Oración a la Trinidad por nuestros
Cien Años de servicio a la Iglesia Santísima Trinidad, que haces brillar en nosotros tu luz divina, acepta nuestra gozosa alabanza y bendición, por los primeros cien años de vida de nuestra Familia Paulina. Te damos gracias, Padre lleno de ternura, por la rica efusión de gracia que has derramado sobre nuestra familia en estos años de servicio a la Iglesia; por los prodigios de santidad apostólica que has realizado en el beato Alberione, nuestro fundador, en el beato Giaccardo, en la Maestra Tecla, en la Madre Escolástica, y en tantos hermanos y hermanas de la “admirable Familia Paulina”; te damos gracias por todas las iniciativas que, en los diversos sectores apostólicos, mediante las riquezas de la comunicación, han contribuido, Padre, a dar a conocer y adorar tu nombre y a manifestar tu gloria. Humildemente te pedimos perdón, Divino Maestro, Pastor bueno, porque no siempre hemos respondido con generosidad a las exigencias de nuestra misión; porque no hemos dedicado suuciente tiempo y atención al conocimiento de tu Palabra y a la profundización de nuestro carisma; por haber connado más en nuestras capacidades y recursos que en el don de tu innnita misericordia.
JESÚS MAESTRO
MARÍA REINA DE LOS APÓSTOLES
Te suplicamos, Espíritu Santo Consolador, por intercesión de María, Reina de los Apóstoles, que llenes de dinámica sabiduría a quienes has puesto como guías, para que sepan discernir con claridad los caminos por donde quieres conducir a nuestra familia; llénanos de tu aliento de vida, como en un nuevo Pentecostés; haznos capaces de nueva profecía para que realicemos plenamente el sueño de nuestro Beato Fundador: vivir de Jesucristo y darlo como Camino, Verdad y Vida a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y ser “Pablo vivo hoy” en la Iglesia de Dios. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo...
BEATO P. TIMOTEO GIACCARDO
1er. SACERDOTE DE LA SOCIEDAD DE SAN PABLO
editorial
Por: p. WILSON ZULoAGA N., ssp l wilsonzuloaga@sanpablo.com.co
El perdón sana el corazón o hace mucho, al finalizar la celebración, un joven se acercó y me preguntó: “Padre, ¿cómo puedo hacer para perdonar y olvidar cuando el rencor que siento por el que me hizo daño es tan grande?”. Es la pregunta que atañe la realidad de miles de cristianos.
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Es normal que haya rencor, cuando el dolor ocasionado es muy profundo. Pero es natural, humano y plausible poder vivir un proceso de perdón y de reconciliación que nos ayude a sanarnos. Para responder a la pregunta de este joven, le invité a que hiciera un ejercicio práctico. Realizar el proceso de perdón en tres pasos: primero, dar al otro el beneficio de la duda. Segundo, pensar en las veces que se ha ofendido a otros, quizá sin querer; y tercero, no buscar olvidar la ofensa, sino más bien, el dolor que dicha ofensa nos causó. La reacción inmediata será: ¿Y qué es eso de darle al otro el beneficio de la duda? Pues bien, el beneficio de la duda consiste en imaginar, sea o no sea cierto, que quien me ofendió lo hizo sin querer, tal vez sin ni siquiera darse cuenta de la ofensa, es más: debo estar seguro de eso, aun cuando sea falso. Lo importante en un proceso de perdón es sanar la herida del corazón; ya el ofensor verá si pide o no pide perdón, lo esencial es brindársela aunque el otro no la solicite.
Recuerdo que la sonrisa que aquel joven esbozó fue muy satisfactoria. Nunca había pensado en hacer ese ejercicio. Jamás alguien se lo había sugerido. Pero este primer paso tuvo como consecuencia lógica la comprensión de los otros dos pasos propuestos en el proceso de perdón. Si yo sé que he ofendido sin querer, ¿por qué los demás no pueden tener el mismo “derecho” a equivocarse? Y si estoy seguro de eso, la ofensa bajará su nivel de dolor y podré recordar, sin rencor, la ofensa; allí me daré cuenta que pude perdonar. Este ejercicio es muy práctico, además de seguro. Es realizar el mismo ejercicio de Jesús con Judas: Él le perdonó antes de que se llevara a cabo la traición, al lavarle los pies; estuvo siempre abierto a la misericordia para sanarlo. Jesús nunca albergó en su corazón un rencor contra Judas por su traición; el problema fue de Judas, que a pesar de haberse visto “lavado” por Jesús, fue y lo vendió. El “culpable” de su destino fue él, no Jesús. No nos encerremos en nuestros dolores y rencores, dejémoslos salir… Si quien nos ofende no nos pide perdón, el problema nuestro no es el de condenar, sino el de perdonar. Perdonar, como Jesús perdonó.
100 AÑOS
SOCIEDAD DE SAN PABLO
Revista trimestral de la Sociedad de San Pablo —PAULINOS— de Colombia, Ecuador y Panamá al servicio de la Iglesia.
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Con aprobación eclesiástica. Las opiniones expuestas en los artículos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores.
Evangelii Gaudium: la autobiografía de Francisco En la exhortación apóstolica Evangelli Gauidum, la “Alegría del Evangelio”, está toda la vida del papa Francisco, sus opciones pastorales y, por supuesto, también su pontificado, o al menos, como él mismo lo ha afirmado, el programa de su servicio como Pontífice. Es un texto muy completo, pedagógico, de fácil lectura, donde el papa Francisco indica a los lectores el camino correcto para convertir el Evangelio en algo relevante para la humanidad y para la Iglesia actual. Nos pide convertirnos al Evangelio, en donde la mayor revolución sea el cambio de actitud en el anuncio de la Buena Noticia que siempre es la misma ayer, hoy y siempre. Un Evangelio que parece se quedó sepultado en medio de montañas de textos adicionales, de normas y de conceptos morales, de estructuras institucionales de la Iglesia. Esta exhortación no es un texto más, sino una guía para convertirnos de nuevo al Evangelio en un mundo tan complicado como el de hoy. Con este documento el Papa nos invita a dar un paso más en la comprensión de su personalidad y su pontificado. No es un hombre sólo de gestos y frases que emocionan. Detrás de su sonrisa, su cercanía con las personas… hay unos sólidos argumentos que buscan incluso la conversión del papado mismo. Por eso afirma: “Hemos avanzado poco en este sentido”. Esto es coherente con lo que ya antes había afirmado: “Des-
contenido EDITORIAL
El perdón sana el corazón
PREGUNTA AL TEÓLOGO La fe ejemplar del “buen ladrón”
BEATO ALBERIONE Mirando al futuro
INTROSPECCIÓN En la oración, el poder
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ACTUALIDAD
Sufrimiento, culpa y muerte
salud
El sacramento de la unción de los enfermos: Un signo de vida en plenitud
CATEQUESIS
La pedagogía bíblica de Jesús, luz para nuestras catequesis
IGLESIA
Historia de la Cuaresma
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de el momento en el cual estoy llamado a vivir cuanto pido a los otros, debo también pensar en una conversión del papado”.
153 enero
Claro, hay palabras que sonarán fuertes sino escandalosas para algunos: “La centralización excesiva complica la vida de la Iglesia y su dinamismo misionero”, es decir, se nota que al Papa le gusta más la idea de una Iglesia colegial y sinodal a todos los niveles y grados de su trabajo. “La predicación de la moral cristiana no es un catálogo de pecados y errores”; explica además que quiere decir una Iglesia pobre y para las pobres: “La opción por los pobres es una categoría teológica”. Y “la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual”. Hay también una crítica muy fuerte, típica de un hombre de gran libertad interior como Bergoglio, a la economía de mercado y a la globalización salvaje: “No se puede aumentar las ganancias reduciendo el mercado de trabajo y creando así nuevos excluidos”. Quizá la Evangelii Gaudium no nos deje tranquilos y hasta fastidie a más de uno en el mundo y en la Iglesia. No será fácil digerir expresiones como que “el excesivo clericalismo tiene a los laicos al margen de las decisiones eclesiales” o el llamado a “ampliar los espacios para una presencia femenina, no como operación de moda, sino incisiva y real”. El riesgo es que ahora salgan interpretaciones con el fin de hacer decir lo “que no dice”, o tratando de acomodar y justificar las palabras del Papa. De esto ya encontramos en abundancia en las redes sociales. Pero de vez en cuando hay que dejar que entre un poco de oxigeno a los pulmones de la Iglesia y la Evangelii Gaudium lo podría lograr.
GUÍAS HOMILÉTICAS
P. William Gerardo Segura S.
LITURGIA
Los vasos sagrados y la música en la liturgia
TESTIGOS DE LA FE
San josé: Silencioso patrono de una Iglesia en oración
JUVENIL
Imágenes vivas en pastoral juvenil
29 42 50 54
marzo
2014 Dirección Y COORDINACIÓN: P. Wilson Zuloaga Niño, ssp Consejo de redacción: P. Martín Sepúlveda, ssp; P. Favio Marín, ssp; P. Arnoby Álvarez, ssp; Constanza Moya OTROS Colaboradores: P. William Gerardo Segura, Ariel Álvarez Valdés, Constanza Moya. AUTORES: EDITORIAL: P. Wilson Zuloaga Niño, ssp / INTROSPECCIÓN: Rafael de Brigard, Pbro. / PREGUNTA AL TEÓLOGO: Mons. Gianfranco Ravassi / ALBERIONE: Beato Santiago Alberione / ACTUALIDAD: Ismael González / SALUD: Duwán Hernández / CATEQUESIS: P. Martín Sepúlveda, ssp / IGLESIA: Hernán Alejandro Olano García / GUÍAS HOMILÉTICAS: William Gerardo Segura, Pbro. / LITURGIA: P. Wilson Zuloaga Niño, ssp / TESTIGOS DE LA FE: Tomado de www.aciprensa.com / JUVENIL: Carlos Daniel Bermúdez Pinzón / EN LIBRERÍA Y CULTURA: Constanza Moya / BIBLIA: Ariel Álvarez Valdés. Publicidad: María José Molina Trujillo / e–mail: publicidad@sanpablo.com.co Diseño & diagramación: Luis Gabriel Niño Devia / e–mail: estudiografico@sanpablo.com.co Suscripciones: periodicos@sanpablo.com.co Impresión: Taller San Pablo, Calle 170 Nº 8G–31, Bogotá, D.C. - Colombia
EN LIBRERÍA CULTURA
El perdón como estrategia de sanación de la memoria
BIBLIA
¿Qué dice la Biblia sobre los extraterrestres?
PIDO LA PALABRA
La “evidencia satánica” de los anime
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pregunta al teólogo
La fe ejemplar
del “buen ladrón” Por: Gianfranco Ravassi
Siempre que llega la semana santa escuchamos en la Pasión de nuestro Señor, el relato de Jesús en medio de dos ladrones, uno conocido como “el ladrón bueno” y otro conocido como el “ladrón malo”. Por la tradición se ha sabido que estos dos ladrones tienen nombres propios: Dimas y Gestas, pero buscando en la Biblia nunca encontré en qué pasajes están los nombres de estos ladrones. Siempre me ha generado gran expectativa la historia del “buen ladrón”. Mi pregunta es: ¿de dónde salió su nombre? Si lo tiene, ¿en qué texto se encuentra? Daniela Bermúdez, Pitalito, Huila.
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Vida pastoral no 153 - enero / marzo - 2014
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o tiene un nombre propio, sin embargo, su rostro ha sido uno de los más representados en la historia del arte cristiano. La tradición le ha atribuido una definición que se ha convertido casi en su segundo nombre, “el buen ladrón”. En realidad, en el fragmento original del griego del Evangelio de Lucas que lo evoca –fragmento que constituye además el texto evangélico de la solemnidad de Cristo Rey– es llamado, como su colega crucificado con Jesús, kakourgós, “malhechor”, un término con el cual en aquel periodo eran tal vez apresuradamente llamados los revolucionarios anti-romanos. Así se explica el hecho de que sean condenados a morir en la cruz, un suplicio reservado a los esclavos y a los rebeldes. La escena es tan famosa que no necesita ser revivida. Queremos sólo hacer énfasis en tres palabras significativas que afectan a nuestro personaje anónimo. La primera es la apelación: “Acuérdate de mí” dirigida a Cristo, una palabra que hace parte del lenguaje bíblico
de la oración y expresa por lo tanto la fe en el Señor Jesús. El “buen ladrón”, ahora confiesa su culpa (“nosotros somos condenados justamente porque hemos recibido el castigo que hemos merecido por nuestras acciones”), pero profesa también su incondicional confianza en el Cristo de la historia (“¡Acuérdate de mí cuando entres a tu reino!”). La segunda palabra está en la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo”. Ese “hoy” es común en Lucas que lo repite a menudo en su Evangelio para afirmar que Cristo ha inaugurado en el presente, en modo eficaz y efectivo, aquel reino de salvación. Un reino que es trascendente y definitivo con el tercer vocablo al cual queremos hacer referencia, “Paraíso”. Como es sabido, se trata de un término de origen iraní que muestra un jardín cercado y que es usado sólo tres veces en el Nuevo Testamento (Lc 23, 43; 2Co 12, 4 y Ap 2, 7). Es la representación simbólica del espacio divina y además de la infinita y eterna comunión del justo con Dios. Es por esto que se puede verdaderamente decir que aquel desconocido malhechor o rebelde es “canonizado” por Jesús mismo. La tradición cristiana popular no ha sabido, empero, resistir a la tentación de dar un nombre, aunque sea de fantasía, a este personaje. Así, por ejemplo, en el evangelio apócrifo árabe sobre la infancia de Jesús se describe un asalto sufrido por la Santa Familia, prófuga en Egipto, por parte de dos bandidos, Tito y Dumaco. El primero se conmueve por estos pobres que ellos saquearon y entrega 40 dracmas de sus “ahorros” a su colega para impedir que él robe a María y José. Pues bien, estos criminales estarían después condenados a muerte con el mismo Cristo: Tito sería el nombre del “buen ladrón”. En otro texto apócrifo, el Evangelio de Nicodemo, los dos malhechores llevan, en lugar de Tito y Dumaco, los nombres de Dimas y Gestas. Será el mismo Dimas, el nombre afortunado, a nivel popular, para designar al “ladrón” arrepentido. Pero existe otra denominación ofrecida por otro texto apócrifo, Narración de José de Arimatea sobre los dos ladrones. Este apócrifo también describía a nuestro personaje: “Se llamaba Dema, era galileo y tenía una posada; hospedaba a los ricos, pero hacía también el bien a los necesitados y, como Tobías, sepultaba secretamente los muertos pobres. Se esforzaba, sin embargo, en robar a los hebreos; estafó a la misma hija de Caifás”, el sumo sacerdote, y por está imprudencia fue condenado a muerte.
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beato
ALBERIONE a los sacerdotes Por: BEATO SANTIAGO ALBERIONE
Mirando al futuro
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xiste hoy una desorientación cada vez más acusiante en las ciencias: es la enfermedad del cientificismo y del tecnicismo. Todas y cada una de las ciencias, los inventos y descubrimientos, son capítulos del gran libro de la creación; cada una de ellas es conocimiento de la obra creadora de Dios; todas deben servirle al hombre como medio para encaminarse a Dios, como sirve el ojo, la lengua y la voluntad al hombre. Pero como sucede a menudo con algunos hombres que no se preguntan: «¿De dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿por qué existo?, así sucede con los conocimientos o ciencias: inventos, descubrimientos de las cosas; los hombres compla-
ciéndose de conocerlas y poseerlas solamente, no se preguntan: «¿Quién las creó?, ¿por qué me las han dado?, ¿para qué sirven?». Todo debe servir al hombre para llevarlo a Jesucristo, a Dios, según san Pablo: «Todo es de ustedes, ustedes de Cristo y Cristo de Dios» (1Cor 3,22s). Las ciencias bien comprendidas conducen a Jesucristo, que es el camino hacia Dios; es decir, preparan para recibir la revelación de Jesucristo, el cual, como Dios, al crear las cosas, ilumina al hombre para que las conozca, para elevar y ennoblecer al hombre a la visión de Dios, con tal que haya hecho buen uso de la razón y haya acogido con fe la revelación. Así como el pecado trajo la desorientación y división a las costumbres, al culto, entre los pueblos, del mismo modo causó la desorientación en la filosofía y en las ciencias. Por el egoísmo humano: «Serán como
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dioses» (Gn 3, 5) con frecuencia no conducen a la teología, a la fe; no sirven al hombre, sino que lo esclavizan, hasta el punto de impedir la consecución del fin de la ciencia misma. La ciencia humana es un arma noble, pero con frecuencia es utilizada contra el mismo hombre. Y nosotros los sacerdotes, continuadores de la obra de Jesucristo, ¿cumplimos nuestro ministerio de conocer las ciencias, e iluminar y guiar a los intelectuales para que profundicen su saber y en el fondo encuentren a Jesucristo y a Dios? El sacerdote, para actuar en este sentido y elevar a los intelectuales desde la razón a la revelación, de la ciencia humana a la divina, debe buscarles allí donde se encuentren; como el Hijo de Dios que se hizo hombre para encontrar al hombre, oveja descarriada, y conducirla a Dios Padre.
Es necesario: 1) estudiar, al menos suficientemente, las ciencias humanas; 2) unificar las ciencias en la filosofía de las ciencias; 3) presentar la filosofía como la servidora inmediata que introduce a la revelación. Se dice en la oración de la fiesta de san Alberto Magno: «Oh Dios, que al bienaventurado Alberto, obispo y confesor, le hiciste grande en poner la sabiduría humana al servicio de la fe: concédenos seguir de cerca su magisterio, de modo que gocemos de la perfecta luz en el cielo».
Durante los cursos de teología, estudiando, además de los tratados de clase, la Suma filosófico-teológica de santo Tomás, y conversando a menudo con el canónigo Chiesa sobre el esfuerzo del santo por recopilar las ciencias antiguas, especialmente la filosofía de Aristóteles, y unificarlas, se concluía siempre: «Unámonos en oración para que la divina Providencia suscite un nuevo santo Tomás de Aquino que reúna los miembros esparcidos, es decir, las ciencias, en una nueva síntesis metódica y clara, aunque breve, y forme con ellas un solo cuerpo». Los intelectuales, además de la ayuda de la gracia, tendrán así también el auxilio humano de su saber: cada ciencia, a través de la filosofía, enviará un rayo de luz a la teología, y las múltiples ciencias teológicas hallarán su unidad en la multiplicidad, y mediante la humildad de la fe se obtendrá la tercera revelación, el “lumen gloriae”. Todo esto se halla en el Maestro divino: ciencias naturales que se conocen por la luz natural de la razón; ciencias teológicas reveladas por Jesucristo, que se aceptan mediante la luz de la fe; visión de todo en Dios, en la vida eterna, mediante la luz de la gloria..
beato Alberione
Por eso los programas pontificios exigen que el clérigo aprenda mucho más de las ciencias humanas hoy, que antes de Pío X.
Actualmente se echa de menos la unificación de las ciencias en una filosofía que introduzca a los intelectuales en el camino de la teología, y avive en ellos el deseo de otra luz, la de Cristo, mediante la cual se llegará a la luz plena del cielo.
Intr s pección Por: Rafael de Brigard Merchán, Pbro.
