“Eres un tarado”, “eres un tonto”, “te has equivocado”, “cometes estupideces”, “eres un bruto”, “siempre sacas malas notas”, “no sabes nada”. Estas son las señales frecuentes con las que se bombardea a los niños en los hogares y, a veces, en la escuela, las que se convierten en patrones o mandatos y que afloran en la adultez, como un programa que se encuentra instalado.