Revista Literaria El Puñal Nº2

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ISSN 0718-705X

Riesgo País Encuentro de Poesía Cuentos Poesía Revistas Libros

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Número 2, Abril 2009 Editorial: página 1. Po esía Teresa Muñoz: página 2. Patricia Franco: página 3. Daniel Rojas: página 4. Pablo Delgado: página 5. Elizabeth Cárdenas: páginas 6, 7. Amanda Espejo: páginas 8, 9. E sp ecial R iesgo País Intro: páginas 9, 10. Álvaro Pereira: página 12. Ivonne Coñuecar: página 13. Pedro Guillermo Jara: página 14. Yenny Paredes: página 15. Felipe Becerra: página 16. Revistas: página 17. Roxana Miranda: página 18. Ivana Božinović: página 19. Narrativa Sonia Leal: páginas 20-22. Rodrigo Suárez: páginas 23, 24. Maori Pérez: páginas 25, 26. Cristian Berríos: páginas 27-30. María Elena Monsalve: páginas 31, 32. Revista El Puñal es una revista de creación literaria. Independiente, libre, en constante desarrollo. Nos interesa crear lazos de amistad y aprendizaje basados en el amor por las letras, la poesía y la narrativa. Los invitamos a escribirnos e intercambiar enlaces y textos.


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tiempo no espera; sin embargo, hay lugares en que su paso se dilata. En Valdivia fue una estación de tren casi abandonada, a orillas del Calle-Calle. La ocasión, el encuentro nacional de poesía joven, Riesgo País 2008.

n tren sin máquina espera en el primer andén. De los seis vagones, dos están habilitados para actividades culturales. El coche comedor centra el itinerario del día: lecturas de poemas y un menú de machas cocidas y tallarines. Los jóvenes se reparten entre la cocina y las mesas de mantel tricolor donde nunca falta una cerveza. Desde el escenario improvisado, se turnan al micrófono. La vía sobre la que descansa el tren se pierde en la maleza reseca. Nos rodean los vestigios de la era del vapor. Máquinas a carbón conservadas como piezas de museo. Otras, en cambio, yacen a merced de la herrumbre. ara hacer posible el sistema ferroviario durante el siglo XIX fue necesario universalizar la medida del tiempo para coordinar la llegada y salida de la mercancía y los pasajeros. Significó que desde entonces en adelante el reloj pasaba a dominar la medición del tiempo. En los campos, donde la salida y la puesta del sol marcaban los días, donde las distancias entre los pueblos facilitaban el aislamiento, la

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llegada del ferrocarril vino a trastocar profundamente la vida. Para bien o para mal, fue parte de la revolución de la modernidad. a temperatura dentro del coche se eleva gracias al sol, la cocina y los cuerpos. Desde la ventanilla lo único que se mueve con dirección es el río, el inexorable paso del agua bajo los puentes. Un grupo de poetas se junta sobre el muelle. Se tiran al agua, no importa si no llevan puesto traje de baño. Se bañan como solían hacerlo los niños. osotros varados, como el tren, en una cápsula de nostalgia. uesta pensar que este viaje no fue un sueño. Una interrupción improbable en el ajetreo cotidiano, de horarios laborales, clases y familia. Pero las palabras quedan como evidencia. Algunos de los poetas que conocimos compartieron con nosotros sus creaciones y hemos querido extender esta invitación a nuestros lectores.

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Rodrigo Suárez Pemjean Director El Puñal


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Teresa Muñoz

Sin título I La insolencia de los letreros los epígrafes de moda esa multiplicación del desorden me infecta Para evitar el contagio que se expande en anillos cada vez más íntimos ha entrado en vigencia una estética Ciega para los valores Materiales blandos ocultos de cemento y fierro producen este desarraigo luminoso Ni una calle ni un minuto que perder Tú leerás entre líneas los otros no me interesan Sin título II La pobreza nos mandó a comer fruto los libros a digerirlo pero el hambre tiene paciencia y lo que muere por fin es la rosa quisiera ocuparme de ti observar la caída de tu pelo no hablar más devuélveme mi corazón de piedra para aprender de la muerte lo que la vida no enseña

Te r e s a Muñoz Poeta. Licenciada en Lengua Francesa (U de Chile), ha participado en talleres literarios La Torre Lúdica y El Puñal. Sus poemas han sido publicados en sitios web Letras.s5, La Mancha, Lakúma Puzáki, y en revistas La Mancha y El Ermitaño. Es parte del comité editorial de nuestra revista.

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Patricia Franco

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L a muj e r de ne g ro Está en todas partes y en un solo lugar La vertí en el lavaplatos retornó en carta certificada la dejé olvidada al fondo del bolso y el bolso en un banco de la plaza ha vuelto sola Este es un asalto, dice peleo, casi pierdo la partida han sido puntos en desventaja una tregua mínima como un parpadeo de hormigas intento olvidar que me espera pero retorna como si nada cada instante del año duermo pensando en ella está en todas partes vuela al viento con el vilano y baila en la punta de un alfiler.

Pa tr i c i a Fra n co Poeta. Es parte del Círculo Literario de Maipú. En el año 2008 obtuvo mención honrosa en el concurso de poesía Ciudad y Memoria de El Puñal, con su poema “Hormiguero”.

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Daniel Rojas

Po s t - M o r te r n M o dern Cards I Estoi (ko) desa-L/R-mado, en el vértice del cuestionamiento, sin saber para qué lado ir o de dónde vengo. Really, todo es confuso bajo mis pies y la sien se haya unida a mi ano pues todo lo que pienso lo cago y todo lo que cague hoy, ayer y quién sabe quizá mañana también, fue pensado, no por mí, sino por algo supremo, por un Diosito o Societas, por miedito o la maricona forma de aminorar todo. Sobre todo mi cabeza, que ya no sé si piensa o alguna vez, en otra dimensión remota lo hizo por vez primera... Mi pasado es una sombra que me persigue, mi presente millones de dudas mezquinas y quién sabe si el futuro no es más que una pregunta que pende de mi locura entre ese millón de cuestiones, siendo la número 999.999. Numerada y bajo el código de miles de códigos milenarios. Danzo en el retrete, enorgullecido de mi meta, mis sueños, mi objetivo y las meta-búsquedas que tenía. Eran mi plan a cinco años, pero ya los cague o bajo mis patas hediondas se desa-L/R-man por que he caminado mucho y tengo pie de atleta y el culo escaldado, al fin descubro el malestar de los malatesta, al fin no estoi (ko) al fin no hay poder supremo por encima de mi cerebro, sólo yo, desamparado sin compás ni brújula. Sólo con un cuerpo y duda, me pregunto y se cuánto no tiene respuesta, incluida mi existencia, mi antigua vida y mi presente sin futuro... Solo, yo desa-L/R-mado tratando de armarme sin alma... Sin título Esa que duerme, esa que no sabe en cada palpitación, en cada memorial de ruinas cuando tus caderas retuercen el género desprendido de la ilusión y frustrado… aquel que pensé, era… o podía llegar a ser. Ya no siente la semilla, gota y magma esclavizado por el tiempo. Condenado yerra, duda, la soledad engullida por la máquina / con muda fuga en marcha: Y la vida, y como la construye el espectador, el lector sin órbita… desde la tortura ansiada y la bestialidad [estéril hambruna de mil cabezas germinando en los mil demonios que tengo por mañana] Repiquetea de noche los terrores repetidos que surten el juego. D a n i e l Rojas Pachas Escritor. Es Profesor de Literatura egresado U de Tarapacá y dirige el colectivo y taller literario Clepsidra. Es miembro fundador del grupo literario MAL. Edita la revista virtual Cinosargo. Ha publicado los poemarios Música Histórica y Delusión (Ed Blue). En el 2008 fue beneficiado con el Fondo Nacional de Fomento del Libro por su proyecto de investigación “5 Novelas Latinoramericanas Generacionales”.

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Pablo Delgado

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L a Muñe c a La crónica roja, apenas cruda que las hormigas patean en la noche detrás de los adobes, enfilan su trayecto a junco verde para dejar el vestigio. Mera circunstancia esa hora de rumiar como bestia en la vastedad de su muslo. Penas, señas y no grito lo que se escuchó de ella. La página no da detalles, mas como fotografía insinúa la resaca y su encrucijada. En la memoria, sólo un reloj en su muñeca nos indicaba la hora.

