El Escritor de Tinta Púrpura

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El Escritor de tinta Púrpura


EL ESCRITOR DE TINTA PÚRPURA ROLANDO FERNANDEZ BENAVIDEZ

Registro Público del Derecho de Autor Número de ISBN: 198-32-8433-5

EL UNIVERSO DE ADHARA

El Escritor de tinta Púrpura


Rolando Fernández Benavidez Escritor Mexicano México Querétaro, siete de octubre de 2016.

El Escritor de tinta Púrpura


Dedicatoria

El Escritor de tinta PĂşrpura


En muchas ocasiones planeamos una vida ideal. Incluso, inconscientemente llegamos a pensar que somos

capaces

de

dirigirnos

hacia

una

meta

establecida, si nos esforzamos lo suficiente. Esto no siempre es verdad, algunas veces el destino nos tiene preparado un camino misterioso e incomprensible. Es para mí, una gran satisfacción, narrar esta historia épica de aventuras y fantasías. Nacidas desde lo más profundo de mis sueños, para todos los que tienen en su interior esa chispa, ese deseo de aventurarse en mundos fantásticos que puedan desbordar nuestra imaginación y cautivar nuestro sentir, ese elemento que nos mantiene jóvenes de corazón.

“Donde la realidad termina, la verdadera vida inicia”

Rolando Fernández Benavidez

El Escritor de tinta Púrpura


~6~ ÍNDICE

El Escritor de tinta Púrpura


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CAPITULO I.

LA LUNA

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~8~ Muchos cuentan historias respecto a mí, pero pocos conocen la verdad, soy Roberto el primogénito de una humilde familia jalapeña. Nací en los albores de la década de los dorados años 80’s, cuando las cintas, y discos de música en acetato imperaban por todo el mercado. Las películas se disfrutaban en cassettes de BETA y VHS, las televisiones aún eran a blanco y negro, sin embargo, algunas otras ya funcionaban a colores. Una memorable época para las culturas del Rap, y otros géneros radicales para ese entonces. Ese maravilloso ambiente fue el mundo en el cual disfruté de mi infancia, sin imaginar el difícil y al mismo tiempo, misterioso futuro que me aguardaba. Esta no solo es otra historia más, fue mi vida, por increíble e irreal que pudiera parecer. Esta, es la verdadera historia del escritor de tinta púrpura.

Mi infancia fue como la de cualquier otro niño, nada fuera de lo común. Tuve unos amorosos padres, y con el paso de los años, fui bendecido con la compañía de tres hermanos. Aún recuerdo mi vieja escuela,

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~9~ “Escuela Primaria Constituyentes”, la cual llevaba por nombre el mismo que la colonia donde vivía. Cuando me encontraba cursando el tercer grado de educación primaria, en el año de 1987, era un niño un poco solitario, bueno en realidad no puedo decir eso por completo, ya que solo tenía cuatro grandes amigos, los únicos de toda la escuela, y con los cuales viviría nostálgicas aventuras. Mis mejores amigos eran unos valientes infantes, que se atrevieron a ser mis

amigos,

aun

cuando

nadie

apreciaba

mi

compañía, posiblemente debido a que yo era un niño muy llorón y temeroso, hasta las sombras me producían escalofríos. Mis mejores amigos eran Adalith, Linda, Manuel y Alberto. Siempre jugábamos, y nos divertíamos en cada recreo escolar, incluso fuera de la escuela disfrutábamos reunirnos para ver alguna caricatura animada. Aún recuerdo que nuestras favoritas eran “Mazinger Z y Thundarr el Bárbaro”. Las niñas Adalith y Linda, disfrutaban también esas caricaturas, pero si tenían la opción de elegir, irremediablemente

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~ 10 ~ escogerían las de “Candy-Candy, Remi, y Shera la princesa del poder”.

