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NUMERO 9 SUMARIO Andrés Gonzalez-Blanco, ' Los Poetas de América.-·-J. Restrepo· Rivera, Dulce Tl'isteza.-Guiller010 Valencia, Mis Votos.-Eugenio D' Ors, Jllnio.-Alby Cavatini, Rimas del Alma.-Gabriel Miró, Parábola del Pino.-Aurelio Zaldívar, El alma de la Hora.-Fernando González, Meditaciones.-José A. Silva, Futllra.E. Díez-Canedo, Watteau.- «Panida» .
. Imprenta EDITORIf\L Medellin. ©Biblioteca Nacional de Colombia
"PANIDA" REVISTA QUINCENAL DE LITERATURA V ARTE
REDACCION: Libardo Parra León de Greiff Teodomiro Isaza Ricardo Rendón J. Restrepo Olarte Rafael Jaramillo A. Eduardo Vasco G. Bernardo Martínez Félix Mejía Jorge Villa C. José Manuel Mora V. José Gaviria T. Fernando González CONDICIONES:
Suscripción a la sel'ie de seis números (un tl'imestre) Un número . . . . . . . . . . . . . . . . .
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;. 1.20 Cuarta página de la cubierta ::; 1.00 Una página interior ~ 0.50 Media página interior 8 0.30 Un cuarto de página interior Avisos por una serie tienen 10 % de descuento. Agentes: 15% sobre lo que recauden.
PARA TODO lo relaciol)aoo
la Revista, oirigirse a naestras Oficil)as, EDIFICIO CENTRAL N.o 26. COI)
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P.~NIDft FELIX MEJIA A. DIRE.CTOR
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LO q Poetas de América ANDRÉS GONZALEZ-BLANCO
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n punto interesante y para mí nuevo trata Blanco Fombona en su inyeresante prólogo a este libro reciente (1). Es el relativo a la penuria de la vida literaria en los países de América y a la exigüidad con que se retribuye la producción de los escritores. «El escritor, en la América hispánica, necesita de ocupación suplementaria para vivir. La actividad intelectual no reporta lo suficiente para librarse a ella por entero. Esa ocupación suplementaria suele acaparar las mejores energías de un hOlnbre, por donde lo suplementario viene a ser, en definitiva, el arte.» (Prólogo, LXXVI.) Esta afirmación, nueva para mí, me consuela, porque yo creí siempre que la escasez de recursos para la congrua sustentación era privativa de España, donde la canalla editorial, mezquina y deleznable, paga judáica y villanamente el trabajo intelectual, que para ellos tiene un valor mediocre, y la otra canalla, la canalla periodística, sustenta por conveniencia la .pseudo-idealista opinión de que el escritor no debe vivir de su trabajo ... sino del aire. Porque todos convienen en que el escritor no sirve para ne.da más que para escribir, y sin embargo, todos son a negarle los medios para vivir de su pluma. Se quejan y se conduelen hoy los escritores de su mala retribución material y del escaso pago que se da a sus ¡trabajos; pero confesemos que en esto como en todo, hemos ganado mucho con el progreso de los tiempos. Hoy cualquiera se sentía ofendido en su dignidad de caballe(1) Antología de los Poetas modernistas americanos, con un ensayo acerca del 'lnodernismo en América, por R. Blanco Fombona. (París. Casa Editorial Garnier Hermanos.)
