Sáquele la capucha al diputado

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PROTAGONISTA

Sáquele la capucha al diputado El 8 de julio de 1973 cuatro parlamentarios del Partido Nacional son detenidos. Uno de ellos, Óscar López Balestra, recuerda el episodio. Óscar López Balestra Desde que se inició la huelga general, el 27 de junio, estuve trabajando con los sindicatos, en lo que necesitaran: víveres para las ollas sindicales, nafta para los vehículos, comunicación. Con los días, todas esas cosas se iban volviendo escasas y había que recurrir al ingenio para conseguirlas. Llegó un día en que no teníamos un auto para movernos, por falta de nafta. Sin embargo, algunos cajetillas tenían litros, y a ellos mismos había que convencer de que la compartieran, o sacársela. Pero la huelga no se podía quedar sin víveres, ni los vehículos que llevaban y traían gente y noticias se podían quedar sin nafta. Cada uno hacía lo que podía y lo que sabía. Los estudiantes de química y de odontología eran muy habilidosos para inventar formas de demorar a los vehículos militares que iban a desalojar los centros ocupados. La huelga fue grandiosa. En aquel tiempo yo estacionaba mi autito cerca de la IMM y caminaba por la calle Olimar para ir a la casa del partido. Entonces estaban construyendo dos edificios en la zona y preparaban los materiales en unas bateas, en la vereda. El día en cuestión apenas asomé por ahí los militares me sacaron como chicharra de un ala, con tanta mala suerte que metí el pie en una de esas bateas. Y así estuve, lleno de cal y sin poder cambiarme los calcetines durante días y días. En el primer lugar al que me llevaron estábamos tan apretados que no podíamos ni sentarnos. Casi todos sindicalistas. De aquellos días de capucha y malos tratos me rescató el coronel Ramón Trabal. Me habían llevado a Inteligencia del Ejército, en la calle Palmar y me hicieron entrar a un despacho. —¿Por qué lo trae así? ¡Sáquele la capucha al diputado! Me dijo que era el coronel Trabal y me pidió disculpas si se habían excedido conmigo en el trato. Dijo que acababa de enterarse de que me habían traído junto a los sindicalistas. Le pregunté si él no tenía control sobre lo que hacía la tropa. —¿Ve ese sofá que está ahí? Yo me siento más seguro durmiendo ahí que en mi casa. Eso me dijo Trabal en julio de 1973, consciente del clima que se vivía. En diciembre del año siguiente fue asesinado.


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