RECOMENDADO LA VJSIT. NO ES
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SAN PABLO
Editorial
Visita del Papa Francisco a Colombia rancisco es el tercer Papa que visita a Colombia, después de Pablo VI (1968), el Papa que llevó adelante todos los trabajos del concilio Vaticano II, y de Juan Pablo II (1986), quien dio prioridad a sus visitas apostólicas en muchos países del mundo.
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En cada una de estas visitas los Papas han encontrado un país diferente, pero casi con un denominador común: la violencia. Juan Pablo II, cuya visita está más fresca en la memoria de algunos de nosotros, pedía en sus discursos el cese de la violencia e invitaba a los guerrilleros a deponer las armas; Francisco seguramente invitará a los colombianos a emprender caminos de reconciliación y misericordia para que la débil paz que se vislumbra en el horizonte, se consolide. Por supuesto que las visitas de los Papas tienen siempre carácter evangelizador, pero es innegable que también tienen matices políticos. La Conferencia Episcopal, según sus voceros, desea que la visita del papa Francisco sea una ocasión para relanzar la evangelización y seguir presentando a Cristo como Salvador, Camino, Verdad y Vida para las gentes. Por eso queremos presentar en las páginas de esta revista el camino de preparación cuyo tema principal es retomar aquellos valores auténticamente cristianos que se han ido perdiendo por parte de creyentes y no creyentes con el paso del tiempo y las llegadas de nuevas ideologías. Un arraigo en los valores permitirá que, en medio del caos moral que vive la sociedad actualmente, quienes acojan estos principios representen el equilibrio en medio de una población que necesita reaccionar frente a los problemas que ponen en riesgo el futuro del país, sobre todo la violencia, la corrupción, la pérdida del valor de la vida humana.
De otra parte, es verdad que el Papa no vendrá a favorecer una posición distinta que no sea la paz, la reconciliación, la misericordia y la necesidad de “luchar sin descanso contra toda forma de injusticia, de inequidad, de corrupción y de exclusión, males que, según la carta enviada por el secretario de estado del Vaticano, monseñor Pietro Parolin, “destruyen la vida misma de la sociedad”. Igualmente la Iglesia que está presente en Colombia, en sus varios componentes, seguramente recibirá la invitación del papa Francisco a “salir a las periferias existenciales para llevar el mensaje de Cristo”, de solidarizarse con los más necesitados, de hacerse más cercano al pueblo de Dios y de comprometerse en el camino de reconciliación que intenta vivir este país y aún no convence a algunos miembros de la Iglesia de Cristo. Los tiempos han cambiado y cada día suceden nuevas cosas. Los medios de comunicación y la facilidad con la que muchos hoy acceden a ellos, como en el caso de las redes sociales, han querido tener su protagonismo a favor o en contra de la visita del Papa. Incluso algunos medios que se hacen “llamar católicos” descalifican la sucesión apostólica de Francisco, apoyados por algunos sacerdotes que le dan más importancia a las “supuestas visiones” de algunas personas que al mismo Magisterio de la Iglesia. Por eso, es deseable que sean los miembros de la Iglesia, sacerdotes y laicos, quienes primero acojan en su corazón las recomendaciones del papa Francisco. Sólo esperamos que la cercanía típica de los latinoamericanos y la frescura que ha dado el papa Francisco a la Iglesia nos sorprenda con gestos que nos ayuden a seguir con renovado entusiasmo el mensaje de Cristo y a apoyar las causas nobles de nuestra nación. El Director Revista trimestral de la Sociedad de San Pablo —PAULINOS— Colombia, Ecuador, Panamá, Centroamérica y el Caribe al servicio de la Iglesia.
Carrera 46 Nº 22A–90 – A.A.: 080152 / Tel.: 3 68 20 99 – FAX: 2 44 43 83 / BOGOTÁ, D.C. — COLOMBIA
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Con aprobación eclesiástica. Las opiniones expuestas en los artículos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores.
La Voz del Papa Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz
“E
l que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado" (Mc 9, 37; cf. Mt 18, 5; Lc 9, 48; Jn 13, 20). Con estas palabras, los evangelistas recuerdan a la comunidad cristiana una enseñanza de Jesús que apasiona y, a la vez, compromete. Estas palabras en la dinámica de la acogida trazan el camino seguro que conduce a Dios, partiendo de los más pequeños y pasando por el Salvador. Precisamente la acogida es condición necesaria para que este itinerario se concrete: Dios se ha hecho uno de nosotros, en Jesús se ha hecho niño y la apertura a Dios en la fe, que alimenta la esperanza, se manifiesta en la cercanía afectuosa hacia los más pequeños y débiles. La caridad, la fe y la esperanza están involucradas en las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales, que hemos redescubierto durante el reciente Jubileo extraordinario. Pero los evangelistas se fijan también en la responsabilidad del que actúa en contra de la misericordia: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar” (Mt 18,6; cf. Mc 9,42; Lc 17, 2). ¿Cómo no pensar en esta severa advertencia cuando se considera la explotación ejercida por gente sin escrúpulos, ocasionando daño a tantos niños y niñas, que son iniciados en la prostitución o atrapados en la red de la pornografía, esclavizados por el trabajo de menores o
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reclutados como soldados, involucrados en el tráfico de drogas y en otras formas de delincuencia, obligados a huir de conflictos y persecuciones, con el riesgo de acabar solos y abandonados? Por eso, con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebra cada año, deseo llamar la atención sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos por tres motivos: porque son menores, extranjeros e indefensos; por diversas razones, son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia. Hoy, la emigración no es un fenómeno limitado a algunas zonas del planeta, sino que afecta a todos los continentes y está adquiriendo cada vez más la dimensión de una dramática cuestión mundial. No se trata sólo de personas en busca de un trabajo digno o de condiciones de vida mejor, sino también de hombres y mujeres, ancianos y niños que se ven obligados a abandonar sus casas con la esperanza de salvarse y encontrar en otros lugares paz y seguridad. Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera
MENSAJES DE LOS LECTORES
Muchas bendiciones para los integrantes de la Sociedad de San Pablo, para los autores de los artículos y para los organizadores de la Revista. El documento (Revista) siempre es un gran aporte para la vivencia del Evangelio tanto personal como eclesial (pastoral). Los artículos de cada una de las ediciones son muy valiosos y prácticos para la vida cristiana, especialmente para los laicos. Agradecimientos. Saludos. Fraternalmente, Gonzalo Cobo Solarte (Palmira, Valle del Cauca/Colombia).
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desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia.
167 junio
septiembre
2017
La edad infantil, por su particular fragilidad, tiene unas exigencias únicas e irrenunciables. En primer lugar, el derecho a un ambiente familiar sano y seguro donde se pueda crecer bajo la guía y el ejemplo de un padre y una madre; además, el derecho-deber de recibir una educación adecuada, sobre todo en la familia y también en la escuela, donde los niños puedan crecer como personas y protagonistas de su propio futuro y del respectivo país. De hecho, en muchas partes del mundo, leer, escribir y hacer cálculos elementales sigue siendo privilegio de unos pocos. Todos los niños tienen derecho a jugar y a realizar actividades recreativas, tienen derecho en definitiva a ser niños.
DIRECTOR: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp
Sin embargo, los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz.
AUTORES: Editorial: El Director; Infografía: Jorge Forero, ssp; Actualidad: Comisión Teológica Pastoral y Comité Ejecutivo para la visita del Papa Francisco en Colombia Recomendado: P. Juan Álvaro Zapata Torres.
…Encomiendo a todos los niños emigrantes, a sus familias, sus comunidades y a vosotros, que estáis cerca de ellos, a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para que vele sobre cada uno y os acompañe en el camino; y junto a mi oración os imparto la Bendición Apostólica. Papa Francisco, Mensaje para la Jornada mundial del Migrante y del refugiado 2017.
PUBLICIDAD: Jennifer Gregory / e–mail: publicidad@sanpablo.com.co
contenido EDITORIAL
Visita del Papa Francisco a Colombia
INFOGRAFÍA
Papa Francisco en Colombia Demos el Primer Paso
MURAL DE LA PAZ
Frases de paz para Colombia
EDITOR: Jr. Jorge Forero, ssp CONSEJO DE REDACCIÓN: Jr. Jorge Forero; Jr. Abimelec Pulido; Constanza Moya; Segundo Pacabaque.
DISEÑO & DIAGRAMACIÓN: Luis Gabriel Niño Devia / e–mail: ninoluis@sanpablo.com.co SUSCRIPCIONES: periodicos@sanpablo.com.co IMPRESIÓN: Taller San Pablo, Calle 170 Nº 8G–31, Bogotá, D.C. - Colombia
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ACTUALIDAD
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RECOMENDADO
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Compendio "Demos el Primer Paso"
La Visita no es Política
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Infografía
Por: Jorge Forero, ssp george.foreromaldonado
Papa Francisco en Colombia Cartagena
Medellín "El Papa viene a cuatro ciudades, pero espiritualmente a todo el país con un mensaje de unidad, reconciliación y encuentro entre los colombianos" Mons. Fabio Suescún Mutis
1. Bogotá (7 de septiembre) Tema: " La vida, la paz y María Madre de la vida"
Catedral Primada de Bogotá
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Vida pastoral no 167 - julio / septiembre - 2017
Bogotá Villavicencio
2. Villavicencio (8 de septiembre) Tema: " La reconciliación"
Plaza de Villavicencio
3. Medellín (9 de septiembre)
Tema: "La vocación de nuestra vida cristiana" Discípulos y misioneros.
Palacio cultural y Museo de Antioquia
4. Cartagena (10 de septiembre) Tema: "Derechos humanos y la dignidad en el mundo del trabajo"
Catedral San Pedro Claver
Oración por la visita del Papa Francisco a Colombia Padre de misericordia, tú has sembrado en nosotros la semilla de la fe, para que seamos hijos tuyos y discípulos misioneros de Jesucristo. Haz que nuestra vida sea testimonio visible de tu Reino y demos a conocer a todos tu Palabra. Te damos gracias por el papa Francisco, y te suplicamos que su visita a Colombia sea un tiempo de bendición, que nos confirme en la fe y nos ayude a dar el primer paso, para comenzar con Cristo algo nuevo en bien de todos los colombianos. Suscita en nuestros corazones esperanza, perdón, amor y paz, para que con la ayuda de tu Espíritu hagamos posible el reencuentro entre los colombianos por medio de la reconciliación. Te suplicamos, Padre de bondad, que, por intercesión de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, esta visita del Santo Padre, nos abra la mente y el corazón al Evangelio de Cristo nuestro Señor. Amén.
Fuente: EL CATOLICISMO - "Palabras de Mons. Fabio Suescún Mutis, Obispo encargado de preparar la visita del Papa Francisco a Colombia". Arte y diseño: Luis Gabriel Niño Devia.
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Mural de la paz
Frases de paz para
Colombia Papa Francisco
«Hay que derribar los muros de la desconfianza y del odio promoviendo una cultura de reconciliación y la solidaridad»
«Es el diálogo el que hace la paz. No se puede tener paz sin diálogo»
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«No más guerra. Es hora de detenerse. Deténganse, por favor,
se lo pido con el corazón, deténganse»
«Quien habla de paz y no la hace está en una contradicción. Y quien habla de paz y favorece la guerra con la venta de armas es un hipócrita»
Mons. Rúben Salazar Gómez
"Para alcanzar la paz que el Señor nos dio en su muerte y resurrección necesitamos mirar al futuro con esperanza y confianza: vencer el miedo".
“Es con el corazón que se aprende a vivir a amar y a relacionarse con los demás, por ello la educación necesita ser sensible a la vida”. Mons. Luis Augusto Castro Quiroga
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Actualidad La Conferencia Episcopal de Colombia, Paulinas y Editorial San Pablo presentan a nuestros lectores de revista Vida Pastoral un buen compendio con la guía de formación para prepararnos a la visita del Papa Francisco.
El papa Francisco, como Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia, visita a Colombia para animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lc 22, 32), guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Sal 23), y ayudarnos en las necesidades y dificultades que tiene nuestro país, por medio de su magisterio y discernimiento. Por tanto, el Santo Padre viene a darnos una palabra en el Espíritu, que sin duda será aliento de vida para afrontar, con fe, esperanza y caridad, los muchos desafíos que tenemos. Por esta razón, consideramos que esta visita apostólica será un momento de bendición, alegría y esperanza para todo el país.
