Recuentos Brujos 5 - Personales

Page 1

RECUENTOS BRUJOS

5. RECUENTOS PERSONALES - Acecho -

RECUENTO DE PREGUNTAS SOBRE LA INDIVIDUALIDAD 0

¿Por qué esta invariable e irrenunciable prisión?. Yo soy yo y tú eres tú. ¿De verdad te parece poco?

0 Cuando me ducho y me veo en el espejo, y me siento dentro de esta piel, y compruebo que puedo mover estos brazos, que terminan en estas manos, exclusiva y sempiternamente mías, me parece tan increíble que no puedo concebir que a ti no te lo parezca. 0 Me resulta tan delgada y tan invisible la membrana que separa tu individualidad de la mía que me invade una perplejidad sagrada. Te abrazo e intento con todas mis fuerzas atravesar o romper esa frontera, pero no puedo, y jamás entenderé por qué. ¿Tú sí? 0 Si me proyecto en tus ojos, convirtiéndome en un pequeño punto, como tu pupila, descartando todo lo que sea cuerpo, sensación o propiedad, aún seguiré teniendo recuerdos, y conservaré mi personalidad. 0 Y aunque me meta en el cuerpo de otro, y tenga acceso a sus recuerdos, sé que aún seguiré teniendo los míos; no podría desprenderme de ellos. Aunque pudiera invadir todas tus células, ¿cómo desalojar tus recuerdos? Ni tu yo ni el mio podrían ser engañados. Una oscura certeza, un pinchazo indefinido, una voz inconfundible gritaría en tus entrañas. 0

¿Qué sostiene, pues, el yo cuando no estoy recordando nada?

0 No puedo imaginar disolverme en la nada, ni por supuesto fundirme en el todo, que son al fin y al cabo las dos únicas muertes verdaderas (todo lo demás son estados transitorios). La libertad quedaría reducida a un inexplicable delirio de la imaginación. 0 Si yo fuera el mirlo ése que canta, compitiendo con otros machos, acechando, vigilando, buscando lombrices, calculando vuelos, qué veloz volaría entre los chopos, qué emociones tan arrebatadoras tendría. Como un bebé, no me daría tiempo a sentirme yo. 0 ¿Nace el yo con los primeros llantos, los primeros tactos, los primeros gimoteos? ¿O está ya formado cuando botamos felices en las paredes elásticas del útero? 0 En mi caso, creo que mi verdadero yo, ese ser que tenía propósito y continuidad existencial, despertó en una experiencia súbita que tuve a los doce años. Hasta entonces mi yo había sido un yo robótico, previsible e instintivo. ¿Le pasa igual a todo el mundo? 0 En la meditación el yo se disuelve, se abstrae, se funde con el motivo, se identifica con el objeto. Soy el punto en la pared, eso está claro. Abro las compuertas de mi yo y en un instante se desparrama en el nosotros. Y si es tan fácil en la meditación, ¿qué no será en la muerte? 0 Me inyecté la ketamina, y mi yo se replegó en un bucle del ser y del tiempo, en una secuencia de fotogramas congelados que no tenían nada que ver conmigo, y a las que un dedo extraño, también ajeno, solo familiar por lo dulce o lo inofensivo, señalaba como un puntero para inundar una atención, una querencia, una existencia que tampoco era necesaria ni probablemente la mía. 0

Me di cuenta de que el yo y el espíritu es lo mismo. Deberían llamarse yo todos los átomos del mundo.

0 Algún día se verá que las cuerdas enrolladas en el corazón del quark son conscientes de si mismas. Siempre buceando, eso sí, entre las tremendas olas de la no-identidad, casi de lo no-identificable.


0 Cuanto más pienso en el yo, pues, más rápida, más fácil, más brutal y inevitable me parece la muerte. Qué vertiginosamente, sin tiempo siquiera para el dolor, despacha el espíritu, de un plumazo, la frágil cohesión del yo y sus inútiles amalgamas. En un milisegundo todo ha quedado tan atrás que no queda nada ni nadie con interés por recuperarlo. Y así, sin un recuerdo, ni un pensamiento, me podría quedar para siempre, como un ligero estertor en el infinito. ¿Quién me podría prestar, entonces, un soplo, una pizca, un mínimo de intensidad?

RECUENTO DE MÚSICOS SUBURBANOS 0 Dos peruanos muy gordos, con dos guitarras, y la voz muy bien timbrada, sobre todo el más gordo de los dos. Da gusto oírle sostener las notas. Qué vozarrón. 0 Dos mejicanos. Uno lleva una guitarra normal, pero el otro va con la típica guitarra bajo mejicana, de caja inmensa, que casi no cabe en el vagón; es realmente un engorro. Y da un poco de angustia verle tocar, la forma en que mueve los dedos. 0 Otros dos mejicanos, uno de ellos con un traje típico de mariachi, negro, con gorro de encajes, ancho, y pantalón de cordones plateados en los laterales. Un flipe. Mucho más espectáculo es el traje que las canciones. No sé cómo hará para esconderse de los vigilantes. 0 Dos rumanos. El del acordeón va con un traje muy viejo, usado, tiene los ojos saltones, gafas ahumadas, y el acordeón lleva trozos de adhesivo en casi todos los fuelles. El otro, con la pandereta, se pasa de simpático y sonriente. Resulta empalagoso. La gente no le echa dinero por eso. 0 Hay un chaval, de unos dieciocho años, bajito, con pinta de rumano y un ojo a la virullé, que toca endiabladamente bien la flauta de teclado. Conoce todos los estándar al dedillo, y se hincha de hacer rapidísimas y barrocas variaciones con un desparpajo que resulta pasmoso, pues está más pendiente de la gente, o los policías, o sus fantasías internas, que de la música, que le sale sola. Un talento. Parece que no ha hecho otra cosa en su vida. 0 Una pareja: él rumano, toca con un Peavey y play-back el violín eléctrico; ella parece sudamericana y le acompaña con la pandereta. El tío es buenísimo, muy delicado y limpio, una delicia... ¡Qué casualidad! Justamente escribiendo este ítem en el andén, para el tren, se abre la puerta, y me lo encuentro sentado en el vagón, solo y con el asiento contiguo libre. Naturalmente, me siento a su lado, alabo su música, le pregunto de dónde es, le animo. Está muy quemado. Más que con la policía, que es una pesadilla, con la gente, que no entiende nada de música, que no valora el trabajo que supone tocar como él lo hace. Ha habido quien, no solo no ha apreciado su música, sino que encima le ha denunciado a los vigilantes. Suerte, amigo. Si hay un paraíso de la música, estos son sus mártires. 0 Hay un guitarrista muy delgado y hecho polvo que toca en el descansillo entre dos escaleras mecánicas. Siempre el Romance Anónimo. Tiene la guitarra hecha fosfatina, y el arpegio también lo hace sucio y desordenado. No hace un gesto. No mueve un músculo. A saber. 0 Hay otro guitarrista, con eléctrica y armónica, y mejor pinta, que se apalanca en los pasillos de no recuerdo qué gran estación, y repite hasta la obsesión el Blowin’ in the Wind, de Bob Dylan. No toca otra cosa. ¿Cómo podrá? Cada vez que me lo encuentro me acuerdo indefectiblemente de aquel libro de Pasqual Quignard, El odio a la música. Una obra maestra. 0 Un rumano rechoncho y sonriente toca el acordeón en una confluencia de pasillos, y te mira alzando las cejas, con una gran familiaridad, como si esperase que reconocieses y disfrutases como él cada compás, cada quiebro de la música que toca. Parece un hombre feliz, tranquilo, despreocupado. Te hace realmente sonreír. 0 Entran tres ecuatorianos en el vagón: flauta de caña, mandolina y guitarra, y amplificador con play-back. Saludan y se ponen a tocar. Todo muy típico. Pero como resulta que el vagón, cosa muy normal, está también lleno de ecuatorianos haciendo el trayecto, se aprecian todo tipo de sonrisas y miradas de complicidad. Uno se pone a llevar el ritmo con la cabeza. Otro comienza a silbar el tema en cuanto escucha el primer compás. Y a la que tengo enfrente, pobrecilla, una mujer pequeñita que viaja sola, se le ponen los ojos como ciruelas y empieza a soltar gruesos lagrimones. No podía parar. No sabía a dónde mirar. Pobre mujer. También lo decía Quignard: solo la música es desgarradora.


0 Dos bolivianos jóvenes. Acordeón y Saxo. Playback con Peavey y Mp3. Magníficas versiones de los estándar de jazz. Podrían tocar en cualquier sala. No le tenían miedo a la policía. 0 En cambio, un peruano que tocaba la guitarra a pelo, cantando baladas con una notable voz ronca y elegante, muy bien timbrada, miraba de soslayo a los andenes con verdadero pavor. Un pánico que le estropeaba completamente su actuación. 0 Una joven ucraniana, dándole del pecho a su bebé, recorrió de punta a punta el tren de la línea 10, que no tiene puertas entre los vagones, cantando con ese deje lastimero, entre gallego e italiano, propio de las rusas cuando hablan español, las farfulladas frases aprendidas de una tonada popular. Estaba demasiado hecha polvo para temer a los policías. Al pasar a mi lado me llamó la atención lo mucho que se le hinchaban las venas del cuello al cantar. 0 Hay tres clases de pasajeros. Los que dan alguna limosna. Los que no dan, pero miran al suelo cuando el músico pasa a su lado. Y los que no dan, y encima protestan y se molestan sobremanera. Estos últimos siempre son personas mayores, con pinta de lectores del ABC. 0 Hoy había uno que iba pidiendo y tocando la armónica. Frases entrecortadas, raras, inconexas, a punto de quebrarse. Parecía un yonqui que debió de ser músico hace muchos siglos. Pero jamás he visto poner una cara de pena más convincente, más exagerada. No podía ser forzada. Realmente debía de tener el corazón en un puño. 0 Un guitarrista, con una Ovation electrificada y un ampli baby tubular, muy pequeño, que nunca había visto (debe ser un último modelo). También, por supuesto, su reproductor de MP3 adosado. Punteaba las versiones estándar del playback, y no lo hacía mal. Era rápido y tocaba con púa. Parecía español. 0 Dos guitarristas, a pelo, ambos con pendientes en las orejas, y una chica rubia en medio, cantando una versión del “in my way”. No tenía mucha voz, pero terminaba bien las frases, modulándolas con gracia. Su expresión era seria y distante. La tenían a la pobre cargada con las fundas de las guitarras, y cantaba con las manos cogidas por atrás. Podrían ser también españoles. O argentinos. 0 Tres peruanos: uno con guitarra normal, otro con flauta, y otro con una guitarra muy pequeña, tipo mandolina, electrificada, haciendo redobles de rasgueo. Todos cantando, y el de la mandolina con un micro manos-libres, en plan astronauta. El sonido era bueno, claro, ya quisiera yo tener un equipo así. 0 Hay un acordeonista rumano, joven, con cara de boxeador, que hace pasables versiones de temas clásicos. En una estación le pillaron in fraganti cinco o seis guardias de seguridad. Le hicieron el gesto de “¿otra vez tú? ¿cuántas veces te hemos dicho que no puedes tocar?”. Pero no hubo mal rollo. Se despidió de ellos sonriéndoles, como diciéndoles: “vale, vale, ya me voy, ahora cojo la escalera y me marcho del metro; pero gracias por no hacerme ninguna putada, porque sabéis tan bien como yo que ahora mismo buscaré otra línea y seguiré tocando toda la mañana”. 0 Hay otro acordeonista, probablemente también del Este, con el instrumento más sucio que se pueda imaginar: las teclas blancas están marrones de pura mugre, los fuelles tienen lamparones y roturas con tiras de papel celo desprendidas y colgando, y los botones del panel izquierdo, mellados, no se distinguen del negro desvaído del fondo. Y sin embargo no solo suena sin disonancias, sino que toca admirablemente bien. Algo increíble. 0 En un pasillo largo de una estación perdida, por donde incluso un sábado por la tarde no transita casi nadie, un violinista sesentón, con pinta de inglés, interpreta a pelo, y con un viejo instrumento, agudas y lastimeras piezas de música clásica. Casi no se le oye. La poca gente que pasa incluso se apartan cuando le ven. Qué extraño. Qué poético y patético a la vez.

RECUENTO DE ESOTERISMOS COTIDIANOS 0

Definitivamente, y por sí solas, las tijeras han desaparecido de la mesa durante una hora.

0

Hasta el más escéptico se ha dicho alguna vez: “Esto ya lo he vivido antes”.

0

Muerto de cansancio, veo perfectamente el armario a través de los párpados cerrados.


0

Antes de salir del cuerpo oyes en tu cabeza el acelerador de una moto. Aterrador.

0

También es normal luchar como un poseso cuando te despiertas paralizado.

0

Si nadie más duerme ahí, ¿de quién es esa respiración?

0

Oigo músicas lejanas, campanillas, hermosas corales escondidas en el ruido de la calle.

0

Qué casualidad que la única vez que viste un duende fuera precisamente en este desván.

0

Todo lo que me dijo la echadora de cartas se cumplió al pie de la letra. Por casualidad.

0

La aguja atraviesa el cuello del hipnotizado sin causar la más mínima hemorragia o dolor.

0

¿Ninguna noche has soñado que vivías en otra vida una eternidad?

0

La abuela se mareó tanto que empezó a ver túneles llenos de niños.

0

A punto de dormir, alguien pronuncia tu nombre con urgencia. Justo en el oído derecho.

0

Por eso la realidad virtual juega en primer lugar con las manos.

0

No puedo engañar a esa mujer. Oye mis pensamientos.

0

Basta meditar durante quince minutos para convertirlo todo en un abstracto.

0

Días antes del terremoto, los animales de la granja estaban especialmente inquietos.

0

A punto de dormir, sientes que caes de repente en un precipicio, y te sobresaltas.

0

Nunca admitió que aquel golpe en la cabeza le cambió por completo su personalidad.

0

Cuando estoy demasiado cansado veo por todos lados sombras como meteoros negros.

RECUENTO DE AÑORANZAS MALAGUEÑAS 0 Era tan grande el salón que el piano se quedaba chico. Una selva de muebles devorados por el orden oculto y por las sombras. 0 La pérgola de glisinias estaba rematada en un extremo por la caseta del jardinero, que estaba siempre repleta de arañas. 0 La casa de la vecina estaba forrada de yedra en sus cuatro vientos. Un verdadero récord. Un sueño. No había libre ni un palmo de pared. 0

El naranjo de la entrada brillaba más por sus hileras de hormigas que por el rocío de la mañana.

0

La alberca de atrás, sombreada por una buganvila que besaba al agua.

0

Las lecciones de anatomía de la flor del ave del paraíso.

0

La luz cálida y marina de la lámpara de nácares del dormitorio.

0

El comedor espacioso, romboidal, siempre lleno de niños recién duchados.

0

Proust, Puzo, Papillón, Pappini: las cuatro pes del verano.


0

De noche, tocando la guitarra en la arena de la playa. Pero siempre ganaba el mar.

0

Bajo nimbos de geranios, timbas de adolescentes en un remanso de desobediencia.

0

Escuchando a John Mayall en el desván de los convalecientes.

0

Las judías pintas dieron su primera vaina justo el día en que me iba.

0

Las gemelas fugitivas de Macondo, una rubia y otra morena, eran las reinas de los naranjos.

0

Cómo instalar un pequeño telescopio en la azotea de una casa abandonada.

0

Fiestas cada noche en algún jardín de ensueño, cuando todavía se bailaba lento.

0

La casa de Carlos Napias y el vecino solitario que vivía abajo.

0

Eso era una caseta en un árbol, y no la que hice yo en el cañaveral.

0 Sentado en el muro del río, ahora seco y dulcemente pestilente, acariciado por los flequillos de los árboles de la pimienta. 0

Acariciado por las biznagas de novias más fugaces que las lágrimas de San Lorenzo.

0

Pasaba el cenachero por el Carril, todas las mañanas, con sus peces frescos, brillantes, meneándose aún.

0

Y su hijo era el “paleño”, un loco que tiraba inmediatamente piedras a todo el que le llamara batiendo palmas.

0 No sabes lo que es el sabor si no has probado los espetones de sardinas, ensartadas en afiladas cañas, asadas a la lumbre en las mismas piedras de la playa. 0 Pasaba el tren de vagones de madera, proverbiales, a la vera misma de las olas; y a la altura de El Rincón atravesaba diez pequeños túneles excavados en la misma roca. Por eso me he pasado la vida soñando con aquellos riscos, aquellos silbidos, aquellas gaviotas. 0 Pasaban también los delfines, tan risueños como lustrosos, saltando bastante antes del horizonte. Hasta el día en que el agua perdió su transparencia, y la arena sus coquinas, y la espuma sus secretos. 0

No sabía por qué le llamaban el Peñón del Cuervo hasta que un día lo rodeé nadando.

0

Ay, salir bien arreglado, con el ocaso resbalándose en el cielo, abrazándote del cuello. Eso era realmente vivir.