Amore s que e s t á n m at a n d o La crónica roja, siempre escudriña en lo más bajo. Vapulea, no da detalles de los acontecimientos ni los hechos. Escupe en las sábanas y sabotea las colchas, patea sobre el muro y rompe puertas y ventanas que encuentra en la vereda. Sólo, escuetamente en una línea. De cinco estocadas trozó su corazón sobre la mesa. Pa b l o D e l ga d o Miembro del comité editorial de revista La Mancha. Originario de Viña del Mar, su interés en las publicaciones lo ha llevado a crear “Ediciones del Taller”, editorial independiente que busca publicar y dar impulso a escritores noveles, tal como lo hacía a principios de los 80 en su ciudad de origen. Su última publicación en el 2008 fue el poemario “Gusano de Tierra”.

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El Puñal2 L a No c he La noche cae sobre mí como un bloque oscuro despertando fuerzas que se miran con ojos cerrados Curvas y líneas que afloran de la pieza, los muebles y la ciudad entera. Desde la altura del cielo la multitud de la calle hierve atraen sus cuerpos con señas mudas el furor del quehacer ciego y el robo de miradas Extraño el calor que nos une revienta el ruido nadie puede oírnos ahora que me pierdo en tu canto en el recuerdo de tu canto el canto ausente que se ha sumergido en otras habitaciones La noche cae sin aviso mientras los planetas aparecen suaves Alguien toca pero no es mi cuerpo el que responde que improvisa unos pasos hacia la puerta arrastrando mis manos Es otra la que grita y reclama desde las profundidades aplacar el vacío, la soledad la tristeza de una noche demasiado larga Pensar que casi morí estuve mil veces al borde del tablón y la soga donde las manos frías de la muerte se negaban a llevarme dejándome a tu locura

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Elizabeth Cárdenas (continuación...) en dónde sólo imaginé lámparas blancas encendidas en el campo y puertas con enredaderas que después iba encontrando en tu cuerpo Me busco sin objeto y me enredo en esa madeja de tu pelo el pelo que imagino para que el paso del tiempo no te lleve te voy encontrando en la piel del muerto en la palidez de un rostro de ojos brillantes que me miran de reojo en una habitación sin luz La luz que se ha ocultado detrás de las moles y bemoles en las flores que llevo en la mano que están para meterlas en un libro en vez de un vaso de agua caliente Invierno de cero grado y pies fríos la noche duda y se vuelve día No hay duda de que pronto se volverá noche ni de la presencia del mundo en el sabor del sueño y el olor de las caricias Viene la luna y sangro nos volvemos salvajes aunque ya no crees en eso y nos domesticamos con la herida abierta de la duda la duda de los años y del día a día.


Elizabeth Cárdenas

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por lo que miro hacia atrás sin encontrarme sin ver el punto de partida el punto en que te fuiste y te quedaste en tus pensamientos en que dejaste de hablarme para morir de miedo el miedo que paraliza y vuelve las horas negras las lágrimas que derramo como pétalos los pies incendiados mis orgasmos como líneas de fuerza y estallidos la piel sin vergüenza de sí misma tu transformación en algo tangible que cae como un bloque sobre mí.

E l i z a b e th Cá r d e na s Poeta y escritora. Estudió ingeniería informática (U de Santiago de Chile) y es instructora de yoga. Participó en talleres literarios de la Zona de Contacto y La Torre Lúdica. Sus trabajos han sido publicados en sitios web La Mancha y Letras. s5, y en revistas El Ermitaño, El Ancla y La Mancha. En el 2007 obtuvo una mención honrosa en “Santiago en 100 palabras”. Ha participado en lecturas públicas de poesía y en el 2008 creó una micropublicación llamada “Chusca de siete suelas”. Es editora del blog de revista El Puñal, parte de su comité editorial y miembro activo del taller literario.

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Amanda Espejo

Ca r t a a u n a u s e nte Es tan fácil tenerte, aún a la distancia sin que nada medie entre los dos excepto tu ausencia, rasgando la noche y las impúdicas sábanas impregnadas de mi celo. Sudarios blancos ondean al alba, mortajas silentes del deseo. Es tan fácil pensarte, olerte y encontrarte en mi propio olor de hembra, dispuesta, jugosa reinventando la noche y tu cuerpo mismo: moldearlo, paso a paso, entre relieves y texturas sudores de lecho caliente. Es tan fácil así sentirte, frotarme y hacerte realidad viva bajo mi vientre hambreado sediento de tu encaje perfecto este, que revienta y escurre en mí. Es tan fácil cogerte así, de esta manera, sin más guía ni otro esmero que el llegar a despertar los espasmos de mi cuerpo. Con los ojos cerrados (las luces, van por dentro). Y es tan fácil calmarme galopando sobre ti al filo del despertar... que se ensortijan mis piernas y se alborotan mis pechos y mi sexo se contrae al compás de tu recuerdo. Al fin, desmayada en ti, esparcidos mis fragmentos entre cielo e infierno, aprendo a respirar de nuevo aire... liviano... fresco.

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Amanda Espejo

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(continuación...) P. D. Suéltame luna, ¡despiértame! Mira que ya no puedo tapar el sol con un dedo. Deja en mi espalda un beso frío que arrase con los ardores de esta orfandad de amor.

A m a n d a E s p ejo Seudónimo de María Haydee Sandoval, poeta y escritora, líder del grupo La Mancha que publica la revista del mismo nombre en Santiago. Ha ganado diversos concursos de poesía y cuento en Quilicura y tambièn a nivel regional. Ha sido publicada en sitios web y revistas El Puñal, El Ancla, Cinosargo, Azul@rte, entre otras. En marzo presentó un cortó llamado “Bajo el ciruelo” para el cual escribió el guión y fue producido por el grupo La Mancha.

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Riesgo Riesgo País es un encuentro nacional de poesía realizado por primera vez en Valdivia (ciudad de la XIV Region de los Ríos) en el 2007. Su objetivo es realizar lecturas públicas, presentación de libros y performances artísticas, dar a conocer los nuevos rostros de la poesía joven emergente en Chile. El Puñal fue invitado a su versión 2008 por la poeta y periodista Ivonne Coñuecar, que junto al poeta Álvaro Pereira, fueron responsables de la organización del encuentro 2008. Entre las actividades, se realizó en la facultad de periodismo de la Universidad Austral, la charla sobre Literatura y Medios, en dónde presentamos la evolución de un proyecto como El Puñal y la utilización de herramientas libres y la difusión vía Internet, la incorporación a nuestro blog de herramientas de administración de visitas, creative commons (derecho de autor digital), además de nuestra experiencia en publicación on-line, talleres on-line, facebook y otros medios. Durante el encuentro hubo lanzamientos de libros realizados por editoriales independientes como Fuga, Pobre Cabro, Andesground; de revistas, por poetas de la zona como Pedro Guillermo Jara y Yenny Paredes. Valdivia y sus museos, el río Calle-Calle, el Jardín Botánico, fueron los escenarios. 10 Riesgo País


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A pesar de la escasa asistencia de público, el encuentro estuvo interesante, ya que incluyó poetas liceanas, universitarias, además de los poetas emergentes que están dando que hablar. Conocimos grupos que están en desarrollo de proyectos editoriales y artísticos, como Descentralización Poética, que recorre Chile realizando lecturas públicas en la periferia de las grandes ciudades. A pesar de los normales problemas de organización y la escasa difusión de los medios locales, se vislumbra como un encuentro que abre un espacio para el desarrollo de escritores y poetas. Una vitrina anual en la cual mostrar lo concreto de la poesía que son las publicaciones, los análisis de obras, las performances artísticas. Demuestra un interés de los grupos y las personas, a nivel regional, por generar actividades públicas e instancias para intercambio de experiencias, de ideas, de estilos. Hay un florecimiento un movimiento de las aguas en la región. Quisiéramos que los recursos nos permitieran plasmar en estas páginas a todos los que participaron de Riesgo País 2008, sin embargo, un extracto de ellos es lo que hemos seleccionado para este número 2 de la Revista, que incluye a Ivana Božinović, Ivonne Coñuecar, Álvaro Pereira, Roxana Miranda, Yenny Paredes, Pedro Guillermo Jara y Felipe Becerra. Elizabeth Cárdenas Riesgo País 11


