La Fierecilla Domada ¡Catalina contra todo!

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! La Fierecilla Domada ¡Catalina contra todo! Comedia en 5 actos de Kado Kostzer y Sergio García-Ramírez versión libérrima de la obra de William Shakespeare


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La Fierecilla Domada

¡Catalina contra todo! Comedia en 5 actos de Kado Kostzer y Sergio García-Ramírez versión libérrima de la obra de William Shakespeare

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Sergio García-Ramírez y Kado Kostzer

La trayectoria de Kado Kostzer se inicia en su adolescencia en el Instituto Di Tella y continúa, ya en los ’80, con su vinculación con Alfredo Arias y el Grupo TSE en París . La de Sergio García-Ramírez arranca en la TV mexicana. Juntos, como compañía independiente, se propusieron que cada una de sus propuestas escénicas sea radicalmente distinta a la anterior, tanto temática como estéticamente. Sus gustos son eclécticos es por eso que incursionaron (con obras de su autoría o de otros escritores) en la comedia, en los musicales, en drama contemporáneo, en los clásicos, en la lírica… Salvo el teatro para niños, hasta el presente, su abanico fue más que variado siempre poniendo en relevancia la calidad dramática de los textos, los valores interpretativos y los aspectos visuales en cada producción.

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Agradecimiento

La Fundación Shakespeare Argentina agradece a los autores Kado Kostzer y Sergio García-Ramírez la autorización para reproducir aquí el texto de "La Fierecilla Domada: ¡Catalina contra todos!" versión libérrima de William Shakespeare.

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LA FIERECILLA DOMADA DE SHAKESPEARE (1594) ALGUNAS CONSIDERACIONES

Shakesperare y los clásicos en nuestro medio teatral Los ámbitos de Shakespeare en nuestro medio parecerían ser dos bien definidos:

El Teatro San Martín (ocasionalmente)

Los grupos independientes sin mayor experiencia (frecuentemente) y salvo Sueño de una noche de verano las comedias del genial autor son dejadas de lado,

privilegiando los dramas.

Traducción, adaptación y recreación La tarea inicial fue la traducción partiendo del original en inglés editado por The Folger Library General Reader’s. Los cambios efectuados obedecen a las exigencias del teatro actual, sin por ello alterar la estructura de la obra. Este trabajo de dramaturgia la ha compactado y potenciado:

1.Se ha eliminado el prólogo de la representación dentro de la representación que fue reemplazado por una texto en verso, a cargo de la actriz que más tarde interpretará a Baudilia, que nos introducirá a la pieza propiamente dicha, que es en definitiva lo que se proponía Shakespeare. 2.Algunos nombres de personajes se han castellanizado, otros traducido libremente: Petruchio=Petronio, Katherina=Catalina, Bianca=Blanca, etc. 3.Los 30 personajes han quedado reducidos a 8. 4.Bautista, padre de la protagonista, ha pasado a ser Baudilia, la madre. Dado el contexto de la presente recreación su problemática era más acorde para ser expresada por una mujer. 5.Grumio, sirviente de Petronio, es ahora Grumia hermana del protagonista, personaje que a la vez se funde con la Viuda que al final se casa con Hortensio. Es decir que la actriz que lo represente tendrá un personaje más sustancial. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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6.Se han eliminado los personajes de Vincentio, padre de Lucencio, y el Pedagogo. El tema de las falsas identidades ya está bien expuesto en Hortensio, Lucencio y Tranio. 7.También se ha suprimido Gremio, pretendiente de Blanca, ya que su discurso se superponía con el de Lucencio y Hortensio. 8.Desaparecieron el Sastre e innumerables Sirvientes con poco que hacer en escena. 9.Diversos monólogos de Catalina y Petronio han sido traducidos en versos octosílabos. El recurso del monólogo que usa Shakespeare para transmitir conceptos y pensamientos permite el artificio del verso y de la rima de forma

eficaz.

Lenguaje Se ha eliminado el tratamiento de “vos” que aleja a actores y a público de los clásicos. Se han incorporado Como Cambio el “usted” y nuestro “vos” que reemplaza al “tú”. De esta manera los diálogos serán más coloquiales y cercanos al oído del público al que van destinados. A pesar de transcurrir esta recreación en una Padua del campo argentino no se ha caído en la tentación de recurrir al lenguaje gauchesco, ya que el mismo desvirtuaría mucho de lo bello e imperecedero del texto de Shakespeare cayendo en un forzado folklorismo.