0 Pasear por esas calles silenciosas, frescas, labradas en el arrullo de las siestas, y en las que el diálogo se cuece entre acacias y araucarias, dondiegos y madreselvas, que te susurran algo en andaluz cuando las rozas, y que bailan contigo un paso de flamenco cuando las rodeas. 0 Solícitas, maternales, cariñosas y gentiles, quizás hasta embriagadas, te peinan con sus ramitas los rizos de la coronilla, te acarician las sienes y las mejillas. 0 Por aquí, una apretada muchedumbre de macetas, entre excesos tropicales tan completos como erguidos, creando nudosos laberintos a la sombra perpetua de álamos sin dueño y moreras gigantescas en las que no encontrarías una sola hoja muerta. 0 Por allá, el jardín de la palmera esbelta convierte a las familias en floreros animados, en hijos indefensos de su imperio vegetal. Un impresionista se quedaría bizco. Los parches de luz, ya del sol o de la luna o de las lámparas nocturnas, vuelan entre los rostros y entre los guijarros, y cabalgan sobre los gatos como enormes mariposas blancas, como lunas de papel en el abstracto más fragante del mundo. 0 Madre mía, pensaba yo. Si ya soy feliz escribiendo debajo de la parra, ¿qué barbaridades no podría perpetrar bajo este dios de los frutales? 0

Todas las malagueñas de las que me enamoré vivían en una casa con jardín. Y todas tenían el alma más luminosa


que un candil.

RECUENTO DE INCÓGNITAS SOBRE LOS MOSQUITOS 0

¿Dónde están, en este secarral, todos los miles de charcos estancados que necesitarían las larvas para madurar?

0 Vuelan desde que nacen, a millones, sin crianza, al azar, pasto favorito de las aves, desde el albor de los tiempos. Y sin embargo saben orientarse y llegar en hordas a las barriadas humanas. 0 No me puedo creer que la mayoría vivan de picar a las bestias, al ganado. Eso no existe ya. Y mucho menos en una ciudad. 0 Deben de hacer cola, pues, en las ventanas semiabiertas, con luz o sin ella, porque no perdonan una. ¿Reconocimiento genético de bandas verticales? ¿Percepción de calor a largo alcance? ¿Rastreo de estelas mentales? 0 Esperarán todo el día escondidos debajo de la cama. Saben que esperan y saben lo que esperan. Pero ¿qué comen mientras tanto? ¿Cómo se entretienen? 0

En la tiniebla completa encontrarán tu cuello, tus nudillos, por muy tapado que estés.

0 Tienen sus preferencias: no les gustan las frentes, los pómulos, la nariz, las palmas de las manos. En cambio, les vuelven locos los huesos de las muñecas, las falanges, las sienes, y por supuesto el estómago si te pillan destapado. 0 Saben cuándo te quedas dormido, pero se adelantan porque son malignos: empezarás a oírlos cuando, después de una hora de insomnio, empieces a caer por fin en un placentero sopor. Prueba irrefutable de que “ven” las ondas alfa. 0 Si enciendes la luz se esconden, desaparecen, no hay forma de cazarlos. Yo diría que se vuelven invisibles. Se camuflan. No existen. 0 Es la suya una profesión arriesgada: joder al rey de la civilización en su más sagrado refugio. La inmensa mayoría muere ahí, por el spray, la zapatilla, o el bofetón en la oreja. Pero es igual. No importa. Seguirán sobreviviendo como especie superior. 0

Por la mañana te encontrarás alguno tan atiborrado de tu sangre que ni podrá siquiera despegar de la pared.

0 Eso es todo lo que comen. Pero no acaba ahí el desafío. Pues ahora deben buscarse entre sí para aparearse. Otro misterio. ¿Cómo lo consiguen, si están todos atrapados en mi habitación? Seguramente los machos huelen el vientre sanguinoliento de las hembras a varias manzanas de distancia. Ínfimas moléculas de feromonas que reconocen entre trillones. Qué barbaridad.

RECUENTO DE IMÁGENES PRE-ONÍRICAS ANTES DE DORMIR 0 El mundo de las formas sin nombre: En el corazón de la noche cerramos los ojos y vemos esas filigranas, imágenes “hipnagógicas” las llaman, que tantas veces veíamos cuando éramos niños y teníamos el cerebrito limpio. Siempre me resultaron fascinantes esas imágenes de “formas desconocidas”. Se trata de sucesiones de formas y objetos que pese a ser concretos son totalmente desconocidos; lo cual no equivale a decir que son abstractos. Tienen su color, su textura, sus partes y elementos, sus mecanismos, su movimiento y hasta su sonido; solo que no se ajustan a ningún objeto que exista en nuestra realidad. Nunca se han visto, no tienen nombre, no se sabe lo que son ni para qué sirven; ni siquiera se parecen a objetos familiares; son realmente extraños. Esferas de metal, por ejemplo, en disposiciones peregrinas; hebras, estructuras, planchas porosas, artefactos imposibles, moléculas estrambóticas. Pero todas las descripciones se nos quedan cortas. Pues todas esas formas se suceden en la imaginación con velocidad y presencia formidables, superponiéndose unas a otras, desplazándose entre sí como una noria, en un vertiginoso remolino. No pueden proceder de la memoria, mía o ajena. La humanidad nunca ha visto esos objetos. No pueden haber existido; aunque la mayoría tienen


el indiscutible aspecto artificial de cosas manufacturadas. No tienen características vegetales ni animales. Quizás algunas podrían tener semejanzas con el mundo microscópico, pero no es probable, pues se presentan a nuestra visualización como objetos del tamaño de un electrodoméstico. Cualquiera puede verlos si aguanta una noche sin dormir y en la noche del día siguiente se sienta en un sillón y cierra los ojos. No son imaginaciones a las que demos forma con nuestra voluntad. Aparecen en nuestra mente con un realismo y una homogeneidad pasmosas. ¿Qué son? Puede que en nuestros sueños aparezcan de vez en cuando objetos así, pero ¿por qué se juntan ahora todos de manera tan atiborrada? Es como si nuestra percepción, en su viaje al mundo de los sueños, atravesara una región repleta de cachibaches absurdos, sorprendentes, extraños, nuevos. Por más que intente buscar alguno que pudiera asociar con un nombre, no lo consigo, no dan cuartel. Todos son invariablemente grotescos. ¿De dónde vienen? ¿Quién los genera? ¿Qué utilidad tienen? Refrescando memorias, o ayudados por técnicas regresivas, no hay sujeto que no las haya visto alguna vez. Todos saben de lo que estamos hablando. 0 Los paraísos netos: Cuando éramos niños, con 3 o 4 años, todos jugábamos por la noche, antes de dormir, con las imágenes pre-onírcas, o con las sombras y los reflejos de las paredes, y creábamos con nuestra voluntad fabulosos paraísos llenos de color y entretenimiento en los que nos podíamos internar para explorarlos y disfrutar de ellos. No había sustos ni elementos malignos. Eran verdaderos mundos de belleza creados por nuestro deseo y nuestra imaginación. Posiblemente las mejores experiencias de nuestras vidas, aunque ni siquiera lo recordemos. Entonces ensoñábamos todos, éramos videntes. No necesitábamos prueba alguna de la Magia. Hasta que vino la socialización, y se acabó la fiesta . 0 Recapitulaciones espontáneas: En el presente, hay noches en que te centras más en alguna escena vivida ese mismo día, concentrándote y abstrayéndote tanto que parece como si la hubieras revivido. La conciencia y la voluntad no intervienen para nada. Es un proceso automático, aunque a menudo se introduzcan variaciones o distorsiones. Es muy frecuente, por ejemplo, reproducir secuencias enteras de la película que has visto esa misma noche en la tele, alterando de manera involuntaria el final o tu participación en ella. La sensación que tienes, cuando sales de ese estado de abstracción, es de haber estado inconsciente e inmerso en un sueño despierto. Y siempre se queda uno asombrado del poder de la imaginación: qué películas se llega a montar ella solita. 0 Pensar o divagar: A la hora de intentar dormir, si uno tiene preocupaciones pensará probablemente en ellas; y si no, simplemente divagará. Iniciará un proceso que manifiesta bastante bien el carácter asociativo de las imágenes mentales: pensando en la multa, salto a los neumáticos, y de ahí al muñeco de Michelin, a los dibujos animados, a la tele de los niños, a la bronca que hubo ayer en casa, y acabo pensando en una cerveza cuando lo que quería es aclararme con lo de la multa. Si estamos cansados, la divagación desemboca rápidamente en imágenes extrañas, cohesivas, cada vez más profusas, hasta que se forma la espuma de los sueños. Si estamos desvelados, los círculos de asociación se cierran, y podemos aburrirnos mucho. Gracias a Dios, cuando llega el momento en que nos es imposible retomar el hilo, o tan siquiera el tema de lo que estábamos pensando, es que entonces el sueño es inminente. Es desde luego una pena que exista esa dicotomía, esa ley de la inversa, entre la conciencia y la intensidad de los sucesos. Pues ese lapso de tiempo, el de quedarse dormido, contiene toneladas de información para los psicólogos. Parece como si el “cerebro” ofreciera material primario a espuertas, para que la imaginación no pase penurias a la hora de armar los sueños. Pero ¿qué es ese material? El viejo problema de que un mismo objeto puede percibirse de maneras bien distintas según la actitud proyectiva. Llega un momento en que la mente fuerza a las imágenes a convertirse en sueños. Así que, de nuevo, ¿qué son esas imágenes? 0 Objetos nombrables pero no vividos: Otra clase de imágenes pre-oníricas la forman aquellas imágenes de objetos, lugares, personas, hechos todos ellos concretos, reconocibles, nombrables, que forman parte de lo real, aunque no los hallamos visto o conocido en nuestra vida real. Este proceso suele comenzar con imágenes de cosas que sí hemos vivido, recientemente o no, para pasar rápidamente a encadenarse cosas o escenas que, aunque sabemos lo que son, no hemos visto ni conocido nunca (y podríamos asegurar que no son detalles que simplemente hemos olvidado). Acto seguido comienzan a intercalarse entre estas imágenes ciertos sonidos, palabras o frases que tienen un carácter normal pero que también podríamos asegurar que no las hemos oído nunca, no al menos en esa presentación sonora concreta. Lo que más llama la atención de este proceso es la total falta de relación que hay entre las imágenes y los sonidos que se suceden, habida cuenta de la rapidez con que lo hacen. En los procesos reflexivos sí hay una asociación, pero aquí no la hay en absoluto. Y siempre es una sucesión, por muy vertiginosa que sea; nunca se presentan dos imágenes simultáneas, por mucho que parezcan pisarse los talones unas a otras. Sin alterar el ritmo de aparición, pues, es frecuente que el proceso termine introduciendo imágenes cada vez más desconocidas hasta vernos inmersos de nuevo en “el mundo de los objetos sin nombre”, con lo cual se cierra el círculo.

RECUENTO DE LAS INAUDITAS POSIBILIDADES DE LA MÚSICA


0

Piezas de música atonal, misteriosa, contemporánea, coral, en los interludios de las reuniones de negocios.

0

Cromatismos del efecto Doppler.

0 Amplificaciones y alteraciones de frecuencia de los sonidos en el interior de la tierra, en las cuevas, en las profundidades marinas. 0

Traducir a instrumentos electrónicos los pulsos sonoros de los registros del electroencefalograma.

0

Una coral de respiraciones y olas rompiéndose en la playa.

0

Simplemente cuantificar, para que ajusten al compás, los trinos de los pájaros, el crujir de las cigarras, los grillos.

0

Hay ritmo hasta en los ecos de una caverna de murciélagos.

0 Reunir en un disco las mejores interpretaciones que los compositores han hecho del amanecer, empezando por supuesto por el comienzo del Dafnis y Cloe de Ravel. 0 Un aparato que grabe las sinfonías que canturreamos camino al colegio en el magnífico auditorio de la Trompa de Eustaquio, incluyendo las partes “imaginadas”. 0

Psicofonías musicales.

0 Mediums especializados en transcribir, con “escritura automática”, las composiciones dictadas por determinados genios muertos. 0

Sustituir los claxons de los coches por samples de piezas unánimemente armoniosas.

0 Debería haber parques públicos musicales, donde el reposo no lo den (solo) las plantas y las fuentes, sino músicas de diversos estilos, bien con músicos en vivo o con equipos de reproducción. 0

Expandir notablemente el tiempo con algún plug-in ACID y cuantificar el sonido de los torrentes.

0 La musicoterapia aún está en pañales. Un estudio profundo, bien probado, de las relaciones entre los intervalos, los timbres, y las respuestas endocrinológicas dará resultados sorprendentes. 0 Es fundamental una música adecuada en el embarazo. Quignard insiste, y con razón, en que oímos el mundo antes de percibirlo de cualquier otra manera. 0

Las plantas, las hortalizas y los cereales (y esto sí que está demostrado) son especialmente sensibles a la música.

0 Los ruidos domésticos (calefacción, crujidos, somier, relojes, zapatazos del vecino de arriba, etc) escuchados a la velocidad perceptiva inmediatamente superior a nuestro estado normal de conciencia (pongamos por ejemplo las ondas alpha), resultan ser piezas sinfónicas extraordinariamente ricas. Cualquier meditador sabe que los sonidos nocturnos tienen “ritmo”. 0 El secreto para avanzar en la música, o simplemente darnos cuenta de que estamos al 0,1% de sus posibilidades, es sencillamente “romper sus rutinas”. Por eso es admirable Zappa, y enervante el pop español. 0 Ahora que tenemos los editores de audio, basta manipular el viento, los ladridos, las campanas, o el trote de un rebaño de ovejas, para obtener lenguajes musicales fascinantes, arrebatadores. 0 De hecho, los animales hablan. Nombran las cosas con variaciones infinitesimales en las ondas acústicas que emiten. Un lenguaje eminentemente musical. También lo es el nuestro, pero la semántica nos lo oculta. Y me temo que a los perros les pasa igual. 0 El sonido es más antiguo que la luz. Los “fonones” (partículas transmisoras del sonido) son más longevos que los fotones. Tienen más información. 0 La sintonía más absoluta que puede existir entre la tierra y el hombre se consigue tocando la guitarra clásica y la flauta travesera en un cálido huerto de albaricoqueros y naranjos. Por razones difíciles de analizar, hay una


compenetración especial, que sobrepasa cualquier expectativa, entre los árboles, el aire, la tierra, y estos dos instrumentos. 0 Oír música reproducida en aparatos distantes o a muy bajo volumen, de forma que no se distinga bien la pieza o sus instrumentos es, en muchas ocasiones, más sugerente que escuchar música con mucho volumen o con auriculares. Se podría hablar de “música lejana” como de un género: esas tonadas que llegan a través del bosque, por la noche, confundidas con el viento, quizás desde las fiestas de alguna distante aldea, quizás en el misterio de la época medieval. La magia que tenían esas remembranzas (ahora suplantadas por el cardíaco bombo del bakalao y sus tunning), se apoya en el hecho comprobado de que tendemos a “rellenar” las partes inaudibles de una “música lejana” con las opciones más orquestales y hermosas que podemos “imaginar”. Tan sedientos estamos de armonía; o tan frustrados de llegar tan rápido a los “secretos” de cualquier canción. Dando vueltas en la cama, pues, enclaustrado en su granja aislada, aquel joven inquieto que no había podido ir a la fiesta recompondría, a partir de esos fragmentos sonoros, tristísimas melodías inundadas de sentido musical. Algo de ese embrujo, de la esencia de esa melancolía, está captado en la atmósfera y las primeras estrofas de aquel tema de Paul Simon: “Are you going to Scarborough Fair?”... 0 La filosofía de los sampleados podría haber dado también lugar a otro género pleno de posibilidades: las “canciones cortas”. ¿Por qué siguen siendo los tres minutos el estándar para una canción? Si lo piensas no tiene lógica. Las sesiones disco y la música clásica tienden a alargar las duraciones pero nunca a acortarlas. Nadie hace discos con 50 o 75 temas de corta duración. ¿Por qué? 0 En fin, música de mirlos y de ruiseñores, de lobos y ballenas, de recitadores y “cuenta-cuentos”; música de las esferas, música estocástica, música zen; programas de probabilística aplicada a la improvisación, plugins de “flecos” humanos para la producción de samples digitales, etc, etc. Todos los días se habla en la radio de una nueva etiqueta, un nuevo género de fusión. ¿Se puede acaso concebir un más allá sin la más exquisita de las bandas sonoras? ¿Qué pasaría si asociamos intervalos y timbres con el comportamiento de las partículas en las ecuaciones cuánticas?. La electrónica está ya desfasada. Entremos en la era de la música atómica.

RECUENTO DE APLICACIONES ÍNTIMAS DE LA REGLA 0

El propósito sigue siendo entrar vivo en el astral.

0

¿Una audacia espiritual que te deja las cervicales rotas?

0

Reivindicamos una sacralización de la psicología de la percepción.

0

Ahora estás en el mundo de la magia, amigo; pórtate bien.

0

Eyaculación y orgasmo nunca fueron la misma cosa. Conocimiento y lenguaje tampoco.

0

Eso de que la jerarquía humana es reflejo de la espiritual no es más que una patraña.

0

Nadie conoce tu origen, tu generación, tus cargas, tus fracasos.

0

Vivirás en la ciudad solo por castigo, acecho, rabia o perversión.

0

Sobriedad es desconfiar absolutamente de todo, hasta de uno mismo.

0

Hace falta ser blando para convertirse en mercachifle.

0

Dentro de diez mil eones seguiremos viajando solos.

0

Generosidad es a elegancia como entrega es a etiqueta.

0

Es un nuevo programa que registra las quejas por unidad de tiempo.

0

Puedes ser como te apetezca mientras no dirijas a nadie.

0

El mundo se rompió como un espejo, y sus trozos reflejaron la sorpresa.


0

Un hombre sin historia no recuerda dónde estuvo ayer.

