b ia d o p o r la edad, am argado p or la d olorosa e inútil experiencia, qu e cierra desesp erad o un libro en que leía, y se co n v e n ce tris­ tem ente d e la esterilidad d e la cien cia ” . L os dem ás p oem a s d e E spron ced a respon den al m is­ m o espíritu d e El Diablo Mundo, m ás o m enos. A un n u evo pensam iento, a una n ueva cuestión, eter­ na, universal, había d e exigirse una e lo cu ció n nueva, un m o d o n u ev o d e expresión. L a m an ifestación artística del espíritu socia l que ha­ b le en térm in os tales a tod os los h om bres, q u e p u eden es­ tos entusiasm arse p or ella, am arla, c o m o am a el h ijo en quien se trad u ce d u lcem en te el alm a de d ió vida, he allí el id eal d el arte. Y esto es lo E spron ced a. E l id iom a castellano, p or le y d e ev o lu ció n

padre al quien le que h izo se m eta-

m orfosea b a p or obra d el espíritu in n ov a d or d e los p oetas rom ánticos, co m o ev olu cio n a b a la lengua fran cesa en el sen tid o d e la riqu eza y flex ib ilid a d a p re cio d e qu ebrar la gram ática dictatorial, in clem en te y errón ea d el n eo-cla si­ cism o pasado. Sin alterar la sustantividad d el léx ico es­ pañ ol, se llen ó m u ch os v a cíos co n qu e se trop eza b a para la m an ifestación d e ideas qu e n o p od ía n pasar a la d icción , si las v o ces qu e las expresaban n o eran consagradas p re­ v iam en te p or la academ ia intransigente y désp ota ; en una palabra se en riqu ecía la lengua. P ues b ie n : esto y la ru p ­ tura de ley es sobre el len gu aje p o é tico , lle v ó a c a b o E s­ p ron ced a fatalm ente, irresistiblem ente, p or fu erza ciega de su p siqu ism o; y aquella dura p recep tiv a del verso, al sen­ tir en su seno el robu sto tem pera m en to p o é tico d e este h om bre, estalló en un rom p im ie n to de asfixia, sedienta d e esp acio y d e luz. R o s d e O lan o d ecía d e él, que “ asp iran d o nuestro p o e ­ ta a com p en d ia r la hum anidad en un libro, lo p rim ero qu e al em p ezar ha h echo, ha sido rom p er to d o s los p re ­ cep tos establecidos, e x ce p to el de la u nidad ló g ica ” .

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B asta leer El Diablo Mundo para darse cuenta de la va rieda d m étrica, d el ju e g o m a ra villoso y efectista d e l rit­ m o, n o m enos que d e la libertad bien enten dida con que ha m a n eja d o la rim a d e m o d o tan intensam ente m usical y p rofu n d o. P e ro no es que él creara esta p oética , v o lv e ­ m os a repetirlo, volu n tariam ente, reflexivam en te, que en este caso no hubiera h e ch o p oesía d e e m oción , p oesía de sen tim ien to y entusiasta vita lid a d rítm ica : p orq u e E spronced a n o es el parnasianism o qu e sacrifica los ton os de v i­ da a los ingen iosos ju eg os de c o lo r y arm onía, en que trasform aron el rom a n ticism o los sucesores d e H u g o ; ni es el plastieism o griego o helenista, de fría pu lcritu d y sim e­ tría, d e algunos p seu d o-clásicos anteriores su yos en el par­ naso esp añ ol; n o es nada d e esto, sino el ca n to sacudido, descu idado, franco, tu m u ltuosam ente m elod ioso, im agen d e la em oción , p a lp ita ción intensa d el p en sam ien to grande y h erm oso, co m o un a rdoroso to q u e d e sol, den tro d el cris­ tal trasparente d e la palabra, qu e se estrem ece y brilla; ca n to qu e se escu ch a repercu tir en el fo n d o más ín tim o del corazón , co m o la orquesta de la v id a universal, en la qu e vibran desde las silenciosas lágrimas, tod as las notas de la gam a del cora zón hum ano, hasta las ca rca ja d a s d el p la ­ cer. N o p od ía ser otra la m úsica para tan su blim e letra L as estrofas llam adas de arte m en or, co n n o se qué de frívolas, ligeras y pueriles, le prestaron su con cu rso p a ­ ra lo qu e p or razones d e fid elid a d en la expresión, podían servir, co m o orqu estación de ideas vulgares p or su p oca im portancia, o co m o aires ju gu eton es y libres en qu e se exteriorizan las van idades del m undo. D e eu fon ía varia­ ble, d e b id o a la propia naturaleza d e sus organism os p ro ­ sódicos, estas form as de la m étrica n o tu vieron n ada que m ejora r b a jo el cin cel d e E spronceda, después d e cu anto las trab ajaron los p oetas d ocen tes del siglo X V I I I . Im a ­ gen d e los seres, que van p or el m u n d o tras los frívolos placeres, sin tener la idea inquietante y elev a d a d el por qu é d e las cosas, en esta estrofita :

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Allá va la nave, bogad sin temor, ya el aura la arrulle, ya silve Aquilón. M ás, aquel sev ero y o lím p ico en d eca síla b o d e los A rgensola, in flexible y m ajestu oso, a d o p tó una infinita v a ­ riación d e actitudes e in ten sidades: y a co n un d eterm in a­ d o n úm ero d e acen tos tó n ico s d e lenta du ración o d e d es­ file rápido, c o m o cu a n d o d ic e : L os siglos a los siglos se atropellan, los hombres a los hombres se suceden. . .

