VIVIR PARA APRENDER, APRENDER PARA VIVIR Un dilema reversible
En la diferencia nos encontraremos, y donde haya aprendizaje nos comprenderemos.
Sandra Cid Sillero 

VIVIR PARA APRENDER, APRENDER PARA VIVIR
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Somos herencia, somos materia, somos lo innato y somos aprendizaje. Estos elementos perfilan nuestra esencia como seres humanos y crean involuntariamente nuestra propia versión de ser. Puesto que los tres primeros nos vienen dados, hablaremos del aprendizaje. Digamos que es el gran potencial de las personas. El feto empieza a aprender en el momento en el que dispone de una estructura lo suficientemente consolidada como para poder interaccionar con su entorno. Los últimos estudios apuntan a que esto sucede a los 4 meses de gestación. Efectivamente, somos víctimas activas e inconscientes del aprendizaje, ya que antes de que entre oxígeno por primera vez a través de nuestras fosas nasales y empecemos a utilizar nuestros pulmones, ya estamos aprendiendo. Es decir, mientras nos vamos formando en el vientre de nuestras madres, realmente nos estamos preparando para socializarnos, adaptarnos al medio y poder vivir en sociedad. Y es aquí donde aprendizaje y educación coexisten. El aprendizaje nace con la vida, y la educación va de la mano del aprendizaje. De esta forma, consideraremos el aprendizaje como algo personal, propio, íntimo y particular, mientras que la educación será, principalmente, algo colectivo, común, interactivo y social APRENDEMOS>CAMBIAMOS>PROGRESAMOS>APRENDEMOS En el sentido más simplista, aprender significa aplicar una respuesta válida a un estímulo interno o externo con el objetivo de sobrevivir, mientras que en el sentido más amplio, aprender implica saciar la curiosidad de dudas existenciales. Como el sentido lo atribuimos las personas, he aquí un dilema reversible.
VIVIR PARA APRENDER, APRENDER PARA VIVIR
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Aprender para vivir Existen personas que interpretan el paso del tiempo como una cuenta atrás, otras como una oportunidad para el crecimiento o como el camino de búsqueda hacia la felicidad y la realización. Esto tiene mucho que ver con el aprendizaje, porque gracias a la educación, lo moral, lo social, lo político o lo cultural, las personas elegimos. Hay personas que eligen no aprender. La psicología dice que el aprendizaje es una modificación relativamente permanente del comportamiento, resultado del ejercicio de la experiencia. Estas personas, que a pesar de la experiencia no han modificado su conducta a lo largo del tiempo, han nacido para sobrevivir, son supervivientes. Les atemoriza explorar lo más profundo del ser humano, es decir, la vida y la muerte, y reniegan del saber y del sentir. Deben aprender a aprender, o mejor aún, deben desaprender, porque en sus dogmas está la causa de su infelicidad.
Hoy la ciencia demuestra que las competencias emocionales explican la dificultad para aprender; por lo que las emociones negativas pueden dañar el aprendizaje e incapacitar el pensamiento. Aprender para sobrevivir ha sido el reto más primitivo que ha tenido el ser humano. En pleno siglo XXI, cuando se aprende exclusivamente para sobrevivir, se corre el riesgo de perder el interés por la vida como oportunidad para desarrollar al máximo la condición humana y, sobre todo, se corre el riesgo de caer en la obsolescencia intelectual, provocando un amenazante conflicto entre la persona y un mundo que avanza como nunca antes lo había hecho, en lo referido a tecnología e información.
VIVIR PARA APRENDER, APRENDER PARA VIVIR
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Vivir para aprender Existen otras personas que han tomado la decisión de explorar dentro y fuera de sí mismas.Viven para aprender. Y en este pequeño matiz tan estrechamente ligado al aprendizaje, se halla el resquicio de la felicidad. Se trata de personas que experimentan una transformación profunda y no solo un cambio de conducta. Eligen qué quieren aprender, qué necesitan aprender y qué vale la pena aprender. No encuentran tregua para saciar su curiosidad, se alimentan de la novedad, de la sorpresa, del conocimiento, contemplan sus vidas como la transición a través de diferentes paradigmas y conciben la magnitud del universo como su principal nutriente. La más mínima experiencia se convierte en una nueva oportunidad para el aprendizaje.
Gratitud es la palabra que mejor define el sentimiento de un aprendiz consciente que se deja seducir por nuevas ideas que modelan capítulos de su vida. Por ello, no podemos considerar una ciencia como un saber absoluto, y menos en el campo de la educación, porque la persona es fruto de la interacción entre diferentes elementos físicos, orgánicos, emocionales, etc. Tratar de buscar respuestas desde una única ciencia o un área específica de conocimiento, es sesgar la esencia de lo que verdaderamente somos.
Así que, vivas para aprender o aprendas para vivir, no olvides que el común denominador siempre es el aprendizaje; esa cualidad tan particular del ser humano que le conecta con su medio y con lo que realmente es.
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