QUIÉN ES JORGE TROCCOLI
Mentiras verdaderas La confesión del capitán de navío Jorge Tróccoli tiene muchos claroscuros y algunas ambigüedades imposibles de ignorar. Su afirmación de que no mató ni sabe nada sobre desaparecidos está en entredicho. Samuel Blixen Doctor Jeckyll y Mister Hyde: Jorge Tróccoli era un entusiasta estudiante de antropología con cierto carisma que lograba disimular la brecha generacional con sus compañeros de la Facultad de Humanidades. La diferencia de edad era suplida con una inteligencia ingeniosa y una simpatía que combinaba el buen humor, destellos de una formación cultural, y algunos desplantes cuarteleros, ciertos tics irreprimibles pero no del todo molestos. Los estudiantes de los talleres de antropología habían aceptado a aquel marino retirado que, además, era un "viejo". Eso hasta el pasado domingo 5 (de mayo de 1996), cuando el diario El País publicó su larga carta de justificación sobre su protagonismo en el terrorismo de Estado desplegado por la dictadura. El lunes 6 un Jorge Tróccoli inusualmente hosco, concurrió a la clase de antropología y permaneció mudo en medio de un ambiente tenso. El pasado oculto había pulverizado la simpatía y hecho añicos la corriente de cordialidad. El capitán de navío retirado estaba decidido a continuar con sus estudios, cualesquiera fueran los efectos de su confesión. Para el resto de los alumnos, la presencia de Tróccoli en las aulas era la materialización de un pasado que no llegaron a vivir, que no está aún en los libros de historia, que se aprehende en medio de una polémica evidentemente desgarradora. La irrupción del pasado los convertía en protagonistas inesperados de un epílogo inconcluso. Era el desconcierto: aquel veterano simpático resultaba ser un profesional de la violencia, según sus propias palabras, un hombre que había aprendido a torturar con "eficiencia" pero sin "odios" y que confesaba haber asumido la contradicción de despedirse cada noche de sus hijos con un beso para sumergirse en un "aquelarre" de gritos, golpes, capuchas y picanas. Era imposible ignorar la evidencia. Qué hacer, qué actitud asumir, cómo resolver la encrucijada ética? A la iniciativa de su confesión, Tróccoli sumaba la determinación de enfrentar el juicio de los demás. No les ahorraba nada a sus compañeros de clase como no lo hizo con sus colegas de tortura y sus mandos, a quienes emplazó a extender el "sinceramiento". Los estudiantes de antropología discutían hoy, viernes, en una asamblea, el delicado conflicto y trataban de delimitar el alcance de sus obligaciones y sus potestades. Es el anverso de la caducidad, que puede renunciar a la potestad punitiva, pero no puede eliminar el conflicto cotidiano puesto que los perdonados por ignorancia, los "ciudadanos de primera categoría" viven con el resto: caminan por la calle, saludan a sus vecinos, discuten de fútbol, y van a clase. La clave consiste en establecer quién es realmente Jorge Tróccoli.
Doctor Jeckyll Hay un retrato que surge de sus propias palabras: Jorge Tróccoli era un guardiamarina repleto de sueños sobre barcos, viajes y navegaciones, que en 1967 se enfrenta a la realidad de reprimir a los trabajadores de UTE y ANCAP, que en 1969 debe reprimir a los empleados bancarios y que en 1971 es instruido para participar en la "guerra contra la subversión". En 1973 adhiere al golpe militar "ilusionado" por la "increíble mentira" de los comunicados 4 y 7, y en 1974 se convierte en un "profesional de la violencia", se sumerge en el "combate" y asume una lógica que lo transforma en torturador, aunque no tiene posibilidades de decidir sobre esa "lógica" elaborada por políticos y jefes militares. En el FUSNA (Fusileros Navales) interroga a