% O y a estallan do en un b r o n co grito d e ansiedad, d e d o lo r o d e ira, cla v a un a cen to p ro fu n d o y sosten ido en la palabra qu e esto expresa, au nqu e p o r ello se disloq u e la ca d en cia total d el v erso y se altere el so n id o p ro só d ico d e aquélla. E s el en d eca síla b o el v erso p o r excelen cia, fa v orito n o sólo d e E spron ced a , sin o d e to d o s lo s poetas rom án ticos españoles. E l aleja n d rin o d e B e r c e o y el d o ­ d eca síla b o d e Juan d e M en a , m etros p red ilectos tam bién d e la m usa castellana, p a rece qu e n o gustaban o n o esta­ ban d e a cu erd o co n la organ ización p o é tica d e E sp r o n ce ­ da, pues n o los e je rcitó casi. Las leyes d el verso, sin duda, c o m o las ley es d el len ­ gu aje en general, están basadas en las ley es p sico -fisio ló gicas del h om bre. C ada p u e b lo tiene su verso, c o m o ca ­ da in d ivid u o tiene, p or lo com ú n , su v o z p ropia, un tim ­ b re especial en sus pala b ra s: p od ría con siderarse a ca ­ d a form a d e la m étrica y d el ritm o c o m o el tim ­ b re esp ecia l d e la p oe sía de un p u eb lo, asi co m o la rim a es la nota d e distin ción p o r ex celen cia entre los versos d e m ú sica igual. P o r eso, tal c o m o la F rancia d el rom a n ti­ cism o tu v o su m e d io d e expresión fa v o rito en el aleja n d ri­ n o d el siglo X V I I I m o d ifica d o p o r H u g o, ta m b ién el p e ­ río d o rom á n tico esp añ ol h a lló su m e jo r cristal d e exterio-

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rización en el rom a n ce y en el en decasílabo, h e ch o flex i­ ble, ad orn ad o d e una rim a opu len ta y rica; p or lo q u e ca b e asegurar, sin tem or d e eq u ivoca rn os, qu e es ló g ico y ra cio ­ nal qu e aún una m ism a form a m étrica corresp on d ien te a una socia b ilid a d determ inada, es su sceptible d e trasform ación y aún d e a b a n d on o co n el trascurso d el tiem p o y co n la ev o lu ció n de d ich a sociabilidad . Y he aquí la le ­ gitim idad de la re v o lu ció n que E spron ced a llev ó a efecto, sien d o la v o z d e su p u e b lo y d el m om en to. D o n J osé E spronced a, a nuestro m o d o de ver, es el je fe d el rom an ticism o en la p oesía castellana, p orq u e n o es el ca u d illo de un m ov im ie n to in telectu al o físico cu a lq u ie­ ra, aqu el qu e levan ta p or prim era v e z la b an dera re v o lu ­ cionaria, aquel que lanza la visión n acien te d e una nueva actividad, sino aquel que aún m ilita n d o y a después d e otros p red ecesores su yos en las filas y a form adas, co g e el estandarte d e rebelión, y leva n tá n d ose co n él, h acia una altura d on d e n o llegó nadie antes, lo b a te al la d o d el sol, co m o una águila victoriosa, y lo d e ja cla v a d o arriba, m ientras él vu ela a la G loria.

T ras d el jo v e n p oeta que en treinta y tres años d e v i­ da había rea liza d o tod a una d efin itiva m isión en el p rogre­ so hum ano, aparece el em inen te d on José Zorrilla, en cu ya figura literaria, según algunos críticos, m uestra su m ás al­ to relieve el lirism o rom án tico. M a s toca aquí resolv er una cu estión d e m ucha im portan cia para los prin cip ios d e la escu ela qu e recorrem os y para su historia. E l au­ tor d e Don Juan Tenorio n o representa el a p o g e o del ro­ m an ticism o, p o r razon es bien fundadas. M u y p or en cim a d e las leyen d as en que ha v a cia d o Z orrilla la nota gen uin am en te española, en que la p oesía qu e las anim a es el ra n cio p erfu m e d e las tradicion es d e la raza hilvanadas b a jo el a rd oroso sol m eridiano, m u y

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JUAN

MEJIA BACA

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p or en cim a d e las leyendas, está el ca n to p o lífo n o d e El Diablo Mundo, de este gran dioso p oem a, h ijo d e las entra­ ñas de la hum anidad, al m ediar la centuria pasada, y que de este m o d o a ven taja en esp on ta n eid a d d e m o tiv o y en sen tim ien to cristiano, al Fausto de G oeth e. L a s leyen das si ganan p or su fu en te de inspiración, en cu a n to es ésta la historia d el p u eb lo español, c o n to d o s sus ep isod ios gu e­ rreros y sus fanatism os, co n to d a s sus eferv escen cia s y sus frágiles ideales, en una palabra, si estos p oem a s “ están es­ critos en el p o lv o y en las ruinas d e los antiguos m on u ­ m en tos y castillos”, p od rá n sien d o la v o z d e la raza, res­ p on d er a u n o de los caracteres de la p oesía rom ántica, p ero su im p ortan cia intrínseca n o llena el id eal d el rom a n ­ ticism o en sus relacion es c o n la so cie d a d y la e v o lu ció n hum ana. “N o descuella, pues, Zorrilla, p o r la fam iliari­ d a d con los sistem as filo s ó fico s m od ern os q u e form a n el rasgo su perior en las crea cion es d e G o e th e — d ice C am ach o R o ld á n — ; p ero es ante to d o , un poeta, p o e ta d e la naturaleza, p oeta d e la m úsica del lenguaje, p o e ta d e la exp resión feliz, qu e im ita d el ro n co v ie n to el m u gid or e m ­ p u je ” . C on tem p orá n eo d e E spronced a, Z orrilla tu v o una v i­ da más larga para llevar sus ideales de artista a la rea­ lid ad ; y así fué. E n la obra literaria d e Z orrilla h a y dos géneros p er­ fecta m en te d istin tos: la dram ática y la leyen d a. C orres­ p on d en al p rim ero el tan p op u la r D on Juan Tenorio y E l puñal del godo, entre otros dram as, así c o m o M á s vale llegar a tiempo que esperar un año y Ganar perdiendo, en tre sus com ed ias. E l ju icio sobre estas obras lo tiene ya em itid o el gran tribun al d e la posteridad, y la crítica ha d ich o tan to y a sobre ellas, qu e aquí n o nos ca b e abordarlas d e m o d o m ás n ecesario y nuevo, sin o en cu a n to estos p oem a s respon den e n tal o cual sen tido a la escu ela d e qu e v a m os tratando. D esd e lu ego el Don Juan Tenorio es a nuestro m o d o

