San Teófimo | No. 155

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ÍNDICE 2 3 4 10 14

Desde Rectoría Redescubrir a un Dios que llama Realidad de la esperanza en un México Guadalupano La juventud de la Iglesía La reconstrucción del tejido social

Consejo Editorial

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Rector/ Pbro. Dr. Carlos Alberto Santos García Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Consejo Editorial/Lic. Adriana Martínez del Río Equipo de Redacción/Jesús Gerardo Urrutia Martínez/Pbro. José Luis Guerrra Castañeda/ Diác. José I. Ávila Rangel/ Diác. Adrián A. Garza Morales/ Diác. A. de Jesús Peña Díaz/ Diác. Jorge R. González López/ Diác. Gilberto E. Gómez Pérez/ Diác. Rodolfo G. Amador García/ Diác. Oziel Rodríguez Martínez/ Andre Alejandro Muzquiz Salazar Diseño/ Lic. David Almaguer Hernández Fotografía/ Juan José Barbosa Reyna/ Bono Alejandro Méndez Elías/ Pbro. Hugo A. Chávez Jiménez/ Juan José Barbosa Reyna/ Alfredo Cantú Leal


REC TO RÍA

Discernir los signos de los tiempos

"Si saben discernir el aspecto del cielo, ¿por qué no disciernen los signos de los tiempos?" (cf. Mt 16,1-3).

La invitación que hace Jesús no está dirigida solamente a sus contemporáneos, «discernir los signos de los tiempos» no es cosa de una época o lugar concreto. Sino que es tarea todo ser humano que desee vivir en la historia, pues los «signos de los tiempos» es cuestión del momento de la historia que nos ha tocado vivir. «Para cumplir su misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos…» (cf. GS 4) De acuerdo al Concilio la misión de la Iglesia es continuar la obra de Cristo, una obra que es testimonio de la verdad y de la salvación, de servicio y caridad. Es importante señalar que el discernir los «signos de los tiempos» está vinculado a la Misión de la Iglesia. Es decir, dicha misión supone y necesita dicho discernimiento. Por lo tanto, la Misión no “se cumple por sí sola”, ni se realiza sin previa reflexión. Olvidar esto implica un peligro para todos los que trabajamos en favor del Evangelio – laicos, consagrados y consagradas, sacerdotes – porque podemos “dejarnos llevar” por un activismo apostólico que nos lleva de a una acción tras otra, sin detenernos a reflexionar si estamos respondiendo a las interrogantes que nos plantea el mundo de hoy. Si queremos responder a mundo actual desde el Evangelio, debemos antes, contemplar, escrutar, escuchar y analizar lo que nos rodea y discernirlo a la luz que los valores del Reino de Dios. No sólo para encontrar los riesgos y peligros que amenzan la dignidad y vocación del ser humano a la santidad, a vivir como auténticos hijos e hijas de Dios; sino también, como el Concilio lo puso en práctica, para descubrir los «gozos y las esperanzas» que se encuentran ahí, en los signos de este tiempo que vivimos. Como el trigo y la cizaña del que Jesús nos habla en la parábola (Mt 13,24-30), así también nosotros debemos distinguir los signos del Reino que están presentes aquí y ahora, en tantos laicos y consagrados que sirven con generosidad, entrega y amor a sus hermanos. En tantas obras de fraternidad y solidaridad social que son causa para – como decia un gran teólogo del s. XX – «seguir creyendo en el amor», yo añadiría, para seguir «viviendo en el amor». Solo quien descubre los «signos del Reino» en el tiempo presente, es capaz de vencer el pesimismo, el desconsuelo y la fatalidad, que provocan en los hombres y mujeres de fe, los «signos del anti-Reino», el mal, la violencia, la ambición desbocada y la injusticia. Nuestra respuesta cristiana ante los signos de los tiempos actuales debe ser primero discernir para distinguir, esto nos permitirá luego, comprometernos en «fortalecer el trigo», fortalecer las obras buenas, las obras que proclaman que el Reino y la salvación de Cristo han transformado la historia, nuestra historia. Y de esta manera continuar amando, continuar sirviendo a nuestros hermanos, especialmente aquellos que más sufren. Así seremos auténticos continuadores de la obra de Cristo que no vino a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por todos (cf. Mt 20,28). No deseo terminar este breve comentario editorial sobre nuestra respuesta ante los «signos de los tiempos», sin antes enviar un fraterno y agradecido saludo a todos ustedes: amigos, amigas bienhechores del Seminario, que oran por nosotros y nos apoyan para que los jóvenes que desean entregar su vida al servicio del Evangelio, sigan formándose y puedan responder al llamado de Dios. Les seguimos pidiendo que nos sigan teniendo presentes en sus oraciones delante de Dios, para que Él nos conceda – a sacerdotes y seminaristas – la luz de su Espíritu para discernir los signos del tiempo actual y descubrir – y por qué no también ‘redescubrir’ – formas nuevas y antiguas de hacer llegar su Palabra de vida a los hombres y mujeres de hoy. ¡Dios nos bendiga a todos!