Ellos eran mis únicos amigos, todos los demás compañeros se burlaban de mí siempre que podían, me jugaban bromas pesadas y disfrutaban verme sollozando, incluso robaban mi dinero, y refrigerio para el recreo escolar. En aquel entonces el concepto

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~ 11 ~ de bullying no existía, pero seguramente yo sufrí mucho de ello. De todos mis compañeros, el más cruel era un niño llamado

Graciano,

el

cual

siempre

andaba

acompañado de una pequeña pandilla de infantes, que hacían todo lo que él les ordenaba. Por suerte, tenía unos increíbles amigos que me consolaban, y en algunas ocasiones hasta se metían en aprietos por defenderme.

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~ 12 ~ Recuerdo como si hubiera sido ayer, cuando Graciano y su pandilla, decidieron hacer un incendio en los baños para que se cancelaran las clases, en ese nefasto plan me inculparían de la fechoría. Como a las 10:30 a.m. Un pequeño incendio se inició en los baños de niños, al parecer algunos pequeños vándalos habían puesto fuego en los cestos de papel sanitario, tal vez la broma debía ser inofensiva, pero por desgracia el fuego había alcanzado algunas cortinas de tela y persianas de plástico, creando grandes llamaradas. —¡Desalojen a todos los niños de la escuela! —gritaba el conserje, atemorizado, y corriendo alrededor de todos los salones de clases.

—¡Fuego, fuego! —continuaba gritando.

—¡Niños salgan, rápido! —gritó el profesor Aurelio.

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~ 13 ~ Cuando todos los niños habían desalojado la escuela, algunos

profesores

ayudaron

al

conserje

para

apaciguar las rebeldes llamas, después de algunas horas todo regresó a la normalidad y los niños fueron llevados a sus aulas de clases.

—¡Profesor, yo sé quién inició el incendio! —exclamó Graciano, una inocente, pero perversa mirada salía de las pupilas del infante.

—Graciano, no estamos para juegos, lo que acaba de ocurrir es muy serio, no debemos tomarlo como una broma —dijo el profesor Aurelio muy molesto. —Por fortuna el incendio se pudo apaciguar en los baños y no hubo heridos. —¡Yo pude ver a Roberto jugando con un encendedor durante el recreo! —gritó Graciano.

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~ 14 ~ —¡Debería buscar en su mochila! —gritaron otros de los amigos de Graciano.

—Roberto, ¿es verdad lo que dicen tus compañeros? — preguntó el profesor Aurelio, mirando directamente a los ojos de Roberto.

—¡Graciano eres mentiroso! —respondió Roberto, pero no pudo hablar más, como de costumbre el pequeño infante llorón comenzó a cerrarse en su mundo, sollozando se inclinó en su pupitre y no dijo más palabras.

—¡Roberto, te estoy hablando! —expresó el profesor, pero el pequeño Roberto no hacía más que llorar, por lo cual, el ilustre maestro se vio en la necesidad de revisar las pertenecías del supuesto culpable.

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~ 15 ~ —¡No puede ser, jamás lo hubiera pensado de ti! — exclamó el profesor Aurelio muy consternado. Roberto era el niño más llorón de toda la escuela, pero no un pequeño vándalo, el ilustre profesor no podía creerlo, de cierta manera él lo estimaba, ya que ningún profesor quería a Roberto en su aula de clases.

—Lo lamento Roberto, de verdad nunca pensé que fueras capaz de hacer una barbaridad, tendré que llevarte a la dirección para que les avisen a tus padres, posiblemente serás expulsado de la escuela.

—¡No, no, no! —dijo Roberto, pero no podía ni hablar, aún continuaba sumergido en gran llanto en lugar de dar una explicación.

Roberto fue llevado ante la presencia del director de la escuela, lo pusieron de pie en una esquina hasta la hora de la salida, hasta que llegara su madre por él. después de algunas horas de castigo, una hermosa

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~ 16 ~ niña entraba por la puerta principal de la dirección, se trataba de Linda.

—Niña regresa a tu salón de clases —dijo la secretaria. —¿Puedo hablar con el Director? —preguntó Linda sonriendo. —¿Para qué quieres hablar con él? —Tengo algo importante que decirle, Roberto no inició el incendio. —¿Cómo estás tan segura? —cuestionó la secretaria.

