Editorial
FRATELLI TUTTI
¿Ayuda esta encíclica a un mundo enfermo?
E
n su tercera encíclica, firmada el sábado 3 de octubre de 2020 en Asís y difundida el domingo 4 de octubre, el Papa Francisco propone la terapia de la fraternidad a un mundo enfermo, y no solo por la pandemia del Covid que ha golpeado al mundo, a las naciones, a las familias, a las personas. El texto de referencia es el documento de Abu Dhabi, y el modelo es el del Buen Samaritano. Una “mirada mundial de las migraciones” es la petición del cuarto capítulo. En el quinto, el Papa Francisco dibuja el perfil del “buen político” y advierte contra el “populismo irresponsable”. “El mercado por sí solo no lo resuelve todo”, escribe el Papa, esperando una reforma de la ONU. “El Holocausto nunca debe ser olvidado, nunca más la guerra”. En esta encíclica el sueño del Papa Francisco es tener un instrumento político, capaz de reparar y regenerar tejidos y espacios sociales desgarrados y rechazados. La invitación es a ser capaces de suscitar la amistad social, como instrumento de transformación del mundo (Fratelli Tutti 183), habiendo trabajado primero la transformación de los corazones con una gran acción educativa (FT 167-169). El sueño de la hermandad universal es un instrumento entregado a muchos actores para su reflexión, así como a los cristianos y sus comunidades. También es posible soñar, según este escrito, en la economía y en la política. Las grandes instituciones internacionales deben volver a soñar, al igual que los organismos de los que nos estamos dotando para hacer frente a los desafíos sin precedentes
de la globalización. Las propias religiones necesitan reavivar el instrumento del sueño, para exorcizar la violencia que busca socavar sus identidades. El Papa Francisco nos revela que es precisamente el encuentro y el diálogo buscado, construido y vivido con el mundo musulmán lo que ha alimentado su deseo de una fraternidad universal. ¿Pero este documento es en realidad solo un sueño? ¿Puede este escrito del Papa Francisco lograr cambiar en algo el mundo enfermo y agonizante en que estamos viviendo? El “Sueño” para nosotros los cristianos es más que una simple imaginación. Encuentra su plena realización (aunque todavía en progreso) en Jesucristo quien abrazó a todos desde la Cruz dando así el mayor ejemplo de fraternidad al mundo entero. Pero también este sueño encuentra su confirmación en las muchas figuras de santidad que el Espíritu despierta en la historia del mundo y de la iglesia, entre ellos, San Francisco de Asís cuyo legado permanece y entusiasma aún a muchas personas que quieren seguir sus ejemplos, igualmente el Beato Carlos de Foucauld (FT 286) que alimentó con obras su sueño de ser el “hermano de todos”. Y como no recordar todas las obras que lleva adelante la Iglesia para alcanzar este sueño de la fraternidad, una de las más relevantes los Bancos de Alimentos que buscan una seguridad alimentaria para personas de escasos recursos. Antes que renunciar al sueño de la fraternidad, que esta encíclica sea un motivo para buscarla con mayor pasión y amor. Revista trimestral de la Sociedad de San Pablo —PAULINOS— Colombia, Ecuador, Panamá, Centroamérica y El Caribe al servicio de la Iglesia.
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La Voz del Papa CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI Sobre la fraternidad y amistad social Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad. Asimismo, cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos. Si alguien cree que solo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad. Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana,
podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos». Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos. Las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones. Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares. Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión. Además, si en la redacción de la Laudato si’ tuve una fuente de inspiración en mi hermano Bartolomé, el Patriarca ortodoxo que propuso con mucha fuerza el cuidado de la creación, en este caso me sentí especialmente estimulado por el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, con
contenido EDITORIAL
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ACTUALIDAD
LA VOZ DEL PAPA
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ACTUALIDAD
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BEATO ALBERIONE
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ACTUALIDAD
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Fratelli Tutti ¿ayuda esta encíclica a un mundo enfermo?
Carta encíclica Fratelli Tutti Sobre la fraternidad y amistad social El apóstol de los medios de comunicación
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Hermanos todos. Breve guía de lectura de la encíclica
Fratelli Tutti. El sueño de una sociedad fraterna
Imaginar una renovación
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quien me encontré en Abu Dabi para recordar que Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos». No se trató de un mero acto diplomático sino de una reflexión hecha en diálogo y de un compromiso conjunto. Esta encíclica recoge y desarrolla grandes temas planteados en aquel documento que firmamos juntos. También acogí aquí, con mi propio lenguaje, numerosas cartas y documentos con reflexiones que recibí de tantas personas y grupos de todo el mundo.
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enero marzo
2021 DIRECTOR: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp
En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld.
EDITOR: P. Vicente Miotto, ssp CONSEJO DE REDACCIÓN: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp; P. Danilo Antonio Medina Leguizamón, ssp; Segundo José Pacabaque Bautista AUTORES: Editorial: El Director; A los comunicadores: Equipo Paulino; Actualidad: P. Danilo Medina L., ssp; Jean-Claude Guillebaud., Timothy Radcliffe., P. Henry Hueso, spp., Guías homiléticas: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm; FOTOGRAFÍA: Shutterstock
Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a un amigo: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos». Quería ser, en definitiva, «el hermano universal». Pero solo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén.
PUBLICIDAD: Jennyfer Gregory Velásquez / e-mail: publicidad@sanpablo.com.co Daniela González / creativopublicidad2@sanpablo.com.co DISEÑO & DIAGRAMACIÓN: Paola Amaguaña Vega / e-mail: diagramacion@sanpablo.com.co SUSCRIPCIONES: periodicos@sanpablo.com.co / 3103415620 IMPRESIÓN: Taller San Pablo, Calle 170 Nº 8G-31, Bogotá, D. C. – Colombia CONTACTO: vidapastoral@sanpablo.co
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ACTUALIDAD
El Domingo de la Palabra de Dios
GUÍAS HOMILÉTICAS
Pbro. Wilson Javier Sossa López
PASTORAL LITÚRGICA El año litúrgico
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PASTORAL LITÚRGICA
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ACTUALIDAD
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El camino cuaresmal del ciclo litúrgico B. Año 2021
¿Qué podemos entender por teología?
ACTUALIDAD
Alegres en la esperanza (Rm 12, 12)
A los comunicadores Santiago Alberione el apóstol de los medios de comunicación social
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Pablo VI lo llamó “una maravilla de nuestro siglo”, otros dijeron que era “el industrial del Evangelio”. Con solo treinta años, cuando era director espiritual del seminario de Alba en el Piamonte italiano, fundó su primera congregación religiosa y a su muerte dejó cinco en total, más cuatro institutos adscritos y la Unión de Cooperadores Paulinos. Hablemos del Beato Santiago Alberione, nacido el 4 de abril de 1884 en San Lorenzo di Fossano (Cúneo-Italia) en una familia de agricultores. Ingresó en el seminario de Bra a los doce años y luego, tras superar una crisis que le había hecho regresar a su familia, fue al seminario de Alba donde completó sus estudios de filosofía y teología, recibiendo la ordenación sacerdotal el 28 de junio de 1907.
Un apostolado nuevo para la Iglesia
Esa iluminación que tuvo ante Jesús eucaristía
En 1913 Monseñor Re, obispo de Alba, le llamó para dirigir el semanario diocesano Gazzetta d’Alba, entonces el Beato Alberione compró la propiedad del periódico y creó la Escuela tipográfica Pequeño obrero, el primer núcleo de lo que habría sido la Pía Sociedad de San Pablo, pero por precaución con las autoridades eclesiásticas y civiles le puso el primer nombre. A esta, entretanto, se habían añadido las primeras Hijas de San Pablo. Sobre el apostolado de la imprenta, el P. Alberione decía: “Las máquinas (imprentas) son púlpitos, las salas son como iglesias, los obreros los predicadores”. Los libros impresos por los “Pequeños Obreros” fueron entonces difundidos por las Hijas de San Pablo a través de la llamada “Propaganda de la Buena Prensa”, que iba a ser su insignia.
Su proyecto había madurado después de una especial “iluminación” desde arriba en la noche del 31 de diciembre de 1900 a principios de los siglos XIX y XX: para esa ocasión
En la Navidad de 1931, fueron ellos quienes editaron el primer número de Familia Cristiana, que más tarde se convirtió en el semanario católico más popular de Italia y
Fundó la Pía Sociedad de San Pablo
Después de obtener la licenciatura en teología en Génova, tras ejercer durante ocho meses su ministerio como vicepárroco en la parroquia de San Bernardo de Narzole, fue nombrado director espiritual del seminario diocesano por su obispo Mons. Re, desempeñando este cargo hasta 1920, cuando pudo dedicarse por completo al Instituto que había iniciado en 1914 para el apostolado de la buena prensa, la Pía Sociedad de San Pablo.
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se había previsto una hora de adoración para toda la Iglesia después de la misa de medianoche, rezando según las intenciones del Papa León XIII. Nuestro seminarista, de apenas diecisiete años, no se limitó a una hora, sino que permaneció de rodillas en la catedral de Alba durante cuatro horas. Un pensamiento lo atormentaba desde ese momento: hacer algo por el Señor y los hombres del nuevo siglo con los que viviría. Alberione pensaba en una “organización de escritores, técnicos, libreros, comerciantes católicos” (así lo relató en 1953), en la que era necesaria la contribución de los laicos.
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que alcanzó el millón de copias semanales. Después de 1924 nacieron, junto a las Hijas de San Pablo también las Pías Discípulas del Divino Maestro, las Hermanas de Jesús Buen Pastor (Pastorcitas), y en 1957 las Hermanas Apostolinas para la Promoción Vocacional y los Institutos “agregados” (Jesús Sacerdote, San Gabriel Arcángel, María Santísima Anunciación y Sagrada Familia, así como la Asociación de Cooperadores Paulinos). El panegírico de Paulo VI
Hay que decir que en esa época las producciones cinematográficas en la Sociedad de San Paolo eran muy activas, se produjeron entre otros títulos el famoso Pinocho dirigidoi por Comencini con las interpretaciones de Nino Manfredi y Gina Lollobrigida. El Papa añadió entonces: “Surge espontáneamente una pregunta: ¿cómo se estableció la Pía Sociedad de San Pablo de manera tan conspicua y en un tiempo relativamente corto? La respuesta nos parece fácil, aunque sigue estando llena de secretos, los secretos de las obras del Reino de Dios. Dos factores, nos parece, han contribuido a obtener este magnífico resultado que otros prometen: dos voluntades, la del
La Familia Paulina en el mundo
Hoy en día los religiosos y religiosas de la Familia Paulina tienen obras en todos los continentes. Están presentes en la edición católica con la vasta producción de libros de las Ediciones San Pablo, así como los periódicos Pan de la Palabra, El Domingo, Pan de la Palabra para niños y Celebremos el Domingo para niño. Igualmente han crecido en su presencia en las redes sociales y en el mundo digital a través de cursos virtuales, conferencias, y servicios religiosos ofrecidos a través de la radio y la televisión. Beatificado en 2003 por Juan Pablo II
El P. Alberione murió en Roma el 26 de noviembre de 1971 y fue beatificado por Juan Pablo II el 27 de abril de 2003. Antes de él, en 1989, había sido beatificado el P. Timoteo Giaccardo, uno de los primeros colaboradores del Fundador y primer sacerdote paulino, que había sido ecónomo de la Casa Madre de la congregación en Alba y en 1926 había abierto la primera “sucursal” del Instituto en Roma, cerca de la Basílica de San Pablo; allí donde el Beato Alberione, después de construir el gran templo dedicado a San Pablo en Alba, erigió el dedicado a María Reina de los Apóstoles cumpliendo así el voto de fe hecho a Dios y a María de construir una Basílica si los paulinos salían ilesos de la Segunda Guerra Mundial.
Beato Alberione
El 28 de junio de 1969, reconociendo el extraordinario desarrollo de las obras del Beato Alberione, Pablo VI le confirió el honor de Pro Ecclesia et Pontifice, diciendo entre otras cosas: “Nuestro padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar vigor y amplitud a su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y posibilidad de su misión en el mundo moderno con los medios modernos”.
hombre y la de Dios, la del siervo humilde y fiel y la de la voluntad paterna y pródiga del Señor...”.
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Actualidad Por: P. Danilo A. Medina., ssp.
HERMANOS
TODOS Breve guía de lectura de la encíclica
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El Papa Francisco regaló a la Iglesia su tercera carta encíclica acerca del tema de la fraternidad universal y la amistad social, firmándola el pasado día 3 de octubre, junto a la tumba de San Francisco, en Asís, Italia. Aspectos formales de la encíclica: Los 287 parágrafos/numerales que forman la encíclica están distribuidos en ocho densos capítulos (§9-287) que van desarrollando ordenadamente el argumento central, desde diversas perspectivas y aplicaciones, antecedidos por una breve presentación (§1-2), en la cual el Santo Padre explica el título de su carta, inspirado en la manera como San Francisco de Asís acostumbraba a dirigirse a sus hermanos y hermanas, y reconoce que en el trasfondo del tema central también está la enseñanza del Santo de Asís sobre la fraternidad universal; y una introducción (§3-8), también breve, en la que el Papa pone en evidencia el aspecto ecuménico de San Francisco, y contextualiza las reflexiones y enseñanzas de esta encíclica, en las actuales circunstancias de pandemia mundial. Un elemento formal del documento, que no debería pasar desapercibido, es el que tiene que ver con la cantidad de citas y referencias que se encuentran a lo largo de la carta encíclica: 288 citas, proporcionalmente equivale prácticamente a una cita por cada parágrafo, sin contar las más de cincuenta citas bíblicas referidas a lo largo del documento. Y la procedencia de dichas citaciones también es interesante: no solo remiten a los discursos, catequesis, mensajes, exhortaciones o cartas apostólicas, encíclicas del propio Papa Francisco, sino también a los Santos Padres, al magisterio de la Iglesia, a filósofos y teólogos, tanto antiguos como contemporáneos, a sus antecesores, y a documentos de algunas Conferencias episcopales de diversos continentes.
Contenido y enseñanza: En el capítulo primero de la encíclica (§9-55), titulado “Las sombras de un mundo cerrado”, el Santo Padre nos ofrece una especie de diagnóstico o radiografía de la realidad del mundo de hoy, desde la perspectiva de las relaciones interpersonales y sociales. Sin
caer en el pesimismo, pero sí con un fuerte sentido de realismo, el Papa pone en evidencia las grandes dificultades de convivencia interhumana de las que adolece la humanidad actual por aquellos persistentes fenómenos de conflictos que resurgen, después de haberse creído superados, injusticias sociales, egoísmos, globalismos económicos y afán desmesurado de lucro en detrimento del bien común; consumismo e individualismo exacerbado, nuevas formas de colonización cultural y de exclusión social, corrupción, alienación, fanatismos e ideologías del descarte que lesionan gravemente los derechos de las personas, nuevos tipos de esclavitud, desplazamiento y migración forzada, etc.
Frente a ese oscuro panorama, el Papa Francisco invita a no perder el sentido de la esperanza cristiana, a la vez que reivindica la urgencia e importancia de forjar la cultura del encuentro, en lo cual ha venido insistiendo reiteradamente en todas sus catequesis, exhortaciones y mensajes. El segundo capítulo lleva por título “Un extraño en el camino” (§56-86), y nos ofrece una preciosa iluminación bíblica, tomada de Lucas 10, 25-37. El Papa comenta y aplica el mensaje de la parábola del Buen Samaritano, en la dinámica de cuanto significa y exige el amor universal en clave cristiana. A pesar de ser uno de los capítulos más breves de la encíclica, es probablemente el más rico desde el punto de
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Actualidad
vista doctrinal, por la riqueza de su contenido que interpreta y actualiza la propuesta de Jesús sobre la práctica de la misericordia y el perfil del discípulo que está realmente dispuesto a ser prójimo de sus semejantes, especialmente de los más necesitados y agobiados por diversos males. De hecho, “Esta parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino.” (N° 67).
“Pensar y gestar un mundo abierto”, es la expresión con la cual el Papa denomina al tercer capítulo (§87127), que busca enriquecer el fundamento doctrinal de su propuesta de fraternidad universal desde perspectivas antropológicas y teológicas. El Santo Padre plantea aquí el sentido humano y espiritual del amor interpersonal y social; advierte también sobre algunas comprensiones inadecuadas acerca del amor universal; recuerda las implicaciones morales de dicho amor, en términos de libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad y los derechos fundamentales de personas y pueblos, “Porque la paz real y duradera solo es posible ‘desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana’” (N° 127). En el cuarto capítulo, llamado “un corazón abierto al mundo entero” (§128-153), el Papa propone criterios y acciones de efectiva solidaridad a favor de las personas vulnerables, como los que son víctima del desplazamiento forzado o de la pobreza en sus múltiples expresiones, y reivindica la necesidad de superar prejuicios y barreras que excluyen y marginan. La ayuda solidaria en estas situaciones de miseria social, debe ser fruto de la experiencia de la gratuidad fraterna, y no puede limitarse a iniciativas aisladas, sino que debe adquirir características más complejas, tanto en el ámbito local como en los contextos más amplios y universales:
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“Necesitamos -afirma Francisco- que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico ‘incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos’. Esto finalmente beneficiará a todo el planeta, porque la ‘ayuda al desarrollo de los países pobres’ implica ‘creación de riqueza para todos’…” (N° 138). El capítulo quinto, que lleva por título: “La mejor política” (§154-197), recoge una serie de precisiones y aclaraciones del Santo Padre acerca de las características que ha de tener la nueva y verdadera forma de política que conduzca efectivamente al bien común y a la creación de condiciones de vida digna para todos, que a su vez permitan la vivencia de la fraternidad universal y la amistad social.
Hay que evitar a toda costa aquellos populismos demagógicos que, en lugar de propender por el bien de los pueblos, buscan siempre beneficiar a los intereses de los poderosos. La auténtica democracia, entendida como gobierno del pueblo, debe construirse sobre la base de la justicia social, la solidaridad entre personas y pueblos, y el respeto por los derechos humanos fundamentales.
Al ejercer el liderazgo popular, se deben evitar también los inmediatismos, los abusos de poder, las visiones neoliberales que se olvidan de la dignidad humana y privilegian el mercado y el consumismo desenfrenado, y “la tentación de apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho” (N° 174). En definitiva, conviene tener presente que “la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.” (N° 177). “De esta manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede ‘abrir caminos a oportunidades diferentes, que no impliquen detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos’” (N° 179). En el sexto capítulo, “Diálogo y amistad social” (§198-224), la encíclica retoma temas cruciales del magisterio del Papa Francisco como el de la calidad de las relaciones interpersonales, la necesidad de crear una nueva cultura donde el diálogo y el encuentro hagan realidad la unidad de las familias y las comunidades, permitiendo superar los conflictos y tensiones. Ante todo, “El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos” (N° 203). En el ejercicio de comunicación interpersonal, se debe buscar la verdad, evitando el relativismo, que puede dar lugar a interpretaciones viciadas de los valores morales según la conveniencia de los poderosos. La verdad no es el fruto de un simple consenso superficial o negociaciones amañadas, en detrimento de la moral y los derechos de todas las personas.
“En una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial.” (N° 211). Y a partir del diálogo, de la amabilidad en el trato y en las palabras, y de sencillos gestos y actitudes de respeto, reconocimiento y valoración del otro será posible forjar una verdadera cultura del encuentro que haga posible la paz social.
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Actualidad bien ayudarlos a cambiar esas actitudes con las que hacen daño. El perdón no implica impunidad ni olvido forzado de la ofensa; pero, así como no se puede justificar ni la guerra ni la pena de muerte, tampoco se puede justificar el rencor o la venganza:
“Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción. Deciden no seguir inoculando en la sociedad la energía de la venganza que tarde o temprano termina recayendo una vez más sobre ellos mismos.” (N° 251).
En el séptimo capítulo (§225-270), el Santo Padre propone “Caminos de reencuentro”, que conduzcan a la fraternidad entre personas y pueblos. El desafío que se nos propone es el de ser artesanos de paz. Y para construir las condiciones propicias para la paz, es necesario recomenzar desde la verdad: “En efecto, la verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas.” (N° 227). Edificar la paz no significa uniformar a la sociedad o pretender que todos piensen igual, pero sí trabajar juntos por alcanzar un objetivo común desde la riqueza de la variedad de aportes. Ser constructores y artesanos de paz y reconciliación exige superar los egoísmos, estar dispuestos al perdón, ser capaces de evitar aquello que nos divide, estar dispuestos a servir y ayudar a los otros, empezando por los ambientes domésticos de la familia, para poder abarcar luego los contextos más amplios de la sociedad, privilegiando de manera especial a los más vulnerables y empobrecidos de la misma. El amor cristiano y la consecución de la concordia no significa renunciar a defender los valores fundamentales o los derechos y dignidad de las personas, lo cual muchas veces implica afrontar conflictos inevitables. El deber de amar y perdonar a todos, incluidos los violentos y opresores, no significa permitir sus atropellos, sino más
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El octavo y último capítulo de esta encíclica (§271287), el Papa Francisco lo dedica a mostrar cómo todas las religiones pueden y deben participar en hacer viable la fraternidad universal. El solo título del capítulo ya contiene y expresa esta propuesta: “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”. De hecho, el Santo Padre reconoce que las diferentes religiones que existen, a partir de sus propias creencias pueden aportar significativamente en la búsqueda de la justicia y la armonía en el mundo. Esto plantea, en principio, la necesidad del diálogo entre personas de las distintas religiones, y el fruto de esos esfuerzos de encuentro y diálogo interreligioso debería encontrar eco en el contexto del debate público, pues “si bien la Iglesia respeta la autonomía de la política, no relega su propia misión al ámbito de lo privado. Al contrario, ‘no puede ni debe quedarse al
margen’ en la construcción de un mundo mejor ni dejar de ‘despertar las fuerzas espirituales’ que fecunden toda la vida en sociedad. Es verdad que los ministros religiosos no deben hacer política partidaria, propia de los laicos, pero ni siquiera ellos pueden renunciar a la dimensión política de la existencia que implica una constante atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral.” (N° 276). Claro está que, aunque se valore e incentive el respeto, el diálogo y la colaboración entre las distintas religiones en la perspectiva de la fraternidad y la paz universales, no se puede tampoco perder la identidad de la propia fe ni renunciar al derecho que tenemos los cristianos a vivir y expresar nuestros valores y convicciones religiosas. En este mismo sentido, hay que evitar y rechazar toda forma de fundamentalismo religioso, provenga de donde provenga, pues precisamente esos extremismos fundamentalistas muchas veces son los promotores de guerras y divisiones. Más bien, tenemos el firme convencimiento
de que “El culto a Dios sincero y humilde ‘no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos’. En realidad ‘el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor’ (1Jn 4, 8).” (N° 283).
Conclusión: La presente guía de lectura de ninguna forma pretende recoger toda la riqueza de la encíclica, ni dispensar de su lectura; todo lo contrario, busca ser una ayuda y una motivación para acudir directamente al texto papal, que tanta riquezas nos deja, retomando las grandes enseñanzas de su pontificado y de la tradición de la Iglesia, y que sobre todo, nos interpela a ser verdaderos artífices y artesanos de la fraternidad universal y de la amistad social, comenzando por lo sencillo y cotidiano de nuestra vida en familia y en comunidad.
El perdón no implica impunidad ni olvido forzado de la ofensa; pero, así como no se puede justificar ni la guerra ni la pena de muerte, tampoco se puede justificar el rencor o la venganza
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Actualidad
Fratelli Tutti EL SUEÑO DE UNA SOCIEDAD FRATERNA Por: Jean-Claude Guillebaud Tomado de L’osservatore Romano
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é bien que el sueño de una sociedad fraterna está en el corazón de la Encíclica Hermanos Todos. Pero mientras leía y releía este luminoso texto, me detuve en un breve pasaje: me sorprendió que los comentaristas en Francia no enfatizaran (lo suficiente) su clarividencia. Pienso en la extraordinaria y peligrosa visita de Francisco de Asís al sultán egipcio Malik-el-Kamil en 1219, en el apogeo de las Cruzadas. Tomando el camino hacia el Este, Francisco era pobre y vulnerable. El (largo) camino estaba salpicado por todas partes con torres y muros. La guerra entre cristianos y sarracenos estaba en todas partes, así como la miseria y el sufrimiento de los pobres. ¡Es como el odio, después de todo! Sin duda, Francisco soñaba con convertir al sultán, pero esperaba ante todo la reconciliación y la paz.
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Actualidad
Hoy, ocho siglos más tarde, los franciscanos todavía atesoran el recuerdo de este viaje con gran énfasis. ¡Y lo hacen bien! Se esfuerzan por continuar y profundizar su reflexión sobre nuestra apertura a otras culturas y religiones. Para volver a Francisco y su compañero de viaje, Iluminado, fueron inicialmente maltratados y golpeados por las vanguardias de los sarracenos. Finalmente pudieron ser recibidos por el Sultán. Francisco se expresó con el fervor de su espíritu según el versículo del Evangelio: “Te daré palabra y sabiduría, para que todos tus adversarios no resistan ni se defiendan” (Lucas 21, 15). El Sultán ofreció ricos regalos a Francisco que él “rechazó como el barro”. Francisco no codiciaba las riquezas del mundo, sino la salvación de las almas. Este desprecio por los bienes del mundo impresionó tanto al Sultán que propuso a Francisco y a su compañero prolongar su estancia. Como esto era imposible, nombró soldados para escoltar a los dos hermanos en su viaje de regreso. 16
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Francisco no codiciaba las riquezas del mundo, sino la salvación de las almas.
Conocemos estos detalles gracias a San Buenaventura de Lyon, que fue, con Duns Escoto y Tomás de Aquino, uno de los tres doctores más famosos de la escolástica medieval. Los franciscanos de hoy afirman que quizás fue el recuerdo de Francisco, de su dulzura y de su fe ilimitada, lo que jugó un papel importante cuando, diez años más tarde, sin ninguna fuerza que lo obligara, el propio Melik-el-Kamil decidió devolver Jerusalén a los cristianos: “Sin duda, la mirada clara de Francisco había continuado su lenta labor en la conciencia de este hombre abierto al pensamiento de los demás”. Me alegré y sorprendí al descubrir, al principio de la Encíclica Fratelli tutti, la evocación de este prodigioso viaje que era también un viaje hacia el otro. Leyéndolo, de hecho, estaba pensando en lo que nos está pasando en Europa, y precisamente en Francia. Entre los crímenes terroristas del yihadismo y nuestro encierro en el horror, prevalece la violencia desenfrenada. Día tras día, año tras año. Estamos agudizando la severidad de la represión, la severidad de los tribunales, las prisiones y las represalias mientras la emoción legítimamente obstruye nuestros espíritus. Por supuesto, sabemos que, ocho siglos después, las situaciones son diferentes. Pero, ¿somos capaces, todavía tenemos la fuerza para tomar algo de distancia? Tenemos que hacerlo. Intentemos, intentemos de nuevo buscar de dónde puede venir remotamente el retorno de esta barbarie innombrable. Ciertamente estamos de acuerdo en la urgente necesidad de luchar contra este abyecto terrorismo. Pero eso no nos impide cuestionar la “historia vivida”. ¿Quiénes somos, los occidentales? ¿Qué es esta mo-
dernidad nuestra, nacida de la confluencia del pensamiento griego, el judaísmo y el cristianismo? ¿Podemos fechar este acontecimiento histórico con un mínimo de precisión? ¿Con la victoria de Carlo Martello sobre el Islam en el 733? ¿Con la afirmación imperial de su sobrino Carlomagno? Con la ambigua época de las Cruzadas que, por primera vez, vio a Occidente proyectarse fuera de sí mismo... Nuestra reflexión se está refrescando debido al resurgimiento del terror. Occidente no es sólo un simple concepto geográfico (el promontorio europeo y América del Norte), sino también filosófico (una cierta idea de la libertad, del individuo y de los derechos humanos). Ahora, por lo tanto, los occidentales ya no somos “dueños” de estos valores democráticos que pertenecen en adelante a toda la humanidad (que los aplica solo parcialmente). En Fratelli Tutti el Papa Francisco evoca una cierta fatalidad que habla al reportero de guerra que he sido y al periodista inquieto en que me he convertido. Esto sucede cuando se enfrenta a “la ilusión de la comunicación” y a la desastrosa prevalencia de lo inmaterial: “En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, despojan y divulgan, a menudo de forma anónima. El respeto por los demás se desmorona” (n. 42). Si el otro se convierte solo en un enemigo, un adversario o un competidor, entonces, de hecho, el descubrimiento de la fraternidad es más urgente que nunca. Nos invita a caminar, aunque sea un poco, en los pasos de Francisco de Asís. En el camino hacia el otro. enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Actualidad
IMAGINAR ENOVACIÓN UNA R
Por: Timothy Radcliffe
¿Los seres humanos ya son hermanos y hermanas, o es eso en lo que deben convertirse? En el corazón de esta importante encíclica está la convicción de que la fraternidad es tanto nuestra identidad presente más profunda como nuestra vocación futura. Estamos invitados a convertirnos en hermanos y hermanas en Cristo de una manera que apenas podemos imaginar ahora. «Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios, pero lo que seremos aún no se ha revelado. Pero sabemos que cuando se haya revelado, seremos como Él, porque lo veremos tal como es” (1Juan 3:2).
