Director fundador Yago Mesa Consejo editorial Mauricio Absalón Jorge Alvarez Jonathan Coutiño Yago Mesa Diego Vazquez Diseño editorial Jorge Álvarez Alejandro Welch Ilustradores Carlos Alberto Hage Bontempo Alex Mesa Juan Manuel Meza Morales Alejandro Welch (Anima Motion) Zhema Wolf
04 El desayuno Carlos Alvahuante 10 Nueva Inquisicón Enrique Urbina 16 ODOROFILIA Marco Antonio Merino 22 Entrevista a Joseph Remsar 26 Treceavo Tripulante Iván Ramírez 32 ARDI Víctor Arzate 36 Dínamo Gabriel G. Iglesias 40 Lotería Sergio F.S. Sixtos 44 Canción de Cuna Daniel Olcay Jeneral 48 Quién no querría tener su propio Mr Hyde Chinchiya Arrakena
Paralizarse, huir, atacar.
n triángulo de adaptación, supervivencia, evolución. El miedo es tu amigo. Golpea la amígdala, alerta los sentidos, derrama adrenalina. Atravesamos el futuro gracias a fingir nuestra muerte; escurrirnos entre sombras; clavar garras y colmillos. Toma el viaje con nosotros a la Ciencia Ficción y el Terror, en el segundo número de la revista, dedicado a la fusión de géneros. El treceavo tripulante halará de tus tobillos justo cuando pretendas dar una bocanada de aire en la superficie de un mar futuro y la canción de cuna antigua arrullará tus deseos de supervivencia mientras un androide genérico, ARDI, intuye otras formas de salvación en tu mirada. Para salvarte del desierto apenas pases la nopalera y sus espinas como promesas, aprieta el paso o encuentra un escondite; la nueva inquisición ha llegado, mientras soñabas con juegos de lucha e intentabas pasar desapercibido, en la lotería de la masa como un pequeño bicho temeroso de ser elegido por el niño de la lupa.
Apura un nutritivo desayuno energético que redefinirá el gusto humano ya que al tratarse de sentidos alterados, la odorofilia apuesta por los aromas cambiantes de tus intimidades perversas y deseos monstruosos porque, al final, ¿quién no querría tener su propio Mr Hyde? Chinchiya Arrakena nos explica todo esto en su ensayo. Descubre también, gracias a Efraín Navarro, qué hacían dos mexicanos en el espacio allá en 1928, cuando la historieta mexicana llegó a Marte, y sube a El Dirigible para vencer la acrofobia y el miedo a los artilugios ucrónicos en la entrevista que le hicimos al autor Joseph Remesar sobre steampunk, el proceso creativo y su novela nueva. Ciencia Ficción y Terror; dos figuras de perímetros acuosos que reaccionan como el ácido de un monstruo alienígena sobre el metal de tu nave espacial. No hay límites para los terrores que nos preparan las tecnologías por venir, la evolución social y el encuentro entre extraños (sean estos terrestres o no). Pero estamos listos; el miedo nos ha mantenido vivos por más de 100 mil años. Hemos creado todos los remedios y aparatos posibles para combatir los miedos ancestrales… y generar nuevos. Mauricio Absalón
Carlos Alvahuante Nació en Hermosillo, Sonora. Estudió el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la Sogem, el Diplomado en Literatura Fantástica y Ciencia Ficción en la Universidad del Claustro de Sor Juana y la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha obtenido numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. Es autor de los libros La Ciénaga de los Sueños (Instituto Mexiquense de Cultura, 2010) y El jardín de las cosas raras (Editorial Amarante, 2012). También ha escrito cosas raras para cine. Actualmente imparte el Curso de Guión Cinematográfico I en el Instituto de Artes Cinematográficas La Cuarta Pared.
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El desayuno
El desayuno por Carlos Alvahuante
pesar que ya había despertado, Omar se negó a abrir los ojos. El ambiente bajo las sábanas era cálido y reconfortante. Giró hasta quedar boca arriba. De haber sido gato, habría ronroneado de placer. No recordaba cuándo fue la última vez que pudo dormir hasta saciarse. Por lo general tenía que pegar un brinco a las seis de la mañana para apagar el despertador. Sin embargo, aquel día las cosas eran diferentes. El despertador no había sonado, por lo que Omar se sintió libre de remordimientos: el despertador tenía la culpa de que no hubiera ido a trabajar, no él, así que se dispuso a seguir durmiendo. ¡Qué remedio! -Buenos días. Omar abrió los ojos, asustado. -El desayuno estará listo en cinco... minutos. Vivía solo. Las mujeres lo evitaban a causa del sobrepeso y el acné que lo habían marcado desde la adolescencia. Aquella voz femenina saludándolo y ofreciéndole el desayuno era un imposible. Omar se incorporó a toda velocidad. Buscó sus lentes en el buró y se los puso tan rápido que los dejó chuecos, en diagonal sobre el puente de la nariz. Miró alrededor: no estaba en su recámara. - ¿Desea un compuesto de lornas como digestivo? - ¿Quién es? -preguntó Omar al tiempo que se ponía de pie. No había nadie en la habitación. De hecho no había prácticamente nada, salvo la cama, los dos burós y las cuatro paredes, todo de una blancura increíble. Sin manchas. Sin insectos aplastados. Sólo blancura-. ¿Quién dijo eso? -Tiempo de respuesta... superado. No se incluirá el compuesto de lornas en el desayuno. La voz provenía simultáneamente de las cuatro paredes, como un sistema de teatro en casa, pero con las bocinas ocultas. Omar avanzó con lentitud, deslizando una mano sobre la cama para no alejarse de lo único que le resultaba conocido en aquel lugar. - ¿Dónde estoy? -En la subestación cuatro cuatro cero
cinco uno siete dos nueve tres del sector uno ocho dos uno cuatro nueve tres... - ¡Espérate! -extendió las manos al frente en un intento por detener la avalancha de datos-. ¡No entiendo! ¿Qué significan esos números? ¿Dónde estoy, en un hospital, en un manicomio, dónde? -Pregunta... improcedente -respondió, fría y neutral, la voz femenina. - ¿Improcedente? ¿Por qué? -No hay registros de las palabras “hospital” y “manicomio” en la base de datos. Omar se dejó caer sentado en la cama y se llevó las manos a la cabeza. Había tratado de mantenerse tranquilo, pero la situación comenzaba a volverse digna de un ataque de pánico. -Se sugiere una aproximación distinta en la pregunta. Esperanzado, levantó la mirada. - ¿Una aproximación distinta? ¿Como decirte “un lugar para curar enfermos” en lugar de “un hospital”? -se puso de pie-. Okey, entonces dime: ¿estoy en un lugar para curar enfermos? -le hablaba a la pared, tratando de darle una cara o un punto específico de referencia a la voz de su interlocutora. -Pregunta... improcedente. - ¿Y ahora por qué? -No hay registros de las palabras “curar” y “enfermos” en la base de datos. Omar escuchó un zumbido mecánico a sus espaldas. Se volvió hacia allá: a un lado de la cama se había formado un hueco rectangular en el suelo. De él emergió una mesa auxiliar con un vaso transparente lleno de líquido. Cuando la mesa terminó de subir, el rectángulo de piso volvió a su posición original. -El desayuno está... listo. -anunció la voz femenina. El líquido era café. Burbujeaba. Omar estuvo seguro de haber percibido un movimiento en el interior del vaso, como si el desayuno tuviera vida propia. Y a juzgar por el hedor, aquello era muy probable. -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos diez... minutos. - ¿Por qué? ¿Qué pasa después de diez minutos? -Omar retrocedió, alejándose de la mesa hasta chocar de espaldas contra la pared. -El desayuno dejará la fase embrionaria y buscará con qué alimentarse. - ¿El desayuno buscará con qué
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alimentarse? -sonrió y negó con la cabeza. Se sentía atrapado en una pesadilla que no reconoció como propia: normalmente sus pesadillas consistían en problemas vergonzosos como estar desnudo en el trabajo o no encontrar un baño cuando más lo necesitaba. -Ya fue suficiente. Quiero irme. -Petición... denegada. - ¡Por favor, déjenme salir! -Petición... denegada. Golpeó la pared con ambas manos. La superficie fría y sólida lo obligó a darse cuenta de lo inútiles que eran sus intentos. Recorrió las paredes con la vista: no había puertas ni ventanas. La luz se filtraba del exterior gracias a una propiedad translúcida en las paredes y el techo. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cómo le hicieron para meterlo con todo y cama sin despertarlo? -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos ocho... minutos. - ¡No, no, escúchame: te juro que tienen al tipo equivocado! ¡Soy pobre! ¿Ves? -señaló su piyama harapienta y la base despostillada de la cama.- ¡Soy un simple técnico, trabajo en un observatorio que ya casi ni se usa! No hubo respuesta. Omar, jadeando, miraba con aprehensión las paredes, en espera que se abriera milagrosamente una puerta y lo dejaran ir. -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos seis... minutos. - ¡No, no, no! ¡No me estás oyendo! bajó la mirada, totalmente concentrado en encontrar la pregunta acertada.- ¡Ya sé! Eres una computadora, ¿verdad? -Pregunta... improcedente. No hay registros de la palabra “computadora” en la base de datos. - ¡Puta madre! -Omar iba y venía por la habitación, dando un pequeño rodeo cada que pasaba cerca del desayuno.- Okey, no eres una computadora, pero tampoco eres una persona, ¿cierto? -Pregunta... improcedente. No hay registros de la palabra “persona” en la base de datos. - ¿Y “humano”, tienes registros de esa palabra? -Sí. - ¿Hay algún humano aquí en la subestación cuatro cuatro no sé qué más? -Sí. Omar se detuvo y abrió mucho los ojos. - ¿Q-quién?
mí?
-No. Dejó escapar el aire y bajó la mirada. El vaso se agitó sobre la mesa auxiliar, produciendo un sonido de golpeteo. Aquel líquido remolineaba como una bebida espesa en la licuadora. -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos cuatro... minutos. - ¡Espérate, dame más tiempo, por favor! -Petición... denegada. - ¡No me pienso tragar esa madre: está viva! ¿Qué es? ¿Qué es esa cosa? -El desayuno. - ¡No! ¡Me refiero a qué es! -Obteniendo... datos... traduciendo... “J’mul: zoneiro ungulado y carnívoro del género de los nots, descubierto en el año trescientos catorce de la era joviana en el sector uno tres ocho cuatro tres seis nueve tres siete.” Omar estaba boquiabierto. Le pareció que alguno de los dos en esa habitación tenía serios problemas mentales, y por la manera en que hablaba la voz femenina, todo hacía pensar que ella era la indiscutible ganadora. - ¿Año trescientos catorce? ¿De qué mierdas estás hablando? -Repitiendo... información... “J’mul: zoneiro ungulado y carnívoro del género...” - ¡No, no! ¡Cállate! ¡Cada que dices algo me confundes más! Se llevó una mano a la frente. Nada tenía sentido en aquellos momentos, así que trató de recordar lo que había sucedido la noche anterior. ¿Asistió a alguna fiesta al salir del trabajo? ¿Se metió drogas? Sus recuerdos brincaron a toda velocidad de una imagen a otra hasta reconstruir una secuencia temporal: el trabajo en el observatorio, la salida a las seis de la tarde, el viaje hasta su casa, la masturbación frente al televisor, la pizza y, por último, la hora de dormir. No había ocurrido nada anormal que justificara lo que estaba pasando. -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos dos... minutos. - ¡No! ¡Espérate! ¡No entiendo qué está pasando! ¿Por qué me tengo que tomar esa cosa? -aguzó el oído esperando la respuesta
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-El sujeto Omar... Gutiérrez... Espinoza. -O sea, yo. -Sí. - ¿Hay algún otro humano además de
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a su pregunta, pero lo único que oyó fue el golpeteo del vaso sobre la mesa. -Se recomienda efectuar la ingestión dentro de los próximos sesenta... segundos. Cincuenta y nueve... cincuenta y ocho... - ¡Por favor, dame más tiempo! -se puso de rodillas y juntó las manos a la altura del pecho, suplicante, mientras la cuenta regresiva seguía su curso. -...cincuenta y cinco... cincuenta y cuatro... Al darse cuenta de que implorar no serviría de nada, se levantó lo más rápido que le permitió el sobrepeso. Se dirigió a grandes pasos hasta la mesa. -...cuarenta y siete... cuarenta y seis... Tuvo que sujetar el vaso con ambas manos para que no se le escapara. El líquido café burbujeaba más y más a cada instante. Omar cerró los ojos, pensando en que estaba a merced de una psicópata que hablaba como una computadora: decidió que lo mejor sería seguirle la corriente en lo que encontraba una manera de escapar de ahí. Respiró profundo. Y acercó lentamente la orilla del vaso a su boca entreabierta. -...treinta... veintinueve... veintiocho... El sabor era nauseabundo. Se le figuró que así debería saber el contenido de las cloacas. Además le fue imposible hacer que el líquido bajara hasta su estómago. Sintió como si intentara tragar un cordón que alguien estuviera jalando hacia afuera. Aquella criatura luchaba heroicamente para no ser devorada viva. El forcejeo en la garganta le produjo arcadas y casi al instante un acceso de vómito. El vaso cayó de sus manos y rebotó en el suelo. Omar se fue de bruces, entregado a la tarea de vomitar lo poco que había en su estómago. -...cuatro... Se limpió la boca con el dorso de la mano y miró de reojo el vaso caído. -...tres... La criatura, deslizándose como una serpiente líquida, buscó refugio bajo la cama. -…dos... Omar se puso de pie. -...uno. Y todo quedó en silencio. Omar era consciente del sonido de su propia respiración. De sus latidos. De la nada que provenía de fuera. ¿Dónde estaba el sonido de los carros? ¿Dónde los aviones, las aspiradoras, las voces de la gente? Ahora, más que nunca, se sintió muy lejos de casa.
