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ue Nuestro Señor Jesucristo, en su infinita misericordia, se apiade de nosotros pecadores en este mundo.
Hermanos en la fe, le saludamos con motivo de esta edición tan especial para nuestro Seminario. Don Rogelio Cabrera López, Arzobispo de nuestra querida y amadísima Arquidiócesis de Monterrey ha llamado a un Año Jubilar dedicado a la Virgen Santísima del Roble, Patrona nuestra. Con tal motivo, hemos querido, los que elaboramos con amor y esmero en esta revista, dedicarla precisamente a este Año Jubilar. Sabemos con toda seguridad que disfrutarán cada uno de los artículos que hemos preparado, para deleitar su vida espiritual y poder así vivir como nuestra Madre Santísima, modelo de fe para todo cristiano. María Santísima siempre está atenta a cada uno de sus hijos para atenderle y amarle, como el Padre nos ha amado. Ella es la Madre de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra madre. Como Madre nuestra comprende cada uno de nuestros asuntos e intercede ante Dios por todos nosotros. En este marco nos damos cuenta del valor de vivir e imitar la vida de María Santísima como oyente y amante de la Palabra. No es fácil vivir como ella, pero ella nos ha querido enseñar cómo amar a su Hijo. Nuestra Madre Santísima del Roble, ha querido ser Nuestra Madre y al mismo tiempo acompañarnos en el seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo en estas tierras regias. Ella nos ha cubierto con su manto y está atenta para escuchar a cada uno de sus hijos. Nuestro Pastor Mons. Rogelio no es ajeno a tal situación, de forma que inspirado por el Espíritu Santo ha querido convocar este año jubilar con motivo del 50 aniversario de la Coronación Pontificia de Nuestra Madre Santísima del Roble, para que nosotros hijos suyos, perseveremos en la Gracia así como Nuestra Madre Santísima ha perseverado. Este Año Jubilar esta siendo para el Seminario de Monterrey una bendición en cuanto a lo espiritual, pues estamos perfeccionándonos en la fe, la esperanza y la caridad para que el día de mañana como futuros Pastores del Pueblo de Dios podamos llevar a Cristo así como Nuestra Madre Santísima del Roble lo vino a traer a estas tierras. Es debido a ésto que hemos querido escribir para ustedes lo que hemos compartido y aprendido en este año jubilar.
CONTENIDO Consejo Editorial Año 29 / No. 115 Febrero 2014 tiraje: 1,700 ejemplares Impreso: INCSA, S.A. DE C.V. Escobedo #340 Nte. Tel: 01(81) 8340-6160 Monterrey, N.L., México www.icnsa.com
director General
Pbro. Lic. Hilario González García
Director Editorial
Alan Lorenzo Sánchez Valencia
Edición
Diác. Jaime Jesús Garza Morales
Redacción y estilo
Diác. José Luis Campos Moya
Fotografía
Pedro Mora Oviedo
Diseño
Diác. Jaime Jesús Garza Morales Diác. Darío Fco. Torres Rodríguez Jesús Pablo Saldivar Castillón Francisco Guajardo Garza
Distribución
Francisco Villa Hernández
Seminario Arquidiocesano de Monterrey Carretera a San Mateo Km 3.5, Apdo. postal No. 34, C.P. 67250 Tel: 1161-5757 www.seminariodemonterrey.org
EDITORIAL DESDE RECTORÍA
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DOCTRINA CRISTIANA
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Culto a la Virgen María Catecismo mariano: todo lo que debes saber sobre la Virgen María ¿Cómo hablar de María hoy?
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LA VIRGEN DEL ROBLE
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LA VOCACIÓN SACERDOTAL
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Historia de la Virgen del Roble Año Jubilar de la Virgen del Roble ¿Qué es un Año Jubilar? Viviendo el Año Jubilar de la Virgen del Roble
CUÉNTANOS TU VOCACIÓN: Francisco Villa Hernández Mario Alberto Pacheco Rodríguez Juan Carlos Canizales González Karlos Cristian Ortiz González
El Año Jubilar en el Centro Vocacional El Año Jubilar en el Instituto de Filosofía
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DESDE EL SEMINARIO
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Colecta del Día del Seminario Fotogalería Felicitación a los nuevos Obispos Auxiliares Platícanos de tu Diócesis: MONTERREY
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stamos celebrando el Año Jubilar de la Virgen del Roble con ocasión de los 50 años de su coronación pontificia. Con esta celebración, los católicos de la ciudad de Monterrey, y en general del noreste de nuestro país, queremos revitalizar la devoción a nuestra Santísima Madre, la Virgen María, a quien reconocemos como patrona principal de la Arquidiócesis de Monterrey.
El próximo 31 de mayo se cumple este áureo aniversario, y en la entrega de este número de la Revista San Teófimo deseamos recoger en sus contenidos la experiencia eclesial de esta devoción particular, acompañada de reflexiones y exposiciones doctrinales que nos ayudan a crecer firmemente en nuestro amor filial a la Virgen María. En la proclamación del patronato de la Virgen María del Roble, hecha por el entonces Arzobispo Mons. Espino y Silva, encontramos una declaración de fe confiada y de ternura sincera a nuestra Madre del cielo. Afirmó en aquella ocasión el Arzobispo que María es Reina Soberana de nuestra Arquidiócesis y de todas las personas que la formamos. Este reinado de María tiene como característica la misericordia que su protección materna nos alcanza de Dios. Reconocemos que la Virgen María es nuestra abogada y defensora, y que en este patronazgo ponemos la firme intención de entregarnos completamente a María, para así ser completamente de Dios, imitando su ejemplo con el gozo de sabernos muy queridos por ella. Esta proclamación es una consagración que hoy vemos oportuno renovar. Nos unimos a esta coronación afirmando, a una voz con el Arzobispo, que tuyos somos y tuyos queremos ser en el tiempo y la eternidad, y te entregamos todo lo que somos y lo que poseemos, haciendo memoria de las palabras con las que se coronó en aquel entonces la imagen de Nuestra Señora del Roble. En estos tiempos de retos para la Iglesia universal y de una necesaria Nueva Evangelización, los católicos de Monterrey podemos dar un buen testimonio de fidelidad a la voluntad de Cristo si asumimos, con firme convicción y entusiasmo apostólico, el reto de presentar las enseñanzas de Jesucristo de manera asequible a las personas y la cultura de nuestro tiempo. Y este reto lo podemos afrontar con la seguridad de que la Virgen María es una excelente maestra de fe y de consagración a la voluntad de Dios. Su patronazgo sigue siendo actual y adecuado para motivarnos a llevar el Evangelio a los lugares públicos, a las personas alejadas y necesitadas de la misericordia de Dios, a los ambientes que padecen la indiferencia o el desencanto ante la oferta del Evangelio. Tener a María Santísima del Roble es un privilegio que nos impulsa a dar lo mejor de nuestra identidad regiomontana: el servicio desinteresado, la compasión ante la adversidad o la desgracia, la apertura y la franqueza en el diálogo y en el encuentro con las personas, la austeridad y la generosidad en el uso de los bienes. Todas estas cualidades las podemos aprender de la Virgen y tal vez por eso nos sentimos tan unidos a ella, pues en ella encontramos las enseñanzas del Evangelio hechas vida. En aquella proclamación del 31 de mayo de 1964 le pedimos a la Virgen que nuestra devoción a ella tuviera en nuestros corazones la frescura del diario amanecer, en medio de la antigüedad de la devoción. Pienso que en este Año Jubilar hemos podido renovar el perfume de esta devoción y deseamos mantener nuestra confianza en la Virgen María del Roble, poniendo bajo su cuidado y consuelo a nuestra ciudad y nuestro estado, a nuestras familias, y a nuestros niños y jóvenes. Hagamos más intenso nuestro cariño a nuestra patrona, elevemos a Dios nuestras oraciones y alabanzas, por medio de la intercesión de María y sigamos su ejemplo de docilidad. Que la Virgen del Roble nos alcance la misericordia de Pbro. Lic. Hilario González García Dios y nos siga protegiendo para que podamos vivir en paz y Rector del Seminario de Monterrey Director General de la Revista San Teófimo gozo espiritual.
Al entrar a un antiguo templo de nuestra ciudad, me topo, en el viento un débil susurro de un Ave María que se disuelve en los arcos de la colosal construcción. Al seguir caminando, otro saludo del ángel a María me sale al encuentro como dándome la bienvenida a la casa de su Hijo, una y otra vez se escucha desde un rincón una mujer mayor que con camándula en mano no deja de repetir el rezo. Tratando de no hacer mucho ruido con el rechinar de mis zapatos me siento en una de aquellas interminables bancas y me quedo contemplando aquella estampa de devoción y amor a la Virgen María, y es que habrían de ver con que devoción miraba aquella mujer la imagen, oscurecida por los años, de la virgen de Guadalupe, adornada con flores y velas que los mismos fieles ofrecen con cariño. Es una estampa que no pocas veces hemos visto en nuestras parroquias o templos, el afecto que el pueblo de Dios le tiene a la Santísima Virgen María es mucho. No podemos hacer de lado el culto a la Virgen María, el papa Pablo VI ya escribía sobre esto en la exhortación apostólica “Marialis Cultus” sobre el culto a la santísima Virgen María. En la introducción se nos enseña que todo desarrollo auténtico del culto cristiano redunda necesariamente en un correcto incremento de la veneración a la Madre del Señor. Es decir, hablar de María no es hablar menos de Jesús o de Dios, sino por el contrario, al contemplar a María como modelo de sierva, de apóstol de mujer orante, contemplamos el plan salvífico de Dios que se hace claramente visible en la obediencia de María. Hablar de la Virgen es hablar de Dios y de su plan misericordioso para con el hombre, es regocijarnos junto con María de la presencia de Cristo entre nosotros. ¡Cómo no se alegrará una madre cuando hablamos bien de su hijo¡ La reflexión de la Iglesia contemporánea sobre el misterio de Cristo y sobre su propia naturaleza, la ha llevado a encontrar, como raíz del primero y como coronación de la segunda, la misma figura de mujer: la Virgen María, Madre precisamente de Cristo y Madre de la Iglesia. Un mejor conocimiento de la misión de María, se ha transformado en gozosa veneración hacia ella y en adorante respeto hacia el sabio designio de Dios, que ha colocado en su Familia -la Iglesia-, como en todo hogar doméstico, la figura de una Mujer, que calladamente y en espíritu de servicio
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vela por ella y «protege benignamente su camino hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del Señor» nos dice también el Papa. María no deja de ser mujer de familia, al contrario, ahora es la mujer de una gran familia que es la Iglesia, y como buena madre de familia sabe cuidar a sus hijos y llevarlos por el correcto camino hacia el encuentro de su Hijo muy amado. Tenemos, por ello, una maternidad espiritual con María; pero, ¿cuándo se da esta maternidad? El Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium, nos lo dice: “esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador”. A María se le puede encontrar y dar culto en la liturgia. Durante todo el año, especialmente en el tiempo de adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo: modelo de vigilante oración. Pablo VI nos deja muy claro que en la Liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir toda tendencia a separar, como ha ocurrido a veces en algunas formas de piedad popular el culto a la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo. Resulta así que este periodo, como han observado los especialistas en liturgia, debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor. Cuando hablamos de María no podemos dejar aún lado a su hijo Jesucristo, porque precisamente esa es la misión de la Sagrada Virgen “hagan lo que él les diga” (Jn 2,5) Cristo es el necesario punto de referencia y María nos lo enseña. La Virgen es también modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto. María es ejemplo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios, continua explicando la encíclica.
