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Niveles estratégicos
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intromisión o por incompetencia. La explicación de su evolución pasa por la comprensión de los niveles y ámbitos de la estrategia, como también de entender la convergencia de la ciencia y del arte en la conducción militar.
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La historia es profusa para referirse a los generales o grandes capitanes que, con su habilidad de mando, imposición de la disciplina, ejemplo personal, visión en adelantarse a los probables sucesos o audacia en efectuar movimientos, demostraron el arte y ciencia que comprende la conducción de la guerra.
El generalato es la ciencia y el arte del mando. Es ciencia en cuanto que ha de estudiarse teóricamente por los oficiales, y arte porque, la teoría ha de llevarse luego a la práctica. Sobre todo, implica un íntimo conocimiento de la naturaleza humana.120
Así, el precedente histórico ha ido quedando superado por diferentes normativas que sitúan a la estrategia militar en un ámbito de conducción difuso. Por eso mismo, pareciera que, si no fuera por algunos tratadistas, batallas y grandes capitanes considerados clásicos de la historia militar universal, la estrategia militar no tendría forma de sostenerse en la actualidad como un nivel de la conducción militar, más aún, cuando ha surgido un nivel denominado “conducción operacional”, que ha terminado por enterrar las perspectivas de la estrategia militar de las guerras de tercera generación.
Tiende a confundirse la retrospectiva histórica de los “tipos” de guerra con los “modos” de la estrategia, cuando lo único que representan los tipos es una clasificación historiográfica y no una concepción estratégica. Por lo anterior, es conveniente reflexionar primero, sobre los niveles en la estrategia, su ámbito de acción, y el sustento histórico respecto de las formas o modos de empleo de las fuerzas.
Niveles estratégicos
Al observar los sucesos posteriores a la aparición de la guerra nuclear y sobre todo en las guerras árabe-israelíes, Vietnam y guerra del Golfo, se puede aseverar, que la conducción estratégica militar es ejercida desde diferentes niveles. Para diferenciarlos se hace mención del nivel político estratégico y del nivel militar, también del conjunto y combinado; lo cierto, pareciera, no es más que una mera interrelación para intentar diferenciar dónde comienza el trabajo
120 MONTGOMERY. Historia del Arte de la Guerra. Madrid: Aguilar, 1987, p. 19.
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de uno y otro, o qué medios y responsabilidades estarían, eventualmente, implicadas.
Clausewitz, en diferentes partes de su obra De la Guerra, es reiterativo respecto que la guerra es la continuación de la política por otros medios y que la estrategia es el empleo del combate en su propósito. Dice:
El estratega debe definir un objetivo para toda la parte operativa de la guerra que esté de acuerdo con su finalidad. En otras palabras: debe elaborar el plan de guerra, y el objetivo determinará la serie de acciones propuestas para alcanzarlo; en la práctica conformará cada una de las campañas y, dentro de éstas, tomará decisiones sobre los distintos combates.
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Como se observa, Clausewitz es de la idea que el estratega debe mantener el control sobre todas las cosas o niveles de la conducción. No basta con asignar objetivos estratégicos y entregar macro orientaciones, y luego dejar al azar o a otros niveles el destino de las operaciones, sino que debe ir interviniendo en todas aquellas acciones cuyos efectos puedan repercutir en su estrategia para alcanzar el objetivo de la guerra, con mayor razón en los combates que se vayan dando.
La mayor parte de los hechos históricos de los dos últimos siglos confirman la aseveración de Clausewitz; a la luz del objetivo político de la guerra el estratega militar elabora un plan estratégico en procura de la consecución del objetivo político de guerra, pero la autoridad política, al igual que el estratega militar, van resolviendo, sucesivamente, a partir de los resultados que van teniendo las acciones. Sobre todo, el conductor militar debe ir contando con la aprobación de la autoridad política, entonces ¿quién es el verdadero conductor estratégico? ¿tiene libertad de acción el conductor estratégico militar para decidir los asuntos operativos o siempre ha estado supeditado al conductor político? Respondiendo estas interrogantes, recién podríamos comenzar a comprender el por qué la discusión sobre los diferentes niveles de la conducción estratégica está vigente. Probablemente, se deba a que la acepción ha estado vinculada a los generales y que las fronteras verticales son difusas. Más aún, cuando en una época, las mismas autoridades políticas (gobernantes) conducían los ejércitos, por lo tanto, eran la autoridad política y militar al mismo tiempo.