En la oración, El poder
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esde hace un par de años, en mi labor pastoral en colegios, a nivel de secundaria, he tenido una grande y positiva sorpresa. Se me ocurrió organizar momentos de oración, alrededor de 30 minutos, en silencio, para los diferentes cursos de alumnos que están entre los 12 y los 18 años. Cuando comentaba con profesores la intención de hacer esto, me miraban con cara de compasión, pensando sobre todo cómo haría yo para mantener 20 o 30 jóvenes en silencio, en espíritu de recogimiento y que esa media hora no se convirtiera en el típico caso de lucha de clase entre profesor y alumno para conservar un mínimo de orden y disciplina. Pues la respuesta ha sido del todo sorprendente y sobre todo muy cuestionadora. Después de una brevísima explicación inicial, los jóvenes me han respondido con una gran acogida al ambiente de silencio, han sido capaces de relajarse física y mentalmente, han escuchado con total atención la muy corta lectura del Evangelio que les propongo, han dispuesto sus cuerpos en actitud de orantes y se han molestado un poco cuando les indico que el tiempo se ha terminado y que deben volver a sus aulas de clase. Es como si se les hubiera dado a probar algo que nadie les había presentado y cuyo sabor los dejó provocados para seguir tomándolo con asiduidad. En pocas palabras, se han introducido a una oración bien hecha, no mecánica, con interiorización y silencio productivo. A propósito de tantos planes y tantas propuestas que se hacen hoy en día para avivar más la evangelización, podríamos preguntarnos si acaso no estamos incluyendo suficientemente todo el quehacer del alma que ora y contempla. Y al no hacerlo se nos escapa el poder inmenso de aquello que Jesús pedía con tanta insistencia que hiciéramos: orar. Y, al mismo tiempo, podríamos no estar viendo con claridad una necesidad sentida de la mayoría de las personas y que no es otra que la de tener algo de vida espiritual, un poco de paz en el alma, un momento que permita al propio ser encontrarse con el Ser, al yo con el Tú. Y habría que remarcar un aspecto
de la más pura tradición católica: la oración serena, bíblica, silenciosa, recogida, perseverante. La gente tiene suficiente ruido en el ambiente como para que desde la Iglesia la invitemos a oír más ruido en nuestros recintos. En estos tiempos del ruido, los discursos han perdido mucha fuerza y capacidad de atraer. Si algo puede hacer un contraste iluminador, quizá sea la oración –no la ruidosa e histérica– sino la que flota en el silencio, que finalmente no es silencio, sino atmósfera divina. Esa en la cual quedó sumida María, a los pies de Jesús, mientras su hermana Marta corría todo el día haciendo catequesis, organizando procesiones y peregrinaciones, dictando cursos, escribiendo planes de pastoral, publicando revistas y folletos y tantas otras cosas de poca importancia, a decir verdad. La cuestión es mucho más sencilla de lo que parece, pero no por ello menos efectiva y deseable. Propiciar tiempos, ambientes, espacios, personas, pretextos para que en la Iglesia haya más oración, para que ésta deje de ser tan privada y sea una de las principales actividades de su pasar por este mundo. Sigo insistiendo en que los templos de la Iglesia católica son bienes muy desaprovechados, pues permanecen demasiado tiempo cerrados. Podrían, aparte de las celebraciones eucarísticas, ser verdaderos oasis espirituales donde todo transeúnte encuentre siempre una actividad de oración que le alimente el alma y seguramente todo su ser. Pero también hay miles de lugares y ambientes en los cuales se podría incentivar la oración, el silencio, el recogimiento, entre otras cosas, para que al mismo Dios el trabajo le quede un poco más fácil y no tenga que perseguir a nadie para que le escuche por unos segundos nada más. Si pensamos en favorecer más la oración personal y comunitaria, el primer agradecido será Dios y la primera beneficiada la Iglesia que verá sus hijos con mayor solidez interior. Una Iglesia más silenciosa y más orante puede hacer la diferencia para ella misma y para el mundo aturdidor en que caminamos hoy en día.
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actualidad
Sufrimiento, culpa y muerte Por: Ismael González†
«Son mis lágrimas mi pan, de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿En dónde está tu Dios?» (Sal. 42, 4). Doy inicio a esta reflexión con este salmo, porque el sufrimiento es una realidad inherente a nuestra condición humana. De una u otra manera, estamos orientados hacia esta compleja sensación; bien sea por no aceptar nuestra historia, nuestras limitaciones, por proyectos, metas o sueños no realizados, por condiciones de salud, o por condiciones de conciencia que nos llevan a la culpa. Al ser inteligible este argumento, es pertinente preguntarnos: ¿cómo actuamos frente al sufrimiento?, ¿lo evitamos?, ¿lo enfrentamos?, ¿en qué nos apoyamos para salir de esta experiencia límite?, ¿es una prueba de Dios esta dura realidad? 1
Licenciado en Filosofía y Educación Religiosa, Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá; Magister en Teología de la Universidad Javeriana de Bogotá. ismaelgonzalez.com@hotmail.it – @ismagonzalez
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Vida pastoral no 153 - enero / marzo - 2014
De cualquier modo, esta triada trágica (sufrimiento, culpa y muerte), nos deja ver escenarios de los cuales no podemos salir, no podemos alterar y de una u otra manera, tienen la finalidad de enseñarnos qué es el fracaso2. Al respecto, conviene decir que el fracaso debe ser entendido como ese derrumbar, desajustar o cambiar algunos proyectos y realidades de vida por la triada ya descrita. No quiere decir esto, que una vez se ha comprendido y superado el sufrimiento, la culpa y la muerte (óntica), pueda lograr el sujeto resurgir de esos escenarios frustrantes y emprender nuevos horizontes al cumplimiento de sus anhelos. Ahora bien, ante estas situaciones extremas, de poca esperanza, de sin sentido, surge la pregunta: ¿de dónde nos viene el auxilio?, ¿buscamos el auxilio en Dios?, o por el contrario, ¿el auxilio nos viene de los placeres de la carne, del alcohol, de las drogas, e incluso de ponerle fin a nuestra existencia?, ¿nos viene el auxilio de la bujería, el tarot, la hechicería? Lo cierto es que no queremos sufrir y frente a ello la sociedad nos ofrece muchas alternativas para no hacerlo: ¡Pare de sufrir!, la famosa “Cruz del Gólgota”, Jaspers, Karl. La Filosofía. Breviarios. México: Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 17-20. 2
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chamanes, santeros, “profetas” con “dones de sanación”, etc. Al final, me atrevo a afirmar que todo ello es un juego con dolo, con superstición, donde lo prioritario no es precisamente el sujeto, sino el dinero u otros tipos de fines. Como cristianos católicos, estamos llamados a buscar el auxilio en Dios, en la vida sacramental, en ese instrumento de salvación que Jesucristo fundó, la Iglesia. Por tal motivo, frente al panorama del sufrimiento, la culpa y la muerte, todos como bautizados jugamos un papel importante en el acercamiento con aquellos que sufren, que no le encuentran sentido a la vida. A ellos debemos guiarlos a una confluencia con Dios a través de su Palabra, la cual tiene tres tareas fundamentales en la vida de un creyente: 1) Ser luz: (Sal 119, 105). 2) Ser consuelo: (2Co 1, 3-4) y 3) Ser fortaleza: (Ef 6, 17). Cada ser humano es un mundo diferente. Un mundo donde varían las personalidades, las formas de ver la realidad, los mecanismos de defensa para no sufrir y, sobre todo, cada ser humano es un mundo diferente para determinar cómo ha de acabar al enfrentarse a realidades extremas como las expuestas en esta reflexión teológica. Por ese motivo, centraré mi reflexión en una de las tantas formas de ponerle fin al sufrimiento y la culpa: el suicidio.
sobre la
actualidad Para Émili Durkheim, el suicidio es aquella muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto positivo o negativo, realizada por la víctima misma, sabiendo que debía producir ese resultado. Avanzaré en la reflexión sin describir los tipos de suicidios que proponen algunos autores, para centrar la atención en desafíos netamente pastorales. Los impactos emocionales cuando nos enteramos que una persona se ha quitado la vida de manera violenta, son distintos. Por ejemplo, enterarse que un adulto se ha quitado la vida, ciertamente causa impresión y duele dependiendo los lazos afectivos con el occiso(a). Incluso nos atrevemos a determinar el porqué de dicha decisión: motivos pasionales, motivos económicos o motivos de salud, entre otros. Pero al enterarse que un niño ha tomado esa fatal decisión, debe cuestionarnos como sociedad, debe generarnos muchos interrogantes y centrar nuestro juicio no solo en ¿qué pasó?, ¿por qué?, sino en analizar nuestra responsabilidad como sociedad, revisar en qué estamos fallando, porque este no es un problema que atañe únicamente a la familia, sino a todos en general.
Para nadie es un misterio que nuestros jóvenes se enfrentan a fuertes cambios culturales, sociales y económicos, que día a día les ofrecen cualquier diversidad de opciones para degradar su existencia y condenarlos a la esclavitad de la indignidad. Me refiero aquí a las sustancias psicoactivas, a la forma desvirtuada como se promueve la sexualidad y a la pérdida de valores a nivel social y sobre todo familiar. Por lo general, una persona antes de optar por quitarse la vida, manifiesta su deseo a través de un lenguaje muy sutil. Por ello, defiendo la tesis de que el corazón, el núcleo central de nuestros problemas sociales y en especial el del suicidio, está al interior de la familia. ¿Qué familias se están formando hoy?, y ¿qué valores se transmiten al interior de ellas? Necesitamos familias que sean verdaderas comunidades cristianas, que vivan bajo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret. Que los padres dejen a un lado tanto afán por el dinero y por las cosas materiales y centren todo su esfuerzo en la formación en valores, amor, calor de hogar, escucha y cercanía con sus hijos para ser verdaderos garantes de esa responsabilidad que Dios les ha encomendado, ser padres. Necesitamos también escuelas, universidades y todo centro de formación que apoyen con valores esa primera formación de casa. Igualmente, es indispensable contar con docentes más comprometidos, no sólo con transmitir un conocimiento específico, sino con ser más humanos, que se preocupen más por el sujeto que por una nota. Docentes que puedan evangelizar a las nuevas generaciones con su testimonio de vida. No sólo se debe exhortar a la sociedad, la familia y la educación en la responsabilidad frente al tema del suicidio. Es muy pertinente también hacer una exhortación a la Iglesia católica.
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Existen muchos juicios y “teorías” frente a las personas que se suicidan. Por ejemplo, dicen que mueren a espaldas de Dios, que se condenarán, que no van al cielo, que el perdón de Dios no es para ellos porque solo Él puede quitar la vida, etc. Lo doloroso y preocupante de estos juicios, es que en su gran mayoría han sido engendrados por la misma Iglesia a través de algunos sacerdotes, que basándose en una formación, en teorías o documentos ambiguos de la Iglesia, optan ante un caso de suicidio, por negar las exequias eclesiásticas y las misas exequiales. ¡Nada de eso! Al respecto es bueno citar el Catecismo de la Iglesia Católica, cuando al referirse sobre el suicidio dice lo siguiente: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida” (CIC 2283).
La propuesta ESPIRITUAL-APOSTÓLICA
del Beato Santiago Alberione
Una clave para comprender toda la enseñanza que el Fundador, Beato Santiago Alberione, consignó a la SOCIEDAD DE SAN PABLO. Deseamos que “todo hermano y hermana de la Familia Paulina, al tener contacto con la propuesta del Padre común, sienta arder el corazón y decida adentrarse prontamente en este itinerario, exigente pero uniicador y liberador”.
Guido Gandolfo
En camino con la
Lectio divina
Un instrumento que ayuda a la interiorización de la PALABRA DE DIOS, por medio de un encuentro vivo, dinámico y polifacético con el texto sagrado, sobre todo con JESÚS.
Incluye ayudas PEDAGÓGICAS que enriquecen la lectura y facilitan el ejercicio de la LECTIO DIVINA.
Encuentra también:
actualidad No podemos juzgar a una persona que ha tomado la dura decisión de acabar con su existencia. El mismo Concilio Vaticano II nos pide tener respeto y caridad con aquellos que obran distinto a nuestra forma de pensar (GS 28). Al margen de esto, sólo en la conciencia moral –la cual es el locus donde se encuentra el hombre con Dios (GS 16)– sabe el sujeto porqué obra como obra. Por ello, antes de juzgar, debemos más bien pedir la misericordia y el perdón para estos hijos de Dios.
La gran mayoría de familias que experimenta la pérdida de un ser querido, lo mínimo que quieren –bien sea por convicciones culturales o de fe– es darle una cristiana sepultura a su ser querido. Es así como se acercan a la Iglesia no sólo para llevar a cabo un ritual, sino para entrar en un momento de oración, donde buscan el consuelo y la fortaleza para pasar este trago amargo. Es un momento también donde se pide por el eterno descanso de ese ser querido, para que Dios pueda tener misericordia de él y lo lleve a su Reino.
En este contexto de profundo dolor, de muchos interrogantes, de sin sentido, ¿qué sentirá la familia, cuando al buscar en la Iglesia el consuelo por medio de la Palabra, el sacerdote les dice: no le podemos dar las exequias?, ¿aumentará esta negativa su profundo dolor?, ¿evangelizará esta exclusión? Creo que el Derecho Canónico ha errado al dejar al juicio del ordinario la determinación de conceder o no las exequias eclesiásticas y respectivas misas a todos aquellos que se han suicidado. Sólo Dios nos escruta y nos conoce, por esa razón, no queda bien que aún algunos sacerdotes sigan negando este ritual que simboliza una esperanza de salvación. Ya para concluir, es pertinente dejar claro que el sujeto sólo puede encontrarle sentido a sus sufrimientos, sus fracasos, culpas y muertes ónticas, cuando experimenta esa comunión filial con el sublime momento lacerante de Jesús en la cruz, en el cual, se abandona al Padre poniendo en Él su Espíritu (Lc 23, 46). En ese momento extremo que vive Jesús en la cruz se produce la comunión infinita del amor entre el Padre y el Hijo, donde se asume el pecado del mundo en el misterio de la cruz. Es así, como la situación extrema del leño alzado (Mt 27, 46) se revela como fuente de kerigma para todos los hombres, que de una u otra forma se identifican con Jesús por su situación límite de muerte. En el misterio pascual, en ese Jesucristo resucitado, se encuentra la fuente de firme esperanza que acaba con los miedos más profundos del hombre y permite abandonarse en el verdadero Dios de la vida, del amor, del consuelo y del perdón.
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Salud El sacramento de la unción de los enfermos:
Un signo de vida en plenitud Por: Heyner Duwán Hernández Díaz1
“El dolor humano, fruto de una existencia en la fragilidad, no es integrado en una visión coherente de la vida. O se percibe como el trágico resultado de un destino, o se le acepta como la fatal consecuencia de un desenlace biológico. Unas veces se le acoge con resignación, otras con actitud desesperante o con manifiesta rebeldía… Para el cristiano, el sufrimiento no es el punto absurdo de la vida, sino el marco para la comprensión más plena de su realidad total, de su existencia en la carne…”2. Licenciado en Teología de la Universidad de San Buenaventura; Candidato a Magister en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana; Diplomado en San Pablo de la Sociedad de San Pablo y la Universidad de San Buenaventura; Diplomado en Teología Política de la Universidad de San Buenaventura; actualmente profesor de Exégesis y Hermenéutica Bíblica en el programa de Ciencias Bíblicas de la Corporación Universitaria Minuto de Dios; profesor en la Licenciatura en Educación Religiosa de la Universidad de La Salle y profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Intermisional “San Luis Beltrán de Bogotá”. 1
2 BOROBIO, Dionisio. Más fuertes que el dolor. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1977, p. 15.
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eniendo como marco el anterior texto, es necesario reflexionar sobre la enfermedad como una realidad inherente al ser humano y la significación del sacramento de la unción de los enfermos. El abordaje se intentará realizar desde la antropología teológica. La enfermedad, como todos sabemos y hasta padecemos, es una realidad que nos muestra al ser humano, a nosotros mismos, como seres contingentes, caducos y frágiles. A esta realidad que es connatural a nuestra humanidad, a lo largo de la historia, se le ha intentado dar una explicación desde diversas perspectivas, y entre éstas, la Sagrada Escritura no es indiferente a ella. Encontramos que desde la creación y la alianza se ha intentado dar respuesta al sufrimiento, a la muerte y al mal como realidades transversales de la vida.
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Encontramos que por una parte se consideran estas situaciones como causa del pecado, esto lo vemos en relatos como el de la creación. Desde el libro de Job se hace una bellísima exposición que completa la anterior cuestión, en la medida en que habla sobre el sufrimiento del justo, el dolor de quien no ha pecado. Dice el teólogo sacramental Dionisio Borobio: “Finalmente y ante la persistencia de los desprecios, Job comprende que el sufrimiento es un misterio que nos revela el mismo misterio de Dios”3. En el relato del siervo de Yahvé del profeta Isaías encontramos que la enfermedad y el dolor no son absurdos, tienen cierto sentido, en la medida en que éstos no tienen la última palabra, en que estos procesos dolorosos son procesos de salvación no en 3
sí mismos, sino por la esperanza que surge al vivirlos. No me detendré en los relatos neotestamentarios de curación, ya que implican detenimiento y cuidado en su desarrollo, no dejando de mencionar que en las curaciones realizadas por Jesús encontramos signos de la llegada del Reino de Dios y, junto a este, la nueva creación en el ser humano perdida por el pecado. “La enfermedad no es sólo un malestar del cuerpo; es también el aislamiento de una persona que no puede valerse por sí, el verse confrontado con la totalidad de su vida, que se presenta como algo que está en peligro de acabarse; la enfermedad pone en tela de juicio al hombre entero, que se ve colocado en presencia de sí mismo, y no puede apartar los ojos de sí mediante la fuga existencial que nos brinda el trajín de la vida moderna…”4. El ser humano en momentos límite como el de la enfermedad se halla frente a sí mismo, lo que genera ciertos procesos que es de nuestro menester tocar teniendo en LARRABE, José Luis. La Iglesia y el sacramento de la unción de los enfermos. Salamanca: Sígueme, 1974, p. 115. 4
cuenta su importancia para el desarrollo teológico-pastoral. Es posible ver que el cuerpo se halla en conflicto con el resto de la persona en la medida de la consideración como obstáculo y esto como resultado de pensar la enfermedad como un intruso que bloquea al ser humano5. Es posible darnos cuenta que la persona enferma, e incluso nosotros cuando padecemos mínimo una gripa, queremos hacer, salir, trabajar, etc., pero el cuerpo no reacciona frente a esto al estar bloqueado por la enfermedad. Por otra parte, vemos que esta lucha consigo desencadena en una lucha con los demás también. El enfermo en su situación no ve a los otros como generalmente lo hace con salud, él es el centro ahora, los demás son actores de una novela distinta a la suya. El enfermo se siente como si fuera el único en sufrir, su soledad es más terrible en cuanto los demás, incluso los más allegados, desconocen sus necesidades, no dan con su sensibilidad. Pero además es complicado ver que el enfermo se halla como no indispensable, como no importante. El enfermo se ve obligado a ponerse en las manos de los demás y el dolor que se adiciona por esta causa provoca muchos más cuestionamientos. El enfermo se halla en su realidad, se encuentra con el ser humano que realmente es: contingente, vulnerable, precario. 5
Cf. Ibíd., p. 149.
Ibíd., p. 23.
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salud Ahora bien, después de pensar esto, ¿para qué un sacramento en esta situación?, ¿qué hacer o decir ante un ser humano que pregunta para qué sirve la vida, para qué tantas luchas, por qué el fracaso, por qué el dolor y el sufrimiento, dónde está la belleza de las cosas, dónde está Dios? “El pensamiento va precedido por el sufrimiento. El problema de Dios surge en lo más profundo del hombre a partir del dolor por la injusticia del mundo y por el desamparo en el sufrimiento”6. Cito al teólogo alemán Jürgen Moltmann en este apartado ya que para este pionero de la teología de la cruz en el siglo XX, el lenguaje cristiano acerca de Dios debe realizarse en la conciencia y en la plena realidad del desamparo padecido por Jesús en la cruz. “Toda experiencia de fe necesita de una mediación o sistema de significado para ser interpretada y expresada”7. Los sacramentos, como sabemos, expresan las etapas de la vida del cristiano de manera simbólica y significativa. La enfermedad como realidad presente en el ser humano no ha de ser aislada de este marco de comprensión. En la enfermedad encontramos un momento sacramental en la medida de su significación e importancia para el ser humano. Ahora, ¿dónde radica esa importancia? El ser humano en los momentos límite de su existencia, sobre todo en la enfermedad, como ya se dijo anteriormente, se halla ante la realidad MOLTMANN, Jürgen. El “Dios crucificado”. El moderno problema de Dios y la historia trinitaria divina. En: Concilium; Revista internacional de Teología. Madrid. Nº 76 (Junio 1972), p. 336.
