Foto portada: José Mari Carrascosa
om c . o rnag a w s . w w 12 ASOCIACIÓN AMIGOS DE 0 2 SARNAGO. Nº 5 JULIO
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Asociaci贸n Amigos de Sarnago
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Saludo del presidente Un año más, y van seis, estamos otra vez aquí, con esta revista. Este año ha sido especialmente complicado conseguir los recursos económicos para poder editarla. Una de las más importantes fuentes de financiación nos ha recortado en un 90 % sus aportaciones. Principalmente por ello, y dada la importante crisis económica que padecemos, quisiera dar las gracias, MÁS que nunca, a todos los anunciantes y amigos que quieren seguir cooperando con este bonito proyecto. En momentos que se complicaban las cosas, siempre aparecía alguien que te recordaba que a él no se le había pedido colaboración económica para la revista. Estos detalles son los que hacen seguir adelante y ves que tanto trabajo tiene recompensa. MUCHAS GRACIAS A TODOS. También quiero agradecer a todos aquellos que colaboran con sus escritos y sus fotos, sin su compromiso no podríamos haber editado una revista tan completa. Les pedimos que dediquen su tiempo y su talento a llenarla de contenidos y lo único que reciben a cambio es nuestro profundo agradecimiento. MUCHAS GRACIAS. Aprovecho la oportunidad para pedir perdón a aquellos que por motivo de tiempo y/o espacio no han podido ver sus artículos publicados. Los dejamos preparados para la siguiente. Ahora quisiera hacer una pequeña reflexión sobre un tema, que no por antiguo siempre está muy presente para los que creemos que podemos aportar algo en la recuperación de nuestros pueblos. Hace un tiempo alguien me dijo: ”a los pueblos hay que venir, solamente, a juntarte con los amigos, tomarse unas cervezas y hacer cenas”. Me quedé pensando en esto y dije “esto no puede ser así, todos debemos colaborar en que nuestros pueblos no desaparezcan”. Hay muchas veces que creo que tiene razón y te dan ganas de tirar la toalla. En los más de 30 años que tenemos de existencia como asociación, la mayor parte de los proyectos que hemos ejecutado han sido realizados gracias al trabajo desinteresado y a las aportaciones económicas de los asociados. El tiempo dedicado a trabajar por Sarnago se lo restamos a nuestro ocio y a nuestras familias. No sé, porqué tenemos que estar demostrando continuamente que somos de aquí y trabajamos para que esto no termine de morir. Que no vivas de una forma continuada en el pueblo es uno de los mayores inconvenientes para que tus ideas y propuestas lleguen a buen puerto. Algún cargo político te ve como un turista que solo viene a molestar y a dar trabajo ¿Qué vas a saber tú de cómo funcionan las cosas por aquí, si eres un desertor? Este es uno de los males endémicos de esta provincia “cuantos menos seamos, más a repartir” (hasta que no quede nada que repartir, ni a nadie). A pesar de estas cosas y porque queremos de verdad nuestros pueblos, pese a quien pese, hay que seguir luchando por lo nuestro. Aquí están nuestras raíces, nuestra cultura y tenemos enterrados nuestros antepasados. Algunos piensan que esta moda es desde hace “4 días” y que se nos pasará. Vuelvo a repetir que, como Asociación, son 32 años los que llevamos en funcionamiento. Seguramente, los últimos años hemos comenzado a “vender” mejor, hacía el exterior, todo el trabajo que hacemos. Con la confianza de poder editar más números, un saludo para todos.
José Mari Carrascosa
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Cultura en el verano de Sarnago Un año más pudimos organizar una serie de actos culturales, menos de lo que hubiésemos querido, pero, dado los tiempos que corren y pensando que Sarnago es uno de los pueblos más pequeños de toda la zona nos podemos sentir orgullosos de ellos. Todos sabemos que cuesta mucho esfuerzo organizar cualquier cosa y por tanto tenemos que aprender a venderla (hay una cosa que repetimos muchas veces "es más fácil traer a la Orquesta Sinfónica de Berlín a la Plaza Mayor de Madrid, que organizar un campeonato de mus en cualquier pueblo como los nuestros”). Aunque la afluencia de público, venido de otros lugares fue un poco inferior, se compensó con el entusiasmo y colaboración de los asistentes. Recalcamos que estas fiestas son sufragadas en su mayor parte por las aportaciones de los socios. Este año colocamos una hucha con el fin de recaudar algo de dinero para poder sufragar parte de los gastos. Queremos agradecer las aportaciones económicas recibidas, que nos animan a seguir organizando más actos.
Presentación de la revista Nº 4 En primer lugar tomó la palabra el presidente de la Asociación. Dio las gracias a todos los asistentes y pidió disculpas en nombre del Sr Alcalde de San Pedro, que no pudo acudir por un problema de última hora. Habló de los pormenores de la revista, hizo un repaso de los diversos artículos publicados recalcando la calidad de los mismos y el enorme compromiso de nuestros colaboradores. Por último agradeció a todos, y cada uno de los amigos anunciantes, gracias a ellos podemos seguir con este bonito proyecto. El profesor y escritor D. José Mª Martínez Laseca, fue el encargado de presentar el anterior número de la revista. Nuestro amigo José María, es un colaborador de esta revista desde el número 0. Por tanto creímos que ya era hora que fuese el anfitrión para este acto. Su implicación con esta Asociación y muy especialmente con este acto, fue tal que preparó una pequeña conferencia. Dada su calidad hemos querido reproducir completa, a partir de la página siguiente.
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Cita con la cultura en Sarnago
(por José María Martínez Laseca)
Estoy aquí, con vosotros, este viernes 19 de agosto de 2011, porque sí. Con sumo gusto. Un sábado de días atrás, por la mañana, en la ciudad de Soria que se desperezaba, yendo yo por El Collado me encontré con José María Carrascosa. Entramos al bar El Argentino a tomar un café, y mi tocayo aprovechó la cómoda circunstancia para invitarme a oficiar la presentación de este bello ejemplar, que hace ya el nº 4 de la revista de la Asociación de amigos de Sarnago. Y que cuenta con amigos colaboradores que suman unos cuantos, de variopinta inquietud y condición, y entre los que me encuentro. Así que le costó muy poco convencerme. Además, siempre que puedo gusto de venir a Sarnago, desde aquella primera vez en que lo hiciera. Fue hace tiempo, por agosto de 1990. Me interesaba yo entonces por el estudio de las fiestas tradicionales de nuestra provincia, y acudí a la convocatoria de vuestra Fiesta de Móndidas. Pero lo anunciado no se celebró, como conté en su día en la revista en mi artículo “Viaje al confín de Sarnago”, y, sin embargo, aquel viaje me sirvió para, en grata conversación con los allí presentes, sentirme todavía mucho más atraído por el misterio que guardaba este pueblo abandonado y para cogerle cariño. Aun más, mi padre Carlos Martínez Milla, que en noviembre cumplirá los 90 años, cada vez que le digo que voy a venir por aquí, me recuerda que él, a inicios de los cuarenta, hizo la mili en Calatayud, con un mozo natural de de Sarnago, un tal Jacinto Carrascosa Calvo. Según he sabido después, era el tío del infatigable José María Carrascosa, puesto que ya ha muerto. Pero, basta ya de introitos. Si cuando llegaban las fiestas de mi pueblo el cura ordinario se preocupaba mucho por buscar un buen predicador para que les echara el sermón a sus fieles durante la misa mayor concelebrada, eso mismo y no otra cosa, entiendo yo que ha querido de mí, mi buen amigo Carrascosa. No que os presente la revista, que sorprende a cualquiera que la hojea, sino que os lance una prédica como es debido que os deleite y entretenga. Así que vamos a ello, metiéndome ya en faena. El nombre de Sarnago, junto al puente de San Pedro Manrique, indicando el camino que se pierde hacia la sierra de Alcarama, era como un epitafio, tal y como escribía uno de sus últimos descendientes como es Delfín Hernández. Cuando leí esa equivalencia, me acordé enseguida del poema que Antonio Machado escribió “A un Olmo seco”. Al poeta le llamó la atención la maltrecha entidad física del árbol -viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido- y la comparó con la delicada situación que atravesaba su joven esposa Leonor, quemada en su interior por el negro tizón de la tuberculosis. Malos augurios, sin duda, en ambos casos, haciéndonos temernos lo peor; si bien Machado abría en su interesado deseo un último rayo de esperanza. De este paralelismo arranca hoy mi reflexión. Las prisas con las que malvivimos en el mundo actual -de la globalización y de Internet- han mutilado en gran medida nuestras defensas sensoriales y nuestra capacidad de pensar críticamente partiendo de la observación de la realidad, su selección y análisis para elaborar hipótesis y extraer conclusiones. Mucho antes el ciclo anual, medidor del tiempo, contemplaba 10 mensualidades. Veamos: marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre (7), octubre (8), noviembre (9) y diciembre (10). Las guerras numantinas del 154 al 133 a de C. fueron las que obligaron a Roma a cambiar el calendario, trasladando a enero la elección de senadores y el comienzo del año. Partiré de esta premisa para hablar de lo que denomino como: La savia de la primavera Sucede que, en la noche del último día del mes de febrero y lindando con Burgos, los mozos del lugar de Espejón salen a cantar las marzas, recorriendo las calles del pueblo y proclamando las excelencias del año. Deseándoles parabienes y disfrutes materiales a todos los vecinos, que les corresponden agradecidos con algún donativo. Esta noche entra marzo, / de la media noche abajo. / Esta noche también entra / el santo Ángel de la Guarda. Desde 1980
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En ello se observan ya ciertas connotaciones sacras de rendición de culto a la nueva estación: la “prima bera” o “primera luna” que se identifica con el mes cuyo nombre “barza” (huerta o jardín) evocaba el renacer de la naturaleza. Réplica patriarcal de aquella remota divinidad femenina de la vegetación es “Marte”, al que hoy se atribuye la denominación del mes de marzo. Más tarde, al inicio de mayo, los mozos o quintos de la zona de Pinares sobre todo (San Leonardo, Navaleno, Salduero...), ofician en las plazas o ante las iglesias, esa reimplantación ritual del árbol, conocida como la pingada del mayo. Los teorizantes del culto animista consideran al árbol como ser animado y casa de los espíritus de la vegetación y de la feracidad. El hombre nómada estaba en pleno contacto con la vegetación, pero al hacerse sedentario se dio esa separación física entre los poblados de los hombres y los bosques o morada de los santos protectores (muchas Vírgenes hay con el nombre de plantas). Por eso es costumbre con la llegada de la primavera acudir al bosque y cortar árboles y ramas (con la divinidad) para traerlos al poblado y plantarlos en su centro. Con ello se pretende la protección benéfica en cuanto a la prosperidad de las cosechas, la multiplicación de los rebaños y la bendición de las mujeres y sus hijos. De mayo son las mayas, esas mujeres púberes adornadas de flores y joyas que van de reinas y señoras como la “buena diosa”. Son esas niñas que hacen la primera comunión en mayo y que el día del Corpus van arrojando pétalos de rosas. Toda la exhuberancia vegetal de mayo, verdecida y florecida, originaba enramadas en los pueblos, lo que aún se observa el Domingo de Ramos, con palmas de palmeras y otras ramas de arbustos. Para el 3 de mayo, festividad de la Santa Cruz, en la Sierra del Alba, con su centro de gravedad en San Pedro Manrique, también entre las jóvenes elegirán, mediante sorteo, tres Móndidas o puras (ataviadas de blanco y engalanadas) que son mayas o majas y que adornan los atrios de sus casas con otros tres mayos plantados en grandes maceteros. Sacerdotisas del sol las llamó Mariano Iñiguez Ortiz y algunos creen ver en su ritual de la mañana de San Juan un claro culto a la diosa Ceres. Las flores con que adornan sus cestaños y los panes del ramo cubrían los aspectos eficientes de toda mujer: el nutricio o culinario y el sexual. Es un ritual que enlaza con el tributo de las cien doncellas al rey Mauregato, solventado en la batalla de Clavijo que refutara Sánchez Albornoz. El mito del tributo, como sanción, descripción y celebración de la endogamia, dadas las dificultades que se imponían en los pueblos al cortejo de sus mozas por los forasteros: madres las que tenéis hijas / tan lejos no se casaran. Todavía en muchos pueblos de la provincia se celebra como es debido San Isidro labrador, dada nuestra tradición agraria, lo que algunos dedican a la bendición de los campos. Y Almazán aprovecha para disponer su feria de maquinaria agrícola, del mueble y agroalimentaria, que antes fue ganadera. Y en los días 17 y 18 de mayo celebra a San Pascual Bailón, que es patrón de pastores. Aquí sale el zarrón, de la familia de los zarrones, zarragones, zarrangones... que son figuras ridículas, que acostumbran a ir detrás de las procesiones y espantan a la canallesca de muchachos, que los inquietan y enfadan, estorbando a los danzantes. El Zarrón de Almazán sería uno de esos últimos supervivientes de esas mascaradas carnavalescas que en nuestra provincia han sido y que aún ofrecen una presencia importante en el folklore de la península. Su figura se asocia a los “satans”, con su zurriago portado en mano, que adquiere un toque mágico, ya que mata, resucita o transforma. Y las danzas de paloteo que acompaña obedecen igualmente a los viejos rituales de fertilidad, aplicados a fiestas patronales, celebración de bodas, nacimientos o visitas ilustres. 6
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Ya vemos, por cuanto ha acontecido hasta la fecha, como la primavera la savia y la sangre altera. Bien lo supo la Iglesia que convirtió al mes de mayo en el mes de la Virgen: con flores a María. Y me da que pensar que todos estos rituales y expresiones públicas responden en el fondo a alguna razón trascendental. Rezuman lo sagrado, invocando a los cielos y a sus dioses, en esa búsqueda demostrada de la fecundidad. Para que esta vida caduca sobre la tierra continúe. Y qué decir de Sarnago al respecto. Su fiesta tradicional recuperada, con la pingada del mayo (extra primaveral) en el centro de la plaza y con la presencia de sus tres guapas Móndidas adolescentes -es muy similar, con algunas variantes, acompañamiento por el mozo del ramo y el misterio de introducir el ramo por la ventana al revés- en su ritual, elementos y protagonistas al ya comentado de San Pedro Manrique. Cierto es que sus fechas de celebración son distintas: en San Pedro, por San Juan Bautista, 24 de junio, mientras que en Sarnago lo es ahora por San Bartolomé (24 de agosto) si bien inicialmente era para la Santísima Trinidad (variable, siempre en domingo, después de Pentecostés, marcado por la fecha en la que se oficia la Pascua o Domingo de Resurrección”. Son fiestas muy vinculadas con el ciclo estacional de la naturaleza asociada con los ritmos del sol y sus solsticios –aunque a mí me resulta mucho más sugestiva todavía la luna en medio de la noche con sus plenilunios-. Todas persiguen idéntico objetivo: la recuperación de la luz y del calor frente a la oscuridad y el duro frío del invierno. Regenerar la vida aletargada y traer nueva vida. Insistiré en ello. Se trataba, pues, de rituales de fecundidad, de origen precristiano, para que la tierra madre diera sus frutos y para que las hembras (tanto animales como personas) fueran fértiles y procrearan, garantizando así la continuidad de la especie y de la tribu. Elocuente es el simbolismo fálico del mayo o su carácter matriarcal con el protagonismo que cobran las mujeres representadas por las tres guapas mozas Móndidas. Las mujeres con función de administradoras de la casa y sobre todo por su capacidad de traer vida, de dar a luz; mientras que el papel del hombre o macho es de un mero paredro. Es muy sencillo. El mundo, según Goethe, no podría existir si no fuera tan sendillo. Hace miles de años que se cultiva esta tierra miserable y, sin embargo, sigue teniendo las mismas fuerzas. Un poco de lluvia y un poco de sol y vuelve a verdear todas las primaveras. Como el olmo, otrora vital y frondoso, Sarnago fue un pueblo vivo: lleno de vecinos, estructurado socialmente, con sus niños, sus mozos, sus mayores y sus ancianos. Había entierros sí, pero también bodas y bautizos. Como al olmo, al que Machado observara que, con las lluvias de abril y el sol de mayo, le habían salido algunas hojas verdes, así el despoblado de Sarnago, sito en las estribaciones de la sierra de Alcarama, ha rebrotado gracias al empuje y al afán de superación demostrado por su Asociación de Amigos La Asociación que publica esta revista, en la que se nos habla de cosas que sucedieron por aquí, de la Grande y General Historia de Sarnago y aún de toda la comarca. Cuyos integrantes se sienten orgullosos de la pertenencia a este lugar. Desde 1980
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Reivindicando las viejas tradiciones que unen a todas esas gentes de la diáspora, ya que suponen un nexo de unión y una clara seña de identidad y de autoestima. Sabedores, como son, de que es necesario estudiar, investigar e innovar, tan demostrativos de que la sociedad progresa A fin de cuentas, hablo de un pueblo que se resiste a morir y que cual ave Fénix, resurge en su rescoldo como cuando en el hogar con nuestro soplo separamos las rojas brasas de la ceniza mortecina. Que no se trata de cadáveres, para nosotros, porque suponen historias de muchas vidas y es nuestro deber el recordarlas y contarlas a los demás, ya que nadie es capaz de sobrevivir al silencio ni al olvido. Por eso yo coincido -en la apuesta por la luz y por la vida- con Antonio Machado y recito con el su plegaria de eterna esperanza: -¡Mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera! Si me permitís, os lo voy a contar de otra manera. Esta es la historia de la emigración y del vaciamiento de nuestros pueblos en los años 60. Yo la declamé en versos: Frío y miseria en invierno miseria y sol en verano pasa la terrible luna sobre la faz de estos campos de estos campos que no son pues sus gentes se han marchado La fuente tiene dos caños y antes de que se secara se fueron el secretario y el maestro a la ciudad.
Antes se había ido el médico, también el veterinario. Y el chico de la Teresa a estudiar al seminario. ¡Sólos al atardecer se han quedado los secanos! ¡Pobres tierras!, ¡pobres campos!, ¡pobres de los que quedamos! Que aquí no aguanta ni Dios, porque Dios no aguanta tanto.
Estoy hablando de la sangría que supuso para nuestra provincia la emigración de sus gentes más valiosas. No obstante, y pese a tanta decadencia y acabamiento, yo siempre he mantenido -como ya he señalado hiciera nuestro gran poeta- un hilo de esperanza. Por lo dicho hasta aquí, observo en el caso de Sarnago, con su Asociación de Amigos, el claro ejemplo de una historia de superación: la de los que se caen y se vuelven a levantar. Como los esqueletos desnudos de los árboles que, cuando pasa el invierno, vuelven a notar circular la savia revitalizante por sus vasos leñosos y sienten revivir de verdor las hojas de sus ramas con la llegada de la primavera. Que es por cuanto he dicho, a fin de cuentas, por lo que yo, un tanto agnóstico, muy bien pudiera llegar a creer ni más ni menos que en la resurrección de los muertos. Esto es todo, amigos. Nada más y muchas gracias por escucharme que siempre es mucho más que oírme.
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Una vez finalizada la presentación de la revista contamos con la actuación del Grupo de Danzas de Soria. Grupo de Danzas de Soria (19/08/2011) (Por Isabel Goig)
No hay fiesta que se precie sin música y baile. De eso se ocuparon los componentes del Grupo de Danzas Sorianas. Desde su creación, en 1983, este grupo, que comenzó a funcionar gracias al interés de los vecinos del Barrio de Las Casas por recuperar las danzas del paloteo, han ido incorporando a su repertorio más de veinte bailes de jotas, ruedas, pasacalles y danzas. El joven etnólogo especialista en indumentaria, Enrique Borobio, uno de los componentes del grupo, se ha ocupado especialmente en la recuperación de los trajes auténticos, los que se utilizaron siempre en Soria. Purista en este tema, no se le escapa una, tal vez por eso sea el encargado de llevar a buen puerto el Museo del Traje, situado en Morón de Almazán. Ese día se bailaron verdaderas reliquias resucitadas del folklore soriano, como fueron el Saludo de Cidones, también conocido por “Mimbres”, al utilizar para él arcos de mimbre muy coloristas; la Jota de los labradores; la Cruz del Royo; la Cruz de Vildé, danza sacra que se bailaba dentro de la iglesia o a la entrada de ella; la Jota “caray con la perra”; la Rueda de la Vendimia, rueda de trabajo, que representa un rato de descanso y diversión después de la recogida de la uva; la jotilla de Valonsadero; la Danza de las Espadas de Iruecha; la segunda parte de los Paloteos del barrio de Las Casas, en los que representa la muerte del zarragón, en este caso en forma de diablo. Desde 1980
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Preparativos para la fiesta
Durante varios días el pueblo entero se involucra en preparar todos y cada uno de los actos. Los cestaños para las Móndidas, hacer los rosquillos con los que se obsequiará a nuestros invitados la tarde del domingo, cortar el ramo y vestirlo, y un largo etcétera que para enumerar haría falta una revista entera. MUCHAS GRACIAS a todos por vuestro compromiso.