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de ver, el tea tro se h on d o y sin duda,

dram a d e m ás p op u la rid a d de to d o lo qu e sobre ha escrito en lengua castellana; y este prestigio sin cero d e q u e goza en el seno d e l p u eb lo, es, m o tiv a d o p o r dos razones p rin cip a les: la fu en te

en cu ya s aguas b e b ió su in spiración Zorrilla, para e la b o ­ rar el am p lio pen sam ien to d e esta obra, y la form a co n qu e ha sa b id o corp oreiza r su idea. Don Juan Tenorio n o es una figura cread a p o r Z orrilla, p rescin d ien d o d e la v i­ sión d e la socied a d , p or ob ra a priori de su asom brosa fa n ­ tasía que d e e so y m ás aún era capaz, sin o un p erson a je que corresp on d e a la tra d ició n d e l p u e b lo esp a ñ ol y al espíritu d e su socia b ilid a d ; m ás aú n : el p rotagon ista de este dram a es el tip o gen u in o d e una idiosin cracia d el h o m ­ bre, es en térm in os precisos, la p erson ifica ción p asion al­ m en te erótica, irreligiosa y valiente d e la h u m an id ad ro­ m ántica; y c o m o im agen d e estas ideas y sen tim ien tos del espíritu, él ha b ro ta d o d e la socied a d a la escena, co m o una flo r natural, o b e d e c ie n d o a aqu ella le y d e G u yau qu e d ice que, así c o m o en los m a cizos d e m on tañ as existe algún rincón a d o n d e v a a resonar el ritm o plural d e la naturaleza y en d o n d e se co m p en d ia n las v o ce s tod a s de la com a rca ; d el m ism o m od o, en la a ctiv id a d hum ana brota un h om b re qu e encierra en su v ita lid a d psíqu ica su­ p erior las tum ultuosas palp itacion es d el corazón . T a l es Don Juan Tenorio. C orresp on d e sin d u da la m éd u la sim ­ ple y básica d e esta figura d el arte, a la existencia real d e un h om bre, q u e el p u e b lo co n o c ió y que la tra d ición en ­ galan ó co n fan tásticos rasgos y lo p in tó c o n las a som b ro­ sas líneas d e su rara orga n iza ción p sicológ ica . T ir s o lo llev ó a la escena, y en este sen tid o T irso fu é rom án tico. M á s Z orrilla le aven tajó, p o rq u e adem ás d e p resen ta m os la figura en escena, co n los caracteres universales a que h em os aludido, le in fu n d ió un v ig o ro so espíritu d e latini­ d a d castellana; y es así c o m o D on Juan Tenorio es la im agen pura y fiel d el h om b re español, y p o r este m o tiv o es tan fa v o re cid o d e la estim a popular. Y en cu a n to al

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arte form a l d el desarrollo d e la obra, es otra fuerza p o d e ­ rosa qu e ha d eten id o y arraigado el p en sa m ien to d el au­ tor en la im agin ación d e to d o aqu el qu e h abla e l id iom a españ ol. P o r tod as partes se o y e recitar c o n d eleite tro ­ zos enteros d e los versos d e D on Juan Tenorio, d e b id o a la su blim e sen cillez d el estilo, a la fam iliar e lo cu ció n fra­ seológ ica y al e m p leo p re d ile cto d el m etro rom a n ce y del en d eca síla b o qu e son para los españoles tan am ados y d u l­ ces, co m o qu e son esos cortes d e arm onía, los latidos d el p e c h o castellano. ¿ Y qu é distinto direm os de El puñal del godo? L a id ea dram ática organ iza d ora d e este poem a , n o tiene d i­ feren te origen d e la d e Don Juan: tam bién es flo r d e san­ gre y sen tim ien to español, ta m b ién es el trasunto d el espí­ ritu social d e la ép oca en qu e fu é escrito, y p o r e sto es d e genuina inspiración popular, in form a d o c o m o está, p or los legen darios recu erd os m edievales. E n el segu nd o gén ero Z orrilla m an tiene el tem p era ­ m en to rom á n tico d e los m o tiv o s d e sus ob ra s dram áticas. S e diría qu e sus leyen d a s nos han tra íd o p o r un m ilagro d e su gen io porten toso, desd e el ca m p osa n to grave y m e ­ la n có lico d e la E sp añ a m ed ieva l, el v iv o a lien to d el an­ tig u o am or p la tón ico, d e los g óticos m onasterios solitarios y d e l m ístico y ardiente entusiasm o p a triótico d e los C i­ d es y P ela y os. N u n ca el lirism o españ ol su p o anim arse tan en érgicam en te d el cá lid o so p lo d el alm a ib érica ; nunca disten d ió m e jo r en sus creacion es la m alla d e los gloriosos recu erd os rem otos, ni d ió a sus obras m ás n ítid os p rim o ­ res d e co lo rid o lo ca l y d e form a s arqu itectónicas. O tros p oetas h abrán h e ch o cosas m ejores en m ateria d e pensa­ m ien tos altos, p erfe cció n lin eal y b elleza en las ton a lid a ­ des plásticas, p ero n inguno ha con seg u id o co p ia r tan fie l­ m en te las m isteriosas m ansiones señoriales d e la E d a d M e ­ dia, llenas d e pen um bras inquietantes y abstracciones m o ­ nacales, las negras n och es d e tem pesta d qu e enlutan las bravias sierras d e E spaña y en las qu e bram a el v ien to y

