Uno + Uno

Page 1






Autor general: Fundación Laudes Infantis Dirección: Jacqueline Moreno Corrección de textos: Nerea Arregui Concepto gráfico: Mario Urazán, Julián Ricardo Hernández Ilustración y portadas: Mario Urazán Diagramación: Julián Ricardo Hernández

FUNDACIÓN LAUDES INFANTIS Carrera 2 No. 12-14, La Candelaria Centro. Bogotá. Colombia. Tel + (571) 282-15-09/ 283-15-41 www.laudesinfantis.org laudesinfantis@yahoo.es


PRÓLOGO

Desde la Fundación Laudes Infantis uno más uno

E

l “Oasis”, “Bella Flor”, “San José de los Sauces”, “Brisas del Volador” y “Usme”; mundos que desde aquí abajo se ven lejanos, se sienten de otra manera, se huelen diferentes, se ven vestidos por gamas grises. Pero cuando empiezas a subir y subir, de repente, las sonrisas detrás de las telas de colores te van dando abrazos silenciosos, de esos en los que no es necesario utilizar nuestro cuerpo. Estas montañas llenas de magia dan abrazos con sus miradas, con sus sonrisas a media luz de sol y así, toda la gama gris se convierte en tonalidades de cientos de trocitos de colores. Te van regalando un alegre y divertido momento para volcarte en un circo de grandes zancadas de malabaristas, donde se aprende de golpe a sentir la vida viviendo.


Adentrarnos en el mundo de los cuentos del trueque puede que resulte atractivo, anecdótico, un cuento de magia y hasta una utopía. Sin embargo, es esta “simple” palabra puesta en práctica lo que logra romper esquemas, atraer formas de vidas y complementar espacios con sonrisas, magia y sueños. Crear los bancos del trueque como una manera de pertenecer, de ser y existir, parte de volver al pasado y tomar el leguaje del intercambio. Se trata de retomarlo mientras empezamos a cambiar lo que tenemos por lo que sabemos hacer, llegando a la continua construcción de vidas y sueños en el día a día. La Fundación Laudes Infantis toma como bandera la palabra trueque desde hace más de diez años, para romper con el método de intervención social tradicional y utilizar estrategias diferentes. Con el objetivo de lograr que las habilidades de las comunidades se intercambien y de este modo, conseguir hablar de construcción comunitaria, contar el día a día a través de escribir cuentos, pintarnos la mirada de otras razones para continuar luchando, romper la monotonía, llegar a tomar símbolos de unión como: rituales del fuego, fiestas comunitarias, el año de la felicidad, el día de no hablar mal de nadie, el de corbata los martes, narices rojas esta semana, zapatos de diferente color los lunes, pintar las casitas de colores, crear cestas recicladas para la basura, elaborar con galones de plásticos tambores que rompan el silencio de las montañas, sembrar llantas usadas de los coches para crear parques cargados de magia, donde las sonrisas son el canto mañanero. Bajo la metodología del trueque solo hay un lenguaje en el que “uno más uno somos todos y todas” y éste, se alcanza cuando bajo la misma lengua simple y profunda, buscamos en los bolsillos rotos para volver a empezar y formar comunidades con las que, a través del juego, construimos juntos


un gran puzzle comunitario donde cada integrante es único e imprescindible. Este puzzle comunitario se crea sumando todas las historias que rodean nuestros días en las montañas, narrando los relatos de algunas de las personas, que alguna vez, decidieron romper este “mundo de cemento” y salpicarlo con voces transformadas en círculos, espirales, manos, colores, pero sobre todo, que fueron capaces de ir anudando cientos y miles de sueños. La Fundación Laudes Infantis lleva más de diez años buscando y contagiándose de las miles de experiencias para poder contar y compartir este cuento, el cual comienza en las lejanas montañas de Ciudad Bolívar. En éstas, un día cualquiera, quisimos aparecer con los bolsillos vacios, cargando la magia a través de lo único que teníamos, nuestras narices rojas de payasos, toda la ilusión oculta detrás de nuestras miradas y la idea del trueque. Es así como una Comunidad y otras, entonces por hacer, nos observaban tras las telas de colores de sus casas y poco a poco, nos fueron abriendo las puertas de sus sueños para que juntos transformáramos las realidades y llegar al día en el que hoy, uno más uno ya no son dos.



Uno más uno y África Jacqueline Moreno

D

ormida, muy dormida bajo el árbol de su escuela, la tarde calló y nadie se dio cuenta de que esta niña tan pequeña se había quedado profundamente dormida, tanto que se perdió en su largo sueño . Era una mañana de sol y África, que así se llamaba la niña, se fue entre montañas cantando a la vida y tocando la magia con las puntas de sus pies descalzos. Ella era muy pequeña, su cabello era ondulado y su piel morena. Sabía que estaba soñando y no quería despertar. Empezó a correr y correr entre las montañas y más montañas. El sudor le caía por todo su rostro y a su alrededor, solo había árboles consumidos por las montañas y un claro de sol que embrujaba sus ojos color café oscuro. Su mirada iba donde el viento la llevaba, clavando sus ojos en lo alto de ese cielo azul intenso donde no se puede saber si tocas el suelo o vuelas.

11


África solo tenía ocho años en el mundo de los humanos, estudiaba en un colegio de niñas internas y sus profesoras eran monjas. Su abuela y su padre decidieron que África no podía estar en el mundo de los niños y niñas de fuera y un día, la llevaron a este colegio. Le prometieron que volverían cada fin de semana para visitarla, pero África se fundió en la más absoluta tristeza de la soledad y se propuso que nunca más saldría de ese lugar. Por eso, cuando su abuela y su padre la visitaban, África ya no recordaba quienes eran y no les llamó por el nombre de abuela o padre. Llegó un día, en el que ellos cansados por la situación, no volvieron más por el colegio. Desde entonces, África siempre se escapaba por la reja de sus sueños y nadie se enteraba. Tenía un gran secreto que solo lo compartía con los personajes de los libros, sus amigos. Robaba libros de la biblioteca del colegio y se escondía en las duchas de los baños. Cada noche, África se iba entre las páginas de los libros y formaba parte de cada historia que llegaba a sus manos. No hablaba nunca y parecía un tanto retraída, sus compañeras siempre se reían de ella porque iba cantando y hablando con sus amigos de los libros África siempre terminaba sus tardes en aquel viejo árbol del patio de su colegio, era como su casita, su hogar. Allí descubrió que se podía derretir en cada sueño y volverse parte de él, por eso ella un día quiso dormir para siempre. Su árbol era para ella como estar en medio del mundo de la naturaleza, donde podía hablar con los demás árboles y compartir la historia de algún personaje nuevo con ellos. Sabía que éstos podían escuchar su voz y algún secreto de su nostalgia por no tener amigos humanos, así que ella siempre les susurraba a los oídos de sus hojas El secreto más impor-

12


tante de África es que siempre quiso volar cometas y por eso, llevaba consigo una cometa de color negro. Era la cometa más bonita que había visto, solo que no volaba porque para ello, necesitaba muchos colores. Una tarde, África se volvió a perder en su propio sueño de las montañas acompañada de algunas lágrimas que recorrían su pequeño y moreno rostro. Durmió y durmió hasta que su llanto ya no se escuchó. La noche llegó y se apoderó de su cuerpo cubriéndola con las hojas de los árboles y el viento, hizo de la montaña un chinchorro que se encargó de mecerla toda la noche. Al amanecer, ya no tenía huellas de llanto y su rostro tenía grabada la silueta de una sonrisa. Abrió los ojos, estiró las piernas y los brazos y soltó de entre sus manos la cometa negra que no podía volar. Se sentó y miró para todos los lados, algo le llamó muchísimo la atención: ¡una niña detrás de unas rejas de madera! Llevaba unos pantalones azules claros y una camiseta a rayas. Su cabello era dorado y sus ojos color almendra se podían confundir con la corteza suave de los árboles que aún eran bebés. Ambas se miraron un rato sin pronunciar palabra. El silencio de aquellas montañas hizo un eco tan grande que el viento se estremeció logrando así, atraer el canto de los pájaros. África se acercó a la niña, la observó y luego su mirada se clavó sin pestañear en una cometa de colores que llevaba. Las dos se miraron, la niña de cabellos dorados tomó la cometa de color negro, le echó un vistazo y luego la puso en el césped muy cerca de su cometa de mil colores. África despertó aquella tarde y su cuerpo estaba muy frío porque ya entraba la noche. En su colegio había mucho silencio y estaba vacío. Miró por todas partes buscando su cometa

