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MARTES 24 DE NOVIEMBRE DE 2015 (N°33)
La actualidad de Rusia Distribuido junto con la edición de
Viajes ¿Cómo viajar al polo Norte y qué se puede encontrar allí? RBTH les ofrece el diario de una aventurera. Página 4 TATIANA POSPELOVA
Este suplemento ha sido preparado y publicado por Rossíyskaya Gazeta (Rusia), sin la participación de la redacción de El Observador
Literatura La premio nobel 2015, Svetlana Alexiévich, desentraña los mitos del ‘homo sovieticus’
La cronista del fin de la utopía
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A partir de cientos de testimonios rescatados, cada uno de los libros de la autora bielorrusa, nacida en la URSS, trata del pasado reciente y el olvido colectivo MARTA REBÓN ESPECIAL PARA RBTH
El bloque del Este se finiquitó en una dacha bielorrusa. En 1991, y en contra del resultado del referéndum con-
vocado ese mismo año, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia acordaron la disolución de la Unión Soviética con la rúbrica del Tratado de Belavezha. El edificio comunista estaba listo para su demolición, ya no era posible aplicar una nueva capa de pintura para disimular las grietas. Era el fin de una época, pero… ¿el principio de qué? Lo peor del
comunismo es lo que viene luego, dijo a finales de los ochenta el periodista polaco Adam Michnik, porque la gente se ha desacostumbrado a disponer de su propia vida. Para la flamante nobel de literatura Svetlana Alexiévich, el año 1991 abrió un horizonte inusitado.“Todos estaban ebrios de libertad pero nadie estaba preparado para disfrutarla”, puede leerse en
su último libro, El fin del ‘homo sovieticus’. En la obra, que publicará en castellano el 10 de diciembre la editorial Acantilado, se ahonda en ese proceso de ajuste a la nueva realidad. “El pueblo estaba desconcertado. De pronto despertaba en un país desconocido en el cual no se sabía cómo vivir. Los ciudadanos de a pie compraban tres o cuatro periódi-
cos… Estaban atónitos, porqu e e n c a d a u n o s e encontraba una interpretación diferente de los acontecimientos, y nuestro pueblo estaba habituado a que hubiera una única verdad”,explicó Alexiévich en una conferencia de 2003 organizada en México, durante la época en que tuvo que exiliarse de Bielorrusia debido a las presiones del régimen de Lukashenko. Des-
pués de casi siete décadas, la población de una sexta parte de la Tierra se despertaba del letargo. Svetlana Alexiévich ha dedicado toda su obra a desentrañar la estructura interna de ese hombre particular que ella llama homo sovieticus: para unos, un ser trágico; para otros, un pasivo receptor de mitos y propaganda. CONTINÚA EN LAS PÁGS. 2-3
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Literatura
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MARTES 24 DE NOVIEMBRE DE 2015
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LAS LETRAS RUSAS SOBRE LA NOBEL DE LITERATURA SVETLANA ALEXIÉVICH
DETALLES DE UNA VIDA EN EXTINCIÓN VIENE DE LA TAPA
El jurado de la Academia Sueca destacó el monumento erigido con su ciclo Voces de la utopía al sufrimiento y al coraje de nuestros tiempos. De eso trata cada uno de sus libros, hilados a partir de cientos de testimonios rescatados del pasado reciente y del olvido colectivo.