0

Todas esas garrapatas conocen vuestros horarios.

0

La muerte es algo que los demás trajinan.

0

Ponerse sistemáticamente al alcance de los agujeros negros.

0

Siempre hay un estímulo natural que protagoniza la acción.

0

Perder el tiempo es un deporte de riesgo. Solo lo creativo es gentil.

0

Ahora es una barrera; mañana será un escalón.

0

Abraza los pinos como si cayeran en un abismo.

0

No es verdad; el universo se rige por el máximo de los esfuerzos.

0

Sentencias místicas implacablemente relativizadas.

0

Asno y sano se parecen: en los músculos, en la sobriedad.

0

No más pobrecitos sordos ni lloriqueos cósmicos.

0

Ya se encargarán las estrellas muertas de machacarnos nuestra vanidad.

RECUENTO DE JUEGOS CONSCIENTES 0

Aprender a caminar en verdadera fila india y en verdadero silencio.

0

Adivinar los pensamientos del que va delante.

0

Caminar escondiéndose del viento.

0

Caminar con un ojo vendado.

0

Conocer a las personas a través de sus sombras.

0

Hablar a las plantas de igual a igual.

0

Desenfocar la vista en situaciones sociales comprometidas.

0

Buscar y abordar a personas que irradien poder.

0

Adentrarse en una cueva a charlar con la oscuridad.

0

Descifrar la sintaxis de las señales del mundo.

0

Bailar trotando en el ocaso hasta la última esquirla del sol.

0

Enterrarse los pies, extender los brazos, y sentirse árbol.

0

Uno se sienta con los ojos vendados y el otro se le acerca sin ser oído.

0

Cultivar gritos y alaridos. Pero hay que hacerlo bien, y con estilo.


0

Fundirse dentro de una sombra hasta hacerse invisible y pasar desapercibido.

0

Jugar con el eco de un cortado, una pared, un cañón, un acantilado.

0

Pedirle consejo a un monte, una nube, un peñasco viejo.

0

Leer poesías en voz alta en la rambla más recóndita que encuentres.

0

Un inventario exhaustivo de los ruidos y sonidos que se escuchan en el monte.

0

Quedarse completamente inmovilizado durante un par de horas, y sin quedarse dormido.

0

Mirar cara a cara a alguien hasta llegar a ver por sus ojos.

0

Mirarse en el espejo hasta desdoblarse o ver al demonio.

0

Caminar alerta porque hay alguien que nos acecha escondido y no sabemos dónde está.

0

Danzar alrededor del fuego con tambores y pasos bien concertados.

0

Tratar de encontrar al otro en una gran sala completamente a oscuras y en silencio.

0

Encontrarle el chiste a los afanes de cualquier animal.

0

A ver quién ordena mejor la mesa.

0

Te restriego la piel con objetos innombrables.

RECUENTO DE ODIOS 0

Odio los camiones.

0

Odio la babosa adoración que despierta la realeza.

0

Odio los bares.

0

Odio a los escritores que fuman.

0

Odio a las moscas y a los mosquitos.

0

Odio a los depredadores y a los parásitos.

0

Odio los titulares de los periódicos regionales.

0

Odio la prensa rosa y los concursos de televisión.

0

Odio a los cómicos traidores que se pasan a hacer series.

0

Odio a los cazadores.

0

Odio a los encapuchadores de palmeras.

0

Odio los chalets sin vallas, sin intimidad.

0

Odio los sistemas operativos.


0

Odio a Isabel Tocino y a Julio Iglesias.

0

Odio las meriendas bajo los pinos.

0

Odio todas las playas de España.

0

Odio los cuarteles militares.

0

Odio a los borrachos y el alcohol en general.

0

Odio los ritos de las audiencias de música clásica.

0

Odio a los locutores de radio que hablan y hablan sin parar.

0

Odio la publicidad en radio y televisión, no sé cuál de las dos más.

0

Odio las gafitas que invariablemente llevan todos los curas.

0

Odio las canteras.

0

Odio las fiestas patronales y sus verbenas.

0

Odio a los lentorros y a los que siempre tienen prisa.

0

Odio especialmente el ruido de las máquinas cortadoras de césped.

0

Odio los solomillos.

0

Odio a los estudiantes de Económicas y Empresariales.

0

Odio las rumbas.

0

Odio las consignas de las campañas electorales.

0

Odio las grandes ciudades.

0

Odio a los aficionados al toreo.

0

Odio la música de las películas de Spielberg.

0

Odio a los funcionarios almorzando.

0

Odio la mala señalización.

0

Odio los tractores en todas sus modalidades.

0

Odio cuando en una película comen hamburguesas.

0

Odio el INEM.

0

Odio a la gente que pasea por el arcén de la carretera.

0

Odio los karaokes.

0

Odio a los personajes de los dibujos manga.

0

Odio los juegos de azar.

0

Odio a las señoras en cualquier cola.

0

Odio los horribles pinreles que vemos a diario por culpa de la puta moda de las chanclas.


0

Odio a cualquier lector de Dan Brown o Harry Potter.

0

Odio a la gente que se para en las escaleras mecánicas.

0

Odio los estribillos de las canciones.

0

Odio la palabra multidisciplinar.

0

Odio la invariable obsesión salva-mundos de los héroes del cine.

0

Odio las introducciones históricas a cualquier tema de estudio.

0

Odio a las personas que están convencidas de que nadie las puede odiar.

0

Odio las arañas, las garrapatas y las cucarachas.

0

Odio lo muchísimo que se enrollan las mujeres en la farmacia.

0

Odio la habilidad que tiene la gente para no dejarme paso cuando caminan delante.

0

Odio oír a dos mujeres hablando de trapitos.

0

Odio la inclinación que tiene la cultura gay por el cotilleo y lo retro.

0

Odio las ventanas sin cortinas.

0

Odio las canciones del verano.

RECUENTO DE ADORACIONES 0

Adoro todas las nubes, menos las de lluvia.

0

Adoro todos loa árboles, menos los baobab, que son taco de feos.

0

Adoro las noches cuajadas de estrellas.

0

Adoro el silencio. Y la meditación.

0

Adoro tachar ítems de mi lista de asuntos pendientes.

0

Adoro la astronomía, la cosmología, la astrofísica y las partículas elementales.

0

Adoro los procesadores de texto y el Photoshop.

0

Adoro los secuenciadores y la música digital.

0

Adoro el sexo tántrico.

0

Adoro a Zappa.

0

Adoro a Zawinul, a Mike Oldfield, a Bach y a Ravel.

0

Adoro los comix, y a Moebius en especial.

0

Adoro a Fukuoka y a Ciorán.


0

Adoro leer el periódico con calma.

0

Adoro los desayunos.

0

Adoro ir al cine o a cenar en buena compañía.

0

Adoro los torrentes y las cascadas. Y saltar sobre las piedras de los arroyos.

0

Adoro el viento en todas sus formas.

0

Adoro las tormentas.

0

Adoro todas las aves, menos las avestruces.

0

Adoro las flores y las plantas, y todos los jardines del mundo.

0

Adoro los pechos, los brazos y las caderas de las mujeres bien hechas.

0

Adoro los ojos de todas las personas, en especial de los niños.

0

Adoro las aceitunas, las torrijas y el vino moscatel. Adoro las uvas.

0

Adoro los documentales sobre el espacio y las películas de submarinos.

0

Adoro “Grupo Salvaje” y ” Pulp Fiction”, mis dos películas favoritas.

0

Adoro a mi mujer, a pesar de todo.

0

Adoro viajar en avión.

0

Adoro sentarme al solecito en invierno y a la sombrita en verano.

0

Adoro el acento andaluz y la guitarra flamenca.

0

Adoro los conciertos de rock.

0

Adoro caminar solo por el monte.

0

Adoro ver un cohete despegando.

0

Adoro la animación virtual de vanguardia: Art Futura.

0

Adoro el olor del dondiego, el jazmín, el geranio y el azahar.

0

Adoro enamorarme y ser correspondido. Y quién no.

0

Adoro los veinte minutos después de cualquier ducha.

0

Adoro caer en la cama cuando estoy derrengado.

0

Adoro apretujar los mofletes de los críos.

0

Adoro charlar a la luz de la lumbre.

0

Adoro ver nadar a las medusas.

0

Adoro el espectáculo de un alud o la nube piroplástica de un volcán.

0

Adoro el arrullo de las fuentes.


RECUENTO DE EGOS APLASTADOS POR EL SILENCIO 0

El silencio convierte en gruñidos de perros mestizos el café de los ejecutivos en la barra.

0 Pobres esclavas pesadamente arrastrando las cadenas de sus tacones en punta, sus gomas en el pelo, sus pendientes, sus cinturones, sus bolsos, sus collares y colgantes. Si surgiese una emergencia no podrían ni correr. 0 No es el silencio sino el pensamiento lo que hace de ese frágil anciano una ráfaga de aire rancio, sin rostro, una retahila de recuerdos quebrados, como una procesionaria del pino perdida y desacoplada, a punto de pisotón. 0

El banquero, erguido y condescendiente, se vuelve tan pomposo como exactamente una estatua de jabón.

0 No es la música sino el silencio lo que transforma en títeres, marionetas de un ego multiforme, teledirigido, casi palpable, a los músicos de ese grupo de pop. 0 Globos de ojos y bocas abiertas de par en par pululan como peces hipnotizados, dormidos o inoportunamente despertados, los niños y los padres, el gentío que llena este parque de atracciones. 0 Definitivamente, el silencio cambia los papeles en el zoo: los animales parecen mucho más personas que los visitantes. 0 No queda nada de ego en esas putas y yonquis de la avenida. Son como sombras en 2D, como graffitis en un espejo, como campanas sin badajo. Nada voluminoso que zaherir, que agarrar, que acariciar. Ni siquiera una gota de sangre que se hinche al final de su reguero. 0 Salen por la mañana a la calle todos los currantes, madrugadores, a la parada del bus, a los pasillos del metro. Todos van movidos a empujones violentos y desagradables. Y si te fijas un poco mejor te quedas perplejo: ¡Son ellos mismos los que se empujan! 0 Hay mujeres que son un átomo de placer en el centro geométrico de su cuerpo. Prodigioso. Y hay mujeres que son un puñado de brisas inexplicablemente aglutinadas, egos de aire caminando juntos; pequeños remolinos de viento de color pastel, de la factoría Disney. Si les das un susto, los vientos se vuelven grises, como la margarina sin colorantes, o se condensan en un agua caliente y aparatosa; o salen disparados cada uno para un lado, y hay que ir a por ellos con un cazamariposas. 0 El ego de los científicos se parece, desde los griegos, a las máquinas de escribir antiguas, o al lenguaje braile, o a las fichas de los antiguos procesadores de datos. Todo en ellos es previsible, bello, abstracto, rígido y estándar. 0 El ego de los poetas, en cambio, siempre tiene rostros nuevos, pero la autocompasión vuelve sus llagas obscenas. Son una lágrima andante; una mueca de melodrama con demasiadas curvas; una tristeza valiosa escondida bajo la primavera de sus máscaras. 0 El ego del político inevitablemente le lleva a la prepotencia, la grosería, la hipocresía. la frialdad. ¿Dónde aprender atraicionar por sistema tanta expectativa sobre su lenguaje corporal? Son inagotables en su ametrallamiento de intentos de presentación, de malabarismos de la autojustificación.

RECUENTO DE VIDENCIAS SOBRE LA ENERGÍA SEXUAL 0 Extrañas y características formas astrales comienzan a formarse por encima de los amantes: rostros de humo, secuencias sonoras, animales exóticos, nubes parlantes. Recuerdos desfigurados, de todas las gamas del color de las vísceras, que irradian desde los “chakras” de la parte media del cuerpo. 0

Las emisiones son tanto más densas cuanto más fuerte es la excitación.


0 Lo verdaderamente sobrecogedor es la certeza de que esas ondas de color son pura conciencia. Lecciones costosamente aprendidas, eventos íntimos que se desprenden de la memoria como las hojas de un árbol, para no regresar jamás. 0 El cuerpo energético respira por veinte o treinta sitios distintos, bombeando energía especialmente seleccionada entre las fibras dormidas. 0 El “punto de reunión” se encuentra físicamente entre las mitades superiores de los “auras” (cuerpos esenciales) de ambos participantes. Ese punto va recibiendo las fibras de conciencia, generalmente amarillas o doradas, y va formando poco a poco, a veces con cierta rapidez, una especie de capullo deforme que silba y gira en el aire emitiendo cautivantes destellos. También sirve el símil de la galaxia formándose después de la explosión de una supernova. 0 Al mismo tiempo, en el útero, la contraparte astral del lingam (pene, en la terminología tántrica) va hilando, al compás de sus movimientos, un denso depósito de energía intensamente plateada, como un vaso de mercurio. Es la pasta de donde surgen las “lombrices-anzuelo” con que el hombre vampirizará sin saberlo, y durante un largo período de tiempo, a la mujer con la que ha copulado. 0 La primera posibilidad es que la eyaculación, gracias al control tántrico o al enfriamiento de los participantes, no llegue a producirse. La bandeja de plata formada en el útero permanece allí después de retirado el lingam; aunque con el tiempo acaba descomponiéndose, deshaciéndose en débiles y temblonas sanguijuelas que no llegan a fijarse con solidez 0 En cuanto al capullo dorado que se forma en el exterior, parece que gran parte de su material energético regresa al aura de sus emisores. 0 Pero también hay mucho material que se pierde para siempre en los recovecos del astral, generando seres elementales con un notable grado de autonomía, ya que esas emanaciones tienen un selecto contenido de conciencia. Hay videntes que afirman que la frustración de lo abstracto, al recibir esos sabrosos regalos inertes, resulta tan desencajante que convierte a esas formas en seres invariablemente malignos. 0 Por otra parte, hay también un porcentaje del material energético del varón que, al formarse el molde de la nueva concepción, o bien no regresa a su emisor, insertándose entonces en el aura de la otra persona como perpétuas y dormidas células de recuerdos ajenos, o bien regresa descontroladamente a su verdadero dueño, incrustándose en lugares totalmente distintos de aquellos de donde partió, y generando con ello un cierto desbarajuste que daña la estructura memorística del emisor. 0 En una segunda posibilidad, el varón eyacula, pero lo hace fuera del yoni (vagina) de la mujer. Fuera completamente. Las fibras plateadas que, acompañando al esperma, debían inseminar la “patena” formada en el útero para agarrarse allí como tentáculos chupadores, son despedidas entonces en el vacío, produciendo un desgarrador despliegue de cometas enloquecidos que se enganchan por cortos instantes a las paredes, los muebles y las sombras de la habitación, para descubrir, no sin cierta furia, que toda la blanquísima tensión que impúdicamente exhiben ahora ante los ojos asqueados del testigo clarividente, va a extinguirse inmediatamente por no poder encontrar su verdadera agarradera. La bandeja de plata se desmorona según lo descrito en el supuesto anterior, y la mujer queda libre de su tributo energético al varón. 0 Sin embargo, en este caso, la suerte del engendro formado en el “punto de reunión” sí es espeluznantemente diferente. La eyaculación corta irreversiblemente las avenidas filosas que lo comunican con sus emisores, pero el engendro, que en principio precisa esta repentina autonomía para adherirse a la matriz donde comenzaría entonces la gestación, se ve incapacitado para ello debido a que la red de fibras chupadoras no está focalizada. 0 Huelga decir que una de las funciones de estas fibras es, desde luego, señalar, llamar y dirigir la energía del engendro de conciencia fusionada para inaugurar la concepción. Como las fibras no están en su sitio, sino que rebotan electrizadas por las inmediaciones, el engendro queda suelto y sin destino, ingresando íntegramente en el astral, para formar un individuo más de la raza de los no concebidos, que es el inmenso ejército astral a donde van a parar todos los seres creados en las masturbaciones. 0 Podrían escribirse libros enteros sobre las características de estos seres, pero baste aquí señalar que son normalmente malignos, vengativos, conscientes de sí mismos, no muy longevos, enormemente variopintos (ya que las fantasías mentales que acompañaron su generación les sirven de ropaje), y distintos, por otra parte, de la raza de los abortados, que forman otro linaje definitivamente más poderoso. 0

Finalmente, la tercera posibilidad es que el varón eyacule normalmente dentro del yoni de la mujer. Nada impide


entonces un acoplamiento armonioso del engendro dorado con la matriz. 0 Si la concepción fracasa, como es habitual en tantas ocasiones, será ahora debido a factores de rechazo fisiológico, inadecuación en el período, interferencia de métodos anticonceptivos, o sencillamente porque el óvulo no ha sido germinado. En todos estos casos, la energía del engendro dorado se disuelve poco a poco, y de manera no traumática, en formas abstractas que flotarán en el astral sin poder nocivo alguno. 0 Eso sí, los participantes en el coito perderán sin remedio su selecta conciencia donada, como en cualquier eyaculación. 0 Por otra parte, quedarán establecidas, desde el útero a distintas zonas del aura del varón, unas conexiones energéticas que, como cordones umbilicales, extraerán energía del cuerpo energético de la mujer durante muchos años. No importa dónde se encuentre el hombre; la flexibilidad de esos cordones obligará a la mujer, durante todo ese tiempo, a alimentar con su preciosa, insustituible y sutil conciencia al hombre que la poseyó. 0 Hay que decir que este gasto pasa desapercibido para la mujer porque su función biológica subliminal es asegurar una dependencia o una fidelidad que obligue al hombre, también de manera inconsciente, a responsabilizarse del ser que va a ser creado. 0 Pero no por ello deja de ser menos real. Así que resulta aterrador pensar en las huestes de mamones que, sin saberlo, extraen simultáneamente energía de, por ejemplo, una prostituta. Es por eso que tarde o temprano se sienten más que agotadas: profundamente exprimidas y esclavizadas. 0 Estos perjuicios, las fibras chupadoras y la donación de la energía fusionada, son graves en cuanto a la pérdida de energía, pero no dependen del éxito o fracaso en la germinación real del óvulo. Prospere o no prospere la concepción, las fibras quedan establecidas, y la conciencia perdida. 0 El verdadero desastre para la energía humana comienza, sin embargo, cuando la concepción realmente prospera, y el óvulo comienza a dividirse. 0 En este momento, otro tipo de fibras queda establecido: las que unen al feto con la parte media y frontal del cuerpo luminoso de sus padres. Son estos otro tipo de “cordones umbilicales”, también poderosamente flexibles e irrompibles, generalmente de color opaco o marrón, a través de los cuales encuentra el vástago la energía y la conciencia necesaria para crecer, no solo dentro del útero, sino durante todo el resto de su vida. 0 Horripilante pero cierto. Literalmente, los hijos crecen a costa de la conciencia de sus padres. A través de esos canales energéticos, estén donde estén, los progenitores alimentan constantemente a sus hijos, suministrándoles el material básico de conciencia sobre el que estos últimos moldearán sus propias imágenes o recuerdos. 0 La razón de este derroche nuevamente es de corte evolutivo: los padres necesitan sentir una profunda identificación con sus hijos para asegurar su protección y no abandonarles. 0 Pero el resultado de este proceso es tan alienante para las partes emisoras que uno no puede menos que denunciar la crueldad del orden natural, y la despiadada esencia del trato que los hijos dispensan a sus padres con la sola convivencia. 0 El huevo luminoso de los progenitores llega a ser vaciado por dentro, como un tronco hueco, y a los ojos del vidente presenta unos grandes agujeros negros, a la altura del estómago, tantos como hijos tienen, y tanto más grandes cuanto más criados estén. 0 A los ojos de la razón solo vemos padres agotados, o entregados, o amorosos. Pero a efectos de iniciación, son seres cuya creatividad, osadía y percepción espiritual ha quedado tan mermada que solo una disciplina titánica, o la muerte de los hijos, que automáticamente interrumpe el proceso de vaciamiento, devolviendo gran parte de la energía cedida a su verdadero dueño, puede rescatarlos de su absoluta nulidad para el conocimiento. 0

Conclusión: es un auténtico alien esa lapa llorica que tienes aferrada al cuello.