—Yo pude ver cuando Graciano y sus amigos, pusieron el encendedor en la mochila de Roberto. Usted ya lo conoce, Roberto es muy llorón, pero nunca haría algo malo. Cuando el profesor Aurelio le preguntó, él no pudo defenderse, como siempre no hace nada más que ponerse a llorar.

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~ 17 ~ —¿Linda, es verdad lo que dices? —preguntó la secretaria por segunda vez, ella al igual que todos conocían a Roberto, en el fondo la simpática señora sabía que el infante era inocente.

—¡Espera, le avisaré al Director Ernesto! —exclamó la secretaria, y se apresuró para abogar por el castigado.

Minutos más tarde la tierna Linda salía de la oficina del Director, de inmediato la secretaria le dijo a Roberto que ya podía retirarse, le prestó un suave pañuelo para que se limpiara las lágrimas, después fue en busca de los verdaderos culpables. En ese momento la angelical Linda se acercó ante Roberto.

—No llores más Roberto, todo está bien, acusé a Graciano, el Director ya sabe quiénes iniciaron el incendio —dijo Linda sonriendo.

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~ 18 ~ —Gracias amiguita, eres muy valiente —respondió Roberto aun sollozando.

—Solo debías hablar con el profesor Aurelio, nosotros te hubiéramos apoyado, pero no dejabas de llorar — dijo Linda regañando un poco a su amiguito.

—Lo sé, pero todo me aterra, no me gusta ser tan llorón, pero no puedo evitarlo, todos se ríen de mí — agregó Roberto con una mirada llena de tristeza.

—No llores más Roberto, cuando yo sea grande me voy a casar contigo para cuidarte, nadie te hará llorar, porque yo les pegaré muy duro —dijo Linda, y lo abrazó con mucho cariño, llena de inocente amistad.

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Al día siguiente, el rebelde Graciano, y algunos de sus pequeños vándalos habían sido expulsados de la escuela, pero por desgracia, no había más escuelas cerca de esa zona, por lo cual fueron aceptados nuevamente, pero en el turno vespertino. En aquellos años comenzaron a ponerse de moda los bolígrafos de colores, algunos incluso llegaron a tener varias tintas en un solo bolígrafo, lo cual agradaba mucho a los niños, pero en las escuelas solo eran aceptadas las tintas negras y azules, para realizar los trabajos escolares. Esa fue la primera vez en mi vida, en que tuve un bolígrafo de color púrpura. De todos los colores que

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~ 20 ~ había, solo el púrpura fue el que llamó mi interés, cada vez que escribía o dibujaba algo con ese color, disfrutaba al ver el papel donde había plasmado algo, sin importar lo que fuera, siempre que estuviera utilizando el color púrpura. Mi amiga Adalith fue quien me regaló mi primer bolígrafo de color púrpura, su padre le había comprado una caja de bolígrafos de diferentes colores, en una de sus visitas a la capital del país. Los bolígrafos de colores eran muy difíciles de conseguir en la pequeña provincia donde vivíamos.

—¿Cuál te gusto Roberto? —preguntó la niña Adalith.

—Me gusta mucho este color —respondió Roberto.

—¡Te lo regalo! —exclamó Adalith sonriendo. —Linda, Alberto ustedes también elijan un color, pero el rosa y verde son para mí, de verdad, les regalo uno

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~ 21 ~ también a ustedes —dijo Adalith llena de júbilo a sus pequeños amigos.

—Segura que nos regalas algunos —dijo Linda llena de ilusión en su tierna carita.

—Pero solo uno, para que no me regañen —agregó Adalith.

—¿Y si te castiga tu papá? recuerda que te los trajo de la capital —preguntó Manuel preocupado por su amiga.

—Mejor te lo devuelvo, te pueden castigar —dijo Roberto y se puso a llorar, puesto que ya se había encariñado con el bolígrafo color púrpura.

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~ 22 ~ —¡Hay Roberto ya estás llorando de nuevo! —exclamó Adalith.

—No lo molestes Adalith, ¿nos vas a regalar uno? — cuestionó Linda, mientras abrazaba inocentemente a Roberto para consolarlo.

—¡Ya les dije que sí! —exclamó Adalith molesta.

