San Teófimo | No. 144

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Desde Rectoría Soy feliz en mi camino La felicidad al modo de Jesús Diaconado, la alegría de servir Feliz el cura que...

Ordenaciones Sacerdotales Agosto 2019

Juventud, felicidad y vocación

Consejo Editorial

www.seminariodemonterrey.org /Seminario.de.Monterrey Seminario_Mty

Rector/ Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/ Dept. Comunicación Consejo Editorial/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez/Lic. Adriana Martínez del Río Equipo de Redacción/Pbro. Tadeo Ibarra/ Pbro. José Francisco Gallardo/Lic. Adriana Martínez del Río/VC. Lucía Valdés/Oziel Rodríguez/ Diác. Jorge Alberto Urbina Diseño y fotografía/ Lic. Mayra Gómez González/ Lic. Juan Luis Oliva Silva Tiraje: 13,000 ejemplares

Impreso: Enfoque Gráfico


REC TO RÍA

Dios nos llama a ser Felices

Muy apreciados hermanos y hermanas, familia del Seminario, reciban un cordial saludo en el Señor. Con alegría les entregamos la revista , en el que deseamos compartir nuestra reflexión acerca de la felicidad vocacional y sacerdotal. En el mundo de hoy, en el que una vocación de entrega de toda la vida parece no tener sentido, dadas la numerosas ofertas de aparente felicidad, podría pensarse que la opción de ser sacerdote no es ya vigente o actual, sino una vocación de tiempos pasados. La vocación sacerdotal no puede entenderse como una opción de realización personal para ser feliz, si entendemos felicidad como divertirse, superarse económicamente, viajar mucho, experimentar placer sin límites, etc. La felicidad para Jesús, para todo creyente y de un modo especial para el que siente el llamado al sacerdocio, tiene que pasar primero por la cruz. Dejarlo todo causa en primer momento angustia, dolor, cierta tristeza, pero Jesús prometió a sus apóstoles que lo habían dejado todo por Él y por su causa, que su tristeza se convertiría en gozo y en auténtica realización. Como sacerdote, a mis 30 años de haber entrado al Seminario y a 22 de ordenado, puedo afirmar sin temor a equivocarme que sí se puede ser muy feliz siendo sacerdote; sin embargo, también he visto seminaristas y sacerdotes que no son felices, y sin juzgarlos, creo saber la razón: una entrega muy pobre y limitada a Cristo, a su Evangelio y al pueblo de Dios. Oremos por todos los seminaristas y sacerdotes, Jesús resucitado puede con su poder devolver la alegría y el gozo del sacerdocio a quienes lo han perdido. Las pruebas, dificultades y situaciones difíciles que muchas veces vivimos, incluidos nuestros propios errores en el servicio pastoral, pueden ser la cruz que causa una tristeza momentánea, pero con la gracia del Resucitado y sus oraciones por nosotros, hacen que la tristeza se convierta en gozo. Dios les bendiga y esperemos que este número de nuestra revista les anime y fortalezca en su fe y su amor al Seminario.

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Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Rector


VocaciónEs

SOY

FELIZ

EN MI CAMINO

En repetidas ocasiones me han preguntado si soy feliz en este camino. Toda vocación tiene sus retos, sus batallas, sus sacrificios; pero también muchísimas bendiciones y motivaciones que he ido descubriendo a lo largo de este caminar.

me motivan a encontrarme y buscar a Dios en la oración, en los sacramentos, en la fraternidad y en mi corazón; me alientan a discernir, a responder a esta vocación y a descubrir la voz y la voluntad de Dios en mi vida.

Soy feliz siendo seminarista porque he tenido la oportunidad de encontrarme con Jesús de manera muy particular; porque he visto a Jesús en mis hermanos y amigos seminaristas, cuando a pesar de que cada uno lleva consigo su propia historia, están y permanecen ahí. Me escuchan, acompañan, aconsejan, apoyan; me levantan cuando caigo, ríen conmigo en mis alegrías; me consuelan en mis tristezas, aprendo de ellos cuando tenemos diferencias, y me enseñan a amar a Dios con su vida.