Enfoque El eterno tema de la “batalla de los sexos” ha dado al teatro infinidad de obras. Remontándonos a en la antigua Grecia, Lisístrata de Aristófanes, en el siglo pasado las múltiples comedias de Bernard Shaw y entre nuestros autores Leopoldo Marechal lo trató en Las tres claras Venus. Uno de los factores fundamentales para tener en cuenta es que desde 1594, año del estreno de La Fierecilla Domada, hasta el presente muchos acontecimientos han hecho cambiar el punto de vista con respecto al texto. Sin un criterio amplio, moderno y humorístico esta comedia podría pasar -a simple vista- como un material que la evolución de la mujer dejó obsoleto. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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El tratamiento no deberá estar enfocado a enfatizar la supuesta superioridad masculina, y el consiguiente dominio del varón sobre la mujer, sino a presentar los personajes como hábiles estrategas en las relaciones humanas y más aún en las de pareja. Catalina al abandonar su rebeldía no se someterá a Petronio, sino que aprenderá el arte de “negociar”.

Concepto de puesta en escena: El campo argentino Invito a releer o repensar La Fierecilla Domada

no como una comedia isabelina que se

desarrolla en la Padua del Siglo XVI, sino a fines del siglo XIX y en una Padua rural argentina. Será fácil comprobar que la pieza de Shakespeare no sufre impedimento alguno para llegar al espectador de forma fresca y coherente. Nos pareció un camino apasionante

-el que solo pueden permitirnos la vigencia y

universalidad de los grandes textos- efectuar esta transposición de tiempo y lugar. Esta es una forma de hacer “nuestros” textos que pertenecen al patrimonio de la humanidad.

Estética Sergio García-Ramírez, responsable de la escenografía y vestuario, del espectáculo recreó las iconografías gauchescas más eclécticas. Abarcó desde las caricaturescas criaturas de Molina Campos hasta los personajes llevados al óleo por Prilidiano Pueyrredón, pasando por las acuarelas costumbristas de E. E. Vidal o las escenas de la vida cotidiana de Edmond Temple, sin olvidar los paisajes y tipos pampéanos de Juan Manuel Blames, los gauchos y paisanas de Brambilla, de Juan León Pallière o del ilustrador Marengo.

Música La banda sonora, creada por Federico Salcedo, reunió todo el sabor de las más refinadas expresiones del folklore. Además de la música incidental, incluyó un aire criollo y una vidalita a la manera de leit motivs. Como gran final los ocho actores bailaron una zamba evocativa y pegadiza.

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LA FIERECILLA DOMADA ¡CATALINA CONTRA TODO! Comedia en 5 actos de Kado Kostzer y Sergio García-Ramírez

versión libérrima de la obra de William Shakespeare

Personajes: Gauchos, chinas, peoncitos y terratenientes

LUCENCIO (Enamorado de Blanca, se hace pasar por Cambio)

PETRONIO (Pretendiente y después marido de Catalina)

HORTENSIO (Pretendiente de Blanca, más tarde finge ser Licio)

BAUDILIA (Rica viuda hacendada de Padua)

CATALINA (Hija de Baudilia)

BLANCA (Hija menor de Baudilia)

GRUMIA (Hermana de Petronio, luego esposa de Hortensio)

TRANIO (Sirviente de Lucencio, más tarde se hace pasar por su patrón

La acción: En Padua, pero no en la de Italia, sino en una de la Pampa Argentina. La época: Finales del siglo XIX.

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LA FIERECILLA DOMADA (CATALINA CONTRA TODO)

Esta producción de la Cooperativa Argentina de Comedias Clásicas se estrenó en el Teatro Andamio ‘90 el 15 de julio de 2006.

PRÓLOGO: Claudia Cárpena LUCENCIO: Gastón Courtade TRANIO: Enrique Iturralde BAUDILIA: Claudia Cárpena CATALINA: Cecilia Andrada HORTENSIO: Carlos Linale BLANCA: Luciana Ulrich PETRONIO: Fernando Sureda GRUMIA: Juliana Ibañez

Producción ejecutiva: Cia. Kostzer / García-Ramírez Asistente de dirección: Martina Correa Música original: Federico Salcedo Coreografía: Jaime Breard Iluminación: Esteban G. Lahuerta Escenografía y Vestuario: Sergio García-Ramírez Puesta en escena y dirección general: Kado Kostzer

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P R Ó L O G O

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ACTO PRIMERO ESCENA I Padua. Una plaza. LUCENCIO:

Renegando de mi pago

llego a Padua muy sediento

como quien salta de un lago

hacia un río turbulento

para saciarse de un trago.