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La ejemplaridad de la Santísima Virgen en este campo dimana del hecho que ella es reconocida como modelo extraordinario de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo, esto es, de aquella disposición interior con que la Iglesia, Esposa amadísima, estrechamente asociada a su Señor, lo invoca y por su medio rinde culto al Padre Eterno. Es decir, en María encontramos el más grande ejemplo de unión con Jesús, unión que comenzaría como la unión de cualquier madre con su hijo, que sabe en su corazón aun sin palabras los sentimientos del hijo. Así, igualmente, la Virgen Madre sabe los sentimientos de nuestro Señor, pero aún más, esa unión pasa a ser también espiritual por su oración constante al Padre, y disposición al Espíritu Santo, por eso es también llamada la Virgen orante; prodigiosa maternidad constituida por Dios como tipo y ejemplar de la fecundidad de la Virgen-Iglesia, la cual trae hijos por la predicación y el bautismo. En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de Él, en vistas a Él, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro. Ciertamente, la genuina piedad cristiana no ha dejado nunca de poner de relieve el vínculo indisoluble y la esencial referencia de la Virgen al Salvador Divino. En aquella mujer piadosa que contábamos en un principio debe reflejarse el amor de María, que con ternura contempla la vida de su Hijo Jesucristo, en aquel rosario encontramos los misterio de salvación, por eso al final de este ejercicio de piedad pedimos imitar los misterios que contienen y alcanzar lo que prometen.
Ernesto Castillo Torres
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La virgen María pertenece a la tribu de Judá de la familia de David. Hija de Joaquín y Ana, estos nombres son tomados del Protoevangelio de Santiago. Sus primeros años de vida debieron ser como los de cualquier niña de su tiempo: Debió llevar una vida familiar muy piadosa y llena, con la esperanza de la aparición próxima del Mesías prometido. La tradición judía, ubica a María entre los 13 y 16 años y a José entre 18-25 años, cuando contrajeron matrimonio. Según la costumbre del tiempo, primero hicieron un compromiso llamado los esponsales; el año más o menos, José condujo a María a su casa, acompañado de los amigos de ambos para la celebración del matrimonio. Poco después de los desposorios de María y José. Es enviado el Ángel Gabriel, al pueblo de Galilea, llamado Nazaret, para anunciar a María que muy pronto iba a tener un Hijo, y que le llamaría Jesús, el será grande y lo llamaran Hijo del Altísimo, (Lc1, 26-38). Obrándose de la siguiente manera en las entrañas de la Virgen María formó el Espíritu Santo de la purísima Sangre de esa señora, un cuerpo perfectísimo; creó de la nada un alma y la unió a aquel cuerpo; y en el mismo instante a ese cuerpo y a esa alma, se unió el Hijo Eterno de Dios; de ese modo el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo quedó hecho hombre. Después de dar el sí al ángel, para ser ella la madre de del Hijo de Dios, se dirigió a una región montañosa para ver a su prima Isabel la cual estaba en cinta, para ayudarla en su labores, encontrándose de esa manera el último de los profetas, con aquél a quien profetizaban. Este suceso lo podemos constatar en Lc1, 3945. Así llegamos al relato del nacimiento de Jesús, el cual sucedió en la tierra de Belén, de donde era originario David, fue ahí porque por un edicto de Cesar Augusto, tenían que ir todos a su tierra natal, para empadronarse, y es ahí donde lo llegó el momento del parto de María, como lo hemos leído en Lc2, 1-20.
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Cando lo llevan al templo para cumplir con el precepto de Moisés y cumplir así con la ley. Simeón un hombre justo y piadoso, fue al templo movido por el Espíritu Santo, cuando fueron María, José y el niño, al cual tomo en sus brazos y bendijo a Dios. Dirigiéndose a María a le dijo: “A ti misma una espada atravesará tu alma”, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones (Lc 2, 22-35) Durante la vida pública de Jesús María aparece en diferentes ocasiones donde mencionaremos algunos de ellos: A. En la bodas de Caná (Jn2, 1-11) B. Cuando los paisanos de Jesús, admirados de su predicación en la sinagoga se preguntan: “¿No es este el hijo de María?” (Mc6, 3) C. Cuando una mujer entusiasmada por la predicación de Jesús levanta la voz para alabar a su madre. D. Cuando María pregunta por Jesús y quiere verle y hablarle. (Lc8,19) María fue fiel a su misión ya que estuvo sufriendo en su alma por la humanidad, los dolores de su Hijo, permaneciendo al pie de la Cruz. Como no lo cuenta San Juan, testigo presencial: Jesús viendo a su Madre y a su discípulo a quien amaba, dijo a sus madre: “Mujer he ahí a tu a Hijo”; luego dijo al discípulo: “He ahí a tu madre”, y desde aquella hora la recibió ella en su casa (Jn19, 26-27)
Dentro de la tradición, la Iglesia ha propuesto diferentes dogmas en favor de la doctrina mariana: La inmaculada concepción de María El privilegio de este dogma es su concepción Inmaculada, en el que por gracia de Dios omnipotente y en atención a los méritos previstos de Cristo redentor, la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, desde el primer instante de su concepción. Dios pudo hacer a María inmaculada porque es Dios: la debió hacer inmaculada porque iba a ser su Hijo luego la hizo inmaculada. El dogma fue declarado el día 8 de diciembre de 1854 por el papa Pio IX. El texto de la declaración dogmática dice así: declaramos, pronunciamos, y definimos, que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, por gracia y privilegio singular de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, salvador del género humano, fue preservado inmune de toda mancha de la culpa original, ha sido revelado por Dios y por tanto debe ser creído firme y constantemente por todos los hombres. El dogma de la virginidad perpetua de María Este dogma fue definido por el Concilio de Letrán en el año 649, en el Concilio XI de Toledo y en la Constitución de Paulo IV. Este dogma nos habla acerca de la dignidad del padre celestial, cuya paternidad no se debía comunicar a un hombre. La propia dignidad del Hijo de Dios cuya carne debía ser concebida sin corrupción alguna de la Madre.
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La dignidad de la humanidad de Cristo, cuya concepción no debía ir acompañada de la concupiscencia de la carne, fruto del pecado, que Él venía a quitar. El fin de la encarnación, ordenada a que los hombres renaciesen de Dios. El dogma de la maternidad divina de María. Este dogma cosiste en ver a María como propia, real y verdaderamente Madre de Dios, puesto que engendró según la carne, al Verbo de Dios hecho hombre, siendo ella la Teotókos. Fue definido como dogma por el concilio de Éfeso en el año 431, para condenar a Nestorio, Patriarca de Constantinopla, el cual afirmaba que en Jesucristo había dos personas, divinas y humanas y que la Virgen era Madre sólo de la humana, por lo cual no era Madre de Dios, sino de Cristo en cuanto persona humana. En este dogma nos deja como enseñanza que en Jesucristo hay dos naturalezas, la divina y la humana y una sola persona, de la cual es madre María y por lo tanto madre de Dios. El dogma de la Asunción Este dogma fue promulgado por la Iglesia el 1° de noviembre de 1950 por el papa Pio XI. Se definió de la siguiente manera: proclamamos, declaramos y definimos, ser dogma debidamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. A través de la radio y la televisión, todo el mundo católico presenció, emocionado y con delirante entusiasmo, esta declaración. Este dogma nos enseña que así como ella la mereció por su amor a Dios, por sus virtudes y por sus sufrimientos, así nosotros merecemos nuestra propia resurrección gloriosa, si nos esforzamos por amarla e imitarla. Estos dogmas nos ayudan a entender mejor y venerar de una manera más digna la persona de María, pero más que venerarla hay que imitar sus virtudes y ejemplos para ser verdaderos cristianos, a ejemplo de nuestra madre santísima que siempre supo hacer la voluntad de Dios.
Sebastián Bautista Vázquez
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Uno de los personajes que mejor muestra la fe cristiana es, sin duda alguna, la Virgen María: mujer emblemática que aparece como aquella que ha escuchado la voz de Dios y se ha adherido a su voluntad. Hablar de ella es adentrarnos en una de las protagonistas de la Historia de la Salvación. De ella se destaca su disponibilidad, se venera su virginidad y su elección inmaculada que la preserva de todo pecado. Todo ello como un don de Dios, virtudes que ella debió desarrollar con la gracia del Altísimo para responder a su elección divina.