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• En consecuencia, esta visita del papa Francisco a Colombia, en el mes de septiembre, no será entendida y vivida como un evento sino como una oportunidad, para todos los colombianos, de reflexionar sobre nuestra realidad y comprometernos a dar el Primer Paso, para que, con Cristo, podamos hacer realidad la transformación que todos anhelamos para el bien común.
• Con este propósito en mente, nos estamos preparando de diversas maneras para que, después del paso del Santo Padre por nuestra nación, podamos cosechar frutos y seguir cultivando otros a largo plazo. En este sentido, una de las preparaciones que consideramos fundamentales en este proceso es la disposición personal, tanto de mente como de corazón.
Encuentro 1
Demos el primer paso Meta: Conocer los criterios pastorales y los objetivos que se esperan de la visita apostólica del papa Francisco a Colombia.
Signo: Afiche de la visita del Papa a Colombia.
1. Dialoguemos Compartamos sobre la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país, planteándonos las siguientes preguntas: • ¿Qué significa para nosotros la visita del Papa a Colombia? • ¿Qué esperamos que nos traiga para el país, a través de su testimonio y palabras? • ¿Qué entendemos por dar el primer paso? • ¿Qué significa que el Papa esté caminando en la imagen del afiche de la visita? julio / septiembre - 2017 - Vida pastoral no 167
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Actualidad
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Isaías 43, 16-19 Así dice Yahvé, que trazó camino en el mar, y vereda en aguas impetuosas. El que hizo salir carros y caballos a una con poderoso ejército; a una se echaron para no levantarse, se apagaron, como mecha se extinguieron. ¿No se acuerdan de lo pasado, ni caen en la cuenta de lo antiguo? Pues bien, Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa. Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿De qué hechos el pueblo de Israel no se acuerda? • ¿Qué significa ese algo nuevo que está por comenzar? • ¿Quién renueva y lo transforma todo?
3. Profundicemos a. Una historia con dos caras Los colombianos somos personas trabajadoras, emprendedoras y acogedoras. Esta verdad la constatamos permanentemente de muchas formas: en la dedicación que cientos de hombres y mujeres colocan en sus responsabilidades y trabajos, en la creatividad para salir adelante con sus familias, y en la capacidad de afrontar los retos de la vida y responder a ellos de forma honesta, así como en la alegría que manifestamos en diversas circunstancias y acontecimientos nacionales, revelando la esperanza y nobleza de nuestro corazón. Estas y muchas más características nos hacen ser un país colmado de personas buenas, responsables, comprometidas con los otros, justas y honestas. Por desgracia, durante décadas hemos tenido que sufrir hechos de violencia que nos han producido fracturas profundas, miserias, injusticias y mayores
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retos para todos los colombianos. Estos hechos son la causa de que, en muchos ambientes, hayamos perdido la confianza en nosotros mismos, en los demás y en nuestro país. No nos miramos con ojos de misericordia sino, por el contrario, insistimos en nuestros fracasos y recordamos los proyectos de reformas institucionales que se han malogrado. Este proceso de fractura y de violencia ha surgido debido a diversos factores presentes a lo largo de nuestra historia, que se han convertido en raíces que estamos llamados a erradicar :
1. Alejamiento de Dios, que está a la base de la
pérdida del sentido de la vida y de la conciencia frente al mal. Cuando se construye una sociedad a espaldas de Dios, todo se vuelve contra el mismo hombre.
2. Crisis de humanidad, pues el olvido de Dios con-
duce inevitablemente al desconocimiento de la dignidad del ser humano y sus derechos.
3. Desintegración de la familia, con sus efectos
de violencia, abandono, soledad, resentimiento, atropello a los más indefensos. Esta descomposición de los hogares, sin duda, ha generado buena parte de la problemática violenta que hemos vivido en las últimas décadas.
4. Pérdida de valores y el relativismo ético, que
destruyen el tejido social y terminan por oscurecer la conciencia de las personas.
5. Vacíos en el sistema educativo, que se manifiestan en permanentes ensayos y copias de modelos pedagógicos de otros lugares, olvidando nuestra identidad. Así mismo, en no pocos casos, la tarea educativa de nuestro país se ha convertido en el cultivo de lo racional, sin pensar en una verdadera e integral formación de las personas.
6. Ausencia del Estado o debilidad institucional,
que se expresa en el olvido del campo, en la poca infraestructura en algunas regiones, la falta de acceso a servicios básicos fundamentales, tales como agua, salud, tierra y vivienda; escaso control de la minería legal e ilegal; e insuficientes mecanismos de protección del medio ambiente. De igual forma, se percibe esta ausencia en la deficiente administración de la justicia, en todos los ámbitos y ambientes.
Actualidad 7. Inequidad social, que en Colombia sigue siendo uno de los factores que genera mayor violencia, la cual crece de día en día, aumentando la enorme brecha entre ricos y pobres, no solo en relación con las personas sino también con las regiones. 8. Corrupción, que es una de las más fuertes amenazas a la construcción de la paz; es un mal que permea la sociedad en sus estructuras fundamentales. No menos peligrosa es la corrupción de las ideas, de los principios y de los valores. De la corrupción se derivan violencias que tienen que ver con el narcotráfico y el microtráfico, la minería ilegal, la extorsión y la trata de personas. Por culpa de esta raíz de violencia, muchos programas destinados a los más pobres han terminado desviados hacia fines particulares.
b. Criterios pastorales de la visita A causa de estas raíces, los colombianos aprendimos a convivir con la violencia. Durante mucho tiempo la aceptamos y la justificamos. El dolor se hizo parte de nuestra historia y permitimos que permeara el corazón de millones de ciudadanos. Así mismo, generó que nos separáramos como nación, que nos sentáramos en diferentes orillas y nos olvidáramos del dialogo y de la escucha al prójimo. Fue por eso que terminamos vistiéndonos con diversos colores, rótulos y marcas sociales, que nos hicieron enemigos y sembraron en lo más profundo de nuestro ser el sentimiento de la desesperanza, alimentado por las huellas del dolor y el odio. Todos estos sentimientos, que nos han llevado a irrespetarnos y a violentar la dignidad humana, el valor de la vida y la confianza mutua, nos han hecho un gran daño. Estas raíces de la violencia nos robaron la posibilidad de soñar con un país diferente, un país en paz. Por esta razón, consideramos que la visita del Santo Padre será un momento de bendición, alegría y esperanza para todo el país. Su visita debe ser vista como la de un “padre que consuela e ilumina”, que con su voz profética bendice a su pueblo y lo invita a gestos concretos de reconciliación, perdón y misericordia; un
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Pastor que nos exhorta a ser artesanos de la paz que Jesús nos regala, para construir juntos la nueva patria que todos soñamos y que queremos dejar a las futuras generaciones. Para lograr esta transformación es necesario que acrecentemos el compromiso de ser una “Iglesia en salida” , que privilegia el trabajo con los “descartados de la sociedad” y todos aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales” . De la misma forma, debemos favorecer y propiciar la “cultura del encuentro”, como lo hizo Jesús: no solo viendo sino mirando, no solo oyendo sino escuchando, no solo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, para que, en un futuro próximo, los enemigos se vuelvan a dar la mano y los que no cuentan para la sociedad sean acogidos como hermanos . En consecuencia, es importante insistir en que la visita del Santo Padre no se contextualizará como un “acontecimiento político”, sino como un hecho pastoral y evangelizador. Por ende, los obispos católicos de Colombia tienen el firme propósito de no permitir ninguna forma de manipulación, que desee utilizar la visita papal para fines propagandísticos o como plataforma política e ideológica de algún movimiento social; tampoco para que se convierta en excusa para privilegiar algún sector de la sociedad o hacer visibles propuestas sociales de algún grupo en particular. Así mismo, se insistirá en que todos los colombianos deben sentirse invitados a recibir al Santo Padre y a escuchar su voz.
c. Demos el primer paso La visita del papa Francisco es “un punto de partida para comenzar algo nuevo”, sin dejar de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que cree en Cristo Jesús. Por eso, esta preparación y el trabajo posterior a la visita están inspirados en el texto de Isaías 43, 18-19, resaltando el versículo 19: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa”.
Para alcanzar este algo nuevo es necesario que cada uno se comprometa, con su propia existencia, a construir con palabras y acciones concretas una nueva realidad. Es por eso que el lema de esta visita es: Demos el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en bien de todos. Dar el primer paso significa que cada uno de nosotros está invitado a reconocer y entender el sufrimiento de otros; a perdonar a quienes nos han herido; a sanar nuestros corazones; a volvernos a encontrar como colombianos; a descubrir el país que se esconde detrás de las montañas; a construir la nación que siempre hemos soñado. En definitiva, a “primerear” , como dice el papa Francisco, es decir, tomar la delantera y dar ejemplo. Por otra parte, la figura del Papa caminante, en el afiche que promueve esta visita a Colombia, tiene la intención de ser un signo para animarnos a dar ese primer paso, con él, hacia esos anhelos que tenemos para nuestro país. El Papa viene a nuestro encuentro y quiere, con su testimonio y enseñanzas provenientes del Evangelio, ayudarnos a emprender este camino de la reconciliación, del perdón, de la justicia y de la paz. Creemos firmemente que nuestra nación, colmada de riquezas humanas y naturales, merece vislumbrar en el horizonte un nuevo amanecer para que, superando las raíces de la violencia y todo aquello que nos ha fracturado, podamos caminar como hermanos hacia una felicidad auténtica e integral, que se fundamente en los derechos humanos y en el progreso de todos los pueblos, de forma justa, equitativa y solidaria.
4. Para nuestra vida Próximos a la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Ofrecer una oración diaria por la visita del Papa a Colombia y aprendernos la oración oficial. • Disponernos para participar en los encuentros y celebraciones preparatorias a la visita del Papa. • Invitar a familiares, amigos y vecinos a participar en estos encuentros y celebraciones. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
Actualidad
Encuentro 2
Y tú Pedro: confirma en la fe a tus hermanos 2. Escuchemos la Palabra de Dios Meta: Conocer la misión que desempeña el Papa, como testigo de Cristo y sembrador de la fe, en la Iglesia y en el mundo, y comprender su fundamento.
Signo: Imagen del papa Francisco.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca del Santo Padre, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Qué es lo que más le llama la atención del papa Francisco? • ¿Por qué es importante la visita del Papa a Colombia? • ¿Qué significa, para mi vida de cristiano, el mensaje del Evangelio que viene a recordarnos el Papa?
Mateo 16, 13-20 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”. Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.”. Les dice él: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del abismo no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Entonces mandó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo. Palabra del Señor
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Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Qué respuesta dieron los discípulos a la pregunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. • ¿Qué respondieron los discípulos a la pregunta que Jesús les hizo: “Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. • ¿Qué significa el signo de la entrega de las llaves del Reino de los Cielos a Pedro?
3. Profundicemos a. Los tres mandatos de Jesús a Pedro El papa Benedicto XVI, nos recordó que Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia y desde la cual crece la fe y el amor a ella. No obstante, el Señor ha querido delegar unas tareas específicas al Apóstol, en bien de esa edificación: “Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del Reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro” . • Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia. Esta simbología surge a partir del cristianismo primitivo, en el cual era muy difundida la idea de Iglesia como edificio o templo; por tanto, la imagen de roca transmite estabilidad, firmeza, perennidad (perdurabilidad – eternidad), a pesar de las posibles luchas a las que pueda verse avocada. Sin embargo, cabe recordar que la piedra angular sobre la que se funda la Iglesia es Cristo, como nos lo dice Mateo 21, 42: “La piedra que rechazaron los constructores, esta ha llegado a ser piedra angular”. Jesús mismo, en la parábola de los viñadores homicidas, hace una síntesis de la historia de la salvación para mostrar que, en muchas ocasiones y de diferentes maneras, el hombre había rechazado la voluntad de Dios y su proyecto. No obstante, manifiesta que Él y su Reino se mantendrán firmes hasta la eternidad, porque Él es el fundamento y el culmen de todo lo creado.
