Año 19· Nº 87 · Octubre - Diciembre 2019
UN RENUEVO ESPIRITUAL
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Recibamos su perdón El corazón paternal de Dios
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Año 19 · Nº 87 · Octubre - Diciembre 2019 Consejeros Espirituales Fernando Saravia Marianela de Saravia Editora Lorena Farrach Asesor Administrativo Francisco Castañeda
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Redactores Osberto Ruano Lissette Blanco Cesar Castañeda Guillermo Hasbun Armando Molina
Corrección de Texto Paola de Pajares María Inés Moeschler Diseño Gráfico Rony Chiché
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La Buena Noticia Recibamos su perdón
Hoy en el Mundo El amor incondicional de Dios, en el libro de Oseas
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Espada de la Palabra La habitación de Dios en medio de su pueblo
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Los Milagros Continúan Una vida de victoria
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Decisiones “El corazón paternal de Dios”
Impresión CIFGA
Mujeres de Proverbios
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Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote
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Vida de Alabanza Más que pasión por su presencia
Entretenimiento Los diez mandamientos
MUERTE ESPIRITUAL
MUERTE ESPIRITUAL
VIDA ETERNA
VIDA ETERNA
MUERTE ESPIRITUAL
VIDA ETERNA
MUERTE ESPIRITUAL
MUERTE ESPIRITUAL
J E S U C R I S T O
VIDA ETERNA
VIDA ETERNA
Editorial Recibe hoy su perdón El evangelio de Juan 8:3-5 nos cuenta la historia de una mujer adúltera. Y dice así: “Entonces los escribas y los fariseos trajeron (a Jesús) una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la ley nos mandó Moises apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”. Y en el versículo 7 dice “Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Y en el versiculo 9 dice “Pero ellos, al oir esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.” Es impresionante cómo cada uno de los acusadores se sintieron en ese momento acusados por su conciencia. La conciencia es un regalo de Dios que nos acusa o nos defiende. El pecado marchita, daña y destruye nuestra alma. David, luego de cometer adulterio con Betsabé y de mandar a matar a su marido Urías, escribe el Salmo 32 y, en el versículo 3 y 4, dice “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano.” Su conciencia hizo que percibiera el peso de la mano de Dios sobre él, al punto de que envejecieron sus huesos.
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Ahora bien, la finalidad de Dios es usar la conciencia, al ser expuesta a la Palabra y al Espíritu de Dios, para llevarnos al arrepentimiento y así poder recibir su perdón. Jesús, quien es el único que tiene el poder para condenar o perdonar, no condena a la mujer adúltera, sino le regala su perdón. En los versículos 10 y 11 dice “Enderazándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” La mujer adúltera, sabiéndose merecedora de la condenación, por gracia y misericordia recibió el perdón de Dios, que está disponible para todos. Jesús no vino a condenarte, sino a salvarte. Juan 3:17: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”. Jesús está señalando un pecado en tu vida que te ha dominado, con el fin de llevarte al arrepentimiento, ya que Él trae el perdón. Arrepentido, pídele perdón y recíbelo; abandona el pecado y vive una relación cada vez más estrecha y armoniosa con Dios. ¡Ya no más condenación! ¡No desaproveches esta oportunidad!
Una de las historias que más conmueven mi corazón, aparece en el capítulo 8 del Evangelio de Juan. Para ponernos en contexto, los escribas y fariseos, a estas alturas, estaban buscando matar a Jesús. Por: Osberto Ruano
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Recibamos su perdón
l día anterior, Jesús subió a Judea a la fiesta de los tabernáculos entró al templo y les enseñaba, y la gente quedaba maravillada. Aunque había división en las opiniones acerca de Jesús, muchos creyeron en Él. Al oír esto, los fariseos mandaron guardias a prenderlo, pero regresaron sin Jesús y admirados de su forma de hablar. Luego de causar gran revuelo, Jesús se fue al monte de los Olivos y a la mañana siguiente regresó al templo a enseñar.
La mujer adúltera Luego de ver el contexto, podemos pasar a analizar esta apasionante historia de la mujer adúltera, en el Capítulo 8 de Juan. v. 3-5 “Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” Se ve la intención oculta y perversa de los fariseos y escribas que el día anterior querían prenderle para matarlo. Al día siguiente, como si nada, le llevan a una mujer sorprendida en adulterio, hipócritamente reconociéndolo como maestro, con el objetivo de probarlo; ver si se
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apegaba a la ley de Moisés o aplicaba la misericordia que tanto predicaba. La ley de Moisés en Levítico 20:10 establece: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. En la ley quedó ordenada la muerte para ambos: adúltero y adúltera; sin embargo, los escribas y fariseos, conocedores de la ley, al sorprenderla en el mismo acto del adulterio, tuvieron que haber sorprendido a ambos, por lo tanto, tenían que haber llevado a los dos adúlteros para cumplir a cabalidad con la ley.
Algunos estudiosos de las Sagradas Escrituras dicen que probablemente el adúltero era amigo de alguno o algunos de los fariseos más influyentes y por eso sólo llevaron a la adúltera, y hasta se cree que el adúltero llegó como parte acusadora. ¿Te puedes imaginar? Dado que tendemos a tomar sólo la parte de la Palabra de Dios que nos “conviene”, mejor dicho, que se alinea con los intereses mezquinos de la carne; acusamos a los demás, y no reconocemos nuestras faltas, como el adúltero acusador. La Biblia dice en 2 Timoteo 3:16: que TODA la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia.
Prueban a Jesús Los fariseos tomaron la mitad de Levítico 20:10 y llevaron sólo a la mujer para probar a Jesús. v.6 “Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo”. Los fariseos y escribas solamente estaban buscando pretextos para acusarlo, prenderlo y matarlo, mientras Jesús tranquilamente se inclina y empieza a escribir con el dedo en la tierra. Siempre he tenido la curiosidad de saber que escribiría el Señor, pero la Biblia no nos da detalle al respecto. La tierra quedó como testigo de sus palabras.
No condenes Y ante la insistencia de la gente, dejó de escribir y con gran sabiduría dice unas cuantas palabras que impactan cual misil en el corazón de los presentes y de muchos que
lo hemos leído miles de años después: v. 7: “Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio”. Es impresionante la tranquilidad con la que vuelve de nuevo a seguir escribiendo en la tierra, luego de lanzar tremendo bombazo al corazón, que provocó que se sintieran acusados por su conciencia. La conciencia es un regalo de Dios que nos acusa o nos defiende. Es como un árbitro en un partido de futbol, que dice si se está jugando conforme a las reglas del juego. Romanos 2:15 dice: “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. El pecado marchita, daña y destruye nuestra alma. David, luego de cometer adulterio con Betsabé y de mandar a matar a su marido Urías, escribe el Salmo 32, del que vamos a ver los versículos 3 y 4: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Su conciencia hizo que percibiera el peso de la mano de Dios sobre él, al punto de que envejecieron sus huesos. Eso es sólo la primera parte, en la cual se quedaron los acusadores de nuestra historia, quienes sintieron que la acusación
de su conciencia pesaba mucho y se fueron, quedando sólo Jesús y la mujer.