121 CLAUSEWITZ, CARL. De la Guerra. Op. Cit. p. 303.
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Sin embargo, no cabe duda, que la guerra como fenómeno político es conducida por la autoridad política y ésta en la medida que vaya previendo y aprovechando todas las capacidades que tiene el país para los fines de su defensa, sobre todo la diplomacia y economía, interpretando, adecuadamente, los intereses nacionales, está en un ámbito que, generalmente, se le ha denominado político estratégico, aunque en los hechos son decisiones políticas, pero como están enraizadas con un empleo ingenioso de las potencialidades y capacidades, el apelativo estratégico no está demás y no tiene por qué ser privativo del conductor de las fuerzas armadas. Por eso tiene mucho sentido la definición de estrategia de A. Baquer:
La estrategia es tanto el arte de concebir planes de operaciones, coherentes con los fines legítimos de una comunidad política, como el arte de conducir los ejércitos hacia objetivos decisivos. 122
Pese a lo anterior, persiste la dificultad para señalar o identificar dónde están los límites del conductor político, los del estratega y del táctico. Por el mérito de los hechos, al menos se puede afirmar, que la autoridad política será el conductor estratégico de la guerra y la autoridad militar será el conductor de las operaciones militares, pero ¿cómo se interrelacionan? pasa a ser el asunto principal. Algunos, como lo hizo el Conde von Moltke, podrían bogar por la conveniencia de supeditar todas las potencialidades del Estado a la estrategia, ya que, ésta será la que permitirá ganar la guerra, que al fin de cuentas es el fin último, y la victoria justifica cualquier esfuerzo. Otros, con una perspectiva que los intereses nacionales tienen sus límites, sobre todo cuando de vidas humanas se trata, son de la idea que la estrategia en todos sus aspectos debe subordinarse a los fines de las decisiones políticas atendiendo el precepto clausewitziano que la guerra, por ser la continuación de la política, será el nivel que limitará sus medios, modos y fines.
El problema en esta polaridad pasa por tres variables, 1) concluir sobre los límites aspiracionales de los intereses nacionales pasa a ser el factor clave para dimensionar hasta cuándo y por cuánto, la ciudadanía está dispuesta a prepararse, iniciar o continuar una guerra, por más localizada o general que ésta pueda darse, 2) el desarrollo de las capacidades militares y por ende los recursos que éstas requieren no finaliza nunca, ya sea por las necesidades de adquisiciones o de sostenimiento y renovación del material existente. Además, con una economía nacional en contracción o crecimiento, por más que existan brillantes ideas estratégicas, será la principal limitante en cuanto a la
122 BAQUER, MIGUEL ALONSO. ¿En qué consiste la estrategia? Madrid: Ministerio de Defensa, 2000, p. 37.
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disponibilidad de medios, 3) independiente de las dos variables anteriores, cuando la guerra se muestra próxima, el ciudadano no admite justificaciones de ninguno de los dos niveles, por lo cual es probable, que el nivel político imponga objetivos al potencial bélico irrealizables con los medios que la misma autoridad política le ha permitido desarrollar y sostener.
