9 minute read
Revista de prensa
from 2006 04 ES
by SoftSecrets
NOFX
“Wolves In Wolves’ Clothing” (Fat Wreck Chords/K Industria, 2006)
Ni pseudo-drogaditos (sin c) que se caen del cocotero. Ni aburguesados que abanderan la lucha contra la pobreza mundial. Los auténticos dinosaurios del rock son estos cuatro tipos que, en plena cuarentena, siguen vistiendo como adolescentes. Admito sin rubor que les sigo desde mis quince (sus treinta, por aquel entonces) y que, en su estilo, ningún otro ha mantenido mi atención hasta una década más tarde. Se me ocurre una carrera insultantemente prolífica y coherente como clave de su éxito. Basura blanca sin intención de dejar de serlo. Y brillantes sin innovar un ápice. En ‘USA-holes’ cuentan como se ve un iceberg a lo lejos y el capitán decide mantener el rumbo a toda máquina. Al encallar, culpa a la enorme masa de hielo y declara la guerra al Ártico. Pero no son sólo sus letras, que hacen de la síntesis un arte, mezclan jerga con cultismos como si nada y hablan como ninguna rima de rapero ha hablado jamás. Es también la música y esa batería machacona que suena diferente en cada tema. Mantienen hoy vivo el olor a punk dentro del hardcore melódico, demasiado prostituido desde Blink-182 hasta PigNoise. / Iago Fernández
THE SPINTO BAND
“Nice & Nicely Done”
(Bar None Records/Virgin, 2006)
Te hacen creer que eres tú cantando en el ascensor. Soltando un gallo por sílaba y desafinando con gracia hasta que en el bajo te encuentras a un vecino que llega del trabajo. The Spinto Band firman canciones como ‘Oh Mandy’, de estribillo, mandolinas, coros y melodía casi perfectos. Si haces sonar ‘Nice & Nicely Done’ en el trabajo, seguro que todos tus compañeros de oficina la tararean. Incluso los que cambiaron su antena para ver el Mundial de fútbol. Vienen de un pueblo norteamericano de menos de 80.000 habitantes. En Wilmington nadie canta “¡A por ellos, oeee!” pero han visto nacer a la actriz Elisabeth Sue y acogieron a Bob Marley durante dos años. Como tantos otros, empezaron a tocar antes de poder pedir alcohol en un bar yanki o conocer alguna chica a quien dedicar sus canciones. Niñatos o no, hacen que el anquilosado panorama de pop luminoso respire al fin hondo. Tras diez años juntos y cuatro discos maqueteros, han forjado un sonido propio que les libera de parecidos razonables como Pavement o Yo La Tengo. Mantienen la tensión de quien se resiste a bailar sentado en la esquina de una fiesta ajena. Pero llega ‘Crack the Whip’ y son los reyes de la pista. / Iago Fernández
GNARLS BARKLEY
“St. Elsewhere”
(Warner, 2006)
Doy fe de que a un seguidor de Chayanne le encantó el single ‘Crazy’. Él mismo fue el primero en desconfiar. “No sé si no pasará con éste lo mismo que con el James Blunt, que acabas hasta la pera”. Bueno. A priori, Brian Burton (aka Danger Mouse) y su compinche rapero Cee Lo Green dan con este disco una brutal paliza cualitativa a lo editado por el supuesto legionario-británicocon-sentimientos. A posteriori, lo de los supermegahiperproductores convertidos en músicos (Burton metió mano en Gorillaz) me parece obsceno desde que Garbage daban sus primeros pasos. Superado el prejuicio, St. Elsewhere ofrece mucho más que un éxito de tres minutos con videoclip bañado en test de Rorschach. De entrada, incluye una versión del ‘Gone Daddy Gone’ de Violent Femmes nada desdeñable. Y el resto es una especie de sesión vermouth con regusto funkpopero pero recién salido de la barrica hiphopsureña. Es decir, eclecticismo muy pero que muy moderno y fácil de disfrutar. Buenas voces. Buenos arreglos. Disfraz de tonto de la clase para triunfar en la zona VIP. Si eres purista de cualquiera de los estilos que trituran a su antojo o si valoras lo freak sólo cuando es sinónimo de auténtico, esta pareja no esta hecha para vos. Los demás, barra libre. / Iago Fernández
SPUNKFOOL
“So High”
(Subterfuge, 2006)
Un amigo escritor describía su ópera prima como “literatura barata”. Lo barato sale caro. Pero no con Spunkfool, cabezas de turco de una plausible campaña para apoyar a los grupos que aún no han salido del cascarón. Con los discos al precio mínimo. A Precio Bomba, como lo llaman los de Subterfuge. Y como esto del punk empezó hace más de tres décadas, para ser ‘cool’ de verdad conviene aderezar algo de electro y samples. Rock y música de baile, sostenidos en las voces de Ernest y Yolanda (tímida Cinder Block), consiguen actualizar los referentes de ochenta/noventas mirando al futuro. Miguel pone las secuencias. En directo, al valor añadido corre a cargo de VJ No-Fly y su vídeo-arte. Todos sus miembros, en sus encierros de niñez, escuchaban con rabia a Joy Division, New Order y Happy Mondays. Fiestón Manchester a la catalana. Con la canción ‘So High’ homenajean la cadencia de Pete Doherty en sus últimas composiciones. Pero sólo para despistar. Apadrinados por David Kano de Cycle, usan el megáfono sindicalista para reivindicar las bases rítmicas de música de baile como bien necesario. En la Red ya los definen como “the latest gossip in everyone’s mouth”. Pase lo que pase, no detengas la escucha hasta el delirio de ‘Marco Pachetti’. Diabólico. Modélico. / Iago Fernández
