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Los trabajos y los días. Reflexiones acerca de la Oftalmología y su praxis J. Belmonte Martínez

Los siete pecados capitales del cirujano ocular INTRODUCCIÓN uir pretendo al envanecimiento, H procurar que mis versos no hagan daño, ólo advertir al cirujano lo que hogaño, pueda mudar su cabal comportamiento.

uiero expresarlo tal cual yo lo siento, Q confesar con franqueza lo que extraño, ludiendo que al lector el desengaño, le origine un mayor quebrantamiento. sí escuchando y siendo meditadas A mis censuras, podrán luego apartarse, de seguir el vagar de mis pisadas, y a más seguro puerto enderezarse, donde puedan sus mentes extraviadas, del pecado y del error, tal vez salvarse. Microcirugía Ocular 2004; 12(4): 145-150.

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SOBERBIA s la soberbia pecado capital, E y acecha sutilmente al cirujano, que el ingenio y la destreza piensa ufano componen su atributo principal. oncede a su experiencia gran caudal C y que depende el ojo sólo de su mano, desdeñando el liderazgo soberano de los pies y alguna máquina infernal La primera lección será alejarse de envanecerse de perenne habilidad, pues ni acusar le valdrá, ni lamentarse, ni enmascarar, tras la penosa soledad, su imprevista impericia y resignarse, como aprendiz, a operar con humildad

AVARICIA No sentid por el mezquino estéril pena, pues peca en la avaricia del logrer el cirujano que dosifica, cicatero, dirigir y adiestrar la mano ajena. Defrauda a los colegas que no entrena, celoso acerva su destreza, cual dinero, vano tesoro que guarda el usurero y que, a la postre, su negra tumba llena. Es intención, admirable y ejemplar, del alma noble, fecunda y generosa, a vacilantes manos entrenar, y como rada apacible y amorosa, darles cobijo y evitarles zozobrar, cual velero en una noche tenebrosa. 99


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LUJURIA Es la lujuria, de todos, el pecado más permitido, soportable y llevadero, en un mundo mortal, vano y ligero, a lengua, brazos y corazón encadenado. Al cirujano audaz arrastra, apresurado, a seducir promiscuo y lisonjero, el caso núbil, agraciado o feo, pero sin la experiencia del amante consumado. De proponer la abstinencia me relego, como remedio del bisoño devaneo, pues siento por lo carnal sincero apego. Interrumpir y dominar el vil deseo, aún a costa de atribular y hundir el ego, preserva el torpe y nocivo manoseo.

IRA Furor del alma que la violencia impone, del cirujano cómplice nociva, cólera que caprichosa y agresiva, contra seres u objetos se dispone. Aunque al error la fácil ira predispone, sólo presagia la maniobra intempestiva, que la mano sosegada siempre esquiva, cuando el destino de un ojo se antepone. Ejercitar los ademanes sin violencia, aceptar que adversidades y tormentos, acrecientan la destreza con paciencia, escrutar los aparatos e instrumentos y asimilar sus preceptos con prudencia, en el quirófano han de ser los mandamientos. 100


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GULA Desenfrenado apetito de engullir, avidez turbulenta, eso es la gula, pecado que arteramente disimula el cirujano capaz de persuadir, al paciente a quien pretende intervenir. Voraz glotón que impúdico estimula a forzar la indicación, e incluso anula del medroso el valor de decidir. Porque el gesto más noble y desprendido, de quien conoce el peligro o lo presiente, es advertir y moderar al atrevido que hasta sus ojos apostar consiente, y no embaucarle con falacias el oído, para allanar el camino fácilmente.

ENVIDIA Tristeza o pesar del bien ajeno, bagaje que con voraz resentimiento, atormenta como envidia el pensamiento. Pérfida lacra puede ser y cruel veneno, que aniquile al cirujano y, en su seno, dentro del alma, le atrape el sentimiento, y con gratuito desaire ponga acento, en relegar como mediocre lo que es bueno. El corolario más patente y natural, para quien siente, con saña y con quebranto, su incomprensible humillación profesional, es eludir el cotejar la afrenta, en tanto mantenga oculto su agravio una señal, que le libere del vil y estéril llanto. 101


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PEREZA Por descuido, tedio o negligencia, viene a pecar de pereza el cirujano, que, indolente, decide que su mano, muestre a lo novedoso resistencia, Que en su desidia ofrece reverencia a un caduco legado y, piensa ufano, que escalar el saber es necio y vano, si se goza de destreza y experiencia. Sólo si alcanza el pundonor mudarle a la recta ambición y con presteza, de su cómodo albergue liberarle, en las ociosas horas, que al cegarle colman de hastío su trivial naturaleza, logre acaso la diligencia espabilar.

EPILOGO (con estrambote) Termino de tal suerte estos sonetos, pues el ingenio es breve y aunque ufano, abuse del errar del cirujano, exhibiendo, sin sonrojo, sus discretos pecados, sus penurias y secretos, no quiero marchitar clavel temprano, ni climatérico vaivén causar en vano, al socaire de cuartetos y tercetos. Los médicos no computan por los años, labores forjan su agenda y su cosecha, discurrir por el mundo sin engaños, caminar por la senda más estrecha, esquivar el dolor, no causar daños y de saber tener el ansia insatisfecha. Este discurso concluir no quiero, sin excusar su presunción primero, mas quédame consuelo en que yo espero, del lector, a este insensato atrevimiento, que, indulgente, aplauda mi argumento o, despiadado, me mande a tomar viento. 102


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