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El Lugar de la Mujer en el Fenómeno Migratorio Obedece a Pandemia de Ausentismo Masculino

Por Mtro. Cristian Quintanar Castro

Invito por un momento al lector a visualizar los retos de un migrante que transita de forma no legal en un país. Hace unas décadas uno podría ver al hacer este ejercicio de imaginación, a hombres de diversas edades transitando en grupo o solitario. Pero en los años recientes los números indican que la composición de grupos de migrantes a nivel mundial es casi mitad y mitad: 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres; y para el caso mexicano los datos son similares. 

Quizá una intersección de variables como los temas de género y la agudización de la situación económica han abonado el camino para que ahora las mujeres e incluso madres de familia muchas veces con todo e hijos se embarquen en el fuerte desafío de migrar a costa de su voluntad o por el sueño de mejor vida para sus hijos y familia.

Hoy día ya no se duda de las constantes y trascendentes transformaciones que se están dando en las diversas familias y las tareas desempeñadas al interior de éstas. Los llamados roles de género en su fluidez son ya parte del cotidiano; hombres, mujeres, niños llevan a cabo casi cualquier tarea que antaño era exclusivo de un género en particular. Movimientos sociales, políticas públicas, planes de estudio… escenarios y espacios varios donde se dinamiza esta fluidez de los roles, avanzan cada día a pasos agigantados en México y el mundo. 

Aunque como todo proceso social que busca colocarse en la opinión pública, no carece de contradicciones: El señalar a un género en particular como origen de la violencia y no a la estructura que genera la división de poder entre los géneros. 

También se podría decir que los avances en temas de justicia siguen siendo lentos en la mayoría de casos, no así para sectores con más movilidad social, recursos o contactos. Basta recordar la tan lamentable situación de hace unas semanas que ocurrió en el Estado de Querétaro, en donde una menor de edad fue multada con miles de pesos y sentenciada a prisión por abortar. Días después tuvo que intervenir una instancia federal para frenar dicha barbaridad. Aún con todo esto, lo importante es que ya está en el ambiente la búsqueda de equidad y al parecer no hay marcha atrás. Seguro tomará aún más años poder instaurar en todas las capas de la sociedad esta tendencia que ya lleva décadas avanzando, pero ya estamos en el camino.

De acuerdo con datos del gobierno mexicano, concretamente la Unidad de Política Migratoria es reciente el aumento de las mujeres en el proceso migratorio, así, del 2010 al 2017 la presencia de mujeres se incrementó de 22.4 a 30.5 por ciento. Incluso ya desde años antes -en el 2006- se reportaba dicho incremento cuando el Fondo de Población de Naciones Unidas informaba datos relacionados con esta igualdad poblacional. Claro que a diferencia de otros ámbitos donde las madres y mujeres se han ido haciendo de un espacio -trabajo, escuela, entre otros-. Somos testigos de que la participación femenina es cada vez mayor en diversos ámbitos, y esta inserción se da incluso en procesos negativos, como la migración sin documentos.

Según estudios sobre el tema, la múltiple exclusión -por ser mujer, pobre y migrante- se acentúa en cuanto la madre o mujer decide abandonar su patria y comenzar la travesía de buscar mejores oportunidades. Las mujeres y madres migrantes se ven envueltas en una red que vuelve difícil su situación: Lejanía de la patria, del hogar, desconocimiento de sus derechos, poca o nula preparación escolar se consolidan como una fuerte barrera que durante el trayecto impide a las mujeres tener un acompañamiento institucional. Esta situación se instaura como un obstáculo más, pues según investigadores, estas condiciones, que surgen en el país de origen, se perpetúan tanto en el trayecto como en el destino.

Para ir cerrando este texto cabe mencionar un tema delicado y que involucra no sólo a mujeres o madres. Si en un número alto de situaciones las mujeres se posicionan como jefas de familia dada la pandemia de ausentismo paterno que impera en nuestras sociedades, las familias migrantes se enfrentan a un reto más: La sustracción familiar. Se ha llegado a saber de que el crimen organizado secuestra migrantes, pero poco se habla de que la propia pareja, casi siempre hombre, sustrae de la familia al hijo o hijos para no volver a saber de ellos la propia madre. Esto sucede en cualquier momento del trayecto, al inicio, durante o al llegar al destino.

Al inicio de este texto invité al lector a imaginar a un migrante suponiendo que la imagen evocada coincidiría con la constante de hace unas décadas en la que eran hombres en su mayoría quienes se veían obligados a migrar. Dadas las tendencias actuales en los números de mujeres y madres de familia que se insertan a diversos ámbitos de la sociedad, es de esperarse que con los años el número ya no sea 50 por ciento y 50 por ciento sino que probablemente las mujeres sean mayoría. No es que la condición de mujer implique por su naturaleza que sean vulnerables; es el entorno que se ha constituido como hostil para las propias mujeres. Se sabe de las múltiples violencias que vive la comunidad migrante, pero la violencia es multidireccional, al interior mismo de los migrantes hay violencia, un fenómeno presente y un reto más por abordar.

  • Mtro. Cristian Quintanar Castro: Doctorante en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV) en el área de historia de la educación y del conocimiento. Profesor de asignatura en la UNAM en ciencias sociales.  Licenciado en psicología, UAM Xochimilco. Interesado en los procesos psicosociales de la violencia y el uso de la etnografía para el estudio de fenómenos sociales.

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