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reina un religioso to n o d e tristeza espiritual; y en, fin, nin­ guno ha logra d o m ostrarnos tan claram ente los m atices esfu m ad os ya, d el espíritu de la raza, m atices ora d e sal­ v a jes ím petus d e altanería, ora d e suavísim os y alados d e­ liqu ios de ternura, y a d e sublim es fanatism os cristianos, y a d e m ald icien te y violen ta irreligión; ora d e sangre cri­ m inal, ora d e pú rpura d e m artirio. A d m ira d un b ro ch a ­ zo d e b elleza qu in taesen ciada en la e je cu ció n a fa v o r d e la id ealización , cu a n d o pinta la visión d e M argarita la T o rn e ra en el co n v e n to : Pero con fulgor tan puro, tan íostórico y tan tenue, que el templo seguía oscuro y en silencio y soledad. Sólo de la monja en torno se notaba vaporosa teñida de azul y rosa una extraña claridad. . . P e ro algunos críticos m urm uran en sus tradicion es falta d e estu dio en cu a n to a esp ecu la cion es filosóficas, d e­ fe cto d el qu e en verd a d ca rece el lirism o d el autor en cu al­ qu ier trozo q u e se to m e al azar d e su inm ensa obra. Es eq u iv oca d a e injusta la censura. D ígalo, si no, cu a n d o p on tifica can tan d o q u e: . . .la hermosura es prenda que con envidia el cielo dió, y con perfidia por castigo a la mujer. Y que quien cifra sobre ella el bien del amor ajeno, no acierto más que veneno en su delicia verter. F á cil es ver en la labor literaria de Zorrilla, un ca rá c­ ter com ú n qu e iden tifica todas sus poesías, cual es la for­

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m a d ram ática o cu an d o m en os dialogada que em p lea siem ­ pre, circunstancia qu e tien e su ex p lica ció n en el espíritu d e vida intensa qu e el autor q u iso com u n ica r y co m u n icó a todas sus obras, y a c u y o fin con cu rre tan fu ertem ente la d ram atización d e l p en sam ien to a fa v o r d e la claridad y v ig or d e las ideas. N o aspiro a más laurel ni a más hazaña, que a una sonrisa de mi dulce España T a l cantaba el p oeta en su prelu d io, cu a n d o invitaba a gustar en su p oesía : “las sabrosas historias de otros días”. E n e fe c to : m ientras E sp ron ced a p erd ía en el sentido n acion al d e sus tem as d e inspiración, lanzándose al m u n ­ d o para recoger d e la a ctiv id a d d el espíritu h um ano las eternas inquietudes, las agitaciones perm an en tes q u e lo afanan para la solu ción d e los p rob lem a s m etafísicos; m ien ­ tras este co lo so d el p en sam ien to espiritualista, afron tan ­ d o la odisea del siglo en su ca m in o h acia la con quista de sus ideales, can taba to d o s los desencantos y tod a s las d u ­ d as en una robusta en ton ación , libre, candente, a rrolla d o­ ra, co m o el em p u je d e la v id a m ism a; Zorrilla, n ostá lgico d e las m oced a d es de su raza, soñ an do las h oras legen d a­ rias del p asado de su p u eb lo, más español qu e hum ano, m ás patriota qu e universal, pon ía c o m o cu erdas de su lira las v ieja s fibras d el cora zón castellano; y d e allí que en su poesía, co m o y a lo h em os dich o, p rep on d era la ardiente fantasía d e las ba ja s latitudes, la m ela n colía dorad a d el m eridiano, la irreflexión h eroica y fiera, la teolog ía co n so ­ ladora y la tristeza instintiva d el alm a española. E n este sentido, la obra d el autor d e Don Juan es el resurgim ien­ t o d el clasicism o español, en cu anto to d o s los argum entos d e sus obras son tan genuinos retratos d e la realid ad so­ cial, que parecen, co m o y a lo h em os dich o, p ro y e ccio n e s

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de la vid a efectiva, rep eticion es d e hechos, id eas y senti­ m ientos que han p a sa d o p o r la escena d e la vida. O si no, v e d el h álito vital d e que está p en etra d o un pen sam ien to qu e d e o tro m o d o expu esto hubiera resulta­ d o d e fu gitiva com p re n sió n : ¿N o es verdad que cuando a solas hablo con vos, Don Rodrigo, va vuestra alma en lo que os digo com o nave entre las olas,

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esperando de un m om ento a otro, verse sumergida por la mar embravecida de mi airado pensamiento? Y la im agen en érgica d e una a ctitu d : ¿N o es verdad que cuando clavo mis ojos en vuestro rostro, os hielo el alma y os postro a mis pies com o un esclavo? ¿ Y qu é d ecir d e su técn ica ?

