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Puerto Rico en la carrera por adaptarse al cambio climático

Por Pablo Méndez Lázaro, PhD

Departamento de Salud Ambiental Escuela Graduada de Salud Pública Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas

El cambio climático tiene causas naturales y antropogénicas (que las causa el ser humano). Es un tema sumamente científico con potencial impacto en todos los sectores del planeta, por ello debe atenderse seriamente desde un esfuerzo multisectorial. Sin embargo, grandes intereses políticos y económicos han prostituido el tema del cambio climático restándole importancia solo para salvar sus propias inversiones. Como si de una religión se tratara, se habla de “creyentes contra no creyentes”, y en la objetivad del problema no existe tal cosa como “creyentes y no creyentes” del cambio climático.

Quisiera presentar este tema de la siguiente manera: el planeta Tierra es un ser vivo y está enfermo. Como paciente enfermo necesita de expertos (científicos) que ayuden a diagnosticar su problema (enfermedad). Los científicos (como si fueran médicos) evalúan al paciente (planeta Tierra), lo observan, usan las mejores tecnologías, los mejores métodos y los mejores datos para hacer análisis de laboratorios, analizan los datos y obtienen unos resultados científicos. Con esos resultados diagnostican el paciente (planeta Tierra). Según el diagnóstico, se le atribuyen posibles causas a la enfermedad y se propone un tratamiento.

Nadie sin diplomas en medicina, que no tenga la experiencia y el conocimiento adecuado, debería poner en duda el diagnóstico y el tratamiento propuesto por un médico. En el tema del cambio climático ocurre exactamente igual: nadie sin el conocimiento adecuado debería tener audiencia sobre el tema. Sin embargo, hay muchas personas mal llamadas “expertos”, y también mal intencionados, que no tienen el conocimiento ni la experiencia para hablar del tema, que obstaculizan la toma de decisiones evidenciada y tratan de menospreciar el asunto para salvaguardar sus propios intereses y evitar una transformación en la sociedad.

Sin importar las causas, el cambio climático presenta desafíos a escala planetaria, y a través de los eventos extremos se experimentan las manifestaciones de los cambios en el clima, impactando así diversos sectores: la salud humana y el bienestar, los recursos hídricos (cantidad y calidad del agua), la distribución y la diversidad de los recursos naturales vivos, la economía, entre otros. Los eventos extremos, como episodios de calor, las sequías, los ciclones tropicales y las inundaciones (ribereñas, urbanas y costeras), son las formas más inmediatas en que las personas experimentan los impactos del clima. Estos eventos extremos se pueden categorizar por su intensidad, duración y frecuencia. Los científicos advierten que el cambio climático, y otros factores antropogénicos, amenazan el funcionamiento

de los sistemas socioecológicos de tal manera que también afectan su capacidad de resiliencia.

Los efectos del cambio climático ya son notables en Puerto Rico, y no hay que mirar al 2050 o al 2100 para verlos. Aunque no debemos atribuir los huracanes al cambio climático, estos fenómenos están muy presentes en la vida de todos los puertorriqueños. En septiembre de 2017, Puerto Rico experimentó una de las temporadas de huracanes más catastróficas en su historia reciente. El 4 de septiembre de 2017 el huracán Irma (categoría 5) llegó a las Antillas Menores y a las Islas Vírgenes de los Estados Unidos (USVI, por sus siglas en inglés) y pasó a 60 NM al noreste de Puerto Rico. El 20 de septiembre de 2017, el huracán María (categoría 4) tocó tierra en Puerto Rico. Muchos de estos territorios caribeños afectados experimentaron interrupciones importantes en los servicios esenciales (agua potable, energía eléctrica, telecomunicaciones, transporte por carreteras y puentes, acceso y servicio de salud) y muchísimos problemas de salud ambiental (saneamiento del agua, exposición a contaminantes, enfermedades transmitidas por vectores, higiene de alimentos, envenenamiento por monóxido de carbono y exposición a hongos y esporas).

