HISTORIANDO UNA COMUNIDAD Alboreaba es siglo XVI. El océano, que por tanto tiempo había limitado el mundo de lo conocido, había sido vencido, y si ello fue obra de titanes, ahora se presentaba a España una nueva empresa tan gigantesca como aquella; conquistar y posteriormente colonizar estas recónditas regiones de América. Y España la realizó, y con habría de dejar en cada pueblo que iba fundando, el belicoso espíritu europeo de aquellos tiempos y el carácter místico de muchas sociedades de aquel viejo continente. Y como España no ejerció un dominio nominal sobre estas regiones, como ocurrieron con otros apartados sectores del vasto virreinato, simultáneamente con las primeras expediciones se inicia la conquista y la lucha por la colonización de este “Jardín Litoral” abrazado simbólicamente por tan caudalosos ríos y que Martín De Moussy calificara como “la más fecunda, la mejor ubicada y algún día la más rica de la República”. El territorio de nuestra provincia, Al que Ortíz de Zárate llamara Nueva Vizcaya, fue objeto de la colonización hispana por dos vías: la del Paraná, desde Punta Gorda - hoy Diamante - hacia el Norte y que estuvo a cargo de H Arias de Saavedra y la que venía de Santa Fe, región ésta bajo cuya jurisdicción estaba la costa entrerriana de este lado del Paraná; y la segunda corriente colonizadora actuó por el Río Uruguay y estuvo a cargo de Don Gaspar de Godoy, el que fue enviado por Don Diego de Góngora, que gobernó el Río de la Plata entre los años 1618 y 1623. La provincia de Entre Ríos, que hoy es frontera por un posterior desmembramiento de la Banda Oriental, era en la época que nos ocupa, una región netamente mediterránea y en ese “reducto” habitaban tribus indígenas indómitas, como los Charrúas, Minuanes, Guaraníes, etc. y correspondería a las autoridades del Cabildo de Santa Fe y a los colonos y jesuitas de dicha provincia, el mayor aporte a la campaña de colonización de esto lares, debiendo agregarse como factor gravitante en tal empresa, a la Compañía de Jesús establecida en las misiones guaraníticas de Corrientes. A ellos correspondióles la magna empresa de iniciar el recorrido de este suelo entrerriano en la época que nos ocupa y posteriormente colonizarlo, lenta, peligrosa y esforzadamente para llevar la civilización hispana al seno de aquellas tribus indómitas que el mismo Felipe V tomó cartas en el asunto y decidió enviar al gobernador Bruno Mauricio de Zavala para que llevara una guerra sin cuartel a los citados reductos indígenas. Y así comenzó la fundación de estas ciudades y villas con la simultánea creación de los curatos, hasta que aparece en el escenario de la misma, un Ayudante Mayor del Regimiento de Dragones, designado por el decreto del 27 de febrero de 1782, buscando solución a algunos conflictos religiosos que el Cabildo de Santa Fe no había podido solucionar. Ese enviado especial fue Don Tomás de Rocamora. Cuando materializando el espíritu de las autoridades de aquella España “hacedora de pueblos”, Rocamora resuelve fundar un pueblo que nucleara organizadamente a las familias que más o menos dispersas mal vivían en la Rinconada del Arroyo de la China, nos encontramos con que la proporción de españoles no es nada despreciable. En el memorial que el comisionado don León Almirón eleva en 1778 ante las autoridades con asiento en Buenos Aires, para levantar una capilla que permitiera a lo pobladores asistir a los servicios religiosos, se argumentaba que “más de treinta familias españolas y otras tantas de naturales, carecen de todo sustento espiritual”... “en razón de que para alcanzar los Sacramentos debían buscar La Capilla, distante más de veinte leguas del Arroyo de la China”.
Cuando se designa el primer cabildo que regiría aquella villa de la Concepción del Uruguay y su proceso de organización, es evidente el predominio de caballeros españoles que desde tiempo atrás se habían radicado en los alrededores. Destacable es la influencia que por su accionar tesonero ejercen los funcionarios eclesiásticos en aquellos primeros días. Como bien lo recuerda José A. Nadal, “la vida políticosocial del pueblo estuvo íntimamente ligada a la Parroquia”.....”y al clero lo vemos fundando pueblos, erigiendo escuelas, fabricas, talleres, y si ahondamos un poco mas, formando la conciencia ciudadana de esencia democrática que preparia el advenimiento de una nación libre e independiente, cristiana y de raíz hispana”. ¿Y quien puede desconocer que la mayoría de aquellos hombres, que habían abrazado el noble Apostolado de la Fe, provenían de la península del hidalgo Cervantes? Desde el 25 de junio de 1783 la Villa de la Concepción del Uruguay, recostada sobre el río que le daba su nombre junto al de la Inmaculada patrona, fue paulatinamente evolucionando, ora con tropiezos que nacían de las lógicas improvisaciones, ora con ritmo acelerado, fruto de la amalgama de esfuerzos de sus habitantes criollos y españoles, a los que se habrán sumado tempranamente grupos de extranjeros, sin permanecer ajena a ninguno de los acontecimientos importantes de nuestro pasado histórico, ya estuvieran estos ligados, en primer termino, a la Corona Hispánica, posteriormente a la Revolución de Mayo y mas tarde al memorable Congreso de Tucumán; y si bien es cierto que en un momento de su pasado histórico, se vio separada al mando de caudillos regionales, esa actitud no fue sino el resultado de la época en que se vivía. Todo ese pasado no hace mas que enriquecer el acervo de esta comunidad en la que se aprecia de manera irrefutable el papel gravitante que le cupo a la colectividad española, como respondiendo a la inspiración de aquel hidalgo caballero que portando la cruz de Cristo y el estandarte de Castilla, a fines del siglo XVIII la amojonara aquí. CONCEPCIÓN DEL URUGUAY HACIA FINES DEL SIGLO XIX. Corría él ultimo cuarto de siglo pasado y un grupo de extranjeros residentes en esta Concepción del Uruguay descendientes de la España conquistadora, acababa de fundar una sociedad mutualista que nuclearia y protegería a familiares de ascendencia hispánica. La ciudad de Concepción del Uruguay había despertado en aquel grupo de hombres laboriosos, afincados en estos ubérrimos suelos pero agradecidos hijos de la madre tierra, el deseo de mostrarse en esa comunidad, como una colectividad fuerte, numerosa, con espíritu de trabajo, ajena a los conflictos políticos del momento, y que a la vez pudiera desarrollar entre sus componentes el secular lema “la unión hace la fuerza”, mediante el ejercicio de un mutualismo que se desarrolla en la “joven Argentina”. Y concepción del Uruguay habría de jugar un papel trascendente en la decisión de aquel puñado de españoles que dieron los primeros pasos para que germine la semilla. Las crónicas de la época nos muestran que la vida en la ciudad y alrededores, no era fácil. Sin duda, la misma no había escapado a las luchas que el proceso de la organización nacional engendró en todos los rincones. La mayoría de los viajeros que tuvieron oportunidad de visitarla en el siglo pasado, le describieron nada favorablemente, tal vez por comparación con los centros de donde procedían. En su “Viaje a caballo por las Provincias Argentinas”, William Mac Cann dice: “Parece una población antigua y presenta un aspecto ruinoso y abandonado,.....las casas se hallan muy apartadas unas de otras y los terrenos baldíos que podrían creerse destinados a jardines, aparecen cubiertos de yuyales. La mayor parte de las viviendas son de
estacas y barro, techadas de paja aunque también las hay de ladrillos con azoteas. La ciudad tiene una plaza en cuyo centro se levanta una pirámide medio derruida. A escasa distancia esta la Iglesia”. En su trabajo sobre “La Organización Nacional”, el Dr. Martín Ruiz Moreno dice: “la mayor parte de las casas tenían cerco de palo a pique, con huertas de árboles frutales; a una cuadra de la plaza “General Ramírez”, aun había cerco de tunas..... Las cuadras del Uruguay son de ochenta varas, con calles rectas pero angostas, catorce varas inclusive las veredas”. Pese a esas dificultades, la sociedad se caracterizaba por un acendrado espíritu de solidaridad. El anecdotario de la población estudiantil que concurría al histórico “Colegio del Uruguay”, lo muestra en abundancia. El Dr. Julio Fonrouge, ex-alumno del mismo, dijo en oportunidad del 58º aniversario de creación de esa casa de estudios: “No puedo olvidar señores, que el sentimiento de vacío que muchas veces sentimos dentro de los cuatro muros del Colegio, era mitigado por el cariño de las familias de este pueblo, y encontrábamos ese tierno afecto femenil, ese calor del hogar tan necesario al hombre en todas las edades. El Uruguay para los colegiales, era como su casa”. ¿Y en esa sociedad, como no habrían de germinar semillas de solidaridad? No puede extrañar entonces que ya en 1856 ese educador y filosofo que fue Alejo Peyret, pensara en fundar en nuestra ciudad, una Sociedad de Socorros Mutuos: “La Benevolenza”. La condición de ciudad capital de la provincia hasta 1883 en que el general Eduardo Racedo dispone su traslado a Paraná, hizo que Concepción del Uruguay progresara notoriamente en ese ultimo cuarto del siglo pasado. Todo ello, coincidentemente con los problemas políticos que vivía España, donde a la muerte de Fernando VII, estalla la primera “Guerra Carlista” entre los partidarios de Isabel II, hija de Fernando VIIy los de su tío Carlos, guerra civil que durara varios años agitando a todo el territorio peninsular. Nuevos incidentes contra los moros en las colonias del norte de África, desatan también allí en 1860, otra sangrienta contienda, y finalmente para complicar la delicada situación interna de la península, en 1868 una nueva revolución ahora triunfante, destrono a la reina dando los primeros pasos para la instalación de una República que no pudo subsistir, hasta que después de varios meses de desastres e indisciplina sin nombre, se impone la restauración monárquica de Alfonso XII en 1874. Ambas circunstancias, el progreso de nuestra ciudad y el caos peninsular, hicieron que muchas familias de las que conformaron “la gran inmigración”, pusieran sus miras en estos lares; y nuestra ciudad supo recepcionarlos, porque la sangre que corría por las venas del habitante de este nuevo mundo, hacia que al hispano no se le considerara un extranjero en la amplia acepción del vocablo, y porque la colonia española ya existente, era conspicua y digna. En ese ambiente y entonces, el 19 de abril de 1878, surge a la vida la “Sociedad Española de Socorros Mutuos” de esta Concepción del Uruguay.
PRIMEROS PASOS Transcurre el mes de abril de 1878 y se advierte un inusitado movimiento entre los más caracterizados ciudadanos españoles de Concepción de Uruguay y algunos de sus hijos. Reuniones, diálogos, y un ir y venir de miembros de la colectividad, denotaban la intención de
cristalización de alguna nueva inquietud; y cinco de aquellos caballeros, asumen la responsabilidad de la “autoconvocación” de la colonia, integrando una “Comisión invitadora”. Ellos fueron Claudio Ituarte; Victoriano C. Guzmán; Benigno T. Martínez; Manuel D. Naveira y Martín Gutiérrez. El celo y meticulosidad con que los españoles documentaron los pasos iniciales de la idea, nos permiten hoy día releer esas páginas que pese a denotar la acción del tiempo, transmiten un calor y confianza en la unión, y un sentido de fe en los principios mutuales, dignos de imitar. La convocatoria debió surtir sus deseados efectos, pues el día 19, ciento veintitrés personas de la colectividad se reunían en la casa de Don Manuel Naveira, uno de aquellos visionarios españoles. Ciento veintitrés personas que finalizada la “reunión preparatoria”, estamparon sus firmas en un borrador de acta, labrada en tal circunstancia y que se conserva aún en los archivos de la Sociedad. Largo sería discriminar aquí los nombres de ese más de un centenar de asistentes, pero como es de supone, figuran entre ellos los más distinguidos vecinos de ese entonces. La “Comisión Invitadora”, expuso a los concurrentes el objeto de la reunión, manifestando que “deseaban formar una Sociedad de Socorros Mutuos compuesta puramente de ciudadanos españoles y sus hijos, y siendo que en esta ciudad existe un número bastante considerable de nuestros compatriotas, se creían un deber en proceder a este llamamiento general para dar forma al pensamiento que trataban en ese momento de llevar a cabo” Del acta en cuestión se deduce que los españoles “ invitantes” habían concurrido a esa reunión, “preparados” para concretar sus anhelos. Presentaron copias de dos Reglamentos de Sociedades Españolas de idénticos fines; la de Buenos Aires y la de Asunción del Paraguay, para que leídos, se aceptara el que creyeran más conveniente. Leídos que fueron ambos, los concurrentes no estuvieron de acuerdo con algunas disposiciones que encerraban los aludidos Reglamentos y se dispuso nombrar una comisión para que redactara un proyecto tomando por base los que se habían leído, siendo electos para dicha comisión los Sres. Don Claudio Ituarte, Don Martín Gutiérrez y Don Benigno T. Martínez. El Acta en cuestión dice más adelante: “Después de esto quedó definitivamente instalada la Sociedad bajo el nombre de “Sociedad Española de Socorros Mutuos de la Concepción del Uruguay”. Sin duda que esa expresión de: “definitivamente” era la evidencia de un fe bien hispana. Acto seguido se procedió a la designación de la primera Comisión Directiva que quedó compuesta de la siguiente manera: Presidenta : Martín Gutiérrez; Vicepresidente : Claudio Ituarte; Secretario : Raimundo Naveira; Tesorero : José R. Elorza; Subtesorero : Manuel D. Naveira; Vocales : Victorino C. Guzmán, Benigno T. Martínez, Miguel Otamendi, Ramón Bergadá, Gumercindo Rodríguez, Manuel Bastarrica y Juan Alsina. Los componentes de la primera Comisión Directiva, fueron todos asistentes a aquella Asamblea pues sus firmas se advierten al pie del acta citada. Antes de la disolución de la Asamblea y terminada la elección de los directivos, se resolvió fijar la cuota de ingreso en dos pesos bolivianos metálico y la mensual en un peso de igual moneda. Así se protocolizaba el nacimiento de esta Sociedad con la que tanto había soñado aquel grupo de caballeros invitantes. EN MARCHA Dando los pasos iniciales y en cumplimiento de los objetivos de su creación, dos días después de aquella memorable convocatoria, el veintiuno de ese abril, la Comisión Directiva