“No soy periodista” En una entrevista de 2014 a Philosophie Magazine, Alexiévich dijo: “Yo no soy periodista, pues no me contento con la mera información, sino que exploro la vida de las personas sencillas, aquello que han comprendido de la vida; pero tampoco realizo la labor de una historiadora, porque para mí todo comienza donde acaba el trabajo de los historiadores: ¿qué pasó por la cabeza de la gente después de la batalla de Stalingrado o de la explosión de la central de Chernóbil? No escribo la historia de los hechos, sino la de los sentimientos”. Desde esta perspectiva, ha investigado el papel de la mujer en el campo de batalla durante la segunda guerra mundial, las heridas físicas y psicológicas de los excombatientes de la guerra de Afganistán y de sus familiares, la ola de suicidios que recorrió la Unión Soviética en los años noventa, la devastación provocada por el accidente de Chernóbil y, en su último título, la adaptación de los exsoviéticos al poscomunismo. “La gente tiene ganas de vivir simplemente, sin grandes ideas. Es algo que nunca había pasado en Rusia, ni siquiera se encuentra a en lla a li literatura rusa”, ex explica en El
fin del ‘homo sovieticus’. Y con todo, advierte, asistimos a un regreso a ciertos valores y retórica del pasado, envueltos en un halo de nostalgia acrítica. Con la llegada de una nueva generación, afirma la escritora, la regeneración no tiene que darse por hecha.“Me he encontrado por la calle a jóvenes que llevaban camisetas con la hoz y el martillo o el retrato de Lenin. ¿Saben lo que es el comunismo?”.
Voces genuinas Desde Winston Churchill no se concedía el Nobel de Li-
teratura a un autor de no ficción. En la obra de Svetlana Alexiévich no nos encontramos con personajes surgidos de la imaginación del escritor, sino que oímos voces genuinas, tras un despojamiento de lo superficial, como resultado de un largo trabajo de escucha. Por eso, la autora define la composición final de su obra como polifonícheski roman-íspoved (novela-confesión polifónica). Cuenta que su interés por la tradición oral germinó en el pueblo de su abuela ucraniana. En los veranos en el campo, la escritora prestaba
atención a los mayores y sus relatos de las hambrunas de los años treinta o de los combates entre partisanos y nazis: “De aquellas historias me quedó cierta desconfianza por la palabra impresa: lo que contaban era mucho peor que lo que se leía en los libros, allí todo se reducía a la victoria de nosotros contra ellos”. Para desmontar esas narrativas épicas de soldados valerosos y sacrificios justificados, Svetlana Alexiévich se dedicó a interrogar sobre los detalles de una vida en extinción —el amor, los celos,
FRAGMENTO
El fin del ‘homo sovieticus’ Nos estamos despidiendo de la época soviética. De una vida que era la nuestra. Trato de escuchar honestamente a todos los que participaron en el drama socialista... El comunismo tenía un proyecto insensato: rehacer al hombre viejo, al antiguo Adán. Y lo consiguió. Quizá sea la única cosa que consiguió. En el espacio de setenta años y pico, en el laboratorio del marxismo-leninismo, crearon una suerte de hombre particular, el homo sovieticus. Unos lo consideran un personaje trágico, otros lo califican de antigualla. Me parece que conozco bien a este hombre, incluso que lo conozco demasiado bien, hemos
vivido juntos codo con codo durante muchos años. Él soy yo. Son mis conocidos, amigos, padres. Durante años he viajado por toda la antigua Unión Soviética, porque los homo sovieticus no son solo los rusos, sino también los bielorrusos, los turcomanos, los ucranianos, los kazajos. Ahora vivimos en Estados diferentes, hablamos en lenguas distintas, pero somos inconfundibles. ¡Nos reconocen enseguida! Todos nosotros, personas del socialismo, nos parecemos al resto de la gente y no nos parecemos: poseemos un vocabulario propio, nuestras nociones del bien y del mal, de los héroes y de los mártires. Tenemos una relación
particular con la muerte. En los relatos que apunto aparecen constantemente palabras que hieren al oído: “disparar”, “fusilar”, “liquidar”, “pasar por las armas” y las variantes soviéticas de la desaparición, como “arresto”, “diez años sin derecho a correspondencia”, “emigración”. ¿Cuánto puede valer la vida humana si recordamos que hasta hace poco morían millones de personas por causas no naturales? Estamos llenos de odio y de prejuicios. Todos venimos de allí, del país que conoció el gulag y una guerra terrible. DEL PRÓLOGO: “APUNTES DE UNA CÓMPLICE”.