Para conocimiento general, vale la pena resaltar que en los últimos seis años Puerto Rico ha experimentado muchas de las amenazas climáticas enumeradas en todos los informes técnicos y científicos más robustos y respetados que existen en estos temas. Entre estos se encuentran: el Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, de las Naciones Unidas; el US 3rd and 4th National Climate Assessment y el Puerto Rico State of the Climate, entre muchos manuscritos publicados en revistas arbitradas.

Los estudios muestran que Puerto Rico ha experimentado aumentos significativos en las temperaturas medias anuales y mensuales, las inundaciones costeras y las sequías. Si bien hay mucha incertidumbre acerca de las proyecciones de precipitación para la isla, muchos modelos muestran un aumento en la variación, precipitación y frecuencia de eventos extremos en el tiempo. El conocimiento de los riesgos y los mecanismos, para aplicar la información de manera efectiva al trabajar con el público y las comunidades, son esenciales. La mayoría de los eventos climáticos que han afectado la isla se han olvidado rápidamente. Es por esta razón que vale la pena enumerarlos y contextualizarlos. Estudios científicos evidencian que en los veranos del 2012 y 2013 San Juan, Puerto Rico, registró los episodios de calor más extensos de su historia y en el 2015 y 2016 Puerto Rico sufrió una de las peores sequías jamás registradas

desde 1994-1995, manteniendo a la isla en estado de emergencia por la escases del recurso más preciado.

Como se ha evidenciado en la historia de Puerto Rico, los impactos relacionados con el cambio climático son particularmente perjudiciales para los ecosistemas de las islas tropicales, la salud pública, las economías y los medios de vida. Esto sugiere una necesidad urgente de adaptación para sustentar la resiliencia y la persistencia de los socioecológicos, y para el desarrollo de comunidades y medios de vida humanos resilientes. Crear resiliencia significa mejorar instituciones comunitarias, activos y redes, aprovechando a individuos, empresas y organizaciones para actuar con eficacia antes, durante y después de un evento. La Comisión Asesora para un Puerto Rico Resiliente define la resiliencia como la “capacidad de los individuos, comunidades, instituciones, negocios y sistemas para sobrevivir, adaptarse y crecer, sin importar qué tipo de estrés crónico y crisis agudas experimenten”. El fortalecimiento de la resiliencia es fundamental para mitigar el impacto de los eventos extremos y se ha convertido en un objetivo de la política pública.

Hoy en día Puerto Rico cuenta con vasta información científica y de alta calidad que sustenta el impacto del cambio climático en la isla. A esta información científica le acompañan algunas iniciativas gubernamentales, desde las Ordenes Ejecutivas firmadas en 2013, para que todas las agencias hicieran su “Análisis de vulnerabilidad y riesgo al cambio climático”, seguido por los “Planes de adaptación al cambio climático”. La isla también cuenta con iniciativas sectoriales. Por primera vez en la historia se desarrolló el Protocolo Interagencial para el manejo de la sequía; mientras que el Servicio Nacional de Meteorología incorporó el calor en su página web bajo el “Hazardous Weather Outlook”. El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales incluye el asunto en la Oficina de Manejo de Zonas Costaneras y Cambio Climático; el Departamento de Agricultura Federal ha desarrollado el Programa Climate-ADAPTA y desde hace nueve años existe el Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico, entre muchas otras iniciativas. No obstante, aunque existe consenso y voluntad de cambio en la comunidad científica, de poco ha servido en la toma de decisiones del Estado para desarrollar estrategias comprehensivas de adaptación, que permitan delinear la ruta hacia una isla sostenible y resiliente. Dicho esto, la sostenibilidad debe ser el norte de Puerto Rico y la resiliencia se convierte en el marco conceptual para alcanzar la sostenibilidad social, ambiental y económica para mejorar la calidad de vida. Se debe argumentar que para evitar los riesgos y fallas de nuestro sistema socioecológico en el pasado, debemos hacer más que solo reconstruir: tenemos que transformar las condiciones sociales y políticas que nos hacen vulnerables a estos eventos extremos que pueden ser catastróficos. Siguiendo uno de los principios de la resiliencia, debemos reconectar con la naturaleza, reconocer los servicios ecosistémicos que ofrece y presentar oposición a los grandes intereses que solo favorecen acciones contra natura.