Arrepiéntete Ahora bien, la finalidad de Dios es usar la conciencia, al ser expuesta a la Palabra y al Espíritu de Dios, para llevarnos al arrepentimiento y así poder recibir su perdón. Jesús, el único que tiene el poder para condenar o perdonar, no condena a la mujer adúltera, sino le regala su perdón: v. 10-11 “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Recibe perdón La mujer adúltera sabiéndose merecedora de la condenación, por gracia y misericordia recibió el perdón de Dios, que estaba disponible para todos. Estoy seguro que si los acusadores hubieran soltado sus pecados, junto con las piedras delante de Jesús y arrepentidos le hubieran pedido perdón, hubieran sido perdonados, pero desperdiciaron tan grande oportunidad. Jesús no vino a condenarte, sino a salvarte. Juan 3:17: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”. ¡No desaproveches esta oportunidad!, Jesús está señalando un pecado en tu vida que te ha dominado estos últimos meses, quizás años, con el fin de llevarte al arrepentimiento, ya que Él trae el perdón por delante. ¡Ya no más condenación! Arrepentido, pídele perdón, recibe su perdón, abandona el pecado y vive una relación cada vez más estrecha y armoniosa con Dios.
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¿Alguna vez has leído el libro de Oseas en la Biblia? Si no lo has hecho, te invito a hacerlo ahora. Es uno de los libros más hermosos que existe, en cuanto a lo que es el amor incondicional de Dios. Por: Lissette Blanco
El amor incondicional de Dios, en el libro de oseas
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ios quería dar un mensaje acerca de sus sentimientos por Israel, a través de la vida de una familia. En ese tiempo, Israel se había dividido en dos: el reino del norte, llamado Israel, y el reino del sur, llamado Judá. La historia se desarrolla en el primero, Israel. Se había vuelto un pueblo rebelde, que había olvidado a su Dios y rendía culto a otros dioses. A pesar de que eran el pueblo de Dios, y habían recibido sus mandamientos, decidieron ignorarlos para hacer lo que querían, y pecaban sin cesar, porque ignoraban la ley del Señor.
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Dios le pide a Oseas casarse Entonces, Dios llama a un hombre llamado Oseas. Dios le pide casarse con una mujer adúltera llamada Gomer.
Al segundo lo llama Lo-ruhami, que significa “no tendré más misericordia” y al tercero “LoAnni”, que significa “este ya no es mi pueblo”.
¡Qué cosa tan difícil le pidió a Oseas! Primero, casarse con alguien que no le amaría de regreso, y luego, pasar por la humillación de tener tres hijos con nombres tan fatalistas, que anunciaban el divorcio de Dios de Israel. Pero Oseas era un hombre fiel, y Dios lo escogió, porque sabía que su corazón era dócil a la voluntad de Dios. Y Dios lo levantó como un profeta para anunciar lo que sucedería en Israel, si ésta no se arrepentía. Gomer, su mujer, le es infiel con varios hombres, y deja a su esposo y a sus hijos por irse tras sus amantes. Pero Dios le dice a Oseas que la busque. Dios mismo haría que ella se cansara de su vida, y provocaría que los amantes la despreciaran. Entonces la llevaría a ella a un desierto, en donde sufriría por su pecado. Pero allí le cambiaría el corazón. En ese desierto, provocaría que Gomer volviera su amor a Dios para dejar atrás su vida de pecado. Y Oseas obedeció. La amó incondicionalmente, y esperó el proceso.
Un tiempo después, Gomer aparece en el mercado de esclavos, pues algún amante la despreció, a tal punto, que la puso a la venta. Y Dios le pide a Oseas que la compre a un precio muy alto. Quizá era todo lo que poseía. Oseas paga el rescate de su esposa y la lleva de regreso a casa, para amarla y para restaurar su hogar.
Israel cosechó su maldad Nadie escuchó a Oseas. El pueblo de Israel siguió pecando y adorando a dioses falsos. Oseas predicó de esto, pero nadie le hizo caso. Así que el día menos esperado, un pueblo despiadado llamado Asiria los invadió. Destruyeron sus ciudades, llevaron esclavos a muchos de ellos y, los que quedaban, huyeron a otras naciones para vivir como extranjeros. La tierra de Israel quedó abandonada, para ser ocupada luego por pueblos ajenos. La historia cuenta de los sufrimientos por los que Israel tiene que pasar. Pero en 1948, Israel vuelve a su tierra y su corazón poco a poco se vuelve al Dios de Israel otra vez, sin idolatría.
Aún falta el cumplimiento total de su promesa de restauración total, que será cuando venga Jesús, el Mesías, y este pueblo sea completamente cambiado en su corazón. Pero nosotros somos la generación que está viendo el milagro de su regreso y su restauración. Dios no los olvidó en los más de 2,500 años que estuvieron esparcidos por las naciones.
La misericordia de Dios es más grande que su juicio La ley de Dios prohíbe el adulterio, y lo castiga con la muerte:
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No se sabe mucho del pasado de ella, sólo que Dios sabía que le sería infiel a Oseas. Tuvieron tres hijos. Dios ordena a su padre que le nombre “Jezreel” al primero, que significa “Dios cosecha lo sembrado” (dando a entender que Israel sembraría juicio por toda la maldad cometida).
Levítico 20:10 “Si un hombre comete adulterio con la mujer de otro hombre, (que cometa adulterio con la mujer de su prójimo), el adúltero y la adúltera ciertamente han de morir”. Si la ley castiga tan duramente el adulterio, y dice que es algo abominable, entonces, ¿por qué esta historia? Porque el amor de Dios es más grande que el juicio.
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Santiago 2:13 Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio. No hay nada que se compare al amor y fidelidad del Señor. Él es justo, es fiel y es verdadero. Lo que hizo por Oseas y Gomer, lo hizo por Israel, y lo hace por cada uno de nosotros.
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No quiero decir con esto que Dios no juzgue el pecado. Todo el que peque cosechará lo que hizo. Pero cuando Dios ama a alguien como lo hace con Israel, el juicio que le toque será para quebrantar la rebeldía y el orgullo, y Dios lo permite para que, en esa humillación que esté pasando, su corazón se arrepienta y se vuelva a Él.
Como el amor de Oseas es el amor de Dios por nosotros Muchas veces pasamos por tribulaciones grandes y desiertos interminables, como consecuencia de nuestra vida pasada. Pero Dios lo permite, para que nuestro corazón orgulloso y rebelde se arrepienta y se vuelva a Él. Y luego, cuando estamos en lo más profundo de nuestra desesperación, cuando sentimos que estamos solos y sin esperanza, Jesús viene a nuestro rescate para librarnos del dolor y restaurar nuestra vida. No piensa en lo que hicimos, no toma en cuenta nuestro pecado pasado, no nos juzga por nuestras malas acciones. Todo lo dejó en la cruz cuando nos arrepentimos y nos entregamos a Él.