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la infancia, la vejez...—, ejercitando el cada vez más en desuso arte de la escucha, ya fuera en Moscú o en Kabul, pasando por Chernóbil. Los testimonios, de una intensidad sobrecogedora, se entrelazan en la mente del lector y esa acumulación construye poco a poco el mapa sentimental de un tiempo pasado cuyo eco todavía reverbera. Contó en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana que cuando acabó de escribir Las voces de Chernóbil, que fue su primera obra traducida al cas-
tellano, entendió que tenía que volver de nuevo al individuo, y así surgió El fin del ‘homo sovieticus’:“Ese mismo individuo soviético cuyo país había desaparecido. La era soviética se esfumó...Vivimos entre escombros, debemos revisarlo todo de nuevo y aguzar el oído hacia lo que dicen las personas. Escuchar otra vez de dónde sacan el valor para vivir”. Marta Rebón es traductora y crítica literaria. Ha traducido El fin del ‘homo sovieticus’ al catalán.
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MARTES 24 DE NOVIEMBRE DE 2015
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La difícil relación entre los escritores rusos y el premio Nobel de Literatura to— pero el acoso al que fue sometido en la URSS obligó al escritor a renunciar al premio. Y en 1965 fue Mijaíl Shólojov, un escritor profundamente soviético, quien obtuvo el galardón (el único otorgado con el consentimiento de los dirigentes de la URSS).
Más de 100 escritores han sido galardonados con el Nobel de Literatura, aunque no existe entre ellos un ganador indiscutible. RBTH recuerda a los candidatos rusos YULIA LÉSHENKO RBTH
Desde principios del siglo XX hay un debate abierto sobre cuál de los grandes escritores y poetas del mundo merece realmente el premio Nobel. Entre otras nominaciones, Alfred Nobel dedicó un punto aparte de su testamento a la concesión de un premio al autor que “creara la obra literaria más destacada de tendencia idealista”. Así fue como empezó todo...
Novedades Publicaciones en español
Alisa Ganíeva, autora de La montaña festiva
WIKIPEDIA.ORG/ CRITIK
Sin mención
RIA NOVOSTI
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Tolstói, nominado cuatro veces En 1901, el primer premio Nobel de Literatura fue otorgado al desconocido poeta lírico francés Sully Prudhomme, lo que despertó la indignación de los círculos literarios europeos. Los escritores e intelectuales suecos llegaron a enviar una carta de León Tolstói en la que manifestaban su descontento con la decisión del Comité del Premio Nobel, aunque en 1901 Tolstói ni siquiera se encontraba entre los 25 nominados. No obstante, durante los siguientes cuatro años, su candidatura fue propuesta cada año, pero el Comité del Premio Nobel y el secretario de la academia sueca, Carl Vincent, no optaron por dárselo. Lo cierto es que Vincent se oponía radicalmente a Tolstói, pues afirmaba que “este escritor ha condenado todas las formas de civilización existentes e insiste en adoptar en su lugar estilos de vida primitivos, aislados de todos los preceptos de l a alta
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1. Grupo de ganadores de Premio Nobel (1965); 2. Iván Bunin junto a su mujer 3. Joseph Brodsky
cultura”. A pesar de que a finales del siglo XIX la literatura rusa era considerada como una de las más destacadas de Europa, hasta el año 1933 —cuando se le concedió a Iván Bunin— ningún escritor ruso fue galardonado con el premio. Nunca fueron nominados Antón Chéjov, tan aclamado por toda Rusia y Europa, el escritor y periodistaVladímir Korolenko, el idealista romántico Alexánder Blok ni el fundador de la escuela del acmeísmo, Nikolái Gumiliov. Entre los candidatos sí apareció en más de una ocasión el nombre de Dmitri Merezhkovski. Se podría llamar plusmarquista de los premios Nobel a este escritor, traductor, historiador y filósofo religioso: desde 1914, hubo ocho intentos de incluirlo en la lista de nominados, hasta que, finalmente en 1937, los académicos adoptaron la decisión de no incluirlo por considerar que“las intrincadas obras del escritor eran meras especulaciones místico-religiosas”.