13


negra, pero ¡su cometa se quedó en su sueño de la montaña, con la niña de cabellos dorados! África aquella noche lloró desconsoladamente y se durmió abrazada a su árbol. Ya no tenía la cometa negra y su tristeza entró por la corteza directa al alma del árbol, quien para consolarla, le regaló lo que más le gustaba de su mundo: sus tres hadas y su duende, el viejo del bosque. África buscó a la niña de cabellos dorados, pero ella ya no estaba en el mundo de los sueños. Dicen que ahora vive en el mundo de los humanos, le llaman “la chica de la armónica” porque al pasar desprende melodías y roba sonrisas. África se hizo mayor en el mundo de los sueños con las tres hadas, el duende viejo del bosque y una cometa de colores. Viven en lo alto de un árbol, aunque desde fuera parece una casa de una ciudad Por las noches, cuando los humanos duermen, África escucha la melodía de una armónica acompañada por el canto de una niña que dice:

Uno más uno, es todo si nos tenemos Uno más uno, es tu cometa de mil colores por mi armónica de melodías Uno más uno, es tu sonrisa por mi abrazo Uno más uno, es tu mano entrelazada a la mía Uno más uno, son nuestros sueños compartidos Uno más uno, es todo cuando damos lo que más nos gusta

14


Uno más uno Ruby Cangrejo

E

n una granja con muchos animales, había un cerdo que era el líder. Cultivaban arroz, cebada, trigo en abundancia…Y era el momento de saber qué hacer con todo esta producción. El cerdo hizo una reunión a la que asistirían todos los animales para tomar decisiones. Él propuso hacer con la harina, que era lo que más tenían en la granja, pan para beneficiar a todos. Pero no toda la granja estuvo de acuerdo. Dos ranas, las más perezosas de todos los animales, se negaron a participar porque a ellas no les gustaba el pan. El cerdo organizó que todos dieran ideas para la elaboración de otras cosas y así buscar alternativas. Habló con el chivo de la granja para que la familia de las ranas hiciera los moldes para el pan. Por otro lado, la gallina que tenía una sazón que nadie superaba en la granja, prepararía los moldes para hacer el

15


pan; el caballo con el perro, molerían el trigo para conseguir harina; el ganso se uniría a la oveja para construir el horno; la vaca daría la leche para amasar la harina y el burro buscaría la leña. Cuando todo estuviera listo para la preparación del pan, uno a uno haría lo que les correspondiera para lograr que también las ranas participaran en la elaboración. Se unieron y empezaron el trabajo para llegar a la meta. Al terminar de hornear todo el pan, llamaron a las dos ranas para mostrarles cuán importante era el trabajo en equipo para la granja. Cada animal, les explicó cómo habían colaborado para lograr el mejor pan para la granja. Como la participación, la unión, el interés, la confianza y el cómo la alegría de trabajar por un bien común hace que uno a uno sea grande y definitivo para todos.

“Uno a uno suma mucho en lo que se quiere lograr para una comunidad”

16


Uno mas uno... Lucenny Giraldo Lizbeth León

H

ace tiempo, una persona llamada “Uno” nació con una flor en la boca, todos se sorprendieron porque es algo demasiado inusual. Los médicos nunca pudieron explicarlo. Sin embargo, “Uno” era un niño normal que creció acallando el llanto metiéndose flores en la boca. Cuando tenía frio se metía girasoles, cuando se deprimía usaba margaritas o jazmines y en las penas de amor, definitivamente las rosas rojas eran la mejor elección, por eso “Uno” no conocía el llanto. La amapola que le brotó de la boca al nacer, lo mantuvo silencioso y tranquilo. Su madre nunca supo de dónde ni por qué había salido aquella amapola blanca florecida…Pero ella sembró un amplio jardín en su casa para tener siempre a mano, la manera de remediar los asuntos dolorosos de la infancia: los raspones de rodillas, los catarros, las fiebres de dentición, los balonazos y caídas de bicicleta; siempre una

17


Dalia o un Anturio eran el milagroso elixir de la recuperación y la alegría. Lejos de la realidad de “Uno”, existía otra persona llamada “Otro”. Era un niño nostálgico, toda la lluvia del mundo cayó cuando nació, mientras el estruendo de la blanca lluvia azotaba la tierra. Al amanecer nacía “Otro”, niño que dejó impregnado el cuarto con el aroma de miles de flores. Su madre siempre dijo que algo de ésa lluvia se filtró por sus venas y en su corazón, sembró esa nostalgia que lo caracterizó siempre. “Otro” también creció como un niño normal, pero nunca pudieron quitarle ése olor de flores desordenadas. En los amaneceres de mayo, cuando la lluvia impetuosa destroza los rosales, “Otro” sale descalzo a los jardines a respirar y oler esa lluvia amada, al día siguiente toda la casa huele a flores salvajes, a pétalos revueltos o primaveras extraviadas. “Uno” y “Otro” se encontraron un día en pleno verano. Hace meses no llovía y “Otro” se sentía triste, se ocultaba bajo la sombra de los árboles a sollozar, mientras que “Uno” buscaba con afán alguna flor para meterse en la boca y quitarse la desazón de la tristeza. El verano ardiente, ausente de lluvias y de flores, sembraba en el corazón de “Uno” y “Otro” una terrible nostalgia. “Uno” sintió en el aire tibio el aroma sutil de un estrépito de flores, no pudo identificar de qué tipo eran, tal vez magnolias o violetas, eran todos los olores de las flores entrelazados en un solo dulce y enigmático aroma. Al acercarse, “Uno” encontró a “Otro” llorando bajo un manzano a punto de marchitar. “Uno” quedó atónito, comprendió que “Otro” moriría de tristeza, que la lluvia de sus venas se deslizaba ahora por

18


sus ojos y “Otro” al ver a “Uno” sintió que su nostalgia se acrecentaba. “Uno” jamás había llorado, pero ahora cuando la melancolía le oprimía el alma y el verano había suprimido todas las flores, no pudo evitar desgajar una gota blanca y fría como de lluvia. Así “Uno” y “Otro” lloraron juntos, comprendieron que la vida es solo una bandada de aves que migran, que la noche es una mujer bella que muere cada amanecer, que la lluvia y las flores serán amigos eternos El milagro se hizo, “Uno” desplegó sus brazos en eternas y poderosas ramas, su cuerpo entero se endureció y sus piernas se hundieron buscando el centro de la tierra. “Otro” se desvaneció y su cuerpo se desintegró en millones de pequeñas y frías gotas transparentes que viajaron a lo alto del verano y cayeron violentamente durante toda la noche sobre “Uno” convertido en árbol. Al día siguiente, el mundo entero olía a flores repartidas, regadas, excedidas, pues a “Uno” le habían nacido en todas sus ramas infinitas flores coloridas y “Otro” buscaba en el fondo de la tierra la manera de renacer hasta su cielo y volver a llover.

19



Nunca Jamás Christian Dufuorcq Nerea Arregui

E

l Mundo de Nunca Jamás…. Sí, sí, ese mundo realmente existe o por lo menos, comparte nombre con el famoso mundo de Peter Pan. Aunque en realidad, en Nunca Jamás no existe nadie que se llame Peter Pan, pues todos sus habitantes cambian de nombre todos los días… Un día te puedes llamar Juana de Arco y al día siguiente escoger el nombre de Julia Roberts o pasar de llamarte Nelson Mandela a amanecer con el nombre de Bux Bunny. En Nunca Jamás las personas no sólo cambian de nombre, sino que también cambian de vivienda todos los días. Un día te puede tocar vivir en el Castillo de Nunca Jamás, donde todo es lujoso y cómodo. Y al día siguiente mudarte a la Casita de la Pradera donde se vive sin luz y apartado de los demás… Igual, nadie tiene siempre el mismo trabajo en Nunca Jamás. Un día se puede ser zapatero, al otro día hombre de negocios, y al tercero payaso...