TRANIO:

Mi buen patrón, comparto sus sentimientos pero le recuerdo que donde no hay placer no hay provecho. Por lo tanto haga lo que más le agrade.

LUCENCIO: ¿Quiénes son esos que llegan? TRANIO:

Quizás vienen a darnos la bienvenida. (Entran Baudilia con Catalina y Blanca, sus hijas. También viene Hortensio, pretendiente de Blanca.)

BAUDILIA: No me insista más, Hortensio. Bien sabe mi resolución: No daré en matrimonio a mi hija menor mientras la mayor no tenga marido. Así que tiene permiso para cortejar a Catalina. CATALINA: (A su madre.) ¿Qué se propone hacer conmigo? HORTENSIO: Es demasiado arisca para mí. Para ella no habrá pretendientes a menos que cambie de carácter. CATALINA: No tenés nada que temer, no estás ni siquiera a mitad de camino hacia mi corazón. Y si eso ocurriese, solo me servirías como bacinilla. HORTENSIO: (Por lo bajo.) ¡Qué el Señor nos libre de semejante demonio! TRANIO:

(Aparte. A Lucencio.) Me parece que nos vamos a divertir. Esta moza está loca de remate o es una malvada.

LUCENCIO: En la quietud de la otra puedo admirar su dulce carácter. Silencio Tranio. TRANIO:

Bien dicho, patrón. Ahora mírela todo lo que le plazca.

BAUDILIA: A casa, Blanca. Y no te enojes por esto. Si te encierro es porque te quiero. CATALINA:

La niña mimada. Mejor métale un dedo en el ojo, así tendrá motivo para

llorar.

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BLANCA: Que mi pena Catalina sea motivo para tu alegría. Obedezco humildemente madre sus deseos. Los libros y la música serán mi única compañía. HORTENSIO: Doña Baudilia, extraña decisión la suya. Siento mucho que sus buenas intenciones sean para Blanca causa de tristeza. BAUDILIA: Adentro Blanca. (Blanca se va.) Como sé que le gusta la música y los versos, haré venir a profesores para instruirla. Si conoce alguno me lo envía. Hasta pronto. Y vos Catalina quedate aquí, porque aún tengo que hablar varias cosas con Blanca. (Entra a la casa.) CATALINA:

Y si se me antoja yo también me voy. Lo único que faltaba era que se

controlara mi tiempo. Como si yo no fuese capaz de decidir qué hacer o dejar de hacer. ¡Habráse visto! (Se va.) HORTENSIO: Podés ir a buscar al mismísimo diablo para casarte con él, si eso querés. Por el amor que le profeso a Blanca lo mejor sería concentrarme en una sola cosa: conseguirle un marido a su hermana. ¡Un marido! ¿Qué digo? ¡Un demonio! Y aunque su madre sea muy rica, ningún hombre es tan tonto como para casarse con esa mujer salvaje. Yo en mi caso preferiría ser azotado a recibir una dote como esa, porque cuando las manzanas están podridas no se puede elegir mucho. Soy capaz de darle al candidato mi mejor caballo con tal de que llegue rápido para hacerle la corte a Catalina, que la enamore, que se case con ella, que la meta en su cama y nos libre de su presencia. (Se va.) TRANIO:

Dígame patrón ¿es posible que así de repente el amor se adueñe de un hombre?

LUCENCIO: Antes de experimentarlo en propia carne lo creía imposible. Mirando esta escena sentí los efectos del amor y como sos mi confidente te digo que ardo, desfallezco y muero si no logro el amor de la tan modosa Blanca. Ayudame. TRANIO:

Es tarde para que lo regañe patrón. Jamás los reproches expulsaron al amor del corazón.

LUCENCIO: Gracias, me siento aliviado. TRANIO:

Miraba tanto a la moza que quizás no se dio cuenta de lo principal.

LUCENCIO: Lo he notado. Vi en su rostro la más dulce de las bellezas.

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TRANIO:

¿Eso es todo? ¿No escuchó los gruñidos de su hermana que resonaban como un estruendo?

LUCENCIO: Vi moverse sus labios de coral y el aire que se perfumaba con su aliento. TRANIO:

(Aparte.) Lo primero será despabilarlo. Despierte patroncito, se lo ruego. Si ama a la moza ponga todo su empeño y corazón en conquistarla. Pero ocurre que mientras su madre no se haya sacado de encima a la hija mayor, su amada deberá permanecer encerrada para que no la molesten los pretendientes.

