San Teófimo | No. 141

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Desde Rectoría Pascua: vida para dar vida Un relato de Pascua 54 años siendo bienhechora Contemplemos de nuevo al resucitado La Pascua es todo el año

Detalle Última Cena de Luis Reyes Briseño

Vayan y anuncien que está vivo

Consejo Editorial

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Rector/ Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/ Héctor Morales Montes Consejo Editorial/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez/Lic. Adriana Martínez del Río Equipo de Redacción/ Lic. Adriana Martínez del Río/ Patricio Rico Villarreal/Pbro. Dr. Hugo Chávez/Héctor Elías Morales/Jesús Pablo Saldívar/Alfredo Cantú Diseño/ Lic. Juan Luis Oliva Silva Fotografías/ Lic. Juan Luis Oliva Silva/Juan Carlos Gutiérrez Tiraje: 16,000 ejemplares Impreso: Enfoque Gráfico


REC TO RÍA

La resurrección da sentido a la vocación

Muy queridos hermanos y hermanas: ¡Reciban un afectuoso saludo en Cristo Jesús! Con alegría les hacemos la entrega de nuestra revista San Teófimo, deseando que les anime en su camino de fe y que acreciente su amor a Dios. En esta ocasión centraremos nuestra atención en la Pascua; es decir, en la pasión, muerte y resurrección de Jesús, misterio que es el centro de nuestra fe. Para un seminarista, como para todo sacerdote, la fe en la resurrección da sentido a toda su vocación, a su celibato y a todo sacrificio; ya que la esperanza de resucitar a la vida eterna hace posible que alguien renuncie a todo lo que tiene, incluso a la propia vida. Los mártires tuvieron el valor de morir, muchos aún siendo jóvenes porque estaban seguros, como lo afirmaron nuestros mártires mexicanos, que pronto estarían en el cielo. La recompensa del ciento por uno a quien deje todo por seguir a Jesús es recibir ciertamente cien veces más en esta vida, pero con la promesa de la vida eterna (cf. Mt 19,29). El celibato como lo enseñó Jesús, es una manera de dar testimonio de la vida futura en el cielo donde seremos como ángeles (cf. Mt 22,30). Celebrar la Pascua de Jesús es celebrar nuestra propia Pascua con la certeza de que si hemos muerto con Él, también resucitaremos con Él (cf. Rm 6,8). Y la vida eterna, aunque se vivirá plenamente después de la muerte, se comienza a vivir ya desde esta vida cuando tenemos un encuentro con Cristo Vivo y con su Espíritu. La vida de la gracia es de hecho, un anticipo de la vida que viviremos en el cielo. Cuando vamos a un retiro o tenemos una experiencia donde sentimos muy fuerte la presencia de Dios lo que en ese momento sentimos es un poquito de la paz y la alegría que encontraremos en el cielo pero al ciento por uno. Dios les bendiga y esperemos que en la próxima Pascua renovemos la alegría de la fe en el encuentro con Cristo Resucitado.

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Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Rector


VocaciónEs

PASCUA: VIDA PARA DAR

VIDA Cada año celebramos en nuestra Iglesia la fiesta de la Pascua de la Resurrección del Señor, una celebración de profundo gozo que nos recuerda el gran amor que Jesús nos tiene y que motiva nuestro peregrinar en la vida fortaleciendo nuestra vida de fe. Pero pensemos, ¿qué nos dice este acontecimiento en lo más profundo de nuestros corazones?; ¿qué significa que el Señor haya resucitado después de su sacrificio para darnos vida? Cada uno de nosotros podremos responder a estos cuestionamientos partiendo de las experiencias muy particulares en la vida. Para mí, como seminarista, celebrar la Pascua me emociona el corazón, siento cómo una vez más Jesús me abraza con fuerza y me anima a seguir con alegría el camino que me propone; me recuerda que cada día tengo la oportunidad de amar sin medida, de entregarme a los demás en el servicio, de abrazar el dolor de quienes lo padecen, de ser santo. Ese sacrificio dado una vez y para la salvación de los hombres de todos los tiempos no ha sido en vano, sino que me llena de vida para yo poder dar vida a los demás.