Abandonemos el mal camino Él no quiere que pasemos por desiertos y por dolor, y nos advierte por medio del Espíritu Santo que abandonemos el mal camino. Pero si no escuchamos, aplica su juicio con misericordia, para que nuestro camino cambie. Pero no nos deja de amar. Nunca nos abandona, aunque así lo sintamos. Por el contrario, nos acompaña en nuestro camino para que su bondad nos lleve al arrepentimiento. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:9-10)
Dios nos ama incondicionalmente Este es el amor incondicional de Dios. Nos ama a pesar de nuestro pecado. Y ese amor lo expresó Jesús, su Hijo, en todo su esplendor, al morir en la cruz para el perdón de tu pecado. Dio todo lo que tenía para pagar por nuestro rescate. ¡Y nos espera con los brazos abiertos, para regresar a Él y ser rescatados de nuestro dolor!
No hay nada que se compare al amor y fidelidad del Señor. Él es justo, es fiel y es verdadero. Lo que hizo por Oseas y Gomer, lo hizo por Israel, y lo hace por cada uno de nosotros.
La Biblia, a pesar de tener decenas de libros y haber sido escrita por varios autores humanos, nos cuenta una sola historia. Si la leemos como si fueran libros separados, o peor aún, como versículos separados, nos perdemos de su riqueza. Por: Armando Molina
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La habitación de Dios en medio de su pueblo n la Biblia, todo está conectado, una parte explica y enriquece a la otra.
Dentro de esta riqueza, hay varios temas principales que se repiten a lo largo de toda la Biblia. Al ver cómo se repite este tema en diferentes libros y épocas de la Biblia, nos ayuda a entender lo que Dios quiere decirnos por medio de dicho tema. Uno de estos temas es la habitación de Dios.
¿Dónde vive Dios? ¿Cómo se puede llegar a ese lugar? ¿Qué podemos encontrar en el lugar donde Dios vive? La Biblia nos habla de esto desde el principio de la historia. En el libro del Génesis encontramos que todo lo que Dios ha hecho era bueno.
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Cuando dirigimos nuestra atención al lugar en donde Él había puesto al ser humano, el jardín del Edén, vemos que allí hay luz y vida, agua y sustento. También está el árbol de la vida y piedras preciosas, pero, sobre todo, es el lugar donde Dios vive, porque según Génesis 3:8, Dios “se paseaba en el huerto al fresco del día”.
Espada de la palabra
Cuando Adán y Eva desobedecen a Dios, Génesis 3:23 nos narra cómo Dios saca al hombre del huerto, y pone al oriente del huerto querubines con una espada encendida. Ahora la tierra está bajo maldición, el hombre y la mujer ya no disfrutan de la presencia de Dios y no tienen acceso al árbol de la vida. Cuando el pecado llega al jardín, hace que el hombre tenga que esconderse de la presencia de Dios. El hombre ahora está exiliado del lugar donde Dios vive.
Dios promete un Salvador Pero desde ese momento, ya Dios comienza el proceso por el cual va a abrir nuevamente un camino para regresar a Él. Dios promete un salvador que derrotará a la serpiente que los tentó. Exodo 25:8: “y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”. Como parte de esa misericordia, Dios escogió al pueblo de Israel para ser su pueblo santo. Por medio de ese pueblo, Él va a comenzar a manifestar la forma en que el camino a Él será abierto nuevamente. Dios les ordenó construir un lugar de reunión (el tabernáculo) durante la peregrinación en el desierto.
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En el Tabernáculo Dios manifestaba su presencia El tabernáculo debería estar en medio de todas las tribus de Israel, como una señal visible de que Él es su Dios y ellos son su pueblo. El tabernáculo era la manera de Dios de exhortar a Israel con esta preciosa verdad: “Dios está con nosotros”. Y, sin embargo, no se puede entrar al tabernáculo a la ligera. Dios establece que hay todo un protocolo para poder entrar. El hombre no se puede acercar a Dios como a él le plazca, tiene que acercarse a Dios bajo las condiciones de Dios, sobre todo, algo tiene que hacerse con respecto al pecado. Todos los sacrificios instituidos en la ley, tenían como objetivo dar una solución temporal e imperfecta, para que Dios pudiera manifestar su presencia y estar con su pueblo escogido. En el tabernáculo, Dios manifiesta su gloria: Exodo 40:33-35. “Acabó Moises su obra y entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la gloria del Señor llenó el tabernáculo”
Se construye un templo Después del tabernáculo, cuando ya Israel está establecida en una tierra, se construye el templo. David quiere construir una casa para Dios (2 Samuel 7:1-6, 12-16), pero Dios le responde a David que él no construirá la casa, sino un hijo suyo. Este hijo de David levantaría una casa que duraría para siempre. Esto se cumplió EN PARTE durante el reinado de Salomón. Este sabio hijo de David construye un templo que era un templo esplendoroso.
En ese templo Dios vuelve a manifestar su gloria igual que en el tabernáculo 1 Reyes 8:11-13, 27. La prosperidad mayor de Israel llega con Salomón. ¿Será posible que en este hijo de David se cumplan a plenitud las promesas hechas a su padre David? ¿Será este el hijo de David que reine para siempre? Tristemente no. Salomón, en su vejez, se aleja de Dios y sabemos por la historia que, debido a la infidelidad frecuente del pueblo de Israel, ese templo fue destruido. Debemos, pues, esperar a otro hijo de David que todavía ha de venir y que verdaderamente levante una casa de Dios que dure para siempre.
Israel abandona a Dios En los profetas vemos que Israel abandona a Dios. Los profetas advierten de las consecuencias de esto y, después de muchas advertencias, Dios juzga a Israel. El pueblo es exiliado a Babilonia y la tierra de Israel queda casi desierta. El primer templo es destruido y Jeremías se lamenta por la herida de Jerusalén. Pero, todavía hay esperanza. Los profetas nos hablan de que habrá un nuevo templo, el cual será todavía más glorioso que el primero.
El segundo templo Ese templo fue construido y se le conoce como el segundo templo, por lo que la profecía de Hageo se cumplió… parcialmente. No era un templo tan hermoso o glorioso como el templo de Salomón. Tenemos que seguir esperando para que esa promesa se cumpla en su totalidad. Así es como llegamos a los tiempos del nuevo testamento. Dios sigue llamando y congregando un pueblo santo, ya que éste nunca ha dejado de ser su deseo. Dios envía ahora a su propio hijo.
Jesús, el nuevo templo Jesús es el nuevo templo que vive entre nosotros (Juan 1:14, 2:1922). La palabra usada por Juan en el versículo anterior, “habitó entre nosotros”, es la misma palabra usada para referirse al tabernáculo. Es decir, el tabernáculo era una sombra, ahora Jesús es la realidad de que Dios “está entre nosotros”. Él es el verdadero Dios con nosotros (Mateo 1:22-23). Y así llegamos al final de la historia. En el libro de Apocalipsis, vemos un grito triunfante de culminación
con las siguientes palabras: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. (Apocalipsis 21, 2-3).
