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An artist’s white-water retreat
La última aventura de Ilona
POR CRAIG SAUNDERS FOTOS CARLOS ROSADO VAN DER GRACHT Y LEE STEELE
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Los trazos de una ávida jardinera, en el patio trasero, dejan a su esposo un recuerdo viviente del amor de su vida.
Ilona y yo nos conocimos en una fiesta en una villa cerca del Lago Starnberg, a las afueras de Munich en 1973, en donde me encontraba trabajando como arquitecto.
El día después de la fiesta nos mudamos juntos y empezamos una relación que duraría 47 años, y durante la cual rara vez estaríamos lejos el uno del otro.
Un salto al 2017. Después de rentar varias casas en Mérida nos preparábamos para mudarnos a la ciudad permanentemente, cuando nos llegó una trágica noticia. El cáncer de Ilona había regresado.
Demostrando la tenacidad y determinación de Ilona de mudarse a Mérida, llegamos a la ciudad el primero de diciembre, tras su operación del tres de noviembre.
Habíamos rentado una casa, la cual pertenecía al erudito director de esta publicación, mientras buscábamos una casa propia.
En nuestro tercer día en la ciudad, durante una caminata, me encontré una casa con un gran letrero indicando que estaba a la venta. Le pregunté a mi agente de bienes raíces acerca de la casa, quien me aseguró que no me gustaría.
El dueño era un poco difícil y el terreno era de forma irregular, sin embargo tenía una gran alberca y jardín. Seguimos buscando.
La búsqueda de nuestra casa nos llevó a visitar entre 30 y 50 propiedades. No encontramos ninguna con suficiente espacio para el jardín que queríamos, ni tierra natural. Se nos dijo que tanto los locales como los gringos de Mérida prefieren armar sus jardines en macetas. “ ¡Qué tontería!”, dijo Ilona. “Quiero capas y olas de plantas”.
Viendo en persona la primera casa que había encontrado, decidimos que podíamos sobrellevar sus deficiencias. Hicimos una oferta y esta fue aceptada por el dueño, quien se veía muy motivado.
La propiedad mide 18 por 46 metros, la cual la hace enorme para los estándares del Centro. La parte trasera de la casa mira al sur y el jardín. La mitad del terreno adyacente a la casa originalmente estaba cubierta de césped. Más allá está una enorme alberca, y más allá aún una gran palapa con mucho espacio para invitados, un bar y una cocineta, así como un baño completo con su propia ducha al aire libre.
Desde el punto de vista de diseño, el problema más grande era que la casa, alberca y palapa estaban separadas por puro césped.
“Es como si no hubiera nada, que aburrido es el césped” dijo Ilona.
Antes de modificar la arquitectura de la casa, nos dimos la tarea de desarrollar nuestros planes para estilizar el aburrido jardín y sus muros. Nuestra guía fue una monografía del arquitecto Mexicano
Luis Barragán, quien logró gran fama durante mis años estudiantiles, en la década de los sesenta. Era muy famoso por su uso de colores intensos. Utilizando esta idea como inspiración, pintamos nuestra bodega magenta, nuestro baño morado y el muro que los separaba de rosa. Tambien pintamos el muro que queda detras de la palapa un brillante amarillo. “Falta mas color”, dijo Ilona, en lo que nos empezaba a parecer un colorido pueblo Mexicano.
Pintamos de colores intensos todos los muros de la casa. Nunca pensé que llegaría a considerar el rosa brillante como un tono neutro de fondo, pero ante el verde vívido de Yucatán, sí que lo es. ¿Qué falta? me pregunté. Materiales duros y materiales blandos.
El propósito de los materiales duros era crear un acceso limpio y elevado a la palapa de la parte trasera de la propiedad y la pequeña estructura que se encuentra en medio.
También decidimos agregar una fuente, que se asemeja a los viejos sistemas de irrigación de las haciendas Yucatecas y grandes casonas de Mérida. Esto nos era importante sobre todo por el sonido tranquilizante del agua chorreante.
Los materiales blandos que escogimos combinaron los gustos estéticos de Ilona con la visión de nuestro paisajista, Jorge Lara, quien basó sus decisiones en un extenso conocimiento de la vegetación de Yucatán, así como de sus requerimientos de sol, sombra y agua. Hasta donde sé, Ilona nunca hizo siquiera un bosquejo del diseño. Lo hizo todo basándose en su intuición de cómo combinar colores y texturas. Realmente tenía un gran ojo para el detalle. Lo que sí hizo fue trazar algunos dibujos para indicarle a Jorge y sus trabajadores la geometría que buscaba en su jardín. Para esto se guió en parte por el libro Plants of the Mayan World, por Svetlana Aleksandroff. Ilona creía, justificadamente, que los jardines no son estáticos, sino que continuamente están en un proceso de cambio y ajuste para poder evolucionar según su propia agenda. Ella era la conductora de una gran orquesta, donde con gran gozo y frecuencia improvisaba el libreto. Por ejemplo, una gran oreja de elefante se infiltró en el jardín a través de una semilla la cual venía escondida en la tierra y creció por detrás de una banca en la terraza. Ilona decidió no sacarla, sino celebrarla y cambiar el diseño de su jardín a pesar de que esta gran hoja ya había crecido diez veces más que las hojas que la rodeaban.