21


En Nunca Jamás, sólo hay una regla: “no se puede repetir la misma vida al día siguiente…” “¡Qué bueno es vivir en Nunca Jamás!”, se decía a si mismo Mahatma Gandhi. A él, como todos le conocían ese día, vivía en la calle y siempre mantenía las ganas del mañana, donde podría transformar y cambiar la realidad de hoy. Una tarde, estaba reflexionando acerca de la realidad de Nunca Jamás, en la que siempre todo puedes lograr, por lo que una disparatada idea pasó por su cabeza, ¿sería una locura o una ilusión? De repente, quiso que todos los habitantes de Nunca Jamás comenzaran a entender que “uno más uno no son dos”. Ese día cualquiera, Gandhi antes de darse cuenta, ya era Albert Einstein, así que comenzó a recorrer las no calles de Nunca Jamás con aire de sabio científico, algo loco y divertido, para comunicar a todas las personas con las que se cruzaba, que había encontrado la fórmula con la que “Uno más uno…ya no eran dos”. Ante esto, nadie podía resistirse a saber la respuesta, era entonces cuando Einstein les proponía lo siguiente: “Hagamos un intercambio, dime cuánto quieres que sean uno más uno y yo te doy la fórmula”. Pasó todo el día intercambiando fórmulas por sueños, fábulas, ilusiones, historias, cuentos y hasta poemas…Así de la suma simple se llegó a la locura de los sueños, pero no cualquier sueño, sino los que se hacen realidad a través del intercambio. Desde ese día en Nunca Jamás…”uno más uno es todo lo que cada persona quiera intercambiar”

22


Uno más uno Jennifer Carabalí

C

uenta la historia que en un pueblo muy solitario sucedían las cosas más extrañas, pero sólo por las noches, mientras que por el día todo parecía normal. Cuando anochecía se podían escuchar llantos, en ocasiones risas y ¡también fuegos pirotécnicos!, pero cuando la gente salía a mirarlos no había nada. Los escuchaban, pero no los veían y entonces, preferían esconderse en sus casas porque les daba miedo. En cada cumpleaños de cada niño y niña que vivían en el pueblo, al lado de su puerta amanecía un regalo con juguetes maravillosos y por esto, los niños y niñas eran los únicos que no tenían miedo. En ocasiones, los padres preferían deshacerse de los regalos porque temían que les fuerana robar a sus hijos o hijas, pero no funcionaba, los regalos seguían apareciendo cada año en la puerta de las casas. Los adultos decidieron tomar medidas

23


y contrataron a un tipo que se hacía llamar “Chimú”. Él era un tipo elegante, interesante, que a las chicas impresionaba, “parecía un ángel”, solían decir ellas y aunque los hombres no pensaban igual… lo contrataron. Su tarea sería averiguar qué era lo que estaba sucediendo en el pueblo. Después de unos días todos esperaban respuestas, pero este hombre no había conseguido nada. Lo que pasaba en el pueblo no tenía explicación, así que no insistieron más sobre lo que todos querían averiguar. Los niños y niñas gritaban de alegría y se reunieron en la plaza del pueblo a murmurar. Todos comentaban lo bueno que era que ese Chimú se hubiera ido para que no descubriera el secreto. Entonces uno de los adultos los escuchó y exigió una respuesta de los niños, los cuales asustados decidieron contar lo que sucedía, pero con la condición de que no fueran a decir que no era verdad o que se asustaran. El pueblo se reunió en la plaza y todos los niños y niñas comenzaron a silbar de manera que casi ni se escuchaba y… ¡de repente, uno a uno empezaron a aparecer seres muy pequeños! Los adultos asustados comenzaron a murmurar y los niños y niñas les explicaron que eran sus amigos. Que esos seres les hacen regalos en sus cumpleaños y solo les piden un intercambio: los juguetes y muñecas por amistad y compañía. Con el paso del tiempo los duendes y todas las personas del pueblo crearon un banco, pero uno muy especial era “Un banco del trueque”. Y desde entonces se intercambian sueños por sonrisas, ilusiones por canciones… y todas las personas de los alrededores acuden a este pueblo del trueque a aprender que “uno más un intercambio, puede ser todo”.

24


Claro de luna Alma Campo

C

laro de Luna es una niña de siete años, que desea fervientemente que no haya niños y niñas en las calles, pues le da mucho pesar verlos pedir limosna en los semáforos cada vez que va con su papá de camino del colegio. Un día, a su regreso a casa en el carro de su papá, vio un niño con las ropas rasgadas, carita sucia y sin zapatos. Inmediatamente le tocó un brazo a su padre indicándole que se detuviera. El papá asustado frenó y le preguntó: ¿qué te pasa hija? Ella con una carita muy triste le contestó: ¿Papá no viste ese niño?, pobrecito, mírale la ropita y está sin zapatos... Tras un largo silencio, el padre le responde: sí hija, así es la vida. Tú al menos tienes padres, casa, colegio, mascota, debes ser agradecida por ello. Estos son niños abandonados, que no tienen un hogar e incluso a muchos, los padres los mandan a pedir limosna. Claro de Luna se quedó reflexionando y le pidió a su padre llevar el niño a casa para darle de comer. El padre enojado le

25


dijo que no, le explicó que podía ser peligroso porque nunca se sabe quién o quiénes puedan estar detrás del menor. Aún así, la insistencia de Claro de Luna y los lloros que la acompañaban, hicieron que su padre aceptara a regañadientas. Claro de Luna, quien siempre había querido un hermanito, se bajó del carro a toda prisa, casi antes de que su padre pudiera acabar la frase. Fue donde estaba el niño y se paró frente a él. Para entonces, el padre de ella un poco asustado se bajaba también del carro. La pequeña, situada frente al niño, le preguntó con una gran sonrisa: ¿Quieres ir conmigo a mi casa?, te lavaré la carita y comeremos juntos, además si quieres podemos jugar un rato. El niño quedó perplejo, estaba tan sorprendido que lo único que hacía era mirar a la niña. Tras un momento, en el que el Mundo pareció detenerse, él le extendió una mano, indicándole que sí quería ir con ella. Claro de Luna lo sujetó y salieron corriendo a donde estaba el papá, quien no salía de su asombro Al llegar a la casa de Claro de Luna, el niño entró y sus ojos miraron con sorpresa ese lugar tan bonito. Él nunca había tenido un hogar, pues siempre había vivido en la calle. Lo que más le llamó la atención, más que los muebles, la limpieza del lugar, los colores, las plantas, el olor o lo amplias que eran las habitaciones… Fue el hecho de recibir un abrazo afectuoso de una señora que allí se encontraba, ya que lo único que había recibido hasta entonces, era desprecio y unas cuantas monedas para pasar el día. Esa señora era la mamá de Claro de Luna. Tras este primer contacto, la niña le llevó por toda la casa mostrándole cada lugar y al terminar el recorrido, le preguntó si quería quedarse con ella ahí a vivir. La mamá, que esta-

26


ba observándoles, al escuchar lo que la niña le decía, se enterneció e inmediatamente fue hasta ellos y le dio un abrazo al niño sin decir nada. Mientras, el padre de Claro de Luna pensativo, se fue nuevamente en el carro. El niño y Claro de Luna jugaron, comieron y al cabo de unas cuantas horas, se quedaron dormidos en la casa después de un largo día. Cuando el padre llegó ya estaba oscureciendo, se acercó a s su esposa y le preguntó si el niño todavía continuaba en la casa. Ésta no le contestó, sino que le agarró muy suavemente y lo llevó a la sala, donde los niños se habían quedado dormidos cogidos de la mano. El padre se conmovió al ver aquella escena. A los pocos minutos el marido, le dio un paquete a su esposa, que muy emocionada lo abrió rápidamente y vio que dentro, había dos mudas de ropa completas para el niño. Ella le abrazó y le dijo al oído: ¡¡¡Quedémonoslo!!! Aquí con nosotros no sufrirá más. El Señor confundido le dijo que eso no le parecía tan fácil, que podían meterse en problemas, que el niño podía tener familia y que estuvieran preocupados, que no sabían si querrían que se quedaran a vivir con el niño... Ella sonriéndole le dijo que no se agobiara, que hablaría con la familia del niño y que en caso de que quisieran, se encargaría de hacer los trámites pertinentes. El marido no pudo resistirse más y emocionado por la idea, abrazó a la mujer. En la cena, mientras el niño seguía en la habitación de Claro de Luna, los padres aprovecharon a hablar con la hija y darle la noticia para conocer su opinión. Ésta feliz los abraza y le dice que les promete no pelear con él y que lo cuidará como si fuese su hermanito.