El mismo apóstol Pedro reconocerá de la misma manera en Hechos 4, 11: “Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos”. Para Pedro no hay duda de que Cristo es la piedra preciosa elegida por Dios para fundar sobre Él todo su pueblo santo. De la misma forma, hace notar que, al participar de la comunión con Cristo, cada creyente se constituye en una piedra viva que ha de insertarse en la construcción de un edificio espiritual, el cual tiene como piedra angular a Jesucristo (cf. 1P 2, 4). En consecuencia, el pueblo de Dios, la Iglesia, será siempre Iglesia de Cristo, Iglesia que pertenece a Él. No se convierte en la Iglesia de Pedro sino que, como Iglesia de Cristo, está construida sobre Pedro, que es “Cefas”, en el nombre y por virtud de Cristo. • Tendrá las llaves del Reino de los cielos. La llave significa autoridad para incluir o excluir, para abrir y cerrar (Lucas 11, 52). Esta afirmación tiene un trasfondo teológico interesante, sobre todo por aquello de abrir el Reino a los hombres. Otro ejemplo de ese abrir el cielo está en Hechos 2 y en Hechos 8, 714, después de la predicación de Felipe; también en Hechos 10, al predicar a los gentiles. julio / septiembre - 2017 - Vida pastoral no 167
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Actualidad Esta metáfora de las llaves nos lleva nuevamente a la centralidad en Cristo, porque es Él quien posee estas llaves del Reino de los cielos: “Esto dice el santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar, si él cierra, nadie puede abrir (Apocalipsis 3, 7). Jesús entrega estas llaves a Pedro para convertirlo en portero– administrador. La misión de Pedro consiste en abrir a los hombres, en nombre de Cristo, el Reino de los Cielos, concretamente a través de su interpretación autorizada de la fe cristológica, que ha proclamado y es fruto de la especial revelación del Padre. Así, las llaves del cielo son las enseñanzas de Jesús que Pedro toma, proclama y expone a la Iglesia. En consecuencia, el Papa viene como Vicario de Cristo a abrir el Reino de los cielos a todos los colombianos y, por esta razón, es necesario que nos prepararemos espiritualmente, para acoger su mensaje con corazón dócil y hacer posible que un día esas puertas del Reino nos sean abiertas.
• Podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no la de Pedro. En esta imagen se condensan roca y portero, esto es, fiador firme y garante de las enseñanzas de Jesús para que ellas abran las puertas del cielo a la humanidad. Su misión es hacer valer, sin negociaciones, las enseñanzas de Jesús y buscar todos los caminos posibles para lograr que la voluntad de Dios sea conocida y vivida fielmente en la existencia de los creyentes.
b. Misión del Papa en la Iglesia y el mundo En Lucas 22, 32, Jesús anunció a Pedro la negación en la que caería, le manifestó su oración por él y le reafirmó en su misión: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos”, es decir, el Apóstol ha de
suscitar un servicio en favor de la unidad de la Iglesia, en la fe y en la comunión. De ahí que su preocupación fue visitar las diversas comunidades nacientes y sostenerlas en su respuesta al Señor, desde los inicios de su ministerio apostólico. En las alegrías de la Pascua, Jesús se aparece a orillas del lago de Tiberíades e invita a Pedro por tres veces a declarar su amor para con Él: “Simón de Juan, ¿me amas más que estos?”, y a las respuestas de Pedro, Jesús le confió el cuidado de su rebaño: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas, apacienta mis ovejas” (cf. Juan 21, 15-17). Para comprender en qué consiste esta misión de confirmar o cuidar del rebaño, recordemos las palabras del papa Francisco : Tres ideas sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo “confirmar”. ¿Qué está llamado a confirmar el Obispo de Roma? • Ante todo, confirmar en la fe. El Evangelio habla de la confesión de Pedro… (Mateo 16, 16). Y, a raíz de esta confesión… El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús, el Hijo de Dios vivo, en virtud de una gracia donada de lo alto… La fe en Cristo es la luz de nuestra vida de cristianos y de ministros de la Iglesia. • Confirmar en el amor. El Obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar en este amor a Jesús y a todos sin distinción, límites o barreras. Confirmar el amor que la humanidad vive; a pesar del pecado, es posible decirle a Jesús: “Tú sabes que te amo Señor”. • Confirmar en la unidad. El Sucesor de Pedro es “principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión” (LG, 18). La variedad en la Iglesia, que es una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad. El Papa debe promoverla para que todos estén unidos en las diferencias: no hay otra vía católica para unirnos. Este es el espíritu católico, el espíritu cristiano: unirse en las diferencias. Este es el camino de Jesús. Esta divina misión, confiada por Cristo al apóstol Pedro, ha de perpetuarse hasta el fin del mundo (cf. Mateo 28, 20). Por eso, los apóstoles cuidaron de establecer sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada, para que continuaran y consolidaran la obra comenzada por ellos (cf. Hechos 20, 28) . En
consecuencia, el Papa es el sucesor de san Pedro y el obispo de Roma, a quien le compete ser principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados como de los fieles en todo el mundo. A él le corresponde confirmar en la fe a todos sus hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos, y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el mundo . De la misma forma, ha de acompañar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Después de varios años de haberse iniciado la era cristiana, a inicios del s. III, surgió en Occidente la designación de Papa, en signo de respeto y afecto a los obispos . Posteriormente, en referencia al obispo de Roma, apareció en una inscripción del diácono Severo a san Calixto: Jussu Papae sui Marcellini, que significa: por orden del Papa Marcelino. De esta manera, a finales del s. IV, el título quedó reservado al obispo de Roma con la expresión Papa Urbis Romae (Papa de la ciudad de Roma). El papa Francisco, el “Pedro” número 266, llega a Colombia para confirmar en la fe a sus hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos, en el seguimiento de Jesucristo y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el mundo . De igual forma, viene a acompañar y a sembrar la fe en todos los hombres y mujeres de buena voluntad; a ser principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados como de los fieles en todo el mundo.
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Oremos en familia por el papa Francisco y dispongámonos para poderlo acompañar, como Vicario de Cristo en la tierra, en los lugares que él va a visitar. • Hablemos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo sobre la importancia y el papel que desempeña el Papa en la Iglesia y en el mundo. • Realicemos una obra de misericordia con alguna persona cercana, como el papa Francisco nos enseña.
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Actualidad
Encuentro 3
Avivemos la fe que el Señor ha sembrado Meta: Redescubrir la alegría del kerigma anunciado por la Iglesia para que, aceptando el amor de Dios, avivemos la fe que hemos recibido desde el bautismo.
Signo: Imagen de Jesús siendo bautizado.
1. Dialoguemos Compartamos la experiencia que tenemos del anuncio gozoso de nuestra salvación, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿De qué manera experimentamos el amor de Dios? • ¿Qué significa para nosotros los cristianos creer en Dios? • ¿Qué buenas noticias hemos recibido en la vida?
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Vida pastoral no 167 - julio / septiembre - 2017
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Juan 3, 16-18 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Para qué envió Dios a su Hijo al mundo? • ¿Qué significa creer en Jesús? • ¿Cuál es nuestra misión para ser salvos?
3. Profundicemos a. Reavivar el don de la fe Gracias a la fe tenemos la certeza de que las promesas de Dios se cumplen y se concretan, por medio de la salvación (cf. Hebreos 11, 1). La fe que salva es la que nos lleva a vivir y actuar conforme a lo que creemos (cf. Hechos 16, 30-31). Por ello, aquel que empieza a creer (fe inicial) percibe la necesidad de cambiar de vida para configurarse cada vez más y mejor con Cristo, en quien ha puesto su confianza (cf. 2Timoteo 1, 12). De esta manera, se hace posible agradar a Dios y llegar a participar de la condición de sus hijos. Nadie es justificado sin ella y nadie, a no ser que “haya perseverado en ella hasta el fin” (Mateo 10, 22; 24, 13), obtendrá la vida eterna . Por el contrario, este don de la fe lo rechazamos cuando faltamos al amor a Dios, a los hermanos y a la creación misma, y esto nos lleva a la condición de pecado, obstáculo que no nos permite gozar de la gracia divina. Por fortuna, la acción misericordiosa de aquel que no nos abandona puede liberarnos de las cadenas de nuestros malos actos y darnos la posibilidad de volver a gozar de la alegría de creer. Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino, cuando afirma: “No vine a llamar a justos sino a pecadores” (Marcos 2, 17; cf. 1Timoteo 1, 15); invita a la conversión, sin la cual no se puede hacer parte de su mesa, y les muestra con palabras y con hechos la misericordia del Padre hacia los pecadores. La conversión de uno solo produce una inmensa alegría en el cielo (cf. Lucas 15, 7).
En la proximidad de la llegada del Vicario de Cristo, que nos viene a confirmar en la fe, estamos invitados a hacer actuales las palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “Por eso te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2Timoteo 1, 6). Esta visita nos invita a reavivar el don de la fe, lo cual implica una respuesta a Dios por medio de la conversión, que nos lleva necesariamente a acoger la Buena Noticia y adherirnos a Jesucristo como única fuente de verdad, amor y salvación. Pero, además, nos lleva a manifestar esta Buena Nueva en la Iglesia, como madre de todos los creyentes, porque “la fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe” (CEC 181). Si así lo hacemos, estaremos colocando nuestro grano de arena para que Colombia comience una transformación desde sus bases, que permita que la persona humana sea respetada en su dignidad y en sus derechos; que posibilite la siembra de los valores del Evangelio, que traen consigo plenitud y verdadera felicidad a todos sin distinción. En consecuencia, avivar la fe, creer significa buscar a Dios, caminar con Él, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo; es aceptar, libre y amorosamente, sus designios y luchar de forma permanente contra todo aquello que nos aleja de su proyecto salvífico. Además, significa dar testimonio, con palabras y obras, de lo que creemos a todas las personas que nos rodean.
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Comuniquemos a la familia, amigos y compañeros de trabajo el gozo de tener a Cristo en nuestras vidas (compartir experiencias). • Acompañemos, con nuestras palabras y acciones, a aquellas personas que más necesitan de la misericordia de Dios. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
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GUÍAS
HOMILÉTICAS EQUIPO
PAULINO
2 de julio 2017 XIII DOMINGO ORDINARIO
Del Evangelio según san Mateo "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí. El que antepone a todo su propia vida, la perderá, y el que sacrifique su vida por mi causa, la hallará" (Mt 10, 37-42).
2R 4, 8-11.14-16a / Sal 88 / Rm 6, 3-4.8-11 / Mt 10, 37-42
Palabra del Señor
LA GRACIA DE DIOS POR MEDIO DE LOS HOMBRES DE DIOS
“E
l Pueblo de Dios es un pueblo discípulo porque recibe la fe, y misionero porque transmite la fe. Esto lo hace el bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y todos somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado” (Papa Francisco).
“Éste es un hombre de Dios” El profeta Eliseo, continuando con la misión recibida del profeta Elías, realiza su misión en Sunem, donde una familia lo acoge y le hace un digno hospedaje, porque lo reconoce como “un hombre de Dios”. Eliseo intercede a Dios para que sus hospedadores tengan un hijo, en quien, más adelante, se obrará el milagro de la resurrección. El “hombre de Dios” obra según la voluntad de Dios a favor de quienes confían y esperan en el Señor. Precisamente la dignidad y condición de todo creyente es invalorable, porque es el mismo Señor que le asegura su amor y su lealtad para siempre.
Cristo nos da una nueva vida Por el bautismo, Cristo nos renueva, concediéndonos una vida nueva en virtud de su entrega y su muerte, para que nos conceda la dignidad de hijos de Dios en Él y como Él. Porque “en Cristo estamos muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús”; una vida nueva por la gracia que Cristo muerto y resucitado concede y obra en cada creyente y en la comunidad. Ésta es la realidad que nos da la dignidad de ser creaturas nuevas, porque habiendo sido sepultados con Cristo, también somos resucitados de la misma manera para que llevemos una vida agradable a Dios y útil en la caridad con los demás.