A l hablar d e E sp ron ced a h em os d ich o qu e el verso p red ilecto d el rom a n ticism o en E spañ a ha sid o el en d e ca ­ sílab o y esto m ism o n os dem uestra Z orrilla; pues la m a­ y o r parte d e sus p oem a s dram áticos están desarrollados en esta form a m étrica, y en el rom a n ce asonante secular, el qu e co m o m u y bien d ice P iñ eiro, só lo en el p le ctro zorrillesco g oza d el natural e n ca n to y la m úsica bra via con qu e aparece en los cantares d e gesta españoles. Y p or lo qu e respecta al gén ero tradicionista, in clu ­ sive el p oem a Granada y A l Hamar, p rep on d era casi ex­ clu sivam en te la m ism a co m b in a ció n d e m ed ida prim itiva, algunas v eces a dorn ada d e rim a con son an te qu e si bien le qu ita su v a lor d e esp on tan eid ad y fá cil d on aire co m o m etro h e ro ico popular, le h a ce ganar en fu erza au ditiva y en m elodía, así co m o en e fe c to plástico.

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E n con secu encia, d on José Zorrilla, p u ed e decirse, sin negar la influencia d irectriz que re cib ió d e L am artine y M usset, dada la p rep on deran cia que tenía entre tod as las literaturas europeas el rom a n ticism o francés, fu é un ge­ nio cu yas tística y esto está d el grad o

obras son fru to ex clu sivo d e su organ ización ar­ de su tem p era m en to filo s ó fico personales. Y co m p ro b a d o p o r el h e ch o d e qu e ningún p oeta suyo, ha sido representante y v o z d e su raza y

d e su é p o ca en el pu nto de superarlo o igualarlo; cosa q u e se m anifiesta claram ente n o sólo en los asuntos, sino ta m ­ bién en la técn ica form a l d e sus obras, lo qu e diera lugar para qu e d on A lb e rto Lista, c o m o clá sico d e c o r a ­ zón, en una aguda censura a que diera lugar la u ltralibertad de la m anera e je cu tiv a de Zorrilla, e x cla ­ m ara le y e n d o las grandiosas creacion es de este autor, qu e “ cu an d o en las alas d e la idea qu iere v o la r nuestra fa n ­ tasía al em p íreo, una exp resión incorrecta, una v o z im ­ propia, un galicism o o n eolog ism o im p osibles nos a d v ier­ te que estam os p egad os al fan go de la tierra” . “N o p o ­ d em os atribuir este d e fe c to a la escu ela d el R o m a n ticis­ m o actual, tan to p orq u e sus cau d illos d e F rancia n o se han liberta d o nunca del y u g o de la gram ática, m ás pesada m il v eces en la lengua fran cesa que en la castellana, c o m o p orq u e existen entre n osotros m u ch os p oetas qu e p er­ ten ecen a la m ism a escuela y que n o obstante la libertad q u e se tom an en sus raptos de im aginación, n o se atreven sin em barg o a traspasar los lím ites que el len gu aje p o é tico ya form a d o ha im puesto a las licen cias d el gen io” . Sin duda, Z orrilla, d e ja b a m u y a b a jo en cu a n to a la técn ica, a m u ch os d e sus con tem p orá n eos, en su exalta­ ción au tón om a y con o cim ie n to p ro fu n d o d e la cien cia d e las bellas letras, de ahí qu e a d esp ech o de los aristarcos y d e los ju icios de la p recep tiv a en v e z d e ser extravíos, c o ­ m o d ecía el m aestro d e la U n iversid ad d e M a d rid , a q u e ­ llos rom p im ien tos d e las reglas a cad ém icas d el lenguaje, h an resu ltado uno d e los m ejores m éritos d e su obra, p o r ­

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qu e en cu an to a m orfolog ía , el v erd a d ero legislador y el m otor para la trasform ación o desaparición d e voces, no es la a n toja d iza v olu n ta d de los literatos, sino la sociedad, qu e cu m p le así una d e las varias p ro y e ccion e s d e la leyde la ev o lu ció n d el espíritu hum ano. P o r eso es que, Z o ­ rrilla p en etra d o de esta verd ad , llev a n d o a su p oesía to d o el sentir, querer y actu ar d e su p u eb lo, él m e jo r qu e na­ die sabía hasta d ón d e iba, sigu iendo los im pulsos d e su p rop ia y original orien ta ción artística; y h o y la socied a d ve en su d icción , palabras y v o ce s que to d o s los días se oy en en las relacion es diversas d e la vid a d el p u e b lo esp a­ ñol. P o r esto d ice un au tor qu e “no se encuentra en Z o ­ rrilla rem iniscen cia d e la gran diosidad d e H o m e r o ni de la delicad a ternura de V irgilio, ni de la exp resión filo só fica y cu lta de H o r a c io : no se nota en sus versos el sa b or e x ó ­ tico p ero agradable qu e la lectura d e los literatos extran­ jeros com u n ica, p ero d e él p u ede decirse lo que M ich e le t d ecía de A le ja n d ro D um as, qué era una de las fuerzas d e la N atu raleza” .