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Op. cit. CORPAS DE POSADA, Isabel., Capítulo VII.
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contingente de su ser y existencia. En ese proceso de descubrirse encontramos que fuera del dolor físico que le provoca su enfermedad hay otro dolor que le genera el descubrimiento de su realidad, pero a la vez, estos le posibilitan o le capacitan para abrirse a realidades que antes no experimentaba. Aquella persona que siempre ha tenido en plenitud sus cinco sentidos y de un momento a otro pierde o le falla alguno, siente impotencia y dolor, pero a la vez, esta incapacidad le capacita sus otros sentidos y percibe cosas con sus otros sentidos que antes no experimentaba. De la misma forma el ser humano experimenta o se hace más perceptible, al sentirse impotente y limitado, de la presencia de otras realidades. Lo que quiero es llegar a mostrar que el ser humano en los momentos límite de su existencia se abre o se capacita para la percepción del amor y, junto a este, de otras realidades. El amor, la misericordia y la solidaridad en momentos como el de la enfermedad, capacitan al ser humano para percibirlos de una manera más clara y, es posible decirlo, contundente. “En la mediación del lenguaje sacramental, los acontecimientos y experiencias se tornan sacramentales porque son aptos para que en ellos se exprese y realice la salvación de Dios en Cristo”8. En la enfermedad, ¿en qué medida ocurre esto? Estoy plenamente convencido que “Ante el sufrimiento en este mundo es imposible creer en la existencia de un Dios todopoderoso y lleno de bondad que todo lo rige magníficamente”.9 De acuerdo a como las personas conciban a Dios así lo experimentarán y lo ce8
Op. cit. CORPAS DE POSADA, Isabel
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Op. cit. MOLTMANN, Jürgen.
lebrarán. En la realidad de la enfermedad la percepción de realidades como la misericordia y el perdón se hacen más latentes. Dios, en momentos como este, generalmente no es experimentado en imágenes magnificas y milagrosas ya que estas se rompen ante esta realidad, la imagen del Cristo crucificado constituye para los enfermos, oprimidos y esclavos, la imagen del verdadero Dios.
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Quien sufre y padece dolor o enfermedad comienza siempre creyendo que ha sido abandonado por Dios. Pero, quien en su dolor clama, mezcla fundamentalmente su voz con el clamor de Jesús en su muerte. Dios no sólo es el interlocutor oculto por el que el hombre clama, sino el más profundo sentido del Dios humano que clama en él y con él y que se presenta en su cruz por el hombre allí donde éste enmudece en su tormento. La enfermedad es lugar para un sacramento en esa medida. Pero también, en la medida en que ese amor que se hace presente en esos momentos límite vivifica y hace mortal, y en la contingencia y caducidad experimentada en Dios, con Dios y por Dios, la muerte o la enfermedad no tienen la última palabra, allí la fe se apoya en la esperanza, y se apresura a ir más allá de este mundo, anhelando el futuro. La fe constituye para el enfermo el sentido de su existencia y su apertura al futuro. El futuro constituye una dimensión de tiempo posible y experimentable en la esperanza que brinda el encontrarse ante la contingencia y el abandono. Esta experiencia a nivel personal al ser vivida por amor, con amor y en amor, trasciende los límites de la soledad y la desesperación. Va hacia el nivel eclesial. Donde ese amor vivido y experimentado en solidaridad lleva a celebrarlo y vivirlo en comunidad. Esa experiencia del amor invoca la presencia de Dios en la existencia en la solidaridad, evoca el acontecimiento pascual de Jesucristo, convoca a la comunidad que actualiza y celebra el sacramento del amor y provoca la fraternidad.
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catequesis
Por: Martín Sepúlveda, ssp
La historia de los discípulos de Emaús es un manual para los catequistas de ayer y de hoy. Ella nos enseña a leer la Biblia a partir de la realidad del catequizando. 22
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Vamos a ver, paso a paso, la pedagogía bíblica de Jesús: Caminar con los catequizandos. Jesús no llega con arrogancia, criticando o elogiando a sus discípulos. Sencillamente camina a su lado, acompañando el ritmo de los pasos de ellos y observando. Oír a los catequizandos. Después de caminar con ellos un tiempo, Jesús trata de tomar parte en la conversación. No impone un tema suyo, sino que simplemente entra en el tema de ellos, oyéndolos con toda atención. Trata de mirar lo que hay en su corazón con una pregunta sencilla y respetuosa.
Cuestionar a los catequizandos. Cuando queda a la par en la conversación, Jesús da su parecer: presenta con firmeza su punto de vista, siempre a partir de las Escrituras. Su objetivo no es defender ideas, sino iluminar el camino de los discípulos para que encuentren la Vida. Él no deja a los discípulos perdidos en la oscuridad.
Estimular a los catequizandos. Jesús hace una catequesis dinámica e interactiva. No sólo habla con respecto a las Escrituras, sino que también estimula a los discípulos a obrar de acuerdo con ellas. Los invita a practicar la solidaridad que la Biblia enseña de principio a fin.
Compartir el pan con los catequizandos. El pan compartido sería para siempre la señal de la llegada del Reino. Compartir es realizar la igualdad entre nosotros. La catequesis de Jesús no se queda en el anuncio de la Palabra, sino que concreta esa Palabra en la vida diaria de los discípulos. Desaparecer. Jesús deja a los discípulos para que sigan su camino. También el catequista debe “desaparecer” cuando los catequizandos están maduros para seguir sus propios caminos. No es conveniente asumir “padrinazgos” dentro del grupo. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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catequesis
LEYENDO LA BIBLIA A PARTIR DE LA VIDA Parece fácil leer la Biblia partiendo de la realidad del catequizando. Pero no es fácil, ¡no! Exige: • Caminar con los catequizandos, conocer su vida diaria. • Sentir en la propia piel sus alegrías y tristezas. • Oír sus ideas, conversar con franqueza. • Saber cuándo apoyarlos y cuándo cuestionarlos. • Estimularlos para que asuman en la vida los desafíos de la Palabra. • Compartir con ellos el pan de la Palabra y de la Eucaristía. • Devolverles progresivamente la voz a la vez en la familia, en la comunidad y en la sociedad.
DINÁMICA DE EMAÚS I: Objetivo: aprender con Jesús a leer la Biblia. Caminado a solas, hacer una pequeña revisión de vida. Reflexionar: ¿Cuál es el mayor problema que he de enfrentar en la propia vida actualmente? ¿Cuáles son sus causas? En grupos de tres, cada uno comparta su problema con libertad y confianza. Juntos, tratan de mirar más lejos: los problemas compartidos ¿están presentes en la vida de otras personas? ¿Cuáles son sus causas sociales? El trío busca, en la Palabra de Dios, una inspiración para superar los problemas. Puede ser una frase, un acontecimiento, un texto, un momento de la historia bíblica... Finalmente, ver lo que se puede hacer concretamente por parte de la comunidad para solucionar los casos compartidos. Observación: Si el trío no logra encontrar ninguna luz, puede pedir ayuda al grupo.
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La historia de la catequesis en la iglesia
CATEQUESIS A TRAVÉS DEL ARTE Desde los primeros siglos, la Iglesia estuvo atenta a las personas más necesitadas de la sociedad en todos los niveles y categorías. La mayoría de los cristianos en ese entonces eran pobres, huérfanos, viudas, prostitutas, madres solteras, esclavos... Esos grupos, además de sufrir por la desigualdad y falta de recursos, también sufrían por el analfabetismo. Por eso, no tenían las condiciones para leer la Biblia ni los textos de los Padres de la Iglesia.
UNA ÉPOCA DE POCOS LIBROS La situación se fue agravando a partir del siglo VI con las invasiones bárbaras y la decadencia del Imperio Romano. En varias ciudades fueron quemadas las bibliotecas y las pocas oportunidades de estudio que sólo tenían algunos se fueron extinguiendo... Únicamente los monasterios y las comunidades religiosas siguieron cultivando el saber intelectual, a causa de la Palabra.
CATEQUISTAS ARTISTAS Los artistas eran verdaderos catequistas. En sus obras (pinturas, mosaicos, frescos, esculturas, vitrales, arquitectura, etc.) retrataban los misterios de la fe y los principales momentos de la Historia de la Salvación. Por ejemplo la Creación, las Tablas de la Ley, la actuación de los Profetas, la Anunciación, la predicación y las curaciones obradas por Jesús, la llamada de los Apóstoles, la Pasión, la muerte y resurrección de Jesús, el testimonio de los mártires, los milagros de los santos más populares... De esa manera los que no sabían leer (la mayoría) aprendían lo esencial de la fe cristiana.
TEATRO EN EL PATIO El teatro también fue muy usado en la Edad Media para evangelizar. San Francisco de Asís (siglo XI) popularizó la escenificación del nacimiento de Jesús en medio de los animales domésticos, o sea, en el establo. Así, Francisco ayudaba al pueblo a descubrir el sentido de la Encarnación de Jesús: Dios que se hace uno de nosotros y vive las asperezas de la vida cotidiana, ¡porque había nacido en un portal!
¿Y el pueblo? Cada vez era menos instruido. Los libros, en esa época, eran muy costosos, pues no existía la imprenta y los textos tenían que ser copiados a mano. A veces, un monje gastaba la vida entera para copiar un solo libro. La catequesis no se podía basar en textos escritos. Por eso, se buscaron medios para volver asequible la Palabra: la liturgia, el arte, la predicación, la música...
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Iglesia
HISTORIA DE LA CUARESMA Por: Hernán Alejandro Olano García Director de Humanidades en la Universidad de La Sabana
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La celebración de la primera Cuaresma tuvo lugar en el siglo IV, según el testimonio de Eusebio, consolidándose tanto en Oriente y en Occidente como una conmemoración importante más o menos en el año 385, cuando la preparación pascual, por entonces de seis semanas con ayuno diario, fue extendiéndose entre los creyentes, aunque ya en la Didascalia se señalaba que su duración era de una semana, con un ayuno de sentido ascético.
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egún diversos teólogos, "durante los siglos VI-VII, varió el cómputo del ayuno, pasando del primer domingo de Cuaresma, al jueves santo incluido, es decir una Quadragésima, cuarenta días, a una Quinquagésima, cincuenta días, contados desde el domingo anterior al primero de Cuaresma, hasta el de Pascua; a una Sexagésima, que retroceden un domingo más y terminan el miércoles de la octava de Pascua, y finalmente a una Septuagésima, que serían sesenta días, ganando un domingo más y concluyendo el segundo domingo de Pascua. Este nuevo período tenía carácter ascético y debió introducirse por influencias del Oriente". Curiosamente, en el Libro de Buen Amor, texto medieval español redactado alrededor de 1330, Juan Ruiz Arcipreste de Hita nos habla del significado simbólico de la Pascua y la Cuaresma a partir de una simpática alegoría: don Carnal, hombre mundano y amante de los placeres, es retado por doña Cuaresma a sostener una batalla que tendrá
lugar al cabo de una semana; el reto ha sido lanzado el jueves anterior al día que hoy conocemos como miércoles de ceniza. Tradicionalmente, la Cuaresma se caracterizaba por la preparación de la comunidad cristiana a la Pascua; el Catecumenado y, la penitencia canónica. Sin embargo, hoy en día, comienza desde el miércoles de ceniza y concluye antes de celebrarse la misa vespertina in Coena Domini; período que siendo una unidad, se desarrolla a lo largo del tiempo asignado por la Iglesia, el cual incluye el miércoles de ceniza, los domingos, agrupados en el binomio, I-II; III, IV y V; y el domingo de Ramos de la Pasión del Señor, la Misa Crismal y las ferias de Cuaresma, época en que la catequesis consiste en la conversión del corazón y el culto que desde el interior, es debido a Dios; el perdón fraterno, como requisito indispensable para obtener el perdón de Dios, y la renovación personal de la vida y la entrega amorosa a los demás, como frutos del Misterio Pascual.
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Iglesia En la Cuaresma sólo se celebran un máximo de cuatro festividades como san Cirilo y san Metodio, el 14 de febrero; el 22 de febrero la Cátedra de san Pedro; el 19 de marzo, san José, casto esposo de la Virgen María; y la Anunciación del Señor el 25 de marzo.
La Cuaresma se resume en el tiempo que nos permite intensificar el camino de la propia conversión en la vía hacia la Pascua.
Desde 1963, la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia considera a la Cuaresma como el tiempo litúrgico en el que los cristianos nos preparamos a celebrar el misterio pascual, mediante la conversión interior, el recuerdo o la celebración del bautismo y la participación en el sacramento de la reconciliación, participando en las acciones “penitenciales, individuales y colectivas”. Durante la Cuaresma se omite siempre el "Aleluya" en toda celebración. Se suprimen los adornos y flores de la iglesia, así como la música, excepto el IV domingo. Excepto en los domingos y en las solemnidades y fiestas que tienen prefacio propio, cada día se dice cualquiera de los cinco prefacios de Cuaresma. Los domingos se omite el himno del "Gloria", reservado para las solemnidades y fiestas. Igualmente, antes de la proclamación del Evangelio, el canto del "Aleluya" se cambia por alguna otra aclamación a Cristo, y ese día no se puede celebrar ninguna otra misa que no sea la del día.
Pero sin duda alguna, la Cuaresma es un tiempo para considerar a Cristo crucificado, para realizar la Lectura de la Pasión del Señor, para rezar el Vía crucis y para acompañar con el ayuno a la virgen dolorosa, pues abandonamos así al hombre viejo y al pecado, por un hombre nuevo y nuestra propia redención.
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Guías
Homiléticas P. William Gerardo Segura Sánchez Del Evangelio según san Lucas
Enero 5 EPIFANÍA DEL SEÑOR, Solemnidad Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3.5-6 / Mt 2, 1-12
(...) Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles:”Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo” (…) (Cf. Mt 2, 1-12).
Palabra del Señor
LA SALVACIÓN POSEE DIMENSIONES UNIVERSALES
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a liturgia luminosa de esta solemnidad invita a ensanchar los horizontes y mirar los alcances universales de la salvación traída por Jesucristo a todos los pueblos y naciones; a ponernos en camino para adorar y unirnos a quienes se abren, por la fe, al misterio del Dios encarnado en Jesús.
La salvación, como la luz, tiene dimensión universal Algunas situaciones en la vida llegan a un punto que se vuelven casi insoportables, los gritos afloran en cualquier momento, la angustia comienza a invadir la cotidianidad, en fin, el cielo se pone gris. La persona que ha hecho experiencia de fe y sabe que Dios aparece detrás de la tormenta, lanza su grito de auxilio ante la violencia y la injusticia. Es entonces cuando se descubre, en primera persona, que la fe de los que acogen al Señor, que da sentido y fundamento firme a la existencia, es una realidad que va acompañada de acciones concretas por parte del creyente y por parte del mismo Dios, que actúa según sus tiempos y no según los nuestros. La vida del creyente está misteriosamente invadida por una presencia que, aunque habla de algo que siempre está por venir, lejano aún, pero que no fallará, es, sin embargo, algo que se realiza en acciones y movimientos que animan y alientan la existencia en el presente y abren horizontes en relación con el futuro. La oración a gritos del justo, del creyente, del fiel a las promesas, no quedará defraudada. La fe es la fuerza vital.
Todos los pueblos disfrutarán de la misma herencia Durante siglos la pregunta era, ¿serán muchos los que se salven? Esa pregunta se limitaba a la salvación de los judíos, no incluía, necesariamente, a los pertenecientes a otros pueblos diferentes del de Israel. Isaías ha sido claro, cuando Dios da a conocer su rostro luminoso, se revela como salvador, no sólo del pueblo elegido, Israel, sino
también como luz para todos los pueblos, para los paganos, como les llama Pablo, aquellos que eran considerados fuera del ámbito de la salvación. Ahora se ha revelado el misterio de la salvación y es buena noticia para todos los pueblos. Pablo proclama, con gozo, que también los paganos son partícipes de la misma herencia que los judíos, sin distinción, sin condiciones más allá de la fe en el Señor Jesús que ha resucitado. El misterio pascual ha destruido, de una vez para siempre, las fronteras que le ponen límites a la salvación, ofreciendo precisamente la Buena Noticia del Evangelio a los que habitaban en las tinieblas.
La estrella nos conduce a la adoración La escena del Evangelio es elocuente en lo referente a la universalidad de la salvación ofrecida por Dios, en Cristo, a todos los pueblos. Sin embargo, el texto deja entrever que es necesario ponerse en camino hacia el Dios recién nacido. Hay que buscar entre las ciudades, ente los libros del Antiguo Testamento, entre los sabios, pero, a diferencia de éstos, hay que seguir la estrella que conduce a su presencia. No es suficiente con saber dónde debía nacer, hay que continuar el camino y llegar a su destino para adorar. Con la llegada del Mesías, rey salvador, los limites espacio temporales han quedado abolidos. Ahora todos los pueblos de la tierra son convocados a adorar a Dios y lo han de encontrar en medio de sus padres, en la pobreza que es riqueza y que hace ricos. La humilde familia de Nazaret presenta, sin grandes pretensiones, al niño como don de Dios para todos los pueblos, también para los más lejanos, y el niño es reconocido como rey, recibiendo tributos, honores y regalos que tal dignidad comporta. En el niño de Belén la humanidad reconoce a su Dios y Señor, le otorga los presentes que así lo acreditan. enero / marzo - 2014- Vida pastoral no 153
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guías homiléticas
Enero 12 BAUTISMO DEL SEÑOR, fiesta Is 42, 1-4.6-7 / Sal 28 / Hch 10, 34-38 / Mt 3, 13-17 Del santo Evangelio según san Mateo (…) Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre Él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias” (cf. Mt 3, 13-17).
Palabra del Señor
EL ESPÍRITU REVELA LA INTIMIDAD DE DIOS
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a liturgia que cierra el tiempo de Navidad ofrece el don de contemplar a Dios, quien revelando la identidad de su Hijo amado, confirmándolo en la misión del anuncio del Reino y animándonos a vivir en actitud de escucha, revela su misma intimidad, el Dios que ama a los suyos en su Hijo.
Dios presenta a su amado, su elegido La paternidad es un asunto de gran importancia para la vida de una persona, ella es un punto de referencia, de procedencia, de identidad y pertenencia para el hijo. A lo largo de la historia humana se ha manifestado de muchas maneras la importancia para un hijo de contar con el apoyo de su padre. La psicología moderna habla de la confianza fundamental de saberse protegido y sostenido también por la figura paterna. El profeta Isaías al presentar al “siervo de Yahvé” le otorga esa protección paterna divina, la cual le posibilita para el cumplimiento fiel de su misión redentora a pesar de que sabe que debe padecer. Pero además el profeta expresa el gozo del padre en el hijo, pues en él tiene sus complacencias, por eso le otorga el espíritu y le hace ser luz que alumbra como justicia sobre las naciones. La fiesta del bautismo del Señor nos coloca, en sentido teológico, ante un Hijo de Dios que cuenta con todas las condiciones filiopaternas para ser feliz, realizar con eficacia y seguridad su misión, y conducir a otros hacia la luz que brilla sobre Él. Él es el predilecto.