Una cuestión política Otro de los aspirantes reincidentes fue Máximo Gorki, un clásico tanto de la literatura rusa como de la soviética. El Comité del Premio Nobel rechazó su candidatura en 1918 bajo la opinión unánime de sus miembros de que “las obras anarquistas y, a menudo, bastante crudas de Gorki no encajaban de ninguna manera en el marco de los Premios Nobel”.
Sin embargo, Máximo Gorki volvió a aparecer en la lista de nominados en 1923, en 1928 y en 1930, ocasión en la que se lo acusó de “servir al bolchevismo”, a pesar de que, estrictamente hablando, Alfred Nobel no escribió nada en su testamento sobre la ideología política de los escritores. En 1923, se unió inesperadamente a la lista de nominados rusos el poeta simbolista y excepcional traductor de la lírica europea Konstan-
A fines del siglo XIX la literatura rusa era una de las más destacadas de Europa tín Bálmont, quien también fue desestimado y no volvió a figurar entre los candidatos. En 1930, Thomas Mann, sobrecogido por la epopeya El sol de los muertos, propuso la inclusión de su autor, el escritor y pensador ortodoxo Iván Shmeliov —que por aquel entonces llevaba mucho tiempo exiliado en París— entre los candidatos al premio. Pero los expertos del comité escribieron sobre el autor esta displicente sentencia: “Aunque Shmeliov, verdaderamente, tiene dotes de gran escritor, no ha llegado a serlo”. El siguiente premio se le otorgó en 1958 a Borís Pasternak por su novela Doctor Zhivago —publicada en el extranjero sin su consentimien-
De ahí en adelante, no se puede saber con exactitud qué otras nominaciones hubo, ya que toda la información relacionada con el trabajo del Comité del Premio Nobel se clasifica durante 50 años. Muchos otros novelistas y poetas fueron merecedores, si no de ganarlo, al menos de convertirse en aspirantes al premio Nobel de Literatura: Mijaíl Bulgákov, Andréi Platónov, Leonid Leónov o Alexánder Tvardovski primero y, más adelante, Vasili Belov, Valentín Rasputin, Valam Shalámov, Borís Iskander, Luidmila Petrushévskaya y muchos otros. En los años 60 se rumoreó que Anna Ajmátova había sido designada ganadora del premio. Más adelante, en 1972, el escritor y disidente —previamente galardonado con el premio— Alexánder Solzhenitsin escribió al Comité del Premio Nobel para proponer a Vladímir Nabókov como ganador. Se cree que Andréi Voznesenski —el cual gozaba de gran popularidad en la Unión Soviética y era capaz de llenar enormes salas de lectura de apasionados oyentes— tuvo la oportunidad a finales de los setenta, pero en 1978 se le concedió el premio Estatal de la URSS y el Comité del Premio Nobel se olvidó rápidamente de él. Desde la entrega del premio Nobel de Literatura a Joseph Brodsky en 1987 (ese mismo año se decía que entre los posibles candidatos se encontraba también el distinguido autor clásico soviético Chinguiz Aitmátov) apenas se ha hecho mención de los novelistas y poetas contemporáneos rusos. En 2010 apareció una lista extraoficial de aspirantes en la que afloraron repentinamente los nombres de las poetas Bela Ajmadúlina yYevgeni Yevtushenko, cuya fama llegó más bien en el período de estancamiento; y en 2011 volvió a sonar el nombre de Yevtushenko y el del intelectual ruso número uno,Víctor Pelevin. Nada más se sabe desde entonces. ¿Cómo se concede el premio Nobel de Literatura?, ¿con qué criterios? Muchos creen que hace tiempo que la decisión del Comité del Premio Nobel no está exenta de motivos políticos. Se desconoce si esto es cierto, pero una cosa está clara: sin misterio no existirían ni la literatura ni los premios literarios.