Actuación del Duo Tecalitlan
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Sábado 20 de Agosto de 2011
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Las Móndidas de Sarnago
(por Isabel Goig)
Con la llegada del verano, las calles de Sarnago vuelven a llenarse de gente, que no de bullicio, salvo en días claves, como son las fiestas. Es entonces cuando, si los ojos se olvidan de posarse en las paredes ruinosas y los tejados caídos y se fijan solo en las casas rehabilitadas, se puede tornar, sin mucha dificultad, a los años cincuenta y sesenta, cuando el censo oficial dice que en este hermoso lugar residían casi cuatrocientas personas. Ya habían dejado los vecinos, por esas fechas, de ser trashumantes, aunque conservan el apodo de mayorales, menester al que ofrecían su sabiduría de hombres recios, conocedores de los secretos de las merinas. Y luego fue la tierra, y después nada. Nunca se han resignado los sarnagueses, y han seguido luchando, contra viento y administraciones, para restaurar algunas casas, subir el agua, volver a censarse. Es una lucha como la de David y Goliat, pero ganó David. Vale más maña que fuerza, ya lo dice el sabio refranero castellano. En agosto, alrededor de la festividad de San Bartolomé, patrón de Sarnago, los modernos pelendones se reúnen para llevar a cabo varias actividades, que no las únicas, porque los sarnagueses, en cuanto “levanta el tiempo” y hasta que el frío les devuelve a sus lugares de acogida, reciben a todo aquel que quiera utilizar su plaza, sus calles y su museo para variadas diligencias, a poder ser culturales. Durante tres días, y parte de las noches, hubo fiesta religiosa, asamblea de la Asociación de Amigos de Sarnago, presentación del número 4 de la revista, que corrió a cargo de José María Martínez Laseca, y la fiesta de las Móndidas y del Mozo del Ramo, mañana y tarde del domingo. Todo ello culminado con ágapes, al modo de los de la pequeña aldea de Armorica, donde residen, en la imaginación de sus autores, Asterix y Obelix. Las obligaciones, en especial familiares, sólo nos permitieron acudir el domingo por la tarde, tarde limpia, luciente de sol picante que propició una tormenta, pero a la vuelta, cuando ya el rito se había cumplido. A las cinco treinta de la tarde, exactamente, alrededor de cuatrocientas personas se dieron cita en el atrio de la iglesia de San Bartolomé. Nada hay más romántico que unas ruinas. Contemplándolas, los poetas del siglo XIX compusieron sus mejores rimas, y los intelectuales catalanes, mirando las del Monasterio de Poblet, decidieron su restauración, como era de ley, aunque se perdiera la magia. Las ruinas tuvieron mucha relación con la Renaixença catalana. La hierba crece entre las juntas de las piedras de la iglesia de Sarnago, se deja caer indolente por los muros medio derruidos, y nos dicen que nadie pisa ese recinto que fue sagrado. Y allí, entre hierba seca y árboles verdes, recibió el sacerdote, revestido para la ocasión, a las tres Móndidas y al Mozo del Ramo, que ese día eran los protagonistas de una auténtica función medieval, de una dignísima ceremonia que se repite cada año. Ellas, las Móndidas, eran Victoria Boleas Ortega, Laura Vallejo Lázaro, y Silvia Calvo Tutor. El mozo Iñaki Vallejo Lázaro. Todavía no se han puesto de acuerdo los estudiosos sobre el origen de esta fiesta, aunque eso importe poco, mientras haya controversia, aunque sea interesada, el rito seguirá vivo. Desde 1980
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Posiblemente representen, como las Móndidas de los lugares de Tierras Altas, o de otros de Castilla, y aún de otros lugares alejados, a sacerdotisas que ofrendan a la diosa Ceres. Estas de Sarnago no portan arbujuelos revestidos de masa de cereal azafranado, pero sí un pan que soporta el resto del tocado. Y el ramo va acompañado de grandes roscos de masa amarilla. La ceremonia del atrio de la iglesia, si se lograba hacer abstracción de los modernos vestidos de los asistentes, parecía sacada de una escena medieval. Era muy emocionante ver el decoroso comportamiento de las tres Móndidas y del Mozo, escuchar la Salve (antigua a la religión), y ver descender, por las calles pinas y terrosas, a la comitiva de blancas vestimentas y coloridos cestaños, al ramo panificado, hasta la plaza donde tienen lugar todos los eventos que se dan en Sarnago. Allí, en la plaza, el otro rito importante, el ramo. El pueblo, antaño dividido en dos Barrios, hace ahora lo propio, y mientras los componentes de uno tratan de meter el ramo por la estrecha ventana de lo que ahora es Museo Etnográfico, y otrora fueran escuelas, los del otro barrio intentan evitar que así sea. Por esa misma ventana, este año sólo una móndida se dirigió a los asistentes para recitar su cuarteta, otro añadido, pero emocionante, tanto para la protagonista, como para los asistentes. Luego hay baile –las Móndidas han de hacerlo con quien se lo solicite-, rosquillos moldeados por las sarnaguesas, moscatel y zurracapote, esa bebida espirituosa a base de vino, especie de sangría que tan bien elaboran las buenas gentes de Tierras Altas. En una esquina de la plaza, nos llamó la atención un gran pendón muy deteriorado. Es, nos dijeron, el que portaban desde Sarnago hasta la Virgen de la Peña, de San Pedro Manrique, “el más grande que iba”. Nos lo creemos. Es grande como ellos.
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Consumir de manera responsable
(Espíritu 0,7% Soria, Jesús Mendoza Dueñas)
Vivimos en medio de una sociedad altamente “consumista”, que promueve la cultura del “usar y tirar”. Consumimos bienes y servicios, no siempre necesarios. A diario, la publicidad nos bombardea con mensajes que nos incitan a comprar y consumir. El consumo masivo de las últimas décadas no sólo ha afectado a nuestras relaciones sino que el medio ambiente también se ha resentido. Debemos ser conscientes de que nuestros recursos naturales son limitados y que los consumimos a un ritmo más rápido del que la madre tierra necesita para volver a generarlos. A este ritmo los recursos del planeta serán insuficientes en un futuro para abastecer a toda la humanidad. Este consumo excesivo e incontrolado se realiza en los países industrializados y ricos, mientras que en los países más pobres las personas no cubren ni sus necesidades básicas de alimentación, salud, y vivienda. Por ejemplo, cada año en Europa se tira a la basura 89 millones de toneladas de alimentos, mientras que en la UE viven 79 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza y 16 millones dependen de la caridad. ¿Cómo hacer frente a la desaparición de los recursos naturales? Conviene recordar que dichos recursos que proporciona el entorno natural no son patrimonio exclusivo de las generaciones actuales ni de los países más consumistas. La solución pasa por un consumo moderado, saludable, razonable, inteligente, responsable, eficiente, solidario y “sostenible”. Solución que exige cambiar la mentalidad de los gobiernos, de los ciudadanos y de las empresas productoras a la hora de consumir, de producir y de distribuir. El momento actual de crisis podría significar “un punto de inflexión”, una oportunidad para cambiar el modo de vivir, el modo de hacer las cosas. Tenemos la clave del consumo sostenible si somos capaces de poner en práctica lo que se conoce como 5”R”: Reducir, reparar, reutilizar, reciclar, redistribuir, y siempre respetando el medio ambiente.
Consumo “colaborativo”
"Nos han hecho creer que la única vía posible es el crecimiento sin límites de la economía, lo que nos obliga a consumir más, y a pedir dinero prestado, y a crear esta situación de deuda colectiva en la que estamos" (Tess Read). La actual crisis es una oportunidad para revisar nuestro modo de vivir, de consumir, de relacionarnos y para intentar diseñar otro mundo posible, convertirnos a una nueva forma de vivir y de consumir. Si revisamos nuestra manera de poseer y consumir podemos descubrir que poseemos cantidad de artefactos y cachivaches que apenas usamos. Poseemos 15 veces más cosas que nuestros abuelos. Todo responde a un modelo de vida y de sociedad individualista, la del usar y tirar.
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Nos dejamos devorar fácilmente por el “monstruo amable” del consumo. Hoy hay una corriente de opinión que aboga por un consumo de bienes y servicios más sociable, “en colaboración” o compartido (Rachel Botsman). De hecho, en los últimos años se han producido algunos cambios relevantes. Internet y la cultura digital han supuesto una ruptura en la forma en que se consume: en la Red los usuarios están más acostumbrados a compartir que a poseer. La tecnología nos permite ahora estar todos conectados, lo que facilita el intercambio y la colaboración. Hoy en día son muchas las formas distintas que puede adoptar este nuevo consumo colaborativo. Estas modalidades, según los expertos, podrían agruparse en tres tipos distintos: el mercado de redistribución (o de segunda mano), una forma de alargar la vida de los objetos; el estilo de vida colaborativo: consiste en intercambiar recursos, ya sean dinero, habilidades, alojamiento, por ejemplo, los bancos de tiempo que permiten intercambiar o cruzar servicios o favores que requieren de tiempo para llevarlos a cabo; y el servicio de producto: se trata de comerciar con servicios, no con productos. Uno no compra una lavadora, sino que paga por un lavado en la lavandería. Si la actual crisis es una oportunidad para revisar nuestro modo de vivir y diseñar otro mundo posible, convertirnos a una nueva forma de vivir nos exige recorrer tres caminos, unidos entre sí: 1) El camino de la justicia que busca promover el cambio de las estructuras de la sociedad que se comporta injustamente. Ello conlleva la denuncia clara de las injusticias y sus causas económicas, sociales, políticas por parte de personas e instituciones. 2) El camino de la solidaridad que busca la conversión o la renovación de las actitudes y valores comunitarios al interior de la propia comunidad. No toda la pobreza es fruto de la injusticia, pero todos los pobres merecen ser acogidos. Una de las peores injusticias es el robo de la “conciencia” de la propia dignidad de los pobres, creando en ellos un sentimiento de inferioridad (“son culpables de su pobreza, son flojos, perezosos, corruptos”). Injusticia que pasa por el secuestro de su voz, pasando a ser los “sin voz”. Una tarea de restablecimiento de la justicia es devolverles su propia voz y protagonismo. 3) El camino de la mística que busca la renovación o cambio de las conciencia y de los valores personales. “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” (Eduardo Galeano). Otro mundo distinto es posible. Haz pequeños gestos que pueden salvar el planeta.
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Las caleras de Sarnago
(por José Carrascosa Calvo)
La cal se usaba como sustituto del cemento, para revestir las fachadas de las viviendas. Construir una calera llevaba mucho trabajo, por tanto era necesario reunir a 15 ó 20 personas. En primer lugar se buscaba el terreno adecuado. Este tenía que tener bastante desnivel, de forma que la boca del horno, por donde había que introducir el fuego quedase en la parte inferior del terraplén. También se intentaba hacer el horno en el terreno de algún socio, que cumpliese esas características, si bien cuando se acabase con toda la faena, se recomponía la pieza en cuestión. Este terreno también tenía que estar cerca de la materia prima “las losas”, para que su acarreo fuese lo menos pesado posible, dado lo abrupto del terreno dicho traslado no se podía hacer por medios mecánicos, carretillos, etc., únicamente se realizaba a mano. El primer cometido era la distribución del personal, cada grupo se dedicaría a una tarea en particular. Unos hacían el pozo para el horno. La altura de este dependía de la cantidad de cal que se quería conseguir. Su diámetro, el mismo en la parte superior e inferior, variaba entre 2 metros y medio y 3 metros. En la base del horno se cavaba un agujero, entre medio metro y un metro de profundidad, el diámetro era un circulo concéntrico de 1 metro menor al resto del horno; dejando, en todo su alrededor, un escalón de alrededor de medio metro. Este agujero servía para ir introduciendo la leña correspondiente. Se comenzaban a colocar las losas, todas de canto, se iba cerrando poco a poco formando una bóveda. Una vez formada ésta, se seguía colocando losas hasta llenar todo el pozo y siempre la losa de canto. Otro grupo arrancaban losas, con pico y barra, y las acercaba hasta el lugar donde se estaba construyendo el horno. No importaba el grosor de las mismas, pero sí que fuesen de color azul, eran mejores para la cocción y la cal salía más blanca. El resto del personal, se encargaba del combustible para el horno, “ulagas” y demás. Se arrancaban, se preparaban en fajos y eran transportadas hasta la boca del horno. Una vez armado el horno y las “ulagas” en las cercanías, se procedía a encenderlo. Tenía que estar ardiendo durante 2 ó 3 días, con sus respectivas noches, a fuego fuerte y sin parar en ningún momento; esta duración dependía de la capacidad del horno. Al principio, la leña ardía como si fuese un sifón. Transcurridos 1 ó 2 días, las llamas empezaban a asomar por la parte superior del horno, por la noche parecía como un montón de ascuas. Las losas, según iban quemándose, se resquebrajan y se iba tapando los huecos existentes entre las mismas. Mientras el horno siguiera admitiendo fuego, había que seguir alimentándolo con “ulagas”, cuando ya no admitía más, era señal de que la losa ya estaba quemada. Hacia los años 50 se construyó la última calera, en el término “Collado de Valdivañez”. Sus dimensiones eran bastante grandes y es por ello que casi se queda sin combustible para poder terminar con todo el proceso. Una vez agotadas todas las ulagas, que se habían traído hasta la misma, tuvieron que ir hasta el “Vallejo de las Hayas” y traer 12 ó 14 cargas de estrepas para poder terminar. La época de construcción de las caleras venía siendo en primavera. Se dejaba todo el verano para que se fuese enfriando poco a poco. Si en este tiempo caía una tormenta, mejor que mejor, la piedra esponjaba y se iba deshaciendo, convirtiéndose en polvo. Cuando la calera estaba fría, octubre o noviembre, llegaba la hora de sacar el material resultante. Había que trabajar con mucha precaución, puesto que al ser cal viva se podían producir quemaduras. Una vez extraído el material, el horno (al ser de tierra) quedaba muy dañado y bastante deformado; en definitiva, no se podía volver a usar. Por esto se procedía a su derribo, para evitar accidentes de animales o personas que pudiesen caer a su interior. Otros lugares donde con anterioridad se habían construido otras caleras fueron: “Valdezaguera, el Centenar y el Hombriazo” 14
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Centro de acogida de los pueblos deshabitados “Sierra de Alcarama” (Por José Mari Carrascosa)
Durante todo el tiempo de funcionamiento de la Asociación, 32 años, y principalmente desde le año 1985, año en que creamos el Museo, venimos observando que un porcentaje muy alto de los visitantes que vienen hasta el pueblo, es gente oriunda de alguno de los numerosos pueblos que en los años 60-70 del pasado siglo fueron absorbidos por la repoblación forestal (Acrijos, Fuentebella, El Vallejo, Valdenegrillos, Vea y un largo etcétera). Son varios, los descendientes de estos pueblos los que con una periodicidad más o menos regular vienen reuniéndose en sus respectivos pueblos con el fin de no olvidar su pasado más reciente. Desde mi modesta opinión, creo que ha llegado la hora de darle un nuevo impulso a estas visitas, antes de que sea demasiado tarde. Que la gente que un día tuvo que emigrar, o sus numerosos descendientes, tengan un lugar donde puedan sentirse identificados y sientan que algo de ellos todavía queda en su tierra, pudiéramos llamarle un punto de encuentro. Que estos grupos, y otros que seguramente vengan, puedan tener un sitio donde juntarse y posteriormente, si así lo desean, acercarse hasta sus respectivos pueblos. Un lugar donde no se sientan forasteros, encuentren recuerdos y parte de su historia. Una vez se consiga que este personal vuelva, creemos que alguno de ellos pueda seguir retornando a la zona, bien de una forma esporádica, tipo turístico o ¿quién sabe?, si alguno más se pudiese animar y su retorno sea para siempre. Los pueblos de la zona que en su día no fueron repoblados de pinos y gracias a la gente que no emigró, han podido ser conservados. No ocurre lo mismo con los pueblos de esta zona de Tierras Altas. Dentro de todos los pueblos de la zona de Alcarama, el que mejor situado es Sarnago. Desde siempre hemos mantenido el pueblo vivo, dentro de nuestras modestas posibilidades. Es la entrada natural a la zona. Debe ser un proyecto de todos. Esta asociación no dispone de los medios económicos suficientes para llevar a cabo dicha obra, por lo tanto queremos buscar gente, empresas, etc.. que se involucren en este proyecto. Este puede ser el inicio para ir haciendo más cosas en los pueblos deshabitados de la zona. Hay alguna administración que da todo por perdido. Otros piensan que es mejor invertir los recursos económicos en lugares donde se pudiera atraer turismo foráneo, dejando al margen a todos aquellos que en su día tuvieron que marchar de sus pueblos o fueron “expulsados” de los mismos. No queremos sentirnos forasteros en nuestra tierra. Como curiosidad, quisiera llamar la atención sobre un detalle, que creo de vital importancia para entender el porqué de este proyecto. Hace ahora 4 años que desde el CIT de Tierras Altas editaron una serie de videos y se “colgaron” en el canal de youtube que crearon para tal fin (http://www.youtube.com/user/turismotierrasaltas). Son un total de 11 videos de las más diversas actividades (elaboración del queso, fabricación de centros con acebo, el mercado tradicional de San Pedro, etc…) Hasta la fecha son 43.370 visitas entre todos. Hay uno que llama especialmente la atención porque se dispara en su número de visitas (28.675) “Pueblos abandonados por Tierras Altas de Soria”. Pensando detenidamente en estos datos (sin tener más estudios sociológicos), y antes de que sea tarde, quiero hacer un llamamiento a todos para que reflexionemos sobre este particular e intentemos sacar lo positivo de esta circunstancia. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Seguramente no hemos sabido explotar este recurso.