Jesús es el ungido de Dios, el Mesías que salva El sentido y significado bíblico de la unción consiste en ungir a la persona con óleo sobre la cabeza para que participe, simbólicamente, de manera especial del Espíritu de Dios. Para ello, se capacitaba al ungido a ejercer una función llamada teocrática; es decir, ser rey representante de Dios y por eso al rey del pueblo de Israel se le llamaba “ungido de 30
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Yahvé”. Cuando un padre ungía a su hijo primogénito, significaba que lo consagra para una misión especial de cierto carácter divino. Jesús, el Hijo de Dios, es ungido con la fuerza del Espíritu, capacitándolo para cumplir su misión de hacer el bien a todos y curar a los que lo necesitaban. La unción con el Espíritu está en función de la comunidad, y especialmente de los más necesitados. Nuestra tarea también consiste en descubrir en las sombras de este mundo y de la dureza de la muerte el latido del amado, del ungido de Dios con el poder del Espíritu. Develar a lo largo de una vida inmersa en el misterio de Dios, por el bautismo recibido, que Dios se ha decidido por este mundo, por cada uno; que es posible levantarse de toda caída por más grande, profunda y dolorosa que sea; al igual que Jesús, el cristiano ha sido ungido con el poder del Espíritu el día de nuestro bautismo.
Dios envía su Espíritu La unción de Dios se da por mediación del Espíritu, Él desciende sobre quien va a ser ungido. Antes de recibirlo, Jesús se solidariza con la raza humana, se coloca en la fila de los pecadores, que buscaban, de alguna manera, expresar el deseo de reconciliación con Dios y su vuelta a Él. Juan le reconoce, e intenta que sea al revés, él es quien necesita del bautismo, pero Jesús quiere cumplir la voluntad de Dios. Una vez bautizado, Él recibe del Padre (identificado por el contenido de la voz que procede del cielo) la fuerza del Espíritu para iniciar su ministerio público, y, con sus palabras y obras, hacer presente la misericordia de Dios que trae la paz, la justicia y la libertad a los miembros de la comunidad. El bautismo de Jesús, que no puede ser comparado con nuestro bautismo cristiano, revela la intimidad de Jesús, Él es el amado, el de las complacencias del Padre, pero, a la vez, revela la intimidad de Dios, Él es el amante, el que se complace en su Hijo, el que en Él se revela como bueno, amante de la vida y de la libertad.
Enero 19 II DOMINGO ORDINARIO Is 49, 3.5-6 / Sal 39 / 1Co 1, 1-13 / Jn 1, 29-34 Del santo Evangelio según san Juan En aquel tiempo vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque existía, antes que yo’ (…) (cf. Jn 1 , 29-34) .
Palabra del Señor
DIOS SE REVELA OFRECIENDO LA SALVACIÓN A TODOS
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a liturgia dominical en el inicio del tiempo Ordinario nos reúne como comunidad creyente en torno a la Palabra y la Eucaristía, nos hace conscientes de la universalidad de la salvación, del don de la gracia, la reconciliación y la paz que se ofrece a todos por la revelación de Cristo el Señor.
La salvación universal posee las dimensiones de la luz Los días de la vida de una persona creyente no pueden pasar en vano. Cada quien tiene una misión que cumplir al servicio de Dios y de su comunidad. Más aún, cada misión tiene un signo visible que la caracteriza. En la mentalidad bíblica la identidad personal está íntimamente relacionada a su misión y el servicio que se presta a la comunidad a la que se pertenece. El profeta Isaías pertenece a un pueblo, Israel, y dentro de él ejerce su misión al servicio del mismo, pero ésta tiene alcances más allá de los límites territoriales. Por eso el mismo Dios le comunica que su servicio es el de un siervo, es decir, el de uno que no depende de sí mismo, sino de su amo y señor. Él está al servicio de su Dios en una situación concreta. Le esclarece que su misión le ha sido dada desde el seno materno y que como signo tiene las dimensiones de la luz. Él ha de ser luz de las naciones, de modo que los beneficios otorgados al pueblo elegido no se limiten a él, sino que lleguen a todas éstas, sin límites territoriales.
Nos une la gracia de Dios en Jesucristo El cristiano sabe que su comunidad creyente gira en torno al culto debido a Dios en la escucha atenta de su palabra, y en la fracción del pan (también más allá de la celebración de los sacramentos), pero además es consciente de que por naturaleza la Iglesia es misionera, que ese es un signo distintivo de su identidad. La identidad del fundador de la comunidad de Corinto, Pablo, hace de ambos una realidad de pertenencia y de fe cristiana, llamada a la santidad por el mismo Dios.
El don que él les desea es la gracia y la paz de Dios. Éstos no son privilegio de una comunidad particular, sino don para ser gozosamente comunicado a toda nación. Por lo mismo, Pablo tampoco limita la acción de Dios en Jesucristo a la comunidad de Corinto, sino a todos lo que en cualquier parte invocan su nombre. Hermoso texto que nos recuerda que, cada vez que nos reunimos en su nombre, lo hacemos en comunión con los que a lo largo del mundo lo invocan. La celebración comunitaria de la fe en los sacramentos nunca es un acto aislado, individual, sino una acción eclesial, universal, católica, evangelizadora. La santificación es un don que llega a quienes en comunión de fe se acercan al Señor, le invocan, le siguen y juntos celebran su misterio de fe.
En Cristo se nos ofrece el perdón de los pecados La identidad de una persona puede ser diversa, dependiendo de dónde se toma la información, de las imágenes que los demás se hayan hecho de ella, y del significado que se les atribuya. Jesús mismo se interesó en conocer lo que se decía de sí mismo, lo que otros opinaban de Él. En el evangelio de Juan la identidad de Jesús es descrita por el Bautista como “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La imagen del cordero es muy significativa, pues es signo de la debilidad desarmada, del silencio, del dejar caer sobre sí las maldades de los otros, tal como lo presenta el profeta Isaías. Aun cuando Jesús ha sido enviado a las ovejas de Israel, su acción redentora, santificadora y reconciliadora de la humanidad con Dios va más allá de sus límites. Ella abarca a todo el mundo, llega a todos lo que crean en Él como enviado del Padre, a quienes se permitan experimentar el perdón de Dios es las palabras y acciones de su enviado, Jesús. A estos se les concede el perdón de sus pecados y la incorporación en la comunidad de fe. Al escuchar la descripción de la identidad de Jesús en labios del gran Juan Bautista, no podemos más que acercarnos a quien él señala como cordero que ofrece el perdón de Dios al mundo, a todos. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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guías homiléticas
Enero 26 III DOMINGO ORDINARIO Is 8, 23–9, 3 / Sal 26 / 1Co 1, 10-13.17 / Mt 4, 12-23 Del santo Evangelio según san Mateo (..) Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos. Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron (…) (cf. Mt 4, 12-23)
Palabra del Señor
TESTIGOS DE LA LUZ ENTRE las TINIEBLAS
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a liturgia dominical es un reto a los que profesamos la fe en el Señor resucitado, vencedor de la muerte y de las tinieblas, superándolas con valentía y sumergiéndonos en la luz, para abrirnos a la escucha de la Palabra de Dios, a la luz del misterio luminoso de la pascua y la salvación obtenida.
Ser luz en medio de las tinieblas La luz natural del día, como aquella que, de alguna manera, brilla en las tinieblas, es una de las grandes necesidades del ser humano; ella otorga seguridad, certeza, hace el camino fácil. La gloria de Dios que anuncia el profeta Isaías irrumpe en la historia del pueblo de Israel como una gran luz en medio de un camino de densas tinieblas; ella hace evidente la presencia escondida de Dios, pone al descubierto su acción poderosa y destructora a la vez, de toda tiniebla. En el ámbito de la fe la luz es primordial ya desde la primera página de la Escritura. Por eso el anuncio profético y esperanzador de la llegada de la luz es buena noticia siempre, es liberación de las tinieblas, es gozar de la presencia de Dios que lo trasforma todo. Dios con su luz engrandece a su pueblo, lo rescata, le otorga una dignidad, la de elegido suyo. Su acción lo vuelve luminoso, le da motivos para la alegría, el gozo, la fertilidad de la tierra, la liberación de toda opresión.
La luz se revela también en la unidad de fe El profeta nos ha dicho que la luz se opone a las tinieblas, pero digamos además, que ella las hace evidentes, ella revela, ilumina lo que no está conforme al querer de Dios, lo que rompe la comunión. Las primeras comunidades cristianas surgían del paganismo, como es el caso de la de Corinto. Pablo, su apasionado fundador, se esfuerza por construir una comunidad cristiana en medio de las tinieblas de aquel mundo pagano, y una forma de hacerla creíble, de darle identidad netamente
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cristiana, es superando las posibles divisiones entre sus diversos miembros. Por eso él insiste en que no haya divisiones en la comunidad aludiendo a personas, que aunque muy capaces e incluso importantes para la comunidad (Pablo, Apolo, Pedro, Cristo), no pueden aludirse como motivo para generar divisiones internas. La unidad es, además, para aquella sociedad, una forma visible y poderosa (también hoy), de testimoniar a quién pertenece la comunidad y en nombre de quién se reúne para dar culto a Dios en Cristo. Desde el Vaticano II, pasando por la Evangelii Nuntiandi el grito/llamado/misión es a superar con valentía y decisión todo cuanto desacredite la fuerza luminosa del Evangelio en la vida de los que se denominan seguidores de Cristo Maestro.
Ser mediación para el cumplimiento de la Escritura Los profetas anunciaron la llegada de la luz, pero el evento no se limitaba solo a un momento puntual (el destierro a Babilonia, por ejemplo), sino que se extendía a lo largo de la historia del pueblo de Israel. El culmen se alcanza con la llegada de Jesús, la cual significa el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, especialmente la de Isaías, según las cuales la luz alumbraría no solo a la comunidad de Israel, sino más allá, hasta rebasar los límites impuestos por las personas. Ya conocemos el potencial de la luz, ella abarca todo espacio posible. Dios es luz y su luz abarca a todo el que esté bien dispuesto a abandonar las tinieblas de la ignorancia, del engaño, de la maldad, del pecado, de la ira de Dios. Pero, además, encontrarse con quien es la luz, es decir, con Cristo resucitado, implica ponerse a su servicio, ser discípulo suyo, abandonar los límites estrechos para aventurarse en un terreno siempre nuevo, convertirse en luz que le hace presente, que comunica Buenas Noticias a todos por el camino de la historia. Es necesario sumergirse en las profundidades de la luz, regresar al lugar de origen, convertirse en luz, en todo lo que está a nuestro alcance, para ser reveladores del misterio luminoso del amor de Dios en Cristo.
Febrero 2 LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Ml 3, 1-4 / Sal 23 / Hb 2, 14-18 / Lc 2, 22-40 Del santo Evangelio según san Lucas Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes el Mesías del Señor. Movido por el Espírito, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios (cf. Lc 2, 22-40).
Palabra del Señor
DIOS ACEPTA CON AGRADO LA VIDA COMO OFRENDA
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a liturgia festiva del domingo introduce decididamente en el misterio de la luz, de la revelación de Dios a los pueblos paganos, de la contemplación del misterio divino en figura humana, de la universalidad de la salvación, de la maravillosa misión de cada cristianismo como luz del mundo.
El fin de la búsqueda está por llegar Desde las primeras revelaciones de Dios en la historia de un hombre y su familia, comunidad e historia (Abrahán, por ejemplo), el ser humano sigue buscado y esperando la manifestación definitiva y gloriosa de su Dios. Además, a lo largo de esa historia de la relación entre Dios y el ser humano, éste ha ofrecido a Dios sus mejores dones, signo de su gratuidad. Dios, por su parte, ha aceptado, generalmente con agrado, los diversos sacrificios. No obstante, el verdadero don agradable a Dios es aquel que hace presente su misterio cuando Él mismo se hace ofrenda y convierte a los oferentes en don agradable a sí mismo. Es la idea que nos comunica el profeta Malaquías, cuando indica que la entrada del Señor en su santuario será de improviso, entonces quienes le buscan le encontrarán. Se dice también que la ofrenda querida y agradable a Dios es la integridad de la vida del oferente y de la comunidad. La presentación del Señor al templo nos pone en una situación de toma de decisión.
Él es en todo semejante a sus hermanos Malaquías hablaba de la calidad de la ofrenda dada a Dios por parte de su pueblo, santa y purificada. Ahora Hebreos nos acerca más a ello, y a la capacidad de la persona que la puede hacer verdaderamente agradable a Dios. La ofrenda que Jesús presenta a su Dios y Padre nuestro, no son dones tomados del fruto de la tierra, sino el fruto del vientre de una madre, un hijo de hombre. Él al ofrecer su don lo hace como miembro de la gran familia humana, con la cual quiso identificarse hasta el extremo de ser de nuestra misma sangre.
Ahora bien, lo que se ofrece es la persona misma del Hijo de Dios, su ofrenda es su propio cuerpo, uno semejante al nuestro en todo menos en el pecado, es decir, uno en total sintonía con el querer creador de Dios al principio, sin las consecuencias del pecado y la muerte. Debemos maravillarnos, su ofrenda agradable a Dios, que es el don de sí mismo, es ofrenda que simultáneamente nos hace en Él ofrenda agradable al Padre. Al ser en todo semejante a nosotros, puede en nombre de todos los mortales, ofrecer sacrificios agradables a Dios, libres de toda maldad y otorgando a todos la capacidad de Dios. Presentemos no dones caducos, sino una vida intachable en santidad y justicia.
Llamados a contemplar a Dios en el recién nacido Hay ocasiones, en las cuales uno siente que ha logrado el objetivo de la vida, que todo ha alcanzado la tan deseada plenitud, que la muerte puede venir cuando quiera, todo ha sido contemplado, la vida tuvo sentido, significado y dignidad. Quien ofrenda a Dios su propia existencia, toda una vida abandonada a su voluntad, la búsqueda de la verdad, y a la práctica de la justicia, en la espera de la revelación del misterio, verá tarde o temprano al mismo Dios ante sus ojos. Es entonces cuando se contempla en la propia vida la salvación y no se desea otra cosa más que vivir desde ya en la eterna presencia de Dios, abandonar la existencia en este mundo con toda serenidad. Toda su espera estuvo llena de sentido y le ha otorgado la vida. Es el caso de los dos ancianos del Evangelio de Lucas, que hoy nos deleitan con su vida dispuesta a la contemplación de la revelación, a la espera serena, a la proclamación del misterio, al reconocimiento de la grandeza de Dios en la persona de un niño de brazos. El misterio de la luz nos ha invadido en cada palabra de los textos de hoy, acojamos con fe la presencia de Dios en su Hijo de brazos, en su palabra portadora de liberación, de luz, de sentido, abandonemos las seguridades para ir a su encuentro. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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Febrero 9 V DOMINGO ORDINARIO Is 58, 7-10 / Sal 111 / 1Co 2, 1-5 / Mt 5, 13-16 Del santo Evangelio según san Mateo En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. (...) Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos” (cf. Mt 5, 13-16).
Palabra del Señor
LA MISIÓN DEL CREYENTE ES SER LUZ
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a liturgia dominical en cada uno de sus textos habla de la imagen de la luz, misma que reconocemos en la Palabra proclamada y la persona del Señor que sale a nuestro encuentro para iluminar el camino, pero también en cada persona que se ve privada de sus necesidades básicas.
El amor al prójimo se revela como luz Estar en la luz no significa, necesariamente, estar libre de pecado, estar en orden respecto al querer de Dios, tener las manos limpias, no estar contaminado con las cosas del mundo. No, colocarse en presencia de la luz confronta el riesgo de hacer públicas y visibles todas las facetas de la vida de una persona, incluidas las obras que se realizan (o no) en favor de los más desprotegidos de la sociedad. La luz pone al descubierto no solamente la identidad personal, sino también las necesidades de los otros, y, como consecuencia, las propias obras realizadas en beneficio de ellos. En la propuesta del profeta Isaías, entre más se practique la caridad, más brilla la propia luz; entre más se ensucien las manos, más limpias están (liturgia urgente de las manos, después de cada sacramento celebrado); entre más se compartan los bienes con los necesitados, más brilla la luz divina sobre el creyente; entre más libres de toda opresión, más resplandecerá la gloria de Dios. Sí, la Palabra de Dios es un urgente llamado a hacer vida la fe, comprometiéndose con los que no ven la luz a causa del hambre, la falta de techo, de vestido, de la injusticia, la opresión, la maldad. Se trata, en una frase, de, desde la fe, no darle la espalda al propio hermano.
Anunciamos a uno que fue crucificado, a Cristo ¿Qué actitud tomamos cuando anunciamos el Evangelio?, ¿de quién hablamos?, ¿cómo lo hacemos? La fuente de la luz del cristiano para proclamar gozosamente a Jesucristo no es un esfuerzo intelectual o mental, sino el encuentro
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vital y personal con una persona que ha sido sometida al padecimiento de la cruz. Pablo le recuerda a los de Corinto, y a nosotros hoy, que la proclamación del Evangelio es un claro anuncio de Cristo crucificado. Éste anuncio no es un discurso persuasivo cargado de lenguaje elegante o sabiduría humana, sino de quien destruyendo el poder del pecado y de la muerte, nos ha introducido en el maravilloso reino de la luz, en el cual los verdaderos hijos de Dios son reconocidos por su entrega. Aun cuando la Iglesia realiza el misterio de Cristo en sus celebraciones litúrgicas (SC), no lo hace más que anunciando a Jesucristo, poniéndolo a Él en el centro de la comunidad que le hace evidente ante los ojos del mundo.
Nuestra misión: ser luz del mundo En días anteriores hemos dicho que una de las funciones principales que tiene la luz es iluminar en medio de la oscuridad, dar sentido. Cristo se presenta a sí mismo como la luz del mundo, según san Juan, y cuando Él como luz entró en el mundo, disipó el poder de las tinieblas. Pero su misión va más allá, Él mismo quiere involucrar a los suyos en esta ardua tarea de iluminar, disipar las tinieblas, por eso nos ha otorgado la misión de ser luz del mundo. Él lo hace confiándonos ser los que hoy, en su nombre, y por la fuerza del Espíritu, iluminemos las tinieblas del error y hagamos visible los rasgos de aquellos que con su generosidad y en su nombre transforman los rostros desfigurados por las tinieblas. Ser creyente es algo más que solo profesar la fe en el Resucitado, se debe colaborar con la Iglesia y la evangelización siendo luz del mundo. La misión no es fácil, pues implica un compromiso serio con los más desposeídos del mundo. Los santos son el mejor testimonio para comprender esta Palabra de Dios, ellos han comprendido la Palabra y la han comunicado con su vida, que es como un rayo de luz que brota de la misma Palabra (Verbum Domini). Ejemplo indicutible es la persona y obra de la Madre Teresa de Calcuta.
Febrero 16 VI DOMINGO ORDINARIO Si 15, 15-20 / Sal 118 / 1Co 2, 6-10 / Mt 5, 17-37 Del santo Evangelio según san Mateo En aquel tiempo Jesús le dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley (...) (cf. Mt 5, 17-37).
Palabra del Señor
LA SABIDURÍA DE LA CRUZ DE CRISTO
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a liturgia dominical busca reorientar nuestra mirada al proyecto original de Dios para con el ser humano, el cual tiene relación con una vida en santidad, libre del pecado, al servicio de Dios y del prójimo, buscando el querer originario de Dios en su santa legislación a favor del ser humano.