—Gracias amiguita, yo elijo el color café —dijo Alberto muy contento. —Ustedes saben que son mis mejores amigos, incluso el llorón de Roberto, jajaja, por fortuna tiene a Linda, su novia para defenderlo —dijo Adalith sonriendo, y abrazando a sus carismáticos amigos.

—¡Sí, es mi novio! cuando yo sea grande me voy a casar con él, le enseñaré a no llorar tanto, para que nadie lo haga sentir mal —expresó Linda con una

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~ 23 ~ inocente mirada. Ella era una niña muy inquieta y valiente, a sus ocho años ya era conocida como toda una traviesa. De tez clara, y con una voz un poco grave, lo cual la mostraba ante otros niños como un infante muy tenaz.

Esa tarde, cuando regresé de la escuela a mi casa, comencé a utilizar mi bolígrafo de color púrpura, admito que no me gustaba mucho escribir, pero disfrutaba increíblemente dibujar con él. De todos los colores posibles que había en esa época, el púrpura despertaba un profundo sentimiento en mi interior, nunca lo he podido explicar, pero despertaba algo misterioso, algo que me incitaba a usarlo cada vez más.

En varias ocasiones, cuando mis amigos y yo nos veíamos por la tarde, para realizar tareas escolares, disfrutábamos mucho ir a unas fincas cercanas a la escuela. Había muchos árboles frutales, naranjos, limoneros, y algunas frutas que tal vez solo existan en

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~ 24 ~ mi país. Siempre acostumbrábamos jugar en esos verdes ambientes, extasiados de naturaleza, el cielo azul repleto de hermosas nubes algodonadas. Incluso había un pequeño nacimiento de agua cristalina, de vez en cuando solíamos jugar en ella durante el caluroso verano. El tiempo continuó con su eterno camino, sin darme cuenta habían pasado ya tres maravillosos años, aunque en la escuela sufría bastante de bullying, la compañía, y amistad de mis pequeños amigos me permitía soportar esa horrible situación. Además, en casa también era muy feliz, mis padres me amaban mucho, ya había nacido mi primer hermano, pero por miedo nunca les conté todo lo que sufría en el colegio. No quise decir nada, pues pensaba que me cambiarían de escuela, y qué las cosas no mejorarían, y podría perder a mis amigos para siempre.

Ahora que soy un adulto pienso que debí haberlo hablado con mis padres en su momento, pero cuando se es pequeño se sufre de burlas, y constantes humillaciones en la escuela, es muy difícil aceptarlo,

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~ 25 ~ porque se tiene el miedo de perder a los pocos amigos que se tienen, incluso existe el sentimiento de sentirse raro y decepcionar a tus padres. En realidad, esa compleja situación genera un complejo de inferioridad y algunas veces, estados más complicados como la depresión.

Aún recuerdo una extraña ocasión, en que de niño tuve mucho miedo. Fue la primera vez que tuve una experiencia sobrenatural. Me encontraba descansando en mi habitación, apunto de conciliar el sueño, cuando de pronto sentí una pesada mirada, al voltear a la ventana, logré ver una especie de triangulo luminoso púrpura, y al centro un enorme ojo que no dejaba de mirarme, unos extraños colores entre azul y verde, emanaban iluminando la habitación. Yo solo era un niño, me atemoricé mucho, y encendí la luz de la habitación, de inmediato corrí hasta la alcoba de mis padres, estaba completamente bañado en sudor, y no pude pronunciar una sola palabra. Mi casa era una hermosa construcción de dos pisos, nunca olvidaré sus pequeños ventanales exteriores de color

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~ 26 ~ rojo, su techo superior inclinado, una gran ventana en el frente de la casa, y su puerta de color rojo. Toda la casa era de color blanca y adornada con colores rojos. Mi habitación se encontraba en la segunda planta, mis padres dormían en la parte de abajo, al igual que mis pequeños hermanos. En nuestro vecindario había muy pocas casas, había muchos terrenos en venta, aun sin propietario y llenos de vegetación. Donde terminaba la propiedad de mis padres había una gran finca de cafetales, lugar en donde muchas veces solía jugar con mis amigos. Mi madre siempre me ordenaba que no jugáramos en lugares alejados de la finca, ella tenía miedo de que algo malo nos pudiera suceder, ya que las extensiones de los cafetales eran inmensas. El café era un importante producto cultivado, y procesado en mi ciudad natal.