E s v erd ad era m en te adm irable la p op u la rid a d qu e lle­ g ó a despertar la m usa d e Z orrilla en las tierras d e A m é ­ rica, y más sorp ren d ente es to d a v ía ver có m o d e tod os los grandes bardos que han b rilla d o en los m e jores a p o ­ geos d e las letras españolas, s ó lo el cisn e d e V a lla d o lid logró im p on er su sello en la p oesía latino-am ericana. T o ­ da la p rod u cción d el segu nd o tercio d el siglo pasado, está caracterizada p o r una ten d en cia b ien distinta d e la m an e­ ra d e O lm e d o y B e llo , ten d en cia que p u e d e descubrirse en G ertrudis G ó m e z de A vella n ed a , honra y p rez d e la cultura cubana, quien en sus p oesía líricas, sabe con certa r d e un m o d o superior, la feb ril fantasía d e la m ística E s­ paña, co n la v olu p tu osid a d inquietante d e la flora tropi­ cal. E n esta poetisa, q u e m u ch os la ca lifica n c o m o la más

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grande d e su ép oca , h a y la sagrada com u n ión de los ras­ gos característicos d e Iberia y la ín d o le d e la socied a d h ispan o-am ericana in d ep en d ien te: es d ecir que en la p o e ­ sía de esta ilustre cubana p alpita el b e so d e luz d e la m adre y el h ijo en una id en tifica ción fecu n d a d e a m ­ bas civilizacion es. P ru eb a de ello es la v irilida d p rim i­ tiva, la fu erza jo v ia l que se m uestra en los lirism os d e d o ­ ña G ertrudis co m o expresión de am ericanidad, y las en ­ ferm izas y m elan cólica s quim eras d el arte español. Dios

y el Hombre es una co n ce p ció n d e v isib le filia ción lamartiniana, p or la altura del p en sam ien to y algún resqu icio d e p an teísm o espiritual. E n esta p oesía d efien d e la idea d e la libertad en tod as las m an ifestacion es d e la a ctiv id a d hum ana; y expresa un fo n d o d e m isticism o cristiano y de fo g o so sentim entalism o.

R epresen ta tam bién el rom an ticism o d e Zorrilla, P lá ­ cid o, el m u lato cu bano, en cu y a sangre palp ita b a n más en érgicam en te los ideales ferv orosos d e au ton om ía a m e­ ricana, y d e protesta con tra la organ ización socia l aristo­ crática, sob re el sen tido m on á rq u ico d e la p sicolog ía es­ pañola. L o s asuntos fa v oritos d e las fábu las en qu e v a ­ ciab a el h u m orism o escé p tico y acre d e su situación social dep rim id a p or e q u ív o co s

prin cip ios

de

su periorid ad

de

otras razas, son en su m a y o r parte cu estion es d e m oral so­ cial elevad as a la categoría d e los m ás a van zados p ro b le ­ m as de filosofía. R esp ira sin em b a rg o gran parte d e su poesía, al m en os la qu e se refiere a su ju ven tu d , un p ro ­ n u n cia do acen to erótico, qu e rebosa en sus sonetos, que son m od elos de selección en la form a, a m anera d e una llam arada azul y escarlata qu e se infiltra en el corazón , y se desliza co n su avidad d e labios d e m ujer, en los m ás ín ­ tim os ja rd in es d el sentim iento. F u é ta m b ién un sa ce rd o ­ te d el R om a n ticism o, p orq u e elev á n d ose a m u ch os co d o s

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más p or en cim a de su época, con in ten ción generosa de ilum inado, p re d icó futuras conquistas de p rogreso para su patria, p or quien lloró siem pre en sus m ás tristes y b e ­ llas silvas.

E n la Siempreviva, la p oesía qu e tod o s la ca­

lificaron co m o la m e jo r d e su p lectro, qu e d e d icó a M a r ­ tínez d e la R osa , y q u e fu é co m o la a firm ación definitiva d e su p erson alid ad literaria, sobre un fo n d o d e ideales m o ­ nárquicos y d e sentim ientos d e adhesión y ca riñ o para el tron o d e Cristina, sopla una corrien te robusta d e panteís­ m o espiritualista, cu a n d o cree ver en los fe n óm en os de la naturaleza los re fle jo s d el espíritu social.

PO ETAS RO M AN TIC O S PERUANOS

C om o y a h em os dich o, el R o m a n ticism o fu é o b je to de gran entusiasm o p o r parte de la m en talid ad latin o-am eri­ cana; y n o p od ía ser d e otro m od o . L ig a d os n osotros a E spaña p or vín cu los d e sangre, idiom a, relig ión e historia, ten em os razón para sentir en nuestro espíritu to d o m o v i­ m ien to que se op ere en aquel p u eb lo. A dem ás, en las p ri­ m eras ép ocas d e nuestra in dep en den cia política, el Perú, al igual que los dem ás países d e H isp an o-A m érica, ha sido c o m o una m era p ro y e c c ió n de las form as d e a ctiv id a d es­ pañola, p orqu e a pesar d e que, al p rocla m a r nuestra au­ ton om ía, había alguna cultura de cierta im portan cia entre nosotros, sin em b a rg o p o r m u ch os años n o h em os p o d id o ni p od em os aún vivir sin d eja r d e im itar a los p u e b lo s eu­ ropeos. L a literatura peruana de casi to d o el siglo X I X es un p e rfe cto rom an ticism o; y gran p o p u la rid a d han ten id o y tienen aún entre n osotros Z orrilla y E spronceda. D o n F elip e P a rd o y A liaga, coleg a d el autor de El estudiante de Salamanca, en la U n iversidad de M a d rid , de cu y a lab or literaria h em os o íd o disertar en la F a cu lta d de L etras d e L im a, es un p oeta rom á n tico en cierto m o ­