Capacitados por Él para evitar el pecado Un conocido dicho reza “errar es humano”. Con él se justifican una gran cantidad de defectos, ciertamente humanos, pero, además, una serie de acciones que no deben contenerse en él. En muchas ocasiones la sociedad, e incluso los creyentes, le echan la culpa a Dios de los males personales y sociales. Sin embargo, la palabra de hoy nos asegura que el verdadero responsable de estos es el ser humano y sus decisiones. El motivo nos lo da el texto del Eclesiástico que nos recuerda que Dios mismo ha puesto en manos de las personas la capacidad de darle una orientación a la vida. Él ha dado las opciones y respeta las decisiones, por eso el ser humano debe asumir las consecuencias de estas, también de las que le conviertan en pecador. Él, dice el texto, no ha dado permiso a nadie para pecar, lo cual supone que su gracia capacita para una vida según su voluntad, en sintonía con el Evangelio, al servicio de las necesidades del otro, en disposición para no actuar en contra de los otros. Ciertamente la Palabra confronta nuestra profesión de fe, nuestro testimonio, la asimilación de la voluntad de Dios, el compromiso de hacer evidente ante los demás al Dios en quien firmemente creemos, de quien nos gloriamos y a quien damos culto santo.
La sabiduría de la cruz revela la gloria de Dios La capacidad para decidir la orientación que se le dé a la vida personal y comunitaria no proviene de las propias fuerzas, no es de tipo intelectual, ni es sabiduría académica, sino que se requiere de la sabiduría misteriosa de Dios, que, sin lugar a dudas, es la misteriosa sabiduría de la cruz, que conduce a la gloria. Estamos, por tanto, en el ámbito de la fe y ha-
blamos de la sabiduría que es don de Dios. Por eso, orientar la vida bajo el signo de la cruz, con todas las implicaciones que esto conlleva, es optar por la sabiduría divina, y, a pesar de todas las apariencias, escoger voluntariamente el camino de la gloria, el mismo que Cristo escogió, y el único que Él ha señalado para sus servidores. Esta sabiduría existe antes de la creación del mundo, está destinada a revelar la gloria de Dios, está oculta a quienes injustamente gobiernan los pueblos, solo la puede recibir quien es dócil al Espíritu Santo. Ahora se aclaran las cosas, pues la capacidad para no pecar brota de una mirada clavada en la cruz, contemplando cómo es posible un Dios que se revela poderoso desde el madero de la cruz.
Volviendo a la intención original de la ley La interpretación de la Palabra de Dios es un tema que ocupa la atención de la Iglesia y su Magisterio. Jesús mismo se vio en la necesidad de ayudar a los suyos a comprender el espíritu del legislador, como se dice en derecho, para revelar el querer de Dios manifestado en la legislación de Moisés y las posteriores interpretaciones, no siempre en sintonía con la voluntad originaria de Dios. La Palabra de Dios, que ha sido dada desde el principio, mantiene su vigencia, no dejará de cumplirse nada de ella y no se le puede cambiar ni una tilde, y, antes que flexibilizarse o relativizarse, ella es presentada con la radicalidad propia de sus orígenes. Jesús quiere liberar la ley de todo el lastre que a lo largo de los siglos, como consecuencia de la interpretación legalista de los escribas y fariseos, se ha acumulado en torno a ella, para dejar al descubierto el querer original de Dios en relación con la salvación del ser humano. Es lo que Mateo presenta con esa continua introducción “pero yo les digo…”. Estamos llamados a descubrir la frescura y radicalidad de la Palabra que busca conservar la integridad de la persona humana y su dignidad, así como la supremacía de Dios que no legisla para condenar la vida, sino para garantizarla y salvarla. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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Febrero 23 VII DOMINGO ORDINARIO Lev 19, 1-2.17-18 / Sal 102 / 1Co 3, 16-23 / Mt 5, 38-48 Del santo Evangelio según san Mateo En aquel tiempo Jesús le dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda (...) Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: amen a sus enemigos hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian (…) (cf. Mt 5, 38-48).
Palabra del Señor
EL GRAN IMPERATIVO DEL AMOR HASTA QUE DUELA
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a liturgia dominical con su imperativo sobre el amor al prójimo, compromete seriamente en la conjugación en plural del verbo amar, pues la salvación, aun cuando es personal, se alcanza en medio de una comunidad en la que, desde la fe, se aman los unos a los otros en Cristo Jesús.
El gran imperativo de la fe: amar al prójimo Entre las principales características del cristianismo está el amor al prójimo, pero bien sabemos que en la vida practica no es fácil conjugar el verbo amar. Por eso la Palabra de Dios hoy invita a conjugarlo desde la propia experiencia personal, amar al prójimo como a sí mismo. Pero esto exige y significa que se tiene un amor sano hacia sí mismo, liberado de egoísmos. El imperativo es amar al prójimo con el mismo amor que se tiene a sí mismo, no se exige amarlo más, pero tampoco menos que a uno mismo, sino “como” a sí mismo. El parámetro esta dado en esa palabrita “como”. El amor se vuelve operante cuando soy capaz de dar al otro lo que a mí mismo me gustaría recibir. Pero el texto exige también que no haya odio al hermano ni en lo secreto del corazón, sin buscar venganza ni nada que lo perjudique. Se trata de las leyes de santidad del Levítico, que buscan preservar al pueblo en un estado de pureza cultual, para ejercer con dignidad el culto a Dios y ser fiel a la alianza. El llamado de la Palabra es a hacer algo que debería ser lo más fácil del mundo, pues es más sencillo amar que odiar. Hagamos experiencia de la santidad de Dios y el amor al prójimo se convertirá en una acción continua y agradable a Dios y su santidad.
La centralidad de Cristo en la comunidad Una equivocada comprensión del amor de Dios y del amor a sí mismo tiene como consecuencia un amor errado y confuso al interno de la comunidad. En algunos casos, como en Corinto, los ministerios, carismas y servicios se confunden, y esto llega a ser factor de división entre los creyentes. Tenga36
Vida pastoral no 153 - enero / marzo - 2014
mos en cuenta que cuando se ama de forma personal a otra persona el interés se centra no en lo que se pueda recibir de aquella, sino en ella misma. El amor a la comunidad y sus miembros en nombre de Cristo libera de falsas esperanzas, coloca las cosas en su lugar, reconoce que cada uno de los miembros tiene una función pero que no está por encima de Cristo ni de la comunidad. La propuesta de Pablo está completamente centrada en Dios, quien en la persona de Cristo nos ha hecho su especial pertenencia y desde la centralidad de su persona nos hace participes de todos los bienes de la creación. Desde esta perspectiva entendemos que todo es de la comunidad, ésta es de Cristo y Él de Dios.
Amar hasta que duela Para el creyente es de sobra conocido que su deber cristiano es mostrar amor en toda circunstancia posible, una gran disposición al perdón y al amor. Sin embargo, a veces se hace difícil, perdonar y amar a los que nos aman, a seres queridos, con quienes tenemos una relación cercana e incluso de intimidad. Mucho más exigente es la propuesta de Jesús en Mateo al exigir un amor difícil de digerir, el amor a los enemigos. ¿Cómo lograr ese grado de amor que supera incluso nuestras fuerzas espirituales? Aquí definitivamente quien no ha conocido el amor de Dios entregado en Cristo, no puede más que menear la cabeza, dar media vuelta e irse. Por el contrario, quien, por la fe, ha experimentado personalmente el amor de Dios y el gozo de la salvación está capacitado para amar de esa manera. Amar aquí puede ser sinónimo de hacer el bien al que obra el mal en nuestra contra, orar por quien nos hace daño, mostrando que eso es posible para quien se considera y experimenta como hija o hijo amado del Padre. Definitivamente la Palabra de este domingo nos coloca ante un gran desafío, centrar toda la vida en Cristo, para ser por Él capacitados para mostrar a los que nos hacen daño que el amor de Dios es el más grande.
Marzo 2 VIII DOMINGO ORDINARIO Is 49, 14-15 / Sal 61 / 1Co 4, 1-5 / Mt 6, 24-34 Del santo Evangelio según san Mateo En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué vestirán. (…) (cf. Mt 6, 24-34)
Palabra del Señor
EL CRISTIANO APRENDE A CONFIAR EN DIOS
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a Palabra de hoy nos recuerda que Dios posee una memoria extraordinaria en la identificación de quienes le son fieles, confían en su providencia, se abandonan a su misericordia en medio de la comunidad creyente y orante, y actúan con conciencia recta en medio del mundo.
Dios es fidelidad incomparable En la Escritura el “recuerdo” es un elemento importante, dado que Dios no se olvida de la alianza hecha con su pueblo que padece alguna injusticia. Cuando eso sucede Él actúa salvando, cumpliendo su palabra, haciendo memoria de su alianza, enviando a alguien en su nombre. Toda alianza entre dos o más personas genera un vínculo que, incluso en algunos casos, es permanente. La alianza de Dios con su pueblo Israel tiene ese carácter de permanente vinculación. Además, el profeta Isaías habla de una experiencia que supera todo olvido, yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor. Por eso, aun cuando el pueblo de Israel rompa la alianza por causa de la idolatría, o cualquier otra infidelidad, Dios mantiene una fidelidad insuperable e incomparable, que, según las palabras del profeta, sobrepasa en todo el amor de una madre por su hijo. Así es Dios, Él no admite comparación en el campo de la fidelidad, no se deja vencer por las infidelidades, no desmiente su palabra, se acuerda eternamente de su promesa, sólo puede actuar ofreciendo y realizando la salvación. Ante este Dios incomparable a cualquier persona, no queda más que buscar por todos los medios mantenerse fiel a Él, a su voluntad y a su amor generoso.
Vivir la fe desde lo profundo del corazón La fidelidad es un tema espinoso y para muchos, especialmente para los seguidores de Jesús, de vital importancia. Ella no es un acto que se pueda juzgar por manifestaciones externas, ni por la sola pureza física, es algo más amplio y
delicado, tiene su razón de ser en lo profundo del corazón humano, en las verdaderas intenciones que motivan la virtud. Sin embargo, la fidelidad a la alianza en todos los extremos posibles, otorga al ser humano un impresionante sentido de libertad y pureza de intención. Quien así actúa, sabe que todo su quehacer está en sintonía con el querer de Dios y que nadie lo deberá juzgar. Pero la Palabra de Dios recuerda que cuando se revele la justicia divina quedarán patentes las justas y verdaderas intenciones de cada corazón. En ese momento el único que juzgará será el Señor, ante el cual no hay nada oculto, el corazón queda al descubierto. Esto es muy tranquilizador, como dice Pablo, pues entonces el juicio ya no será de condenación sino de glorificación.
Vivir sin angustias, confiando en la providencia La fidelidad incluye también la preocupación por el otro y sus necesidades, tal como la viven los esposos, que se interesan por los diversos aspectos que hacen de su relación amorosa un estilo de vida en pos del otro y su felicidad. Sin embargo, la publicidad comercial ha convencido de la necesidad de tener de todo en reserva. La abundancia de mañana depende de la acumulación de hoy. Ello con el inconveniente de que para asegurarse el mañana se olvida la verdadera necesidad del otro en el hoy de su existencia, la solidaridad pierde terreno desde el punto de vista del consumismo. Para Jesús la abundancia de mañana depende del hoy, pero liberada de la angustia de la acumulación, de los libros de contabilidad y de la protección celosa de las reservas. Para abandonarse a la voluntad de Dios, naturalmente asumiendo las verdaderas responsabilidades, es tener la certeza de que su paternidad y su providencia no fallan. Es necesario aprender de Jesús a no vivir angustiados por el mañana, descubriendo la providencia de Dios en el presente, para así darle gracias y tomar conciencia de que de nada vale la acumulación de bienes materiales sin el principio cristiano de la solidaridad. La belleza de la vida es vivir para servir al necesitado.
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Marzo 9 I DOMINGO DE CUARESMA Gn 2, 7-9; 3, 1-7 / Sal 50 / Rm 5, 12-19 / Mt 4, 1-11 Del santo Evangelio según san Mateo En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto (…) Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, (…)". Lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo (…)". Jesús le contestó: También está escrito: “ No tentarás al Señor tu Dios” (cf. Mt 4, 1-11).
Palabra del Señor
EN TOTAL FIDELIDAD A LA PALABRA DE DIOS
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a liturgia dominical de Cuaresma, desde la centralidad de la Palabra de Dios, confronta nuestra experiencia de fe con la práctica de la justicia y la determinación de hacer en todo consciente y libremente solo la voluntad de Dios, renunciando al mal y a sus múltiples tentaciones cotidianas.
La última palabra la tiene el Creador y redentor Los que creemos en el Dios de la revelación, el que sale de sí mismo para comunicarse amistosamente con su creatura, sabemos que el género humano ha sido creado por la palabra, ella lo dijo y existió, ella es su origen y el fundamento de su existencia, su vida está orientada hacia ella. Sin embargo, el ser creado por Dios puede ponerse en contra de su Creador. La presencia del mal en el mundo le puede orientar no solo la mirada, sino también la voluntad y el querer en otra dirección. Se da entonces la no escucha o desobediencia de la palabra generadora de vida, como efectivamente sucedió. Precisamente ese es el origen de lo que llamamos pecado, y se debe cargar con las consecuencias de tal desobediencia. Los ojos del ser humano han sido capacitados para contemplar la maravillosa obra de la creación, pero el deseo orientado desde fuera por otro, conduce a la contemplación no de la obra creada, sino de la criatura misma, la cual se descubre en su desnudez, en su dependencia absoluta de Dios, pero a la vez, en su miseria, traicionada en su raíz.
El don de Dios no admite comparación Dios ha sido abundantemente generoso a la hora de crear al ser humano, lo ha dotado de libertad, le ha otorgado la posibilidad de ponerse en contra del querer de su Creador, y efectivamente lo hizo, desobedeció un mandamiento directo de Dios y la muerte estableció su reinado, aunque no de manera permanente, sino hasta la llegada de Cristo. Por lo mismo, la desobediencia primera a la Palabra de Dios, a su mandato, tuvo consecuencias para todo el ser humano 38
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ahora privado de la gracia de Dios y sumido en el reino de la muerte. Pero la fidelidad de Dios hizo que sobreabundara la gracia, a tal punto que ésta no es comparable con el delito, pues por la gracia de Jesucristo, en su misterio pascual, todos han sido hechos justos, y lo que era signo de condenación por causa de uno, Adán, se ha convertido en causa de justificación por gracia de uno, Jesucristo. La palabra de Pablo en Romanos nos da una profunda serenidad, anima nuestra existencia cristiana en medio del mundo, fortalece el don de la gracia a pesar de la presencia del pecado y de la muerte que nos rodea. Lo cierto es que el don de Dios supera incomparablemente al delito y nos otorga la paz en el nuevo estado de gracia en que nos encontramos en Jesucristo.
Con la palabra se supera toda prueba del tentador Quien no es capaz de dominar su propia vida, sus instintos, sus necesidades básicas, no podrá dominar su voluntad, mucho menos someterse a la voluntad de otro y desprenderse incluso de cosas válidas y valiosas para la vida humana, su goce, su disfrute, su mantenimiento. Si la desobediencia a la palabra condujo a la muerte, la obediencia lleva a la vida. Jesús es el hombre de la escucha y obediencia de la Palabra como ningún otro. Él al ser tentado por el maligno, se le enfrenta precisamente con la Palabra, haciéndola norma de su vida y conducta y punto de referencia de su relación con el Padre. Es la Palabra la que le permite mantenerse en la voluntad de su Padre y fiel a su proyecto salvífico. Ser fiel a su Padre es sinónimo de ser fiel a su Palabra. Vivir de la voluntad de su Padre es vivir de su Palabra y hacer experiencia vital de ella. Jesús, el hombre Dios, sabe que aun cuando es Hijo de Dios y éste le socorrería en todo momento, se abandona a su Palabra, se mantiene asido a ella, no se deja seducir por el tentador, le vence con la Palabra. Jesús se coloca ante nuestros ojos como el tentado, el que ayuna, el que se priva de los alimentos, ayuna, pero bajo ninguna circunstancia abandona la Palabra de Dios que le sostiene.
Marzo 16 II DOMINGO DE CUARESMA Gn 12, 1-4a / Sal 32 / 2Tm 1, 8b-10 / Mt 17, 1-5 Del santo Evangelio según san Mateo (..) Y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado. (..) Entonces Pedro le dijo:” Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Cuando estaba aun hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, muy amado, en quien tengo mis complacencias; escúchenlo” (...) (cf. Mt 17, 1-9).
Palabra del Señor
LA LUZ SEÑALA EL CAMINO DE LA PASCUA
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a liturgia dominical al reunir al pueblo convocado por la Palabra y la luz de la fe en torno al altar, hará que en el rostro de los elegidos resplandezca la luz de la resurrección de antemano anunciada por Jesús, y de la cual son testigos veraces los apóstoles y su predicación evangélica.
Abrahán, padre del pueblo de Dios La vida de las personas está ligada a buenos deseos, promesas de vida y fidelidad, signos de gracia y bendición, destellos de luz en medio de sombras, esperanza de plenitud entre lo limitado y pasajero. Los orígenes de una familia están anclados en la promesa de felicidad y bendición. Así, todo pueblo o familia tiene un origen que le da una identidad y sentido a la vida. El pueblo de Israel tiene su origen en la historia de un hombre llamado Abrahán, conocido como hombre de la fe y la escucha que le ponen en movimiento hacia a la consecución de una promesa. El texto del Génesis repite abundantemente la palabra “bendición”. Abrahán inicia un camino sabiendo que, de momento, solo es posible en la esperanza de llegar a ser una bendición para todos los pueblos de la tierra, pero precisamente ese fue el origen de la fe de un pueblo en el Dios de las promesas. La vocación de Abrahán es mucho más que la de un hombre en particular, es la de la paternidad espiritual de un pueblo, es más, la de todos los pueblos, pues todos los que lleguen a la fe en el Dios que eligió a Abrahán y creerán como él, serán bendecidos y formarán parte del pueblo de los israelitas. Abramos nuestra mente y corazón al Dios de las promesas para salvarnos.
Somos llamados e iluminados por la fe Los orígenes de un pueblo están ligados a una persona o acontecimiento determinado, en la Sagrada Escritura es la figura de Abrahán, pero si somos atentos a lo que dice el autor de la Segunda carta a Timoteo, nos damos cuenta de que en el proyecto de Dios las cosas van más
allá, hasta llegar al mismo Dios, pues es Él quien llama e ilumina. El plan de Dios es desde la eternidad y se ha revelado en Jesucristo, vencedor de la muerte y el pecado, dador de la luz y la inmortalidad por medio del Evangelio. Para el creyente, responder al llamado de Dios en la fe es abandonarse a una palabra pronunciada desde la eternidad, cimentarse en la esperanza como Abrahán, creer a una promesa que se cumple en la plenitud de los tiempos con la llegada del Hijo. La fe nos asegura que en Cristo se han cumplido definitivamente las promesas hechas a nuestros padres. Dios, con la luz del Evangelio, ilumina la existencia del creyente con su revelación en la persona del Hijo.
La luz de la fe es más fuerte que el mismo sol El Evangelio está repleto de una luz que nadie puede describir, tan sólo puede ser comparada con el sol y la blancura de la nieve. Lo que el autor sagrado quiere decir es que la revelación de Dios es luz resplandeciente aun en la más densa oscuridad de la fe. El papa Francisco en Lumen fidei dice: “La luz de la fe: la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión el gran don traído por Jesucristo… En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. ‘No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol’, decía san Justino mártir” (n. 1). La luz de la resurrección, el rostro resplandeciente de Cristo, necesita ser certificado en medio de la oscuridad de la cruz y la muerte. El cumplimiento de las promesas va acompañado de una fuerte dosis de abandono y sufrimiento, que sólo al final hará resplandecer con una luz indescriptible, la luz de la fe, el rostro de los creyentes y de la esperanza, la fuerza de la Palabra. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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guías homiléticas
Marzo 23 III DOMINGO DE CUARESMA Ex 17, 3-7 / Sal 94 / Rm 5, 1-2.5-8 / Jn 4, 5-42 Del santo Evangelio según san Juan (…) La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contesto: “no tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir ‘no tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad” (…) (cf. Jn 4, 5-42).