La Pascua del Señor me recuerda el compromiso que tengo de compartir con mi testimonio el mensaje salvífico de la Cruz, que siendo para todos, me compromete a llevarlo a los corazones en donde aun no ha sido escuchado, siendo yo así un medio a través del que pueda brillar la luz de Cristo que vive y que quiere llegar a todos los rincones del mundo para dar esa Vida que sólo mediante Él podemos experimentar. Que en esta Pascua podamos descubrir frente a Jesús aquello que quiere decirnos con su resurrección, participando del inmenso gozo que este gran acontecimiento trae a nuestras vidas.

Patricio Rico Villarreal Segundo de Filosofía

Tel. 1158-2838

arquidiócesis de monterrey

centrovocacional.org

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Entérate

Un relato de Pascua Martha ya era una mujer entrada en años, aquella tarde que su amiga tocó a la puerta de su casa en Betania. - ¿Quién es? Preguntó, mientras ladraba el perro. - Soy yo, Susana

marido me dejó esta pequeña casa. No me falta nada. Y tú, ¿cómo estás? - Bien, también. El Señor cuida de mi. Aunque la muerte de Santiago, no deja de hacerme pensar tantas cosas. En parte, por eso he querido venir a verte. - Pasa, siéntate.

Martha abrió la puerta. Recibió a su amiga con una sonrisa y un beso. El perro olfateó Martha, trajo un poco de agua fresca, pan y algo de comida que colocó sobre la mesa. y, en seguida, comenzó a agitar la cola. No sabía exactamente qué era lo que Susa- La paz del Señor te acompañe. Hace tanto na quería platicar, aun y cuando mencionó tiempo… Qué gusto volver a verte Susana. la muerte de su hijo mayor, Santiago. Esa - Sí, ha pasado mucho tiempo desde la últi- fue la última ocasión que se vieron; poco más de un año atrás. Las amigas fueron enma vez... ¿Cómo has estado? trando en confianza y en un ambiente de in- Bien, el Señor es bueno conmigo. Mis hijos timidad. Recordaron los tiempos de juvenven por mi, en la familia nos cuidamos y mi tud, a los hijos, la familia. Pasó cerca de una hora, hasta llegar al tema que Susana quería 4


tratar. Se animó, entonces, a decir: -Tú sabes, Martha, que yo también sigo el Camino y he aprendido mucho sobre Jesús de Nazaret; cosas que ustedes mismos me contaron y otras que los apóstoles y los hermanos anunciaron con claridad. Pero quisiera preguntarte algo sobre la resurrección, a ti, que estuviste tan cerca de esta experiencia de manera anticipada, a causa de lo que Jesús hizo con Lázaro. - Sí, fue algo impresionante no sólo para nosotras, sino para todos los cercanos a la familia. Pero, anda, dime, ¿qué quieres preguntar en concreto? - ¿Qué pensaste? ¿Qué sentiste cuando el Señor resucitó a Lázaro? ¿Creyeron que ya no iba a morir? ¿Qué la vida de tu hermano sería distinta? Porque Lázaro, a fin de cuentas, volvió a morir. Igualmente, ¿qué experiencia viviste cuando María, tu hermana, también murió?

somos mortales y debemos morir. - Imagínate, Susana, si alguien fuera inmortal en el tiempo, en un momento dado no tendría ningún contemporáneo, ningún amigo de la infancia, no vería a ninguno de los que formaron parte de su historia. Habría soledad sin afectos. ¡Qué tristeza! No es lo mismo revivir, como mi hermano, que resucitar. - Martha, después de la crucifixión de Jesús, ¿qué pasó por tu mente cuando escuchaste por primera que el Señor estaba vivo y se dejó ver para sus discípulos? - Mira, Susana. Varias veces, María, Lázaro y yo nos sentamos a platicar acerca de la muerte y la resurrección. Recordamos que Jesús dijo, el día que nos visitó tras la muerte de Lázaro: “yo soy la resurrección y la vida…”. E inmediatamente después, le ordenó que saliera del sepulcro. Ambas cosas, su palabra y su acción, cobraron otro sentido con la resurrección del Señor. Ni siquiera yo había entendido del todo mis propias palabras, aquel día, cuando le respondí: “ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Él cambió todo… ¿Si me doy a entender? - Si, Martha. Caigo en la cuenta que él también había dicho que convenía que se fuera, para que el Espíritu abriera nuestro entendimiento y pudiéramos recordar. - Sí, Susana, Él es la Resurrección y la Vida, el primogénito de entre los muertos. - Y, ¿cómo viviste la muerte de tu hermana? - Tú conociste bien a María, ella se sentó muchas veces a los pies del Maestro para escucharlo, lo amaba. Después de la muerte y resurrección del Señor, su vida transcurrió con una paz y una alegría que se traslucía en sus ojos. No era sólo un recuerdo sin - Para empezar, es verdad que, entre la gen- presencia, pues al poco tiempo se hubiera te del pueblo, no faltó quien pensara que convertido en vacío. Era su presencia real, Lázaro no moriría jamás, pero no, si la resu- vislumbrada ahora por la fe, pero también rrección fuese una llana inmortalidad, sería terrible. animada por el recuerdo y la historia de su - Es verdad, Martha. Los seres humanos amistad. 5