Lo que comenzó en el Edén, ahora llega a su final La obra de Jesús consumada se manifiesta en toda su gloria. Este es el cumplimiento de todas las promesas y todos los pactos. El deseo de Dios al habitar en el Edén y en el tabernáculo y el templo aquí queda perfeccionado: Apocalipsis 21:3 “he aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios” Apocalipsis 21:22 “Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el Señor, Él Dios Todopoderoso, y el Cordero”. Debido a que ya ha llegado la perfección, ya no se necesita un símbolo, ya no se necesita una sombra. Ahora la realidad misma de Dios y el cordero son el templo en la nueva ciudad.
Espada de la palabra
Setenta años después del exilio, Dios obra para que la tribu de Judá pueda regresar a Jerusalén y comiencen la reconstrucción. Se comienza a construir un segundo templo, un lugar donde Dios pueda manifestar su presencia en medio de su pueblo. Pero hay mucha oposición y los judíos se desaniman. En esta situación, Dios envía al profeta Hageo (Hageo 2:6-9). Dios les recuerda que el segundo templo será más glorioso que el primero y que su gloria llenará esta casa.
Dios viviendo entre nosotros Ésta es la esperanza a la que los creyentes hemos sido llamados. Dios viviendo entre nosotros como nuestro Dios, y nosotros, como su pueblo. Todas las cosas viejas pasarán y podremos ver a nuestro Dios cara a cara.
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Era un día como cualquier otro. Yo tenía 3 años y con mi abuela fuimos al supermercado, en lo que mi mamá hacía otros mandados. Un día como cualquier otro, que cambió mi vida para siempre.
Por: Lorena Farrach
Una vida de victoria
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n la entrada del supermercado se encontraba parqueado un camión de reparto, comienza contándonos Mariana, y cuando nosotras íbamos a ingresar, el chofer que manejaba el camión, se equivocó y en lugar de retroceder, caminó hacia adelante y nos atropelló a mi abuela y a mí, y nos prensó contra la vitrina del supermercado. Cuando el vidrio se rompió, cortó de tajo mi brazo. Gracias a Dios, mi abuela sólo tuvo heridas menores. Una ambulancia nos llevó al hospital, donde lograron pegarme el brazo y la operación fue exitosa. Pero por el poco conocimiento que se tenía en ese entonces, los doctores me colocaron un yeso y eso cerrado sobre una cirugía mayor, provocó una gangrena.
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Entonces pidieron consejo de otro doctor, quien sugirió que debían llevarme de emergencia a los Estados Unidos. Mi mamá, preocupada, le dijo al doctor: “pero yo no tengo el dinero para eso...” A lo cual, el doctor respondió: “el dinero no es un impedimento, yo lo pondré y si alguna vez pueden, me lo devuelven”.
Me operaron en el momento justo Al llegar al hospital en los Estados Unidos, los doctores le dijeron a mi mamá que me habían llevado justo en los últimos momentos de vida, porque la gangrena estaba por tocar el pulmón. Entonces limpiaron toda la gangrena y la única opción fue amputar el brazo en su totalidad. Al terminar la cirugía, los médicos le dijeron a mi mamá: “De usted depende que ella sea inválida de la mente o sólo del cuerpo”. Mi madre, con la ayuda de mi buen Dios, supo cómo criarme para ser capaz de desenvolverme en todo tipo de ambiente. Desde el inicio supe que había sido un accidente, pues el chofer no lo había hecho a propósito. Ella nunca me trató como discapacitada, jamás en mi casa se escuchó la palabra pobrecita, sino, todo era “vamos adelante, hagámoslo, sí se puede”. Quiero contarles que ella misma se amarró su brazo izquierdo para experimentar cómo era hacer las cosas de la vida diaria con un solo brazo, y así fue como comenzó a enseñarme cómo hacerlo todo. Así, ella se dio cuenta de que sí se podía vivir y ser funcional con un brazo, sólo era de buscar la manera de hacerlo.
Estudié en un colegio normal Al entrar al colegio, me sentí muy bienvenida. Fue hasta que llegué a tercer grado, cuando algunas de mis compañeras se apartaban diciendo: “no jueguen con ella, no tiene brazo”.
Aquello no tenía remedio, el brazo jamás crecería. Ese fue un reto grande; de nuevo Dios estaba ahí para sostenerme en medio de la tormenta y trajo un ángel a mi vida, una maestra preciosa, quien al darse cuenta de lo que sucedía, me comenzó a invitar a almorzar con ella. Entonces mis compañeritas pensaban que qué privilegiada era yo que almorzaba con la maestra. Eso fortaleció mi autoestima y me ayudó a pasar esa etapa difícil. En el colegio hacía las mismas actividades que mis compañeras, manualidades como crochet, clase de mecanografía y deportes. Pienso que parte del éxito en mi vida es que mi mamá nunca me permitió hacer un paréntesis en mi vida y nunca me dio un trato especial, sino que siempre me decía con mucho amor y seguridad: vamos, vamos. De niña aprendí a manejar bicicleta, mi madre no escatimó y en cuanto pudo nos compró bicicleta a las tres, sus tres princesas, como ella nos llamaba. La mía era verde, mi color favorito, y con mi hermana menor aplanábamos las calles de la colonia. ¡Qué exquisito era ir cara al viento a toda velocidad en la bicicleta!
La siguiente oportunidad para tomar el examen nuevamente era tres meses después. Así que durante ese primer trimestre estudié en otra escuela. Aprendí mucho y no me refiero a matemáticas, aprendí a valorar lo que tenía y también supe que el amor que mi madre me tenía no era para una joven floja. Así, gracias a esa fuerte experiencia, comencé a ser una líder positiva. Participé en el consejo estudiantil del colegio, en el periódico, fui presidenta de la clase, etc.
Aprendí a valorar lo que tenía Al llegar a la adolescencia comencé a sobresalir siendo una líder negativa. Molestaba mucho en clase y, como consecuencia, perdí una clase... matemáticas. Mi mamá tuvo que cumplir aquello con que nos había amenazado: “si pierden el grado se van a una escuela pública”. Y así fue... por descuido, llegué un día después de la fecha asignada a hacer mi examen de retrasada.
Conocí a mi esposo Cuando estaba en tercero básico, mi colegio recibió la invitación para realizar actividades con otro colegio, sólo varones. Pidieron que se nombrara a seis alumnas representantes (yo, una de ellas) pues ellos ya tenían a sus seis representantes.
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Nos dispusimos a hacer actividades como sembrar árboles, subir el volcán de Pacaya y muchas otras actividades inolvidables de la juventud. Fue así como conocí a quien ahora es mi esposo, ¡un tesoro! Fuimos novios por 3 años y, al terminar el colegio, nos casamos.
Cuidé a mis hijos Entonces nacieron mis tres hijos: un varón y dos niñas, a quienes atendí como cualquier mamá con dos brazos; les cambiaba el pañal, los bañaba, abrazaba y hasta su pechito les di. Cuando mi primer hijo apenas tenía un mes de nacido, me dio mastitis. El médico dijo que tenía que destetar, pero tuve la bendición de conocer a una persona de la Liga de la leche, que me enseñó cómo continuar. Me invitó a sus reuniones mensuales, aprendí mucho, y quise devolver algo de eso aprendido. Ahora puedo contarles que tengo 36 años, ayudando a las madres que quieren dar pecho.