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Es, sin duda, alguien especial que aun hoy tiene mucho que decirnos. Hemos de ubicar bien a esta mujer, desde el lugar que ocupa en la vida de la Iglesia, para que podamos comprender el mensaje que en ella y por ella Dios quiere dar a su pueblo. En la Sagrada Escritura, es realmente poco lo que de esta mujer leemos, poco en comparación con lo que la reflexión cristiana hoy dice de ella; pero aun eso poco sustenta lo que conocemos. ¿Qué es lo que nos dicen los textos sagrados sobre María? A partir de ellos se intentará descubrir cómo podemos referirnos a ella en la actualidad. Como primera referencia, se encuentra un texto del profeta Isaías, conocido por su anuncio de la venida próxima del Mesías. En él leemos el siguiente texto: Mirad, una doncella está en cinta y va a dar a luz a un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel (Is. 7,14) El hombre de Dios, hace el anuncio de la llegada del “Dios con nosotros”. El texto dice que vendrá nacido de una mujer, de una doncella que espera su llegada. Es la señal que da a quienes piden un poco de esperanza para su vida. Quisiera resaltar un hecho en particular. Isaías en el anuncio mesiánico que hace, centra su atención en el Emmanuel que llega de modo muy particular. Poco parece tener de relevante el nombre de quien traerá al mundo a este tan esperado; Isaías no menciona más datos, solo que es una mujer, una doncella que está encinta. Hemos conocido a otras mujeres en la Escritura de quien si sabemos su identidad: Sara mujer de Abraham, Rebeca mujer de Isaac, Raquel mujer de Jacob; sin embargo, de esta mujer que menciona el profeta solo sabemos muy poco. Parece contradictorio que un personaje que es parte de un hecho sumamente trascendente para la vida del pueblo y del mundo, aparezca mencionada con muy pocos datos sobre ella. Sin embargo, empieza aquí a vislumbrarse lo que será la misión de esta mujer en la historia de la Salvación. Las cosas dan un giro en el Evangelio de Lucas, quien narra el momento del anuncio de la llegada del Mesías. Un anuncio que no es para todo el pueblo, sino a quien es participe activa de este hecho. “envió Dios al ángel Gabriel, a un pueblo de Galilea, llamado Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José, de la casa de David. La virgen se llamaba María” (Lc 1, 26-27) Lucas da más referencias sobre la Mujer que dará al mundo el cumplimiento de la profecía de Isaías. No solo nos dice donde vive (Nazaret), o su situación afectiva (desposada), el Evangelista nos dice que se llama María. Este dato que parecía oculto, se revela, toma identidad en aquella de quien solo de decía que era una doncella. Aquel que era anunciado a futuro, se vuelve una realidad, en medio de una realidad muy concreta, en un lugar geográfico, en una situación concreta, pero sobre todo en una Mujer que ahora sabemos se llama María. Recordemos que toda la Escritura Sagrada, en su Antiguo y Nuevo testamento, gira entorno a la persona de Jesús, en Él tiene cabal cumplimiento la ley y los profetas; en Él se abre la esperanza de la llegada del Reino de Dios. Dos hechos resaltan en los textos bíblicos que hemos ya mencionado: el primero, que Cristo el Hijo de Dios es anunciado y toda la atención se centra en Él como Mesías que viene de una mujer; el segundo es que se concretiza en el seno de una mujer que se llama María que se reconoce como la “esclava del Señor” a quien se debe y desea servir.
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Definitivamente, María, la Mujer, sabe cuál es su lugar en el plan de Dios. No es ella el centro, sino solo es aquella que nos transmite, nos da a su hijo, al hijo de Dios. Con razón en el episodio en Canaán da ese paso de ser la Madre “hijo, no tiene vino” a ratificarse como la servidora (Hagan lo que él les diga). Esta es una excelente clave para hablar de María hoy. Hacerlo siempre partiendo de Jesús y para hablar de Jesús. Ella, que siendo la madre, supo pasar a ser la discípula. El papel de María en la historia de Salvación tiene sentido desde lo que Dios ha hecho en ella. Eso es lo relevante en ella, que nos da el camino para estar con su hijo. “todo a Jesús por María” versa una frase que manifiesta ese espíritu de María como la portadora del Mesías. El gran riesgo en la vida del cristiano es quedarse con los medio y olvidar el fin que estos tienen. Puede ser que impacte la vida de los santos, pero ha de impactar más el por quién lograron una vida así. Debemos siempre situarnos en el papel de María, ella misma no quiere ser el centro, no quiere que la pongamos en el centro, porque sabe que es el lugar de Jesús, de quien ella recibe todo lo que es. Veneremos siempre a María, por sus virtudes, por su presencia entre nosotros, pero sobre todas las cosas, venerémosla por su papel de discípula, como aquella que nos trae la Buena Noticia que el mundo de hoy sigue necesitando. Una espiritualidad mariana, desligada de Cristo esta vacía y corre el riesgo de quedarse como una buena idea o un buen momento en la vida o un sentimiento agradable. Celebremos a la Mujer, la doncella, la Virgen, la Madre de Dios, porque donde esté ella, ha de estar siempre Dios. “yo soy la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra” (Lc 1,38)
Esteban Orozco García
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APARICIÓN En el año de 1592, Fray de León, benemérito misionero franciscano, coloco una Imagen de la Virgen Santísima en el hueco de un Roble, para protegerla de las incursiones de los indígenas nómadas y salvajes. Efectivamente, el mencionado religioso, en compañía de Fray Diego de Arcaya y Fray Antonio de Salduendo, salió el año citado del convento de Saltillo, recién fundado, para evangelizar una numerosa e importante tribu, que habitaba en las faldas del cerro de la Silla.
Lo cierto es que, pocos años después de la fundación de 1596, una pastorcita, que había llevado a pastar a una manadita de cabras se había alejado un poco de la naciente de los Ojos de Agua, “Oyó una voz que la llamaba por su nombre, lo que no dejó de confundirla, pues tenía por cierto que por aquel paraje no era verosímil que estuviese alguno. Entre turbada y alegre, oyendo que la llamaban así, procuró acercarse a donde la voz se percibía, cuando al pie del Roble vio !Oh que dicha! a María Santísima; y que el roble le hacía como trono o nicho, donde la lluvia o recios temporales no pudiesen ofender a la santísima imagen. Reparó también que despedía de sí tan suave olor, y que estaba adornada de tanta claridad, que más parecía aquel dichoso sitio la gloria, que tronco de un árbol entre tanta maleza”. La pastorcita fue a dar aviso a sus padres, quienes siguiéndola llega-
Se sabe que todos los miembros de la tribu, capitaneados por su cacique y jefes subalternos, recibieron con benevolencia y respeto a los venerables misioneros, al grado de que, a propuesta de Fray Andrés de León, consintieron en cambiar su morada hacia la llanura que se extiende al norte de la ciudad de Monterrey. Consta en un importante manuscrito perteneciente al Archivo Histórico del Convento de Guadalupe, Zacatecas año de 1788, que en ese lugar se erigió un rustico altar, bajo la enramada de un frondoso roble, en cuyo tronco había un hueco a modo de hornacina. Fue donde coloco fray Andrés la pequeña Imagen de Nuestra Señora a la que nos referimos. Este lugar, conocido con el nombre de “Piedra Blanca” fue el asiento de la primera misión y, cuatro años después, es decir, en 1596, incluyendo 34 familias de labradores españoles que allí acudieron, constituyo el núcleo de la ciudad de Monterrey, ni más bello, ni mas consolador el origen de la que hoy es soberbio emporio de la Industria en nuestra Patria. El amor inflamado a María y el apego entrañable a la tierra fueron los cimientos de la espectacular Ciudad Metropolitana.
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ron hasta aquel roble, vieron la imagen y le dieron gracias a Dios por tan especial favor. Fueron, luego avisar al cura de la Parroquia (Hoy Catedral), con el fin de que la imagen fuera colocada donde mejor conviniera. Nos cuenta, además la tradición, que la imagen fue llevada triunfalmente hasta la parroquia y allí fue honrada, como la Virgen del Nogal. Pero, al amanecer inexplicablemente la imagen no se encontraba en su sitio. Entonces, fueron en busca de ella al roble y allí la encontraron, tendido sus vestiditos manchados de lodo y con restos de zacate y cardos. La imagen fue nuevamente trasladada a la parroquia y nuevamente “se regresó” al roble, entendiendo aquellas gentes, que era voluntad de la Virgen Santísima que allí mismo se le construyera un templo. Por aquellos años, Monterrey era sumamente pobre, por lo que las gentes hicieron promesa y juramento de que, lo más pronto que pudieran, le edificarían un templo. En base al juramento que habían hecho los colonos, se dedicaron a levantar una ermita en aquel sitio, mientras que la sagrada imagen permanecía en la parroquia (Catedral), donde le edificaron un altar, ahora destruido, en el cual hasta hace poco estaba la imagen del Sagrado Corazón. La ermita no duró mucho, ya que se nos narra que el tiempo pronto destruyó aquella primera construcción. Se levantó, entonces, otro templo más sólido, pero sus bóvedas se desplomaron poco tiempo después.
El año de 1964 fue declarado: AÑO MARIANO DEL ROBLE por el IX Arzobispo de Monterrey, Dr. D. Alfonso Espino y Silva. Ese mismo año fue la coronación pontificia de la imagen, la consagración del santuario y la proclamación de Nuestra Señora del Roble como Patrona de la Arquidiócesis de Monterrey. La Devoción a la Virgen del Roble conoce dos fiestas principales: El 31 de Mayo, fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María, aniversario de la coronación pontificia. Y, el 18 de Diciembre, propiamente el día de la Virgen del Roble. Una de las prácticas piadosas más singulares es cuando la santa imagen es bajada de su altar, llevada en procesión dentro del templo y luego como los fieles pasan por debajo de su manto en señal de sumisión y protección. Además, se cuenta con una imagen peregrina que antes salía a visitar a las Iglesias del centro, y desde hace 8 Años, el Sr. Cardenal Don Francisco Robles Ortega, mediante un comunicado (Prot. No. 668/2006) estableció que la Imagen Bendita visitara las parroquias y Templos de toda la Arquidiócesis cada Año, Documento que ha corroborado nuestro actual Arzobispo Don Rogelio Cabrera López.