Nunca podré olvidar ese caluroso verano, en el cual jugaba con mis entrañables amigos, poco a poco nos fuimos adentrando más en las intrincadas parcelas de

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~ 27 ~ cafetales. Sucedió algo que nunca nos había pasado, estábamos jugando a los exploradores, yo hacía un mapa del tesoro con mi bolígrafo de color púrpura, todo parecía tan divertido, pero en unas horas estábamos completamente perdidos. Recuerdo que mi amiga Adalith tenía mucho miedo, pues había escuchado historias de que en las profundidades de la finca había duendes y chaneques, los cuales se robaban a los niños y nunca más les permitían regresar a su casa. Alberto también estaba muy asustado, decía que en esa parte de la parcela unos agricultores habían muerto de manera misteriosa, según él, habían sido devorados por un Nahual (hombre con la habilidad de convertirse en un animal salvaje), yo como de costumbre comencé a llorar, la única que había mantenido la calma era Linda.

—¡Vamos no sean cobardes! —exclamó Linda sin ningún tipo de temor. —¡Estamos perdidos! —agregó Roberto sollozando.

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~ 28 ~ —¡Te dije que no siguiéramos caminando tanto! — exclamó Manuel, quien los acompañaba en esa ocasión y también se puso a llorar.

—¡No quiero que me lleven los duendes! —dijo Adalith con lágrimas en sus tiernos ojos, después de unos minutos también se sumergió en llanto.

—Vamos a subir a ese cerro, tal vez podamos ver donde se encuentra el camino de regreso —dijo la valiente Linda.

—Dudo mucho que podamos ver el camino, nunca habíamos llegado tan lejos, no debimos jugar a los exploradores

—agregó

Alberto

limpiándose

las

lágrimas.

—No podremos ver el camino de regreso, hay mucha hierba, árboles y matas de café, pero tal vez podremos

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~ 29 ~ ver la casa de Roberto, recuerden que él vive a las orillas de la finca, si logramos ver la casa podremos dirigirnos en esa dirección, es la única forma de orientarnos —opinó Manuel.

—Muy bien Manuel, esa es una buena idea, ¡vamos rápido antes de que oscurezca! —exclamó Linda armada de un gran valor, tomó de la mano a Roberto y todos los infantes comenzaron a dirigirse a un enorme cerro que se encontraba próximo a ellos.

Cuando habían subido al cerro, los pequeños infantes se alegraron al lograr ver la casa de Roberto, por suerte su color blanco resaltaba en toda la inmensa finca, ahora ya no estaban desorientados, y sabían en qué dirección caminar para salir de las inmensas plantaciones de café, las cuales estaban llenas de grandes árboles, los cuales habían sido sembrados para dar sombra al apreciado producto que se cultivaba en esas templadas tierras.

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~ 30 ~ Por

desgracia

cuando

todo

parecía

mejorar,

aparecieron Graciano y sus vándalos amigos.

—¡Miren nada más lo que nos trajeron los duendes! — exclamó Graciano en tono de burla. —Sí, el llorón y sus tontos amigos —dijeron los otros niños rebeldes.

—Le voy a decir a tu mamá que estabas fumando, y tomando alcohol en las fincas, te voy acusar si nos molestas —dijo Linda enfurecida.

—Ustedes me la deben, por su culpa me expulsaron de la escuela, y tuve que pasarme al turno vespertino — dijo Graciano.

—Eso fue en tercer grado, ¡han pasado tres años! — exclamó Roberto, por primera vez en su vida se armó de valor para hacerle frente a su temido enemigo.

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—No seas malo, ya déjanos pasar, ahora estamos en sexto grado, eso ya pasó, además tú fuiste el que inició el incendio con tus malos amigos —agregó Manuel.

—¡Por su culpa me castigaron y mis padres me pusieron a trabajar, cuidando vacas en un asqueroso establo! —gritó Graciano enfurecido.