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"PANIDA" REVISTA QUINCENAL DE LITERATURA Y ARTE
REDACCION: Libardo Parra León de Greiff Teodomiro Isaza Ricardo Rendón Rafael Jaramillo A. J. Restrepo Olarte Bernardo Martínez Eduardo Vasco G. Félix Mejía Jorge Villa C. José Manuel Mora V. José Gaviria T. Fernando González CONDICIONES:
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n punto interesante y para mí nuevo trata Blanco Fombona en su interesante prólogo a -este libro reciente (1). Es el relativo a la penuria de la vida literaria en los países de América y a la exigüidad con que se retribuye la producción de 10s escritores. «El escritor, en la América hispánica, necesita de ocupación suplementaria para vivir_ La actividad intelectual no reporta 10 suficiente para librarse a ella por entero. Esa ocupación suplementaria suele acaparar las mejores energías de un hOillbre, por donde 10 suplementario viene a ser, en definitiva, el arte.» (Prólogo, LXXVI.) Esta afirmación, nueva para mí, me consuela, porque yo creí siempre que la escasez de recursos para la congrua sustentación era privativa de España, donde la canalla editorial, mezquina y deleznable, paga judáica y villanamente el trabajo intelectual, qu.e para ellos tiene un valor mediocre, y la otra canalla, la canalla periodística, sustenta por conveniencia la- pseudo-idealista opinión de que el escritor no debe vivir de su trabajo ... sino del aire. Porque todos convienen en que el escritor no sirve para n&da más que para escribir, y sin embargo, todos son a negarle los medios para vivir de su pluma. Se quejan y se conduelen hoy los escritores de su mala retribución material y del escaso pago que se da a sus ,trabajos; pero confesemos que en esto como en todo, hemos ganado mucho con el progreso de los tiempos. Hoy cualquiera se sentía ofendido en su dignidad de caballe- . (1) Antología de los Poetas modernistas americanos, con un ensayo acerca del 'Ínodernismo en América, por R. Blanco Fombona. (f>arís. Casa Editorial Garnier Hermanos.) )
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ro si un editor le ofreciese, comú el conde de Arundel ofreció sI primer impresor y traductor inglés Caxton,-de cuyas oficinas salieron los primeros volúmenes de mérito impresos en el Reino Unido,-jun gamo en invierno y \ otro en verano! por acabar de traducir la interminable Leyenda Aurea. Y cuando el trabajador se fatigaba, excitábale el aristócrata con el espejismo de su promesa!. .... No pretendo yo que se reuueven aquellos angelicales tiempos, porque la vida es muy dura y exige dinero_ y hay que vivir. Mas, dentro de las condiciones de la vida moderna, yo suplicaría al esóritor que pusiese menos interés crematístico en sus trabajos... . Algo hemos adelantado en este orden, ¿quien lo duda?, en España como en todos los demás países; algo, sí, pero tan poco, que sólo la altivez de emperador que cada español lleva dentro permite al escritor de lengua castellana seguir, perseverante y tenaz en su trabajo intelectual, solo para la posteridad, haciendo más aplicable a él a que otro hombre alguno la antigua y admirable divisa: Fluctuat nec mergitut...(<<Fluctúa, pero nO se sumerge»). FIN
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DULCE, T·R ISTEZA J.
Restrepo RIVI:Rft
Fueron mis pasos tras 'de sus huellas por mue has sendas deseonoeidas, anduve tánto, que las estrellas vieron las rosas de mis heridas.
Desde la aurora hasta el oeaso, por las montafias y los aleores inquirí a todos los que hallé al paso por el ensueño' de mis amores.
floy, fatigado de la jornada, los ojos húmedos, los pies sangrando, haeia atrás vuelvo sin hallar nada. de 10 que fuera mi amor buseando.
Donde antes hubo rosas earnales van engarzándose las espinas, eomo se engarzan a los juneales los almos telos de las neblinas . .
V sin embargo, yo no quisiera para mis penas tierra de ' olvido. , .. iflay más dulzuras en esta pena que en euantos goees he eonoeidoI
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MIS VOTOS (f{tJPCIAL)
Que en tenue lluvia caigan péttilos de orquídeas raras y azahar para mullir la esquiva senda hacia un país que hay más allá .... en cuyo cielo-azul y rosase ostenta el brillo matinal que siempre anuncia un sol que llega, nunca el dolor del que sel va. Si la pareja va entre bosques, sea por tiempo primaveral, cuando los árboles son búcaros y riega aromas su piedad, y por doquier alternen nidos rJon alondras que digan su afán, y fluya en diáfanos cristales para sus bocas un panal. Que si divagan cerca a un lago, surja del fondo especular su fresca imagen cual si fuese la de un Narciso en doble faz, sin que al volver, vencido el dta, al compasivo manantial retraten sus ondas la injuria que nos deja el tiempo falaz. Mas si el Destino les impele a navegar y navegar, broten delfines como remos para la azul inmensidad, y bandas lleguen de palomas, y aves de nieve y vuelo audaz a entretejer la vela lzeróica que hienda el lomo de la mar. Púberes grupos de sirenas acudan a verlos pasar, en sus rosados caracoles trinando un aire pasional; mientras los astros en la altura -heraldos de la Eternidadarrebolen esas dos frentes, de luz y de serenidad .