Soy feliz porque he visto a Jesús en la pastoral cuando he tenido la oportunidad de escuchar a quien necesita ser escuchado, confortar, consolar, transmitir esperanza a quien pasa por dificultades, acompañar a personas que caminan hacia Dios y también a quienes se sienten alejados de Él. Soy feliz encontrando en el camino a amigos que me muestran el amor de Dios en sus familias, en sus matrimonios, en la forma en que viven su fe, muchas veces más fielmente que yo, e innumerables experiencias que Dios me ha regalado de sentir su presencia a mi lado y permitirme ser un instrumento para llevar a las personas hacia Él.

Soy feliz porque he visto a Jesús en mis formadores, que me guían, dirigen, me muestran el amor y la misericordia de Dios. También me corrigen cuando me equivoco, se preocupan por formar en mí las virtudes de Jesús; con su cercanía, amistad, conocimientos, experiencia y testimonio,

Definitivamente estoy agradecido con Jesús por ser el culpable de mi felicidad, por dibujar siempre una sonrisa en mi rostro y porque: “Cómo no ser feliz, si Jesús camina conmigo y a mi lado siempre”. Oziel Rodríguez Tercero de Teología WhatsApp

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Conoce

LA FELICIDAD al modo

DE JESÚS

Ya que se nos ha dado la vida ¿qué queremos hacer con ella? Es claro que ninguno de nosotros pedimos nacer, pero se nos ha otorgado esta vida mortal, quisiera resaltar “mortal” porque es la condición que nos permite tocar el drama de la humanidad: ¡podemos morir! En la antigua Grecia tanto se tenía consciencia de esto que no se utilizaba el término humano sino mortal y ante ese destino inalterable la pregunta que algunos filósofos se hacían era ¿cuál tendrá que ser el mejor modo de vivir ya que vamos a morir? surgió la ética eudemonista, es decir de la felicidad “eudaimonia”, entendida como un estado de satisfacción debido a la propia situación en el mundo. Dicha visión pudiese ser resumida en decir, que es feliz quien disfruta de salud, logra éxito, tiene educación y vive la virtud. (Cfr. Abbagnano,1993)

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Desde mi perspectiva, pienso que el término bienaventurado “makarios” es más amplio, permite tocar no sólo el gozo proveniente de esta tierra; sino aquel que experimentándose en la tierra proviene del cielo. Al escuchar la palabra bienaventurado no podemos evitar remontarnos al pasaje del discurso del monte cuando Jesús en el Evangelio de San Mateo, sentado desde lo alto proclama las bienaventuranzas. Para el hebreo, el bienaventurado es aquel que reconoce que en la complejidad de la vida Dios está por actuar, semejante a la alegría de Isaías al profetizar el triunfo inminente de Jerusalén. Esta dicha es la que Jesús invita a reconocer en el monte a los pobres, a los mansos, a los que lloran y tienen hambre y sed de justicia, son precisamente


ellos los que tocan el drama de la humanidad hasta el fondo, los que pueden vivir la bienaventuranza hebraica que consiste en la consciencia de pertenecer a una historia de salvación en donde Dios actúa, abraza y rescata a su pueblo elegido.

que nos han sido dadas, es por medio de nuestras decisiones que construimos nuestra única y singular versión de nosotros mismos, y de ahí la importancia de asumir nuestra responsabilidad de ver la vida no sólo como don; sino también como tarea.

Para nosotros cristianos la mayor acción salvífica de Dios ha sido darnos a su hijo Jesucristo. Y en este sentido Jesús se ha convertido en el mayor bien dado por Dios (eu-daimonios) pero un bien que tiene un rostro, que se ha hecho carne, un “ser en el mundo” y desde nuestro misma humanidad, compartiendo este mundo da respuesta con su vida, muerte y resurrección a la complejidad del ser humano singular que vive en medio de gozos y esperanzas, tristezas y angustias.

