Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho” Sarahí Campos Huízar
Guía de buenas practicas en Educación inclusiva
El derecho a la educación es mundialmente reconocido desde que en 1948 se
proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos. Un informe de la UNESCO establece que la inclusión de la infancia con necesidades especiales o pertenecientes a minorías étnicas desfavorecidas, poblaciones migrantes, comunidades remotas y aisladas o barrios urbanos marginales, así como de otros excluidos de la educación, deberá ser parte
integrante de las estrategias para lograr la educación para todos antes del 2015. Eliminar las barreras que impiden el aprendizaje y la participación en el centro es la base de la educación inclusiva. Para ello, en primer lugar, habría que hacer más accesible el centro a toda la comunidad educativa mediante la adaptación de sus entornos, programas y herramientas. Esto implica olvidarse del currículo rígido e inaccesible que, bajo la perspectiva de la integración, tenía que ser alcanzado por todos los estudiantes, con demasiado esfuerzo y poco provecho
significativo para la mayoría. El compromiso y la cooperación de toda la comunidad educativa son fundamentales para mejorar la inclusividad en el centro. Empezando por la dirección y el profesorado, responsables del funcionamiento del modelo inclusivo, y llegando hasta las familias y otros agentes sociales que van a
participar activamente en el mismo. Disponer de un aula estable y de profesorado y compañeros de referencia también facilita la inclusión.
La creación de entornos, herramientas y programas educativos accesibles es el primer paso para que todas las personas puedan recibir una educación de
calidad. Un currículo demasiado rígido que no tiene en cuenta las necesidades e intereses de los alumnos puede ser una barrera al aprendizaje para muchos de ellos. Por eso, algunos centros recurren a la adaptación curricular inclusiva. Ésta supone una adaptación de los métodos de enseñanza a las necesidades del
alumnado para facilitar el aprendizaje, nunca una reducción de los contenidos. Gracias a la Educación Inclusiva, alumnos con alto riesgo de exclusión podrán mejorar su aprendizaje y, por tanto, su calidad de vida. Pero la educación inclusiva no beneficia sólo al alumnado más vulnerable, sino a toda la
comunidad educativa. Lo habitual es que exista un grupo numeroso de alumnos y alumnas con edad similar, pero con necesidades de aprendizaje y características socioculturales muy diversas. En estos agrupamientos heterogéneos, el profesor responsable de la clase tiene serias dificultades para responder a la diversidad creciente. Como consecuencia, se tiende en muchos casos a centrarse en los alumnos y las alumnas que van bien, mientras los demás van teniendo cada vez más
dificultades. La literatura científica (Ministerio de Educación y CREA, 2011) califica a esta estructura tradicional de clase heterogénea como “agrupamiento mixto”, y advierte de que puede desembocar en fracaso escolar y propone una alternativa
inclusiva: los grupos heterogéneos con reorganización de recursos humanos Otra opción es la de formar “grupos interactivos”: los 30 niños de la clase se dividirían en cinco grupos heterogéneos en los que incluiríamos, además del profesorado, a otras personas adultas (familiares o personas voluntarias, etc.) que ayuden también a todo el alumnado. Estos agrupamientos van más allá del aprendizaje cooperativo (que se limita a los alumnos y las alumnas) y avanzan hacia el aprendizaje dialógico en el aula (que implica a familiares y a la comunidad en su conjunto). Los grupos interactivos potencian el aprendizaje instrumental del alumnado en todas las materias, refuerzan su desarrollo emocional y potencian el desarrollo de valores de aprendizaje.
La interacción entre alumnos con distinto rendimiento académico, ya sea entre compañeros del mismo o distinto nivel, bene!cia a todos los estudiantes. El alumnado con niveles académicos más bajos, puede bene!ciarse de la interacción con sus iguales, mientras que el alumnado con niveles académicos altos, puede consolidar su aprendizaje y generar nuevos conocimientos. De este
modo, el nivel de aprendizaje global de la clase se incrementa. Está demostrado que la interacción cultural y educativa entre el alumnado y los distintos agentes sociales (familias, voluntarios, etc.) contribuye a mejorar el
rendimiento escolar. La formación de familias y la comunidad educativa también contribuye al éxito escolar de los alumnos y las alumnas. Cuando los padres y las madres con bajo nivel cultural se involucran en actividades formativas, la experiencia puede enseñarles cómo ayudar a sus hijos con las tareas educativas en casa. También
aumenta su valoración de las actividades escolares de sus hijos e hijas. La diversidad en el alumnado enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje,
beneficiando a la comunidad educativa y a la sociedad en general. La cultura está compuesta por los principios y valores que guiarán las decisiones y actuaciones cotidianas de toda la comunidad educativa y que se transmitirán a los nuevos miembros. Ha de orientarse a la creación de una comunidad escolar segura, acogedora, colaboradora y estimulante en la que cada alumno es valorado, para que todos tengan mayores niveles de logro.