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Desde Rectoría
Le dije sí al Señor El concepto de misión en los evangelios
La misión de la Iglesia antes y después del Concilio Vaticano II La misión: anuncio de una vida plena en el llamado de Dios
Seminaristas en misión vocacional con niños de Catecismo de la parroquia San Isidro Labrador de la Estanzuela
La vocación la encuentras en la misión
Consejo Editorial
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Rector/ Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/ Ignacio Ávila Rangel Consejo Editorial/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez/Lic. Adriana Martínez del Río/Ignacio Ávila Rangel Equipo de Redacción/ Lic. Adriana Martínez del Río/ Osvaldo Salinas/ Pbro. Jaime Garza/ Darsving Ehrenzweig/Adrián Garza Diseño/ Lic. Mayra Gómez González/ Lic. Juan Luis Oliva Silva Fotografías/ Lic. Juan Luis Oliva Silva/ Diego Treviño/Salvador Martínez Tiraje: 16,000 ejemplares Impreso: Enfoque Gráfico
DESDE
REC TO RÍA
Urge la CARIDAD de Cristo
Muy apreciados hermanos y hermanas, amigos y comunidad del Seminario de Monterrey. Reciban un afectuoso saludo. Les entregamos con mucha alegría el Nº 137 de nuestra revista El Seminario de Monterrey es una institución formativa de más de 225 años que se ha dedicado a formar a los futuros pastores del pueblo de Dios. En este tiempo nos damos cuenta, que la Iglesia vive una urgencia misionera: - Urge la fe que se comparte en niños, adolescentes, jóvenes y adultos. - Urge la esperanza del Evangelio en los lugares más apartados y marginados. - Urge la caridad de Cristo Buen Pastor en todas nuestras comunidades. Por eso, en éste número buscamos reflexionar con ustedes, acerca de la importancia de la misión, de manera especial, queremos darle gracias a Dios por estos tres años de “Misión Vocacional”, que el Seminario de Monterrey ha querido impulsar para que en toda nuestra Arquidiócesis, se reflexione sobre la importancia de orar y promover las vocaciones en nuestros hijos. Queremos también agradecer por este año de formación en el que hemos caminado junto con ustedes, queridos bienhechores y amigos del Seminario. Que Dios recompense su generosidad. Mi bendición y afecto.
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Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Rector
Holaaaa El vivir las misiones vocacionales, ha sido en lo personal, de mucho fruto, porque esta experiencia influyó mucho en mi respuesta vocacional. Todo empieza después de haberme integrado a los grupos de mi parroquia “Sagrada Familia” en Apodaca, cuando los seminaristas, acompañados por los padres, llegan a mi comunidad. Honestamente en esos tiempos no tenía idea de lo que era un seminarista; pero los comienzo a conocer y me hacen la invitación a vivir las misiones. Empecé a integrarme a las actividades, pero una de ellas, fue la que más me marcó: la Hora Santa, porque en ese momento me hice la pregunta ¿Y si el Señor me llama a algo más? A partir de ese instante, me dejé llevar por el Señor, y cuando concluyeron las misiones, los seminaristas me hicieron la invitación a vivir el Proceso Vocacional. Con todo el miedo, a responder, dije que “no”; porque sentía que no era el tiempo adecuado.
Le dije Sí al Señor
Me invitaron a un segundo evento vocacional, y volví a decir que “no”. Fue hasta un tercer evento que, escuchando varios testimonios de lo que era vivir el Proceso Vocacional, me animé a vivirlo. Sé que aún me queda mucho camino por recorrer, pero en lo que va de mi formación, sigo convencido de que el Señor me llama a esta vocación y todo esto, gracias a las misiones vocacionales que me ayudaron a responder al Señor. Osvaldo Salinas Curso Introductorio ¿Tienes inquietud vocacional? ¡Mándanos un WhatsApp!
