Los trabajos y los días. Reflexiones acerca de la Oftalmología y su praxis J. Belmonte Martínez
La encrucijada bibliográfica «Spemque metumque inter dubii» (Dudosos entre la esperanza y el temor) Virgilio («Eneida», 218)
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l crecimiento abrumador de la literatura biomédica, en las últimas décadas, constituye un incuestionable y perturbador fenómeno científico cada vez más difícil de controlar. El Index Medicus, principal referente de las publicaciones de medicina, incluye actualmente cerca de 4.000 títulos y más de 250.000 artículos anuales, a los que habría de añadirse las miles de revistas no incluidas en su catálogo, tabloides, monografías, libros, medios audiovisuales y, más recientemente, Internet. Semejante oferta, resulta tan difícil de controlar, que exige un complejo sistema de obtención de datos en el que, afortunadamente, el concurso de la informática desempeña un papel decisivo. De entre todas esas fuentes de información, las revistas científicas conforman todavía el más relevante vehículo de difusión, por su inmediatez informativa, su especificidad temática y la supuesta fidelidad y calidad de su contenido. La implantación de la evaluación contrastada y confidencial de los manuscritos, por diferentes revisores expertos (peer-review), en las publicaciones más prestigiosas, ha elevado el nivel formal y científico de los artículos y, en cierto modo, constituye una garantía de veracidad y fiabilidad, frente a la siempre posible especulación y manipulación de los datos, por parte de autores impacientes o poco escrupulosos. La revista oftalmológica ha seguido una senda paralela al afianzamiento de la Oftalmología como especialidad. Las primeras publicaciones iniciaron su andadura hacia la mitad del siglo XIX, en primer lugar la francesa Annales D’Oculistique (1838) y después la alemana Albrecht Von Graefe’s Archives für Ophthalmologie (1854), muy poco después del descubrimiento del oftalmoscopio y resulta sorprendente, al hojear los números iniciales, como en sus primerizas páginas atesoran los firmes cimientos sobre los que se asienta la Oftalmología moderna. Los trabajos preliminares incluyen, en efecto, nombres gloriosos que colman de epónimos infinidad
Microcirugía Ocular 2001; 9(4): 121-122.
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de signos, síntomas, aparatos, instrumentos, maniobras y técnicas quirúrgicas, que empleamos en nuestro lenguaje científico y todavía manejamos en el presente. La literatura oftalmológica española comienza, a principios del siglo XX, con los Archivos de la Sociedad Oftalmológica Hispano-Americana (1903) y, posteriormente, los Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología que, sólo alcanzan una discreta e injusta proyección universal, posiblemente más por el idioma que por la calidad de su contenido, considerando la notable aportación, el reconocido prestigio y la proyección internacional de muchos oftalmólogos nacionales, especialmente en el campo de la cirugía ocular y sólo en años recientes ha logrado, por fin, introducirse en el listado de las revistas acreditadas. A partir de la década de los 50, la bibliografía médica general, y particularmente la oftalmológica, experimenta un fulgurante ascenso, sin duda parejo al fuerte impulso de la medicina americana que, amparada por la imparable eclosión de la biotecnología y de las ciencias experimentales, impone en los manuscritos no sólo su lengua, con su particular sintaxis y su peculiar terminología, sino la rígida estructuración formal del texto: introducción, sujetos, material y métodos, resultados, discusión y bibliografía. La revista anglosajona se arroga, desde entonces, en la referencia indiscutible de publicación científica, al margen de la cual, con puntuales excepciones, nadie puede aspirar a difundir eficazmente sus ideas y sus experiencias. Enfrentarse a esta evidencia, supone al científico inmolar su nombre en el anonimato, condenar sus ideas a un pertinaz aparcamiento y resignarse a la ignorancia, cuando no al plagio impune de sus hallazgos. La propiedad intelectual de los descubrimientos científicos sólo queda plenamente garantizada, si se materializa por escrito en una publicación de referencia de lengua inglesa. Al suponerse la calidad de los trabajos directamente relacionada con la frecuencia de su cita bibliográfica, se establece un inédito baremo científico, creándose el criterio cuantitativo del índice de impacto, desencadenando una frenética espiral que involucra, duramente, a las revistas más prestigiosas, obligadas, desde entonces, a elevar no sólo sus exigencias de originalidad, nivel científico y metodológico, sino la calidad de presentación y los antaño más distendidos requisitos formales de los artículos. Conseguir, en las revistas punteras, la aceptación de un trabajo original constituye, a partir de entonces, la meta más ambicionada por el científico y el investigador, cuyo escalafón y trayectoria profesional y académica quedan, definitivamente, atrapados en esta complicada trama, fuera de la cual ha de resignarse a deambular por el oscuro escenario de un entorno geográfico más cercano. Los consejos editoriales y los revisores, de determinadas y privilegiadas revistas «de impacto», a sabiendas de su poder de promoción, se constituyen en implacables censores y jueces de lo científicamente correcto. No puede sorprender que, junto a la común rectitud y honestidad de los dictámenes de los asesores y la seriedad de los directores editoriales, se 63