27


Al día siguiente, Claro de Luna se despierta temprano y va a buscar al niño, pero no lo encuentra. Asustada va corriendo a la habitación de sus padres, quienes no dudan en levantarse de un salto y ayudar a su hija a buscar al niño, pero parece que es tarde. El niño, se ha ido. Desde ese día, Claro de Luna comprendió que a los niños no se les trata como a un perrito nuevo. El cuidar a un niño de la calle es un proceso largo y difícil, que nunca puede llevarse a cabo sin tener en cuenta las necesidades reales y deseos de cada niño o niña. Ahora, Claro de Luna es una excelente trabajadora social, tiene una fundación, a través de la cual, con la ayuda de colegas, amigos y familiares, consiguió crear una casa para niños y niñas de la calle. Y de esta forma poderles preparar para ser niños y niñas adoptivos. Así uno más uno, no son dos, sino muchos sueños, realidades transformadas, sonrisas y cambios

28


Uno más uno Sonia Giraldo

E

n un lugar llamado “Tierra Linda” habitada Pepito, un chico que apenas sabía leer y escribir. Cierto día, aburrido de los quehaceres diarios quiso salir de la rutina y embarcarse en un viaje de aventura. Salió de su casa muy temprano esa mañana despidiéndose de su madre y su padre, quienes sabían que, Pepito era una persona muy soñadora, que buscaba lo que quería para hacer realidad sus sueños. Se subió en un barco con rumbo a lo desconocido, a lo lejos se podía ver el mar con el sol escondiéndose, una vista maravillosa. En su viaje conoció a Agustín, un marino de 10 años mayor que él que parecía tener muchas experiencias que compartir. Un día, Agustín se sentó con todos los compañeros de viaje y comenzó a contarles que en cierta ocasión los atacaron, les destruyeron todo y los dejaron atados y golpeados por un mal entendido. Así pasaban los días contado historias, a las cuales Pepito ponía bastante atención, pues de todo aprendía. Con Agustín

29


pasó mucho tiempo, es más, se hicieron tan amigos que Pepito no tuvo ni que buscar sitio donde quedarse, ya que éste le ofreció muy amablemente su casa y compartirla con su familia. María, la esposa de Agustín, era muy joven, tenía un rostro angelical que enseguida llamó la atención de Pepito. Veía en ella a una de sus hermanas menores y a Rosa, su pequeña hija de 3 años. Con el paso de los días, Pepito empezó a imaginar sitios a los que quería ir, pero no él solo, así que le dijo a Agustín que lo acompañara a esta travesía por el mundo. Fueron a desiertos, a lugares nevados, a grandes y frondosas selvas, a sitios que cada vez que uno los conocía, lo llevaban a pensar que la vida era demasiado corta para poder disfrutar de todas aquellas maravillas. Pepito de alguna manera pensaba que habían sido creadas para que él se deleitara con su belleza. Ya transcurridos 15 años de viajes y aventuras con Agustín, Pepito se preguntaba que habría sido de la vida de su familia… Y quiso regresar a casa para allí compartir sus experiencias y vivencias con quienes quería. A su regreso lo esperaban ansiosamente sus padres y sus hermanos, habían hecho una gran fiesta para celebrar el regreso de Pepito, que por tanto tiempo se había ausentado de casa. Festejaron toda la noche y con el nuevo día una nueva idea llegó a la cabeza de Pepito, quien creyó que así como el había contado con la fortuna de poder conocer otros lugares, podría hacer una agencia turística gratuita para niños y niñas con escasos recursos. Después de muchos años, Pepito descubre que con su sueño pudo y puede hacer feliz, no solamente a un niño o niña, sino a muchas familias. La limitación de Pepito de no saber leer ni escribir, no importó a la hora de cumplir su meta y hacer realidad de uno más uno el sueño de muchos.

30


Uno más uno Trinidad Anguita

N

o le estaba prestando mucha atención mientras hablaba, pero cuando de repente se calló, sentí un silencio mortífero. Me hizo ser consciente de que ya había anochecido y que no había muchas estrellas que pudieran guiarnos de vuelta a la bahía. Me di cuenta de que su voz, grave y profunda, me había arrullado durante horas como a una niña; y su gesto, sereno y maduro, me había hecho sentir plena confianza en él. Ahora ambos nos encontrábamos a la deriva en la mitad del mar, con la convicción absoluta de que esa noche oscura iba a ser para recordar el resto de la vida. Siempre y cuando el destino nos brindara la posibilidad de recordar, de vivir un resto de vida más. Hugo tenía una edad indefinida entre 60 y 70 años, era el administrador del hospedaje donde me estaba quedando. Llevaba ya diez años cuidando el agradable, pero aislado hotelito al lado del mar, sin más ni más compañía que la de

31


un perro viejo y achacoso. Era abril, una época del año poco frecuentada por turistas, con lo que el único cliente del hotel desde hacía un par de meses, era yo. Fue muy amable desde mi llegada, además entendió desde el principio que yo buscaba un poco de tranquilidad y soledad, con lo que respeto mis espacios de silencio sin crear situaciones incómodas. En alguna ocasión, él me invito a un café para conversar, pero yo estaba demasiado metida en mis cosas y no me sentía con ánimo de hablar ni escuchar cosas banales y mucho menos profundas. Así que, sin parecer descortés, rehusé todas las invitaciones que en esas primeras semanas me hizo. Llevaba dos semanas en Punta Huina, me había recomendado el lugar un amigo chocoano que había estudiado conmigo. Necesitaba un lugar apartado y solitario para olvidar todo lo que había pasado con Julián ese último año. Además necesitaba avanzar todo lo posible en la tesis doctoral que estaba escribiendo, ya que apenas me quedaban dos meses para entregarla. Siendo así, había pedido todas mis vacaciones en el trabajo para poder dedicarme en exclusividad a darle los últimos retoques. Era sábado y como había logrado dormir bien la noche anterior, me levanté de buen humor y con energía así que, decidí salir a pasear por la zona. Pregunté a Hugo si podía acompañarme a una playa llamada “La amistad”, pues Pablo mi amigo chocoano, me había hablado muy bien de este lugar. Hugo sonrió y sin mucha demora, nos pusimos en marcha por un camino irregular que atravesaba la selva. Caminamos 3 horas entre árboles, sobre el barro, apenas sin palabras, pero cuando llegamos, aunque exhaustos por el calor, estábamos pletóricos (el camino había sido precioso). Entonces Hugo, sacó dos cervezas frías de su morral y empe-

32


zamos a reírnos al unísono con la complicidad de un padre y una hija. En el camino de vuelta conversamos animados sobre algunas anécdotas graciosas y me contó que existía un lugar, incluso más mágico que la playa “La amistad”, a 4 horas en lancha. Decidimos ir a visitarlo el próximo sábado, así yo podía descansar un rato del trabajo tan intenso de la semana y él podría probar el viejo motor de su barca. Esa semana no hablamos mucho, seguimos respetando nuestros espacios aunque de vez en cuando, nos dedicábamos una sonrisa de complicidad que rompía un poco el hastió de mi tristeza. El sábado por la mañana me despertaron los ruidos que venían del garaje, no estaba de humor para pasar todo el día paseando en una panga. Y aunque tuve deseos de declinar la oferta para visitar “Playa del sol”, al ver la cara de Hugo tan feliz, decidí seguir adelante con el plan e intentar disfrutar del viaje. Llevamos comida, bebida en abundancia para pasar el caluroso día y nos llevamos a Trosky el perro, con nosotros. Hacia un día radiante y el camino de ida se hizo muy corto y agradable. El lugar que visitamos realmente era hermoso, aunque pudimos disfrutarlo poco tiempo ya que tuvimos que irnos apresuradamente porque el cielo se empezó a encapotar, síntoma de que podría haber un gran aguacero. Llovió mucho nada más embarcarnos, pero afortunadamente la tormenta duro poco y en vez de tener miedo nos pareció divertida la anécdota. No sé si fue la lluvia o la soledad acumulada de los días anteriores lo que me puso nostálgica. Empecé a pensar en mi familia, en lo lejos que estaban de mí, en lo injusto y duro que había sido papá juzgando mi

33


relación con Julián, en lo sola que me había sentido hasta llegar a Punta Huina. No le estaba prestando mucha atención cuando hablaba, pero cuando se calló sentí un silencio mortífero que me hizo ser consciente de que había anochecido y que no había muchas estrellas que pudieran guiarnos de vuelta a la bahía. Me di cuenta de que su voz grave y profunda, me había arrullado durante horas como a una niña y su gesto, sereno y maduro, me habían hecho sentir protegida. Le abracé de repente, no sé si por el miedo a la oscuridad y a estar perdida o porque por primera vez en mi vida sentía que no me juzgaban, que no me exigían, que me dejaban sentir y ser lo que era yo. Hugo me miró con los ojos vidriosos y con voz quebrada dijo: “GRACIAS”. Del resto, me acuerdo vagamente… Llegamos a puerto después de algunas horas y a pesar del frío, del oleaje, de la oscuridad, no sentí miedo. Quizás, porque desde hacía mucho tiempo era la primera vez que no me sentía sola o tal vez, porque era la primera vez que pensé y sentí que uno más uno puede serlo todo.