Pbro. Dr. Carlos Alberto Santos García Rector

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VocacionES

Redescubrir a un Dios

que llama

Durante todo este tiempo que ha transcurrido, hemos vivido diferentes momentos de desolación, fragilidad, enfermedad, desesperanza. Y cada una de estas cosas han debilitado nuestro sentido de escucha, de observación, de camino, de pertenencia y sobre todo de confianza en Dios.

Lo que sigue es, volver a redescubrir lo que ya había sido descubierto, pero ahora vuelve hacer nuevo para nosotros.

Recuerdo que, al principio de la pandemia muchas personas creyentes y no, comenzaron a preguntarse: “ante todo esto ¿aún existe Dios?”, otros se preguntaban con más desesperanza: ¿acaso Dios se ha vuelto inhumano?

Sigue redescubrir nuestra propia vida, nuestra propia historia, nuestra identidad de hijos de Dios.

Pudimos observar cómo, muchas personas comenzaron a perder la fe, el amor, la confianza en Dios; y todo por que perdimos de vista el amor de Dios por nosotros. Perdimos de vista la cruz, que nos recuerda nuestro fin y medio para llegar al cielo. Perdimos de vista el primer amor; aquel amor que siempre y para siempre será Jesús. Perdimos de vista lo que Dios nos va diciendo cada día. Perdimos de vista la posibilidad de un proyecto propuesto por Dios, abandonamos cualquier proyecto que quizás unos años atrás se veía totalmente nuevo y fructífero. Y así fuimos dejando poco a poco todo aquello que para nosotros nos hacia crecer, levantarnos. Dejamos que Dios, que es siempre actual, fuera totalmente viejo y por lo tanto, dejará de tener relevancia en nuestra vida, en nuestra historia. Ahora, después de mirar un poco lo que hemos pasado, llegó la hora de preguntarnos esto: ¿Qué sigue?

Sigue redescubrir a un Dios que ama, que camina, que no es inhumano, y que nos llama por medio de su mirada y ternura.

Sigue redescubrir los proyectos que alguna vez produjeron en nosotros una pasión totalmente fuerte. Hermanos, los invito a redescubrir el plan de Dios que tuvo, tiene y tendrá para nosotros. Recuerda que nada está terminado. Dios tiene un proyecto totalmente nuevo que te invita a volver a ser un hombre nuevo, dispuesto a entregar la vida.

Jesús Gerardo Urrutia Martínez

Segundo de Filosofía

Tel. 8111-58-2838 centrovocacional.org arquidiócesis de monterrey

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Llamados para servir

Realidad de la esperanza en un

México Guadalupano

México es un país de extensas culturas, que conjuntan una diversidad única en el mundo. A lo largo de los siglos hemos visto un devenir en nuestra historia donde esos intercambios culturales hablan de la cimiente de la esperanza, somos un país donde la «esperanza» es una lucha, desde quienes han sufrido la desigualdad, hasta quienes buscan concretar una cultura de trabajo y crecimiento económico; la cimiente de la «esperanza» nace del corazón impetuoso del ánimo de “salir adelante” de saber aspirar a ser una sociedad cada vez más humana desde el pensamiento cristiano. Es en nuestro México que lleno de vida y de una gran biodiversidad, donde convergen muchos tipos de climas, sonidos, paisajes, montañas, planicies y ríos, donde la geografía también habla de una riqueza incalculable. En sus montañas y valles se han escrito historias sumamente trascendentes; en el valle de México, en el norte de la ciudad capital, en su cerro del Tepeyac, se construye una identidad nacional, con la aparición de María de Guadalupe, la montaña juega un papel importante en la espiritualidad, que simboliza la lucha y el consuelo, y ahora es una casita, la casita sagrada del Tepeyac. Esa casa es la casa de los mexicanos, en ella (en la Basílica de Guadalupe) se escriben historias contadas desde el terror de la violencia, la enfermedad que vivimos del coronavirus, hasta la alegría de la vida misma. Más que una construcción es un Santuario sagrado que habla de identidad nacional, donde se habla con la Madre, y viendo que nuestra cultura se centra primordialmente en nuestras “mamás”. Con ello la familia juega un papel sumamente importante, es la cuna de los valores, es el lugar donde aprendemos a ser seres humanos en todas sus expresiones.