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Esto es en parte una aventura de la imaginación. Por imaginación no me refiero a lo “imaginario”, a la fantasía, sino a una transformación de cómo somos en el mundo. La imaginación cristiana es el poder del Espíritu Santo que nos lleva a toda la verdad. Es “el pensamiento de Cristo” (1Corintios 2, 16). Ya en el Génesis hay en juego una imaginación fraternal que nos lleva desde la rivalidad fraternal asesina entre Caín y Abel, pasando por las tensiones entre Isaac e Ismael, Esaú y Jacob, Lía y Raquel, hasta la reconciliación de José con sus hermanos. Ser hermanos o hermanas no es solo y simplemente una cuestión de descendencia biológica, sino un crecimiento en la responsabilidad mutua, construyendo el hogar común. Nos guía la pregunta del Señor a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?” (Génesis 4:9), al abrazo de José a sus hermanos: “Yo soy José, tu hermano, a quien han vendido para Egipto. Pero no se entristezcan ni se preocupen por haberme vendido aquí abajo, porque Dios me ha enviado aquí antes que ustedes para mantenerlos con vida” (Génesis 45, 4-5). El Génesis sienta las bases de la existencia de Israel al llevarnos al triunfo de la hermandad sobre la rivalidad. En Cristo, la historia de Israel se convierte en el drama constante de la huma-
nidad. Ya nos pertenecemos el uno al otro, pero solo estamos empezando a imaginar lo que eso significa. “Cuando llegue el último día y haya suficiente luz en la tierra para ver las cosas como son, tendremos muchas sorpresas!” (Fratelli Tutti 281). El Papa parte de la proclamación de San Francisco de Asís de un amor “que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio”(FT 1). De hecho, como ha mostrado en Laudato Si, se extiende al Hermano Sol y la Hermana Luna y a toda la creación. El siglo XIII estaba listo para esta visión de la hermandad universal. Las viejas jerarquías feudales se estaban desmoronando; los mercaderes, como el padre de Francisco, viajaban por todo el mundo conocido: había nuevas formas de comunicación y un nuevo sentido del valor del individuo. El uso que San Francisco y Santo Domingo hicieron de los primeros títulos cristianos “hermano” y “hermana” contenía un valor utópico, la promesa de un mundo en el que los extranjeros que abarrotaban las nuevas ciudades serían acogidos. Todos los hermanos se dirigen a una sociedad que se enfrenta a un desafío imaginativo igualmente radical. En nuestro planeta digital, las viejas instituciones y jerarquías han perdido su autoridad; el futuro es incierto. Como en los días de San
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Actualidad Francisco, el encuentro entre el cristianismo y el islam es potencialmente peligroso. San Francisco se propuso encontrarse con el sultán Malik-al-Kamil (cf. FT 3). Ahora el Papa Francisco extiende su mano al Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb. El sueño de la hermandad universal tiene menos control sobre la imaginación colectiva que en el pasado. “Los conflictos anacrónicos que se consideraban anticuados se encienden, se cierran, se exasperan, resurgen y son nacionalismos agresivos. En varios países, la idea de la unidad del pueblo y de la nación, impregnada de ideologías diferentes, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida de sentido social disfrazadas de una supuesta defensa de los intereses nacionales” (FT 11). El Papa nos desafía valientemente a imaginar otra forma de pertenecer a los demás. Rechaza la actual legitimación del derecho absoluto a la propiedad privada: “La tradición cristiana nunca ha reconocido el derecho a la propiedad privada como absoluto o intocable, y ha puesto de relieve la función social de cualquier forma de propiedad privada” (FT 120).
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Nuestro mundo se ha convertido en un inmenso centro comercial. Desde el siglo XVII la falsa idea de que todo está en venta ha capturado la imaginación común: la tierra, el agua, incluso los seres humanos con la explosión del comercio de esclavos. Mi cuerpo es mi propiedad y puedo disponer de él como quiera, desde la concepción hasta la muerte. Los órganos de los seres humanos se cultivan para el mercado.
Lo más extraordinario es que el Papa Francisco desafía la idea -central en el Estado nación moderno - de que un país tiene un derecho absoluto a sus propios recursos y territorio: “Si cada persona tiene una dignidad inalienable, si cada ser humano es mi hermano o hermana, y si el mundo realmente pertenece a todos, no importa si alguien nació
aquí o vive fuera de las fronteras de su propio país. Mi nación es también corresponsable de su desarrollo, aunque puede cumplir esta responsabilidad de diferentes maneras” (FT, n. 125). Esta declaración es increíblemente contracultural. Subvierte el presupuesto esencial de la política contemporánea. Para algunos puede parecer ingenuo, o incluso desastroso. ¿Cómo puede tener sentido cuando se construyen muros en todo el mundo y se patrullan las fronteras? Sin embargo, la imaginación cristiana nace del poder transformador de la cruz y la resurrección de Cristo. En la cruz, Cristo rompió “el muro divisorio que era fragmentario” (Efesios 2, 14). La imaginación de la Pascua está destinada a parecer una “locura a los paganos” (1Corintios 1, 23) y a ser rechazada por muchos. Esto no significa que deba flotar en un espacio incorpóreo. Exige
ser incorporado a las estructuras políticas. Un nuevo orden mundial fraternal debe prever “instituciones internacionales más fuertes y mejor organizadas, con autoridades designadas imparcialmente mediante acuerdos entre los gobiernos nacionales y dotadas de poder de sanción”. Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regida por la ley, no hay que pensar necesariamente en una autoridad personal” (FT 172). Las Naciones Unidas deben ser reformadas.
De manera similar, al hacer el viaje sinodal fundamental para el gobierno de la Iglesia, el Papa invita a los católicos a volverse a imaginar como una comunidad de hermanos y hermanas. Solo sobre la base de tal transformación cultural, la vertiginosa invitación de todos los hermanos - a abrazar al extraño como nuestro hermano y hermana, un miembro de nuestra familia - aparecerá no como una aterradora subversión de todo lo que nos es querido, sino como el camino hacia el hogar común que tanto anhelamos.
La imaginación cristiana nace del poder transformador de la cruz y la resurrección de Cristo. En la cruz, Cristo rompió “el muro divisorio que era fragmentario”
Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta gente en movimiento, huyendo de la violencia y de la guerra. Especialmente en Occidente, los muros están siendo vigilados contra los inmigrantes y extranjeros que, se teme, socavarán nuestras comunidades locales, nuestra identidad e incluso nuestra seguridad. ¿Cómo podemos empezar a ver no a los extraños amenazantes, sino a los hermanos y hermanas? En primer lugar, nuestras mentes deben ser liberadas del miedo a la diversidad. Toda cultura humana está viva solo si puede interactuar fructíferamente con lo que es diferente. Cada uno de nosotros debe su existencia individual a la fructífera diferencia entre hombre y mujer. Si nos cerramos herméticamente al extranjero, las culturas locales que nos importan morirán. El árbol frente a nuestra ventana crece porque, desde sus raíces más profundas hasta la cima de sus ramas, hay un constante y vivificante intercambio con el aire, el suelo, el agua e innumerables insectos y bacterias. El aislamiento es mortificante.
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Actualidad Hay que dar un salto de imaginación para ver la hermandad universal y la solidaridad local como factores que se refuerzan mutuamente. “No hay apertura entre los pueblos, excepto el amor a la tierra, al pueblo, a sus propios rasgos culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato en el que esté firmemente arraigado, porque sobre esa base puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo auténtico” (FT 143). La interacción fructífera con mi hermano o hermana desconocida solo es posible si aprendo a mirarlos con una mirada transfigurada, viendo su humanidad, su vulnerabilidad y su belleza. La comunicación digital nos abstrae de nuestras particularidades físicas. Los medios digitales exponen a las personas a una “pérdida progresiva de contacto con la realidad concreta, lo que impide el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas”. Hay necesidad de gestos físicos, expresiones faciales, silencios, lenguaje corporal, e incluso perfume, temblor de manos, enrojecimiento, sudor, porque todo esto habla y forma parte de la comunicación humana” (FT 43). Jesús lee el rostro de cada persona. “Porque él sabía lo que hay en cada hombre” (Juan 2, 25). Si aprendemos a mirarnos con agrado, el desafío radical del Papa ya no parecerá un ideal imposible, sino el único camino a la alegría. Por último, “una imaginación fraterna” implica que hablamos a los demás
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como hermanos y hermanas. El Papa ve el diálogo como mucho más que un intercambio de ideas. Es el proceso ascético a través del cual intentamos imaginar lo que significa ser esa otra persona, ser formado por su cultura, experimentar su sufrimiento y su alegría. En una conversación entre hermanos o hermanas buscamos nuevas palabras juntos, abrimos un espacio imaginativo en el que las barreras se derrumban. Esto es lo que Tomás de Aquino llama latitudo cordis, el aumento de tamaño del corazón. Estas conversaciones nos llevan más allá de los intercambios típicos de los medios de comunicación, “un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre fiable. Son solo monólogos que se desarrollan en paralelo, tal vez imponiéndose a la atención de los demás por sus tonos altos y agresivos. Pero los monólogos no comprometen a nadie, tanto que sus contenidos son a menudo oportunistas y contradictorios” (FT 200). También son muy diferentes del discurso de nuestra vida pública y política, que incita a la desconfianza de los demás y al desprecio de sus opiniones. La Palabra de Dios nos invita a hablarnos y a escucharnos, para que se abra un espacio imaginativo en el que los hijos del Dios único se sientan en casa unos con otros y en la vida divina.
Actualidad
EL
DOMINGO
DE
PALABRA LA
DE
DIOS
on la carta “Aperuit illis” el Papa Francisco estableció el Domingo de la Palabra de Dios en el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, que, en el 2021, cae el 24 de enero. Un sacerdote pide alguna indicación para que esta cita anual (dada la fatiga que se tiene de acoger las novedades por parte de nosotros los sacerdotes”) no sea olvidada y el día del Verbum Domini se convierta en una tradición vivida por las comunidades, como lo es el Corpus Domini.
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Actualidad
Si los fieles ven en sus sacerdotes -como sucede- un verdadero amor por la Palabra de Dios, son conquistados por ella, ya que el amor es siempre contagioso.
Soy sacerdote y quería sugerir algo sencillo: el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario será el día que el Papa ha pedido que se dedique a la Palabra de Dios, a la Sagrada Escritura, como se indica en Misericordia et Misera (n. 7) y como establece el Motu Proprio “Aperuit illis”. Como tengo alguna experiencia de la dificultad, por parte de los sacerdotes, de acoger las novedades, no estaría mal “ayudarnos con alguna indicación” para facilitar este día especial, que - en mi opinión - exaltaría el Verbum Domini, así como el día del Corpus Christi exalta la Eucaristía. ¡Gracias! Para responder al querido sacerdote, diríamos en primer lugar que somos afortunados de vivir en este tiempo.
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Estamos viviendo una temporada eclesiástica muy emocionante. Ciertamente la fatiga y las decepciones pueden ser muchas y los retos aún más por la crisis mundial que vivimos en estos tiempo de pandemia nunca vistos por muchos años. Los resultados en términos de número o calidad de nuestras comunidades cristianas a veces nos descorazo-
nan como sacerdotes. Pero como bien ha señalado el sacerdote que nos escribe, a veces somos nosotros mismos, como sacerdotes, los que frenamos las posibles novedades en el campo pastoral, acostumbrados como estamos a tener nuestro propio esquema que funciona y a las dificultades y prejuicios que siempre tenemos para aventurarse en nuevas posibilidades. El entusiasmo de este tiempo, para nosotros los sacerdotes, creemos que puede venir del hecho de que tenemos un alto Magisterio y un claro testimonio de pastor en el Papa Francisco. No menos que nosotros, él es consciente de las dificultades del anuncio cristiano en nuestros días, a lo que él llama un “cambio de época”, al que debemos prestar atención. Sin embargo, nuestro Papa no deja de lanzar sus desafíos a toda la Iglesia y al mundo con la confianza y la alegría del Evangelio. Seguirlo, o, mejor dicho, tratar de seguirlo, puede ser una oportunidad para dar impulso al esfuerzo ministerial. Muchos sacerdotes se han puesto en la tarea de contradecirlo y polemizar sobre algunas afirmaciones que ha hecho, muchos
de ellos para hacerse famosos a través de estos comentarios en las redes sociales, pero ¿qué tal que nos decidiéramos a seguir sus recomendaciones en el campo pastoral? Ciertamente daríamos muchos pasos en la dirección correcta. Pasemos entonces a la pregunta en cuestión. También en este caso somos muy afortunados. La hermosa carta “Aperuit illis” con la que llamó al Domingo de la Palabra de Dios en el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, ofrece muchas indicaciones y razones para reflexionar sobre cómo entenderla y llevarla a cabo. Por lo tanto, remitámonos a una lectura cuidadosa y completa de la misma. Nos gustaría ofrecerles algo de reflexión a partir del documento y de la situación que estamos viviendo.
La importancia que la Palabra de Dios tiene para la vida de las personas y las comunidades, así como para la Iglesia en su conjunto, no puede ser celebrada solo como un acto formal. Dedicar un domingo al año en particular no quita el pensamiento de otro “día especial”. Más bien es una ocasión para “comprender la riqueza inagotable que proviene del diálogo constante de Dios con su pueblo” (Aperuit illis, 2). El Papa llega a decir que “el día dedicado a la Biblia quiere ser no “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque necesitamos urgentemente familiarizarnos y entrar en intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de compartir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes” (Aperuit illis, 8). Esto implica, en nuestra opinión, dos aspectos. El primero es que como sacerdotes no podemos pretender transmitir nada más que lo que vivimos, y por lo tanto el primer paso es una conversión real de los nuestros a la Palabra de Dios leída, meditada, rezada y proclamada. No es casualidad que el Papa insista -también en este documento (Aperuit illis 5)en la adecuada preparación de la homilía dominical, así como en una asidua frecuencia de la Palabra de enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Actualidad Dios en la oración y el estudio. Si los fieles ven en sus sacerdotes -como sucede- un verdadero amor por la Palabra de Dios, son conquistados por ella, ya que el amor es siempre contagioso. Y es el mejor método, el de un testigo vivo, el que atrae y convence. El segundo aspecto es que -como el Papa Francisco nos enseña a menudo, estamos llamados a iniciar procesos, no a conquistar posiciones. El tiempo es superior al espacio (Evangelii Gaudium 222-225). Por eso la ocasión del domingo de la Palabra de Dios es un momento en el que, quizás a través de pequeños gestos concretos, podemos dar importancia a la Sagrada Escritura. Estas acciones las sugiere el mismo Papa Francisco: entronizar la Palabra de Dios, ofrecer a los fieles un texto bíblico, preparar a alguien para el ministerio de lector, etc., (Aperuit illis 3). De esa manera se inicia un camino de penetración y de amor a la Palabra de Dios en el pueblo, sin la prisa de ver resultados inmediatos. Lo importante,
aunque no sea llamativo, es tener la confianza de que, una vez iniciado el proceso, se abrirá camino según los tiempos y formas que no siempre nos pertenecen. Otra reflexión es que la propia liturgia, en todos sus aspectos, así como la catequesis, y toda la vida de las comunidades, puede ser el campo apropiado, no solo en “ese” domingo, sino en toda ocasión para dar valor a la palabra de Dios. Para la liturgia creo que ya tenemos numerosas indicaciones. Pero, podemos preguntarnos: ¿Por qué no llevar la Palabra de Dios también a las otras actividades y áreas? Pienso en la cantidad de reuniones o iniciativas que organizamos y “sufrimos”. ¿Y si siempre los empezamos con la lectura de un breve texto bíblico? O, en lugar de inventar cosas nuevas, ¿Por qué no empezar a proponer historias bíblicas en los encuentros de niños y jóvenes? Una última consideración. Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy la Iglesia ha hecho un buen viaje en este sentido, y ya vemos los
frutos. Los fieles están más familiarizados con el texto bíblico, la catequesis y la formación cristiana, ya no pueden prescindir de la Palabra de Dios, así como toda la liturgia es rica en ella. En este sentido, ¿por qué no aprovechar y sacar el máximo provecho de lo que ya se ha puesto en el campo y que ha demostrado su relevancia? En algunas diócesis, desde hace décadas, hay una experiencia que muchos deberían imitar, la catequesis bíblica de adultos: ¿por qué no intentar mejorarla y relanzarla? Así como otras iniciativas loables, como las escuelas bíblicas parroquiales, los cursos de formación para laicos, la lectio divina cada vez más extendida como método, etc. La Palabra de Dios viva y eterna, que es el mismo Señor Jesús que continúa urgiéndonos en un diálogo estimulante y proactivo, solo necesita nuestra docilidad para seguirla, de modo que se convierta en el pan cotidiano del que se extraiga siempre nueva energía para el camino de la Iglesia en el mundo.
La ocasión del domingo de la Palabra de Dios es un momento en el que, quizás a través de pequeños gestos concretos, podemos dar importancia a la Sagrada Escritura.
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GUÍAS
HOMILÉTICAS Pbro. WILSON JAVIER SOSSA LÓPEZ, EUDISTA Del Evangelio según san Mateo
3 de enero de 2021 EPIFANÍA DEL SEÑOR, Solemnidad
Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a.5-6 / Mt 2, 1-12
LA SALVACIÓN UNIVERSAL DE DIOS Así como los Magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor; y esto es lo que significan aquellas palabras: “Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó” (san Agustín). Esta primera lectura de la solemnidad de Epifanía nos pone en sintonía con los símbolos de la celebración de hoy: la luz que guía a los pueblos a Jerusalén será como la de la estrella que guía a los magos del evangelio; los tesoros traídos a la ciudad santa desde Oriente y Occidente se cumplirán en aquellos que los magos pusieron a los pies del Niño recién nacido y de su madre; la salvación se hará universal cuando judíos y paganos, todos juntos, adoren a Dios en la persona de Jesús recién nacido en Belén. Estamos en la época posexílica; los judíos repatriados, llegados de Mesopotamia, tratan de revivir y mantener la fe de Israel. Aquí se anuncia (sueñan con) una época de esplendor y de reconocimiento para la pequeña ciudad que apenas comienza a reconstruir sus ruinas: será el “centro del mundo”; a la luz de un día sin ocaso, vendrán todos los pueblos a traerle sus presentes, sus hijos exiliados retornarán… Se trata de un maravilloso sueño, una imagen poética poderosa, cautivante, con la que se expresa y se disfruta un sentimiento de autoestima religiosa: este pueblo exiliado no está abandonado por su Dios, sino que confía en él y en su futuro cargado de su promesa. En la segunda lectura, de los seis capítulos que componen la carta a los Efesios, los tres primeros presentan la obra salvífica de Jesucristo como un don gratuito de Dios para todos los pueblos. Los tres últimos son exhortaciones de vida cristiana. Estos versículos que acabamos de leer vienen a subrayar un aspecto fundamental de la solemnidad de Epifa-
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Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Palabra del Señor
nía: Cristo ha nacido entre nosotros para dar a conocer el amor de Dios y su salvación a judíos y a paganos, sin distinción de raza ni de condición. Ahora nosotros, los cristianos, los católicos, no podemos volver a ser fanáticos exclusivistas, que condenemos a todos los que no creen. Nuestra responsabilidad es darles a conocer, como hizo Pablo, el “misterio”, es decir: el plan de Dios, de la salvación universal, como un don ofrecido a todos los hombres y mujeres del mundo, por los muchos caminos de Dios. Lugar donde nació Jesús (Belén de Judea) y datación aproximada, en tiempo del rey Herodes el Grande (c. 734 a.C.), conocido por su habilidad política, su crueldad y su despotismo; muy abierto a la cultura griega, construyó varias ciudades de tipo helenístico, entre ellas Sebaste y Cesarea, y además reconstruyó el templo de Jerusalén (acabado el 63/64 d.C.). Fue nombrado por Roma rey de Judea el año 40 a.C. y conquistó Jerusalén el año 37. No era judío de raza, sino de padre idumeo y, por tanto, no podía ser considerado rey legítimo de Israel. “Magos”, es decir, astrólogos orientales, que mezclaban su ciencia astronómica con la predicción del destino, anunciado, según ellos, en los astros. Llegan a Jerusalén, pero no preguntan por un personaje religioso, sino por “el rey de los judíos”, para rendirle homenaje: rey universal. “Preguntando”, “diciendo”. Así en el AT como en el NT se usa el verbo genérico “decir” para indicar tanto una afirmación como una negación o una pregunta. En las lenguas modernas se utiliza un verbo específico, en este caso “preguntar”, pues lo que los magos proponen es una pregunta. “Hemos visto salir su estrella”: lit: “Hemos visto su estrella en la salida”. La palabra griega anatolê significa, sin artículo, el punto cardinal, el
3 de enero de 2021 EPIFANÍA DEL SEÑOR, Solemnidad
Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a.5-6 / Mt 2, 1-12 Del Evangelio según san Mateo Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Palabra del Señor
LA SALVACIÓN UNIVERSAL DE DIOS VENID, BENDITOS DE MI PADRE, A MI REINO oriente (por donde sale el sol); con artículo, la salida misma de un astro. Este rey que ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judíos no se han percatado del nacimiento del nuevo rey, pero sí los paganos; son estos los que anuncian su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre sospechoso de posibles pretendientes al trono, y de la ciudad entera, al unísono con el tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma reacción que el rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho, el pueblo no hará esfuerzo alguno por encontrarlo. Herodes convoca a los miembros del Consejo, excepto a los “senadores”, cuyo papel era meramente político. Herodes identifica al “rey de los judíos” por el que preguntan los magos con el Mesías esperado, el salvador prometido. Los entendidos contestan a su pregunta dándole la referencia exacta: en Belén de Judea. El texto profético citado por Mt combina Mi 5, 2 con 2S 5, 2; este último pasaje es estrictamente mesiánico, pues trata de la unción de David como rey de Israel (2S 5, 4). El niño es, por tanto, el Mesías de la casa de David. Resalta en primer lugar la importancia de Belén, patria de David, lugar del nacimiento del nuevo rey, frente a Jerusalén, donde reina Herodes. El caudillo que va a nacer será pastor del pueblo de Dios, Israel. La función de “pastor” se aplicaba a David (Sal 78, 70s) o al nuevo David (Jr 23, 5; 30, 9; Ez 34, 23s). El pueblo de Dios, del que será pastor el rey nacido, incluye a los magos que han venido a rendirle homenaje como a su propio rey: el pueblo del Mesías incluirá a los paganos. “Rendir homenaje” es el significado del griego proskuneô referido a un rey o a Dios como soberano. Se expresaba en forma de inclinación o de postración. Herodes convoca a los magos en secreto, no quiere que sus planes sean conocidos. Mt lo caracteriza
por su hipocresía: pretende tener el propósito de prestar homenaje al nuevo rey, cuando en realidad se propone matarlo. Los jefes del pueblo, en cambio, no manifiestan reacción alguna. La “estrella” alude a Nm 24, 17: “Surgirá un astro de Jacob y se levantará un hombre de Israel” (LXX). La estrella es figura de la persona misma del rey nacido y los guía al lugar donde este se encuentra. En Jerusalén, donde ni el pueblo ni los dirigentes esperan al liberador, no es visible. Vuelve a aparecer a los magos cuando se alejan de la capital. “En la casa” ven al niño con su madre. Ausencia de José. En Israel, el rey y su madre constituían la pareja real (cf. 1R 2, 19; 15, 2; 2R 10, 13; 12, 2; 23, 31.36; 24, 18). La escena subraya la realeza del niño. El homenaje se manifiesta con una postración y dones que expresan sumisión y alianza (mirra e incienso, Ct 3, 6; incienso, Lv 2, 1-16; Jr 6, 20; 17, 26; 48, 5; Is 60, 6; Si 39, 14; 50, 9; mirra, Si 24, 15). Dios vela por su Mesías, impidiendo que Herodes sepa dónde está el niño, es interesante como y que manera el texto de hoy nos deja ver la protección de Dios.
Aporte pastoral Hace pocos días celebrábamos el nacimiento de Cristo; con solemnidad no menos justa celebramos hoy la manifestación, donde principió a revelarse a los gentiles. Aquel día vieron al recién nacido los pastores judíos; hoy le adoraron los Magos de Oriente. Había nacido, en efecto, aquella Piedra angular, paz, o punto de convergencia, entre las dos paredes: la de la circuncisión y la del prepucio, que venían en direcciones bien opuestas a juntarse en él, que se hizo nuestra paz, y de dos pueblos hizo uno solo. Lo cual estuvo prefigurado en los pastores, judíos, y en los Magos, gentiles; y por allí empezó lo que había de fructificar y extenderse por el universo mundo. Sean, de consiguiente, para nosotros estos días, el de la natividad y el de
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Guías homiléticas 3 de enero de 2021 EPIFANÍA DEL SEÑOR, Solemnidad
Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a.5-6 / Mt 2, 1-12 Del Evangelio según san Mateo Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Palabra del Señor
LA SALVACIÓN UNIVERSAL DE DIOS la manifestación, motivo gratísimo de regocijo espiritual. Los pastores judíos fueron guiados a Él por el anuncio de un ángel; los Magos, por la estrella conductora: estrella que vino a confundir los vanos cálculos y supercherías de los astrólogos, probando a los adoradores de las estrellas como solo el Creador del cielo y de la tierra es verdaderamente adorable. El mismo, en efecto, que, al nacer, encendió una estrella nueva, apagó, al morir, el sol, ya viejo. La luz de la estrella dio principio a la fe de los gentiles; el apagamiento del sol denunciaba la perfidia de los judíos. ¿Qué cosa era aquella estrella que jamás antes se había visto entre los astros ni se la pudo localizar después? ¿Qué cosa era sino la lengua magnífica del cielo, que pregonaba la gloria de Dios, publicaba soberanamente con su inusi-
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tado fulgor el inusitado parto de una virgen y era como la alborada del Evangelio, que había de sucederla desapareciendo ella? En fin, ¿qué dijeron los Magos al llegar? ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? Y esto, ¿qué significa? ¿No habían nacido antes, acaso, muchedumbre de reyes judíos? ¿Por qué mostraron tantísimo afán de conocer y adorar al rey de un pueblo extranjero? Hemos visto, dicen, su estrella en Oriente y venimos a adorarle. ¿Lo habrían buscado con tanto ardor y deseado adorarle con piedad tan afectuosa si en el rey de los judíos no vieran al rey de los siglos? (san Agustín). “Muchas otras cosas podrían decirse. Hemos dicho concretamente esto sobre el Evangelio, para que nadie se escandalice en su interior de que ignorase algo aquel en quien ha de creer” (san Jerónimo).