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Acrijos, costumbres de los mozos (por Carlos Jiménez)
En invierno van a la taberna, juegan unos litros de vino en porrón. No eran exigentes en la baraja y en el tapete. Salían muchas noches y se divertían a su manera. Charlaban en el cantón de abajo. Algunas veces cogían un gallo y lo metían en las gateras a ver si se levantaba la dueña de la casa para que la cochina no se comiera la gallina. A veces ordeñaban las cabras en los corrales o ataban calderos a los rabos de perros. En verano, en las eras, rondaban a las mozas que sacaban el tano. O cambiaban los trillos de parva. Recuerdo cuando colgaron el trillo en el nogal del tío Marcelo o se cagaron en la argolla del trillo del tío Daniel. De vez en cuando, si la broma no era pequeña o el humor no aguantaban, eran llamados al orden, pero nadie sabía nada o nadie había sido. ¡Compañerismo que tenían los tíos! En la Nochevieja había una reunión general de mozos y mozas en cualquier lugar, un corral, un trasnocho, un candil, unas papeletas y un lápiz. La diversión era “echar a novios”. Dos listas una de chicas y otras de chicos, los solteros y las solteras del pueblo, desde los más viejos. Casi siempre había más mozos que mozas y para igualar la lista había que meter a las niñas incluso a las que no sabían andar. A veces entraba en la lista de “novia” la era Juandana, La Fuente la Losilla, la Noguera del Chorro, La Dehesa o la Alcarama. Lo gracioso era que a un mozo viejo le tocaba de novia una niña chica o La Noguera del Chorro. En una urna –la boina de un mozo o el delantal de una moza-, metían las papeletas de ellas y en otra la de ellos e iban sacando. Con el resultado hacían una lista que ponían en la puerta del Ayuntamiento. Lápida funeraria perteneciente a: Velia Al día siguiente muchas mujeres curiosas iban a leer la lista de los Prócula, de 30 años en Acrijos novios. No me costa que de este escrutinio saliera ninguna boda de verdad. La cierva tuvo una significación Algunas tardes del domingo jugaban los mozos a la calva en una especial en las creencias ancestrales de era. La calva era un trozo de madera de roble o de chopo con un Tierras Altas, aparece en los buen asiento. A cierta distancia tiraban con una piedra: el taco. El monumentos funerarios femeninos tirador afilaba la puntería con el taco a la altura de los ojos y lo como símbolo de inmortalidad. Se grabó en las estelas de mujeres jóvenes lanzaba contra la calva. Tenía que pegar en la calva sin rebotar en el suelo. Cada golpe bien dado valía dos tantos. Ganaba el que hacía veinte tantos. Era juego individual o por equipos. Hacía falta tener buen pulso y saber lo que pesaba el taco al tirar. A este juego se unían a veces los casados. El juez era el que determinaba si el tanto era confuso, válido o nulo. Los mozos y las mozas tenían siempre cita en Fuentebella, el día de la fiesta. Acrijos y Fuentebella siempre se llevaron bien y era casi obligatorio pasar a Fuentebella el día de la fiesta. Al atardecer el Cerro veía pasar a la gente joven de fiesta. En la plaza bailaban unos u otras y nunca hubo problemas ni abusos. A la hora de cenar cualquiera era familia y los invitaban. Después seguía el baile y de madrugada volvían las cuadrillas. Alguno se quedaba al día siguiente, pero era raro. A los de Fuentebella los llamábamos “los tuñes” o los “melutes”. La ilusión era ir a ver la fuente, que no era más que una teja que recogía el agua del barranco. Algunos iban también a Vea, para San Lucas, pero eran menos. Estaba más lejos y había que pasar el Palancar, muy pendiente para volver a casa. Muy poco emparentaron con los de Fuentebella. Algunas mujeres vinieron a casarse a Acrijos, pero no arraigaron del todo, seguían siendo “tuñes”. Mi bisabuela María fue la mujer más limpia que cruzó el Cerro. “Acrijos, vivencias y costumbres”, relato de Luciano Jiménez, cura acrijeño, publicado en la “Revista de Soria” en 1995. Desde 1980
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Las comunidades de villa y Tierra de Yanguas y San Pedro, cuna de trashumantes (Por Miguel Ángel San Miguel) La comunidad de Villa y Tierra de San Pedro Manrique y Yanguas fueron creadas, en el siglo XII por Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla. Desde entonces hasta comienzos del XIX, ejercieron como villas sobre una tierra poblada por numerosas aldeas. En la Baja Edad Media estas Comunidades, de realengo en sus orígenes, dejaron de serlo para pasar a ser señoríos jurisdiccionales de los duques de Nájera y de los condes de Aguilar y señores de los Cameros. Tal condición de comunidades de Villa y Tierra les supuso a sus moradores, entre otras cosas, abundantes tierras comunales de pastos y explotación forestal. (1) Fue la abundancia de estos pastos y los grandes espacios conquistados en el sur, lo que favoreció, el siglo XIII, la creación de la Mesta por Alfonso X el Sabio. Otra circunstancia fue la obtención de la raza merina; su origen estuvo en carneros procedentes del Atlas que después de un proceso de cruces y selección lograron esta raza. Este ganado produjo una lana de tal calidad que fue objeto de amplia demanda en los mercados flamencos, ingleses y franceses. Ejemplares de raza merina Mas para los expertos, su finura no se debía también a otros factores como que “los ganados, al ritmo de las estaciones, iban y venían de las sierras a los pastizales de invierno de “La Extremadura”, y así huyendo de fríos y los calores, gozaban de excelentes pastos”, y todo ello “junto con el dormir al cielo raso contribuía a blanquear las lanas”.(2) A esta pujanza ganadera contribuyó no menos, la debilidad demográfica que apenas demandaba cereales y por tanto provocaba los bajos precios de los granos en contraposición con la elevada cotización de la lana. (3 y 4) Se ha especulado mucho sobre cual ha sido la época dorada de la Mesta. En este sentido los autores coinciden en que el momento de máximo esplendor es la primera mitad del siglo XVIII. Tal dato lo confirman las estadistas del ganado, el enriquecimiento de la fábrica de sus iglesias y sobre todo, la construcción de casas blasonadas por los ganaderos más enriquecidos. LAS CIFRAS DE GANADOS
Cachorros de mastín trujillano
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En 1.752 las cifras de ganado merino en la villa de San Pedro y su tierra era de 80.991cabezas; la Comunidad de Yanguas la superaba con 86.986. Las tres localidades con más ganados de ambas comunidades era la villa de San Pedro Manrique a la que seguían Santa Cecilia con 18.900 y Verguizas con 12.500; cantidades que aún siendo muy altas, están lejos de las de otros pequeños pueblos de la vertiente sur de la sierra como Castilfrío que tenía 46.420 cabezas. Un hecho relevante es que, a pesar a la fama de Yanguas como villa ganadera, al menos, en el Catastro, no aparece como tal, pues ni siquiera tiene censada una sola cabeza de merino. Otra cosa bien distinta es que importantes ganaderos como los Cereceda, con cabañas en Verguizas, y los del Río en la Cuesta, tuvieran también allí casas blasonadas.
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Ganado merino en: Villa de San Pedro y su tierra San Pedro Manrique 26.689 Oncala 11.249 Huérteles 10.217 Las Fuentes 6.698 Taniñe 6.194 San Andrés 5.235 Palacio 3.793 La Ventosa 3.384 Sarnago 2.963 Montaves 2.273 El Collado 1.440 Matasejún 440 Navabellida 218 Castillejo 95 Valdelavilla 58 Valdeprado 45 Total
80.991
Tierra de Yanguas Santa Cecilia 18.900 Verguizas 12.500 Villar de Maya 11.300 La Cuesta 9.546 Santa Cruz de Yanguas 8.600 Villaseca Somera 8295 Aldealcardo 4.900 Vizmanos 3,424 Los campos 2.689 Aldehuelas 1.940 La Mata 1.300 Valloria 1.000 Villartoso 1.000 Villar del Río 971 Camporredondo 157 Diustes 120 Valdecantos 54 Total 88.721
(5) P.D. Hay publicaciones, basadas en el Catastro de Ensenada, que aportan cifras muy dispares a las que doy. Desde este artículo me remito a que se haga una lectura detallada de los documentos referidos a cada localidad. Catastro de Ensenada- Pares
Las rentas de la ganadería
Las rentas de la ganadería eran muy cuantiosas y procedían de dos apartados: la venta de la lana con un 75% del valor total y la venta de ovejas viejas y de los carneros sobrantes con un 25%. (6) Las Rentas totales por ambos conceptos eran de unos 923.787 para la de San Pedro y 991.137 RV para la de Yanguas En cuanto a las localidades los mayores beneficios corresponderían a San Pedro con 304.416 R.V. a las que seguirían las de Santa Cecilia, Verguizas, Villar de Maya, Oncala, Huérteles y La Cuesta, Santa Cruz de Yanguas y Villasecas Somera. En total ambas comunidades aportaban unas cifras impresionantes a las que habría que añadir los demás Trashumante con manta y zahones ganados trashumantes como las cabras y las vacas de vientre, que por razones de espacio no incluimos en este artículo.(7)
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La iglesia, principal beneficiaria de la ganadería merina
La ganadería merina beneficiaba sobre todo a los grandes propietarios, pero también a la iglesia que sin arriesgar recursos ni aportar trabajos obtenía unos pingues beneficios; en el caso del ganado merino, en lugar del diezmo, se llevaban más del doble, esto es el 21% de los corderos. Está fuera de duda que los ganaderos serranos procuraban escapar a norma tan abusiva declarando un número inferior de corderos vivos con argumentos como los ataques de lobos, de ovejas que abortaban y malparían; por eso el avispado prelado de Calahorra recurría a amenazar con la excomunión a quienes defraudaban a la iglesia. Con todo, la iglesia obtenía un impresionante número de corderos. Si aplicamos la cantidad de 242 corderos que entregaban los ganaderos de San Pedro sobre una cabaña de 26.689, la iglesia obtendría unos 734 corderos de toda la cabaña de esta Villa y Tierra y si hacemos esta misma operación la Tierra de Yanguas entregaría otros 787; con lo que la iglesia se hacía con 1.521 cabezas entre ambas comunidades que a un precio de 13 reales de vellón por cada animal les aportaría 19.773 R.V.(8)
La preeminencia de una oligarquía ganadera en la sierra
Los datos que suministra el Catastro confirman la existencia de una sólida oligarquía ganadera que controlaba la mayoría de los rebaños. Este grupo humano pertenecía a la pequeña nobleza hidalga y estaba presente en los pueblos con mayor cabaña. Eran unas familias que además de las cuantiosas rentas ostentaban, por su condición de hijosdalgo, los cargos de regidores y procuradores por el estado noble, alcaldes ordinarios y tenientes gobernadores de la Villa y Tierra de Yanguas y San Pedro. Este poder les permitía tener cuantiosas ventajas a la hora de disfrutar de buenos agostaderos e invernaderos dada su influencia en la Mesta, pues desde el siglo XVIII quedaban excluidos de las asambleas los ganaderos con menos de quinientas cabezas. En la localidad de San Pedro Manrique las familias de ganaderos más importantes eran las siguientes: Gante, Cereceda, Hidalgo, Malo y Sánchez-Malo; en otros pueblos de la tierra estaban los Jiménez Barrio en Oncala, los Valmaseda en Huérteles y los Castejón en las Fuentes. En el caso de la villa los 7 mayores ganaderos poseían el 99,3% de la cabaña merina y sus ingresos totales por la venta de la lana y el ganado sobrante eran de 321.119 R.V. Aquí la familia más poderosa era la de los Gante con 7.806 cabezas, que poseía el 27% de todos los ganados. PRINCIPALES GANADEROS EN VILLA Y TIERRA DE SAN PEDRO Nombre de ganadero Localidad Cabezas de ganado J. Policarpo Gante San Pedro Manrique 7.806 Juan Manuel Cereceda San Pedro Manrique 4.460 Juan Jiménez Barrio Oncala 4.250 Martín José de Castejón Las Fuentes de San Pedro 4.200 Manuel Valmaseda Huérteles 4.115 José Custodio Hidalgo San Pedro Manrique 3,796 En Ocala la familia de Juan Jiménez Barrio con 4.250 cabezas tenía el 37% de la localidad, en las Fuentes la familia Castejón con 4.200, el 62% y en Huérteles la Valmaseda con 4.115 el 40,2%.
En Yanguas y su tierra las grandes familias ganaderas eran los Valle, Cereceda, del Río, Rodrigo de Velasco y Camporredondo y Martínez del Royo. Los del Valle estaban asentados preferentemente en Santa Cecilia, los Cereceda en Verguizas y Santa Cruz, los del Río en la Cuesta y Rodrigo de Velasco en Villar de Maya. (9), (10), (11), (12) y (13)
Techo de la capilla de la familia Gante en San Pedro Manrique 20
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PRINCIPALES GANADEROS EN VILLA Y TIERRA DE YANGUAS Nombre de ganadero Localidad Cabezas de ganado Bernardo Cereceda Verguizas 9.451 Magdalena Sáenz Camporredondo La Cuesta 7.327 Vda. de del Río Bernardo Rodrigo de Velasco Villar de Maya 5.631 Ana Sáenz Camporredondo Santa Cruz de Yanguas 4.198 Bernardo del Valle Santa Cecilia 3.286 Los apellidos de estas familias los encontramos en los principales pueblos merineros con fuertes vínculos parentales entre si; para ello basta cotejar la relación de grandes ganaderos de Villa y Tierra de San Pedro, con los de Tierra de Yanguas y Castilfrío, donde se repiten apellidos y son habituales los matrimonios entre primos. (14) A través de su influencia política y social lograban para algunos de sus hijos varones títulos de hidalguía y lograban establecerlos como ganaderos en otros pueblos de la sierra; para otros su destino era la iglesia colocándolos como beneficiados en las parroquias de San Pedro y de Yanguas donde además solían ser Comisarios del Santo Oficio de la Inquisición; el destino de las hijas en cambio era un matrimonio “de conveniencia” con otros ganaderos de la sierra y así aunar intereses y sellar alianzas; en ese sentido hay que destacar la elevada endogamia, casi endémica, entre algunas familias como los Valle de Santa Cecilia y los Cereceda en Verguizas y Santa Cruz.. Estas familias destacaban también como benefactores de las iglesias creando aniversarios y beneficios basados en pequeñas fincas, batanes y molinos harineros; contribuían además a enriquecer la fábrica y ornamento de las iglesias; el ejemplo más relevante es la capilla de la Virgen de las Angustias construida por la familia Gante en la segunda mitad del siglo XVIII en la iglesia de San Martín. El símbolo exterior de su poder eran las casonas, con los blasones de hidalguía en sus fachadas. Casi todas ellas fueron construidas en el siglo XVIII en Referencia a D. Bernardo Sánchez Malo como teniente sus pueblos respectivos, pero también en las villas gobernador en el Catastro de Ensenada S. P. Manrique de Yanguas y San Pedro que solía ser su segunda residencia.(15)
Los pequeños ganaderos
A diferencia de los pueblos mencionados, en otros predominaban los pequeños y medianos ganaderos; es el caso Montaves, Matasejún, Taniñe, el Collado, Valloria, Los Campos, Las Aldehuelas, Sarnago etc; eran los propietarios de pequeños atajos de merinos que apenas superaban los 100 o como mucho doscientos ejemplares. Otro caso a tener en cuenta es el de los rabadanes que trabajaban para los grandes ganaderos y podían disponer de unas pocas decenas de ovejas; formaban parte del rebaño de sus dueños y disfrutaban de sus agostaderos e invernaderos, pues en esto consistía una parte de su soldada. Este es el caso de los pequeños propietarios de ganado de Castillejo, Valdeprado, Valdelavilla y de Sarnago.(16)
Los invernaderos y agostaderos
En incremento de los ganados fue tal que provocaron una intensa deforestación de robles hayas y acebos en la sierra, hasta dejar reducidos aquellos bosques a pequeños rodales para abastecer de leñas a los pueblos. Pese a ello los pastizales de la sierra eran insuficientes para tanto ganado y tenían que contratarlos en otros lugares de la entonces provincia de Soria e incluso en Álava y Vizcaya. Los ganaderos de la villa de San Pedro invernaban en las sierras fronterizas de Andalucía y Extremadura como Fuenteovejuna, Azuaya, Guadalcanal, Arroyomolinos, Montemolín y la raya de Portugal; los de otras localidades de Tierra de San Pedro preferían los pastizales del valle de Alcudia y los de Yanguas en las tierras del duque de Béjar. (17)
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La mano de obra empleada
Aunque la ganadería empleaba poco personal, formaban una masa cuantiosa de personas; si seguimos los criterios de Del Río en su obra “Vida Pastoril”, en la que se requería para una cabaña de cuatro rebaños un mayoral y por un rebaño de mil ovejas 1 rabadán, 1 compañero y tres zagales las cifras medias para las comunidades de villa y tierra estarían en torno unos 40 mayorales; 160 rabadanes; y 640 zagales; por lo que la cifra total de personas ligadas al trabajo pastoril estaría probablemente en torno a 840 personas.(18)
El tratamiento de la lana
Los vellones de lana precisaban un lavado para quitarle el “rancio”. Tales tareas se efectuaban en los lavaderos; en ambas Comunidades había dos que estaban ubicados en Yanguas y en San Pedro Manrique. Estas instalaciones también eran propiedad de las familias de ganaderos. El mayor era de ellos era el de Yanguas y utilizaba las aguas del río Cidacos; su propietario era Roque Cereceda y rentaba 3.000 R.V. El de San Pedro estaba en el río Linares, pertenecía a la familia Gante, y generaba unas rentas de 2.000 R.V. (19)
Conclusión
Es casi imposible que vuelva a nuestros pueblos la trashumancia. Hoy tal actividad quizás sea inviable; los precios de la lana y la dureza del trabajo hace que esté a punto de extinguirse residual, pero lo que sí podemos y debemos hacer es mantener su memoria; no desdeñar la impronta que en nuestra cultura y nuestro paisaje, en nuestra lengua; sería imperdonable que, bajo pretexto de una modernidad mal entendida, relegáramos al olvido una cultura de siglos, porque gracias al trabajo de aquellos hombres tan sufridos, gozamos del presente bienestar, que esperamos sea duradero. (1) Gonzalo Martínez: Las comunidades de villa y tierra de la Extremadura: Castellana. Editora Nacional. 1984.
(2) Tuñón de Lara y Alberto Gil Novales. Historia de España. Tomo nº 7 Centralismo, Ilustración y Agonía del antiguo régimen., pág. 41. Edit. Labor. Barcelona 1.980 (3) Gonzalo Anes. Historia de España. El Antiguo Régimen: Los Borbones. Edit. Alfaguara. pág. 66 Madrid 1975 (4) Catastro Ensenada1ª parte, pregunta 14 y + Original San Pedro Manrique. (5) Catastro de Ensenada-Pares. Copia escaneada por el Ministerio de Cultura y Original del Catastro de Ensenada. San Pedro Manrique, (6”) Catastro de Ensenada-Pares.. Pregunta 18 Copia escaneada del Ministerio de Cultura (7) Catastro de Ensenada. 2ª parte pregunta 18 Original de San Pedro (8)Catastro de Ensenada,1ª parte, pregunta 14, pág... 14. Original San Pedro. (9)Catastro de Ensenada Pregunta 18 y 20. Original San Pedro Manrique. (10) Catastro de Ensenada. 3º parte pág. 2. Original San Pedro Manrique (11) Ensenada Pares pág. 18 y 20. Copia escaneada del Ministerio de Cultura (12) Isabel Goig Soler: La trashumancia en tierra de Yanguas en el siglo XVIII (13) Catastro de Ensenada-Pares. Copia escaneada del Ministerio de Cultura. Pregunta 20 y Ensenada Catastro. Original de San Pedro ª parte pregunta 20 (14) Catastro de Ensenada-Pares. Copia escaneada del Ministerio de Cultura. Castilfrío. Pregunta 20 y Ensenada Catastro. (15) Isabel Goig Soler: La trashumancia en tierra de Yanguas en el siglo XVIII (16) Catastro de Ensenada-Pares. ) Pregunta 20. Copia escaneada del Ministerio de Cultura (17) Original del Catastro de Ensenada. San Pedro Manrique y Catastro de Ensenada-Pares. Copia escaneada del Ministerio de Cultura) Pregunta 20 (18) Manuel del Río: Vida Pastoril. Pago 33. Edit.: José Luis González Escobar. Almazán 1978.
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Antonio Machado: sus días azules.
