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La manatí desobediente

El pelícano Cano salió temprano en la mañana del sábado rumbo a la Isla de Vieques. Su meta era llegar a la Laguna Kiani y pernoctar (hospedarse) en el nido de su tío Kilo. Sabía que allí podría abastecerse de alimentos para su largo viaje rumbo a Bahía de Jobos, en la Isla grande.

La suave brisa acariciaba sus enormes alas y lo ayudaba a desplazarse (transportarse) más rápido. Todo esa mañana parecía en paz hasta que de pronto Cano divisó (vio) a Lala, la mamá manatí (mamífero acuático) que desde el agua daba gritos de auxilio. Sumamente alterado (nervioso), Cano se le acercó y le preguntó:

–Hola querida amiga Lala. ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan agitada y dando gritos?

–Hola amigo Canito, estoy desesperada, pues mi pequeña hijita Yira ha desaparecido. Por favor, ayúdame a encontrarla. Estábamos en la Laguna Kiani justo al lado del mangle rojo, jugábamos con unos delfines y le dije que me esperara, que no se moviera, en lo que me daba un chapuzón (zambullida). Te aseguro que no me tardé y cuando salí

a la superficie había desaparecido. Los delfines me dijeron que Yira se fue detrás de unas sardinas. Ella siempre ha sido muy desobediente, igual que su amiga, la perrita Tromby. Lala comenzó a llorar sin consuelo. Ante el dolor de la mamá manatí, Cano le prometió que volaría alrededor de la laguna para localizar a la pequeña Yira.

Por dos horas, Cano voló y voló, pero no veía a Yira. Ya pensaba que nunca encontraría a la pequeña cuando en ese preciso momento la vio flotando en una esquina de la laguna cubierta por la espesa vegetación que hay en las raíces de los mangles rojos.

Allí estaba la desobediente de Yira con una herida profunda en su cola. Por eso no podía nadar. Cano se acercó y ésta llorando le contó su trágica historia.

-Desobedecí a mamá. Me fui detrás de unas sardinas que me prometieron que iban a jugar conmigo y me sacaron fuera de la laguna.

Una vez en mar abierto me dejaron sola y no encontraba el camino de regreso. Entonces, me acerqué a una embarcación que venía a alta velocidad, para pedirle ayuda, pero el hombre no se percató de mi presencia y con la hélice del motor me hirió la colita. Nadé hasta llegar a este lugar, pero he sangrado mucho, tengo hambre y miedo, por favor, Canito ayúdame.

Cano sintió lástima por la pequeña manatí, pero tenía que regañarla por su desobediencia y así lo hizo.

-Yira, has actuado muy mal. No debes de desobedecer a tu mamá porque ella quiere lo mejor para ti. Además, Lala está muy triste. Lo único que hace es llorar. Ella cree que te raptaron para llevarte al Zoológico de Puerto Rico en Mayagüez. No te muevas de este lugar, mantente cerca del mangle en lo que busco ayuda.

Esta vez Yira obedeció. Al poco rato llegó el pez cirujano quien atendió a la pequeña manatí, suturando (cosiendo) su colita. Cano también localizó a Lala quien nadando a toda prisa fue al encuentro con su querida, pero desobediente, hijita.

Llenas de alegría se abrazaron y Yira prometió reiteradamente (repetidamente) que jamás desobedeceriá a su mamá. Luego, ambas le agradecieron a Cano toda su ayuda, mientras él se dirgía ak nudi de su tío Kilo, que lo esperaba con una suculenta cena.

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