Pbro. Miguel Guzmán Pais
Rector, Basílica del Roble
No fue sino hasta 1854 que se inició la construcción del antiguo templo, de grandes dimensiones y cuya cúpula terminada en el año 1904, se derrumbó tan solo un año más tarde, resultando, milagrosamente intacta, la imagen de Nuestra Señora. La restauración del antiguo templo, suprimió la cúpula, pero teniendo como inspiración la planta de la Basílica de Santa María “La Mayor”, en Roma, y la fachada de la Basílica de San Pablo “Extramuros” de la misma Ciudad, convirtió al templo del Roble, en un magnifico edificio. 16
VIRGEN
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En la tradición de la Iglesia, la Virgen María ha sido siempre querida y venerada por sus fieles. Los nombres de devoción a la Virgen María van cambiando de acuerdo a sus lugares. Así la vemos como la Guadalupana o como la Dolorosa o como la de San Juan de los Lagos. Aquí en nuestra Arquidiócesis la veneramos como la Virgen del Roble. Sabemos que, aunque porte diferentes trajes, es siempre la misma: nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María. Nuestra devoción a la Virgen del Roespecialmente este año por el 50 pontificia. María es Reina por el Hijo, Jesucristo, es el Rey del los misterios del Santo Rosario Con este gesto que nuestros de coronarla, quisieron recocomo la Reina, sino como de nuestra Arquidiócesis. En el marco de esta celebración coronación pontificia quiero invitar a mos nuestro amor filial a la Virgen Mahagamos nuestra Reina: Reina de nuesde nuestra Arquidiócesis. La Virgen María siemseguro.
ble se ha visto engalanada aniversario de su coronación simple hecho de que su universo; por eso uno de así lo refiere. antepasados hicieron nocerla a ella no solo nuestra Reina, la Reina en la que recordamos su todos los fieles a que renovería; a que nosotros también la tras familias, de nuestro Seminario, pre nos llevará a Jesús por el camino más
La devoción a la Virgen María en su advocación del Roble nos recuerda el camino del encuentro y la vida comunitaria. Si el Papa Francisco nos ha recalcado la necesidad de crear una cultura del encuentro fraterno, la Virgen del Roble es nuestro modelo. Al recordar la historia de su aparición en un Roble, podemos comprender cómo ella ha querido –como en todos los lugares- entrar en comunión con determinados pueblos y ciudades. Ahora, en estos tiempos marcados por la indiferencia social, es necesario mirar a la Virgen María del Roble y pedirle que nos ayude a crear lazos de encuentro y vida comunitaria. Pidámosle con fervor que nos conceda la conversión en nuestros corazones para que como ella podamos edificar la comunidad. Cuántas personas a lo largo de estos años nos han mostrado con su cariño y devoción a la Virgen del Roble que basta tener la fe del tamaño de un grano de mostaza para hacer grandes cosas. La
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Virgen María nos enseña con su fiat cómo es la fe; por eso ella canta en el Magníficat la grandeza de Dios que se fija en la pequeñez. La fe, como nos decía el Papa Benedicto, es fruto del encuentro con Dios. La Virgen María nos enseña a vivir sumergidos en el misterio de Dios que abarca toda nuestra vida: ¡Dios, como un padre bondadoso, nos abraza en toda nuestra existencia! Es muy acertada la jaculatoria que dice: “Virgen Santísima del Roble, cúbrenos con tu manto” porque al rezarla hacemos nuestra la experiencia de los niños que experimentan cobijo y seguridad en los brazos de su madre. En este año que recordamos la coronación de la Virgen del Roble, pidámosle también que, como ella, podamos experimentar la ternura de Dios; experiencia que seguramente afianzará nuestra fe en Él. El Seminario de Monterrey tuvo su casa por un tiempo dentro de las instalaciones de la Basílica del Roble. Es por eso que también quisiera que le encomendáramos a ella las vocaciones sacerdotales. Nuestra Arquidiócesis sigue creciendo; ya van más de diez nuevas parroquias que hemos erigido. Los fieles necesitan de nuestro cuidado, de nuestra atención pastoral. Sin embargo, hacen falta más sacerdotes. El seminario es un tiempo especial para la vida en fraternidad, para la profundización del misterio de Dios, para el discernimiento de la vocación. Pidámosle a Dios, por intercesión de la Virgen María del Roble, por el aumento de las vocaciones a la vida sacerdotal. Quiero alentar a todos los seminaristas a que se sigan esforzando en prepararse para servir al pueblo de Dios. Al contemplar a la Inmaculada Virgen María del Roble descubrirán el camino que con seguridad los llevará a Jesús y podrán entregarse a Él con un corazón generoso. Es cierto, el camino no es sencillo, el camino es exigente, el mismo Señor Jesús nos lo ha advertido. Pero recuerden que no van solos: Dios los acompaña, Dios los guía y el santo pueblo de Dios los acompaña con sus oraciones y cariño. Que este año que celebramos el 50 aniversario de la coronación del Virgen del Roble, podamos ofrecerle a ella una corona que brille por el fulgor de la entrega generosa de nuestras vidas a su Hijo Jesucristo, rey del Universo. Con mi bendición. Mons. Rogelio Cabrera López
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Ordinariamente, la palabra “jubilar” la asociamos a la acción de retirarse de trabajar al cumplir cierta edad. Incluso, muchos ven este momento en sentido negativo; como si fuera el fin de su vida productiva. Sin embargo, tiene un sentido totalmente opuesto, una connotación de alegría. Para los católicos, el año jubilar sirve para conmemorar un evento importante; puede ser un Jubileo universal, que es una celebración de la Iglesia cada 25 años. O un jubileo extraordinario para festejar un acontecimiento histórico en la Iglesia. También puede haber jubileos locales, para festejar un acontecimiento de una Iglesia particular. Podemos recordar el año jubilar del 2000, que además tenía la peculiaridad de ser el ingreso al nuevo milenio. En este jubileo se llevaron a acabo muchas actividades históricas; entre otras, la apertura de la puerta santa por parte del Papa, acompañado de representantes de otras denominaciones cristianas. También podemos recordar la famosa petición de perdón de Juan Pablo II, por los errores históricos de la Iglesia. Pero la idea de festejar un año de jubileo lo heredamos de la tradición judía. Los cuales tenían la tradición de festejar el año santo cada 50 años: «Contarás siete semanas de años, siete por siete años; de modo que las siete semanas de años sumarán cuarenta y nueve años. El mes séptimo, el día diez del mes, harás resonar el estruendo de las trompetas; el día de la expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra. Declararás santo el año ciencuenta, y proclamaras por el país la liberación para todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia» (Lv 25, 8-10) De hecho, el término ‘jubileo’ proviene del término hebreo “Yobel”, que significa ’el cuerno del cordero usado como instrumento sonoro para anunciar el año dedicado a Dios’. En la traducción de la Biblia al latín, se utilizó el término “Iubilaeus”, añadiendo un sentido de alegría.El pueblo de Israel festejaba este año santo de diversas maneras. En primer lugar, dejaban descansar la tierra (Lv 25, 11-12), se liberaban a los esclavos (Lv 25,10), se perdonaban las deudas (Dt 15 1-4) y se podían recuperar las propiedades perdidas mediante el “rescate” (Lv 25,13.23-24). En el Nuevo Testamento, Cristo mismo proclama el año de Gracia en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a
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los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” (Lc 4,16-21). Jesús hace suya la tradición y el sentimiento jubilar y se presenta como puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Lo que era una institución, una ley, se personaliza y se traduce en la esencia de la Buena Noticia mesiánica: el anuncio del “tiempo de gracia”, la salvación que viene de Dios. Dentro de nuestra Iglesia, el primer gran Jubileo se llevó a cabo en el año 1300, convocado por el Papa Bonifacio VIII, debido a la petición de los fieles, que solicitaban un tiempo de indulgencias con motivo del cambio de siglo. Desde entonces a la fecha, se han ido estableciendo con mayor claridad las características propias de los años jubilares. Hoy en día, su frecuencia está fijada cada 25 años. Entre las diversas actividades resaltan las peregrinaciones, las indulgencias y un período especial para el crecimiento espiritual de los fieles. En cuanto a los jubileos locales, podemos mencionar aquellos que han suscitado un verdadero interés religioso y popular, porque han sido metas de peregrinación a lo largo de los siglos. Por ejemplo, el de Santiago de Compostela, que celebra jubileo cuando la fiesta del apóstol (25 de julio), cae en domingo. La sede metropolitana de Lyon (Francia) celebra jubileo cuando la fiesta de San Jorge cae en Viernes Santo y la de Corpus Christi coincide con la fiesta de San juan Bautista, lo cual acontece una vez cada siglo. En nuestra iglesia local de Monterrey, celebramos este año el Jubileo por los 50 años de la coronación de Nuestra Señora del Roble. Este año jubilar inició el 31 de mayo del 2013 y terminará el 31 de mayo del 2014. Este es un tiempo de gracia y renovación espiritual, que nos invita a la reconciliación y la conversión. Se nos invita a participar en las actividades propias de este año jubilar. Entre otras actividades, se invita que la Virgen del Roble tenga su misa en todas las parroquias y templos de la Arquidiócesis. Que todas las zonas pastorales peregrinen a la Basílica del Roble. Se invita a realizar el rezo del santo rosario en parroquias, templos y familias. Así pues unámonos con alegría a estas festividades, como mencionaba Juan Pablo II en su Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000: “Cada Año jubilar es como una invitación a una fiesta nupcial. Acudamos todos, desde ls diversas Iglesias y Comunidades eclesiales a la fiesta que se prepara; llevemos con nosotros lo que ya nos une y la mirada puesta sólo en Cristo nos permita crecer en la unidad que es fruto del espíritu”. Alfredo Roldán Reyna
