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MIÉRCOLES 5 DE NOVIEMBRE DE 2014 (Nº 38)

LAS CIFRAS

El Muro de Berlín se convirtió en la frontera interalemana el 13 de agosto de 1961 y dividió el país en dos hasta el 9 de noviembre de 1989.

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Años han pasado desde la caída del muro de Berlín, un evento que cambió el curso de la historia el 9 de noviembre de 1989.

Kilómetros constituyeron la longitud del muro, de los cuales 43 kilometros se encontraban en el territorio de la capital alemana.

ULLSTEIN BILD/VOSTOCK-PHOTO

Aniversario

George H. W. Bush EX PRESIDENTE DE EE.UU.

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Esto no habría sido posible sin la fe de Gorbachov en el derecho a la autodeterminación de los pueblos, es decir, en la libertad de elegir donde cada uno quiere vivir”.

es.rbth.com

Distribuido junto con la tirada de

Se publica en varios idiomas en los diarios The Wall Street Journal, The Washington Post, El País, Folha de S.Paulo y otros El suplemento ha sido elaborado por Rossíyskaya Gazeta, único responsable de su contenido

ENTREVISTA MIKHAIL GORBACHOV

“No podemos enzarzarnos en una nueva guerra fría” EL EX PRESIDENTE DE LA URSS Y PREMIO NOBEL DE LA PAZ RECUERDA LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN, DE LA CUAL SE CUMPLEN 25 AÑOS, Y OPINA SOBRE EL CONFLICTO CON UCRANIA Y LAS RELACIONES ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE “Estoy en contra de cualquier muro” afirma Mikhail Gorbachov, en referencia a la barrera que Ucrania sugirió podría construir en la frontera con Rusia. “No podemos enzarzarnos en una nueva guerra fría”,añade quien fue, como presidente de la URSS, protagonista excluyente, junto con Helmut Kohl, de la caída del Muro de Berlín, acontecimiento del cual se cumplen 25 años el 9 de noviembre. Gorbachov concedió una entrevista exclusiva a RBTH y Rossíyskaya Gazeta, en la que señala que los acontecimientos de 1989, que precipitaron el final de la Cortina de Hierro, se desarrollaron con gran rapidez. “La historia a menudo acelera su marcha y castiga a los que llegan tarde”, sostiene Gorbachov.

El papel decisivo en la reunificación de Alemania lo desempeñaron los propios alemanes. No me refiero solo a las multitudinarias manifestaciones en apoyo a la unidad, sino también al hecho de que, durante las décadas posteriores a la guerra, tanto los alemanes del Este como los del Oeste demostraron que habían aprendido una lección del pasado, que se podía confiar en ellos. En cuanto al carácter pacífico de la reunificación y al hecho de que este proceso no diera pie a una peligrosa crisis internacional, creo que la Unión Soviética tuvo un papel crucial. En la administración soviética éramos conscientes de que los rusos, todos los pueblos de la Unión Soviética, comprendían el deseo de los alemanes de vivir en un solo Estado democrático. También dieron muestras de prudencia y responsabilidad los otros implicados en el proceso definitivo de normalización de la cuestión alemana. Me refiero a los aliados: los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.

Poco antes de la caída del muro de Berlín le preguntaron en una rueda de prensa: “¿Y qué pasa con el muro?”, y usted contestó: “Nada dura para siempre. [...] el muro desaparecerá cuando ya no existan las condiciones que causaron su aparición. No veo aquí un gran problema”. ¿Cómo esperaba entonces que se desarrollaran los acontecimientos? En verano de 1989, ni Helmut Kohl ni yo esperábamos que todo fuera a pasar tan rápido, no creíamos que el muro caería en noviembre. Por cierto, esto es algo que ambos reconocimos después. No pretendo ser ningún profeta.Estas cosas pasan: la historia a menudo acelera su marcha y castiga a los que llegan tarde. Pero castiga con mayor dureza incluso a quienes intentan interponerse en su camino. Habría sido un gran error aferrarse al telón de acero. Por eso, por nuestra parte, no hubo ninguna presión sobre el gobierno de la RDA (República Democrática Alemana). Cuando los acontecimientos empezaron a desarrollarse a un ritmo inesperadamente acelerado para todos, la administración soviética decidió por unanimidad –y esto es algo que me gustaría remarcar– no intervenir en los procesos internos de la RDA y no mover bajo ningún concepto a nuestras tropas de su emplazamiento. Hoy sigo convencido de que esa fue la decisión correcta.