Ser fieles a Cristo hasta la propia muerte La dignidad de personas redimidas en Cristo hace que siempre estemos unidos a Él, y no sólo participemos del efecto de su gracia, sino que esta fe nos lleva a tener una vida como Él, de manera particular en las dificultades que se nos presentan en la vida. Precisamente donde se ve y se demuestra la fe y la auténtica vida cristiana es en el ser rechazados y en las persecuciones a causa de la fe y los principios cristianos, incluso hasta entregar la propia vida a causa de Cristo. Estos rechazos y persecuciones pueden venir de las personas más cercanas, familiares, amigos y hasta de los mismos creyentes o falsos hermanos. Así es como la gracia de Dios se abre camino en medio de las arideces de los desiertos de la vida concreta. Precisamente para que se vea que es la acción de la gracia y del amor de Dios los que obran y verdaderamente valen, y no el poder y el interés del hombre y del mundo los que reinan y sirven para la salvación y la gloria de Dios. Sin embargo no se puede flaquear en la fe que se ha recibido, ya que si en la debilidad se demuestra la fe, cuánto más lo es en la fortaleza y en el amor a nuestro Señor. Hay una acogida fundamental y definitiva en la que cada hombre pone en juego su existencia y su destino: el seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús es una opción personal que compromete totalmente a la persona y que puede, en algunos casos, entrar en conflicto incluso con los lazos familiares. Por encima de cualquier otra “acogida” está la decisión por Jesús y por el Reino. En efecto, sólo quien “pierde” todo por acoger y seguir a Jesús, “encuentra” la vida verdadera y el gozo pleno de la nueva humanidad. El Evangelio habla de recompensa para quien acoge y se solidariza con los enviados y mensajeros de la Palabra. enero / marzo - 2017 - Vida pastoral no 165
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16 de julio 2017 XV DOMINGO ORDINARIO Is 55, 10-11 / Sal 64 / Rm 8, 18-23 / Mt 13, 1-23 Del Evangelio según san Mateo "¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen! Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron" (Mt 13, 1-23).
Palabra del Señor
DIOS SIEMBRA SU PALABRA EN NUESTRA VIDA
“N
osotros somos el terreno donde el Señor riega la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos? ¿A qué terreno se parece nuestro corazón: a un camino, a un pedregal, a unas zarzas? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, pero formado y cultivado con cuidado, para que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos” (Papa Francisco).
La acción fecunda de Dios Dios concede sus dones y bendiciones sobre todas sus creaturas, para el sostenimiento de cada una de ellas, principalmente del hombre. Esta continua gracia la presenta el Señor a través del profeta Isaías con la comparación del proceso que hace al agua fecundando la tierra para producir los alimentos para sustento de todos. El ser humano, al ver lo que hace el Señor en su favor, no le queda otra cosa que agradecer estas maravillas de la acción generosa de Dios, como lo hace el salmo 64: “Todo está lleno de la acción fecunda del Señor”.
Dios siembra y hace producir frutos Dios envió a su Hijo Jesucristo a sembrar la semilla de la Palabra de Dios en las mentes y en los corazones de sus hijos, para que todo aquel que la reciba como tierra buena produzca buenos y abundantes frutos de amor, para que compartiéndolos con sus hermanos, también sean méritos para la vida eterna. Cristo sigue sembrando, cuidando y cultivando su palabra en las personas, a través de la Iglesia, de muchas formas: la instrucción y formación en los principios, virtudes y valores cristianos, la vivencia de los mandamientos y sacramentos; y al lado de la doctrina cristiana, la vivencia de las obras de caridad.
Frutos del Reino para la vida eterna Dios espera un corazón humilde que acoja su Palabra con disponibilidad y amor para hacerla fructificar al ciento por uno. No quiere que el hombre tenga un corazón de piedra, sino blando que escuche la voz del Señor y la interiorice para que ella penetre y se transforme en gracia y bendición para Dios y para los demás. Desafortunadamente, son muchos los obstáculos que el maligno pone en la mente, la voluntad y el corazón del hombre para dañar y contrarrestar la acción divina de la gracia que debiera producir frutos abundantes de fe, esperanza, caridad y perdón para con todos los hermanos. Por eso, nosotros, como cristianos debemos permitir que la Palabra de Dios, escuchada y acogida, produzca buenos y abundantes frutos para el Reino. Oremos para que el mismo sembrador Jesucristo haga sobreabundar en bondad, perdón, justicia, amor y paz para todos; frutos que son también cosecha para la vida eterna. La semilla que cae en distintas tierras, que después se compara con distintas actitudes, debe ser la Palabra de Dios que conduce nuestra historia, que crea una relación hermosa y llena de sentido. Cuando la historia no se contempla desde el horizonte de la Palabra de Dios, todo se resiste a la armonía, a la fraternidad, a la paz, e incluso a la calidad de vida digna para todos. En todo caso, Jesús con su parábola intenta decir que, pase lo que pase, la Palabra de Dios siempre produce fruto, basta acogerla desde nuestras posibilidades. Unas veces producirá más y otras menos, pero siempre será luz de nuestra vida. El sembrador sabe que no todo lo que se siembra se recoge al final, pero siempre será más de lo que se riega. enero / marzo - 2017 - Vida pastoral no 165
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Actualidad
Encuentro 4
Crezcamos en la esperanza Meta: Ahondar en la virtud de la esperanza para que redescubramos el sentido de la vida y, como artesanos de la paz, trabajemos por nuestra patria con la fuerza transformadora de Cristo, muerto y resucitado.
Signo: Cartel con la imagen de una escalera o conseguir una escalera.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la esperanza, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Qué significa para nosotros la expresión: “La esperanza es lo último que se pierde”? • ¿Sentimos que en nuestro país hay esperanza? ¿Cómo nos damos cuenta? • ¿Cómo podemos sembrar esperanza en los hermanos que más la necesitan? • ¿Qué relación identificamos entre el signo de la escalera y la virtud de la esperanza?
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Romanos 8, 18-25 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con paciencia. Palabra de Dios
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Vida pastoral
no
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Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Cuántas veces el Apóstol habla de la virtud de la esperanza en el texto que acabamos de escuchar? • Según el texto: ¿De qué ha de ser liberada la humanidad? • ¿Qué esperamos los cristianos del Señor Jesús?
4. Profundicemos a. ¿Dónde aprender y ejercitar la esperanza? Como decíamos anteriormente, la esperanza es una semilla sembrada por Dios en nuestros corazones, ya como anhelo de felicidad, búsqueda de los bienes eternos o vivencia de las primicias, a través del Espíritu Santo que se nos ha dado y ha vertido el amor de Dios en nuestros corazones. Sin embargo, es al mismo tiempo responsabilidad de cada uno sembrar y cuidar esa semilla en el corazón. Se aprende y se ejercita en la esperanza cuando tenemos la capacidad de ver la realidad con los ojos de la fe, con ánimo positivo; cuando, ante la realidad difícil, dolorosa y fatigosa, mantenemos la mirada puesta en la luz, en las soluciones, sin desanimarnos, sabiendo que la historia, aunque no lo parezca, está dirigida por Dios, y que la última palabra la tiene Él con su soberano poder y amor por cada uno de nosotros. El papa Benedicto XVI nos indica algunos lugares para aprender y ejercitar la esperanza: la oración, la acción, el sufrir y el juicio. • La oración: “Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. […] En la oración tiene que haber siempre esta interrelación entre oración pública y oración personal. Así podemos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros. De este modo se realizan en nosotros las purificaciones, a través de las cuales llegamos a ser capaces de Dios e idóneos para servir a los hombres. Así nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos convertimos en ministros de la esperanza para los demás: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un final `perverso´.
Es también esperanza activa en el sentido de que mantenemos el mundo abierto a Dios. Sólo así permanece también como esperanza verdaderamente humana” . • El actuar y el sufrir. “Se aprende y se ejercita la esperanza en el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida, en continuar con el deseo de actuar a pesar de las frustraciones; en comprender que el obrar, a veces exigente y doloroso, y el sufrimiento forman parte de la existencia humana. Ni el sufrimiento ni la exigencia de obrar cotidianamente destruyen la esperanza en el hombre porque él vive en la esperanza gracias al poder indestructible del Amor, gracias al cual tienen para él sentido e importancia las realidades de su vida, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar” . • El juicio de Dios: “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo”.
b. Sembremos esperanza en nuestros corazones En este momento histórico de nuestra nación, el papa Francisco llega como un sembrador que sale a sembrar, a esparcir la semilla del Evangelio, a sembrar en nuestros corazones la esperanza. Acojamos sus palabras y mensajes con cariño, con aprecio, y cuidemos esa semilla para que germine, crezca y dé abundante fruto. En medio de tantas sombras que van apareciendo y parecieran cubrir toda nuestra realidad, nos alegra inmensamente tener una mirada de fe y descubrir el amor de Dios que nos impulsa a mantener viva la esperanza. Entre otras muchas semillas de esperanza, agradecemos a Dios la religiosidad de nuestro pueblo, que resplandece en la devoción a Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la
veneración a los santos, en el amor filial y sincero al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal, en el querer ser la gran familia de Dios, a la cual nunca el Padre misericordioso deja sola o en la miseria. Toda esta esperanza se ve alimentada por la multitud y la alegría de nuestros niños, los ideales de nuestros jóvenes, el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor . Esto es motivo de gratitud para con Dios y para con sus colaboradores, que durante toda nuestra historia han plantado, regado y permitido el crecimiento de la fe, como dice san Pablo: “Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien hizo crecer.” (1Corintios 3, 6). El compromiso con el Evangelio ha llevado a muchos a ejercer su responsabilidad con la evangelización, hoy nos corresponde ser verdaderamente discípulos misioneros del Señor Jesús, asumir con entereza y humildad la labor de ser colaboradores de Dios en la construcción de su Reino, “ya que somos colaboradores de Dios, y ustedes, campo de Dios, edificación de Dios” (1Corintios 3, 9). En consecuencia, la visita del Papa nos anima a ser, al mismo tiempo, campo en el que se siembra la esperanza y colaboradores de Dios para sembrar en nuestros niños, jóvenes,
adultos y ancianos semillas de esperanza. Hay que esparcir esta Buena Nueva en todos los corazones. No podemos claudicar en nuestro anhelo de vivir en fraternidad, paz y reconciliación. ¡No nos dejemos robar la esperanza !
5. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Dialoguemos con los niños y los jóvenes sobre la importancia de la esperanza en la construcción de un país honesto, justo, reconciliado y en paz. • Evitemos, en nuestra vida cotidiana, cualquier acto de deshonestidad, corrupción e injusticia que destruya la esperanza en nuestro país. • Sembremos esperanza, ofreciendo una sonrisa o una palabra de estímulo a quien lo necesite. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
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Actualidad
Encuentro 5
Demos frutos de caridad en nuestras comunidades Meta: Conocer la importancia de la comunidad como lugar para estar en comunión con Dios y con los hermanos.
Signo: Colocar una imagen de una comunidad en oración o realizando acciones solidarias.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud del amor, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Qué entiende por comunidad cristiana? • ¿Qué admira de su comunidad? • ¿Cómo le ayuda su comunidad cristiana a vivir la comunión con Dios y con los hermanos?
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Hechos 2, 42-47 Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y a las oraciones. Pero el temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían diariamente al templo con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Por lo demás, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando. Palabra de Dios
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Vida pastoral no 167 - julio / septiembre - 2017
Actualidad Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Cuáles acciones los reunían frecuentemente? • ¿Qué obras los hacían ver diferentes de los demás? • ¿Cómo vivo hoy mi experiencia de comunidad cristiana?
