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Agradecimientos
Agradecimientos
Estoy escribiendo estos agradecimientos sentado en una mesa de la cafetería Pandor Artisan Bakery & Café, un pequeño establecimiento situado en el corazón de la ciudad de Orange, en California. Tengo delante una ensalada nizarda, esperando junto a una gran taza de café helado. La canción Chinese Dreidels, de MC White Owl, suena con fuerza por mis auriculares. Llevo unos pantalones cortos de baloncesto, así como una gastada camiseta de Spiderman. Fuera hace sol y la temperatura es agradable. Probablemente estamos a unos veinticuatro grados. Llevo sandalias.
Esta imagen representa mi vida.
Esta imagen representa la vida de un biógrafo.
Y, a decir verdad, es realmente creíble un 83,7 % del tiempo. La libertad que me ha acompañado en mi carrera como escritor es algo que no cambiaría por nada en el mundo. Me ha permitido el lujo de estar presente en la gran mayoría de las actividades de mi hija y de mi hijo.20 Establezco mis propios horarios. Jamás (gracias, ינודא) asisto a ninguna reunión.21 Soy una auténtica guía de las cafeterías del condado de Orange.22 Es genial y me siento afortunado.
No obstante, la escritura es un viaje tortuoso por las pro-
20. Es cierto que, probablemente, cuando mi hija esparció un proyectil de vómito por todo el baño de la Biblioteca Infantil Huguenot, no hubiera sido mal momento para ser un contable. 21. El mejor consejo que puedo darle a vuestros hijos es: tened un trabajo sin reuniones. Ninguna. Cero. 22. Active Culture, en Lagune Beach. Pide el batido de coco. Dile al chico de los tatuajes que te envía Jeff.
fundidades del inframundo. Quien crea que este trabajo es mentalmente relajante nunca se ha pasado cincuenta minutos trabajando para elegir una sola palabra ni ha estado tanto tiempo mirando una pantalla que el cristal se le ha empezado a derretir como si fuera jarabe. Tampoco se habrá preguntado, seriamente, si su capacidad para dotar de sentido a las palabras se ha desvanecido inexplicablemente. Suelo bromear cuando digo que estos proyectos suelen quitarme dos años de vida. No porque requieran literalmente dos años de mi vida. No. Si a uno le importa el oficio, quiere que cada frase sea perfecta. Y, puesto que la perfección no existe, los escritores solemos caer en espirales recurrentes donde comemos demasiado, bebemos demasiado, follamos demasiado, pensamos demasiado, nos preguntamos demasiado si ese bulto es alguna enfermedad mortal y vemos demasiadas maratones de la serie Arnold hasta altas horas de la madrugada.
Pero, inevitablemente, seguimos adelante.
Esto es una forma extensa de decir que el libro que tienen en sus manos (o en sus teléfonos) es bonito, brillante y colorido, un espejismo bien elaborado tras el cual hay más de dos años de trabajo, de sudor, de ansiedad, de depresión, de altibajos, de vuelos accidentados, de largos viajes en coche, de comidas espantosas, de salidas familiares a las que no fui y de pensar sin parar en Los Angeles Lakers de 1996-2004.
Pero valió la pena.
Puedo ganarme la vida con esto en gran medida gracias a una familia que me apoya y no me da mucho más que amor y ánimo. Catherine Pearlman, la mejor autora y experta en crianza de un solo riñón y aficionada al pádel surf, es mi mejor amiga, mi terapeuta, mi heroína y mi proveedora de información adicional. Es la persona que no solo tiene que convivir con este monstruo cuando se acerca la fecha de entrega, sino que, además, tiene que convencerlo unas dieciséis veces por semana de que no se acaba el mundo, de que el libro quedará bien y de que no se está muriendo de fibrodisplasia osificante progresiva.
Nuestros hijos, Casey y Emmet, se saben palabra por palabra la canción Gin and juice, de Snoop Dogg, lo cual los convierte en los niños más alucinantes, y a su padre, en el peor ejemplo de
todos. (Dicho esto, con tanto drama en Long Beach, es realmente agotador ser Snoop D. O. Doble G.). Puedo decir sin exagerar que verlos crecer ha sido la mayor alegría de mi existencia.
Mis padres, Stan y Joan Pearlman, me criaron animándome siempre a seguir mis pasiones. Como dijo mi madre una vez, «si puedes sobrevivir en las duras calles de Mahopac, puedes sobrevivir en cualquier sitio». Les estaré siempre agradecido.
Aunque en la portada del libro aparezca el nombre de Jeff Pearlman, estos proyectos son el fruto de un esfuerzo conjunto. Mi agente, David Black, es el Chuck Ramsey de los representantes literarios, lo cual convierte a la igualmente excelente Lucy Stille en Bruce Harper. Este es mi tercer libro con la editorial Houghton Mifflin Harcourt y el tercero en el que trabajo con Megan Wilson, la mejor publicista del planeta, y una mujer a la que hay que perdonar por sus filias en términos beisbolísticos. Ha sido un auténtico placer hacer equipo con Susan Canavan, y me siento igualmente honrado de poder darle el toque final al libro con David Rosenthal y su pluma mágica.