quedó viendo sin poderlo creer: la cosa que había salido del vaso había crecido tanto que apenas y cabía ahí. Otro brinco. Una especie de gusano café asomó una parte de su cuerpo viscoso. Omar retrocedió automáticamente. Un tercer brinco. El gusano se retorcía en un intento por liberarse de la presión que ejercía la cama sobre él. Omar continuó retrocediendo, las mandíbulas trabadas, la frente sudorosa. El gusano adquirió unas proporciones colosales. Tanto, que la cama se veía diminuta sobre su espalda. Cuando al fin se la pudo quitar de encima, se arrastró en dirección a Omar, quien lo contemplaba con una aterrada fascinación: en algunas partes del gusano se alcanzaban a ver pezuñas, mechones de pelo, ventosas. Parecía la obra de un científico loco. El gusano exhibió un agujero cónico repleto de colmillos aserrados y embistió con violencia. Atacaba siempre hacia arriba, apuntando a la cabeza de su oponente. Omar luchaba heroicamente para no ser devorado vivo, pero la fuerza de aquella criatura era descomunal. Perdió. El ácido que inyectaban los colmillos del gusano le disolvió el cráneo. Las piernas de Omar dejaron de sacudirse poco a poco. El gusano lo engulló por completo. -Desayuno... concluido -dijo, fría y neutral, la voz femenina. En las paredes y el techo surgió un recubrimiento de penumbras.
La cama dio un brinco. Omar se le Sci Fi - Terror
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Enrique Urbina (Ciudad de México, 1993) estudia Literatura Latinoamericana porque es lo único que sabe hacer y deshacer en la vida. Ha colaborado para la revista fantástica Penumbria en varias de sus entregas mensuales, además de estar antologado en su edición impresa PENUMBRIA AÑO I. Experimentador de la microficción (especialmente en Twitter, donde se hac llamar @doctorpeste); algunas de sus creaciones forman parte de la primera antología de #MicroHorror. Adora el horror, ficción especulativa y toda creación fantástica existente. Espera que sus creaciones tengan más vida que la de él.
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Nueva Inquisición
Nueva Inquisición por Enrique Urbina
Gallows free you Dawn's release Hood to blind you Be at peace -Drag Ropes, Storm Corrosion
erminó, suspirando, de pintar con mucho cuidado el último hombre y lo situó frente a los demás. Era el líder. -¡Firmes! Los demás guerreros, formados en líneas perfectas e inmóviles, permanecían frente al último. Su mirada irascible se dirigía al infinito. En silencio, en el vacío, los hombres de plomo esperaban impasibles el reordenamiento de sus posiciones. A las órdenes del creador. Él se levantó del asiento y se alejó unos metros de la maqueta, quería ver su creación desde lejos, admirarla como a un paisaje o una pintura en un museo. Era el orden entre el caos de fuera. Ahí, en el pequeño cuarto de trabajo, aún había leyes que seguir. Sus leyes. -¡Preparen! En ese mundo de pintura, plomo y plástico él sí podía imponer el orden entre los habitantes. Los soldados sólo entrarían en posición de ataque, se esconderían o retirarían cuando lo ordenara el Comandante Supremo. Según como él ordenara las piezas, la escena podía ser el prólogo de una masacre o el final de una tregua. El poder es embriagante aun cuando sólo se trate de poder elegir a qué hormiga inmolar. -Cuarto de reservas. Con la orden, todo en el cuarto desapareció, derritiéndose con su entorno. La maqueta con sus integrantes se fusionó con el suelo, al igual que las pinturas, los pinceles y la mesa de trabajo. Pero, a la par que todo eso desaparecía, nuevas formas líquidas surgían hasta convertirse en sólidos. De las paredes, se formaron repisas con bolsas y latas de comida. En una esquina, un garrafón de agua congelada, junto con reservas de carne y pescado, se hacían
compañía. Los víveres imperecederos esperaban el sacrificio. Miró a su alrededor y caminó hacia un extremo del cuarto; se apoyó en las puntas de sus pies, para alcanzar la botella de alcohol que estaba en una de las repisas más altas del lugar; la jaló con la punta de los dedos y, cuando estuvo más cerca, la tomó con una mano y la bajó del lugar donde estaba. Abrió la tapa y acercó la nariz a ella; después, la retiró, con el olor del alcohol aun anestesiando sus aletas. La cerró lentamente, mientras las fosas dejaban de arder. -Cuarto de juegos. ¡Apunten! Como antes sucedió, todos los muebles y cosas del lugar se fusionaron con las paredes, dejando a nuevas formas emerger de ellas. Poco a poco, la maqueta, los soldados y todos sus instrumentos se erigieron en el mismo lugar donde los había dejado. El mismo cuadro que al inicio. Caminó hacia la maqueta sosteniendo con una mano la jarra de alcohol. Tranquilo, sin mover un músculo de la cara, abrió la botella y vació su contenido en ella. Lanzó el empaque a un rincón del cuarto, y éste lo absorbió sin dejar rastro de aquél. Se sobresaltó un poco, olvidó algo. Buscó en sus bolsillos, pero no encontró nada. -Fue... El lugar tembló y golpes...no, más bien, pasos se escucharon alrededor del cuarto; recuerdos del maldito exterior que pronto usurparían la paz total de su cubo. Sabía que ya no había lugar donde elegir aparecer la puerta, por si aún se animaba a escapar; eso le ayudó a tejer una calma virtual que sometería el miedo por más tiempo. La ciudad o hasta el país, seguramente, ya estaban infestados por Ellos, no había nada que hacer. La llegada de Ellos se había anunciado en las noticias desde hacía días. Los periodistas, en las proyecciones dirigidas y ajustadas a las retinas de los espectadores, prepararon a la población para una muerte inevitable; los despojaron de la esperanza para evitar más el sufrimiento por causa de la vida. Con los
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ominosos anuncios, también surgieron muchos rumores acerca de su verdadera fisiología; sin embargo, nadie podía saberlo en realidad: ningún hombre o derivados vivía (o quería hacerlo) después de tener un encuentro cercano con esas monstruosidades, obviamente, producto del hombre. Las películas, las novelas baratas y muchas cosas, ahora proféticas, en las que se afirmaba que la creación sería demasiado para el hombre y que el hombre sería devorado por aquélla, ya suponían sobre el posible fin. Sólo que nadie pensó que la creación se tragaría hasta el mismo Infierno, y ahora sólo estaban a unos cuantos metros de distancia, separados por un poco de metal y plástico. Aunque había programado las paredes del cuarto para aislar todo ruido o distracción de fuera, ecos y reminiscencias de Su llegada se colaban entre la construcción. Esos pequeños golpes o gemidos que llegaban a sus oídos eran suficientes para sugerirle la destrucción y muerte que reinaban allá, en las fronteras de un Edén. Con esos murmullos, sus oídos recreaban gritos de dolor y miedo de personas que intentaban dar el último grito al aire y no ver a la muerte a los ojos. Para su desgracia, fue curioso y giró hacia el muro más cercano, a su espalda. -Cristal. Medio cuerpo. Opaco. Antirreflejo. Frente a él, un pedazo de muro suavizó su materia hasta convertirse, justo como lo pidió, en una ventana. No sabía si los asesinos se dieron cuenta del cambio de forma en la superficie del cubo dorado, pero ellos no verían qué fue lo que originó dicha cosa; tardarían en saber qué había dentro de ese artefacto. Lentamente, temiendo, sin razón, que Ellos escucharan sus pasos, se acercó al cristal. Manchas de sangre oscurecían parte de la escena. No aguantó mucho evitar hacer alguna mueca de espanto al ver a esos tentáculos, tenazas, tridentes, sierras y explosiones masacrar a los vecinos que por tanto tiempo había visto salir de su cubo. Todos los hombres y mujeres que decidieron salir de sus viviendas habían
preferido morir a aguantar ver a otros ser asesinados. Justo lo que él hacía. ¿Se podría nombrar eso un suicidio? Desde que toda herramienta punzocortante y cualquier alimento peligroso eran desechados por los cubos, la gente no tenía cómo acabar con su vida cuando lo quisiesen y, ahora, en la primera oportunidad, nadie quiso luchar; todos eligieron ser los juguetes de Ellos. Hasta los A.R.M.AS. desistieron de cualquier intento de contención y defensa del pueblo. Él los entendía, no tenían por qué defender a gente que tenía ganas de morir. Aunque ellos habían sido enviados a donde Su llegada fuera más rápida, ningún miembro de las fuerzas de defensa disparó contra el peligro imbatible. No vio ningún A.R.M.A.S. Las balas no hubieran hecho gran cosa a Sus blindajes. Todo estaba perdido. No tardarían en llegar a él. Estaba mirando al Fin de frente. Por suerte, su pequeño hogar sobreviviría otro poco. El único espectador del caos aún no quería unirse a la fiesta. ¿Hasta cuándo duraría ese pequeño Oasis? Pronto, como iban las cosas, la ciudad sería un mar de sangre. El conocido sabor amargo del vómito empezó a colarse en su saliva. Sentía algo a punto de quebrarse en su mente, pero, a pesar de todo ello, no podía cerrar el cristal. El morbo era más fuerte que su cordura. Giró, con su espalda arqueada, para expulsar de su estómago los suplementos de comida indigeribles y, justo cuando éstos iban a tocar el suelo, un agujero se abrió, tragándose toda la inmundicia sin dejar rastro ni olor en el lugar. Tosió un poco en el piso y se levantó hacia la ventana. Uno de los asesinos giró hacia ella. Sus ojos, de todos los colores, parecían mirar a través del cristal opaco. Inmediatamente, un vacío se creó en su pecho. Había visto Sus formas y horrores, pero ver uno a los ojos, aún con esa barrera de cristal, le provocó ganas de llorar. Pensar en que Eso no era humano, pero que era lo era en parte lo hizo querer salir y disculparse por el horror y la traición que su raza había hecho a la naturaleza
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por atreverse a crear semejantes cosas. Cayó de rodillas, todavía sin soltar la mirada de Eso, con lágrimas en los ojos, y vomitó de nuevo. Como antes, el cubo evitó que quedara algún rastro del asco, pero el vacío seguía ahí, taladrando su alma, vaciándola. Agachó la cabeza a sus rodillas, haciéndose un ovillo por unos segundos. Se levantó, con lágrimas por la expulsión y con el sentimiento de asco hacia los humanos, y miró de nuevo por la ventana. La Cosa seguía de cara a él. Había sido descubierto, por fin. Su corazón se aceleró, su respiración se volvió forzada y profunda. Sabía que estaba condenado a muerte; la tranquilidad que su cubo le daba al disfrazarlo se había terminado. El momento estaba cerca. Observó cómo Eso reaccionaba a su miedo, se acercó lentamente, sin quitar la vista de sus ojos (¿realmente lo estaba viendo o sólo se fijaba en la estructura dorada?). Tenía que hacer algo para evitar el proceso, demorarlo, como había hecho desde el momento en que decidió recluirse en su casa y hacer que pareciera que estaba muerto. Eso lo había logrado. Convenció, al no salir por todas la semanas en que las noticias daban el horrible anuncio, a sus vecinos de que algo había hecho que no saliera por tanto tiempo ni por baterías para el cubo. Él tenía sus provisiones bien medidas y les hizo creer que estaba muerto, pudriéndose en su celda dorada. A nadie le importó, claro, pues todos pensaban más en sus vidas que en la de un huraño que jamás se preocupó por los chismes o menesteres de otros. Soñó que su teoría sería correcta. Que, tal vez, Ellos creerían lo mismo e ignorarían un cadáver sepultado en su propia casa, pero, ahora, uno de Ellos se acercaba, dudando un poco, pero con odio por haber sido engañado, a su cubo. -Deshacer cambios en ambiente. El cristal se endureció hasta volverse igual que las paredes. Él retrocedió unos pasos y giró hacia el centro. Los soldados que había pintado y hecho desde que se auto recluyó en su casa seguían allí, inmóviles, sin expresión en su rostro más que la que él les había otorgado al decorarlos.