0 Te roban el sueño, el dinero, la conciencia y los gestos. Te roban la audacia y la belleza. Te roban la soledad, la paz, la intimidad y el tiempo. Y un buen día te mandan a la mierda delante de los vecinos, y se quedan tan tranquilos. 0

El pecado original existe: nacer. Y la vida es el infierno con que pagamos ese lamentable error.


0

No hay belleza ninguna en ningún parto de este histérico y sanguinoliento mundo.

0 Por eso los niños son los más inmaculadamente culpables. Y asegurarles nuestra esclavitud es todo lo que persiguen nuestras consignas sociales. 0

Escuchad, en verdadero silencio, las rabietas de los niños.

RECUENTO DE LAS ENORMIDADES DE ZAPPA 0 En sus 52 años de vida, Zappa publicó más de 70 LPs y CDs, 16 de ellos dobles, y 3 triples (sin contar con recopilaciones y bootlegs). Más de 1.200 composiciones, todas largas y complejas. Ningún compositor de la historia ha tenido una producción tan intensa. Ni siquiera Mozart. 0 Todos los temas estaban no solo compuestos sino también producidos por él. Es decir, él mismo era el ingeniero de sonido de todos sus temas. Tela. 0 Además, Zappa era un guitarrista eléctrico soberbio, y sus improvisaciones son probablemente de las más largas, inteligentes y honradas de la historia del rock. Hay que destacar, sobre todo, las “entradas” en dichas improvisaciones, siempre impactantes y estudiadas, y el mérito de lograr efectos siempre distintos para cada tema. Todos los demás guitarristas, hasta los más punteros, se acaban instalando en un sonido propio, no solo por una cuestión de “identificación” comercial, sino porque es realmente difícil conseguir un sonido original. El hecho de que Zappa consiguiese un sonido original y distinto en cada tema da cuenta de su abrumadora impecabilidad en el procesamiento de efectos y dominio de la guitarra. 0 Aunque sus raíces vienen del incipiente rock de los años 60, rápidamente abordó las fusiones más arriesgadas con el jazz, la música clásica y la digital. Cuando aún la peña alucinaba con el Sargent Peppers de los Beatles, Zappa ya componía obras de música contemporánea para las principales filarmónicas del mundo, sin perder el espíritu rockero, y riéndose de todos los tópicos de la música. 0 En su grupo siempre han tocado los mejores instrumentistas del momento, los más virtuosos y destacados (George Duke, N. Murphy Block, Terry Bozzio, Steve Vai, Adrian Belew, Jean-luc Ponty, Aynsley Dunbar, etc). Había que ser maestro de música para seguir sus partituras. 0 Era un orquestador deslumbrante. Sabía sacar el mejor sonido de miles de instrumentos, acústicos, analógicos y digitales. Llevó la tímbrica del grupo eléctrico al máximo de sus posibilidades. 0

Además, Zappa cantaba en casi todos sus temas, y lo hacía muy bien, con su socarrona voz grave característica.

0 Él mismo escribía todas las letras. Era un letrista excepcional. Prolífico, mordaz, irreverente, imaginativo. No escatimaba textos. El mismo Bob Dylan se le quedaba corto. 0 Como showman era también espectacular. Sus conciertos eran una fiesta asombrosa de música y participación. Nadie como él sabía conectar con el público, divertirle y asombrarle, bien con sus proezas musicales como con los números teatrales que preparaba. Le gustaba mucho la fórmula de la ópera-rock, en sus variantes más estrambóticas. 0 Trajo el sentido del humor a la música. Se reía de todo. Su música era siempre cómica y al mismo tiempo irresistiblemente bella. Podía hacer orquestaciones épicas, majestuosamente bellas, para por ejemplo preguntarse por qué le dolía cuando meaba. Su alegría y comicidad no han tenido parangón en la historia de la música. 0 Por lo “lisérgico” y disparatado de su música, así como por la pinta de “freaky” que gastaba, parecería que se hinchaba a consumir drogas. Pero lo cierto es nunca se drogó. No le gustaban las drogas, y ésta es seguro una de las claves de su lucidez. Sus únicos vicios, aunque bien enconados, fueron el café y el tabaco. 0 Consideraba execrables las “listas de éxitos” hasta el punto de que se mosqueaba si algún tema suyo era incluido en alguna de ellas.


0 Sin embargo, hizo tanta fortuna con su trabajo que se llegó a presentar como candidato a presidente de los Estados Unidos. Al final de su vida estaba muy interesado en política. 0 Es el padre indiscutible del rock. Tocó con maestría todas sus variantes, y las llevó a su expresión más elaborada y ecléctica. Le gustaba hacerlo. Heavy, garage, reagge, country, jazz, rock sinfónico, tecno, blues, brass, hip-hop, balada, punk, disco, trance. Todo lo dominaba con holgura. Las bases musicológicas de todos los estilos derivados del rock tienen en la música de Zappa su verdadero punto de referencia. 0 Pero igualmente era un gran compositor para orquestas de música “clásica”. La élite de los actuales orquestadores de música contemporánea, dodecafónica, atonal, etc, le rinden unánime tributo, pues hizo y dirigió obras memorables en ese campo, rompiendo moldes y abriendo caminos insospechados. 0 También es uno de los grandes de la música digital, por encima incluso de Eno. Compuso muchas obras con su Sinclavier, el instrumento más caro del mercado: un super-ordenador que desarrolla escalas imposibles. Muy pocos músicos poseen uno. 0 A él se debe el reconocimiento mutuo y definitivo de las dos grandes vanguardias de la música actual: el rock y la música contemporánea. Zappa las englobó a las dos con mucha más realeza que el jazz, los estilos fussion y la música NA. En este sentido podemos decir que es el artífice de la única y gran revolución cultural de nuestro tiempo: la musical. Solo ante él se quitan el sombrero figuras tan dispares como el Maestro Rodrigo y Marilyn Manson. Certificado. 0 Todo el mundo está de acuerdo en que Steve Vai es el virtuoso más innegable que ha tenido la guitarra eléctrica, el pináculo definitivo en el dominio de ese instrumento paradigmático. Pues bien, durante muchos años Steve fue el segundo guitarra del grupo de Zappa, y ambos se profesaban mutua admiración. En los créditos del Ultra Zone, Steve Vai homenajea a Zappa diciendo, literalmente, que es el mejor compositor de todos los tiempos. 0 Así lo pensamos también nosotros. Su talento y ritmo de producción estaban por encima incluso de los de Bach, Mozart o Ravel. Y creemos firmemente que la historia de la música, una vez que supere los prejuicios sociales, los iconos y las etiquetas, lo acabará reconociendo. Basta con que analice objetivamente su obra. 0 ¿Qué es un genio? ¿Alguien que rompe moldes, super-creativo, sorprendente, y al mismo tiempo profesional a tope? Eso era Zappa. Un Dalí, un Borges, un Leonardo. Con un plus: Zappa es el genio más divertido que ha tenido la historia. 0 Con otro plus: su música tenía verdadero sentimiento. No eran meras exhibiciones acrobáticas. Sus suites tenían un orden, una intención, una inteligencia premeditada y honesta. Era un verdadero buscador de la belleza. Sus acordes y cadencias tienen una armonía demoledora, desgarradora. ¿Qué más se puede pedir? Que no hubiera muerto tan pronto...

RECUENTO DE AMIGOS VAMPIROS 0 Ramón dice rápidamente que sí cuando le propongo ensayar, pero luego toca tan mal y va tan fumado que no hacemos nada. En realidad solo me quiere para que traiga mandanga y, ocasionalmente, para que le solucione los problemas con su PC. Por eso insiste siempre en que ensayemos en su casa. 0 Larry es la clase de tío que habla y habla y habla y nunca escucha lo que le dices. A no ser que tenga que ver con su negocio. Para él no debo ser más que otro cliente. 0 Aurelio. Como le debo dinero me he comprometido a acompañarle en sus caminatas, y a diseñarle terapias transpersonales. Pero el hombre tiene el cuerpo tan estropeado que es un sacrificio inútil. Y mi deuda no me permite ni siquiera decírselo. 0 Xavi me agota con su constante lucha de egos y sus exigencias espirituales. Resulta que en el mundo esotérico la competitividad es también feroz. Todo el mundo intenta demostrar que es más sabio, más adepto, más vidente, más fuerte energéticamente. Y como además Xavi es 15 años mayor, su duelo incluye demostrarme que por supuesto él es más “joven”. 0

Eduardo se enamoró de mi PC y mi sintetizador, y a partir de ahí yo solo era una interferencia. Cuanto más


tiempo me tirara currando fuera de casa, mejor para él. Pero el colmo es que se hinchara a tirarse pedos en mi estudio sin poderse contener. 0

Juanma no sabe ganar. Cuando me mete una volea sus gritos de satisfacción se oyen en todo el polideportivo.

0 Omar tiene dos caras. Un puro géminis. Quizás sea un buen profesional, pero le falta creatividad para ser un buen artista, y él sabe que lo sé. Así que su juego es ser atentísimo conmigo mientras yo haga como si no lo supiera. Pues también sabe que sé que su distanciamiento sería feroz si le “traicionara”. Mantenemos una connivencia doblemente hipócrita pagada por la dulce cortesía de su caballerosidad, de su cuidada afabilidad social. 0

Sonia solo me busca cuando tiene ganas de cama. Si no, tiene una cría pequeña que no le deja ni respirar.

0 Miguel es el no va más. Me tiro tres mese invitándole a rayas prácticamente a diario, y cuando un día pilla él no me puede invitar porque quiere que le dure todo el fin de semana. 0 Carla me llama al día siguiente de haberme dejado un libro, preocupada por no perderlo, pidiéndome que se lo devuelva, y tiene ella libros míos en su casa desde hace más de cuatro años. 0 A Rafa le he enseñado todo lo que sabe de secuenciadores, midi, audio y armonía de blues; y cuando ensayamos me hace repetir hasta la saciedad las frases porque sencillamente no consigue llevar el ritmo (está muy deformado por la educación clásica). Y sin embargo, quizás por un vil mecanismo de defensa o un enardecido complejo de inferioridad, no tengo un colega más crítico con mi música y mi forma de tocar. 0 Alex es un gran pianista pero tiene un “trastorno bipolar” que tiñe de cándido egocentrismo sus relaciones sociales. Jamás pregunta nada sobre mis asuntos. Da por sentado que, como es él el que está enfermo, si se habla de algo personal tiene que ser sobre él. 0 Sergei es un inmigrante ucraniano con el que hice migas. Le he buscado trabajo, falsificado carnets, resuelto papeleos, invitado a cenar, y llevado y traído mil veces con el coche. Las únicas dos veces, sin embargo, en que le he pedido 5 euros resulta que no tenía en ese momento ningún dinero a mano. 0 Mariola es también un tanto descarada. No le gusta pringarse, y le vendría bien que un tipo como yo le pillara el costo que consume, de manera que me entra directamente así todas las veces que puntualmente accede a tomarse un café conmigo. Está tan buena que no le preocupa que yo saque mis propias conclusiones, pues el hecho es que no encuentra ningún otro asunto de mi vida que le pueda interesar, ni siquiera durante el tiempo que tarda en enfriarse nuestro maldito café. 0 Juanjo, el pobre, es un alcohólico terminal, completamente colgado, exiliado hace ya tiempo de lo humano y de lo real. Cuando voy a verlo se me abraza al cuello, me llora, levanta huracanes de polvo envenenado, y me pide 200 veces, sonriendo con las cejas, que le traiga un “cartoncito” de LSD (madre mía, qué locura). Cuando salgo de su casa me baila la palabra “cartoncito” en la cabeza, como si, en el umbral de la muerte, no hubiéramos podido hablar de ninguna otra cosa. Qué horror. 0 Pedro no me gusta. Es un tío blando y sensiblero, prototipo de Cáncer, que además siempre me trae mala sombra y sin querer me mete en líos. Pero no me lo quito de encima. Una y otra vez me llama, me busca, esté donde esté, pase el tiempo que pase. Un tostón. 0 Antonio, Chema, Paco y la peña del “Lennon” solo me quieren para ir a ligar. No tienen gracia ni cojones ellos para entrarle a las tías. Se quedan todos en la retaguardia, cuchicheando como parásitos, mientras yo hago todo el trabajo sucio. 0 Con el rollo de las cartas del Tarot son legión los chavales que se hinchan a hacerme preguntas, sin pagar, y que luego resulta que no tienen nunca un puto euro el día que me pilla seco y busco a alguno para comprar un paquete de tabaco a medias. 0 Y si encima digo que soy psicólogo el abuso puede adquirir proporciones dantescas, así que ni lo digo. Ahí tienes a Mercedes. Con el rollo de que somos amigos me ha tenido tardes enteras en su casa obligándome a escuchar sus traumas infantiles y sus manías metafísicas, sin más emolumento que una limonada con almendras. Una gloria. 0 Solo te percatas de los colmos del cinismo, sin embargo, cuando te tiras una temporada enganchado. Hasta entonces, si un amigo más pudiente te veía corto de pelas se sentía con la obligación moral de prestarte o incluso regalarte


unos billetes. Pero qué rápido llegan todos a la regla de “no darte ni un euro, por tu bien” cuando te ven enganchado. Suspiran tranquilos. Por fin tienen una buena excusa incluso para no devolverte lo que te deben. A un drogadicto no se le da ni los buenos días.