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d o, n o p o r lo qu e le to ca a la e je cu ció n artística, en que siguió fielm en te a su m aestro d on A lb e rto Lista, sin o p or el h um orism o tan p ican te y la gracia tan sabrosa é irón i­ ca ; pu es el R om a n ticism o entre n osotros tu v o en algunos p oetas un carácter original e n cu anto la p oesía to m ó un p ron u n ciad o sa bor ligero y ágil d e sal ática, y en cu anto las costum bres, carácter e ideas populares, al pasar á los d om in ios del arte, ocu ltan la p erson alidad del poeta. D o n F e lip e fué, pues, hum orista y am ante d e pintar las co s ­ tu m bres nacionales, exteriorizán dolas en b ien corta d os so­ n etos y bellísim as letrillas. M a n u el A cu ñ a y G u tiérrez N á jera han cu ltiv a d o es­ te m ism o género en M é jic o , y p or esta ra z ó n algunos crí­ ticos les niegan p a ren tesco co n la p oesía rom ántica, lo qu e n o n os p arece justo, p u esto q u e este m ism o elem en ­ to d e ironía y gracia picaresca, cierto más filosófica , sur­ ge en C am p oa m or, quien in du dablem en te, n o p o r esto, d eja d e reunir m u ch os m otiv os para ser con sid era d o c o ­ m o un n eo-rom án tico, ca lifica tiv o q u e es a p lica b le ta m ­ b ién a los dos p oetas m e jica n o s y a P a rd o y A liaga. D espu és d e éste, con sid era m os a C arlos A u gu sto Salaverry y A rn a ld o M á rq u ez, a quien estim aba ta n to el p adre Zorrilla, sin duda p orq u e v eía en él a un herm an o su y o en A p olo. C itam os á estos d os p oetas juntam ente, p orq u e en con tram os una gran sem eja n za entre sus te m ­ p eram en tos artísticos. E l p rim ero m ilitar y el segu ndo d ip lom á tico, los dos han ca n ta d o en dulcísim as elegías el sen tim entalism o rom á n tico más penetrante. H e m o s sen­ tid o profu n d as em o cio n e s siem pre qu e los h em os leíd o; y m uchas v eces h em os ten id o el p rop ósito de h acer un estu dio de am bos, especial y d eten ido, p ero la im p osib i­ lid ad d e con seguir tod as sus p oesías nos lo ha privad o. E n los d os p oetas el tem a general y fa v o rito d e inspira­ ción es el a m or: en Salaverry, el am or a u n ángel, c o m o él llam a a la m u jer o b je to d e sus sueños; y en M á rq u ez, es el am or a su m adre. L am artine d ecía qu e al escribir

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un verso, lo p rim ero qu e sentía era una disp osición m u ­ sical sin saber aún qu é idea iba a desarrollar, y que to ­ d avía m u ch o después acudía el pen sam ien to; es d ecir le ocu rría lo que, en virtud d e las leyes de la génesis d el verso, ocu rre a to d o p o e ta v e rd a d e ro : p rim ero la em o ció n y después la idea. P u es b ie n : a M á rq u e z le pasaba lo m ism o; casi tod as sus poesías em p ieza n p o r una m era ar­ m on ía para entrar después a la co n ce p ció n general del p oem a, de lo qu e nos dá una idea la co m p o sició n titu ­ lada A solas, en qu e em p ieza d icie n d o : M i corazón rebosa de armonía. Y después, sabe llorar am argam en te p en sa n d o en la m iseria hum ana, gim ien d o q u e : . . .E l cielo iiene luz, la ñor rocío, y hasta las olas de los turbios mares visten de espumas el azul salobre. . . Y o sólo tengo lágrimas. . . ¡S o y pobre! L a falta de esperanza que guíe a m anera d e una es­ trella al cora zón d e sp ed a za d o p or el d o lo r p rofu n d o, le h acía cantar en lam en to sincero, llen o d e pesim ism o, en un m om en to d e desengaño, un v erso que p o r su alta filo ­ sofía va le p o r to d o un p oem a y es dign o d el m ism o E sp ron ce d a ; esto es cu a n d o se d irije a su tierna m adre que a con g oja d a vela, para ayudarla a sufrir d icié n d o le : ¡Quien te dará, aunque mienta, una esperanza! S alaverry es m enos m ístico qu e M á rq u ez. La tumba de mis ensueños, tal es en nuestro parecer, su m e jo r com p osición , p or el esplritualism o erótico, que la inform a, la co n ce p ció n h ond a d e la vida, y más qu e to d o , p o r el ansia d e in m ortalidad que la anima, p or las rotundas im á­

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genes d elicad am en te m elancólicas, tiernas, nostálgicas y p o r la casticidad en la elo cu ció n y la sob ried a d d e los giros. D esen g a ñ a d o d el m undo, el jo v e n p oeta se despedía d e las vanas quim eras de la vida, ca n ta n d o de este m o d o : Quiero un celaje, un lánguido murmullo, un periume, una queja, algún rumor que sollozando con doliente arrullo repita el eco de mi triste voz! L uis B en ja m ín Cisneros y José Santos C h ocan o, he aqu í otros dos grandes p oeta s qu e tam bién guardan en ­ tre sí una íntim a sem ejanza. Y a han sido los dos id en tifi­ ca d os p or V en tu ra G arcía C alderón . A m b o s son rom án ti­ cos. E l p rim ero lo es en tod a su obra; y el segu nd o es en su prim era m anera, distinguiéndose éste de aquél, porqu e, en cu anto es rom á n tico n o sop orta ningún refinam iento, ninguna reflexiva orien tación en el gusto, m ientras que C isneros sabe enfrenar su in spiración y la fu erza em otiva en form a s d elicad am en te pulidas y arm oniosas, c o m o se p u ed e ver p or estos v ersos: M il veces triste, en mi abrasada mano mi frente joven recliné abatida, y he preguntado a mi conciencia en vano el último secreto de la vida. q u e n o habría escrito C h ocan o, au tor d e esta otra estro­ fa d e su prim era m an era: Alta la sien, más con dolor profundo dejo la sociedad en que vivía, en q u e se nota qu e la e m o ció n d e tristeza p arece qu e tem blara en tod a su v ita lid a d in arm ón ica en el segu ndo verso.