A veces las angustias que vivimos provienen precisamente, del no determinarnos a dar un siguiente paso en nuestro proceso de desarrollo personal. Una voz interior nos dice que necesitamos hacer un cambio, pero el temor de modificar el status quo y perder las seguridades que se tienen, es mayor que la incomodidad de tener una vida mediocre.

No podemos renunciar al hecho que si bien hay aspectos de nuestra persona e historia

Para el ser humano será imposible ser dichoso si pretende hacer a un lado los aspectos de límite, dolor y la ansiedad que

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implica la cotidianidad de la vida, cosa que la posmodernidad rechaza a ultranza y de la cual busca huir de mil maneras que van desde el mundo virtual, las drogas hasta la eutanasia. Quizás uno de los pasos más significativos en un proceso de madurez sea, el hacer las pases con la propia limitación y tener el valor de experimentar el cambio aunque eso signifique morir un poco. El cristiano en este arduo camino no se encuentra solo sino que cuenta con horizonte claro: Jesús, el modelo de humanidad, y por ende es el modelo de bienaventurado ¿acaso no cada una de las bieneventuranzas le pudiesen ser aplicadas a Él mismo? Es pobre, manso, llora, tiene hambre y sed de justicia, es misericordioso, limpio de corazón, trabajador de la paz, perseguido, injuriado y calumniado ¡y su recompensa ha sido grande en los cielos! Pbro. José Francisco Gallardo Coordinador del Dpto. de Psicología del Seminario de Monterrey

Bibliografía Biblia de Jerusalén.(2009). (4a ed), Bilbao Desclée de Brower CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constituciones. Decretos. Declaraciones. Edición bilingüe promovida por la Conferencia Episcopal Española, Madrid 2004. Nicola Abbagnano. (1996). Diccionario de filosofía. México: Fondo de cultura económica. Carlos Astrada. (1928). Max Scheler y el problema de una antropología filosófica. Universidad Nacional de Cordoba, 15, 139-17 Peter Hünermann. (2017). Uomini secondo Cristo oggi. Ciudad del Vaticano: Editrice Vaticana.

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DIACONADO, la alegría de servir

Dentro de nuestro proceso de formación sacerdotal hay ministerios por los que el formando pasa para llegar a la ordenación sacerdotal, los cuales son fundamentales para el crecimiento espiritual y pastoral que se requiere para un futuro pastor del pueblo de Dios. Uno de estos ministerios y más importantes previo a la ordenación presbiteral, es el “diaconado”.

dedicados a los oficios de caridad y administración” (LG 29).

Este año en particular, me toca ser ordenado diácono. Esta nueva experiencia y aventura que está por comenzar me llena de alegría, es parte de esa esperanza de aquel que anhela ser sacerdote. Ser diácono no es el paso para la ordenación sacerdotal, sino el servicio y entrega a la Iglesia, es una clara El servicio pastoral del diácono dentro de manifestación del esfuerzo y deseo de enla Iglesia tiene un gran significado, pues a tregar completamente la vida al Señor por través del ejercicio del ministerio diaconal, medio de la vocación a la vida sacerdotal. manifiesta el deseo de configurarse con aquel que lo ha llamado, queriendo ser un Con la gracia de Dios y la alegría de seguir verdadero discípulo y servidor de Jesucris- el camino de Jesús, el siete de septiembre, to. junto con otros cuatro hermanos, seremos ordenados diáconos. Ha sido un camino de Cada elegido es ordenado por medio de la varios años, en donde la experiencia nos imposición de las manos y la oración con- motiva a seguir entregándonos al servicio secratoria, con la finalidad de “servir al Pue- de la Iglesia. Nos seguimos encomendando blo de Dios en el ministerio de la liturgia, a sus oraciones para que el Señor nos de la la Palabra y de la caridad, así como admi- gracia de seguir caminando con fidelidad a nistrar el bautismo, conservar y distribuir la esta vocación a la cual nos ha llamado, Dios Eucaristía, asistir en nombre de la Iglesia y nos bendiga. bendecir los matrimonios, leer la Sagrada Escritura instruir y exhortar al pueblo, adDiác. Jorge Alberto Urbina ministrar los sacramentales, es decir ser Cuarto de Teología