Hay otras dos variables intervinientes que se entrecruzan con las tres expuestas, como es la potencialidad de cada país y la amenaza. Un país con un gran potencial y desarrollo militar permite un jefe supremo, varios conductores estratégicos e incluso podría haber varios conductores políticos; pero en un país con bajo o medio desarrollo social y militar, las posibilidades de más protagonistas en los niveles político y estratégico pasan a ser un mero asunto denominacional. Así, tiene cabida la idea, que el único conductor estratégico es la autoridad política y el nivel militar es, eminentemente, para concebir y conducir operaciones; por ello, se habla de la “estrategia operacional”.123
En una perspectiva complementaria -siguiendo la afirmación de Clausewitz respecto de la intervención del estratega en los combates que se dan en el nivel táctico- el conductor político y el estratégico, máximos responsables de la conducción de la guerra, podrán intervenir y adoptar decisiones previas a cada combate y posterior a este. Clausewitz así lo pensaba hace casi un siglo, hoy tiene plena validez; por más que exista un plan de campaña u operacional con previsiones de sucesivos o simultáneos combates, la autoridad política, inevitablemente, deberá ir tomando decisiones antes y después de cada acción. Eventualmente, en los países con un gran potencial y desarrollo, la intervención podría darse después de varias operaciones o acciones. En un país de bajo desarrollo, sería una ilusión pensar, que el conductor estratégico tendría libertad de acción en concebir, desarrollar capacidades y ejecutar operaciones sin el consentimiento del nivel político. Tal vez por ello, Colin S. Gray, dice que la necesidad de utilizar o amenazar la fuerza para objetivos políticos y la necesidad de comportarse, estratégicamente, son perennes y universales.124 También indica, que la estrategia moderna es el puente que conecta el poder militar al propósito político; no es poder militar per se ni solamente propósito político. Cuando hablo de estrategia, quiero decir el uso de la fuerza y amenaza para fines políticos.
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123 Algunos países, como Chile, por medio de una Ley (20.424) han circunscrito el rol de “estratégico” a una autoridad militar, pero la idea “conceptual” que se expresa en este ensayo es que el conductor estratégico debe ser quien pueda concebir una idea y a la vez tenga la capacidad para asignar los medios para concretarla y no quien solo reciba la denominación como tal. 124 COLIN, GRAY S. Estrategia Moderna. Río de Janeiro: Biblioteca do Exército, 2016, p. 29. 125 Ibídem., p. 40.
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Esto es, claramente, observable en el nivel político. A modo de ejemplo, las estrategias nacionales de seguridad de los Estados Unidos de América son explícitas respecto de los intereses nacionales y realistas con relación a los amigos y enemigos. Ahora último, la estrategia difundida por el presidente D. Trump es ejemplificadora al enunciar sus controversias con Rusia, China y Corea del Norte; como también sus alianzas estratégicas con Japón, Australia y Reino Unido, entre otros. Sin eufemismos, la principal potencia económica y militar del mundo es directa en explicitar sus intenciones. Derechos que pueden tener pocos Estados a partir de la capacidad desarrollada para una eventual respuesta militar de ser necesario. El resto se circunscribe a lo políticamente correcto, so riesgo de generar controversias en el nivel político, que podrían traer graves consecuencias a los niveles inferiores.126 Pero esto no es la estrategia militar, sino que es una orientación política -vinculada eso sí con la defensa externa de una Estado-, por ende, muy distante de la conducción estratégico militar, propiamente, tal y más cercana a la política de defensa y política militar.
En este intento de identificar la frontera conceptual entre los niveles que toman las decisiones políticas y los que dirigen las operaciones militares, tienen cabida nuevos factores intervinientes de los últimos tiempos. Uno de ellos dice con la capacidad tecnológica actual. Hoy, a gran diferencia de antaño, el conductor político puede ir conociendo el desarrollo de las operaciones e incluso tomar decisiones al instante; puede detener una operación en ejecución al extremo de congelarla por unos momentos o imponer modificaciones según las fases y efectos deseados.
Así, desde aquellas épocas en que las autoridades políticas autorizaban las operaciones o trazaban los designios de la guerra en un mapa y luego casi se desentendían del frente de combate, se ha pasado al extremo, que la autoridad política e incluso los ciudadanos pueden aprobar las acciones en el momento en que están ocurriendo.
Con esto, todos los discursos de la intrusión de la política en la estrategia y también de aquellos que estiman que debe ser al revés, han quedado superados por la capacidad de llevar la guerra a la mediatez de la opinión pública. Por ende, hoy más que nunca, el efectivo conductor estratégico de la guerra e incluso de las principales operaciones militares es el conductor político.
126 ESTRATEGIA NACIONAL DE SEGURIDAD DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
Disponible en: http://www.ieee.es. Ingreso el 10 de septiembre 2019.