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Sin embargo es notorio también que la familia es un blanco de ataque, donde la disfuncionalidad y la división son el pan de todos los días, veo un México de familias agraviadas por la desconfianza, por el hambre, por la desnudez, por el desaliento ante las faltas de oportunidades. México sufre ante la violencia que se vive en todos los niveles y no debemos acostumbrarnos a vivir en ella. En el Tepeyac vemos un rostro de identidad, de compañía; en Monterrey también tenemos nuestro Tepeyac, en el cerrito de la Loma Larga, donde vive la Señora de Guadalupe en la Col. Independencia, comunidad que dibuja una polaridad severa ante la pujanza de una ciudad negociante, un barrio que encarna la realidad de un México herido por la desigualdad y el hambre; sin embargo, en nuestro Tepeyac regiomontano también se escriben grande elogios a nuestra madre del cielo, al ser

una comunidad llena de fe por quien la patrocina, es una radiografía de lo que hay en toda periferia existencial, el amor de una madre con sus hijos heridos por el dolor del sobrevivir. A México no le hace falta consuelo, le hace falta más bien dejarse consolar por la presencia de la Virgen María. Recuerdo aquel diálogo entre San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe: “¿Qué es lo que aflige?”, “¿Qué no estás bajo mi manto?”, son preguntas que calan en nuestra sangre cultural hasta nuestros días. Sentirnos consolados levanta nuestra autoestima, sentirnos con la convicción que no caminamos solos, que vamos acompañados y que nuestra tierra es bendecida; si fuéramos más conscientes de ello otro fuera nuestro horizonte, y lograríamos escribir nuevas historias de vida y resurrección.

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Hemos sido salvados en la «esperanza», a pesar de nuestra corrupción que incide en nuestra defectuosa forma de vivir, no podemos solos; tenemos que ser un pueblo que luche hombro a hombro, donde todos nos escuchemos, donde el que no tiene voz pueda experimentar la amistad al sentirse escuchado, donde los canales del amor a través de las palabras nos hagan entender el arte de vivir y vivir para Dios. En nuestras comunidades ese es un gran defecto social: “la falta de escucha”, y gran área de oportunidad es que no sabemos decir lo que sentimos, al no tener una cultura de lenguaje espiritual por ende tampoco podemos transmitir lo que tenemos por dentro, y no podemos vivir enmudecidos ante las batallas que estamos librando como sociedad mexicana. Es cierto que caminamos en una sociedad con muchas grietas sociales pero debemos echar mano de las grandezas que tenemos también, somos un pueblo en lucha, donde las madres se saben levantar a preparar a sus hijos para vivir el día, de padres que labran la tierra y soportan largas jornadas para llevar el sustento a sus familias, de abuelos que cuidan de sus nietos ante las ausencias de sus hijos, de jóvenes que luchan ante la desigualdad y el desamor, en México hay muchos cerros inspirados en el Tepeyac, hay que luchar con fe y seguir adelante llevando a Cristo en el corazón. ¡Amar hasta contradecir al mundo!

Pbro. José Luis Guerra Castañeda Coordinador de Nueva Raza en Cristo

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ACTIVIDADES MAYO - JUNIO


Vida e Historia

La juventud de la Iglesia El próximo 14 de agosto serán ordenados sacerdotes, 7 jóvenes de nuestra Arquidiócesis. Conoce cuáles son los desafíos a los que se enfrentan, en un mundo necesitado del Evangelio.

Vivir lo que creemos, plenamente felices Creo que uno de los principales retos que tenemos como neo sacerdotes es buscar nuevas formas de trasmitir el Evangelio a los niños, jovenes y adultos. El Evangelio es para todos y debemos de usar la creatividad que Dios nos da para trasmitir su amor por cada uno de nosotros. Necesitamos ser hombres de fe, que sean los primeros en creer, en vivir lo que creemos y enseñar lo que creemos. Que todos puedan encontrar en el sacerdote el ejemplo de una verdadera vida humana y cristiana.