34


Uno más uno Humberto Rodríguez

E

sta es la historia de una persona que era muy egoísta con su familia y con alguno de sus amigos, pero también con él mismo. Un día, se preguntó si era posible cambiar su egoísmo, así que para encontrar respuesta decidió salir de viaje haciéndose esta promesa: “no volveré a casa, si no veo un cambio positivo en mi vida”. Entonces, llenándose de valor salió de su casa sin decir nada a nadie, solo dejó una nota a su familia con dos palabras: “os quiero”. Viajando por el mundo llegó a varios lugares importantes, preguntando si allí lo podrían ayudar, pero todos le decían que no. Hasta que un día, llegó a un pueblito llamado “CHIPI CHIPI”. Llamó a una de las puertas de una casa de aquel pueblo y nadie acudió a abrirle, así que decidió golpear en una y otra puerta, pero se dio cuenta que no había nadie, que estaba solo. Se sentó en un viejo sillón a pensar

35


en sí mismo y en todas las cosas que había hecho para ayudar a los demás. En un momento sintió un calor que le cubría su cuerpo y una voz que salía del fondo de él y le decía: “ánimo, tu puedes hacerlo”. Él pensaba que estaba delirando del hambre, tomó aire y preguntó “¿quién está ahí?”. Sin hallar respuesta alguna, se concentró en lo que pensaba y otra vez escuchó aquella voz que le decía “¡ya casi lo logras!”. Nuevamente preguntó “¿quién anda?”, y entonces recibió una respuesta: “soy tú conciencia… ¿Mi conciencia?”, se preguntó. “¿Pero qué quieres de mí?” La voz le contestó: “solamente que me respondas una pregunta, ya que formo parte de ti” Sin darse cuenta, nuestro amigo hablaba solo y contestó: está bien pregúntame... La suave voz pregunto: “¿quién soy yo?” Él dándose cuenta de la importancia de aquella pregunta se respondió: “soy una persona que ha cometido muchos errores con quienes me han querido ayudar”. Nuevamente la voz le dijo: tu respuesta está bien y estás a tiempo de hacer algo. Entonces, recordándose la promesa que se hizo antes de partir, concluyó que si las personas no estuviéramos siempre pensando en uno más uno y escucháramos nuestro interior, veríamos más allá del “uno más uno, son dos…y entenderíamos que no es nada sin los demás”

36


Uno más uno…. Oona Sales

C

uenta la leyenda que hace mucho tiempo, cuando los hombres aún creían en los derechos humanos y en la responsabilidad social, uno más uno sí eran dos. Mucho ha llovido desde entonces y mi tatarabuela aún recuerda esa época feliz de cuando ella era niña. Me cuenta que nadie valoraba lo que tenía: las libertades, el amor, los derechos con sus obligaciones Ahora todo es diferente. Cuando escucho sus historias me doy cuenta de cuán necios fuimos. Un día, en cualquier lugar del mundo, allá donde sucedía cualquiera de esas guerras absurdas como el conflicto árabeisraelí, la guerra civil somalí, el conflicto interno de Birmania o el conflicto armado en Colombia, entre muchos otros, un muchacho quedó dentro de un helicóptero de combate derribado junto a su amigo y vecino de la infancia. En éste, permanecieron encerrados durante largas horas, horas vera-

37


niegas. Horas llenas de olor a óxido intenso producido por el pasar del tiempo y la lluvia. Horas que una tras otra, cada vez se hacían más insoportables de vivir allí adentro. Los muchachos al principio ni se dieron cuenta de su encierro. Pasaron un sinfín de horas jugando allí adentro, los dos a solas, con su poderosa imaginación perdidos en medio de una ilusión de soldados, balaceras y triunfos. “RATATATAN” gritaba uno, “Enemigo Derribado”, gritaba el otro. Todo era pura diversión y complicidad hasta que, uno de los dos empezó a sentir que sus tripas rugían como un león. Tenía hambre y allí no había llevado nada para comer. Se acabó el juego, y al intentar salir se dieron cuenta que la puerta estaba atrancada, no podían irse. Allí esperaron largos momentos a que alguien viniera a rescatarlos, pero nada, nadie paseaba por esos lares. A cada minuto que pasaba se quedaban más en silencio, ya casi ni se miraban y a duras penas intercambiaban algunas palabras. Así pasaron las horas, una tras otra. Los muchachos, esas dos personas que hasta entonces tanto habían compartido, estallaron en cólera por desesperación. La guerra que antes habían librado en común en contra de los enemigos, se había trasladado al interior del helicóptero haciéndolos enemigos el uno del otro. La incomunicación que sufrieron les llevó a volverse auténticos desconocidos y a pesar de estar sentados tan cerca y haber sido vecinos tantos años, aún así, los hacía un par de desconocidos. El resultado, el mismo que en toda guerra. Nadie ganó, todos perdieron todo, su futuro, el placer de oler una flor, el goce de abrazar a sus papás, el sentir la caricia de sus hijos perdieron para siempre sus vidas. Y no sólo ellos perdieron, sino que también sus familias, sus amigos, sus compañeros

38


y el mundo entero. Porque esos dos muchachos, la sabiduría que adquiriría el uno más la del otro, iba a ser la cuna de la creación de la solución de todos los males. Así pues, el mundo quedó condenado desde ese momento al declive, ya que nadie más estaba destinado a conocer esa sabiduría. Sólo la complementación de esos dos muchachos podía alcanzarla. Desde entonces, la energía que reina en el universo y que unos llaman Dios, otros Buda, otros Yave; decidió que la lógica de que uno más uno es igual a dos, no era cierta. Y siendo coherente con la realidad de ese momento, se decidió que a partir de entonces “uno más uno seria cero”.

39


Diana Paola Flórez

T R U E Q U E

rabajo con el cual iniciamos una travesía de conocimiento de nosotros mismos edes que nos permiten abrir nuestros lazos de responsabilidad social, solidaridad y amistad nidad para proyectarnos y lograr un mismo objetivo comunitario

xperimentar a través de un cristal, la vida de otras personas uizás no logre cambiar el planeta, pero….

n mundo, el mundo de las personas que me rodean, mi mundo se ha enriquecido

star dispuesto a empezar cada día dando todo lo bueno de mí e intercambiar sueños


Uno más Uno Darlín Mosquera

E

n cierta ocasión, en una finca de Villavicencio, se encontraron un par de compadres. Uno tenía más comodidades que el otro, el que era más pobre le pidió el favor al otro de que le prestara algo de dinero, ya que se encontraba sin trabajo y tenía que darle de comer a sus hijos. El otro compadre se negó a ayudarlo. Ante esto, el otro angustiado y preocupado, salió a caminar mientras pensaba en qué hacer y de pronto, se tropezó con una oveja que se encontraba atrapada en unos arbustos. Él la liberó y la espantó para que se fuera, pero ella no quiso irse de su lado. La oveja agradecida se fue con él hasta su casa y allí, se dio cuenta de la armonía y el buen ambiente que en este hogar se disfrutaba, era muy diferente al que ella conocía. La oveja salió a correr y cuando regresó a la casa venía con una oveja más y al poco tiempo, sin saber de dónde, em-

41


pezaron a llegar una más una, más otra y así el compadre, que no tenía nada que darle de comer a sus hijos, obtuvo un buen trabajo al vender la lana de las ovejas y de esta manera consiguió todo lo que su familia necesitaba. Fue así que sin querer, le dio un ejemplo de vida a su compadre que siempre fue un tacaño y codicioso y que por ser así, un día su familia, uno a uno se fueron yendo hasta que quedó solo. Cuando descubrió la amargura de la soledad, acudió a su compadre el pobre, para que junto con su familia lo acogieran y le brindaran compañía. Estando allí se dio cuenta de la felicidad y tranquilidad que había en ese hogar. Y poco a poco el compadre rico fue cambiando su forma de ser, hasta que decidió que toda su riqueza la iba a compartir con todas las personas del pueblo y fue entonces cuando uno más uno se fueron haciendo más unidos y vivieron en paz, amor y amistad por siempre.