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Que si el dolor sus almas hiere, llegue entre un ritmo musical: en las sonatas de Beethoven, en los acordes de Tristán; y si una angustia les tortura reflejen el ' mohín, no más, que dieran a Amor sorprendido, los Boucher y 103 Fragonard. ¡Vibren los sistros, vuele el cántico, arrullen flautas de cristal! ¡.Guía sobre el piélago moroso tus gemelos, Felicidad! Detrás seguzrán mil gaviotas, recogiendo con dulce afán los pétalos que se desprendan de la corona de azahar.
***
En tanto, yo busco en la orilla. un sitio que supe alcanza/': lo forma una blanca escollera do rompia sus iras el ma.r; un ciprés en el fondo se yergue, cuyas ramas me vieron llorar, y en mí arraiga, columna supérstite . del algún Pal'lenón ideal. Desde allí con el pecho herido po/' la flecha de un rec.uerdo audaz, miro al esquife pe/fum ado: El y Ella ... vienen ... y se van ... Alzando mz mano sangrienta, ante la muda inmensidad, le digo a la dulce pflreja: ¡Vivie/, ... amad, ... soñad) ... pasad... ! Guillermo VlUlfNCIII
Popayán, Abril 22 de 1915.
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JUNIO EUGENIO
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D' ORS
unio. Calor. Balcones bien abiertos, que dejan subir hasta los nidos de ]os hombres el gran rumor que hacen los hombres en la calle. En el gran rumor que hacen los hombres en la calle hay claras voces de niños. Hay voces de niños también, que ríen la alegría de un juego, al acabar la tarde, y que sólo se unen a las de los pájaros en los jardines del interior de las manzanas .... Cortinas a rayas en el balcón de las viejas casas de Barcelona. Detrás de las cortinas a rayas, se mantiene fresca el agua del cántaro, y la albahaca huele mejor. Junio, Junio de Corpus. Ya presiente, este magnífico jueves de Corpus, desde el flanco violeta de las coli· nas, la retama. La real retama, que ahora es niebla d~ oro entre los pinos, y será mañana lluvia de oro sobre la CustQdia. ¡El paso de la Custodia dora y perfuma todo este mes de Junio! Junio estudioso. La llama inmóvil, cruda, bajo la pantalla verde encendida horas y horas en el cuarto del estudiante. Bajo la luz, enigmática, hostil, la «Lección XLIII», aquella terrible «Lección XLIII», superior a fuerzas humanas ... .mientras tanto viene, de no se sabe dónde, la voz de un piano que canta un vals, y de no se sabe qué lejano cuarto piso, la voz de un fonógrafo, que canta y se aplaude unas malagueñas. En otro cuarto piso, una esbelta figura hlanca emerge misteriosamente de la sombra y se inclina sobre la baranda del balcón .... Junio. Verbenalil y noches de verbena. Noches de verbena en que el amor viste de encarnado. Noche es ahora. Y, a lo lejos, de la negrura, en la negrura, ha subido a lo alto en ágil curva luminosa, y en lo alto se ha desmayado tonante, el primer cohete del fIles de Junio.
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RIM AS DEL ALM A Alhy CAVATINl
En lao noches soledos as Que tienen paz de laguna Se duerme n todas las cosas Como un amor en la luna. y yo me muero de frío En tanta inmovi lidad. ¡Nadie quiere el llanto mío Conver tir en claridad !
Mis flores se marchi taron, Mis avecill as se fueron, Las mujere s me olvidar on y loo hombre s me vendie ron. Por eso me voy muy lejos A mojar otros alcore , A llorar con los reflejos De las tardes y las flores. Peñón, hondon ada y risco, Arroyo s puros y claros, Un alma de San Francis co Quioier a para llamaro s. Admiti d mi compah ía, Creatu ras de mi Señor, Dadme una santa alegría y un inocen te calor. Tomad esta juvent ud Tan dolient e y tan intensa . Que os pide un verde ataúd Tan sólo por recomp ensa. Es que ya mi vida quiero Finar en la serraní a, En un ambien te ligero D1:J dulce melanc olía. y en una tarde in vernal De tintas vagas y esquiv as Conver tirme en un cendal De neblina s pensat ivas.