Palabra del Señor
CRISTO, EL MESÍAS, SACIARÁ TODA SED
L
a liturgia dominical invita, desde la palabra proclamada, a sumergirse de lleno en las aguas de la vida, a dejar que ella dé sentido, sacie la sed, y comunique a otros sedientos el gozo del encuentro personal y comunitario con Cristo, reconociéndole como el manantial que saica toda sed y da vida.
Sin miedo de pedir el agua viva de la Pascua La Cuaresma es ese tiempo que se puede identificar con un caminar bajo la guía de la palabra fiel del Señor de la liberación por el desierto de la vida, en el cual se encuentran dificultades, necesidades y fatigas de todo tipo. Será necesario tener la capacidad de percibir, desde la fe, una presencia divina en medio de las muy diversas circunstancias del caminar. Por lo mismo, la cuaresma hace partícipe a la comunidad creyente de hoy de la experiencia del pueblo de Israel durante su caminar por el desierto, sus angustias y fatigas, sus dudas y preguntas, sus necesidades. Ciertamente caminar hacia la tierra de la promesa y de la libertad, así como hacia la Pascua cristiana, es fatigoso, la fuerza humana comienza a debilitarse, la esperanza se diluye, la fe corre el riesgo de apagarse, el amor puede perder su encanto, y surge el grito desesperado al borde de la rebelión, el cual llega a los oídos de Dios por boca del profeta Moisés, quien siente que ya por poco y es apedreado por el pueblo. Pero él obtiene su respuesta de Dios en el agua que brota de la roca y sacia la sed.
El amor de Dios derramado en nuestros corazones Todo caminar se orienta a una meta, no se camina por caminar, mucho menos en el ámbito de la fe, pues ella nos asegura un encuentro con aquel en quien se ha creído por la predicación apostólica y el testimonio de los evangelios. Para los creyentes en el misterio pascual de Cristo, la meta final del camino cuaresmal está en estrecha relación con la renovación de las promesas bautismales, de todos los que hemos renacido del agua y del Espíritu, en la noche de Pascua. La 40
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Palabra proclamada y escuchada, orienta la mirada hacia allá para animar nuestro caminar, y hacernos tomar conciencia, como afirma Pablo en Romanos, de que estamos inhabitados por la presencia del Espíritu Santo y el amor de Dios derramado en nuestros corazones. Él nos da una identidad, una pertenencia, una fe, un amor para compartir, una esperanza para fortalecer a todo el que la necesite. No perdamos de vista quienes somos en cuanto renacidos del agua bautismal, ni el don del amor y del Espíritu Santo con que se nos ha fortalecido. Que la experiencia de fe nos fortalezca para ser vencedores del pecado y de la muerte, purificando nuestra fe con el agua de la roca, que es Cristo mismo, quien nos da a beber del manantial que brota hasta dar la vida eterna.
Saciados con el agua viva, Jesús, el Mesías El agua es un tema dominante en la liturgia de ese segundo domingo de Cuaresma. Ella es un elemento indispensable para el sostenimiento de la vida de los seres animados, pero lo es también para sostener la fe del creyente en el Dios de la vida. Sin agua la vida se acaba. Puede suceder que cada día realicemos una serie de actividades con el fin de satisfacer nuestras necesidades básicas. Pensamos que todo está bien hasta que el mismo Jesús nos aborda y hace tomar conciencia de que aun teniendo el agua del pozo y los medios para llevarla a casa, falta lo más importante en la vida personal y comunitaria, de que solo su persona, su palabra y el agua que Él ofrece, sacian las verdaderas necesidades, incluida la sed, y dan una nueva y decisiva orientación a la vida, abriéndole nuevas perspectivas y sentido de transcendencia. Quien se encuentra con la fuente, el manantial de agua viva, Jesús, el Mesías de Dios, no puede sino correr a contagiar a otros de una sed insaciable, la de su presencia, su palabra y su persona. Los otros, los sedientos incluso sin saberlo, serán introducidos en el misterio, pero no solo por nuestro testimonio, sino por el contacto directo con la fuente del agua viva, cuando vean con sus ojos y oigan con sus oídos.
Marzo 30 IV DOMINGO DE CUARESMA 1S 16, 1b.6-7.10-13a / Sal 22 / Ef 5, 8-14 / Jn 9, 1-41 Del santo Evangelio según san Juan (…) Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con Él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?”. Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado” (cf. Jn 9, 1-41).
Palabra del Señor
LA SALVACIÓN DE DIOS LLEGA EN LA PERSONA DE JESÚS
L
a liturgia dominical ofrece, desde la Palabra, motivos suficientes para mantenerse firmes en el camino que conduce a la Pascua, para purificar de toda maldad, para clarificar qué es pecado y que no, y así disponer el corazón, por la fe, para aceptar la salvación de Dios en su Hijo, Jesús.
Ungidos por Dios como pertenencia suya La elección de una persona para un puesto de mando, por ejemplo político o administrativo, tiene una serie de requisitos de actitud y aptitud, incluso fijándose en los títulos académicos que les respaldan. La unción con aceite es parte de un rito de consagración en el pueblo de Israel, por ejemplo, ser rey del pueblo de Israel, así como en el cristianismo, pues se unge con aceite a los que son injertados en la vida de fe de la comunidad cristiana. Sin embargo, la Palabra de Dios es clara en que cuando Dios elige no se fija en las apariencias, sino en la docilidad del corazón, la humildad, la mansedumbre y la sabiduría. David, el más pequeño de la casa de Jesé, es ungido por Samuel como rey de Israel, el máximo cargo en el pueblo, aun cuando todos sus hermanos tenían mejor calificación, edad y apariencia física. La unción separa para el servicio y el culto a Dios. David es separado desde su infancia para el servicio de regir el pueblo de Israel en nombre de Dios y él mismo sabrá reconocer ante el rey Saúl que le persigue para matarle, que al ungido de Dios no se le puede tomar la vida, es uno que pertenece al Altísimo y su vida y misión están en sus manos. Ser ungidos es el signo que recibirán los catecúmenos en la noche de la pascua.
Toda la existencia será trasformada por la luz Para el autor de Efesios, la elección de Dios, que también comporta una unción, es en la persona de Jesucristo y posee una serie de cualidades muy significativas, que transforman radicalmente la conducta de quien se deja invadir por ellas. Se muestra que los criterios de elección de Dios en Cristo
están en sintonía con la idea de que Él revela su poder precisamente en la debilidad, en gente que en otro tiempo era tinieblas. Él muestra su luz, justo a través de un pueblo que vivía en las tinieblas; Él exhibe sus valores entre gente que vivía una conducta totalmente contrapuesta al querer de Dios, al cual desconocían al desconocer las Escrituras. Por eso, en Cristo, en quien Dios se ha revelado, y a quien Él ha ungido, hemos sido liberados de todo temor, de toda tiniebla, teniendo ahora el acceso a la gracia por su misterio pascual. Por eso la exhortación a levantarse con Cristo de entre los muertos, cosa que se va a proclamar solemnemente en la próxima noche de pascua, a someterse a la luz del Resucitado para que Él sea la propia luz, a despertarse si es que se está dormido en las cosas pasajeras de este mundo.
Abandonados en su Palabra esperamos la luz La elección de personas, hemos dicho, estás sujeta a ciertas características, pero cuando se trata de la elección de Dios, Él elige, dicho en lenguaje popular, lo que nadie elegiría, lo que estaba perdido, lo que carece de plenitud y perfección, lo que todo el mundo desecharía, así es Dios, el de los desposeídos, los pobres, los necesitados. Para Él todo es posible. Él puede revelar su luz y su misericordia incluso y justamente en medio de lo que los demás consideran tiniebla, oscuridad, e incluso, pecado, pero que para Él es una maravillosa oportunidad para revelar su poder en cuanto Dios. Jesús es el gran revelador de este poder divino, y pasando por encima a la antigua comprensión de la enfermedad como causa del pecado, sana al enfermo y le abre al misterio de Dios. En el caso de esta curación del ciego de nacimiento de san Juan, Jesús realiza varias acciones y pronuncia una palabra decisiva: “Ve a lavarte”, con el resultado de que la obediencia a su palabra, genera la obtención de la vista al ciego. Dentro del marco cuaresmal que estamos viviendo se invita a abandonarse a una palabra, a dejar a Jesús tocar los ojos para poder ver con claridad donde está la acción de Dios, más que sólo fijarse en los culpables del pecado del otro. enero / marzo - 2014 - Vida pastoral no 153
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liturgia
Los vasos sagrados y la música en la lit urgia Por: Wilson Zuloaga, ssp
Dentro de las ceremonias litúrgicas encontramos lo que comúnmente llamamos los vasos sagrados, que en realidad podemos sintetizar en tres que son los más importantes: el cáliz, la patena y el copón..
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El cáliz
La patena
El copón
“Una vez terminada la Cena tomó el cáliz y lo pasó a sus discípulos diciendo…”. El cáliz es la copa sagrada donde se vierte o deposita el vino que, por la consagración sacerdotal, se transformará en la Sangre de Cristo, por ello su uso debe ser cuidadoso y delicado, pues no se trata de cualquier copa para beber un liquido. Es nada menos que la “copa del Señor”, aquella que contiene el vino transformado en Sangre de Cristo que ha sido derramada para la salvación de la humanidad; merece especial respeto y veneración, no por la copa en sí, sino por lo que representa y para lo cual ha sido consagrada, es decir, separada del uso habitual para otorgarle un uso exclusivamente sagrado.
Como su nombre original lo indica, es un pequeño platillo, generalmente cóncavo, y se utiliza para depositar allí el pan consagrado, las hostias consagradas, que han dejado de serlo para convertirse en el Cuerpo de Cristo. Suele utilizarse para en ella distribuir la comunión en ceremonias donde hay muy pocos feligreses, pero también se usaba antiguamente, hoy ya no tanto, para colocarla bajo la quijada de quien se acercaba a comulgar, para evitar que las especies consagradas cayeran al suelo.
Tal y como se deja entrever por su sola nominación, es una copa grande, que sirve para depositar las hostias consagradas que van a ser distribuidas en la comunión de los fieles en la Eucaristía, igualmente sirve para guardar la reserva del Santísimo en el Tabernáculo, y algunos ministros extraordinarios de la comunión suelen utilizarlos también como porta viático para llevar la comunión a los enfermos.
LA MÚSICA EN LA LITURGIA Uno de los principales problemas que se presentan en las celebraciones litúrgicas es el tema de la música, porque no parece existir un acuerdo común sobre la misma, aun cuando la Sacrosanctum Concilium sí propone algunas normas especiales para el tratamiento de la música en las ceremonias. La música en la Liturgia debe ir acorde con las temáticas a tratar; resulta a veces disparatado escuchar temas que no tienen nada que ver con aquello que se está celebrando; por más que sean cantos religiosos, no todos los temas sirven ni son adecuados, hay que saber elegir.
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liturqia
¿Cómo hacer para escoger la música más adecuada para la celebración? Resulta fácil evidenciar la respuesta a este planteamiento, sin embargo, no siempre lo es. En primer lugar es importante que el presidente de la celebración se ponga de acuerdo con los encargados de la parte musical para una asesoría litúrgica apropiada; en este sentido, el presidente de la ceremonia puede sugerir los cantos más relevantes y el coro determinar entre ellos, cuáles cantar. Acto seguido, es bueno que siempre haya una pre-lectura de la Liturgia de la Palabra para conocer antes de la celebración el tema del que trata la Palabra del día, y así conseguir los cantos que compaginen con la misma. Existen cantorales que tienen una guía muy adecuada para cada momento de la celebración litúrgica, y proponen algunas opciones; el director del coro o grupo musical, o el cantor, según sea el caso, debe tener una prepara-
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ción previa en música litúrgica para ser coherente con el ejercicio de su ministerio. Para cada momento presentamos una serie de sugerencias a tener en cuenta:
Para el rito de entrada: Es importante que el canto de entrada sea alegre, ya que se va a celebrar una verdadera fiesta, y el coro debe preparar para un ambiente festivo; claro está que hay temporadas del año o ceremonias especiales en donde se sugiere que los cantos sean un tanto moderados dependiendo de la ocasión; estas normas no son camisa de fuerza, sino sugerencias a tener en cuenta dependiendo de cada momento. Es obvio que si nos encontramos en tiempo de Cuaresma o en un funeral, pues el canto alegre de
entrada se evade, y más bien se sustituye por algo mucho más moderado, sin que por ello tenga que rayar en la tristeza absoluta; como quiera que sea, es un ambiente festivo pero en circunstancias específicas que habrá que respetar según el contexto social y cultural en el que estemos.
Para el acto penitencial: Como su nombre lo indica, el canto debe ser apropiado para sugerir un ambiente de arrepentimiento y de reconciliación; ha de ser un canto suave pero no mortuorio, penitente pero no “condenatorio”, y velar porque sea coherente con el momento litúrgico penitencial: La liturgia propone que en este momento no se omita bajo ninguna circunstancia el “Señor, ten piedad; Cristo, ten Piedad; Señor, ten piedad”. Lamentablemente en
muchas ceremonias pasamos esta sugerencia litúrgica por alto, y no nos damos cuenta de lo que hacemos: Pues bien, si el presidente prefirió una de las fórmulas diferentes al “Señor, ten piedad”, el canto penitencial sugiere llevar esta fórmula, en tanto que si el presidente eligió como fórmula penitencial el “Señor, ten piedad”, el canto debe ser distinto a la fórmula. Para ello existen temas muy bonitos como “Hoy, perdóname”, “Renuévame”, “Vengo ante ti”, entre otros de similares circunstancias. Sería muy bueno que si existe un canto penitencial que ayude a complementar con el mensaje central de la celebración, ese es el más apropiado; pero, si no se rezó el “Señor, ten piedad”, lo más consecuente, litúrgicamente hablando, es cantarlo luego de la fórmula usada por el presidente de la celebración, siempre y cuando no se haya usado allí.
Para el momento de Gloria: En muchas ocasiones el presidente prefiere que el Gloria se cante, y es una muy buena sugerencia, pero para ello es importante tener en cuenta que dicho canto debe expresar la glorificación trinitaria. No es válido, litúrgicamente, que se cante un “Gloria” que no sea Trinitario, pues en este momento se está glorificando a Dios en su plenitud, como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo, por ello, el canto debe llevar la triple nominación. Este canto, como la proclamación misma de Gloria, no debe hacerse ni en Adviento ni en Cuaresma.
James D.G. Dunn
Evangelio Evangelio
liturqia
Para la Liturgia de la Palabra:
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En algunos lugares, muy pocos a decir verdad, se propone un canto para disponer la escucha de la Palabra y otro para el Evangelio; en la mayoría de los casos encontramos que sólo se canta cuando se va a proclamar el Evangelio. Las dos maneras son válidas, pero se sugiere, por lógica, y si se quiere realmente expresar el conocimiento de lo que se está celebrando, que haya, por obvias razones, canto para entrar a la Liturgia de la Palabra y un canto de Aleluya para el Evangelio.
Característica de este canto: se hace necesario evidenciar la exactitud de aquello que vamos a escuchar, por eso, el mensaje que se propone en el canto es que sea un tema que disponga a la asamblea para la escucha. Igualmente, es importante aclarar que el “Aleluya” únicamente está destinado en este caso, para la proclamación del Evangelio, salvo en tiempo de Cuaresma cuando el Aleluya desaparece.
¿Por qué? Es apenas evidente, basta comprender lo que se celebra. En primer lugar, la Liturgia de la Palabra es una sola unidad y por lo mismo no puede dividirse; si sólo se canta el Aleluya omitiendo el canto antes de la Primera lectura, se está dando carácter de Palabra de Dios únicamente al Evangelio; pues bien, resulta que los textos que proclaman los lectores antes del Evangelio también son Palabra de Dios. En segundo lugar, el emitir un canto antes de la Primera lectura, dispone mejor a la asamblea para que sepa que a partir de allí comienza a escuchar la Palabra, es decir, el mensaje que Dios le quiere dar; luego, al cantar el Aleluya antes de la proclamación del Evangelio, esto significará para la asamblea lo que realmente se quiere comunicar: que la alegría propia de la Palabra se plenifica en Cristo, el Evangelio mismo, y por ello tiene un canto especial que le introduce y lo diferencia del resto de las lecturas, no porque las otras carezcan de importancia –lo cual ya ha sido evidenciado cuando antes de su proclamación se les ha abierto con un canto– sino porque es Cristo mismo quien va a hablar, es decir, Aquel que todo lo hace nuevo.
Para la procesión de ofrendas:
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Este canto tiene especial relevancia, por el significado mismo de aquello que allí comienza. Es válido pensar en dos momentos dentro de la liturgia de la misa: liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía. No es válido decir que la Eucaristía está dividida en dos momentos, lo cual es totalmente falso; es más exacto decir que la Eucaristía está integrada por dos momentos, eso es otra cosa. Pues bien, el segundo momento comienza justamente con este canto de ofertorio. Cuando se acercan al altar las especies de pan y vino para preparar el banquete del Señor, el canto debe tener como característica principal que sea un canto, o bien eucarístico, o bien comunitario. Recordemos que se está presentando ante Dios una ofrenda en nombre de toda la comunidad, para hacer comunión con Cristo y llegar a ser uno con Él, por eso, el tópico del canto litúrgico aquí debe poseer como condición especial la característica antes mencionada.
Para el Santo: Como sucede con el canto del Gloria, este canto debe solemnizar la Trinidad Divina, pues toda la Trinidad es Santa, no sólo una parte de ella. Además, se hace especial relieve en la persona de Jesús, pues es Él quien se va a ofrecer en sacrificio; por ello es indispensable que no falte la fórmula completa en el canto o la proclamación del Santo: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de su gloria, hosanna en el cielo, bendito el que viene en nombre del Señor, hosanna en el cielo”. Estas características de la proclamación deben ir acompañando el canto; como podemos notar, se dice tres veces Santo (Trinidad), se proclama la plenitud de su majestad (sigue siendo trinitaria) y se concluye con la aclamación al Hijo, por aquello que va a suceder después de esta proclamación, que es universal, el cielo y la tierra, ángeles y humanidad, todos proclaman su grandeza y su gloria.
DIPLOMADO EN
CATEQUESIS
Para el Cordero: Este momento bien puede ser orado o bien cantado. Debe tener en cuenta los siguientes elementos: el momento de comenzar a proclamarlo es cuando el presidente lo toma en sus manos y lo parte, allí debe iniciar su proclamación, dado que es el momento cumbre del reconocimiento, haciendo alusión al momento justo en que Juan Bautista lo presenta, y complementándolo con el reconocimiento de los discípulos de Emaús: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, expresión de Juan Bautista que repite el presidente, para presentar a Aquel que es reconocido al partirlo: “Y lo reconocieron al partir el pan” (cf. Lc 24, 13-35). Como el momento del reconocimiento es al “partir el pan”, resulta inconsecuente proclamarlo desde antes de que esto ocurra. Como la “fracción del pan” no es tan larga, por lo general se puede orar simplemente diciendo: “Cordero de Dios que quitas el Pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz”. La expresión “ten piedad de nosotros” sólo se prolonga en la medida en que sea muy prolongada la fracción del pan, si no, basta con una sola vez y luego pedir la paz. En caso de que se decida cantar en ese momento, es aconsejable primero proclamar de manera orada el Cordero y luego entonar un canto de paz para el saludo de paz que le procede. Es la indicación más conveniente si se quiere observar una exactitud litúrgica.