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Álvaro Pereira

Te m b l or de mediano che Aunque nadie lo pidió, a veces todo sucede en la hora triste, en plena mitad del alba: posiblemente por la impresión de las bocas que miden el estado nocturno de las hojas, posiblemente en el río mineral de tu madre que suelta una risa mineral: en la tierra, como temblor de medianoche, como banquero puntual bajo la lluvia, con una sonrisa permanente con cierta carne bajo las uñas. En la medida de lo posible hay un quejido de pasos, una polución material en la voz que retruena, hay un rehuir de pájaros: siempre, y aunque nadie llamó maldito el aire, hubo un apagón de velas cuando desapareció el espacio, hubo un apagón de luces cuando desaparece el espacio necesario entre la tierra y el cielo, se ablandaron las escopetas cuando hubo un golpe en la mesa que dar, se descolgaron los emblemas del escudo: y es un descalabro de palabras el que hay que arreglar. Puedo ver belleza en cualquier ciudad, pero a ti la medida material te queda exacta, falta tanto por ocupar y ya estas preparado para derramar un vaso de leche: con la lengua depilada, con un campo de tulipanes en la mano con las palabras precisas que vender. Ahí estas tú mi amor: Añejo entero apóstol repleto desierto reflejo Augusto! Á l va r o Pereira Sicòlogo y licenciado en Sicología. Ha publicado sus textos en revistas de Valdivia y La Unión, en lecturas en Santiago y Valdivia. Organizador de Riesgo País 2008.

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Ivonne Coñuecar

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Vuelvo al fin sin humillarme / sin pedir perdón ni olvido (Vuelvo, Inti Illimani) todos en busca de la Trapananda al acecho lucrativo/ carnívoro / afilado de nuevas políticas de gobierno / el rescate energético de un país que no sabe / que no quiere grados bajo cero yo tuve mi patio / mi álamo / dos pinos en el inventario tuve un cerco de rosas / mucha alergia en primavera una plazoleta llena de cenizas volcánicas tuve un padre y una madre / una historia que contar tuve un hacha y corté mis dedos / le di de comer a las gallinas resbalé en la escarcha / mis labios se abrieron de sangre al reír tuve un siemprenevado en mi ventana tuve una lancha / fui la jovencita capitán de bahía no amé a nadie en ningún puerto amé a todos en las calles y las fiestas carmesí / carne sí me olvidé de hablar cuando a mis heridas le crecieron bocas yo tuve quince gatos / perros / tiña y jugaba yo tuve una bolsa plástica de volantín / piedras que patear y dormí en ásperos algodones / yo tuve querida un hombre y una mujer que me amaron y no se llamaban padres / no se llamaban hermanos yo tuve miedo / dolor / cansancio yo tuve / es la forma más clara de manosearme las heridas yo tuve que irme querida

I vo n n e Co ñu e r ca r Poeta y periodista coyhaiquina, radicada en Valdivia. Becaria de la Fundación Neruda, ha ganado innumerables concursos regionales de cuento y poesía. Organizadora Riesgo País 2008.

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Pedro Guillermo Jara

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E l i n c re í b l e á rb ol de los c a l zo n e s

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n el árbol cuelgan cientos de calzones: rojos, amarillos, celestes, rosados, negros, con encajes, bordados, cortos, largos. Nadie sabe cómo han ido a parar allí pero cada cierto tiempo aparecen colgados en el árbol mecidos suavemente por la brisa de la mañana. El árbol se encuentra en el centro de la población. as discusiones del matrimonio traspasaban las paredes. “Es que él era un hombre muy celoso”, recuerda una vecina, “siempre se escuchaban sus discusiones, gritos y llantos por toda la población”, rememora. a mujer salía un par de días a la semana y esa situación molestaba al marido. Ella exigía sus derechos: “Me canso de las labores de la casa: lavar, planchar, hacer la comida, el aseo. Tengo derecho a salir”, decía mientras se quitaba el exceso de rouge con un trocito de papel. ara el hombre la situación era insoportable de tal suerte que cuando su mujer regresaba al hogar con gran escándalo la desvestía y le sacaba los calzones y luego, meticulosamente, los olía en busca de pruebas de la infidelidad, del olor ajeno. “¿Por qué tiene que ser todo

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tan aburrido y monótono?”, pensaba ella tendida sobre la cama mientras el hombre forcejeaba hasta quitarle la prenda de la discordia. ntes de llegar a su casa, la mujer se arrimaba al árbol, se sacaba su calzón, lo lanzaba al ramaje y luego se colocaba uno limpio. ntes de dormir, satisfecha, ella suspira; él roncaba. on el tiempo el árbol de los calzones se transformó en un lugar de veneración para las mujeres del barrio. Cuando tenían problemas, se quitaban el calzón, se colocaban de espalda al árbol, hacían la consulta y con los ojos cerrados lo lanzaban hacia él. Según donde quedase se podía interpretar su significado. Luego, antes de dormir, soñaban.

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Pe d r o Guillermo Ja ra Escritor y comunicador cultural. Estudió Pedagogía en Castellano (UACH). Director de la revista de bolsillo Caballo de Proa.

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Yenny Paredes

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El Espejo Quitarse la cáscara del día las luces de colores las ropas que a veces duelen despojarse de la risa Abrir la carne y encontrar el cuesco de la tristeza cuya constatación nos vuelve reales. Entrar en el cuadrante del espejo hundirse en ese otro cielo desarraigado de preguntas levantar la mirada y encontrar el ojo vertical que nos observa atravesando la frente. Y atravesar la frente. Separarnos en gajos abrir los ángulos gastados de la memoria trazar la cruda desnudez la necesaria cobijar el pez verde que nos navega. Desarmarnos Desglosarnos volver a lo que fuimos antes de tener un nombre y de tanto desbordarnos en el agua crucial del espejo reconstruirnos sin aditamentos con la honestidad de una gota de lluvia en la ventana del silencio.

Ye n ny Pa r e d e s Poeta, dibujante, graffitera y activista cultural. Licenciada en Castellano y Magíster en Comunicación (UACH). Integrante de la Asociación de Culturas del Sur del Mundo. Directora y editora de la revista Ciudad Circular.

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Felipe Becerra

El Puñal2 Bagual Editorial Zignos Primera edición: Septiembre 2008

Felipe Becerra Calderón es el autor de Bagual. Lo conocimos hace algún tiempo en una acción de arte callejera convocada por el autodenominado Movimiento Nadista y lo reencontramos entre los que asistieron al último encuentro Riesgo País en Valdivia a fines del año pasado. El ganó el Concurso Nacional de Literatura Joven Roberto Bolaño el año 2006 con su novela titulada Viaje Al Centro de la Madre

n esa época una periodista del diario Ele recordaban La Nación comentó que esos textos el cine de David Cronenberg por sus escenas espeluznantes. Con este dato, constatamos que este autor joven viene trabajando esta novela hace un buen tiempo. Habíamos leído buenos comentarios –como la presentación que le hizo Roxana Miranda en ese mismo encuentro-. No sabemos las razones detrás del cambio de título, pero los baguales o perros salvajes nos sitúan inmediatamente en el desierto, lugar donde acontece la acción de esta novela -no concuerdo con la opinión de Víctor Quezada quien comenta que no hay acción en esta obra, los hechos suceden en el territorio del inconciente-, sin embargo el lector permanece lúcido y puede perfectamente adentrarse en los misterios de sus personajes. a primera impresión que tuve al comenzar mi lectura es que el autor podría haber sido influenciado por algunos escritores de la post guerra, por el tono de fatalidad y muerte tan opuesto a la influencia del entorno natural y el esplendor del mundo. Los recursos narrativos, sin ser novedosos,

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me permitieron entrar bien al texto y fácilmente ponerme en contacto con el espacio onírico y con el entorno asfixiante y soleado del espacio físico. a intervención de voces infantiles sin nombre se repite en forma intermitente como el coro de las tragedias griegas pero sin su solemnidad “Nuestros ojitos empañados nunca se cierran. Por eso canturreamos esta aventura, para cerrar los ojos y poder dormir un rato largo.” (Cap. I) / “Aunque la verdad es que así es nuestra madre: a veces, la más hermosa del mundo, y otras, el concho del horror.” (Cap. X). e parece una novela con aires de poesía, como otras que ya circulan. La tradición ya no corre o por lo menos hay un intento por quebrarla, un ejemplo es como nos encaminamos al desenlace: “Quisiéramos saber adónde nos lleva este sendero. Qué cosa habrá detrás del remolino. Y le gritamos a la mamá qué es lo que hay al fondo de este sueño. Pero nuestra madre nada más se ríe para adentro. No escucha nuestras voces que se pierden entre las bullas de la música y los relámpagos y el ladrido de los perros.” (Cap. XX).