10 de enero de 2021 EL BAUTISMO DE SEÑOR, Fiesta – Blanco Is 42, 1-4.6-7 / Sal 28 / Hch 10, 34-38 / Mc 1, 7-11 Del Evangelio según san Marcos
Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Palabra del Señor
LA MANIFESTACIÓN DE LA SANTA TRINIDAD A semejanza de las teofanías que inauguraban el ministerio de los grandes profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel), la Teofanía del Jordán inicia el ministerio público de Jesús. Con signos prodigiosos (Voz del Padre; cielos abiertos; descenso del Espíritu) queda proclamada la filiación Divina de Jesús y su misión única de Maestro, Redentor y Salvador. El bautismo de Cristo “en el Jordán” (Mc) fue un bautismo por inmersión. Pues Mt y Mc dicen que, una vez bautizado, “ascendió”, salió del agua. “Después” que Cristo fue bautizado, se relatan tres fenómenos en relación con el mismo. Al “salir en seguida” (Mt-Mc) del agua, “cuando Él estaba en oración” (Lc): “Se abrió” (Mt-Lc), “se rasgó” (Mc) el cielo (cf. Is 64, 1). La finalidad de este abrirse los cielos es dejar paso a la paloma que se va a ver y dejarse oír la voz del Padre. Del cielo abierto se vio “en forma sensible” (Lc) una “como paloma”, que era “el Espíritu” (Mc), “el Espíritu de Dios” (Mt), “el Espíritu Santo” (Lc), “el cual bajaba hacia Él” (Mc) y “se posó sobre Él” (Mt-Lc). La paloma aparece en la literatura judía bíblica y extrabíblica simbolizando diversas cosas. Pero, sugerido por el pasaje del Génesis en el que el Espíritu de Dios se “cernía” sobre las aguas, la paloma vino a ser símbolo, como aquí, del Espíritu Santo. Los rabinos establecen comparaciones entre ella y el Espíritu Santo (acción). ¿Qué significa este “descenso” y este “posarse” el Espíritu Santo sobre Cristo Mesías? Es el complemento de la primera parte. Aun en san Juan, que se da este descenso del Espíritu como “señal” para conocer oficialmente su mesianismo, se destaca como elemento esencial el “posarse” sobre Él (Jn 1, 32-34). La dependencia evangélica de este pasaje de Isaías es evidente. Pero tiene modificaciones fundamentales que lo enriquecen. El “Siervo de Yahvé” es el Mesías. Pero aquí la forma vaga e indeterminada
del pasaje profético “mi Siervo” aparece sustituida y concrecionada por “mi Hijo”. No se ve una exigencia para que aquí Hijo sea tomado del salmo 2. Si procede del aramaico, podría ser traducción de un término que lo mismo significa “hijo” que “siervo”. En este caso, su relación con Isaías sería más claro. Aunque el intento del evangelista en destacar a Cristo como Hijo, ante la voz del Padre, es claro. Pero este Hijo no es solo sinónimo del Mesías; aquí expresa la verdadera filiación divina del mismo. Se dice de Él que es “el amado” (to agapetón) por excelencia. Los LXX traducen ordinariamente por esta expresión “el amado” la forma hebrea yahid, “el único”. “El amado no indica que Jesús es el primero entre los iguales, sino que indica una ternura especial; en el AT, dice Lagrange siguiendo a Welhausen, no hay gran diferencia entre “amado” y “único”. Es muy probable que aquí la forma “el Amado” pueda ser equivalente del “Único”, o aún mejor, “Unigénito”, puesto que habla el Padre. En el NT es término que se reserva al Mesías. En cualquier caso, en la perspectiva literaria de los evangelios, y concretamente de Mateo, esta filiación es la filiación divina, ya que Mt relata la confesión de la naturaleza misma divina de Cristo hecha por el mismo al Padre (Mt 11, 27) en una adecuación conceptual innegable. Es la misma voz de la Transfiguración (Mt 17, 5). Mt pone la fórmula de “en Él (Hijo) me complací” (eudókesa), pero probablemente este corresponde al perfecto estático semita, que a su vez puede corresponder al tiempo presente. Por eso puede traducirse por “en Él me complazco”. Es el gozo del Padre en su Hijo encarnado, en su Mesías y en su obra, conforme al pensamiento de Isaías (42, 1.2). Es en función de esta dependencia del pasaje de Isaías como se comprende bien el sentido simbólico de ese descenso del Espíritu Santo, simbolizado en la paloma y “posando” sobre Él. El Espíritu “baja” y se “posa” y descansa sobre Cristo Mesías en el bautismo. enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Guías homiléticas 10 de enero de 2021 EL BAUTISMO DE SEÑOR, Fiesta – Blanco Is 42, 1-4.6-7 / Sal 28 / Hch 10, 34-38 / Mc 1, 7-11 Del Evangelio según san Marcos Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Palabra del Señor
LA MANIFESTACIÓN DE LA SANTA TRINIDAD Pero, en Isaías, Yahvé pone “su espíritu” sobre su siervo el Mesías para que, habilitado por la completa “sabiduría” de los “espíritus” correspondientes de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, temor, etc. (Is 11, 2-5), realice su obra mesiánica en perfecta justicia. De igual modo, aquí, en el bautismo, al comienzo mismo de la obra mesiánica pública, Cristo aparece movido, poseído y dotado plenamente de los dones del Espíritu, para su obra de Mesías. Pero este “siervo” sobre quien se posa el Espíritu es, en Isaías, el “Siervo de Yahvé”. Por eso, al aparecer Cristo como el “Siervo de Yahvé” de Isaías, aparece también que su mesianismo, a punto de comenzar, es un mesianismo de dolor y espiritual; un mesianismo con el que redime a las “multitudes” de sus pecados. No es el mesianismo nacionalista, político ni humanamente triunfador que estaba en la creencia rabínica judía. En el bautismo de Juan, Cristo recibe, por así decir, su investidura oficial mesiánica. “Es la consagración oficial de la misión mesiánica del Salvador”. Es el “Siervo de Yahvé”, que va, plenamente habilitado, a realizar su obra de liberación espiritual. Es la obra del Mesías “doliente”. El Bautismo de Juan era para pecadores. Jesús, que se solidarizó con nosotros pecadores, lo recibe. Viene a “cumplir una obra de justicia” (Mt 3, 15), a realizar el plan del Padre para salvación (justicia) del mundo. Asume los pecados de todos. Por esto se sumerge en el Jordán como pecador. Los prodigios que ocurren luego que sale de las aguas del Jordán son el sello de su misión Mesiánica. El cumplimiento de la profecía que anunciaba al Mesías como Siervo’ de Yahvé: Per Spiritum in columbae specie descendentem, Christus Servus tuus oleo perungi laetitiae ac mitti ad evangelizandum pauperibus nosceretur (Praef.).
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En forma visible desciende sobre Él el Espíritu Santo, pues es Aquel sobre quien perennemente y plenamente reposa el Espíritu. Aquel de cuya plenitud todos recibiremos. Los cielos se abren: La obra del Siervo, que ahora se inicia, será reconciliar los hombres con Dios. La expresión de Isaías “Siervo” se muda en otra más rica: “Hijo”. El Hijo en quien el Padre tiene sus complacencias. Es un caso más en que el NT da plenitud a la revelación del Viejo. A la luz del NT sabemos que el Mesías es el Hijo de Dios. En nosotros el Bautismo (Sacramento) obra los mismos prodigios en virtud de la Redención de Cristo: Reconciliados con Dios, Infusión del Espíritu Santo, hijos muy amados del Padre. Y así libertados por el “Siervo” entramos en el “servicio” de Dios en amor y obediencia filial. “Dios, cuyo Unigénito tomó la naturaleza de nuestra carne, concédenos seamos interiormente reformados por Aquel que exteriormente hemos contemplado semejante a nosotros” (Collecta). Dios todopoderoso y eterno: Tú que nos has hecho renacer a una vida nueva por medio de tu Hijo, concédenos que la gracia nos modele a imagen de Cristo, en quien nuestra naturaleza mortal se une a tu naturaleza divina.
Aporte pastoral El bautismo en la doctrina de san Juan Eudes en sus reglas redactadas en 1647, tiene doble movimiento, las renuncias y las adhesiones a Jesús, sintetizadas para renovar nuestra espiritualidad hoy: “Reglas de la Congregación de Jesús y María para los estudiantes de la misma Congregación que proporcionan Cristo Jesús y la Santísima Madre de Dios, María, de las cuales, el capítulo II: La regla del Señor Jesús: a qué han de atenerse los
10 de enero de 2021 EL BAUTISMO DE SEÑOR, Fiesta – Blanco Is 42, 1-4.6-7 / Sal 28 / Hch 10, 34-38 / Mc 1, 7-11 Del Evangelio según san Marcos Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Palabra del Señor
LA MANIFESTACIÓN DE LA SANTA TRINIDAD hijos de esta Congregación, como cristianos, que en el santo bautismo hicieron voto de renunciar a Satanás y el capítulo III: A qué han de atenerse los hijos de esta Congregación como cristianos, que en el santo Bautismo hicieron voto de seguir a Cristo” (san Juan Eudes, oc. IX, 76-95). “¿Cuál es la causa de un gran mal? Hay varias. Pero una de las principales es que la mayor parte de los cristianos están sepultados en un abismo tal de tinieblas y en una tal ignorancia de las cosas que pertenecen a su profesión, que ni siquiera saben qué significa haber recibido el bautismo. No saben lo que es ser cristiano; nunca tienen consideración de sus indecibles gracias y los favores incomprensibles que Dios les ha participado por el santo sacramento del bautismo y pasan toda su vida sin pensar una sola vez, como es debido, en las solemnes promesas que han hecho a la divina Majestad y en las importantísimas obligaciones a las que se han comprometido cuando fueron sacados de la familia de Adán, para entrar a formar parte de la familia de Cristo por el santo y sagrado Contrato que con Él han hecho en su bautismo” (san Juan Eudes). De la lectura de las obras de san Juan Eudes sobre el bautismo, se puede sacar como una primera conclusión que su pensamiento lentamente evoluciona hacia una expresión cada vez más concreta y sintética de las relaciones del hombre con Dios desde su nacimiento a la vida en Cristo y de la realización a la plenitud de la vida cristiana, pero que siempre toda su doctrina bautismal se desarrolla alrededor de principios básicos que permanecen en todas las obras escritas por varios eudistas expertos en la espiritualidad como monseñor Nicolás Bermúdez, padre Diego Jaramillo, Álvaro Torres y Álvaro Duarte, entre otros. Uno de sus pensamientos ha recreado el movimiento de la Renovación Carismática, pues ciertamente, se ha alimentado de esta doctrina y
riqueza espiritual de la escuela francesa del siglo XVII, en diferentes partes se ha difundido porque se ha profundizado sobre la importancia del bautismo y ha instaurado en el hombre un nuevo ser (en perspectiva hacia el cielo nuevo y la tierra nueva), del cual parte toda su actividad espiritual y del mismo modo nacen sus obligaciones para con Dios y para con su prójimo. Hizo nuevamente del bautismo el principio de iniciación de la vida cristiana y, a la vez, el eje sobre el cual gira toda la actividad del hombre que en él ha recibido un nuevo ser. Interpretando todo el contenido vital del mensaje bíblico como el acto de amor de Dios para el hombre, presenta el bautismo como la acción creadora de la Santísima Trinidad que produce un nuevo ser, rescatando al hombre del pecado y del yugo de la esclavitud del demonio para hacerlo su nueva imagen. La obra del amor del Dios Santísimo al hombre y su respuesta se realiza en el hombre por medio de la inserción suya en el cuerpo místico que se cumple por medio del bautismo, que también ha sido sintetizada y recogida por el padre Diego Jaramillo en sus 34 obras del Siervo de Dios Rafael García Herreros y otros libros conocidos como el seminario de vida en el Espíritu para que todos “…redescubran con alegría la belleza de su bautismo, que, si lo vivimos con fe, es una realidad siempre actual: nos renueva continuamente a imagen del hombre nuevo, en la santidad de los pensamientos y de las acciones. Además, el bautismo une a los cristianos de las diversas confesiones. En cuanto bautizados, todos somos hijos de Dios en Cristo Jesús, nuestro Maestro y Señor. La Virgen María nos obtenga comprender cada vez mejor el valor de nuestro bautismo y testimoniarlo con una conducta de vida digna” (Benedicto XVI, Ángelus, Fiesta del Bautismo del Señor).
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Guías homiléticas 17 de enero de 2021 II DOMINGO ORDINARIO 1S 3, 3b-10.19 / Sal 39 / 1Co 6, 13c-15a.17-20 / Jn 1, 35-42 Del Evangelio según san Juan “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?”. Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa “maestro”). Él les dijo: “Vengan a ver”. Palabra del Señor
AQUI ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD ¡Hermoso día pasaron! ¡Qué hermosa noche! Edifiquemos asimismo nosotros en nuestro corazón, y hagamos una casa digna, adonde venga el Señor y nos instruya” (san Agustín). En la primera lectura nos encontramos ante el relato de la vocación del profeta Samuel, a quien Dios reiteradamente llama por su nombre mientras duerme. Al principio, el joven Samuel piensa que el llamado procede del anciano sacerdote Elí, a cuyo servicio se encontraba. Acude a él reiteradamente. Elí comprende que el llamado que ha escuchado proviene de Dios y le sugiere responder al escuchar otra vez su nombre: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1S 3, 10). Al llamado de Dios Samuel responde disponiéndose a hacer lo que Dios le pida, realizando sus designios en su propia vida para beneficio de su pueblo: “El Señor llamó a Samuel y él respondió: “Aquí estoy” (1S 3, 4). En este caso se trata del Mesías, anunciado por Dios en los libros proféticos y que llegada la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4) a quien Dios llama es a su propio Hijo, a quien encomienda llevar a cabo sus designios reconciliadores en el mundo. Al llamado del Padre Él responde con obediencia ejemplar: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… entonces yo digo: “Aquí estoy… para hacer tu voluntad”. Él es el Cordero de Dios, que en arameo se dice talya y se usa tanto para designar al cordero como también al siervo (cf. Is 53, 7). Con esta designación el Bautista da a entender que Jesús es no solo el cordero pascual cuyo sacrificio y sangre derramada librará al mundo del peso del pecado y del poder de la muerte (cf. Ex 12,1ss), sino que también es el siervo de Dios por excelencia, tal como lo presenta Isaías en los “cánticos del siervo” (cf. Is 42; 49; 50, 4ss; 52, 13-53). Al escuchar a Juan pronunciarse así sobre Jesús, aquellos dos discípulos se fueron
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tras Él. El Señor volviéndose les pregunta: “¿Qué buscan?”. Esta es la traducción exacta del griego, cuyo verbo zeteo, utilizado por el evangelista, significa buscar algo, con un matiz de intensidad. El Señor, que conoce los corazones, sabe que lo que mueve a estos dos jóvenes a seguirle es un intenso anhelo de encontrar al Mesías prometido de Dios, a Aquel a quien el Bautista no venía sino a preparar el camino. Los sorprendidos jóvenes parecen no responder a la pregunta del Señor y le preguntan: “¿Dónde vives?”. ¿No podemos descubrir en ello una oculta intención y petición para que los lleve a su casa, es decir, para que los acoja en su intimidad, para que les hable de Él, de su doctrina, de su mensaje, de su modo de vida? Aquel “dónde vives” no es una manera de evadir la pregunta del Señor ni una simple curiosidad acerca del lugar físico en el que moraba el Señor, sino que equivale más bien a un “muéstranos quién eres, pues queremos saber si tú eres el Mesías, Aquel a quien estamos buscando”. “Vengan y lo verán”, responde el Señor, es decir, “vengan conmigo y les mostraré quién soy yo“. El encuentro de aquella tarde debió ser realmente fascinante, muy intenso, pues el impacto que causó en aquellos hombres fue tremendo. Por eso luego del encuentro lo primero que hacen aquellos jóvenes es ir a buscar a Pedro, hermano de uno de ellos, de Andrés, para compartirle su descubrimiento: “¡Hemos encontrado al Mesías!”. Haber encontrado a Aquel a quien andaban buscando, haber encontrado a quien era el motivo de sus esperanzas y expectativas, llena sus corazones de un inmenso júbilo que necesita difundirse y compartirse con otros. De allí brota el deseo espontáneo de querer llevar también a otros al encuentro con Aquel a quien ellos han “hallado”, Aquel que responde a las búsquedas más profundas de todo ser humano: “Lo llevó a Jesús”. Aquel sería el primer encuentro memorable
17 de enero de 2021 II DOMINGO ORDINARIO 1S 3, 3b-10.19 / Sal 39 / 1Co 6, 13c-15a.17-20 / Jn 1, 35-42 Del Evangelio según san Juan “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?”. Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa “maestro”). Él les dijo: “Vengan a ver”. Palabra del Señor
AQUI ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD de Andrés, Juan y Pedro con el Señor. Mencionamos a Juan porque si bien el evangelista no dice el nombre de aquel otro joven que andaba con Andrés ese día, lo más probable es que se trate de Él mismo. Son ellos, junto con los demás Apóstoles, quienes escucharán más adelante el llamado del Señor, aquel “ven y sígueme” al que también ellos, venciendo sus propios temores y dejándolo todo, responderán con un firme y decidido “aquí estoy, Señor; te seguiré a donde vayas; envíame a donde quieras, a anunciar tu Evangelio”.
entra en íntima relación con Dios. Las bienaventuranzas son, a la vez, el testimonio de posesión del nuevo reino, de que Dios está presente en el interior como cumplimiento, de toda felicidad, y el testimonio que el hombre da al mundo de que el Reino de Dios está presente. Lamentablemente muchos jóvenes asumen ya esa “verdad” y piensan como aquellos que nunca tuvieron el coraje, la osadía y la fiel perseverancia para seguir al Señor y encontrar en Él esa felicidad que todo ser humano necesita encontrar.
Aporte pastoral Muchos, agobiados por sus sufrimientos, experiencias negativas y frustraciones, no esperan ya nada “de la vida” y han abandonado la búsqueda de Aquel que verdaderamente los hará felices. No creen en Dios ni esperan en Él. Procuran “pasarla bien” y “disfrutar el momento” mientras puedan y como puedan, pero en el fondo no hacen más que vivir una amargura e infelicidad creciente, aparentando por fuera que todo va bien. Son personas como estas las que luego enseñan a sus hijos, como si fuera una verdad incuestionable, que “la felicidad no existe”. ¡Cuántos jóvenes escuchan de labios de sus propios padres que lo único que encontrarán en la vida es algún momento fugaz de gozo o placer! Son los que han fracasado en su búsqueda quienes quieren imponer a otros su frustración, matando en ellos toda esperanza de hallar la felicidad en sus vidas. Nueva creatura, el hombre ya no tendrá como criterios de felicidad las riquezas y alabanzas del mundo, sino los valores interiores dados por Cristo a la vida del hombre que
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Guías homiléticas 24 de enero de 2021 III DOMINGO ORDINARIO
Jon 3, 1-5.10 / Sal 24 / 1Co 7, 29-31 / Mc 1, 14-20 Del Evangelio según san Marcos Cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Palabra del Señor
LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES La pareja de lecturas principales son la de la predicación de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su ministerio, precisamente “cuando arrestaron a Juan”, o sea, al faltar el profeta. Es como decirnos: hay que dar un giro radical a su vida; hay que darle un sentido nuevo; porque hay que orientarla hacia Dios. La lectura sobre Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios, que lo envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se arrepiente. Jonás del hebreo Yóna: paloma, evoca aquel mensajero de paz y salvación que recibió Noé luego de los días de la destrucción en el diluvio universal. Jonás se convierte en el modelo para la conversión y salvación para los otros pueblos paganos. La primera parte del pasaje evangélico (Mc 1, 14-15) nos centra en el mensaje de este domingo. Dios nos lleva a la conversión. Jesús profeta de Nazaret, al anunciar la Buena Noticia, exige la conversión. Los apóstoles son los primeros convertidos; cambian su estilo de vida. Esto no se hace por imposición, sino respetando su libertad. En la segunda parte es una síntesis del llamado (Mc 1, 16-20) se ven dispuestos los acontecimientos de tal modo que a la urgencia del llamamiento sucede la pronta respuesta de los discípulos. La conversión empalma con un llamamiento y un envío: “Los haré pescadores de hombres”. La terminología propia del discipulado no es solo teoría, sino praxis (práctica) sobre el mismo seguimiento de Jesús en san Marcos 1, 16-20ª. Así lo entendió la más fina tradición de la Iglesia: no es imitar sino seguir o mejor aún seguir los pasos de Cristo el único ser admirable que es digno de seguir, por ser el Maestro y Señor de la vida y la historia (cf. Quid es est enim sequi nisi imitare: ¿Qué
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es seguir, sino imitar? San Agustín de Hipona, Sermón 304,2). “…Cristo padeció solo por aquellos que siguen sus huellas y que la Pasión de Cristo no aprovecha más que a los que le siguen. Los santos mártires lo siguieron hasta el derramamiento de su sangre, hasta imitarlo en su Pasión. Los mártires lo siguieron, pero no ellos solos. El puente no se derrumbó después de pasar ellos, ni se secó la fuente después de beber ellos”. San Agustín, Sermón, 304. Creo que lo importante del discipulado en este año de la fe es ser testimonio en medio de nuestras realidades difíciles, este hermoso sermón de san Agustín, se convierte en una invitación a no olvidarnos del llamado a Cristo, seguido por los santos mártires y todos los cristianos en general, bautizados y en cualquier vocación (al estado de vida). El puente sigue abierto a todos los hombres de buena voluntad. Hoy el evangelio nos invita a seguir a Jesús. El llamado del Señor en este día gira en relación al trato personal de Jesús con sus discípulos desde la profunda experiencia con Él que los llevó a vivir un compromiso concreto con su persona y así, ser constructores del Reino de Dios en la comunidad. La misma clave de misión de los que han recibido un llamado de Cristo, el evangelio según san Marcos presenta una serie de llamadas, ellos –discípulos– deben vivir la experiencia de seguimiento del Maestro. El tiempo de conversión: es la primera y fundamental. El llamado de salvación del Señor es para todos, en especial para los misioneros. El encuentro entre Dios y el hombre, es un tiempo de salvación, el Reino se convierte en retroceder el mal del hombre. El Reino solo se pasa a través de la conversión que no es otra que la aceptación de Cristo y la nueva manera de vivir que el recrea en la vida de todos los hombres. Pescadores de hombres: es
24 de enero de 2021 III DOMINGO ORDINARIO
Jon 3, 1-5.10 / Sal 24 / 1Co 7, 29-31 / Mc 1, 14-20 Del Evangelio según san Marcos Cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Palabra del Señor
LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES una expresión que los asocia a Jesús y su obra salvadora, liberando al hombre de todo mal y fuerzas oscuras (el mar: simboliza el mal). Todo discipulado es un renunciar a algo para quedarnos con lo mejor, en este caso dejamos todo lo que nos oprime y quedarnos con el Reino de Dios, verdadera libertad. “El que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus pecados; si tú también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, son por así decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar del hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has hecho para que Dios salve lo que él ha hecho. Cuando comienzas a detestar lo que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus obras malas. El comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la verdad y vienes a la Luz” (san Agustín). Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva”. En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Recordemos
que el Bautismo es el sacramento por excelencia que nos quita el pecado de nuestros primeros padres y nos hace Hijos de Dios. Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en toda la vida del cristiano. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia, que recibe en su propio seno a los pecadores y que siendo santa, al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación.
Aporte pastoral “Imitémosle también nosotros, hermanos, si amamos verdaderamente. No podremos devolverle mejor fruto de amor que la imitación de su ejemplo, pues Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas (1P 2, 21). En esta frase, el apóstol Pedro da la impresión de haber visto que Cristo padeció solo por aquellos que siguen sus huellas y que la pasión de Cristo no aprovecha más que a los que lo siguen. Los santos mártires lo siguieron hasta el derramamiento de su sangre, hasta imitarlo en su pasión. Los mártires lo siguieron, pero no ellos solos. El puente no se derrumbó después de pasar ellos, ni se secó la fuente después de beber ellos” (San Agustín, Sermón, 304).
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Guías homiléticas 31 de enero de 2021 IV DOMINGO ORDINARIO
Dt 18, 15-20 / Sal 94 / 1Co 7, 32-35 / Mc 1, 21-28 Del Evangelio según san Marcos “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!”. El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Palabra del Señor
LA FUERZA DEL ESPÍRITU La palabra Deuteronomio viene de Deuteros = segundo, y Nomos = ley. Es la segunda versión de la legislación mosaica. En este texto se conoce los criterios para reconocer al auténtico profeta de Dios, en lenguaje actual el profeta nos es un adivino ni una persona que predice el futuro, sino que es uno que cumple la Palabra de Dios y la voluntad de Dios. Hoy se la lectura podemos sacar los criterios para ser un verdadero profeta. Esta nueva manera de ver la ley es la que aplica Pablo en la carta a los Corintios. Él aconseja, sugiere, opina, exhorta y amonesta teniendo en cuenta la situación de la comunidad, en el marco social, y la situación de la persona, en el marco de la comunidad. No impone criterios rígidos que agobien la conciencia de las personas, sino que busca que cada persona esté a gusto con su situación. La comunidad, preocupada por opiniones adversas al matrimonio, le pregunta al apóstol Pablo: ¿Sería preferible no casarse? Para Pablo lo importante es que cada persona de la comunidad cristiana se sienta a gusto y motivada para servir. Por eso su mensaje no orienta a los que están casados, sino que se preocupa por los judíos y por los esclavos. Los judíos para que no renieguen de su cultura y tradiciones, pero para que tampoco se la impongan a los demás. A los esclavos los anima a no desanimarse por su condición y a buscar una oportunidad para liberarse. De este modo, ninguno se puede sentir ni inferior ni superior a los otros. Todos son iguales porque al interior de la comunidad se respeta la diferencia. Este es el principio de igualdad. Al emprender el camino a Cafarnaún, centro neurálgico de Galilea, queda constituido el grupo de seguidores de Jesús que procede del judaísmo. Comienza Jesús su actividad tomando contacto
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con los israelitas integrados en la institución religiosa (sinagoga), que aceptan la doctrina oficial, nacionalista y particularista, transmitida por los letrados (obstáculo para la universalidad del reinado de Dios). En la enseñanza de Jesús perciben los oyentes la fuerza del Espíritu; la reacción es favorable, pues reconocen en él la autoridad de un profeta, que, como consecuencia, provoca el desprestigio de la enseñanza habitual de los letrados. Jesús los libera de su dependencia de los maestros oficiales. Entre los fieles de la sinagoga hay, sin embargo, quien se identifica de manera tan fanática con la enseñanza de los letrados, que no tolera que la autoridad doctrinal de estos se ponga en entredicho. El paciente no era dueño de sí mismo (enajenado); en él, se pensaba, mandaba un demonio. Enfermos, físicamente sanos, pero psíquicamente divididos o destrozados, eran denominados vulgarmente “endemoniados”. Y eso no le interesaba a aquel “espíritu”, que tan bien convivía con aquella iglesia que no hacía al hombre más persona, sino que, al contrario, lo mantenía en una permanente minoría de edad, dependiente siempre de la Ley y de sus intérpretes. Para señalar el fanatismo usa Mc la expresión estar poseído por un espíritu inmundo (en oposición a Espíritu Santo); esta fuerza que despersonaliza al hombre e impide todo espíritu crítico es, en concreto, una ideología contraria al plan de Dios, aquí la propuesta por la institución religiosa, que fomenta la idea de la superioridad de Israel y el consiguiente desprecio de los demás pueblos; el poseído es un hombre enteramente alienado por la adhesión fanática a esa ideología y sale en defensa de los letrados / institución (24). El poder de Jesús manda al demonio que calle: “Pon mordaza en tu boca”, dice el original griego; y le conmina a que salga del infeliz poseso. El demonio calla, y
31 de enero de 2021 IV DOMINGO ORDINARIO
Dt 18, 15-20 / Sal 94 / 1Co 7, 32-35 / Mc 1, 21-28 Del Evangelio según san Marcos “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!”. El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Palabra del Señor
LA FUERZA DEL ESPÍRITU sale. Es el poder inmenso de Jesús, ante cuyo nombre tiemblan las potestades del cielo, de la tierra y del infierno, dice el Apóstol. En todos los embates que suframos de parte del espíritu del mal, no olvidemos invocar el nombre de Jesús, “terrible para el diablo”. El demonio, a pesar de haber exagerado y derribado el cuerpo del infeliz poseso de Cafarnaún, no le causó daño alguno. Es el símbolo de lo que puede el demonio cuando nosotros no nos entregamos a él, sino que esperamos confiadamente el auxilio de Jesús: “Puede ladrar, el demonio, dice san Agustín; pero no puede morder sino a los que quieren”, metiéndose en sus fauces. Es el demonio uno de los tres enemigos del alma: el más fuerte en sí, por razón de su naturaleza; el más flaco, ya porque Jesús lo ha reducido a la impotencia, ya porque fácilmente podemos librarnos de él. El individuo no puede negar la autoridad divina de Jesús (profeta), pero no admite que esta pueda oponerse a la autoridad, para él también divina, de la institución religiosa y de su doctrina. Reprocha a Jesús que no se ponga de parte de la institución y no abrace sus ideales (¿Qué tienes tú contra nosotros?… ¿has venido a destruirnos?). Al llamarlo Nazareno le indica que, según su origen, debería profesar las ideas nacionalistas (cf. 1, 9); tienta a Jesús (primera vez que se realiza la tentación del poder, cf. 1, 13) para que ponga su autoridad al servicio del sistema, aceptando el papel de Mesías nacionalista (el Consagrado por Dios). Jesús lo corta en seco y, a pesar de su resistencia, lo libera de su fanatismo, es decir,
logra convencerlo de lo erróneo de su postura. Admiración y desconcierto de los presentes: Jesús no acepta el papel de mesías nacionalista, pero no ha explicitado otro programa. La fama de Jesús prepara su actividad posterior.