RESPALDO ACADÉMICO
VIRTUAL “Ustedes serán mi pueblo”.
DIPLOMADO EN
ANTIGUO
TESTAMENTO
liturqia
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Para la comunión:
Para la salida:
El canto que acompaña la comunión tiene como elementos sugerentes los siguientes: preferiblemente un canto relativo a la Palabra del día, para ayudar a meditar a la asamblea sobre el mensaje central, ya que es el momento de intimidad con Dios, así, personalmente, cada quien podrá “responder” a Dios aquello que Él le ha dicho a través de su Palabra. De igual manera, también se propone que puede ser un canto eucarístico, dado que es el momento de la comunión, y es importante que el comensal reflexione sobre el sacramento que está recibiendo y en el cual él mismo se está convirtiendo.
El momento de la salida de la celebración es un momento de envío; la asamblea debe comprender “a qué sale”, “cuál es su misión”, “a qué se le envía”, como consecuencia de la ceremonia que acaba de celebrar. Por ese motivo, es importante que el canto de salida haga alusión a esta temática. También puede ejecutarse un canto de acción de gracias a Dios por lo celebrado y lo vivido, con el compromiso de salir a hacer vida aquello que se acaba de celebrar.
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Igualmente, se ha vuelto muy popular ejecutar un canto mariano; no está mal, pero es importante comprender el por qué de este canto: que no se convierta en una costumbre malsana en que se alcanza a desvirtuar la figura de María dándole características divinas que no tiene; más bien, que se comprenda que ella, como Madre de la Iglesia, nos iluminará en el camino para ejercer nuestra misión como discípulos de Jesús siguiendo su orden: “Hagan todo lo que Él les diga”.
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Testigos de la fe
JosĂŠ: San
Silencioso patrono de
una iglesia en oraciĂłn Tomado de www.aciprensa.com 50
Vida pastoral no 153 - enero / marzo - 2014
En el plan reconciliador de Dios, san José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la santísima Virgen María.
an Mateo (1, 16) llama a san José el hijo de Jacob; según san Lucas (3, 23), su padre era Helí. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David, del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los evangelios (poco antes de la Anunciación), san José vivía en Nazaret.
S
Según Mateo 13, 55 y Marcos 6, 3, san José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Nuestro Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero" (Jn 1, 45; 6, 42; Lc 4, 22). Como sabemos, no era el padre natural de Jesús, quien fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
Modelo de silencio y de humildad Las principales fuentes de información sobre la vida de san José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. En los relatos no conocemos palabras expresadas por él, tan sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el "Santo del silencio". Su santidad se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un "escogido" de Dios; desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaban palabra, fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: "Sean pocas tus palabras". Es decir, su vida sencilla y humilde se entrecruzaba con su silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser encauzado a cumplir el plan de Dios. San José, patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida.
Vida virtuosa Su libre cooperación con la gracia divina hizo posible que su respuesta sea total y eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación y, al mismo tiempo, la misión divina excepcional que Dios le confió requirió de una santidad proporcionada. Se ha tratado de definir muchas veces las virtudes de san José: "Brillan en él, sobre todo las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la más perfecta caridad. Guardó con amor y entrega total, el depósito que se le confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se le depositó en sus manos". San José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo corporal. Por eso la Iglesia ha instituido la fiesta de S. José Obrero, celebrada el 1 de mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores manuales.
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Testigos de la fe
Amor virginal La concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María se hizo en virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo, sin intervención alguna de san José. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María. En virtud a ello, san José ha recibido diversos títulos: padre nutricio, padre adoptivo, padre legal, padre virginal; pero ninguna en sí encierra la plenitud de la misión de san José en la vida de Jesús. San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el templo, la Virgen reclama a Jesús: "Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos". María nombra a san José dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación auténtica de su Padre celestial. La relación de esposos que sostuvieron san José y la Virgen María es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan que el funda-
mento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y, por ende, un don de Dios. San José y María santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma más pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
Dolor y alegría Desde su unión matrimonial con María, san José supo vivir con esperanza en Dios la alegría-dolor fruto de los sucesos de la vida diaria. En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació Jesús, Hijo de Dios. Él atendía a los dos como si fuera el verdadero padre. Cuál sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y, más tarde, los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el templo, Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él" (Lc 2, 33). Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno
de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y quedate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle" (Mt 2, 13). San José obedeció y tomó la responsabilidad por la familia que Dios le había confiado. San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada Familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada, siendo modelo ejemplar de esa amorosa obediencia que como hijo debe a su Padre en el cielo. Lo más probable es que san José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Caná ni se habla más de él. De estar vivo, san José hubiera estado sin duda al pie de la cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre al discípulo amado da también a entender que ya san José estaba muerto. Según san Epifanius, san José murió a sus 90 años y el Venerable Beda dice que fue enterrado en el Valle de Josafat.
D O C U M E N T O S
Virgen y Madre María, estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.
E C L E S I A L E S
E X H O R TA C I Ó N A P O S T Ó L I C A
VANGELII EGAUDIUM La alegría del Evangelio
Patrono de la Iglesia universal El papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a san José Patrono universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870. ¿Qué guardián o qué patrón va darle Dios a su Iglesia? Pues el que fue el protector del Niño Jesús y de María. Cuando Dios decidió fundar la familia divina en la tierra, eligió a san José para que sea el protector y custodio de su Hijo; para cuando se quiso que esta familia continuara en el mundo, esto es, de fundar, de extender y de conservar la Iglesia, a san José se le encomienda el mismo oficio. Un corazón que es capaz de amar a Dios como a hijo y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es cabeza y María es Madre.
Devoción a san José Una de las más fervientes propagadoras de la devoción a san José fue santa Teresa de Ávila. En el capítulo sexto de su vida, escribió uno de los relatos más bellos que se han escrito en honor a este santo: "Tomé por abogado y protector al glorioso san José, y me encomiendo mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con más bien de lo que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fueran devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios". Otros santos que también propagaron la devoción a san José fueron san Vicente Ferrer, santa Brígida, san Bernardino de Siena (que escribió en su honor muy hermosos sermones) y san Francisco de Sales, que predicó muchas veces recomendando la devoción al Santo Custodio.
n ’s co s D C ista ye 2 Inclu iones y p canc
ALMOS cantados para la
LITURGIA
Dominicales Ciclo A
Juvenil
Por: Carlos Daniel BermĂşdez PinzĂłn
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Psicólogo, Consultor Temático en el tema de Cultura saludable y Chi. Investigador, practicante, promotor del Qigong Dao para prevención en salud. Actualmente en curso segundo año de la Maestría semipresencial Qi Gong & Yang Sheng, en el Instituto Internacional de Qi Gong, Barcelona, España. Especializado en métodos alternativos de solución de conflictos: negociación, arbitraje y conciliación. Estudios en didáctica literaria con énfasis en lectoescritura. Formación en el servicio de Aprendizaje Nacional, SENA en GESTIÓN Y EDUCACIÓN AMBIENTAL, TÉCNICAS DE CULTURA FÍSICA, ASPECTOS SANITARIOS DE LA NUTRICIÓN Y LA ALIMENTACIÓN, CREACION DE MODELOS DE ESTRATEGIAS DIDACTICAS INNOVADORAS, PRINCIPIOS DE NUTRICIÓN, SALUD OCUPACIONAL. Con experiencia en programas de sensibilización alrededor de compromisos de buenas relaciones en conflictos organizativos de las Organizaciones Comunales de Bogotá. Con trabajo en atención a población Vulnerable y víctima de la violencia, en especial niños-as y familia. En la iglesia los domingos el deambular de chicos y de chicas a veces con guitarras, muchas con sonrisas y compartir alegre; adentro, en el templo, una actitud que mezcla entusiasmo con la formalidad. Sin perder su esencia algunos silenciosos, otros más habladores, sociales, en los momentos especiales de la ceremonia sus voces se unen en coro para interpretar las melodías de entrada y de salida, de adoración y agradecimiento, de petición y ofrecimiento, de paz y reconciliación, renovando los corazones de los asistentes con la fuerza y el valor de Cristo que comienza a latir con entusiasmo para convertir la oración en una vivencia de poderosa unidad y fraternidad. Los sábados, chicos y chicas comunes con cabellos largos, cortos, a veces con piercing, o sin ellos, tatuajes de imágenes naturales, urbanas, románticas, extrañas o simplemente sin nada de esto o aquello. Que se les descubre en sus ratos libres escuchando estilos musicales de moda, expresando su identidad cultural de diferentes maneras. Eso sí, con la evidencia de que cada parte de ellos y ellas en sus pinturas, en sus palabras, en sus himnos, en sus gestos poseen la identidad de guerreros cristianos modernos y juveniles, con su lema explícito: “Ser y sentir plenamente a Cristo en la cotidianidad de sus vidas”. Con una visión: “Traspasar la diferencia y la diversidad de las culturas juveniles con la unidad del propósito común que conlleva el compromiso con comunidades, personas, familias y consigo mismos para asumir comportamientos, principios y valores cristianos”. En su misión:
“Catequizar estilos de vida, sensibilizar con obras sociales, mejorar relaciones familiares y personales con el amor solidario que en cada una de sus andanzas su maestro demostró”. Estas imágenes dinámicas me llegan al intentar escribir unas palabras sobre pastoral juvenil. Y de las palabras que escucho quise mostrar tres imágenes, para esto pregunté a tres personas: La primera, un amigo con el que nos une la sangre de fraternidad cristiana, un líder carismático de guitarra en las manos, de animados acompañamientos dominicales en la Eucaristía, de campamentos juveniles y cuyas cualidades sociales despierta la animosidad a todo terreno de los jóvenes. Pastoral juvenil –me dijo– es esa formación permanente de acciones y estrategias que la Iglesia brinda a los jóvenes para que aprendan a convivir y comprometerse con valores cristianos en sus espacios cotidianos, en sus formas de ser, sentir y actuar. Formación y compromiso. La segunda, una vecina que siempre observo en grupos de oración cristiana; cuando a las seis de la tarde pasó por el lado de su puerta, escuchó los murmullos colectivos de niños, jóvenes y adultos en el rezo del Rosario. Es abrir espacios con las chicas y los chicos para promover la oración, la reflexión y la presencia de Cristo en sus vidas y en las personas que les rodean. Oración y transformación. La tercera, un estudiante que participa de un grupo de pastoral en la universidad donde estudia pedagogía, tiene que ver con metodologías y decisiones que la Iglesia católica, junto con sus líderes asumen para acercarse a los jóvenes, aprender de ellos, conocerlos e involucrarlos de manera activa, participativa y responsable con el mensaje de Cristo. Cada persona descubre una imagen viva de pastoral juvenil acordes con su propia experiencia y desde el punto de vista donde la mire, esencialmente es reconocer y aceptar a los jóvenes, en todas sus expresiones, brindar una formación desde la cual tenga la libertad de decidir, transformar y comprometerse de manera personal y/o colectiva con la propuesta de vida cristiana, dentro de sus propios espacios de relación. Esto es posible conectándoles con la oración profunda, con la solidaridad permanente y con la actitud comprometida de precipitar en todos los lugares, en cada momento, el amor de Cristo.
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en librería DE Enero A Marzo LEEMOS
EL RECOMENDADO ES... GÁLATAS La epístola de apertura de fronteras Una interesantísima lectura de la Epístola a los Gálatas leída a partir de un pasaje que el autor del presente libro considera el centro de toda la carta: Pues todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que se han bautizado en Cristo se han revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3, 26-28).
Toda la carta está sintetizada en el texto anterior. Según Joel Antônio Ferreira, Pablo plasmó allí el fundamento de su enseñanza y el principio de su evangelización. La propuesta del apóstol consiste en un dinámico programa para comunidades que escuchan el llamado de modo que sean transformadoras, y se empeñen en la búsqueda de una posible sociedad cristiana igualitaria y libre. Pablo hace énfasis en dichas condiciones −la igualdad y la libertad−, para que se dé una verdadera comunidad. Propone superar cualquier tipo de discriminación: étnica, de género, cultural o religiosa, para instaurar una nueva sociedad con una mentalidad de apertura de fronteras, la cual sólo es po-
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sible en la unidad en Cristo. Argumenta, además, meticulosamente, a nivel teológico, cuestiones agudas como la justificación por la Ley o por la fe, la esclavitud y la libertad, e incluso, la carne o el espíritu. Según el modo de ver de Pablo, quienes se apegan a la Ley y evangelizan pero discriminan a otros, sólo generan divisiones y rompen la unidad, cerrando las fronteras a los gentiles y provocando, así, el nacimiento de graves conflictos en Galacia. Su epístola es también una respuesta a las críticas que ha recibido de parte de los legalistas, pero es, sobre todo, una invitación a la unidad en adhesión a Cristo. El autor de este libro sobre la Epístola a los Gálatas hace un minucioso estudio del texto de Pablo, desde un abordaje diferente y de una manera apasionante, siguiendo 3 ejes fundamentales: el método histórico-crítico, la hermenéutica teológica y el método sociológico, que permiten comprender al lector lo que esta carta sigue diciendo al hombre de hoy, a las comunidades contemporáneas y a quienes trabajan en la misión de evangelizar.
AMORES DIFÍCILES ¿Por qué parece hoy tan difícil, si no a veces imposible, construir relaciones afectivas estables y duraderas? ¿Por qué hay personas que prefieren sentarse frente al computador y buscar el alma gemela? ¿Por qué la transgresión se está convirtiendo en la regla de las relaciones? ¿Por qué el amor, el verdadero, tan soñado y tan proclamado, parece estar volviéndose desesperadamente difícil? Este libro traza un recorrido en la búsqueda de lo que hemos perdido, inmersos en una sociedad loca y frenética, que nos impone ritmos inhumanos y casi nos impide notar el vacío de relaciones ficticias y emotivamente superficiales. Las crisis de las relaciones interpersonales se han convertido en el emblema de esta sociedad; la tecnología, que simplifica la vida, ofrece relaciones virtuales tras las cuales se esconde el mundo real, la esencia de las personas. Los padres ya no tienen tiempo para sus hijos y ellos se refugian tras la realidad
EL ARTE DEL CONSUELO virtual hallándose inmersos en un mundo que les ofrece múltiples posibilidades y que les permite administrar de forma errada su soledad y sus relaciones afectivas. Los autores nos devuelven –por una parte– un cuadro realista del gran dramatismo posmoderno en el cual hemos fragmentado el amor y –por otra– una nueva perspectiva desde la cual mirar y comprender dónde nos encontramos, pero sobre todo cómo estamos y qué podemos construir: para acercarnos al sentido más verídico del amor, que no puede ser el de colmar nuestras soledades o hacernos olvidar por un instante el frenesí de la vida moderna o inyectarnos una dosis de sensaciones que nos hagan sentir vivos. El amor no puede estar en las formas que le hemos asignado en esta sociedad sino que debe ser algo más grande y bello. Un libro extraordinario que permite entender los aspectos esenciales para construir relaciones interpersonales y de pareja sanas, estables y constructivas.
¿Qué le sienta bien a mi alma y a mi cuerpo cuando estoy pasando por un mal momento? ¿Qué me ayuda cuando me irrito, cuando tengo alguna desilusión, cuando me hieren? ¿Qué es, en estos casos, bueno para mí? ¿Cómo podemos vivir con los dolores de nuestra alma y de nuestro cuerpo? ¿En qué fuente beber energía? A estas preguntas quiere dar respuesta el presente libro. Se trata de situaciones que nos hacen perder el piso; nos sentimos sin fundamento y vemos amenazada nuestra firmeza interior. Necesitamos, entonces, de auténtico consuelo. Pero, ¿en qué consiste? Anselm Grün nos lleva de la mano hacia un descubrimiento fundamental: una espiritualidad optimista, una comprensión afirmativa de la creación y una concepción positiva de nuestro cuerpo. El
cuerpo actúa sobre el alma, y ésta sobre aquél. Al conectar ambos lugares, dice el autor, descubrimos posibilidades que le sientan bien tanto al cuerpo como al alma. En un mundo cada vez más virtual en donde las relaciones reales son más lejanas nos hace bien tener un verdadero vínculo con nuestro propio cuerpo. Dios nos indica, en el centro mismo de la vida concreta, cómo acertar en la vida. El autor señala una serie de aspectos singulares que nos permitirán entrar en sintonía con nosotros mismos. Cuidar nuestra alma y nuestro cuerpo, agradecer a Dios como nuestro creador, alabarlo, nos permitirá descubrir que el consuelo está ya en nosotros. El Creador nos ofrece realidades terrenas para transformar nuestra tristeza, nuestros dolores y nuestros sufrimientos.
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Cultura Por: Constanza Moya
El sacerdote anglicano Michael Lapsley recientemente estuvo en Colombia participando en el foro “El perdón como estrategia de la sanación de la memoria”, invitado por la Fundación para la Reconciliación, fundada por el padre Leonel Narváez quien publicó el libro La revolución del perdón, editado por San Pablo.
L
apsley ha trabajado arduamente en la tarea de sembrar la reconciliación y la paz a través del perdón, un tema de permanente relevancia para nuestro país. Por eso exponemos en este artículo la propuesta que él presentó en el foro, de manera que los lectores que no la conocen se introduzcan en un tema que puede llegar a transformar su vida, pues la metodología que sigue este sacerdote ha servido para establecer la paz en miles de personas que han sufrido terriblemente por la discriminación racial.
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Michael Lapsley llegó a Durban, Sudáfrica, en 1973 y se desempeñó como capellán de estudiantes en las universidades, cargo que le permitió pronunciarse en contra de la discriminación racial. En 1976 empezó a luchar contra la segregación, los maltratos y el abuso, y se pronunció con vehemencia por los estudiantes que habían sido detenidos, torturados y fusilados. Por esta razón fue expulsado del país. Entonces fue al exilio a Lesoto donde continuó luchando por la liberación y se hizo miembro del Congreso Nacional Africano.
En 1990 recibió una carta bomba oculta entre unas revistas religiosas, enviada por el Departamento de Cooperación Civil, un equipo encubierto de las fuerzas de seguridad del Apartheid, el sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia. Por la bomba perdió sus dos manos y un ojo, y sufrió serias quemaduras en todo el cuerpo. En su charla durante el Foro expresó que nunca se había imaginado que era posible sentir tanto dolor. Sin embargo, recuperado de las quemaduras y después de aceptar las pérdidas de su cuerpo, Michael Lapsley decidió trabajar en el perdón como estrategia de sanación y de camino hacia la paz. Vino a nuestro país en un momento especial en el cual la paz atraviesa un momento álgido, pues algunos están a favor del diálogo y otros no encuentran otra solución distinta al enfrentamiento armado y al sometimiento. El padre Lapsley habló del resentimiento y del dolor que se van anquilosando en los seres humanos hasta perderse en su memoria como un sufrimiento que se manifiesta en odio y violencia. Este dolor se transmite por generaciones y trae como consecuencia la venganza y, por lo tanto, la guerra. Cuando no logramos sanar nuestras heridas éstas se van haciendo más agudas hasta supurar y destilar un veneno que, finalmente, termina por destruirnos. Cuando no perdonamos no destruimos a nuestros enemigos, nos destruimos a nosotros mismos, dijo Lapsley. Por eso señaló una estrategia para sanar la memoria. Se trata de seguir un camino, realizar una especie de viaje que nos lleva al perdón. El punto de partida es el conocimiento y reconocimiento de los hechos. Esto es, hay que hablar de los hechos que nos causaron dolor, reconocerlos y expresarlos. En palabras de Lapsley, “vomitar el dolor”. Cuando se habla del propio dolor es más fácil escuchar el de los otros y, de este modo, establecer con ellos un contacto más estrecho. Por esta razón es tan importante hablar de lo que se siente, no sólo de lo que se piensa. En ocasiones, tenemos una comprensión racional de nuestra herida pero esto no nos permite sanarla, porque ignorar los sentimientos es algo parecido a hacerla invisible. Y cuando la herida se invisibiliza puede llegar a formar una especie de tumor que termina reventando en violencia, daño al otro o a sí mismo. La víctima se puede convertir en victimaria debido al cúmulo de dolor y de resentimiento que ha albergado en su corazón. Es entonces cuando el perdón se convierte en una herramienta liberadora, pero depende de nosotros hacer esta elección. Es decir, podemos decidirnos por el perdón después de una sincera confrontación con nuestras heridas. Y esto no es más que el misterio de Dios trabajando en nuestro corazón. Cuando permitimos que Él entre en nosotros con su gracia liberadora y salvífica emprendemos el camino hacia la reconciliación y redimimos nuestro pasado por cercano o lejano que este sea. Se trata, por consiguiente, de transformar la memoria ingrata. En ello consiste su sanación. Como se ha dicho, se trata de un proceso de liberación. Quien no perdona permanece atado. Por eso, la propuesta de Lapsley es dejar atrás lo destructivo para avanzar y ser libres. Para el perdón es preciso contar con unos espacios sagrados donde los seres humanos puedan ser respetados y honrados, donde su historia sea escuchada y visibilizada. De ahí que para garantizar la paz sea necesario construir un mundo donde todas las personas tengan un lugar, pues no hay paz donde se da algún tipo de exclusión.