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Desde hace ya 50 años, Monterrey ha sido cubierto bajo el manto de Nuestra Señora del Roble de una manera especial, debido a que el Excmo. Sr. Arzobispo Don Alfonso Espino y Silva, la coronó como santa patrona de nuestra ciudad y de nuestra Arquidiócesis. Precisamente, desde el pasado 31 de mayo del 2013, estamos celebrando el año jubilar de dicho evento con diferentes actividades que nos recuerdan la importancia del patrocino de Nuestra Madre Santísima. Quienes pertenecemos al Seminario de Monterrey participamos activamente en torno a esta celebración, ya que hemos tenido la oportunidad de asistir a las diferentes celebraciones en la Basílica del Roble y gracias a la iniciativa de Nuestro Señor Arzobispo Mons. Rogelio Cabrera López, se ha fomentado la devoción a Nuestra Santa Patrona. Nuestro Arzobispo tuvo a bien, entronizarla en las capillas del seminario: Menor, Curso Introductorio, Filosofía y Teología; de tal modo que cada imagen nos recuerda su presencia entre nosotros, especialmente en los lugares de oración. No cabe duda que a lo largo de este festejo, hemos contado con innumerables signos que nos han permitido adentrarnos a esta celebración; pero han sido particularmente dos de ellos que me han llamado poderosamente la atención y me han ayudado a reflexionar acerca de la importancia de Nuestra Virgen Santísima, como parte esencial de la formación al sacerdocio. El primero de ellos, fue la acertada elección que tomaron nuestros hermanos sacerdotes recién ordenados el pasado mes de Agosto, al elegir para sus ornamentos los colores de la virgen del Roble, e incluso colocarle un manto del mismo diseño a la imagen que preside la basílica, para agradecer su caminar junto a ellos en el camino al sacerdocio; el segundo signo que me ha marcado tuvo lugar en la última ocasión en que visitamos la basílica del Roble con motivo de la ordenación Diaconal, candidaturas e imposición de sotanas, ya que la mayoría de los seminaristas, tuvimos la oportunidad de estar sentados detrás del actual presbiterio, frente a la imagen de la virgen, y fue especialmente en el rito de la ordenación, cuando estuvimos hincados a los pies de Nuestra Madre, escuchado la letanía de los santos, cuando tuve la opor-
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tunidad de reflexionar aún más acerca de la compañía de la santísima virgen, a lo largo de mi formación en el seminario. Para poder hablar en primera persona del plural, es necesaria una experiencia vivida en primera persona del singular, es decir, para poder plasmar cuál es el sentir del seminario alrededor de este jubileo, es justo expresar mi testimonio acerca de la presencia de la Santísima virgen del Roble en mi vocación. Pertenezco a la comunidad parroquial de Cristo Rey en el centro de Monterrey. Desde muy pequeño, por el testimonio de mi abuelo materno, conocí la devoción a la Santísima Virgen María y por la proximidad a mi casa, acudíamos a la basílica del Roble en diferentes fechas para dar gracias a Dios. Con el paso del tiempo, recuerdo que prefería acudir ahí a misa, debido a la arquitectura, que en lo particular me ayudaba a profundizar en la oración y podía contemplar por medio del arte el misterio de Dios encarnado. Recuerdo, especialmente, a la basílica del Roble como un lugar privilegiado en el que descubrí mi llamado al sacerdocio. En ella, tuve una experiencia que me impulsó a decirle sí a Jesús en mi proceso de discernimiento vocacional, específicamente en una situación que se prolongó desde el rezo del santo rosario, hasta la misa vespertina, lo cual me hizo formalizar mi proceso vocacional y dejarlo todo. Con la gracia de Dios y al paso de casi seis años, curso el primer año de teología. Mi caminar vocacional, lleno de bendiciones y alegrías no ha sido fácil, pero gracias a Dios y a la Santísima Virgen, he logrado perseverar en mi formación. Logro identificar en mi experiencia vocacional, varias similitudes con la situación actual de Monterrey, que ha cambiado mucho en los últimos años, pero sigue en pie. Nuestra ciudad se ha visto invadida por la incertidumbre, provocada por la violencia, la enfermedad y el miedo; pero sin duda, lo que hemos vivido alrededor de este festejo jubilar debe recordarnos la presencia de Nuestra Santa Patrona que siempre ha permanecido a nuestro lado y como una verdadera madre, nos arropa para protegernos e invitarnos a salir adelante, dirigiéndonos a Jesús. Por eso, ahora te toca a ti responder: ¿Cómo estas viviendo este año jubilar de la Virgen del Roble?
Hugo Enrique Garza Treviño
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LA VOCACIÓN SACERDOTAL
La historia de mi vocación Soy Juan Carlos Canizales González, tengo 21 años y pertenezco a la Diócesis de Piedras Negras. Soy originario de Rio Grande Zacatecas, pero mi familia vive en ciudad Acuña Coahuila. Mi llamado o mi historia vocacional es muy similar a la de la muchos seminaristas. De pequeño, no tuve interés por la Iglesia aunque vivía en un hogar católico; mis padres no imaginarían que algún día uno de sus hijos sentiría el llamado a la vida sacerdotal. Tenía 14 años cuando hice el sacramento de la confirmación; para realizarlo me pedían ir cada domingo a misa; en una de esas misas, escuché la invitación para asistir a un grupo juvenil de la parroquia; me llamó mucho la atención porque nunca había tenido la experiencia de pertenecer a un grupo de la iglesia.
Al principio no queríamos porque no teníamos suficiente experiencia, pero después aceptamos. Al estar trabajando con un grupo nuevo y a la vez ser nuevos en el servicio de la pastoral juvenil, fuimos creciendo con los jóvenes de aquella capilla. Vivimos con ellos los tiempos fuertes litúrgicos, algunos retiros, misiones en parroquia, etc. Pasado un año, recibí otra invitación, pero ahora para asistir a un preseminario. No sabía al principio el fin de aquella experiencia, solo que era para conocer la vida sacerdotal, pero tratándose de un retiro y algo de Dios decidí asistir. La sorpresa fue que en esta experiencia descubrí el llamado de Dios en mí; no había sido algo que naciera en ese momento sino que ya desde hace tiempo descubrí que él me estaba llamando. Éramos 56 jóvenes viviendo ese preseminario, de los cuales 16 fuimos aceptados. Sin pensarlo dos veces decidimos ingresar al seminario. Terminados esos días, regresé a mi casa (acuña) a dar la noticia a mi familia, amigos, chavos de la parroquia. Ahora quería ser sacerdote y dejaría mis planes anteriores por otros muchos mejores, que eran el de seguir a Cristo. Mi mamá, aquel entonces, al darle la noticia se puso muy triste, pero decidió apoyarme en mi decisión al verme tan seguro; papá no dijo nada pero decidió apoyarme aunque al principio no quería ese estilo de vida para mí. Después de unos meses antes de la imposición de sotana él mismo me diría que el camino que había elegido era el mejor de todos y que luchará por alcanzar el ideal de ser sacerdote.
Me decidí atender la invitación. Asistí el primer día, a pesar de que no conocía a los demás, me anime a ir; grata fue la sorpresa del ambiente en el que distintos jóvenes sin conocernos logramos convivir muy bien, haciendo a un lado los prejuicios que pudimos haber tenido el uno del otro al principio. Comencé a asistir y cinco meses después recibimos una invitación mi hermano (que también ya asistía al grupo) y yo a coordinar un nuevo grupo de adolescentes que iba a iniciar en Jamás olvidare la fecha que entre al seminario, un 7 de agosto del 2009 (año sacerdotal). Mamá una capilla (corpus christi) cerca de mi casa. fue a dejarme con mi hermana en compañía de
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mis ahora ex coordinadores de la pastoral juvenil. Aquel año que ingresé al seminario tenía 16 años y aún me faltaba un año para terminar la preparatoria, pero no hubo inconveniente para terminarla estando en el seminario. Cambio de ciudad, de preparatoria, nuevos compañeros de clases, viviendo en comunidad con otros jóvenes con la misma inquietud. Al principio no fue sencillo y más aún cuando era muy apegado a mi familia y que nunca había estado tanto tiempo separado de ellos. A pesar de ello, la fuerza del llamado que había descubierto en mí era más fuerte. Cuatro meses después por manos de Monseñor Alonso Garza Treviño obispo de Piedras Negras fui aceptado para recibir la sotana un 13 de diciembre del 2009 en catedral (después de haber hecho una carta con la petición de poder portarla), ese día jamás se me olvidará porque estuvieron presentes quienes más amo, mi papá +Pedro Canizales González, quien ahora estaba orgulloso de su hijo que quería ser sacerdote; mi mamá Rosalva González Alvarez; mi hermano mayor y mis dos hermanos menores; mis abuelitos, tíos y algunos primos que me acompañaron. Ese día fue un día lleno de felicidad y fue el día en el que más sentí seguridad de la decisión que había tomado. En estos ya cuatro años y algo de meses después de haber entrado al seminario, me doy cuenta que he sido muy bendecido por Dios en las etapas que he recorrido, en las misiones que hecho en Semana Santa y en verano, en el apostolado, etc. Llego a la conclusión que sin importar si ha habido dificultades en algunos momentos de aquellas experiencias, Dios ha estado presente para no dejarme decaer y seguir firme en mi ideal, a pesar de que ha habido momentos muy difíciles en mi familia durante el trayecto de mi formación; como lo fue la muerte de mi papa diez días después de mi imposición o algunos accidentes que padecí meses después. Actualmente curso el segundo grado de filosofía en el Seminario de Monterrey y continuo perseverando en mi proceso de discernimiento hacia la vida sacerdotal.
Juan Carlos Canizales González
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La historia de mi vocación Mi nombre es Karlos Cristian Ortiz González, tengo 19 años, originario de la Diócesis de Piedras Negras, de la parroquia de la Sagrada Familia. “Después de las cosas malas tiene que surgir algo bueno”. Tras la muerte de mi tío, se llevó a cabo en mi parroquia un novenario de misas para pedir por su eterno descanso. Me encontraba en la tercera banca de mi parroquia y el sacerdote me llama desde el altar para que le ayude como acólito. Fue tan fuerte la impresión del llamado que me quede en blanco, mi madre me ofreció comida a cambio de que subiera; de hecho, siempre lo hacía así para el catecismo, me llevaba a comer después de la doctrina; pero en fin, ese día accedí y subí. Le ayudé al sacerdote en el novenario y, al finalizar, me invitó a formar parte del grupo de acólitos de la parroquia. Tengo que reconocer que, lo que al principio lo hice por interés (por comida), terminó seduciéndome el Señor y fue cambiando mi forma de pensar. Me hice amigo del sacerdote y me di cuenta que su forma de vivir y la alegría de su vocación, fueron factores que me llamaban la atención. ¿Cómo un hombre se puede entregar a los demás sin pedir nada a cambio? ¿Porqué renunciar a tener una familia? Siempre estaba rodeado de gente, pero al finalizar el día se encontraba solo. Estas preguntas en el camino de mi formación las he tratado de responder, y he encontrado que es por Amor a Dios y al prójimo.