Sólo que, a diferencia de unos momentos atrás, ahora, todos brillaban por la capa de alcohol que los cubría. La atmósfera inteligente del lugar evitaba que el líquido se evaporara con rapidez, como sucedería fuera del cubo. Sintió celos. Ellos estaban en el mismo cuarto que en unos minutos (o segundos, ¿quién podría saberlo?) sería perpetrado y bañado con la sangre de su ocupante y, a pesar de eso, los hombres de plomo no tenían expresión alguna; no podían tenerla y eso era lo que envidiaba de ellos. No tenían sentimientos, ni recuerdos, ni una conciencia que los aferrara al mundo. Ellos no gritarían ni llorarían si en ese momento un monstruo, creación que ignora toda ley de vida y moral, los descuartizara y los torturara. Extendió su brazo y mano derechos hacia un costado de su cuerpo, como agarrando una manzana invisible. -Fuego. Una gota del mismo color y materia que las paredes se desprendió del techo, cayó en su palma y se convirtió en una caja de cerillos. Abrió la caja, tomó uno, lo encendió y lo arrojó a la maqueta. Por unos segundos, el crepitar y arder de los soldados fue lo único que se movía y se escuchaba. Contuvo la respiración. Ya venía. -¡Fuego! La tierra se sacudió y un rugido, como el de un león contra un rayo, retumbó en el aire. Él fue lanzado a un extremo del cuarto y se quemó con algunos soldados que ardían en el piso. Un zumbido taladraba sus tímpanos. El aire del exterior entró, también, de golpe, quitándole el oxígeno al que estaba acostumbrado. El cubo comenzó a brillar y a derretirse; pedazos del mismo le caían por todo el cuerpo lastimándolo o intoxicando su piel que absorbía las partes líquidas de la construcción. No quería abrir los ojos. Sentía Su presencia cerca, que lo olía y lo saboreaba ya antes de comenzar el juego macabro. ¿Qué hacer? Él, el cobarde de la escuela, del trabajo y de la vida, se sintió iluminado. Iba a defenderse, no sería como los demás, que se rindieron antes de comenzar la lucha. Él fue más inteligente que
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todos ellos desde el principio de todo. Podía solucionar las cosas y permanecer tranquilo. Lo lastimaría, aunque sólo fuera un poco, pero cada vez que su Asesino destruyera a otras personas, observarían la cicatriz que él le iba a hacer. Pronto, ese golpe que quedaría marcado en la Cosa sería un símbolo de la esperanza que la mayoría ya había perdido. La gente se organizaría de nuevo, comenzarían una lucha dolorosa pero finalmente productiva. Su muerte sería el inicio de la supervivencia humana. Tomó un soldado que estaba quemando su pierna y, antes de que deshiciera la palma de su mano, lo arrojó hacia el lugar donde supuso estaría la Cosa. Así fue. Estaba justo donde él había pensado. Un golpe seco, metálico se escuchó cuando el soldado golpeó su coraza de bronce. Pero no sabía si el daño que quería estaba hecho; para eso, necesitaba abrir los ojos y verlo de frente. Como todo parecía suceder en un segundo, supo que su superioridad intelectual también había sido el mayor acto cobarde que había planeado. Él quería, por sobre todas las cosas, alejarse y no entrar en el camino de Ellos. Pero ya no. Hora de actuar. Todavía con miedo, abrió los ojos y lo vio, con sus tentáculos y probóscides. Ni siquiera pudo gritar. Sintió cómo su cuerpo y espíritu se oprimían ante Su presencia. De nuevo, comenzó a llorar y la sensación del vómito ascendente lo invadió. Los ojos le ardían, no era natural que una Cosa así existiera, por eso hasta sus mismos nervios lo negaban. Se contuvo, tenía que comprobar que ahora ya era un héroe de la humanidad, que él aseguraría el futuro de su gente con ese pequeño acto desesperado. Pero nada. El metal, rojo por el calor, no Lo quemó. Sólo enfureció más a la Bestia.
cómo era levantado del suelo. Decidió cerrar los ojos hasta que terminara todo. Fue como una estaca en la columna, que se expandió por todas sus terminaciones nerviosas. No sabía qué y con qué lo estaba haciendo sufrir, pero ni Dios mismo pudo haber pensado en tales castigos. Todo daba vueltas. Sintió su cuerpo húmedo por la sangre y la orina que hacían más pesada su ropa. Un brazo se desprendió de su tronco, pero aún podía sentir lo que esa extremidad sufría. Primero se deshicieron las uñas; después, de la piel, de los músculos y de los huesos. Seguramente, Eso estaba utilizando ácido y alguna técnica para mantenerlo consciente sin anestesia. Su único deseo en esos momentos, como el de muchos otros, era morir, pero eso no sucedería, no mientras su captor lo decidiera. Qué terrible pero tan merecido destino para los humanos. Después de quién sabe cuánto tiempo, cayó y golpeó los charcos de su antigua casa, junto a un soldado de plomo deformado por el calor y la pintura derretida. Pensó que todo acabaría pronto, que Eso ya se había aburrido de jugar con él. Abrió los ojos y miró su cuerpo siendo manejado y despedazado en maneras espantosas por la Bestia. Él aún sentía todo. El cuerpo continuaba mandando señales de dolor a su cerebro. -El sufrimiento…será eterno.
Lloró y gritó con el poco oxígeno que sus quemados pulmones aún podían retener. Nunca se imaginó que su muerte, en realidad, no podría ser descrita por la brutalidad de la misma. No vio su vida pasar, como todos dicen que sucede antes de morir; sólo podía ver los ojos de Eso, su mirada penetrante y la energía de odio que despedía toda la materia. No pudo controlar más a su cuerpo y, boca arriba, el vómito inundó su boca y dientes. Escupió lo que pudo, combinado con un grito de horror y desesperación al sentir Sci Fi - Terror
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Marco Antonio Merino Pereira Ha tomado diversos cursos y talleres literarios, tales como: Taller de Redacción I y II con la Lic. Sonia Barragán; Redacción Periodística y Taller de Redacción, en Editorial Sayrols; Taller de Escritura, en la Universidad Iberoamericana; Taller de Minificción, en AMATI; Taller de Autobiografía Novelada, en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha publicado, desde 1977, en diversos medios y para las Revistas: “Alto Nivel”, “Information Week México”, “Personal Computing Mexico”, “Expansión”, “Playboy México” y “Veritas”, del Colegio de Contadores, entre otras. Ha publicado cuatro libros técnicos de informática para el Instituto Tecnológico de Computación. Ha hecho trabajos de corrección de estilo para la ONUDI, la OCDE, Visualcom México e IDEA México.
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Odorofília
Odorofília
Hidrocarburos aromáticos, mostrando: Antraceno, benceno, metano, naftaleno, tolueno, xileno... No le parecieron nada atractivos; más bien ¡repulsivos! De la antigua época de la petroquímica.
por Marco Antonio Merino Pereira
ianey Valéry, egresada de la facultad de Ciencias Químicas de la Sorbona, estaba estrenando su última adquisición en materia de software: Odorofilia, un programa que prometía sensaciones nunca antes vividas. Conocía perfectamente la existencia de una enorme cantidad de olores y muchos de ellos los había aspirado personalmente, no sólo en la universidad sino en aquella empresa de perfumes donde había trabajado. Instaló el programa insertando, en la unidad respectiva, el minicubo removible de 2 1/2 cm3 y un GºB (Gogolbyte) de capacidad. Una vez concluida la instalación empezó a estudiarlo y a familiarizarse con su operación. Al llegar a la parte donde se podían elegir los olores, se sorprendió de la gran variedad. El manual mencionaba que el minicubo traía almacenados ¡seiscientos mil y pico de aromas! Había un menú principal del cual se desprendían múltiples opciones, algunas de las cuales eran: Animal, que contenía: Almizcle, ámbar gris, castóreo, cuero, feromonas, mantequilla, mortadela, natas, pollo... Le parecieron sumamente prometedores, ¡sobre todo las feromonas! Anfetaminas Cáñamo índico, cocaína, elemicina, mezcalina, miristicina, opio... Atrayentes pero, ¿tal vez peligrosos? Hierbas, Maderas, Flores, Frutas y Especies, con: Almendra, azahar, bálsamo, café, cedro, cítrico, clavel, conífera, espliego, haba, heliotropo, ilang-ilang, jazmín, lila, limón, mango, musgo, naranja, pachulí, rosa, sándalo, tabaco, vainilla, verdura, violeta… Estos sonaban más familiares, pero no por eso menos atrayentes.