Conocí a Jesús Cuando yo tenía seis años de casada, mi madre asistió a una conferencia para mujeres. El primer día, ella le entregó su vida a Jesús, así que nos invitó a ir con mis hermanas. Asistimos y también aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
Un tiempo después, el pastor oró por mi esposo, quien también recibió a Jesús en su vida. Luego nos invitaron a ir a un estudio bíblico, al cual asistimos por 20 años consecutivos. Al estudiar la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos liberó de ataduras y rompió cadenas. Fuimos transformados por la Palabra y la Presencia de Dios en nuestras vidas y, en particular, en nuestro matrimonio. Nuestro hijo mayor ahora es misionero, nuestra segunda hija nos dió la dicha de ser abuelos por primera vez hace casi cuatro años y de la hija más pequeña tenemos una princesita. Oro por que todos lleguen a conocer al Dios verdadero.
pues los asistentes a mis charlas prestan toda su atención a lo que les comunico.
Vivo sin amargura ni rencor
Y comprendí mejor el mensaje de Dios en Isaias 45:7 “Yo creo la luz y creo las tinieblas, produzco el bienestar y hago la Paz. Yo creo la adversidad, la calamidad y la tristeza. Yo el Señor soy el que hago todo esto.” Entonces supe que no tener el brazo es parte de Su gran plan maestro.
Dios es quien nos ayuda a vivir cada día sin amargura ni rencor, al enseñarnos a perdonar cada ofensa. Y esto lo experimenté de una forma sobrenatural, al ir a una prédica donde se habló sobre el perdón. En ese momento pude perdonar a mi papá, con quien no tuve la posibilidad de crecer, debido al divorcio. Ese día, después de la prédica, escribí una carta como de 20 páginas dedicada a mi padre. Nunca la entregué pero me sirvió para limpiar mi corazón y ser libre de rencor y tristeza. En esa oportunidad también pude darme cuenta que solamente por Su gracia no había albergado en mi corazón ningún enojo o rencor por el accidente de mi brazo.
Descubrí mi propósito Al estar impartiendo una conferencia en el hospital Roosevelt, entendí que hay una propósito para que yo no tenga un brazo,
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Me parece que Dios me ha regalado el don de trabajar con madres, apoyándolas para que logren una lactancia exitosa. Tengo a mi cargo un grupo de apoyo de la Liga de la Leche en el que, mensualmente atendemos a un promedio de 20 madres para resolver sus dudas, reforzar su confianza y explicarles los beneficios de la lactancia. Quiero decirle a cada persona que lee este testimonio: que la vida en victoria, aún en medio de la adversidad, es posible con la ayuda de Dios. Él nos da la victoria por medio de aquel que nos amó, nuestro Señor Jesucristo. (1 Corintios 15:57)
Tal vez te has sentido afectado por la falta de afirmación, aceptación, aprobación, cariño, fortaleza, cobertura o de la figura paterna en tu vida. Quizás, en vez de esto, recibiste rechazo, ira, sarcasmo, un mal ejemplo, etc. Por: César Castañeda
El corazón paternal de Dios
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so lastimó tu corazón y te trae dolor sólo el recordarlo. O tal vez tuviste un papá amoroso, cariñoso y responsable. Recordemos que no hay ningún padre perfecto y que, por mucho que haya hecho o dejado de hacer, ha fallado en algún momento. Por el contrario, Dios es un Padre perfecto, Él no cambia, no falla y nos ama desde la eternidad. Comprende que Dios es nuestro Padre y que Él quiere suplir toda necesidad que te haga falta y restaurar tu corazón.
Dios quiere mostrarnos que:
De Dios, nuestro Padre, podemos aprender que, dentro de sus muchas características, Él nos quiere mostrar aquella o aquellas que nos hacen falta y suplirlas.
5. Da seguridad (afirma)
1. Provee y sustenta 2. Protege y cuida 3. Guía 4. Disciplina y consuela
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Provee y sustenta:
Decisiones
Hay momentos en la vida que tenemos alguna necesidad y no tenemos a quién acudir; necesitamos de alguien que entienda nuestra situación y que tenga la capacidad de podernos ayudar. Nuestro Padre, Dios, nos entiende. Él conoce mi corazón, mi situación e incluso, conoce las circunstancias que me rodean. Lo único que quiere es que yo confíe en Él, que le exprese mi necesidad, mis dudas y temores, y que le crea. “Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta, porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.” Mateo 7:7-8. Dios tiene la capacidad de proveernos, Él es el Todopoderoso, es el dueño del oro y de la plata y, sobre todo, Él es Padre, nuestro Padre proveedor. Más adelante de este pasaje, nos dice: “Pues si ustedes, aún siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se lo pidan!” (Mateo 7:11). Esto está bien, pero tenemos dudas, porque pensamos en la imagen distorsionada que tenemos de padre, pensamos que no le tenemos confianza, porque creemos que está ocupado, que no me va a entender o, tal vez, que está distante y que yo no soy alguien que valga para Él lo suficiente para atenderme. Te recuerdo que tú vales la sangre que Jesús derramó en la cruz
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para poderte comprar, y esa sangre vale más que todo el oro y la plata que hay en este mundo. Eres su hijo y, a pesar que tengas heridas y una mala experiencia de lo que es un padre, Dios te puede sanar y ayudarte a que puedas volver a confiar. Él es nuestro Padre celestial. Además, por creación le pertenecemos a Dios y podemos confiar en nuestro creador, Él nos formó y nos conoce tanto, que conoce nuestras capacidades y nuestras debilidades, y aun así nos ama y acepta, por eso podemos acudir a Él. Por último, Él conoce nuestra situación. Él es Todopoderoso y tiene la capacidad de ayudarnos, proveernos y darnos lo que nos hace falta, porque puede suplir cualquier cosa. Si tan sólo confiamos en su poder, nos sorprenderá ver la diferencia que puede hacer en nuestras vidas. “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten conforme a las gloriosas riquezas que tienen en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19).
He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a tener escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:11-13).
Protege y cuida: Además, Dios como padre nos protege, nos cuida y vela por nosotros. Cuando un niño se siente vulnerable o se siente amenazado, busca un lugar seguro, casi siempre busca el regazo de papá o mamá, hasta que se siente mejor o hasta que pase el peligro. Hay momentos en la vida en los que nos sentimos como niños y buscamos dónde nos podemos refugiar; momentos en que nuestra vida corre peligro y necesitamos un lugar donde pasar la situación amenazante. Es ahí donde necesitamos acudir a Él en busca de su protección.
“A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.” 1 Timoteo 6:17. Confiemos y esperemos en Dios, porque Él nos puede proveer.
Por su parte, el Señor promete cuidarnos, como ese padre protector. Cuando Jacob sale de la casa de Isaac y se va al desierto, Dios le habla y le promete guardarlo y protegerlo: “Yo estoy contigo. Te protegeré por donde quiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.” (Génesis 28:15)
El apóstol Pablo lo pudo experimentar en su vida, y por eso expresó: “No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia.