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Felipe Becerra

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ue grato leer este libro, por la temática nueva y por aludir a tópicos antiguos de una forma joven, también porque uno adivina una búsqueda del escritor, un trabajo serio. A quienes nos gusta mucho la literatura quisiéramos tener tiempo y disposición para leer todo lo nuevo, pero muchas veces esta opción se convierte en una decepción al encontrarnos con textos que no están suficientemente mejorados y en los que a falta de argumentos sobran

El Puñal2 justificaciones. elipe Becerra optó por el ‘largo y sinuoso camino’ y quisiéramos acompañarlo de algún modo, pues al decir de Rodrigo Morales nos conmina a pensar la literatura y sus condiciones de posibilidad. Un saludo a la Editorial Zignos de Perú que acoge a varios de nuestros jóvenes escritores chilenos.

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Teresa Muñoz

Revistas

ecorrimos las calles buscando alguna señal, la presencia de alguna reR vista impresa que sobreviva a Internet, dónde según algunos incautos libreros es dónde están las revistas. Nos sorprendimos por algunos proyectos que se mantienen a través del tiempo gracias a la tenacidad de sus directores: Caballo de Proa y Ciudad Circular. Caballo de Proa, Revista de Bolsillo Dirigida por Pedro Guillermo Jara

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sta joyita de revista fue concebida en 1981. Su primera época duró hasta 1984. Diez años después aparece la segunda época en el formato 7x10 cms. A fines del 2008 contaba con 69 números. aballo de Proa debe su nombre a un pasaje de “Salambó” de Gustav Flaubert dónde se describe a un

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barco cartaginés en cuya proa se esculpe como mascarón la cabeza de un caballo. Para contacto, el mail de la revista es caballodeproa@gmail.com.

Ciudad Circular, Revista de Creación Horizontal Dirigida por Yenny Paredes

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iudad Circular es una revista de creación “horizontal”. Es temática y ha sido publicada con aportes de fondos culturales. En Riesgo País pudimos obtener el número 6 de esta hermosa revista dedicado al tema de la buena muerte. Publican poesía, cuentos, fotografías, artículos, comentarios, entre otros. En la web www.ciudadcircular.cl.

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El Puñal2 Ca s t i g o y c a í d a I El ojo entra en el ojo que penetra siendo adentrado también y confundido en lo líquido de las visiones. II Muéstrame tus hijos. Los he escuchado gritar contra mi vientre. Sobre el agua corren con el sol metido en la palabra. Arderlos quiero, sentirlos. Viajar aire en la espalda. Saltar tus hijos en lo verde. III Quiero mariposa rodando a mis aguas. Tuyas las flotantes. Húndelas hasta salirme brazos. Ruédame la boca y atórate de sal. Muérdete las vidas. Sácame los gritos con sus ojos. Súbeme al relámpago y estállame. IV Beso carne tuya mezclando lo que de sabores tenemos a deseo. Huelo la tibieza de tus piernas y la proximidad del vuelo. Contengo la lengua y la palabra que giras mientras entras.

Roxana Miranda (continuación...) Lamo ojos tuyos en que verme sostenida en mariposa que se tensa. Siento desprenderse los colores en ríos que se salen con sus gritos. Subo sobre el fuego para piel acabar viento en el respiro. V La diosa montada en tu sol desarma la trenza en tu vientre y se deja cortar el ombligo por espada de agua. Los ojos le emergen hasta asfixiar el aire que sobra en espacio de cuerpos. VI Entre los ríos tú asomas la cabeza. Gritas en mi grito de inundarnos. Empujo hasta la plenitud del verte. Parado ahí y ensangrentado. Dispuesto a correr fuera de mí y en dirección contraria.

Roxa n a Mira nda Poeta osornina. Profesora de Lengua Castellana y Comunicación (U de Los Lagos), estudia Magister de Literatura Hispanoamericana Contemporánea (UACH). Ha participado en diversos encuentros literarios en Chile, Australia, EEUU, Alemania y México.

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Ivana Božinović

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Pa l a bra s Un lenguaje poco común Amenaza con adormecer Mis sentidos De una forma débil Y tentada. Y hoy, más frío que nunca Siento que merezco La mentira, La suave y piadosa mentira.

(cont i nua c i ón. . . ) Que las que dejas pintadas En el marco de la tierra. Tierra suave, caminada, Pisada, tierra tranquila. Un nuevo anzuelo, tal vez, Pueda ayudarme a levantar Y a seguir respirando, Aun en el agua.

No caben en el mundo Huellas más húmedas

Fi r m a : o s o s p o la re s y pi n gü i n os Duerma tranquilo. No hay problema, no pasa nada. Sólo unos detalles. El mundo está siendo destruido por su inconciencia nada más. No es nada grave. Solo sigua apoyando la destrucción de miles de sueños. Duerma apretado, mientras pum, cada dos minutos muere otra mujer a manos de alguien que decía amarla. Sueñe con peces de colores, son sólo unas miles de especies de animales en extinción: muriendo a sangre fría, torturados por capricho. De todos modos se le agradece la contribución a la falta de agua potable. Gracias por estar agotando el 1% de agua dulce que hay en el mundo con sus duchas de media hora. Los osos polares y pingüinos se lo agradecen.

I va n a B ož i n ov i ć Estudiante de 4to. Medio. Asiste a talleres literarios en Valdivia y en el 2008 llegó al top 10 en un concurso de musicalización de MTV.

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Sonia Leal

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olví a estornudar. Colgué el teléfono. Limpié mi nariz con una servilleta e intenté respirar profundo. Mi jefe no había dejado de preguntarme si ya estaba listo el informe del bendito proyecto que debíamos entregar hoy. Me sentía pésimo por haber pasado toda la noche en vela trabajando y más encima con este resfrío a cuestas del que no he podido mejorar. No había querido medicarme, pero sabía que tendría que hacerlo pronto. el primer cajón de mi escritorio saqué las pastillas. Con gran reticencia tomé una, la coloqué en mi lengua y bebí un sorbo de agua. Luego de tragar, y casi como acto reflejo, volví a estornudar con fuerza. De nuevo me limpié la nariz, la que ya apenas podía tocar de tanto dolor. Ojalá ahora me sintiese mejor, luego de porfiar por semanas, la gripe había continuado evolucionando. olví mi atención al computador y continué escribiendo el resto del informe. Mi jefe lo esperaba con ansias para hacer las últimas revisiones antes de presentarlo al cliente. —Bermúdez —escuché de pronto—, ¿ya está listo? iré mi cabeza hacia la puerta y vi la figura imponente de mi jefe. Hacía unos quince minutos atrás me había hecho la misma pregunta por teléfono. —Falta poco, señor Larraín. Ya lo terminaré. —No tengo que recordarte que debo revisarlo primero, ¿verdad? El cliente espera. —No, señor, lo tengo muy claro. Termino en unos minutos más. —Así lo espero —dijo mientras giraba en sus talones cual militar y

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abandonaba la puerta. aya día que escogen para presionarme. Ok, respira profundo y concéntrate de una buena vez. ese a las constantes molestias corporales, di rienda suelta a mi creatividad y seguí trabajando toda la mañana en el informe. Tan pronto lo finalicé, se lo envié por correo electrónico. Después de mi hora de almuerzo, en la que no pude comer nada, me encontré con un correo de mi jefe cuyo asunto decía: “Por fin”. l verlo sonreí, ya me esperaba algo así de él. Pero lo mejor de todo era que había terminado y que ya podía pensar en irme a casa a descansar. uando me disponía a escribir el email de aviso, sonó el teléfono. Era mi jefe que me informaba que el Gerente General estaba tan contento con el resultado del informe para la campaña publicitaria que nos invitaba a celebrar en el salón del Directorio. —Señor —dije entre estornudos—, no me he sentido bien y quisiera irme a casa a descansar. —Pero Bermúdez, nada de eso. Hablamos del Gerente General y no vamos a defraudarlo, ¿verdad? —Pero... —Nada de peros... ahora, quisiera que te encargaras del informe del cliente “Pasta Amiga”. Ellos esperan que se lo entreguemos la próxima semana y considerando lo que te demoraste en éste, ya deberías haber comenzado. ípico!, nunca está contento y siempre quiere más. —Bueno, comenzaré de inmediato —y un estornudo que raspó mis pulmones me obligó a cortar y no alcancé a escuchar la última palabra.