Aporte pastoral Todos nosotros experimentamos a diario situaciones y vivencias, sentimientos y emociones, crisis y triunfos, fracasos y éxitos, momentos de dificultades, desespero y al final la luz del Evangelio, pero lo más importante es perseverar en la enseñanza del Señor, viviendo el evangelio a diario en nuestras vidas, solo así podemos nosotros dejarnos transformar por su Palabra que actúa con poder. Él puede liberarnos de la opresión del pecado, de la influencia negativa del mal, esto es su Reino de justicia y paz, reino de amor y verdad, reino del bienestar del hombre, en una frase: “La urgencia de luchar contra todo tipo de posesión del hombre”. Actualicemos en el corazón su Palabra: ¿Hemos seguido la propuesta de Jesús de que cada ser humano tenga un valor infinito? ¿Creemos que nuestra tarea, como anunciadores de la buena nueva, es ayudar a todos los seres humanos a liberarse de las trabas que nos les permiten crecer con libertad y espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la Buena Nueva de Jesús, o la tomamos a la ligera como las noticias de cada día?
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Guías homiléticas 7 de febrero de 2021 V DOMINGO ORDINARIO
Jb 7, 1-4.6-7 / Sal 146 / 1Co 9, 16-19.22-23 / Mc 1, 29-39 Del Evangelio según san Marcos Le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda la Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios. Palabra del Señor
SANADOS PARA SERVIR Job se lamenta de sus grandes miserias en presencia de sus amigos. Dios se dirige directamente a Dios. Hace una larga descripción de su enfermedad para indicar que lo lleva directamente a la muerte. Esta lectura es una comparación humana a la de un esclavo o soldado. San Marcos nos presenta a un Jesús que anuncia el Reino de Dios tanto de palabra como con obras. De ahí que insista continuamente en presentar a un Jesús que enseña, pero que también actúa, que se revela por medio de su predicación y a su vez en su actuar. Es así que en este pasaje encontramos a Jesús que sana a la suegra de Pedro, y en una generalidad, el evangelista nos dice que “…le trajeron a todos los enfermos y los endemoniados…”, pero que Él sanó a muchos enfermos y echó a muchos demonios. Es la manifestación de la identidad de Jesús, Alguien que tiene autoridad, tanto sobre la naturaleza, como pueden ser las enfermedades, como también sobre los espíritus inmundos. Dentro de la revelación de la persona del Señor Jesús que nos hace san Marcos, nos muestra una dimensión del todo especial de su vida, pues nos hace ver que no es apenas un andariego sensacionalista, que iba haciendo milagros y nada más, sino que nos muestra su corazón, su actitud, su relación con el Padre, porque nos dice: “...cuando todavía estaba muy oscuro,...se levantó́, salió y fue a un lugar solitario donde se puso a orar...” (1, 35). Esto es algo que nos revela lo más profundo de la actitud del Señor, pues nos hace ver su comunicación y su búsqueda del Padre. Esto en sí es de lo más sorprendente y elocuente por lo que implica y transmite. A su vez junto con este tiempo para su encuentro con el Padre está la otra dimensión que es su misión de anunciar y actualizar el Reino con su vida y su predicación, hasta tal punto que nos dice: “...vamos a otra parte, a predicar en los pueblos vecinos; porque para esto salí...” (1, 38). 40
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Vemos así la íntima relación que Jesús manifiesta entre la oración y la misión, entre su tiempo para Dios y su tiempo para la gente, manifestando así una relación mutua entre ambas realidades, donde una lleva a la otra y una se expresa en la otra. Pedro y su hermano Andrés eran de Betsaida (Jn 1, 44). Ahora aparecen vecinos aquí, pues Jesús entra en donde estaba la suegra de Pedro, pero se dice de esta casa que era la “casa de Pedro” (Mt-Lc). La suegra de Pedro yacía “postrada” por la enfermedad. Solo se describe que tenía una enfermedad febril. Lucas, acaso por sus aficiones “médicas”, lo matiza diciendo que tenía una “gran fiebre”. Es un término técnico de la medicina de entonces y usado probablemente en este sentido por Lc 22. En ciertas épocas del año estas fiebres son muy frecuentes en las riberas del lago Tiberíades. La curación fue instantánea. Nos presenta algunas acciones que vamos a analizar detenidamente: La cogió por la mano; mandó con gran energía a la fiebre que la dejara y la levantó (Mc); es decir, teniéndola sujeta la mano e imperando a la fiebre, al mismo tiempo la ayudó a incorporarse, y la fiebre la dejó, y se levantó de inmediato. Los gestos de Cristo en esta curación, todos convergen a lo mismo cogerla por la mano, imperar a la fiebre “con gran energía”, ayudarla a incorporarse, a hacer prácticamente visible su dominio sobre la enfermedad y la conciencia clara de su poder y manifestación de su poder o fuerza de Dios. Es muy importante el sentido de estas acciones de Jesús, todas estan para manifestar su gracia. Y los tres sinópticos resaltan que, tan pronto como se sintió curada, se levantó y se puso a “servirles” (Mc-Lc); lo que Mateo centra en la persona bienhechora de Cristo: y “le servía”. No está relatado esto aquí sin especial intención; era gratitud y es apolo-
7 de febrero de 2021 V DOMINGO ORDINARIO
Jb 7, 1-4.6-7 / Sal 146 / 1Co 9, 16-19.22-23 / Mc 1, 29-39 Del Evangelio según san Marcos Le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda la Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios. Palabra del Señor
SANADOS PARA SERVIR gética. Era la evidencia del milagro. No solo la dejó la fiebre, sino que se restableció́ también instantáneamente de su estado anterior de agotamiento en que deja una “gran fiebre”, como ya lo hacía notar san Jerónimo, máxime si era fiebre de días. “Ten esperanza, pecador, con tal de que te levantes del lecho. Esto mismo ocurrió́ con el santo David, que había pecado, yaciendo en la cama con la mujer de Urías el hitita y sintiendo la fiebre Betsabé́, del adulterio, después que el Señor la sanó” (san Jerónimo).
mos buscando identificarnos contigo, danos la gracia de que, como tú, salgamos a anunciar tu Evangelio, a comunicarlo a aquellos que no te conocen. Danos tu mismo celo pastoral, para que otros encuentren en ti el sentido pleno de sus vidas. Habiendo visto cómo el Señor sano a los enfermos, pero que también supo darse tiempo para estar con el Padre y salir a anunciar la Buena Nueva a otros pueblos, veamos qué va a cambiar en nuestra vida, después de ver cómo actuaba el Señor.
Miremos al Señor Jesús que devolvió́ la salud a las personas, que liberó a los oprimidos, que anunciaba la Buena Nueva de salvación para que todos tuviéramos vida en Él, que esto nos ayude a conocerlo más vivencialmente. Abrámosle el corazón, que tengamos como Él un diálogo de corazón a corazón. Señor, resulta sorprendente ver que te dabas tiempo para rezar, para estar a solas con el Padre, para comunicarte con Él. Es muy elocuente tu actitud, porque ahí vemos, que el tema de la oración no es algo superfluo o secundario, porque si tú que tenías una relación directa y personal con el Padre, buscabas esos momentos de intimidad, para relacionarte aún más con Él, ¡cuánto más nosotros!, ¡cuánto más! Por eso, Señor, derrama tu Espíritu Santo en nuestra vida, para que tengamos una sed insaciable de ti, para que te busquemos con todo el corazón, para que queramos estar contigo para que tú nos llenes de ti. Danos Señor, el don de la oración y así ser inundados de tu presencia y de tu amor. Jesús, hay otra cosa que debemos aprender de ti, y es el celo pastoral, es decir, tus ganas de anunciar la Buena Nueva, de comunicarla y transmitirla, de hacer que otros también conozcan al Padre y sepan lo que Él puede hacer en nosotros y así encontrar la alegría, el gozo y la paz que viene del hecho de tener a Dios como Padre viviendo nosotros como hijos. Tú no te quedabas, sino que salías de un lugar a otro transmitiendo la verdad del Reino. A nosotros, que te vamos conociendo, que va-
Aporte pastoral Viendo al Señor sensible y solidario con los más necesitados, con aquellos que tenían dolor en el cuerpo o en el alma, ¿qué podemos hacer nosotros para consolar y acompañar a los que están sufriendo? El Señor Jesús se daba tiempo para estar con el Padre, iba a lugares solitarios para orar, ¿y nosotros?, ¿qué tiempo le damos al Señor para estar con Él, para conocerlo y así amarlo?, ¿cuánto tiempo rezamos por día?, ¿con qué rezamos? Veamos qué podemos hacer para darle más importancia a nuestra vida espiritual y así tener una vida más plena en el Señor. Señor tú bien nos conoces, sabes lo que cada uno lleva en su corazón, las cruces que la vida nos va cargando y aquellas que cada uno de nosotros se los va poniendo, por eso, Señor, ayúdanos a liberarnos de todo aquello que es carga muerta, que es dolor innecesario, que es sufrimiento gratuito que nos vamos poniendo y danos la libertad interior, la sanación física y espiritual para tener en plenitud la vida que solo tú nos puedes dar. “Y acercándose, la levantó. Ya que ella misma no podía levantarse, es tomada por el Señor. Y la levantó, tomándola de la mano. La tomó precisamente de la mano. “Y la levantó tomándola de la mano”. Con su mano tomó el Señor la mano de ella. ¡Oh feliz amistad, oh hermosa caricia! La levantó tomándola de la mano: con su mano sanó la mano de ella” (san Jerónimo).
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Guías homiléticas 14 de febrero de 2021 VI DOMINGO ORDINARIO
Lv 13, 1-2.44-46 / Sal 31 / 1Co 10, 31–11, 1 / Mc 1, 40-45 Del Evangelio según san Marcos En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!”. Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Palabra del Señor
QUIERO, QUEDAS LIMPIO En la primera lectura el legislador Yahvista codifica unas normas religiosas y sociales acerca de la lepra: La “lepra”, impureza legal: Los antiguos calificaban como “lepra” diversas afecciones cutáneas. Y en el pueblo de la Alianza constituían “impureza”. Impedían, por tanto, el culto ritual y la asistencia al Templo (Lv 12, 4). La persona que tuviera lepra esa separada o excluida de la comunidad, signo de pecado, impureza ritual o mejor signo del pecado. San Pablo cierra el largo estudio que dedicó al problema de las carnes inmoladas a los ídolos y luego presentadas a la mesa (cc. 8-10), con unas normas breves y prácticas: La primera y suprema norma es que en todo busquen la gloria de Dios. Ser cristiano es empezar a ser en su vida una persona que positivamente debe orientarlo todo a la gloria de Dios: “Y todo cuanto hagan, de palabra o de obra, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por Él a Dios Padre‟ (Col 3, 17). En la libertad de los hijos de Dios, puede haber ciertas cosas que es mejor guardar por prudencia, pero también puede haber quienes se escandalicen por su conciencia deformada o débil. El caso era frecuente entre los primeros convertidos. En especial los recién convertidos del judaísmo que no acababan de superar las leyes del Antiguo Testamento. Este milagro es uno de los más famosos obrados por Jesús en esta evangelización de la Galilea. Era la lepra mal terrible, que solía atribuirse a especial castigo de Dios (Nm 12, 10ss.; 2R 3, 29); por esto brilla en su realización una particular prueba de la misericordia y del poder de Jesús. Lo refieren los tres sinópticos, siendo más completas y concordes las narraciones de Marcos y Lucas. San Mateo, siguiendo su plan, más sistemático que cronológico, sitúa este milagro después del Sermón de la Montaña y lo narra de inmediato antes de la curación del siervo del centurión.
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El concepto de impureza en la religión judía era mucho más amplio que el nuestro: era impuro todo lo relacionado con la muerte, la actividad sexual (incluso en los casos en los que no se consideraba pecado), las enfermedades de la piel y algunos animales (el cerdo, las serpientes...). Las personas que contraían impureza no podían participar en las celebraciones religiosas, a excepción de los ritos que servían para recobrar la pureza, pues eran consideradas repugnantes para Dios. Algunas de las cosas impuras se consideraban así, originariamente, por razones de higiene (por ejemplo, el cerdo se empezó a considerar un animal impuro porque transmitía con frecuencia una enfermedad, la triquinosis, que provocaba la muerte; como no sabían explicar estas muertes, se concluyó́ que el cerdo era un animal repugnante a Dios, impuro; la muerte se interpretaba como el castigo de Dios por haber comido un animal que él consideraba repugnante. En el caso de la lepra, nombre que se daba a todas las enfermedades de la piel, debió influir, además de su aspecto repulsivo, en el miedo al contagio); en otros casos, el origen estaba en lo misterioso o inexplicable para el hombre primitivo de ciertos fenómenos (la transmisión de la vida, por ejemplo); al final se acabó dando a todo un sentido religioso. En tiempos de Jesús, este punto de vista religioso y ritual se había impuesto a todos los demás, llegando a la más ridícula exageración: no solo era impuro el que padecía una enfermedad en la piel, sino todo aquel que entraba en contacto con él de cualquier manera (incluso el que tocaba a un leproso para curarle las heridas, y según algunos, se contraía impureza solo con pasar bajo la misma sombra, por ejemplo, la sombra de un árbol, que en ese momento estuviera cobijando a un leproso).
14 de febrero de 2021 VI DOMINGO ORDINARIO
Lv 13, 1-2.44-46 / Sal 31 / 1Co 10, 31–11, 1 / Mc 1, 40-45 Del Evangelio según san Marcos En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!”. Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Palabra del Señor
QUIERO, QUEDAS LIMPIO Por supuesto, eran considerados impuros todos los pecadores y todos los paganos. El leproso estaba obligado a mantenerse a distancia de los sanos; al acercarse a Jesús, está violando la Ley, pero su angustia lo hace arriesgarse; de rodillas, temiendo un castigo por su atrevimiento; si quieres, puedes, se dice de Dios en Sb 12, 18. El leproso ve en Jesús un poder divino. La reacción de Jesús no es la que teme el leproso: al ver la miserable situación de aquel hombre, Jesús se conmueve; este verbo se usaba en el judaísmo solo de Dios; en el NT, solo de Jesús: el amor entrañable de Dios por los hombres se manifiesta en Jesús. El no reconoce marginación alguna; la establecida por la Ley no corresponde a lo que Dios es y quiere: el reinado de Dios no excluye a nadie de la salvación. Violando la Ley (Lv 5,3; Nm 5, 2), Jesús toca al leproso y este queda limpio de la lepra. El leproso esperaba que Jesús restableciera su relación con Dios, que por sí solo, pensaba él, no podía alcanzar. Creía que al estar marginado por la institución religiosa también Dios lo rechazaba. De ahí su insistencia en ser purificado (limpiado). Su idea de Dios es la de los maestros oficiales: la de un Dios que no ama ni acepta a todos los hombres, sino solamente a los que cumplen ciertas condiciones de pureza física o ritual. Vino a Él un leproso lleno de lepra. La miseria de su estado le tiene abatido, pero alienta la esperanza de que lo curará el poderoso taumaturgo llamado Jesús. Empieza, al presentarse ante Jesús, rogándole le quite el mal afrentoso; para dar más eficacia a su oración dobla sus rodillas ante el Señor; y como si no fuera ello bastante, porque es profunda la miseria y ardiente el deseo de sanar, se inclina profundamente –como hemos visto hacerlo a los orientales en sus plegarias– hasta pegar rodillas y frente en el suelo: E hincándose de rodillas, rostro en tierra.
En esta humildísima actitud, profiere una plegaria bella, aunque breve, llena de respeto y fe en la omnipotencia de Jesús: Le dijo: Señor, si quieres puedes limpiarme; un acto de la voluntad del Señor es capaz de aniquilar el mal terrible, contra el que nada podían años de medicación. La humilde plegaria llega a las entrañas de Jesús, que se sienten conmovidas ante la miseria física que tiene delante y la belleza de un alma que de tal manera sabe orar. La compasión del Corazón de Jesús se traduce en un gesto, grave y lleno de suavidad: Y Jesús, compadecido de él, alargó la mano hasta ponerla sobre el cuerpo repugnante. Al gesto sigue una palabra de imperio: Y, tocándolo, dijo: Quiero, queda limpio.
Aporte pastoral Santo Tomás de Aquino, príncipe de los teólogos, estaba postrado en su lecho de muerte. Su hermana pensó: “Antes de que Tomás muera, quiero preguntarle algo.” Y le dijo: Tomás, ¿qué es lo principal para alcanzar la santidad? Le contestó el santo: Lo principal es tener grandes deseos de alcanzarla. El curar de Jesús es una forma de orar desde Dios. Es revelar a Dios y conducir a Dios. En Nazaret no puede hacer milagros porque no creen... Sus discípulos no pueden curar al joven enfermo porque son hombres de poca fe... Cuando le presentan al paralitico parece como si de pronto Jesús no advirtiera la enfermedad del paciente. Mira a su fe y le promete el perdón... Al padre del joven poseso le pregunta: “¿Crees que puedo hacer algo por ti?”... Al ciego le dice: “Tu fe te ha curado...”. El centurión oye el gozoso elogio: “Verdaderamente no he hallado fe pareja en Israel”. El curar pertenece a la fe, como pertenece a la fe la predicación. Ahí realiza la realidad del Dios vivo. Y el verdadero sentido de sus curaciones es que los hombres se percaten de la realidad del Dios vivo y presente en la historia de todos los hombres. enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Guías homiléticas 21 de febrero de 2021 I DOMINGO DE CUARESMA
Gn 9, 8-15 / Sal 24 / 1P 3, 18-22 / Mc 1, 12-15 Del Evangelio según san Marcos Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Palabra del Señor
EL REINO DE DIOS YA ESTÁ CERCA En las páginas de la Biblia leeremos otras “Alianzas” (Abrahán-Jacob-Sinaí́). Dios va estrechando sus relaciones con nosotros y va preparando la Nueva y Eterna Alianza. En virtud de tales “Alianzas” o acercamientos de Dios, la Historia Bíblica es Historia de Salvación. En la “Alianza” con Noé́ y en las demás que la seguirán es siempre Dios quien toma la iniciativa. De parte de Él la “Alianza” es amor, elección, predilección, protección, promesa, dádiva, liberación, rescate=Salvación. De parte del hombre es: respuesta, fe, fidelidad, obediencia, amor. San Pedro nos ofrece en este pasaje la catequesis de la Obra Salvífica de Cristo; y nos da enseñanzas preciosas para nuestra fe: Cristo se ofrece en sacrificio. Inocente muere por los pecadores. Su muerte es “reconciliación” = “Alianza” de Dios con la Humanidad. Muere para resucitar, para vivir de un modo nuevo: ‘Vivificado según el Espíritu’ (v. 18). El “Espíritu” es divinidad, en virtud de la cual Cristo Resucitado entra todo Él en la Gloria del Padre, y se convierte en fuente de vida divina, modelo y causa de la Resurrección de todos los hombres (v. 22). La eficacia salvífica de la muerte de Cristo tiene una universalidad y plenitud incuestionable. Alcanza también a cuantos antes de Cristo creyeron y esperaron en Él (Hb 11, 40). El mismo Cristo desciende al sheol, a anunciarles el mensaje de salvación (v. 19). Incluso participan de la salvación de Cristo los que el castigo medicinal del Diluvio purificó (20). El recuerdo de las “aguas del Diluvio” y del “Arca de Noé́”, Arca de Salvación, lo interpreta san Pedro como tipo y figura del Bautismo (21): “Baño” que de verdad lava, purifica y salva, pues le da eficacia Cristo Crucificado, Resucitado y Entronizado a la diestra de Dios: “El Bautismo no es para ablución del cuerpo, sino para purificación de la conciencia, en virtud de la Resurrección de Cristo” (21).
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Vida pastoral no 181 - enero / marzo - 2021
El Espíritu Santo que mora plenamente en Cristo según se vio en la escena del Bautismo (Mc 1, 10), es el mismo que ahora empuja a Jesús al desierto, las palabras de ánimo, valentía, combate, fuerza, seguridad, son propias para que el Espíritu actúe animándolo y conduciéndola al desierto. Y en virtud de esta victoria de Cristo venceremos nosotros. En los cuarenta días de ayuno en el desierto vemos como un trasfondo de los cuarenta años que Moisés e Israel anduvieron entre pruebas y tentaciones, camino de la Tierra Prometida. Ahora el nuevo Moisés va a realizar el nuevo Éxodo: a entrar y a entrarnos en la verdadera Tierra de Promisión, el Reino de los cielos. En la escena de las “Tentaciones” resume la catequesis primitiva de la Iglesia, los intentos que hizo Satanás para desviar a Cristo del auténtico Mesianismo. Intentos que reitera con porfía creciente hasta el calvario (Mt 27, 40). Jesús, “Siervo” Hijo obediente, debe salvarnos, según voluntad del Padre, con su sacrificio. Su mesianismo es de obediencia, de pobreza, de dolor, de expiación, de muerte. Satanás, que tentó́ en el desierto al pueblo mesiánico y le venció́, y cien veces más le ha vencido, orientándolo hacia mesianismos terrenos, políticos y aun idolátricos, intenta desviar a Cristo hacia un mesianismo de comodidad, de exhibicionismo, de dominio. El desierto es la mediación indispensable de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto. Pero durante ese tiempo tendrá que luchar contra la tentación del poder simbolizado en Satanás. La tentación no se le presentará en forma de duda personal, como atracción que pudiera ejercer el poder en el mismo Jesús; serán otras personas las que intentarán desviarlo de la práctica del servicio y de la entrega de la propia vida y lo invitarán
21 de febrero de 2021 I DOMINGO DE CUARESMA
Gn 9, 8-15 / Sal 24 / 1P 3, 18-22 / Mc 1, 12-15 Del Evangelio según san Marcos Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Palabra del Señor
EL REINO DE DIOS YA ESTÁ CERCA a elegir el camino del triunfo y de la conquista del poder para, una vez instalado, instaurar desde él el Reino de Dios. Lo que interesa primordialmente es saber cuál fue la finalidad de estas tentaciones, es decir, el sentido preciso de estas tentaciones. ¿Qué intentan los evangelistas mostrar o demostrar al hacer este relato de las “tentaciones” de Cristo? Se pensó que esta victoria de Cristo en sus “tentaciones” era una victoria “ejemplar” y “eficiente” de Cristo sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres. Cristo fue tentado y venció́ la triple tentación de gula, vanagloria y soberbia. Sería una victoria ejemplar fundamental contra el mundo, porque, como dice san Juan: “Todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida” (1Jn 2, 16). Con ello Cristo podría hacer especialmente dos cosas: a) habiendo sido tentado en todo, compadecerse de nosotros, puesto que conoció todas nuestras flaquezas, excepto el pecado (Hb 2, 18; 4, 15); b) animarnos a la victoria con el vigor de la suya, conforme a lo que dijo Él mismo: “Confíen: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Para otros, con este relato se mostraría la absoluta impecabilidad de Cristo, al vencer esta triple y genérica tentación. Se tendería con ello a mostrar a Cristo como el ejemplar perfecto a los fieles, conforme a lo que Él mismo dijo: “¿Quién de ustedes me argüirá́ de pecado?” (Jn 8, 46). La interpretación hoy casi universal es que estas tentaciones de Cristo tienen un valor mesiánico: es tentado en cuanto Mesías. En efecto, el elemento fundamental que permite valorar el intento de estas tentaciones de Cristo son las palabras del diablo con las que le tienta: “Si eres Hijo de Dios”.
La primera hipótesis no parece probable. A una persona que se la reconoce por tal, y que se la reconoce por tal a causa de su vida extraordinaria y prodigiosa, no se puede intentar convencerla de que no es lo que aparece. El segundo sentido es el lógico: si es el Mesías, que actúe como tal. Pero, en este caso, ¿por qué́ intentar mostrar al Mesías como tal? Ya actuaría Él. Jesús, el Mesías, aparece en un medio ambiente judío en el que el mesianismo era concebido de una manera muy distinta de la que Él se conduce. Los judíos contemporáneos de Cristo esperaban un Mesías político y nacional. Debería aparecer con pompa, ser rodeado de victorias, y, subyugando a las gentes, dar el supremo dominio a Israel. Y también que Dios realizaría por Él numerosos prodigios (Mt 12, 22.23; Jn 4, 29). Con Jesús le pedimos hoy: “No nos dejes caer en la tentación”. El ayuno, por una eficacia hasta de orden fisiológico, mitiga el ardor de las concupiscencias, además de que purifica el alma y es obra meritoria de mayores gracias ante Dios. Por esto los siervos de Dios han sido siempre amigos de ambas prácticas. Nuestra Cuaresma nos introduce en la imitación de Jesús en este punto: es tiempo de oración y mortificación. Y he aquí que los ángeles se acercaron y le servían. Después de la tentación, si vencemos, tendremos el gozo del triunfo, el premio de la victoria y un acrecimiento de fuerzas y de experiencia para luchar en lo sucesivo con mayor ventaja. Los ángeles nos asistirán porque verán nuestra pericia y nuestra decisión en lograr nuevos triunfos. En fin, la riqueza de significados del desierto es importante retomarla, pues uno habla, puede gritar, puede expresarse libremente con Dios, porque en el desierto nadie nos escucha, es el silencio externo del hombre que se ve en un momento de soledad enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Guías homiléticas 21 de febrero de 2021 I DOMINGO DE CUARESMA
Gn 9, 8-15 / Sal 24 / 1P 3, 18-22 / Mc 1, 12-15 Del Evangelio según san Marcos Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Palabra del Señor
EL REINO DE DIOS YA ESTÁ CERCA interna, pero esta soledad no es vacía, todo lo contrario está llena de sentido y significado, tal vez nosotros en este Domingo le demos más énfasis al desierto como lugar de preparación y encuentro con Dios para fortalecernos en la fe. Definitivamente, el Señor guía nuestra historia, así como desde el principio el Espíritu de movía sobre las aguas, hoy sigue actuando en sus comunidades, Cristo vino a destruir el poder del demonio del mal y la muerte. Nosotros que hemos sido bautizados en nuestra Iglesia, somos hijos de Dios, porque al sumergirnos con Él en la muerte y resurrección comulgamos con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Los bautizados somos templos del Espíritu y somos llamados a convertirnos en “portadores del Espíritu”. El bautismo así es una alianza, sellada por Cristo, es indestructible, pero debe ser renovada porque el pecado vuelve a acecharnos y caemos, debemos mantenernos fieles al Señor todos los días de nuestra vida. Nos corresponde volver a resistir la batalla junto con Jesús (cf. 1P 5, 8-9)
Aporte pastoral San Hilario, el diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo si no hubiera reconocido en Él por la debilidad del hambre lo que es propio del hombre. Esto es evidente por le modo mismo de ser tentado, cuando dijo: Si eres Hijo de Dios. Exponiendo san Ambrosio: ¿A qué emplea esta manera de expresarse, sino porque sabía que el Hijo de Dios vendría, pero no creía que había venido a causa de esta debilidad corporal?
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Vida pastoral no 181 - enero / marzo - 2021
28 de febrero de 2021 II DOMINGO DE CUARESMA
Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 / Sal 115 / Rm 8, 31b-34 / Mc 9, 2-10 Del Evangelio según san Marcos Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Palabra del Señor
ESTE ES MI HIJO, MUY AMADO; ESCÚCHENLO Abrahán lo ha dado todo, él es nuestro padre en la fe, pues todo para él es su hijo; y obedece a Dios que le ordena sacrificarlo. La fe de Abrahán se prueba al máximo por el hecho de que deja a Dios ser Dios, esto es dejarlo que nos guie, es una fe que se prueba, ¿Qué le pide el Señor a Abrahán? Obedecer al mandato divino, escucha la voz del Señor. Tenemos un himno al amor de Dios motivado por la insistente pregunta: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él? El AT a menudo habla de que Dios está “con” o “por” su pueblo (Sal 56,9). Por eso cualquiera que los desafiaba lo desafiaba a él. La muerte de su hijo es nuestra máxima esperanza. Todos nosotros estamos invitados a dejarnos transformar por su palabra. El seguimiento de Cristo se hace a través de varios signos y símbolos que acompañan el relato en este domingo, el mensaje de la cruz, sin embargo, ya aquí va vinculado al mensaje sobre la resurrección. La teología de la cruz no está aislada del conjunto de nuestro evangelio, al contrario está relacionada con la manifestación de su gloria, veamos: - Seis días: tiempo de preparación, de silencio, de atenta escucha del pueblo, diríamos que es el tiempo de preparación que antecede a la plenitud de los tiempos. La montaña: lugar de la escena, donde el Señor se manifiesta, se transfigura, es el momento culmen de su mensaje, es la transfiguración una aparición en sentido bíblico, donde se muestra o se revela tal cual es. La nube: recordemos que es el lugar de la presencia de Dios: “Este es mi hijo amado, escúchenlo”... es el símbolo por excelencia de la presencia de Dios.