Ella entendió perfectamente el nuevo modo de presencia de su Señor, siguió experimentando su cariño, su ternura, su amistad, su misericordia y su comprensión. También nosotros lo vivimos en medio de la comunidad, en medio de nuestras familias y en nuestra relación íntima con él. - Ay, Martha, tenía que oírlo de ti. ¡Qué alegría! - Tengo la certeza de que mis hermanos, mi marido y tu hijo Santiago están vivos. Siguen siendo los mismos, pero ahora con una existencia a plenitud, superando las fronteras materiales, en comunión con Dios y con los demás hermanos. No están en un lugar neutro y anodino, como pudiera entenderse el Sheol, sino que habitan donde los vínculos del amor y el conocimiento son plenos. - Y desde aquí podemos pensar en ellos y su felicidad…

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- ¡Sí! Y no sólo eso, nuestros hermanos nos siguen amando, vivimos en su corazón. No resultan accesibles a nuestros sentidos, pero por nuestra fe en Jesús resucitado, tenemos la certeza de establecer una auténtica relación con ellos, sintiéndonos acompañados, en muchas ocasiones dialogando con ellos, siendo acogidos por su afecto. - ¿Algunas veces platicas con tus hermanos Martha? - No los invoco, como quien invoca un espíritu, pidiendo que vengan a esta temporalidad material; sino que, desde el misterio de la fe orante, bajo a la eternidad silenciosa de mi corazón, haciendo que llegue a ser en este tiempo, la eternidad que ellos testimonian para siempre, mientras llegue la hora en que me encuentre nuevamente con ellos junto al Señor. Pbro. Dr. Hugo Chávez Director Espiritual de Teología.


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Conoce

Los obispos mexicanos han elaborado un “Proyecto Global de Pastoral” (PGP) en el cual se nos propone, presentar a Jesucristo vivo y resucitado, llevando el mensaje de nuestra redención a todos los hermanos y hermanas que se han olvidado de este acontecimiento, mirando la situación de nuestro pueblo. Nos hace bien, hacer un estudio serio sobre la situación actual de nuestro país, de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia. Hoy en día, es común que escuchemos a muchos hermanos nuestros que dicen: no creo, no sé o simplemente les es indiferente contemplar, vivir y celebrar los misterios de nuestra redención. Los motivos de este alejamiento de lo sagrado, pueden ser muchos. En el PGP, se nos habla de una crisis antropológico-cultural, en donde la humanidad está siendo bombardeada por muchas

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situaciones, ideas o “modas” que van llevando a los hombres y mujeres a una crisis del sentido, provocando la indiferencia hacia el prójimo, la migración, la violencia, etc. Durante este tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia favorable para reconciliarnos con Dios y acercarnos a Él, nos preparamos para contemplar, vivir y celebrar el acontecimiento fundante de nuestra fe: la resurrección gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Es una oportunidad para volver nuestra mirada hacia Jesús, pero no podemos verle como un personaje simplemente histórico, su pasión, muerte y resurrección no pueden ser vistos como un hecho del pasado, porque Jesús está vivo. Con la resurrección de Cristo se nos confirma la palabra dada por Dios, para Él nada es imposible. Esto también es redención, lo interesante es que está redención es para todos.