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Parábola del Pino $
Gabriel MIRO
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l viejo hidalgo D. Luis habia heredado de sus abuelos templanza y sabiduría, algunas hanegas de sembradura y un pinar que empezaba delante de su casona, labrada en las afueras del pueblo, con un pino grande y añoso. Todas las tardes acudían y se sentaban al amparo oscuro y fragante de las ramas los amigos y discípulos de D. Luis. No podían pasar sin verle y escucharle, porque era maestro y señor de todos en la causa de un príncipe desterrado. Como ellos vivían en la ciudad se congregaban a su antojo; decidían cualquier empresa, pero a punto de realizarla se les aparecía, en la memoria, el solitario caballero, majestuoso y dulce. de barbas blancas y copiosas que le bajaban hasta el magno pecho, y calvo y limpísimo cráneo en cuya cima resplandecía la lumbre llegada entre el ramaje del pino. Era fuerza recibir su ·consejo y permiso. ¡Y siempre el árbol endosel:!ndolo como un trono de patriarca! Sentían su pesadumbre y oscuridad; y hasta llegó a parecerles que el entredicho, la aprobación o censura brotaba del ancho y venerable tronco, como la goma de su corteza. Y hé aquí que los fieles amigos del hidalgo le respetaban con grandísimo amor y murmuraban del pino del portal; de modo que, amando al monarca, vinieron a malquerer el trono. Acabado el examen y discernimiento de lo político y lugareño, D. Luis les decía serenan~ente filosofías de mucho donaire y sencillez; y luego dedicaba a su buen árbol palabras de gratitud y alabanza. -Sí, que debe de querer esta sombra compañera- le dijeron una tarde;-pero también le priva de contemplar todo el valle, que es una bendición para los ojos. D. Luis defendió su pino. Para ver el paisaje en su inmensidad bastábale salir del abrigo y umbría de las ramas; así, tenia valle y sombra amiga. Sin el árbol pareceríale su casa demasiado sola, desnuda y como avergozada y medrosa. Y el viejo pino, que semejaba eír y agradecer esta privanza, producía una música de mucho apaciblimiento. I y otra tarde, porqué el hidalgo amonestó a sus amigos con grande severidad, sintieron ellos en su corazón densa y enemiga la sombra del ramaje. Y ya lo aborrecieron como se aborreGe a un hombre. Lo miraron, lo ce· ©Biblioteca Nacional de Colombia
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laron 'ansiosos de hallarle motivo que justificase la malquerencia. Las miradas de los hombres bajaron desde las ramas cimeras a la fuerte raigambre. Vieron en la cercanía otros pinos menudos y ruines, quizás engendrados por el frondoso del portal, y se conmovieron de lástima: Entonces, el más audaz y valido del maestro le mostró los arbolitos recientes y exclamó:-¡Todo el amor es para el viejo, mientras esos pobretes se mueren! Una voz logrera, dijo:-Si lo cortara medrarían los otros, y no faltaría quien se lo mercase por treinta duros. p. Luis se enfureció, se afligió ..,.Mas supo perdonar a los blflsfemos. Fingiendo sumisión y alTeptmtimiento, se fueron los amigos.
*** ¿Que tenía el árbol amado? Amarilleaba, empobrecía su verdor. Vanos fueron los sabios y tiernos cuidados de D. Luis. Desprendióse la pinocha, y el árbol quedó raído, seco, siniestro. Lloró el anciano oyendo los hachazos de los leñadores. En el crepúsculo se derrumIJó todo el árbol, muerto, con estrépito y quejumbres, como si las brisas, furias del vendabal y cantos de aves que en él se recogieran tántos años escaparan gimiendo para buscar otra fronda viva y lozana. . No quiso el hidalgo que partieran el tronco, y entero lo guardó en su inmenso patio, donde gallinas y gorriones lo envilecieron, lluvias lo pudrieron y carcomas lo devoraron ... .. . Lo tocaba suavemente D. Luis. auscultando las pobres entrañas; lo contemplaban sus ojos, ayudados de recia lente, buscándole el mal que lo secara; y el áspero crujido de su aniquilamiento le conmovía dolorosamente. Y al cabo decidiólSe a que un leñador abriera el tronco. Sonó el golpe del hacha astillándolo, desgarrándolo, y el hidalgo apartaba con angustia la mirada, temblándole la voz al preguntar qué iba mostrando la honda herida. y cavando en ella salieron chispas azules, y el hacha se rompió. El leñador y el..JJiejo caballero se contemplaron con granrle pasmo. Luego, investigando afincadamente, vieron un hierro largo y un trozo agudo de pedernal. Dijo el leñador, después 'de larga meditación : -Pues el clavo lo hincaron encendidc ... y si es al pedernal, debieron