La errante juxtaposicion de bandas de color de los verdes helechos y arbustos. El intenso rojo de las flores de jengibre, las brillantes palmeras abanico, las cuales no deberían crecer en el sol directo, pero lo hacen de todas formas. La alegre cola de zorro que adorna la cama principal. El obscuro rojizo de la dracaena la cual no debiera combinar con el color magenta del muro de la bodega, pero de alguna forma lo hace. Las pinzas de langosta, que reflejan la luz como linternas japonesas en la alberca.
Continuamos la visión de Ilona, incluso después de que ella nos dejó. La petunia púrpura mexicana agarró raíces en una cubeta y ahora adorna el área junto a la ducha exterior. La duranta color oro que compramos en el mercado el fin de semana antes de que falleciera ahora florece y ha producido hijos. El jazmín el cual Ilona no tuvo oportunidad de sembrar ahora llena el cuarto principal con un hermoso aroma.
Mis momentos favoritos en el jardín son al atardecer, después de una violenta tormenta eléctrica. La luz es escalofriante. El color de los muros y las plantas se intensifican dramáticamente y el jardín parece brillar. Yo se que Ilona nos ve sonriendo con orgullo. Ella nombró nuestra casa en Mérida Villa Aventura, porque ella quería que esta fuera su última aventura. Y así fue.
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WHITE WATER RETREAT
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A artist embraces neutral colors and clear refreshing water for a Mérida getaway
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BY LEE STEELE PHOTOS CARLOS ROSADO VAN DER GRACHT
Creamy white walls, natural stone and an abundance of flowing water are the elements that send Casa Luna Llena into orbit.
Add lots of ironwork in black for a touch of drama and ornamentation and you’ve got a welcoming retreat.
Fernando Abreu designed and built this two-bedroom retreat for U.S. artist William Betts, who craved a new project in Mérida, where he sometimes lives.
In a country that celebrates bold colors, Betts wanted soothing warm tones and high ceilings for his large-scale paintings. No need to agonize over color palettes. White cement is everywhere, a low-maintenance option, and an appropriately neutral hue for hanging artwork.
While the overall house is modern, a graceful colonnade, ornate black ironwork and decorative pasta tiles reference Yucatán, Abreu explains. A dramatic sightline was created from the dining room and kitchen in the front through two more rooms to a master bathroom in the rear. Natural materials dominate, including the preferred granite kitchen countertops, this time in a honed black. A center kitchen island, accented by black and gray pasta tiles that match the floor and backsplash, is lit by three tall black canisters suspended from the ceiling.
The light is also natural, at least in the daytime when skylights lined up against the north wall welcome in the sun’s rays. Rather than laying plate glass flat on the roof, Abreu created vertical skylights with jalousie windows and mosquito screens, so the sunlight bounces off the wall instead of shining straight down. The result is more functional — air can circulate — and less likely to result in cracks in the glass.
The star of the show is the water, however.
A water trough in the foyer sets the tone. It leads the eye toward the swimming pool, which runs almost the entire length of the property. Its hard lines are softened by purple, leggy Mexican petunias reaching up toward the sun. A small concession to color.
Although situated in the Centro, pretty much every space has a water view. Even the soaking tub, nestled in greenery, looks through beautiful ironwork toward the pool. Or look straight up at the sky at the real luna llena, or full moon.
It’s hard to imagine that such a grand house has no more than two bedrooms, but it is indeed modest in proportions. Betts’ paintings tend to be large in scale, and will easily fill the seemingly endless walls.
Betts’ artwork comes largely from photography, or even stills from closed-circuit cameras, digitally manipulated and reinterpreted with what look like texturized pixels. Paintings that depict the Maya ruins at Uxmal and other familiar landscapes are destined for Luna Llena.
Abreu heads Mérida-based Centro Architects, an unusual firm in that it doesn’t bid out for contractors. This prevents finger-pointing when anything goes awry. Centro also provides interior design services as well as ongoing property management once the home is occupied. He has been in business here for around 10 years after schooling in the United States.
Betts has been traveling the Mérida for years and sees the house as an art project in itself. The rest of the year, he resides in the Litchfield Hills of Connecticut, where a starker contrast to his Santiago neighborhood couldn’t exist.