Perfumes sintéticos como: Aldheído, cumarina, heliotropina, ionona, terpineol, vanilina… Exóticos, había que probarlos. Había muchas opciones más, algunas de las cuales tenían subopciones lo que hacía la lista interminable, por lo que decidió irlas viendo poco a poco. También existían elecciones adicionales, simultáneas a las anteriores, tales como: afrutado fuerte, afrutado suave, aromativo dulce, aromativo amargo, fragancia fresca, dominante, refrescante, frívola, lujuriosa, etcétera. Al seleccionar algún olor, y antes de activarlo, mostraba en el monitor las características y efectos psicológicos y psicosomáticos del mismo, así como aromas que producían efectos iguales. Curioseó algunos ejemplos: Sándalo.- Reduce la actividad cerebral. Similares: espliego, manzanilla y limón. Jazmín.- Aumenta la actividad cerebral. Similares: rosa, hierbabuena y clavel. Eucalipto.- Despierta el deseo de trabajar, mejora la concentración y elimina la depresión. Similares: Limón y cítricos en general. Romero.- Despierta el deseo de comprar. Similares: espliego y cuero sintético. Otros efectos que observó fueron: aumenta o disminuye la presión sanguínea; acelera o ralentiza los latidos del corazón; embota o despierta los sentidos, etcétera. Lo verdaderamente excitante del software no era que pudieran percibirse todos esos olores a través de la unidad lanzaaromas de la computadora. Para Vianey no se trataba de eso. Tenía más de un año trabajando en su tesis de Maestría en Cibernética en la cual, utilizando aquella especie de traje espacial de astronauta del siglo
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XXI que había conseguido, cambiándole el casco por uno típico para viajes por el ciberespacio, y combinando la Realidad Virtual con Odorofilia pretendía hacer creer -al sujeto que se introdujera en dicho traje- que se convertiría en una total y completa partícula odorífera de manera que pudiera saber ¡qué se siente ser olido! Pensaba dedicar su tesis a la memoria de Patrick Sûskind, autor alemán del siglo antepasado, por habérsela inspirado. Terminó la interfase entre el software que ella misma había desarrollado y Odorofilia. Conectó el casco al Procesador Central, las mangueras del traje a la Unidad Lanzaaromas, se metió en él y, a través del micrófono interconstruido, ordenó los comandos respectivos. Era requisito introducirse al traje completamente desnuda pues las sustancias odoríferas iban a ser inyectadas dentro del mismo para que las sensaciones pudieran ser percibidas en toda la piel y no sólo a través de la nariz. Era una extraña y erótica situación. Vianey era una joven de apenas veintisiete años, blanca, delgada, bien formada, de facciones finas y bellas, pero tímida, introvertida y demasiado dedicada al estudio, que aún vivía con sus padres. Aunque era un experimento de Realidad Virtual, no podía evitar sentir un cierto temor y nerviosismo al ser su propio conejillo de indias. Para la primera prueba eligió un aroma simple: ilang-ilang. El resultado fue -para ella- todo un éxito: detectó, no sólo la sensación en la piel y el olor de la flor aromática de indonesia, sino que con las imágenes proyectadas en el visor del casco y los espectaculares efectos sonoros incluidos, se sintió transportada por cierta materia volátil a través del espacio. Observó las interesantes formaciones microscópicas entrelazadas al traspasar lo que sería el hueso etmoides, para finalmente ser absorbida, a gran velocidad, por una enorme turbulencia que recordaba el ojo de un huracán o un agujero negro, y que sería el símil de una gigantesca nariz aspirando. Una vez traspasado aquel túnel, encontró un tranquilo valle donde se acopló -como una llave en su cerradura- a su respectiva molécula, sintiendo una tranquilidad y una paz envidiables. Como si hubiera sido acunada
en brazos de la dulzura universal. Aquello duró sólo unos minutos y el programa llegó a su fin, mostrando de nuevo el menú de opciones odoríferas. Ante el éxito obtenido decidió de inmediato la elección de una anfetamina, dado que jamás las había probado -ni las probaríaen la vida real. Escogió la mezcalina y activó el programa. Luego del siempre emocionante viaje, y en el momento de acoplarse con la molécula olfativa respectiva, sintió algo similar a una fuerte descarga eléctrica, empezó a temblar y a sentirse sumamente excitada, como llena de una enorme energía, fuerza y lucidez. Aquello fue impactante. Abandonó el traje, se bañó, se vistió y decidió ponerse a trabajar, adicionando al programa una opción de tiempo de manera que el usuario pudiera elegir los minutos que deseaba permanecer unido a su molécula olfativa. También colocó un nuevo menú en donde se podía seleccionar algún acompañante virtual durante el viaje, el cual podía ser capturado fotográficamente y en tercera dimensión, de la imagen real de cualquier persona, adicionándolo a la Base de Imágenes. Luego de varios días decidió aventurarse con algo más sugestivo, que le representaba parte de sus problemas personales y que la atormentaban desde hacía años cuando tuvo relaciones -en más de una ocasión- con Oliviér, aquel apuesto joven, tierno y amable, que besaba deliciosamente pero que nunca le hizo sentir aquello que llamaban "orgasmo". Nunca pudo saber si era frígida o había hecho algo mal, pero se sentía culpable. Eligió del grupo Animal, opción Feromonas, aquel efluvio llamado Androstenol salival que permitía sentir la deliciosa sensación de los besos. Sabía que los olores llegan directamente a la pituitaria a través del sistema límbico, sin control del encéfalo, es decir, provocando sentimientos que la razón no puede controlar; pero no conocía a ciencia cierta lo que ocurriría al recibir las sustancias por toda la piel. Era justamente el tema de su tesis. Eligió a Oliviér como su acompañante virtual, marcó cinco minutos en el nuevo control de tiempo y esperó el viaje…
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Odorofília
Se sintió convertida en unos inmensos y carnosos labios e identificó la boca de Oliviér que la acompañaba. Aquel inmenso torbellino negro fue reduciéndose hasta el tamaño de un escenario, en el que brotaban luces de quién-sabe-donde que, como reflectores en un teatro, perseguían a los protagonistas. Y ¡helos aquí! volando hacia el centro del escenario, ella siguiéndolo a él, él persiguiéndola a ella, ambos encontrándose en un eterno juego, donde los acoplamientos son infinitos, eternos, donde la variedad de juegos, toques, roces, parecen no tener principio, ni fin. Están desnudos, a flor de piel -nunca han tenido ropajes- rosados, encarnados, rojos, guinda, púrpura; y de pronto, al abrirse, al sonreír, brilla su blancura interior y vuelan dando giros espectaculares, en todos sentidos, hacia todas partes. Y las luces los persiguen enconadamente para no perder, ni por un instante, aquel maravilloso espectáculo teatral, circense, erótico, apasionado, en donde cada vez que se encuentran ¡estallan miles de fuegos fatuos!, pero lo más asombroso es su habilidad de amoldarse, acoplarse uno al otro, como si fueran dos contorsionistas hechos de algún extraño material de un recóndito lugar del universo, que sin importar el punto de contacto, ni el ángulo de unión: de frente, inclinados, de lado, de tres-cuartos, dos-cuartos, un-cuarto, miles-decuartos, siempre se saben unidos en perfecta armonía, en aquella danza ritual, espasmódica, loca, armónica, que concluye en una fusiónexplosión, para reiniciar su acto nuevamente, en un sinfín eterno; por la unión de dos bocas.
Androstenol salival, que antes había probado, y las Androsteronas sudoríferas en todas sus variantes: Anal, Axilar, Clitoridiana, Peneal, Perineal y Vulvar. Si iba a sentir un orgasmo o algo similar, quería que fuera ¡inolvidable! En las opciones adicionales eligió Aromativo dulce, pues no podía dejar de ser romántica, pero también incluyó: fragancia frívola y lujuriosa. En un arranque de deseos mil veces soñados y contenidos se decidió por treinta minutos. Sin embargo, optó por no incluir acompañante. Empieza como una leve agitación, una vibración creciente, un borbotear por dentro, la vista se ennegrecerse, se perturba la razón y una explosión corpórea comienza a desencadenarse. Por todo el cuerpo siente como si mil manos y lenguas la frotaran y cientos de hombres la penetraran; suda copiosamente y la atacan espasmos ciclópeos; el cuerpo se retuerce en orgasmos continuos, intensos e imparables. Continúa así por un tiempo que parece infinito, sin salida, sin desenlace ni conclusión. Ahora se le ve -a aquella inteligente Vianeyvagando por las calles de París, con la vista extraviada, mirando sin mirar, causando asombro y a veces lástima, a quienes la conocieron y aún a los extraños que observan a tan bella criatura, divagante, abstraída, a veces sonriente, otras con breves espasmos, como si sintiera fuertes calosfríos; una Vianey cuyo brillante futuro se quedó en la realidad virtual... FIN
Aquello fue maravilloso, así que decidió probar un coctel propio pues el software odorífero permitía opciones de aromas múltiples, aunque las instrucciones indicaban que no podían predecirse las sensaciones resultantes si se elegía más de uno. Seleccionó una mezcla de dos opciones del grupo Animal, Feromonas, eligiendo: el Sci Fi - Terror
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Joseph Remesar
Entrevista
eran muy buenos y baratos, y entonces al ir a comprarlos me encontré una variedad de Scifi rusa traducida al español por cubanos.
a Joseph Remesar.
Ser un autor de Sci-Fi es difÌcil sin importar la lengua Desde algún punto en Londres, Joseph Remesar nos habla -entre otras cosas- de lo que significa ser un autor de Sci-Fi latinoamericano en esa ciudad. Así como el “Hombre Lobo Americano”, podríamos decir que Joseph es doblemente extranjero. Cualquier escritor sabe las dificultades que representa el ser un autor de ciencia ficción, un género no enteramente respetado por la crítica literaria. Son las 00:00 horas en Londres, y 17:00 en México, D.F. El equipo de Scifi-Terror tuvo una grandiosa entrevista con Joseph -la primera entrevista de la revista -en la que no sólo nos platicó de su novela El Dirigible, también nos dio una cátedra gratuita acerca de lo qué es el subgénero Steampunk, y nos contó cómo se decidió por escribir este género. Scifi-Terror: Háblanos un poco de ti. ¿Dónde naciste? ¿Qué estudiaste? ¿Cómo empezaste a escribir? Joseph Remesar: Nací en Caracas, Venezuela. Mis padres eran españoles y mis tíos norteamericanos. Mis abuelos habían emigrado a Nueva York en los años 20. Vengo de una familia algo variada. Y estoy casado con una mexicana. Estudié letras en la Universidad Central de Venezuela y estuve en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, eso fue por allá en 1985. S.T.: ¿Siempre te gustó escribir ciencia ficción? J.R.: Desde niño fue lo primero que comencé a leer: Jules Verne y H.G. Wells. A los 8 o 9 años, después cuando mi inglés mejoró, pasé por todos los clásicos contemporáneos: Larry Niven, Philip Jose' Farmer, Robert Silverberg, Ursula K. Le Guin, Frank Herbert, Orson Scott Card, etc. Por razones profesionales, estudie también computación, tuve acceso también a literatura de Scifi Rusa, poco conocida. En mi época de estudiante, los libros soviéticos de física y algoritmos
S.T.: ¿Escribiste siempre steampunk? J.R.: Aunque leía steampunk desde los 90, no fue así al principio. En el 95, emigré a E.U.A, y pasando por un Creative Writing program de la Florida International University en Miami, descubrí todos esos autores steampunk -por cierto conocí a mi esposa en Los Ángeles y nos casamos en Miami en 1998. S.T.: Antes de escribir steampunk, ¿cómo eran tus obras?, ¿qué escribías? J.R.: Ciencia-ficción más clásica-tengo una Space-Opera y una Novela Gráfica (por cierto con portada de Humberto Ramos). S.T.: ¿Cómo fue tu salto a la escritura de steampunk? ¿Por qué escogiste ese género en particular? J.R.: Fue accidental, en el 2003 nos mudamos a Europa, primero a Dublín y después a Londres. Aquí comencé a frecuentar círculos literarios. Fue complicado: Londres es una ciudad compleja, no tan grande como DF pero muy cosmopolita, es la Nueva York de Europa. Al principio no me gustaba la ciudad, y no sólo era el clima. Todo en Londres es viejo, o sea, 2 o 3 siglos de antigüedad, y además el español, a diferencia de E.U.A, es prácticamente inexistente y yo sólo escribo literatura en español. S.T.: ¿Qué es lo más difícil de ser un autor de ciencia ficción latino a los ojos de los lectores internacionales? J.R.: En general, ser un autor de SciFi es difícil no importa la lengua -el género todavía no es considerado "serio". Creo que a los lectores internacionales no les importa mucho de dónde es el autor, es una cuestión de editoriales y distribución S.T.: ¿Por qué crees que la ciencia ficción es mal vista, o menos preciado por la crítica? y ¿Crees que pasa así con el steampunk dentro de la ciencia ficción? J.R.: Bueno, deberíamos comenzar diciendo
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Entrevista
que para mí el steampunk es ciencia-ficción, aunque sea con una estética victoriana. S.T.: Más allá de la ucronía victoriana, las tecnologías de vapor y la electricidad de Tesla, ¿cuál dirías que es el verdadero espíritu de una narrativa steampunk que funcione en latinoamérica, por ejemplo? J.R.: Precisamente cuando comencé a escribir me encontré con un problema, no soy británico, y además escribo como sudamericano, no encontraba cómo explorar la estética, y entonces creé un personaje latino, inmigrante como yo, un alter ego que ve a la ciudad como yo la veo, y al hacerlo, creé toda una ucronía de cómo me hubiera gustada que fuera el siglo XIX para mí, y utilizo personajes históricos latinoamericanos con los míos inventados. Está Porfirio Díaz por ejemplo, y el nieto del prócer venezolano Antonio José de Sucre. Mi inspector de Scotland Yard es hijo de un español y una irlandesa, criado en Argentina y por supuesto habla español. S.T.: ¿Cómo tiene que ser un protagonista en tus novelas? J.R.: Lo más real posible, alguien que te lo creas, como una persona viva. Mis personajes deben transmitir emociones, sentir, vibrar, transmitir lo que piensan, por eso creo que un escritor sólo debe escribir de lo que conoce o de lo que ha vivido aunque sea Steampunk o SciFi. S.T.: ¿Investigas mucho sobre estas épocas? J.R.: Sí, casi como si estuviera escribiendo una novela histórica. Las construcciones, las calles, los carros, los trenes, hasta el dirigible que describo en mi novela, existen o existieron. S.T.: ¿Cuál es la dificultad al crear novums hechos a base de vapor y tecnología de hace 150 años o más? J.R.: Ninguna, la base de toda la tecnología actual fue creada en la época victoriana: los fundamentos científicos, médicos, astronómicos, químicos, etc. No fue sólo el vapor, fue el sistema. La revolución industrial fue la base del mundo moderno, nos pasamos un poco, claro, y ahora el ambiente paga las consecuencias.