RECUENTO DE IDEAS PARA COLECCIONES DE DIBUJO 0 Esencias. Tinta negra sobre papel blanco. Con muy pocos trazos, bien detallados, y con muchos espacios vacíos, se trata de plasmar la esencia de las imágenes elegidas. La esencia: aquello que realmente importa, las formas indispensables que determinan su sentido. 0 Texturas. Copiando detalles escogidos de imágenes reales (una hoja, nubes, sombras, agua, paredes, pelo), hay que intentar desarrollar todas las posibilidades de la tinta grasa para crear texturas. La tinta grasa admite unos degradados que nunca conseguiría la tinta china, y con mucha más fuerza y contraste que el grafito. 0 Fantasmas submarinos. Cuando se deja a la pluma grasa improvisar una figura humana, sin boceto previo, rizando los errores de las curvas naturales que determinan los trazos, salen unos seres que parecen auténticos fantasmas submarinos. 0 Huevos luminosos. Con más premeditación y estudio esotérico, pero con la misma técnica de antes, se puede ensayar una colección de cuerpos astrales, ovoides remolinos de fibras y vórtices, quizás sobreimpresos al cuerpo real, que plasmen nuestras auras tal y como los videntes las describen o como yo las imagino. 0 Paisajes libres. Nada más gratificante que coger el lápiz y dibujar un paisaje inventado, intenso pero verosímil, realista, sin gente, y con efectos de viento, por donde me gustaría pasear. Luego se pasa a tinta, pero es mejor no darle color, ni casi sombras. Lo principal es la creación de formas naturales. 0 Copias de fotos. Coger una foto y copiarla en tinta negra sobre blanco, calcando el boceto con mesa de luz, ha sido siempre el método clásico y recurrente para perfeccionar un estilo. 0 Madejas y Revoltijos. En A3, me puedo volver loco y dibujar entramados de líneas curvas con distintas colores, formando un ovillo enmarañado, una especie de “lío” controlado, obsesivo y absorbente, que hace a veces el efecto de un delirante “mandala”. 0 Mandalas. Los mandalas son elaboradas dianas de símbolos esotéricos, composiciones geométricas sobre círculos concéntricos, que se utilizan en el hinduísmo para meditar. Hay muchas formas de plantearlos en la pintura moderna, así que son desde luego una inagotable línea de trabajo. Además, hay “plugins” en los programas de diseño que te resuelven magníficamente la mayor parte del trabajo. 0 Estrellas perversas. Solo el dibujo puede en última instancia plasmar las posturas y situaciones más extremas de sexo hiper-perverso. Lo cual tiene implicaciones más que sustanciosas para una filosofía del arte. 0 Comix abstracto. Por muy alucinantes variaciones que tenga el arte del comix, lo cierto es que aún no ha rebasado el nivel de lo figurativo. ¿Por qué nadie hace viñetas abstractas, con personajes abstractos, y conversaciones con pictogramas abstractos? 0 Comix sobre Don Juan. No me gustaría morirme sin hacer un comix sobre alguno de los pasajes de la obra de Castaneda: el puma imposible, el mosquito de los hongos, la Catalina, el empujón en el banco... Son libros idóneos para trasladarlos al comix. Y caracterizar a Carlos y a Don Juan sería mucho más que instructivo. 0 Comix musicales. En vez de los clásicos bocadillos con diálogos, la idea es poner una partitura real para, por ejemplo, piano y voz, con un texto debidamente encajado viñeta tras viñeta. Una especie de ópera gráfica. Así unimos los tres artes, dibujo, música y literatura, en una sola composición manual. Si el lector sabe música, puede interpretar la obra. Y si no, puede obviarla o transcribirla al ordenador. Quizás la partitura ocupe más espacio que los bocadillos, pero eso se resuelve con una correcta maquetación. 0 El arte del garabato. Nada más espontáneo que el garabato. Tiene mala fama porque todo el mundo lo puede hacer. Pero sería interesante explorar sus límites estéticos, posibilidades y categorías. Al fin y al cabo, eso es lo único que


pintan en sus vidas la mayoría de las personas. Pasados a gran formato y haciendo que las curvas sean matemáticas, se consiguen barullos extraordinarios. 0 Motivos originales sobre fondos procesados. Se escanea una foto o un dibujo, se procesa, y se imprime sobre papel de dibujo en un tamaño mínimo de A4. Luego se dibuja encima, en el lugar adecuado, y con una técnica coherente y detallista, un pequeño motivo: una gaviota o distintos pájaros, por ejemplo, sobre una foto de acantilados. Lo interesante de la fórmula es sobre todo la posibilidad de producir rápidamente series con más valor real, como originales, que las copias de un grabado. 0 Contrastes. Buscar el contraste entre elementos de distinto tamaño (una pequeña mujer con una cabellera kilométrica, una ermita infinitesimal sobre una montaña inmensa, una farolillo encendido bajo una nube huracanada, etc) resulta siempre impresionante y turbador, con cualquier técnica pero en gran formato. 0 Ampliaciones. Si ampliamos cualquier viñeta, o el detalle de un dibujo, previamente procesado o no, y lo imprimimos en “plotter” (más de un metro), los resultados suelen ser espectaculares. Obtenemos una lámina donde podemos desmenuzar cómodamente las infinitesimales texturas de los trazos gráficos o digitales. Si además hemos impreso en papel de dibujo, y añadimos luego un motivo a mano estratégicamente situado entre las formas del dibujo ampliado, con la misma o con distinta técnica, rizamos el rizo y el contraste resulta redondo. 0 Irreproducibles. Y si además llegamos al límite de no poder reproducir el cuadro en una sola fotografía, por muy desplegable que hagamos la lámina, nos apuntamos un tanto sobre los formatos editoriales. No habría otra forma de percibir el efecto del contraste que contemplar la obra original cara a cara, o hacer una copia del mismo tamaño. Ésa es la idea. 0 Incorregibles. Una de las ventajas más definitivas del diseño digital es la posibilidad casi infinita de “borrar” lo que te ha salido mal. Entre las técnicas manuales, son relativamente fáciles de corregir el óleo, la cera, el grafito y hasta el aerógrafo. Y endiabladamente difícil la acuarela y la tinta. La idea de esta colección es dibujar directamente en tinta sin boceto previo de grafito, y en papel no satinado, de manera que la corrección de los errores sea sencillamente imposible. Podremos disimular, alterar o solapar los fallos, pero nunca borrarlos. Es un reto que tiene interesantes consecuencias creativas. Pruébese. 0 Naves. Me encanta dibujar naves fantásticas, pequeñas, aerodinámicas, monoplazas, volando lentamente en atmósferas de mundos desconocidos. Qué gran símbolo de los vehículos del sueño. 0 Noches. No menos subyugante, y también imposible para los fotógrafos, es pintar las pequeñas luces y resplandores que se ven de noche en el campo, yendo a pie o en el coche. Solo que aquí hay que emplear óleo o técnicas digitales. 0 Saltos al abismo. En distintas posturas, marcos ambientales, técnicas y enfoques existencialistas, se trata de hacer una colección de distintos suicidas saltando por distintos precipicios, en distintas posturas y con distinta parafernalia religiosa. 0 Acribillados. La violencia es más que expresiva, está claro. Se trata de dibujar una colección de personajes congelados (sin marcas de movimiento) en el momento justo en que son acribillados por una ráfaga de metralleta o un pelotón de fusilamiento. No precisamente reventados por una bomba, que es otra historia. Trozos de piel, jirones de ropa, salpicaduras de sangre, gestos, desgarros, trayectorias de las balas... Puede dejarse bien claro que la ráfaga le mata, o pueden las balas horadarle centros no vitales que le dejen gravemente herido sin llegar a matarle, en parte gracias a la suerte y en parte gracias a su agilidad y capacidad de reacción. 0 Textos. Utilizar bloques de texto como elementos plásticos es también muy interesante. Se pueden usar para crear fondos, sombras o texturas. Los programas no tienen límites a la hora de forzarlos a adoptar cualquier tipo de contorno. La tipografía es un arte muy rico en matices que no se ha desprendido del todo del dominio de lo caligráfico. Se pueden escribir libros enteros en un cuadro. O hacer marinas a base exclusivamente de números. La caligrafía sufí jugaba muy seriamente con esta posibilidad. 0 Cuentos ilustrados. En realidad, no deberían estar tan separados el lenguaje y la imagen. Todos los cuadros del mundo agradecerían una pequeña explicación textual, debidamente situada, firmada por su autor. Poemas, haikus y cuentos quedan mejor ilustrados y enmarcados en un pasillo que sepultados en las páginas de un libro encajado junto a otros en la estantería. ¿Quién no ha leído los paneles de las escaleras de la Casa del Libro? 0

Arquitecturas futuristas. El éxito de Moebius radica en el todo-o-nada de su manejo de la tinta china. Hay que ser


muy bueno para conseguir degradados con ella. La imaginación se basa en la sinceridad y la limpieza. Y este genio se recrea por igual en las arquitecturas urbanas futuristas y en los paisajes rurales hiper-realistas. Qué paradigma. El grafismo de Moebius tiene algo de ese arquetipo universal que conforma los mundos con los que todos soñamos. 0 Interpretaciones digitales. Un dibujante es alguien que se pasa el día diciendo “qué bien quedaría esta imagen, este encuadre, estos colores, esta escena, este cielo, este detalle en la acera”. Y como un cuaderno de bocetos no resuelve demasiado el problema, queda la divina posibilidad de dominar el Photoshop y realizar en diez minutos, con todo su esplendor, esa imagen que nos ha impactado, antes de que la olvidemos. Un triunfo impepinable de la informática sobre lo manual. Como en la música. Como en la escritura. 0 Manchas y desconchones. Los dibujos que hacen las baldosas rotas, las texturas de los minerales, las manchas en las paredes, y sobre todo los deconchones de la pintura, son motivos magníficos para colecciones de arte abstracto. Todo artista lo sabe. ¿Quién no ha tirado un balde de pintura sobre una superficie preparada y rasgado luego las telas para dejar que la gravedad, la entropía y la violencia se expresen como fuerzas creativas puras? Hasta para darle un puñetazo al lienzo hay que hacerlo con arte, realizar veintiocho intentos previos. 0 El colapso textúrico. Ése es el nombre que me gusta darle a un fallo crónico de mi pintura del que he aprendido a extraer su potencial creativo. Creo que otros artistas reconocerán también el proceso. Se trata de ese mal día en que una textura no nos sale, y comenzamos a pintar encima más y más capas, cada vez con más detalle y obsesión, en la esperanza de obtener un efecto final que lo disimule todo o se produzca un milagro de intensidad expresiva. La mayoría de las veces la cosa acaba realmente en colapso: un negro total, o una textura irreparablemente desconchada, echada a perder, impresentable. La sugerencia que hago es que el tiempo es más fuerte que cualquier colapso. Si se insiste lo suficiente, el manchurrón se transformará an algo vivo, que grita por sí mismo, que se justifica solo. Es una verdadera lucha contra la desesperación, pues este tipo de colapsos suelen aparecer, para más inri, en las etapas finales de la obra, lo tengo comprobado. 0 365 tomas. Todas las mañanas, cuando voy a trabajar, veo un instante el mar al subir la cuesta del Moncayo. Si pudiera, haría 365 pequeños cuadros para mostrar lo radicalmente distintos que son sus matices de un día para otro. 0 Acordes. Un estupendo ejercicio, ya que las manos son uno de los mayores retos para el dibujante, es copiar del natural las posturas que adopta la mano izquierda en tus acordes favoritos de guitarra. Una colección así constituiría un didáctico manual... y potenciaría estratégicamente la capacidad de “ensoñar”. 0

Al despertar. Al despertar no debería anotar los sueños que he retenido. Debería dibujar la escena principal.

0 Plantillas digitales. Uno de los recursos más inmediatos de los programas de diseño es que te permiten aplicar un efecto artístico (impresionista, trazos de pincel, vírgulas, etc) a una foto escaneada, imitando tan perfectamente el toque artístico que luego solo tienes que copiarlo, o calcarlo, con pinturas reales, para conseguir cuadros profesionales. Muchos lamineros simplemente imprimen en papel especial y aplican un barniz, pero un buen artista nunca haría eso. Es una jetada. 0 Tarot. Una idea tentadora es hacer una versión personal de las ilustraciones de las cartas del Tarot, al menos de los 22 arcanos mayores. 0 Horizontes imposibles. Cualquier horizonte, urbano o campestre, en la penumbra del atardecer, crea formas familiares. Pero si introducimos perfiles no reconocibles, el efecto es sobrecogedor. Surrealismo puro. ¿Qué entendemos por “perfiles no reconocibles”? Árboles con hojarascas imposibles, por ejemplo. Como si hubiéramos plantado un tanque por el cañón. Sabemos que son árboles porque tienen tronco, pero lo que hay arriba bien podría ser un extraño iceberg. El elemento indispensable es la oscuridad del ocaso, para que solo se distingan los perfiles. Y también es importante huir de lo meramente cómico o grotesco. Otro buen ejemplo es una cordillera de pavos gigantes muertos y con coronas de espinas. Los perfiles de montañas achatadas y mesetas irregulares oscuras con un ligero resplandor detrás tienen un poderoso sabor onírico muy difícil de definir. 0 Vientos. Por último, un tema especialmente lírico y espiritual es el viento. Precisamente porque no podemos retratarlo directamente, sino a través de los efectos que produce. Los motivos son tan interminables como remota la posibilidad de tener tiempo para dibujarlos. Así que no he tenido más remedio que consignarlos. Ése es el contenido, lo más exhaustivo posible, eso sí, del próximo recuento.


RECUENTO DE IMÁGENES DE VIENTO 0 Visillos ondeando cuando está la ventana abierta. 0 Banderas, banderines, banderazas. 0 Faldas ceñidas desequilibradamente a las piernas, a las caderas. Pliegues en los abrigos y las camisas. 0 Amas de casa en bata o en camisón saliendo con prisa a recoger la colada antes de que se ponga a llover. 0 Bolsas de plástico, u hojas de periódicos, volando impotentes en la tempestad, y haciendo formas raras y violentas. 0 Árboles alineadamente combados en distintos grados de tensión. 0 Pájaros con cara de esfuerzo. 0 Ondulaciones en los campos de trigo como dulces y verdaderas olas de un mar de oro. 0 Surcos afilados, como proas de barcas invisibles, en la superficie del agua de la piscina. 0 Gente agarrándose el sombrero, caminando inclinadamente hacia delante. 0 Polvo de espuma racheado en la cresta de las olas. Dispersado al explotar la ola contra los acantilados. 0 Nieve tan racheada que parece imposible que no hiera a los emperadores que caminan sobre el hielo. 0 Humo de chimeneas, de trenes, de hogueras. 0 Bocanadas de humo de cigarro como baberos ocultando el rostro de los viandantes. 0 Paracaidista con problemas. 0 Cometas de las tribus siberianas. 0 Catamaranes birmanos. 0 Velámenes de fragatas, como las del capitán Cook. 0 ¿Cómo se llama esa tabla de surf con vela, ésa q sale volando y se pone durante un instante cabeza abajo? 0 Hojas de árboles en sus variados recorridos y colores otoñales. 0 Chorro de aliento espirado de la ballena azul. 0 Molinos eólicos a toda máquina. 0 Los molinos de Don Quijote tuvieron que contar con el concurso del viento, seguro. 0 Aventando trigo, cereales, separando la paja del grano. 0 Lluvia cayendo casi horizontal, en mitad de un vendaval. 0 Planchas arrancadas del tejado del Polideportivo en la tormenta tropical. 0 Plumas dobladas en el cogote y la punta de las alas de un águila hierática. 0 Cabellos y flequillos femeninos: distintas variantes de color, peinado y tipo de viento. 0 El aire insultante del camión que no para al autoestopista. 0 El perro lanudo ése, tipo setter pero rústico y gris y gordo, que corre por el prado hecho un ovillo, con mechones enredados para todos lados. 0 La lancha fuera borda a punto de darse una hostia por culpa de un golpe de viento. 0 La furgoneta levantada en vilo por la fuerza de un ciclón. 0 Espantapájaros baqueteado. 0 Jirones de ropa en la balsa de La Medusa. 0 La túnica de Jesús subiendo el Gólgota. 0 El extraño viento solar de la superficie de la luna. 0 El furioso viento helado de la mancha roja de Júpiter. Huracanes en la atmósfera de Venus. 0 Coladas de ropa en las villas junto al mar. 0 El aire engañoso de los cementerios. 0 Velas temblando, a punto de ser apagadas. 0 ¿Cómo era el viento en el tiempo de los dinosaurios? ¿Lo notaban? ¿Les molestaba? 0 Vientos de poder: a) el que barre la hojarasca cuando aparece un brujo, un fantasma, un animal de poder; b) el que reina en los rojos parajes desérticos del más inmediato más allá; c) el invencible y devastador (y mortal de necesidad) viento que te arrancaría literalmente el alma si te entregas al ensueño mal enfocado que de repente se te ha planteado (presumiblemente por llevar demasiadas noches sin dormir por culpa de, por ejemplo, la droga). 0 Vientos místicos: a) el confuso y desordenado viento de la zarza ardiendo; b) el viento hacia el que eleva su pico el pájaro solitario; c) el viento creador que sopló Dios sobre la superficie de las aguas; d) el aleteo de los estertores de la conciencia antes de ser devorada por el pico del Águila. 0 Papeles que vuelan al abrir la carpeta en la calle. 0 Cabellera de caballero empujada hacia atrás por la fuerza del aliento de un dragón enfadado. 0 Crines y cola de orgullosos caballos trotando sobre la colina. 0 Palma de la mano suspendida por el viento en la ventanilla del coche. 0 Los 4 Vientos: el del Norte, fuerte y despiadado; el del Sur, suave y sensual; el del Este, limpio y sincero; y el del Oeste, sabio y loco. 0 Bolas de arbustos rodantes en el desierto. 0 Viento artificial para las melenas de los figuras de los grupos de rock grabando vídeos.