Las obras rusas, rumbo al lector latinoamericano El panorama literario ruso atraviesa por un momento de efervescencia. Sin embargo, las obras recientes llegan con cuentagotas a los lectores hispanoparlantes MARTA REBÓN ESPECIAL PARA RBTH
A pesar del auge de las letras rusas, los títulos contemporáneos y de la segunda mitad del siglo XX siguen escaseando en las librerías de España y América Latina.Y eso, pese a que el universo literario ruso es efervescente en este momento. La actual situación en Europa y Oriente Medio pone de actualidad libros recientes y otros que aún están por llegar a las librerías. En La facultad de las cosas inútiles (Sexto Piso),Yuri Dombrovski expresó la importancia de valores como la cultura, los derechos humanos y la verdad frente a los totalitarismos mediante su protagonist a , u n c o n s e rva d o r d e antigüedades en plena represión estalinista. Su mensaje sigue vigente, máxime cuando todavía está reciente la noticia de la decapitación del arqueólogo jefe de Palmira a manos del Estado Islámico. La problemática de las
fronteras, las crisis migratorias y los fundamentalismos que hoy leemos en los titulares se filtran en las obras de dos jóvenes autores: el moldavo Vladímir Lórchenkov y la daguestaní Alisa Ganíeva. El primero describe en Para llegar al otro lado (Nevsky) las peripecias de los habitantes de una aldea moldava por alcanzar El Dorado, esto es, Italia (“ante los hombres se abría la posibilidad de un trabajo liviano en una obra cualquiera y ante las mujeres, la posibilidad de limpiar la casa de un rico italiano con el que, si hay suerte, todo podría acabar en matrimonio”). La segunda, ganadora del Debut 2009, vuelve al Cáucaso en La montaña festiva publicada recientemente por la editorial Turner, en castellano. En un cuasidistópico Majachkalá se propaga el rumor de que las autoridades rusas planean levantar un muro para aislar la históricamente problemática región del Cáucaso del resto de Rusia. Por las calles de la ciudad deambula el joven reportero Shamil, testigo de las protestas populares y de la imposición por la vía de la violencia de la sharía.
LEÓN TOLSTÓI: EL ARTE DE SER UNA LEYENDA es.rbth.com/38891
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Turismo extremo ¿Cómo viajar al polo Norte y qué se puede encontrar allí?
Una semana en el Ártico: diario de una aventurera
TATIANA POSPELOVA(4)
Tan solo 18 mil personas de todo el mundo se atrevieron a viajar al Ártico. Una de ellas, Tatiana Pospélova, cuenta su experiencia en la tierra de la aurora boreal TATIANA POSPÉLOVA ESPECIAL PARA RBTH
Día 1. Múrmansk La ciudad nos da la bienvenida con una estación un poco desagradable y precaria. El lugar carece de rampas y barandas, y todos llevan las maletas a cuestas. Últimamente a Múrmansk acuden los que quieren visitar la aldea de Teriberka, que se encuentra en las inmediaciones: aquí rodaron escenas de la polémica película Leviathán, de Andréi Zviáguintsev, nominada al Oscar el año pasado. Los lugareños están contentos con el creciente flujo de turistas, pero no con la imagen de la ciudad que da esta película.
Día 2. El rompehielos Nuestro barco lleva el majestuoso nombre “50 años de la Victoria”,en honor al 50º aniversario del final de la segunda guerra mundial. Es uno de los 10 rompehielos de clase Ártico que existen en Rusia. Uno de ellos fue el primero en atravesar las aguas del
polo Norte. Estados Unidos, Canadá y China también cuentan con rompehielos, pero los buques rusos son los únicos que emplean la energía atómica en esta región. Así que se podría afirmar que vamos al polo Norte en una estación atómica flotante. Me pusieron en un camarote con una escritora inglesa que resultó ser extravagante y no parecía estar del todo preparada para un viaje de esta envergadura. Además, le gustaba el capitán del rompehielos. Me dijo que su futura novela se titularía Las aventuras de una degenerada mujer entrada en años y agregó: “Será un libro autobiográfico”. Asimismo, en el rompehielos viaja Felicity Aston, una investigadora británica. En 2012 se convirtió en la primera persona en cruzar el Antártico en esquíes. También organizó una expedición internacional para las mujeres al polo Sur.