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n fin, para el caso daba lo mismo, tenía más trabajo que hacer. Había sufrido toda la mañana, el cuerpo me dolía y no había comido nada aún. Me bebí un par de tazas de café para engañar el estómago y continué de cabeza en lo mío. legada la hora de salida, me dirigí al piso de la Gerencia General. Ahí estaba todo el personal, con una copa de champagne ya en la mano, listos para el brindis. ¡Qué rápido hace causa común la gente cuando se trata de celebrar! y eso que el esfuerzo fue mío, pero ya no me importaba. Tomé mi copa. Ay, que pase todo rapidito no más. Ya quiero irme a dormir. rimer sorbo luego del eterno discurso del agradecimiento a todo el personal por parte del Gerente General. ¡Vaya! estoy seguro de haber puesto solo mi nombre al informe y no haber firmado como todo el personal de la agencia. egundo sorbo, los aplausos para todos. Se dieron las manos como si hubiesen pasado toda la noche en vela, igual que yo. ercer sorbo, un calor comenzó a recorrer mi cuerpo, pasó por mi garganta, fue a mi estómago y de ahí se propagó a mis extremidades. Ya no sentía ese apaleo en el cuerpo. uarto sorbo, los ruidos se volvieron lejanos, traté de entablar conversación con uno de los otros ejecutivos presentes, no estaba seguro de quién era, pero me cargaba lo mucho que hablaba para decir tan poco. Definitivamente ese hombre no debería trabajar en publicidad. uinto sorbo más largo que el anterior, el calor subió a mi cabeza

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y ésta ya no me dolía. No tendría que haber tomado la pildorita aquella para mejorarme, tendría que haber bebido un vaso de champagne y todo habría desaparecido. ¡Hey! me acordé del antibiótico, mi estómago vacío, mi malestar corporal y luego de haber bebido licor, nada bueno podría suceder. —¿Para dónde vas, Bermúdez?— reconocí la voz de mi jefe mientras intentaba escabullirme sigilosamente. —Tengo que irme ur...gente. —No seas aguafiestas, lo estamos pasando tan bien. —Es que... —No me contradigas, Bermúdez. Tómate otra copa. —Señor, yo...— la insistencia de mi jefe estaba comenzando a irritarme más de lo habitual. —Bermúdez, me voy a molestar en serio contigo. —Pero... —Sin peros. Nos merecemos este relajo después de habernos sacado la mugre con el informe. —¿Disculpe? ¿dijo habernos sacado la mugre? ¿de qué me habla? —Esa voz que salía de mi boca no parecía muy coordinada, las letras fuertes sonaban demasiado suaves y me esforzaba por modular bien— Yo me saqué la mugre, yo me amanecí trabajando, dejé mis dedos en el teclado...—me interrumpió un estornudo— y aún en las condiciones en que ando con gripe y todo... para sacar esto a tiempo —otro estornudo—. Lo menos que merezco es irme a mi casa a descansar— uno más —, porque de mi aumento de sueldo ni hablar, ¿verdad? Y luego miré al Gerente General. —¿No cree que me merezco un

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El Puñal2 aumento de sueldo señor? Harto hago soportando a este... —estornudo—¿no le parece? —dije apuntando el rostro descompuesto de mi jefe. l Gerente General estaba observando la situación divertido. Nadie le había hablado así a Larraín, no que él pudiese recordar. —¡Bermúdez! —gritó Larraín— ¡Está despedido! —Bueno, por fin me puedo ir para mi casa... ¿dónde está la puerta? —ahora me sentía mareado. —¡Ah! —dije volviendo hacia Larraín— Una cosa más... e quedé inmóvil por unos segundos. Mi estómago bailaba de un lado a otro al igual que mi cabeza. —No me siento bien... — alcancé a decir antes de liberar directamente desde mi estómago la champagne ingerida sobre Larraín. uando recobré el sentido, estaba recostado en un sillón de la oficina del Gerente General. El médico daba su diagnóstico a los presentes, cuyas voces escuchaba algo lejanas. —Reacción alérgica al medicamento, eso más el licor ingerido hizo que su comportamiento fuese inusual —dijo el médico. —Um... dígale eso a Larraín —dijo el Gerente General entre risotadas contenidas a la que hicieron eco los otros presentes. —¿Podría ir a verlo también a él, doctor?, está en el baño algo choqueado... Ud. comprende— había dicho

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alguien más a quien no había podido reconocer. —Naturalmente —y señalándome dijo—. Al paciente de acá hay que llevarlo a su casa, debe hacer reposo con urgencia. Esa gripe hay que controlarla. —Claro, claro —dijo el Gerente General—, de eso nos encargamos ahora mismo. El muchacho fue un héroe enfrentando tantas presiones y en esas condiciones; merece eso y mucho más... tal vez un aumento de sueldo, ¿no creen? o continuaba inmóvil. Esto de hacerse el dormido era la gloria. Bendita pildorita, gracias por favor concedido.

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S o n i a Le a l Secretaria Ejecutiva Bilingüe y Traductora Intérprete en inglés. Miembro de El Puñal desde el 2008, ha participado en taller literario en su versión online. 22 Cuento


Rodrigo Suárez

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a Jackie me pasaría a buscar a las nueve, todavía no llega. Parado en la esquina, me fumo la última cajetilla de este año. Y de mi vida, si Dios quiere. El bocinazo de la Chrysler en la otra vereda. Hace quince minutos que me espera. ¿Qué chucha estabas haciendo en la esquina, pelado? Le contesto con otra chuchada, se ríe. Acelera el auto, tomamos Isidora, luego la Costanera. Me había invitado a comer con su family. Su marido anda en Punta Arenas trabajando en terreno. Recuerdo que es ingeniero de mucha plata. Nunca habla, al menos conmigo. Se conocieron en la universidad en un curso de adiestramiento físico. Lo demás no interesa. Yo la conocí en un curso de reiki hace más de tres años. Tuvimos algo, pero no pasó nada. Recién se había puesto las ilusiones. En el auto me hablaba de sus proyectos, de lo maravilloso de su maestra, había pasado al tercer nivel de la sanación. La comida estaba deliciosa, me explicó el menú completo. Había combinaciones que nunca en mi sano juicio me atrevería a probar, pero estaba dispuesto a todo. Luego me soltó la bomba: después de las doce nos iríamos a una de esas megafiestas cerca del barrio: diez ambientes,

barras de bebidas al costo, entradas de diez lucas. Yo pensaba en una velada familiar, con harto trago, bailoteo suave, poca gente. ace rato que no bailo, para qué decir el tiempo que no veo la noche en año nuevo. Me acostumbré a pasar las doce solo, escuchando jazz en la tina con la radio a todo volumen. O la otra, emborracharse con un par de amigos que nunca consiguen minas ni hierba de la buena, lo cual es mucho más despreciable. Siento temor de estar entre la multitud, dejar mi reducto. Abandono a mi perra a la suerte. No soporta a otras personas por lo que no tengo más opciones. Sólo espero que no moleste a los vecinos con sus ladridos. El teléfono suena, es ella que me recuerda por décima vez nuestra cita. Quiere asegurarse de que no me corra, tiene razón. Voy por hacer algo diferente, si me curo hasta quedar botado quiero pasarla bien. También porque la Jackie se mantiene, a pesar de los años y de su marido. Es la primera vez que salimos sin él. A la hora del abrazo sentí sus labios en mi cuello, un beso como-quienno-quiere-la-cosa, casi un roce accidental (te pisé, un lapsus de culpabilidad inconsciente), sonreímos

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(continuación...) mientras tu hermana y su hija miraban los fuegos artificiales. Por la radio pasan villancicos cumbiancheros. Canta Willy Sabor. Nos subimos a la van y partimos. o que nací muerto ahora estoy con jóvenes que danzan y ríen alrededor de vasos plásticos. Prendo un cigarro, tú bailas con tu hermana, el pololo se está comiendo a tu sobrina en un rincón. Me haces caras, estiras los brazos para que entre al ruedo. Te abrazo con la mirada, la soledad empieza en el gentío. No sé por qué lo hice. En el borde de la pista realizo todo tipo de gestos obscenos, pones cara de asco, me lanzo a bailar, pero tú desapareces. Te sigo entre la masa de cuerpos, empujo y recibo codazos. Ya no estás. Siempre fuiste una niñita bien. Comienzo a bailar entonces ritmos que odio, con ese desen-