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El concepto de misión EN LOS EVANGELIOS
La palabra misión es muy utilizada en la vida de la Iglesia. Ciertamente desde el inicio del cristianismo la predicación de la pasión, muerte y resurrección de Cristo fungió como la parte medular del ejercicio apostólico. La misión, entonces, se entiende como un envío de parte de Cristo por medio del cual es posible la predicación de la redención hecha por el mismo Jesucristo. De hecho, los cuatro evangelios lo mencionan explícitamente: “Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo
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estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-16). Sin embargo, el envío por parte Jesús a sus discípulos no se presenta solamente después de la resurrección, al final del Evangelio. La misión está presente por todas partes en el Evangelio: Jesús envía a sus discípulos a proclamar el Reino de Dios: “Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo […]: «Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." […]. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros.” (Lc 10, 1-9); Jesús envía a las mujeres a anunciar su resurrección a los Apóstoles: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro […]. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.»” (Mc 16, 1-7); Jesús mismo se concibe como un enviado del Padre: “Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.” (Jn 17,18). Si se hace una lectura atenta a los evangelios, podemos decir que la misión/envío es algo que permea todo el relato evangélico, ya que, cada experiencia de Jesús aporta a la vez, una exigencia de comunicación. Nadie que ha tenido un encuentro con el Señor permanece inmóvil sin querer anunciar esa experiencia de salvación. Y esta forma de presentar los inicios de la predicación muestran una manera de experimentar la fe para los primeros cristianos. Para ellos, la fe en Jesucristo comporta un compromiso tal que, no sólo los hace experimentar la paz que sólo el Resucitado puede dar; sino que además los hace salir de si mismos y de su propia experiencia, para compartirla con los demás. Es decir, los convierte en enviados, con la misión de proclamar lo que Dios mismo ha hecho en sus vidas.
La misión, al menos en los relatos evangélicos, es un concepto no sólo presente en cada pasaje que presenta una experiencia con Jesús, es algo querido por el mismo Señor. Es Él quien envía, y al enviar otorga una misión que exige el compromiso de compartir la experiencia vivida con Él. Se puede decir que la misión, presenta como fondo una vivencia de fe, al mismo tiempo que es la antesala de nuevas experiencias de fe. Así, la misión se puede resumir en las palabras, que los habitantes de la ciudad le dicen a la samaritana, después de haber conocido a Jesucristo gracias a la invitación que ella les hizo, de creer en el Señor: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»” (Jn 4,42).
Pbro. Jaime Garza Estudiante en el Studium Biblicum Franciscanum
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La misión de la Iglesia antes y después del Concilio Vaticano II
Desde el inicio de la Iglesia, cuando Jesús resucitó y envió a sus discípulos a predicar el Evangelio y a bautizar a todos los pueblos (Cf. Mateo 28,19) con la fuerza del Espíritu Santo, se ha difundido por los rincones del mundo la mismísima persona de Jesús, quien ha tocado corazones y transformado la vida de millones a lo largo de los ya casi 2 mil años de la Redención. La misión o envío para predicar a Jesús, es parte de la identidad y esencia misma de la Iglesia, y ha sido realizada de diversas formas a lo largo de estos 2 mil años. Primeramente, los cristianos tuvieron que enfrentarse a las persecuciones en el Imperio Romano. En este momento comienza la época que se le conoce como de “cristiandad”, en la que la cultura, las estructuras sociales, las costumbres y demás elementos de la vida del imperio (o de los futuros
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reinos) tendrán como centro a Dios y las enseñanzas de la Iglesia, lo cual durará en Europa hasta el inicio de la época moderna, alrededor del siglo XVI. En estos siglos los papas envían misioneros a evangelizar diversos territorios: el norte de Europa, Asia y América, principalmente. El casamiento que se dio entre Iglesia e Imperio trajo consigo hizo que la fe en Jesús se propagara rápidamente por diversos lugares, y los valores evangélicos fueran los que fundamentaban las leyes y la convivencia ordinaria. Sin embargo, el poder político y económico adquirido, trajo consigo excesos y anti-testimonios en muchos de los sacerdotes, obispos y papas de una buena parte de la Edad Media. El Renacimiento, la Reforma Protestante y