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establezcan también herméticos circuitos, excluyentes camarillas y monopolios, donde el interés espurio, la competencia desleal, el envanecimiento chauvinista, el amiguismo y la parcialidad crítica no pueden ser plena y sistemática descartados. Ante este complejo y espinoso panorama surgen, más recientemente, nuevas alternativas a la difusión científica. El periódico de mayor formato, de estilo sensacionalista , abundante y seductora iconografía o tabloide y el acceso informático a través de Internet, ofrecen la posibilidad de una rápida, casi inmediata, divulgación de las ideas originales e innovadoras, sin el inconveniente de quedar relegadas y sometidas, largo tiempo, a los rígidos requerimientos, cuando no a las arbitrarias decisiones, de los equipos de redacción de las publicaciones convencionales de prestigio, incluidas en el acotado, excluyente y privilegiado Medline. Los nuevos medios, escritos o informáticos, con su mensaje novedoso y escueto, generosa y profusamente ilustrados, resultan especialmente asequibles y fáciles de consultar, requieren un escaso esfuerzo de atención para los lectores y, sin duda, proporcionan el inevitable aliviadero para los autores, frente a los obstáculos de una revista insigne pero, por otro lado, carentes de la adecuada verificación, constituyen un incontrolable, y potencialmente peligroso, instrumento de información científica, en especial, en manos de aquellos cuya corta experiencia, o menguada formación, les impide discernir lo que es una idea teórica brillante, no contrastada, de una impaciente y arriesgada apuesta clínica o terapéutica. Entre ambas alternativas, las revistas oftalmológicas intermedias, como Microcirugía Ocular, privadas del atrayente reclamo que disfrutan las publicaciones con «índice de impacto» y marginadas, sin apenas esperanza de remisión, de ese círculo privilegiado, contemplan inermes la alarmante abstención en la remesa de trabajos originales, en parte por la reticencia de los autores a hipotecar su labor científica y sus ideas en un medio de limitada proyección y en otros casos por la disuasión que suscita la exigua cotización cuantitativa que aportan a su curriculum profesional. No obstante, consideramos que dichas publicaciones cumplen un doble e importante papel en la bibliografía médica. Por un lado informativo, permitiendo al clínico y al cirujano propagar unas experiencias personales que, pese a no alcanzar los severos requisitos de las revistas dominantes, pueden proporcionar una estimable aportación al progreso de la medicina, por otro lado formativo, obligando a los autores a la elaboración de los manuscritos, de acuerdo con normas editoriales y metodológicas precisas, apenas dispares de aquellas más exigentes a las que, eventualmente, puede pretenderse acceder en algún momento. En esta encrucijada bibliográfica esta revista se debate, entre la deseable pero apurada aspiración de cubrir los ejemplares previstos exclusivamente con artículos originales de calidad, cuyos requisitos formales no parece oportuno atenuar por las razones expuestas o la alternativa de complementar sus páginas, estimulando a los autores a colaborar, con más frecuencia, 64
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a través de la potenciación de otras secciones editoriales previstas en sus presentes normas: artículos especiales y de opinión, temas de revisión, casos clínicos de interés, técnicas y maniobras quirúrgicas, instrumentos, fotos clínicas, cartas al director, comentarios de libros etc. Muchos oftalmólogos españoles, ampliamente involucrados en una cirugía implanto-refractiva señera, tienen sobrada pujanza y categoría para proporcionar, a partir de sus reiteradas, destacables y novedosas aportaciones en congresos, cursos, reuniones, simposium, mesas redondas etc., que colman el calendario académico nacional, un holgado y precioso material, de cómoda elaboración para el autor, dinámico y atractivo para el lector que, sin menoscabo alguno de calidad, contribuiría ciertamente a promover y elevar el interés científico, el provecho docente y la actualidad informativa de una revista en español, como Microcirugía Ocular. Confiemos en que se recoja el guante...
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