Para un mundo necesitado del Evangelio: el Evangelio El Evangelio es Cristo. El mayor reto que encuentro es no perder la identidad como amigo, discípulo y apóstol de Jesús. Cada vez que un consagrado pierde su identidad, el mundo pierde un poco el Evangelio. Creo que ese es el mayor reto que yo encuentro... mientras tengamos la mirada en Jesús, nuestra vida reposada en su pecho, discípulos de su Sagrado Corazón y, como nos enseña nuestra Madre, haciendo lo que Él nos diga, el mundo siempre será alimentado por la alegría del Evangelio: Cristo.

¡Vivir alegres! Que la gente quiera acercarse a Dios y a su Iglesia porque nos ve que somos plenamente felices teniendo a Cristo como centro de nuestra vida.

Diác. José Ignacio Ávila Rangel

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Diác. Antonio de Jesús Peña Díaz


Mostrar el Amor de Dios Un joven sacerdote se tiene que enfrentar a un mundo que vive de manera individualista, que vive de manera en que solo sus propios criterios son los que quiere imponer y que por lo tanto, cuando alguien le habla de Dios, lo primero que siente es que se les quiere imponer una serie de reglas o preceptos. Por lo que uno de los retos de un joven sacerdote es ayudar a descubrir que seguir y amar a Dios no es solo una normativa, sino que involucra algo más profundo; es descubrir el amor más grande que puede haber en nuestra vida y que en respuesta a ese amor nuestra vida cambia de dirección y se orienta a buscar ya no solo el bien personal, sino a descubrir al verdadero amor que es querer el bien para el otro. Un sacerdote en nuestros tiempos tiene que saber dialogar con las distintas percepciones que se van dando en nuestros círculos sociales y mostrar que Dios siempre está presente, que Dios no excluye a nadie y por lo tanto, el sacerdote tiene el reto de ser canal, de mostrar ese mismo amor de Dios.

Diác. Adrián A. Garza Morales

Presentar un Cristo Vivo Uno de los desafíos más importantes del siglo XXI, será la indiferencia religiosa y el empirismo reacio, donde tenemos que enfrentarnos con una Iglesia que ya no le importa nada; una sociedad que vive sin que le importe nada; con jóvenes que no les interesan las cosas que no les puedas comprobar de alguna manera, por eso tenemos que renovar más que nunca nuestros métodos, nuestras expresiones, nuestro ardor por el Evangelio, que no es otra cosa que poder presentar a un Cristo vivo y real en la vida de todos nosotros.

Diác. Jorge Ricardo González López

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Habitar donde Cristo habita Los desafíos que tiene un sacerdote, no varían mucho de los desafíos que tienen los católicos comprometidos. Pero si quisiera mencionar al menos uno de los grandes desafíos de los que un joven sacerdote necesita cuidarse, es el no deslumbrarse por las aparentes ofertas que en nuestra sociedad ciegan a más de alguno. Un claro ejemplo de esto es que si bien, las grandes potencias tienen puesta su mirada en la colonización de otros planetas, el auténtico cristiano (incluido el sacerdote) debe de aprender a poner su mirada, hacia abajo. Debe atreverse a poner la vista donde nadie quiere ver, hacer visibles a los que el mundo quiere hacer invisibles (los pobres, los migrantes, los marginados), porque los considera “descartables”. El reto es este, salir sin deslumbrarse por las ofertas que se anclan a nuestro egoísmo. Lo realmente importante es anclarse en Jesucristo para habitar donde Cristo habita. Para terminar deseo citar al Cardenal Ratzinger en una de sus homilías cuando habla sobre la amistad con Cristo: “El Hijo de Dios, es el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad”.

Diác. Gilberto Eliud Gómez Pérez

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Ser creativos para transmitir el Evangelio Los retos que tenemos son muchos y variados, es menester ser creativos si queremos llevar nuestra experiencia de Dios al mundo. El primer reto es ser hombres de Dios, es cuidar nuestra espiritualidad y estilo de vida para ser un buen testimonio de Cristo. Debemos amar a Dios y a la Iglesia y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos. Considero que un gran desafío es “traducir” el Evangelio al lenguaje de hoy, de tal manera que pueda ser digerible y atractivo para cualquier persona independientemente de su educación o condición social. El internet revolucionó la manera no solo de comunicarnos, sino de vivir, por ello debemos ser lo suficientemente astutos para transmitir el mensaje íntegro de Jesús, utilizando los medios modernos. Además, es una obligación estar al pendiente de los avances científicos y tecnológicos, ello en virtud de ofrecer luces que iluminen el camino a seguir.