(Por César Sanz Marcos)
Febrero de 1939, en Collioure. Machado está a punto de terminar el viaje de la vida. No está solo pero sí triste, cansado, pensativo y viejo. Personalmente, la fotografía que tengo in mente de ese momento decisivo es la de un ser humano, todavía bondadoso, con la mirada perdida en el mar, azul e infinito. En esos precisos instantes, Machado hace un flash back, una regresión hacia los instantes esenciales de su vida que se han colado en los rincones de su memoria. Ahí están las imágenes de su infancia de luz y de palmeras, del patio de Sevilla y del huerto claro donde madura el limonero. Su niñez y adolescencia madrileña saliendo al encuentro con la vida y la naturaleza bajo la tutela de los sabios maestros de la Institución Libre de Enseñanza. La bohemia modernista de París, en dos ocasiones, con su hermano Manuel, con Rubén Darío…La vuelta a Madrid para darse cuenta que el teatro interpretado no era lo suyo, la confirmación del gran poeta que era ya, con Soledades… Con 32 años, con oficio y beneficio como catedrático de francés, el encuentro con los campos de Soria, el sentir regeneracionista del 98, el dulce amor con la niña-mujer de 17 años, contemplando, ambos, mientras pasean de la mano, el azul y el blanco del Moncayo y también las ramas yertas de los árboles de la ribera del Sena, en París. Después, la enfermedad de Leonor, la tragedia griega de su muerte, el éxito de Campos de Castilla que le invita a seguir viviendo, el dolor desgarrador por la pérdida de su compañera y la huida a los olivares de Baeza a contemplar sobre el olivar la lechuza volar y a soñar con sus campos cuando no los viera… De vuelta a los campos de Castilla, esta vez, en Segovia, con su austera y fría habitación orientada al norte, su implicación en la creación de la Universidad Popular, el cancionero apócrifo de Abel Martín, miembro electo de la R.A.E., las canciones a Guiomar, izando la bandera republicana en su tan esperado y esperanzador nacimiento… Por entonces, en tierras de Soria, 20 años después de su huida, Pepe Tudela organiza un homenaje redimidor al ilustre poeta, a orillas del Duero. Machado termina diciendo en su discurso: “Por mucho que valga un hombre nunca tendrá valor más alto que el de ser un hombre. Soria es una escuela admirable de humanismo, de democracia y de dignidad”. Y Madrid de nuevo, un Madrid republicano, rompeolas de todas las Españas. Tertulias, paseos, obras de teatro con su hermano Manuel. Su alter ego, el profesor apócrifo Juan de Mairena, escribiendo de metafísica, lógica, estética y filosofía. Y todo acaba con el drama de la guerra incivil, que como todas las inútiles guerras, la terminarían perdiendo los poetas. Luego, el destierro a las tierras fértiles de Valencia donde evoca la espiritualidad de las tierras pobres de Castilla, más destierro en el Mediterráneo de Barcelona y el largo y sinuoso camino al exilio de Collioure, ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar, donde muere un 22 de febrero del 39. Días después de su muerte por agotamiento vital, su fiel hermano José encuentra en su gabán, el hermoso verso, como un haiku japonés, síntesis de su testamento poético: Estos días azules y este sol de la infancia. Desde 1980
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Oncala IV feria del mercado del Acebo, y representación de un Belén viviente Dic.2012
(por Juan Florián Revilla Revilla)
Una mañana fresca del mes de diciembre, me dirigía al pueblo de Oncala para indagar en los registros judiciales una parte de mis raíces. Después de investigar en archivos pude comprobar que una hermana de mi madre, llamada Juliana Revilla Mainez, descansa en este cementerio, desde 1911. Una niña con tan solo tres meses quedo aquí para siempre. Una vez realizado mi cometido, paseando por el pueblo, pude ver como estaban adornadas y engalanadas las calles y los edificios del pueblo, con motivo de los festejos de los próximos días. Los días 10 y 11de diciembre, se iban a celebrar la IV FERIA DEL ACEBO y la representación de un BELEN VIVIENTE,. Entre los adornos, predominaba el acebo con sus granas rojas, el muérdago y la yedra. Todos ellos autóctonos de nuestras sierras, especialmente el acebo. Tenemos en las faldas de nuestras queridas sierra de Alba y Montes Claro los mejores y más grandes acebales de España. En la vertiente sur está el Acebal de Garagüeta, entre los términos de Torrearévalo y Arévalo de la Sierra, este acebal es el de mayor extensión. Le siguen otros en Póveda, Barrimartín, Ventosa de la Sierra, Castilfrio etc. En la vertiente Norte tenemos el de la dehesa de Oncala, Las Aldehuelas, Vizmanos, Santa Cruz de Yanguas y alguno más… hasta Diustes. Del fruto de este bonito arbusto, las bayas rojas, se alimentan muchas aves migratorias, como las malvices. Por la dureza de su madera, esta era aprovechada para hacer estacas. Estas estacas servían para sujetar las redes donde se encerraban los rebaños trashumantes de ovejas merinas, tan abundantes en estas tierras, tanto en las invernadas en el sur como cuando en verano retornaban a los pastos frescos de estas sierras. Estas ovejas merinas dormían en las piezas de sus dueños. En estos rediles pasaban dos o tres días, sin mover la red, luego se modificaba hasta que quedaba toda la finca abonada y lista para que diese mejor fruto. Una vez hecha esta función, había que trasladar la red a otro lugar. Para ello se recogía en brazos la red y se hacían unos rollos, que eran trasportados con caballería hasta la próxima pieza. Allí se volvían a hincar las estacas, bien directamente sobre el suelo, otras veces había que hacer unos agujeros con la ayuda de la aguja de la red, que se golpeaba con la maza de roble. Al mismo tiempo se trasportaba el saco y las mantas donde el pastor dormía junto a la red, al cuidado del ganado, bajo este inmenso hotel de las estrellas y la compañía de los perros mastines. Todo esto que narro, ya pasó, pues quedan muy pocos ganaderos trashumantes, ya no se sigue con el consumo de acebos para hacer estacas…/ Llegó un tiempo más reciente, en el que el acebo se cortaba para comercializarlo, como adorno Navideño, y ante el abuso de corta fue protegido. Ahora solo se hacen podas y cortas controladas, especialmente en fechas próximas a las Navidades. Otra corta controlada, la realizan en los montes de Moncadillo, en Sorzano (Rioja), con motivo de la celebración del Tributo de las 100 doncellas. Allá 100 doncellas, vestidas de blanco, portan un ramo de acebo, en una procesión desde iglesia de Sorzano hasta una ermita y su retorno. Oncala, siempre con estampas tan bellas. Esta de los acebos con sus granas rojas. Y otras más invernales con un manto blanco de nieve… En estas fechas, durante los días 10 y 11 de diciembre, se celebra la IV Feria del Acebo, muestran su acebal y la forma de manipularlo, para hacer centros, adornos etc. Este año, animados por su alcalde Martín Las Heras García, Fidel y todos los vecinos de este pueblo colaboraron y llevaron a cabo la representación de un Belén Viviente. Hoy día 10 de diciembre de 2011, después de realizar una visita tranquila a los dos museos, que hay en este bonito pueblo; el museo Pastoril con varios objetos, herramientas y útiles de la vida trashumante. El otro, el de Tapices, situado en la iglesia del pueblo, contiene una hermosa colección de 10 tapices del siglo XVII, única en la provincia y que es una maravilla. Una vez entrada la noche, y las calles del pueblo llenas de personas, se va a representar un Belén Viviente. Por la calle Real, aparece San José portando en una mano un candil quinqué y en la otra el ramal tirando de una borrica. En esta borrica viene montada su esposa, la Virgen María; vienen muy cansados y a 24
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punto de tener un niño. Como la noche les ha sorprendido en el camino, deciden pasarla en una posada de Oncala…San José, con mucho mimo, ayuda a bajar a María de la borrica, abre la puerta de un establo y se quedan en este lugar idílico ”portal –pesebre“, situado en la calle Real. Aquí pasarán la noche esperando el nacimiento de su niño. Una vez instalados en este improvisado hotel surge, entre la multitud, con micrófono en mano, nuestro cura, Antonio Arroyo. Nos recuerda y narra la llegada de la Virgen y San José al portal de Belén y el nacimiento del niño Jesús. Seguidamente comienzan la llegada de los pastores, representados por Alejandro Muñoz Fernández, José Luis Barrero Revilla, y Emilio Fernández. Ataviados con vestimentas de pastores, con su manta de abrigo. Y ofrecen corderos al niño. Van llegando muchas mujeres, niños y hombres: le van ofreciendo alimentos, leña, ropas, frutos de la tierra y hasta chorizos, que le ofrece la mujer más anciana, la Sra. Adoratriz de Pablo Jiménez. Para terminar llegan los tres Reyes Magos, con sus ofrendas y con muchos regalos para los niños asistentes, que los reciben con gran gozo y alegría. Terminada esta actuación, despedimos a María y José, que tan bonito lo han hecho. Al igual que María, actuó Irene Arancón Fernández de familia muy querida en el pueblo. Y como José actuó Adrián Revilla de Pablo, de San Andrés y descendiente de una de mis ramas Revilla de Valloria. Después de la representación del Belén Viviente, la fiesta continúa. Hay visita a varios portales y casas. En algunas casas, se reunían algunas mujeres en tertulia, (los clásicos trasnochos). En estas largas noches de invierno unas mujeres cosían, otras hilaban otras narraban historias etc. Todo a la luz de un candil y al calor de la lumbre, en aquellas cocinas de hogaril. Seguimos pasando por más portales y lugares. En cada uno representan diferentes actividades que se hacían en estos pueblos serranos. En el clásico lavadero, vemos a Juana Muñoz Hernández y Mª Carmen Barrero, están lavando y enjabonando diferentes prendas, luego las dejarán al sereno para que durante la noche se verdeen, colocándolas sobre haces de ulagas. Y al día siguiente las aclararán y tenderán a secar. Seguidamente, vemos a Javier Araujo preparando un huerto para la hortaliza. En un prado de robles Jesús Ángel y Oscar Fernández están tirando de tronzador, haciendo leña para poder calentarse en las largas y frías noches invernales. En un portal de C/ Real, está el Sr. alcalde, Martín Las Heras García que regenta una tienda de todo, inclusive frutas, ayudado de las jóvenes Ana, Paula y Lili. En el siguiente portal están de matanza y, como es el día de la cachuela, toca meter los chorizos: lo hace muy bien, como tantas veces lo ha hecho la Sra. Adoratriz de Pablo, ayudada por la joven, y también experta, Mª Jesús Fernández, que va cosiendo y achorizando los que están flojos. De esta forma, aseguran alimento para los días de siega y pastoreo en el verano. Llegamos al portal de la barbería regentada por la peluquera-barbera Mª Victoria Herreros del Río, afeita a uno de los pastores, al Sr. José Luis Barrero Revilla. En otro portal, la zapatera Celia Hernández, está echando medias suelas a unos zapatos. Por último entramos en la carpintería, donde nuestro carpintero Francisco Barrero Las Heras, termina el marco para una ventana. Durante este recorrido calentamos el cuerpo con unos caldos, preparados en los calderos de los trashumantes colgados en los perniles sobre las lumbres hechas en las calles. Así termina este día, tan lleno de eventos y recuerdos maravillosos. Esperando se repita todo, los próximos años, en este hermoso y querido pueblo de ONCALA.
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La ruta al despoblado de Vea
(por Juan Torregrosa Mata)
Es una ruta muy transitada por senderistas, desde San Pedro a Vea (entre ida y vuelta 14km), que realicé acompañado de mi familia en el día más corto del año 2002. Partimos desde la plaza de la Cosa, junto a la Ermita de Humilladero y la Residencia de Ancianos "Virgen de la Peña", siguiendo la orilla izquierda del río Linares. Apenas abandonamos el pueblo, se pueden contemplar unos viejos molinos harineros. La fábrica del Sr. Rebote, es el primero. Cruzando un puente de piedra el del Sr. Sastre. A continuación, el de los Huérfanos, a los pocos metros otro de los Sastres. En la falda de una alta roca, en una hermosa vega, está el del Sr. Juan y muy cerca, al otro lado del río, el del Sr. Paco. Seguidamente se llega a un desfiladero rocoso llamado “el Balcón de Pilatos”. El paisaje es impresionante, se pueden ver los pinos verdear en los valles y cerros de Alcarama y Cebollera. Un pequeño puente cruza el río, donde se tomaba el camino que nos conducía hasta el pueblo de Acrijos. Junto a unas huertas, a poca distancia de la orilla y del camino, está el molino del Sr. Mateo. Continuando la senda se llega a un desvío, a la izquierda se tomaba el camino que nos llevaba al pueblo de Buimanco, nosotros seguimos por el principal camino de Vea. A los pocos metros, entre el camino y el río, hay unas fincas propiedad de “la central de la luz” (creo tendrá este nombre, yo la conocí cuando estaba dando luz a San Pedro y a los pueblos de sus alrededores). Seguimos caminando hasta el molino de la media legua, donde acaba el término de San Pedro Manrique. En el término de Vea nos encontramos con otro molino, al que practicamos la oportuna visita. Seguimos el camino hasta cruzar el río Linares por un rudimentario puente construido con unas maderas cruzadas. Lo primero que nos encontramos, a la orilla del río, unas majadas con una casa, la que hace las veces de alberge y digo hace de alberge porque en ella se conservaban útiles de senderistas. En una de las habitaciones había un libro, donde se podían ver firmas de anteriores senderistas. Nosotros también dejamos las nuestras con la fecha del día veinticuatro de Diciembre del año dos mil dos. A los pocos metros de esta casa empieza el casco urbano del pueblo, visitamos los edificios más emblemáticos, la Iglesia, el Ayuntamiento y la Escuela, estaban con las puertas abiertas y desvalijados así como el resto de las edificaciones. Una era situada en la parte superior del pueblo, nos sirvió como improvisado comedor, donde dimos buena cuenta de las viandas traídas al efecto. Después de un descanso volvimos a bajar hasta la vega con la finalidad de ver lo que en su día fueron huertos, alguno aún conservan los árboles frutales y algunos viejos olivos. El regreso hacia San Pedro Manrique lo hicimos despacio y con calma, con el fin de ir recordando, a grandes rasgos, estos escenarios rocosos dignos de ver, con la frondosidad del quebrado paisaje, que es un regalo, donde el ser humano se hace pequeño para rendir tributo a la grandeza a la naturaleza en estos picos sobre las orillas de río Linares. También disfrutamos de la brisa y de la frescura del río, que en primavera se convierte en hermosas cascadas y en verano se queda en una pequeña corriente de agua. En este caminar, los hijos y los nietos, me preguntaban ¿cómo había conocido esto? Sobre la marcha, les narraba mis recuerdos de joven por estos caminos. Cuando sus fincas y huertas estaban todas cultivadas, las orillas del río tenían sus arboledas cuidadas, los caminos limpios y arreglados. Tiempos en que los pueblos estaban llenos de gente y todos los lunes subían hacer sus compras y vender sus productos al mercado de San Pedro. Una de sus curiosidades consistía en saber el ¿por qué de tantos molinos en este río? Mi respuesta no se hizo esperar “por la maquila que cobraban por moler”; esta consistía en un celemín de grano por cada fanega que molía. Con estas maquilas y los productos de sus huertas, eran unas familias de las que económicamente mejor vivían en la zona. Cuando llegó la despoblación estos molinos también sufrieron la pérdida de sus clientes y en pocos años fueron cerrando sus puertas. Sirva este pequeño escrito como homenaje a esas humildes y trabajadoras gentes de estas pequeñas aldeas "con qué pena" vendieron sus tierras, dejaron sus casas y su pueblo. Esa belleza rural no está perdida, está reconvertida en un extenso y verde pinar, por sus montes se pueden ver gran variedad de animales (jabalíes, corzos, ciervos, etc.) En primavera y otoño son muchos los tipos de setas y hongos que se crían por estos montes. 26
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Pueblos y casas en Tierras Altas
(Por m.jesus.matasejun@hotmail.com)
Hace ya muchos años que la mayoría de los pueblos de Tierras Altas empezaron a despoblarse, las duras condiciones de vida y el duro clima hizo que muchas de sus gentes se fueran a los distintos lugares de España a buscar “mejor vida”. Gente trabajadora que a costa de muchos esfuerzos prosperaron allá donde fueron, pasó el tiempo y en verano se puso de moda volver a los pueblos. Las casas estaban viejas y deterioradas, los años habían dejado su huella, como consecuencia de todo ello, los propietarios vieron la necesidad de hacer arreglos, se hicieron tejados nuevos, eso los más pudientes y los que no los retejaron lo mejor que pudieron, también la gente ha hecho sus reformas por dentro, para hacerlas más cómodas y adaptarlas a los nuevos tiempos. Ejemplo de fachada bien rehabilitada Esto ha hecho que haya un montón de escombros tirados en cualquier sitio, dando un aspecto a los visitantes de suciedad y abandono. En muchas de estas obras se han olvidado de las fachadas, que tienen una gran importancia, son la cara de sus casas, no se han respetado las estructuras ni los colores ni tampoco los materiales,… que corresponden a la zona donde se hallan. Cuidemos los pueblos, su entorno y sus casas; todo este conjunto es para la gente que los visita un verdadero tesoro.
Taniñe y su iglesia
(Por Sergio Pérez Sánchez)
De nuevo, y gracias a esta revista, las Asociaciones que velan por la conservación y la subsistencia de los pueblos de Alcarama, en otros tiempos deshabitados o casi despoblados, pueden dar a conocer la realidad de estos lugares y la actividad que desarrollan en beneficio de los mismos. Gracias a dichas Asociaciones se consigue en gran medida que nuestros pueblos sigan en pie y no caigan en el olvido. Y es increíble que con ilusión se consiga que lo que antes era mera “piedra en triste orfandad”, como entona la canción, se reconvierta otra vez en lugares de encuentro, llenos de aliento y fortaleza, donde sus fuentes vuelven a fluir, sus calles, a ser transitadas; sus fachadas despiertan y se desperezan; y sus campos emanan olor y color a vida, consiguiéndose, poco a poco, una importante revitalización del entorno de la Sierra. A todas las asociaciones de esta zona, que persiguen objetivos tan meritorios como el de la reconstrucción y repoblación de pueblos como Taniñe, les gustaría contar con más ayudas, instrumentales y económicas. Mientras la asistencia externa sea considerada tardía o insuficiente, propongo una idea: la unión de todas las Asociaciones, con la constitución de un órgano común a las mismas, al objeto obtener una posición más fuerte para abordar actuaciones conjuntas de rehabilitación y de revitalización de nuestros pueblos y tener una interlocución más sólida con las administraciones de las que se depende. Entretanto, y mientras este pensamiento en voz alta pueda (o no) ser madurado por otros convecinos, me centraré en hablar un poco de un pequeño gran problema que ahora mismo sufre mi pequeño y querido pueblo, Taniñe. Desde hace unos años la Iglesia sufre serios desperfectos en el tejado, habiéndose hundido por diferentes zonas. El coste económico de la reparación es significativo y, por ende, el verdadero motivo de la postergación de las obras de reparación. En definitiva, sería una pena que, después de los arduos esfuerzos de los vecinos de Taniñe por revitalizar este pintoresco y agradable lugar, este pueblo se quedara sin su edificio más significativo y representativo pues sin él, Taniñe quedaría huérfano a todas luces porque un pueblo sin Iglesia es como un rey sin corona. Y para no aburrir a nadie, me despido (hasta la próxima) dando mucho ánimo a todos los que emprendieron un sueño que, poco a poco, se va consiguiendo, animando, desde aquí, a toda esa gente a formar parte de esta gran familia. Desde 1980
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CUARTETA RECITADA POR VICTORIA BOLEAS 21- AGOSTO-2011
En el cantar de mis cuartetas hijos de nuestro Sarnago cariño quiero daros, también a los de otras tierras que nos contemplan admirados, al celebrar nuestra fiesta. Aunque no nací en Sarnago, esta ventana me evoca vivencias y emociones, al presentarme a vosotros como Móndida ofrecida para la fiesta y el pueblo. Román y Milagros mis padres, en el vientre de mi madre ya visité yo Sarnago, y con dos meses de vida Luisa y Boni, tíos míos me trajeron a este pueblo. Aquí conocí el cariño y el amor por esta tierra. Pasé años de mi infancia, recuerdos que parecen eternos junto al calor de la lumbre con el abuelo Santiago. Por eso ofrezco con gusto, este día para el pueblo. Gracias por permitirme, que este precioso atuendo gozosa pueda llevarlo, y visto gala de Móndida orgullo grande que tengo porque Móndida de Sarnago me siento.
La vida da muchas vueltas, la historia deja sus huellas, pero han tenido más fuerza la ilusión y el empeño. Y ya van 31 años, trabajando por el pueblo, empeñados todos juntos manteniendo nuestro esfuerzo. De poco valen nostalgias y mortecinos recuerdos, valen las manos unidas y corazones al viento. Para mantener la fiesta, para levantar el pueblo lo vivimos de otra forma, de cómo antes lo vivieron. Pero lo vivimos fuerte entusiasmados, constantes, permanentes y empeñados en los mismos nuevos sueños. Seguir siempre muy unidos os pido hoy, en la fiesta el mensaje de este día nos llene de fortaleza. Mantener las tradiciones hacer memoria del tiempo reconquistar el pasado para hacerlo siempre nuevo. Pido a San Bartolomé, que hoy nos congrega en esta fiesta, que mantenga la esperanza de todos los que aquí estamos y con la voz a los vientos, gritemos
¡¡ VIVA SARNAGO!!
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Cuarteta de Gaspar Ruiz I Con este hermoso silencio, brotan mis versos del alma, en esta pequeña plazuela, mientras ríe la mañana, quiero pasar a la historia, como móndida sampedrana, con mis dos buenas amigas, y luciendo viejas galas. II El canto de los pájaros, rompe el silencio del alba, y el susurro de las sombras, arrullan a esta mañana, la aurora ilumina su rostro, el aire besa su cara, esta mañana de San Juan, ¡la siento con toda el alma! III Vuela el polvo mojado, camino de primavera, suelta el agua de Mayo, la que germina la fiesta, la ilusión de ser móndida, en esta, también mi tierra. IV Hoy se despierta mi sueño, el sueño de mi niñez, desde mucho tiempo atrás, móndida quería ser, ¡y sentirme sampedrana…! como volver a nacer, ser la historia del pueblo… el sueño de mi niñez. V De los ojos de la noche, caen las gotas de rocío, noche que abre sus alas, noche que oculta el olvido. VI El fuego anida en el suelo, en su eterna oscuridad, brilla el ascua prendida, en su alegre soledad, el pie descalzo en la brasa, sin volver la vista atrás. VII La huella queda en silencio, pisada firme y segura, mirada perdida a la tierra, se ahoga el ascua desnuda. VIII Y la virgen de la Peña, mece a su hijo en su cuerpo, todos disputan sus andas, todos llenos de misterio, el niño le da su mirada, ella, su cálido aliento.