celebraba la primera reunión oficial presidida por Don Martín Gutiérrez y secretaría a cargo de Don Raimundo Naveira que sin duda fue el eficaz organizador de la Sociedad en los momentos iniciales, actuando hasta el 10 de julio de ese año, oportunidad en la que fue reemplazado por Don Victoriano Guzmán. Se habla de hallarse reunidos en “el local de la Sociedad”, y en actas posteriores se emplea la expresión “local de costumbre”. Ese local no fue otro que el del Secretario Don Raimundo Naveira, que estaba ubicado en la calle Londres Nº 65 de esta ciudad (hoy calle V. H. Montero). La correspondencia remitida con tal acontecer, podía ser contestada al aludido secretario y en la dirección precitada. Durante muchos años se estiló reunirse en la casa de la secretarios, como la del aludido Naveira o la de Don Antonio Rodríguez Cortés que ocupó el cargo durante varios períodos, hasta su muerte acaecida en octubre de 1895. Las Asambleas también tuvieron concreción en diversos locales como el teatro 1º de Mayo, el local de la “Sociedad Unión Uruguaya” o en el Salón del Consejo Deliberante de la Municipalidad. Como es de suponer y antes de actuar en función de sus fines específicos, las primeras disposiciones se orientaron a la faz organizativa. Resuelven designar cobrador y portero para la atención de los socios, cargo para el que es designado Victoriano Naveira, con un sueldo de veinte pesos bolivianos metálico, dictándose un breve reglamento interno “Del cobrador y Portero”, que constaba de un artículo único y cuatro incisos que disponían con claridad las obligaciones del primer empleado. Culminando los aspectos organizativos iniciales, se adoptan medidas interesantes como las d e incorporación de los nuevos socios conforme al Art. 4º del Reglamento General de la Sociedad, que también había sido aprobado. En ese sentido, se remiten las primeras notas a los españoles residentes en las vecindades, para que los mismos o los allí residentes, pudieran ingresar como socios en la novel entidad. Se designan a algunos de esos españoles amigos para que oficien de mediadores en la nueva y noble gestión. En el saladero Santa Cándida a Don Casimiro Ferrer; a Don Francisco Izquierdo en Colonia San José y saladero O´Connor; a Tomás Sañudo y Manuel Guzmán en la ciudad de Colón y a Don Mariano Grau en Colonia Perfección. Las contestaciones a esas invitaciones, son un vivo testimonio de las vicisitudes y dificultades por las que en ese momento pasaban algunos núcleos de españoles. En la Colonia Perfección, aledaña al oeste de la planta urbana, Don Mariano Grau, español afincado en ella y que había sido el intermediador electo para tan noble gestión, contesta que habían concurrido todos los españoles residentes allí, a la reunión convocada en el local de la Escuela Pública de Varones; y dice que: “Después de haberles inculcado la necesidad que tenemos todos los españoles que nos encontremos pisando el suelo americano, de buscar todos los caminos conducentes para llegar al fin de la verdadera fraternidad, encontrando de este modo el consuelo en el hogar doméstico que perdimos al dejar nuestros más caros objetos en nuestra inspirada España; y haciéndoles comprender que de este modo demostraremos a la faz del mundo nuevo, los títulos y blasones que en todo tiempo hemos merecido de las demás naciones de Viejo Continente, viendo estas con justa envidia la entrañable unión que en los momentos más aciagos hemos demostrado, todos prorrumpieron con entusiasmo con un ¡Viva España!”. A renglón seguido, la nota analiza el debate suscitado y la unanimidad de deseos de éxito a la nueva y “piadosa corporación”, pero peticionan que en atención a las graves y tristes
circunstancias que les rodean, “con la sola cuota de socio del padre, puedan recibir los beneficios la esposa y los hijos”. Como es de suponer, las dificultades propias de todo inicio, hicieron que la sociedad no pudiera aceptar la extensión de tantos beneficios que por otra parte, no encuadraban en el Reglamento aprobado. Este celo en el cumplimiento de la misión asignada en defensa de la Sociedad, se observa clara y tempranamente cuando en la reunión del día 7 de julio, se designa una comisión para visitar al socio Santiago García, diciéndole que “si no cumple debidamente con lo que el médico le prescribe, la Sociedad le retirará toda clase de auxilios”; hecho como este dio lugar a la designación de una Comisión Visitadora de enfermos, que pasó a actuar con carácter permanente. PRIMEROS SERVICIOS Preocupación inicial fue también la designación del primer médico que atendiera a los asociados enfermos y las remuneraciones que percibiría. Esta designación recayó, el 8 de mayo de ese año en el prestigioso facultativo Dr. Honorio Leguizamón. Firmáronse igualmente los primeros convenios con tres “boticas” de la ciudad, la de Seckamp, la de Richardini y la de Cigorraga y Cía., para el suministro de los medicamentos. Casi de inmediato se designa a los médicos Del Castillo; Fustes; Quesada, Eyles y posteriormente al Dr. Alberto Ugarteche que quedaría como médico exclusivo. La personalidad de este galeno lo llevó a ocupar un lugar preponderante en la sociedad del Uruguay de entonces. Es tal su dedicación para con la Sociedad Española, que a fines de 1879, esta le manifieste: “Teniendo en vista los importantes servicios que presta Ud. a sus asociados, esmerándose en el cargo que desempeña en la misma, ha propuesto iniciar una suscripción voluntaria para ayudarle a adquirir un carruaje que le facilite el desempeño de su profesión”... “y tengo el grato deber en participarle que ha conseguido una verdadera simpatía entre los miembros que componen esta Asociación”. Bien sabían los progenitores de aquella idea asociacionista, de las limitaciones con que habían de tropezar en el medio, para ciertos tratamientos curativos y es por ello que de inmediato se da un paso trascendente de interrelación mutualista: la Sociedad se suscribe con $ 4 fuertes al Hospital Español de Buenos Aires, para poder derivar a él, los enfermos cuyos tratamientos así lo aconsejaran. Las principales Sociedades de Socorros Mutuos, tenían en vigencia por ese entonces, lo que se denominaba por ese entonces “Tratado de Reciprocidad entre las distintas asociaciones que constituyen aliadas las Sociedades Españolas de Socorros Mutuos en Sud América”, y una de las primeras inquietudes fue igualmente la de suscribir dicho tratado con entidades de igual objetivo. Los primeros “tratados de reciprocidad” que se firman, lo fueron con las sociedades de Buenos Aires, Arrecifes, San Nicolás, Victoria, Santa Fe, Paraná, Lobos y Paysandú, Colonia y Canelones, estas tres últimas en el Estado Oriental. No menos interesante es la iniciativa de ayuda solidaria debatida el 2 de junio, cuando se contempla la posibilidad de ayudar a los españoles de la costa Cantábrica “que habían sufrido muchas desgracias”. La mayoría rechazó la distracción de fondos por cuanto ello no se relacionaba en nada con el régimen de la Asociación, pero cuajó la idea de convocar una reunión de vecinos en el Teatro 1º de Mayo, la que exitosamente se llevó a cabo el 16 de junio de 1878, y posteriormente la Sociedad remitió lo recaudado a la Comisión Central de Bueno Aires.
Ese criterio fue el que campeó permanentemente en los españoles de la Sociedad; se mostraron marcadamente reglamentaristas cuando se trató de defender a la asociación que nucleaba, pero ello no les impidió mostrarse profundamente humanos frente a los problemas de esta ciudad, del país, de “su” España o aún de los mundiales. INICIATIVAS Antes de Finalizar el siglo pasado, los vemos apoyando iniciativas loables, como la de iniciar en diciembre de 1879, una suscripción para socorrer las víctimas de las catastróficas inundaciones ocurridas en octubre de ese año en las provincias del levanta español. Con tal motivo es destacable la actitud del Gobernador de la Provincia, Coronel Antelo, que estaba asociado a la Institución. Leemos en el Libro de Notas: “Digna y loable ha sido la actitud tomada en ésta obra de caridad por los habitantes de esta ciudad, sin distinción de nacionalidad, distinguiéndose el Excmo. Sr. Gobernador de la Pcia. Coronel Don José Francisco Antelo, que con toda espontaneidad y manifestando a la Comisión su pesar por las irreparables desgracias ocurridas en su segunda patria, se suscribió con treinta pesos Bolivianos. Este acto generoso del Primer Magistrado de la Provincia, le ha hecho acreedor a nuestra más expresiva gratitud y reconocimiento”. Recordamos que el primer magistrado provincial, Coronel Antelo, al trasladarse tiempo después a Paraná, se acogió al Tratado de Reciprocidad pidiendo el pase como socio de la Sociedad Española de esta ciudad para la de aquella capital, en abril de 1883. También en abril de1884 se la ve a la Sociedad participando en la iniciativa de formación de una compañía de bomberos voluntarios; se estudia ese mismo año, el pedido del municipio de una contribución para el sostenimiento de una banda de música que se acaba de crear; se dispone el apoyo mensual permanente al Hospital de Caridad de esta ciudad en 1887, como así también a fines del siglo se la ve actuando junto a la Comisión de Suscripción Patriótica Española, recaudando fondos para la adquisición de un buque que los españoles del país, regalarían a España con motivos de la lucha que sostenía la madre patria con los rebeldes cubanos. La nota que con tal motivo, eleva la Comisión Directiva a la Comisión de Suscripción, es un maravilloso documento demostrativo de la fe y patriotismo de aquel pueblo hispano alejado de su terruño, y en uno de sus párrafos decía: Con gran satisfacción adjunto al presente una orden con la cual cobrará Ud. de la Tesorería de la Sociedad Española de S. M., la cantidad de $ 8.000 M/N que la Sociedad que me honro en presidir, ha resuelto en Asamblea del día 19 del corriente, donar para la Suscripción Patriótica Española, cuya comisión dignamente preside Ud. El infrascripto se hace intérprete de los sentimientos patrióticos de todos los socios que no escatimando esfuerzos y cualquier sacrificio por extraordinario que sea para demostrar al mundo entero, que los españoles donde quieran que estén, son dignos del nombre que llevan como descendientes de héroes filantrópicos y de abnegación desinteresada. Que cuando la patria afligida recurre al sentimiento patrio de sus hijos, los encuentra dispuestos a sacrificarlo todo por el honor y su integridad; sangre; dinero y todos sus más caros afectos son poco para repeler y castigar las ofensas y ataques, como el que actualmente le dirigen los Norteamericanos, quienes pretenden encontrarnos debilitados, pero no, cuentan conque en cada Español que se ponga enfrente de ellos, hallaran un baluarte que podrá ser derribado pero nunca vendido. Nosotros desde estas playas hospitalarias acudimos a remediar los males con nuestros esfuerzos pecuniarios, es poco comparado con los que luchan
cuerpo a cuerpo con el enemigo, remojando en sangre preciosa de nuestros hermanos, las glorias que obtendrán. (Libro Copiador de Notas, Junio 21 de 1898. Folio 74. Todas estas iniciativas, fueron prestigiándola como una de las Sociedades más importantes del medio, prueba de ello, sin duda, es el obsequio de una medalla de plata conmemorativa del cuarto centenario del Descubrimiento de América, que la Municipalidad le hace llegar en 1892. Pero con aquellos primeros pasos firmes, también los hubieron de vacilación y dificultades, de desentendimiento y amarguras. Ello hizo que ya en 1884, se estudiara y aprobara un “REGLAMENTO DE TRIBUNALES DE PAZ”, que con carácter de arbitral las oficiara de amigable componedor en los desentendimientos que se suscitaran entre los socios, o entre estos y los que no lo fueran, siempre que de común acuerdo de las partes, se sometieran a su decisión. Con tal motivo se designo la primera “Comisión de Faltas”, que fue integrada por Don Antonio López Piñón; Don Agustín M. Alio y Don Aquilino Cosio. Como es de suponer, en algunas circunstancias este Tribunal debió actuar, pero a juzgar por la documentación de los archivos, la colonia española de estos lares vivía muy en confraternidad pues los aludidos tribunales tuvieron muy escasa actuación.