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Había pasado cierto tiempo y recibí la noticia que el Padre seria cambiado de lugar, pasaría a ser parte del equipo formador del seminario, como director espiritual. Ciertamente, en ese momento no sabía que era ese cargo, pero surgieron muchas dudas, ¿Qué es el seminario? ¿Yo podría ser sacerdote? El padre me explicó qué era el seminario y me invitó a ser ‘seminarista en familia’: un proceso vocacional nuevo para la diócesis. Conviví con los seminaristas los fines de semana, fui enviado a una misión y me gustaba el objetivo, diversas formas de pensar, todos provenían de regiones diferentes, pero con un solo ideal: ¡ser Sacerdotes! Mi familia es fundamental para mi vocación. En mi caso, no fue algo que me detuvo o me presionó para entrar al seminario, mi madre que siempre me ha apoyado en todo, y siempre nos sacó al frente trabajando. Ingresé al seminario un 7 de agosto del 2009, tal
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vez con muchas inseguridades, con algunas preguntas, pero siempre con la convicción de buscar la voluntad de Dios y mi felicidad. Han pasado 5 años y sigo sorprendiéndome del llamado a la vocación sacerdotal, el buen testimonio de muchos sacerdotes son un aliciente que anima y alienta. Estoy convencido que la sociedad actual necesita sacerdotes bien preparados, que recen mucho, que conozcan mucho. No son en balde los años de formación. Enfrentamos una cultura que cambia a cada instante, que le urge a cada momento gente más preparada para que, sabiamente, sepan responder. El crecimiento y desarrollo desequilibrado de nuestra sociedad demanda un espíritu más que solidario, demanda relaciones tangibles no solo con generosidad sino con un planteamiento con soluciones de fondo. La Iglesia no da soluciones técnicas, sino que hace ver con claridad qué es lo más conveniente según la voluntad de Dios, por eso se necesitan pastores que estén bien formados en todas sus dimensiones. El seminario nos ayuda a discernir nuestra vocación. Es por tal motivo que exhorto a todas las personas a seguir pidiendo por nuestros sacerdotes, para que sean fieles a su ministerio; por los que nos preparamos, para que perseveremos en nuestra vocación al sacerdocio; y sobre todo por los chavos que tienen miedo de descubrir su llamado. Doy gracias a Dios por este llamado e invito a que todos seamos agentes de pastoral vocacional para cumplir las palabras decretadas en el Documento de Puebla: “las vocaciones sacerdotales son fruto de una comunidad orante” ya que esta tarea no solo corresponde a los sacerdotes, sino a todos.
Karlos Cristian Ortíz González
1º Filosofía
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La historia de mi vocación Yo nací en el Ejido Buenavista, poblado San Vicente, municipio de Villa Aldama Tamaulipas, a escasos 15 o 20 minutos del mar. En una familia de campesinos de mucha piedad religiosa. Creo que mi vocación la comencé a descubrir desde muy pequeño, aunque yo no me daba cuenta. Esto debido a que me llamaba la atención la misión que realizaban los Frailes Franciscanos en mi pueblo; así como la oración que se hacía en casa, las celebraciones de piedad y litúrgicas en la Iglesia con hermosos cantos. Terminando la Primaria, me trasladé a Chalco Estado de México, frente a los volcanes del Popocatepetl y el Iztacihuatl, para cursar la Secundaria en un Internado llamado Villa de los Niños, debido a que no había secundaria en mi pueblo y a la situación económica de mi familia.
Matamoros Tamaulipas. Fue en dicha ciudad en la que a la edad de 20 años y estando ya cursando la carrera de Ingeniería Electrónica, cuando tomé la decisión de ingresar al Seminario de Matamoros. Una Hermana CAMSVI también me invito a su comunidad, pero le dije que yo no conocía a los Hermanos y que no me sentía con la inquietud de formar parte de esta familia. Más adelante, un seminarista me invitó al Seminario, pero le dije que no tenía nada que hacer en ese lugar, lo cual me parece fue descortés de mi parte. Por último, me invitó mi Párroco, a quien le dije que estaba estudiando mi carrera, que pensaba formar una familia, y tener un buen trabajo. Pero él me dijo que lo pensara; después de pensarlo me di cuenta que podría ser Sacerdote. Enseguida, fui con el Padre para decirle que había decidido ir a conocer el Seminario. Fue entonces que me hizo una carta de recomendación para que la entregara a los Padres formadores. Una vez aceptado en el Seminario, me sentía muy contento, porque veía que había recibido ciertos compromisos y responsabilidades como quien se ha casado. Al empezar la formación, me fui
La vida ahí era difícil, puesto que vivía lejos de mi familia, y lejos del lugar donde nací. Sin embargo, fue ahí donde yo aprendí cosas muy interesantes, e hice cosas que llamaban mucho mi atención; por ejemplo, el tener clases de catecismo, tener la Misa, rezar el rosario diariamente, deporte, pero sobre todo el leer vidas de santos, (las cuales me fascinaban a tal grado de distraerme de mis materias de estudio y me hacían pensar muy en mi interior, que me gustaría ser como uno de esos santos). Cuando terminé la secundaria, me alejé considerablemente de la Iglesia, al estar estudiando el bachillerato y carrera Técnica en la Ciudad de
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dando cuenta que yo anhelaba un carisma un poco diferente, así que hable con mi director espiritual y le comente que yo creía que podía vivir mejor como religioso y llevar una vida un poco más contemplativa. Él me dijo que no era así que yo era para el sacerdocio diocesano. Continué con mi formación, pero al llegar al Curso Introductorio volví a hablar con mi director espiritual sobre este tema y me comentó que a veces se nos vienen ideas, pensamientos que en ocasiones nos hacen actuar de manera imprudente, que siguiera mi formación y si seguía con esa inquietud que entonces decidiera. De esta manera fue que continúe con la etapa de Filosofía en el Seminario de Monterrey, en Villa Juárez Nuevo León; cuando estaba por terminar tercero de Filosofía volví a hablar con mi director espiritual; me dijo que si ya lo había pensado bien que hablara con mis respectivos formadores de Matamoros. En una ocasión en que el Rector nos estaba visitando, aproveché para hablar con él, se sorprendió y creo que no me creyó que estuviera realmente convencido de cambiarme; me dijo que cuando terminara el año y regresara a la Diócesis de Matamoros hablara con el Obispo, que él me iba sacar una cita. Ya que hable con el Obispo, me dijo que era mi vocación, que yo tenía la última palabra al respecto. Así que terminé el ciclo escolar, hice todavía misiones y la colecta del final del ciclo. Comenzando el siguiente ciclo empecé la formación de Vida Religiosa. Ahora estoy cursando mi sexto año en la Vida Religiosa, el noveno último en la formación Sacerdotal en el Seminario de Monterrey de Villa Juárez, muy agradecido con Dios por todo lo que Él me ha concedido.
Francisco Villa Hernández 4º Teología
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La historia de mi vocación Estudio en el cuarto año de Teología, en el Seminario de Monterrey, para la Diócesis de Ciudad Victoria, mi nombre es Mario Alberto Pacheco Rodríguez. Originario del Poblado Guadalupe Victoria, Municipio de Güémez, Tamaulipas. Mis papás son Paula Rodríguez Flores y Mario Pacheco Martínez, soy el segundo hijo y tengo dos hermanas Alma Gloria y María Lizeth. Mi experiencia del llamado, considero que inicia a partir de que estaba en el grupo de catecismo, para recibir la primera comunión. La catequista, presentaba una invitación de parte del Párroco para asistir a un curso de monaguillos e integrarse al grupo de la Parroquia. Sin dudarlo, levanté la mano para apuntarme, en ese tiempo tenía 9 años. A medida que iba aprendiendo me agradaba cada vez más lo que hacía. Ponía atención en lo que hacía el padre; memoricé algunas oraciones y las decía al mismo tiempo que él, pero cuando volteaba a verme, yo me callaba, aunque algunas veces no volteaba y sólo sonreía.
pero que sería hasta el siguiente año. Cuando llegué a mi casa, comenté lo que había vivido y lo que había decidido a lo que dijeron: “ya veremos más adelante, aún no sabes bien lo que quieres”. Terminé mis estudios de Secundaria, debía elegir dónde seguiría estudiando. Por ello, quise asistir nuevamente al preseminario para volver a platicar con los padres del seminario, pero mis papás no estaban bien convencidos de mi inquietud; para retenerme dijeron: “primero estudia la Preparatoria, con más edad podrás decidir mejor.” Aunque en el fondo, no estaba seguro de tomar la decisión. Ingresé al CBTis., mientras seguía en regular contacto con el Seminario. Continuaba siendo monaguillo de la Parroquia y la Capilla de mi pueblo. En este tiempo, también me movían nuevos intereses, tenía deseo de estudiar la carrera de Ingeniero químico o industrial, podía tramitar una beca para estudiar en el Tecnológico de Ciudad Victoria. Me despertaba también la inquietud de formar una familia y más aún cuando tuve novia, pero conservando la aspiración de ser sacerdote.