darle alg\Í1l unto del diablo. D. Luis, la noble barba estremecida de ira, los ojos \
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llorosos de compasión, alzó los brazos y gritó:-¡Me lo asesinaron! Inútilmente llamaban los amigos a la noble casa. No lograban ver a su jefe y maestro. Siempre les decían que andaba por los campos; y D. Luis no salía de su cámara. Pero se recibieron nuevas de que un señor eminente en política y nobleza, llegaba al pueblo para descubrirles y preparar los designios del amado príncipe del destierro; y como el solilarío era el caudillo de los políticos lugareños, y en su casa había de aposentarse al enviado, abrió sus puertas, y con el forastero pasó, también, el olvido de sus querellas. Y es que, aunque sabio , y todo, el buen D. Luis era hombre . .. .Después de la recepción y comida, salieron al arcaico balconaje de la casona. El ilustre enviado miraba con embelesamiento la alegría y feracidad del amplio valle y la valiente espesura del bosque, celebrando el gayo verdor y lozanía de un pinar joven que estaba cercano. Entristecióse el hidalgo, y, con apagada voz, dijo: -Aquí delante había un pino viejo, árbol fuerte, glorioso, que ya protegió los solaces de mi abuelo cuando era infantico ... ¡Y me lo mataron! --Pues desde que se secó-mumuró otro-que medran esos tiernos y han triplicaao su valer, que el grande se chupaba todo el jugo ... -Entonces hicieron bien en matarlo-sentenció el forastero, que también debía de ser sabio.-La Vida ee renueva y perpetúa por el sacrificio de otras vidas, aunque éstas nos parezcan venerables. -¡Que hicieron bien!-gritó angustiado D. Luis. Y no pensaba en su árbol. Sentía dentro de su carne y de su alma herida de pedernal untado y de hierro encendido. Vió a los pinos jóvenes, que parecían sonreír, dorados de sol, y a los amigos-discípulos alborozados, como si bebiesen jugos de una vida poderosa, que era la suya ... Por la noche hizo abdicación de su mando y señorío: bajó al patio y besó el tronco muerto ...
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El alma de la hora Llora el oampo la tristeza de las gamas esfumadas, llora el oampo la belleza que agoniza. Desoladas en lo estéril del otero las rebeldes oontorsiones del sendero se aletargan: oraoiones finge el viento. Del ooaso solo queda sobre el monte anoha herida. oual si un brazo . agrietara el horizonte. Es la hora en que las rosas se adormeoen, y una a una dan sus almas misteriosas "al misterio de la luna que asomando por Oriente la olorosis de su disoo, va nimbando tenuemente la dulzura de un aprisoo. -Esla hora entristeoida. Es la hora misteriosa en que el alma reoogida nonologa silenoiosa.Aurelio ZALDIVAR
MEDIT ACIONES flernundo (jONZIUJfZ VIII
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edita bien, y verás cómo "es preciso que nada se cumpla en tu vida ¡oh soñador! Porque tu alma debe gustar en sueños, intensamente, todos los caminos que te muestre la casualidad. Considera que de una alegría, que en la realidad se©Biblioteca Nacional de Colombia
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ría pequeña, puedes hacer en el sueño un paraíso, y experimentar una gran dulcedum!:>re solitaria. Como riquísimo filón, para cincelar una bella custodia, aprende a trabajar tus pasiones. ¡Y míra que es un intenso placer el ignorar cómo hubiera sido el amor de aquella niña, y el pensar que quizá quitamos a nup-stra alma su pedazo de alegría en el banquete de la vida, al no seguir por aquel camino! Amando una ilusión no querer perseguirla. . ¡Míra que este es un placer digno de solitario! No para toda alma vulgar se hizo esta felicidad amarga. Considera qué placer, el escuchar, allá en tu retiro, cómo lloran tus quereres. Que nada se cumpla en tu vida, y que tu alegría sea dolorosa. Cuando la vida te muestre la entrada de una nueva send a, recoge tus sentidos, purifícalos, y purifica también tu voluntad de todo otro querer, y tu memoria de todo recuerdo, y puestas todas las energías en aquella ilusión, ámala y suéñala hasta que místicamente creas que tu sueño no es sueño, y que tu alma va por ese camino ... Considera que así tus placeres y tus amarguras serán tuyos solamente, interiores, dignos de un asceta. Pero si vas por la vida renunciando al renunciamiento y a los sueños, tus caminos serán tris les, pues to• da ilusión al hacerse realidad es mísera y trae gran aridez al corazón; entonces se comprende que la úuica belleza de J el[a era el manto coloreado del ensueño .