La ropa blanca: resuena en el corazón, palabras como resplandeciente: “Sus vestidos se volvieron de una blancura deslumbrante, como nadie en el mundo podría blanquearlos”, manifiesta que estamos hablando de una zona del Dios santo, donde lo santo debe ser tratado santamente. El vestido de inocencia bautismal, simbolizado por las vestiduras blancas, e igualmente conocido en los Padres. Por otra parte, el simbolismo de “vestido de la religión cristiana” que trae san Juan Eudes, en la cual se entra por el bautismo, podría tener relación consideraciones que hace san Ambrosio sobre los vestidos blancos, vestimenta de la Iglesia. El hombre siempre ha santificado lugares o zonas donde habita Dios (cf. Dn 7, 9). Es importante que destaquemos en nuestra reflexión, el itinerario espiritual, la subida hacia la montaña, donde Jesús nos invita a un encuentro profundo con Él. Los apóstoles Pedro, Santiago y Juan han debido salir fortalecidos, después que subieron a la montaña, tal vez esto mismo les ayudaría a afrontar el momento crucial en el ministerio de Jesús: la muerte. Las palabras de Pedro, hacer tres chozas, tiene que ver con el mesianismo esperado por los judíos, un mesianismo triunfante, un nuevo rey, un reino en este mundo, así como en Mc 8, 32-33, donde Pedro reprochó a Jesús, Pedro al igual que muchos judíos no se podía imaginar a un Mesías crucificado, para su grado de comprensión le costaba mucho entender esto, porque esperaba un Mesías libertador político que lo librara de los romanos, y restableciera el reino de David. Este caminar, implica estar preparados, aunque nunca estemos preparados del todo, arde en nuestro corazón una gran luz que se manifiesta en el diario vivir, hay que seguir el camino de la cruz, hay que bajar de la montaña, del encuentro fortalecidos enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Guías homiléticas 28 de febrero de 2021 II DOMINGO DE CUARESMA
Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 / Sal 115 / Rm 8, 31b-34 / Mc 9, 2-10 Del Evangelio según san Marcos Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Palabra del Señor
ESTE ES MI HIJO, MUY AMADO; ESCÚCHENLO en la fe, para afrontar con un gran ánimo nuestra vida, nuestra lucha diaria, es el Jesús de todos los días, quien quiera seguirme cargue con su cruz... En fin... nosotros estamos como los discípulos, en el evangelio son incapaces de entender y comprender el Evangelio (lee para entender y creer: “Creer para entender: san Anselmo de Canterbury realizó una maravillosa síntesis del dogma, armonizándola con la razón humana. De eso resultó una teología de gran riqueza doctrinal. Su enseñanza muestra la racionalidad de la fe: creer no repugna las exigencias de la razón”), la incapacidad de los discípulos para entender que el seguimiento de Jesús solo es posible por el camino de la Pasión (Pasión, Muerte y Resurrección). La trasfiguración es el misterio de la cruz gloriosa, misterio de dolor que se ilumina desde la gloria de la resurrección.
Aporte pastoral Será la actitud de Pedro, enceguecido por su mesianismo temporal: “Hagamos tres chozas”, pero al mismo tiempo no desconoce la tradición... pero le cuesta descubrir el misterio. Será que a pesar de tener experiencia de Dios, de seguidores nos cuesta todavía entregarnos y ser como Él. El representante de la ley (Moisés y su experiencia en el Sinaí, cuando bajó su rostro estaba resplandeciente porque había hablado con Dios) y el padre de los profetas (Elías, el profeta del fuego, cuya palabra abrasaba como antorcha, que fue arrebatado en un carro de fuego y que ardía de celo por
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el Señor) están junto a Jesús como testigos en el nuevo Sinaí. La escena es fugaz pero manifiesta ya la gloria impresa en el corazón de ellos, es una preparación, es una experiencia que marcará a sus discípulos en este caminar hacia Jerusalén. ¿Por qué́ la comprensión de la Cruz de Jesús y del discípulo requiere el estar un tiempo a solas con el Maestro? ¿Qué lección me da el relato de la transfiguración? ¿Por qué́ debo guardar silencio como discípulo? ¿Por qué́ necesitamos tiempo para comprender como los discípulos el Misterio de la cruz –dolor– gloria? Señor danos inteligencia para comprender y tiempo para creer... Padre admirable, Dios nuestro, que, con la muerte y la resurrección de tu Hijo Jesucristo, nos has llenado de esperanza, haz que nuestra existencia sea una continua acción de gracias, para que todos los hombres puedan llegar a conocerte y glorificarte, hasta alcanzar la plenitud de tu amor y de tu vida. “Ya por los profetas, sus siervos, Dios quiso hablar y hacerse oír de muchas maneras; pero mucho más es lo que nos dice el Hijo, lo que la Palabra de Dios, que estuvo en los profetas, atestigua ahora con su propia voz, pues ya no manda preparar el camino para el que ha de venir, sino que viene Él mismo, nos abre y muestra el camino, a fin de que, los que antes errábamos ciegos y a tientas en las tinieblas de la muerte, iluminados ahora por la luz de la gracia, sigamos la senda de la vida, bajo la tutela y dirección de Dios” (san Cipriano).
7 de marzo de 2021 III DOMINGO DE CUARESMA
Ex 20, 1-17 / Sal 18 / 1Co 1, 22-25 / Jn 2, 13-25 Del Evangelio según san Juan Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Palabra del Señor
UN TEMPLO RENOVADO EN EL ESPÍRITU La experiencia del monte Sinaí y la reforma de Josías (Dt 5, 1-21). Son dos ejes fundamentales para comprender la ley, el decálogo, que llega a nosotros, como una expresión de la voluntad de Dios. La idea de Dios es reconocer la voluntad de Dios en la historia, signos y de hombres y mujeres en nuestra vida. La ley debe ser vivida en un sano equilibrio, porque permiten guardar sus preceptos en la fidelidad y respeto, en la historia de un pueblo y en concreto en nuestra vida. Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero sabiduría de Dios para los llamados. ¿Qué significa la cruz? ¿Asumo en mí caminar la cruz? ¿Cómo nos dejamos influenciar por la parte humana y nos apartamos de Dios? Debemos reconocer el énfasis de la sabiduría, por una parte la humana y la divina, forman la gracia del Señor que para unos es locura y para los creyentes y convertidos, la salvación.
a Dios... Difícil tenían este acceso a Dios los ciegos o los jorobados, más aún las mujeres y no digamos los gentiles... El Señor desenmascara el modo de mentira que lleva el hombre, donde no se honra a Dios, sino se comercia con animales y dinero. Es la sustitución del templo, y lo que este significaba como lugar de presencia y de acceso a Dios, por el templo nuevo y de fácil acceso a todos los nombres. Este templo es Jesús, por el que todos los nombres tenemos acceso directo a Dios. Jesús dijo a los judíos que se dirigieron a Él para preguntarle qué señal les mostraba para obrar así: “Destruyan este templo (que era su cuerpo) y yo lo reconstruiré al tercer día” (Jn 2, 19), Jesús es el nuevo templo, el lugar de encuentro del nombre con Dios.
El lugar donde ocurren los hechos en el Evangelio de san Juan es en el contexto del templo, al parecer en el atrio de los gentiles o extranjeros, a la entrada del templo, donde se comercia con animales y se pagan los mismos.
En esta breve explicación, es importante destacar en las lecturas la revelación del Señor: en el gesto mesiánico del templo como casa (oikos –espacio vital, lugar vital–) de oración. Lo que Jesús hablaba era de su cuerpo, que solo a la luz del misterio pascual, los discípulos se van a dar cuenta de lo que había querido decir antes y recordaran esas palabras de Jesús.
En el templo estaba el sancta sanctorum, donde solo una vez al año entraba el sumo sacerdote para hablar con Dios. Lo seguían por este orden: el atrio de los sacerdotes, el de los varones mayores de doce años y sin defecto físico, el de las mujeres y, por último, el atrio de los gentiles o extranjeros, donde, como servicio a los peregrinos, se vendían bueyes, palomas, ovejas... para los sacrificios de la Pascua. En este último atrio estaban las mesas de los cambistas. El templo acuñaba moneda propia, pues no se permitía negociar con moneda extranjera acuñada con efigies del emperador y dioses paganos. El templo era el lugar de acceso
El Evangelio de san Juan destaca dos ideas fuentes de revelación del mensaje del Señor: la escritura y las palabras de Jesús. Cuando hagamos silencio en nuestra vida, escucharemos la voz del Señor y entraremos en clima de oración. Una vez llegado al mundo el Hijo de Dios, encarnado en la persona de Jesús, el hombre lo escuchará en su propia persona, en el signo profético, en el signo de la verdadera alianza, en el signo mesiánico, en su muerte y resurrección, que aunque les cuesta comprender el sentido total, alcanzan a vislumbrar en algo, el hecho de la purificación del templo, en el sentido de levantarse, no reconstruirlo, sino
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Guías homiléticas 7 de marzo de 2021 III DOMINGO DE CUARESMA
Ex 20, 1-17 / Sal 18 / 1Co 1, 22-25 / Jn 2, 13-25 Del Evangelio según san Juan Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Palabra del Señor
UN TEMPLO RENOVADO EN EL ESPÍRITU señalando su importancia salvífica, en donde se apunta a la resurrección. Lo que condena el Señor no es tanto el dinero por el dinero, o el cambio de moneda del gobierno por el dinero del templo que manejaban los cambistas, sino el modo de comportamiento de aquellas personas que solo les interesa es sacar provecho de su trabajo. Por eso, la finalidad de la cuaresma a nivel pastoral es que nosotros reconozcamos los siguientes puntos primordiales en nuestra vida para ser mejores cristianos: el pecado: como aquello que nos divide, que no nos deja ser, que nos mantiene alejados del Señor. El mal: reconocer las consecuencias del pecado y el mal que se causa, para entrar en el proceso de purificación de nuestros pecados.
Aporte pastoral Hacer acciones o desde nuestra actitud, empezar a mejorar, a sacar provecho de los ejercicios de espirituales de Cuaresma, el principal ayuno es abstenernos del pecado, el no comer carne como ofrecimiento al Señor por nuestra conversión. No juzgar, ni condenar e incluso no señalar al otro, sino hacer todo lo posible por mejorar y ser buenos cristianos, identificando lo que nosotros hacemos a diario que nos aleja de los demás con nuestras actitudes que desdicen de nuestro ser y quehacer cristiano. “¡Se niegan a dar con el pretexto de que no tienen lo suficiente para sus necesidades!”. “Pero en tanto que su lengua los excusa, su mano los acusa: ¡Cuántos deudores podrían ser rescatados de la prisión con uno de esos anillos! ¡Cuántas pobres
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gentes ateridas por el frío se cubrirían con uno solo de sus guardarropas! ¡Y sin embargo, ustedes dejan ir a los pobres de sus puertas, con las manos vacías!”. “¿Dices que tú eres pobre? Bien; pero siempre habrá otros más pobres que tú. Si tienes lo bastante para mantenerte vivo diez días, aquel hombre no tiene suficiente para vivir uno... No tengan temor de dar lo poco que tienen. No coloquen nunca sus propios intereses antes que la necesidad común. Den su último mendrugo de pan al mendigo que se los pide y confíen en la misericordia de Dios” (san Basilio Magno).
14 de marzo de 2021 IV DOMINGO DE CUARESMA
2Cro 36, 14-16.19-23 / Sal 136 / Ef 2, 4-10 / Jn 3, 14-21 Del Evangelio según san Juan Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. Palabra del Señor
LA GENEROSIDAD DEL AMOR DE DIOS Nos encontramos en el cuarto domingo de cuaresma llamado “Laetare”; considerado el domingo de la alegría, donde se hace un alto a lo que es el rito penitencial, ya que se aproxima la gran fiesta de la Pascua. La liturgia de la palabra para este día, nos presenta la primera lectura del Segundo libro de Crónicas; donde tras la muerte de Josías, Joacaz, es destronado por Egipto y Nabucodonosor invade Judá, deporta a casi todos sus habitantes y destruye el templo. Ni siquiera son escuchados los profetas. La intención del cronista es clara, pues quiere convencer al lector de que la caída de Jerusalén (586 a.C.), y del destierro babilónico, es consecuencia de la desobediencia de la ley del Señor, en especial del sábado. A pesar de todo, la última palabra del libro es de esperanza: tras la caída de Babilonia, los exiliados regresarán y reconstruirán el templo. San Pablo en la carta a los Efesios, les recuerda que han sido gratuitamente por la fe, y no por mérito propio. Por tanto, nadie debe gloriarse. Lo nuestro, en todo caso, es: realizar las buenas acciones que Dios nos asignó como tara. La experiencia de fondo es la misericordia desbordante del Padre que nos da participar de la resurrección de su Hijo. Él decidió donarnos la riqueza de su gracia mediante la fe. El tono optimista se debe a la generosa iniciativa divina. El hombre fue redimido por pura gracia, no por su fe ni por sus obras. En cambio sí está llamado a proyectar en una vida irreprochable la salvación recibida... para que nos dediquemos a las buenas obras que Él determinó practicáramos”. Pablo, después de agradecer el don de la fe (Ef 1, 3-14), contrasta y contrapone dos tiempos: el de la muerte y el de la resurrección.
El Evangelio de san Juan, dentro del diálogo que Jesús tuvo con Nicodemo, destaca la importancia de la fe y es muy consolador. Todos los que creemos en Jesús, que murió y resucitó para nosotros, tienen la vida eterna. Dios envió a su Hijo al mundo para que pudiera ser salvado, y no para condenarlo. Jesús es la clave de nuestra salvación. Nos enseña a no encerrarnos en las tinieblas, sino creer en Jesús y tener vida eterna. La fe sin condicionamientos, en el proyecto histórico de Jesús, que consiste vivir plenamente. Vivir auténticamente, aun cuando tengamos limitaciones, es una gracia de vida vivir plenamente entregándonos en la vida al servicio a ejemplo del Señor. El Hombre “levantado en alto”, es una fuerza salvadora, de una fuente de vida. En el caso de la serpiente, se obtenía la vida física; en el del Hijo del hombre, vida definitiva. El Mesías crucificado, será la norma de comportamiento para todos los que quieran caminar iluminados por Dios, para todos los que elijan la luz y abandonen la oscuridad de un mundo organizado en contra de la voluntad de Dios y de la felicidad del hombre. Se anuncia la exaltación del Hijo del hombre (levantado en alto). El evangelista establece un paralelo con Nm 21, 8, donde se cuenta que Moisés, ante una plaga de serpientes venenosas, fabricó por indicación de Dios una serpiente de bronce y la levantó en un poste. Quien era mordido, al mirar a la serpiente alzada quedaba curado o, según la expresión hebrea, “vivía”, “seguía vivo”. Es por eso que la invitación en este día, es dar gracias a Dios por su amor infinito, y pedir con confianza en su poder para que interceda por las necesidades de los demás. Hoy es una bella oportunidad para
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Guías homiléticas 14 de marzo de 2021 IV DOMINGO DE CUARESMA
2Cro 36, 14-16.19-23 / Sal 136 / Ef 2, 4-10 / Jn 3, 14-21 Del Evangelio según san Juan Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. Palabra del Señor
LA GENEROSIDAD DEL AMOR DE DIOS expresar la generosidad del amor de Dios, siendo generosos con un miembro de la comunidad que esté pasando por alguna necesidad. La crucifixión de Jesús es interpretada como “exaltación” y, al mismo tiempo, como “glorificación del Hijo del hombre”. Donde la importancia del título el Hijo del hombre es un título cristológico donde se hace hombre, esto es el amor que se encarna en la humanidad para salvarla del pecado, pero al mismo tiempo tiene una confesión de la fe que pasa por la crisis y por su amor y bondad para que los hombres se decidan a su voluntad. Creer no es un concepto o una doctrina, es un acto de amor (propio de la espiritualidad de san Juan Eudes), de experiencia de vida, de creer en el Resucitado como única luz, como claridad del nuevo día, creer en el Reino de Dios instaurado por Jesucristo. Él es la luz que penetra en la tiniebla y distingue actitudes. Su figura descubre la opción profunda del hombre; este puede aceptar la luzvida o rechazarla. El signo de nuestro ser cristiano, implica creer hoy en el crucificado: signo de contradicción. La vida: la plenitud de la felicidad y realización del hombre. La gloria que nos espera en la liberación final y en la victoria definitiva. Por el contrario la increencia es una tentación para todos nosotros hoy en (tres formas de increencia tomadas de J.M. Velasco: la indiferencia es la persona que no degusta la vida. Es como quien tiene hambre, pero no siente que tiene hambre y, por tanto, no pone remedio al mal. El Agnosticismo: instalarse resignadamente en la finitud. Y el ateísmo: excluir a Dios de la vida). El evangelista ha afirmado antes que el que rechaza dar la adhesión al Hijo pronuncia su propia sentencia. Ahora lo explica: el que opta contra la vida-amor elige la muerte. La razón de la opción 52
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mala es que su modo de obrar era perverso; es el modo de obrar de los opresores y explotadores, de los causantes de muerte, de los que prefieren la tiniebla, que les proporciona justificaciones ideológicas a su manera de proceder; odian la luz, porque no pueden soportar su denuncia (1, 5; 11, 53; 12, 10; 19, 15). El juicio sobre la humanidad tiene como criterio la fe como acto de amor recíproco. La insistencia de Juan, la insistencia de nuestras pastorales debe ser prestar nuestras manos al Señor para nacer de nuevo (conversión), levantar (resucitar) una humanidad justa y feliz que solo es posible sobre el amor, no sobre la Ley. Esta es la fe que proclama Juan. Frente a las dos reacciones, la de los violentos y la de los legalistas, se expone la verdadera realidad del Mesías. Éste es designado como el Hijo del hombre y se afirma que ha bajado del cielo. Señala así el evangelista que la condición divina del Hijo del hombre no procede de su condición humana ni es resultado del solo desarrollo personal, sino que se debe a la plenitud del Espíritu que ha recibido de lo alto (cf. 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo). El hombre no puede alcanzar la plenitud si no es en comunión con Dios, fuente de la vida. Subir al cielo para quedarse será la victoria, el éxito de su misión. Aparecen de este modo el punto inicial (bajar del cielo) y el final (subir al cielo) de la trayectoria del Hijo del hombre, del Hombre-Dios. Como se ha expresado antes (v. 6), del Espíritu nace espíritu; de lo divino y permanente surge lo fuerte y definitivo. Esta expresión: vida definitiva, no significa solamente la salvación final, la vida después de la muerte, sino al mismo tiempo una vida de cali-
14 de marzo de 2021 IV DOMINGO DE CUARESMA
2Cro 36, 14-16.19-23 / Sal 136 / Ef 2, 4-10 / Jn 3, 14-21 Del Evangelio según san Juan Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. Palabra del Señor
LA GENEROSIDAD DEL AMOR DE DIOS dad divina de que goza el hombre ya durante su existencia mortal. Es la vida del Espíritu, nuevo principio vital que se integra en el ser del hombre; por ser definitiva, ni su existencia ni sus frutos perecerán con la muerte. El momento inicial de esta vida ha sido formulado por Jesús como “nacer de nuevo” (v. 3), “nacer de agua y Espíritu” (v. 5).
Aporte pastoral Jesús nos desvela cómo su entrega a la muerte no será sino la manifestación suprema del amor de Dios al mundo para que no perezca ninguno de los que con esa fe la miren y lo crean: como pasó en el desierto con aquella serpiente de bronce que Moisés elevó, para que al mirarla los mordidos por las serpientes no perecieran. Y es que si, mirando la Cruz con esa fe, nos dejamos seducir por el amor hasta el extremo mostrado por Dios en su Hijo clavado en ella, ya perderá su fuerza cualquier otro apego que mantenga aferrado a lo caduco el corazón; como tampoco habrá miedo ni temor a mirar bajo esa luz las obras hechas, sabiéndonos amados de antemano y hasta ese extremo por Él aunque haya mucho que cambiar de ellas. Eso sí, ante un amor tan concluyente el hombre también se juega su suerte definitiva de salvación o condena: todo depende de que se deje conquistar por ese amor, detestando ya las tinieblas que de esa luz lo alejan; o lo desprecie sin creer en Él, para no verse acusado por ellas.
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Guías homiléticas 21 de marzo de 2021 V DOMINGO DE CUARESMA
Jr 31, 31-34 / Sal 50 / Hb 5, 7-9 / Jn 12, 20-331 Del Evangelio según san Juan Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: “Padre, líbrame de esta hora?”. No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre. Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. Palabra del Señor
LA HORA DE LA GLORIFICACIÓN Nos encontramos en el quinto domingo de cuaresma, y la liturgia de la palabra para este día, nos presenta la figura del profeta Jeremías que con vibrante entusiasmo canta la restauración de su pueblo. Pero este retorno no se efectuará sin antes haber atravesado por el desierto, lugar de peregrinación y aprendizaje. Este proceso culmina con una nueva alianza, inserta en el corazón humano. La alianza del Sinaí fracasó por la infidelidad del pueblo. Por eso Dios anuncia una nueva alianza. Las características de esa alianza son: la interiorización de la ley, la permanencia del Señor con su pueblo y el perdón de los pecados y olvido completo de Dios.
Por eso no se puede hablar de la cruz como un fracaso (aunque muchos judíos obcecaron ante ella, confundidos ante el misterio, escándalo, locura...).
El texto de los Hebreos, nos menciona el sacerdocio sufriente de Jesús: fue elegido por Dios para llevarnos ante Él, y su sacrificio fue para siempre. Jesús ofreció su propia vida para salvarnos.
La muerte de Cristo es la “hora” de su glorificación del Padre, porque en ella van a suceder cosas importantes: llega la hora, el momento de entregar su vida, donar su vida, por nuestra salvación, por eso no puede haber cruz sin resurrección y glorificación. Si solo tuviéramos el signo de la muerte, el amor se revelaría como don, pero no como vida eterna; la muerte de Cristo sería un testimonio de la “justicia”, pero no una victoria sobre la muerte.
En el capítulo 12 del Evangelio de san Juan, se marca un punto de inflexión entra la vida pública de Jesús y el inicio de la pasión. En él se resalta la entrega, la muerte, es el camino hacia la vida para quien sigue a Jesús. Cristo es el sacerdote, el mediador de la nueva alianza, principio de salvación para todos los que le obedecen. Por su obediencia es el modelo para todos nosotros que somos creyentes del mismo Señor, Dios de nuestros padres. Una de las actitudes dignas de imitar fue la obediencia al Padre y Cristo resucitado se convierte en salvación para todos. La teología Juanica tiene una riqueza incomparable: llega la hora de ser glorificado, crisis y exaltación, con la temática del Hijo del Hombre son temas importantes y trascendentales para que nosotros reflexionemos sobre lo que acontece y que va a determinar la historia de Jesús. El Gólgota ya ilumina para todos el día de Pascua.
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Vida pastoral no 181 - enero / marzo - 2021
Un tema importante que debemos abordar este domingo es sobre la autoridad de la Iglesia, hoy en día la autoridad no se ejerce por “dominio”, sino por servicio, por ejemplo parafraseando a san Juan Eudes, diremos que debemos descubrir la voluntad de Dios en nuestros superiores, ellos son instrumentos de Dios, donde se manifiesta su voluntad. Hoy debiéramos distinguir entre la autoridad servicio y la autoridad poder, pues a veces no se comprende la distinción de las dos.
El Misterio pascual acontece en el “mundo”: Recordemos que una expresión de este “mundo” sobresalen el hombre y la mujer como culmen de la creación y profundamente amados por el Padre del cielo (cf. Jn 1, 9). Otras veces: “Mundo” expresa el conjunto de los hombres y mujeres, llenos de debilidades y de pecado, que no han sabido acoger el Don del Padre que les ofrece la Vida en Jesús y por eso necesitan ser salvados. El sentido de la venida de Jesús a la historia es “para salvar (iluminar) al mundo” (cf. Jn 3, 17; 4, 42; 6, 14; etc.). Y con frecuencia, “mundo” es el conjunto de fuerzas negativas, humanas y diabólicas, que se cierran al conocimiento, a la Verdad y al
21 de marzo de 2021 V DOMINGO DE CUARESMA
Jr 31, 31-34 / Sal 50 / Hb 5, 7-9 / Jn 12, 20-331 Del Evangelio según san Juan Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: “Padre, líbrame de esta hora?”. No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre. Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. Palabra del Señor
LA HORA DE LA GLORIFICACIÓN amor, y están en lucha abierta contra Jesús y el Evangelio (cf. Jn 7, 7; 8, 23; 12, 31, etc.). De la oscuridad (no “ver” de nuestras vidas a la luz “ver”, puesto que es importante reconocer la luz de Cristo en nuestras vidas, ella nos ayuda luminar nuestra realidad, a ser luz en medio de tinieblas, a no mirar al mundo como algo negativo, sino como una posibilidad, un reto pastoral y una gracia para mejorar y ser discípulos de Jesús. No podemos vivir como ciegos, porque un ciego no puede guiar a otro ciego, ni cerrarnos ante su presencia en nuestra vida. Pero la muerte de Cristo es la victoria sobre el pecado y sobre sus consecuencias en los hombres, entre los que está el imperio tiránico de Satanás (Col 1, 13). Cuando Cristo sea “levantado (hypsothó) de la tierra, atraeré a todos a mí”. Varias palabras de Cristo, en sus momentos históricos, debieron de ser, en varios casos, enigma para los discípulos. Pero, a la hora de la composición del evangelio, Juan matiza que lo dijo indicando la muerte de cruz que le aguardaba (Jn 2, 22; 20).
