8 MAGACÍN
MAGACÍN 9
30 de agosto de 2015 EL NUEVO DÍA
E
Entrevista
Diosa en las alturas A bordo con Cristina González, la única mujer “Flight Instructor” de Puerto Rico a sus 25 años de edad
ROPA Karen Millen CALZADO Vince Camuto de La Favorita STYLIST Alexandra Ayala
L ROBINSON blanco caracolea por la costa Atlántica a 400 pies de altura sin vacilar. En una espiral elegante, pero ligera. El viento a contratiempo, y el cielo, para devorárselo con sus pocas nubes de algodón. Abajo, el mar chispea más obstinado que nunca en las orillas de la capital, y al volante del helicóptero va Cristina González, la única mujer Flight Instructor de Puerto Rico con 25 años de edad. Y aunque para ella es un honor serlo, dice tener los pies bien puestos en la tierra. “No lo veo como que esté “rompiendo” absolutamente nada. Es emocionante poder ser algo “diferente” en mi país, pero esto es realmente mi sueño. Y se cumplió. Mi única meta era volar”, revela. González se obstinó con la aviación cuando tenía 11 años. Una película -Pearl Harbor- bastó para enamorarla y descubrir a tan corta edad, su objetivo de vida. “En mi familia no hay ningún piloto, así que ellos pensaron que era una fiebre. Pero yo estaba segura. Quería ser piloto de las Fuerzas Armadas. Seguí con la idea pero me matriculé en la universidad porque no sabía cómo acceder a los estudios de aviación, hasta que mi mamá me dijo un día: “vamos a Isla Grande; para definir bien cómo tomarás este rumbo”. Entonces comencé pilotando aviones, y cuando estaba volando uno, me aburrí. Saqué la licencia, pero de pronto me dije: no quiero estar mirando sólo nubes. Y seguí evaluando opciones, hasta que un primo me orientó sobre adquirir mis licencias y hacer una maestría en pilotaje de helicóptero en Arizona, Prescott”. Y así comenzó la travesía que la ha mantenido en las alturas durante los últimos años. En los cielos, y despegada de todo lo que suene a rutina, a repetición y a calendarios sistemáticos. “Yo nunca me he visto trabajando en oficinas. Saber que dentro de esta carrera, mis días podían ser una aventura, fue otro de los factores que me impulsó,” agrega. “El saber que puedo maniobrar en una nave, despegar de manera vertical, girarla y controlarla, es quizá lo que más me seduce. Un dominio del espacio que me empodera y que me hace sentir que soy capaz de todo”, dice con orgullo comedido. Once mil pies de altura han sido el tope, y los Robinsons, sus animales favoritos para escalar hasta los celestes. Volar es lo más que le gusta de su carrera. Su satisfacción mayúscula -aparte de la aventura que esto signifique a diario. Un deleite que le hace sentirse completa, plena, capaz. Muy capaz. Es ser dueña de su tiempo y dominar su espacio, pero a la misma vez, es dejarse llevar. Toda una paradoja. “Nunca sabes qué va a pasar. Los aeropuertos son impredecibles. El mes pasado volé 50 horas, pero varía de acuerdo a mis días y clientes. Ese tiempo, para el tamaño de la Isla, es bastante. Cuando el día está soleado y en sus mejores condiciones, no puedo estar en tierra. ¿Cómo no volar un día así?”, reclama. En efecto, su jornada de trabajo depende de los vuelos que tenga asignados: hacer un tour, o llevar a algún cliente. No hay un horario fijo. “Mi hora de salida puede ser a las 4:00 de la tarde, o a las 7:00 de la noche, por ejemplo”. Aunque las horas son en lo menos que piensa. Cristina tiene los ojos grandes, de muñeca, y el flequillo se le meza constantemente por el viento que atraviesa el hangar. Un espacio en el que camina a sus anchas, cómoda y como si viviera allí. La dulzura de su voz no marida con el mameluco azul y las botas negras que debe usar, o con la fuerza que emplea cuando empuja el helicóptero del cobertizo a fuerza propia, para poder despegar. Nada parece darle miedo, ni
romper estereotipos es con los pasajeros. ¡Y con las mujeres! Me las tengo que ganar de a poquito. Bien es cierto que son las menos. Hasta que vuelan conmigo, y se dan cuenta de que yo no estoy jugando. Quiero pensar que es por mi edad, y no por mi género”, relata. Tampoco es que el ambiente en la industria de la aviación sea hostil. “Al revés. Mi escuela de aviación quería que me quedara con ellos. Nunca he tenido ningún problema. Porque volar no se trata de ser hombre o ser mujer, se trata de ser un buen piloto. Siempre he tenido mucha gente que me apoya, entre ellos, Carlos Benítez, dueño de Benítez Aviation Puerto Rico HeliTours, en donde trabajo actualmente”. Para Cristina no hay nada que deba cambiarse en la industria de la aviación en Puerto Rico. “Puerto Rico es pequeño, pero tenemos muchas personas que quieren aprender a volar helicópteros. No hay nada que falte aquí, que tengan allá en Estados Unidos”. Alaska es su destino de ensueño y las “Whirly-Girls” de “Whirly-Girls International” -entidad fundada en 1955- son su objeto de admiración. “Es un grupo de mujeres pilotos de helicóptero. Ellas fueron las pioneras. De hecho, la primera persona que voló un helicóptero fue una mujer, y lo hizo bajo techo”, explica. Cristina quiere volar para la Guardia Costanera de los Estados Unidos, y esa es su próxima meta. Aunque todos los días es como si fuera el primero. “Siento la misma emoción cada vez que me monto”, asegura. “Y cuando estoy allá arriba, siento que ha valido la pena todo el esfuerzo... Siento que he llegado a casa”.
s Samantha N. Díaz Roberts g Alberto Bartolomei
● “Volar no se trata de ser hombre o ser mujer, se trata de ser un buen piloto”, apostilla Cristina González.