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Recitada por Nerea García (Móndida de San Pedro en 2011)
IX Reposa la tierra callada, desierta tras la siega, agosta el campo sereno, agua del cielo que riega, arado que rasga el rastrojo, yugo que mece la siembra. X La soledad es más tensa, en los pueblos desolados, ya se fueron las mujeres, Asociación Amigos de Sarnago
y sus corros animados, y las risas de los niños, las mañanas sin el gallo, el olvido ronda las casas, con la lluvia sin tejado, a pesar de las promesas… aires nuevos se sembraron. XI El aire se llena de aroma, la música en la fiesta, los pasadores del fuego, las doncellas de leyenda, descubierta, caballadas, y la virgen de la Peña, hoy el pueblo se engalana, hoy el pueblo se despierta. XII Móndida de leyenda… mi madre también lo fue, recito en su misma sangre, los versos que ayer soñé, el orgullo de una hija, que sampedrana, también es, reflejo de su recuerdo, espejo de su niñez. XIII No me podría olvidar, el recuerdo de una amiga, mi madre lo sabe bien que sepa que no se olvida, allí, donde quiera que este… en mi corazón sigue viva, ¡siempre estará a nuestro lado! ¡siempre estará en nuestras vidas! XIV A mi Soria de Numancia, estos versos yo le ofrezco, ciudad de luz y poesía, y de blancos fríos de invierno, su historia duerme sin sueños, la que mece al río Duero, la de la luz sobre las sombras, la que más se aleja del suelo, pequeña tierra de castilla… con Machado, a un olmo seco. XV El sueño de mi niñez, ya es leyenda esta mañana, y he pasado a la historia, ¡como móndida sampedrana! esta mañana de San Juan, ¡la siento con toda el alma! Ya me despido de todos, desde esta plaza singular, que se rompa ya el silencio, para poder fuerte gritar, ¡viva San Pedro Manrique! ¡y sus fiestas de San Juan! 33
EL CASTILLO-FORTALEZA DE SAN PEDRO MANRIQUE.En prácticamente todas nuestras villas, cuando nos acercamos por caminos y carreteras, lo que destaca son las siluetas de sus iglesias, castillos (por lo general casi todos muy deteriorados) y palacios, es decir, los edificios de quienes ostentaron el poder, de quienes controlaron bienes, personas y haciendas durante siglos y siglos. El castillo, aparte de su función militar defensiva, guerrera y de seguridad para ciudades, territorios y fronteras, fue el símbolo del poder del Rey que ponía al frente de su administración a un “tenente” u hombre de confianza, para, pasado el tiempo, cederlos a los nobles, que ejercieron funciones reales por delegación de la corona y, al fin, ser de determinación propia, y poco a poco consolidarse a través de herencias. A su sombra crecieron las grandes familias y clanes castellanos que ampliaron posesiones, nuevos castillos y territorios; (en nuestro caso los Manrique), y más todavía durante las luchas dinásticas del siglo XIV en que los nobles aportaron tanta ayuda a sus respectivos reyes; ayuda que, como no, los monarcas, en la mayoría de las ocasiones, recompensaban generosamente con nuevos privilegios y más tierras. Así, pues, alrededor del castillo giraba la vida política, militar, administrativa y económica de la sociedad medieval. Y a su sombra crecieron edificios de artesanos, agricultores, comerciantes, ganaderos... quienes un taller por aquí, una casa por allá, y un corral por el otro lado, fueron originando núcleos establemente poblados que dieron paso al urbanismo, en ocasiones bien protegidos por murallas que, arrancando desde el mismo castillo, cerraban el perímetro urbano terminando también en él. Ese fue el caso precisamente de San Pedro Manrique. Todavía podemos ver hoy como desde el castillo comenzaba esa muralla, cuyos restos permanecen, junto con tres de las puertas (una a forma de portillo de torre, conocida como “de los judíos”), que discurren por la margen derecha según miramos la población desde lo alto. Así pues, castillo y poblado formaban un todo abrazado por ese cinturón fortificado. A medida que transcurrieron los siglos y las situaciones fueron cambiando, se produjo un trasvase de habitabilidad en función de un sentido más práctico, y se fueron abandonando grandes edificaciones por otras más acordes con la realidad del momento. De esta forma muchos palacios fueron reconvertidos, algunas iglesias Vista de San Pedro desde el castillo y abadías arruinadas (en San Pedro Manrique lo fueron San Pedro “El Viejo” y San Miguel) y muchas ermitas abandonadas, al igual que casi todos los castillos. Es la historia de tantos y tantos pueblos, sobre todo los venidos a menos por despoblamiento. Y esa suerte corrió el castillo de San Pedro Manrique, hasta llegar a la ruina en que se encuentra hoy, donde tan solo perviven el arco interior de entrada, restos de al menos una de sus torres y parte de lo que parece era otra, enfrente, a forma de construcciones poligonales rematadas por canes que flanqueaban como una escolta el citado pórtico. Todo ello .junto con restos de sus muros, habiéndose consolidado modernamente en sus cortes y aristas con cemento, lo que por lo menos evita su desmoronamiento. Completa los restos un recinto entre triangular y rectangular, a forma de terraza plana, cerrada con lo que parece es un arranque de barbacana o baluarte a los pies de la entrada, que quizás pudo servir como patio y que, desde luego, desempeñó un papel protector para el acceso principal.
Hay que señalar que estas fortalezas no están tan destruidas solamente por la acción del tiempo, sino principalmente por la mano del hombre, que las demolió en sus partes defensivas principales, en unos casos para evitar que sus dueños se hiciesen fuertes ante el enemigo que los había conquistado, y en otros ante la propia Corona, en prevención de que los nobles que pudiesen tener pensamientos levantiscos o de rebeldía se sublevasen contra su Rey, (caso del decreto del Cardenal Cisneros que ordenó desmochar precisamente todas las partes fuertes de aquellos castillos que pudiesen representar tal peligro), y ya, en los últimos tiempos, por 34
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puro uso práctico de aprovechamiento, pues era más cómodo y económico para los vecinos ir desmantelando su piedra, ya labrada, sobre todo en sus revestimientos exteriores, o simplemente troceada, y recuperarla así para nuevas construcciones de la villa. Mejor cogerla ya trabajada que tenerla que pagar al cantero, ¿no?. Pues eso. ¿Que había que construir una nueva casa porque se nos casaba el hijo o la hija, pongamos por caso?, pues se recogía la piedra del castillo o de la muralla y en paz. ¿Que había que levantar el tapial para un nuevo corral?. Pues lo mismo. Y así, a veces, casi se daba con todo el edificio, como fue nuestro caso. Incluso en otros, a pesar de su gran volumen, los daños fueron importantísimos, caso, por ejemplo, de Olite, en Navarra, y eso que aquello fue nada menos que el palacio-residencia de los propios reyes. Bueno, pues los imponentes muros de nuestro castillo fueron lo suficientemente importantes para facilitar cantidad de material de cantería durante años y años. En los tiempos pasados no fue precisamente una preocupación fundamental en la vida de las gentes, ni la cultura ni la conservación artístico monumental de los edificios que tuviese la villa. Vamos, que Bastante tenía el pópulo con subsistir día a día, como para preocuparse por estas cosas.... Y así vemos como en edificaciones de hace dos, tres siglos... se mezclan piedras de sillería romanas (columnas, bases, capiteles e incluso estelas funerarias), medievales, góticas, barrocas... todo sirvió. Y apliquemos otro tanto con San Ruinas del castillo de San Pedro Pedro El Viejo, monasterio románico al decir de la tradición bajo dominio templario y, al parecer, incluso protegido con fortificaciones, (como lo fueron y siguen siendo otros tales como Veruela, en Aragón, Santa María de Huerta, en nuestra propia provincia de Soria, etc.), cuyos restos, en parte. se utilizaron en tapias de desniveles, contención de fincas, delimitaciones de propiedades, etc. En suma, como digo, nada nuevo; es la misma historia de tantos otros lugares de la geografía hispana donde la necesidad y la pobreza o, simplemente el sentido práctico, fue lo que apremió por encima de cualquier otra consideración. Y de esta manera en la villa sampedrana desaparecieron, de hecho, casi todas sus murallas, parte de sus puertas y portillos (puertas menores), amén de los muros, defensas y antedefensas del propio castillo. El tiempo, las tormentas, etc., lo que destruían eran los tejados, terrazas y firmes de las plantas, que al pudrirse sus vigas de madera, iban cayendo una encima de otra, pero no sus gruesos muros, arcos y vanos, tal como podemos comprobar en lugares donde se situaban torreones en medio de la nada, y que al no necesitarse su piedra por estar muy distantes los núcleos de población, corrales, casas de campo o fincas, quedaron in situ sin más problemas. Y así como en otros lugares los castillos fueron y todavía hoy siguen siendo reconstruidos en una inteligente aunque costosísima labor de recuperación (por ejemplo, el ya citado castillo-palacio de los reyes navarros en Olite) del patrimonio histórico, artístico y monumental de los pueblos y ciudades, en San Pedro Manrique todavía no, aunque, por lo menos, como ya he señalado, lo que queda está de momento consolidado y no va a peor. El castillo sampedrano es de los llamados “rocosos” o “de roquedo”, por el lugar donde se asienta, sobre una elevación rocosa, al norte. Su situación es estratégica, dominando todo nuestro vasto territorio y protegido por los pronunciados desniveles al estar anclado en una pequeña pero elevada colina, lo que le eximió de la necesidad de contar con un foso seco que lo circundase. Su existencia, tal como nos ha llegado hasta hoy, se remonta, cuando menos según podemos traslucir documentalmente, al siglo XIV, en que la villa quedó dentro del régimen señorial, lo que no quiere decir que anteriormente no hubiese algún otro tipo de edificación fortificada. Es más, seguro que la hubo. Bastaría una excavación en la base de los muros para aclararlo. Se da por hecho que toda la comarca sampedrana fue repoblada a mediados del siglo X, pero bastante antes ya había sido tierra establemente habitada. Desde 1980
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Muchos castillos, torres y fortalezas castellanas se levantaron en el medioevo sobre cimentaciones celtíberas, remontándonos hasta las proximidades del siglo III a.C., y romanas, entre los siglos I a.C. al III d. C. De esas épocas están datados el Castillejo de Sarnago y los Casares. Y San Pedro recordemos que fue parte integrante del área de influencia numantina, lo que nos retrotrae a casi 200 años antes de Cristo. En el 133 a. C. fue precisamente cuando Escipión conquistó Numancia tras aquel terrorífico cerco a que la sometió. En apoyo de estos argumentos habla la arqueología y con tales mimbres más las interpretaciones de los textos latinos, podemos especular cuanto queramos, no en vano la historia, a falta de documentos contundentes, tiene una composición muy jugosa que algunos estructuran teóricamente en un 30 % de realidad, un 20 % de especulación y un 50 % de tradición y leyenda. Y aún habiendo documentos... Otra hipótesis, con bastante lógica, es que antes del actual castillo hubiese podido haber otra fortificación que correspondiese a los momentos de ocupación musulmana, que por estas tierras se verificaría en la primera mitad del siglo VIII, penetrando por la vía numantina que desde Calahorra y Arnedo (capital musulmana que llegaría a ser) ascendía el Cidacos hacia Oncala, una vez que el valle del Ebro y sus afluentes de la margen derecha, sobre todo el Alhama, (vía y base natural también de expansión en todas las invasiones) era de dominio árabe ya el año 714. La penetración musulmana en la mayor parte de Hispania (el norte será otra cosa) se llevó a cabo rápidamente y, al parecer, sin grandes problemas de resistencia. Otra cosa fue lo que habría de venir después. Pero así como Ágreda, por ejemplo, sí guarda restos de aquella época, aquí, por ahora, no, y digo por ahora, porque a la arqueología no hay que ponerle límites en el El castillo desde la plazuela tiempo al ser para nuestros pueblos algo relativamente nuevo. Las primeras investigaciones nos retrotraen tan solo al siglo XIX con los estudios del polígrafo Don Eduardo Saavedra. Después seguirían otros: el Marqués de Cerralbo, Juan Cabré, el Señor Mélida, Don Santiago Gómez Santa Cruz, el profesor Schulten, Don Blas Taracena... Así, pues, tanto de época visigoda (Leovigildo incorporó toda la zona a la corona goda) como de la musulmana (fuimos recorridos por los Banu Qasi, una dinastía muladí descendiente del conde hispano-godo Cassius, señores del valle del Ebro desde sus bases de Zaragoza y Tudela), no hay nada documentado, pero, como digo, especulemos y pensemos en que toda la comarca debió de estar protegida por fortificaciones, torres y castillos, donde habitaban, junto con la familia del Señor, pequeñas guarniciones de vigilancia, en base sobre todo a infantería (quizás algo de caballería), y nosotros seguro que no fuimos la excepción. En auxilio de la antigüedad callada viene la voz popular a través de la leyenda. En tiempos del Islam, nos cuenta Don Florentino Zamora, cómo Blanca era la hija de Don Nuño, a la sazón Señor del Castillo de San Pedro Manrique. La buena moza fue raptada cuando estaba orando en la antigua capilla de la Virgen de la Peña. El mal bicho que la birló fue un tal Yacob Aben Said, que se la llevó a su refugio del castillo de Armejún. En su auxilio acudió inmediatamente Don Nuño quien, junto con los suyos, caballeros todos ellos bien experimentados en las artes de la guerra, lo sitiaron poniéndole férreo cerco. El moro al verse perdido no tuvo mejor idea que arrojar el cuerpo sin vida de Blanca, sobre el campo. En esto apareció el Apóstol Santiago, vestido de peregrino, quien desde el cerro del Portillejo y provisto de una honda, le lanzó una piedra que a medida que iba por el aire y se acercaba a la fortificación armejunesa, iba agrandando más y más su tamaño hasta aplastar a todos los moros. Así terminó la tragedia. En recuerdo de aquello la parroquia de Peñazcurna, que se erigió en 1.573, se dedicó al Apóstol. Y es que Santiago en esto de la guerra contra los moros ha sido siempre mucho Santiago. (Mucho, que es más que muy). Pero aún hay más variaciones sobre el mismo tema. Don Gervasio Manrique de Lara nos dijo que el caudillo sarraceno Yuçut, presente en San Pedro Manrique, se enamoró perdidamente de Beatriz, que era la hija de Don Nuño, ¿el citado alcaide de nuestro castillo u otro distinto?. Parece que es el mismo a la luz de lo que sigue. 36
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Como a la joven no le hacía ninguna gracia el pájaro, el moro optó por actuar a la tremenda, secuestrándola y llevándosela a uña de caballo hasta su imponente fortaleza de Peñalcazar. Por supuesto que Don Nuño cogió a sus hombres de armas y caballo en ristre marchó para liberarla. Y es que aquellos moros eran muy pertinaces y mujeriegos. Recordemos al efecto lo del tributo de las doncellas y lo que ello conllevó para abolirlo: ya saben, lo de Clavijo y todo aquel jaleo. Y volvemos a las mismas de antes. Yuçut ante el impetuoso avance cristiano, no tuvo otra ocurrencia que despeñar a la pobre Beatriz ante la mirada aterrada del ejército cristiano. Vamos, lo de siempre, si no es para mi, ¡tururú!, no será para nadie, y ¡hala!, peña abajo. Pero antes de estrellarse contra las rocas, una paloma la sostuvo con sus alas, llegando al suelo sana y salva. Y de nuevo la cosa va de milagros, que eso gustaba mucho al personal. Otra vez se apareció el apóstol Santiago, pero esta vez montado en un corcel, y, lanzando una piedra sobre los parapetos moriscos, resquebrajó la montaña, desmoronándose la colosal fortaleza de Peñalcazar, sepultando bajo las rocas a Yuçuf y sus muchachos que quedaron enterrados bajo toneladas y toneladas de piedra. Así es que el final en esta ocasión fue feliz, no como antes, pues Don Nuño regresó tan ufano con su hija Beatriz sana y salva al castillo sampedrano. Y por último, volvemos de nuevo a la tragedia que nos narra como Eulalia, una hermosa joven y virgen, hija de un Vista de San Pedro el viejo molinero de la villa, prefirió la muerte antes que ser violada por el señor del castillo, que en uso de su poder de pernada, la arrebató del tálamo nupcial a su esposo en la misma noche de bodas. La lujuria del noble, una vez en la alcoba del castillo, al ver semidesnuda a la joven, se transformó en horror cuando ante sus ojos ella, por su propia mano, se atravesó el pecho con una daga que al ser arrancada de su casa había ocultado bajo las ropas, cayendo muerta al instante. El remordimiento le persiguió hasta el final de sus días en que se despeñó desde lo alto de la torre del homenaje. Además, desde el suicidio de la joven, nunca más había vuelto a cohabitar con mujer alguna. Desde entonces el espíritu de Eulalia vagaba como alma en pena por el castillo sampedrano y en las noches de invierno, de terribles heladas y fuertes nevadas, en las alturas del castillo y sus murallas se oían los gemidos de la pobre muchacha pidiendo auxilio. Tales sollozos estremecían a la población de San Pedro. Decían los más viejos del lugar que, en aquellas noches tenebrosas en que los lamentos se mezclaban con el aullido que el gélido viento provocaba al choque con los canalones, tejas y ventanas, el ambiente era tan terrorífico que nadie se atrevía a salir a la calle, reforzando con trancas puertas, ventanas y corrales. Antes, la tragedia ya se había cernido sobre el esposo cuando queriendo vengar la muerte de su amada, entró en el castillo como un mercader. Descubierto, fue desmembrado y echando como carnaza a los perros. Su espíritu se transformó en un lobo rabioso que en las noches de bruma, y desde lo alto, sobre la villa, labadreaba clamando justicia. Al parecer, aquellos aullidos fue lo que, en realidad, volvieron loco al noble llevándolo al suicidio. Espíritus y fantasmas de castillos, iglesias y monasterios, es algo que se ha venido narrando a lo largo de los siglos medievales e incluso posteriores en diversos lugares no solo de España, sino de toda Europa. Ejemplos los tenemos en Francia, Inglaterra, Escocia, Gales, Rumania... y próximo a nosotros, bien cercano, a través de Misereres tales como el que sitúa Gustavo Adolfo Becquer en las ruinas del que fue primer monasterio del Cister, en las alturas del monte Yerga, cuando al dar las doce de la noche, los frailes salían de sus tumbas en una procesión macabra de muertos vivientes. Bueno, son leyendas, pero se dice, se cree, y a veces se comprueba como las leyendas, en el fondo, ahí, aunque sea muy escondido, muy abajo, casi siempre se basan en algo de verdad.