Aporte pastoral “Si el grano de trigo caído no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” ¿por qué está Judas tan preocupado? ¿Tenemos los cristianos miedo de la pobreza y el sufrimiento? ¿Qué valores deberían regir nuestro seguimiento de Jesús? La Palabra de Dios, nos enseña hoy que en la continua práctica de la oración se aprende a distinguir lo importante de lo banal. Pidámosle al Señor de tener un corazón generoso para saber servir y entregarse a Cristo y a los hermanos en nuestra vida cotidiana. Confiemos en Jesús en todo momento, incluso en las adversidades, escuchemos y respondamos a su llamada a servirle en los que se nos acercan y nos piden ayuda. enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Guías homiléticas 28 de marzo de 2021 DOMINGO DE RAMOS
Is 50, 4-7 / Sal 21 / Flp 2, 6-11 / Mc 14, 1–15, 47 Del Evangelio según san Marcos Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. Palabra del Señor
CON CRISTO A JERUSALÉN Nos encontramos ya en el Domingo de Ramos de este año 2021, y en él conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén. La Semana Santa es un buen momento para dar un repaso de estudio a las hipótesis teológicas más conocidas sobre la muerte de Jesús y su valor salvífico para nuestra vida y nuestras comunidades. En la liturgia de la iglesia, por medio del profeta Isaías recuerda el poder creador de Dios y se presenta de nuevo como el siervo sufriente, enviado para hablar a su pueblo. El siervo experimenta la protección de Dios, y promete esa misma protección para Israel. Por eso la segunda lectura de la misa (Flp 2, 6-11) es una llamada a compartir los sentimientos y actitudes de Cristo que actuando como un hombre cualquiera se rebajó́ hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. En la Carta de san Pablo a los Filipenses, se nos presenta ese bello himno cristológico donde Jesús se desprende de su condición divina y toma la condición de esclavo, hasta el punto, dar su propia vida. Por último, el evangelista Marcos, en los capítulos 14 y 15, nos presenta todo el relato de la pasión del Señor. Jesús es entregado por su propio pueblo a la autoridad romana, sufre la burla de los soldados y la terrible e injusta muerte en la cruz. Sin embargo, después de muerto un centurión lo proclama “Hijo de Dios”. Algunas seguidoras permanecen fieles al Maestro, y José de Arimatea le da sepultura. Por primera vez en este evangelio se menciona la Pascua, la fiesta de la liberación de Egipto. Se la llama también la fiesta de los panes ácimos, porque, a partir de la cena pascual, en los días de la festividad se comían panes sin levadura, en recuerdo de la
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prisa con que los israelitas tuvieron que salir de Egipto. Esta mención de la Pascua domina toda la narración que sigue, hasta la muerte y sepultura de Jesús. Los sumos sacerdotes (poder religioso) y los letrados (poder ideológico), miembros del Sanedrín o Consejo supremo, habían buscado la manera de acabar con Jesús, pero habían desistido por miedo a la multitud que lo apoyaba (11, 18). Es precisamente el miedo a la reacción de la gente el que los induce ahora a prenderlo a traición, con una estratagema que no tenga repercusión pública. Así evitarán la agitación popular (un tumulto en el pueblo), pues la multitud era favorable a la enseñanza de Jesús (12, 37). Durante las fiestas sería el peor momento, porque la afluencia de peregrinos era grande. No los mueve para posponer el prendimiento de Jesús el valor religioso de la fiesta ni su significado. Si no fuera por el pueblo, estarían dispuestos a prenderlo en medio de la fiesta para darle muerte. En la fiesta de la liberación van a matar al Mesías liberador. Comienza la perícopa con una localización: en Betania, aldea que está bajo el influjo ideológico de Jerusalén (11, 2). Allí se encuentra Jesús, en casa de Simón el leproso, quien, como tal, está marginado por la sociedad a la que pertenece. El sentido figurado es patente: en primer lugar, es inconcebible que el evangelista presente al lado de Jesús a un leproso en sentido literal y que éste no le pida a Jesús que lo libre de la lepra (1, 40); esta lepra, por tanto, tiene que tener sentido figurado, como imagen de la marginación extrema. Jesús aparece recostado a la mesa como lo estuvo en el banquete con los discípulos y los “pecadores” (2, 15); está, por tanto, entre los suyos, y “el leproso” representa a un seguidor de Jesús. Por otra
28 de marzo de 2021 DOMINGO DE RAMOS
Is 50, 4-7 / Sal 21 / Flp 2, 6-11 / Mc 14, 1–15, 47 Del Evangelio según san Marcos Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. Palabra del Señor
CON CRISTO A JERUSALÉN parte, “la casa de Simón” recuerda la de Simón y Andrés, donde estuvo Jesús (1, 29). Este Simón, por tanto, es figura de Simón Pedro (que representa al grupo entero de discípulos), en cuanto, por ser seguidor de Jesús, es rechazado por los incondicionales del sistema judío (Betania). La condición de Jesús, al que quieren matar, pasa lógicamente a su comunidad: es una comunidad de excluidos. Pero Simón, que no ha roto su vínculo ideológico con el judaísmo, lo experimenta dolorosamente como una marginación (leproso). La mujer llega, es decir, no pertenece a la casa de Simón; aparece en el papel de esposa (cf. 2, 19.20: el novio / esposo), según los textos del Cantar: 1, 12: “Mientras el rey (el esposo) estaba en su diván (recostado), mi nardo exhalaba su perfume”, símbolo del amor de la esposa (cf. Ct 1, 3: “Perfume derramado es tu nombre”, del esposo). El perfume es de mucho precio, señal de la calidad del amor que se ofrece; quebrar el frasco, derramando todo el perfume / amor, simboliza la disposición a la entrega total (8, 34s); este amor unge la cabeza de Jesús, es decir, reconoce y confirma su realeza (cf. 1S 10, 1), que va a ser proclamada en la cruz (15, 26); los verdaderos seguidores son los que aceptan como rey a Jesús crucificado. La mujer / esposa es así figura de la comunidad ideal de Jesús: esta responde al amor que Él va a manifestar en su muerte con un amor que la lleva a identificarse con Él en la entrega hasta el fin por el bien de la humanidad. Algunos de los presentes critican la acción de la mujer: no entienden su significado ni ven su utilidad y reaccionan con indignación. Los que niegan valor al gesto de la mujer (entregarse como Jesús), lo niegan a la muerte de Jesús: para ellos, dar la vida es solo una pérdida inútil (malgastar), esa muerte es solo un fracaso.
Al proponer vender el perfume y darlo a los pobres, mantienen la distancia entre ellos y los pobres, no crean igualdad. Ven a los pobres como objeto de beneficencia. Están dispuestos a dar cosas, pero no su persona. Jesús defiende a la mujer. No hay razón alguna para reprocharle lo que ha hecho. La obra excelente es la identificación con él por un amor (perfume) que no se detiene ni ante la entrega de la vida (romper el frasco). A continuación refuta Jesús la manera de proceder con los pobres que ellos proponen. La ayuda a los pobres no ha de ser ocasional, distribuyendo un dinero, sino continua, porque la comunidad ha de estar siempre en contacto con ellos (con ustedes). Hacer el bien fue el modo como Jesús designó su acción con el hombre del brazo atrofiado; significa, por tanto, restituir a los pobres su capacidad de acción, ayudarles a encontrar su libertad; respecto de ellos, el objetivo principal de la comunidad no consiste en una esporádica ayuda económica recibida pasivamente, sino en procurar, desde todo punto de vista, su desarrollo humano. No se trata solo de eliminar la pobreza material (lo más urgente), sino también y sobre todo la pobreza humana (lo más importante). Jesús anuncia su muerte: no me van a tener siempre, y antes de que llegue espera una respuesta y una expresión de solidaridad de parte de los suyos. El amor de la mujer, semejante al de Jesús, asegura la incorruptibilidad de este (perfumar / embalsamar el cuerpo para la sepultura), es decir, perpetúa su presencia en la comunidad y en el mundo después de su muerte. Esto es lo que da sentido a su entrega: que sus seguidores estén dispuestos a continuar su misión. Es el único homenaje digno de la muerte de Jesús.
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Guías homiléticas 28 de marzo de 2021 DOMINGO DE RAMOS
Is 50, 4-7 / Sal 21 / Flp 2, 6-11 / Mc 14, 1–15, 47 Del Evangelio según san Marcos Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. Palabra del Señor
CON CRISTO A JERUSALÉN Termina el elogio de la mujer con una sentencia solemne (les aseguro): el relato de lo que ha hecho ella es parte de la futura proclamación de la buena noticia en el mundo entero, porque, para el seguidor de Jesús, el mensaje es inseparable de su traducción a la práctica; y la mujer, en su acción, ha expresado la perfecta respuesta al amor de Jesús manifestado en su entrega. Judas no ha sido nombrado desde 3, 19 (lista de los Doce). Es uno de los Doce, es decir, un miembro del Israel mesiánico. Al darse cuenta de la inevitable suerte de Jesús, busca la seguridad poniéndose del lado del más fuerte (oportunismo), insensible a la injusticia de la institución a la que acude. Quiere poner a salvo su vida dando a cambio la de Jesús (8, 35). Los sumos sacerdotes (el poder religioso), a quienes acude Judas, desempeñarán desde ahora el papel principal en la condena de Jesús, que ha calificado el templo que ellos administran de “cueva de bandidos” (11, 17). La acción de Judas es paradigma de la de la multitud judía, que, aunque ha mostrado su simpatía por Jesús (11, 18; 12, 12.37), nunca ha aceptado sus valores e, incitada por los sumos sacerdotes, pedirá su muerte (15, 11s). La alegría de los sumos sacerdotes se debe al éxito previsto de sus planes. Han encontrado la manera de prender a Jesús a traición para darle muerte (14, 1). Quieren matar al Hijo, el heredero (12, 6-7), para quedarse con la viña y continuar su explotación del pueblo. Esperan que con la muerte de Jesús toda la expectación que Él ha suscitado acabe para siempre. Ellos, la institución religiosa, aceptan en su seno al traidor y, como muestra de ello, le prometen dinero, haciendo a Judas cómplice de su injusticia con el pueblo. Judas se encarga activamente de cumplir el propósito de los sumos sacerdotes.
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El primer día de los Ácimos era la víspera de Pascua; la cena pascual se celebraba a la puesta del sol, cuando, según el cómputo judío, daba comienzo el día de Pascua. La festividad duraba siete días, durante los cuales no se comía pan fermentado (Ex 23, 15; 34, 18). La mención del sacrificio del cordero pone a toda la narración siguiente, hasta la muerte y sepultura de Jesús, bajo el signo de la Pascua. La iniciativa de celebrarla no es de Jesús, sino de los discípulos (seguidores israelitas), que pretenden preparar la cena pascual judía; Jesús les indicará qué pascua es la que tienen que preparar. Jesús envía dos discípulos a la ciudad, el centro que domina al pueblo con su ideología y su aparato institucional (no aparece ya el nombre de Jerusalén), como antes los había enviado a “la aldea”, subordinada a ella (11, 2). Para que lleguen al lugar donde Jesús va a celebrar su Pascua, les da una señal: encontrarán un hombre que, contra la costumbre, lleva un cántaro de agua (tarea propia de mujeres). El individuo sabe lo que tiene que hacer, conducir a los discípulos a un lugar determinado. Todo el episodio tiene sentido figurado: el hombre que lleva el agua alude a Juan el Bautista, el que bautizaba con agua (1, 8), como señal de cambio de vida. Seguir al hombre del cántaro significa que tienen que cambiar, rompiendo con un pasado. Han acompañado a Jesús aferrados a su mentalidad; como no se desprendan de ella, no participarán de la Pascua que Él va a celebrar. El hecho de que el hombre del cántaro guíe a los discípulos subraya la misión de Juan como precursor que, como tal, lleva a Jesús: mi posada indica el fin del camino (1, 2); Jesús va a celebrar la Pascua
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Is 50, 4-7 / Sal 21 / Flp 2, 6-11 / Mc 14, 1–15, 47 Del Evangelio según san Marcos Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. Palabra del Señor
CON CRISTO A JERUSALÉN verdadera; el local en alto, alude sin duda al monte donde se realizó́ la antigua alianza (Ex 24, 4-8) y a la cruz, levantada sobre la tierra; es grande, porque está destinado a “muchos” (14, 24); está preparado por parte de Jesús, pero los discípulos, después de romper con la injusticia (1, 4: “enmienda”), haciendo caso a Juan, han de colaborar en la realización de la nueva Pascua (prepárenla allí); lo harán con su entrega personal (alusión a los puestos a la derecha y a la izquierda, 10, 37). Jesús va a celebrar en medio de Israel una pascua alternativa que dará realidad a lo que anunciaba la antigua; será liberación definitiva, creará el nuevo pueblo de Dios, que se extenderá a toda la humanidad. Los discípulos tienen que contribuir a la preparación de ese nuevo éxodo siempre abierto en la historia. En medio de este sistema opresor (Jerusalén) se celebra la verdadera liberación. El siervo del sumo sacerdote es su representante cualificado, su delegado. En los pueblos orientales, cualquier funcionario, aun de alto rango, se llamaba “siervo” de su señor. Atacar al “siervo” significa atacar al sumo sacerdote, suprema autoridad religiosa y política del pueblo judío. En la consagración del sumo sacerdote se le ungía, entre otras partes del cuerpo, el lóbulo de la oreja (Ex 29, 20; Lv 8, 23). Cortarle el lóbulo al representante del sumo sacerdote quiere significar la destitución de este, declarar ilegítimo el sumo sacerdocio existente. El agresor no ataca a la multitud, sino a la máxima
autoridad de su pueblo; muestra así el espíritu reformista violento que ha caracterizado siempre a los discípulos, en particular a Pedro (1, 29-31). No han orado (14, 38) y sucumben a la tentación.
Aporte pastoral Pero es mejor hacer una lectura espiritual y pastoral con énfasis en su aplicación a nuestra vida, es como preguntarnos ¿Qué quiere o espera el Señor de nosotros? ¿Qué sentido tiene para nosotros hoy la celebración de este día? La liturgia de hoy se abre con la procesión de Ramos. Más que la bendición de los ramos mismos, lo importante es la participación de la comunidad agitando los ramos en esta procesión. Se trata de un homenaje a Cristo, que entra en Jerusalén como Rey de los mártires. La procesión expresa de manera sensible lo que ha sido nuestro peregrinar de Cuaresma: es la culminación de subir con Cristo a Jerusalén para vivir con Él la Pascua. Hoy es un día especial para mirar a Jesús crucificado y orar por todos los hombres y mujeres que sufren condenas injustas. Orar también para que todos los cristianos seamos fieles seguidores del Señor y redimamos, en el trato con los más débiles de nuestro tiempo, las injusticias sufridas por nuestro Dios. Acerquémonos en este día a una iglesia y recemos el Vía crucis. En cada estación, pensemos en algún sector excluido de nuestra sociedad.
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Pastoral litúrgica
EL AÑO
LITÚRGICO
L
o que llamamos año litúrgico (del uso lingüístico del latín) es el memorial solemne de las acciones salvadoras de Dios en Jesucristo en el curso de un año. El año litúrgico no puede entenderse erróneamente como una alternativa eclesiástica al año natural.
Sentido y estructura del año litúrgico Lo que llamamos año litúrgico es el memorial solemne de las acciones salvadoras de Dios en Jesucristo en el curso de un año. Un documento de la iglesia lo describe con las palabras: “En el transcurso del año la iglesia recuerda todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación hasta el día de Pentecostés y la expectativa del regreso del Señor
“. El año litúrgico no puede ser entendido erróneamente como una alternativa eclesiástica al año civil. Incluso el “tiempo secular” de un año es un regalo del Creador, que el cristiano debe acoger, vivir y organizar. Además, Dios con su voluntad salvadora irrumpe de manera múltiple en este tiempo histórico; en Cristo se ha arraigado en él de manera particularmente clara e intensa, de modo que cada tiempo es un tiempo de salvación y un tiempo de Dios, ya que su oferta de salvación abarca todas las épocas y pueblos,
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y por lo tanto es universal. La tarea de la Iglesia es proclamar y hacer accesible a todos los tiempos la obra de salvación realizada en Cristo. Lo hace a través de la proclamación de la palabra de Dios, la celebración sacramental y los muchos servicios pastorales, que deben preparar el camino para la fe, la esperanza y la caridad, y promover su crecimiento en la gracia. La celebración cristiana de las fiestas, como memoria agradecida de las acciones salvadoras de Jesucristo, debe repetirse incesantemente para cumplir su función de proclamar y presentar la salvación. Y aquí, para escapar de una elección arbitraria, se ofreció la medida cósmicamente condicionada de la época del año para asignar a las celebraciones conmemorativas individuales una fecha fija y así asegurar la repetición cíclica. La fijación de las fechas fue en parte ordenada por las Escrituras, en parte basada en una convención histórica. Pero no es tan vinculante como para excluir las correcciones y reformas que parezcan necesarias.
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De lo que se ha dicho se deduce que la celebración del año litúrgico no debe entenderse como una exclusiva mirada a una salvación pasada. Más bien, el que ya es creyente y ha sido redimido en el bautismo debe tener cuidado de confirmar su propia salvación que siempre está amenazada, así como debe ser consciente de sí mismo en y a través de la celebración litúrgica, en solidaridad, como testigo y colaborador de la salvación destinada a todas las personas. En ambos aspectos las celebraciones del año litúrgico miran no solo al pasado, sino al futuro. Tienen un componente escatológico, en el sentido de que esperan el regreso del Señor y el cumplimiento universal de la salvación, y tratan de preparar el camino para ello.
Así, el año litúrgico significa la suma de todas las celebraciones litúrgicas que han encontrado un lugar fijo en el ciclo anual. Sin embargo, cuando se celebra una liturgia, Jesucristo, como Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, se une a la asamblea que la celebra en una comunión de acción dirigida a la salvación de los creyentes y a la glorificación del Padre celestial (cf. SC 7).
De esta manera la fe cristiana se realiza y se concreta en el año litúrgico; se convierte en una amplia representación de la Iglesia y en algo que funda y alimenta la existencia cristiana.
a) El Misterio Pascual como núcleo del año litúrgico El núcleo del año litúrgico es la Pasión y Resurrección de Cristo. Esta acción salvífica central es a menudo designada por el Vaticano II como el Misterio Pascual (Latín Paschale mysterium). Misterio en el sentido litúrgico significa la insondable acción salvífica divina en Cristo para la humanidad. La palabra griego-latina Pésaj se remonta al Pésaj hebreo. Esto indica originalmente el paso del ángel exterminador que perdona las casas de los judíos, que viven en la esclavitud egipcia. Más tarde también se refiere al salvador paso de la gente a través del Mar Rojo y el peligroso desierto hacia la Tierra Prometida. Pésaj también se refiere a la comida ritual, el memorial de todo esto, el 14 nisan, en el que el “cordero de Pésaj” se comía como una comida de sacrificio. Para la primitiva comunidad cristiana era evidente la relación entre esta acción divina, otrora salvadora, y el acontecimiento redentor de Cristo, tanto más en cuanto que la crucifixión de Cristo coincidía con el día de preparación de la fiesta judía de la Pascua (cf. Jn 19, 14 y par.). Era la época en que los corderos de Pascua eran sacrificados en el Templo. Así, Pablo, claramente inspirado por el contenido de la fiesta judía de la Pascua, puede escribir: “Y ciertamente Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado” (1Co 5, 7; cf. Jn 19, 36; 1Pe 1, 19; Ap 5, 6.9). Por su paso a través de su anonadamiento, desde la pasión y la muerte a la resurrección y la glorificación, ha llevado al pueblo de Dios de la nueva Alianza a la comunión salvadora de la gracia y la vida con Dios Padre (cf. Col 1, 12 etc.). Al traducir el paschale mysterium en misterio pascual, no debemos pensar solo en la Resurrección en la mañana de Pascua, sino que debemos incluir “todo el santísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado”, desde la tarde del Jueves Santo hasta el Domingo de Pascua inclusive. Dado que las demás etapas de la vida humano-divina de Jesús, desde la Encarnación hasta la Ascensión y el envío del Espíritu Santo, tienen también un significado salvífico y en sentido amplio pertenecen también al Misterio Pascual, podríamos también hacer de esta realidad simplemente un “evento o acontecimiento de Cristo”. enero / marzo - 2021 - Vida pastoral no 181
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Pastoral litúrgica Este núcleo del año litúrgico como hecho histórico pertenece ciertamente al pasado, pero su elemento esencial, el don de sí mismo y la obediencia a la muerte continúan viviendo y trabajando en el Hombre-Dios glorificado. Como su voluntad salvadora es universal, Él, como Sumo Sacerdote de la nueva Alianza, hace participar en ella a las personas de todos los tiempos, cada vez que se reúnen en asamblea para las celebraciones litúrgicas. Este resplandor a través del año litúrgico no puede, sin embargo, ser entendido erróneamente como un
don de gracia que opera automáticamente. Es una ofrenda de gracia de Dios para liberar a los hombres y mujeres con vistas a una reunión de participación, en la que el hombre debe llevar la fe en su plena expresión. Esto significa, en el sentido del Nuevo Testamento, tanto la profesión de fe como la confianza y la disponibilidad a la voluntad del Padre. Es la fe que se caracteriza por la caridad y trabaja a través de ella (cf. Ga 5, 6). Cuando el hombre se abre así a la oferta de salvación de Dios, el Misterio Pascual se hace efectivo y fructífero.
No debemos pensar solo en la Resurrección en la mañana de Pascua, sino que debemos incluir “todo el santísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado”
b) Tipos y ordenamientos de las fiestas cristianas Las fiestas se basan en eventos dignos de ser celebrados con memoria y agradecimiento. Esto se aplica tanto a los festivales naturalistas que se repiten regularmente como a los acontecimientos importantes en la vida de las personas, las familias (“ritos de conmemoraciones”) y las comunidades pequeñas y grandes. En el calendario litúrgico judío, la influencia de los acontecimientos salvadores de Israel, en los que Yahvé, el Dios de la Alianza, vino a su pueblo para salvarlo, se ejerció cada vez más en las fiestas naturalistas originales. La primitiva comunidad de Jerusalén conocía muy bien estas fiestas salvadoras de sus compatriotas. Pero después de la experiencia del acontecimiento de Cristo, le quedó claro que su propio misterio pascual se
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había convertido en el objeto central de la fiesta y celebración de los cristianos, tanto más cuanto que su celebración regular se remontaba precisamente a Cristo (cf. 1 Co 11, 24; Lc 22, 19). También hay que decir con más precisión que al principio el misterio de la Pascua se celebraba el domingo como la Pascua semanal; a más tardar, hacia finales del siglo II, la fiesta de la Pascua se añadió como la Pascua anual. A esto le siguieron en el desarrollo histórico una serie de otras fiestas que celebraban eventos del Señor o momentos de la vida de su Madre, y días conmemorativos de mártires y santos. Un grupo particular de celebraciones se han llevado a cabo desde la Edad Media en las llamadas fiestas de las ideas, que tienen como objeto ciertas verdades y aspectos de la doctrina y la piedad cristianas, o incluso ciertos títulos del Señor, su Madre o un santo. También se llaman fiestas de devoción, o hablamos de fiestas dogmáticas, temáticas, y en oposición a las fiestas dinámicas, que celebran las acciones salvadoras de Cristo estáticas. A ellos pertenecen, por ejemplo, las solemnidades de la Trinidad, el Corpus Christi, el Sagrado Corazón y Cristo Rey, la Fiesta de la Preciosa Sangre, el Nombre de Jesús, la Sagrada Familia y numerosas fiestas marianas. Estas fiestas pueden aumentar inconmensurablemente; algunas son inútiles, engañosas. La autoridad central de la iglesia se ha opuesto a ciertos intentos de introducir nuevas fiestas de este tipo. Pues cuanto más numerosas y diferenciadas se hicieron las fiestas litúrgicas en el curso de la historia de la Iglesia, tanto más peligro había de que se oscureciera la estructura fundamental del año litúrgico y de que lo esencial fuera sofocado por una piedad particular y periférica. Esto trató de remediarlo con diversas disposiciones la legislación litúrgica. Pero esto llevó en los últimos siglos a un complicado ordenamiento de los festejos que llevó a no menos de seis grados diferentes con más clasificaciones. Así, a partir de Pío V, que en nombre del Concilio de Trento publicó el Breviario (1568) y el Misal (1570), se conocieron los grados de “Doble de primera clase”, “Doble de segunda clase”, “Doble mayor”, “Doble”, “Semidoble”, “Simple”. Pero solo el nuevo orden querido por el Vaticano II (SC 107) trajo en el año 1969, una simplificación sustancial, contenida en el Normas universales del año litúrgico y el nuevo calendario romano general. Aquí las fiestas, según su significado, se dividen en solemnidades,
festejos y memorias; entre estas últimas hay que distinguir todavía entre las memorias obligatorias y las memorias opcionales. Solo las dos fiestas de Pascua y Navidad tienen una octava.
c) Estructura del año litúrgico Como comienzo del año litúrgico consideramos hoy el primer domingo de Adviento. Pero no siempre fue así. Incluso el comienzo del año calendario no era el mismo en las naciones cristianas de la Edad Media. El calendario juliano de Cayo Julio César (del 45 a.C.) ya había trasladado el antiguo fin de año romano del 1 de marzo al 1 de enero. Aunque este calendario se extendió y se estableció en todo Occidente, hubo, sin embargo, durante algún tiempo una víspera de Año Nuevo diferente: el 1 de marzo se consideraba el comienzo del año en el reino franco hasta el siglo VIII y en Venecia hasta 1797; la Pascua, especialmente en Francia, hasta el siglo XVII. Navidad, principalmente en Escandinavia y Alemania, hasta el siglo XVI; 25 de marzo (fiesta de la anunciación del Señor, como día de la encarnación de Cristo), especialmente en Italia, pero también en la provincia eclesiástica de Tréveris; 1 de septiembre a partir del siglo VII en el Imperio Bizantino y los territorios bajo su influencia.
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Pastoral litúrgica Junto al año civil determinado de manera tan diferente, no surgió inmediatamente el concepto de un año eclesiástico o litúrgico. Sin embargo, cuando a partir de los siglos X-XI, los textos del primer domingo de Adviento fueron colocados cada vez más al principio de los libros litúrgicos (sacramentales), la creencia de que el primer domingo de Adviento era el comienzo del ciclo anual de las fiestas de la iglesia pudo desarrollarse lentamente con la convicción de que con el primer domingo de Adviento iniciase el ciclo anual de las fiestas de la Iglesia. La multiplicidad de fiestas puede ciertamente encontrar un límite en la receptividad humana. Esto se ha olvidado de vez en cuando, pero no es raro que la autoridad central de la iglesia, ante las propuestas de nuevas fiestas desde las diversas iglesias particulares y las comunidades religiosas, prefiere poner el freno y rechazarlas. Ya se ha dicho muchas veces que el Misterio Pascual de Cristo es la fuente y el centro del año litúrgico. Como una Pascua semanal, celebrada todos los domingos, ya en tiempos apostólicos cruza y penetra todo el ciclo anual. Pronto sigue la Pascua anual, que se desarrolla lentamente en el ciclo pascual con un tiempo de preparación antes de la fiesta y un tiempo que la sigue casi solemnemente. Este comienza con el Miércoles de Ceniza y termina, con una duración
total de 13 semanas y media, en el Domingo de Pentecostés. Del mismo modo, la celebración anual del nacimiento de Cristo se ha convertido en un ciclo festivo con un tiempo de preparación y un tiempo de resonancia solemne (desde el primer domingo de Adviento hasta el domingo después de la Epifanía = fiesta del bautismo del Señor). Estos dos ciclos festivos son los pilares del año litúrgico. Las 33 o 34 semanas intermedias, en las que “se recuerda el misterio mismo de Cristo en su plenitud” se denominan “tempo per annum” o tiempo ordinario (NU 43). Comienza el lunes después de la fiesta del bautismo del Señor y termina el sábado antes del primer domingo de Adviento. Los dos ciclos festivos, el Tiempo Ordinario y las restantes solemnidades y fiestas dedicadas al misterio de la redención se denominan también Temporales o “Tiempo Propio” (NU 50). Debe preservarse siempre en su integridad y “debe gozar de la debida preminencia sobre las celebraciones particulares” (ibíd.). El calendario de las celebraciones de los santos se designa como Santoral. En esta materia hay que distinguir también entre el calendario romano general y los “calendarios particulares”, que deben ser aprobados por Roma, a saber, los calendarios de ciertas zonas lingüísticas, los calendarios diocesanos y los calendarios de las órdenes religiosas.
NU 17; ver SC 102. Sólo SC usa esta expresión siete veces. También se encuentra en otros documentos del Consejo. III Augustine, Epist. 52, 24: CSEL 34/2, 195. IV “Celebrar una fiesta significa dar expresión - por una razón particular y de forma no cotidiana - a esa aceptación del mundo que ya se cumple siempre y cada día”, así J. Pieper, Zustirnmung zur Welt. Eine Theorie des Festes, München 1963, 52. V La palabra “doble” se refiere originalmente a un doble oficio, que debía celebrarse cuando una gran fiesta caía en un día de la semana (= feria). I
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EL CAMINO CUARESMAL DEL CICLO LITÚRGICO B AÑO 2021 Es un camino que ya no se dirige al catecúmeno, que se prepara para el bautismo (ciclo A), sino que involucra al bautizado porque siente la necesidad y el deseo de redescubrir, en la verdad y en la novedad, su relación personal con su Señor Jesús, y en él, su identidad de hijo en el Hijo, junto con toda la comunidad de los salvados.
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La Pascua no es solo la meta de este viaje, sino que es sobre todo la dinámica central de la vida y la celebración de la Iglesia: el domingo, la Pascua semanal. La Pascua del Señor Crucificado Resucitado involucra a su comunidad que la celebra, la vive y la proclama solemnemente, también como un memorial anual: Domingo de Pasión - triduo sagrado.
Es un “retorno”, una conversión, para converger en el Señor que, a través de su cruz, muerte y resurrección, da luz y fecundidad a la existencia del creyente y de todo hombre.
También para los dos primeros domingos del ciclo B, lo que ya se observa para los otros es válido: son como “dos pilares” del dintel de entrada a los otros tres domingos. Por un lado, Cristo que se manifiesta ya victorioso (Dom. I de las “tentaciones de Jesús”), anticipando así su muerte en la cruz y que manifiesta su filiación del Padre anticipando su resurrección (Domingo II de la “transfiguración”).
Es la renovación de la “nueva y eterna Alianza” en la sangre de Jesús.