La Pascua es la fiesta de la luz, es fiesta de victoria, fiesta del amor. Celebrarla nos ayuda a llevar esa luz, esa victoria y ese amor, a aquellos lugares donde todo parece estar obscuro, donde todo parece estar perdido, trasmitiendo el amor a aquellos que sienten o son rechazados por los sistemas y las ideologías de este mundo. Pues «En la humanidad glorificada por Jesucristo Resucitado está también la nuestra. Esta es la raíz de nuestra esperanza; celebrar su Pascua es vibrar con el misterio de su resurrección» (PGP 126). Todos nosotros formamos parte de una comunidad de bautizados, es la Iglesia la fiel testigo de este acontecimiento glorioso, por lo tanto, nosotros como miembros de esta comunidad debemos testimoniar con la propia vida este acontecimiento. La Iglesia es consciente de que ha sido redimida, pero también es consiente que es peregrina y que debe anunciar este acto redentor, es por lo tanto tarea de todos llevar a la humanidad al encuentro pleno con Dios donde radica la causa y el fin de los hombres.

Héctor Elías Morales Primero de Teología

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Vida e historia

La Pascua ES TODO EL AÑO

Después de la Cuaresma y la Semana Santa, celebramos la Pascua. Periodo de cincuenta días en que celebramos el momento más grande de nuestra fe: la resurrección del Señor. La palabra Pascua significa “salto”, o bien “paso”, y hace referencia a la narración que nos cuenta el libro del Éxodo, donde Dios va pasando de casa en casa en la última plaga de Egipto, con la muerte de los primogénitos, y se salta aquellas casas que tienen en el marco de la puerta la marca de sangre de un cordero. En el Nuevo Testamento, la Pascua o el “salto” lo hace Jesús en lugar nuestro, muriendo, saltándonos el castigo merecido por nuestro duro corazón. En nuestros días, la Pascua comienza con el canto de Gloria en la celebración de la Vigilia Pascual el Sábado Santo por la noche, y se extiende hasta la fiesta de Pentecostés. Eso nos hace concluir que, no podemos llegar a la Pascua y vivirla en modo y forma adecuados, si no hemos pasado por el camino de la escalada cuaresmal. Los 40 días que anteceden a la Pascua son el preámbulo de preparación para la experiencia de Jesús resucitado. ¿Y qué significa esto?

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Que si es mi deseo encontrarme en la Pascua, con sincera alegría y especial devoción, he de haber vivido la Cuaresma con el mismo propósito. Una va de la mano de la otra. Durante la Cuaresma, reflexionamos sobre nuestra vida, y cómo la hemos


Conoce

vivido, meditamos sobre el paso de Dios en ella y el efecto que nos produce, buscando ir cambiando aquellas cosas que en la reflexión propia, percibimos que no están del todo bien. De tal manera que, al llegar a la Pascua podamos resucitar junto con Cristo a una vida nueva. Al llegar la Pascua, vestimos de blanco el altar y los ornamentos del sacerdote, retomamos el ambiente de fiesta y regocijo porque Jesús nos ha salvado, y por eso, celebramos su misericordia, celebramos su ascensión al cielo y el envío de su Espíritu Santo. No obstante de que la Pascua dura 50 días, podemos decir que todos los domingos del año, sin importar si es tiempo Ordinario, Adviento o Cuaresmal son profundamente pascuales, porque celebramos siempre la muerte y resurrección del Señor. En misa, las palabras del sacerdote nos lleva en tiempo, momento y día en que “Cristo nuestra

Pascua, fue inmolado”, convirtiéndose en una invitación constante a vivir todo nuestro año como si fuera Pascua. Es decir, con la alegría de sabernos salvados del pecado, siendo redimidos por Cristo, restaurados en la dignidad de hijos de Dios, recuperando lo que habíamos perdido por causa de Adán; y vencedores de la muerte en Cristo Jesús. ¿No es acaso todo eso, el motivo suficiente para estar alegres todo el año? ¡Celebremos la Pascua de Cristo, todos los días!

Jesús Pablo Saldívar Tercero de Teología

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Llamados para servir

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Llamados para Servir


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