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H u g o es el m aestro d el autor d e Iras Santas, en q u e es desd e lu ego m ás su b jetiv o, personal y h u m a n o qu e en el naturalism o d e su segunda m anera, en qu e presta sus sus ideas y sentim ientos para tradu cir en felicísim as c o m ­ p aracion es la relación entre los fe n óm en os o b je tiv o s y los d el espíritu. C arlos G erm án A m éza g a p erten ece tam bién al ro ­ m anticism o, n o d e una m anera com p leta , p o r la ausencia d e sen tim entalism o en su poesía, p e ro sí p o r la a ctu ali­ d ad de sus asuntos de inspiración y p o r el sen tid o filo ­ só fico a v eces dem asiado re fle x iv o y m en os espon tán eo. D íg alo, si no, su fa m oso p oem a Non plus ultra, d e ritm o tan variad o y m e lo d io so y d e d icció n tan pura.

H o y en el P erú, desgraciadam en te n o h a y y a el en ­ tusiasm o de otros tiem p os p o r el R o m a n ticism o ; y d ig o desgraciadam en te, p orq u e sien do to d o sin ceridad en es­ ta escuela, es d e lam entar qu e ahora nuestros p oetas o l­ v id en esta gran cu alidad que d e b e tener to d o buen ar­ tista. D a d o s d em asiadam ente a la im itación, h o y más qu e nunca se d esplega la ten d en cia desenfrenada p o r se­ guir en literatura el ca m in o d e los d e fuera. Si b ien es cierto que, co m o d ice José E nrique R o d ó , en A m érica to ­ davía n o se p u ed e vivir en poesía sino d e prestado, p or­ qu e atravesam os aún p o r un p e río d o d e form a ció n ; si b ie n es cierto que, c o m o d ice J u sto Sierra, es necesario b e b er en las fuentes puras de los autores extran jeros para suscitar el buen gusto y los ideales, no p or esto d eb em os seguir ciegam ente, d e un m o d o servil a los m aestros, aún ah ogan d o la v o z de nuestra raza, d e nuestro gusto innato y nuestras costum bres. R a za jo v e n aún, en una naturale­ za tan rica y grandiosa, co m o es la nuestra, n o debem os, los peruanos en especial, leer a los extranjeros, só lo p or leer, sin asim ilar sus ideales, sólo para v o lv e r a escribir

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los m ism os sentim ientos y pensam ientos, en las m ism as form as y aún en el m ism o gén ero d e e lo cu ció n ; no. L e c ­ tura m etódica, tin o para co n o ce r nuestras v o ca cio n e s y más cultura, he aquí to d o lo que J osé d e la R iv a A gü ero ansia co m o m ed io de p rocla m a r nuestra au ton om ía en li­ teratura. M u c h o se h abla entre n osotros d e qu e los estudios literarios son inútiles. N o n ecesitarem os aquí p rob a r lo errón eo y tem erario d e sem eja n te afirm a ción ; p ero sí d e ­ b em os d eclarar qu e esta aversión al A rte, tan arraigada en el p u e b lo en los actuales tiem pos, es d eb id a a la falta de ed u cación , que n o perm ite tener una idea clara y c o m ­ p leta d e la vida arm ón ica y plen a del h om bre, pues nin­ gún p u e b lo cu lto e ilustrado rep ele n unca el n ob le sacer­ d o c io d e la P oesía. P o r ahora n osotros anhelam os, pues, la d ifusión de la cultura en la m asa p op u la r y el desarro­ llo e co n ó m ico , co m o m e d io de form a r una literatura b ri­ llante, digna d e nuestra am ada Patria. T r u jillo ,

S e tie m b r e

22

de

1915.

CESAR A. VALLEJO y ° b 9— CHECA.

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Esta obra fué terminada de imprimir el 15 de Diciembre de 1954, "A ño del Libertador Mariscal Castilla", en los Talleres Gráficos P. L. Villanueva, S. A. Jirón Lampa 277 * Lima-Perú.

JUAN

HEJIA BACA

B ib lio te ca

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Ediciones Juan Mejía Baca &

P. L. Villanueva: A l a r c o .— L e c c i o n e s

M e t a f ís ic a ,

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F il o s o f ía

de

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E d u c a c ió n .

Saberbein.— T e o r ía

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C o n o c im ie n to .

Hernández Arturo.— R aygada del

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C a r lo s .— H ISTO R IA

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C a ld e r ó n y

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CRITICA

N a c io n a l, En

2

tom os.

to rn o

AL

A m e r ic a .

Porras Barrenechea Raúl.— FU E N T E S HISTORICAS PERUANAS.

Carvajal Zora F.— T a c n a . Samaniego Antenor.— CESAR V A L L E J O . Romualdo Alejandro.— P O E SIA, 19451954. Arguedas José María.— D i a m a n t e s Y P e d e r n a le s .— A g u a .

Julián

Julio.—

¡H a y

n ie v e

en

la

sie r r a !

Ediciones de Biblioteca de la República:

Távara.—

H ISTO R IA

DE LOS PARTIDOS

POLITICOS.

Echenique.

M e m o r ia s

HISTORIA DEL PE R U , 2

Basadre,

la

M .— D ie z a ñ o s d e h i s t o r i a

POLITICA DEL PE R U ,

Dos

para

tomos.

d o c u m e n to s

(1834-1844).

sob re

C a s tilla

(Una biografía por Juan Gualberto Valdivia y e l “ Boletín d e l Ejército d e 1859-1860). Una e d i ­ ción facsimilar.

Ediciones Distribuidas por la Librería “ Mejía B aca":

Cisneros Luis J.— Diez Canseco M . CU TE C ,

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IN C A

L e n g u a je .

R.

de.—

Y U P A N Q U I,

PACHA-


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