LUCENCIO: ¡Qué madre tan cruel!. De todas maneras quiere conseguirle maestros para instruirla. TRANIO:

Al respecto tengo un plan.

LUCENCIO: Y yo otro. TRANIO:

Que nuestros dos planes se unan en uno solo.

LUCENCIO: Decime el tuyo primero. TRANIO:

Que usted se haga pasar por profesor y se encargue de instruirla.

LUCENCIO: Y vos serás quien haga de patrón en mi lugar. Así que te doy mi sombrero y mi capa. TRANIO:

Como usted mande. (Se cambian las ropas.)

LUCENCIO: Queda todavía algo que debés hacer vos mismo. Hacerte pretendiente de Blanca y no me preguntés porque. Conformate con saber que tengo buenas

razones. (Salen.) ESCENA II

Frente de la casa de Hortensio. Aparecen Petronio y Grumia, su hermana.. PETRONIO: Aquí estamos, en Padua para ver a mis amigos. Y antes que a nadie al más querido, Hortensio. GRUMIA: Lindo mozo Hortensio. PETRONIO: Todavía estás de luto hermana mía por tu difunto marido y no es momento de pensar en lindos mozos. GRUMIA: Mi esposo está muerto, pero yo aún estoy viva. (Aparece Hortensio.) Más viva que nunca. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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HORTENSIO: Mi muy querido amigo Petronio y su hermana Grumia. ¿Que buen viento los trae por a estos pagos? PETRONIO: El viento salvaje empuja

a buscar en otras tierras

la hembra que nos embruja

y nos causa muchas guerras

Quiero mujer y fortuna

¡Y es mejor las dos en una!

GRUMIA: (Mirando a Hortensio.) Yo también estoy dispuesta a casarme., pero por amor. Dale oro a mi hermano y se casará con una muñeca, con una marioneta o con una bruja desdentada aunque tenga más enfermedades que cincuenta y dos caballos juntos. Nada le importa siempre y cuando haya dinero. HORTENSIO: Como veo las cosas, puedo conseguirte una mujer que además de ser rica es joven, bella y educada para ser una señora. Tiene un solo defecto: que es insoportable, hosca, violenta y deslenguada. Yo, aunque estuviese en la calle, no me casaría con ella por todo el oro del mundo. PETRONIO: Ya basta Hortensio, no conocés el poder del dinero.

¿Creés que un poco de ruido

puede afectarme el oído?

¿A mí, que escuché cañones,

el viento con su bramido

y a jaurías de leones?

¡Me sobran valor y agallas

no le temo a las batallas!

Decime cómo se llama la madre de la moza y eso me bastará.

HORTENSIO: Su madre es Doña Baudilia Minola. Ella se lama Catalina Minola, famosa por la agilidad de sus puños y la ponzoña de su lengua. PETRONIO: ¿Cómo puede asustarme a mí la lengua de una mujer que no grita ni la mitad de fuerte que una castaña en el fogón de un campesino? Desde este momento no descansaré hasta conocerla. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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GRUMIA: (A Hortensio.) Si la alondra lo conociese como yo lo conozco sabría que gritarle es como gritarle a una pared. Puede insultarlo como se le antoje y él como si nada. Y te voy a decir una cosa, que si ella le hace la mínima contra, él le tirará a la cara lo primero que encuentre para desfigurarla. Y tarde o temprano ella se rendirá. No sabés quien es mi hermano. PETRONIO: Y ahora Hortensio te dejo a menos que quieras acompañarme. HORTENSIO: Iré con vos Petronio. Porque Doña Baudilia tiene encerrada a la prenda de mi vida: Blanca, su hija menor. GRUMIA: (Para sí.) Blanca, la prenda de su vida. ¡Conque esas tenemos, canalla! HORTENSIO: La madre quiere alejarla de mis ojos y de los de cualquier otro hasta que Catalina, la fiera, no haya encontrado marido. GRUMIA: ¡Catalina la fiera!. No me gustaría tener semejante apodo. HORTENSIO: Ahora tenés que hacerme un favor: Voy a disfrazarme con el traje más severo que encuentre y me presentarás a Doña Baudilia como profesor de música que le dará lecciones a Blanca. De esta forma podré cortejarla sin despertar sospechas. (Se coloca un bigote postizo e intenta un acento extranjero.) Bon jour, Madame... Bon jour Mademoiselle... Mi nombre es Licio. GRUMIA: No me parece muy honesto de tu parte. PETRONIO: Honesto o no, seré tu cómplice Hortensio. (Entran Lucencio disfrazado de Cambio, maestro de escuela, y Tranio haciéndose pasar por Lucencio.) TRANIO:

(Como Lucencio) Disculpen señores. ¿Cuál es el camino más corto para llegar a la casa de Doña Baudilia Minola? La que tiene dos bellas hijas. Voy por...