3. Profundicemos a. La comunidad cristiana La comunidad cristiana es la casa de aquellos que creen en Jesús como la fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las mujeres, de los padres y las madres, de los hijos y las hijas: esta es la historia que cuenta para el Señor. Hoy se nos invita a reunimos de la forma como las primeras comunidades cristianas: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). La comunión de la Iglesia se nutre con el pan de la Palabra de Dios y con el pan del cuerpo de Cristo. Esta unión fraterna fue consecuencia de la fe en Cristo Jesús y del deseo de imitarlo, de querer transmitir el mismo amor que los hermanos habían recibido de Él, de ahí que tuvieran “Un solo corazón y una sola alma” (Hechos 4, 32). Esta comunión fundada en el amor se expresa, en primer lugar y de manera privilegiada, en la Eucaristía, en la cual todos participan del mismo Pan de Vida y del mismo Cáliz de Salvación, y esto hace posible que seamos miembros del mismo Cuerpo (cf. 1Corintios 10, 17). La Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana , su expresión más perfecta y el alimento de la vida en comunión. En ella se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen del hecho de ser hijos e hijas del Padre, hermanos y hermanas en Cristo. De ahí que la Iglesia sea entendida como “casa y escuela de comunión” , donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la misión evangelizadora. Por tanto, para alcanzar una mayor eficacia en la evangelización y convertirse en un auténtico testimonio ante el mundo, es perentorio que todos los bautizados vivamos como hermanos, revelando 42
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la voluntad del corazón de Cristo: “que todos sean uno”; revelando el dinamismo del Espíritu Santo, fuerza de atracción libre y liberadora; y cultivando la espiritualidad de comunión . Ante la tentación muy presente en la cultura actual de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales caracterizadas por el individualismo, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella “nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión”(DI 3).
b. Sembrar amor en la comunidad En definitiva, como lo hemos reflexionado, la Iglesia, como “comunidad de amor”, se hace presente en las familias, en la parroquia, en el lugar de trabajo, en las comunidades del barrio o vereda, en la universidad y en cada uno de los ambientes donde se encuentre un bautizado. Esta es una llamada a reflejar la gloria del amor de Dios, que es comunión, y, de esta forma, atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo nos hemos de sentir convocados a recorrer la hermosa aventura de la fe, “para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17, 21). En este sentido, entendemos que “la Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción” , ella atrae cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Romanos 12, 4-13; Juan 13, 34). En consecuencia, estamos invitados a trabajar, en torno a esta preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país, en cada una de nuestras realidades y ambientes para ser sembradores del amor más genuino en nuestras comunidades; en primer lugar, en nuestra familia y, luego, en todos los ambientes donde nos movamos y con todas las personas que nos relacionamos, con el fin de aportar, como cristianos católicos que somos, semillas de amor que contribuyan a la transformación integral de Colombia.
Actualidad
"La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión". Durante estos días se nos ha venido motivando para que demos el primer paso y comencemos algo nuevo con Cristo; pues bien, este primer paso lo concreta cada uno con su obrar y con sus palabras, en las comunidades a las que pertenece y donde participa para que, de esta manera, nos convirtamos en levadura que fermente la masa de la sociedad e irradiemos, desde allí, el amor transformado en misericordia para la humanidad sedienta de paz y reconciliación. Por ello, estemos vigilantes para que las circunstancias de nuestro país y de nuestras vidas ¡No nos roben el ideal del amor fraterno!
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Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Pongamos nuestras capacidades y talentos al servicio de la comunidad familiar, parroquial, del barrio o vereda y aquella que hace parte de nuestra vida laboral. • Realicemos cada día un momento de oración, para renovar nuestro amor y comunión con Él y con los que nos rodean. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
"La comunidad cristiana es la casa de aquellos que creen en Jesús como la fuente de la fraternidad entre todos los hombres".
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Encuentro 6
Sembremos confianza en nuestras relaciones Meta:
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Recuperar la confianza entre los colombianos para favorecer la cultura del encuentro y la construcción de una nueva nación.
Signo: Manos entrelazadas.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la confianza en nosotros mismos y en los demás, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Qué entendemos por confianza? • ¿Qué nos genera desconfianza en la vida cotidiana? • ¿Qué actitudes nos ayudarían a sembrar confianza en nuestras relaciones? • ¿Qué relación identificamos entre el signo de las manos entrelazadas y el tema que vamos a tratar?
Mateo 6, 25-34 Por eso les digo: No anden preocupados por su propia vida, qué comerán, ni por su propio cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? Por lo demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir una sola hora a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué se preocupan? Observen los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste,
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Actualidad ¿no lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe? No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura. Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propia preocupación. Palabra de Dios Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿De qué cosas andamos preocupados diariamente? • Ante las incertidumbres y desconfianzas que pueden surgir en nuestras vidas, ¿qué pide buscar primero el texto bíblico que acabamos de escuchar? • El relato bíblico nos invita a confiar en Dios, ¿Confiamos plenamente en Él? ¿Confiamos en los demás? ¿Somos personas de confianza para los demás?
3. Profundicemos a. ¿Qué es confianza? La confianza es una palabra que viene del latín confidentia y significa: firme esperanza que se tiene de algo o de alguien, absoluta convicción . En el ámbito de la fe, confianza significa tener fe en Dios, en uno mismo, en los demás. Confiar es saber que lo que nos hemos propuesto lo vamos a conseguir. La confianza es la tranquila y valiente seguridad de quien espera sin vacilar y, por tanto, se relaciona también con la esperanza, tal como lo deja ver el salmista cuando dice: “Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra. Yahvé te guarda del mal, es el guardián de tu vida” (Salmo 120, 1-2.7).
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Sólo el ser humano es capaz de confiar o desconfiar de forma consciente. La confianza supone la seguridad en nosotros mismos y en los otros y esto implica creer que algunos resultados pueden ser logrados en determinadas situaciones. La confianza se relaciona, entonces, con un sentimiento que pone sus miras en una acción futura, sobre la cual no se tiene una seguridad total pero que, sin embargo, se apoya en la certeza de que no hay nada imposible para Dios (cf. Lucas 1, 37).
b. Confianza y perdón La confianza es esencial para que nos relacionemos sanamente con nuestro entorno, con nuestra familia, con la pareja, los compañeros de trabajo o de estudio. Las relaciones que están basadas en la confianza mutua tienden a ser más sólidas, prósperas y duraderas que las que no lo están. Por eso, cuando afirmamos que somos sembradores de confianza en nuestras relaciones, estamos diciendo que no sólo la confianza es sinónimo de esperanza, fe, seguridad, certeza, sino también que nos posibilita abrir espacios para aprender a perdonar, a sanar las heridas, a buscar incesantemente la paz entre todos, a construir verdaderos vínculos de fraternidad, a reconocer que el otro es un don para mí. Entender que la confianza está vinculada al perdón hace posible derrumbar las barreras que nos separan, los enfrentamientos que nos dividen, y nos ayuda a superar los hechos que nos han dañado como sociedad colombiana, desde hace muchos años. En este sentido, el perdón se convierte en “el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices” (MV 9). Pero esta confianza asociada al perdón proviene de Dios mismo, porque Él, a pesar de nuestras infidelidades, ha permanecido fiel y nos ha ofrecido su misericordia, nos ha perdonado y nos invita a perdonar. Para lograr este anhelo divino se requiere que el cristiano desarrolle una íntima relación con Él a través de la oración, pues en ella se evidencia la confianza que tenemos en Dios y, poco a poco, aprendemos a asumir los mismos sentimientos del Señor. Por tanto, aunque el discípulo misionero viva la experiencia de la sequedad espiritual, la tristeza, el desaliento, que pueden llevarlo a cuestionarse:
“¿para qué orar?, – comprende que es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quiere vencer estos obstáculos” (CEC 2728). De la misma forma, para generar confianza en nuestras relaciones reconciliadas, tenemos que aprender a fomentar la sinceridad, a decir, la verdad; y a establecer un clima de flexibilidad y tolerancia. La confianza se educa cuando somos capaces de ofrecer oportunidades, de orientar a las personas hacia la colaboración, el respeto, la tolerancia, la responsabilidad, la honestidad. Cuando entendemos que la verdad y el perdón son los ejes que restauran la confianza, hacemos posible el surgimiento de nuevas comunicaciones con los otros, porque precisamente se convierte en el elemento fundamental que da sentido a las relaciones, las sostiene y genera seguridad. En consecuencia, la verdad, la reconciliación y la confianza van de la mano y nos ayudan a ser sembradores y artífices de un país nuevo. De ahí que en este tiempo de espera del Vicario de Cristo, nos aventuremos a dar el primer paso para convertirnos en personas de confianza que, además, confían en los demás. Sólo una actitud de esta categoría puede generar procesos y dinámicas diferentes en Colombia. Si las nuevas generaciones perciben que somos
sembradores de confianza en nuestras relaciones, crecerán con autenticidad, verdad, aceptación del otro y capacidad de perdón, haciendo posible que proclamemos en un futuro próximo: “Cesó la horrible noche”. Repetimos, entonces: “¡No nos roben el ideal del amor fraterno!”
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con el siguiente compromiso: • Avivemos la construcción de la confianza en nuestras familias, con nuestros amigos, compañeros de trabajo, de comunidad de fe, etc. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
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Actualidad
Encuentro 7
Sembremos paz en nuestras palabras Meta: Reflexionar sobre las bases y acciones que promueven y motivan un lenguaje cristiano de perdón, respeto y paz para con todos.
Signo: Una bandera blanca o una cartelera con la palabra PAZ.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la paz, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Hay en nuestra forma de hablar palabras o expresiones que afectan a los demás? ¿Cómo nos damos cuenta? • ¿Qué palabras o expresiones podemos promover en nuestros diálogos para construir paz?
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Efesios 4, 25-32 Por tanto, desechando la mentira, digan la verdad unos a otros, pues somos miembros unos de otros. Si se enojan, no pequen; no se ponga el sol mientras estén enojados, ni den ocasión al diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda socorrer al que se halle en necesidad. No salga de su boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que los escuchen. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el que fueron sellados para el día de la redención. Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes. Sean amables entre ustedes, compasivos, perdonándose mutuamente como los perdonó Dios en Cristo. Palabra de Dios
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Volvamos sobre el texto ayudados por las siguientes preguntas: • ¿Qué palabras debemos desechar del diálogo con el prójimo? • ¿Qué actitudes hay que hacer desaparecer de entre nosotros? • ¿Cuál es la conducta que debe predominar entre nosotros los cristianos católicos?
3. Profundicemos a. El hombre nuevo siembra paz en y con sus palabras El hombre nuevo no sólo erradica de su lenguaje las malas palabras, sino que llena su hablar de paz, bondad y amor, de expresiones positivas que alegren el corazón de aquellos que las escuchen. El cristiano usará palabras “convenientes para edificar según la necesidad y hacer el bien” (Efesios 4, 29). Nuestra forma de hablar, nacida en la ex-
periencia con Jesús, debe llevarnos a retirar todo signo de violencia de nuestras expresiones, lo cual será un aporte significativo para actuar como artesanos de paz; es por eso, que la Iglesia nos anima a construir en cada nación una casa de hermanos; a favorecer cada vez más la reconciliación con Dios y con los hermanos, para que sumemos y no dividamos . La paz y la cultura de un nuevo estilo de vida comienzan con palabras y gestos cotidianos, sencillos y pequeños, son ellos los que hacen la diferencia; no esperemos que llegue la paz sólo por la formalidad de un acuerdo escrito, no la habrá si cada uno reacciona de forma violenta porque lo miraron o no lo miraron, porque lo adelantaron o porque no le cedieron el puesto. Esta selva de violencia necesita cambios urgentes. Aquí es cuando comprendemos por qué el papa Francisco insiste tanto en los gestos de saludar, dar gracias, pedir perdón. Recordemos que se respira paz en los ambientes donde reina la fraternidad, el respeto, la educación, la experiencia de ser bien acogido; donde
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Actualidad la gente saluda o donde resuenan frases como: “Buenos días”, “que tenga una buena tarde”, “bienvenido”, “muchas gracias”, “¿en qué le puedo ayudar?”. ¡Qué bien se siente el ser humano allí donde se expresa aprecio hasta por lo más pequeño! ¡Qué grato es recibir como respuesta una sonrisa, un gesto amable y no manifestaciones de agresividad! En este camino de preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país, estamos invitados a recordar que hemos sido tocados por Cristo, que, por el bautismo, hemos sido constituidos en hijos e hijas de Dios, miembros de su gran familia, la Iglesia, para ser testigos de Él en nuestro hablar y actuar, para buscar a lo largo de nuestra existencia la santidad, porque esta es nuestra vocación: “Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5, 48). Vivir conforme al Señor nos lleva a tener presente que “pertenecemos por entero a Cristo, cuyo Espíritu tomó posesión de nosotros en el bautismo. Somos templos del Espíritu Santo. Nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestros deseos son, en pleno derecho, más suyos que nuestros. Pero hemos de luchar para asegurarnos de que Dios recibe siempre de nosotros lo que le debemos por derecho propio” . Por tanto, cada uno de nosotros ha de esforzarse para que, desde sus palabras, brille la fe que hemos recibido y para que haga posible la santidad a la cual Dios nos convoca. El papa Francisco nos ha repetido en diversas ocasiones: “No tengamos miedo a ser santos porque la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios obre en nuestras vidas con su Espíritu, en confiar en su acción que nos lleva a vivir en la caridad, a realizar todo con alegría y humildad, para mayor gloria de Dios y bien del prójimo” . En consecuencia,
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cultivar la santidad es dejar actuar a Dios en cada uno de nosotros y no ponerle condiciones en nuestra respuesta; dar testimonio de nuestra condición cristiana desde cada palabra que dirigimos a los demás. Esta santidad se construye al convertirnos en sembradores de paz con nuestras palabras, y esto implica saludar al vecino, a la persona que encontramos en el ascensor, en la fila; ser solidarios con las necesidades de los demás, no devolver mal por mal sino, por el contrario, al mal responder con el bien. Ser agradecidos y reconocer, con palabras, el bien que hacen los otros en favor de nosotros: con la familia, con los empleados, los compañeros de estudio o de trabajo. No nos dejemos ganar la batalla de la desconfianza, el miedo, la indiferencia, las malas palabras; recobremos los espacios de las buenas relaciones humanas, caracterizadas por el respeto y la calidez; usemos buenas palabras que edifiquen la paz; “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence el mal con el bien” (Romanos 12, 21). ¡Demos el paso, construyamos la paz con nuestras palabras!
5. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Acerquémonos a una persona que hayamos ofendido y pidámosle perdón. • Promovamos en nuestra familia, parroquia, barrio, vereda o conjunto residencial, un pacto de buen trato, de respeto, de buenos modales, hacia todas las personas pero, de manera especial, hacia aquellas que piensan distinto de nosotros. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
Encuentro 8
Sembremos bondad en nuestros actos Meta: Renovar el compromiso de ser testigos del amor y la misericordia para con todos, por medio de acciones bondadosas.
2. Escuchemos la Palabra de Dios
Signo: Cartelera con fotografías que muestren acciones bondadosas realizadas por diversas personas.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la bondad, dialogando sobre las siguientes preguntas:
Mateo 5, 14-16 “Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”. Palabra del Señor
• ¿Qué entendemos por bondad? • ¿Qué acciones concretas podemos realizar para acrecentar la bondad en nuestra vida?
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Actualidad
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Por qué Jesús nos dice que somos la luz del mundo? • ¿Qué relación encontramos entre la sal, la luz y las buenas obras? • ¿Cómo podemos ser sal y luz para nuestra familia y nuestra comunidad?
3. Profundicemos a. El mundo reclama la bondad de los cristianos El ser sal y luz, por medio de las buenas obras, es un mandato del Señor para quienes hemos sido bautizados; por esto, tengamos presente que hablar de buenas obras no es hablar de una idea o un sentimiento, sino de acciones concretas. No obstante, para realizar estas buenas obras no es necesario pensar en realidades extraordinarias, por el contrario, las buenas obras se encarnan en la vida cristiana activa, en el cumpli-
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miento del amor al prójimo con actitudes de afabilidad y apertura, de diálogo, cortesía, ternura, disponibilidad, así como con comportamientos concretos de servicio desinteresado. Significa poner en práctica las obras de misericordia, corporales y espirituales, que nos proyectan al otro y nos ayudan a configurarnos con la persona de Jesús. Así mismo, esta experiencia de ser sembradores de bondad sólo es auténtica cuando es universal, es decir, cuando no es exclusiva ni excluyente: a todos ofrecemos nuestra caridad y nuestra solicitud, a todos damos amor sin esperar nada a cambio o pedir algo por adelantado.
Comprender lo que significa ser portadores de la luz de Cristo nos lleva a “ser discípulos y misioneros de Jesucristo que asumimos, evangélicamente y desde la perspectiva del Reino, las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano” . Esto sin buscar que la luz que fluye se refleje en nosotros o que los hombres elogien nuestra luz. No se hacen las obras para ser alabados, sino única y solamente para que Dios sea ensalzado. El Padre que está en los cielos es el que debe ser reconocido, esta es la última finalidad y el motivo más profundo de la vocación del discípulo: hacer visible a Dios con toda la existencia, con la vida iluminada por el amor y con las obras nacidas de la verdad, la caridad y la convicción. En consecuencia, esta preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país requiere de nosotros, los bautizados, que seamos sembradores de bondad por medio de nuestros actos, para que el amor que profesamos a Dios se vislumbre en hechos reales en medio de nuestros hermanos, y para que esta visita nos anime a dar el primer paso para la acción, para la construcción de un país nuevo, para la caridad con todos, para la solidaridad y la misericordia con los que la necesitan, para que cooperemos en la construcción de este algo nuevo que añoramos para Colombia. La tarea y la responsabilidad de que nuestro país pueda vislumbrar un nuevo mañana para bien de todos los colombianos son de todos nosotros. Por ello, ¡demos el primer paso, para comenzar con Cristo algo nuevo!
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Renovemos personalmente, ante el Santísimo Sacramento, el compromiso cristiano de ser bondadosos. • Realicemos una obra concreta de bondad con alguien que conozcamos. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
Actualidad
Encuentro 9
Sembremos justicia en nuestras decisiones Meta: Profundizar en la virtud de la justicia como base de las decisiones humanas y como condición indispensable para contribuir en la edificación de una sociedad colombiana más justa, reconciliada y en paz.
Signo: Cartel con la imagen de una balanza o conseguir una balanza.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la justicia, dialogando sobre las siguientes preguntas: • • • •
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¿Qué entendemos por el término justicia? ¿Cuáles son las características de una persona justa? ¿Cómo se aplica la justicia en nuestros pueblos? ¿Por qué se representa la justicia con una balanza?
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2. Escuchemos la Palabra de Dios
Mateo 5, 6. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Quiénes son los bienaventurados, según este versículo? • ¿Qué pasará con los que tienen hambre y sed de justicia? • ¿Por qué son llamados bienaventurados?
3. Profundicemos a. La justicia en la Sagrada Escritura Justicia en la Sagrada Escritura es sinónimo de santidad, es dar a Dios y al prójimo lo que es debido; en ella siempre se invita al ciudadano, o al fiel, a observar el derecho y practicar en todo momento la justicia (cf. Salmo 106, 3). Sin embargo, la comprensión de justicia en el Texto Sagrado busca rebasar la estricta observancia de la ley e ir mucho más allá. Así como esta exigencia se observa en el Antiguo Testamento, de la misma forma se expresa en las enseñanzas y preceptos de Jesús: “Porque les digo que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mateo 5, 20). En algunos textos el ejercicio de la justicia se identifica con la virtud de la caridad, recomendando algunas prácticas como: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cepos, dejar libres a los oprimidos, compartir el pan con el hambriento, hospedar a los
pobres sin techo, vestir al desnudo, no despreocuparse del hermano, no prestar con usura. En definitiva, apartar la mano de todo tipo de injusticia y ponerla al servicio del bien y de la caridad (cf. Isaías 58, 5; 58, 10; Ezequiel 18, 5-9). De igual forma, en Mateo 6, 1-3; 25, 37-39 y en 1Juan 3, 10, la justicia es presentada como la acción de dar limosna o el testimonio de la caridad para con los más necesitados. En el tiempo de Jesús, un justo era un hombre que ajustaba toda su vida al querer de Dios. Lo que el justo buscaba era la gloria divina y no su interés personal. Los que viven de esta manera son llamados bienaventurados, como nos lo enuncia el evangelista Mateo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5, 6), lo que equivale a decir, bienaventurados los que cumplen la voluntad de Dios, los que asumen los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, los que se compadecen de los otros y actúan rectamente. Un testigo de esta justicia divina nos lo presenta el Nuevo Testamento en la persona de José, a quien denomina como “un hombre justo” (Mateo 1, 19).
Actualidad b. La bienaventuranza de una justicia superior: la misericordia Esta cuarta bienaventuranza nos invita a superar la concepción de la justicia referida únicamente a proteger el yo de las amenazas ajenas, y nos exige que los derechos de los demás estén por encima de los propios. Este ejemplo lo recibimos directamente de Jesús, quien ante todo buscaba cumplir la voluntad de su Padre, sin importar lo que esto le acarreara. En un mundo donde la justicia en muchas ocasiones es manipulada y usada para fines personales e intereses egoístas, generando desigualdades, resentimientos y odios , necesitamos como colombianos dar el primer paso para promover una concepción y vivencia de esta virtud, desde la propuesta del Evangelio. Tenemos que educar a las nuevas generaciones en el verdadero significado de la justicia y cooperar en la construcción de un país más justo y respetuoso de los derechos de todas las personas, de tal modo que podamos vislumbrar una auténtica fraternidad entre todos los hombres (cf. Juan 4, 34). Por otra parte, al considerar el texto de Mateo 5, 6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados”, comprendemos que es una gran dicha sentir esta hambre y sed de recibir de Dios lo que nos es debido, no de acuerdo con nuestro mal sino con el amor de Dios, que es misericordia infinita. Debemos tener claro que “la misericordia siempre será más grande que cualquier pecado, y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona” (MV 3). Entendemos, entonces, que no podemos continuar devolviendo golpe por golpe, sino que debemos buscar la conversión del otro, mostrando un comportamiento distinto al de aquellos que no creen para, de esta manera, ser testigos de un amor supremo y de un estilo de vida cristiano. La enseñanza bíblica nos presenta un camino superior para vivir la justicia, el cual consiste en acoger con sencillez la abundancia del amor divino y, desde ese amor, vivir y obrar con los demás; dar lo debido al prójimo:
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perdonar, vivir la caridad, invitar a la conversión, vivir rectamente, respetar los derechos de los demás, cumplir las normas, amar al culpable y hacer lo debido para salvar la relación que nos une con el otro. No obstante, este es un camino difícil, que exige grandes convicciones: requiere que quien ha sufrido el mal esté dispuesto a perdonar y a desear la salvación y el bien a quien lo ha ofendido. Así mismo, quien ha causado el daño debe tener el coraje de pedir perdón y reparar a la víctima. Sólo así la justicia puede triunfar, puesto que aquel que era injusto se hace justo, al ser perdonado y ayudado a encontrar el camino del bien. Esto hace posible alcanzar sociedades reconciliadas y justas, y que vivan en paz. Al hacer parte de las virtudes humanas (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), la justicia requiere ser aprendida desde los primeros años de vida; se debe suplicar a Dios como don que es y ponerla en práctica para que se arraigue en la persona. Al ser “las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios, forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas” (CEC 1810). Por ende, hoy más que nunca necesitamos ser maestros de la justicia para que en todos los ambientes construyamos comunidades en las cuales brille el bien común, la defensa de los derechos y el cumplimiento de los deberes, porque nos hemos acostumbrado a reclamar los derechos, pero no a cumplir los propios deberes, empezando por el hogar y siguiendo por las instituciones educativas, la universidad, el trabajo o los distintos ambientes sociales. En consecuencia, un discípulo misionero, que ha sido saciado en su hambre y sed de justicia, está llamado a dar lo debido y a promover la justicia en los ambientes donde vive. Ante la forma de globalización que estamos viviendo, es necesario promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, la justicia y el respeto de la dignidad de la persona y de los Derechos Humanos .
A los bautizados no se nos puede olvidar que, como miembros de la Iglesia, estamos convocados a ser abogados de la justicia y defensores de los pobres , donde “la misericordia siempre será necesaria... [donde] las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo” (DA 385). De la misma forma, en repetidas ocasiones, el Magisterio de la Iglesia nos ha recordado la tarea y responsabilidad que tenemos frente a la promoción y defensa de la virtud de la justicia. A propósito de esto, en el mensaje a los pueblos de América, los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano afirmaron que “la justicia (…) es un derecho de todos los hombres, conferido por el mismo Dios. Está insertada en la esencia misma del mensaje evangélico” . Sin embargo, trabajar por ella requiere confirmar la necesidad que tiene el hombre de buscar permanentemente la misericordia de Dios. La justicia divina “opera bajo el bálsamo del abandono, es como la mano amorosa que detiene las hemorragias del alma, cierra nuestras heridas y acaricia nuestras cicatrices” . Por ello, la justicia humana debe adquirir rasgos de justicia restaurativa. La justicia restaurativa tiene como propósito alcanzar la misericordia de Dios, restablecer la relación de los hombres con su proyecto divino y hacer efectivo el amor misericordioso hacia los hermanos, a través de la restauración de los daños causados a las víctimas, de los victimarios y de las comunidades. La reconciliación no elimina las exigencias de la reparación, que es propia de la justicia. La sociedad debe aplicar la justicia para restablecer el orden de los derechos humanos que han sido violados. La reconciliación hace que la justicia oriente la pena hacia la restauración de las relaciones. Pero nunca deben ignorarse las consecuencias que pueden derivarse del olvido de la justicia. La reconciliación es incompatible con la injusticia; no puede significar impunidad. En su vertiente reparadora, plantea la cuestión acerca del tratamiento que debe darse a quienes han violado derechos humanos elementales. En este sentido, el fin de la justicia también es consolidar una sociedad reconciliada y, para lograrlo, debe ser moderada por la misericordia. Los fines de la justicia restaurativa buscan que las víctimas se muevan más allá de la ira y de la impotencia; que los ofensores se reintegren a la sociedad y que la comunidad permita el reconocimiento público de lo sucedido, a fin de facilitar la reparación integral.