NECESIDAD DE IDENTIFICARSE. Era necesario que de alguna manera la Asociación se identificara en las concentraciones cívicas para las que tempranamente habían empezado a llegarle invitaciones, y ese aspecto no pasó desapercibido a aquellos españoles. La unidad espiritual que les caracterizaba, era necesario demostrarla también en esas concentraciones. En junio de 1882 y con motivo de la muerte del Gral. José Garibaldi, la Sociedad Italiana de esta ciudad invitó a la comisión Directiva y asociados de la Española a las exequias civiles que se celebrarían en homenaje a la memoria del líder desaparecido. La invitación aludida fue comunicada a los socios, y en ella se dice que se concentraran en la Secretaria el día jueves 29 de ese mes de junio, de donde partiría, previa entrega a los concurrentes, del distintivo correspondiente. En la nota contestación elevada a la Comisión Italiana organizadora del acto de homenaje, se reiteran conceptos similares a los de la circular-invitación. Después de agradecer la misma, “para concurrir a las exequias civiles que la Colonia Italiana celebrara en esta Capital el día 29 del Cte. para honrar la memoria del ilustre republicano Don José Garibaldi”, se manifiesta que la Sociedad Española cree así cumplir un deber, “contribuyendo a dar mayor realce a un acto que honra a la Colonia Italiana al mismo tiempo que tributa un recuerdo a la memoria del Ilustre General cuya perdida lloran los pueblos democráticos”. Aquellos distintivos entregados a los participantes del acto, y que consistían en cintas españolas prendidas en las solapas, no habrán sido lo suficientemente “distintivas”, porque de inmediato germinó en varios de esos españoles la idea de una identificación más notoria a los ojos de espectadores y demás participantes. Un núcleo de aquellos asociados, adquiere un estandarte que debió identificarlos en alguna concentración popular posterior. Con fecha 21 de Junio de 1883, la Comisión Directiva agradece a aquel grupo de once españoles la donación que concretan de dicho estandarte a la Sociedad, y se les manifiesta: “La Comisión Directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos que presido, se ha impuesto de la atenta nota que Uds. han servido dirigirme con fecha 15 del
actual, por la que me manifiestan que hacen donación a esta Sociedad del estandarte que llevo la Colonia Española a la manifestación popular que se celebro con fecha 10 del Cte. en esta Capital. La Comisión Directiva, apreciando debidamente la donación que Uds. se han servido hacer, me encarga contestar su nota y hacerle presente que acepta con verdadera satisfacción esa importante donación, con la condición de modificar el referido estandarte y hacerlo útil para nuestra asociación”. Los donantes de aquella reliquia, de paño rojo morado, de 1.70 m. de alto por 1 m. de ancho, con la leyenda en oro “COLONIA ESPAÑOLA DEL URUGUAY-1883”, fueron: Emilio Fontela, Manuel Rumbo, Hermenegildo Taranco, Luis de la Cantolla, Juan Ariñes, Ambrosio Murguia, S. Murguia, Antonio Formoso, L. Rendales, Nicanor Bernales y Calixto Ometa. Bandera y estandarte estuvieron presentes desde allí en mas, en todo acto importante celebrado en la comunidad; ora en manifestaciones cívicas, ora cubriendo el féretro de algún connacional desaparecido. Así por ejemplo el 08 de Octubre de 1892 se efectúa una invitación de la intendencia “para que la Sociedad concurra en corporación con bandera y estandarte a la procesión cívica que tendrá lugar el día 12 del actual a las 10 y 30 a.m. posteriormente al tedeum”, y el acta manifiesta que los asociados se reunirían previamente en casa del presidente, que quedaba encargado de organizar a los que concurrieran, para estar juntos en la plaza con la bandera y el estandarte de la Sociedad. Más tarde en el mes de julio del año siguiente, la C.D. resuelve adquirir un estandarte y dos banderas con todos los accesorios correspondientes, pero conocedores del precio que cotizaron las casas proveedoras desde Buenos Aires, se resuelve tratar la adquisición en Asamblea Extraordinaria del 20 de Agosto de ese año, la que dispone no efectuar el citado gasto y dejar para “oportunidad mas propicia”, las aludidas adquisiciones. Las banderas y estandarte de aquel 21 de junio de 1883, siguieron identificando a la Sociedad, y el estandarte aún se conserva como reliquia tan cara a las motivaciones espirituales de la colectividad. LAS ROMERÍAS. La mayoría de las Sociedades Españolas de Socorros Mutuos, habían convenido la celebración de fiestas alusivas al descubrimiento del nuevo mundo, el día 12 de octubre de cada año, con la realización de las tradicionales “Romerías Españolas”, fiestas populares que inicialmente – en la antigua Roma, de donde venía su denominación- habían sido concebidas por motivaciones religiosas, pero más tarde, particularmente en España y sus colonias, se habían caracterizado como reuniones bullangueras y populares. Antes que en nuestra ciudad, en algunas sociedades de nuestra provincia, como la de Gualeguaychú por ejemplo, se iniciaron con un marcado brillo las celebraciones de tales “Romerías”. En la Asamblea del 4 de diciembre de 1892, llevada a cabo, entre otras cosas, para reformar el Reglamento General de la Sociedad, se aprueba el Art. 23 inciso 11 que decía: “La Comisión Directiva organizará Romerías Españolas que deberán celebrarse el 12 de octubre de cada año, pudiendo disponer para este objeto de $50 de los fondos de la Sociedad. En caso de que hubiese un excedente en el producto de la Romería, quedará un depósito en la Caja de la Sociedad para contribuir a las mismas fiestas en el año siguiente”. Tratándose de celebraciones de un acontecer histórico como el acaecido en aquel lejano 12 de octubre de 1492, toda la comunidad española participaba de esta fiesta, la que mostraba la alegría y jovialidad que siempre le caracterizó. En muchas circunstancias fueron el reflejo de la situación que
se vivía en el país o en la península; llegándose proponer la suspensión de las mismas por considerar que el momento no era para festividades. Con el correr de los primeros años de este siglo XX, fueron perdiendo aquel brillo que les había caracterizado constituyéndose en esperada fiesta, no ya de la comunidad sino de la población toda. Por lo común se elegía una Comisión de Romerías, que asumía la total responsabilidad de organizar las fiestas que generalmente duraban tres días, financiaba las mismas con colectas, acuñaba medallas y otorgaba premios. Leemos en un acta inserta en el Libro de Actas de Romerías, de octubre de 1908, “Se financiarán con colectas entre españoles e hijos de españoles inscriptos como socios, aceptando de otras nacionalidades siempre que sean entregadas espontáneamente, a cuyo efecto se publicará un aviso noticioso, en los periódicos”. Espaciosos terrenos de los aledaños eran elegidos para su acondicionamiento, cercado, iluminación y tendido de carpas que iban desde la “carpa oficial”, a las otras armadas por colectividades como la Italiana, comercios y Comisiones, como la del Centro Recreativo Juventud Española, etc. En 1908, las Romerías se llevaron a cabo en el terreno conocido por la “Quinta de Baltoré”, conseguida por una gestión del Dr. Mariano López; en 1909 en el de la sucesión del Dr. Amadeo Tahier, arrendado por el Sr. Vieira, conocido como “Quinta de Sagastume”, ubicado al nordeste de la ciudad; terreno que por concesión real le había correspondido a Dn. Ignacio Sagastume, español venido a ésta desde la provincia vasca de Guipúzcoa, y así en los más diversos solares. En la carpa oficial se iniciaban los actos con misa de campaña y posteriormente con un gran almuerzo al que como es de suponer, concurrían las principales autoridades de la ciudad. La parte festiva estaba a cargo de la Banda Municipal que en diversas oportunidades ejecutó la retreta en la romería en lugar de hacerlo en la Plaza Ramírez, y se contrataban músicos gaiteros de la Capital Federal, que llegaban a ésta en el vapor de la carrera. En marzo de 1917 se dispone no elegir Comisión de Romerías, en vista del resultado negativo que estaban dejando durante esos últimos años, suponiendo –dice el Acta- será por la profunda crisis que estamos atravesando; y al año siguiente se reitera el procedimiento “en virtud de estar en la conciencia de todos, que no es época para tales fines” Con posterioridad, Concepción del Uruguay vivió la alegría de alguna que otra Romería, pero que ya no fueron sino el eco de aquellas recordadas del siglo anterior y primera década de este siglo XX. Se organizaron diversas comisiones, como la Juventud Española, etc., pero sin el apoyo oficial de la Sociedad. En el año 1924, la señorita Clara Magasanik en carácter de presidente de la Sociedad “Día de la Flor”, se dirigía al Presidente Dn. Pedro Martínez Zafrilla a fin de que la Sociedad Española de Socorros Mutuos tomara parte en las Romerías que celebraría dicha Sociedad, construyendo una carpa y concurriendo con músicos, etc. Los miembros directivos no se hicieron eco del pedido y la Sociedad no participó. Las celebraciones del “Día de la Raza” continuaron ocupando un lugar importante en las sucesivas Comisiones Directivas que interpretaban un sentir de esta numerosa colonia, pero fueron con el correr del tiempo, cambiando las modalidades de su organización y festejos. PRIMERAS ADQUISICIONES. Las distintas Comisiones Directivas de aquellos primeros años de la Sociedad, no sólo se valieron de las cuotas sociales para el desenvolvimiento mutualista; también se manejaron
financieramente para incrementar los ahorros, invirtiéndolos con prudencia. Durante los primeros tiempos se hicieron préstamos a socios necesitados, con un interés anual y siempre que avalaran la operación con firmas acreditadas. Ese procedimiento aumentó el capital pero también trajo a la Sociedad más de un dolor de cabeza por incumplimiento de pagos. Así, después de un largo pleito, pasó a ser propietaria de una fracción de campo en el departamento Villaguay, que había garantizado uno de esos préstamos y que posteriormente la Sociedad vendió a fines del siglo, al Sr. Eugenio Ríbole. Una interesante inversión es la que se efectúa el 14 de enero de 1886, después de largas tramitaciones, adquiriendo la propiedad y terrenos de la esquina de calles Gral. Galarza y Mendoza (hoy O. Leguizamón), frente al Colegio Nacional, conocida como el Café Atilio, operación que se llegó a cabo en la suma de $2.800 M/N. Esta adquisición hizo pensar a muchos directivos en la conveniencia de que allí se edificara lo que sería la sede social propia, y se ordenó al prestigioso ingeniero Dn. Julio Henri que confeccionara los planos convenientes a ese objeto. La disparidad de criterios con respecto al manejo e inversión de los fondos, empezó a vislumbrarse entre los asociados. En los primeros meses de 1889, se dice en una de las Actas, “que el dinero de la Sociedad, colocado en el Banco da muy poco interés y se sugiere colocar una parte del mismo en cédulas hipotecarias con mayores ventajas”. Aquel sueño de la sede social propia que había despertado en algunos directivos después de la compra del “Café el Atilio”, se convirtió en uno de los problemas más urticantes y que produjo serias desavenencias entre la masa societaria. Se designa en agosto de 1897, una comisión “para estudiar la construcción de una casa para la Sociedad, que sirva para los actos de la misma y para alquilar la parte que resulte no ser necesaria al objeto indicado”. Se había cambiado de idea. Ahora ya no servían los planos del ingeniero Henri pues la nueva construcción de dos plantas se proyectaba en el solar contiguo a la esquina, sobre calle Galarza. El miembro informante en la Asamblea Extraordinaria del 3-X-97 dice: “referente a la construcción del edificio, se hace notar la conveniencia que hay en hacerlo de altos y en el terreno que tiene desocupado la Sociedad, dejando lo edificado en el mismo estado para que produzca rentas”. Los agitados debates que desató el tema en cuestión, muestran los dispares criterios que se sustentaban. Había quienes hablaban del “orgullo de la Casa Propia”, los que sostenían que el dinero daba más Interés que la casa, que además demandaría gastos de mantenimiento, y por último estaban los “ultramutualistas” como el socio José Porteiro, que llegaron a decir que “si por desgracia venía una epidemia y la Sociedad no tenía recursos y un enfermo se los venía a pedir, tendría que contestarle: andá a buscar un ladrillo de la casa”. OTROS HECHOS TRASCENDENTES DEL SIGLO PASADO. El siglo XIX moría, y con él, el sueño de la sede social propia se estancaba, pero la Sociedad, con los problemas de la comunidad en la que estaba enclavada y que ella muy bien reflejaba, seguía pese a todo avanzando con paso firme. En 1881, se había graduado de abogado el joven Manuel Cigorraga, socio de la Sociedad Española de Socorros Mutuos e hijo de una de las prestigiosas familias de este medio, y que decidió radicarse en él, ejerciendo la profesión en la que acababa de graduarse.
En el mes de mayo se dirige a la Sociedad y en consideración a los elevados móviles que la caracterizaban, le ofrece sus servicios para defenderla gratuitamente en los casos en que la Sociedad pudiere necesitarle. En nota de fecha 7 de mayo de 1881, la C.D. acepta el ofrecimiento y le contesta diciéndole: “Que agradece sus nobles propósitos para con la Sociedad, y el testimonio de simpatía que acaba Ud. De demostrar a los españoles en general, haciéndonos un deber en manifestarle nuestra gratitud por su noble actitud, al inaugurar su nueva y honrosa profesión”. Inscribía así su nombre el joven Manuel Cigorraga, como PRIMER ABOGADO de la Sociedad Española de S.M. de C. del Uruguay. Para respaldo de muchos de sus actos, la Sociedad necesitaba actuar como persona jurídica, y es así que se gestiona la PERSONERÍA, ya en el siglo pasado. En agosto de 1897, el Superior Gobierno de Entre Ríos le hace llegar el Decreto acordándosela, con lo que se logra un nuevo paso de consolidación institucional. Entre los numerosos hechos destacables en la marcha de la Sociedad en el S. Pasado, no es posible silenciar la temprana preocupación por la construcción de un PANTEÓN en la necrópolis de la ciudad, que permitiera ubicar en él, los restos de los asociados fallecidos y cuyos familiares así lo dispusieran. En fecha 7 de julio de 1882, se trata la aludida inquietud que al aparecer había llegado al seno de la comisión directiva por pedido de algunos asociados. En la misma fecha se contesta al socio Francisco Comesaña, manifestándole “que se le agradece su preocupación en el sentido de que la Sociedad construya un Panteón, y que se dispone nombrar una Comisión especial que se preocupe de formar un proyecto y bases que respondan a ese fin y someterlo a consideración de la Asamblea. Poco después se designa una Comisión de Panteón que inicia el estudio de factibilidad de la obra. La evidencia de que esa Comisión cumplió con los fines que animaron su creación, al menos en las gestiones realizadas frente a los poderes públicos, lo da el hecho de que en la Memoria del Presidente de la Municipalidad, Dn. Darío del Castillo, presentada en febrero de 1885, se dice: “Por reclamarlo necesidades inmediatas y en previsión de probables dificultades, se ha comprado un terreno para ensanche del cementerio, hacia el fondo; el cual consta de treinta mil varas cuadradas. Su costo, reputado bajo, ha sido de $180 pesos moneda nacional, su vendedor fue Dn. Juan Tibiletti. Con ese ensanche, podrá cederse a la Sociedad Española de Socorros Mutuos, el local que solicitaba para levantar un Mausoleo. Las aspiraciones de los miembros de la Sociedad de contar con un Panteón en el cementerio de la ciudad, recién encontrarían materialización en este siglo. Destaquemos aquí, como justo homenaje a aquellos pioneros de la Sociedad en las difíciles horas iniciales del siglo pasado, el nombre de algunas de esas muchas figuras que ya tempranamente contribuyeron a prestigiarla. Como es de suponer y siendo tan numerosa la colonia española del Uruguay de fines del siglo pasado, el nombre de algunas de esas muchas figuras que ya tempranamente contribuyeron a prestigiarla. Como es de suponer y siendo tan numerosa la colonia española del Uruguay de fines del siglo, no puede llamarnos la atención de que muchos de esos caballeros asociados a nuestra Sociedad Española, ocuparan puestos claves en la función pública. Entre otros se destaca el Coronel José Francisco Antelo que ocupó la primera Magistratura Provincial entre los años 1879 y 1883; Don Antonio López Piñón; que fue el primer intendente de esta ciudad de C. Del Uruguay y
ocupó en varias oportunidades el cargo de Presidente de la Comisión Directiva de la Sociedad; el Dr. Darío del Castillo, que fue presidente de la Corporación Municipal en más de una circunstancia; Agustín M. Alió, que ocupó el cargo de Rector del Colegio del Uruguay entre los años 1871 y 1874; Don Porfirio G. Tenreyro, que había nacido en Ferrol (España) en 1841 y a quien el Gral. Urquiza había designado secretario del Superior Tribunal de Justicia, falleciendo en 1917 amortajado con la bandera española; y muchos otros nombres que aportaron su intención y capacidad en la concreción de afanes nobles.
EN EL SIGLO VEINTE PINCELADAS DE SOLIDARIDAD. Los inicios de este siglo XX, económicamente no debieron ser muy felices para la Sociedad Española de S. M. de nuestra ciudad. Las dificultades que suelen aparecer en toda entidad embrionaria, sumadas a los problemas de la comunidad en la que está enclavada, también fueron aliadas de nuestra Sociedad Española, al filo de su primer cuarto de siglo de existencia. Pero si es cierto que “la fe derriba montañas”, ¿cómo no habrían de salir adelante aquellos españoles, si fe era lo que sobraba? Los primeros años de este S. XX muestran a la Sociedad manteniendo los mismos objetivos e ideales que le caracterizan desde sus inicios. Prioridad uno, era velar por la salud de sus asociados. En ese sentido, un celo encomiable se aprecia en su accionar. El control de la función médica; el suministro de medicamentos y el “buen uso” de los derechos que le asistían a los señores socios está presente a diario; ello al punto de que hemos encontrado en los archivos de la Sociedad, un libro mandado a confeccionar expresamente para contralor de cada socio enfermo; todo el proceso que caracteriza a su enfermedad y la forma en que la institución está presente hasta su curación. Un trabajo de control y organización digno de todo elogio. Los tratados de reciprocidad siguieron cumpliendo un rol importante para los tratamientos curativos que en nuestro medio no se podían lograr, fundamentalmente con la Capital Federal, y la masa societaria se incrementaba como evidencia de la confianza que la institución les inspiraba. Detalle digno de recordación es el hecho de que en la sesión del 23 de junio del año 1909, se inscribe como socio al connacional Dn. José Casal, a quien cronológicamente le correspondió la matrícula número mil. Pero siguiendo con la conducta impresa a la conducción de la Sociedad, desde sus comienzos, las iniciativas de apoyo solidario son una de sus características. Así por ejemplo, y entre otras, destacamos la ayuda pecuniaria que se suministra para el sostenimiento del Hospital de Caridad de nuestra ciudad, en septiembre de 1901. A fines de 1907, en España la meridional provincia mediterránea de Málaga, había sido castigada por catastróficas inundaciones que causaron numerosísimas víctimas, y de inmediato los directivos de turno disponen una colecta para paliar tanto daño. Los primeros años de este siglo, marcan un hito de dolor para el pueblo español que se enfrenta en su política colonialista con una cruenta guerra en el norte de África. Todo el territorio del Marruecos Español fue escenario de esa contienda entre moros y españoles. Con tal motivo se organizan, en septiembre de 1909, colectas para ayudar a los heridos y familiares de los caídos en lo que se llamó guerra del Rif, en las cadenas montañosas del sur marroquí.