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y cuando estuvo en mitad del lago, se tendió de largo a largo en su barca, diciendo: ¿Para qué imponer mi voluntad al viento? Así mismo, en la vida debes abandonarle a la casualidad. Sólo dolo"es tendrás si pretendes cumplir una l'uta premeditada. ¡Es tan innumera ble e intri:JCado el engranaje de las circunstancias, y b. n corto el alcance de tu entendimiento! Considera que eso de querer imponerte a la vida es una tontería. Imposible es que tu querer coincida con el querer de los otros seres. Míra esa roca! Permanece impasible a las caricias y convites de las olas, y nunca nada le sucede. Al contrario, medita en el leño que se deja su querer, y que amorosamente es llevado de una parte a otra, recorriendo así los caminos invisibles de las aguas. ¡Es tan grande el poder de ' las cosas, en frente de tu poder! Si eres voluntarioso, estarán siempre secas para tí, las ubres ele la vida.
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Es el siglo veintieuatro En una plaza de Franefort Por donde pasa el tren más rápido De Liverpool para Cantón. La multitud que se aglomera De un pedestal al rededor Forma un murmullo que semeja El del mar en agitaeión. ~esuena músiea de Wagner y el estampido del eañón, y entre los hurras populares Sube a su puesto el ora·dor. Es el A1ealde, ~arl fiamstaengel, <Euien preside la reunión. y en el sileneio que se agranda Diee eon monótona voz: «Ciudadanos eompatriotas, ¡SaludT honrad al fundador De la más grande de las obras, De nuestra santa religión. Eterna gloria a su divisa, Eterna gloria al redentor <Eue eon su ejemplo y sus palabras El idealismo desterró. Salud al genio sobrehumano Cuyo evangelio derramó De este planeta por los ámbitos La postrera reve1aeión. ¡Paz y salud a los ereyentesT ¿Cuál de vosotros 10 in voeó Sin sentir instantáneamente Mejorarse la digestión? ¿Cuál en los herói"eos ensueños De entusiasmo y de valor .Al inspirarse en sus ejemplos flo veneerá la tentaeión? ©Biblioteca Nacional de Colombia
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fiá euatro siglos que los hombres Lo proela man únieo Oios; Su imagen ved, su noble imagen, Su im,agen ve dI ... » Un gran telón Se va eorriendo poeo a poeo Oel pedestal al rededor, y la estatua de Saneho Panza, Ventripotente y bonaehón, Perfila el eontorno de bronee Sobre el eielo ya sin eolor . ...
W{1TTEAU @replÍsczlfos vagos, minlÍsczlfos fagos, batelú garantes, amantes rondelú, pastores traviesos, l1lá$ beso$ que amore$, jardil!e,s fo.zanos, fisfziles) fejonos viofzizes, , , , ©Biblioteca Nacional de Colombia
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n Granada, como en tantos otros Jugares de nuestra yerma España, se ha declarado la guerra al ciprés. Al ciprés, al árbol solemne, al único árbol que crece con respeto de sí mismo, que tiene instintos arquitectónicos, que tiene estilo, que tiene verdor todo el año, que tiene poesía toda la vida, le han declarado inútil los de la derecha y los de la izquierda. Un día talaron los cipreses de un cementerio en un pueblecillo porque al cura párroco le parecían tristes, y en vez de los cipreses plantaron acacias, los árboles de casa de baños, de fielatos y de "hermanitas». El reaccionario no quería cipreses. Otro día, Blasco Ibánez me preguntó que por qué pintaba yo cipreses; que eran árboles clericales. El hombre «avanzado» tampoco los quería. Otro día los quitaron de un claustro. Ahora los han quitado de la -Alhambra, en los «calvarios" los dejan morir, en los «cármenes» no 109 dejan vivir, y hoy uno, mañana otro, España se va quedando sin cipreses, y ya no tiene derecho ni a ser cementerio: sólo tiene derecho a ser llanura desierta. A muchos españoles les 'p arecerá que la muerte de los cipreses no tiene importancia. ¡Mueren tántas cosas! ¿Y quien se ocupa de ello? Dejando aparte motivos de estética. de belleza y de poesía, hoy que tanto se le habla a nuestro pueblo de sentimiento