Michel J. Lewis, el fantástico periodista especializado en tenis / coleccionista de colgantes / derramador de leche / presidente del club de fans de Marvin Washington es un amigo increíble y un enorme activo literario. Casey Angle ha trabajado conmigo como editor / contrastador de información desde los inicios, y sus capacidades, su amabilidad y su devoción por la honradez son únicas. Por otro lado, Amy Balmuth y Will Palmer hicieron un gran trabajo con mi desordenado hilo conductor. Gracias.
Hay muchas otras personas con las que me he topado por azar, y que me han ayudado con El circo de los tres anillos. He tenido la enorme suerte de trabajar con grandes periodistas durante todos estos años y muchos de ellos me han ayudado. Muchas gracias a L. Jon Wertheim, Vincent Bonsignore, Mike Wise, Jonathan Abrams, Mike Moodian, Mirin Fader, Alex Kennedy, J.A. Adande, Howard Beck, Russ Bengtson, Steve Aschburner, Andy Bernstein, Rick Bonncell, Marcos Bretón, David Brofsky, Tim Brown, Ric Bucher, Cheo Hodari Coker, Bob Condotta, Wendy Cook, Scott Howard-Cooper, Roger Cossack, Sean Cunningham, George Diaz, Kevin Ding, Kerry Eggers, Steve Cannella, Robyn Furman, Adrienne Lewin,
Howard Eskin, Jon Finkel, Tony Gervino, Anthony Gilbert, Jim Gray, Lisa Guerrero, Paul (Ferragamo) Gutierrez, Kevin Harlan, Mark Heisler, Jonathan Eig, Seth Davis, Giana Nguyn, Steve Henson, Fred Hickman, Rex Hoggard, Shawn Hubler, John Ireland, Melissa Isaacson, Dwight Jaynes, Elliott Kalb, Tim Kawakami, Elizabeth Kaye, Roland Lazenby, Michael C. Lewis, Arash Markazi, Bobby Marks, Jack McCallum, Geeter McGee, Joel Meyers, Ian O’Connor, Bill Plaschke, Shaun Powell, Jeff Proctor, Norma Cockapoo, Ray Richardson, Selena Roberts, Jeremy Schaap, Brian Schmitz, Suzy Shuster, Susan Slusser, John Smallwood, Shelley Smith, Marc Stein, Rick Telander, Brad Turner, Ailene Voisin, Jennifer Weiner, Dick Weiss, Mike Wells y Ronnie Zeidel.
Jeanie Buss y Linda Rambis han sido muy buenas fuentes de información durante casi una década y no olvidaré su calidez, su ayuda y su facilidad de trato. Tuve el honor de pasar grandes ratos con docenas de exjugadores y exentrenadores de los Lakers, y estoy muy agradecido por haber tenido acceso a ellos. Phil Jackson me enseñó la belleza de su tierra natal. Shaq me permitió pasar un rato con él en Atlanta antes de una emisión. Con Jim Cleamons charlamos mientras comíamos tortitas. Con Kurt Rambis nos relajamos en una piscina. Samaki Walker me descubrió una cafetería nueva. Rick Fox me explicó el mundo del deporte electrónico fuera de un Starbucks en los Ángeles. Mike Penberthy seguro que está harto de mis constantes mensajes. John Salley me descubrió las propiedades de la marihuana. Fui al baño cuatro veces durante una tarde increíble con Del Harris. Paul Shirley es mucho mejor escritor que jugador de la NBA. Eric Chenowith tiene una memoria de elefante. J. R. Rider me hizo pasar miedo, pero terminé adorándolo.
Gracias a todos.
No podría terminar sin mencionar la ayuda de Matthew Mickelson, de la biblioteca pública de Eagle, como tampoco de Ryan O’Neal, Dave Robinson, Art Gruwell, Joe Kurrasch, Lauren Abulfetuh, Hannah Harlow, Sally Nation, Ronald Roberts, Ivy Givens y Ramon Maclin. Siento mucho respeto por Drew Corbo, el mejor Blue Hen sin victorias de la Costa Oeste. Mucho amor para David Pearlman, Daniel Pearlman, Imma
Doeshbahg, Norma (100) Shapiro, Laura Cole, Leah Guggenheimer, Jordan e Isaiah Williams, Jessica y Chris Berman, Richard Guggenheimer, Sandy Glaus, Rosie Widemutt, Lou Marshall, Jasmin Sani, Carolina Valencia, Dayna Li, Mitali Shukla, Luca Evans, Zach Davis, Natalie van Winden, Kate Hoover, Kali Hoffman, y Emma Reigh.
Como seguro que sabe cualquier persona que esté leyendo este libro, Kobe Bryant y su hija Gianna murieron en un accidente de helicóptero el 26 de enero de 2020 junto a siete víctimas más. Las otras almas que se perdieron en el accidente son John, Keri y Alyssa Altobelli, Sarah y Payton Chester, Christina Mauser y Ara Zobayan. Recordaremos esta tragedia durante décadas. Descansen en paz.