Poco después se organiza otra colecta con parecido objetivo. Esta vez se trataba de ayudar a familiares de los caídos en la Guerra de Medilla, una muy antigua plaza fuerte y puerto del Mediterráneo de ese Marruecos Español, y el dinero que se recaudó se remitió al ex directivo y fundador Dn. Manuel D. Naviera que desde tiempo atrás se encontraba residiendo en la península. Esta contienda se prolongó mucho más de lo imaginado y en 1921 se generaliza por parte de la Cruz Roja Española de la Capital Federal y de las Sociedades que nucleaban a españoles, campañas de ayuda económica con igual destino que las anteriores. La Sociedad Española de S.M. de nuestra ciudad, recibe estímulos para la campaña, de la Sociedad Española de Paraná y del “Comité pro-auxilio víctimas de la Guerra Marroquí” de la ciudad de Concordia. Como era ya costumbre, se designó también en esta oportunidad, una comisión que cumplió eficazmente con el objetivo de tan nobles fines, cosa que seguirá acaeciendo a lo largo de toda su existencia centenaria. AÑOS DE VACAS FLACAS. Reiteramos la imagen de que el nuevo siglo no se había iniciado con muy alentadoras perspectivas económicas. El comercio de la ciudad y la campaña aledaña soportaban una crisis acentuada y los balances de la Sociedad lo demuestran. En abril de 1903, la Sociedad había cumplido sus primeros 25 años de existencia, y tan caro acontecimiento pasó casi desapercibido para la Comisión Directiva, que sólo dispone en el mes de mayo de ese año y “con motivo de cumplir las bodas de plata, hacer publicar en los diarios “Radical” y “La Juventud” de nuestro medio, un aviso publicitando la inscripción como socios, sin cuota de ingreso”. Por cierto que se adoptaba una bastante austera y pobre celebración de tan importante hecho. Desde el siglo pasado, la Sociedad percibía los intereses de la hipoteca que tenía a su favor por la venta de una fracción de campo de Lucas Sud, Dto. De Villaguay, a Dn. Eugenio Ríbole, y en agosto de 1904 y dada la difícil situación económica por la que atravesaba la campaña entrerriana, dispónese rebajar los intereses al aludido Sr. Ríbole. Esa delicada situación parecía haber invadido los espíritus de aquellos decididos españoles, a quienes por primera vez pareciera vérseles claudicantes, hasta el punto de que varias Asambleas no pueden sesionar por falta de quórum, y hasta llegó un momento en el que no se podía integrar la Comisión Directiva por sucesivos rechazos de los electos. Con motivo de la terminación de la primera etapa de la construcción en la casa de calle Galarza, en noviembre de 1907 y no apareciendo mayores interesados para alquilarla, la Comisión Directiva dispone publicar avisos con dicho ofrecimiento, en los diarios “La Juventud” y “Evolución” que según el Acta, eran los de más circulación por ese entonces. En septiembre de 1913, el Sr. Martín Lecumberry ofreció en venta a la Sociedad, cuatro manzanas de terreno bajo precio de ocho mil pesos y con facilidades de pago, para que ésta lo destinara a “Campo de Romerías”. Realmente hacía falta un terreno como el ofrecido, el que además de su precio muy conveniente y magnífica ubicación, evitaría las gestiones que anualmente se efectuaban para conseguir el préstamo de solares donde llevar a cabo aquellas tradicionales fiestas. Sin embargo la C.D. se vió precisada a contestar al oferente que pese a interesar, “no se aceptaba por la falta de fondos en que se encuentra la Sociedad y las dificultades con que tendría que tropezar para conseguirlos en los momentos actuales por la restricción del crédito”.
DISTINCIONES. Corría el tiempo, y pese a aquellas dificultades, la Sociedad marchaba con pasos firmes. Ora rápidos, ora más lentos, pero siempre caracterizados por su firmeza. Ello le había signado un lugar de prestigio que trascendía en mucho el ámbito lugareño. Prestigio que le valió continuar haciéndose acreedora a distinciones de todo tipo. En octubre de 1901 y con motivo de la celebración del primer centenario del nacimiento del Gral. J.J. Urquiza, la Comisión Central de Festejos Celebratorios de la Capital Federal, invitó a la Sociedad Española de S. M. Para que designara a dos de sus miembros que tendrían el honor de integrar aquella Comisión Central. La Comisión Directiva agradeció tan alta distinción y designó para concurrir al Sr. Presidente Dn. Manuel Cepeda y al miembro Dn. Fulgencio del Sel. En 1906 el Gobierno Argentino proyectaba la instalación de una línea de navegación con servicio directo entre Buenos Aires y España, y se había iniciado en la capital argentina un fuerte movimiento tendiente a peticionar ante el gobierno español, el mejoramiento de los puertos de Cádiz y Vigo para que fueran preferidos como lugares de recalada por los servicios navieros próximos a inaugurarse, y la Sociedad Española de S. M de nuestra ciudad es invitada para sumarse con la firma de sus asociados y directivos, al petitorio en cuestión. También es en la capital argentina donde germina, entre los españoles allí residentes, la idea de peticionar ante el Superior Gobierno para que se declarara feriado Nacional el día 12 de Octubre de cada año; y la Sociedad Española de nuestra ciudad fue invitada para integrar la Comisión creada a tal objeto. Residiendo en aquella capital el connacional y socio Dn. Julio Ardanza, se le pidió que representara a la Sociedad, lo que así hizo integrando la Comisión, y más tarde, en 1917, concretando el objetivo, firmó a nombre de la misma el pergamino de agradecimiento que se elevó al Presidente de la República. Como es de imaginar, en su accionar y junto a la masa de españoles que desde el llano aportaban su grano de arena, siempre hubo figuras cuyas aristas se perfilaron sobre el común; y la Sociedad dejó de ser la receptora de distinciones para convertirse en propiciadora de homenajes a esos caballeros de virtudes relevantes. Una de las primeras figuras de carácter local, merecedora de una distinción por parte de la Sociedad Española, fue el destacado facultativo Dr. Gregorio Fraga, que por largos años consagró su vocación hipocrática a los enfermos de la Sociedad Española y además participó en diversas comisiones de las que cumplían con los aspectos culturales que la Sociedad no descuidaba. En octubre de 1906, la Asamblea Anual y la Comisión Directiva hacen un público reconocimiento “a sus largos años prestados al servicio de la Sociedad que han redundado en beneficio de la misma...” y se dispone con tal motivo, “acuñar una medalla y entregarle un pergamino”. Así se hizo y los directivos le obsequiaron al Dr. Fraga con una onza de oro grabada, y tiempo después le hicieron llegar el pergamino con las firmas testimoniantes de una manifiesta gratitud. El Dr. Gregorio Fraga falleció el 8 de diciembre de 1912 y poco después, en su tumba, la Sociedad descubrió una placa como postrer homenaje a sus nobles virtudes, acontecimiento que se llevó a cabo el sábado de Gloria de 1915. VIGENCIA DEL PROBLEMA DE LA SEDE SOCIAL.
Desde la lejana época de la adquisición del viejo “Café de Atilio” en la intersección de las calles Mendoza y Galarza, el sueño de la sede social propia, nació en los directivos de la Sociedad, pero hemos visto como tal anhelo tempranamente se convirtió en uno de los problemas más urticantes y divisionistas entre aquellos españoles. Ello hizo que este siglo XX los encontrara peregrinando sin sede propia y gestionando salones cada vez que se llevaban a cabo sus Asambleas o alguna reunión importante por ellos propiciada. Pero en la primera década de este siglo, la posición de algunos directivos había cambiado. En su manera de pensar se apreciaba un giro de 180º, y ello explica que en el Acta de fecha 24 de septiembre de 1905, conste que “la Sociedad necesitaba local propio y que alquilando una parte, podría sacarse mayor interés que el que pagaban los bancos en ese momento”. Se facultó la Comisión Directiva para ello, y se aprobó construirla “en la esquina de nuestro terreno”... “y que la construcción sea de altos para que la planta baja sea alquilada”. Con los planos aprobados se inician los trabajos y paralelamente los esfuerzos para ir financiando por etapas la obra, que en última instancia no se construiría en altos. La Asamblea General autorizó a la Comisión Directiva y Comisión de Edificación a hipotecar la casa y terrenos adyacentes, como así también al cobro o transferencia de la hipoteca que gravaba la venta del campo de Villaguay, y en el mes de julio de 1907, dada la falta de dinero, se dispone “emitir acciones de $20 M/N sin interés, para poder ampliar el edificio social en construcción, acciones rescatables por sorteos trimestrales”. La primera etapa de la construcción siguió adelante y dos años después en junio de 1909, se continuó con la ampliación de la construcción anterior en el terreno aledaño sobre calle Galarza. La construcción se terminó en pocas modificaciones pero con muchas dificultades, todo lo cual llevó a la Comisión Directiva a alquilar el local antes que utilizarlo como sede social. La percepción de alquileres primó ante la situación económica que la Sociedad enfrentaba. Se incorporaba un bien de rentas al capital de la entidad, pero ésta seguía “sin un techo” donde deliberar con la tranquilidad que da, el estar en lo suyo. Al cabo de algún tiempo, extravíos de documentos como consecuencia del desplazamiento que se operaba en las secretarías de turno, y aquel deseo de la Sede social, hicieron que al finalizar el año 1917, en diciembre del mismo, se analizara “la conveniencia de alquilar un local para las reuniones de la Comisión Directiva, como para las Asambleas y el archivo de la Sociedad, evitándose así de andar solicitando locales cada vez que haya que celebrar Asambleas”. Cumplimentando esa resolución, la Comisión Directiva se abocó a la concreción de la misma y resuelve alquilar a partir de marzo de 1918, el piso alto del Teatro 1º de Mayo a la Sociedad Promotora del Progreso que era la propietaria del viejo teatro. El salón se alquiló en la suma de $35 M/N mensuales, pero posteriormente y por pedido de la C.D., y en consideración a los móviles filantrópicos que le animaban, se le rebajo a $30 M/N mensuales. Llevó tiempo y costó trabajo y dinero adecuar el salón. Todo faltaba en él, desde el mobiliario hasta la instalación de luz. El primero se fue adquiriendo de a poco y algunos de ellos usados. Posteriormente se le ubicó un escudo y un asta en su frente, para izar la bandera española en los días festivos. Se solicitó a la Sra. viuda del Dr. Fraga, un retrato de su esposo para colocarlo en el salón como homenaje a su memoria, y colocáronse cuadros de los Reyes de España y algunos que se consiguieron de los fundadores de la Sociedad. Pero sin duda que la idea de
aquellos españoles, no era simplemente la de alquilar el salón como sede social, pensaron también en convertirlo en otra fuente de ingresos. Poco tiempo después de la inauguración de esta PRIMERA SEDE SOCIAL, se dispone a alquilar el salón para la realización de reuniones bailables. La primera vez lo fue en marzo de 1919, oportunidad en que se lo alquiló a la sociedad “Venus de Milo” y posteriormente en reiteradas oportunidades fue alquilado a la dirección del periódico “El Sol” y a otros con igual destino. ¡Cómo cambiaban los tiempos! ¡Pensar que en febrero de 1906 se informa en el acta de la reunión mensual, que había varias sociedades que solicitaban el local de propiedad de la Sociedad Española de S. M. Para dar bailes en carnaval, y a moción del Sr. Porteiro se resuelve no alquilarlo con ese destino, al que consideraba poco honroso! Los altos del Teatro 1º de Mayo siguieron siendo sede social de la Sociedad Española de S. M. hasta el mes de febrero de 1928, fecha en la que se vendió el Teatro y tuvieron que hacer abandono del mismo, pero ya estaba en el surco la definitiva semilla de la Sede Social propia. En mayo de ese año 1928 se pide al Centro Comercial y de Intereses Departamentales, autorización para poder sesionar en sus salones, hasta tanto la Sociedad tenga el suyo propio –que supongo sea en breve- acata la nota de solicitud remitida por el presidente Dn. Clemente Bescós. Sin duda que la expresión era fruto de un anhelo, pero también traducía la férrea decisión de aquellos españoles.
EN EL CENTENARIO DE NUESTRA PATRIA. TEMPRANA ADHESIÓN. La más clara demostración de que la “colonia española” no fue considerada extranjera ni se sintió “extraña” en las comunidades de Latinoamérica, lo da el hecho de su consustanciación con los actos que a comienzos de siglo se llevaron a cabo en celebración del centenario de vida independiente de nuestra Patria. En Concepción del Uruguay, ya dos años antes de la magna fecha, los españoles comenzaron a prepararse para dicha celebración. En el mes de abril de 1908, la comisión directiva del “Centro Recreativo Juventud Española” es la encargada de motivarlos, y se dirige a la Comisión Directiva de la Sociedad Española de S. M. invitándola para integrar una Comisión Española Celebratoria del glorioso centenario de las jornadas de Mayo. La Sociedad se adhiere complacida y como resultado de ello, la fiesta que en mayo de 1908 se organiza en el Teatro 1º de Mayo, es un verdadero anticipo de lo que serían las jornadas celebratorias del primer centenario en 1910. El aporte de la Sociedad Uruguayense debió ser amplio en pro del éxito de ese festival; y así lo deducimos de la nota que a remite la C.D. de la Sociedad a su similar de Damas de Beneficencia, agradeciéndole porque “las distinguidas damas contribuyeron a dar realce al festival”. El año 1908 tocaba a su fin y aquella inquietud que en nuestro medio ya había empezado a caminar, también se concretaba en la Capital Federal. Un grupo de españoles constituyó la “Comisión Española del Centenario Argentino”, con secretaría en el Club Español de aquella metrópoli. Remiten circulares a las distintas Sociedades Españolas del interior del país, dándoles a conocer los objetivos de su creación y recabando ayuda pecuniaria para levantar un gran monumento en Buenos Aires, que recordara la efemérides. Las “maquettes” y dibujos de dicho monumento ya habían sido encargados a los escultores Querol, Benlliure y Blay.