0 Pañuelos de oraciones tibetanos. 0 Ventisca en el bosque. 0 Vientos cantarines en los huecos de las casas viejas. 0 Veletas. 0 Tormentas de arena. 0 Vientos acuáticos (en realidad, corrientes). 0 Vientos mentales (responsables de las histerias y modas ciudadanas; o vehículos de transmisión de conocimientos en casos como los del "centésimo mono"). 0 Jodido viento del nordeste transportando todos los agostos briznas encendidas de un incndio a otro en los bosques de Galicia. 0 Comportamiento microscópico del viento: por ej., rachas de partículas y moléculas chocando violentamente contra la superficie densa y dura de la piel del rostro. 0 Granos de polen diseñados específicamente para ser transportados por el viento. 0 Motas de polvo iluminadas meneándose al vaivén de las corrientes de aire en la casa. 0 Un coche con las puertas abiertas, algunos cadáveres dentro y fuera, y decenas de billetes volando sobre la escena. (También serviría el comienzo/final de la película "Un mundo perfecto", de Clint Eastwood). 0 El leve temblor de las hojas de los chopos cuando sopla una ligera brisa. 0 Una sombrilla sale volando en la playa (y quizás cae clavándose en alguien, para darle algo de emoción). 0 La farola asesina aquélla (esto sí es verídico) cayendo sobre el coche en marcha en aquella tormenta de viento en Madrid. 0 Eolo (diferentes versiones de su rostro gordinflón). 0 Cirros rizados y helados por obra del viento en la estratosfera. 0 Remolinos: de arena, de polvo, de fuego, de hojarasca. 0 Bandada de estorninos moviéndose sincrónicamente y al compás, en gran medida, del viento. (Y de una forma tan similar a los bancos de sardinas que podría constituirse en prueba de la existencia de auténticos vientos "acuáticos", quizás incluso más ricos y complejos que los del aire, pues habría que sumar los que producen los grandes peces). 0 Viento en los pasillos del metro. 0 Viento que abre de pronto las ventanas de la casa en una sesión de ouija.

RECUENTO DE ESCENARIOS RECURRENTES EN LOS SUEÑOS 0 La playa. La costa. El límite entre la tierra y el mar. Siempre a tope de gente. Siempre de día, con sol y con el mar en calma. Hay dos puntos en especial: el extremo oriental está junto a un acantilado, tiene difícil acceso y hay menos gente. Debe corresponder a la playa del Chanquete y el Peñón del Cuervo, pues sé que más allá está La Cala y Torre del Mar. El extremo occidental es más multitudinario y hortera. Corresponde a la playa del Carmen, aunque se llega a través de los carriles, aún sin asfaltar, aledaños al desaparecido cine de verano de Las Acacias. Hay hamacas, sombrillas y juerga. La acción nunca discurre en el agua, sino en la misma playa. 0 Guarromán. Hay un pueblo a mitad de camino, un nudo de comunicaciones en el centro de todos los itinerarios entre Madrid y el sur. El pueblo tiene una plaza rectangular, pequeña, muy transitada, rodeada de carreteras. Hay estaciones de autobuses y de tren. Es frecuente que me quede estancado en ese lugar. Lo rodea La Mancha, un vacío estéril donde no hay poblaciones, donde jamás ocurre nada ni transcurre el tiempo, y del que nunca conservo un solo recuerdo. 0 La buhardilla. Durante muchos años conservé en sueños las llaves de mi antigua buhardilla. Seguía sin habitar, así que podía usarla todas las veces que quería. Por supuesto, en los sueños tenía muchas más habitaciones, y no se parecía a la real. Siempre estaba un poco a oscuras, llena de trastos interesantes, con una lejana semblanza al salón de Fernán González, con las persianas medio echadas. Para mi era un placer y un alivio conservar aún aquella vivienda, y sentía una entrañable sensación de paz cada vez que la ocupaba. El barrio era un Rastro, siempre activo, en el que destacaba una calle que siempre recorría cuesta abajo, sorteando puestos, hasta morir en la calle donde estaba la buhardilla, una calle menos transitada y más oscura. 0 La casa de la familia amiga. Había una familia de clase acomodada, feliz y sin complejos, que tenían tanta amistad y confianza conmigo que me dejaban vivir o pernoctar en su piso todas las veces que quisiera. De hecho, me habían dado un juego de llaves, y su invitación constante era tan sincera que sentía yo en aquella vivienda la misma sensación de paz y seguridad que en la buhardilla. Era un piso grande, bien amueblado, limpio. La familia era alegre, vital; tenían una hija veinteañera y dos hijos que casi nunca estaban. No sé cuál era el origen de tan fuerte amistad (no creo que fuera religioso ni laboral ni desde luego de parentesco), pero si sé que era una amistad desinteresada e


incondicional. Confiaban absolutamente en mi, les alegraba sinceramente mi presencia. Al principio, solían estar en la casa cuando hacía uso de ella. Pero en los últimos sueños nunca había nadie. Debían estar de viaje. La casa, no obstante, siempre estaba limpia y en perfecto estado, y yo no sentía el menor remordimiento por quedarme allí todo el tiempo que me apeteciera. 0 La ermita del Sahués. Ésta sí es una reminiscencia de la ermita en la que realmente estuve viviendo dos años. Diferencias: la ermita real tenía varias habitaciones, mientras que la de los sueños solo tenía una gran estancia rectangular, como una tarquina grande. El interior era oscuro, las paredes rústicas, y el sentimiento de propiedad y seguridad era idéntico al de las otras viviendas de ensueño. Me sentía orgulloso, poderoso y privilegiado por poseer ese refugio en el campo. Los alrededores también guardaban cierta semejanza con los reales, salvo que los del sueño eran más montañosos, e incluían un angosto y recoleto valle, profundo y oscuro como un cráter apagado, siempre nublado o iluminado por la luz de la luna, que no se correspondía ni de lejos con ninguna de las ramblas o depresiones de los parajes circundantes reales. 0 La comuna de Granada. Aunque la arquitectura y los alrededores de esta casa no se parecían en nada a la comuna del Sacromonte, sé que es una reminiscencia de ella porque la gente que la frecuentaba sí era la misma. La misma sensación de libertad y de intimidad que en las anteriores. Una casa a donde podía llegar cuando y con quien quisiera, elegir la habitación que más me gustara, y quedarme el tiempo que me diera la gana. La comuna real no era muy distinta en este respecto. Pero al igual que ocurrió con la familia amiga, el resto de la gente fue desapareciendo. Las últimas veces que pasé por allí, la comuna estaba abandonada. Ya no había habitaciones sino camastros y colchones tirados por el suelo. Daba pena. Una característica muy especial de este escenario es el oscuro bosque que había en los alrededores, bajando un terraplén, atravesado en el fondo por un río de caudal variable. La casa fue cambiando, quizás hasta echarse a perder, pero el bosque y el río siempre estaban ahí, a veces habitado por grandes paquidermos. 0 La casa del jardín circular. Durante muchos años soñé con esta casa, que no se parece a ninguna que haya conocido. La casa en sí es modesta y antigua, con porche y puerta principal con cristales. Lo que la hace especial es el jardín circular que tiene delante. Parcelado con setos bajos de boj, tiene un carril central que lo divide en dos semicírculos, y unas pérgolas de metal, en el perímetro, que quieren hacer de rosaledas, aunque sin mucho éxito. El jardín no es especialmente frondoso, pero sí perfectamente redondo, ligeramente en declive hacia la puerta de la verja exterior. A la derecha, junto a la casa, está el garaje y los aperos de jardinería. En ese rincón suelo tener aventuras con una chica rubia y risueña que siempre recuerdo con los guantes de jardinero puestos. En la casa vive un gurú tipo Miyo, y hay buen ambiente. Pero hace tiempo que no sueño con ellos. 0 La casa en ruinas. Cerrando este recuento de viviendas de ensueño, hay un último caserón, que es quizás con el que más veces he soñado, situado en el centro de un apretado y oscuro barrio de villas con jardín, parecido a El Viso. Era una casa con jardín, de dos o tres plantas, aspecto señorial, color gris claro, y esta vez ni la casa era mía, ni tenía llaves, ni guardaba semejanza con ninguna que hubiera habitado en la realidad. De hecho, la casa siempre estuvo abandonada, así que yo me metía en ella colándome a través de la valla y ejerciendo de okupa. Nunca estaba solo, sino con mi compañera y mis hijos, los cuales variaban de sueño en sueño. Lo más inquietante del caso es que cada vez que iba por allí, la casa estaba más insoportablemente en ruinas. Al final, vivíamos entre escombros, sin luz ni agua, en absoluta precariedad, rodeados de montones de polvo y piedras. Creo que al final se acabó derrumbando. 0 El gran almacén y la tarquina de los naranjos. Hay otros dos habitáculos que han aparecido con frecuencia en mis sueños. Uno es una gran nave, rodeada de huertos de plataneros, llena de ordenadores, libros, instrumentos, máquinas y muebles domésticos, dentro de la cual vivo y trabajo en soledad. Otra es una pequeña tarquina en la que no he llegado a vivir, aunque sí lo han hecho, y muy apretados, ciertos colegas míos, sometidos a una especie de extraño experimento genético que no acabó demasiado bien. La última vez que pasé por allí no sólo no quedaba nadie, sino que hasta la misma tarquina había desaparecido, dejando en su lugar un parche de oscuridad densa y vacía. Esta tarquina se hallaba al final de unas hileras de naranjos que lindaban con la carretera de acceso a Madrid de la que hablaré más adelante. 0 Las montañas de Jaraiz. De mis años en La Vera han quedado dos reminiscencias oníricas, dos escenarios recurrentes. El primero es el más extraño: se trata de una serie de cadenas montañosas, extremadamente verticales y hermosas, que se hallan en la parte sur-occidental de Jaraiz, en una zona donde en la realidad solo hay suaves sotos de alcornoques y húmedas llanuras pobladas de cigüeñas. Las verdaderas montañas están en el lado opuesto, hacia el noreste. A veces, en sueños, he explorado esas cordilleras, descubriendo increíbles lagos, escarpadas sendas de montaña, y altos prados casi helados con vegetación extraterrestre. Muy espectacular. 0 La garganta de Aldeanueva. El torrente que se halla en el extremo oriental de Aldeanueva sí se corresponde con el real. Tantas veces he subido su cauce que no es raro que se haya convertido en un lugar común de los sueños. Aldeanueva entera, por lo mismo, es también un escenario recurrente. Con frecuencia recorro su calle principal, la que la atraviesa de este a oeste, buscando a algún conocido, que jamás encuentro. Clara vive en una extraña casa-bunker justo


debajo del puente de la garganta, pero muy pocas veces he entrado en ella, y casi nunca la he podido encontrar. Es como si mis lazos afectivos pertenecieran mucho más a los parajes naturales que a las personas que conocí allí. 0 Ascendiendo el cauce del río. El pueblo y el punto donde el río lo cruza sí corresponden más o menos a la realidad. Ahora bien, una vez que empiezo a ascender por el lecho de la garganta el paisaje se transforma en una geografía nueva, compleja y variada, tan recurrente que parece simbólica. Vayamos por tramos. El primero, allí donde el torrente llega al pueblo, se caracteriza en los sueños por la sobreabundancia de agua: siempre está medio inundado, con corrientes furiosas que hacen difícil remontar el cauce. El segundo tramo es un pueblo de aspecto andino que hay que atravesar para retomar el cauce más arriba. En una planicie de tierra del susodicho pueblo hay siempre un desahogado mercadillo rural donde compramos el pan de higo y los víveres necesarios para continuar la ascensión. Hablo en primera persona del plural porque rara vez hago el viaje solo. Siempre me acompañan dos o tres personas, conocidas o no. 0 Las tres bifurcaciones. Una vez retomado el cauce, el río se divide en tres trayectorias distintas. Si cogemos la más rectilínea, sin torcer a ningún lado, llegamos a una especie de casa de retiro, nada alternativa, de ambiente hermético y eclesial, paredes gruesas, mobiliario selecto, ninguna ventana que dé al exterior, y donde suelo tener reservada alguna celda para hacer un obligado retiro espiritual. Si torcemos a la derecha, remontando el afluente que viene en esa dirección, nos metemos en unos boscosos valles, fríos e inhóspitos, donde debemos serpentear muchas sendas antes de llegar a un refugio de montaña, también de índole monástica. Sorteamos picos nevados y cortados abruptos donde anidan enormes águilas que a veces se quedan petrificadas en el aire. 0 El itinerario invisible. Hay un tercer itinerario, que no está en la misma dimensión espacio-temporal que los dos anteriores. Parte del mismo pueblo andino, pero desconoce la existencia de las otras dos bifurcaciones, y viceversa. En esta tercera opción, que en realidad no puedo elegir, el río desaparece, y me veo subiendo (esta vez solo y a pie) un camino de montaña que tiene los siguientes tramos generales: primero, unos prados verdes y luminosos entre los que da gusto pasear; segundo, unos prados oscuros y tétricos llenos de fantasmas y zombies horripilantes; tercero, una colonia de árboles habitados en su base, en pequeñas casas horadadas en el tronco, por familias de enanitos huraños aunque de costumbres pulcras; cuarto, el jardín ovoide y prohibido de la Fiesta Diabólica; quinto, el bosque de los árboles secos de troncos y ramas imposibles; y sexto, el árbol-refugio donde se halla la cabaña del ermitaño hippy. 0 La Fiesta Diabólica. Es un recinto irregularmente ovoide o alargado, acotado por setos de aligustre, que parece ser, junto con el árbol-refugio, el núcleo central del Itinerario Invisible. La entrada es difícil, muy reservada, casi exclusiva, y la mitad de las veces me he tenido que colar. Dentro hay un ambientazo bakaladero, con cantidad de drogas y personajes fuertes, la mayoría disfrazados, bastante apretados unos con otros ya que el recinto no es muy grande. Lo que la convierte en diabólica es una dependencia que hay en la parte central, donde está el mandamás y sus secuaces, dentro de la cual se infringen perversos castigos a los novatos o a los que se cuelan. Después de inenarrables torturas, el castigo termina evacuando a la víctima por una especie de sumidero cósmico que le desintegra de la manera más horrorosa e irreversible. 0 El árbol-refugio. Es el fin del viaje, si has superado todos los demás tramos, y se trata de una espaciosa cabaña de madera construida entre las ramas de un inmenso y frondoso árbol verde. Aquí, el ambiente sí es positivo. El titular de la cabaña es un ambiguo hippy, que se parece un poco a Paco el cordobés, y cuyos movimientos y consejos están dotados de una parsimonia un tanto perezosa y decadente. Normalmente, siempre está acompañado en su refugio por un pequeño grupo de allegados. Se está bien allí. Hay ascensores manuales para subir y bajar. Lo que le da confort y seguridad al refugio no es solo el placentero efecto de las sombras de las hojas, sino el hecho de que desde allí se domina todo el valle inferior y que, por lo tanto, es muy difícil que ningún enemigo nos ataque por sorpresa. 0 La parada del eucalipto. Habíamos dicho que la tarquina de los naranjos lindaba con una carretera por la que se salía o accedía a Madrid. Esta autovía hace un ligero desnivel de unos 200 metros, en dirección a las afueras, al final del cual hay una curva y un paso subterráneo. Más allá hay un barrio de bloques cutres y un muro donde ocasionalmente hay trapichas de caballo. Más allá de los bloques llegamos a una sucia ciudad africana, con calles de tierra, hacinadas jaulas de pájaros, cucarachas e insectos por todos lados, e interminables edificios de viviendas de estrechez inimaginable. Hacia el lado contrario, junto a la tarquina, la carretera hace un cruce con semáforos. En la esquina de la tarquina, casi pegado a ella, hay un viejo almacén abandonado. Y cruzando la calle, en la esquina contigua, hay una parada de autobús junto a un enorme eucalipto. Muchas veces he esperado ahí al autobús. Siempre hay gente en la parada. Gente pobre. Africanos. Pasando el cruce, nos internamos en estrechas calles, muy enrevesadas, donde resulta imposible aparcar, calles de casas bajas e inútiles bulevares. Todo el escenario que rodea esta parada y este cruce, exceptuando la ciudad africana, es invariablemente nocturno. Y no guarda relación con ningún lugar parecido que haya conocido en mi vida real. 0 El garito de la última calle. Llevo meses soñando que pillo caballo en el mismo garito. Es una villa situada en una de las últimas calles de un barrio residencial, tipo Pedregalejo, cerca ya del río donde termina el barrio. Desde fuera parece una villa más, pero una vez dentro ves que en vez de jardín hay tierra apisonada, y en vez de casa un chiringuito con un