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Llamados para servir

Feliz el cura que... denominado “macarismo” o bienaventuranza. Estas frases hablan de la buenaventura, la bendición o la suerte de una persona y su consecuencia. Aunque son una afirmación, muchas veces tienen el sabor de alguien que exhorta, como diciendo: “Serás feliz si…” y luego dicen aquello que lo evidencia. Estoy convencido que los “macarismos”, estas frases sobre la vida feliz son fruto de la experiencia personal, de ver a otros y de

¡Makários! Así se dice “feliz” en el Nuevo Testamento. Es una palabra recurrente en los labios del Señor Jesús, es uno de sus intereses constantes. Él lo sabe: el Dios de la vida quiere que sus hijos se salven, que vivan felices. En el Evangelio de Mateo esta palabra aparece 13 veces, 14 en Lucas, 2 en Juan e incluso en Hechos 20, 35 se recordará un dicho de Jesús sobre la felicidad: “Hay más alegría en dar que en recibir”. No es una forma nueva de hablar, más bien es un género literario que se extiende por todas las Escrituras y ha sido

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experimentar los impulsos del Espíritu. El sabio que busca estar atento a los pequeños detalles y permanece atento a la realidad inconfesada de los acontecimientos de cada día, descubre quién sufre la vida, aunque no tenga nada que le duela y quién la goza, aunque no tenga mucha juerga. Así era Jesús. La comunidad de Mateo recuerda que, ya al inicio de su primer discurso, el Maestro dirá nueve “macarismos” (Mt 5, 3-11, otros más en Mt 11, 6; 13, 16; 16, 17; 24, 46). Quiere que sus amigos sean felices. Pero su propuesta no es convencional. Es que él aseguraba que pobres, mansos, misericordiosos, limpios de corazón, incluso llorando y siendo perseguidos se puede ser feliz. ¡Que extraña propuesta! Mientras el corazón humano cree que por mucho poder, lograr y tener estará más seguro y en paz, el buen Jesús invita a vivir una experiencia de contrasentido. El estilo de vida alternativa perfilado en las bienaventuranzas es siempre nuevo también para nosotros los cristianos, pues son el amplio horizonte que nos empuja a salir de nosotros mismos, confiar más en Dios y ser sostenidos por su aliento.

¿Dónde aprendió eso Jesús? Tuvo que haberlo visto en las personas que conoció en su poblado o quizá trabajando en Séforis, con sus amigas y amigos, con sus primos hermanos. Con su mirada penetrante veía que, quien acoge a Dios y lo va dejando reinar, posee una fuerza y una paz que no poseían ni siquiera los potentes que subyugaban militar o religiosamente a su pueblo. Caminando entre los poblados de Israel, veía cómo los humildes le escuchaban y se alegraban (cfr. Sal 34, 2). Todos los que participamos del ministerio de Jesús podemos tener una experiencia similar: Ser sacerdote es ser testigo de cómo Dios va salvado a las personas cada día (cfr. Hch 2, 47), aún en medio de la vida que a veces es como contestar un crucigrama… pero a oscuras. ¿Dónde aprendió eso Jesús? Tuvo que haberlo visto en las personas que conoció en su poblado o quizá trabajando en Séforis, con sus amigas y amigos, con sus primos hermanos. Con su mirada penetrante veía que, quien acoge a Dios y lo va dejando reinar, posee una fuerza y una paz que no poseían ni siquiera los potentes que subyugaban militar o religiosamente a su pueblo. Caminando entre los poblados de Israel, veía cómo los humildes le escuchaban y se alegraban (cfr. Sal 34, 2). Todos los que participamos del ministerio de Jesús podemos tener una experiencia similar: Ser sacerdote es ser testigo de cómo Dios va salvado a las personas cada día (cfr. Hch 2, 47), aún en medio de la vida que a veces es como contestar un crucigrama… pero a oscuras. Las bienaventuranzas no obligan a nadie, proponen, invitan y atraen. Todos tenemos algunas y vale la pena recuperarlas, son parte de nuestro tesoro y experiencia. Imitando a Jesús, y buscando entre las hojas sueltas de la memoria, también yo lo quiero intentar: 11