desarrollo del pensamiento científico inauguran la Edad Moderna, y con ella una gran cantidad de avances tecnológicos. El centro de la sociedad ya no era Dios ni la Iglesia, sino el hombre y la razón. Todo esto provocó gran resistencia por parte de la misma Iglesia, que veía en todo ello una amenaza a la estabilidad de la cristiandad. Tuvieron que pasar varios siglos antes de que la Iglesia aceptara que era mejor no estar en el centro del mundo, ni tener tanto poder político, pues todo ello comprometía en realidad la libertad del espíritu misionero. A mediados del siglo XX, el Concilio Vaticano II vino a revolucionar la estructura de la Iglesia. Se vive un nuevo Pentecostés que la impulsa a ir al encuentro de la humanidad moderna. La Iglesia incluye en sus intereses la ciencia y la tecnología, los medios de comunicación, el diálogo ecuménico e interreligioso, la pluralidad de culturas y formas de vivir la fe. En Latinoamérica, los obispos buscaron aterrizar las enseñanzas del Concilio mediante las reuniones, llamadas Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, que se llevaron a cabo en Medellín, Colombia (1968) y en Puebla, México (1979), tomando en cuenta la realidad del pueblo latino, que en su gran mayoría se encontraba en situaciones de pobreza. Los pobres se convirtieron, así, en los principales destinatarios de la evangelización, buscando poner los medios para que la Iglesia los ayudara a encontrar un camino para la promoción de su dignidad y derechos como personas y como amados hijos de Dios. Posteriores a Medellín y Puebla, vinieron otras Conferencias en Santo Domingo, República Dominicana (1992) y en Aparecida, Brasil (2007) que siguieron actualizando el
mensaje del Concilio y de las Conferencias anteriores en la Iglesia Latinoamericana. Actualmente, el Papa Francisco, en sus mensajes resalta que todos los creyentes somos discípulos misioneros, y que lo que nos ha de caracterizar para llevar el mensaje de Jesús es la docilidad por atender las inspiraciones del Espíritu Santo, llevar el amor y la misericordia, servir con alegría a los pobres, ser hombres y mujeres que estrechen lazos fraternos con todos sin excepción, y claro, tener una profunda vida de oración y relación con Jesús. De esta manera la fe se esparce como aquella semilla que dice la parábola del Evangelio, siendo el Espíritu Santo el que hace crecer esa semilla, para que luego dé el fruto del amor a Jesús en los corazones dándonos una alegría inmensa que luego se comparte a los demás… esta es la alegría del Evangelio.
Darsving Ehrenzweig Tercero de Teología
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La misión: Anuncio de
UNA VIDA
PLENA
EN EL LLAMADO DE 10
DIOS
Cada año, el Seminario de Monterrey realiza una misión dentro de algunas comunidades de la Diócesis. Durante tres semanas, los seminaristas tenemos la oportunidad de realizar diferentes actividades con los fieles de las comunidades. Estos últimos tres años, incluyendo la misión que empezamos el 17 de junio de 2018, se han realizado estas misiones con una temática muy característica, “la vocación”, donde las actividades giran en torno a descubrir el llamado que Dios nos da en esta vida, y a que los padres puedan ofrecerle a sus hijos la diversidad de formas de vida dentro de la Iglesia, sea la vida laical, el matrimonio, la vida consagrada o la vida sacerdotal. En este marco de misiones vocacionales (algunas en la Semana Santa) hemos podido tener presencia en cada una de las doce zonas pastorales que abarcan los treinta y cinco decanatos, es decir, todas las parroquias de la Iglesia de Monterrey.
Para realizar esta misión se han realizado Rosarios, Hora Santas, Misas, y marchas, todas ellas pidiendo por las vocaciones en la Iglesia. También se han realizado visita a enfermos, a colegios, hospitales y otros, para conocer qué, desde donde estamos, podemos ofrecer nuestras dificultades y alegrías por todos aquellos que aún no descubren el llamado de Dios. Incluso organizamos actividades recreativas, como torneos deportivos y caminatas, donde descubrimos que la vocación también incluye un momento de recreación. Toda esta experiencia de trabajar por las vocaciones me ha mostrado que, Dios siempre llama a todos y en todo momento, y que depende de nosotros preguntarle a Dios que quiere de nosotros; y preguntarnos también a nosotros mismos, si sentimos que nos falta algo en nuestra vida; que responder al llamado a la vocación, no es una tarea fácil. A todos nos cuesta, pero cuando por fin aceptamos y caminamos hacia ella, descubrimos una gran felicidad que a pesar de los momentos difíciles que podemos pasar, podemos preguntarnos, ¿realmente quiero esto? Y responder “sí” con la convicción de sabernos llamados y amados por Dios, con la convicción de que este camino nos hace más plenos.