42


Uno Más Uno y Otro Más Johanne Álvarez

E

n su bicicleta con tiras de colores en los manubrios, Juanita, de pantaloncitos cortos con rayas y círculos, llega a la casa de los abuelos de Carla y hace sonar la bocina de su bici. Carla, con su caminar pausado, sale con sus sandalias romanas, camiseta blanca y un pantalón corto de fondo de flores. Saca su bicicleta rosada, sube a su perrita Barbie en el canasto, y ambas se van bajo un sol veraniego de febrero. El calor no baja de los 36 grados, pero los primeros vientos de febrero, ya entrando en marzo, refrescan el día que comienza a las nueve de la mañana para un par de niñas que no pasan de los doce años. Hacen un alto frente a los más de diez árboles de naranjas, que inclinados dejan caer sus frutos, casi a punto de dañarse. En medio del calor de verano y el polvoriento camino que han recorrido, las dos niñas se miran y sin pensarlo más, deciden que esas naranjas deben tener un futuro más refres-

43


cante y menos indigno que terminar en un costal de basura que al final va a parar en el basurero del pueblo. Regresan exhaustas y agarrándose de la raíz de una planta decorativa, suben a un árbol de mango, que no es más que su casa imaginaria a la que ellas llaman “La Casa de Mango”. - “No puedes subir a la casa, los perros no suben árboles, te quedas abajo y cuidas las bicis”, le aclara Carla a Barbie, su perrita inseparable. La pequeña Barbie, una perra de origen no muy definido entre pequinés y desconocido con un colmillo por fuera de la jeta que no le permitía cerrar completamente sus pequeñas fauces. Finalmente, Barbie se acuesta a dormir en la pata del árbol, no antes sin darse su espulgada respectiva. El árbol ofrecía ramas frondosas y tupidas de hojas, lo cual facilitaba que Carla y Juanita se imaginaran que cada rama era una habitación privada, con baño y vista a la ciudad, a la selva de Tarzán, al lago de los cisnes blancos, a los Alpes Suizos de Heidi o al mar tropical con palmeras, ¿y por qué no? a la nieve que, la única que la conocía era Carla. De repente, oyeron el salomar de uno de los más de diez trabajadores que construían una hermosa casa cruzando el puente. Son aproximadamente las 10:00 de la mañana, el sol no perdona y los trabajadores se toman su tiempo de descanso. A través de las exuberantes ramas de la Casa de Mango, las dos niñas observan detenidamente lo que hacen los trabajadores: unos toman agua, otros comen frutas, pero todos tienen algo en común, se ven con sed, una sed especial. Carla y Juanita encuentran una razón suficiente para darle un destino digno a las naranjas, si es que a los doce años se tienen razones suficientes o adultos que entiendan razones suficientes de niñas de doce años. Carla se apresuró a explicar: “Recogemos las naranjas del patio de Güello (nombre cariñoso que le tenían a su abuelo Tito),

44


las pelamos, las exprimimos y hacemos chicha de naranja, la vendemos y nos hacemos ricas”. -“Sí, tendremos plata para comprar pepitos, ositos, duros, ¿pero tu abuelo si nos dejará?”, fue el interrogante de Juanita. -“Yo le cuento a Güello y le digo que antes vamos ayudar a limpiar el patio de todas esas naranjas, no te preocupes amiga, todo está bajo control”, terminó diciendo Carla en un tono de total seguridad, pues ella conocía muy bien a Güello y sabía cómo convencerlo. Notaron que a pesar de que se esforzaran, el tiempo no les alcanzaría para llevar a cabo semejante proyecto económico, así que llamaron una vez más a su gran amigo Javier. En épocas atrás, Javier solía compartir casi su total tiempo con ellas, pero con el pasar de los años se dieron cuenta que a Javier ya le aburría jugar, él se había “vuelto grande”, como dicen los adultos. Sin embargo, atendiendo lo que se conoce como experiencia de años, buscaron a Javier y le contaron todo el plan: la recogida de las naranjas, la pelada y exprimida, la mesa que sacarían para poner los recipientes con la chicha o jugo, la olla donde estaría el preciado líquido, los vasos, el precio de cada vaso de chicha, las tapas de ollas para la publicidad y finalmente llegaron al tema crucial, la repartición de los dividendos. Javier, tras escuchar atentamente, les explicó que en un “comercio justo” todos invierten y todos ganan, así que las tareas debían repartirse entre todos. Al otro día a las 9 de la mañana, se reunieron los tres y Carla, como dándole inicio formal a una sociedad laboral expresó: “De ahora en adelante seremos: uno más uno y otro más”. Y así procedieron a lo planeado. Recogieron las naranjas, las cortaron por la mitad, las exprimieron, le agregaron el agua y el azúcar, alistaron los vasos, los cuales fueron sacados de la casa de ambas familias; en una cartulina deste-

45


ñida y con letra un poco torcida escribieron: “Chicha a $10”. Pegaron el letrero a la mesa y la pusieron frente a la entrada de la casa de Juanita y de los abuelos de Carla. Ya siendo casi las diez y treinta de la mañana, y en medio de la calma del pueblo, tomaron un par de tapas de ollas y empezaron a retumbarlas una contra otra y afinando la voz en cuello gritaron: “CHIIICHA DE NARANJA A DIEZ CENTAVOS, CHIIICHA DE NARANJA A DIEZ CENTAVOS !!!” Los trabajadores de la construcción de la casa vecina no se hicieron esperar y poco a poco, bajo el ardiente sol de verano, se acercaron a comprar su chicha de naranja. En el aire se escuchaba el murmullo de los vecinos. Se oía decir: “¿Qué es esa bulla?”, “Chirres de miércoles que se llevaron las tapas de las ollas”, “Pelaos escandalosos”, “Oye Rosana, asómate a ver sin son los árabes vendiendo sábanas”; “Doña Gladys, la niña Carla se llevó los vasos del almuerzo”; “Rejo es que hay que darles a esos chirres”, y así sucesivamente los adultos de la cuadra vieron interrumpida su calma. Pasados quince minutos, la venta había finalizado, recogieron las ganancias y Javier contó cada moneda que habían recibido porque su función era la de cajero, responsabilidad que había ganado por su fama de ahorrador. Repartió los dividendos en partes iguales y cada uno terminó con 50 centavos en el bolsillo, lo que significaba una gran riqueza. Así transcurrieron dos días, entre recogida y exprimida de naranjas, que el agua, que el azúcar, que los vasos, que el repique de las tapas de las ollas y la repartida de las ganancias. Al tercer día, reunidos uno más uno y otro más decidieron dar por terminado el negocio y no volver a vender más chicha de naranja. En sus vidas había otras responsabilidades, muy seguramente más importantes como la de ser niños y niñas. Sin embargo, viendo que tanto sus clientes de la construc-

46


ción, como algunos vecinos ya se habían acostumbrado al repique de las tapas de ollas y a comprar el dulce elíxir de las naranjas y servirlo a la hora del almuerzo, uno más uno y otro más, tomaron la decisión de que la que fuera una pujante empresa de chicha de naranja, debía cerrar con dignidad y dejar así un buen recuerdo a sus clientes. Nuevamente se reunieron, recogieron naranjas, las exprimieron, les agregaron el agua y el azúcar, pusieron la mesa, el letrero que ya no aguantaba un día más, y nuevamente retumbaron el par de tapas que ya estaban casi que dobladas, y se escuchó a grito herido: “¡¡CHIIICHA DE NARANJA GRATIS!!¡¡ CHIIICHA DE NARANJA GRATIS!!!” La primera en llegar con su jarra de vidrio templado fue la abuela de uno de los de uno más uno y otro más, Doña Gladys, mejor conocida por sus nietos como Güelli y cuyo esposo era Don Tito propietario y dueño de las naranjas y quien nunca pidió regalías por el lucrativo negocio. Sucesivamente se fueron acercando la Señora Cecilia, que tenía un papá de casi 100 años que contaba historias de la Guerra Civil; Margarita, que era la “nana” de un par de niños hijos de un extranjero, además de asear la casa que era de dos pisos, tenía que cuidar un perro, un gato vagabundo, un caballo y tres chivas locas que se le metían a la casa y se comían las flores del jardín de la patrona. Del otro lado del puente, se escuchó la voz de una mujer, que con sus grandes caderas y su caminar meneado se apresuró acercarse a la cerca y gritó: -“Mirta apúrate, que no nos quedemos sin chicha para el almuerzo, porque son de las naranjas de mi hermano Tito, y esas son de las buenas, jugosas”, recalcó Doña Judith, hermana de Don Tito alias Güello y cuñada de Doña Gladys alias Güelli. Poco a poco, se fue viendo el fondo de la olla que antes rebozaba de chicha de naranja. Con el último vaso servido se