Respondiendo a la invitación citada, los miembros de la C.D. de la Sociedad Española de S. M., pero en su carácter de ciudadanos españoles, solicitan al Sr. Intendente la debida autorización para llevar a cabo una Asamblea Pública en los salones de la Municipalidad, el día 3 de enero a las cuatro de la tarde. Concedida que fue la solicitud, con fecha 29 de diciembre se redacta una circular A LOS ESPAÑOLES, cuyo contenido transcribimos ya que es el reflejo del entusiasmo y patriotismo que les animaba. “A los españoles. –Siendo un grato deber el asociarnos a la celebración del Centenario del hecho histórico más grande de la Nación Argentina –su independencia-, empezando por contribuir a la erección en la Capital Federal, del grandioso monumento a la República, que perpetúe la confraternidad Hispano-Argentina, y brindándonos la suerte una ocasión tan propicia para demostrar nuestro amor al País y el orgullo que sentimos en ver un gran pueblo de nuestra estirpe, siguiendo a la vez las iniciativas de otros Centros y de nuestros conciudadanos residentes en la ciudad de Buenos Aires, y confirmando los conceptos patrióticos del Manifiesto de la Comisión Central Española procentenario Argentino; los que suscribimos nos permitimos invitar a tan elevado y digno objeto, a todos los Españoles del Departamento, a una solemne Asamblea en los salones de la Municipalidad, concedidos para ese acto galantemente, para el domingo 3 de enero próximo a las 4 p.m. de la que debe surgir la Comisión que se encargue del programa, dirigir los trabajos, recolectar fondos y representar a los Españoles que simpaticen con la idea, que serán sin duda todos, en los actos públicos y festejos del Centenario. La asistencia a un acto tan simpático, no necesita consideraciones al respecto”. La nota terminaba con la firma de todos los integrantes de la C.D. de la Sociedad Española de S.M. La asamblea se llevó a cabo, tal como se había planeado, en los salones del H. Concejo Deliberante el día 3 de enero de 1909, y en ella actuaron como Presidente y Secretario provisorios, Dn. Manuel Cepeda y Ramón Piñol, respectivamente. Se dieron lectura a las circulares recibidas de la Comisión Central de Buenos Aires y se resuelve dar forma práctica a la Comisión Local y discutir las formas de participación directa. Leemos en el Acta levantada con motivo de tan importante Asamblea, que el Sr. Porfirio Tenreyro sostiene: “... lo que se trata es de contribuir al gran monumento de los españoles a erigirse en la Capital Federal y organizar los festejos locales, dar popularidad al acto, no tanto en cuestión pecunio sino en el número y grandiosidad”, moción que fue aprobada unánimemente. Para ello se designó la comisión que con amplias facultades cumpliera ambos objetivos. Esta estuvo así integrada; Presidentes Honorarios, presidente de la Sociedad Española de S.M. Manuel Cepeda y Sr. Vicecónsul de España D. Juan Piñón. Pte.titular; Sr. Porfirio Tenreyro; Vice Pte., Benito Yánez; Tesorero, Juan Ariñez; Secretario, Luis Moro; Prosecretario, Pedro Martínez Zafrilla y Vocales, Sres. Dr. Gregorio Fraga; Victoriano Vázquez; Emilio Fontella y Raymundo Gutiérrez. Tomar posesión de los cargos y empezar a actuar, fue todo uno. Se nombraron subcomisiones para el logro de los objetivos y la colonia española toda, se alistó en la causa. En reunión popular llevada a cabo en la casa del presidente Sr. Tenreyro, el día 7 de abril, se ratificó apoyar pecuniariamente a la Comisión Central en Buenos Aires, y en el orden local se dispuso levantar un gran arco de triunfo conmemorativo del Centenario de la Independencia Argentina, arco que se levantaría en la Avenida de la Palaza General Ramírez que daba frente a la calle 25 de Mayo. Acordóse que la piedra fundamental se trajese de la Madre Patria y ostentase estas inscripciones:
1810-1910. LOS ESPAÑOLES DEL DEPARTAMENTO DEL URUGUAY, A LA REPUBLICA ARGENTINA. Primer Centenario de la Independencia. “NADA ANTE DIOS Y LA PATRIA”. Desde Ferrol, en España, Dn. Manuel Naveira escribía a su connacional Benito Yánez, y entre otros conceptos le decía: “Muchas gracias por los buenos acuerdos que han tenido los Señores que forman la Comisión Pro-Centenario, al acordarse de esta humilde persona, pues estoy de acuerdo que los que como yo, han permanecido en ese país, mi segunda Patria, contribuyan en este momento...” Precisamente ese, era el espíritu que animaba a los españoles de entonces. EL CONFLICTO DE LA PIEDRA Por ese entonces, el presidente honorario de la Comisión Celebratoria, Dn. Manuel Cepeda viajó a España, y se aprovechó tan propicia circunstancia para designarlo intermediario en la gestión de conseguir la mole pétrea que conformaría la parte central de l arco conmemorativo a levantarse. Ya en España, Dn. Manuel Cepeda procura cumplir con todo celo la gestión encomendada y con fecha 30 de julio de 1909, escribe al presidente de la Comisión Dn. Porfirio Tenreyro, diciéndole: “Mi distinguido amigo; desde mi llegada a ésta, traté de ocuparme del encargo que me hiciera con respecto a la piedra para el arco, pero con motivo de la Exposición y otros trabajos urgentes no encontré quien quisiera hacerla hasta pasadas las fiestas”. “Transcurridas éstas, me vi con uno de los mejores arquitectos, que sería el que tendría a su cargo la dirección de los trabajos y dicho señor me aconsejó pida a Ud., el diseño del arco en escala, para ver las dimensiones que éste tiene, porque opina que la piedra debe armonizar con el arco que se construya, pues de lo contrario podría resultar que no guardara relación una cosa con la otra y perdiera por consiguiente todo su mérito. En todos estos trámites me acompañó el Presidente de la Exposición Regional de aquí, Dr. Pedro Pais Lapido, muy conocido y amigo de nuestro buen amigo Dr. Gregorio Fraga, persona muy entendida en esta clase de trabajos y el que opina también que sería indispensable del plano referido arco. En virtud de todas estas dificultades y para no llevar una cosa que resultara de mal efecto, espero de Ud. me mande a la brevedad posible dicho diseño. El arquitecto cree que esta piedra, a más de la inscripción indicada, debe esculpirse algún adorno, y entre ellos sería indispensable el escudo argentino a la derecha y el español a la izquierda. Se cree que la piedra tenga que ser de dos metros de largo por un metro de alto, pero todo esto no se puede calcular con exactitud sin antes ver el plano del arco. En caso de que sea aceptada la proposición de que la piedra lleve los escudos, es necesario entonces me mande algún timbre o sello oficial del escudo argentino, por si pudiera ser deficiente el que se conoce aquí. En cuanto al precio que también averigüé, no lo puede dar con precisión hasta tanto no se vea lo que hay que hacer, pero cree que aproximadamente costará de 1.500 a 2.000 pesetas, embalada y puesta en Vigo. El plazo para hacerla si se encarga en los primeros días de octubre, estará lista para diciembre, de modo que la piedra podría estar en Buenos Aires para enero. El dos del mes entrante salgo para Mondariz y como pienso pasar por Vigo, allí también averiguaré el valor de la piedra, pues por informes recogidos, es en las dos únicas partes donde mejor se trabaja
la piedra: Santiago y Vigo. Un afectuoso saludo para su distinguida esposa y Ud. ordene a su Affmo. y S.S. – Manuel Cepeda - . Pero mientras en España, M. Cepeda se ocupaba de tan importante gestión, en nuestra ciudad, los trabajos para la conmemoración tomaban otros rumbos. El Consejo Deliberante Municipal que en un principio “había tenido el propósito de aconsejar un despacho favorable facilitando la inmediata realización del noble pensamiento de los solicitantes”, resolvió no acordar la autorización para la erección del arco conmemorativo aduciendo que estaba en estudio un proyecto de remodelamiento de la Plaza General Ramírez y de ampliación de las calles que le rodeaban. Por esa circunstancia – continúa diciendo la resolución municipal – “se designó la plaza Rocamora para la ubicación de la estatua al Gral. San Martín, y por la misma razón, el deseo de los solicitantes no puede ser satisfecho en la forma y modo que lo enuncian. Cree esta Comisión por lo tanto que V. H. debe poner en conocimiento de la Comisión Española local pro-Centenario de la Independencia Argentina, las causas que impiden aceptar la ubicación que indica para el monumento que se proyecta erigir, y el agrado con que se vería la designación de otro sitio para la erección del susodicho monumento”. La Comisión Celebratoria entendió que no debía erigirse en otro sitio la obra concebida y casi a renglón seguido, escribe a España el 14 de noviembre a Dn. Manuel Cepeda, anulando el pedido; pero la obra ya estaba realizada. El 23 de ese mismo mes y año, el encargado de tal gestión contesta desde Madrid a Dn. Porfirio Tenreyro, en los siguientes términos: “Acabo de recibir en ésta su Atta. nota 14 de Nbre. y precisamente a un tiempo recibido también carta de Vigo, de fecha 13 de diciembre en la que se me comunica que la piedra ya está lista y encajonada como para embarcar. Yo me embarco para esa el 9 de febrero y entonces veré en Vigo la forma de dejar nulo el encargo de la piedra, pagando como es consiguiente, algo por el trabajo...”. Quedó así trunca la idea de materializar el hecho histórico en lo que no nos cabe duda habría de ser una verdadera obra de arte. ACTOS CENTRALES. El hecho de que no se erigiera el Arco Conmemorativo, no fue óbice para que los españoles engrosaran con fervor la falange celebratoria del centenario de la Patria. Es que entendían que en el acontecimiento debían estar junto a los argentinos. En 1810, la lucha había sido entre hermanos, y “las glorias de familia no se discuten, pertenecen a todos sus miembros”. La Comisión siguió constituida a efectos de concurrir y asociarse a los festejos que se realizaran; y le cupo el alto honor de que su presidente Dn. Porfirio Tenreyro fuera designado el orador de la inauguración de la estatua al Gral. José de San Martín en nuestra ciudad en oportunidad del Centenario, y por la noche, en la función de gala celebrada en nuestro primer coliseo, ocupó la tribuna disertando sobre el acontecimiento que el país todo vivía. Sus palabras fueron el testimonio de una hermandad indisoluble, el beso fraternal que España estampaba en la frente de su hija predilecta, un siglo atrás emancipada. El programa que confeccionó la colectividad española en demostración de confraternidad, en esa circunstancia, fue sencillo pero extenso. Se inició con una salva de bombas seguida del saludo de la Comisión a las autoridades de entonces; intendente municipal Dn. Juan B. Martínez; al Jefe de Policía Dn. Cándido Irazusta y al Juez Federal Dr. Alfredo Berduc.
Se hizo llegar un especialísimo saludo telegráfico a S.A.R. la Infanta Isabel de Bordón, que con motivo del histórico acontecimiento había llegado a Buenos Aires, concebido en los siguientes término: “Augusta Señora; La Comisión Española local pro-Centenario Argentino, que presido, contando con su aquiescencia, tiene el alto honor de dar la bienvenida a tan excelsa Dama, saludándola con veneración, y en su digna persona a SS.MM. el Rey y la Reina (Q.D.G.) al Ilustrado Gobierno Español, y a su noble y distinguida comitiva y Escolta Naval, deseándoles grata permanencia en esta nuestra querida segunda Patria, con sinceros votos por su felicidad personal y la de los demás nombrados, y por la de ambos Países, con la más efusiva felicitación al Jefe del Estado de nuestra Amada Patria y a sus Excelentísimos Ministros por la feliz idea de confirmar de una manera tan elocuente, con la venida de V.A.R. en esta ocasión, la confraternidad que reina entre Argentinos y Españoles y entre los dos Gobiernos”. P.G. Tenreyro (Pte.) – Luis Moro (Secretario). Procedimiento similar se adoptó para con el Primer Magistrado de la Nación, J. Figueroa Alcorta; con el gobernador de la provincia, Faustino M. Parera y con los Sres. Ministros de la Nación y de nuestra Provincia. Todos ellos agradecieron las salutaciones, y por su Alteza la Infanta Isabel expresó su agradecimiento por intermedio del Embajador Pérez Caballero. La Comisión Española Celebratoria del Centenario, había dicho en un comunicado: “El patriotismo, los deberes que tenemos contraídos los residentes en este país, las buenas relaciones de ambos gobiernos y las corrientes entusiastas y espontáneas de confraternidad, hacen esperar a esta Comisión, el concurso decidido de sus compatriotas con su asistencia personal”. Y la colonia española del departamento, se volcó plena y con fervor de Patria, participando de la augusta celebración.