Diác. Rodolfo Guadalupe Amador García

Ser testigos del amor de Dios Hoy en día, el mundo está viviendo incertidumbre, indiferencia, soledad, falta de compromiso, de fe, de esperanza y de amor. Considero que un desafío para el sacerdote joven es ser testigo del amor de Dios, de que, en medio de toda tormenta, Jesús va en la misma barca, sereno, confiando en el Padre, que no estamos solos, que nunca se ha ido y camina a nuestro lado. Se necesitan sacerdotes alegres, llenos de fe, enamorados de Jesús, de la Eucaristía, que transmitan esperanza y que practiquen la caridad; sacerdotes humildes, que no busquen ser servidos sino que vivan sirviendo a los demás, que estén dispuestos a desgastar su vida por el otro, por el más necesitado; que al predicar, los demás escuchen las palabras de Jesús y no las nuestras, que vean las acciones de Jesús y no las nuestras, sacerdotes que reflejen los sentimientos de Jesús y no los nuestros. Que en cada gesto, cada detalle y en todo momento, las personas no se sientan solas, que se sientan amadas por Dios, que experimenten la presencia y la compañía de un Dios que ama, que perdona, que espera con los brazos abiertos para celebrar, para sanar y para abrazar con amor.

Diác. Oziel Rodríguez Martínez

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Conoce

La reconstrucción del tejido social Y la Palabra se hizo barrio y habitó entre nosotros Jn 1,14

El 7 de junio, después de una capacitación por parte de TELAR A.C. iniciamos en la comunidad parroquial de San Rafael Arcángel de Monterrey, la misión de verano, que tiene como objetivo ayudar en la «reconstrucción del tejido social». “Cuando nos referimos a reconstruir el tejido, dejamos en evidencia que algo está roto o frágil, a punto de romperse. Si le agregamos la palabra «social», queremos dar a entender que la sociedad actual, con su forma de ser y vivir, está sufriendo rupturas, se ha deshilado, ya no cubre y protege a sus familias, también rotas y divididas. Lo mismo si nos referimos al tejido eclesial: las redes de nuestra evangelización ya no pescan, por más que trabajamos toda la noche (cfr Lc). Como los apóstoles, parte de nuestro llamado, es remendar las redes rotas que atraen más gente a la Iglesia y remendar el manto materno que de la Iglesia, ahora deshilado para que, con cariño misericordia y ternura, arrope a los que se acercan como fruto de la misión y les de seguridad, identidad, vínculos en la parroquia, como una «casita sagrada»”. (La reconstrucción del tejido eclesial desde la renovación del Consejo Pastoral, pág. 3)

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Una de las finalidades de la reconstrucción del tejido social es apostar por la paz, la cual no consiste solamente en suprimir toda clase de conflictos, sino que es un proceso de reconstrucción de los vínculos comunitarios rotos y la creación de condiciones culturales, ambientales, familiares, y eclesiales para una buena convivencia. La misión consiste en ir formando en los sectores del territorio parroquial comunidades del buen convivir, buscando crear una espiritualidad eco-comunitaria comprometida con el entorno social, una reconciliación familiar que de apoyo afectivo para el desarrollo integral de los integran-

tes de la familia y una educación para el buen convivir. Integrantes de TELAR A.C, sacerdotes, seminaristas y diáconos estuvimos acompañando pequeñas comunidades ya existentes llamadas “Centros de Rosario” en el territorio de las Capillas de San Marcos, Divina Providencia y de la Parroquia San Rafael Arcángel en los cuáles se compartieron temas, se hicieron círculos de diálogo, momentos de oración y creación de propuestas para mejorar la comunidad, las relaciones en la familia, y para ayudar en temas de ecología.

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Estás tres semanas de misión han sido una experiencia increíble. Me han ayudado a recordar lo importante que es que nuestro cristianismo esté encarnado en las problemáticas actuales: sociales, familiares y ecológicas. Nos tocó escuchar los problemas que están experimentando las personas de la comunidad, las desconexiones a causa de la pandemia y la violencia y como a pesar de todas las dificultades no se pierde la esperanza de un mundo mejor. ¡Sigamos caminando como hijos de Dios en la reconstrucción del Reino de paz, justicia, verdad y amor!

André Alejandro Muzquiz Salazar Cuarto de Teología

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