Actualidad La justicia restaurativa es la forma de abordar periodos de transición, que van de la guerra hacia la paz y la reconciliación. La justicia es un valor humano que adquiere contenidos de acuerdo con los antecedentes culturales, sociales y políticos de las sociedades. De ahí la importancia de tener como referente el llamado a entender la justicia como un derecho de los hombres dado por Dios. La justicia por sí misma no puede ser entendida como una revancha o como otra forma de hacer la guerra. Por el contrario, ella constituye una forma de edificar la comunidad. En un país en conflicto, la justicia puede ser el elemento que permita hacer el tránsito entre un pasado violento y un país reconciliado y en paz .
Realicemos actos de justicia en nuestra vida cotidiana: • • • • • • • • • • •
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
Ceder la silla en el bus a personas que lo necesitan. Respetar las normas de tránsito. Evitar cualquier tipo de trampa o engaño. Evitar los chismes. Pagar los impuestos. Cumplir con los derechos laborales de los empleados. Cumplir los deberes como empelados. Compartir los bienes propios con alguien que los necesita. Devolver aquello que hemos pedido prestado y aún no lo hemos retornado. No manipular nuestras decisiones ni dejar que sean sobornadas. Dar a cada cual lo que se merece, en su dignidad de persona.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7
Encuentro 10
Sembremos en el encuentro la alegría del perdón Meta Fortalecer el valor del perdón como disposición necesaria para el encuentro con Dios y con los hermanos.
2. Escuchemos la Palabra de Dios:
Signo: Cartelera con imagen de dos o más personas que se saludan y expresan alegría al encontrarse.
1. Dialoguemos Compartamos el conocimiento que tenemos acerca del valor del perdón en el encuentro fraterno, dialogando sobre las siguientes preguntas: • ¿Cuáles son los pasos necesarios para vivir un verdadero encuentro con el otro? • ¿Por qué la alegría debe ser un requisito indispensable en el encuentro con los demás? • ¿Qué condiciones no nos han permitido reconciliarnos con una determinada persona? • ¿Qué relación podemos establecer entre el signo de las personas que se saludan y el tema que vamos a tratar?
Lucas 15, 11-32 Dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó sus bienes viviendo como un libertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus campos a cuidar cerdos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pues nadie le daba nada. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le
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Actualidad diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: dense prisa; traigan el mejor vestido y vístalo, póngale un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano. Él se irritó y no quería entrar. Salió su
padre, y le rogaba. Pero él replicó a su padre: Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado! Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado”. Palabra del Señor
"Como cristianos estamos llamados a reforzar la comunión fraterna, para dar testimonio del Evangelio de Cristo" (Papa Francisco).
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes: • ¿Qué situación provoca la separación entre el hijo menor y su padre? • ¿Con qué sentimientos regresa el hijo menor a casa? • ¿Qué actitud tiene el padre al reencontrarse con su hijo arrepentido? • ¿Cuáles son los signos externos que revelan la alegría del padre? • ¿Qué debe aprender el hijo mayor de este acontecimiento?
3. Profundicemos a. El perdón genera alegría y encuentro Ahora bien, esta alegría se vincula al perdón porque dicha experiencia genera en quien lo ofrece o lo recibe, gozo, júbilo y bienestar personal. El perdón libera a la persona y la dispone al otro de manera fraterna. Por esto, desde el Antiguo Testamento se introduce un límite a la venganza con la norma del talión (Éxodo 21, 25), y se prohíbe el odio al hermano, la represalia y el rencor contra el prójimo (Levítico 19, 17s). Por su parte, el libro del Eclesiástico presenta un nexo entre el perdón otorgado por el hombre a su hermano y el que este pide a Dios: “Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados! Él, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién obtendrá el perdón de sus pecados?” (Eclesiástico 28, 2-5). De aquí se concluye que la base de la alegría plena y verdadera, que nos brinda Dios, surge de su perdón y del que nosotros ofrecemos a los hermanos, posibilitando el reencuentro y restableciendo la comunión, que es signo de la fraternidad. La respuesta del Padre, en la parábola del Padre misericordioso o bueno (Lucas 15, 11-32), sugiere que este ha reflexionado profundamente acerca de la ruptura: ha afrontado con esperanza el dolor de la pérdida, ha curado con confianza la herida del abandono y ha cambiado por alegría la tristeza paternal. Su gozo no es producto del momento inmediato en el que ve lle-
Actualidad
gar a su hijo, sino de aquella preparación que inició el mismo día en que se marchó (respetó y aceptó la libre determinación de su hijo, le entregó su herencia y lo dejó ir), pero lo esperaba y, por ello, estaba dispuesto al reencuentro. Esta imagen nos presenta a un Dios que no es dictador, ni sobreprotector, ni prepotente, sino que nos muestra el camino, nos da la herencia, nos deja libres para que escojamos nuestro destino y nos ofrece, permanentemente, su perdón. Su misericordia es incondicional. Al regreso del hijo, su deseo de perdón se manifiesta mucho antes de que el hijo hable: “Estando él todavía lejos le vio su padre y, conmovido, corrió, se le echó al cuello y le besó efusivamente” (v. 20). El amor gratuito, efectivo y afectivo brota, de manera rebosante, del corazón de aquel que solo espera ser correspondido, pero para que tal respuesta sea posible es fundamental devolverle al hijo su prenda más sagrada, la dignidad (vestido, anillo y sandalias). Es importante recordar que siempre podremos volver al Padre, puesto que Él es la fuente de nuestra dignidad, de nuestro perdón. Él es quien desea salvarnos. Es por esto que el apóstol Pablo nos dice que “nuestra alegría… se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de Jesucristo, quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invita-
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do a entrar en su Reino” (Romanos 8, 15; cf. Mateo 6, 9). El perdón auténtico, que nace del corazón, aniquila la división entre los hermanos, otorga la alegría verdadera y restablece la comunión rota por el pecado. Este perdón que genera alegría por el reencuentro se prolonga en la fiesta: “Traigan el novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta” (v. 23). El acontecimiento del festejo ha superado toda angustia del pasado, la condición de “hijo” no se ha perdido (el sello del bautismo). Este privilegio de ser hijos de Dios es fruto de su don de amor y no depende de nuestras virtudes o actos; por ello, ni siquiera el pecado nos lo puede arrebatar. El regreso es celebrado con tal magnitud porque, a través de este signo, se hace visible el proyecto de salvación: “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lucas 15, 7). Éste es el trabajo incesante de Cristo en el mundo, que no deja lugar a dudas sobre el propósito de que todos gocemos del encuentro definitivo con Él en el cielo: “No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con ustedes, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión” (2Pedro 3, 9). Así como Dios nos ofrece su perdón y nos restablece en la comunión con Él, estamos llamados a ofrecer este mismo don a quienes están a nuestro lado. Cada hermano ha tenido una historia que no puede ser ignorada por el otro, cada quien debe ponerse en
el lugar del otro para comprender su realidad y para responder, de manera efectiva, a sus necesidades. Muchas veces hay que dejar de lado nuestras propias justificaciones y nuestra rigidez, para salir en busca del que está perdido, ofrecerle el perdón y hacer posible el gozo del reencuentro fraterno. La parábola del Padre bueno deja en interrogante si existió o no un reencuentro entre los hermanos, y este es precisamente el desafío que debemos afrontar los cristianos hoy: “Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración… Es iniciativa propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconciliación con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y entre todos” . ¡Nada daría más alegría al Padre que ver a sus hijos sumergidos en un abrazo, que celebraran en torno a una sola mesa esta oportunidad de volver a estar juntos! Este año los colombianos estamos llamados a volver a darnos la mano, a abrazarnos con quien nos ha hecho mal, a conceder el perdón al otro, así como Dios nos lo ofrece permanentemente, cuando se lo pedimos. Es hora de dejar el pasado atrás y mirar hacia el frente para construir una nación reconciliada y en perdón, para volvernos a encontrar como hermanos y alcanzar la alegría que Dios nos brinda. Dejemos atrás la idea de que solo algunos deben pedir perdón o de que son los otros los que tienen que pedirnos perdón. A propósito de esto, el papa Francisco nos recuerda que “ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Todos. Jesús, de hecho, nos ha dicho no juzgar. La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana. Es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos los unos a los otros. Corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma conciencia que me hace reconocer el error del otro, me hace acordar que yo me he equivocado primero y que me equivoco tantas veces” . Si logramos tomar conciencia de estas verdades y las ponemos en práctica, podremos estar seguros de que nuestras vidas cambiarán y contribuiremos, en gran medida, a la paz de nuestro país.
b. Colombianos, sembradores de perdón y alegría El reencuentro de aquel “que estaba perdido y ha sido hallado”, o de aquello que se nos había perdido y lo hemos encontrado siempre produce en nuestros corazones el sentimiento noble de la alegría. Es por esto que la coyuntura en la que nos encontramos, como colombianos, demanda de cada uno de nosotros verdaderas manifestaciones de alegría por los reencuentros que se están dando en nuestra sociedad. No nos podemos permitir que la desesperanza, el odio y la violencia nos distancien del perdón y de la comunión con los hermanos. En este sentido, nos hemos de preguntar, como lo hace el papa Francisco: “¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?” . Ante este reto, ¿qué le respondemos nosotros? Así, pues, como discípulos misioneros, preparándonos para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país, estamos llamados a sembrar alegría en nuestros encuentros de la vida cotidiana, con la familia, los amigos, en los ambientes donde vivimos y en las celebraciones de nuestra Iglesia. ¡Demos el primer paso y convirtámonos en sembradores de la alegría y del perdón en el reencuentro con nuestros hermanos!
4. Para nuestra vida Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos: • Acerquémonos al sacramento de la reconciliación para pedir perdón a Dios por nuestros pecados. • Reconciliémonos con nosotros mismos y con aquellos que hemos ofendido. • Invitemos, con alegría, a amigos y conocidos a participar en las actividades que el Papa realizará en nuestro país. Oración por la visita del papa Francisco a Colombia, ver página: 7 Tomado de Demos el Primer Paso, Guías para preparar la Visita apostólica del Papa Francisco a Colombia Comisión Teológica-Pastoral Y Comité ejecutivo para la visita del Papa 2017
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Pastoral de la catequesis Por: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp Sacerdote paulino @padre_martin
Catequesis la
Familiar según Amoris Laetitia
A partir de la reflexión de los textos de la exhortación apostólica Amoris laetitia se pueden tener en cuenta algunas dimensiones que podemos trabajar en la Pastoral Familiar: 1. Catequesis a la luz de la Palabra. La Sagrada Escritura tiene que ser la base fundamental de toda catequesis. Un catequista que quiera incidir fuertemente en cualquier proceso de formación necesita amar la Palabra de Dios y hacerla amar también por las familias. Por eso es necesario que los catequistas tengan bases bíblicas sólidas, busquen herramientas para profundizar en el estudio de la Biblia y sepan ir a las fuentes del Evangelio para iluminar la realidad familiar. Qué importante lograr que las familias amen la Palabra de Dios y esta se convierta en luz para su caminar. “En este breve recorrido, afirma el papa Francisco en Amoris laetitia 22, podemos comprobar que la Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, cuando Dios ‘enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor’ (Ap 21, 4)”.