Pbro. Tadeo Ibarra Studium Biblicum Franciscanum

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Entérate

La juventud es una etapa llena de sueños, planes y fuerza de vida. Es esperada por la niñez por la libertad que representa y anhelada por la adultez cuando se busca tener las mismas fuerzas para hacer todo lo que se desea hacer. Sin embargo, no se vive joven solamente una vez. Es en el corazón donde podemos vivir una eterna juventud y aprovechar todo lo que ella nos da para vivir en plenitud. La felicidad, por otro lado, es un tema muy moderno y actual. En infinidad de lugares nos dicen “cómo ser feliz”; inclusive existen certificaciones, talleres, cursos y diplomados sobre la felicidad. Y, si hablamos de vocación, no podemos dejar fuera la felicidad ni la juventud. Primero, la juventud está ligada a la vocación, no porque sea necesario ser joven para responder a Dios; sino porque es necesario mantener el corazón joven para estar siempre disponibles para responder a las continuas llamadas que Dios nos hace a lo largo de nuestra vida. Y la felicidad, porque la llamada de Dios a un camino concreto nos lleva siempre a ser felices. La felicidad no significa no tener problemas

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o no enfrentarse con dificultades, este es uno de los engaños principales que el mundo intenta anunciar. Ser feliz significa ser pleno, vivir desde lo mejor de nosotros mismos, es sentirnos vivos donde estamos y con lo que hacemos aún y con dificultades, con dolores, y obstáculos. Es aquí donde se conjuntan los tres elementos: juventud, felicidad y vocación. ¿Cuántas veces no ha pasado que el ritmo de vida que llevamos o lo que hacemos no nos lleva sentirnos plenos? A la pregunta de “¿eres feliz?” solemos responder con un “sí, creo que soy feliz pero….”. Ese “pero” es un vacío que no se llena con nada de lo moderno de la vida ni con el dinero ganado en el trabajo ni con las cosas que podemos conseguir. Si mi corazón es joven y voy a donde Dios me llama, mi vida se convierte en un anuncio feliz de la presencia amorosa de Jesucristo en medio del mundo. Mi vida es entonces anuncio de amor, compasión, misericordia y ternura, porque soy feliz siguiendo sus huellas, porque ¡La alegría anuncia que Jesús vive entre nosotros!


El llamado es una invitación gratuita de Dios para vivir plenos, libres y felices. Él nos llama según quienes somos, con dones específicos, por una razón en particular: ya pensaba en nosotros, cuenta con nuestro “sí” en su proyecto de amor. Me gusta pensar que somos un sueño de Jesús: un sueño que está llamado a hacerse realidad: una vida que sea vivida tocando corazones para que vuelvan a Él. La pregunta que necesitamos dejar resonar en el corazón es entonces: ¿quieres ser realmente feliz? El encuentro con Jesús nos lleva a descubrir lo que Él quiere de nosotros, nos habla al corazón y busca que, desde la libertad que nos regaló, le digamos que sí a ese proyecto o vocación específica a la que nos llama. No hay mayor alegría ni felicidad que darse al Señor pues es Él quien nos promete eso, que nadie más en el mundo nos lo puede dar, y que es lo que

hace pleno el corazón del hombre y motiva a seguir adelante. El único camino para ser feliz entonces es seguir a Jesús, dejar que nuestro corazón, en esa eterna juventud escuche su voz, caminar tras sus pasos, responder a sus llamados y tomar el riesgo de entregar todo para ir con Él. Es escucharle y dejar que el corazón responda para impulsarnos a descubrir ese proyecto de amor que nos ofrece Dios para que seamos plenos y felices.

Lucía Valdés Virgen Consagrada

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