mostrador. El sitio está super-controlado por dies o doce yonquis y gitanos que ponen especial celo en no admitir a cualquiera. De hecho, yo mismo he tenido a veces problemas para pillar porque no había en ese momento nadie por allí que me conociera. La casa tiene dos entradas, igualmente custodiadas. Yo y mi gente vivimos siete u ocho manzanas más arriba. Ni el barrio ni el garito se parecen a lugar alguno que haya frecuentado en la realidad. 0 La isla de los yonquis. En realidad, todos los que son arrojados al sumidero de la Fiesta Diabólica acaban en la isla de los yonquis, una especie de cárcel astral de ambiente opresivo y desesperante. En realidad se trata de una península, pero solo hay una carretera de entrada, especialmente concurrida y vigilada. En el centro de la isla hay una laberíntica barriada de casas pequeñas, abandonadas, que claramente han sido guaridas de yonquis: sucias, desordenadas, sórdidas, feas, desahuciadas; deprimentes hasta la saciedad. Una especie de Albaicín degenerado e infernal. La parte oriental de la isla es un paisaje abrupto y seco, como de tierra horadada por cráteres de bombas, con una textura de corteza de palmera vieja. Bajando estas colinas en dirección al mar se llega a un sucio pantano artificial en cuya agua hay serpientes y arañas que te transforman en animales si te pican. Y en la punta occidental de la isla, tras atravesar extensas playas barridas por vientos africanos, hay un núcleo de casas habitadas algo más decentes aunque con ese toque de mediocridad playera de los paseos marítimos del Levante. No hay un solo árbol en toda la isla. Solo se puede escapar en barco. Hay unas gaviotas negras, de alas anchas, que también se quedan de pronto petrificadas en el aire. Es un lugar feo y opresivo. Me recuerda un poco a la isla de Yerba, en Túnez,si le hubiera caído una bomba atómica hace diez o doce años. 0 El parque de la salvación. Me pasé meses soñando que estaba confinado en esa odiosa isla, hasta que un día, tras incontables peripecias, logré escapar en un barco y pisar de nuevo tierra firme. Lo primero que encontré, subiendo un disimulado terraplén, fue un hermoso parque, grande y bien cuidado, sin gente, lleno de luz, de árboles y de buenas vibraciones. En el momento en que lo pisé me di cuenta de que ya había estado ahí muchas veces, en sueños anteriores. Estaba rodeado por soleadas y monumentales edificaciones. Grandes buganvilas y glisinias colgaban de sus murales. Parecía increíble que un lugar tan maravilloso y sanador se hallara tan cerca de la isla maldita. 0 La ciudad abandonada. Sin relación ninguna con los escenarios anteriores, hay un lugar en los desiertos de Fortuna, o tal vez los de Tamanraset, donde se apiñan las pequeñas casas de barro de una abandonada ciudad primitiva. He estado allí muchas veces, y me gusta porque las casas no son sórdidas ni están en ruinas. Simplemente son pequeñas y han sido misteriosamente abandonadas, como en aquel pasaje del Gog de Pappini. Son de diferentes colores, tienen el tejado cónico y redondeado, y nunca hay nadie por allí. Me puedo meter en la casa que quiera, y me siento como si todas fueran mías. Supongo que se quedaron sin agua, ya que los alrededores son extremadamente secos y abruptos. Pero para mi eso no es problema. Me gusta quedarme largas temporadas en aquel lugar. 0 El falso Burgos. Hay una ciudad en el norte, que no es Burgos pero que se halla más o menos por la misma zona, a la que he ido tantas veces en sueños que podría describirla en un libro de 200 páginas. Resumiremos. La parte sur tiene polígonos industriales y huertas de latifundio. En las barriadas colindantes hay algunos bares que frecuento mucho, y una calle estrecha por donde suelen pasar procesiones. En la parte oriental hay calles con árboles, y dispongo allí de una residencia. Las casas se comunican unas con otras a través de pasillos, de tal forma que se pueden atravesar las manzanas sin pisar las calles. Son casas antiguas y bajas, de familias pueblerinas. El norte de la ciudad está dominado por una plaza ovoide donde está el Ayuntamiento y donde suele haber ferias o mercadillos. Limita la plaza un gran canal y una vía de tren, y el puente para cruzarlos está es en el extremo oeste. Junto al puente hay un anfiteatro al aire libre donde suele haber conciertos. Y cruzándolo desembocamos en una calle que corre a lo largo del muro septentrional del río, y donde los coches aparcan en batería. Más allá, las montañas. Tengo muchos amigos en esa ciudad. 0 El canal que todo lo une. Se da la circunstancia de que ese canal que atraviesa el falso Burgos es el mismo que corre paralelo a los bloques cutres de la curva de la parada del eucalipto, el mismo que remonto en los primeros tramos de la garganta de Aldeanueva, el que recorre las increíbles cuevas de los precipicios de Pablo (de los que aún no he hablado), y el que va a desembocar a la peligrosa presa de la isla de los yonquis. Y ocurre que ese canal es indistintamente a veces un canal, un río pantanoso o una vía de tren. Así que, por algún misterio de las lógicas oníricas, es como si existiera una vía o un hilo conductor que une los diferentes escenarios de mis sueños. Hasta conozco sus estaciones, muchas de las cuales son también lugares que visito con frecuencia. Pienso que todo esto tiene que ver con la interpretación que hace nuestra mente consciente de la esencia de vehiculación que informa nuestro cuerpo energético. El que pueda entender, que entienda. La prueba es que la frecuencia con que sueño que nado en el canal o que viajo en el tren está en proporción directa con la proximidad del momento en que va a sonar el despertador y voy a volver al mundo de vigilia. 0 Las cuevas de Pablo. Ya que hemos tocado el tema, y aunque hace años que no sueño con ese paraje (exactamente desde que Pablo se marchó a México), he de decir que uno de los escenarios más impresionantes era el recorrido que hacíamos, en el famoso tren, atravesando las más hermosas grutas y oquedades de un larguísimo cañón de roca viva y paredes verticales. Habían trazado la vía, en un prodigio de ingeniería, literalmente colgada de las paredes, un poco como las repisas del cañón de El Chorro, lo cual no le restaba un ápice de velocidad ni de seguridad al trayecto. Digo que ese escenario pertenecía de alguna forma a Pablo porque siempre partíamos de una estación-monasterio, también colgada en


las montañas, donde Pablo era especialmente conocido y apreciado. 0 El Señor de los Anillos. Más que un escenario, se trata de las diferentes entregas sobre la sui-generis saga de El Señor de los Anillos que se repite en mis sueños. No guarda parecido con los libros, salvo en el aire épico y complejo de su argumento. En el sueño, los escenarios son más grandiosos: civilizaciones cibernéticas avanzando en cronometrada formación hacia un destino evolutivo, pactado, inalterable, con todo el esplendor de futuristas-barrocos-arcanos protocolos que son indiscutibles, y en medio de vastedades de cielo y tierra luciendo las gamas de color y meteoros más espectaculares. Qué máquinas, qué fastos, qué intrigas. Todo es exageradamente globalizador, la estirpe humana está implicada en esa guerra-desplazamiento del futuro. Hay una versión cinematográfica, también en el sueño, una especie de “obra de culto”, que dura siete u ocho horas. Tres puntos me gustaría destacar: 1º, Que no sé por qué los sueños han elegido esa saga simbólica: me gustaron los libros, pero no los filmes. 2º, Que todos los desplazamientos de ejércitos, construcciones o correos urgentes, utilizan la misma vía-canal que cruza el falso Burgos y articula muchos de los otros escenarios. 3º, Que muchas veces una escaramuza concreta de la trama se complica y desdobla en episodios largos, con personajes nuevos, que ni por asomo se parecen a los de Tolkien; aunque todo el mundo dentro del sueño sabe que estamos dentro de ese marco: el de las guerras por el codiciado Anillo. 0 El hotel de las catástrofes. Otro escenario recurrente es un gran hotel, no sé por qué localizado siempre en la calle Princesa, un hotel con mil pasillos y dependencias, ascensores que corren por carriles horizontales, plantas y escaleras enrevesadas, y mobiliario moderno e impecable, en donde normalmente me pierdo, y en donde tengo una habitación que da al oeste, teóricamente a la casa de campo, que en el sueño se convierte en un mar salpicado de islas y promontorios, y surcado siempre por impresionantes navíos de guerra. Lo más curioso de este hotel es que cada vez que me detengo a mirar por el balcón presencio alguna catástrofe de colosales dimensiones: cuando no emerge del agua algún volcán rabioso, estalla alguna guerra entre las armadas, o cae algún meteorito en el océano, desapareciendo alguna isla entre huracanes y terremotos. 0 La parte norte de Abanilla. En Abanilla, al contrario que Aldeanueva, sí solía encontrarme con cantidad de conocidos cada vez que soñaba con sus plazuelas y callejones. Desde luego, los trazados en el sueño eran bastante distintos de los reales, aunque guardaban un paralelismo en lo esencial y, sobre todo, en el tipo de relaciones humanas. Lo que me llamaba la atención de estos sueños era que, fuera cual fuera la trama del sueño, siempre acababa haciendo un recorrido en bicicleta por una serie de calles de la parte norte del pueblo. Siempre. A pesar de que no existen esas calles en el pueblo real. Era como coger un atajo obligatorio, cuesta abajo, cuyo recorrido me conocía al dedillo. Han pasado muchos años, y tantas veces soñé ese sueño que recuerdo mejor los detalles de ese atajo que las calles reales por donde paseaba cuando vivía allí. 0 La Biblioteca de Francisco Suárez. Con mucha frecuencia sueño con un edificio de tres pisos, en la acera izquierda de la calle de Francisco Suárez, que forman una limpia y acristalada biblioteca, siempre llena de gente. A veces lucho por enfocar los títulos de los libros, pero me cuesta trabajo. No voy allí a leer, sino más bien a ligar, pues hay una empleada que me gusta y a la que busco entre los estantes, o a la que espero en la calle cuando cierran. He paseado muchas veces por esa calle de día, y pensaba que la biblioteca era la contraparte astral de un edificio abandonado que hay en aquel lugar. Pero la otra noche descubrí que la tal biblioteca existe: está en el primer piso de un Colegio Mayor que hace esquina. Tiene los mismos ventanales que en mis sueños. Pero solo de noche se hace patente, claro está, cuando sus luces se proyectan hacia la calle, por encima del jardín, con una calidez envidiable y atractiva. Nunca me había dado cuenta. 0 Mi huerta. Uno de los escenarios más gratificantes que recuerdo, más aún quizás que los de la buhardilla o la casa de la familia amiga, es el de la huerta que poseía en, supongo, la contraparte onírica de Mahoya. Era una huerta rectangular, algo menor de una hectárea, contigua a los bancales de otros vecinos, siempre tupida de cereal y hortalizas, y con algunos árboles. Una huerta agradecida y preciosa. La acequia corría por la parte superior, regando alternativamente todos los bancales. Nunca había problemas. Saber que aquella huerta era mía, que funcionaba, y que podía hacer con ella lo que quisiera me inundaba de tal felicidad que maldecía luego el momento en que me despertaba. Hace ya años que no sueño con ella, y pienso que ésa puede ser la causa de mi desazón y mi tristeza. Aunque ningún psicólogo lo admitiría. 0 El museo de Montserrat. He dejado para el final el más maravilloso de todos estos escenarios recurrentes. He vivido años muy esotéricos en los alrededores de Montserrat, y en mis sueños llegué a construir una cartografía específica, muy concreta, con pueblos, carreteras, parajes y cordilleras que podría localizar con exactitud. En el centro estaba la basílica de Montserrat, que coronaba un monte de estratos que poco se parecía a la característica orografía de las verdaderas rocas, pero que superaba al Montserrat real en la cantidad de edificios ocultos, dependencias y construcciones repartidas en las faldas y en el interior del monte astral. También exigiría muchas páginas la descripción de todo este conjunto, pero me voy a detener solamente en uno de ellos: el museo oculto que hay bajo la basílica, reservado para unos pocos visitantes debido a la clase de objetos que allí se guardan y exponen. ¿Cómo explicarlo? Se trata de un inmenso edificio subterráneo, inmaculadamente limpio, bañado todo él por una espectral y relajante luz gris-azulada, en cuyas dependencias se conservan los objetos más extraños y deslumbrantes que pueda concebir la imaginación humana. Muchos


de ellos son máquinas, otros son extraterrestres, otros flotan en el aire, otros son obras de arte hechas con materiales desconocidos, imposibles, otros son muebles exquisitos, otros hablan y tienen inteligencia; y en general, un halo de sacro respeto inunda las salas, que nunca me cansaba de recorrer, consciente de estar presenciando las maravillas más absolutas del universo. Siempre fue mi escenario favorito. Ardo en deseos de volverlo a visitar. Cuando me despertaba después de haber soñado con aquel lugar, tenía la sensación de estar lleno de conocimiento. Una plenitud que me duraba muchos días. Me maravillaba sobre todo el hecho de que solo yo tenía acceso a ese museo. Nunca me cruzaba con ningún otro visitante. Ni siquiera me importunaban los guías. Con total libertad, podía deambular por aquellas salas de ensueño el tiempo que quisiera, ponderando, palpando, interactuando con aquellos prodigios, que jamás me asustaron o alarmaron lo más mínimo. La emoción de presenciar maravillas era tan superior a cualquier otro sentimiento que quedaba anulado el miedo, la soledad, el ego o incluso el tiempo. Cada vez que, después de recorrer los parajes de aquel mapa estratégico, conseguía entrar en el museo, tenía la sensación de haber llegado a un final absoluto de la conciencia, de las expectativas humanas. ¿En qué lugar del universo podría encontrar objetos más hermosos? Aún ahora, que el tiempo ha desdibujado los recuerdos, me dice el alma, desde el fondo de sus certezas, libres de la razón, que difícilmente presenciaré mejores obras de arte, de la inteligencia, en este mundo o en los que me esperan al otro lado del velo.

RECUENTO DE FOCOS DE ATENCIÓN INDESEABLES 0

Los muros viejos o sin enlucir, y los solares que encierran.

0

Las bolsas de plástico en mitad del prado.

0

La neblina ocre de una madrugada invernal en la ciudad.

0

Las naves de explotación avícola y el trabajo de los matarifes.

0

Los pitidos de las horas.

0

Un dedo índice levantado, apuntándote al pecho.

0

El lío de cables del PC.

0

El matrimonio de rostros graves cargado con los enseres de su primer bebé.

0

Los glúteos y los pies de cualquier viejo.

0

Los gestos de enajenación mental de un entrenador de fútbol en pleno partido.

0

Las papeleras del metro y la cara de los conductores.

0

La cocina de los bares pequeños.

0

Los dedos sucios y la piel grasienta de un fumador de chinos.

0

El mar de invernaderos del paisaje almeriense.

0

Las tarquinas de bloques, abandonadas a medio hacer, en mitad de la huerta.

0

Los ojos del fanático religioso, o del forofo a ultranza.

0

La radiografía de un pulmón alquitranado.

0

El estudio sucio y desordenado de un mal pintor.

0

Las señoras subiendo y bajando del autobús.

0

Los indígenas batiendo palmas.


0

El yo y la preocupación por el futuro.

0

La inexpresiva camaradería de los funcionarios al otro lado de las ventanillas.

0

El bombo de la música bakalao.

0

Los anillos de los empresarios gordos.

0

Las manos abiertas del sacerdote.

0

Las coladas de los gitanos.

0

Las palmeras encapuchadas.

RECUENTO DE FOCOS DE ATENCIÓN CURATIVOS 0

Los muebles de madera no excesivamente barnizados.

0

Escribir junto a una balsa de agua estancada y arropada con su colcha de algas.

0

Tapados bajo las mantas, mucho frío afuera, brazos y piernas encontrándose debajo.

0

En la oscuridad total, las células de la retina son como la arena del mar.

0

Encerrado en el desván, inventando palabras arcanas, lenguajes ancestrales, mapas.

0

Verjas atrancadas, ruinas de paredes gruesas con jardines circulares.

0

Tumbarse en la luna después de la extenuación.

0

Jugar como las aves desafiando firmas.

0

Las habitaciones impecables, austeras, de baldosas malvas.

0

Librerías con ancianos en sus barandillas de madera.

0

Caminar por un bosque tan frondoso como amenazado.

0

Estalla una tormenta pero encontramos una cabaña donde guarecernos.

0

La vida rural, sus aromas de hierba y paja, sus autillos, la respiración del bosque.

0

Los estornudos del crío.

0

Las palabras abstractas en los labios adecuados.

0

La imperceptible huida en espiral de las aves que probablemente duermen en el aire.

0

Infiltrado por la noche en la piscina termal.

0

El desierto de espartos deformados y las montañas mudas.

0

Cualquier parche de color morado entre los grises de la ciudad.

0

Los fantasmas que aparecen en mi cama en las noches de carnaval.

0

En mi barca, en el embalse, un día nublado, leyendo a Victor Hugo.


0

Comprender qué ocurrió realmente en el Concilio de Nicea.

0

Entreabrir los párpados un poco para que estalle en ellos el sol.

0

Las fotografías del telescopio espacial Hubble.

0

Las ventanas con cortinas, y los niños rompiendo filas.

0

El río anónimo y pausado que nace de aquel fogoso manantial.

0

Los estiramientos. El tarareo. Las carcajadas.

0

Acaríciame, frótame, ráscame y, por lo que más quieras, hazlo concentrada.

0

La primera vez, cada nuevo otoño, que el cazador de tristezas se va solo al campo.

0

El cuaderno de dibujo en el fondo del cajón.

0

Los amigos fugaces, irrepetibles, espléndidos, inlocalizables.

0

El olor de los amplificadores de válvulas.

RECUENTO DE FANTASMAS SUBTERRÁNEOS CON PERFECTA APARIENCIA HUMANA 0

Un ecuatoriano limpio, pequeño, con ojos de Al Pacino, va pensativo y tranquilo. Interesante.

0

Un chaval de unos 25 años, con unas patillas tan exageradas que parece un hombre-lobo.

0 Una gorda boliviana, gorra deportiva azul claro, ojos de sueño, y un pin enorme en el plumas anunciando un medicamento. 0 Una chica con un rostro enorme, facciones de simio y gesto de burla. Lleva una botella de Fanta limón en la mano, medio vacía. 0 Una mujer rara, pinta de soltera, chandal inmaculadamente blanco, un bolsito negro, cuadrado y compacto, haciendo juego, y una bolsa de viaje entre las piernas. Tiene cara de tigresa vieja. 0 Joven peruano, enrollado, bien vestido, todo de negro, con perilla, labios gruesos, pelo largo; claramente aparentando que se va de marcha. Es atractivo pero molesto. Se pone demasiado en medio. 0

Estudiante tímido, cazadora de pana beig, gafas, va leyendo “Las minas del rey Salomón”. Tiene armonía.

0

Una china, con el cutis feo, pero con una coleta perfecta agarrada con una interesante goma muy adornada.

0

Un moro vacilón, grande, con ropa ajustada, todo él muy prieto. Parece listo. Parece un toro.

0

Dos gemelas, rubias, guapísimas, con nariz griega y pelo enmarañado. Son increíblemente idénticas.