47


iba también el sueño de ser empresarios o algo parecido, todo terminó allí. La normalidad llegó con los días siguientes. Contrario a esto, uno más uno y otro más se dedicaron a lo que mejor sabían hacer: jugar. Y lo demostraron con cuánto juego se les ocurriera, al fin de cuentas, esa es la única responsabilidad que tienen los niños a esa edad: ser niños. Hoy, los árboles de naranjas ya no existen, la Casa de Mango ya no está, las bicicletas fueron a parar a una chatarrería y no queda grisma de su color rosado. La perra Barbie está en el cielo de los perros, ese que nos inventamos los adultos con alma de niños. Güello o Don Tito ya no cuida sus naranjos, ni sus mangos, ni hace carpintería, está en el cielo, no sé si se ve con Barbie, pero tengo la casi certeza que está sentado en una mecedora con su pantalón gris, su guayabera perfectamente planchada, su sombrero y en medio de su bigote bien cortado, una sonrisa de esas que solamente él solía compartirnos. La casa de los vecinos finalmente fue terminada, allí vivió una bella princesa llamada Isia, con su príncipe inglés Jeff Alan Moss y sus dos hijos de color de piel diferente. Los constructores se fueron hacer otras casas, a tomar chicha de naranja a otros pueblos. Catalino la O dejó de salomar y Doña Cecilia no volvió a comprarle sábanas a los árabes desde que se enteró que la marca que le vendían era ACANNON, y no la marca original que se conseguía en el mercado. Doña Judith, casi con 90 años encima, decidió un día no recordar más. Sin embargo, no existe ser humano sobre ese pueblo que no la recuerde a ella. Más de veinte años después de acontecidos estos hechos, todavía los vecinos recuerdan que Carla, Javier y Juanita, llamados “uno más uno y otro más”, en medio de sonidos de tapas de ollas, bendijeron con risas y jugo de naranjas dulces una comunidad que sobrevivía a un verano de 36 grados.

48


Uno mas uno… Camilo Ramos

H

ace mucho tiempo, en un lugar no conocido con cosas desconocidas, estaba Uno; quien pasaba la mayoría del tiempo solo porque era Uno. Y cada día que pasaba se preguntaba: ¿Por qué tantas cosas, lugares y belleza sólo para uno? En el transcurso del tiempo, Uno decidió emprender un largo e intenso viaje para encontrar otro Uno, así que preparó su equipaje y salió a la aventura. Después de recorrer caminos inciertos, lugares insólitos, luchar contra vientos infernales, olas de calores, cruzar desiertos y atravesar los océanos, viajar muy, muy pero muy lejos… Tras esta cantidad de sucesos, se encontró con algo inimaginable, algo con lo que no era capaz de reaccionar o asimilar…Se encontró consigo mismo, seguía siendo él mismo, sólo Uno. Cansado de la soledad tan arrolladora que se comía su vida segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora,

49


día tras día… Se quedó profundamente dormido, dejando en su memoria la imagen y el pensamiento de sólo Uno. Pero mientras dormía, ocurrió algo inesperado, su sueño le mostraba un lugar, que durante el trayecto de su viaje no había visto todavía y en ese inigualable lugar había Uno, el cual se encontraba solo, solitario, porque era tan sólo Uno. Despertó sorprendido por aquella señal, cuando comenzó a saltar de alegría y a preparar nuevamente su equipaje para de nuevo viajar y viajar… hacia aquel lugar que le indicaba su sueño y para encontrarse en cualquier momento con Uno. Durante este viaje, el cual tomó con más tranquilidad y alegría, encontró aquel lugar desconocido que había visto en su sueño, pero estaba totalmente desolado. Buscó debajo de las piedras y en mil lugares, ya casi sin ilusión, sintió un respiro en su oído derecho que le hizo sentir un suave cosquilleo en el estómago. Se puso muy nervioso y se le entrecortaba la respiración. Después de unos segundos decidió voltearse y así fue que Uno encontró a otro Uno, pero este Uno era muy diferente a él. Tenía larga cabellera, un olor a flores, labios carnudos y deseosos, ojos brillantes que parecían dos luceros, como los que había visto en una oscura noche de soledad que ya había vivido varias veces de manera repetitiva. Sintiendo haber visto un ángel, cerró sus y ojos y en medio del llanto exclamó: “gracias, gracias mundo porque me han dado la oportunidad de terminar con la soledad y al fin poder compartir todo con otro Uno”. Ellos pasaron juntos mucho tiempo, pero al cabo de nueve largos meses sucedió, sí, apareció de la nada Otro… Y desde allí se ha descubierto que Uno más Uno son Otro ó Tres.

50


Venga y le cuento el cuento del trueque… Marcela Bedoya

Muchos dirán que es pasado y cosas de los antiguos intercambiar productos sin poner un precio fijo, Sin embargo, aquí miramos que no solo es un producto que se ve y que se palpa, sino que es un intercambio de beneficios que puede ser hasta del alma. Venga y le cuento mi amigo, qué es lo que podemos hacer. “Yo te doy y tú me das” para un trueque así tener; Puede ser una sonrisa o la enseñanza de algo que tú puedas compartir con mucho gusto y encanto. El niño de mi vecina iba a la biblioteca a realizar sus tareas, pues la idea es que su rendimiento no esté lleno de mareas. Y a cambio de este servicio, una plantica ya trae para adornar los espacios que se encuentran en el parque.

51


¡Ay, mi señora querida no tengo con qué pagarle!, Es lo que se escucha de muchas madres y padres, sin saber que un buen trato a sus hijos pueden darles. Es una forma de trueque que sin reconocerlo puede ayudarles. Oiga, y qué puedo hacer si es que me aburro en mi casa después de llegar del colegio todo me quita la calma Y por qué no participar en un grupo juvenil, ¡aprendiendo de liderazgo sí te puedes divertir!

Óigame usted vecina, qué es lo qué pasa en su casa que sus niños lloran mucho y esto sí que los desgasta; Venga y se desahoga que yo la puedo escuchar y una buena solución de aquí puede resultar. Este joven ya acabó su estudio en el colegio Tiempo libre sí que tiene pero ¿en qué lo está invirtiendo? Con cosas productivas, motivantes para él, que haga trueque por su estudio y un apoyo puede haber; Sí que tiene habilidades y es ejemplo a seguir de los niños que lo ven, tiempo quieren compartir. Doña María no tiene quien le cuide a sus pequeños, tiene que ir a trabajar para ganar un sustento; Puede ser que en “sala cuna” sus niños puedan cuidar y por este servicio al ropero puede aportar. Intercambia una sonrisa, un abrazo, una caricia, un buen trato para todos, mil momentos de alegría, unión, comprensión, carisma...

52


Interesarse por uno sin importar nadie más, ni los de tu alrededor con los que convives más, es un acto de egoísmo. Si fuese al contrario, crecerías como persona, pudiendo así aportar al crecimiento de una gran Comunidad Óigame, ¿sí sabía que siempre hay algo pa´ dar y que no necesitas que esto sea material? Un consejo, un saber, una risa, un compartir, una mirada, un oír; No te inhibas ni deprimas pues dar mucho. te puede hacer feliz. Te sirve lo que yo tengo, me sirve lo que posees, Y ¿ por qué no intercambiamos y así hacemos un trueque?. ¡Anímate a utilizar el verbo del trueque!:

Yo truequeo, Tu truequeas, Ella y el truequean, Nosotros truequeamos, Vosotros truequeàis Ellos truequean Y así, el trueque se convierte en nuestro Diario vivir.

¡¡¡Te invitamos a que truequees Y asi mismo seas feliz!!!!

