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Profesionales. Somos piel. Por Mariana Olea

Somos Piel

Mariana Olea

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“Freud afirma que nos sentimos tan unidos a nuestro nombre como a nuestra piel, destacando de un modo implícito la relación indisoluble entre la piel y la identidad” (Dr. Jorge Ulnik, El psicoanálisis de la piel, 2011).

Hablar del concepto de ser piel me lleva a pensar en la agudización de los sentidos y, entre todos ellos, el más destacado es el del tacto, primer sentido que desarrollamos intrauterinamente. Las interacciones iniciales del bebé con la madre son cutáneas. El psicólogo Didier Anzieu nombra a “lo táctil como fundador”. Tocar es el puente para pensar, fantasear, imaginar; el contacto me permite atravesar una barrera imaginaria. En esto la piel tiene una doble función bastante contradictoria, pues es “barrera de contacto”, protege de estímulos, ancestral que unen emociones y piel. Les dejo solo unos pocos ejemplos

y simultáneamente los incorpora o los percibe, así como también los elimina una vez incorporados (Proyecto de una psicología para neurólogos, Freud, 1895).

La piel ocupa un espacio primordial con su lenguaje particular. Se podría decir que la piel es la prolongación de nuestra vida psíquica, formando un gran borde o frontera que separa el adentro del afuera, pero a veces ese límite, esa línea se confunde y hasta pareciera que desaparece. La mundo, mi mirada sobre mí, mi necesidad o falta de contacto, muestra

psicodermatología viene a poner luz sobre algunas patologías de la piel que hablan de procesos internos conflictivos. Quien muestra un síntoma en la piel muestra su alma, muestra su herida.

Desde la cosmetología práctica sabemos lo que sucede si la función barrera/protección de la piel falla, pero desde la emoción la construcción de la piel con fallas en su sistema de defensa me hace pensar en un individuo que se siente totalmente expuesto, vulnerable e invadido impenetrables. La piel nos envuelve, nos da sostén, es continente; el sentir que tengo agujeros por donde se pueden escapar mis emociones me hace sentir inseguro, difuso, vacío (YO-PIEL colador). La piel como identidad tiene función de pantalla, no solo porque muestra y oculta con sus síntomas sino por la mirada propia, a veces estigmatizante, y por la mirada ajena. La pertenencia social del individuo también pasa por la piel: maquillajes, tatuajes, incisiones, peinados, etc.; y también la vestimenta, que es como una proyección o segunda piel (D. Anzieu).

Freud nombraba a la piel como la zona erógena por excelencia, también es la puerta de entrada y salida de muchas emociones y situaciones que nos marcan. Son muchas expresiones de nuestro lenguaje coloquial y y los invito a pensar: “se me puso la piel de gallina”, “acariciar una idea”, “poner un dedo encima”, “es una cuestión de piel”, “estar en carne viva”, “quisiera (o no quisiera) estar en tu pellejo”, etc.

La piel es un lienzo donde se muestran nuestros vínculos familiares y sociales, desde la relación que tuvimos con nuestra madre en el útero hasta las caricias que arden y pican. Muestra mi postura frente al y que corre a construir rápidamente murallas resistentes, duras e

el sufrimiento más profundo del alma, aquel del cual ya no queda ningún registro, pero ella lo hace carne, palpable, visible. La piel muestra y habla de quiénes somos y también de quiénes queremos ser.

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