S.T.: ¿Cuál es la tecnología steampunk más extraordinaria que has leído? y ¿Cuál te hubiera gustado que se hiciera realidad? J.R.: La bomba atómica en tiempos de la Reina Victoria; la teoría existía, pensaban probarla en la India, por supuesto. La novela Queen Victoria's bomb, de Ronald W. Clark, trata de eso. Y después, el viaje a la Luna, los británicos pudieron haber llegado antes que los americanos. La carrera espacial hubiera sido diferente si los británicos hubieran llegado en 1900 como planearon y no en 1969 - habría ahora gente viviendo en la Luna... en cambio llevamos 40 años sin hacer nada. Los chinos serán los próximos. Lo que me fascina del steampunk, a diferencia de otras versiones de la Scifi, es esa variedad de posibilidades. Los victorianos realmente se creían que la ciencia lo podía todo. S.T.: Ahora vemos tecnologías desechadas, de los albores de la revolución industrial, siendo utilizadas, como la electrostática en los smartphones, por ejemplo. ¿Qué otras tecnologías clásicas del steampunk has visto realizarse o retomarse con el paso del tiempo? J.R.: Los diseños industriales, aplicados a carros y electrodomésticos -la vuelta al vapor no es un sueño, nos estamos quedando sin gas… literalmente. Creo que veremos más steampunk en la ropa y la estética, dispositivos integrados a ropa parecida a la del siglo XIX pero con telas modernas. Ya he visto varios Blu-touch incorporados a sombreros tipo hongo, es una nostalgia a esos tiempos. S.T.: Más allá de la literatura, ¿por qué crees que el steampunk se ha convertido en una forma de vida, incluso más que una moda? hay grupos musicales, arquitectura, vestimenta, videojuegos, joyería, etc. J.R.: Vivimos en un mundo tan rápido, loco, sin valores, que los valores victorianos suenan bien. Volver a la elegancia, al cuero, a lo hecho a mano. S.T.: ¿Qué obra steampunk crees que haya sido la que puso la mirada en el género, la que fue un parteaguas?
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J.R.: No hay una sola, es difícil decidir. En inglés para mí fue: The Anubis Gates. En español, la trilogía de Félix Palma y las novelas de Eduardo Vaquerizo S.T.: Para los lectores interesados en iniciarse en el género ¿qué obras recomendarías leer para empezar? J.R.: Esas mismas, y si buscan algo más profundo irse a los padrinos de todo, es decir Verne y Wells. S.T.: ¿Tú consideras que Verne y Wells son steampunk? J.R.: Técnicamente no, porque el término fue muy posterior, pero definitivamente gracias a ellos se creó el subgénero, su influencia es fundamental para entenderlo. ¿Cómo entender Las puertas de Anubis sin leer La Máquina del Tiempo? S.T.: ¿Qué busca un buen narrador al contar su historia desde lo paralelo de un universo como los son el steampunk, el cyberpunk, el dieselpunk, etcétera? J.R.: Ser coherente, que esté bien escrita. Una novela tiene que estar bien escrita sin importar el género. Y normalmente te das cuenta en los primeros párrafos. Por ejemplo: "Entre dos árboles, en lo alto de la colina, un hombre muy anciano observaba, con un anhelo nostálgico del que no se habría creído capaz, al grupo de veraneantes que recogía sus cestas y montaba luego en sus caballos para alejarse hacia el sur. Iban con cierta prisa, pues había casi diez kilómetros hasta Londres, y la roja esfera del sol silueteaba." Así comienza Las Puertas de Anubis, una maravilla, un párrafo inicial de 5 líneas, con sólo dos puntos. Tim Powers es un maestro.
Precisamente se llama la República Bolivariana. Ése era el sueño de Bolívar. J.R.: Federación de Repúblicas Bolivarianas, era la idea original, en mi ucronía, Bolívar y San Martín crean esa Federación en 1830. S.T.: ¿Qué obras te han marcado, ya sean novelas, películas, series, obras de teatro, etcétera, que te hayan marcado, aunque no sean necesariamente steampunk? J.R.: 20000 Leguas de viaje submarino de Verne-me la regalaron a los 9 años, una versión encuadernada e ilustrada-, fue el comienzo. Toda la obra de Jorge Luis Borges, incluyendo poemas, la serie de Dune de Frank Herbert- he sido siempre un lector de pulp-fiction y del género negro también. Raymond Chandler y todas sus obras. También cómics, desde Batman hasta Moebius. Me alimento mucho también de películas, difícil decir cuál, creo que soy más de Stark Trek que de Star Wars, y de los Westerns, todos. Ahora de "viejo" me encantan esas películas de los 70 sin tantos efectos especiales. Las pelis de Ford; me gusta el cine mexicano de la era de oro, en los 50, todo en blanco y negro. S.T.: Para terminar: un mensaje que le quieras dar a los lectores de la revista SciFi-Terror. J.R.: Estaré en Amazon para México, en pesos en el caso del ebook -que seguro serán accesibles de precio- y que espero animarme a escribir alguna historia steampunk sobre México ya tengo algunas notas.
S.T.: ¿Qué consejos le puedes dar a los que quieren iniciarse en la escritura de steampunk o en la escritura en general? J.R.: Lo primero es vivir, lo segundo leer, leer mucho y lo tercero escribir, tener disciplina para escribir. Me tomó 9 meses, 3 horas diarias, escribir El Dirigible. S.T.: Hablando de tu novela, me gustó mucho la idea de la unificación de América. Sci Fi - Terror
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Iván Ramírez López Oaxaca de Juárez Oax (1990) Estudiante de Psicología por el IESGM. (Apunto de terminar la licenciatura se da cuenta que lo que en realidad necesitaba era una estancia permanente en el Psiquiátrico en lugar de estudiar Psicología). Utiliza la lectura y la escritura como medio de controlar su esquizofrenia. Escribe regularmente en su blog y twitter. No concibe otra forma de interacción humana que no sobrelleve perversión e inmoralidad. Espera sentarse uno de estos días a escribir algo que realmente valga la pena ser leído. www.leovanlandazuri.blogspot.com www.twitter.com/LeovanLandazuri
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El treceavo tripulante
El treceavo tripulante por Iván Ramírez López
l submarino se sumerge, cada vez más, en trayectoria a la oscura garganta de Poseidón. El sistema de pilotaje automático direcciona al White Shark-R33 a la fosa marina más grande del mundo: el abismo Emdem, en Filipinas, a 10,793 metros de profundidad. El White Shark-R33 fue diseñado y equipado con tecnología análoga a la espacial, para poder trasladarse a este rincón del mundo sin ser aplastado por la presión ejercida por el frio océano. Se trata de un buque único en su tipo, con la misión de trasladar a un conjunto de criminales internacionales de alta peligrosidad a la prisión más protegida en el mundo, cuya existencia sólo es conocida por algunos mandatarios de las grandes potencias mundiales y por un puñado de hombres involucrados en el funcionamiento de la misma. Tal es el caso de Scott Phillips, capitán del submarino que ahora se encuentra justo a la mitad de su trayectoria; su nombre aparece en la lista de soldados caídos en combate durante la Guerra del Golfo. El excoronel Phillips estuvo varios años a cargo de misiones secretas que incluían asesinatos a líderes militares del bloque contrario y recolección y almacenamiento de datos obtenidos del espionaje a diversos países, entre otras cosas. Algunos días como el de hoy, suele despertar con un vacío en la boca del estómago; se pregunta sobre el paradero actual de su viuda y el estado de Richard, su hijo. Cuando los altos mandos asignaron esta misión al capitán, Richard tenía dos años recién cumplidos; tenía el rostro de Scott, pero los ojos marrones de Cristina. Phillips aún lleva consigo, oculto entre sus pertenencias, una foto del niño. La recurrente necesidad del Capitán por nadar de vuelta a los recuerdos de su vida anterior lo ha llevado a maltratar, por el uso, el pequeño cuadrado de papel mate. Repentinamente, la nave es sacudida, sacando a Philips del océano de sus recuerdos.
Las alarmas de seguridad se activan, forrando de rojo el interior del puntero acorazado. ATENCIÓN FALLO EN LOS SISTEMAS DE ENERGÍA -¿Qué está ocurriendo? -Capitán, los registros de energía indican una disminución en la potencia del propulsor. -Cambien a modo manual -toma el comunicador, para girar instrucciones al resto de la tripulación-. Todos tomen sus puestos. Personal de seguridad, alisten sus armas y manténganse alerta. La parte trasera del buque está conformada por seis celdas de trasportación, en las que viajan aquellos sujetos cuya existencia representa un gran peligro para el resto de la población en la superficie. Por las dimensiones del submarino, sólo es posible transportar a trece individuos -seis reos y siete guardias-. Estos mercenarios poseen, al igual que Scott, información que podría inclinar la balanza de poder en el mundo. La falla en los sistemas de energía compromete el funcionamiento de las barreras electromagnéticas que sirven a manera de barrotes. La mitad de los guardias toma sus puestos estratégicos para evitar un motín; equipados con armas sedantes, se encuentran en una situación desventajosa ante hombres que han sido entrenados en las diferentes técnicas de asesinato. El monitor principal apunta el origen del fallo dentro de la tercera celda, la de Daisuke Hachirobei, el hacker más buscado, después de haber desactivado los sistemas del pentágono. El sistema operativo de la nave procede con el protocolo señalado en su programación ante emergencias como esta. COMENZANDO SELLADO DE LA PARTE POSTERIOR -¡Alto! -El capitán teclea códigos en la computadora sin obtener resultados-. Aún se encuentran mis hombres ahí. Detén el procedimiento. Es una orden directa. ORDEN DENEGADA. PROTOCOLO DE EMERGENCIA EN MARCHA Phillips toma su arma y corre por el esqueleto del escualo metálico hacia donde se encuentra atrapada la mitad de su tripulación. Intenta abrir la puerta por todos los medios posibles,
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pero la identificación de voz y la apertura a través de huella digital se encuentran desactivadas. -Ryan, Ryan, contesta. -Phillips sólo obtiene como respuesta un silencio. Sabe que, detrás del muro, tres de sus mejores soldados se encuentran en peligro. -Scott, ¿estás ahí? -Sí, ¿cuál es la situación ahí dentro? -Estamos posicionados para hacer frente a estos bastardos. -El sistema operativo no responde, estamos tratando de retomar el control. Manténganse alertas. -Entendido, Scott. Phillips sabe que sus armas de juguete no son garantía ante estos hombres. De los seis reos, aquellos en las celdas 1 y 6 son quienes más le preocupan. Recuerda las fotos anexadas a sus expedientes, así como los miembros de guardias y prisioneros esparcidos por toda la prisión de la que provienen. Las palabras sodomía y canibalismo resaltaban en aquel texto. Phillips se comunica a la cabina del submarino. -¿Cuál es el estado de las celdas? -Aún permanecen cerradas, pero la energía sigue disminuyendo. -¿Cuánto tiempo tenemos antes de que se abran? -A este paso, tendremos diez minutos, como máximo. -Sigue intentando desbloquear el comando de sellado y comunica las circunstancias a la estación. EMERGENCIA. LAS CELDAS DE TRASLADO HAN DEJADO DE FUNCIONAR Un escalofrió recorre el cuerpo de Phillips; patea la barrera metálica que lo separa de sus subordinados. -Apaguen totalmente el sistema de la computadora y reinicien en modo manual. -Señor, tenemos un problema: la computadora no acepta ninguno de los códigos de acceso. Las pantallas en la cabina se paralizan y, nuevamente, el White Shark-R33 es sacudido bruscamente. Sólo permanecen encendidas las pequeñas luces de emergencia empotradas en las paredes.