Llegados mis 13 años, asistí a un encuentro vocacional, en el que hubo un panel vocacional; al final, encuestaban sobre qué vocación nos había llamado la atención. Recuerdo que escribí ‘el sacerdocio’, por lo que me inscribieron para llevar proceso vocacional. Y efectivamente asistí, pero sólo algunas ocasiones. Terminé el 2º año de secundaria y asistí al preseminario, disfruté mucho esa experiencia; sentí deseos de entrar al seminario, pero faltaba terminar la secundaria, por eso dije en las entrevistas al Padre Rector y al promotor vocacional, que sí deseaba entrar, Después del primer y segundo año del CBTis, participé en el preseminario, pero al terminar el 34
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tercer año no me acerqué, más bien fui a presentar mi examen del Tecnológico de Ciudad Victoria; quedé aprobado para la carrera de Ingeniero Industrial; asistía a los cursos previos, pero al llegar la fecha del 16 de julio, fiesta patronal de mi Parroquia (que desde niño anhelaba presidir la Misa de la Virgen del Carmen) me acerqué con el Maestro en turno, le mostré trabajo adelantado y obtuve el permiso para ausentarme de clases. Salí de Ciudad Victoria rumbo a mi Parroquia. ¡Para mi sorpresa, ese mismo día, era el cierre de misiones del Seminario! Estaban ahí los seminaristas y el Padre Rector. Saludé a los conocidos, quienes me preguntaban sobre mi decisión de entrar al Seminario a lo que respondía que sí lo deseaba, pero que sería después. Entre tanto, un diácono, se detuvo a platicar por más tiempo conmigo, me propuso entrar al menos un año, para que conociera y que después de eso decidiera; me pareció la idea, y respondía a lo que interiormente deseaba. Estuve en la Misa de la fiesta patronal, todavía pensándolo y pidiendo a Dios que me iluminara para tomar una decisión muy importante. Al término de la Misa me sentía nervioso y a la vez estaba convencido que entraría al Seminario. Busqué al Padre Rector para contarle mi decisión, luego que se la dije, me comentó que el inicio del Ciclo escolar era dentro de 3 semanas y me pidió que asistiera a una entrevista para platicar con calma. Ese día, llegué a casa con una decisión ya tomada, me acerqué con mi mamá, le comenté lo que había decidido y a pesar que ya conocía mi inquietud, se asombró. Me acerqué enseguida a mi papá, se puso serio y sólo dijo que pensara bien las cosas. Había puesto pensativos a mis papás, pero después de un rato me dijeron que contaba con su apoyo. Ingresé al Seminario Menor de Monterrey el 7 de agosto del año 2004, llegué con dos compañeros más de mi diócesis, que después tomarían otros rumbos. Terminé mi primer año de formación y deseé continuar con gusto. Hasta hoy, han transcurrido más de 9 años, tiempo en que he ido conociendo más al Señor Jesús, quién me llama para que esté con Él. A lo largo del camino me han acompañado amigos y hermanos, a mi familia la he sentido muy cercana. Estoy a unos meses de cerrar mi etapa de formación y realmente apenas inicia una verdadera respuesta al Señor Jesús, mediante la petición y recepción del ministerio ordenado.
Mario Alberto Pacheco Rodríguez
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La historia de mi vocación
“La Alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (Evangelii Gaudium, n. 1)
¡El Centro Vocacional de Monterrey está de fiesta! Celebramos 50 años de recibir adolescentes, jóvenes y adultos que buscan el sentido de su vida. Cada uno de ellos llega con algo que Dios ha sembrado en su corazón, una inquietud, una moción o un sueño. Uno de ellos dice: ¡Quiero saber qué quiere Dios de mí! ¿Cuál será mi vocación?; otro: ¡Creo que Jesús me está llamando a ser sacerdote!; uno más: ¡Quiero ser sacerdote! Probablemente, si le preguntáramos a cada uno de los ya sacerdotes, ¿cuál fue su frase o pregunta al llegar? Cada uno nos diría algo diferente. Hoy te pregunto a ti, ya seminarista, o a ti que estás haciendo tu proceso vocacional ¿cuál fue la tuya? O a ti joven, que en estos momentos estás leyendo este artículo, y en tu corazón experimentas el llamado de Dios y no te atreves a preguntar. Todos ellos tienen algo en común -junto contigo-, en el fondo de su pensamiento y de su sentimiento está lo que un día experimentaron Simón y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan, hijos éstos últimos de Zebedeo, todos ellos pescadores de profesión. Retumbaron en sus corazones las palabras de Jesús: “vengan conmigo, y los haré pescadores de hombres” (cfr. Mt 4, 19). Qué alegría más grande para la Iglesia el saber que sus hijos se cuestionan acerca de si su camino, su vida, su vocación y su plenitud, será el sacerdocio, a pesar de tantos obstáculos presentes en nuestra sociedad (Cfr. PDV 8). La primera manera de festejar este gran acontecimiento de nuestra Iglesia de Monterrey, y en especial de su Centro Vocacional, es precisamente alegrarnos por tantos jóvenes que han pasado, están pasando y seguirán pasando por este lugar buscando la voluntad de Dios para su vida. Es reconocer que gracias a su discernimiento, y a las herramientas ofrecidas por el Centro Vocacional pudieron escuchar a Dios que los invitaba a alguna vocación en particular: sacerdocio, matrimonio, vida religiosa, vida laical consagrada o de soltería. La que Él había pensado para cada uno de ellos (cfr. OT 2; Mc. 2, 14; 5, 19). Otra manera de festejar, aparte de alegrarnos, es el seguir trabajando con entusiasmo, alegría y gozo por las vocaciones sacerdotales. Sacerdotes, seminaristas, religiosas, matrimonios y laicos se encuentran promoviendo las distintas vocaciones a las que Dios llama a sus hijos. Existen muchas actividades que buscan promover las vocaciones, y sobre todo ofrecer herramientas a cada muchacho para que alcance a percibir la “voz [de Dios] que resuena en la propia intimidad” (Cfr. PDV 38). En el Centro Vocacional contamos con el proceso vocacional –que es una de ellas-, el cual tiene una duración de un año. Lo integran retiros vocacionales cada 15 días; círculos bíblicos vocacionales; entrevistas personales con sacerdotes, y fines de semana vocacionales, etc. El proceso termina con la opción que cada muchacho hace (cfr. PPO 2011-2015, n. 118).
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Una actividad, que se inició al empezar esta celebración por el año jubilar, es el hacer presencia, por parte del Centro Vocacional, en algunas de las fiestas patronales de las distintas parroquias de nuestra Iglesia de Monterrey. Ir al encuentro de los adolescentes, jóvenes y adultos (Cfr. Aparecida 548). Mostrarles la alegría de haber escuchado la voz del Señor Jesús y de aclararles sus dudas; y sobre todo, el dejar en ellos, con nuestro testimonio, el gusto por preguntarse de si no será posible el acontecimiento de recibir de Jesús, en su vida concreta, el “Ven y sígueme” (Cfr. Jn 1, 37). Estar en medio de nuestro pueblo, “oler a oveja” (SS Francisco), probablemente con la sola presencia, puede ser que dejemos en los jóvenes la inquietud de preguntarse por la vida consagrada o por la vida sacerdotal, ¿no será éste mi camino? Toda actividad, todo trabajo y todo esfuerzo, en el campo de la pastoral vocacional, carecería de sentido y de razón de ser, sin la presencia de la oración (Cfr. St 5, 16) Estamos y somos conscientes de dicha verdad, por lo tanto, una segunda actividad –la más importante, en este año jubilar- para festejar este acontecimiento, es el intensificar la Oración. En toda la Arquidiócesis, se inició una campaña intensiva de Oración por las Vocaciones Sacerdotales. La idea es que cada comunidad parroquial, y cada familia –Iglesia doméstica- durante todos los días, todas las semanas, todos los meses y durante todo el año –sin dejarlo de hacer después-, pidan a Dios por el envío de obreros a su mies (Cfr. Mt 9, 38). Los frutos de dicha actividad se verán en un futuro, nunca debemos de dudar de ello. El mismo Jesús nos lo dijo y prometió (Cfr. Mt 21, 22), no desfallezcamos, no nos impacientemos, no dudemos, no nos cansemos (CABRERA LÓPEZ, R. La misión de la Iglesia. Carta pastoral n. 25).
Estas últimas palabras te las dirijo a ti, futuro sacerdote. El Seminario es el Corazón de la Diócesis (OT 5). Es el lugar donde nos formamos para ser Sacerdotes de Dios, configurados con Cristo Buen Pastor. Una vez ordenados, Dios nos constituye en favor de los hombres en lo que se refiere a Él (Hb 5, 1). Y el lugar previo que visita un muchacho para aclarar su inquietud es el Centro Vocacional. Debemos estar siempre dispuestos a ayudar al Vocacional (PPO 122).
“No hay que olvidar que la pastoral vocacional sólo puede apoyarse en el cultivo de una vida espiritual sólida, de compromiso personal con Cristo y con la Iglesia, entre los jóvenes. El testimonio de vida y el cultivo espiritual acompañados de la oración de la Iglesia son medios indispensables” (ROBLES ORTEGA, F. Camino, Verdad y Vida. Exhortación pastoral p. 51).
Roberto Van Troi Ramìrez Garza
2º Teología
Eduardo Meza Guerrero 4º Teología
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La historia de mi vocación ¡Existe un inmenso amor a la Santísima Virgen del Roble! Miles de personas pasan por la Basílica del Roble para pedir su intercesión y ayuda, a las cuales atiende como toda madre amorosa que cubre a su hijo bajo su manto. Año tras año, los seminaristas de la Arquidiócesis de Monterrey acudimos a la Basílica de Roble para pedir su protección y acompañamiento en nuestro camino vocacional. El 18 de diciembre acudimos a celebrar la fiesta de nuestra Santísima Madre del Roble como fieles devotos cristianos. Posteriormente, el 31 de Mayo acudimos a la celebración de la coronación de la Virgen del Roble como patrona de la Arquidiócesis de Monterrey. Todo seminarista, en estas celebraciones, aprovecha para pedir a la virgen que lo cubra y lo fortalezca en el caminar formativo, así como ella acompañó a Jesús en todo momento de su vida. Esta intercesión se la pedimos mientras pasamos debajo de su manto que nos da el calor del ánimo vocacional, ese calor de madre y esa fortaleza que nos ayuda a enfrentar con seguridad los momentos difíciles de nuestro camino. Y como fruto de este año jubilar, nuestro Azobispo Don Rogelio Cabrera López propuso que se celebrara el 18 de diciembre la Fiesta de la Virgen María del Roble en las parroquias, que se hicieran peregrinaciones a la basílica del Roble y que se realizara con gran devoción el rosario de Nuestra Señora del Roble y en especial en nuestro seminario. Después de haber recibido su imagen en el Seminario por manos de nuestro arzobispo, todo seminarista puede admirar su grandeza y pedir su intercesión de madre que nos cuida desde nuestro hogar.