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Rodrigo Suárez freno tan común en mí. De repente se acerca una mina gótica y grita es difícil amar, cuesta tanto olvidar, tira una patada y muestra sus pechos. Miro su cara blanca, se le corre el maquillaje. Vamos al baño, pide cinco lucas que no tengo. Ahora grita viejo culiao, se marcha pero antes la agarro del pelo y la beso. (Historia basada en un microcuento del poeta Domingo Díaz)

Ro d r i g o S uá r e z Poeta y escritor. Estudió Castellano (U Católica) y es Magister en Literatura Latinoamericana (U de Chile). Participó hasta el 2005 de revista El Ermitaño (Mago Editores) y en el taller La Torre Lúdica. Sus investigaciones sobre escritores latinoamericanos han sido publicadas en la web de la Universidad de Chile, en revista El Ermitaño y en páginas web. Es Director del grupo El Puñal y dirige el taller de nuestra revista desde el 2005. Ha dictado talleres y seminarios de poesía, y dirigido clìnicas literarias en ferias del libro. Ha participado además en encuentros nacionales donde ha presentado el proyecto de El Puñal. 24 Cuento


Maori Pérez

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l eco de los gritos, arrebatos, caricias y arañazos de la noche anterior se ha desvanecido. Todo está tibio y afuera caen hojas. os dedos se desentumecen de cama. Luis, con las manos en las rodillas, pega el empujoncito y se levanta. Unos pasos hacia el frente y unos pasos hacia la izquierda. Hincha todo el pulmón frente al espejo. La bocanada profunda se desvanece rápidamente en la imagen, contrayéndose el cuerpo entero. Las gotas caen sobre el lavabo como alas. orena abre los ojos y desata de sábanas las piernas. Las tazas resuenan al sacar sólo una. Dos cucharadas de café para la caña y un poco de leche por el momento. Labios como de seda que se posan sobre la calidez del agua, que se deshacen en su calidez. El cuerpo de Lorena, de mañana, descubre paz. —Tontera, pobrecito— susurra, y saca del bolsillo un cigarro. El pensamiento que la atravesó al momento de hablar la lleva a introducir lentamente el rubio y a soltar el humo con los ojos en cualquier parte. sume que Luis estará vistiéndose en otro cuarto. Lleva sus pies hasta sus muslos, cruzando las piernas, y fuma. En el vidrio del cenicero la sombra de su cara es circular y gris sobre el mantel blanco. ierra los ojos e imagina que anda en bicicleta por Valparaíso un día de invierno y que detrás de un molino se ve a sí misma envejecida; está buscando a un niño blanco y temeroso. No alcanza a imaginarse las pantorrillas gastadas, los cabellos canos, la sonrisa

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imperturbable hasta después de que Luis atraviesa el umbral de la puerta. bajo, una señora de mediana edad cierra la reja del edificio de departamentos. Luis trata de quitarse la tensión del entrecejo pensando poco a poco en el mar, en la orilla de la playa y las últimas horas de trabajo del último día de trabajo. Roza su mejilla con una mano, descubriendo un hilillo de sangre cuando de su boca sale suavemente, casi como en un quejido, la palabra: —Lorena. uis toma otra taza y antes de llenarla de agua caliente, deposita una cucharada de café y otra de azúcar. Cierra los ojos. Con un cigarro en la boca busca en la bata un encendedor. Tiene siempre muy desordenado el departamento, con las ventanas abiertas, las cacerolas en el fregadero, ceniceros sobre la mesa, los sillones, el velador junto a la cama y en el baño. Cuando abre la puerta principal, Lorena está susurrando una canción de Depeche Mode (Home) y sigue susurrándola al dejar Luis las llaves en un pote. Sus pies rodean a la mascota y siguen su camino hasta la cocina. Lorena abre una página del diario y sorbe el café con leche. Interrumpe la canción para susurrarse una pregunta y luego hinca sus labios en el filtro y el humo que suelta hace formas de círculos y de flechas. uis se limpia la boca con un pedazo de confort y abre las ventanas de la cocina. El humo escapa como una bestia asustada y el sol golpea sus orejas mientras sacude los restos de papas fritas de los individuales y los echa al fregadero. Deshace la mano empuñada

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El Puñal2 (continuación...) suavemente sobre la mesa y repite: —Lorena, Lorena, Lorena. e saca a golpes consecutivos los pantalones y la camisa a rayas y confunde, sobresaltado, un levantamiento de papel en la pared con una araña. e da varias vueltas a la idea y al living. El gato la sigue y busca sus piernas. El sol toca todo su cuerpo. Toma otro cigarillo. restes se ha ubicado en el lomo de Lorena y poco a poco se ha relajado lo suficiente como para empezar a quedarse dormido. Es blanco con una mancha gris en el lomo y tiene unos ojos muy grandes y muy claros que le lagrimean en la comodidad. A fuerza de ser desagradable con el gato, Lorena se levanta, agolpa las cenizas contra el borde del basurero en la cocina, se limpia el bigote de leche con la lengua y le pega una mirada a Luis, que tiene las manos en el agua del fregadero. Burbujas de detergente ascienden por su mano y luego caen por el agua, deshaciéndose en chorros y agolpamientos de corriente de agua que finalmente se van por el drenaje en un remolino. obre un sillón, Lorena estira las piernas y extiende a todo su ancho el diario. Susurra palabras. restes toma su lugar en un cajón en el estudio del departamento. Las hojas de los libros en las repisas se enmohecen más a cada día que pasa. Las bisagras en la ventana le impiden cualquier entrada a la luz del sol, cau-

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sando que la habitación se asemeje a las ruinas de una civilización perdida (la nuestra). Por debajo de la silla frente al computador, motas de polvo y telas de araña se congregan, estableciendo parámetros geométricos azarosos e indescifrables. Algunos libros guardan billetes, fotos viejas, calendarios de años olvidados. El cuerpo de Orestes se acomoda sobre unos cojines sueltos, la vibración del ronroneo junto a la madera de la repisa. Descansa hasta que alguien abre la puerta. Lorena está cerrándola de vuelta, pero Orestes se escapa y hace camino hasta el dormitorio. l ruido de la cerámica en el lavaplatos. Las manos de Luis se bañan y afuera teléfonos móviles reciben mensajes, zapatillas negras cruzan semáforos, aves picotean migas sobre el cemento. Y Luis, que sale a pasos torpes de la modorra, se rompe un pedacito de piel de un dedo, equivocando el movimiento del plato y la llave. El plato de hecho cae sobre los demás en un oleaje de detergente y sangre y hace un ruido como de pelícano. Coge un poco de toalla nova y se la lleva al dedo, sujetando una mano con la otra. n el dormitorio, el scotch está oculto en el clóset, bajo una colcha y unas zapatillas viejas. Pero Luis no se dirige al dormitorio. Luis se detiene en medio de la cocina, y sin hacer ningún otro movimiento que el de su respiración, se queda.

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M a o r i Pérez Escritor. Estudiante de Licenciatura en Inglés. Ha publicado “Cerdo en una jaula con antibióticos” (relatos) y “Mutación y registro” (Ciertopez, relatos). Ha participado en los talleres del escritor Pablo Azócar y Patricia Espinosa.