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Biblia Por: Ariel Álvarez Valdés
¿QUÉ DICE LA SOBRE LOS
BIBLIA
EXTRATERRESTRES? Tres encuentros cercanos Los que creen en los ovnis y en los platos voladores suelen citar la Biblia como prueba de que hay vida en otros planetas. Esto se debe a que, efectivamente, hay tres personajes bíblicos que parecen haber tenido contacto con seres extraterrestres durante sus vidas. Dos de ellos, según el texto sagrado, fueron arrebatados y llevados al cielo, y no volvieron nunca más. Son el patriarca Henoc (Gn 5, 18-24) y el profeta Elías (2R 2, 1-13). De este último se afirma incluso que fue raptado por “un carro de fuego con caballos incandescentes”.
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El tercero es el sacerdote Ezequiel, el cual una noche llegó a contemplar un extraño vehículo del que descendieron cuatro seres con alas de águila, pezuñas de buey y cuatro caras cada uno (Ez 1, 1-28). Mucho se ha especulado hasta el día de hoy sobre estos enigmáticos episodios. ¿A dónde fueron Henoc y Elías? ¿Por qué desaparecieron misteriosamente? ¿Qué fue lo que vio Ezequiel? ¿La Biblia demuestra la existencia de los ovnis?
El “caso” Henoc El primer personaje bíblico citado por los creyentes del fenómeno de los ovnis es el patriarca Henoc, uno de los descendientes directos de Adán, que aparece descrito en el Génesis con características muy particulares. Ante todo, porque dentro de una larga lista de patriarcas que vivieron cientos de años, él es el que menos tiempo vivió. Segundo, porque sólo llegó a vivir 365 años. Y este número corresponde exactamente a la cantidad de días que tiene el año, lo cual hace pensar que se trataba de alguien vinculado con el mundo astronómico. Tercero, porque se dice de él que “anduvo con Dios”. Cuando la Biblia quiere decir que alguien es muy bueno, dice que anduvo “delante de Dios” (como Abrahán, Isaac, David), o que anduvo “cerca de Dios” (como ciertos reyes de Israel). Pero decir que anduvo “con Dios” implica una santidad y una cercanía a Él extraordinarias. Finalmente, porque se narra que Henoc no murió, sino que “desapareció, pues Dios se lo llevó”. Una afirmación realmente sorprendente para las Sagradas Escrituras, las cuales dan a entender que nadie pueda ir hasta donde Dios está.
Viaje especial, no espacial ¿Quién era Henoc? ¿Por qué “desapareció”? ¿A dónde se lo llevó Dios? Para responder a tales preguntas debemos tener presente que este patriarca ocupa el 7º lugar en la lista de descendientes de Adán. Y que el número 7 es una cifra simbólica en la Biblia que significa “perfección”. Ahora bien, quienes compusieron esta lista genealógica de descendientes de Adán eran los sacerdotes de Jerusalén, los cuales daban mucha importancia al simbolismo de los números. Por eso, para que ocupara el séptimo lugar en ese elenco buscaron a alguien con características especiales y en cierto
El “caso” Elías modo “perfectas”. Y lo encontraron en una antigua leyenda israelita, que relataba la historia de un hombre llamado Henoc, tan justo y bueno que para que no se contaminara en la tierra, Dios se lo llevó al cielo luego de permitirle vivir la cifra perfecta de 365 años. Esta leyenda, que los sacerdotes resumieron y agregaron en la genealogía de Adán, sólo pretendía decir que Henoc había tenido una especial amistad con Dios, y que había logrado llegar a una cierta perfección durante su vida. Ver aquí algún tipo de “contacto extraterrestre” es salirse totalmente de las intenciones del autor bíblico.
Lo que le pasó al profeta Elías es más sorprendente todavía. La Biblia refiere cómo éste, cuando presintió que su muerte estaba cerca, salió a caminar a orillas del río Jordán en compañía de su discípulo Eliseo. De pronto bajó del cielo un carro con caballos de fuego que lo arrebató y lo hizo desaparecer en el aire, ante el asombro de Eliseo y de otros discípulos que contemplaban la escena. Esta narración, más detallada y dramática que la de Henoc, también alimentó la fantasía de muchos lectores que no han dejado de preguntarse: ¿Quién tripulaba
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biblia ese carro tan espectacular? ¿Se hallará Elías en algún planeta? Incluso la tradición judía sigue actualmente esperando el regreso de Elías para el final de los tiempos. Pero es sabido que en el Antiguo Testamento el poder de Dios suele representarse con la imagen del carro de guerra, porque ésta era una de las armas más poderosas de la antigüedad. En este sentido, el Salmo 68, 18 afirma que “los carros de guerra de Dios son innumerables”. Isaías dice que “los carros de guerra de Dios parecen un torbellino” (66, 15). Y del profeta Eliseo se cuenta que un día Dios le mandó sus carros de guerra del cielo para defenderlo de sus enemigos (2R 6, 17). Los carros se describen como “de fuego”, porque en la Biblia ésta es la forma preferida por Dios para aparecerse entre la gente.
Por un final digno Es decir que cuando la Biblia habla de “carros y caballos de fuego” no alude a los ovnis ni a nave espacial alguna, sino que se refiere al poder, a la fuerza, al auxilio que Dios ponía a disposición de los hombres.
Es ridículo, pues, tomar el relato de Elías al pie de la letra. Se trata simplemente de una narración poética que quería señalar cómo este gran profeta, el más importante de toda la historia de Israel, tuvo un final digno de su vida excepcional. Elías había luchado durante toda su vida para mantener la pureza de la fe israelita, y un personaje así merecía honores de héroe. Pues bien, la tradición, con esta historia simbólica, se los concedió.
El “caso” Ezequiel Pero el relato bíblico más impresionante es el que aparece en el libro de Ezequiel. Allí se cuenta que una noche, mientras el profeta estaba mirando al cielo de Babilonia, vio bajar a cuatro seres rodeados por una nube de fuego. Cada uno mostraba cuatro caras, con forma de león, de toro, de águila y de ser humano. Tenían, además, cuatro alas y piernas terminadas en pezuñas. Observó en medio de ellos un carro con cuatro ruedas que avanzaban en las cuatro direcciones, cuyas llantas estaban llenas de ojos. Al elevar la vista, vio Ezequiel que la parte superior del vehículo era una bóveda luminosa, que brillaba como el cristal, sobre la cual había un trono de zafiro. Y allí sentada, una figura con apariencia humana envuelta en fuego y rodeada de un arco iris, cuyo rostro era imposible de distinguir. El espectáculo impactó tanto a Ezequiel que cayó boca abajo en la tierra sin poder seguir mirando. Y debió permanecer luego varios días encerrado en su casa, mudo y aturdido (3, 15.24.26).
Un objeto volador sí identificado Pero las imágenes desplegadas en esta visión resultan fácilmente entendibles para el que conoce los símbolos bíblicos. Lo que tuvo aquí Ezequiel fue simplemente una visión de Dios sentado en su trono. Es lo que se deduce de todos los elementos empleados.
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En efecto, quiénes eran estos seres fantásticos con alas y cuatro caras lo dice él mismo más adelante (Ez 10, 15.2022): eran los querubines, figuras fantásticas que según los israelitas acompañaban a Dios a todas partes, y que por eso eran mencionados cuando se quería hablar de Él (1S 4, 4; 2S 6, 2). También se hallaban como adornos en el templo de Jerusalén (1R 6, 23-29). Las extrañas ruedas no son sino la carroza del Arca de la Alianza, el vehículo en el que siempre se desplazaba Yahvé. Están llenas de ojos, porque los ojos representan la sabiduría de Dios.
El vehículo tenía como techo una bóveda porque para la Biblia Dios habita sobre la bóveda del cielo. El fuego rodeaba a la figura para indicar que se trataba de Dios mismo. Y dice que Ezequiel no puede distinguirle la cara pero igualmente se arroja al suelo, porque según la Biblia nadie puede ver el rostro de Dios y seguir viviendo.
Cuando Dios viajó a Babilonia El mensaje de la visión también resulta fácil de entender, teniendo en cuenta el contexto del relato. Ezequiel se encuentra en Babilonia, desterrado con un grupo numeroso de judíos, que se sienten solos y abandonados por Dios (Is 40, 27; 49, 14). Piensan que el Señor vive en Jerusalén, a mil kilómetros de allí, y no se entera de sus problemas. La visión, pues, quiere hacerles saber que Dios ya no estaba más en Jerusalén. Que había llegado a Babilonia en su carro, para que ellos no volvieran a creerse abandonados. La enseñanza del relato es que Dios se había hecho ahora presente en medio de los exiliados.
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biblia Más aún, Dios quería hacerles comprender que de ahora en adelante Él no estaba sujeto a ninguna ciudad ni a ningún templo (como ellos creían) sino que habitaba en todo el mundo. Por eso se emplea tanto el número 4 (cuatro seres, cuatro alas, cuatro caras, cuatro ruedas, cuatro direcciones). Porque este número en la Biblia simboliza el cosmos, el universo entero con los 4 puntos cardinales. El libro de Ezequiel, pues, no alude en absoluto a fenómenos extraterrestres. Cualquier lector de aquella época comprendía inmediatamente el sentido de la narración y el mensaje que transmitía. En ninguno de los tres personajes bíblicos analizados, pues, hay alusión alguna a contactos con platos voladores.
El mundo de aquel tiempo Y existe una poderosa razón por la cual la Biblia jamás menciona a seres de otro planeta, ni lo podría haber hecho. Y es porque la idea del cosmos que los hebreos tenían era muy diferente a la que tenemos hoy en día. Para ellos, la tierra era un enorme disco plano (Sal 136, 6), rodeado de aguas, y asentado sobre inmensas columnas llamadas las “columnas de la tierra” (1S 2, 8; Jb 9, 6). Éstas, a su vez, estaban sumergidas en un profundo abismo de aguas (Ex 20, 4), pero se ignoraba sobre qué estaban apoyadas en el fondo. Creían, además, que el firmamento que se ve arriba en el cielo era tan sólo una cúpula de cristal celeste (Jb 37, 18), que se apoyaba en la tierra también por medio de columnas, llamadas las “columnas del cielo” (Jb 26, 11). Del firmamento se creía que colgaban, como de un enorme cielo raso, el sol, la luna, las estrellas y los planetas (Gn 1, 14-15), los cuales cambiaban de posición y rotaban arriba empujados por ángeles. Por lo tanto, las estrellas y los planetas en la Biblia son simples adornos del cielo, pequeñas lámparas puestas por Dios para iluminar a los hombres y orientarlos en la noche. Nunca pensaron que podían ser mundos inmensos habitados por otras criaturas.
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Las Iglesias cósmicas Desde que en 1947 el piloto norteamericano Kenneth Arnold divisó por primera vez unos objetos no identificados en el cielo de Estados Unidos, cerca del Monte Rainier, y les puso el nombre de “platos voladores”, se desataron acalorados debates en torno a la cuestión de los ovnis y de las visitas de extraterrestres. Según una encuesta Gallup, cerca de 5 millones de norteamericanos han observado objetos voladores en el cielo. Algunos incluso afirman haber sido arrebatadas y llevadas a otros planetas. Pero, a pesar de todo lo que se habla y escribe sobre el tema, los científicos aún no han logrado reunir una sola evidencia sobre el tema, ni tampoco captar señales inteligentes del espacio exterior, por lo que la existencia de civilizaciones extraterrestres sigue siendo una mera hipótesis científica, lejos aún de ser demostrada. Esta falta de pruebas ha llevado a muchos buscar en la Biblia testimonios de que existen contactos con seres de otros mundos desde épocas remotas. Y sobre estas bases, poco a poco, fueron apareciendo sectas y grupos que fomentan el culto a las naves espaciales. Desde 1960 se produjo el auge de las Iglesias cósmicas y la devoción a los seres de otras galaxias, con millones de adeptos en el mundo entero que confían que la salvación vendrá cuando los extraterrestres decidan bajar a la tierra para llevarnos a sus mundos, tal como
lo hicieron con Henoc y Elías, y como le propusieron a Ezequiel. Pero esto es malinterpretar las Sagradas Escrituras.
El único que llegó del cielo ¿Existen los seres extraterrestres? La Biblia no lo afirma ni lo niega. Simplemente lo ignora. Y la ciencia tampoco ha podido hasta ahora aportar una sola prueba. El argumento que más se suele esgrimir en este sentido es el “cuantitativo”, que sostiene que es imposible que en las cientos de miles de galaxias que hay en el universo, con sus sistemas solares y planetas, sólo la Tierra sea un lugar habitado por seres vivos.
Pero no nos dejemos impresionar demasiado por el argumento de la pluralidad de mundos. La aparición de la vida es un fenómeno de índole “cualitativo”, y su comparación con todo lo que es meramente cuantitativo tiene poco peso. ¿Acaso Dios no puede amar tanto al hombre y privilegiar su existencia, al punto de crear todo ese derroche de mundos y de estrellas como adornos para él? ¿Es acaso absurdo pensar que Dios haya hecho existir una inmensa multitud de astros en un universo en génesis, para que en un pequeño satélite de uno de ellos se realizara la feliz aparición de la vida, la inteligencia y el espíritu? ¿La sola existencia de la humanidad no
¿Cómome
justifica el enorme despliegue de formas inventadas por la vida en movimiento? Negar esto, al menos como posibilidad, es subestimar el valor del hombre y disminuir el amor de Dios. Sea como fuere, lo cierto es que si sólo la tierra estuviera habitada en todo el cosmos, no nos hallaríamos “solos” en el universo. Porque aparte de los millones de hermanos que tenemos en todas partes, también vino a nuestra Tierra a visitarnos el Hijo de Dios, Jesucristo. Y vino más allá de las estrellas, nada menos que de junto a Dios, a poner su morada entre nosotros (Jn 1, 1-18).
Una manera de mostrar diversos temas de la fe católica que orientan a quienes inician una aproximación a la Iglesia y a la fe.
C O L E C C I Ó N
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Pido la palabra LA “EVIDENCIA SATÁNICA” DE LOS ANIME Por: Javier Rodríguez Portilla – Cartagena
Mucho se ha llegado a hablar sobre la “evidente” participación de mensajes satánicos en los comics de corte japonés e, incluso, americano. Y subrayo la expresión “evidente” (entre comillas) para evidenciar, más bien, que no resulta ser tan “evidente” como se supone.
chicos y grandes, sin buscar otro objetivo diferente: Dragon Ball (Z, GT, etc.), los Caballeros del Zodiaco, Mazzinger Z, el Capitán Centella, Meteoro, Súper campeones, las Chicas Súper poderosas Hello Kitty, Josémiel, la Abeja Maya… entre otros. Esto en cuanto a los japoneses, sin presentar los americanos o de otras naciones que también son acusados de lo mismo, como Los Simpsons y Futurama, por nombrar los más recientes y “calumniados” al respecto.
Vamos por partes: primero deberíamos preguntar, qué se entiende por satanismo. En el lenguaje común podríamos definirlo como la “práctica religiosa que algunos ejercitan con ritos de adoración a Satanás, representación del mal, y cuyo culto se manifiesta en actos que van en contra de la dignidad humana”.
Lo único que es “evidente”, ciertamente, es la gran gama de originalidad y creatividad de sus realizadores, pues al determinar los contenidos de muchos de sus capítulos, se logra ver que los protagonistas de la mayoría de ellos sólo buscan dar mensajes de justicia, paz, solidaridad y, en algunos casos como los Simpsons, denunciar hechos políticos de los Estados Unidos y la Comunidad Internacional, valiéndose de las caricaturas.
Sin embargo, hay quienes afirman que más allá de lo que muestran las películas de terror, el satanismo pretende simplemente mostrar un tinte de “protesta” contra los movimientos religiosos cristianos y, para ello, realizan ciertos ritos que se realizan solamente con simbologías que pretenden representar su protesta, pero sin atentar contra las personas.
En ninguna de ellas, salvo contadas excepciones que resultan ser pasajeras, se tocan temas de corte religioso en forma directa, y cuando se hace indirectamente, quizá se critican los sistemas religiosos imperantes, más que atacar la Deidad o Divinidad de un Dios determinado, cosa que sí realiza el satanismo en sus prácticas, como tal.
Sea cual fuere la verdad, la primera o la segunda, lo que sí es claro es que todo tipo de movimiento satánico ejerce una especie de protesta contra todo aquello que sea cristiano y luchan contra los movimientos cristianos, o también, contra todo aquello que manifieste un culto de adoración y/o alabanza a Dios.
Gokú, Gohan, Gottem, Centella, Mazzinger, Pegaso, Meteoro, etc., son personajes que si se observan bien, luchan por la justicia, la paz, la libertad, valores que todas las religiones defienden, incluso, por supuesto, el cristianismo, y, por lo general, resultan vencedores sobre el mal, la destrucción, la injusticia, etc.
Ahora bien; ¿qué tienen que ver los Anime con todo esto? Si me preguntaran a mí, ligeramente diría que nada. Es cierto que algunos comics muestran en sus personajes ciertos rasgos que no son muy propios de una “evidente” muestra religiosa… ni cristiana, ni anticristiana… Señalaré algunos ejemplos que parecieran ser en algunos casos, claras muestras de “satanismo”, pero que a la luz de la razón, no pasan de ser simples tiras cómicas que sólo pretenden entretener y divertir a
Habría que replantear este tipo de acusaciones, teniendo en cuenta el Evangelio de san Marcos (3,22 - 30): que dice que el que lucha contra la injusticia, buscando la unidad, no es parte de Satanás ni de sus obras. Esto “evidencia” que si los Animes pretenden sembrar mensajes de justicia, libertad y paz en sus contenidos, y dichos mensajes en nada contradicen el Evangelio, no pueden contener un carácter diabólico o satánico, pues “Diabolos” en su etimología original significa: “el Divisor, el que divide”, y no “el que se divide a sí mismo”. Si quiere dividir, él no puede estar dividido, así que “por sus frutos los conoceréis”. (Mt 7, 16).
Nuestra parroquia es el mundo entero. Beato Santiago Alberione Beato Santiago Alberione Fundador de la Familia Paulina
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Alberione Su persona su pensamiento su carisma Un recorrido por la vida y obra del beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, quién se dedicó hasta sus últimos días a llevar el Evangelio a todas las almas del mundo a través de todos los medios de comunicación.