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2. Conocer la realidad y los desafíos de las familias Cada familia tiene diversos desafíos, según el contexto social y cultural que está viviendo, pero haciendo un análisis generalizado podemos revelar algunos aspectos que desafían a la familia de hoy (AL 33): el individualismo, la cultura de lo provisorio y desechable y de ahí la falta de compromisos a largo plazo, la urgencia de cubrir necesidades básicas como techo, salud y educación; abusos y violencia contra los menores que, como hemos visto últimamente, son demasiado fuertes (AL 153); quitarle piso jurídico a la familia equiparando otro tipo de uniones (AL 53), por ejemplo, entre personas del mismo sexo, a lo que se le quiere llamar “familia”, que es algo inexplicable “porque ninguna unión precaria o que se cierra a la transmisión de la vida asegura el futuro de la sociedad” (AL 82). Algo para subrayar por lo que conocemos en estos días es la violencia contra la mujer, la instrumentalización del cuerpo femenino, la práctica de los úteros alquilados y la ideología de género que intenta imponer un único pensamiento (AL 56).
3. “Dirigir siempre la mirada a Jesús: la vocación de la familia” Como catequistas debemos tener clara cuál es la vocación a la que está llamada la familia: la santidad de vida (AL 63, 67). Por eso, la indisolubilidad del matrimonio “no es un juego”, un rito vacío, una conveniencia social, “sino un don para alcanzar la santidad y la salvación de los esposos” (AL 72). En la Iglesia se pueden destacar parejas de esposos que fueron reconocidos por su santidad, por la forma heroica como vivieron el seguimiento de Cristo. ¡Qué gran aporte darían a la catequesis aquellos esposos que esforzándose por llevar una vida santa puedan contribuir en el proceso de formación de los jóvenes. Se lograría que muchos catequizandos descubrieran que sí es posible otra manera de amar, distinta a la que el mundo pansexualista de hoy ofrece.
“El Evangelio de la familia alimenta también estas semillas que todavía esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido vitalidad y necesitan que no se les descuide” (AL 76). Sobre las familias heridas que se encuentran en el camino, los catequistas deben discernir adecuadamente, pues el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos. Si es necesario saber y conocer bien cuál es la doctrina de la Iglesia al respecto pero también tener en cuenta la complejidad de las situaciones (AL 77-79).
4. “El amor en el matrimonio” Los catequistas deben conocer la diferencia que existe entre el “enamoramiento” y el “amor” y ayudar en la tarea de saber en qué consiste el verdadero amor. Muchas parejas se casan enamoradas, pero no necesariamente amándose, por eso es importante saber en qué consiste el amor en el matrimonio. El amor conyugal es la “máxima amistad” (AL 123). El matrimonio “es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida. Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia” (AL 123). El enamoramiento es más una proyección de un conyuge en el otro, la persona ideal con la que alguna vez soñó; en cambio, el amor es la aceptación del otro, con sus cualidades y defectos, y empezar a caminar juntos en un proyecto de vida. El amor de amistad también se le llama “caridad” (AL 127), “cuando se capta y aprecia el ‘alto valor’ que tiene el otro”. Esta es una dimensión totalmente desconocida por los esposos o por quienes quieren dar el paso del matrimonio; por eso, este capítulo del amor en el matrimonio y las características del verdadero amor debe ser un soporte claro cuando se quiera hacer una catequeis familiar. julio / septiembre - 2017 - Vida pastoral no 167
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Pastoral de la catequesis
5. Algunas perpsectivas pastorales En el capítulo sexto de Amoris laetitia el papa Francisco insiste sobre la necesidad de una formación más adecuada de los sacerdotes y los agentes de pastoral o catequistas para que puedan acompañar los procesos de la Pastoral Familiar: “Los matrimonios agradecen que los pastores les ofrezcan motivaciones para una valiente apuesta por un amor fuerte, sólido, duradero, capaz de hacer frente a todo lo que se le cruce por delante”. Y en ese aspecto es fundamental el aporte que se da desde la estructura parroquial (AL 202). Aún en nuestro contexto existe un buen espacio de catequesis familiar a través de la preparación de los novios al sacramento del matrimonio, porque aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa; además, sería importante poder acompañar a los esposos en los primeros años de matrimonio para que sean generosos en la comunicación de la vida y lleven una planificación familiar justa, basada en métodos naturales y en consentimientos recíprocos. Algo más, “las parroquias, los movimientos, las escuelas y otras instituciones de la Iglesia pueden desplegar diversas mediaciones para cuidar y reavivar a las familias. Por ejemplo, a través de recursos como: reuniones de matrimonios vecinos o amigos, retiros breves para matrimonios, charlas de especialistas sobre problemáticas muy concretas de la vida familiar, centros de asesoramiento matrimonial, agentes misioneros orientados a conversar con los matrimonios sobre sus dificultades y anhelos, consultorías sobre diferentes situaciones familiares (adicciones, infidelidad, violencia familiar), espacios de espiritualidad, talleres de formación para padres con hijos problemáticos, asambleas familiares” (AL 229).
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Otros temas que nos propone abordar Amoris laetitia en el capítulo sexto los podemos resumir así: acompañar las crisis de los matrimonios y su posible divorcio. Hoy muchas circunstancias atentan contra la unidad matrimonial, pero cada crisis también “puede esconder una buena noticia que es necesario saber escuchar, afinando el oído del corazón”. Es necesario perdonar y sentirse perdonado para reforzar el amor familiar. Existen dramas como el divorcio, “que es un mal que crece de manera preocupante”, por lo cual es necesario acompañar a los hijos para que no resulten vícitmas de estos sentimientos que se cruzan. Ahora, frente a la violencia, la explotación, la prepotencia, “la separación es inevitable y moralmente necesaria”. Que los divorciados vueltos a casar no se sientan excomulgados, pues es necesario un discernimiento y atención, sobre todo hacia aquellos que simplemente están aceptando una decisión de algunos de los cónyugues. Es necesario un respeto por los homosexuales; pero que no se haga ninguna analogía entre matrimonio y uniones homosexuales (AL 250-251), pero se subraya que se debe respetar su dignidad como personas, sin “injustas discriminaciones”. Con este artículo sólo se quieren destacar algunos puntos que nos pueden ayudar en el desarrollo de la Pastoral Familiar, señalando que la invitación más clara es a leer y reflexionar el documento, porque seguramente nos ayudará a construir un proyecto que desarrolle el programa de Pastoral familiar en la parroquia. Sus páginas son muy ricas en reflexión y contenido y tratan de dar una respuesta a los desafíos de la familia hoy, con las circunstancias que la rodean.
L IBRE RÍ A S COLOMBIA BOGOTÁ Dirección Comercial y Departamento de ventas Calle 17A No. 69-67 - Tel.: 4114011 - Fax: 4114000 WhatsApp: 3204494594 direccioncomercial@sanpablo.co - ventas@sanpablo.co Quinta Paredes Carrera 46 No. 22A - 74 - Tel.: 2444957 PBX: 3682099 Ext.: 6 - WhatsApp: 3159278061 libreriaquintaparedes@sanpablo.co Centro Carrera 9 No. 15-01 - Tel.: 2433653 - 3423406 WhatsApp: 3184069306 - libreriacentro@sanpablo.co Chapinero Carrera 13 No 51-34 - Tel.: 3454014 - Fax: 3454059 WhatsApp: 3127571149 - libreriachapinero@sanpablo.co Calle 170 No. 8G-31 - Tel.: 6783656 - 6711221 WhatsApp: 3173778640 - libreria170@sanpablo.co Niza Av. Suba No. 118 - 93 - Telefax: 2537700 WhatsApp: 3155772597 - librerianiza@sanpablo.co Montevideo Calle 17A No. 69-67 - Tel.: 4114011 - Fax: 4114000 WhatsApp: 3164670031 libreriademontevideo@sanpablo.co 20 de julio Diag. 27Bis Sur No. 5-79, 1 Cuadra arriba del Santuario Divino Niño - Tels.: 5690551 / 2787337 WhatsApp: 3125747658 - libreria20dejulio@sanpablo.co Seminario Carrera 6 No. 10-47 - Tels.: 5624472 / 5624473 / 3429881 WhatsApp: 3125738983 libreriadelseminario@sanpablo.co
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Recomendado Por:P. Juan Álvaro Zapata Torres
Secretario adjunto de la CEC Dir. Comisión teológica-pastoral Visita del Papa A Colombia @pjuanchoz
LA
VISITA NO ES
POLÍTICA
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Desde el día en que fue confirmada la visita del Papa Francisco a Colombia este año, muchos expresaron su alegría y esperanza por lo que su presencia puede generar en el país. No obstante, un menor grupo de personas interpretaron este acontecimiento como un hecho político y comenzaron a generar una sombra de duda frente a la llegada del Santo Padre. Ante este hecho vale la pena recordar e insistir algunos criterios pastorales que van a orientar este acontecimiento para nuestra patria.
En consecuencia, la presencia del Papa en Colombia no se va a enmarcar como un “acontecimiento político”, sino como un hecho pastoral y evangelizador. Desde el principio los Obispos de Colombia han tenido el firme propósito de no permitir ninguna forma de manipulación, que desee utilizar la visita con fines propagandísticos o como plataforma política e ideológica de ningún movimiento social. Tampoco como excusa para privilegiar algún sector de la sociedad o hacer visibles propuestas sociales de algún grupo en particular.
l Comité Ejecutivo Nacional para la visita del Papa y los Obispos católicos de Colombia, tienen como primer criterio que la visita del Santo Padre debe ser entendida como un acontecimiento puramente pastoral, en la que como Padre viene a consolar e iluminar. Que con su voz profética bendecirá a su pueblo y lo invitará a gestos concretos de reconciliación, perdón y misericordia. Será la de un Pastor que nos exhortará a ser artesanos de la paz que Jesús nos regala, como nos lo relata el evangelista Juan, donde Jesús resucitado se presenta a sus discípulos atemorizados, irrumpe en sus vidas, a pesar de que las puertas estaban cerradas con cerrojos, y les dice: “La paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado” (Jn 20, 19-20). Ésta es la paz que añoramos como fruto de nuestro compromiso de cambio integral en nuestras vidas. Por ello, es perentorio que todos reconozcamos que esto es una gracia del Señor Jesús, pero también un trabajo mancomunado y sin descanso de cada uno de los colombianos.
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Recomendado Asimismo, para este momento de gracia están invitados a recibir al Santo Padre, todos los colombianos que quieran escuchar la voz del Papa, Vicario de Cristo, sucesor de san Pedro y Pastor de la Iglesia universal, que viene a animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lc 22, 32), a guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Sal 23), y a ayudarnos en las necesidades que tiene nuestro país, por medio de su magisterio y discernimiento.
Además, se entiende la visita del Papa Francisco como un momento privilegiado para impulsar a todos los bautizados a evangelizar como discípulos misioneros, con nuevo ardor y convicción a todos los hermanos, para que se fortalezca el compromiso de ser una “Iglesia en salida” que privilegia el trabajo con los “descartados de la sociedad”, con los que no cuentan económicamente y todos aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales”.
De ahí que la presencia del Papa en Colombia será “un punto de partida para comenzar algo nuevo” sin dejar de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que cree en Cristo Jesús y que se vea a sí mismo de una manera esperanzadora. Por eso, la preparación se ha centrado en el texto de Isaías 43, 18-19: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa”.
Por lo tanto, esta visita apostólica ha de favorecer y propiciar la “cultura del encuentro”, como lo hizo Jesús: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, para que, en un futuro próximo, los enemigos se vuelvan a dar la mano y los que no cuentan para la sociedad sean acogidos como hermanos. Por ello, es necesario evocar las palabras del Papa Francisco que nos invita a no perder el encanto de soñar juntos, de caminar juntos, de encontrarnos y atrevernos a soñar sin importar cuales hayan sido las caídas, nunca debemos perder el encanto de soñar con un camino diferente.
Este texto de la Palabra de Dios nos anima a creer firmemente en que nuestro país, colmado de riquezas humanas y naturales, merece vislumbrar en el horizonte un nuevo amanecer, para que, superando las raíces de la violencia y todo aquello que nos ha fracturado, podamos como hermanos caminar hacia una auténtica e integral felicidad, que se fundamente en los derechos humanos y en el progreso de todos los pueblos de forma justa, equitativa y solidaria.
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Vida pastoral no 167 - julio / septiembre - 2017
Es por esto, que la visita del Santo Padre a Colombia será un momento de gracia y alegría, para dar el primer paso y volver a reencontrar al otro, dejando atrás las rencillas y los odios que tengamos con familiares, amigos o vecinos, que volvamos a creer en nosotros mismos y que le apostemos a la construcción de un país mejor y más humano.