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Solo Deus: Discriminada en mi País

Endofobia: Rechazo o aversión hacia el grupo al que pertenecemos. Es decir hacia los propios compatriotas

Por Marcela Toledo

  • Endofobia: Rechazo o aversión hacia el grupo al que pertenecemos. Es decir hacia los propios compatriotas

El mes pasado se cumplieron 40 años desde la primera vez que vine a los Estados Unidos. Y con el paso del tiempo he visto un incremento cada vez más acentuado en el malinchismo y el resentimiento social hacia los mexicanos que vivimos en el exterior, cuando visitamos nuestro país. No creo ser la excepción y aseguro que a más de siete veces siete también les ha pasado. Sobre todo si tenemos el mismo color de piel y ojos que quienes en ese momento tienen un minuto fortuito de poder sobre nosotros. Y nos maltratan sólo porque vivimos de este lado.

Ya sea en la ventanilla de algún servicio, en línea del revisión del aeropuerto, en la recepción del hotel, en el restaurante. En cualquier lugar donde dos seres humanos interactúen, se manifiesta muchas veces ese autodesprecio y complejo de inferioridad, donde aquellos en una minúscula posición de poder oprimen gozosa y momentáneamente al objeto de su deseo y envidia.  Y le crean problemas nada más porque viste bien. Porque no inclina la cabeza. Porque reclama cuando es necesario. Porque vio que están haciendo lo indebido. O sólo porque no les cae bien.

Así me ha ido en la feria por tener tez y ojos oscuros, pues mi amiga Zully, originaria de Michoacán pero de piel blanca y bellos ojos verdes, nunca ha tenido un problema cuando viaja; le ayuda que es servicial y no se queja.

Dirán que exagero. Pero no. Se puede tomar a broma pero perturba mi psique y me aflige el corazón porque va en detrimento de la dignidad humana. Y de ninguna manera se justifica. Sin embargo, estas enfermedades sociales están incrustados hasta la médula en la mayoría de mexicanos dentro y fuera de nuestra Suave Patria.

Dirán que me lo atraigo. Pero porque fui muy pobre desde que nací y hasta los 18, ahora me visto mejor y siempre viajo muy mona. Eso y mi eterna actitud de inclinar la cabeza sólo ante Dios, me traen problemas cada vez que trato con compatriotas infectados con este ancestral autodesprecio.  Ni siquiera tengo que abrir la boca porque ya fui juzgada y procesada.

Tan aniquilante ha sido para mí, que en mayo del año pasado tuve un colapso mental en Tijuana y no pude abordar el avión hacia mis vacaciones en Nuevo Vallarta. Llamé a mi siquiatra para que me enviara un tranquilizante para la ansiedad y así regresar a mi casa, tres horas al norte de Los Ángeles. 

Y es que en el cruce hacia el Aeropuerto de Tijuana, el joven agente aduanal mexicano se enfureció porque lo vi cuando se guardaba el dinero que le había cobrado a otro mexicano que tampoco traía identificación mexicana. Como me negué a darle dinero, me vociferó que me iba a deportar a Estados Unidos, que a qué iba a México, que me quedara en Estados Unidos y no volviera, y más cosas, con despotismo brutal frente a los pasajeros del minibús. Me dejó ir cuando lo empecé a filmar con mi teléfono celular.

Más tarde, el comportamiento del chico del mostrador, y del supervisor de la Aerolínea Viva fue la estocada. Se deleitaron con mi angustia, tratándome de hacerme perder mi vuelo. Nada más porque sí. Tengo muchos años lidiando con los resultados de décadas de abuso, violencia y trauma, y esto fue demasiado para mí. No pude abordar el vuelo. Regresé a casa y perdí mis vacaciones. 

Este año me fue mejor en el aeropuerto. Pero no en el resort de Vidanta Nuevo Vallarta, al cual no pienso regresar a pesar de mi membresía. La actitud de muchos de sus trabajadores es tan servicial con los extranjeros, sobre todo con los rubios, pero terrible con turistas de tez oscura como yo. Hasta el consierge me regañó porque interrumpí su conversación amena en el teléfono, luego de diez minutos frente a él, en espera de hacerle una pregunta sencilla.

Esto sucede en los hoteles de cadenas como Hilton, Hyatt, y otros, en México, donde constantemente recibo las peores habitaciones y servicios. Hasta me han llamado quejosa crónica porque uso las redes sociales para quejarme. Es la única manera de llamar la atención de las empresas grandes. Y contestan más rápido que el mismo resort u hotel. De veras.

Son más y tantos los malos ratos que sólo en especiales circunstancias viajaré a México. El trato que recibo cuando viajo a “mi país” es un puñetazo en el estómago. Me tratan mejor en Europa y en Asia, porque hasta en Perú he notado el resentimiento social. No es cuestión de dinero sino de “look”. Y no puedo ocultar mi identidad sino honrarla.

Me he sentido más aceptada cuando regreso a este país que me ha dado mucho más de lo que recibí en mi tierra. Especialmente cuando el agente de inmigración me dice Welcome home. Es un dulce bálsamo para mi ser constreñido por el repudio de mi propia gente.

No pierdo la esperanza de un día ser recibida de esa manera en la tierra que llevo tan arraigada en mis entrañas, y cuyos hijos resentidos por mi valor de buscar una vida mejor me tratan como una hermana bastarda. Porque sólo quienes vivimos de este lado sabemos lo que tenemos que soportar para tener la vida digna que no hubiésemos tenido si nos hubiésemos quedado allá.

  • Marcela Toledo: Periodista bilingüe profesional que ha laborado en prensa escrita, radio, televisión e internet durante más de 30 años, en México, California, Texas, Illinois y Michigan, Estados Unidos. Ha ejecutado investigaciones en diferentes ciudades de España, Irlanda e Inglaterra para publicaciones mexicanas. 

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