0 Un hombre mayor, con bigote, haciéndose el moderno, va mascando chicle, en chandal, moviendo nerviosamente las piernas, mirando a todo el mundo; si le das pie, seguro que se pone en seguida a discutir; parece que lo va deseando. 0 Una chavala con buen tipo, morena, manos muy bonitas, ojos de sorpresa y sonrisa con paletas largas, parece simpática y espabilada, va repasando una lista de compra; le cede el sitio a un joven sudamericano punki para que se siente junto a su madre. 0

Una mujer de unos 40, cara inteligente, ojos muy grises y fuertes, pelo revuelto, seguramente muy trabajadora.


0

Una mujer de 50, dormida, con cara de hombre y los pies a presión en los zapatos.

0 Tres viejos: Uno con el cráneo plano, barba blanca, crespa y desordenada, gafas grandes y un poco oscuras, feo. Otro con cara de sapo y protuberancias suaves por todos lados: una especie de Saramago gordo y ruin. Y el otro tiene pinta de intelectual de izquierdas muy pasado, o de profesor jubilado. Lleva una buena chaqueta, con un escudo que no reconozco, pero le asoma la camiseta blanca hasta el cuello. 0 Tío de 30 años, bien vestido, con traje y buena corbata, ojos lúcidos a lo Frank Zappa; tiene una expresión rara pero llamativa. 0 Pareja de estudiantes hippies. Él alto, guapo y con perilla. Ella es bajita, gorda y con cara de niña. No pegan. Deben ser pareja porque ella le toca mucho el hombro. Él la mira mucho menos. 0 Viejo con gorra de deporte azul marino, gafas, bigote y cazadora de pana, haciendo concentradamente un crucigrama con un buen bolígrafo. Tiene el cutis varizoso. 0

Hay una vieja tan despeinada y con un corte tan raro que parece punky.

0 Un chaval con camiseta de mangas cortas y excesivamente azul, leyendo excesivamente concentrado un libro, forrado en piel, justo al final del vagón. Le delata precisamente lo excesivo de su actuación. 0 Otro chavalote con pinta de grunge-oasis, zapatillas amarillo-limón, calcetines con bandas horizontales, perilla, gafas con el degradado de moda, y una camiseta con la expresión “I’m sold” en letras enormes. 0 bien.

A su lado hay un chino pequeño, limpio y raro, con un jersey verde, y negras todas las otras prendas. Combina

0 Iba de negro, camisa de manga larga, elegantísima, gafas de sol grandes colgadas del tercer botón, pantalón también negro, pañuelo-cinturón y zapatos rojos, pies limpios, morena, delgada, perfecta. Se iba makeando, colorete, rimel, labios, pero levantó la vista rápidamente cuando oyó que los de al lado hablaron no se qué de guárdame unas micras. Sabía. No era tonta. Aunque vestía formal y no tenía un defecto. Era sencillamente un tonal en perfecto estado. Impecable. Arrebatadora, si hubiera sido humana. 0 A mi lado, un ruso o rumano grande, pelirrojo, con un lunar perfecto en el lugar exacto del lóbulo donde los demás se ponen el pendiente. Es difícil tanta precisión. 0 El más inhumano de estos fantasmas fue una drogadicta hiper-punki que me encontré a solas en el vagón. Pelo al cero, mondo lirondo, salvo una cresta aplastada teñida de rubio, y unos rizitos que le salían de las patillas. Era alta, delgada y muy guapa. Ojos pintados de morado y verde. Su cráneo estaba bien configurado. Mogollón de pendientes, anillos y pulseras con pinchos de metal. Llevaba una especie de bikini/conjunto negro, con una chaqueta sin mangas y una micro-falda que consistía en dos tiras de tela que para nada tapaban sus bragas negras. Un cinturón punki con tres o cuatro emblemas de Mercedes como colgantes, en plan trofeos de caza. Pantis de redecilla llenos de agujeros y rotos demasiado regulares para ser naturales. Un escándalo de tía. Me pidió un cigarro y se fue a una esquina a hacerse un mai. Todo en ella era devorador, irreal, inorgánico. Me dio verdadero terror.

RECUENTO DE APROXIMACIONES AL INTENTO 0

Estar “encendido” es un intento. De prenderle fuego al silencio. Por eso el coraje está antes que la perfección.

0 No podrás encontrar mejor hechizo si de verdad adoras los algoritmos del alma . ¿Cuándo en las teologías se había hecho hincapié en el no-lograr? No aclarar, no creer, no actuar, no concebir. No es proponerse algo o tener la intención. La palabra es intentar. Ése es el verbo. 0

Intentar es lo que une el propósito y la acción, el punto equidistante entre el fracaso y el honor.

0

¿Qué menos se puede pedir a un alma sin dañar su libertad? Intenta el silencio, la calma y el bienestar. No digo


que lo hagas. Simplemente inténtalo. 0 Dios debe de estar intentando algo cuando infla el universo con el pulso de su emanación. Nadie sabe exactamente el qué. Y es posible que él tampoco. Quizás sea un aleteo de gozo, o un infinitesimal temblor de rabia. Nunca nadie lo sabrá. 0 Y da igual si el intento es él mismo o está ya fuera, como un plan regulador. Cuando Dios intenta algo crujen las columnas del cosmos. Cruje el aire. Cruje el sol. Y nos llueven como goterones los reflejos de todo lo que está oculto y no se puede conocer. 0

Lo que impulsa al electrón es el intento. No los resultados. Ni las vibraciones. Ni la observación.

0 Intentaré ser libre, sin plantear una definición. Sin visualizar la meta, sin arrogancias, sin planificación. Pero lo haré sin descanso, sin cuartel; ésa es la ley. 0

Abrazaré al intento como la única honradez a la que puedo ser fiel.

0

Siempre y en todo momento estaré intentando estar bien.

0

Dios no se cansa de intentar. Lo que debe de agotarle es tener que conseguir.

0

El intento es imparcial, eficiente, silencioso, cortés.

0

Es la alquimia falseada por sus mantras, desgastada por sus letanías.

0 Cuántas tribulaciones se habrían ahorrado esos perversos ascetas. Solo estaban intentando al Ser de una manera feroz. Simplemente les faltó una pizca de paciencia, o de conocimiento; no merecían perder.

RECUENTO DE GUIONES DE COMIX 0 Un preso que ha estado diez años aislado aprende a darle forma humana a las volutas de humo de sus cigarros; a mantenerlas en el aire, a hablar con ellas, a enamorarse de alguna. 0

Historia de dos grandes espejos enfrentados.

0

Intento desesperadamente convencer a los demás de que estoy soñando, pero nadie me cree.

0

Garadiel rescata a Dalia de las garras de un mormón.

0

Viven en un mundo cuyos ríos son de lava.

0 Un día David se levanta de la cama oyendo una música deliciosa. La busca por la casa, pero no la encuentra. Baja a la calle, pregunta a la gente, pero nadie la percibe. Recorre el barrio, la ciudad, los alrededores, oyéndola cada vez más cerca, pero sin llegar a localizarla. Así que coge el coche, viaja hacia el norte, atraviesa provincias, cordilleras; cada vez que se detiene a escucharla la encuentra más arrebatadora; atraviesa Francia, el Canal de la Mancha, Inglaterra; llega a Escocia y allí, en mitad de un lago, en la cabaña de un islote, está la mujer que ha buscado siempre, sonriéndole y tocando la gaita. 0 La Tierra aspira vanidosamente a convertirse en una esfera de metal, para brillar ella sola más que ningún otro planeta. Los seres vivos hemos sido los instrumentos de su acicalamiento, pero ahora solo somos máculas innecesarias. 0

El viejo mago que vivía en el faro ha desaparecido con faro y todo.

0

Aquellas bestias se adueñaban de los recuerdos de la gente que se comían.

0

Un pueblo fantasma lleno de coches abiertos y billetes volando.


0 Meditaciones de un quark. O del átomo anterior al Big Bang. Soy la densidad infinita, y esto es lo que ocurre en mi interior. 0 En realidad los druidas galos fueron pasto de las fieras en el Coliseo romano, junto con los cristianos. Y cuando más tarde la Iglesia se hizo con el poder, fueron unas de las víctimas más asiduas de las hogueras y los procesos de la Inquisición. 0 Fray Bernardino de Sahagún, en una de sus misiones en México, conoció y fue instruido por un verdadero nagual. Pero el libro donde documentó estas revelaciones, que hubieran cambiado sin duda el curso de la cristiandad, fue quemado por orden indiscriminada de Felipe II. 0

Bandadas de formas abstractas en escenarios abstractos.

0

No-haceres de una nueva estirpe de duendes con pinta de agricultor japonés. Con estética “manga”.

0 Un suicida cobarde pero sincero consigue, a base de rezar fervorosamente, que le caiga accidentalmente una bomba atómica justo en el tejado de su caseta de guardia forestal. 0

Consideraciones de un alma que lleva ya demasiados milenios en el paraíso.

0

Pasan, por una grieta mágica, al otro mundo, pero ninguno de ellos se entera.

0

La farola que mató a aquel madrileño en aquella tormenta de viento.

0 Dos hermanos mellizos, chico y chica, saben desde pequeños cómo intercambiar sus almas para meterse uno en el cuerpo del otro. Puede ser un comix erótico. 0

Nadie quería esperar a que le llegara el turno.

0

Se ha descubierto que la salud es un hongo que crece en las arterias.

0 Las juergas de Zappa en el infierno. El diablo está encantado, y a Dios se le escapan por las noches muchos de sus arcángeles, pues hacía tiempo que no se lo pasaban tan bien ahí abajo. Para colmo, llegaron Burroughs y Cioran, así que no te quiero contar. 0 Un demonio de mil brazos va arrancando, con violentos e invisibles zarpazos, todos los recuerdos de un alegre y viejo borracho, hasta dejar un cuerpo inmóvil y sonriente que solo sabe respirar. 0

Sueño que vuelo, aleteando grotescamente las manos.

0

La inconveniencia de partir en cualquier dirección.

0 Huevos luminosos van de aquí para allá, cambiando de color como los calamares, lanzando y chupando fibras, dejando traslucir en su interior el vago perfil de un cuerpo humano. La idea es retratar el mundo astral tal y como lo percibiría un vidente. 0

Los antihéroes de la brujería.

0

Sinsabores de un cazador de evidencias literarias.

0 Después de tensas discusiones químicas, una pequeña esfera de metal desconocido asciende desde las entrañas de la tierra por las galerías de un volcán dormido, sale a la superficie, dibuja signos geométricos en un sembrado de cereales, y vuelve por donde ha venido. Un ovni llega puntual a primera hora de la mañana, lee el mensaje y vuelve a su luna de Júpiter, donde comunica el signo a los seres innombrables que viven en su núcleo. La tierra ha movido ficha en esa larga partida de ajedrez interplanetario. 0

Unos peces ciegos buscan náufragas para hacerlas sirenas.

0 Perfidias de una secuestrada por los corsarios del norte. Otro comic perverso, aunque probablemente ocurrió en la realidad.


0

Los tres brujos cantando un bolero sobre la tumba de los zombies.

0

El monje que no se asustaba nunca.

0 Escalofriante. Y basado en un hecho absolutamente real. Un buque cargado de oro y marineros borrachos (no recuerdo el nombre, pero fue en el siglo XIX) choca con un agudo acantilado de roca, se hunde, se golpea contra las salientes partiéndose en dos, y acaba hecho pedazos en el fondo, a mil metros de profundidad, justo a la entrada de una enorme cueva que, por un extraño fenómeno de succión, absorbe todos y cada uno de los fragmentos del barco hasta no dejar absolutamente nada, ni el más mínimo resto. 0

Ilustración gráfico-didáctico-jocosa de las distancias entre el protón y los electrones.

0 Resulta que hay un Cardenal, en el mismo Vaticano, que le da a la marihuana. No veas las peripecias que tiene que hacer para fumar, entre misa y misa, sin que se entere el Papa y las curias pontificias de su pabellón. 0

Historia de un moco.

0

Maquinaciones nocturnas de los cables y enchufes de la habitación.

0

Un dia cualquiera en la vida de Steve Vai.

0

Para ella fue como un fugaz desmayo, pero estuvo en coma doce años.

0 Texto de la primera viñeta: “La soledad es mi principio.” Imagen: Un bebé abandonado en la puerta de una Iglesia. Texto de la segunda viñeta: “La soledad es mi juguete”. Imagen: Un niño jugando solo con un balón. Las siguientes viñetas van contando “mi historia” con el mismo perfil gráfico y textual. El texto de la antepenúltima viñeta reza: “La soledad es mi razón”. Y la imagen es un asesino matando a puñetazos a alguien, quizás una mujer. Texto de la penúltima viñeta: “La soledad es mi final”. Imagen: Un viejo pegándose un tiro en mitad del desierto. Y finalmente el texto de la última viñeta dice: “La soledad es mi libertad”. Y la imagen: Un cautivo dentro de una estrecha jaula que cuelga de una cuerda en mitad de la más oscura y absoluta nada. 0 Otro más alegre: Un grupo rockero-punki-tecno-progresivo sevillano llamados los “Jamón Killers” se hartan un día de comer mierda, cogen las recortadas, se plantan en la Casa de la Radio en Prado del Rey, secuestran al personal de Radio 3, y les obligan a tirarse un día entero programando sus maquetas sin que se entere la policía. Se hicieron tan famosos que el mismo Marilyn Manson los sacó de la cárcel y ahora los lleva siempre de teloneros. 0 De todas formas, si un nuevo profeta-brujo se decidiera a convencer a la sociedad de la autenticidad del poder oculto no se haría rockero, ni político, ni curandero, ni telepredicador; se haría futbolista. Ésta es la historia de un viejo mago que empieza a hacer, a sus 80 años, más birguerías que Maradona, marcando doce goles en cada partido. Entonces sí. Entonces sí que la gente se convertiría en masa a la verdad definitiva del Conocimiento.

RECUENTO DE ASOCIACIONES ELEMENTALES 0

El 1 es negro, varón, joven.

0

El 2 es rosa, mujer, coqueta.

0

El 3 es amarillo sucio, niño.

0

El 4 es añil, femenino, viejo.

0

El 5 es marrón, varón, activo.

0

El 6 es verde, sexual, gay.

0

El 7 es azul oscuro, varón, noble.


0

El 8 es negro, varón, gordo.

0

El 9 es gris, varón, etéreo.

0

La A es naranja, mujer, guapa.

0

La E es azul claro, varón, guerrero.

0

La I es amarillo, niño, chillón.

0

La O es luminosa, gorda, alegre.

0

La U es negra, varón, sombría.

0

El Lunes es negro, varón, joven.

0

El Martes es lila, mujer, trabajadora.

0

El Miércoles es ocre, varón, deportista.

0

El Jueves es azul marino, sin sexo, profundo.

0

El Viernes es verde, varón, fresco.

0

El Sábado es morado, varón, violento.

0

El Domingo es blanco, varón, social.

RECUENTO DE IDEAS PARA OTROS RECUENTOS 0

Recuento de evidencias de que la vulgaridad y el desatino no tienen remisión.

0

Recuento de proyectos musicales frustrados.

0

Recuento de divagaciones mentales en una noche a dos velas.

0

Recuento de nuevas bienaventuranzas para un evangelio actual.

0

Recuento de titulares tendenciosos de las portadas del ABC.

0

Recuento de trabajos envidiables.

0

Recuento de trabajos asquerosos.

0

Recuento de ruidos extraños en el techo.

0

Recuento de maniobras propias de las mujeres al volante.

0

Recuento de perjuicios espirituales del papado de Juan Pablo II y Ratzinger.

0

Recuento de críticas exhaustivas al primer capítulo del Evangelio de San Juan.

0

Recuento de puntos en común entre todas las razas y naciones del planeta.

0

Recuento de incógnitas sobre las políticas informativas en televisión.

0

Recuento de traiciones a las expectativas del televidente.


0

Recuento de topicazos de los filmes americanos.

0

Recuento de fallos en el guión de cualquier película comercial.

0

Recuento de los best-seller que, sin pudor ni forro alguno, exhibe la gente en el metro.

0

Recuento de temas de conversación en la mesa.

0

Recuento de ilustraciones gráficas sobre conceptos astrales-esotéricos.

0

Recuento de ilustraciones sobre conceptos de mecánica cuántica y astrofísica.

0

Recuento de ilustraciones aproximativas de posible supercuerdas vibrantes.

0

Recuento de ilustraciones de seres invisibles inorgánicos o extraterrestres.

0

Recuento de ilustraciones de cuevas sugestivamente iluminadas.

0

Recuento de ilustraciones de las imágenes principales de los sueños de cada noche.

0

Recuento de tránsitos de la luz solar en un domingo despejado.

0

Recuento de las casas, habitáculos y moradas en las que he vivido.

0

Recuento de pintadas memorables.

0

Recuento de insolidaridades en nombre del amor, la libertad o la fraternidad.

0

Recuento de drogas perniciosas no reconocidas socialmente como tales.

0

Recuento de intentos de agarrar el silencio interno.

0

Recuento de intentos de atravesar la primera compuerta del ensueño.

0

Recuento de proyecciones vigentes de la famosa carta del jefe Seattle.

0

Recuento de argumentos a favor y en contra de darle de comer a las palomas.

0

Recuento de las distintas formas en que los animales perciben la muerte.

0

Recuento de conocimientos que no valen la pena.

0

Recuento de las mil formas de saludar a los vecinos.

0

Recuento de caminos con corazón.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.