Para el discípulo, como para el creyente y la comunidad cristiana, se trata de iniciar el camino de
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“conversión” y de “volver al propio acontecimiento bautismal de renacimiento, consciente de las dificultades, de los desafíos (tentaciones), pero sobre todo consciente de que el Señor ya ha recorrido este camino primero, hasta el final; que a través del sufrimiento y de la muerte nos ha manifestado y comunicado la Vida de los hijos del Padre”. Por lo tanto, estamos invitados a comenzar el viaje de Cuaresma con confianza porque ya vislumbramos la gloriosa y alegre meta.
La Palabra cuaresmal del ciclo B Los rasgos esenciales de la Palabra de Dios en la cuaresma del ciclo B, se encuentran en la disposición de las lecturas de la Palabra de Dios. La Liturgia de la Palabra nos ofrece siempre una serie de textos que constituyen un itinerario, con diferentes temas [año A-B-C], pero siempre orientados al acontecimiento (misterio) del Señor Jesús que se celebra en la comunidad pascual.
Por lo tanto, tenemos una doble secuencia: cada domingo nos permite recorrer un tramo del viaje mismo, como una secuencia horizontal; verticalmente, tanto los evangelistas como el Antiguo Testamento y el apóstol nos presentan un rastro que se desarrolla más profundamente. Cada domingo desarrolla así un tema en la triple dimensión: Jesús-Israel-Comunidad, que constituye una catequesis de alto nivel: 1. la historia de la Alianza entre Dios y el pueblo (I lectura) 2. el desarrollo de la vida bautismal como una existencia filial (II lectura y evangelio). Las celebraciones litúrgicas ya nos permiten actualizar la Pascua que celebraremos solemnemente en la Vigilia de la Nochebuena. El típico ritmo de Cuaresma, que ve un binomio (domingos 1-2) y un trinomio (domingos 3-4-5), a través de la secuencia de los textos del Antiguo Testamento, los Apóstoles y los Evangelistas desarrolla los dos temas de esta manera.
Hay que tener presente que el punto central del anuncio litúrgico es el relato evangélico que es “temáticamente contrapuesto” por la primera lectura (en este caso del Antiguo Testamento.); la segunda lectura, de las cartas apostólicas, comenta a veces una y a veces otra. Ellos delinean el camino de acuerdo con el enfoque litúrgico conciliar: - el relato evangélico es la proclamación del acontecimiento salvífico que Cristo sigue realizando entre nosotros; - la lectura del Antiguo Testamento. constituye un anuncio profético que solo en Jesús encuentra su cumplimiento, pero que capta nuestra situación “de volver a ser” en Cristo y por lo tanto de “ya y todavía no”; - la lectura apostólica (segunda lectura), nos da la experiencia de las comunidades primitivas, que ilumina el presente de toda comunidad cristiana, nos da un sentido de la historia y es una referencia para nuestro camino.
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Pastoral litúrgica
El don de la filiación *Nos compromete en una responsabilidad que a menudo conoce la lucha por la fidelidad (Domingo 1); *pero al mismo tiempo recibe la amorosa confirmación del Padre en el Hijo amado (Domingo 2); *somos hijos en el Hijo (Domingo 3); *somos el nuevo y verdadero Templo (Domingo 4) que tiene su centro, su punto de convergencia y punto de encuentro precisamente en el Hijo que nos
atrae hacia sí desde las alturas de la Cruz como un grano de trigo que, caído en tierra, muere y produce mucho fruto (Domingo 3- 4 - 5).
Los cinco domingos de Cuaresma – ciclo B Veamos los temas de cada domingo: Los pasajes del Evangelio desarrollan la proclamación de nuestra existencia filial en Jesús, el Hijo del Padre, que también se retoma y desarrolla a partir de las lecturas apostólicas:
DOMINGO 1 Marcos 1, 12-15: Las tentaciones de Jesús. Jesús, manifestado por el Padre en el Espíritu como Hijo, lucha por ser fiel a su identidad filial.
1 Pedro 3, 18-22 La iglesia es una comunidad de renacidos, nueva humanidad salvada de las aguas del diluvio (Génesis 9, 8-15).
DOMINGO 2 Marcos 9, 2-9: La Transfiguración. El Padre le da a Jesús una nueva confirmación de su identidad: es el Hijo “amado”, glorificación de Dios.
Romanos 8, 31-34 Con Jesús la Iglesia camina en la confianza y esperanza del amor de Dios Padre que nunca la abandona (Génesis 22, 1-18).
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DOMINGO 3
Hebreos 5, 7-9
Juan 2, 13-25: El verdadero y nuevo templo.
También nosotros, como Jesús, “aprendemos” la filiación en el sufrimiento, en la que se sella la nueva Alianza (Jeremías 31, 31-34).
Ahora no es un lugar, sino una nueva relación con Dios en Jesús que el hombre encuentra más allá de todas sus derrotas.
1Corintios 1, 22-25 Cristo crucificado, el escándalo del fracaso humano, manifiesta así el poder del amor de Dios (Éxodo 20, 1-17).
La primera lectura del Antiguo Testamento traza la “historia de la salvación” en las diferentes etapas de la Alianza entre Dios y su pueblo, presentando también momentos y figuras a través de las cuales Dios se manifestó como amor misericordioso. A veces la segunda lectura, siempre de un apóstol, comenta el episodio.
DOMINGO 4 Juan 3,14-21: En la salvación del Hijo.
DOMINGO 1
Dios no nos juzga, sino que nos salva con el amor mostrado por la muerte en la cruz de su Hijo, Jesús.
Génesis 9, 8-15: El Diluvio y la Alianza.
Efesios 2, 4-10 Salvados porque murieron y resucitaron con Cristo, liberados de toda esclavitud por el amor gratuito de Dios (2 Crónicas 36, 14...23).
DOMINGO 5 Juan 12, 20-33: La vida viene de la muerte. Así como el fruto viene de la muerte de la semilla, también nosotros somos levantados, es decir, resucitados a una nueva vida, porque somos atraídos por Jesús levantado en la Cruz.
En las raíces de la humanidad y su historia siempre está el amor fiel de Dios que supera toda infidelidad y es la fuente de la nueva vida.
1 Pedro 3, 18-22
DOMINGO 2 Génesis 22, 1...18: Abraham sacrifica a Isaac. La bendición de Dios de Abraham con un linaje se manifiesta en la paradoja de la prueba de la fe.
Romanos 8, 31-34
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Liturgia Pastoral litúrgica
DOMINGO 3 Éxodo 20, 1-17: La ley dada a Moisés. La liberación de Egipto culmina con el Pacto del Sinaí del cual la Ley es el vínculo: Dios que nos salvó es nuestro Señor.
DOMINGO 4 2Crónicas 36, 14-23: Deportación y liberación. A pesar del fracaso, Dios siempre es fiel a su pacto con su amor misericordioso.
DOMINGO 5 Jeremías 31, 31-34: La nueva alianza escrita en el corazón. El nuevo pacto es la expresión de la ternura, de la bondad del corazón de Dios que quiere imprimirse en el corazón del hombre.
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Intentemos una visión general El ciclo B es el más innovador: se proponen tres pasajes de Juan que presentan a Jesús “inclinado hacia su hora”, el momento culminante de su existencia: su glorificación en la muerte en la cruz y la resurrección. Por esta razón hay a menudo una fuerte tensión entre el dolor y la alegría, el anuncio de la muerte y la visión de la salvación y la nueva vida. Jesús es el “nuevo templo” de nuestro encuentro con Dios, “el lugar” de la presencia nueva y definitiva en su cuerpo muerto y resucitado, por lo tanto, en la Iglesia. Mirando ese mismo cuerpo levantado en la cruz nos salvamos, creyendo en el Hijo. La experiencia de la fe, sin embargo, es más envolvente: no solo seguimos a Jesús, sino que nos convertimos en ese cuerpo que, como “un grano caído en la tierra, muere y da mucho fruto”.
Actualidad
Por: P. Henry Hueso, ssp
Qué podemos entender por
TEOLOGÍA
L
a vida de fe parte de una experiencia de encuentro con Dios que genera sentido en quien se siente interpelado por ella. A partir de este encuentro de sentido es que nacen las expresiones existenciales,
conceptuales, comunicativas, doctrinales, propias del ser humano creyente. Al ser éste el punto de partida, es importante mencionar qué se está entendiendo por teología en los escenarios religiosos actuales.
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Actualidad
Pinceladas históricas Toda idea tiene fecha y el término “teología” no se escapa de esta realidad. De hecho, en la Edad Antigua existen definiciones relacionadas con los poetas Homero, Hesíodo, etc. (siglo VII a. C), propios de la mitología griega que recogía el origen y quehacer de los dioses. Platón (427-347 a. C.) la usa en una crítica a los mitos en su búsqueda de hablar correctamente de Dios usando las mediaciones líricas y se le atribuye, además, de ser el primero en usar el término “teología” según Warner Jaeger (citado por González de Cardidal, 2008, p. 24). A su vez, Aristóteles (384-322 a. C.) habla de una teología filosófica que considera “las causas supremas del mundo astral divino y visible” (Schillebeeckx, 1969, p. 92); en la vida del pueblo se hablaba del canto al dios Dyonisios y en el ambiente imperial se honraba al emperador como Dios. Al iniciar la era cristiana, Orígenes (185-254 d. C) la menciona como un sermón de Dios y de Cristo; a su vez el término imperial se fue cristianizando como la confesión de Cristo como verdadero Dios, cambiando la deidad imperial por el Dios cristiano; Eusebio la usó como la teología según Cristo, alejándose de los criterios paganos. San Agustín la entendió como la razón o discurso sobre la divinidad; por eso: “La verdadera reflexión teológica comienza cuando el kerigma de la Iglesia entra en contacto con el logos de Grecia” (González de Cardidal, 2008, p. 25) que se dio en la Patrística. El encuentro entre la fe cristiana de origen judío y las categorías griegas, rigurosas y popularizadas, generó plurales reflexiones teológicas, a eso llamamos helenización: choque demográfico y literario entre dos culturas. 74
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“Con Eusebio de Cesárea (265-340) aparece una acepción nueva al contraponer “teología” y “oikonomía”. La teología designa aquí el estudio directo de Dios y las relaciones entre las personas divinas, mientras que la oikonomía significa en adelante la intervención de Dios en la historia de la salvación” (González de Cardidal, 2008, p. 26). Evagrio Póntico (345-399) y Máximo el confesor (580-662), la describieron como el sentido del conocimiento supremo de Dios. Así, poco a poco, se fue introduciendo el siguiente criterio: “La forma como conocemos a Dios, por eso en el siglo IV, bajo la influencia de los teólogos bizantinos, se llegó a definir como “la sagrada doctrina de la Trinidad” (Schillebeeckx, 1969, p. 93). Pedro Abelardo (1079-1142), ya en la Edad Media, la formuló como el tratado de Dios refiriéndose a los conceptos humanos de Dios, aunque el término más frecuente en esta época es el de doctrina cristiana. Incluso santo Tomás (1225-1274), con su fuerte influjo aristotélico, empleó este último término acuñando también el de sacra doctrina haciendo alusión a “la enseñanza de la doctrina cristiana en toda su amplitud” como lo señala Escallada en la introducción a la cuestión 1 de la Summa teológica (Escallada Tijero, 2001, p. 75). A esta época también pertenece san Buenaventura (1217-1274). Entre el periodo del doctor angélico y Juan Duns Scoto (1266-1308) es que la teología adquirió fuerza técnica para designar la doctrina cristiana. En el Renacimiento, esta designación fue dando origen a otras corrientes como la teología mística para distinguirse de la teología escolástica. Muestra de estas diferencias es Martín Lutero quien “rechaza la filosofía como mediación de la fe, para volver a un encuentro directo con la Biblia en cuanto evangelio
El encuentro entre la fe cristiana de origen judío y las categorías griegas, rigurosas y popularizadas, generó plurales reflexiones teológicas, a eso llamamos helenización: choque demográfico y literario entre dos culturas.
de Dios” (González de Cardidal, 2008, p. 31). Ante el fuerte influjo humanista y el deseo de una reforma nacen denominaciones como la apologética y la dogmática, para dar respuestas a muchas preguntas que se desarrollaron en la Modernidad (Schillebeeckx, 1969, p. 96). Durante esta edad de la historia, la teología se definió y se hizo con base a la escolástica retomando los postulados de santo Tomás que incluso aún perduran, y es llamada neoescolástica. En el reciente siglo XX permeado por grandes acontecimientos históricos: el avance acelerado de la ciencia y de la técnica que revolucionaron las formas de vida anterior, transformaciones sociales, revolución industrial, dos guerras mundiales, el surgimiento de las filosofías existencialistas, la guerra fría, la llegada del hombre a la luna, caída del muro de Berlín, guerra del Golfo Pérsico, el arribo del internet, la cuarta revolución industrial (Galeano, 2008). Además de estos, también hubo: “Los movimientos de renovación surgidos dentro de la Iglesia (Liturgia, Biblia, ecumenismo, patrística, misión). Fruto de todo ello son las figuras creadoras de Barth (18861968) en el protestantismo, con su orientación más por Calvino que por Lutero, y en el catolicismo las dos gemelas, y a la vez contrapuestas, de Karl Rahner (1904-1984) y Hans Urs von Balthasar (19051988)” (González de Cardidal, 2008, p. 32) e incluyo ahí también a Edward Schillebeeckx (1914-2009) con su aporte desde el concepto de “experiencia”. Todos estos fenómenos y autores generaron nuevas formas de investigación teológica y con ello a
nuevas formulaciones de la misma, tanto así que ya no se habla en singular sino en plural (teologías) dependiendo de la fuente, el método, la perspectiva y los contextos.
Qué es teología Junto al breve recorrido histórico realizado y, ahora, con la aproximación etimológica, nos permiten llegar a una definición de la disciplina en cuestión, la cual proviene del vocablo griego qeoj (theos-Dios) y logoj (logos-palabra), y significa discurso o palabra sobre Dios (Martínez Díez, 1994, p. 10). Esta aproximación clásica de la teología plantea varios interrogantes: ¿qué es discurso?, ¿qué es palabra?, ¿quién realiza dicho discurso?, ¿de dónde viene? ¿si es discurso sobre Dios, Él habla?, ¿se queda en un mero discurso sobre Dios?, ¿quién es Dios?, ¿se estudia verdaderamente a Dios o el conjunto de doctrinas? La voz qeoj no tiene otra acepción más que la mencionada; sin embargo, es necesario aclarar los términos “discurso y palabra”, ya que el nominativo griego logoj implica los dos vocablos; mientras que en castellano son individuales y tienen diferencias semánticas. Los discursos contienen palabras, pero una palabra no es un discurso. Más aún, hay discursos sin palabras. Esto en nuestro ambiente de habla hispana.
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Se entiende por discurso la emisión, en su estructura y en su función, de un mensaje lógico y coherente mediado por la lengua (Schiffrin, 2011, p. 26), expresado en una fabricación oral o escrita e incluso más allá: “Definir el discurso como emisiones nos obliga a prestar atención a la contextualización de la estructura de la lengua de una manera que va más allá de la noción de oración-texto” (Schiffrin, 2011, p. 27), por esto es que lo hace una construcción simbólica compleja. La noción de “palabra” generalmente se aplica a la unidad léxica sonora articulada y asociado al habla, que se puede representar gráficamente con letras, y por lo general, posee un significado. Aclarando las características de estos términos en español y que en griego están condensados en la voz logoj, es que, para efectos de la conceptualización los dos términos serán usados como sinónimos en este breve artículo, es decir, cuando se usa el vocablo “discurso o palabra”, estamos partiendo del griego antiguo para afirmar el mismo contenido, en este caso para referirnos a la teología como discurso o palabra sobre Dios.
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Ahora bien, sin importar el tipo de disertación, es importante tener en cuenta su origen ya que todo discurso está mediado por condiciones históricas y culturales concretas. Es común aceptar que el discurso o emisión lo hace el ser humano en un contexto determinado, pero ¿qué o quién lo impulsa a realizarlo? Tanto en su ambiente circundante como en el plano comunicativo son muchas las motivaciones del mismo, en el caso de la teología, la fuente es una: Dios. “Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora en ellos, para invitarlos a su comunicación y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum 2, 1993,
gantes académicos grandes: ¿a Dios se puede estudiar?, ¿cómo abordar un objeto tan complejo como ese?, si es objeto ¿qué o quién es?
p. 81). La fuente Dios que se revela y el hombre que lo experimenta. Por tanto, el origen del planteamiento de la teología es Dios que se manifiesta y quien habla de Dios es el hombre. Es decir: Dios es el sol, la luna es el hombre y entre los dos hay una relación comunicativa que ilumina las diversas realidades. Aclarado el origen del discurso sobre Dios o del saber teológico, se empieza a dilucidar el objeto de estudio del mismo: “En la primera cuestión de la Suma teológica santo Tomás insiste repetidas veces que el objeto central y principal de la teología es Dios” (Martínez Díez, 1994, p. 12) y durante mucho tiempo así se construyó, pero esta visión tradicional genera interro-
Al ad intra1 de Dios es difícil tener acceso porque el ser humano no alcanza a comprender esta realidad y por eso se llama Misterio. Misterio no en tanto que sea ocultado esotéricamente sino en tanto incapacidad de percepción por parte del hombre: “De hecho, un misterio no es una realidad absolutamente desconocida: de una manera velada se nos ha revelado lo suficiente para que podamos vivir de él con sentido” (Schillebeeckx, 1969, p. 101). A lo que sí tenemos acceso es al ad extra de Dios, es decir, a la manifestacióncomunicación que Dios hace a la persona: “Siempre que una realidad se presenta a la conciencia humana, aunque se trate de una realidad trascendente y por tanto misteriosa, puede ser asimilada vitalmente por el pensamiento” (Schillebeeckx, 1969, p. 101), de ahí que la revelación y su contenido es el objeto que se hace posibilidad de estudio como lo afirma Fisichella: “El acontecimiento de la revelación, fundamento y centro de la misma teología” (Fisichellla, 2005, p. 77). No es que sean dos dioses diferentes, sino que son expresiones del mismo Dios que se comunica: la íntima y la exterior. 1 Término usado en el argot teológico para hablar de la interioridad o del contenido de la divinidad. Ad extra hace referencia a la revelación de Dios, es decir, a su exterioridad e interacción con el hombre.
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Actualidad Entonces, lo que se estudia es la revelación acontecida en el hombre, lo que Dios dice: “En el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de todo, y por quien creó el universo” (Hb 1, 1). A lo largo de la Sagrada Escritura, en donde se puede evidenciar la relación comunicativa entre Dios y hombre, encontramos vestigios de este fundamento; y lo que Él habla, es a lo que se trata de llegar disciplinariamente para averiguar y entender qué es lo que dice. A partir de ese hablar, es que se intuye quién es Dios. Quien da testimonio de ese decir de Dios es el hombre y este es el sujeto de la disciplina teológica porque da razón de lo que vive. Es él quien tiene la experiencia de escucharlo a partir de un encuentro significativo con el Trascedente: “Lo infinito se manifiesta en lo finito sin anularlo” (Schillebeeckx, 1969, p. 102) y la respuesta positiva a esa revelación es lo que llamamos fe: “Creer, por tanto, es por naturaleza una actitud existencial de todo hombre que se ha puesto en presencia del sentido último de su vida” (Schillebeeckx, 1969, p. 99). Dios acontece en el sujeto, que al escucharle o verle (Hueso, 2012) se hace creyente para darle significado a las preguntas que se plantea en su vida, generando horizontes de sentido que marcan su existencia. También sucede en quien ya es creyente que lo percibe, y aquello que percibe da mayor plenitud a lo que cree. Por eso es el sujeto de la teología.
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A partir de ese encuentro de sentido es que brotan aproximaciones conceptuales sobre Dios, proporcionándole nombres que en muchas ocasiones están cargados de antropomorfismos (según la voz “nombres de Dios” en el Diccionario Enciclopédico de la Biblia); por ejemplo: Shaday,
Misterio no en tanto que sea ocultado esotéricamente sino en tanto incapacidad de percepción por parte del hombre: “De hecho, un misterio no es una realidad absolutamente desconocida: de una manera velada se nos ha revelado lo suficiente para que podamos vivir de él con sentido.
Elohim (Dios de dioses), Adonai, Elyón (el Áltísimo), Yahveh (Yo soy), (Kyrios) el Señor, el Creador, Padre, Amor, Bondad infinita, Trinidad, el Santo, el Trascendente etc. Con sus adjetivos correspondientes: misericordioso, justiciero, sanador, maravilloso, todopoderoso, fiel, omnipresente, grande, bueno, fuerte: “Él es amor, gratuidad, sentido, paz, benevolencia, gracia, perdón, que nacen de su donación oblativa y del acogimiento equivalente por parte del hombre. Vale por lo que es en sí antes de mí, y sólo a partir de ese reconocimiento en gratuidad vale para mí. Esto que decimos de Dios hay que decirlo de toda relación personal y de todo amor verdadero” (González de Cardidal, 2008, p. 48). Cómo percibe a Dios y lo que comprende de Él en sus determinados contextos histórico-culturales, es lo que el hombre comunica en su interacción con otros2. Por eso el trinomio: Dios como fuente, la revelación como objeto y el hombre como sujeto son categorías que dialogan en la experiencia de fe y se deben tener en cuenta para la dinámica de la reflexión académica de la teología.
La experiencia de fe En la interacción de personas que se encuentran por primera vez o que se ven en repetidas ocasiones se evidencian contactos externos (físicos desde los sentidos) e internos (sentimientos, procesos 2 La comunicación es entendida aquí como “el modo con que la gente se ve llevada a compartir ideas, sentimientos, actitudes o modos de actuar a través del contacto con los demás” (A. Dulles citado por Martínez Díez, 1994, p. 24).
de racionalización lógicos y de sentido). Estos contactos permiten ir conociéndose mutuamente hasta llegar a una relación de cercanía mucho más profunda. Se descubren los aspectos positivos y negativos de unos y de otros, es una relación de conocimiento mediada por una experiencia de encuentro. Esto en términos elementales de la comunicación humana, pero ¿cómo entender dicha experiencia en relación con el Trascendente, el Santo o con los nombres que se describió anteriormente? Esta palabra se usa en varios sentidos para designar “la aprehensión por un sujeto de una realidad, una forma de ser, un modo de hacer, una manera de vivir, etc. La experiencia es entonces un modo de conocer algo inmediatamente antes de todo juicio formulado sobre lo aprehendido” (Ferrater Mora, 1984, p.618). Pero las aprehensiones las hay de diversas maneras3. De manera sensible relacionada con la realidad externa por la que cursaron escuelas como la platónica (distinción entre el mundo sensible e inteligible), la aristotélica (reunión de percepciones y recuerdos en relación con el mundo exterior), la empirista (conocimiento a través de los sentidos) que con Kant se constituye en el punto de partida del conocimiento dando paso a las ciencias modernas para comprobar y demostrar un objeto de estudio determinado. Debe ser comprobable fácticamente.
3 Esta diferenciación de la experiencia está tomada de Ferrater Mora, José (1984). Diccionario de filosofía. Buenos aires: Editorial Sudamericana. Voz: Experiencia, pp. 618-622.
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Actualidad El saber propiamente dicho no es, pues, experiencia, sino saber del fundamento de toda experiencia y, en último término, saber del saber” (Ferrater Mora, 1984, p. 620), En la Edad Media, aunque se continuaba la línea aristotélica, aparece una nueva manera de aprehensión. Se distinguió entre experiencia externa (evidencias de carácter natural que por repetición de procesos se llega a tener experiencia de un arte) e interna o psicológica (como aprehensión de los procesos internos de la persona) que se asoció a la vivencia interna de la vida de fe o mística. Uno de sus grandes exponentes, san Agustín con la doctrina de la iluminación4. Durante la modernidad tuvo muchos significados, pero se podría sintetizar como la “aprehensión de cosas singulares” propuesta por Roger Bacon (1561-1626). Esta definición permite entender las dos formas de conocimiento tanto la interior como exterior. Con la llegada de René Descartes y su máxima: “Pienso luego existo (cogito ergo sum)”, nació el racionalismo haciendo hincapié en la razón como una manera de descubrir ciertas verdades universales innatas y en contraposición se encuentran los
4 Que se mencione este autor no significa que sea el único, ya que hay bastantes figuras destacadas de la mística cristiana de corte católico (san Benito Abad, san Francisco, san Buenaventura, santa Teresa de Ávila, san Juan de Ávila, san Ignacio de Loyola, santa Benedicta de la Cruz, etc.) quienes tuvieron experiencias profundas sobre la divinidad; a su vez, en otras tradiciones religiosas históricas (hinduismo, budismo, judaísmo, islamismo, taoísmo) también hay rasgos de “la experiencia religiosa impactada por lo sagrado” (De Sahagún, 1999, p. 116) y con propuestas doctrinales diferentes.
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filósofos empiristas quienes afirmaban que se puede acceder al conocimiento de tipo sensible por la vía de los sentidos, no hay otro tipo de conocimiento para ellos. Dos maneras distintas de ver la experiencia como mediación generadora de conocimiento. Distinguiéndose de éstas, para el idealismo alemán la “experiencia no constituye el saber, el cual descansa y consiste únicamente en la intuición (“intuición intelectual” o “saber absoluto”). El saber propiamente dicho no es, pues, experiencia, sino saber del fundamento de toda experiencia y, en último término, saber del saber” (Ferrater Mora, 1984, p. 620), en términos hegelianos no es subjetiva ni objetiva sino absoluta en modo como se aparece el ser a la conciencia, siendo esto lo real de la experiencia: el ser en la conciencia. Junto a estas diferenciaciones conceptuales también está la noción de “experiencia de vida”, entendida como la acumulación de aprehensiones que forjan destrezas en determinado oficio o
como las sensaciones cotidianas repetidas de la existencia humana que conduce a tener experiencia en la vida: “Se aprende por experiencia”. Otros autores, entre ellos Dilthey y Bergson, siguieron reflexionando sobre esta categoría, dando como resultando tipos de experiencia: “Experiencia sensible, experiencia natural, experiencia científica, experiencia religiosa, experiencia artística, experiencia fenomenológica, experiencia metafísica” (Ferrater Mora, 1984, p. 621). La pluralidad conceptual abunda por el siglo XX y cada una con su significado propio para hacer referencia a una experticia específica. El panorama conceptual esbozado, permite observar la compleja tarea en definir el concepto experiencia, sin embargo, para interés de esta indagación se entiende como la aprehensión o percepción (Ferrater Mora, 1984), por parte del sujeto humano, de una determinada realidad que viabiliza el conocimiento sobre dicha
En la dimensión religiosa, hay una aprehensión de algo o alguien que desborda al ser humano que no logra comprender en su plenitud solo vivirlo, es el contacto con lo sagrado que se desarrolla en un encuentro comunicativo de dos realidades, la humana y la divina.
realidad. Es de utilidad esta conceptualización porque las tipologías de la experiencia aludidas, tienen en común estas nociones para indicar el acercamiento gnoseológico de o hacia otro escenario. Además de ello, porque zanja la dicotomía entre ciencia y religión en ocasiones divididas epistemológicamente, ya que se puede tener aprehensión y percepción de objetos reales animados y objetos reales inanimados sin anular ninguna de las dos. Las dos permiten el acceso al conocimiento solo que por vías distintas, con objetos de estudio distintos y resultados diferentes. La aprehensión y la percepción son palabras base que permiten entender el conocimiento empírico científico, el conocimiento de las experiencias internas del hombre5 al que pertenecen algunas ciencias humanas y el conocimiento de la trascendencia de sentido e incluso religiosa. En todas estas formas de conocer las aprehensiones o percepciones hacen presencia, son experiencia de algo. En la dimensión religiosa, hay una aprehensión de algo o alguien que desborda al ser humano que no logra comprender en su plenitud solo vivirlo, es el contacto con lo sagrado que se desarrolla en un encuentro comunicativo de dos realidades, la humana y la divina: “La experiencia humana no se circunscribe a lo percibido por los sentidos y verificable, como pretenden el empirismo y el positivismo (Hume, Comte). Tampoco se limita a la captación de la propia conciencia y a la racionalización del yo (estructura lógica Hegel). Las formas de acceso a la realidad son múltiples y complejas, muchas de las cuales no pueden ser comprendidas por la razón dialéctica en un proceso de objetivación y retorno. Entre estas se encuentra la experiencia de sentido por la que el hombre queda abocado a la presencia de lo enteramente otro H G Gadamer la ha llamado horizonte del sentido, donde la razón interpretativa y hermenéutica juega baza importante” (Lucas Hernández, 199).
ción entre lo humano y lo divino que los involucra mutuamente en su hacer: “Aplicando estos principios a la actitud religiosa, podemos definirla como una experiencia de sentido en cuyo centro está lo sagrado, lo numinoso y santo como punto último de referencia que garantiza la realización plena del hombre” (Lucas Hernández, 1999, 118). Estos elementos aplican para todas las tradiciones religiosas.