Cuando estudiaba mi maestría tenía un profesor que decía una frase que me ha marcado mucho: “Pulpo, animal de compañía”. Sí, así mismo como suena. Es difícil imaginarse a una persona paseando a su pulpo. El profesor usaba esta frase en contexto para explicar cómo los Gobiernos son tan hábiles creando frases populares sin sentido y aun así el pueblo se las cree. Nunca pensé que esa frase fuera tan relevante como ahora: cualquier parecido con la realidad de Puerto Rico, y el “¡Puerto Rico se levanta!”, es pura casualidad. Como bien ha presentado con reportes de periódico la Dra. Jenniffer Santos en sus charlas, el mismo eslogan se ha utilizado por más de 20 años desde el paso del huracán Georges en 1998. “Pulpo, animal de compañía”.

Contra natura, contra toda evidencia científica, contra la evolución en la era de la tecnología, y contrario a las acciones para minimizar el impacto del cambio climático en Puerto Rico, nuestra isla propone producir energía eléctrica con la quema de combustible fósil (carbón, gas y petróleo) por los próximos 30 años. Se propone la forma más anticuada de generar electricidad, sin mencionar la cantidad de gases de efecto invernadero que afectan nuestra atmósfera y

nuestra salud. En el pasado hubo una iniciativa llamada “Vía verde”, que de verde tenía lo que el pulpo tiene de animal de compañía. En la actualidad se habla de la gasificación como una transición sin aún establecer una meta 100 % renovable. Razones para justificar la inacción o no hacer nada siempre hay muchas. Muchas organizaciones, comunidades, organizaciones cívicas y la academia han propuesto alternativas viables y renovables haciendo frente común a la inacción.

En Puerto Rico existen las bases para la transformación, y la población está preparada para el cambio. No obstante es preocupante reconocer que aún se proponen soluciones obsoletas a problemas del siglo XXI. Si seguimos proponiendo soluciones obsoletas y costosas, por qué no proponer caballos y carretas para mejorar el transporte en la isla, caballeros templarios con armaduras de hierro para la seguridad nacional, eliminar el aeropuerto y viajar en los galeones o carabelas de Colón, operaciones sin anestesia, eliminar los antibióticos, eliminar las computadoras, eliminar los smartphones y la banda ancha para instalar telégrafo, instalar cabinas telefónicas y hablar en clave morse, eliminar las vacunas y el aire acondicionado. Hago la salvedad de que la ciencia no es la solución a todos nuestros problemas. Sin embargo, aporta información sustancial para que se pueda sostener una discusión de altura, profesional y que apoya con datos, resultados y evidencia cualquier proceso de toma de decisiones, eliminando las decisiones pasionales y de intereses político-partidistas. En temas de adaptación al cambio climático, la isla cuenta con mucho conocimiento científico, excelentes profesionales y buena infraestructura administrativa para liderar el asunto en el Caribe. Tras el paso del huracán María mucho dinero estará llegando a Puerto Rico. Por tales motivos, los próximos años serán críticos para garantizar que los esfuerzos de reconstrucción incluyan visiones, perspectivas y alternativas transformadoras y, lo más importante, que vayan enfocadas en las necesidades de las personas y los ecosistemas que serán más vulnerables a futuros eventos extremos. Abordar estos peligros requerirá nuevos enfoques estratégicos transdisciplinarios y de comunicación para facilitar los esfuerzos de los profesionales, las comunidades, la academia y las organizaciones cívicas.

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