En el libro de los Salmos, encontramos un cántico de los peregrinos y es una promesa del Señor para protegernos en el camino: “El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te guardará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre.” (Salmo 121:7-8).
Acudí a la Palabra de Dios y unos versículos saltaron a mi vista: “Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz porque en ti confía. Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna.” Isaías 26:34. Fue impresionante cómo esas palabras taladraron mi alma y, derramando mi corazón delante de Dios, le entregué mi angustia y mi inseguridad. Después me dormí repitiendo este verso una y otra vez, y eso confortó mi alma. Tal vez tú estés en una situación difícil, tal vez te encuentras en una condición peor que la mía, sientes que nadie te puede ayudar y que tu vida corre peligro. Yo te aconsejo que clames a Dios, que le entregues todo al Señor y que derrames tu corazón delante de Él, confía que restaurará tu corazón poco a poco y te dará la salida a esa situación.
Guía: Muchas veces nos sentimos desorientados, confundidos y sin ninguna idea de cuál camino sea el mejor, y otras, nos sentimos perdidos ante tantas opciones que podemos tomar, al grado que tenemos miedo de escoger mal o de tomar la peor opción. Nuestro Padre Dios sabe que estamos desorientados y desea guiarnos. Él nos conduce a la mejor opción, si le dejamos intervenir en nuestra vida. Dios promete guiarnos, como lo dice la Biblia en Isaías 48:17: “Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar.” Y, además, en el Salmo 32:8 El Señor dice: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.” Cuando dejamos que Él intervenga, debemos hacer dos cosas: confiar y dejarnos conducir. Primero, debemos confiar en que el Señor sabe qué es lo que está haciendo, y hacia donde nos está guiando, aunque no nos parezca lógico o adecuado porque pueda que implique morir a nuestra mejor opción, o que nos pida algo que no queramos hacer, como perdonar a alguien o arrepentirnos. Pero debemos confiar que el Señor sabe qué es lo mejor para nosotros. Por otro lado, debemos dejarnos conducir, aunque no tengamos el control de la situación, y creer que Él conoce el camino y que, al final, entenderemos y veremos que el Padre nos condujo por el camino correcto.
En el libro de Proverbios, vemos este consejo que como padre nos dice: “Yo te guío por el camino de la sabiduría, te dirijo por sendas de rectitud. Cuando camines, no encontrarás obstáculos; cuando corras, no tropezarás. Aférrate a la instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida.” (Proverbios 4:11-13.) Además, el rey David oraba a Dios de esta manera: “Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.” Salmo 139:24. Él sabía que era mejor confiar en el Señor que en él mismo, ya que sabía que el corazón del hombre no es confiable, porque la Palabra de Dios dice que es perverso y engañoso (Ver Jeremías 17:9).
Decisiones
A veces es difícil creer que el Señor nos guarda y nos protege, cuando la situación nos abruma y no la soportamos, porque nuestra vida corre peligro. Nos sentimos amenazados, desprotegidos y con temor, especialmente cuando la en nuestro país hay inseguridad y vulnerabilidad. Hace unos años pasé por una situación en mi vida en la que me sentí vulnerable y desprotegido, mi familia y yo habíamos sido víctimas de un robo y, además de perder algunas pertenencias, quedamos afectados, con temor e inseguridad. Pasé un buen tiempo recobrándome de eso y recuerdo una noche en la que desperté con mucho temor y no podía dormir. Siendo en mi casa el que tenía que dar confianza y apoyo, me sentía inseguro.
Por lo mismo, Jesús prometió que nos enviaría su Espíritu Santo para guiarnos en la vida, el cual está en nosotros y puede ser nuestro tutor, si le dejamos actuar. “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.” (Juan 16:13) Por último, debemos recordar que el Espíritu Santo se derrama sobre todos aquellos que creen y aceptan a Jesús como el Señor y Salvador de sus vidas y pasan a ser hijos de Dios. Así que sí tú necesitas al Espíritu Santo en tu vida, debes recibir a Jesús en tu corazón, aceptar que su muerte y sacrificio en la cruz fue por tus pecados, arrepentirte de ellos, y entregarle el control de tu vida; entonces Él te dará una nueva vida y su Espíritu para que te guie el resto de tus días.
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Y tú que ya lo recibiste, recuerda que si nos dejamos conducir por Él, demostraremos que somos sus hijos: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)
Disciplina y consuela:
Decisiones
Hay momentos en la vida en que por una mala decisión o porque no podemos evitarlo, nos desviamos, ya sea que pequemos o que deliberadamente vayamos en contra de la voluntad del Señor. Podemos contar que, como padre, Dios nos quiere corregir, así mismo, Dios nos disciplina para nuestro bien. La Biblia dice que Dios corrige a quien ama. “Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige: Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.” (Hebreos 12:5-6) Quizás alguna vez que hiciste algo, tenias en tu corazón no hacerlo, pero en vez de detenerte, continuaste hasta hacerlo. En ese momento recibiste una consecuencia, un pensamiento de corrección, leíste un pasaje en el que Dios te reprendió o alguna persona te hizo ver tu error; el Espíritu Santo te hace sentir la reprensión y te das cuenta que Dios te está corrigiendo, sientes pesar, frustración o dolor, porque sabes que te desviaste.
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La palabra pecado, en el original, se traduce como “errar el blanco” y en el instante que pecamos, hacemos lo malo o nos desviamos, nos sentimos mal y el Espíritu Santo nos redarguye. Es muy importante lo que hagamos en ese momento: nos podemos arrepentir, dejar de hacer lo malo, reconocer nuestra falta, confesándola y pedirle perdón al Señor. Entonces, si lo hacemos de corazón, recibiremos el perdón de Dios, aprenderemos una lección dura, y con dolor y pena recibiremos la corrección del Señor. Pero si no nos arrepentimos, seguiremos en nuestro error, tendremos consecuencias más graves, lastimaremos el corazón de Dios, que quería algo mejor para nosotros, y no aprenderemos la lección. Además, sabemos que esto es lamentablemente un camino de muerte. Es nuestra decisión, tenemos que definirnos, pero si tomamos el camino de Dios, habremos aprendido que la corrección es una muestra del amor de Dios. Hebreos 12:11 dice: “Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y de paz para quienes han sido entrenados por ella.” Evitemos lo que le pasó al pueblo de Judá en tiempos de Jeremías: “Pero ellos no me prestaron atención ni me obedecieron, sino que se obstinaron y no quisieron escuchar ni recibir corrección.” (Jeremías 17:23), o en tiempos de Sofonías: “No atiende a consejos, ni acepta corrección. No confía en el Señor, ni se acerca a su Dios.” Sofonías 3:2. Así que es mejor dejarnos corregir por el Señor, ya que, si dejamos que nos corrija, también nos consolará y sentiremos su paz.
“Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges; aquel a quien instruyes en tu ley, para que enfrente tranquilo los días de aflicción mientras al impío se le cava una fosa.” Salmo 94:12-13. Recordemos que Dios lo hace con un solo fin: que participemos de su santidad. “En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad.” Hebreos 12:10. En fin, recordemos que si aprendemos la lección, seremos más sabios y viviremos mejor y conforme a la voluntad de Dios. “No reprendas al insolente, no sea que acabe por odiarte, reprende al sabio, y te amará. Instruye al sabio, y se hará más sabio, enseña al justo y aumentará su saber.” (Proverbios 9:8-9)
Da seguridad (afirma): Por último, el Padre quiere afirmarnos como hijos en nuestro caminar. Hay momentos en los que necesitamos una palabra, un consejo, una exhortación o una corrección para poder continuar, es en esas situaciones donde el Señor nos quiere hablar y darnos esa seguridad que necesitamos. Dios quiere que sintamos Su apoyo y que nuestro corazón se afirme. “Recurran al Señor y a su fuerza; busquen siempre su rostro. Recuerden las maravillas que ha realizado, sus señales, y los decretos que ha emitido.” (Salmo 105:4-5) Hoy tienes que tomar una decisión; debes buscar al Señor, buscarlo en oración y en el consejo de Su Palabra y, al hacerlo, lo conocerás mejor y podrás experimentar ese corazón paternal que tiene, Él te dará la Palabra que necesitas y te sorprenderá.
En sus orígenes, cuando el hombre fue creado, el papel sacerdotal no existía, pues el hombre vivía en completa armonía y plena amistad con su creador.
Por: Guillermo Hasbun
Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote
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in embargo, el pecado cometido por nuestros primeros padres en el jardín del Edén, representó una ofensa a Dios. Por lo tanto, trajo consigo la separación de Dios con el hombre, como bien nos lo describe el profeta Isaías: “pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:2). Así como el agua y el aceite no se pueden mezclar por ser de naturalezas distintas, de igual manera, la naturaleza santa de Dios ya no se podía mezclar con la naturaleza pecaminosa y rebelde del hombre.
El hombre había ofendido a Dios, transgrediendo su ley y, como consecuencia, el pecado entró en su vida. Ahora el hombre tiene como su fin, la muerte, que es su penalidad. Se iniciaba así un estado de enemistad con el Dios soberano y creador de todo lo existente.
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Debido a esa presencia del pecado en la humanidad, el Espíritu de Dios se separa del espíritu del hombre y, a partir de ese momento, el hombre nace físicamente vivo, pero espiritualmente muerto. Es decir, separado de Dios, quien es Espíritu, como bien nos dice el apóstol Juan en su evangelio: “Dios es Espíritu, y los que le adoran en espíritu y verdad es necesario que le adoren” (Juan 4:24).
Dios es santo y el hombre pecador Un Dios santo ya no podía relacionarse de la manera habitual con el hombre pecador, como lo hizo en sus inicios en el paraíso. El papel entonces del sacerdocio, de acuerdo a la Biblia, era el de un mediador e intercesor ante Dios para el hombre, mediante la ofrenda de los muchos sacrificios de animales que requería la ley como propiciación temporal por el pecado. Sin embargo, para que este mediador sea escuchado, debe de estar libre de pecado y tener la misma naturaleza santa que el Padre, para poder estar así en su misma presencia. Ésta es una característica que sólo un hombre sobre la faz de la tierra la tiene y que nadie más la ha tenido, ni antes, ni después de Él: se llama Jesucristo. Como bien nos lo confirma el apóstol Pablo en su carta a Timoteo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos…” (1 Timoteo 2:5-6).
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Jesús, nuestro mediador Pero Jesucristo no solamente es nuestro mediador, sino también nuestro abogado, que es otra forma de manifestar su función sacerdotal. Es decir, aquel que defiende la causa de un acusado delante del juez, como nos lo dice el apóstol Juan en su primera carta: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Y todos nosotros somos pecadores delante de Dios, quien es el juez de toda obra del hombre, y necesitamos un abogado que se levante ante una acusación inminente, confirmada por nuestra propia conciencia. En el Antiguo Testamento encontramos la labor mediadora pero temporal de los sacerdotes, quienes exclusivamente eran originarios de la tribu de Leví, una de las doce tribus de Israel. Esta tribu de levitas representaba a un sacerdocio humano que comienza con Aaron y termina con Jesucristo, quien representa el inicio de un sacerdocio divino, misericordioso e identificado plenamente con el pecador: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:14-15).
Sacerdote inmutable Como podemos apreciar, la característica del sacerdocio antes de la venida de Cristo, era la de un sacerdocio temporal y figurativo del sacerdocio perfecto que estaba por venir, de manera que el pecador pudiera obtener misericordia antes de la venida del “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Esta posición sacerdotal es ahora representada en su totalidad y para siempre por nuestro Señor Jesucristo: “mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual, puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24).
Intercesor Concluimos de este último versículo, otro atributo de Jesucristo que viene dado como parte de su sacerdocio divino: nuestro intercesor. La función de un intercesor es la de hablar ante alguien en favor de otra persona, para ayudarle a obtener un bien o para ayudar a librarle de un mal.
“pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”
Temporal versus permanente El sacerdocio humano en la antigüedad era temporal y limitado, contrario al sacerdocio de Jesucristo, permanente e ilimitado, no sujeto más a la muerte, representado en la persona de Jesucristo: “Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar” (Hebreos 7:23). El sacerdocio humano requería confesar sus propios pecados delante de Dios, además de los pecados del pueblo y sacrificar permanentemente corderos para la expiación. El cordero que se sacrificaba, tomaba el lugar del hombre pecador y se le imponían las manos sobre su cabeza durante la confesión del sacerdote, simbolizando que los pecados de los hombres eran transferidos al cordero, y éste moría en su lugar, sustituyendo al pecador.
El sacerdocio de Cristo es uno solo y para siempre, sin contaminación con el pecado, en donde Él mismo es el sacrificio por el pecado: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12).
Ante esta solicitud, que nace de un corazón contrito y humillado, Jesús inmediatamente le responde y le dice: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
El sacerdocio imperfecto y perecedero del Antiguo Testamento, venía a ser sustituido por un sacerdocio eterno y perfecto, ya que Cristo mismo fue la ofrenda presentada al Padre para expiación del pecado: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo: porque esto lo hizo una vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:26-28).
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Qué necesitad tuvo este hombre de confesarse delante de otro hombre para ser salvo? Ninguna, pues se confesó delante de nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, y sus pecados le fueron perdonados, obteniendo, en ese mismo instante, eterna redención. Cristo, como Sumo Sacerdote, se presentó delante del Padre para interceder por este pecador, dando su misma vida como cordero sin mancha ni contaminación y en pago por los pecados de un hombre arrepentido en busca de misericordia.