53


Jacqueline Moreno Buscaron muchas formas de emprender un largo viaje que les llevara a la pura matemática y poder aprender que la suma es mucho más que un igual. Ellas y ellos que se desprendieron de lo alto de las nubes, donde el mundo se ve de otra manera, para dejarse caer en estas tierras colombianas, para contagiarse de la diversidad de sueños, luchas y muchos soles por compartir. Aquí están, allí siguen y cada día son más personas volando en la rueda de esta espiral llamada Laudes Infantis … Infinitamente gracias…


Un día cualquiera Jacqueline Moreno

U

n día cualquiera, de camino a “La montaña de las flores”, llovía y llovía A mí me gusta ver la montaña, pero solo podía verla desde abajo. Desde aquí, se veía una nube gigante allá arriba en el cielo cargada de agua -eso creo yo-, eso dice mi abuela y también la tía de mi amiga. Ellas dicen que las nubes se forman por la cantidad de agua que primero, está aquí en la parte de abajo de la tierra y luego, se convierte en vapor por el calor y suben, suben hasta el cielo. Allí hacen una casita de nubes y se quedan a vivir hasta que un día se convierten en agua y ¡“zassssssss”! Caen en la tierra, en las calles, en los bosques, en tú barrio o en mi vecindario, en los techos de las casitas de las montañas ¡sí, esas casitas que están hechas con telas de colores y muchos metros de plástico! Un día que llovía mucho, mucho y caían trocitos de hielo, mi amiga “La negra” y yo, que me llamo Ana María, estábamos jugando en mi casa. A mi amiga “La negra” le gustaba

55


vivir en la montaña, en las casitas de viento y techos de telas de colores. Y yo no podía contarle a “La negra” si tenía techos de colores porque nunca vi los techos de la mía. “La negra” ese día tenía que irse para su casa y no podía porque llovía muchísimo. Entonces a mí se me ocurrió una gran idea... ¡Uyyy, sí que era una gran idea! -¡Negra, Negra!, tengo una idea, ¿Sabes qué?, si recogemos una taza completa de trocitos de hielo y les echamos azúcar, nos podemos pedir un gran deseo. Nos acostamos en el sofá de la sala de mi casa y cuando despertemos ese deseo será una gran realidad ¡Dime!, ¿quieres, lo intentamos?,” hágale”, no tengas miedo. ¡Es fácil, ya tengo el azúcar, voy por la taza y al patio a buscar trocitos de hielo! Esa tarde la niña Ana María y su amiga “La negra”, recogieron todos los trocitos de hielo hasta llenar por completo una gran taza plástica de color amarillo. Tomaron bastante azúcar y la echaron encima de los trocitos de hielo. Se miraron a los ojos y Ana María dijo: Negrita, amiga mía, cierra los ojos y pida un deseo con todas tus fuerzas. Yo voy a hacer lo mismo. Cuando abramos los ojos ya no podemos hablar nada, comeremos en silencio todos los trocitos de hielo y luego nos acostamos en el sofá. A “La Negra” le pareció muy buena idea, así que las dos niñas cerraron los ojos y se concentraron todo lo que pudieron. Cada una pidió un gran deseo, un deseo muy grande e importante. Al rato, abrieron los ojos y comieron todo, todo hasta el final. Incluso, hasta un poquito de agua de los trocitos de hielo que ya se estaban derritiendo. Luego se tomaron de las manos y se fueron dentro de la casa de Ana María, se acostaron y se quedaron muy, muy dormidas. Tan dormidas que ya no se dieron cuenta de nada .

56


Ana María había pedido un gran deseo y “La negra” otro más grande y difícil de cumplir ¿Qué sería lo que pidieron?, ¿y por qué ya no estaban juntas?, ¿será que comieron muchos trocitos de hielo?, ¿se quedaran dormidas para siempre? Después de que pasaran meses y años, muchos años, en una ciudad muy grande llovía muchísimo, como aquel día en que esas dos niñas Ana María y su amiga “La negra” se quedaron dormidas muy dormidas. En la puerta de una casa había una mujer sentada en una banquita de madera. Era muy mayor, tenía alrededor de cien años, su cabello era totalmente blanco y muy largo, lo lleva en dos trenzas. Tenía una falda larga de muchas flores de colores y unos zapatos de rayas blancas y negras, llevaba puesta una blusa con muchos puntitos de color plateado y una gran ruana roja. Estaba ahí en la puerta de su casa y hablaba o contaba una historia de las nubes a un grupo de niños. Historias que hablan de que un día, dos niñas comieron la magia de la lluvia y desde entonces, todos los deseos se pueden cumplir Esta mujer nadie sabe cómo se llama, pero siempre sonríe y cuenta muchas historias de magia y sueños. Todos la llaman “Negra” por su color de piel. Al otro lado de esta ciudad tan grande, al pie de la montaña, donde se dibuja con pinceles de colores, donde la lluvia se puede tocar sin salir de la casita y desde donde se pueden ver los techos de telas de colores, hay otra mujer .Ella sale para cantarle a la lluvia y baila cuando el viento sopla y sopla, hasta que hace que toda su casita pueda bailar con ella. Dicen que esta mujer llegó a esta montaña cuando era pequeña, nadie sabe su nombre ni si tiene familia. Todos cuentan que ella le canta a los techos de colores y habla de

57


trocitos de hielo mágicos, que uno más uno es igual que intercambiar sueños. Al parecer alguien la visita cuando hay tormenta y caen trocitos de hielo. Es otra mujer que vive en la ciudad, al otro lado Y juntas comen trocitos de hielo con azúcar Eso dicen.

58


E

n nuestros bancos del trueque comunitarios, hay mil y una formas de hacer trueque y éstos que llegan, aunque parezcan de un cuento o imaginados, son los trueques de nuestro día a día con las Comunidades de la Fundación Laudes Infantis.

• Yo quiero hacer un trueque, quiero ser profesor de educación física en la escuela infantil y a cambio, quiero participar en el grupo de percusión (Un niño de 5 años) • Yo llevo 60 años sin dientes, mi trueque por los dientes es ayudar dos días a la semana en la construcción del parque comunitario • Por el almuerzo en el comedor comunitario doy talleres de música los sábados • Quiero aprender a leer y escribir, mi trueque es ser coordinadora de la biblioteca • Nunca fui al cine, mi trueque por ir, es hacer algo cada semana para compartir con mi esposa • Me capacitaron como empresario, mi trueque es ayudar en todas las actividades comunitarias • Me ayudaron a construir mi casita, mi trueque es ayudar en la mano de obra de otras casitas • Llevo a mis hijos a la guardería, mi trueque es ayudar un día en la semana en el cuidado de los bebés de la guardería • Me dan beca para la Universidad, mi trueque es ayudar en la parte administrativa de todo


• Soy gerente del banco del trueque, mi trueque es visitar comunidades donde podamos compartir la metodología del trueque • Soy empresaria de ropa y mi trueque es dar talleres de costura • Me dan beca para mis estudios, mi trueque es compartir historias y trovas con nuestros abuelos de la comunidad • Me ayudan con mi panadería, mi trueque es hacer pan comunitario • Mis hijos participan en todas las actividades de la comunidad, mi trueque es divertido, visitar las familias y tomar café con ellas • Me ayudan con el estudio de mis hijos, mi trueque es dar un taller de canto “aunque no se cantar” • Puedo asistir a los talleres de los grupos artísticos, mi trueque es dar clases de futbol • Tenía un mal día y me escucharon toda la tarde, mi trueque es pasar una hora en el parque con mis hijos • Ayudo a soldar las puertas y ventanas por el préstamo para mi negocio • Antes trataba mal a mis hijos, mi trueque fue hablar cada día media hora con ellos • Por el almuerzo, ayudo en las huertas comunitarias • Por la construcción de mi empresa, participo y ayudo en todas las actividades generales de la comunidad


Y ahora ¿qué dicen nuestras Comunidades? • Hoy sueño y ayudo a soñar • Canto y soy feliz dando talleres de malabares • Enseño a leer y escribir, me enseñan a ser parte de una comunidad • Ya no golpeo a mis hijos, aprendemos a compartir • En mis estudios me va muy bien, mis padres están felices • Soy artista y me gusta el teatro, antes nunca soñé con eso • Sonrisas por abrazos • Trabajo de huertas por semillas • Lectura de cuentos por mi almuerzo • Reciclaje por biblioteca • Limpieza de las calles comunitarias por mi estudio • Antes hablaba mal de las personas de mi Comunidad, ahora soy la “relacionista pública” • Las calles de mi Comunidad están limpias • Podemos jugar todos y todas en el parque • Cuando me visitan, visitan mi Comunidad • Estoy orgulloso/a de vivir donde vivo • Somos un ejemplo para muchas Comunidades Somos una Comunidad sostenible, tenemos: empresas, comedor, biblioteca, ludoteca, parques, escuela infantil, huertas pero sobre todo mucha, mucha alegría y ganas de seguir creciendo y

…. Desde que llego el trueque a nuestras vidas todo cambio…




Financiado por:


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.