¿Hasta qué punto están capacitados los líderes contemporáneos de las grandes potencias para encontrar una solución pacífica a los problemas de la actualidad y de qué manera ha cambiado en 25 años el enfoque de la geopolítica? La reunificación de Alemania no fue un fenómeno aislado, sino parte del proceso de extinción de la guerra fría. La perestroika y la democratización de nuestro país trazaron el camino a seguir. Sin estos dos acontecimientos, Europa podría haber pasado décadas dividida, en estado de congelación. Y estoy convencido de que habría sido mucho más complicado salir de tal estado.Hay que reconocer que existen amenazas globales; en aquel momento se trataba principalmente de la amenaza de un conflicto nuclear, el cual solo podía evitarse mediante el esfuerzo conjunto. Es decir, hay que volver a sentar las bases de la relación, dialogar, buscar los caminos a seguir para acabar con la carrera armamentística. Reconocer la libertad de elección de todos los pueblos y, al mismo tiem-

¿Qué fue lo que permitió finalmente evitar la desintegración de Alemania y, a su juicio, quién desempeñó el papel decisivo en el proceso de reunificación pacífica?

po, tener en cuenta los intereses del otro, fomentar la cooperación, establecer vínculos, para que los conflictos y las guerras en Europa se conviertan en algo imposible.En estos principios se basó la Carta de París (1990) para una Nueva Europa, un importante tratado político firmado por todos los países europeos, los Estados Unidos y Canadá. Después hubo que desarrollar el articulado, concretarlo, fundar las estructuras necesarias, los mecanismos de prevención y de colaboración. Por ejemplo, en aquella época se propuso la creación de un Consejo de Seguridad para Europa. No pretendo contraponer aquella generación de líderes con las generaciones posteriores. Pero los hechos son los hechos: al final no se creó y el desarrollo de Europa adquirió un carácter unilateral; lo cual contribuyó a su vez al debilitamiento de Rusia en los años 90. Ahora tenemos que admitir que la crisis política europea –y mundial– es una realidad. Una de las razones de su aparición es la reticencia de nuestros socios europeos a tener en cuenta el punto de vista de Rusia, así como sus legítimos intereses en materia de seguridad. Verbalmente se aplaudió a Rusia, sobre todo en la época de Yeltsin, pero en la práctica no se contó con ella. Me refiero, principalmente, a la ampliación de la OTAN, a los planes de despliegue de sistemas de defensa antimisiles y a las intervenciones de Occidente en regiones estratégicas para Rusia [Yugoslavia, Irak, Georgia, Ucrania]. Se nos estaba diciendo, literalmente, que no era asunto nuestro. Todo esto generó un quiste que, finalmente, ha estallado. Mi consejo para los líderes occidentales es que analicen todo esto con detenimiento en lugar de culpar siempre a Rusia de todo. Que recuerden la Europa que pudimos crear en la década del 90 y en qué se ha convertido desgraciadamente en los últimos años. Una de las principales dudas que existen hoy en relación con los acontecimientos de Ucrania es la ampliación de la OTAN hacia el este. ¿No le parece que sus socios occidentales los han engañado en lo referente a los planes de futuro para Europa del Este? La cuestión de la ampliación de la OTAN no se discutió en aquella época. Lo digo asumiendo toda la responsabilidad. CONTINÚA EN LA PÁGINA 2

DANIL GOLOVKIN

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