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Otra cuestión muy evocadora son los subterráneos que se adjudican a casi todos los castillos. Son galerías que desde las fortalezas, salvando las murallas, salen fuera de los recintos fortificados para burlar al enemigo caso de que tras el asedio consiga al fin asaltar la fortaleza. Lo hemos oído contar a los viejos de lugares tales como Calahorra, Autol, Quel, Arnedo, Yanguas... También nos comentaron en una de las visitas que hicimos a San Pedro en los años 70 que se decía que había una galería que comunicaba el castillo con la casa del Señorito, según unos, y de San Miguel según otros. Nada de esto parece comprobable hoy por hoy. Otra cosa fue lo que una cuadrilla de amigas descubrieron como tres tablares más abajo. Estaban jugando al cuatrillo y vieron una gran piedra redonda. La corrieron y una de ellas, que hoy reside en Calahorra, nos cuenta que se metió como pudo viendo una galería y oyendo un ruido a lo lejos como de un fuerte viento o algo parecido. No se atrevieron a más porque vieron huesos humanos dispersos y lo taparon. De aquello hace ya unos cincuenta años. El paso definitivo de estas tierras de manos musulmanas a manos cristianas en los primeros lustros del siglo XII, dio, de momento, relativa tranquilidad a la zona. En poder del Alfonso I “El Batallador” rey de Navarra y Aragón, San Pedro Manrique aparece pleiteando con un vecino de Taniñe el año 1.127, para pasar a renglón seguido a ser castellana plenamente con Alfonso VII El Emperador (1.1261.157). Que San Pedro contaba por entonces con un castillo es de pura lógica, aunque, por ahora, no conozcamos documentos que lo citen. La participación de la villa en las guerras civiles dinásticas por el trono castellano, sobre todo entre Pedro I, que, por cierto, era el rey legítimo, por muy “Cruel” que fuese apodado, apoyado por los ingleses al mando del Príncipe Negro, (esos malos bichos hasta cuando nos ayudaban) y su hermanastro Enrique de Trastámara, que quería ser rey a toda costa, (como así acabó siendo tras una encerrona y traición que le hizo a Pedro) respaldado por los franceses al mando del famoso Duglesclin (menudo pájaro: el de “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, con lo cual sentenció al rey Pedro), sugiere, por fuerza, que tenía que estar protegida no solo por el castillo sino también por un consistente perímetro de murallas y torres, cuya herencia es lo que ya he citado y que todavía hoy podemos ver. Fueron momentos cruciales para el futuro de San Pedro y su castillo, pues de ser villa de jurisdicción Real pasó a ser plaza de Señorío una vez que Juan I la entregó a Diego Gómez Manrique, año 1.383, en agradecimiento a los servicios prestados a la corona en la guerra. No fue buena cosa. Pues no era lo mismo ser villa realenga (es decir, bajo dependencia directa de la Corona) que de señorío en que quedábamos bajo la decisión que personalmente el señor de turno estimase oportuna en cada momento. San Pedro, antes de este traspaso, constituyó una de las importantes comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. De todas las maneras no le duró mucho la posesión de nuestra fortaleza a Don Diego, porque dos años después palmó. Sí, se lo cargaron en la batalla de Aljubarrota. Bueno, el ínclito pasó a mejor vida pero San Pedro siguió siendo cosa de familia: lo heredaron sus hijos y el poderío de los Manrique sobre la villa continuó. Esta familia, a la que quedó supeditado nuestro destino, fue una de las más potentes y antiguas de toda Castilla, remontándose a los tiempos de Alfonso VIII (1.158-1.214) cuando su fundador, Rodrigo Pérez Manrique, era Merino Mayor del Reino. Y por si era poco, se hallaba entroncada con los Lara, otra de las grandes (en realidad fue una rama desgajada). Pues bien, como ya sabemos, se permitieron incluso cambiarnos el nombre, pasando de ser San Pedro de Yanguas a San Pedro Manrique, para que quedase bien claro de quien era la villa y quien ordenaba, mandaba hacía y deshacía aquí. Con ellos precisamente es cuando, como algunos creen, se reedificó, amplió y consolidó el viejo castillo cuyos restos son los que tenemos hoy. Era lógico. A estos señores les gustaba tener buenas residencias en sus posesiones. Los edificios hablaban por sí mismos de la categoría de sus dueños dentro de la Otra vista de San Pedro el viejo
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nobleza del reino y su poderío.. Y la posesión de San Pedro tuvo que ser realmente muy estimada cuando hasta le puso su propio nombre. ¿O no? Bueno, pues eso. En esos tiempos tanto los Manrique cono los Lara compartían momentos de poder y gloria con otro de los grandes de Castilla, el Condestable Don Álvaro de Luna, poderoso señor por entonces (otra cosa sería lo que el destino le reservaba con el verdugo de por medio), dueño entre otros, de otro castillo también de la tierra, el de Cornago. Nuestro castillo, formaba parte del conglomerado defensivo que junto con Yanguas, Valtajeros, Magaña, Gallinero y San Gregorio, protegían toda esta área serrana, unas tierras que representaban aparte de una línea de seguridad para Castilla, una despensa por sus importantísimas y vitales producciones de grano, lana y carne. Hay que recordar que así como hoy las tierras del valle son las ricas y las de la sierra las pobres, entonces era justo al revés. Y así continuó siendo por muchos siglos. Solo cuando vino la expansión industrial y con ella, el crecimiento conservero, textil y auxiliares, desde finales del sigo XIX y primeros del XX en adelante, cambiaron las tornas. Pero, sobre todo, mientras la Mesta fue la Mesta, la sierra era mucha sierra. La cuestión es que tal como podemos comprobar por lo que queda en la actualidad, en base a esa torre o dos torres gemelas de las cuatro con que al parecer pudo contar, con sus correspondientes matacanes, que flanqueaban el arco de entrada al patio de armas, así como restos de muros y de su interior, vemos que fue levantado en mampostería, laja de piedra natural del terreno, tapial, argamasa y cal con piedra, así como sillar en los ángulos de torres y muros para consolidar su acción de refuerzo y contención. Vemos también, por su planta poligonal, que fue un edificio de importancia y categoría, lejos de la clásica torre como, por ejemplo, las de Trébago o Cigudosa, por citar algunas próximas. Su estilo y trazas en conjunto corresponde al gótico, siglos XIV-XVI. Fue residencia temporal de la familia Manrique que la utilizaría en sus estancias en la zona cuando venían a ver cómo andaban sus intereses por aquí o a resolver asuntos y pleitos. Por sus aspilleras o saeteras vemos que no llegó a artillarse como sucedió con otros castillos españoles, pues no se ven los “ojos”, donde debían asomar las bocas de cañón y culebrina. En 1.949 se le catalogó como bien de interés cultural y se decía de él que era “morisco” (cosa que evidentemente no es así). Ya sabemos que en la mentalidad de nuestros padres y abuelos, todo lo que olía a antiguo era considerado por el mismo rasero como cosa de moros, aunque en realidad fuese ibérico o romano. En Calahorra, por ejemplo, las termas romanas del carretil de Melero, construidas con argamasa opus incertum y opus caementum y que correspondían al siglo I de nuestra Era, eran llamadas “la pila de los moros” Daba lo mismo. Aquí o allá, ¡que importaba, todo moro! Y en cuanto a los alcaides que pudieron ocupar como residencia Vista de San Pedro desde Peraita nuestro castillo, afloran, esencialmente, en la documentación medieval de nuestros archivos eclesiásticos a través de edictos y contratos de compra, venta, permuta y cesiones publicados ya, algunos de ellos, en anteriores artículos. Y bueno, que me estoy alargando demasiado y como esto es una revista, no es cuestión de aburrir al personal, así es que hasta el año que viene en que la cosa irá por otro tema, el costumbrista. Félix Manuel Martínez San Celedonio. Calahorra, Junio 2.012
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Un San Juan especial
(Por Jesús Vasco) Fue en Junio de 2011. Un Junio especial, como especial es todo lo que me sucede en los dos últimos años. Mientras mi cuerpo luchaba, y sigue luchando, por deshacerse de un mieloma que quiere abrazarme de muerte, sentí que era el momento de pasar La Hoguera y realizar un sueño que me ha perseguido desde que se la vi pasar al “El Alejandro”, “El Ratón”, “El Santi”, “El Pipe”, “El César”, “El Artillero”….etc., allá por los años ochenta. Un mes antes, comencé a preparar la estrategia para conseguir los oportunos permisos: pedí opiniones a amigos y hablé con autoridades políticas y sociales; era requisito moral, más que legal, portar sangre sampedrana o residir en el pueblo y yo…, yo solo era sampedrano de corazón. Llegó la víspera de San Juan, y al final, obtuve la autorización de los pasadores y la conformidad del alcalde. Notaba que mi corazón latía a un ritmo ligeramente superior al habitual. Sentía un ligero cosquilleo en la boca del estómago que me recordaba a un examen final de carrera. Las horas eran fugaces, apenas alcanzaban los sesenta minutos. A las once y media de la noche, los componentes de las peñas, asidos de las manos, acompañábamos a las Móndidas y a la charanga camino de la Virgen de la Peña. Entramos en el coso bailando al son de la música que yo ya no percibía. Mi corazón se aceleraba, y una sensación de ahogo comprimía mi garganta. El grupo se diluyó entre el aforo de espectadores y nos quedamos solo aquéllos dispuestos a pasar, con los pantalones remangados, danzando ritualmente alrededor de la hoguera, que irradiaba un calor sofocante. Tenía la sensación de que no era digno de estar allí, de que ese momento estaba reservado a los sampedranos. Pero yo quería sentirme uno de ellos, y sabía que el fuego me daría ese pasaporte. Girábamos alrededor de las ascuas descalzos, restregando los pies en la tierra para hacerlos insensibles. Paró la música y nos agazapamos, todos juntos, ante la Hoguera. “El Alejandro” organizó el turno que correspondía a cada pasador. A mí me fue asignado el 20, un número que, hasta ese momento, siempre me había gustado. El primero en pasar fue “El Cesítar”. Le preguntaron: “¿Cómo está?” y contestó: “¡Cojonuda!”. Más tarde supe que era una intencionada respuesta para animar, nada más. Pero yo me la creí. Pasó Carlos “El Colondros”, y ya no era tan cojonuda. Otro de los pasadores trastabilló. Yo ya no oía el corazón y una cinta imaginaria constreñía mi cabeza como si fuera a reventar. Vi incorporarse al Paquito, “El Alipio”, que hacía el 19, y noté de pronto que mi cuerpo me abandonaba como si estuviese bajo los efectos de un potente relajante. ¡Me había entregado! No notaba ni la ropa. En ese mismo instante me vi frente a la Hoguera. Siempre me había parecido gris por el contraluz de los focos. Ahora la veía roja. Intensamente roja, y enorme. “El Colondros” me había dado tres consejos: “No intentes lucirte”, “coge el ritmo antes de entrar y mantenlo a toda costa” y “Tú entra, que ya te encargarás de salir”. Y así fue. Besé el pañuelo que adornaba mi cuello, no sabiendo bien a quien encomendarme, y entré decidido y concentrado. Me vi pisando las ascuas que mordían mis pies como sabuesos. Salí del fuego y un montón de brazos me rodeaban sin yo percibirlos. Estaba completamente aturdido, indolente, insensible y mudo. Busqué a Eugenia y me fundí con ella, y notaba el mismo compás en su corazón que en el mío. Un sudor espeso que parecía sangre, recorría mi frente y mis mejillas. Retorné al grupo de pasadores y, ahora sí, ahora me sentía uno de ellos. Había cumplido un sueño. Era feliz. Mis pies, verdaderos hornos, apenas me importaban. Cuando todo concluyó, llegué a casa e introduje mis pies en aceite de oliva, como alguien me había recomendado. En el derecho había dos ampollas prominentes, a tensión. Las curé y me fui a la cama. Era preso de una excitación que no controlaba. Hablaba sin parar, sin saber qué le decía a Eugenia. Fue la música matutina de la diana la que me bajó a este mundo que ya notaba diferente. La mañana de San Juan me resultó agradablemente dolorosa. Oí las cuartetas de las Móndidas profundamente emocionado, sabiéndome partícipe de una vivencia que marcaría mi futuro. Gracias a ese dios que fue sol, o luna, o tal vez fuego, que me permitió cumplir con un rito que le pertenece, y gracias a todos los sampedranos que respetaron mi decisión de compartir con ellos la magia de La Hoguera. 40
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¿De vacaciones a Soria? ¡Qué me dices!
(Por Jesús Vasco)
Al acercarse las vacaciones estivales, intercambio con mis amigos ideas sobre los destinos que cada cual hemos elegido para disfrutarlas. Ellos, me miran con extrañeza cuando les digo que mi ilusión es retornar, una vez más, a una tierra vigilada de cerca por el Cayo, el Utero y el Moncayo; que está jalonada por los ríos Linares, Mayor y Oncala; donde, además del frío, que forma parte de la vida, el monte es generoso en estrepas, espliegos, retamas, cantuesos, tomillos y romeros; en la que el cielo recorta contrastadas siluetas de águilas, buitres, milanos y cenizos; y donde coexisten bosquetes de hayas y robles, junto a grandes masas forestales de pinos, que acogen enorme cantidad de corzos, ciervos y jabalíes y, curiosamente, con la tasa de incendios más baja de España. Tierra en la que hay un selecto Patrimonio Cultural como la coqueta iglesia románica de Cerbón, los Castillos de tapial de Yanguas y de Magaña, el museo etnográfico de Sarnago, la recién restaurada Iglesia fortificada de Valtajeros, los Tapices de la escuela de Rubens de la iglesia de Oncala, las casonas solariegas de la época de la Mesta de Yanguas, los castros de Taniñe, Sarnago y Castilfrío, el Yacimiento arqueológico de El Casar, y un sin fin de pequeños hallazgos, como molinos, cerámicas, hachas prehistóricas, monedas, fíbulas, lápidas, estelas……, depositadas en su mayoría por Miguel Ángel San Miguel en el Museo Numantino. Tierra salpicada de pueblos deshabitados, profundamente evocadores como Buimanco, Fuentebella, Acrijos, Vea….., y en gran parte abrazados de muerte por zarzas, endrinos y rosales silvestres. Mención especial requiere Valdenegrillos donde, hasta hace bien poco, han resistido estoicamente Zacarías y Romana quienes, con más edad que recuerdos, lucharon por sobrevivir sin luz, ni agua, y con precarias comunicaciones, aceptando a la propia naturaleza como única institución. Mi respeto y admiración por ellos. Tierra donde conocí a grandes maestros de la vida, sin necesidad de licenciatura, como el tío Isaac, el tío Tito, el Félix (Alonso), el César, el tío Dionisio,……………que, con profundas cicatrices del tiempo y del trabajo, fueron capaces de transmitirnos experiencias increíbles de sus vidas y continuar sonriendo. Y donde, hoy en día, contamos con narradores entrañables como Miguel Ángel San Miguel y Abel Hernández, capaces de contar la vida para vivirla leyendo. Tierra en la que han recalado ilustres personajes como Ezequiel Solana, que enseñó su propio manual en la escuela de Villarijo, pueblo que le dedicó su mejor plaza. O Julio Llamazares, quien se inspiró en Sarnago para escribir su mejor novela: “La Lluvia amarilla”. O el eminente hematólogo Jesús San Miguel, premio Severo Ochoa de investigación biomédica 2009. O el mismísimo Berlanga, que inauguró una biblioteca que lleva el nombre de su suegro, Gervasio Manrique, un hombre de bien que iluminó los humildes hogares sampedranos. Tierra en la que sus gentes han sido capaces de conservar ancestrales ritos que perviven tal cual, como las Móndidas de San Pedro, La Ventosa y Sarnago, y el Paso del fuego, en el que un puñado de sampedranos, en auténtica catarsis, caminan sobre una alfombra de ascuas de roble en la mágica noche de San Juan. Fiestas atávicas y profundas con verdadero sentimiento de ofrenda y de alegría, y de emocionado canto a la vida. Tierra donde se pactan contratos sin firma, haciendo honor a la expresión por todos conocida: “palabra de soriano”, que viene a resumir toda una tradición de buenas gentes acostumbradas a compartir honradamente la fiesta y el trabajo. Y tierra, por fin, a la que, por haber vivido tantas y tan hermosas experiencias, preciso regresar con regularidad como si de dependencia se tratara. Mis amigos, poco a poco, van entendiendo que buscan fuera lo que algunos privilegiados encontramos dentro. Barakaldo 3 de Mayo de 2012
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Antiguo pueblo de Berdonces
(Por Elena Labayen Berdonces)
Hace unos pocos meses la Revista Celtiberia en su número correspondiente a 2011 publicó el artículo sobre el despoblado de Verdonces que yo le había enviado. Me alegró doblemente que lo publicaran, personalmente, por ser un reconocimiento al esfuerzo de búsqueda de información llevado a cabo, pero también porque lo considero un homenaje a todos los pueblos deshabitados de la zona. Antes de proseguir debo deciros que mi apellido Berdonces me viene de mi abuelo materno, Pedro Berdonces, y a éste de su padre, Anastasio Berdonces Vallejo, que era de La Ventosa de San Pedro. Cuando empecé a interesarme por el origen de los Berdonces, hice una visita a los lugares de donde marchó un día mi bisabuelo. Debo confesaros que la belleza agreste de esa tierra, me fascinó. Por eso seguí investigando hasta dar con el pueblo de Berdonces, que visité junto con mi hermano y unos amigos, hace ahora un año. Me emocionó pisar ese lugar, hoy desolado, e imaginar cómo habían vivido allí nuestros antepasados, varios siglos atrás. El arqueólogo Eduardo Alfaro, paisano vuestro, a quien debo agradecer haberme informado acerca de la ubicación exacta de Berdonces, que no viene en ningún mapa y que pocos investigadores saben, me dijo que cuando la repoblación de los pinos, aparecieron restos de enterramientos altomedievales El pueblo de Berdonces, hoy despoblado, estaba situado en el barranco de Valdeverdonces, en el antiguo camino de Castillejo de San Pedro a Valdenegrillos. Debió de surgir en la Edad Media, allá por los siglos XI o XII, con gentes llegadas de Cornago o de Cervera del río Alhama, en opinión de don Gonzalo Martínez Díez. De hecho, en esta parte de Soria las relaciones con La Rioja han sido una constante en todas las épocas, existiendo muchas palabras en común entre el habla rural riojana y la vuestra, reflejo de una misma cultura ancestral. Abel Hernández, en sus novelas sobre Sarnago, y José María Pastor Blanco, en La Rioja, han sabido recoger ese léxico tradicional, que estaba en vías de extinción. Éstas fueron, sin duda, buenas zonas de pasto, por eso es más que probable que los monjes del cercano monasterio cisterciense de Fitero, que tantos intereses ganaderos tuvieron en toda la zona en los siglos XIII y XIV, con granjas, explotaciones agropecuarias, terrenos y otras propiedades, tanto en la parte soriana (San Pedro Manrique, Rabanera, Sarnago, Yanguas, Magaña, Valdeprado, Ólvega o Ágreda), como en la riojana (Arnedo, Cornago, Yerga, Autol, Quel, Cervera, etc.), hubieran aprovechado en algún momento el Barranco de Verdonces como lugar de pasto para sus rebaños. Lo digo porque los monjes de Fitero, que eran originarios del sur de Francia, al igual que los que se instalaron en Cántabos y más tarde fundaron el monasterio de Huerta, pudieron haber dejado en la toponimia de esta zona, nombres de origen gascón-occitano, como Berdonces o Seces, éste último en Sarnago. No sería de extrañar, además, que hubieran existido cerca de aquí pequeños monasterios, de los que poco o nada se sabe, como es el caso del de Magaña, San Pedro el Viejo o Santa María del Monte o de Sezes, a la que se refiere Ángel Almazán de Gracia. Seguro que muchos de vosotros conocéis el lugar donde estuvo el pueblo de Berdonces y sus alrededores, mucho mejor que yo. Aunque abandonado desde el siglo XVIII, fecha en que se derruyó la iglesia dedicada a Santiago, según el testimonio de don Miguel Antonio Martínez, cura párroco de Navavellida, en 1796, las construcciones se han seguido utilizando como corrales de ganado, y alguna de ellas, incluso, se ve que ha sido rehabilitada por dentro, no hace mucho. De hecho, por las proximidades del Barranco de Valdeverdonces discurría la Cañada Real Canejada, que procedente de Sarnago, entraba en La Rioja por Navajún. 42
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Miguel Ángel San Miguel Valduérteles, en la Revista Sarnago de 2010, se refería a Berdonces como el pueblo de los moros. También Ildefonso Rodríguez R. de Lama había señalado la presencia de numerosos musulmanes en la cabecera del río Alhama, en Aguilar, Inestrillas, Cervera y Valdeprado. Miguel Ángel Moreno Rodríguez de Arellano explica que fueron muchos los moriscos huidos de Aguilar con motivo de la sangrienta represión que comisarios y oficiales de la Inquisición de Logroño llevaron a cabo contra esta minoría, a partir de 1570. Algunos de ellos debieron de buscar refugio en las apartadas aldeas sorianas de Berdonces o Valdeprado, donde continuaron viviendo tras el decreto de expulsión de 1610, dedicados a sus antiguos oficios, entre ellos, el de la trajinería. Como ocurrió en otros tantos lugares, el pueblo de Berdonces se fue despoblando desde mediados del siglo XVI y a lo largo de todo el siglo XVII, coincidiendo con la crisis de la trashumancia, que trajo como consecuencia el abandono de las sierras. Los libros parroquiales de Fitero, Cintruénigo o Corella reflejan por esos años un incremento del flujo migratorio procedente de Grávalos, Cornago, Igea, Cervera, Aguilar, Navajún, Valdeprado, San Felices y Ólvega. En opinión de Francisco José Alfaro Pérez, fiterano de nacimiento y profesor de la Universidad de Zaragoza, varones jóvenes procedentes de las sierras soriano-riojanas habrían bajado a trabajar como sirvientes a Fitero, casándose y estableciéndose en esa localidad, resultando un reclamo para otros familiares o conocidos que terminaban siguiendo su mismo camino. Un ejemplo de los sorianos llegados a Fitero en el siglo XVII, habrían sido, en palabras del profesor Alfaro Pérez, los Berdonces de Valdeprado, asentados posteriormente en muchas localidades de la Rioja Baja y de Navarra. Desde aquí muchos Berdonces marcharon a trabajar hacia Barcelona, el País Vasco y otros lugares más alejados como Jaén, donde se afincaron. Podemos suponer que la pequeña aldea de Berdonces, al igual que otras, fue languideciendo, hasta que marchó su último habitante y su iglesia se derrumbó, cosa que ocurrió en el siglo XVIII, aunque sus edificaciones, por lo que se ve, han seguido siendo utilizadas como corrales para el ganado. Hoy los caminos se han borrado, y los pinos jóvenes cierran el descenso hacia el barranco. Me temo que hace tiempo que nadie va por allí. Espero que al leer estas líneas alguien se anime; la grandiosidad y belleza del paisaje compensan, con creces, la dificultad del acceso. Y si alguno de vosotros recuerda más cosas sobre este lugar, os agradeceré que me lo hagáis llegar a través de la Asociación de Amigos de Sarnago
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Desde Navabellida.