INICIATIVAS IMPORTANTES, Y DE LAS OTRAS PRIMERA SOCIA HONORARIA Hemos visto como la Sociedad fue adecuando su funcionamiento a las necesidades de la masa societaria y adaptándose a las peculiaridades de una sociedad en evolución constante. A ello se debió que a menudo encontramos Asambleas cuyo principal asunto a tratar era la modificación de Artículos del Reglamento General. La presencia de la mujer, se hizo necesaria en la razón de ser de la institución. Muchas de ellas ya habían participado eficiente y desinteresadamente, sobre todo en los actos culturales, comisiones celebratorias, etc., pero el nombre de la señora Manuela Martínez Urquiza Tenreyro, se había perfilado nítidamente junto a su esposo, trabajando por la Sociedad Española. Ocurrido el fallecimiento de Dn. Porfirio Tenreyro el 27 de julio de 1917, la filantrópica dama sigue teniendo actitudes muy loables para con la Sociedad y continúa apoyándola económicamente. El 24 de septiembre de 1917, la Comisión Directiva le remite una nota manifestándole: “... en nombre de la C.D. que presido, agradezco su generosa voluntad, suscribiendo a nombre de su malogrado esposo, la cuota mensual de asociado a esta Sociedad Española de Socorros Mutuos, a la que perteneció durante tantos años ...” Dos años después, en 1919, la Comisión Directiva le comunica la resolución adoptada en Asamblea General y le dice: “Distinguida Señora; es para mí muy grato comunicarle que en Asamblea General Ordinaria, celebrada ayer por esta Asociación, ha sido Ud. proclamada por unanimidad de
todos los presentes, SOCIA HONORARIA de la misma. Esta resolución Señora, ha sido tomada haciendo justicia a los relevantes méritos de vuestro extinto esposo, nuestro ex consocio y compatriota Dn. Porfirio G. Tenreyro, por una parte; y por otra, teniendo en cuenta vuestro filantrópico y espontáneo desprendimiento cooperando tan voluntariosamente como lo hacéis al sostenimiento de nuestra asociación. Esperando os dignaréis aceptar ser nuestra Socia Honoraria primera en esta Asociación, le saludo con mi más alta consideración y aprecio. Pedro Campos. Secretario”. El primer diploma como Socia Honoraria se extiende así a la Sra. Viuda de Tenreyro, que siendo argentina, había tenido loables gestos para con la Sociedad, el día 12 de octubre de 1919. Dos hechos significativos, también son dignos de destacarse en este primer cuarto del siglo XX y en esta adecuación de la Sociedad. El primero, es la aceptación de la mujer como asociada de la Institución. En 1920 se resuelve dicha incorporación para toda española o familiar de español socio; y el segundo es la aparición en los libros de la Sociedad, del primer “Socio Jubilado”. El 28 de enero de 1921, el socio Nicolás Cotón García, “solicita se le declare SOCIO JUBILADO por tener 35 años de socio, con 67 de edad y encontrarme en una situación precaria”, dice en su nota de petición, el citado García. Comprobado lo que decía, le fue acordada la jubilación como socio h de acuerdo con el Reglamento vigente entonces. FARMACIA MUTUAL
Los principios mutuales y cooperativos que animaban a aquellos hombres de fines del siglo pasado, traducidos en la puesta en marcha de diversas sociedades mutuales de socorros, iban del brazo con otras ideas cooperativistas, como la organización paralela de farmacias. Dificultades de variado tipo se opusieron en nuestro medio a su creación; pero es de destacar que ya en octubre de 1915, la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos de esta ciudad lanza la idea de federarse a las Asociaciones Mutualistas para organizar una farmacia común, mutua, con recursos propios. Algunos años después, el 24 de julio de 1921, y como la idea aquella de la Soc. Cosmopolita no había caminado, aparece reavivándose. El miembro directivo Don Manuel González, expone que: “en vista de que el gasto mayor que se ocasionaba a la Sociedad era por parte de botica, en la opinión que pudiera ser factible la fundación de una farmacia social, hacía la siguiente moción: Que se designara una comisión compuesta de dos o tres miembros de la Comisión Directiva para que se apersonaran a los Sres. Presidentes de las Sociedades de Socorros Mutuos Italiana y Cosmopolita, a fin de cambiar ideas al respecto informando en su oportunidad a la Comisión del resultado de la gestión”. La sugerencia fue unánimemente apoyada, pero de los archivos sociales no se deduce que la misma volviera a ser tratada. Si se deduce, por el contrario, que casi una década después el farmacéutico y asociado directivo Dn. Pedro Torrabadella reactualiza el problema con una nueva concepción. Presenta a estudio de la Comisión Directiva, un largo y meduloso trabajo sobre la posibilidad de organizar una “Sociedad En Comandita con el objeto de favorecer los fines de Socorros Mutuos y de Beneficencia”. Con ese objeto se constituirá una sociedad con un 50% de capital aportado por los efectos de la Farmacia Americana de esta ciudad y propiedad del citado Pedro Torrabadella, y el otro 50% aportado por la Sociedad Cosmopolita, la Sociedad Italiana, la Sociedad Española y el Círculo de Obreros. El profundo trabajo presentado a la Comisión Directiva, decía, entre otras muchas cosas:
“La base principal de los recursos y beneficios de la nueva sociedad, la constituirán las recetas que todas las Sociedades se comprometan a remitir a la Farmacia Social para su despacho. Serán también beneficios sociales todas las demás ventas que se efectúen en la Farmacia Social y que son propias de todo negocio de farmacia, a saber: venta al público de específicos, perfumería, artículos de toda clase, vidrio, goma, menudeo, etc., al por mayor y menor”. El documento estudiaba la parte administrativa y contable, distribución proporcional de beneficios, la importación directa de productos, y en uno de sus párrafos continuaba diciendo: “La compra directa a los representantes de casas extranjeras y fábricas nacionales de específicos, perfumería y demás, en cantidades apreciables y su pago inmediato, asegurará un menor costo de estos artículos. LA SOCIEDAD PUEDE LLEGAR A TOMAR UNA IMPORTANCIA INSOSPECHADA, por el aumento rápido de capital y por el ensanche de sus actividades, cuyo límite no se alcanza a ver”. El consciente estudio de Torrabadella, también cayó en “aguas de borraja”. Mientras tanto en otras ciudades del país, inclusive de nuestra provincia como el caso de Paraná, la idea se concretaba. Extraemos los siguientes conceptos de la obra: “Historia de una Mutualidad Entrerriana” “... La Sociedad Española de Socorros Mutuos comunica haber inaugurado su farmacia en la que pueden adquirir drogas y artículos en general, todos los socios de mutuales, ya sea por cuenta de la correspondiente sociedad o particular a precios completamente adecuados. Desde entonces nuestros socios se benefician con la tan atacada Farmacia Mutual de la Sociedad Española”. En nuestra ciudad, sólo alguna sociedad mutual concretó la idea de su farmacia propia y más bien esa idea tuvo concreción cooperativista en la unión directa de los farmacéuticos.
FUNCIONES PARALELAS. LAS CONSULARES. En Concepción del Uruguay, tenía su asiento una Agencia Consular Española, atendida por un Vicecónsul que dependía del Consulado de Rosario. Los agentes consulares de nuestro medio, en la mayoría de los casos habían sido directivos de la Sociedad Española de S.M., o cuando menos socios de ella. Se explica entonces la armonía de relaciones entre ambos y el apoyo que mutuamente se prestaban. Pero cuando por alejamiento del medio, o por fallecimiento, la ciudad quedaba sin representación consular, era la Sociedad Española de S.M. la encargada de realizar todo trámite que la colonia española necesitaba llevar a cabo ante el Consulado en Rosario. Así ocurre cuando en 1907 fallece el Vicecónsul Dn. Fulgencio del Sel y Pérez, o como en mayo de 1918, ante el fallecimiento del Vicecónsul Dn. Juan Piñón y hasta que se designara el sucesor después de más de dos años de gestiones infructuosas. En esa oportunidad, y efectuada la designación del reemplazante, la Sociedad Española demuestra ejercer la verdadera representación de la colectividad, dirigiéndose la Cónsul de España en Rosario y al Embajador Español en Buenos Aires, expresándole el agravio que la Colonia Española había experimentado al ser designado Vicecónsul el Sr. Nicolás Vázquez, no integrante de la terna elevada por la Sociedad con tal motivo. Pero la justicia que a veces tarda, siempre llega. Y en esa oportunidad también hizo justicia. En el mes de junio de 1926, es designado en el cargo Dn. Manuel Cepeda, uno de los más conspicuos integrantes de la Sociedad Española y por ese entonces presidente de la misma. La
satisfacción con que la colectividad toda, recibió la medida, se exteriorizó con una verdadera manifestación popular que llegó hasta su domicilio donde hubo saludos, felicitaciones y el lógico agradecimiento del nuevo funcionario. Esa investidura consular que ejerce la Sociedad Española de S.M., nace del prestigio y ascendiente logrado en el medio. No siempre es resultado de delegaciones oficiales. En el mes de mayo de 1919, acaece un desagradable incidente originado por una publicación periodística emanada de la Rectoría del Colegio Nacional, que hirió a la colectividad española y que fue contestada por el presidente de entonces, Dn. Pedro Torrabadella. El Acta de la asamblea ordinaria de fecha 30 de mayo, terminaba diciendo: “Contestó el Rector de dicho establecimiento expresando el respeto que le merecen España y sus glorias, así como reconociendo la preparación del Sr. Torrabadella, lo que causó general satisfacción, siendo ésta completa, al presentarse el Dr. Tibiletti con los demás profesores del Colegio, el 25 de Mayo frente a la Sociedad Española, y dio un grito de ¡Viva España!, el que fue contestado por la Colectividad Española con un ¡Viva Argentina!”.
EL “PLUS ULTRA” “No debe haberse borrado de la superficie de los mares, la estela que hace 434 años, trazó la afilada proa de la nave “Santa María”, cuando Franco, movido por el mismo aliento que empujó fuera del lar a los antepasados, dibuja en la atmósfera otra igual y superpuesta”. Así comentaba un escritor la hazaña de unir Europa con América por la vía oceánica, ahora el Comandante Franco lo hacía inaugurando una nueva ruta: la aérea. Recordando ambos viajes, “paréceme ver en esta paralela ideal que se pierde en lo infinito del tiempo y del espacio, el símbolo del porvenir: la Madre España y sus hijas de América, marchando en un solo frente por la vía del progreso, indisolublemente unidas por los lazos de la sangre y el amor” La hazaña movía a literatos, poetas, escritores y periodistas a cantar las más variadas loas frente a la nueva gesta. Cuando el raid aéreo había sido anunciado, y antes de partir de Palos de Moguer, en España, la “Comisión de la Juventud Hispano Argentina” de la Capital Federal, resolvió organizar un gran acto demostrativo del afecto de la colectividad y como testimonio de reconocimiento por los adelantos de la aviación en general. Se entendía asimismo que el viaje del Comandante Franco y sus compañeros Ruiz de Alda y Durán, tenía el significado de una salutación oficial de la Nación Española al pueblo argentino, según las palabras que había pronunciado el Sr. Ministro de Estado de España Dr. Yanguas, quien había dicho: “Detrás de ellos va España”. Se enviaron circulares de adhesión a todas las sociedades de españoles, pidiéndoles que estuvieran representadas en una gigantesca manifestación cívica que se llevaría a cabo en oportunidad de la llegada de los aviadores a Buenos Aires. La Comisión Directiva de la Sociedad Española de nuestra ciudad, acusó recibo en fecha 25 de enero, manifestando plena adhesión a los actos programados y designando para que la represente en tales homenajes, al Sr. Manuel de Castro y López, residente de aquella capital. En el orden local, la Sociedad dispuso organizar un homenaje a llevarse a cabo el día que los aviadores arribarán al punto final de su viaje. El programa preparado disponía saludar con bombas y campanas, tan pronto como se tuviera noticias del arribo del Plus Ultra. Embanderar e
iluminar ese día, el edificio de la Sociedad. Dirigir al Comandante Franco un mensaje de felicitación e “invitarlo a visitar esta ciudad de verdadera trascendencia española”. Dicho programa incluía además, la invitación a todas otras Sociedades del medio para que se adhirieran a lo que debía ser una verdadera fiesta, y por último se dispuso que en colecta pública, la población de nuestra ciudad adquiriera una placa de bronce que sería colocada en lugar apropiado y con los honores del caso, conteniendo la leyenda: “Colón. 12 de Octubre de 1492. Franco...........de febrero de 1926” Con palabras de afecto, hicieron llegar su adhesión todas las Sociedades de nuestro medio, y el Departamento Ejecutivo Municipal dictó resolución de adhesión considerando a la hazaña como un triunfo que evidenciaba las virtudes de la raza y enorgullecía a este pueblo como descendiente predilecto del gran pueblo español. El Decreto en cuestión disponía: “Art. 1º. El día de la llegada a Buenos Aires de aviador español Comandante Dn. Ramón Franco, ilumínense y embandérense con banderas Argentinas y Españolas, todas las dependencias municipales, invitándose al vecindario a asociarse a tan merecido homenaje. Art. 2º. Invítese telegráficamente al aviador a visitar esta ciudad declarándolo huésped de honor de la misma. Art. 3º. De forma Mabragaña, Intendente. Parodié Mantero, Secretario. El Comandante Franco no pudo acceder a la invitación que se le formulara para venir a esta ciudad, pero la Sociedad Uruguayense toda, sin distinción de clases ni de orígenes, vivió una jornada de relieve inolvidables.
CONSTRUCCIÓN E LA SEDE SOCIAL PROPIA SUEÑO LEJANO. CAMBIO DE ACTITUDES. El magnífico emplazamiento que tenía la sede social en los altos del Teatro 1º de Mayo, frente a la plaza principal Gral. Francisco Ramírez y después de habérsela amoblado con alguna suntuosidad, hizo que la Comisión Directiva olvidara con el correr de los años, la idea que otrora tanto les había preocupado de contar con una Sede Social propia. No obstante, de vez en cuando, la voz de alguno que otro directivo, se alzaba recordándolo. Después de algunos años en que la Sociedad venía ocupando la aludida sede, el 24 de julio de 1921, en la Sesión Ordinaria mensual, el Sr. Antonio Gondell hace uso de la palabra y dice: “que es opinión general entre los asociados, que la Sociedad debe contar con un local propio, que él también participa de esa opinión, y en la creencia que puede realizarse una necesidad tan sentida, se permite hacer la siguiente moción: que se designe una comisión del seno de la Comisión Directiva encargada de presentar a ésta, proyectos, estudio y demás del caso, sobre edificación del local social, ya sea ampliando la casa que actualmente posee la Sociedad o edificándolo en cualquier otro lugar, con facultad dicha comisión, de designar con carácter de miembro titular de la misma, a cualquier otro miembro de la Sociedad, que pudiera asesorarla, para el mejor desempeño de su cometido”. Como se ve, seguía habiendo asociados y algunos directivos que en todas las comisiones y en todos los tiempos, pensaron en la necesidad de una sede social propia. De la lectura de los libros de Actas de la Institución se deduce claramente que el silencio siguió a la iniciativa de Gondell. Los años de post guerra no fueron los más felices desde el punto de vista económico, y la iniciativa bien pudo verse frenada por tal circunstancia. Una clara demostración de ello, lo da el hecho de que en
enero de 1924, la Asociación Patriótica Española pidió a nuestra Sociedad, su cooperación para poder colocar obreros españoles en las industrias y otros trabajos de esta ciudad y su campaña, por los difíciles momentos que estaban atravesando. En los comienzos de 1926, una nueva incertidumbre se cernía sobre los directivos de la Sociedad: se había difundido la noticia de la venta del Teatro 1º de Mayo; y con ella resurgió la vieja inquietud de la sede social. En el mes de marzo, el Sr. J. Sarrot mociona para “que se designe una comisión que averigüe de alguna casa o terreno para edificar, destinándola a local social, obteniendo precios y condiciones de pago, lo más favorables para la Sociedad”, idea que encontró esta vez, amplio apoyo. HISTÓRICA ASAMBLEA. La intención de adquirir algún terreno céntrico, ya se había insinuado a mediados de 1927 cuando se entra en tratativas con el Sr. Miguel Esteva Berga, propietario del solar ubicado en Galarza esquina Ugarteche, tratativas que no cuajaron. Es recién en la Asamblea Extraordinaria del 28 de agosto de 1927, cuando se informa que “una comisión especial integrada por los señores Angel Rodríguez, Pedro Martínez Piñón y Antonio Vallejos, a nombre de la Sociedad Española, había concretado con Don Manuel Aurelio Jorge un contrato e compra venta de un terreno que el Sr. Jorge posee en esa ciudad con frente a la calle Coronel Pedro Melitón Gonzalez por el oeste, esquina a la calle Rocamora”. Más adelante se aclara en dicha acta, que la superficie del terreno es de 487 metros y 2910 centímetros cuadrados y que se había comprado a $25 M/N el metro cuadrado, lo que hacía un total de $12183.27 M/N. La Asamblea aprobó la compra del terreno, siendo de destacar la eficaz mediación que le cupo en la transferencia a la socia honoraria Doña Manuela M.U. viuda de Tenreyro, que era familiar del vendedor. Más adelante dice el acta de la histórica Asamblea, que en dicho terreno: “debe levantarse el edificio para nuestra sociedad”... “facultándose además a la Comisión Directiva para que si lo considera conveniente, pueda adquirir mayor superficie de terreno contiguo, a igualdad de precio condiciones para destinarlo al edificio que se proyecta”. En la misma Asamblea se facultó a la Comisión Directiva para que con plenos poderes, “haga construir un edificio moderno, el que a ser posible, debiera contar de dos pisos, planta baja para rentas y altos para salón y demás dependencias de la Sociedad, quedando el plano en definitiva, a juicio y criterio de la Comisión Directiva y miembros de la Comisión Pro-Edificación”. Igualmente se autorizó a la Comisión Directiva con pleno respaldo para manejar las inversiones que la obra requería, solicitar créditos, de ser necesarios, y hasta hipotecar la propiedad de Galarza y Leguizamón. Como se ve, el respaldo que la Asamblea dio a la Comisión Directiva, no pudo ser más amplio y demostrativo de la confianza y fe imperantes.