Un nuevo pacto
Finalizamos pues, con esta reflexión de Marcos, cuando nos dice en su evangelio, que sólo Dios es el único que puede perdonar nuestros pecados: “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? (Marcos 2:7). Y así como Dios es el único que puede perdonar los pecados, Jesucristo es el único autorizado por Dios para presentar nuestras oraciones de perdón, arrepentimiento y súplica delante de Él en representación del hombre, como Gran Sumo Sacerdote, como bien lo afirmó Él mismo cuando dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
El apóstol Pablo, en su carta a los Hebreos, completa este pensamiento diciendo que Jesús es ahora nuestro mediador por un nuevo pacto de Dios con los hombres: “a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada, que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24). Cuando Cristo murió en la cruz del Calvario, dos malhechores estaban agonizando junto a Él. Uno de ellos se arrepintió de sus pecados antes de morir, e imploró a Jesús misericordia cuando dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42).
Nadie viene al Padre sino por mí
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Como intercesor del hombre ante Dios, Jesucristo apela delante del Padre que las bendiciones inmerecidas sean recibidas por el hombre pecador, pero ahora justificado y redimido con su sangre, y que todas las maldiciones de la ley sean quitadas de en medio, porque Él ya las llevó en el madero: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles…” (Gálatas 3:13). Es así como el sacerdocio de Cristo nos hace ahora, y por pura gracia, acreedores de las bendiciones de un nuevo pacto.
Uno de los personajes que nos ilustra el título de este artículo, es David. Quisiera que me acompañaras a un apasionante viaje a lo largo de los capítulos 13 y 15 del primer libro de Crónicas.
Por: Osberto Ruano
Más que pasión por su presencia
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uego de ser proclamado rey de Israel en Hebrón y de haber tomado la fortaleza de Sion, David consulta a sus capitanes y jefes, y les dice: “Si os parece bien y si es la voluntad del Señor nuestro Dios, enviaremos a todas partes por nuestros hermanos que han quedado en todas las tierras de Israel, y por los sacerdotes y levitas que están con ellos en sus ciudades y ejidos, para que se reúnan con nosotros; y traigamos el arca de nuestro Dios a nosotros, porque desde el tiempo de Saúl no hemos hecho caso de ella”. (1 Crónicas 13:2-3) El pueblo responde afirmativamente y se disponen a reunir a todo Israel para traer el arca, que representa la presencia de Dios, según el versículo 6... “para pasar de allí el arca del Señor Dios, que mora entre los querubines, sobre la cual su nombre es invocado”.
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Podemos notar la pasión de David por la presencia de Dios, para darse a la tarea de consultar y buscar consejo, para enviar a todas partes por los israelitas, sacerdotes y levitas para regresar el arca. Sin embargo, en los siguientes versículos se nos exponen detalles muy interesantes que debemos tomar en cuenta en nuestra vida de adoración. En el versículo 7 dice: “Y llevaron el arca de Dios de la casa de Abinadab en un carro nuevo; y Uza y Ahío guiaban el carro”.
El capítulo 6 del primer libro de Samuel nos narra que el arca del pacto estuvo 7 meses en tierra de los filisteos y, luego de ser heridos con tumores y de que el arca degollara a un dios filisteo llamado Dagón, deciden devolverla, después de consultar a sus sacerdotes y adivinos, indicando de qué forma debían mandarla de vuelta, en los versículos 7 y 8: “Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás de ellas a casa”.
Traerla a la forma humana Quisiera hacer notar que David, y todo Israel con él, incluyendo los sacerdotes y levitas que habían retornado, traían de vuelta el arca al “estilo filisteo”, según lo que habían determinado los adivinos y no según lo establecido por Dios en su Palabra. Y vemos en los siguientes versículos que, aunque el Arca era trasladada entre cantos, instrumentos y sumo gozo; la forma de hacerlo tuvo consecuencias nefastas, costó la muerte de un israelita, el miedo y rechazo de todo un pueblo hacia Dios. 1 Crónicas 13: 8-12: “Y David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas. Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió su mano al arca para sostenerla, porque los bueyes tropezaban. Y el furor del Señor se encendió contra Uza, y lo hirió, porque había extendido su mano al arca; y murió allí delante de Dios.
Y David tuvo pesar, porqué el Señor había quebrantado a Uza; por lo que llamó aquel lugar Pérezuza, hasta hoy. Y David temió a Dios aquel día, y dijo: ¿Cómo he de traer a mi casa el arca de Dios?”
Traerla a la forma divina Luego, en el capítulo 15 del primer libro de Crónicas, la Biblia nos narra cómo David corrige la plana con relación al primer intento fallido de regresar el arca a Jerusalén: En el versículo 2 está la clave y dice: “Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido el Seño para que lleven el arca del Señor, y le sirvan perpetuamente”. Se da cuenta de su error v. 13 “pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, el Señor nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza”. ¡Ah! Quiere decir que no basta la pasión por su presencia, sino que es necesario que la busquemos según su ordenanza.
Oir y obedecer Entonces organiza a los levitas y sacerdotes para trasladar el arca, según los lineamientos establecidos por Dios en su Palabra, con el mismo gozo que la primera vez: v. 28 “De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto del Señor, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas”, pero ahora siguiendo las indicaciones de Dios y no de los adivinos filisteos. V.15 “Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros en las barras, como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra del Señor”.
Haciendo el paralelismo, creo que Dios habla a través de David a nuestros ministerios de alabanza. Podríamos estar cayendo en copiar el estilo del mundo (filisteo), el cual tiene la intención de agradar a la gente por encima de agradar a Dios, Gálatas 1: 10: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Hacemos conciertos enfocados en la gente, en vez de tiempos de adoración a Dios.
Vida de alabanza
El arca en tierra de los filisteos
A estudiar la Biblia Algunos ministerios de alabanza probablemente desconozcan la Palabra de Dios, ignoran las indicaciones de Dios y todo lo que Dios habla a través de su Palabra, en relación a la alabanza y adoración. No se toman el tiempo de leer, estudiar, meditar y escudriñar las Escrituras pidiendo la guianza del Espíritu Santo, y siguen el camino fácil, que es creer todo lo que les dicen. Hacen una mezcla de lo que les dicen en la iglesia y en el mundo, y no les queda más que seguir sus emociones y hacen una alabanza emocional. Necesitamos involucrar nuestras emociones en la alabanza, pero no que sea regulada por ellas. Lo único que separa tus impulsos emocionales de lo que viene del Espíritu, es la Palabra de Dios. Hebreos 4:12 “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. La exhortación es a hacer lo que hizo David: Leer, estudiar, escudriñar las escrituras, pedir perdón y corregir la plana. ¡Alabar a la manera de Dios, no a la del mundo!
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Los Diez Mandamientos Completa las palabras en cada uno de los diez mandamientos y encuéntralas en la sopa de letras y enciérralas con un rectángulo. (Éxodo 20:1-17) (Deuteronomio 5: 1-21) 1. No tendrás ajenos delante de Mí. 2. No imágenes. 3. No tomarás el nombre de en vano. 4. Acuérdate del día de para santificarlo. 5. Honra a tu y tu .
6. No . 7. No cometerás . 8. No . 9. No . 10. No codiciarás nada de tu
.
Respuesta: DIOSES, ADORARÁS, DIOS, REPOSO, SANTIFICARLO, PADRE, MADRE, MATARÁS, ADULTERIO, ROBARÁS, MENTIRÁS, PRÓJIMO.
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