(por César Ridruejo) Nací en 1943 y cuando cumplí 10 años mi familia emigró a Tudela, esos primeros años de mi vida en Navabellida fueron felices dentro de la dureza de la vida de entonces. Hasta que cumplí seis años, para iluminarnos solo teníamos el candil de aceite. Había que ayudar en casa, íbamos a por agua a la fuente, “ordeñábamos” las hojas de las ramas de los olmos para echárselas con salvao a los cochinos, sacábamos las caballerías del ramal a comer hierba por los ribazos, hacíamos de monaguillos (en latín claro), repicábamos y volteábamos las campanas, traíamos de la pieza con las caballerías cargas de mies a la era, alguna tarde la maestra nos llevaba a quitar piedras de los caminos, en el mes de mayo también nos llevaba a la iglesia a cantarle flores a María. No obstante teníamos mucho tiempo libre. Libre para buscar nidos por las paredes y por los árboles. Cuando subía a un olmo a por un nido de urraca el Eugenio, el del Quirino, me gritaba “ánimo sólo te falta un metro”. ¡Mentira! me faltaba más, pero por orgullo seguía trepando. Mal llegaba al nido, metía la mano temblorosa en el interior y bajaba los huevos en la boca. Teníamos escondidos junto a un chozo, docenas de huevos para hacernos una merienda, cuando fuimos a buscarlos nos encontramos solo las cáscaras. Las culebras se los habían bebido. Tiempo libre para irnos a jugar a las eras o al prado matachía. Para coger culebras del rabo, darles tres vueltas con violencia y lanzarlas al aire, caían muertas. Esto no nos daba miedo, lo que si nos daba y mucho era pasar de noche junto al cementerio para ir al otro barrio, con todo a oscuras, con el río y sus ruidos al lado, con las hojas de los chopos movidas por el viento, todo ello formaba un conjunto que nos hacía correr aterrorizados. Tiempo libre para hacernos chiflos con varetas tiernas de chopo (Se sacaba la corteza entera, se vaciaba convenientemente el interior y se volvía a poner la corteza) y chiflaban claro. También nos hacíamos barquitos de juncos cogidos junto a alguna fuente. Por las matillas solíamos encontrar fresas silvestres muy dulces. Mercado de San Pedro Manrique, años 60 En agosto llevábamos a la pieza la comida a los segadores en una cesta de mimbre. El segundo plato solía ser chorizo o lomo sacados de la tinaja, donde habían estado bañados en aceite de oliva durante meses. Recuerdo llevar la cesta, tapada con una servilleta, con sumo cuidado. Que buenos olores me subían, ¡cómo cantaban los grillos y las chicharras! También me solían amenizar el camino las alondras, trinando inmóviles en el cielo con un aleteo constante. Si pasaba cerca del río podía oír en los chopos el martilleo de los picobarrenos al hacer su nido en un tronco. Otros recuerdos son la matanza, gran fiesta y grandes emociones para los niños, al final llevábamos el presente a las tías. O cuando cortaban el rabo a los corderos y ¡Hala!, ceniza en la herida y a freírlos en la sartén para los niños, o cuando tiraba el gato desde el somero hasta la calle. A la tercera vez se malició y me arañó claro. O como cantaba mi madre y todas las madres entonces, haciendo cualquier labor de la casa. Cuando ahora asisto a algún espectáculo de fragmentos de zarzuela rememoro aquellas tonadillas: Hay mi morena, morena clara...Dicen que se va con otra el mocito que me quiere... Una mañana muy tempranito, salí del pueblo con el hatillo y como entonces la aur... Muchos recuerdos, también recuerdos a mil olores. Al olor del bollo con el chorizo dentro recién horneado, o a la hojarasca de los chopos en otoño, o a la torta de chichorras, o a la lana recién esquilada de las merinas, o al intenso y característico del chivo, o al asqueroso de las abubillas, o a la flor de los lirios plantados sobre las paredes de los corrales... Pero llegó el día de emigrar, para mi a lo desconocido, fue una tarde cuando las sombras se alargan, salíamos por la aldea del cebadero, mi padre me llevaba a la grupa de una caballería, yo volvía la cabeza una y otra vez hasta que dejé de ver la última casa de la Nava Bella, (Navabellida). Aquella sensación desagradable la recuerdo 58 años después. En Tudela me sentí discriminado por otros niños, éramos diferentes, eran otros tiempos, nos tachaban de tacaños. Aquel dicho “castellano rabudo donde está el rabo, al salir de castilla me lo he dejado”. Años más tarde esos mismos, nos envidiaban, si habíamos llegado hasta donde ellos no pudieron. Los comerciantes de la zona ya vendan tractores o lo que sea, valoran muy positivamente el hecho de que un soriano es honrado en los tratos 44
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y paga siempre al contado. Estoy agradecido a esta tierra que me acogió y donde estoy totalmente integrado con mi familia, aunque sigo diciendo que vivo en Tudela pero soy soriano. Los emigrantes de las tierras altas, nos conocemos todos, hay un lazo perpetuo que nos une, a mi me tratan con deferencia y yo les correspondo gustoso. Me siento orgulloso de la cultura de mi tierra y de mis antepasados. Me refiero al esfuerzo, la constancia, la honradez, el ahorro, la familia, las buenas costumbres, la educación. Cuantas veces nos diría mi madre, ser buenos hijos míos ser buenos. He tenido repetidamente el mismo sueño: Subo por un bosque frondoso, grandes árboles, muchos nidos, trinos de pájaros, aromas de flores silvestres. Subo hasta la cima, veo un amplísimo paisaje, siento serena felicidad... Al despertarme por la mañana deduzco: Esta noche he estado en Navabellida, he subido por la fuente vieja, la dehesa, el robledal del prado paragón y he terminado en la cima del Lutero. ¿Qué pensáis, que en mi vejez sublimo mi infancia y procedencia? Pues sí, tenéis razón.
Pinturas de César Ridruejo inspiradas en Tierras Altas
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Sarnago, Tierras Altas Hace un tiempo leí con placer varios libros, recreaciones podría decir, inspirados en Sarnago, obras que me han encantado. La última de ellas La Vida entre Veredas de mis amigas invisibles Isabel y Leonor, madre e hija respectivamente; con anterioridad ya había leído bueno mejor devorado, La Sierra del Alba de Avelino Hernández, Por Tierras de San Pedro de Diego Rafael Cano, La Lluvia Amarilla de Julio Llamazares y la trilogía Abel –Hernandiana, conformada por El Caballo de Cartón, Memorias de la Alcarama y Leyendas de la Alcarama. Todos y cada uno de los libros enumerados son otras tantas historias basadas en el tema triste, trágico tema de la despoblación en nuestra querida, abandonada y olvidada provincia de Soria. Quien conoce Soria y su provincia queda anonadado, El Vallejo enamorado; pero quien conoce “Tierras altas” no las puede olvidar, es tal el sentimiento que te embarga, que las imágenes quedan grabadas en tu memoria toda la vida. El visitante de Sarnago o de cualquier otro pueblo de la comarca, no puede ni imaginar que en esos despoblados una vez hubo vida, que allí se cantaba y se reía, se tenían ilusiones y la gente era feliz incluso con su modo de vivir humilde que en más de una familia se rozaba la miseria, pero en vez de ayudarlos para salir de esa situación, se fomentó la venta casi regalada de sus tierras y pertenencias y se aceleró la despoblación y con ello el abandono casi total de treinta y seis de los pueblos de la Sierra del Alba. En ningún momento se pensó que aquello que aparentemente no tenía ningún valor, era el lugar donde muchas personas humildes tenían su tierra, su casa, rebaño… que era poco, ¡sí! Pero era su único tesoro, para ellos el único que poseían. Aquellas tierras fueron de sus antepasados desde tiempos inmemoriales, allí estaban los restos de padres, abuelos… y era el lugar donde querían vivir pese a hacerlo humildemente. Mi primera visita profunda a la comarca, la hice con motivo de la composición del encargo para el “OTOÑO MUSICAL SORIANO” homenaje a Avelino Hernández puesto que elegí para mi composición su obra homónima La Sierra del Alba entonces me impregné del aroma de la sierra, de sus costumbres, sus problemas, sus leyendas; me pasé largas horas en lo alto de Oncala, admirando el entorno, meditando, quería penetrar en ese paisaje, en esas historias, en ese mundo del que hablaba Avelino en sus libros, así que además de mis visitas a la sierra fui desgranando como las cuentas de un rosario, “Aún queda sol en las bardas, Donde la vieja Castilla se acaba, Mío Cid por tierras de Soria, Los hijos de Jonás…. Quería impregnarme de paisaje y paisanaje, antes de acometer la empresa de plasmar en el pentagrama una música que reflejara el modo de ser y vivir de un mundo que ya casi no existía. Después vendrían largos meses en el silencio del cuarto de trabajo, introduciéndome en la piel de esos personajes que había conocido en los libros, que vivían en esos montes que yo había recogido en mi subconsciente y estaba seguro, jamás los borraría de él. Cuando conocí Sarnago por primera vez, me propuse escribir una obra sinfónica que reflejara las impresiones de aquella visita con mi buen amigo Pepe Sanz y empecé a investigar y vi que Sarnago tenía canciones propias y entonces nacieron “Las Flores, en la Alcarama, la Iglesia de San Bartolomé, y al Cruzar el Arroyo” ,y no contento con ello escribí otra obra recreándome con canciones de todos los pueblos que conforman el conjunto de la Sierra del Alba, entonces recordé que un pueblo que canta está vivo, y la Sierra del Alba y en ella Sarnago cantaba, por lo tanto estaba vivo, y admiro a la Asociación Amigos de Sarnago por empeñarse en querer renacer la vida en su pueblo. Yo también me siento sarnagués. Desde Agost un pequeño pueblo de Alicante (Manuel Castelló) Desde 1980
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Ganadería estante en Tierras Altas (Por Santiago Álvarez)
Ovejas estantes negras de la cordillera ibérica en Ágreda. En torno a este tipo de ganado floreció una importante industria textil manufacturera de lanas estantes morenas de peor calidad que la merina. Junta de Castilla y León. AHSo 7245
La ganadería ha sido la actividad económica principal de las Tierras Altas de Soria. Actualmente la oveja merina es el tipo de ganado predominante y ha conseguido desplazar al primitivo ganado estante que durante siglos ocupó de manera permanente esta comarca ganadera. La oveja Chamarita o sampedrana, fue descrita y estudiada en 1950 por Hilario de Bidasolo y Aldámiz1, era la antigua oveja churra o estante que ocupaba buena parte de La Rioja, sobre todo las comarcas de Alfaro y Calahorra y hoy se extiende con profusión por la zona de Arnedo y Cervera, donde predomina. Sin embargo, Sánchez Belda2 (1986) indica que hasta hace pocas décadas también se extendía por la zona norte de la provincia de Soria, ocupando las comarcas del Valle de Tera y Tierras Altas. El mismo autor reserva el calificativo de “sampedrana”, para el ganado estante chamarito que tradicionalmente ha ocupado la comarca de San Pedro Manrique. En torno a esta clase de ganado, predominantemente negro, se ha utilizado un vocabulario peculiar que permitía a los pastores diferenciar y describir las diferentes tonalidades y particularidades cromáticas de sus ovejas. A lo largo de la cordillera Ibérica, este vocabulario ha adoptado ligeras adaptaciones. Denominaciones como roya, careta, lucera, morriblanca, mora, galana o laya se empleaban cotidianamente para definir algunas características de este tipo de ganado. Con la lana negra o morena florecieron pequeñas industrias textiles en algunas localidades. Iglesia Hernández3 (1999), describe con exactitud el manejo que recibía este tipo de ganado en Oncala, muy diferente del que recibía el ganado merino. Se trataba de una oveja que producía lanas de peor calidad, menor finura, menores ondulaciones por centímetro lineal, mechas más corta y aparecía acompañada de fibras largas de pelo muerto que la oveja merina. Sin embargo, presentaba la ventaja de que su lana se hilaba mejor, y si se lavaba para hacer colchones eran mejores que los de lana merina. 1
BIDASOLO Y ALDAMIZ-ECHEVARRIA, Hilario. La ganadería en la provincia de Logroño, su estado actual y mejoras a introducir. Publicaciones de la Junta Provincial de Fomento Pecuario. 1950. 2 SÁNCHEZ BELDA, Antonio et al. Razas Ovinas Españolas. 1986 3 IGLESIA HERNÁNDEZ, Pedro. Oncala ayer y hoy. 1999. 48
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Hasta mediados del siglo XX, los ganaderos trashumantes acostumbraban a tener rebaños integrados simultáneamente por ovejas Chamaritas y merinas. También había pequeños labradores que sólo tenían una veintena de ovejas estantes, para las que recolectaban heno, grano y paja con los que podían pasar el invierno. En total, este tipo de ganado “sampedrano”, no representaba más del 3 por ciento del total lanar del municipio, y a diferencia del ganado merino permanecía todo el año en el pueblo. A pesar de la poca importancia numérica del ganado chamarito, por aquella época solía haber dos pastores pagados por los vecinos que sacaban a pastear al ganado. Cada rebaño comunal lo integraban entre 150 y 200 cabezas. Su manejo era sencillo, los días que el tiempo lo permitía salían a pastar y se careaban por las zonas de monte medio, si el tiempo era malo descendían a cotas bajas junto al río Linares. Estos rebaños comunales recuerdan en su manejo a las “veceras” asturianas, herederas de una tradición pastoril muy antigua que nos evoca a la cultura de los “Castros sorinanos”. Este sistema de manejo se prolongaba desde que partían las merinas, a finales del verano, hasta primeros de junio, fecha en la que regresaban. En cierto modo se vio favorecido por la ausencia de mano de obra masculina ya que los hombres se encontraban en el extremo con los rebaños de ovejas trashumantes. Cada tarde las ovejas chamaritas regresaban a su redil y cada una de ellas sabía con exactitud dónde se encontraba su corral. El ama de casa o la chiquillería comprobaban si las ovejas ese día habían comido bien y si no era así procedían a suplementarlas con algo de heno. La época de parición coincidía con los meses más fríos y duros del año, enero y febrero, en este momento las ovejas recibían cuidados algo más continuados. Junto a las ovejas paridas, en el portal de muchas casas, se reunía el “trasnocho” que consistía en una especie de reunión nocturna de mujeres junto al calor de estas ovejas y del brasero, que se utilizaba para explicar historias en ausencia de sus maridos. Por San José, los corderos y las ovejas salían a pastar al campo y no requerían de suplementos alimenticios. Cuando la economía de estas mujeres requería de dinero en efectivo recurrían a la venta de los corderos, que administraban exclusivamente ellas, igual que los cerdos, gallinas y huertos. Según indica Iglesia (1999), algunas veces se las esquilaba antes que a las merinas ya que su lana también se dedicaba exclusivamente al uso dentro del hogar y con ella se elaboraban colchones, jerséis y calcetines. Las ovejas sampedranas no pagaban pastos durante los siete meses que duraba el invierno, y sus propietarios solamente debían remunerar una cantidad a cuenta del jornal que percibía el pastor comunal de cada aldea. Cuando regresaban las merinas de pasar la invernada las ovejas sampedranas se reincorporaban al rebaño.
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LOS PELENDONES
(Texto e imágenes extraídas de www.pelendonia.net)
De lo que más tarde sería considerado Celtiberia, los PELENDONES fueron el primer grupo tribal en llegar a la Península. Se cifra la llegada de los pelendones a nuestras tierras en torno a los siglos VIII-VII A.C., atravesando el paso de Roncesvalles, desde Aquitania. Los pelendones que, de acuerdo a la idea general sobre los celtíberos, tenían una estructura patriarcal y tribal -que a veces se interpreta como "matrilineal" debido a la consideración social de la mujer en igualdad con el hombre, como procreadora y eje de la actividad cotidiana-, llegaron organizados en clanes, independientes pero coordinados. Su interrelación era notable. Regidos por consejos de ancianos, llegaron a expandirse sin perder la conexión, controlando en cortas distancias espacios comunales desde asentamientos de tipo familiar. Pese a la profusión de indicaciones diferenciadas sobre las aportaciones celtas a lo largo de varios siglos, se distinguen en líneas generales dos oleadas de carácter "invasionista". Desde un primer asentamiento territorial, parece asumirse que los pelendones fueron empujados y/o asimilados en las zonas bajas por una segunda oleada, concentrando su espacio y su cultura en las serranías del Norte de la Meseta. Así, por el norte fueron avecindados por los berones que ocuparon gran parte de lo que hoy se conoce como Rioja y, por el sur, lo harían con los arévacos, también mencionados como "vacceos del extremo", la tribu más extensa y pujante de Celtiberia, que ocuparía el resto de lo que sería Soria, y zonas de Segovia y Guadalajara. 50
Estos vecinos habrían llegado en torno a tres siglos después aportando un grado de civilización más avanzado. En su relación con los arévacos -según los especialistas- se habría perdido la titularidad de Numancia y las tierras llanas. Se asume la preeminencia de la tribu más fuerte, más avanzada y con mayor actividad agrícola, pero por otro lado se afirma una coexistencia y afinidad que pudo llegar a cubrir la falta de referencias sobre los pelendones en espacios temporales en los que pudo incluirse conceptualmente dentro del grupo arévaco. Según referencias, la ciudad de Numancia habría sido restituida a los pelendones por intereses administrativos romanos hacia el s.I D.C., después de su despoblamiento en el 133 A.C., tras la derrota final. Arévacos y pelendones, considerados ya bajo la administración del Convento de Clunia, formarían juntos la llamada Celtiberia Ulterior, diferenciada de la Citerior o más relacionada con el Valle Bajo del Ebro, y cabecera del Tajo, hoy tierras de Aragón o Castilla La Mancha. Los PELENDONES se describen como gentes ganaderas y montaraces, relacionadas con la trashumancia. La cualidad apuntada por algún autor sobre su nomadismo-trashumante parece contradecirse con la calidad de sus asentamientos, especialmente a partir de su celtiberización, momento en que se permeabilizan en cuanto a las nuevas influencias, sobre cerámica, hierro, constructivas, o culturales, aportadas por sus vecinos.