—¡Les vamos a dar una paliza, y no me importa si hay niñas! —¡Eres un tonto! —gritó la valiente Linda e intentó darle una cachetada, pero Graciano la empujó con fuerza, la niña cayó en unos arbustos espinosos y comenzó a sollozar.

—¡De, de, de déjala en paz!

—gritó Roberto,

tartamudeando un poco debido al miedo que sentía por ese enorme niño. En realidad, Graciano era

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~ 32 ~ mucho mayor que ellos, pues había reprobado varias veces en la escuela primaria. Graciano y sus rebeldes compañeros, ya se encontraban en la pubertad. Roberto y sus amigos, aun eran niños no mayores de diez años.

—Niño llorón, no me digas que tú vas a defender a Linda —dijo Graciano a grandes carcajadas.

—Jajaja, el llorón quiere defender a su novia — agregaron los otros pequeños vándalos.

—No, no, no te-te-lo-lo-permitiré —dijo Roberto aún muy asustado y tartamudeando, lo cual le sucedía cuando se encontraba atemorizado.

—¡A ver si se pueden salvar de esto! —dijo Graciano, y sacó una pequeña navaja de sus bolsillos. Los amigos de Roberto estaban muy asustados, Manuel se tapó los

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~ 33 ~ ojos, los otros intentaron huir, pero los pequeños vándalos los sometieron.

Graciano se acercaba para herirlos con su afilada navaja, Roberto solo contaba con su bolígrafo de tinta color púrpura en sus bolsillos, el cual siempre lo acompañaba en todos sus juegos.

—¡Por favor, por favor, por favor, que no pase nada, que Graciano no pueda lastimarnos! —suplicaba Roberto en el interior de su mente, mientras apretaba con mucha fuerza su bolígrafo.

—Niño llorón, ¿qué tienes en la bolsa? —preguntó Graciano, pensando que Roberto tenía también una navaja en su bolsillo.

—Na-na-nada, so-so-solo este bolígrafo de tinta co-cocolor púrpura —respondió Roberto.

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~ 34 ~ —¡Jajaja eres una niña, mira que usar color púrpura! —¡Tonto, yo pensé que tenías una navaja! —exclamó Graciano a grandes carcajadas, y dispuesto a herirlos con el filo de su arma blanca.

Graciano se acercaba más y más, pero sin darse cuenta había pisado una pequeña serpiente de color verdosa, el crótalo al sentir el peso del zapato en su escamoso cuerpo, lo mordió en el tobillo. Graciano comenzó a gritar, sus rebeldes amigos se asustaron tanto que salieron despavoridos del lugar. Roberto perdió por unos instantes la visión, frente a sus ojos logró ver unos misteriosos resplandores de color verde y azul, posiblemente se trató de una simple alucinación, debido a la intensa presión de la situación. Linda lo tomó de la mano, y todos corrieron para salir de las extensas fincas.

—¡Vámonos qué esperas! —gritó Linda, tomando de la mano a Roberto comenzaron a correr con todas sus fuerzas.

~ 34 ~


~ 35 ~ —¡Corran, corran! —gritaba Adalith. —¡Síganme ya encontré el camino! —gritó Manuel. —¡Esperen por favor! —gritaba Alberto, ya que era algo regordete, y se estaba quedando atrás de ellos.

En algunas horas ya estábamos cerca de las orillas de la finca, había oscurecido, ya no podíamos ver el camino y seguramente volveríamos a perdernos, pero por fortuna logramos ver unas antorchas, se trataba de nuestros padres, los cuales habían iniciado una búsqueda.