En la tradición cristiana de corte católico, el aparecer de Dios y el ver del hombre, es a lo que llamamos experiencia de sentido, encuentro significativo de fe: “Es el acto mismo de encuentro con Dios en contacto fundamental” (Schillebeeckx, 1969, p. 99). No es antropocentrismo ni psicologismo, es mística. Es hallarse en y con Dios para leer la propia vida, la propia existencia desde un prisma divino que en realidad cambia la vida: “Por eso ya no es suficiente conocerlo sólo por el concepto, sino que es necesaria la experiencia” (Hueso, 2012, p. 59). Además, no es algo temporal sino ontológico que trasciende en perspectiva futura. No es estática, es continua. Por eso la fe es una comunicación entre Dios y el hombre que fundamenta el quehacer teológico: “No es que el
La experiencia de sentido, en el ámbito del hecho religioso, tiene tres elementos constitutivos, a saber: la iluminación, porque permite al hombre tener fundamentos; la trascendencia, porque lo mueve hacia una realidad que lo supera y lo perfecciona; la participación, porque hay una comunica5 De esta característica forman parte las experiencias humanas como el amor, la amistad, la lealtad, la angustia, el dolor, la preocupación y todas las sensaciones que no se pueden explicar desde la dimensión sensible.
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hombre haga hablar a Dios, sino, más bien, es Dios el que se da a conocer a través de las distintas vivencias humanas como aquel que trasciende a todas” (Lucas Hernández, 1999, p. 119).
La experiencia de encuentro con Dios que genera una respuesta de fe capaz de ser comunicada intersubjetivamente como lo menciona José Luis Illanes y Josep Ignasi Saranyana aludiendo a Edward Schillebeeckx: “En el origen de la fe cristiana está una experiencia: la de los apóstoles cuando encontraron a Jesús y experimentaron en ese encuentro que Dios se les hacía presente, se les revelaba y les otorgaba la salvación; esta experiencia, que luego los mismos apóstoles tematizaron y pusieron por escrito, transmitiéndola a las generaciones posteriores, es la realidad fundante del existir cristiano, el punto de acceso a la revelación” (Illanes, José Luis y Saranyana, Josep Ignasi, 1996, p. 390). Pero no es exclusiva del cristianismo ya que en el Antiguo Testamento hallamos testimonios con estas características e incluso en otras religiones. Teniendo en cuenta la historia, la etimología, la definición de experiencia, es que llegamos a entender la teología como el hablar (discurso, palabra) sobre Dios a partir de un encuentro de sentido con Él y que se comunica posteriormente: “La teología habla de Dios y del hombre en relación, en cuanto que Dios es y se ha revelado como principio de su ser, fundamento del sentido de su existencia y meta de su destino” (González de Cardidal, 2008, p. 89). Este es una posible respuesta, entre tantas existentes, a la pregunta ¿qué se entiende por teología?, que puede ser útil para los contextos actuales. La mediación de la fe es la que hace que la teología tenga sentido, como lo menciona el teólogo dominico: “La fe es la que fundamenta el carácter científico, esto es, la función de iluminar la realidad de la teología. Sin fe, no es posible una teología científica” (Schillebeeckx, 1969, p. 102) o con posibilidad de reflexión humana. Sin ella no se puede decir nada, o lo que se diga puede caer en antropocentrismos. De ahí su importancia.
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La reflexión humana juega un papel importante porque es la articulación de lo experimentado que le permite ser comunicable con claridad en un contexto determinado: poder narrar lo acontecido en el sujeto creyente. Al hacer la reflexión sistemática sobre qué es lo que se debe decir acerca del Trascedente (quehacer teológico), es que se hace vital la presencia de la comunicación para poder dar cuenta del mensaje; sin ella, quedaría en un intimismo.
Educativa, 13. Recuperado de http://www.uv.mx/ cpue/num13/practica/Schiffrin-Definiciones de discurso.html
Referencias bibliográficas:
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Actualidad
Por: P. Danilo A. Medina L., ssp
"Alegres en la
esperanza"
Hablar de la esperanza en la enseñanza de San Pablo, es hablar de algo más que de una simple actitud ante la vida, o una especie de valor y buen ánimo que se cultiva en el corazón para sobrellevar las vicisitudes y tribulaciones que puedan presentarse en el camino. Es verdad que en los escritos del Apóstol la esperanza se nos muestra como una virtud fundamental en la vida cristiana; pero no sólo es eso. Rastreando los textos paulinos que hacen mención de la esperanza, lo primero que encontramos es que la esperanza para los creyentes es
(Rm 12, 12)
La esperanza cristiana en la enseñanza paulina una Persona: ¡es Cristo mismo! Así lo afirma expresamente Pablo, en el saludo inicial de su carta al fiel discípulo y amigo Timoteo: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, …” (1 Tm 1, 1). A partir de esta identificación de la esperanza con Cristo mismo, podemos entender mejor las demás
características que el Apóstol atribuye a esta virtud. Y precisamente fue San Pablo quien, en ámbito cristiano, empezó a hablar de aquella tríada de virtudes que la tradición de la Iglesia ha llamado “virtudes teologales”, porque tienen su fuente en Dios, y llegan como un don de Dios al corazón de los creyentes, esperando una respuesta.
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Actualidad Tanto la fe como la esperanza deben ser vividas a la luz de la caridad; es decir, que es el amor el que da sentido y valor tanto a la fe como a la esperanza cristianas, pues, al fin y al cabo, el amor “todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”
Desde su primer escrito, que a su vez inaugura y empieza a constituir el Nuevo Testamento, Pablo se refiere a estas virtudes teologales, mostrándolas en sus dos aspectos: origen en Dios y compromiso humano. El Apóstol reconoce y evidencia el buen ritmo de vida cristiana que caracteriza a los hermanos de Tesalónica, mediante una fe activa, una caridad laboriosa y una esperanza firme (cf. 1 Tes 1, 3). Un poco más adelante, en esta misma carta, reiterando la valoración tan positiva que viene haciendo del caminar en la fe por parte de los Tesalonicenses, Pablo expresa cómo la esperanza no sólo se dirige a Dios, en quien está su fundamento último, sino que incluye también a los hermanos en la fe, quienes pueden convertirse igualmente en motivos de esperanza, como lo manifiesta el Apóstol cuando escribe lo siguiente: “Y es que, ¿quién es en verdad nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de gloria delante de nuestro Señor Jesucristo en el día de su venida? ¿Quién sino ustedes? Sí, ciertamente, ustedes son nuestra corona y nuestro gozo” (1 Tes 2, 19-20).
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Respondiendo a inquietudes que los Tesalonicenses le han hecho llegar, a través de su enviado Timoteo, el Apóstol les recuerda la enseñanza cristiana sobre el destino de los difuntos a la luz de la fe cristiana, para que se animen, de modo que “no se aflijan como los hombres que no tienen esperanza” (1 Tes 4, 13). Y, antes de concluir esta misma carta, en las exhortaciones finales, invita a los cristianos de Tesalónica a perseverar en el camino de Dios, “revestidos de la coraza de la fe y del amor, protegidos con el yelmo (= casco) de la esperanza, puesto que el Señor no nos destinó a la condenación, sino a obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes 5, 8; cf. 1 Tm 2, 4). También en la segunda carta a la misma comunidad de Tesalónica, haciendo nuevamente mención de estas tres virtudes, identifica la esperanza con aquella fortaleza o constancia con la cual se afrontan las persecuciones y las tribulaciones (cf. 2 Tes 1, 5). En la conclusión del himno a la caridad, del capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios, Pablo afirma que “al presente subsisten la fe, la esperanza y la caridad, esas tres; pero la mayor de ella es la caridad” (1 Cor 13, 13). Esta sentencia paulina es muy importante, porque
significa que tanto la fe como la esperanza deben ser vividas a la luz de la caridad; es decir, que es el amor el que da sentido y valor tanto a la fe como a la esperanza cristianas, pues, al fin y al cabo, el amor “todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera” (1 Cor 13, 7). Así mismo, en el contexto de las virtudes teologales, en la acción de gracias inicial de la Carta de los Colosenses, el Apóstol menciona la esperanza, junto a la fe y el amor, pero especificando algunos elementos que enriquecen la comprensión del significado y alcance de esta virtud, pues no sólo la proyecta a los bienes sobrenaturales del Reinado de Dios en la plenitud de los tiempos, más allá de la historia; sino que también la identifica como parte fundamental del mensaje del Evangelio cristiano que los interlocutores
de Pablo han aprendido, cuando Epafras les predicó la buena nueva de Jesús, y que ya está dando frutos de santidad entre ellos: “porque estamos informados -les escribe- de su fe en Cristo Jesús y del amor fraterno que tienen a todos los creyentes por la esperanza de lo que les está reservado en los cielos, de la que ya oyeron hablar por la palabra de la verdad del Evangelio que llegó hasta ustedes y que, como fructifica y crece en todo el mundo, así también ha sucedido entre ustedes desde el día en que oyeron y conocieron la gracia de Dios en la verdad…” (Col 1, 4-6). De esta manera podemos entender que la esperanza, como la entiende y enseña el apóstol Pablo, no se refiere sólo a las realidades escatológicas del Reino de Dios en su plenitud, al final de los tiempos (salvación eterna), sino
La esperanza, además de estar puesta en el destino final de la existencia a la luz de la fe, también es una actitud que sostiene y cualifica la vida temporal de los discípulos del Señor, en medio de las vicisitudes y tribulaciones de la existencia.
que anima y acompaña el caminar histórico del creyente en el desempeño de sus compromisos presentes. Por lo tanto, la esperanza, además de estar puesta en el destino final de la existencia a la luz de la fe, también es una actitud que sostiene y cualifica la vida temporal de los discípulos del Señor, en medio de las vicisitudes y tribulaciones de la existencia. En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica, con hermosas palabras afirma que
“La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad” (art. 1818).
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Actualidad En la Carta a los Romanos, con el propósito de argumentar su tesis central sobre la gratuidad de la justificación y la salvación que Dios ofrece a la humanidad mediante la fe en Cristo, muerto y resucitado, San Pablo se remonta a los orígenes del pueblo elegido, encontrando en Abraham no sólo el primer modelo de la fe, sino también el abanderado de la esperanza. De él dice que “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchos pueblos, tal y como Dios le había dicho: Así será tu descendencia. Su fe no decayó, aunque veía que su cuerpo estaba ya sin vigor al tener casi cien años y que el seno de Sara estaba ya como muerto. Ante la promesa de Dios no dudó ni desconfió, sino que se reafirmó en la fe, dando gloria a Dios, bien convencido de que Él es poderoso para cumplir lo que ha prometido, por lo cual le fue también contado como justicia” (Rm 4, 18-21). Desde esta perspectiva es que la Iglesia enseña que “La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido, que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham, colmada en Isaac, de las promesas de Dios, y purificada por la prueba del sacrificio (Cf. Gn 17, 4-8; 22, 1-18)” (Catecismo de la Iglesia Católica, art. 1819). En el contexto de esa misma enseñanza sobre la gratuidad de la salvación y el valor práctico de la fe en Jesucristo, recuerda el Apóstol que, precisamente, “A Él debemos, en virtud de la fe, este estado de gracia, en que nos mantenemos firmes y nos alegramos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que nos alegramos también en los sufrimientos, conscientes de que los sufrimientos producen la paciencia, la paciencia consolida la fidelidad, la fidelidad consolidada produce la esperanza, y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio
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Nos alegramos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que nos alegramos también en los sufrimientos, conscientes de que los sufrimientos producen la paciencia, la paciencia consolida la fidelidad, la fidelidad consolidada produce la esperanza, y la esperanza no nos defrauda.
del Espíritu Santo que nos ha dado” (Rm 5, 2-5). Ahora bien, así como el pecado humano representó una esclavitud que perjudicó a toda la creación, también la esperanza cristiana es compartida por la creación entera, bajo forma de anhelo de liberación: “Porque la creación está aguardando en anhelante espera la manifestación de los hijos de Dios, ya que la creación fue sometida al fracaso, no por su propia voluntad, sino por el que la sometió, con la esperanza de que la creación será liberada de la esclavitud de la destrucción para ser admitida a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rm 8, 19-21). La imagen de los dolores de parto de una mujer que va a dar a luz, sirve al Apóstol como ejemplo para ilustrar ese sentimiento de esperanza que comparten solidariamente la humanidad y la creación. Siguiendo la enseñanza de los dolores de parto, no se niega el sufrimiento del momento presente, pero se pone el acento más bien en aquella gozosa expectativa frente a la nueva vida que está por nacer. Por eso mismo, Pablo advierte que si la esperanza que tenemos en
Cristo, fuera sólo para esta vida temporal, seríamos los hombres más desdichados (cf. Rm 15, 19). Así pues, la esperanza cristiana afronta y asume los sufrimientos de la vida presente, pero les otorga un sentido trascendente, a la luz de la alegría de la salvación futura que anhelamos y esperamos; como la mujer que soporta valientemente los dolores del parto, porque es más grande el gozo de ver luego nacer a su criatura: “sabemos que toda la creación gime y está en dolores de parto hasta el momento presente. No solo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo” (Rm 8, 22-23). Esta misma imagen la había usado también Jesús, incluso usando términos muy similares a los paulinos, refiriéndose a la esperanza que deben cultivar sus discípulos frente a su inminente partida y la certeza de su retorno al final de los tiempos:
“Un poco, y no me verán; y otro poco, y me volverán a ver. Les aseguro que ustedes llorarán y gemirán, pero el mundo gozará; ustedes se entristecerán, pero su tristeza se cambiará en alegría. La mujer cuando está de parto se siente angustiada, porque ha llegado su hora; pero cuando ya ha dado a luz al niño, no se acuerda más de la angustia por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo. Así también ustedes están ahora tristes; pero yo los veré otra vez, y su corazón se alegrará y nadie les quitará ya su alegría” (Jn 16, 19-22).
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Actualidad Existe un nexo muy estrecho entre la esperanza cristiana y la salvación que ya está actuando en nosotros, pero que tendrá su plenitud definitiva solamente en el más allá escatológico: “Porque en la esperanza fuimos salvados; pero la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿cómo puede esperarlo? Si esperamos lo que no vemos, debemos esperarlo con paciencia” (Rm 8, 24-25). Así lo recordaba también el Papa Benedicto XVI, cuando abría su encíclica sobre la esperanza con estas palabras: “en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la «redención», la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (Spe Salvi, 1). En este mismo sentido, fe y esperanza van siempre de la mano, teniendo presente la preciosa descripción de la fe recogida por el autor de la carta a los Hebreos: “La fe es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que aún no se ven” (Hb 11, 1). Por eso, entre las abundantes exhortaciones que dirige Pablo a los fieles de Roma, como expresión de la vida nueva que brota de la gratuita y generosa acción redentora de Cristo en los creyentes, los estimula a cultivar un amor sincero y humilde, ser siempre laboriosos y sirviendo al Señor de buen ánimo, viviendo siempre “alegres en la esperanza, pacientes en los sufrimientos, constantes en la oración, …” (Rm 12, 12).
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Otra imagen utilizada tanto por Jesús como por Pablo para ilustrar el significado de la esperanza tiene que ver con el mundo agrícola: el campesino se afana trabajando, labrando y preparando la tierra para sembrar la buena semilla, aguardando pacientemente para poder recoger luego la cosecha (cf. Mt 13, 1-43). Pablo se sirve de esta imagen escribiendo a los Corintios en el contexto de una defensa de su vocación apostólica y de los derechos que tendría por ejercer dicho ministerio: “Porque tanto el que labra la tierra como el que trilla el grano lo hacen con la esperanza de recibir parte de la cosecha. Si sembramos en ustedes bienes espirituales, ¿es mucho que recojamos bienes materiales? Si otros usan ese derecho con ustedes, ¿por qué, y con más razón, no podemos
usarlo nosotros? Pero no hemos usado este derecho, y lo hemos soportado todo para no poner obstáculo alguno al Evangelio de Cristo” (1 Cor 9, 10-12). En este mismo contexto, escribiendo a Tito, el Apóstol lo invita a no dejar de exhortar a los hermanos cuya atención pastoral le ha sido encomendada, a ser misericordiosos y llevar una vida sobria, justa y piadosa, en el tiempo presente, pero “aguardando la feliz esperanza y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, que se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos y hacer de nosotros un pueblo escogido, limpio de todo pecado y dispuesto a hacer siempre el bien” (Tit 2, 13-14). Esta referencia paulina a la esperanza pone el acento en Cristo, como razón de ser y motivo último de nuestra esperanza, a la vez que establece nuevamente el equilibrio entre el compromiso cristiano con el presente histórico y la perspectiva esperanzadora de un futuro de salvación, que trae consigo el Señor Jesús en su regreso glorioso (=parusía). Desde la clave de la consolación que Dios ofrece a los creyentes cuando deben afrontar circunstancias de persecución o tribulación, en el himno de acción de gracias al inicio de la segunda carta a los Corintios, el Apóstol da testimonio de su esperanza no solo en Dios y su poder de salvar y rescatar de la muerte, como él mismo lo pudo experimentar, sino también en la comunidad que comparte su misma suerte y su destino: “Tenemos en ustedes una esperanza firme, -les dice-convencidos de que, como participan en los sufrimientos, participarán también en el consuelo” (2 Cor 1, 7). Y poco más adelante, después de haberles confesado que tuvo que soportar momentos terribles de prueba, hasta el punto de haber visto cercana la muerte, apela nuevamente a la esperanza que tiene en aquel
Dios que lo libró del peligro mortal, y que confía que lo seguirá haciendo, gracias a las oraciones de los Corintios a su favor (cf. 2 Cor 1, 8-11). En la carta a los Efesios, a propósito de la situación que vivían los cristianos de aquella ciudad, antes de su conversión a Cristo, es decir cuando todavía eran paganos, Pablo les recuerda que antes de adherir al Señor, ellos se encontraban “ajenos a las alianzas, sin esperanza de la promesa y sin Dios en el mundo” (Ef 2, 12). “Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo «ni esperanza ni Dios» (Ef 2, 12). Naturalmente, él sabía que habían tenido dioses, que habían tenido una religión, pero sus dioses se habían demostrado inciertos y de sus mitos contradictorios no surgía esperanza alguna. A pesar de los dioses, estaban «sin Dios» y, por consiguiente, se hallaban en un mundo oscuro, ante un futuro sombrío.” (Benedicto XVI, Spe Salvi, 2). Pero al abrazar la fe, su situación ha cambiado radicalmente, hasta el punto de llegar a ser junto con los judíos un único pueblo nuevo, reconciliado con Dios, conciudadanos de los santos y miembros de la única familia de Dios (cf. Ef 2, 13-22). Es decir que su nueva condición de creyentes les hizo partícipes de aquella esperanza de la promesa, que no es más monopolio del pueblo de Israel, sino patrimonio de la humanidad entera, en la medida en que se mantengan unidos a Cristo.
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Actualidad Conclusiones: Después del recorrido que hemos hecho por aquellos textos paulinos que se refieren a la esperanza, podemos extraer algunas conclusiones que nos permitan diseñar un breve perfil de esta virtud eminentemente cristiana: antes que ser una virtud, la verdadera esperanza de los creyentes es Cristo mismo. Y a partir de esta certeza, se puede también comprender que estamos ante una de las virtudes fundamentales de la identidad cristiana, en la medida en que es una de las tres virtudes teologales (llamadas así porque tienen su fuente misma en Dios, pero reclaman también el aporte y compromiso humano). En este sentido, está sostenida por la fe, con la cual, en algunos casos llega casi a identificarse, o al menos a estar en estrechísima relación (cf. Spe Salvi, 2); y recibe su sentido último y razón de ser del amor o caridad. Una esperanza carente de fe y de amor, no sería esperanza cristiana. Esta virtud establece un equilibro entre el presente histórico y el futuro escatológico; es decir que a la vez que nos proyecta a un destino futuro de salvación y vida eterna, también nos anima y sostiene en medio de las circunstancias que debemos afrontar en nuestra realidad actual, acompañando y motivando nuestro compromiso creyente con la justicia, la paz, la fraternidad, y demás valores cristianos que permiten condiciones favorables a la edificación de un mundo nuevo y mejor, según el designio de Dios. La esperanza se manifiesta en perseverancia, firmeza y constancia en medio de las tribulaciones y adversidades que la existencia humana debe soportar en este mundo. En este sentido, la esperanza permite enfrentar el drama del dolor y del sufrimiento, dándoles un sentido trascendente y motivando la alegría en medio de las pruebas. Los textos paulinos y bíblicos, en general, establecen una conexión importante entre la esperanza y la alegría; se trata, pues, de una esperanza gozosa. Aunque sea específicamente cristiana y humana, en la enseñanza de san Pablo la esperanza adquiere dimensiones cósmicas y universales, pues la creación entera participa en esta anhelante espera de la redención definitiva en Cristo. Esta convicción viene de la mano con la certeza de que la esperanza en las promesas de Dios no es monopolio exclusivo de
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un pueblo, por elegido que sea y se considere, sino que es patrimonio de toda la humanidad; pues ya no existe más que un único pueblo nuevo, gracias a la acción liberadora y redentora de Jesucristo.
En definitiva, “Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar. Ciertamente, no «podemos construir» el reino de Dios con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza.” (Benedicto XVI, Spe Salvi, 35).
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ECUADOR, CENTROAMÉRICA Y EL CARIBE • COSTA RICA • San José - Calle 2 Av. 6 y 8, 175 metros sur del Parque Central Tels.: 2565005 / 2222064 / 2562857 - libreriacostarica@sanpablo.cr WhatsApp: (+506) 83850999 Alajuela - Centro Comercial City Mall - Local 2067 - Tel.: 21007030 libreriacitymall@sanpablo.cr - WhatsApp: (+506) 70702616 Servicio al Cliente: 83850999 • ECUADOR • Quito - América - Av. América No. 30-18 y Pascual de Andagoya Tel.: 02-2541650 - libreriaamerica@sanpablo.ec - WhatsApp: 0994658259 Centro Histórico - García Moreno No. 3-56 y Sucre (Pasaje Amador) Tel.: 02-2289529 - libreriaalberione@sanpablo.ec - WhatsApp: 0994659083 Ambato - Juan León Mera 03-45 entre Bolivar y Rocafuerte, frente a la Contraloría General del Estado - Tel.: 03-2422026 libreriaambato@sanpablo.ec - WhatsApp: 0994659275 Cuenca - Presidente Córdova, entre Padre Aguirre y Benigno Malo Tel.: 07-2839746 - libreriacuenca@sanpablo.ec - WhatsApp: 0994659440 Machala - 25 de Junio y Guayas - Local 1201 - Edif. Curia de Machala Tel.: 07-2960430 - libreriamachala@sanpablo.ec - WhatsApp: 0994658548 Guayaquil - Centro - Pedro Carbo 801 entre Clemente Ballen y 10 de Agosto, Edif. Centro Park - Locales 4 y 5 - Tels.: 04-2516420 libreriaaguirre@sanpablo.ec - WhatsApp: 0997263727 Urdesa - Víctor Emilio Estrada 613 entre las Monjas y Ficus Tel.: 04-4548500 - libreriaurdesa@sanpablo.ec - WhatsApp: 0993316533 Portoviejo - Av. Universitaria, entre Ramos y Duarte, dentro de la Curia Arzobispal - Tel.: 05-2636568 - libreriaportoviejo@sanpablo.ec WhatsApp: 0994658879 - Servicio al Cliente: 096 188 3558 • GUATEMALA • Ciudad de Guatemala - Boulevard - 18 Calle 20-71 - Zona 10 Colonia Concepción Boulevard Los Próceres - Tel.: (502) 23372963 - (502) 2367 4031 - libreriaboulevard@sanpablo.com.gt - WhatsApp: (502) 55161612 Ventas Mayoristas: Tel.: (502) 23372963 administracionguatemala@sanpablo.com.gt ventasguatemala@sanpablo.com.gt Catedral - 8 Calle 7-59 - Zona 1 - Tel.: (502) 22205374 libreriacatedral@sanpablo.com.gt - WhatsApp: (502) 5514 7885 Vaticanito - Kilómetro 15 carretera Roosevelt 4-54
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• HONDURAS • Plaza Real - Colonia Lomas de Mayab Boulevard San Juan Bosco Casa 1648 - Tels.: (+504) 22324672 - 22355923 libreriaplazareal@sanpablo.hn - libreriahonduras@sanpablo.hn WhatsApp: (+504) 94518887 Centro - Av. Cervantes - Bajo Palacio Arzobispal 3ra. Calle No. 1113 Tels.: (+504) 22226782 - 22387905 libreriacentro@sanpablo.hn - WhatsApp: (+504) 98941783 Centro Comercial City Mall - Local 201 Tel.: (+504) 2262-3215 - libreriacitymall@sanpablo.hn WhatsApp: (+504) 94518878 San Pedro Sula - Mall Galerías del Valle - Local 124 Primer Nivel (frente al Banco Atlántida) Tel.: (+504) 25440553 - libreriamallgalerias@sanpablo.hn WhatsApp: (+504) 94518874 Servicio al Cliente: 94562561 • EL SALVADOR • Escalón - 1a. Calle Poniente y 59 Av. Norte No. 3103 Colonia Escalón - Tels.: 22605646 / 22605647 libreriaescalon@sanpablo.com.sv - WhatsApp: 63070161 Centro Comercial Galerías - Escalón Local 358 - Tercer Nivel Tel.: 22450869 - libreriadegalerias@sanpablo.com.sv WhatsApp: 77553849 San Miguel - Carretera Panamericana y 30 Av. Sur - Local No. 4 Tel.: 26680306 - libreriasanmiguel@sanpablo.com.sv WhatsApp: 63079360 Librería San Pablo Kids - Centro Comercial Multiplaza Local C32 - Tel.: 25280065 - libreriamultiplaza@sanpablo.com.sv WhatsApp: 76471203 - Servicio al Cliente: 78565672 • NICARAGUA • Managua - Sede Central - Rotonda Rubén Darío 1C.Sur 2 1/2 C Oeste (antiguo Edificio Hispamer) Tels.: (505) 2278 2103 / 2270 2412 librerianicaragua@sanpablo.com.ni - Administración WhatsApp:
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• PANAMÁ • El Dorado - Boulevard El Dorado, Av. 17B Norte Edificio Park View 1 Apartado 0819-02969 - Tels.: 2603738 / 2605861 / 2604309 libreriapanama@sanpablo.com.pa WhatsApp: (+507) 66164554 - 63226705 Centro Comercial Westland Mall - Local PB-B6 - Vista Alegre, Arraiján Tels.: 2515306 / 2515307 - libreriawestlandmall@sanpablo.com.pa WhatsApp: (+507) 63226691 Calle 50 (San Francisco) - Calle 67, San Francisco Casa No. 8 Tel.: 2264794 - libreriacalle50@sanpablo.com.pa WhatsApp: (+507) 63244694 David - Calle 3ra - Edificio Hotel Castilla - Local 2 - Tel.: 7754655 libreriachiriqui@sanpablo.com.pa - WhatsApp: (+507) 63227984 Santiago de Veraguas - Centro comercial Santiago Mall Local F-110 - Carretera Panamericana - Tel.: 9994570 libreriasantiagomall@sanpablo.com.pa - WhatsApp: (+507) 62537990 Servicio al Cliente: 6317-2594 • PUERTO RICO • San Juan - 1606 Calle Bori - Urb. Caribe - Código Postal: 00927 Marginal Carretera # 1 - Tels.: 787 946-1868 / 787 781-3351 libreríapuertorico@sanpablo.com.pr - WhatsApp: 787-908-7511 Servicio al Cliente: 7879087511 • REPÚBLICA DOMINICANA • Santo Domingo - Av. Abraham Lincoln, esq. José Contreras, antigua Librería Mateca - Zona universitaria - Tels.: (809) 5631148 / (809) 6833587 libreriasantodomingo@sanpablo.do - WhatsApp: 809 - 4815960 Servicio al Cliente: 8094815960
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