ACCEDIENDO A LAS RESERVA DE ENERGÍA.TIEMPO APROXIMADO PARA REESTABLECER TODOS LOS SISTEMAS: 50 MINUTOS INICIANDO SELLADO DE LA CABINA DE PILOTAJE -Capitán, tenemos problemas: se sellará la cabina. -Permanezcan en sus posiciones y mantengan el curso. Phillips sabe que, en esta situación, la única oportunidad de sobrevivir depende de llegar a la prisión al fondo de la fosa. Por un momento, desea correr hacia la cabina y refugiarse, pero la imagen de aquellos tres hombres encerrados con las bestias le impide abandonarlos. -Ryan, Ryan, responde -susurra por el intercomunicador, para proteger la ubicación de su compañero. -Scott, las barreras de las celdas se han apagado. El silencio a bordo de la nave es tan denso que Phillips podría jurar que escucha el sonido de su compañero al tragar saliva. -Scott, si no llegamos a tiempo a la maldita estación, sobrevive y regresa con tu familia. Aquello le suena como una despedida. Ryan Evans es posiblemente el único ser humano al que Phillips considera un amigo. Se conocieron durante las operaciones encubiertas. Cada uno contaba con una fama de sanguinario dentro del departamento. Realizaron contadas misiones juntos, pero aquello fue suficiente para entablar un vínculo negado para aquellos que no pueden contabilizar el número de vidas que han arrebatado. Podían reconocerse en los ojos del otro; dos mitades de un mismo ser… o ¿de un monstruo? El silencio se asemeja al de la garganta de un lobo antes de soltar el aullido de caza. La visibilidad disminuye conforme las lámparas van quedando sin suministro de energía. Cuando la última gota de luz abandona el submarino, se desata una ola de gritos al otro extremo de la puerta donde se halla Phillips. El sonido de los objetos al caer recorre las entrañas metálicas que se interconectan entre sí. - ¡Ahhh! -Scott reconoce aquel grito-. ¡Auxilio! -¡Ryan! -Golpea con fuerza el metal
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cromado hasta que los puños le sangran-. ¡Ryan! En toda su vida, el condecorado militar jamás había experimentado una sensación como la que ahora recorría, de punta a punta, su cuerpo. Él no lo sabe, pero el miedo lo ha encontrado en la oscuridad del océano.
reconoce su paradero: la celda de Hachirobei. A su costado, el cadáver del tercer prisionero sigue drenando sangre, formando un charco que se expande por toda la superficie. PROTOCOLO DE RESCATE Y/O RECUPERACIÓN 99383-RSSTE36RT
Una sinfonía de gritos y golpes irrumpe en la quietud de aquellas aguas. Para Phillips, se trata de los minutos más largos de su vida. Algo no está bien, ha enfrentado crisis como ésta en el pasado; pasó años entrenándose con grupos de asesinos en algún punto oculto en el desierto. Si bien lleva meses encerrado sin ver la luz del día, son los años los que se han dejado caer sobre él en ese preciso momento. -Capitán, el estado del White Shark es crítico. -El navegador ha comenzado un conteo regresivo. Todas las puertas dejarán de funcionar en menos de un minuto. -Formen una barricada en la cabina y no permitan que los bastardos tomen el control. -El último acto del gran coronel Phillips piensa. Recorre con las palmas de sus manos las paredes hasta encontrar y desprender el extintor. Regula su respiración, sujeta la única arma que puede salvarle el pellejo y, oculto tras una cortina de oscuridad, escucha cómo levantan, a base de fuerza, aquella puerta de media tonelada. No los ve, pero sabe que están ahí: los monstruos que el mundo ha condenado a los abismos. Bajo el manto de penumbra, convergen los más peligrosos asesinos del mundo. Lo único que los diferencia entre sí es que uno sirve a su bando, como un perro amaestrado, mientras que los otros seis se rebelaron contra sus amos y se volvieron un eminente peligro para la ilusión de orden social. El coronel golpea, con la orilla del extinguidor, el cráneo de uno de ellos, hasta destrozarlo; lucha arduamente con seres que se fusionan con la negrura del lugar; siente el filo de una hilera de dientes encajarse en su antebrazo, mientras que una rodilla le destroza la nariz y lo hace desvanecer. El sonido de un gotero lo regresa en sí. Sus retinas, poco a poco, se adaptan a la nula iluminación. Intenta levantarse en cuanto recuerda lo ocurrido, pero los amarres que lo aprisionan se lo impiden. De pronto, las luces se restablecen y
El White Shark-R33 ha descendido lo suficiente para entrar al campo de arrastre magnético proveniente de la estación marina. Scott sabe que, en cuestión de quince minutos, la nave llegará inevitablemente a su destino, en donde una docena de centinelas con armas de verdad se harán cargo de los prisioneros. Podría permanecer ahí hasta que la embarcación sea asegurada, pero él nunca ha sido un hombre de paciencia y no empezaría a serlo ahora. Con más esfuerzo del esperado, se deshace de los amarres; es viejo, pero aún tiene uno o dos trucos en la guantera. Antes de salir de aquel cubo, revisa los signos vitales de Daisuke, pero es inútil: el hacker está muerto desde el instante en que no les fue más de utilidad a los prófugos que ahora se dispone a cazar. Camina rumbo a la punta del submarino. Pasa sobre los cuerpos de quienes, horas antes, formaron parte de su tripulación. Es una escena que se repite una y otra vez en su historia: desde las áridas dunas del desierto, hasta en el ombligo del mar, sólo espera que aquellos sean los últimos jóvenes que vea desperdiciar su vida. Las paredes están manchadas de rojo; podrían pasar por pinturas rupestres, por la manera en que las huellas de sangre están plasmadas. Busca los restos de Ryan entre las extremidades regadas a lo largo y ancho del lugar. Son demasiados brazos desmembrados. No hace falta ser un hombre muy brillante para entender que no se detuvieron con los demás guardias. Probablemente, él y Daisuke eran las provisiones, por si lograban tomar el control del submarino. Escucha un grito, cuya intensidad sube a medida que se acerca al puente de mando. -Bastardos. -Si no hubieras matado al maldito oriental, podríamos haber escapado con la nave. -Cállate. -Golpea con desesperación los controles frente a él.
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Iván Ramírez López
SISTEMAS DE NAVEGACIÓN MANUAL DESACTIVADA. TIEMPO ESTIMADO DE LLEGADA: SIETE MINUTOS. Phillips observa a sus enemigos escondidos detrás de la puerta. Ambos son calvos; el más grande parece un gorila, mientras que el otro podría pasar desapercibido por su delgada y desgastada apariencia, si no fuera porque se encuentra desnudo y utiliza el cuerpo de un hombre como un asiento. -Eres un animal estúpido -dice él más pequeño de ellos, con mucha naturalidad- deja de hacer ruido y regresemos a terminar con el marino de la celda. -¿Qué has dicho, imbécil? -Gira sobre su eje, para clavarle sus ojos llenos de ira-. Vuélvelo a decir y te sacaré las entrañas. -Eres un simio estúpido. -Se levanta-. Me comeré tu corazón. Se precipita uno contra él otro; no pueden frenar el frenesí que les despierta toda esta masacre. El choque de dos entes constituidos por odio y sangre podrida. Contra toda lógica, el de mayor musculatura cae al suelo, mientras el otro lo estrangula con los cables que le ha arrancado a las pantallas del navegador, para después, tal como lo prometió, arrancarle el corazón. Mientras degusta el músculo que ha obtenido como trofeo, Phillips desprende una tapa de metal y regresa el golpe de hace un rato, lo deja noqueado sobre el piso y lo amarra con los mismos cables que utilizó para terminar con el otro demonio. El buque se sacude bruscamente, haciendo que Phillips caiga al suelo, a un costado del cadáver, a medio comer. A pesar de toda la sangre que lo cubre y la falta de ojos y nariz, lo reconoce: se trata de Ryan. El capitán lo contempla y no puede evitar derramar lágrimas, quizá, las más sinceras que han brotado de los ojos sin alma de Scott Phillips. -Gritó como una niña cuando le arranqué de una mordida la nariz. -El sujeto se encuentra de pie frente a Phillips-. Y gimió como una puta, mientras lo violaba. -Lanza burlonamente sobre Scott los cables. Se escucha caer la tapa de la entrada y los pasos de un pelotón de hombres que recorre el submarino. -Te podría matar antes de que lleguen, pero tendremos tiempo de sobra para
conocernos…compañero. –El sujeto toma asiento en una de las sillas y mira cómo los guardias llegan donde se encuentran, para arrestarlo. El capitán es auxiliado por aquellos hombres con mascarilla y recorre un andén que conecta el White Shark con la base. Al final de aquel tubo, un hombre de figura esbelta y cabello canoso lo espera; el uniforme militar le da un porte autoritario. -¿Capitán Scott Phillips? Scott asiente con la cabeza. Aquel hombre lo mira un momento y, después, observa a los hombres que lo acompañan. -Soy el director de este lugar. Sea bienvenido a la cárcel de máxima seguridad en el mundo. Está usted bajo custodia. De inmediato, el capitán es sometido por aquellos hombres que, hace un momento, lo habían ayudado. -Llévenlo a su celda. -El sujeto se da la media vuelta y se pierde tras la puerta del ascensor. Los prisioneros son conducidos a las mazmorras tecnológicas del sitio. Los corredores son pequeños y, a pesar de que Phillips se sumerge en silencio en sus recuerdos -como si se tratasen de aguas más tranquilas-, aún puede escuchar el parloteo del otro sujeto. -El chino obtuvo la lista de presos cuando hackeó el sistema. Tú encabezabas la lista, Philips. -Aquel caníbal le sonríe, al mismo tiempo que lo barre con la mirada, mientras es arrastrado por los guardias hacia la celda contigua de Scott.
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Víctor Arzate Nació en la Ciudad de México en 1989. Cursó el diplomado de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), y participó en la antología poética de Pecados al Viento, publicada en el año 2011 por medio del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo. En la actualidad colabora en el blog “Cofradía de las Lenguas Lisas” (http://lenguaslisas.blogspot.mx/) y trabaja como redactor web.
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ARDI-301
ARDI-301
androide y lo dejó a cargo de los experimentos, la bitácora y cualquier improvisto que se pudiera presentar. Se despidió de ARDI con un fuerte apretón de manos. Le dijo que estaría enlazado desde sus interface-glass y partió satisfecho.