Adrián Garza Segundo de Teología
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LA VOCACIÓN
LA ENCUENTRAS EN LA MISIÓN Mi nombre es Gabirel Everardo Zul Mejía, diácono de la Arquidiócesis de Monterrey. Un joven que creció en una colonia conflictiva, en la “Granja Sanitaria”, hoy llamada “Valle de Santa Lucía” y como muchos jóvenes de ese sector, estaba en pandillerismo, pleitos, fui creciendo en ese ambiente. Tuve la experiencia de estar en prisión por pleitos, ahí pude tener mi encuentro con Dios por medio de las obras de misericordia que los presos realizaron conmigo, como compartir una cobija, el cuidarme para que no me juntara con gente que me pudiera hacer daño ahí dentro, darme unas monedas para que pudiera comprar cubiertos y poder comer, prestarme un juego para que matara el tiempo, entre otras cosas. Para mí era sorpredente que hermanos internos que no me conocían, tuvieran el detalle, de cuidarme. Gracias a Dios tuve oportunidad de salir bajo fianza, a los 6 días. Unos meses después, me acerqué a la parroquia por medio de un retiro, y al regresar me integré al grupo de los jóvenes. Al principio era impactante para los jóvenes ver
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a un chavo banda entre ellos, pero poco a poco fueron aceptándome y brindándome su amistad para que perseverara. Después de un tiempo de caminar en los grupos juveniles, surgió en mí la inquietud de ir de misiones. En una ocasión el padre Enrique Franco nos mostró un video de las misiones, y pensé: “yo quiero ir a misiones, sé que me falta mucho; pero quiero ir a compartir lo que Dios ha hecho en mi vida”. Entonces, le di mis datos al padre Enrique, y me dijo que me iba a hablar. Durante las siguientes semanas estuve a la expectativa esperando su llamada. Llegaba a casa y preguntaba a mis papás, ¿ya me hablaron? y me respondían que “no”; así, varias veces hasta que dije, -no pues se me hace que ya no me van a hablar. Resulta que me habla el Padre, me dice que ya va a empezar la formación. Tomé 4 meses de formación y 8 meses estuve de misiones en la comunidad. Ya para ese entonces tenía un poquito la inquietud a la vida sacerdotal. Pero le decía a Dios, “si es en la vida sacerdotal, me voy a dar cuenta en la misión”.
Una frase que me decía a mí mismo era, ”La vocación la encuentras en la misión”, y al estar en esas comunidades, específicamente en la comunidad de Mina, N.L. y en sus ejidos, me fui dando cuenta de la necesidad de sacerdotes. Al finalizar el tiempo de la misión le decía a Dios, “dame la oportunidad de poner en práctica lo que he vivido en este año de misiones en la Parroquia de la Anunciación, a la que yo pertenezco”. Así que a mi regreso, platico con el párroco y me pongo a disposición de lo que él diga. Entonces me pusieron a coordinar la Pastoral Juvenil, y también estuvimos trabajando en la evangelización a las pandillas. La “Compañía María de Nazaret” de la Hermana Guillermina Burciága, nos ayudaron en la formación y después salir a evangelizar en las pandillas. Ya en ese trabajo de evangelización que hacía yo, con los amigos, iba teniendo cada vez más la inquietud de la vida sacerdotal. Así que, voy al Centro Vocacional, sin decirle nada a mis papás. Y se va cumpliendo esa etapa de dar la respuesta a Jesús en la vocación, y le digo que “sí”. El diácono Everardo Gabirel Zul Mejía, será ordenado sacerdote el próximo 27 de julio en el penal de Apodaca. Oremos por los jóvenes que son llamados a servir, por medio del sacerdocio, para que sigan descubriendo la misión especial que Dios tiene para sus vidas.
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AÑOS DE ENTREGA El Seminario de Monterrey quiere agradecer el arduo trabajo que desempeñó por las vocaciones sacerdotales nuestra querida Sra. Irma Morán de Meier. Que el Señor le recompense al ciento por uno su trabajo incansable por los sacerdotes. ¡Mucho éxito en sus nuevos proyectos!
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