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Cristian Berríos

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Al e g o r í a d e l e s c a rn i o

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n enérgico toque de timbre bastó para despertar al anciano que dormía tras el mesón. Penélope no estaba para sutilezas: A duras penas había arrastrado sus maletas hasta aquella hostería. Cuando se dio cuenta de que estaba frente a una jovencita de cabello castaño y ojos obscuros, el anciano se desperezó rápidamente y en seguida le dijo con la mejor de sus sonrisas: —Muy buenas tardes, señorita. Mi nombre es Fedor Arreola y estoy a su servicio. ¿Desea alojarse por un mes completo o solo por algunos días? –Buenas tardes —saludó Penélope casi sin aliento—. La verdad es que planeo quedarme solo un par de horas. Mi auto tuvo un desperfecto a unos tres kilómetros de aquí. ¿Podría decirme donde se encuentra el garaje más cercano? —Ocho kilómetros al este, en Pichilemu. —¿Sería tan amable de prestarme su teléfono y un directorio? —Lo lamento —dijo el viejo sin perder su sonrisa—, pero usted no encontrará un teléfono en este pueblo. —¿Y cómo se comunican?... ¿Por telégrafo? —No señorita —contestó el anciano soltando una contagiosa risilla—. A través del correo. En esta tierra vivimos sin ningún apuro. uego de que suspirara con desánimo, Penélope pidió un vaso de agua, cuando el viejo se lo trajo, la joven preguntó: —¿Sabe donde puedo arrendar un vehículo? —No he oído de nadie que arriende su vehículo y la mayoría de los que hay por aquí son una reliquia —dijo el

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anciano al instante–. Todos caminamos, aunque nos tome una mañana o una tarde cruzar el pueblo. Usted lleva mucha prisa. Aunque no llevara consigo esas maletas de todos modos se nota a simple vista que es forastera. —Debo llegar mañana por la mañana al funeral de mi padre —explicó ella clavando la vista en su reloj. —¡Por la tumba de mi abuela! —exclamó el anciano—. Debió decir que se trataba de una emergencia. ¡Yo mismo la llevaré en mi camioneta hasta Pichilemu! —Creí oírle hace un momento. Olvídelo. Se lo agradecería infinitamente. —¡El funeral de su padre! ¡La felicito de todo corazón! —¡¿Perdón?! —La felicito —repitió el viejo—, ¿Su padre ha muerto, no? —Si, pero... —Imagino las ansias que tiene de que comience la fiesta. —¿De qué fiesta me habla?—exclamó Penélope entre confundida y molesta. uego de observarla incrédulo durante unas centésimas, el anciano movió la cabeza de un lado a otro, y dijo con los ojos embriagados de risa: —¡Yo pensaba que las historias sobre los forasteros eran puras patrañas! Apuesto a que ni siquiera sabe donde se encuentra ahora. —La verdad es que aún no lo sé. —¡Aja! En ese caso, y en representación de mis vecinos, le doy la bienvenida a Cementerio. —¿Cómo dijo?—preguntó Penélope con una forzada sonrisa. —Cementerio—reiteró el viejo disfrutando del desconcierto de la joven.

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El Puñal2 (continuación...) —¿No le parece un nombre raro por decir lo menos? —Todo depende del cristal con que se adornen las urnas... ¿Qué fue lo primero que usted conoció del pueblo?... Pues bien señorita—dijo el viejo con un vivo resplandor en el rostro—, le informo que todo el pueblo fue construido sobre un campo santo, y que hacia el norte, este, oeste y sur usted encontrará únicamente tumbas y nichos. l percatarse de que Penélope no podía salir de su asombro, el anciano se apresuró en explicar: —Nosotros le damos a la muerte la importancia que merece. En esta tierra los difuntos son privilegiados, aunque poco y nada disfrutan de las magníficas celebraciones que hacemos en honor a ellos. Gozan de un lugar preponderante en calles, plazas públicas y en cada uno de nuestros hogares. Aquí es tan común hablar de alguien ya fallecido como de una persona muy saludable. —¿No le parece enfermizo? —Por supuesto que no. Sería anormal llevar una vida de inmortales, porque bajo la piel los huesos se vuelven roñosos, y el alma sueña con volar de su presidio. De todos modos (Y no lo considere una reprimenda, ya que usted es toda una mujer; créame, toda una mujer), no debería referirse en forma tan despectiva sobre las costumbres ajenas. —Discúlpeme, no quise ofenderlo, pero lo de mi padre es tan reciente y lo que me contó suena tan raro. —No se preocupe por ofenderme o no—dijo el viejo con ojos pícaros—, cuando joven soportaba cosas peores de señoritas agraciadas como usted. ¡No se

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Cristian Berríos sonroje! ¿Pretende hacerme creer que jamás lo ha notado? Le aseguro que la última vez que hice maravillas fue en otra vida, cuando servía a la esposa de un faraón, pero eso no me ha vuelto estúpido. Ahora que está de buen humor, le recomiendo que vea el deceso de su padre como un hecho extraordinario. Si fue bueno con usted, despídalo con la frente en alto, y una sonrisa en los labios. En nuestro pueblo las ceremonias fúnebres dan tema para largos años. Hay que estar pendiente de no hacer algo lamentable como caer sobre el féretro o desear un feliz cumpleaños a uno de los deudos, en lugar de darle las condolencias. Un error, por minúsculo que fuera para un extraño, convierte a un miembro amado de la comunidad en un paria. Dígame una cosa... ¿Su familia ya eligió quien representará a su padre? —¿En los negocios dice usted? —No—contestó el anciano—, me refiero a quien lo representará en el funeral. —Realmente no comprendo. —¡Lo olvidaba!... Usted no sabe nada de estas cosas. Debe disculparme, son años viendo los mismos rostros y hablando exactamente lo mismo. En nuestro pueblo corresponde al primogénito de la familia (O bien a uno de sus hermanos) disfrazarse con las ropas del difunto, e imitar a la perfección su voz y sus gestos. —¿Para que alguien en su sano juicio haría algo así?—preguntó Penélope olvidándose de su apuro. —Para que nadie pueda notar la diferencia entre vivo y muerto, claro está. Una vez que la semejanza es satisfactoria, el impostor o la impostora recibe a las personas que llegan a


Cristian Berríos (continuación...) despedirlo en el velatorio, y les refresca la memoria con alguna experiencia que vivieron junto al fallecido. Esas anécdotas son fruto de arduas investigaciones. Yo me preparé durante veintiocho años para representar a mi padre, y aproveché de preguntarle varias cosas antes de que él muriera. —¡¡Que... horrible!! —Tal vez usted tenga razón y sea algo abominable—reconoció el anciano–. Esta costumbre ha causado desagradables incidentes, pero aquello no ha hecho otra cosa que contribuir a su arraigo. ¡Nadie espera que un funeral sea aburrido!... A veces el impostor debe agarrarse a golpes con un enemigo del difunto que sonríe triunfal en su sepelio, o bien cobrar deudas echadas al olvido; y esto pasa solo si la reunión carece de brillo. Ante el ataúd, y en presencia de los deudos, han salido a la luz infidelidades, parentescos ignorados, robos, lujurias varias, calumnias, rencillas, envidias, entre un sin fin de asuntos. —Por lo visto los impostores se toman en serio su papel—comentó Penélope. —Me temo que demasiado. Hay quienes asumen definitivamente la identidad del difunto, y años después se hace difícil saber quien es quien, pues los impostores reconstruyen episodios de un pasado impropio con lujo de detalles. —Supongo que las autoridades ya han tomado cartas en el asunto. —¡Bastante tarde, como en todos lados!—exclamó el viejo, perdiendo la compostura—. Hoy en día abundan los embrollos morales y éticos. Nadie sabe cuando es conveniente casarse con una viuda o repartir una herencia. Según los

El Puñal2 registros del pueblo, el dueño de una licorería murió cuatro veces y se casó cinco. A tanto ha llegado el caos, que el año pasado un comité del pueblo suprimió los homenajes póstumos...¡Los premiados se escondían entre la audiencia, y aparecían en el momento justo para recibir su galardón! Un crítico del diario local recomendó que antes de premiar a un artista había que matarlo: de este modo inflaban su talento y extinguían el ego que tanto caracteriza a los más cretinos. —Lo habrá dicho en tono de broma. —Así lo creímos todos, pero es un hecho que muchos criminales y delincuentes peligrosos se esconden en Cementerio. De alguna forma se enteraron de que podían vagar libres por las calles, bajo un nombre falso. —Eso es muy alarmante...—opinó Penélope mirando hacia atrás. —¿Comprende al fin porqué es dulce la muerte? Con ella se acaba la incertidumbre que acarrea la vida. ¿Qué ocurriría si ahora mismo entra un loco y nos vacía un arma en la cabeza?... No se inquiete, por favor. Era un ejemplo... Además, ya hay personas encargadas de buscar a esos criminales y denunciar a los impostores. —¿Quiénes? —Detectives especializados —contestó el anciano—. Hombres y mujeres que estudian el comportamiento y los antecedentes de alguien elegido al azar, por décadas si es preciso. —¡Dónde queda la libertad de los seres humanos!—exclamó ella. —Aplastada bajo la montaña de los intereses comunes. Pero no sólo es una situación desagradable para quien es investigado, si no también para los propios detectives. Ellos sacrifican sus