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El ámbito pelendón termina por identificarse a través de las características del denominado "Castro Soriano", término acuñado por B. Taracena (Soria 1895 /Madrid 1952), generalmente asumido por los estudiosos de esta región. Las características de estos emplazamientos, como son la altitud (12001400m.), su extensión (1-2 has.), su sistema de amurallado único (a veces parcial, completado por flancos inaccesibles y piedras hincadas), restos cerámicos (a mano, con escasas ilustraciones), distribución un tanto anárquica de sus viviendas..., parecen describir por sí mismas el espacio territorial del asentamiento de este colectivo.Juan Loperráez Corvalán, ya en el s.XVIII, localiza a los pelendones en los Montes Distercios, que corresponden a la región que hoy se describe. Aunque prestigiosos especialistas actuales portan argumentos distintos en cuanto a su precisión y exactitud, en base a las localizaciones que responden a las características arqueológicas de dichos asentamientos, el territorio pelendón parece suscribirse, generalizada y bastante nítidamente, a las serranías y estribaciones de La Demanda y de Covarrubias, limitando con Turmogos; de Urbíón, de Neila, Cebollera y Cameros hasta el límite con los Berones; de Cabrejas, del Resomo y de la Umbría, al límite con los arévacos, y de las
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estribaciones del Moncayo limitando con vascones y lusones. Incluiría también cabeceras y cursos altos de ríos como el Duero, Arlanza, Linares, Alhama, Najerilla (o Neila). Poblaciones como Canales de la Sierra, "las Viniegras", Cervera, Cornago, Fitero, Ágreda-Muro, Soria-Numancia, Ocenilla, Vinuesa, San Leonardo, Salas, son enclaves que marcan las referencias aproximadas de los confines de su territorio. Siguiendo las delimitaciones territoriales y administrativas actuales su zona de influencia abarcaría, en líneas generales, el territorio serrano del sur riojano, el sureste burgalés, el norte soriano y tocaría ligeramente Navarra y el oeste zaragozano. A nuestro entender, cinco provincias, cuatro comunidades autónomas: Castilla, Aragón, Rioja y Navarra.
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Los últimos vecinos
(Por Abel Hernández). Extraído de su blog: http://elcantodelcuco.wordpress.com/ El Zacarías y la Romana resistieron lo que muertos. El fenómeno despertó curiosidad. pudieron, hasta que no pudieron más. Los años y Acudieron periodistas y televisiones a los achaques tuvieron la culpa. Llevaban muchos Valdenegrillos, una aldea en el monte, que años completamente solos en su humilde casa del perteneció al Ayuntamiento de Sarnago, en la que pueblo, con su burro, su huerto y sus gallinas. Eran vivían, cuando yo era niño, más de cuarenta como robinsones perdidos en el monte, sin un alma familias, gentes humildes y de carácter, labradores a varias leguas a la redonda. Por el camino pobres, cabreros, pastores, leñadores y cazadores pedregoso y estrecho, cada vez más cerrado por la furtivos. Pero el Zacarías despedía a todos maleza, bordeando la Alcarama, acostumbraba la airadamente. No quería propaganda ni que alteraran Romana a recorrer con su borrico cada dos su vida. Llegó a enfadarse un tiempo hasta con los semanas, hiciera frio o calor, las dos leguas largas curas de San Pedro, que de vez en cuando acudían a que van de Valdenegrillos a San Pedro Manrique, visitarlos por si necesitaban algo. Les acusaba de cruzando Sarnago, en busca de suministros. El haberle robado el reloj, su único tesoro, que viajero que se aventuraba por estos páramos de desapareció misteriosamente. “¡No me hablen, que soledad podía verse sorprendido con la imagen me ofenden!”, llegó a soltarles un día, antes de que extraña y antigua de esta mujer diminuta sobre el se aclarara lo del reloj. Seguramente el reloj ni burro, envuelta siquiera andaba. en un mantón ¡Para qué demonios oscuro. Era una necesitaban un reloj estampa de otro el Zacarías y la tiempo y, al fin Romana, si allí el y al cabo, un tiempo estaba signo de vida. parado, lo que con Ahora este propiedad se llama último resquicio tiempo muerto! de vida humana En el otoño, con se ha cerrado, lo la caída de la hoja, mismo que se la salud del apaga la pavesa Zacarías se resintió del candil seriamente. Hubo cuando se agota que llevarle al el aceite. Hacía hospital de Soria, tiempo que la donde se repuso salud del algo; pero no Zacarías, un estaba ya para hombre duro, muchos trotes y Campanario de la iglesia de Valdenegrillos como la raíz de menos para volver a las estepas, y terco como una mula, de más ochenta la vieja casa del pueblo. Así que liquidaron las años, se quebraba. Si no, no habría habido ser gallinas, vendieron el burro, cerraron la puerta, y un humano que lo hubiera arrancado de su rincón. Ni hijo, que vive en la capital, se los llevó a su piso siquiera los hijos. Para él no había ningún sitio antes de Navidad. Pero ¡qué pinta este hombre en la mejor para morir que su casa de siempre. La marcha capital! Me cuenta Toño, el cura de San Pedro, que paulatina del resto de los vecinos no le hizo cambiar el hijo tiene un huerto en Los Rábanos, cerca de la de opinión. No importaba que las zarzas, los saúcos ciudad y que allí pasa las horas muertas el bueno de y la maleza se apoderaran de las callejas e Zacarías, con su azada al hombro, cultivándolo. invadieran las cocinas y los dormitorios de las casas Recordará seguramente su propio huerto allí lejos, derrumbadas, con los tejados hundidos. Así, durante al pie de la Alcarama, que nadie cultivará ya nunca, años, este matrimonio se convirtió en un caso único, y al caer la noche, cuando regrese al piso, se en un símbolo. Representaban los últimos acordará de su cocina con el fuego apagado. Esta es resistentes de las Tierras Altas, pobladas de pueblos la historia de la muerte de Valdenegrillos.
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Rehabilitación integral y mantenimiento de edificios (Breve reflexión).
La rehabilitación integral de los edificios es una necesidad que se plantea cada vez con más fuerza en nuestro país, sobre todo, a raíz de la crisis económica actual. Mucha gente se cuestiona, con muy buen criterio, ¿para que construir más si existen gran numero de viviendas, muchas de ellas vacías, que se pueden rehabilitar con un menor gasto? En otros países europeos la rehabilitación de edificios está mucho más arraigada y es una práctica habitual. En nuestro país no es raro ver cómo se abandonan edificios antiguos en pueblos y cascos históricos y, no muy lejos,
sus propietarios construyen o compran nuevas viviendas. ¿Es lógico? La rehabilitación integral permite actualizar o poner al día muchos edificios, especialmente aquellos cuya cimentación y estructura se encuentran en buen estado. Se mejoraran con ello las condiciones de confort, habitabilidad, accesibilidad y, en última instancia, las relativas al ahorro económico y al incremento de valor del edificio. Veamos un sencillo ejemplo: si tenemos que repintar la fachada de un edificio colocando un costoso andamio ¿no deberíamos considerar aprovechar la ocasión para mejorar el aislamiento de la fachada, o la colocación de nuevos vidrios aislantes o contraventanas?.... El Mantenimiento y buen uso de los edificios también es una asignatura pendiente para nosotros, a diferencia de otros países. Somos capaces de construir edificios con gran esfuerzo económico, pero una vez construidos, en muchos casos, no los usamos correctamente (adecuada y diaria ventilación, molestos ruidos especialmente en las horas de descanso, etc.) ni les aportamos las mínimas tareas de conservación para que mantengan sus cualidades durante el mayor tiempo posible. Si hacemos una comparación con nuestros vehículos: ¿no procuramos conducir con cuidado y lo llevamos periódicamente al taller a cambiar el aceite y los filtros, revisar los neumáticos y los frenos? Quizá una de las pocas cosas buenas de una crisis como la actual sea que nos haga cuidar más y mantener de forma responsable nuestros edificios, con un beneficio directo para nuestra salud y nuestros bolsillos. Soria, Marzo de 2.012 Francisco Javier Muñoz Monge. Arquitecto. www.fjaviermunoz.com
© Texto y Fotografías: Francisco Javier Muñoz Monge. Desde 1980
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Presentaciones organizadas por la Asociación:
“La vida entre veredas” (Isabel Goig y Leonor Lahoz)
Sarnago, sábado 15 de octubre de 2011 Las antiguas escuelas quedaron pequeñas para acoger al numeroso público que asistió al acto. Queremos dar las gracias a los que se acercaron hasta Sarnago y quisieron acompañarnos en una ocasión tan especial y pedir disculpas aquellos que no pudieron entrar por falta de espacio. El presidente de la Asociación tuvo el honor de prologar el acto (dio las gracias a las autoras por elegir Sarnago para la presentación del libro así como a todos los asistentes por su presencia). Sus primeras palabras fueron para recordar que las fotos que ilustran, tanto la portada como la contraportada, son del fotógrafo soriano César Sanz. Seguidamente habló de sus impresiones sobre la novela, resaltando alguna anécdota descrita en la misma. Hizo un pequeño resumen sobre la historia de la trashumancia y de la mesta. Leyó un pasaje del libro de Avelino Hernández "Donde la vieja Castilla se acaba" donde relata la importancia que tuvieron las ovejas en esta tierra en otros tiempos. Para resaltar la importancia que para este pueblo tuvo la trashumancia leyó parte de un relato publicado en la revista de Sarnago Nº 2 (Luís Javier Lara Jiménez) en el que se describe como un zagal, muy joven (posiblemente de la edad del protagonista de la novela), de este pueblo bajó hasta Granada y se quedó a vivir por aquellas tierras, hecho que ocurrió a finales del siglo XVI. Por último explicó el por qué del apodo " Los Mayorales" aplicado a los sarnagueses. Con la novela viene un DVD de fotos, de varios autores, referidas a los paisajes de la novela. Leonor fue la encargada de proyectarlas, al mismo tiempo que Isabel las comentaba. Seguidamente tomó la palabra Isabel, para hablarnos de los pormenores de la novela. Cómo surgió la idea, el trabajo de campo realizado, tanto en las Tierras Altas como en su Jaén natal, la colaboración que había obtenido por parte de la gente con la que había hablado y de las ganas que tenía, desde hace mucho tiempo, de tratar este tema tan apasionante. Leonor nos habló sobre el tema que más le tocó desarrollar, "los trasnochos". Su intento de meterse dentro de esas reuniones nocturnas, principalmente de mujeres, e intentar transmitirnos sus conversaciones sus pensamientos, inquietudes, etc.. Para finalizar agradeció públicamente a su madre todo lo que le había enseñado y el amor por la escritura que le había inculcado. Al finalizar el acto literario, propiamente dicho, y mientras las autoras firmaban ejemplares, se obsequió a todos los asistentes con un aperitivo sufragado y servido en el exterior por los miembros de la Asociación. En los corros se iban sucediendo las charlas sobre los temas más diversos. Poco a poco se fue poniendo el sol sobre la Sierra del Alba y nos sorprendió la noche. Fueron marchando nuestros invitados, recogimos lo que quedaba del refrigerio y nos dispusimos a preparar la cena para los cerca de 40 comensales que nos reunimos alrededor de la mesa con el fin de poner un broche de oro a este bonito día. El menú, a escote, consistió en sopas de ajo, ensalada templada de quesos, bacón y almendras, solomillo de cerdo a la brasa con salsas de boletus y/o roquefort y de postre flan, melocotón y piña en almíbar con nata, la cena regada con vinos de Navarra. Para finalizar café y copas. 54
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Tudela, viernes 10 de febrero 2012 “La trashumancia de la sierra soriana llega hasta Tudela” Más de 80 personas nos dimos cita en la sala Cancha, que Caja Navarra tiene en Tudela. José Mari Carrascosa, presidente de la Asociación, fue el encargado de abrir y presentar el acto. Presentó a las autoras, e hizo un repaso a la amplia bibliografía de Isabel Goig. Seguidamente destacó la importancia que durante muchos siglos tuvo la mesta para estas tierras, hasta su abolición en 1836, momento del comienzo de la decadencia, llegando hasta nuestros días (en la actualidad, en las Tierras Altas de Soria, solamente quedan 2 familias de trashumantes). En el turno de palabra de las escritoras, comentaron el por qué de editar esta novela, escrita desde el respeto, la admiración y como homenaje hacia los pastores que bajan (bajaban) hasta las dehesas de Andalucía y a las sufridas esposas que quedaban al cargo de la familia y de los quehaceres cotidianos en los crudos inviernos de la Sierra; hicieron especial hincapié en los “transnochos”, donde, en las frías noches del invierno, las mujeres de los trashumantes se reunían para hacer más llevadera la espera. Para hacer más ameno el acto se pasó un video, montado por José Antonio Gil, con escenas de la fiesta de la trashumancia de Oncala de 2010 y de la entrada de las ovejas en la Bardena de Navarra en octubre del mismo año. También se proyectaron una serie de fotografías que las autoras han incluido en un disco junto a la novela. Al finalizar el acto, las autoras firmaron ejemplares de la novela y por parte de la Asociación se obsequió a todos los asistentes con el último número de la revista cultural “Sarnago”, que viene editando de forma periódica desde hace unos años.
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Sarnago sigue en pie
(Por Diego Rafael Cano)
22-3-2012
Pasan los años y en nuestro cerebro se acumulan los recuerdos, tantos que muchos de ellos se pierden en el olvido, menos algunos que están siempre presentes, como me pasa a mí con lo que respecta a los recuerdos que tengo de los años que viví en las Tierras de San Pedro, tierras donde aprendí a ser médico de cabecera, lo que era la sobriedad y la resignación ante el dolor. Tierras duras y gentes conformistas que cultivaban con tesón sus campos, cuidaban con esmero de sus rebaños y respetuosos con su médico al que consideraban como un ser valioso y A la izquierda, Diego Rafael Cano, autor del libro ”Tierras de San Pedro” de su propiedad. junto a Pepe Sanz
De los ocho años que desempeñé el cargo de Médico de Cabecera, junto con mi íntimo amigo José Ignacio García Fernández, el partido de San Pedro Manrique, que comprendía a diecisiete pueblos, a los que había que llegar a lomos de una caballería, Sámago era el más cercano y el más abierto y acogedor, por lo que con gran frecuencia acudíamos juntos y se formaba una especie de tertulia, en la plaza del Ayuntamiento, a la que acudían los vecinos y se charlaba un rato mientras la mirada se perdía por el horizonte que parecía llegar hasta el infinito. Y mi amigo D. Ignacio un día acudió a Sámago porque le dieron un par de avisos. Se presentó a lomos de un caballo y acompañado por su perro de caza, al que llamaba "Mallorquín", del que estaba muy orgulloso. Amarró al caballo en una anilla que había en una pared y le ordenó al perro que se tumbase en el suelo, al lado de la caballería. Mi compañero fue a ver a sus pacientes y al volver se encontró revueltos a los vecinos y preguntó qué había pasado y uno de ellos, bastante nervioso, le contó que su perro "Mallorquín" había saltado la valla de su corral y le había matado catorce gallinas ponedoras. Hubo un conato de discusión pero fueron prudentes y buscaron una solución. Se valoraron las gallinas y el precio de cada una, pero no quedó todo resuelto pues una vez pagadas las gallinas... ¿a quién pertenecían? Al final todo se arregló y sirvió de aviso. A partir de ese momento mi compañero decidió que si acudía a ver algún enfermo no solamente ataba al caballo sino también al perro. Pasó el tiempo y parecía que Sámago iba a desaparecer. En mis viajes por esas tierras veía como se hundía y las lágrimas asomaban por mis ojos... hasta que un día vi como el campanario se levantaba gracias a una juventud entusiasta que lucha por devolverle a la vida y Sámago sigue Pepe Sanz en las eras de Sarnago leyendo el libro de D. Diego Rafael Cano en pie y lleno de esperanza. 56
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Mi descubrimiento de “La sierra del Alba”
(por Iñaki Ustarroz Irizar)
Aunque soy de Pamplona y resido allí, visito con la frecuencia que puedo las tierras altas de Soria, la sierra del Alba, la sierra del Alcarama. Todo se lo debo a Avelino Hernández y a su obra cuyo título toma el nombre de la zona. No conocía esta comarca de nada, salvo por la referencia cervantina a los yangüeses y por la conocida tradición sampedreña del paso de las brasas. La casualidad quiso que encontrase en la estantería de la casa de un amigo el libro de Avelino. El propietario desconocía su procedencia. Suponía que se habría cambiado de lugar en un reciente traslado de domicilio. El caso es que comencé a leerlo y me lo llevé prestado. Lo devolví a los días para volver a pedírselo al poco tiempo. Así hasta tres veces. La última, el amigo me lo tiró a la cara diciéndome: ¡No me lo devuelvas! Detalle de “gatera” en una puerta de Sarnago De esa manera casual nació mi afición a estas tierras sorianas. Tanto me interesó el tema del que habla el autor, que me empeñé en conocer esos lugares. Como no uso vehículo a motor, me compré una moto para desplazarme. Hice unos planos en los que ubiqué todos los pueblos de los que habla Avelino. Inicié mi peregrinación particular por la sierra. Conocí todos los lugares. Anduve por todos los montes y valles durante muchas horas cada domingo que podía escaparme de Pamplona. Quiso el destino que el primer lugar al que llegué, sin haberlo dispuesto de manera alguna, fuera Sarnago. Acabé enamorándome de esta tierra y de sus paisajes. Descubrí la infinita belleza de los entornos, que perdura aún después de la dramática destrucción de sus pueblos. Disfruté de los paseos por sus callejuelas, allá donde esto era posible. Sentí emociones intensas ante el espectáculo de las casas arruinadas, de los espacios vacíos, ante los restos abandonados y ajados de los que fueron cálidos hogares. Encontré una arquitectura sencilla pero eficiente. Intuí unos modos de vida austeros. Presumí el carácter emprendedor de los habitantes que supieron adaptarse a nuevas circunstancias adversas, sobreponerse y desarrollar proyectos de futuro lejos de sus hogares. Llegué a interesarme por aquellos modos de vida hasta el punto de que inicié una pequeña investigación sobre ellos. Tanto me afectó el conocimiento de la zona que me vi impelido a anotar todas las sensaciones que me provocaba el contacto con los lugares visitados. En la actualidad he terminado un pequeño libro que está a punto de ser impreso (La Sierra Desolada). En él, rindo mi personal homenaje a Avelino, a quien tanto debo. Trata el libro sobre el conjunto de mis vivencias en los pueblos, aderezadas de una pequeña historia inventada que sirve de hilo conductor de la narración. Conocer el libro de Avelino y la sierra han sido experiencias que han marcado mi vida por un largo tiempo. Si no hay ningún contratiempo, este próximo verano haremos una presentación en Sarnago. Corazón de Jesús en La Vega
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Las cosas del “sino fuera……” El Boni, el Priscilo y el Pepe están sentados en las eras a sus pies está el ejido al frente las cabezuelas hablando están de su vida vivida por estas tierras sin darse cuenta llegaron a las cosas de “sino fuera” Sin darnos cuenta llegamos a la edad del "sino fuera", y es que nos van ocurriendo las cosas de esta manera. Tenemos buen apetito, comida la hay sin dudas, "sino fuera" que el médico nos pone a dietas muy duras.
(por Bonifacio Pérez)
Me gustan los saladillos y las cosillas picantes; "sino fuera" por la tensión que se pone galopante.
De los dientes les diré que me van bien, la verdad; "sino fuera" por lo caros que los tuve que pagar.
Nos gusta darnos paseos, y aún daríamos muchos más; "sino fuera" por los juanetes y cosas que al andar van mal.
Las narices me responden y oler bien es de mi agrado; "sino fuera" cuando se dice: aquí huele a cuerno quemado.
De piernas estoy conforme, me voy defendiendo bien; "sino fuera" por la ciática, que tengo que ir ten-con-ten.
La gimnasia es cosa sana y me gusta practicar "sino fuera" que me fatiga y la tengo que dejar.
De la vista he de decir que veo casi normal; "sino fuera" por cataratas que me tendré que operar.
Nadar es deporte sano que te alivia muchas cosas; "sino fuera" que al reuma, no va bien si lo remojas. Me gusta el baile, el jaleo y disfruto a mi manera; "sino fuera" que luego duelen piernas, lumbago y caderas. Y en relación de pareja, "sino fuera" que hay la duda; ¿es peor ahora por tierna o mejor antes por dura? Tenemos la pretensión, de estar hoy mejor que ayer; "sino fuera que los años nos han hecho envejecer". Nos irritamos por nada, cascarrabias de nosotros; "sino fuera" claro está, que la culpa es de los otros.
Nos gustan mucho los huevos, la leche y también los quesos, "sino fuera" que el colesterol no nos deja gozar de ellos. Dulces y repostería me alegran el paladar; "sino fuera" que el azúcar, no me los deja probar.
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Oír puedo decir que oigo pues, como cosa normal; "sino fuera" que hay cosillas que no quisiera escuchar. Pelo aún tengo bastante y tendría muchos más; "sino fuera" por la calva, que se ha llevado la mitad.
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Sino fueran lo que son, las leyes del "sino fuera" no estaría yo metido en esto del "sino fuera". Vamos chicos a comer que están poniendo la mesa van pasando por la plaza con la mano en la cabeza y piensan “estoy metido dentro de sino fuera”
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