VIA CRUCIS DEL CORONA VIRUS San Francisco quería que sus hermanos fueran por el mundo como “juglares” – cantoautores populares, inventando versos sencillos y melodías – para alabar a Dios, y anunciar el amor, el perdón y la paz. En esta inmensa tragedia que compartimos los humanos, he aquí en versos sencillos, unos versos de juglar para alabar a Dios todopoderoso, para consolar a los hermanos, y para abrirnos a una infinita esperanza. Todo ello mirando a Jesús en la Cruz. Regnavit a Cruce Deus. Dios reinó desde la cruz.
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Primera estación: Jesús condenado a muerte por todos los hombres La pandemia del pecado llevó a Jesús a la muerte, que por la muerte todos, murió el único Inocente. En Adán pecamos todos, un misterio que estremece, y sentimos ese virus en la carne y en la mente. Gracias, Jesús, nuevo Adán, por ser el amor que eres; porque en tu santa Pasión me salvaste para siempre.
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Segunda estación Jesús sale con la Cruz a cuestas Como esposo enamorado que abraza a su esposa amada, Jesús abrazó la Cruz como a su esposa del alma. Y en la cruz estaba yo y toda miseria humana, todo dolor y epidemia, toda ofensa a Dios lanzada. Dispuesto estoy, mi Señor, a aceptar lo que nos mandas; si eres tú quien nos la entregas, acepto la Cruz cual gracia.
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Tercera estación Jesús cae con la Cruz a cuestas Dios es débil por ser hombre, hasta caer en la tierra, misterio de encarnación, que rompe toda frontera. Y donde un caído encuentre, en cualquier lugar que sea, a un hermano yo veré y a Jesús que representa. En triste caída vemos al hombre en esta epidemia; tú, mi Jesús victorioso, levántanos con tu fuerza.
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Cuarta estación Jesús encuentra a su Madre Si un Hijo sufriendo está, su Madre estará con él y el padecer de los dos se hace un solo padecer. La presencia de María hoy consuela nuestra fe, es el amor de la Madre y el valor de la Mujer. Virgen Madre el Señor, elegida en Nazaret, en esta hora de angustia, cúmplase en mí su querer.
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Quinta estación Jesús es ayudado por el Cireneo Yo puedo ser Cireneo, que hay alguien que sufre más, y está muy cerca, muy cerca, quizás a mi lado está. Dios nos hizo solidarios en el dolor y amistad, y no hay nadie que no tenga un don que a su hermano dar. Yo quiero ser Cirineo, también dejarme ayudar, y a ti te escojo entre todos, Cireneo celestial.
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Sexta Estación La Verónica enjuga el rostro a Jesús La santa Faz del Señor en un lienzo fue grabada, que una mujer amorosa quiso enjugarle la cara. No hay un regalo más grande de Dios a su Iglesia amada, que Él entregue su retrato en el fondo de mi alma. En mi corazón te llevo, oculto en tanta desgracia, Jesús, y un día de he verte con tu frente iluminada.
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Séptima: Segunda caída Jesús cae por segunda vez El que cae y se levanta, acaso vuelve a caer, que es demasiado la carga, y tan sensible la piel. Nuevos países caídos, noticias de amanecer, nuevas muertes y afectados sobre el balance de ayer. Caídos mas no aplastados, que confiamos en Él, y tu vida, Cristo vivo, nos hace reflorecer.
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Octava estación Jesús consuela a las mujeres que le acompañan Dejad de llorar por mí, mujeres tan compasivas: llorad por graves pecados, causa de toda desdicha. Dios no se rinde en amar, y amando nos mira y cuida; Dios nos perdona sin fin, si acogemos su visita. Oh Jesús perdonador, de toda humana malicia, intercede por nosotros con tu bondad infinita.
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Novena estación Jesús cae por tercera vez Mi Dios está por los suelos por ser último de todos, y así lo quiso elegir y en ello encontrar su gozo. Si yo extiendo la mirada y veo a este mundo roto he de pensar que escondido mi Dios está con nosotros. Jesús, Señor compasivo del dolor más doloroso, míranos en donde estamos con esos tus suaves ojos.
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Décima estación Jesús es despojado de sus vestiduras El Rey del cielo desnudo para ser crucificado, el que viste cielo y tierra y embellece lo creado. A nuestras mentes golpean todos los desheredados, los desnudos de la tierra, los que son los descartados. En plaga de desnudez, con Job, a ti, nos llegamos, Jesús, belleza de Dios, tu gloria sea mi manto.
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Undécima estación Jesús es clavado en la Cuz Para siempre hay una Cruz, donde está Cristo bendito, y yo debo completar junto a él su sacrificio. Dios quiso la redención con tres claves de su Hijo, y por amor, que agradezco, me ha asociado a este martirio. Oh mi Jesús adorado, mi Jesús del Crucifijo, aunque mi ser lo repele, cúmplase en mi tu designio.
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Duodécima estación Jesús muere en la cruz vez Muere Jesús, Hijo amado, entre los brazos del Padre; muere Dios que se hizo hombre muere a las tres de la tarde. Muere por mí, pecador, para que yo viva y ame, muere y muriendo me entrega su cuerpo santo y su sangre. Mi Dios, mi amor infinito, abrazo y todas mis paces, a ti me entrego cual soy, libre de todos los males.
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Decimotercera estación María en la muerte de su Hijo Al final como al principio María es maternidad; es la ternura de Dios, que no nos pude dejar. En tu regazo de Madre el mundo no es soledad; es un sagrado silencio de esperanza y caridad. Es anuncio de la Pascua que tras la muerte vendrá; Madre de todos los hombres, envuélvenos en tu paz.
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Decimocuarta estación Jesús es depositado en el sepulcro Muchas familias no pueden despedir a sus difuntos; hoy con vosotros estamos, con vosotros, todos juntos. La Eucaristía nos une, que de muchos hace uno; es nuestro lecho pascual, y con ella viene el triunfo. ¡Salve, Jesús vencedor, Jesús, destino seguro, en tu corazón dejamos la gran pandemia del mundo!
Fr. Rufino María Grández, capuchino, desde Madrid en Jesús de Medinaceli, 21 de marzo de 2020
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