por Víctor Arzate
gmir había trabajado varios meses junto a su androide cuando fue convocado al Simposio de Ciencias Aplicadas. Un año antes, Igmir estuvo muy cerca de pisar la sede del congreso; sin embargo, su prototipo de reducción atómica no fue concluido a tiempo debido a la inesperada deserción de su discípulo Rodan, quien había dejado a su mentor para estudiar fenómenos relacionados con el trasplante de cerebros. Desolado por la pérdida de su ayudante, Igmir compró un androide generación 301, pese a la mala fama que se había creado alrededor de ellos. El robot fue bautizado con el nombre de ARDI, un modelo de rasgos andróginos. Su cuerpo estaba cubierto por una capa de látex que dejaba ver los circuitos análogos a las nervaduras del cuerpo; sus ojos eran dos canículas blancas y poseía labios color azul. Durante los experimentos, ARDI estaba al pendiente de Igmir. Cuidaba el cultivo de células, sostenía a los conejos mientras eran infectados, pasaba día y noche aprendiendo sobre el reductor de átomos y las múltiples posibilidades de su función; acompañaba a su maestro mientras comía, preparaba su ropa, y elegía las sonatas de Bach que les gustaban a ambos para trabajar. Cuando su maestro dormía, ARDI le tomaba fotografías para almacenarlas en su memoria. El científico se sentía orgulloso; casi querido por su robot. Juntos habían curado varios animales infectados de cáncer, erradicando algunos de tumores inaccesibles por medio de cirugía gracias al reductor atómico. La fecha llegó pronto, Igmir iba a ser miembro honorífico del Simposio. Llamó a su
Después de tres semanas, Igmir regresó a su laboratorio agotado. Pasaban de las 10 p.m. cuando acercó su ojo al sensor ocular y digitó la clave de acceso. La puerta blanca se abrió. Una rampa eléctrica lo hizo descender en forma de espiral hasta un pequeño cuarto que fungía como videoteca. En él, almacenaba un sinfín de nanochips con información sobre sus experimentos. Al encender el sistema de magnetismo, una silla se elevó a la altura de sus rodillas. El hombre se sentó y con la voz activó un video tridimensional que se proyectaba al centro del cuarto. El informe hablaba sobre reducción atómica y biotecnología médica. Igmir dormitaba cuando un destello rojo en sus lentes lo hizo despertar. Era una llamada de ARDI. El científico había olvidado que estuvo en línea durante la convención para que su asistente pudiera estar al tanto de las ponencias. Los organizadores habían sido muy claros desde el momento de la invitación: "Nada de androides 301. Nuestros colegas han sufrido muchos percances con esos robots". ARDI, al parecer, había trabajado mucho durante la ausencia de Igmir; tenía buenas nuevas. El hombre presionó un botón para abrir la compuerta que lo llevaría 11 pisos abajo, donde estaba el laboratorio. Cuando se abrió la puerta del sótano, Igmir quedó lívido. Las jaulas de cristal que contenían a los conejos estaban desechas. En el piso se veían algunos de los especímenes arrastrándose. Las proporciones de sus cuerpos eran inconstantes. Había algunos con un ojo, un pie o la boca, de tamaño diminuto, apenas perceptibles al acercarse a los roedores. Un ruido se escuchó en el ala derecha del lugar. Igmir siguió los gemidos y las voces roncas. En el fondo, ARDI proyectaba desde su visor
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imágenes de la doctora sueca con la que el científico había estado durante la convención. La escena era espeluznante. En la pared había restos embarrados de animales. El video del pubis rosado y los labios henchidos se repetían una y otra vez frente a él y su androide; de fondo, la voz de Igmir pidiendo le que le orinaran el rostro. El robot 301 sostenía el reductor de átomos mientras veía el rostro placido de la rubia. Igmir presionó en sus gafas el botón que colapsaba el sistema de ARDI: no funcionó. El androide había previsto esa acción. Lo que vino después estuvo acompañado de algo parecido a gritos y gemidos provenientes de un amordazado. ARDI comenzó a reducir la boca de su tutor, luego fueron las piernas, los brazos; siguió con las orejas, la nariz, los genitales y el ano. Sólo dejo los ojos para que el maestro pudiera contemplar su muerte. En la esquina del cuarto quedó tirado Igmir con unas tirillas de carne que habían suplantado a sus extremidades, y con boca, oídos y nariz "invisibles". ARDI tomó su abrigo de plástico negro, se cubrió el cuerpo y salió del sótano.
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Gabriel G. Iglesias Nació en México, D.F., en abril de 1988. Egresado de la Escuela de Escritores de la Sogem (generación L), donde ganó el primer concurso de Poesía de amor, amistad, erotismo y otros placeres de pareja. Es cofundador del blog “Lenguas Lisas”. Actualmente, cursa la licenciatura en Historia en la UAM Iztapalapa.
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Dínamo o la Nopalera
Dínamo o la Nopalera por Gabriel G. Iglesias
ínamo arrastró su vejez por la carretera. Deseaba encontrar un escampado donde recostarse y morir: era el décimo día sin probar alimento. Los árboles del camino tenían la separación necesaria para no ser un bosque. Volteó sin detener su andar una, dos, tres veces hacia la montaña; de entre los troncos pudo ver deformes nopaleras que espinaban el firmamento. Se detuvo. Las piernas le temblaron. Quiso guardar una imagen nocturna antes de rendirse. Una luz parpadeó detrás de los nopales en las faldas del cerro. Dínamo caminó hacia el destello. Apenas dejó atrás la guardia de árboles, una ráfaga de aire lo hizo trastabillar hasta caer sobre el césped. Se incorporó ágil, sin hambre. Sus piernas estaban fuertes. Tardó segundos en reaccionar. No tenía miedo desde hace mucho, tal vez desde que salió del camino y de la carretera. La luz se engrandeció, era menos intermitente. El hombre avanzaba. Derecha, izquierda. Más rápido. Atravesó un pastizal tan alto como para rozar sus rodillas. Rápido. Rápido. La forma de la luz era cuadrada. Alto. Una cabaña crecía durante la carrera de Dínamo. Sus ojos materializaron la inmensidad de la nopalera; recorrieron de este a oeste lo contrahecho de cada planta. Olor seco. Un camino se abrió. La luz estaba ahí, desde una ventana. Derecha. Murmuraron los nopales. Izquierda. Dínamo fue invitado a irrumpir aquella propiedad húmeda y cubierta de lama. A través de los cactos, la cercanía lo deleitó con una mujer que agitaba su camisón blanco al ritmo cadencioso de su sombra. Avanzó. Dínamo quiso morder los pezones firmes e indiscretos de la transparencia. La danza continuó hasta que el paso del hombre distrajo a la mujer. Ella en el porche. Él salió de los nopales. Dos giros. Dínamo fue capturado por el lenguaje verdoso que la mujer expresaba al mirar. Ella inclinó la cabeza, una carcajada; tomó el vestido a la altura de sus muslos y lo dejó al vuelo para provocar.
- ¿Qué esperas? -volteó la mujer y entró a la cabaña. La puerta confirmó la invitación hacia el hombre con un rechinido. Dínamo dio el primer paso, sus manos ya no tenían manchas ni arrugas. El aire agitó la nopalera una y otra vez. Dos pasos más. De las plantas se escuchó un aullido. Cada rincón de la cabaña fue recorrido por la vista del hombre. No había más que un buró. - ¿Por qué viniste? -preguntó ella. -Por la luz y para morir. Nunca pensé encontrar a alguien. -No será fácil conseguir el descanso. La mujer sostuvo un par de vasos; después, se recostó en el piso. Sobre el único mueble del lugar, una botella se cubría de polvo. Dínamo fue por el envase. Sus manos quedaron grises. El vacío del corcho llenó el lugar al destaparse. Sirvió los vasos. Tomó asiento para embriagarse y morder el tiempo de la mujer. Tic tac. El tiempo. Tic tac. El tiempo alcanzó lo más oscuro de la noche. Los dos recostados junto al vino no dejaron de intercambiar sus alientos agrios y fermentados. - ¿Estoy muerto? -No, por eso estás aquí. Mírate. - ¿De qué sirve mirarme? No tengo nada. -Sé que no tienes nada -interrumpió ella. Yo estoy aquí. - ¿De qué sirve estar aquí? No te puedo ofrecer nada -miró Dínamo sus manos y las descubrió viriles, rejuvenecidas. - ¡Hazme el amor! -el verde mirar de la mujer se fijó en Dínamo. -Quiero morir -Él no se movió. Estaba perdido en el deseo. - ¡Hazme el amor! Es mi tiempo -insistió ella. Dínamo sujetó la entrepierna de la mujer con toda la frustración por cumplir su voluntad. Le acarició el rostro. Se detuvo en el cuello, lo apretó con suavidad. Un gemido indicó el cómo. Le abrió las piernas; se enredaron en el tronco del hombre. El camisón subió hasta los pechos. Ella tiró la botella al estirar los brazos. El vino liberó su olor sobre la madera vieja. Por las ventanas, el aire se presentó. A su paso, hizo crujir toda la casa. Quietud. Ella y él
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sobre la humedad del piso. - ¿Cómo te llamas? - ¿Realmente importa? -contestó ella a media voz. La mujer se retiró de los brazos de Dínamo. El camisón resbaló por el cuerpo cuando ésta se puso de pie. Izquierda. Una tos de vejez apareció en la de los ojos verdes. Derecha. - ¿En verdad deseas morir? -No puedo. Te encontré -gimió el hombre. Izquierda. El cabello de la mujer encaneció al parpadear. Una joroba sobresalía más que los pechos. Arrugas hasta en las uñas. Las manos temblorosas y deformes. Lo único que no perdió vida fueron sus ojos. Dínamo observó todo el cambio. -Puedes hacer lo que quieras -se entrecortó la voz de la anciana- hasta que encuentres a alguien como tú o como yo. - ¿Voy a morir? -Yo voy a morir -sonrió ella. La mujer avanzó con paso lento hacia la puerta de la cabaña. Derecha. Salió hasta donde la nopalera nace. Izquierda. La tierra comenzó a sujetarle los pies. Derecha. Ni un paso más. Millones de espinas empezaron a cubrir un verdoso cuerpo con los brazos apuntando a la mañana. Dínamo estuvo inmóvil. Se levantó con el deseo de escapar y morir, mas la pesadez de aquella mirada lo envolvió en un sueño. Justo con los primeros rayos del sol, él quedó en frente de la nopalera, sin hambre, sin ropa y vivo.
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Sergio Fabián Salinas Sixtos Nació en la Ciudad de México. Ingeniero metalúrgico por la Universidad Autónoma Metropolitana. Publicó su primer microrrelato en la revista <<Asimov Ciencia Ficción>> No. 7 (1995), <<Asimov Ciencia Ficción>> No. 9 y <<Asimov Ciencia Ficción>> No. 12, publicó en la revista <<El oscuro retorno del hijo del ¡Nahual!>> No. 7, publicaciones revitalizadoras de la ciencia ficción en México. Después de abandonar la escritura por un largo periodo de tiempo se reencuentra con ella y se han publicado cuentos en las antologías: Érase una vez… un microcuento (España) y Cryptonomikon VI (España). http://sergiosixtos.wordpress.com/ @cibernetes
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Lotería
Lotería por Sergio F. S. Sixtos
scuchó su nombre como quien escucha el pregón de un vendedor ambulante. Alguien le tocó el hombro y le dijo que se dirigían a él. Se volvió y susurró un “gracias” apenas perceptible. Se sintió mareado. Su nombre seguía zumbando en el ambiente y los compañeros de oficina lo miraban con una mezcla de curiosidad, sorna y pena; él apenas lo notó. Se dirigió dando tumbos a su escritorio y tomó sus pertenencias. Al salir del edificio, había una nube de curiosos, en torno a la puerta, que lo señalaban, murmuraban y, algunos, tomaban fotos. El embajador lo esperaba, hizo una pequeña reverencia. Él sonrió con timidez y el embajador asintió complacido. El embajador emitió una serie de sonidos que un intérprete capturó y tradujo. Habló de la buena disposición de las culturas, de la cooperación mutua y del sentido del deber hacia los propios congéneres. Él asintió nervioso -sudaba-; su propio hedor lo avergonzó. El embajador lo palpó con sus antenas, confirmó su identidad y dijo que él era el elegido. La gente aplaudió, hubo algunos vítores y silbidos. El embajador regresó a la cápsula que lo llevaría a la nave nodriza y él lo siguió como un cordero.
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A young artist looking for connections and wicked adventures in the wilderness. Alex Mesa is known for fighting bears and alligators. https://www.facebook.com/Amindfulcastle
Joven animador buena onda http://juan-m-m-m.deviantart.com
Joven ilustrador argentino, melanc贸lico, rebelde: www.lamaquinadelimaginario.blogspot.mx
Ocioso profesional (artista, fotografo, dise帽ador y animador) http://diariospalidos.tumblr.com
Empresa dedicada al dise帽o grafico, especializada en 3D para ilustraciones, motion graphics y animaci贸n corporativa y publicitaria: http://www.animamotion.com
Daniel Olcay Jeneral (Arica-Chile, 1990) Estudiante de Psicología en la Universidad de Tarapacá. Ha participado en festivales de poesía, como Festín Mutante, realizado en las ciudades de Iquique-Arica-Tacna (Chile-Perú, 2013), y en la Segunda versión del Festival Internacional de Poesía Ariquepay (2013) realizado en la ciudad de Arequipa, Perú. Forma parte de la Antología Trinacional “Tea Party” (Chile/Perú/Bolivia, Cinosargo-La Liga de la Justicia Ediciones, 2012) y ha sido seleccionado para formar parte del libro “Predicar en el Desierto: Poetas Jóvenes del Norte Grande de Chile” de la Fundación Neruda. Es uno de los administradores de la Revista Electrónica CyberScale 7 dedicada a la Fantasía, Ciencia-Ficción y Comics [facebook.com/RevistaCyberScale7], la cual se encuentra abierta a colaboraciones de forma permanente. Trabaja en la edición de su primer libro llamado “Asfalto_”.