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Hoy, la imagen de la Virgen del Roble se encuentra en la capilla de cada instituto. Gracias a ello, cada mañana, al levantarnos, podemos ver en su presencia, esa protección de madre que siempre está al pendiente y al cuidado de nosotros, lo cual nos mueve a venerarla con mucho amor. El Excmo. Señor Don Alfonso Espino y Silva dijo: “La imagen de la Virgen del Roble vino a buscarnos para socorrernos, dándonos sin cansarse de dar, la riqueza de sus dones maternales,… del que por siglos gozaron nuestros antepasados; del que gozamos nosotros.” (Carta pastoral de 1963) Y ahora nuestro seminario goza de ella que se da sin rendirse en nuestra ayuda. Cuando cantamos el Himno de la Virgen del Roble, le consagramos nuestra vocación y nos unimos con el pueblo fiel que busca su auxilio. Al rezar, los viernes, su rosario, con gran devoción, contemplamos a María Santísima que llega al Norte, a nuestras tierras y a nuestro seminario para aumentar nuestra fe cristiana. Para vivir más de cerca el misterio de la Virgen del Roble, el último año se han efectuado las ordenaciones tanto diaconales como presbiterales en su basílica. El 11 de enero del presente año, nuestro hermano Gerardo Saldaña recibió el orden del diaconado, así como la entrega de sotanas para los seminaristas que ingresaron en agosto pasado, que en la banda de color azul encontramos un signo la Santísima Virgen, nuestra madre, que nos guía hacia su Hijo amado. No dejaremos de consagrarnos a Nuestra Reina y patrona de Monterrey. Manuel Ángel Jiménez Rucobo
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Hacia el mes de febrero, la Iglesia de Monterrey se regocija en torno al corazón de la Arquidiócesis: El Seminario de Monterrey. Festejamos el día del Seminario que nos recuerda la vital importancia de las vocaciones sacerdotales.
labras de aliento hacia los seminaristas y, por qué no decirlo, la generosidad material de un pueblo que, atravesando dificultades inimaginables, apoyan desinteresadamente nuestro camino formativo.
En esta festividad rogamos a Dios que suscite más hombres valientes que respondan con su vida al llamado divino; pedimos por la perseverancia de aquellos que nos encontramos en formación y; por el ministerio de los presbíteros que están sirviendo al pueblo de Dios.
A menudo no nos percatamos de esto, mas para la gente, es un verdadero espectáculo contemplar nuestra alegría y entrega al recibirlos en la entrada del templo o ‘boteando’ en los cruceros, al compartir la reflexión del Evangelio, al escuchar sus inquietudes y recibir de nosotros un mensaje de aliento.
Sin olvidar, con esta intención, que el Señor llama a la instauración de Su Reino desde cada una de nuestras trincheras, independientemente si somos laicos o religiosos, porque todos los cristianos debemos propagar y vivir la Buena Nueva. Los seminaristas celebramos esta fiesta compartiendo nuestra experiencia de fe en las parroquias de la ciudad, durante tres fines de semana. Es una hermosa labor, si bien titánica, llena de satisfacciones, especialmente porque son momentos privilegiados para convivir con aquellos a quienes anhelamos servir un día como administradores de las realidades invisibles.
Nunca faltará quien no comulgue con nuestros ideales e, incluso, nos confronte escandalosamente. Sólo nos queda pedir por ellos y mantenernos convencidos de lo que creemos con firmeza. Tampoco es de extrañar que con el paso del tiempo, en algunos de nosotros, disminuya el entusiasmo para la realización de esta actividad, bajo el argumento de la experiencia o una sensación de vulnerabilidad por solicitar a la gente su colaboración económica. Al respecto les puedo compartir que Dios no deja
Las personas ven en el seminarista a un enviado, a un hombre desprendido, que en sus palabras y obras se asemeja al Buen Pastor. No somos pocos los que, tras ver en misa dominical a un joven ataviado con sotana negra, banda azul, alzacuello y discurso elocuente, hemos cambiado el curso de nuestra historia personal. Podemos apreciar en cada una de las comunidades la admiración, el cariño y el respeto que las personas profesan hacia el Seminario; sus pa-
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de sorprendernos y siempre nos regala una en- momento idóneo de forjar el carácter, la volunseñanza nueva, o nos recuerda aquello que va- tad, profundizar en la fe y fraguar la caridad framos dejando de lado. terna con quienes nos rodean. En mi opinión, una de las lecciones más importantes que me ha dejado el día del Seminario es: no somos autosuficientes, necesitamos la ayuda de Dios y de nuestros hermanos para salir adelante.
Estamos invitados a entregar el alma en esta actividad, que a fin de cuentas es para beneficio nuestro y de la Iglesia. Ahora mismo solicitamos a la comunidad que nos “echen una mano” para continuar preparándonos lo mejor posible, sin olvidar que en el futuro nos tocará extender, no Por otra parte, recordemos que el día del Semi- sólo una, sino ambas manos para proporcionar nario es principalmente un acontecimiento espi- el servicio y la ayuda que únicamente, quien reciritual, una oportunidad de orar para que los jó- be el sacramento del Orden puede ofrecer. venes reconozcan la voz del Maestro Divino que puede estarlos llamando para que lo dejen todo De corazón, y de parte de todo el Seminario de y lo sigan. Monterrey, no me queda más que decirle a nuestros bienhechores: ¡Infinitas gracias, con su ayuNos invita a fomentar en nuestras familias y am- da, seremos sacerdotes! bientes cercanos una perspectiva vertical de la vida, no conformamos con deleites y logros materiales, sino ser conscientes que nuestra existencia tiende hacia el cielo, así como de las exigencias que esta meta conlleva. Festejar al seminario nos recuerda, a los aspirantes al sacerdocio, que debemos sintonizar con Dios como con el mejor de los amigos, para escuchar Su voz maravillosa, esa voz que sólo escuchan los que saben que existe la vida interior.
José Noe Cárdenas Zamarripa
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La experiencia de ‘ir de colecta’ debe ser aliciente para esta etapa decisiva de, por lo menos, diez años; que nos ayude a valorarla como el
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FELICIDADES A LOS NUEVOS OBISPOS AUXILIARES
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l Seminario de Monterrey felicita al Pbro. Juan Armando Pérez Talamantes y al Pbro. Alfonso Gerardo Miranda Guardiola, por su nombramiento como Obispos Auxiliares de la Arquidiócesis.
Que el Señor los bendiga en su nuevo ministerio. Oramos por ustedes.
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En el marco del 50 aniversario de la coronación pontificia de “Nuestra Señora del Roble”, patrona de los regiomontanos, tengo el honor de presentar a la Iglesia que peregrina en Monterrey. A continuación se presenta un breve recorrido por su historia. En el año de 1596 se realizó la fundación de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Posteriormente, el 15 de diciembre de 1777, se erigió la diócesis de Linares con la Bula “Relata Semper”. Esta diócesis comprendía los Estados de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y Texas. Hacia 1891, dicha diócesis recibió el título de Arquidiócesis Metropolitana. En el año de 1922 la sede de la diócesis cambió de Linares a Monterrey, así que ahora dejó de ser llamada Arquidiócesis de Linares para ser ahora nombrada Arquidiócesis de Monterrey. Entre Obispos y Arzobispos nombrados para la Arquidiócesis desde su fundación hasta la actualidad se han tenido un total de 21. Los primeros 9 sólo tenían el nombramiento de Obispos; es a partir del décimo Obispo Jacinto López y Romo (1886 – 1899), que se da el título de Arzobispo. De tal manera que nuestro Arzobispo Don Rogelio Cabrera López es el décimo segundo Arzobispo de Monterrey. Un dato importante que no debe dejarse de mencionar es sobre los dos Cardenales que hemos tenido como Arzobispos, o mejor dicho, que siendo Arzobispos de Monterrey, el Romano Pontífice los nombró Cardenales; el primero fue Don Adolfo Antonio Cardenal Suárez Rivera (+) y el segundo, Don José Francisco Cardenal Robles Ortega, décimo y décimo primer Arzobispo respectivamente, antecesores de Don Rogelio Cabera López. Es de suma importanconducción de la Diócesis. Obispo Auxiliar, Mons. JorMons. Alfonso Hinojosa Be13 de Junio serán consa-
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cia tener una ayuda en el trabajo apostólico y de Nuestro actual Arzobispo cuenta con el apoyo del ge Alberto Cavazos Arizpe, y 2 obispos eméritos rrones y Mons. José Lizáres Estrada. El próximo grados dos Obispos Auxiliares más: Mons. Juan Armando Pérez Talamantes y Mons. Alfonso Gerardo Miranda Guardiola. La dimensión del territorio pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey, tiene una extensión de 17, 886.3 km2, abarca un total de 29 municipios del Estado de Nuevo León, los municipios restantes de la entidad pertenecen a las diócesis de Linares y Nuevo Laredo. Cuenta con un total de 10 zonas pastorales, 8 son metropolitanas y 2 foráneas, con un conjunto de 26 decanatos en los que se encuentran: 1 catedral, 3 basílicas, 183 parroquias, 2 Santuario – parroquias, 1 cuasi – parroquias, 3 Santuarios, 1 vi-
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caría fija, 15 templos, 4 capillas; dando un total de 212 (información de la curia diocesana hasta el año 2012). Con la llegada de Don Rogelio el número de parroquias ha aumentado, y con ello la necesidad de crear nuevos decanatos. Esto debido a la gran demanda y proliferación de nuevas colonias, siempre buscando atender la vida espiritual de las personas, promoviendo los valores del Reino y la cura de almas. La Arquidiócesis, según la información de la Curia y del censo, tenía en el 2012 un total de 4, 810,000 habitantes, de los cuales 4, 512,000 son católicos. Dentro de estos habitantes se encuentran los Sacerdotes, que son alrededor de 612. Los sacerdotes seculares o diocesanos son 406, los religiosos 190 y de la prelatura del Opus Dei 16. Además, contamos con la presencia de diferentes órdenes religiosas, sociedades de vida apostólica, congregaciones y asociaciones públicas de fieles. No se puede dejar de mencionar al semillero de vocaciones de nuestra Diócesis: el Seminario Arquidiocesano de Monterrey, el cual cuenta con tres casas de formación, donde nos encontramos los futuros pastores del pueblo de Dios. Actualmente estamos en formación 176 seminaristas distribuidos de la siguiente manera: 6 como seminarista en familia; 42 en el Seminario Menor; 25 en el Curso Introductorio; 56 en el Instituto de Filosofía; 35 en el Instituto de Teología y 12 se encuentran en el año de experiencia eclesial, también conocido como el año de magisterio. Se ha presentado a grandes rasgos, parte de nuestra Arquidiócesis de Monterrey, que encomendamos a la protección maternal de la “Virgen del Roble”, a la cuál celebramos por su 50 aniversario de ser coronada como patrona de nuestra arquidiócesis. ¡Virgen del Roble, cúbrenos con tu manto! Reynaldo Lázaro Arriaga 2º Teología
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