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(continuación...) familias, sus amistades, y apenas tienen unos minutos para comer y defecar. La soledad acaba por destruirlos, y la fortuna que ganan no recompensa tanta desdicha. Al cabo de unos años, muchos sufren una mórbida fascinación por aquellos que investigan; y luego hay tres, cuatro, y hasta cinco imitadores representando el papel de un extinto o extinta. —Ahí está la consecuencia del culto que rinden a la muerte. —¿Y que otra cosa quiere que celebremos?—exclamó el viejo con otra de sus risillas–¿Los matrimonios? —Por supuesto, un matrimonio es digno de ser celebrado. —¿Bromea?—dijo el viejo pasmado—. Nadie puede garantizar a dos personas que se casan que serán felices. Habría que detener muchas bodas, y lanzar al rostro de los hipócritas extensos discursos sobre la factibilidad del engaño. Por último, si logran superar tal obstáculo, puede que un día simplemente se acabe el amor ¡Y vivir sin amor es otra forma de sufrir la miseria! No conozco a nadie que felicite a otro por arruinar su vida. ¡Me alegra que existan otras posturas! Logran aferrarme aún más a mis convicciones. ¡En fin! No le quitaré más tiempo, iré por las llaves de la camioneta.

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l alboroto que provino de la calle llamó la atención de Penélope. En cuestión de segundos, una caravana de colores cruzaba frente a sus ojos. Desde el umbral de la puerta vislumbró como subían por los aires un centenar de globos azules y rojos. Junto al féretro un hombre iba de pie, sonreía y llevaba una corona. —¡Vaya!—exclamó la voz del viejo sobre sus hombros—, ¡Un funeral como Dios manda y se olvidaron de invitarme! Quizás pensaron que estaba muerto.

C r i s t i a n B erríos Escritor. Ha publicado cinco tomos de cuentos y novelas breves en su blog Puente de Saturno: Chocolate post mortem, Cuentos de Sueñobscuro, La Cofradía, Breve sinfonía de un crimen sin remordimientos y Santo Grial de un underground, además de las obras Poetas clones del futuro en Revista La Palanca literatura arte (México) y una versión digital del cuento que presentamos, en Letralia (Venezuela).

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María Elena Monsalve A . T. / D. T. ( a nte s y d e s pu é s d e l Tra n s a nti a g o)

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erá este el paradero que me corresponde? Estoy sentada esperando, dándome ánimo para levantarme y estirar la mano con el paralizador de micros. No sé qué me da más flojera: hacer el esfuerzo de subirme, pagar, buscar un asiento o luego pararme, abrirme paso entre los pasajeros, estirar el dígito tocador de timbre y bajar en mi lugar de destino. uando espero tanto rato pienso si no habrá cambiado el recorrido o quizás el chofer olvidó el trayecto; ya me ha pasado otras veces. De la primera no me quiero ni acordar, en cambio la última no podía aguantar la risa… —No se puede seguir, por aquí va el desfile. —le dijo el verde con toda su cara de 18 de Septiembre, la panza abundante de empanadas y con las ganas vivas de que terminara pronto la famosa manifestación de sus colegas castrenses. —Entonces tome por Domingo Santa María y doble en el puente Loreto hacia Diagonal Paraguay —le gritó una viejecita de esas que no faltan. —No, señora —le respondió el chofer—. Soy nuevo en el recorrido.— Tuve que taparme la cara. engo sueño. Si pudiera me dormiría aquí mismo. El esfuerzo de subirme a la micro no fue ni tanto. La lucha real fue la decisión de hacerlo. De ahí para adelante fue como tirarme por un tobogán. Voy a aprovechar de dormir de todas maneras. esperté cuando el motor se detuvo inesperadamente. “Quedamos en pana” fue mi primera impresión. El

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chofer se bajó a abrir el capó y hacer lo de costumbre (lo que sigue siendo un misterio para mí). Luego volvió a subir y sacó un bidón vacío. Según alcancé a escuchar, partió a buscar agua. an pasado cinco minutos desde que desapareció el conductor. Los pasajeros comienzan a impacientarse, murmuran todo tipo de cosas: que si no fuese mejor que devolviera la plata de los pasajes, que mira ahí pasó la otra y nosotros todavía aquí, que vamos a llegar atrasados a la pega por culpa de este gil. Yo permanecí tranquila hasta que pasaron cinco minutos más y comencé a dar golpecitos con los tacos. Al principio me dio vergüenza porque se daban vuelta a mirarme, pero la rabia pudo más. —¡Claro, suben los pasajes y más encima nos dejan botados! —dije con cara de crisis asiática. Hasta ahí no más llegó el encerado aromático de petróleo nugget (auspiciado por el Instituto de Seguridad del Trabajador). odos se pusieron a patear y hacer escándalo en contra del chofer que aún no regresaba. Una protesta un tanto inútil, pero, en fin, nos sirvió de catarsis. Había muchos que después de esto llegarían como seda al trabajo, aunque no falte el que llegue pateando la perra por el retraso y la impajaritable consecuencia. El caos iba en aumento hasta que un pasajero se paró delante de todos y anunció desde el podio: —¡Yo sé manejar camiones, así que no esperemos más al pelotudo! Yo hago el recorrido.

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ubo un corto silencio en el que todos nos miramos las caras de Cuento 31


El Puñal2 yo-no-fui, hasta que uno gritó: —Ya, comparito, dele nomáh. Si el tonto no va a llegar nunca, dele nomáh. ué le dijeran! Agarró el volante y partió. Al avanzar, me di cuenta que el chofer desertor estaba en el restaurante del frente. Empinaba una botella de cerveza y entre trago y trago daba una chupada a su cigarrillo. Yo diría que la mujer parada detrás de él incluso le masajeaba los hombros suavemente. l principio todo era normal con el nuevo chofer. Paraba donde era debido, atendía a los pasajeros con los boletos y el timbre de la puerta. Todo iba bien hasta que se le apareció una micro del mismo recorrido y lo adelantó. Entonces apretó el acelerador a fondo. Todos nos agarramos de los fierros como si fueran de oro. El que se quería baja tenía que hacerlo por delante. Lo hacían corriendo, mientras el suplantador hacía sonar el motor para luego acelerar apenas se cerraban las puertas. Ni qué decir de pararle a los que esperaban ilusamente en sus paraderos diferidos. Poco a poco la micro se fue desocupando. Cuando solamente

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María Elena Monsalve quedábamos el improvisado conductor y quien les habla, se detuvo de repente. El as del volante y cuasi héroe me miró a los ojos y me dijo: —¡Ey, despierta! ¿Tú sabes si este paradero es para las micros que van hacia La Florida? —Eeeh…no, ese parece que está… una cuadra más abajo. efinitivamente hoy no tomo micro.

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M a r í a Elena Monsal ve (1970) Escritora. Estudió Electricidad y Auxiliar de Farmacia. Participó en el taller literario La Torre Lúdica y fue parte del equipo editorial de revista El Ermitaño (Mago Editores). Es miembro del grupo El Puñal desde el 2005.

32 Cuento


E l Pu ñ a l Rev is ta d e C r ea c ión L ite ra r ia D i re cc i ó n Rodrigo Suárez Pemjean// Co m i té Ed i to ri a l Teresa Muñoz, Elizabeth Cárdenas// Co la b o ra d o re s María Elena Monsalve, Sonia Leal, Amanda Espejo, Pablo Delgado, Patricia Franco, Maori Pérez, Cristian Berríos, Daniel Rojas// D i a g ra m a c i ó n , I m á g e n e s, Po r t a d a Elizabeth Cárdenas// Ase so r d e D i se ñ o David Rojas// Pro d u c to r d e Ed i c i ó n Pablo Delgado// Pu b li c a e n n u e s t ra rev i st a / Co nt á c t a n o s Blog elpunal.blogspot.com Email revista.elpunal@gmail.com// Li n k s lamanchadesdequilicura.blogspot.com chuscadesietesuelas.blogspot.com ociosoguerrero.blogspot.com cinosargo.bligoo.com puentedesaturno.blogspot.com// Toda reproducción total o parcial de las obras es permitida sí y sólo sí se hace referencia a sus autores. obras protegidas por creative commons y derechos de autor.//


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En un cajón hay un puñal.

Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano. Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina. Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre. En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres. A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.

El Puñal, Jorge Luis Borges


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