WE ARE SCIENTISTS
“With Love and Squalor”
(Virgin, 2006)
Lo que no lograron Adams, Stewart y Sting en plan mosqueteros, a este trío de californianos residente en NY no le sale del todo mal. Se quedaron pillados con la estética postiza de los Beastie Boys en aquel vídeo de ‘Sabotage’ y se desmarcan ligeramente de la saturación de grupos de rock bailable. Con un primer disco que, aún siendo algo más pop, también desprende más veracidad que el resto de hypes en cuanto a bagaje musical. Casi todas las canciones podrían ser elegidas como single. Ellos dicen que son herederos de Grandaddy o Nirvana. Pero prefieren Franz Ferdinand antes que a Strokes y su ramalazo británico es tan evidente que en un momento puntual la voz de Keith Murray suena a Damon Albarn. En el resto, la supera de largo. Y en ‘Easykill’ la saluda desde las alturas. Los tres confiesan que montaron una banda para dar salida a títulos que hoy encierran historias sobre testosterona y broma a partes iguales. Si los cambios de ritmo y melodías aceleradas no funcionan, siempre se podrán ganar la vida en la producción audiovisual. Y es que cualquiera de los clips de ‘With Love and Squalor’ deberían convencer a Tony Kaye para que tire la toalla y se vuelva a hacer pelis de skinheads, en vez de disfrazar a los Red Hot Chilli Peppers como monigotes. / Iago Fernández
HUNDRED HANDS
“Her Accent was Excellent”
(Grave Face, 2006)
El nuevo CD del proyecto paralelo de Aaron Pillar no es fácil de conseguir. Básicamente, lo venden Internet y su novia en los conciertos de The Appleseed Cast, grupo al que aporta sus guitarrazos y con el que se paseó este año por el Primavera Sound. El sello Deep Elm ya no le apadrina y la distribución se queda pelín corta. Precisamente lo que reivindican los nostálgicos de la era pre-mp3, cuando conseguir un disco consistía en preguntar en varias tiendas, lloriquear para que una de ellas lo encargara y esperar después un par de semanas con la boca abierta. De esta nostalgia a la estupidez de añorar el cassette hay un paso, pero es verdad que el encanto de este disco reside también en su portada y contraportada. En preguntarse si esa niña de la foto sepia será la que te mira mal en el supermercado cada semana. En los créditos desaparece su fiel Chris Crisci, pero Peter Buxton echa un cable en esta poco más de media hora de melancolía con gotas de rocío electrónico. No sobran más que los alargamientos ruidistas al final de un par de temas. Y cuando grita, le posee Adam Duritz de los Counting Crows. El resto todo en su sitio. ‘Aflicted by Affection’ es, sin duda, la nominada a mejor canción protagonista. Esperando a que el sol brille, porque en la espera está la esencia del mejor lo-folk acústico de días cortos y largas noches. /
Iago Fernández
MANYFINGERS
“One Worn Shadow”
(Acuarela, 2006)
La eterna discusión de si algo es arte por el trabajo que conlleva su creación o por el simple efecto que produce a quien la contempla. Yo, desde que encontré aquel lienzo en blanco rasgado de cuajo en una de las paredes del Guggenheim neoyorquino, lo tengo bastante claro. En el punto medio está la virtud y de virtuosismo parece ser que Chris Cole sabe un rato. En Manyfingers se multiplica por mil y el resultado no es bueno por ese desdoblamiento en sí (casi esquizofrénico) sino porque de esa labor de titiritero se desprende tonelaje de emoción y desasosiego como la bajona de un pastillero de extrarradio. Transmite la precisión de pulsar la tecla adecuada y todas esas las vueltas por la habitación, el estudio o el escenario. Buscando el cello. Persiguiendo la batería. La intranquilidad. El desacougo, que dicen en mi pueblo. Brilla la voz de Ida Alfstad en ‘For Measured Shores’. Brilla el xilófono. Brilla el CVD a modo de ‘making off’. El autor de ‘One Worn Shadow’ habla de lluvia y playas. Habitual violonchelista de Matt Elliott, el músico de Bristol, también miembro de Flying Saucer Attack, Movietone, Third Eye Foundation y Amp, consigue que multinstrumentista no suene a coñazo. Como si God Speed You Black Emperor sacasen edición de bolsillo. / Iago Fernández