patrio, según mi patriotismo, el ciprés tiene tanta importancia que, cada uno que se echa abajo, es una raíz de nuestra casa que se nos arranca. El ciprés, como el campanario, como la cruz de término, como la atalaya, son siluetas que recordamos cuando estamos lejos de nuestra tierra; son piedras miliarias de nuestro patriotismo, señales que definen para nosotros lo que añoramos cuando estamos lejos, que marcan en nuestro corazón las fronteras de nuestros amores mucho más que las cartas geográficas; y si cuando al volver a casa, en lugar del ciprés y del campanario, de la atalaya o de la cruz de término, encontramos un árbol vulgar o un llano yermo, cree uno que no llega a su casa y se vuelve desalentado, y desde entonces ya no tiene patria, por más que digan lo contrario banderas y geografías. Por lo tanto, cada ciprés que se va arrancando no es un árbol, es un hombre que se arranca, y hoy estamos tan faltos de ellos, que el que desarraiga uno, sea liberal, sea librepensador, merece-es mi opinión humilde-ocho años de presidio. Santiago RUSIÑOIJ
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oche serena.-Alta y viva paz resplandece en el cielo; la tierra se ha dormído al amor de las estrellas, corre tranquila la brisa a rendirse cansada al amor de los jardines . . . . El alma medita, sueña paraísos infinitos, quiere romper la cÁrcel de materia y volar7"EI poeta sueña y es su sueño delicioso y tranquilo: irá como la brisa a rendirse cansado al amor de los jardines-Si la fuente llora, si el viento susurra en el ramaje, si se refleja Sirius en la fuente; el alma qué dirá? • . . . nada, podrá sentir la felicidad, más no expresarla, es ella tan delicada, y las palabras tan rudas . «Noche serena" de Fray Luis de León, «Noc\re serena»: lejano fulgurar de las estrellas abiertas al amor dé la tierra, alma que se dilata más allá de lo preciso . . . .Los luminares del cielo se encienden, y aparece un nuevo día, pero un día manso, tranquilo, el día del alma talvez. Y el poeta, al silencio de. la' noche musita:
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y digo al fin con voz d.liente:
Morada de grandeza, Templo de claridad y de hermosura, Al alma que a tu alteza Nació ¿qué desventura La tiene en esta cárcel baja, escura?"
y el poeta medita, talvez sueña . . . . Noche serena preñada de silencio, noche ' propicia a los hondos meditares en los jardines interiores, blanca luz de las estrellas abierta. al amor de la tierra.
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osé A. Silva.-Mayo 24.-lioy hace diez y nueve años que el poeta abrió por su propia mano las puertas del Gran Misterio. Fue en el discreto retiro de las confidencias, cuyo ambiente trascendía algo de la. harmonías de perfumes y colores que soñara el artista en el aisl:tmiento de su vida de inadaptado, o, por mejor decir, de incomprendido. Por su mente aún pasaban las nieblas agoreras del chiste que acababa de ironizar finamente en la reunión a que el Destino llevara trece invitados a su mesa; el aire trajo esencias de rosas blancas de Ginebra, de las rosas en que Helena de Scilly Dancourt dejara un día una promesa encendida, símbolo de la vida del poeta, atormentada, en eterno anhelar, en desesperada acción . . . . Voces oídas antes, satánicas y dulcísimas, preludiaron los Noct~rnos; en visiones de opio y de morfina, Ella pasó . . . . y fue el estremecerse la apolínea figl\ra, y fueron los ojos iluminados que buscaron el misterio del más allá en la boca negra del arma amiga; los labios se contrajeron llenos de la infinita sed, y se tendieron las manos en gesto de ' una "desolación incomparable" . . . . Luego, la sangre de las viñas pomposas, la sangre pura, la raza en triunfú de granadas y de rosas, brotó, soberana, llevando la aristocracia de su vida hasta la muerte, a hermanarse con "las rosas rojas de la tapicería», bajo la leve luz rosa de la lámpara . . . . J
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