Día 3. Atravesando el mar de Barents Primer día en el mar. Cada uno viaja a su modo. Apenas vemos a los marineros, solo de vez en cuando pasan corriendo de un lado para otro.
Su mirada dice que saben de dónde vienen y adónde van. Quedan unas 500 millas hasta la Tierra de Francisco José. Por la tarde vimos sorprendidos una bandada de gaviotas. ¿De dónde vendrían? ¿De Múrmansk o de la Tierra de Francisco José? En el horizonte pudimos observar algunos delfines.
Día 4. Tierra de Francisco José Salí a cubierta y no podía creer lo que veía. ¡Había llegado el invierno! El termómetro marcaba 0 grados y nuestro barco rompió los primeros hielos. No nos habíamos repuesto de la emoción cuando nos anunciaron que a la izquierda podía verse al dueño del Ártico: el oso blanco. Todos los turistas se lanzaron a la cubierta. Este lindo animal, todo ensangrentado, se zampó un bebé foca que acababa de cazar. Se lo comía sin ninguna elegancia, despedazándolo. Esa quizá fue la escena de terror más extraña que había visto nunca.
Día 5. Islas de la Tierra de Francisco José Hoy me despertó la estricta voz del capitán anunciando
una manada de morsas frente a la nave. Eran las 4 de la mañana. Lentamente y con mucho cuidado nos íbamos abriendo paso por las infinitas islas de la Tierra de Francisco José. Las morsas no nos avistaron hasta que el enorme rompehielos no se acercó casi del todo a su témpano de hielo. Después del mediodía tuve la oportunidad de hablar con el capital del buque, Dmitri Lóbusov. Me contó que con 9 años ya quería ser marinero. “Incluso en Navidad, mientras mis amigos se vestían de lobos, yo me disfrazaba de marinero”, se ríe.
Día 6. Polo Norte: en “el techo del mundo” Hoy, traspasados los 2.333 kilómetros, hemos alcanzado “el techo del mundo”, el polo Norte, con las coordenadas 90º de latitud norte. He leído bastantes diarios de investigadores del Ártico y ahora tengo remordimientos cuando pienso en las necesidades y malos ratos que pasaron los primeros en venir aquí. Sin embargo, lo único que yo tengo que hacer es resistir a los mareos. Si me pidieran que dijera un día de mi vida en que fui absolutamen-
Imágenes del rompehielos “50 años de la Victoria”, la turista Tatiana Pospélova y la naturaleza salvaje del Ártico
te feliz, diría que fue el día que pasé en el Polo Norte. Al final del trayecto hay que tirar una moneda al océano y se puede observar cómo centellea, alejándose en la profundidad del agua cristalina.
Parque El Ártico ruso El nombre de Bahía Tranquila le viene por la expedición de Gueorgui Sedov, el primer descubridor ruso del Ártico. Falleció en 1914, cuando tan solo había recorrido una décima parte en su marcha hacia el polo Norte. Actualmente en este lugar se encuentra el parque El Ártico ruso. Esta estación rusa se in-
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auguró en la década de 1930 y ahora la están restaurando. Pero queda mucho por hacer todavía. Por ejemplo, tras el invierno, un oso blanco se encaprichó en quedarse en una de las casas de la vieja estación. No podía entender por qué tenía que abandonar la estación, al fin y al cabo, había sido el primero en acomodarse en ella. En verano el parque ofrece un programa de voluntarios para todos aquellos que sueñan con algo más que conocer estas severas tierras. Lea más en es.rbth.com/542591
El
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diciembre
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