Después

de

haber

sido

regañados

severamente, les contamos que Graciano estaba herido y solo, en las profundidades de la finca. Algunos padres se ofrecieron para ir a buscarlo, la verdad no recuerdo exactamente quienes fueron, eso sucedió hace muchos años. A la mañana siguiente supimos que el rebelde Graciano se encontraba bien de salud. Después de que lo habían encontrado, lo trasladaron a un hospital de la cruz roja, un vecino se había ofrecido para llevarlo en su antiguo automóvil tipo safari. Por suerte para él, la serpiente no había

~ 35 ~


~ 36 ~ sido de una especie venenosa, solo debía permanecer por algunos días en cama, debido a la infección de la mordida del reptil. Para ese tiempo, ya estaba terminando la escuela primaria, ya no regresaría nunca más a esa escuela, una parte de mí sentía gran paz, ya que en ese lugar siempre

fui

víctima

del

bullying,

pero

desgraciadamente también perdería a mis amigos. Los padres de Linda decidieron mudarse de vecindario, el regordete Alberto y su madre se fueron a vivir a casa de sus abuelos, desgraciadamente su padre había fallecido en un accidente automovilístico. Por suerte para mí, Adalith, Manuel, y un nuevo amigo llamado Ángel Ortiz Rivera, seguirían siendo mis mejores amigos, ellos también fueron enviados al mismo colegio que yo, la escuela secundaria federal número 4, llamada también “David Alfaro Siqueiros”. Nunca olvidaré todas las cosas increíbles que sucedieron en ese verano de 1990, pero aún hay algo que me atrevo a contar en estas líneas. Una clara mañana, Linda fue a visitarme a las primeras horas del día, su visita era algo nostálgica, ya que en

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~ 37 ~ realidad era su despedida, posiblemente nunca más volveríamos a vernos.

—¡Hola Roberto! —exclamó Linda con una hermosa sonrisa. —¡Hola! —respondió Roberto algo sonrojado. —He venido a despedirme —dijo Linda con una triste mirada. —Sé que te vas de la ciudad —agregó Roberto también con mucha tristeza. —Sí, es verdad, a mi padre le ofrecieron un mejor trabajo en la capital, mañana nos mudaremos —dijo la grave, y poco común voz de Linda, pero al mismo tiempo encantadora y dulce. —¡Te-te-te voy a-a-a extrañar! —exclamó Roberto con un suspiro, y tartamudeando un poco por los nervios. —Lo sé, pero quería despedirme antes de irme —dijo Linda, tomando de la mano a Roberto, le dio un beso en la boca, ambos niños no sabían expresar un

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~ 38 ~ sentimiento de ese tipo, pero hicieron lo que pudieron, el momento no duro mucho, pero fue algo sensacional e inocente entre ambos. —Es mi primer beso y quería que fuera contigo —dijo Linda también sonrojada. —Ta-ta-también es mi-mi primer beso —agregó Roberto con mucha pena, pero había sentido algo dentro de él, como mariposas en el estómago, algo que ni siquiera podía compararse con jugar, un nuevo tipo de sensación que nunca había experimentado en toda su corta vida, inundó por completo su inocente mente.

Ese momento fue muy especial, confieso que me produce algo de pena hablar de ello, pero así fue, eso sucedió en mi niñez. Durante un largo tiempo no volví a saber nada de Linda, pero después de muchos años, posiblemente en el año de 1997 (la verdad no lo recuerdo con exactitud), pero lo importante es que volví a ver a Linda. Ella era toda una hermosa señorita, Linda se encontraba sentada en un pequeño parque de la ciudad, se veía hermosa y radiante, con

~ 38 ~


~ 39 ~ su uniforme de preparatoria, por desgracia no estaba sola, al parecer se encontraba de la mano con su novio. La miré por unos instantes, oculto detrás de un árbol, como un bandido, para que no pudiera verme. En ese momento el afortunado joven que se encontraba con ella comenzó a besarla, fue cuando decidí seguir mi camino, no tuve el valor para acercarme a saludarla. Después de ese día nunca más volví a verla en toda mi vida.

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~ 42 ~ El escritor de tinta púrpura “El Universo de Adhara” © Rolando Fernández Benavidez 2017 Derechos Reservados.

Edición original publicada en la Ciudad de México. Derechos reservados 2017. ISBN 198-32-8433-5

Esta obra es propiedad intelectual de su autor y los derechos de publicación en lengua española han sido legalmente transferidos al editor. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio sin permiso por escrito del propietario de los derechos del copyright. Edición autorizada para México y su distribución mundial. Impreso en México – Printed in Mexico.

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