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Canción de Cuna
Canción de Cuna por Daniel Olcay Jeneral
e activa el código de emergencia. En la habitación, sólo se encuentra ella rodeada de metal oxidado, válvulas en desuso y consolas descontinuadas, mientras que un monitor gigante transmite una señal constante de estática: imagen y audio. La Máquina Principal registra cada momento. Diversos cables mantienen prisionera a la joven, cables que se incrustan en su piel. Ella ha perdido la noción del tiempo. Ella está desnuda. Ella está embarazada y las contracciones son cada vez más fuertes. La Máquina Principal suministra dosis de LSD-25 de forma aleatoria a través de un brazo metálico. La joven ha sido alimentada por vía intravenosa. Las preguntas que en algún momento invadieron su cabeza se han disipado. Su rostro sólo dice dolor, un dolor visceral que emana de su interior y desgarra la garganta convirtiéndose en un llamado mutilado. El susurro del eco ha perturbado su lucidez. Las contracciones son insoportables. Los signos vitales de la joven son registrados por la Máquina Principal. Ella comienza a dar a luz. Los gritos retumban en los muros y el sudor cubre la piel de aquel cuerpo rojo y atormentado. Un río de mierda, orina y sangre se forma bajo los pies de la mujer. La Máquina Principal registra cada instante, mientras que el cuerpo del recién nacido emerge lentamente. La joven expulsa el dolor a través de un ensordecedor grito. Por un momento, ella siente que su cuerpo se eleva y desprende de los cables que la mantienen prisionera en ese lugar. Con sus ojos en blanco, imagina colores distorsionados por la voz del DemiurgoPsicodélico. Ahora, siente que su cuerpo cae en la oscuridad. Ella se desmaya.
>>Resumen APAGAR: Dentro de los parámetros esperados. >> El bebé ha nacido. Pequeño, rosado y silencioso. Ella trata de recuperar la respiración. Esboza una extraña sonrisa. Cierra los ojos. Al abrirlos, no logra comprender lo que ha pasado. Está segura de que eso que se encuentra en el otro extremo del cordón umbilical es su hijo; sin embargo, observa un niño de cinco años. La Máquina Principal registra cada instante. *
* >>23:36 hrs_: La criatura presenta un crecimiento exponencial acelerado - Tiene el aspecto de un niño humano de trece años: Pérdida de dientesDentadura definitiva - Características sexuales secundarias en progreso - Emite sonidos guturales - Examina a la hembra con la que permanece unido - Signos vitales: normales La hembra solloza de forma constante Presenta llagas y hematomas en su cuerpo Signos vitales: Dentro de los parámetros esperados>>23:48 hrs_: La criatura luce como un hombre de dieciocho años - Características sexuales y físicas completas - Se desprende la placenta - La criatura devora la placenta - La hembra observa la criatura - Pulsaciones cardiovasculares desestabilizadas - La hembra llora >>00:00 hrs_: La criatura adquiere el cuerpo de un humano de ochenta años - Huesos descalcificados -Astigmatismo - Miopía - Piel flácida - Pérdida de cabello - La hembra grita Intenta huir >>00:09 hrs_: La criatura adquiere su forma definitiva No es posible precisar una edad humana - Su piel se ha vuelto viscosa y oscura - Ojos rojos -
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Daniel Olcay Jeneral
Ha adquirido una forma esquelética y nuevas extremidades surgieron de su cuerpo, extremidades con forma de tentáculo Secreciones aún no identificadas recorren las deformadas comisuras de su rostro - La criatura devora a la hembra - Destruyó los cables que la tenían protegida: Daños menores - Sangre Órganos internos despedazados - Trozos humanos en la habitación - La hembra puso resistencia - Luego de unos momentos, no realizó movimientos - Posible hembra histérica: Imposible comprobar hipótesis - Importante: La criatura, a pesar de su deterioro físico, posee una fuerza desproporcionada >>00:16 hrs_: Activar sistema de esterilización ambiental - La criatura continúa creciendo exponencialmente - Aquella figura definitiva ha aumentado de tamaño: Cuerpo viscoso de aproximadamente 3.5 metros de altura; los tentáculos son innumerables - La criatura presenta conductas asociadas al hambre: Irritabilidad y violencia extrema Código de emergencia: Desactivado. * * Duermete niño Duérmete ya Que viene el coco y te llevará. * * Duermete niño Duérmete ya Que viene el coco y te comerá.
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Chinchiya P. Arrakena Chinchiya es el seudónimo de Juana Inés Gallego Sagastume. Nació y vive en La Plata, provincia de Bs As, Argentina, pero pasó sus primeros años en Campinas, Brasil. Escribe desde siempre, poesía, cuentos cortos y largos, con temática fantástica o de ciencia ficción; también reflexiones para sus blogs. Ahora esta trabajando en su (primera) novela. Ha publicado cuentos en Axxon, NM, Próxima, en la antología Tricentenario y en blogs. Está casada y tiene una hija pequeña, que le hace inventar cuentos todas las noches. Para leer más: http://chinchiya.blogspot.com.ar http://azulvioleta405nm.blogspot.com.ar http://lilith-cyborg.blogspot.com.ar
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¿Quíen no querría tener su propio Mr Hyde?
¿Quíen no querría tener su propio Mr Hyde? por Chinchiya P. Arrakena "Entonces sentí que tenía que escoger entre mis dos naturalezas. Éstas tenían en común la memoria pero compartían en distinta medida el resto de las facultades. Jekyll, de naturaleza compuesta, participaba a veces con las más vivas aprensiones y a veces con ávido deseo en los placeres y aventuras de Hyde; pero Hyde no se preocupaba lo más mínimo de Jekyll, al máximo lo recordaba como el bandido de la sierra recuerda la cueva en la que encuentra refugio cuando lo persiguen. Jekyll era más interesado que un padre, Hyde más indiferente que un hijo. Elegir la suerte de Jekyll era sacrificar esos apetitos con los que hace un tiempo era indulgente, y que ahora satisfacía libremente; elegir la de Hyde significaba renunciar a miles de intereses y aspiraciones, convertirse de repente y para siempre en un desecho, despreciado y sin amigos." - El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde
onstruos. Nuestros amados monstruos. Hoy quiero reflexionar acerca de ellos. El tripulante ha estado varios días con un alien aferrado en la cara, y con su cola enroscada en el cuello. Sin razón aparente, el bicho aparece muerto a un costado y el hombre se levanta como si nada hubiera pasado... Tiene un hambre descomunal: se lleva a la boca todo su desayuno con desesperación y sus compañeros lo miran extrañados. De repente, se queja de un horrible dolor en la panza. Sarah Connor llama desesperada a la policía en la disco, denunciando que la sigue un tipo. Ella le tiene miedo a su benefactor, mientras que el Terminator la busca sin que ella lo sepa. Aquí no sabemos realmente si Sarah tiene chance de sobrevivir, desconociendo quién es este hombre corpulento que la persigue. La Cosa cambia su aspecto, y puede tomar la forma de cualquiera de los compañeros de expedición. ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo combatirla si puede ser cualquiera del equipo? Se desata la paranoia en un lugar sin escapatoria, en una base en la Antártida. ¿Qué tienen en común estos monstruos, sean alienígenas o terrestres? Cuando Mary Shelley inaugura el género de la ciencia ficción, de la mano del terror, plantea que el monstruo no es tal en su origen. Frankenstein
es una criatura horrorosa, pero en principio no tiene una intención malévola. Como cualquier ser nuevo en el mundo, tiene curiosidad y quiere interactuar. Sólo después, al sentir el repetido rechazo por su aspecto y su origen, se transforma en un ser peligroso y vengativo a nuestros ojos. La verdad es que necesita sobrevivir y obedece las órdenes de su naturaleza. Nos da miedo, asco... y también, sí, en el fondo, aunque no queramos admitirlo, admiración. El monstruo, en su instintivo accionar, hace aquello que no nos animamos, aquel oscuro sueño que nos gustaría realizar. En la sociedad civilizada en que vivimos no se nos permite confesar tan bajos anhelos. El prototipo del monstruo deseado es Mr. Hyde. El Dr. Jeckyll, buscando una fórmula para volverse más joven, da con un preparado químico que lo transforma en otra persona, si así puede decírsele. Un ser que es como un "Ello", gobernado sólo por sus deseos y sin interés en acatar las reglas que dicta la moral. El Dr. Jeckyll piensa, atormentado, en el anciano que acaba de matar Mr. Hyde, sin ninguna provocación ni razón aparente. Sin embargo, cuando decide que no tomará más el preparado, no destruye las ropas de Hyde, ni cierra la casa donde se esconde. Nuestro deseo de creación suele estar acompañado de un refrenado y ancestral deseo de destrucción. Rechazamos la idea de que nos guste destruir. Pero ¿quién no se ha sentido poderoso con un bate de béisbol en la mano? Un bate con el balance perfecto para blandirlo y golpear maravillosamente todo aquello que pueda romperse. Rechazamos la idea de que nos guste la violencia; todas las normas sociales se le oponen. Hay apenas algunas actividades permitidas para canalizarla: la caza, los juegos con contacto físico, los deportes con armas, ir a ver un juego a un estadio y gritar como trogloditas por nuestro equipo favorito... Y disfrutar películas o libros donde se narre extrema violencia. Y es así como puedo decir que el miedo más profundo nace de nuestro interior. Creamos los monstruos para poner "en el afuera" aquello que no nos gusta de nosotros mismos. Cuanto más extraña es la criatura, mejor porque nos es ajeno, y podemos señalarlo con el dedo,
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reprobándolo. Y en este sentido, las monstruosidades que nos provee la ficción basada en la ciencia son más horrorosas que las que podríamos encontrar en la naturaleza. La segunda razón por la cual los creamos es para sentir miedo, y en ese miedo recreamos la lucha por la sobrevivencia. Aún somos animales dominados por las hormonas, y buscaremos todo aquello que haga que la deliciosa adrenalina nos inunde el cuerpo. Encontramos en la ficción una canalización perfecta de nuestra violencia acumulada: nuestro cerebro no distingue entre situaciones reales y situaciones que vemos en una pantalla. Acallamos nuestro impulso destructor interno, con un monstruo ficticio, exterior, inofensivo y socialmente aceptado. "Los colores de la vida real sólo parecen verdaderos cuando los videamos en una pantalla", nos dice Alex. Por tanto, el monstruo en sí es un ser inocente, estúpido, que solamente sigue sus instintos, sin razonar nada, sin poder evitar sus impulsos, ni siquiera para su autopreservación. Como un perro que corre a otro atravesando la calle, sin fijarse si un auto lo puede atropellar. El monstruo es creado con un propósito que él mismo no sabe: satisfacernos a través de su vivencia. Si alguna vez dejamos salir nuestro monstruo interior, aunque momentáneamente lo disfrutemos, luego nos queda un mal sabor de boca, remordimiento. Por supuesto, en ese proceso de construir y usar un engendro, tal y como le ocurre al Dr Jeckyll, sentimos culpa. Por otro lado, esta manera de apaciguar nuestro deseo no es tan simple a veces, ni tan efectiva. Queremos algo más real, algo más tangible, más violento, más… más monstruoso que un monstruo. ¿Y qué es eso? Nada menos que reconocernos como personas en un acto criminal. El monstruo más evolucionado y más complejo es, paradójicamente, el que se parece más a nosotros mismos, el que tiene más rasgos humanos. Allí es donde aparece la verdadera aberración, que no es otro que el Dr. Jeckyll, quien conscientemente y con toda intención convoca al engendro. Dexter Morgan acecha a su próxima víctima,
mientras hace el informe de las manchas de sangre del último crimen en Miami para entregárselo a su jefa. El hombre a quien observa, investiga, sigue, de quien averigua costumbres y hábitos es tan siniestro como él: es un asesino serial. Pero a Dexter lo protege el código de Harry, para nunca ser descubierto. Alex y sus drugos son perfectos: jóvenes, sanos y hermosos, con educación formal y criados en familias con una buena posición social. No tienen excusa para ser malvados, no tienen ninguna razón para vengarse de alguien... Alex simplemente disfruta de la ultraviolencia con Beethoven como música de fondo. Ahora bien, ¿cómo se sigue en control de algo tan peligroso? Son aberraciones humanas, que pueden comportarse acorde con sus bajos instintos, con el plus de que no sienten ni la más mínima culpa. Al desenmascarar estos monstruos, los más perfectos, que desfachatadamente nos devuelven una imagen en el espejo, no nos queda más remedio: debemos destruirlos, y así preservar nuestra bienamada hipocresía.
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