FALENCIAS DE UN PROYECTO.
Efectuada la adquisición del terreno, la Comisión se abocó de inmediato a concretar los deseos de la edificación. Se llamó a licitación pública para el día 10 de marzo de 1928, de acuerdo a planos y estudio de proyecto que habían realizado Bedogni Hnos. y Cía., ganadores de un concurso que a tales fines, había organizado la Comisión de Edificación. En la Asamblea Extraordinaria para renovación de autoridades, de fecha 25 de marzo de 1928, se informó que como resultado de la licitación pública efectuada para construcción del edificio social, había sido aceptada la propuesta del Sr. Alejandro J. Kralevoski, por la suma de $74.200 M/N. Pero he ahí que de inmediato, la Comisión Directiva se dirige al Sr. Kralevoski, manifestándole que se había dejado sin efecto la licitación de la construcción del edificio social, rechazándose todas las propuestas presentadas. ¿Qué era lo que había pasado que los acontecimientos tomaban ese giro? La Comisión Directiva había sido alertada de que el pliego de condiciones para la licitación, adolecía de algunas fallas que en última instancia podrían acarrear serios disgustos a la Comisión al recibir la obra terminada. En vista de ello y pese a los gestos que tal actitud significaba, se anuló la licitación procediéndose a un nuevo llamado sobre un pliego de condiciones corregido y confección de nuevos planos. Simultáneamente con esta drástica resolución, se propone en la misma Asamblea, que “si fuera posible, el 12 de octubre, como parte de los actos celebratorios, se ponga la Piedra Fundamental del nuevo edificio”. Y así se lo hizo. LA PIEDRA FUNDAMENTAL. En mayo de ese año de 1928, se había recibido orden de abandonar el salón del Teatro 1º de Mayo, por venta de éste. Comenzaban de nuevo a deambular con los archivos y los muebles. Frente a la nueva realidad, la Comisión Directiva solicita al Centro Comercial y de Intereses Departamentales de esta ciudad, la debida autorización para usar las instalaciones de éste, como sede social, esperando que fuera por poco tiempo –dice la nota-, ya que se espera poder contar muy pronto con la Sede Social propia. Los conceptos no eran una simple expresión de deseos, sino que se trataba de una idea en marcha. Era tal la confianza que tenían aquellos españoles, que aún con las dificultades económicas presumían habrían de llegar, se dirigen al Sr. Gerente del Banco de la Nación Argentina solicitándoles el 15 de septiembre de 1928, un crédito para la construcción y le dicen al final de la nota: “En garantía del crédito solicitado, ofrecemos las firmas de los miembros de la Comisión Directiva de esta entidad”. El 12 de Octubre de 1928 y tal como se lo había propuesto tiempo atrás la Comisión Directiva, se puso la Piedra Fundamental del futuro edificio. La tradición oral que se ha encarnado en la colectividad, cuenta con la leyenda y firmas del caso, enterró en el centro del solar, a pocos pasos de una gran higuera que se levantaba en el mismo, y era de granito, estando labrada en una faz con la siguiente inscripción: “Sociedad Española de Socorros Mutuos. Año 1928. XII de Octubre”. Se dispuso igualmente a indicación del Secretario Sr. Vallejos, obsequiar a la concurrencia que asistiera al acto de la colocación de la piedra fundamental, con un luch que se calculó para 300 personas.
En el acto de aquel 12 de Octubre, hizo uso de la palabra por pedido de la Comisión Directiva, el Sr. Dn. Antonio Nogueira Santos, a quien se le agradece posteriormente, por nota del 19/X/1928, diciéndole: “... hacémosle saber la satisfacción con que la colectividad española escuchó sus palabras en el acto de la colocación de la piedra fundamental del nuevo edificio social y en conmemoración del Día de la Raza”. Como del Acta enterrada con la piedra fundamental, no se había guardado copia alguna, se dispuso hacer confeccionar un pergamino que llevara el texto de original y algunas firmas. El mismo profesional que había diseñado el primer trabajo, se encargó de realizar este segundo que hoy, en el centenario, engalana la Secretaría de la Sociedad y cuyo texto, que reproducimos, suponemos que era el del pergamino enterrado, si la memoria del artista fue fiel. El Acta dice: “En la ciudad de Concepción del Uruguay, a doce de Octubre de mil novecientos veintiocho siendo padrinos de la ceremonia el Señor Manuel Cepeda y la Señora Manuela Martínez Urquiza de Tenreyro, en presencia del Presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos local, y demás miembros de la Comisión Directiva, de las autoridades y firmantes de la presente Acta, bendecida por el cura párraco Presbítero Andrés Zaninetti, se procedió a colocar la piedra fundamental del edificio para Sede Social de la Institución antes mencionada, con lo que termina el acta, firmando todos los presentes en dos de un tenor. Por la Sociedad Española de Socorros Mutuos: Clemente Bescós, Pte., Antonio Vallejos, Secret., Agustín Álvarez, Tesorero. (Siguen varias firmas). Como es dable deducir de la simple lectura, el artista diseñador del nuevo pergamino recordatorio del grato acontecimiento, en la redacción omitió nada más y nada menos que el nombre de la Institución; hecho que se salva a medias en el párrafo final cuando dice por quienes actúan los firmantes. EJECUCIÓN DE LA OBRA. INAUGURACIÓN.
Corregidas las falencias del primer llamado a licitación para la construcción de la Sede Social, se llamó de nuevo a concurso. En esta segunda instancia, la adjudicación de la obra se hizo a la firma Manuel Barrera, empresa constructora de obras en general, con escritorios en calle Galarza Nº 922 de esta ciudad, y sobre los planos del ingeniero civil César A. Trebino de la Capital Federal. También había colaborado el arquitecto Ramón Poch. El 18 de junio de 1929, la Sociedad se dirige a los ingenieros Emilio Pereyra y Hernán Cettour, de nuestro medio, para comunicarles que la Comisión Directiva les había designado inspectores técnicos de la obra. El mismo día 12 de octubre de 1928, el Sr. M. Barrera firmaba con la Comisión Directiva de la Sociedad Española, un simple documento que establecía el compromiso contraído y la suma que importaba la construcción de la obra. La concreción de tantos desvelos, la cristalización de tan cara obra, quedaba sellada en una simple carilla, que tenía mucho más de buena fe que de documento público. El mismo establecía: “C. del Uruguay, 12 de Octubre de 1928. MANUEL BARRERA, Constructor con domicilio en esta ciudad, calle Galarza Nº 922, se compromete construir las obras de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Concepción del Uruguay, de acuerdo a los planos, memoria descriptiva, pliego de condiciones y demás recaudos, que sirvieron de base a esta licitación, por el precio global de Ciento nueve mil setecientos dieciséis pesos con 31 ctvs. moneda nacional de curso legal. $109.716,31.- Manuel Barrera.
La seriedad de la empresa constructora, marchó paralela a la celeridad de la construcción; pero en la medida en la que ésta avanzaba, también lo hacían las dificultades económicas con que empezó a tropezar la Sociedad. La Comisión Directiva y la Comisión de Edificación, habían conseguido que el Banco de la Nación Argentina les acordara aquél crédito gestionado en el mes de septiembre. La entidad bancaria facilitó un crédito por treinta mil pesos a 180 días y treinta y cinco mil pesos en un pagaré directo a igual plazo, documentos que fueron avalados por todos los miembros de la Comisión Directiva. Con algunas modificaciones respecto e los planos originales, la obra se inauguró un año después, el 12 de Octubre de 1929, aunque sin estar totalmente finalizada. El magnífico edificio que aún hoy día muestra la sobriedad de sus líneas y funcionalidad de sus ambientes, se constituyó en uno de los más importantes de Concepción del Uruguay en la década del treinta. Como es de suponer, si los actos de colocación de la piedra fundamental un año antes, habían estado rodeados de ribetes de verdadera fiesta, la inauguración fue un real acontecimiento social. Como en todos los aspectos, el celo administrativo también se aprecia en los detalles organizativos de la fiesta de inauguración, perfectamente documentado en los archivos que hoy permite imaginarnos el despliegue y la organización de la misma, que debió constituirse en un verdadero acontecimiento social, no solo para la colectividad española, sino para la ciudad toda que lo vivió en pleno. Entre los aspectos destacables de la fiesta inauguración, se llevó a cabo un gran lunch en el que no escapó ningún detalle. Se sirvió Oporto y Manzanilla, masas surtidas “fabricadas de ex profeso”, se usaron servilletas con inscripción y escuchados dorados de Argentina y España, y la atención estuvo a cargo de cuatro mozos presentados de Smoking. La celebración finalizó con un gran baile organizado por la Comisión de fiestas.
CIEN AÑOS DE VIDA CRISIS DEL AÑO 30. Las características del nuevo edificio y su ubicación con respecto al núcleo urbano, en pleno centro, hicieron despertar un rápido interés en algunos comerciantes por alquilarlo, hasta el punto de que antes de terminar su construcción, ya se había firmado contrato de alquiler por cinco años con la firma Manuel Martínez que con negocio de tienda deseaba desenvolverse en esta ciudad. El contrato se firmó por la suma de $950 M/N mensuales a partir de la inauguración pero el local no fue ocupado ya que Manuel Martínez optó por alquilar otro local en esta ciudad y pidió autorización para transferir el contrato a una firma del rubro máquinas agrícolas. Se trataba de la casa Juan y José Drysdale y Cía., y la Sociedad accedió a la transferencia de locación, por la cual la firma Drysdale se constituyó de hecho, en el primer inquilino de los salones de planta baja en el nuevo edificio Social. Al año siguiente, en 1930, se resuelve también alquilar al “Club Español” los salones de la planta alta, reservándose la Sociedad, la secretaría y anexos, firmándose contrato por cinco años con opción a otros cinco más. La vigencia del contrato con el Club Español no pudo llegar a su fin
ya que éste se endeudó con la Sociedad y tal proceder dio lugar a un embargo de ésta sobre algunos muebles del Club, en autos caratulados “Sociedad Española de S.M. C/ Club Español. Ejecución por arrendamiento y embargo preventivo”, y presentado ante el Juez de Paz. La situación económica que vivía el país a partir de 1930, como consecuencia de algunas crisis de tipo político, también afectaron, como es de suponer, a esta ciudad. La Sociedad Española que había logrado aquel importante préstamo bancario para la construcción de la sede, se vio en delicada situación porque además se le presentaron otros gastos imprevistos y tuvo menores ingresos. En el año 1932, la firma Juan y José Drysdale y Cía., solicita rebaja de los alquileres, y la Comisión Directiva accede al pedido “identificada con la situación general del comercio y encontrando lógica su solicitud...”, y en febrero del año siguiente, ante parecida solicitud se rebaja el alquiler de la otra propiedad que ocupaban los señores Díaz Arburúan y Cía., de la Capital Federal con negocio de tienda en ésta. Coincidentemente la ciudad vivía un proceso de evolución urbanística, que si bien es cierto valorizaba más sus propiedades, en el primer momento agravaba la difícil situación económica; se trataba de la pavimentación de sus primeras calles en el radio céntrico de la ciudad. En 1935, durante la intendencia del Dr. Justo G. Ravenna, por Ordenanza Nº 850, se había adjudicado esa obra de pavimentación a la Sociedad Anónima Wayss y Freytag, y las calles Galarza y Leguizamón fueron de las que tempranamente se pavimentaron, delante de la propiedad que la Sociedad poseía en dicha esquina. Todas estas circunstancias, obligaron a los directivos a hacer malabares en la búsqueda de nuevos recursos, pero el prestigio logrado y la confianza en ellos habida, fueron sus avales. El préstamo del Banco de la Nación se canceló con una hipoteca realizada por el Banco Agrícola Comercial e Inmobiliario de esta ciudad en 1932, hipoteca que posteriormente la entidad bancaria transfirió a favor del Sr. Eugenio J. Calvo, y finalmente toda la deuda se concentró en una hipoteca con el Banco Hipotecario Nacional, después de largas tratativas, el 7 de octubre de 1938. Los difíciles momentos no hicieron perder jamás el optimismo a aquellos españoles, pese a que en la Asamblea del 24/III/1935 el balance arrojó pérdidas, obligando a esa Asamblea a adoptar drásticas medidas económicas, suprimiendo subsidios y reduciendo ayudas pecuniarias, para paliar la situación. Cuando se gestionaba el crédito ante el Banco Hipotecario, se dirigen a la Gerencia pintando un panorama con real visión de futuro. La nota del 28 de diciembre de 1935, manifiesta: “Señor Presidente del Banco Hipotecario Nacional. S/D. Ampliando los informes sobre reconsideración que solicitaba esta Sociedad en su nota de fecha 16 del actual. La ciudad de Concepción del Uruguay a pesar de la crisis general por que atraviesa el país, es una de las pocas que está en franco progreso y le espera un brillante porvenir; posee el único puerto de ultramar existente en el río Uruguay, con elevadores de granos cargando los vapores directamente al exterior; todas las compañías de petróleo, tienen sus depósitos en esta ciudad para atender toda esta zona de Entre Ríos y Corrientes; existe el Policlínico Regional J. J. Urquiza, tiene guarnición militar, con cuarteles modernos estando destacados los batallones Nros. 4 y 5 de zapadores pontoneros, la cabecera de la División Río Uruguay, M. O. P. para atender el balizamiento del río desde Martín García hasta paso de los Libres – Corrientes, Colegio Nacional, Escuela Normal, y en la actualidad dando una prueba de vitalidad se están asfaltando sus calles, que una vez terminadas, le darán un aspecto de las ciudades más modernas”.
“En el corazón mismo de esta ciudad están los edificios de la Sociedad Española de S.M., y en este radio de la ciudad no hay ningún propietario que desee vender. La última operación hecha en plena crisis, fue la venta de un terreno en la calle Galarza Nº 680 que el Sr. Juan Pachulo, vendió al Sr. Juan Filippini a razón de $49 el metro. Este terreno dista dos cuadras de nuestra casa de Galarza y Leguizamón, y en la manzana siguiente de la de Rocamora y Coronel Gonzalez; calculando un precio aproximado del valor del terreno, se ve que la tasación que se hizo de nuestras casas es excesivamente bajo, pues son edificios hechos a todo costo, con materiales de primer orden y fiscalizada su construcción por una Comisión Directiva, muy competente en el ramo de construcción, siendo ciudades con todo celo. La crisis que ha producido la rebaja de alquileres, en esta ciudad es pasajera, fácil de comprender por el progreso de la misma ...” TORMENTA QUE SE DISIPA. Lamentablemente la crisis comentada, había invadido los espíritus, llegando al seno de la Comisión Directiva. Las dudas, rumores y comentarios empezaron a cernirse sobre aquellos hombres que habían dejado parte de su vida en el logro de aquel viejo sueño y que ahora se veían envueltos en la maledicencia de un reducido grupo. En la Asamblea del 18 de mayo de 1930, se dicen gruesos calificativos, se oyen insultos, se pone en tela de juicio la conducción económica y se retiran de la misma algunos asociados asistentes. El desagradable episodio terminó con la suspensión por el término de un año, a dos socios de la entidad, “en virtud de la mala conducta y palabras pronunciadas en plena Asamblea contra las personas que desempeñaban cargos directivos”. Pero como era de suponer el buen criterio primó sobre el circunstancial ofuscamiento y la paz reinó de nuevo en la Sociedad. A los castigados de les levantó la pena antes de su cumplimiento. No obstante, a las dificultades económicas no era fácil superarlas y aún habrían de vivirse horas de sobresalto para saldar definitivamente la deuda. Hasta se pensó en un canje del edificio por otro de menor valor existente en las proximidades y cierta suma de dinero, pero no hubo necesidad de semejante sacrificio. Es de destacar que a lo largo de todo este proceso descripto, ni los principios mutuales, ni las manifestaciones culturales o representativas fueron descuidadas en lo más mínimo. Muy largo sería enumerar todas esas adhesiones o participaciones en los órdenes local, nacional o internacional. Así por ejemplo, recordamos que en junio de 1921, inicia una suscripción a pedido de la Asociación Canaria de Socorros Mutuos de la Capital Federal, con el objeto de allegar fondos al monumento que en las Islas Canarias se levantaría a Don Benito Pérez Galdós, la gran figura de la novelística hispana y universal, fallecido el año anterior. Al año siguiente se adhiere al homenaje que se tributó al sabio español Don Santiago Ramón y Cajal, miembro de varias Academias y premio Nóbel de Medicina, y en ese mismo año, el 11 de junio, estuvo representada en la Comisión Patrocinadora del homenaje español al Dr. Hipólito Irigoyen, en la Capital Federal. A fines de ese año de 1922, organiza una colecta para contribuir con los necesitados de Rusia; en junio de 1923 está presente con sus banderas y estandarte en la recepción que se le tributó al Excmo. Sr. Presidente de la República, Dr. Marcelo T. de Alvear, y en julio de ese mismo año, participó en los festejos del cincuentenario de la Escuela Normal de esta ciudad.
En 1926 se adhiere a los festejos del centenario de la erección en ciudad a Concepción del Uruguay y en ese mismo año contribuye a la adquisición de una imprenta para la Biblioteca Argentina para Ciegos. En 1933 se asoció a los homenajes que por iniciativa de la Escuela de Mujeres Ana U. de Victorica, la ciudad toda rindió al Dr. Mariano López, que tanto había hecho por la misma desde la función pública, y en el año 1936 envía fondos para la Cruz Roja Española, solicitando expresamente que los mismos alcancen a todos los hombres cualesquiera fueran sus ideas. A lo dispuesto por la Sociedad, hubo de agregarse el producido de un festival artístico-cultural ofrecido por el Dr. Delio Panizza y el Prof. Darío Peretti, y que se llevó a cabo en el Salón Social. La resolución adoptada al remitir los fondos para la Cruz Roja, está señalando la posición de prescindencia absoluta que guió los pasos de la Sociedad en todos los tiempos. La cruenta Guerra Civil que envolvió a toda España desde 1936, hizo que de alguna manera la familia española se sintiera simpatizante de uno u otro bando en lucha; y un reflejo de esa situación, llegó tibiamente hasta la institución dando origen a un desentendimiento felizmente circunstancial y pasajero. En Asamblea del 26 de septiembre de 1937, el socio Pedro López Martínez, pide a la Asamblea, “se pronuncie a favor del Gobierno Español enviando una nota de adhesión al mismo. El Señor Antonio Gondell le contesta que desde el año 1904 que él es socio, siempre estuvo la Sociedad de lado del Gobierno Español, fuera cual fuese su tendencia política, por lo que no creía procedente esa pronunciación. El Señor Presidente Dn. Gregorio Amatriain, se pone de pie y manifiesta que no permite que en su presencia se traten cuestiones que el Reglamento prohibe y para evitarlo se retira de la Asamblea manifestando que renuncia a su cargo”. Con motivo del encendido debate que se origina, el socio P. López Martínez retiró su moción, la Asamblea volvió a ordenarse, y la sangre no llegó al río. Desde aquel momento hasta nuestros días, la presencia de la Sociedad siguió dándose en numerosísimas circunstancias, colaborando con donaciones a escuelas, entidades de bien público, etc., etc. EL PANTEÓN SOCIAL. Como se recordará, desde 1882 había llegado al seno de la Comisión Directiva, la inquietud de levantar un panteón social. Desde entonces y de tiempo en tiempo, tal idea resurgía con la tibieza de un sol mañanero. En la Asamblea Extraordinaria del 20 de marzo de 1927 y a moción del socio Clemente Bescós, “se considera necesaria la erección de un Panteón Social como acto humanitario para los socios pobres”. Apoyada por unanimidad la idea, se designó una Comisión que proyectara dicho panteón social y la forma de arbitrar recursos para sufragar el costo de la obra. Esta estuvo integrada por los Sres. Ramón Piñol, Antonio Vallejos y Pedro M. Piñón. La compra del terreno de Aurelio Jorge y la construcción de la Sede Social, hicieron olvidar una vez más la idea del Panteón Social. El interés por el mismo, recién se vuelve a tocar en la Asamblea del 23 de septiembre de 1934, reiterándose el procedimiento de designar una Comisión que estudiara la viabilidad del proyecto. En esta nueva circunstancia se designó a los Sres. Gregorio Amatriain y Pedro Cladera, pero habrían de pasar otras tres décadas antes de que se realizara la necesaria obra. Los años 1966 y 1967 supieron de los inicios, prosecución y habilitación de la obra tantas veces demorada. En octubre de 1965, ser firmó el contrato de adjudicación entre los Sres.
Sebastián Parra y Justo Alberto Clement en carácter de Presidente de la Sociedad Española, el primero y de constructor de la bóveda el segundo. La adjudicación para la construcción de la citada obra en el cementerio local, había sido hecha a favor de Dn. Justo A. Clement, contratista de obras con asiento en esta ciudad y que conjuntamente con otras empresas del ramo, se habían presentado al llamado de licitación pública de práctica. La firma constructora se comprometía a llevar a cabo el trabajo por la suma de $860.000.M/N, presupuesto que no incluía la puerta forjada en hierro, el vitraux, la confección de planos, ni el pago de impuestos si los hubiere. Mientras avanzaba la construcción del Panteón Social, la Comisión Directiva consideró oportuno redactar en 1967, una reglamentación para el servicio de ese nuevo Panteón Social; reglamentación que muestra a través de sus 10 artículos, el celo que una vez más pusieron al servicio de la gestión, los miembros designados para concretarla. Ese “Reglamento del Servicio del Panteón Social”, está precedido de unas consideraciones generales que dicen: “Estando por llegar a su término la construcción del Panteón Social, y siendo necesaria una reglamentación que rija la ocupación o uso del mismo, la Comisión Directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de la ciudad de Concepción del Uruguay, conforme a las facultades que le confiere el Art. 57 de su Estatuto Social, RESUELVE: 1º) Una vez terminado el Panteón Social, lo ocupará el socio fallecido con posterioridad a esa fecha, que tenga una antigüedad como Socio Activo no menor de cinco años, contando para esto último a partir de la fecha de inscripción en esta Sociedad, y en caso de que el socio ingrese trasladado de otra Sociedad hermana, se contará a partir de la fecha de ingreso en esta Sociedad”. Los Artículos siguientes contemplan el orden de ocupación de los nichos, tamaños de placas que se podrán poner, cuidado y mantenimiento, procedimiento a seguir por los familiares del socio fallecido, etc. La reglamentación establecía una excepción a la disposición primera y disponía: “La Comisión Directiva firmante, contó con dos colaboradores insustituibles en su seno, fallecidos antes de la habilitación del Panteón Social, pero que se contaron entre los principales y eficaces gestores de la obra próxima a culminar; son ellos Belisario Blanco y Antonio Gondell. Por lo cual la C. D. se permite hacer con estos socios, una excepción única al Art. 1º y como homenaje a la ponderable labor que en bien de la entidad realizaron con su indeclinable entusiasmo y su activa participación, aceptar si sus deudos así lo desean, que sus restos sean depositados en el Panteón”. Los dos primeros restos depositados, fueron en virtud de ésta disposición, de carácter excepcional, los de Belisario Blanco y Antonio Gondell. En el año 1973, siendo Intendente Municipal el autor de ese trabajo, se dictó la Ordenanza Nº 2516, aprobada por Decreto Nº 1462 del M.G.J. de la Pcia. de Entre Ríos, por la que se donó a la Sociedad una nueva parcela de terreno vecina al Panteón Social, para su ampliación. Las gestiones para dicha ampliación, son parte de las múltiples que se siguen realizando, en este año de centenario. AFIANZAMIENTO.
Nadie podría dejar de reconocer que la Sociedad Española de Socorros Mutuos, arriba a sus cien años de vida, en época de un mutualismo que está en franco proceso evolutivo, y en el engranaje de ese mecanismo mutualista, la suya es pieza clave. Su ya centenaria existencia la encuentra actuando como claro elemento amalgamador de una colectividad que a través del tiempo pierde su fuerza racial y rompe con más celeridad el cordón umbilical que otrora le uniera al vientre de la hispanidad. Y la encuentra asimismo hermanada a las otras no menos prestigiosas entidades mutualistas del medio. En esta época en la que “Hombro contra Hombro” se hace más necesaria que nunca, en pro de una sociedad con necesidades en ascenso, sobre todo en la lucha permanente contra los enemigos de la salud; la Sociedad Española de S.M. continúa con paso firme cumpliendo con el mandato de sus fundadores, que no fue otro que el de coadyuvar a esas necesidades. Y en los resultados de ese quehacer incesante, está el único estímulo de sus dirigentes infatigables. No obstante, y como evidencia de que aún las obras silenciosas también trascienden, de cuando en cuando alguna mención o distinción llega hasta ellos. Una de las últimas y más importantes distinciones de que ha sido objeto la Sociedad, es el otorgamiento de un Diploma y medalla de oro colectiva al Mérito, en fecha 25 de septiembre de 1969 y que el Jefe de Estado Español Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, le hizo llegar por vía del Ministerio de Trabajo y en consideración a la labor que desarrolla con los otros Centros Españoles de Iberoamérica. Pero la última de esas distinciones, le ha sido discernida en el año de su centenario, y se trata de una medalla de Honor de la Emigración, en su categoría de Plata, concedida por el Instituto Español de Emigración y el diploma correspondiente. Dice el oficio al que hago referencias: “Me complazco en remitir a Usted para su conocimiento y satisfacción de esa Comisión Directiva y Asociados, fotocopias de los telegramas del Excmo. Sr. Ministro de Trabajo y del Itmo. Sr. Director General del Instituto Español de Emigración de Madrid, en los que informa que ha sido concedida medalla de Honor de la Emigración en su categoría de Plata, Colectiva, a esa Sociedad Española de Socorros Mutuos de Concepción del Uruguay. Al transmitir las felicitaciones del Excmo. Sr. Ministro de Trabajo y del Itmo. Sr. Director General del Instituto Español de Emigración, en nombre del Sr. Cónsul encargado de esta Representación, formulo las mías con todo afecto. Berardo Hernández. Cónsul Encargado del Consulado de España. Rosario. La hermosa medalla otorgada, de considerable tamaño, once centímetros de diámetro, presenta acuñada en su anverso un motivo de manos extendidas y un ave en vuelo. La subjetividad que puede haber en una interpretación artística, hace más personal el análisis de la obra. Una Madre Patria simbolizada en las manos, y una paloma que representaría al hijo o hijos que se le vuelan. Pero se observa que ambas manos son derechas, es decir la misma mano, que la Patria como la mano, es una; estando en dos actitudes distintas, una que se abre para permitir el irse del hijo a otros lares en busca de un futuro promisorio, actitud generosa, de renunciamientos; pero un renunciamiento que en el fondo desgarra, y por eso la otra mano quiere detener. Y ahí está el simbolismo de una ambivalencia afectiva: la Patria que no puede ser egoísta, deja ir lo que a su vez quisiera detener. En el reverso, la medalla tiene acuñados unos versos Unamuno que dicen: “Olor a tierra ausente, a perfume de luz”. ¿Se referirán a la Patria lejana?. El olor a tierra ausente puede ser una
evocación del solar dejado, que se recuerda con el aroma de la región y a la vez perfume de luz; o Unamuno ¿se refiere a la luz de la cultura hispana que perfuma el mundo? Diploma y medalla que son dos magníficos presentes de elevado valor espiritual. Como las palabras de Unamuno; como los ideales de los españoles que condujeron y conducen a la Sociedad Española de S.M. de Concepción del Uruguay. EL PRESENTE. Con motivo de cumplir sus noventa y cinco años de vida la Sociedad Española de Socorros Mutuos de esta ciudad, la Comisión Celebratoria del grato acontecer, decía en un folleto que resumía lo actuado: “Desde aquel lejano 19 de abril de 1978, lo realizado pudo ser de más vastos alcances, de mayores materializaciones, pero quizás las circunstancias no se dieron para ir más lejos ...” pero eso sí, se ha sabido mantener lo que se obtuvo y se la ha mantenido con dignidad, con honor y sin renunciamientos, teniendo una ubicación sólida en dos esenciales aspectos: el económico y el moral”; y agregamos hoy, que la Sociedad llega a sus luminosos primeros cien años de vida con aquella misma solvencia moral y material; que alcanza su centenaria existencia apoyada como ayer y como siempre en los pilares consolidados de un mutualismo ejemplar, y que en el grato acontecer del arribo al primer centuria, los anhelos, inquietudes y desvelos de aquel grupo de españoles que en un 19 de abril de 1878, lanzaron al surco la semilla de tantas ilusiones e inquietudes apuntaladas en los preceptos del amor; hoy se mantienen tan inalterables como los mármoles enmohecidos de la Roma eterna.