PETRONIO: Espero que no sea por la más retobada. TRANIO:

(Como Lucencio) No me gustan las retobadas..

LUCENCIO: (Por lo bajo) Buen comienzo Tranio. HORTENSIO: (Como Licio) Sólo una palabra señor. ¿Pretende usted la mano de la moza a la que se refiere? ¿Sí o no? TRANIO:

(Como Lucencio.) ¿Y si así fuese? ¿Qué hay de particular?

HORTENSIO: (Como Licio.) Nada si se va ya mismo. TRANIO:

(Como Lucencio.) La calle es libre para todo el mundo.

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HORTENSIO: (Como Licio.) La calle sí, la moza no. Porque es la que ha escogido otro galán. GRUMIA: Pelearse por una mujer habiendo tantas y tan agraciadas. TRANIO:

(Como Lucencio.) Les pido por favor que me escuchen con paciencia. No veo ningún impedimento: la muchacha tiene derecho a tener más de un pretendiente.

HORTENSIO: (Como Licio.) ¿Alguna vez ha visto a la hija de Doña Baudilia? TRANIO:

(Como Lucencio.) No, pero he oído decir que tiene dos. Una tan famosa por lo deslenguada como la otra por su pudor.

PETRONIO: ¡Basta ya! La primera es para mí. A la que usted aspira, su madre la tiene oculta de todos los pretendientes y no quiere prometerla hasta que no haya casado a la mayor. Sólo así la pequeña será libre. Antes no. TRANIO:

(Como Lucencio.) Si eso es cierto usted es el hombre que nos hará un gran favor.

HORTENSIO:(Como Licio.) Esto es la confesión de que usted también es pretendiente. TRANIO:

(Como Lucencio.) Propongo que vayamos a brindar por nuestras amadas. Como hacen los adversarios que en el campo de la ley luchan en el tribunal, pero luego se van a comer y beber como amigos.

HORTENSIO: Excelente proposición. Petronio, yo te invito. (Salen.)

ACTO SEGUNDO ESCENA ÚNICA Un cuarto en la casa de Baudilia. Blanca está contra una pared con las manos atadas. Catalina, con un látigo la amenaza. BLANCA: No me castigues Catalina ni te castigues a vos misma tratándome como a una esclava. Soltame y yo misma te daré mis vestidos, mis enaguas y todo lo que quieras. Haré todo lo que me ordenés pues te debo respeto como hermana mayor. CATALINA:

De tus pretendientes ¿a cual preferís? Te ordeno que me respondas y no

me mientas.

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BLANCA: Creéme que entre los hombres vivos no he encontrado una cara que me llame la atención más que otra. CATALINA:

Embustera. Es Hortensio.

BLANCA: Si te gusta te juro que haré todo cuanto pueda para que sea tuyo. CATALINA:

Si renunciás a él tan fácilmente quiere decir que hay algún otro.

BLANCA: Todo esto es una broma ¿verdad? Desatame las manos, te lo pido por favor. CATALINA:

(Le pega.) Y ya que estamos de broma acá va otra. (Entra Baudilia.)

BAUDILIA: ¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene tanta insolencia? Pobre hijita querida, estás llorando. (Le desata las manos.) Volvé a tus tareas y no te metas con ella. En cuanto a vos, no quiero ni verte. ¡Endemoniada! ¿Qué te ha hecho la pobre? Si ni siquiera te ha levantado nunca el tono. CATALINA:

Es su silencio lo que me vuelve loca y me las va a pagar. (Se lanza sobre

Blanca.) BAUDILIA: ¿Y ante mis propios ojos? Andá a tu cuarto Blanca. (Blanca sale.) CATALINA:

A mi no me puede soportar. Se nota. Ella es su consentida y debe tener

un marido. Y a mí lo único que me queda es bailar descalza el día de su boda y morderme los codos. No hace falta que me diga nada. Me sentaré a llorar hasta que llegue el momento de mi venganza. (Se va.) BAUDILIA: No creo que haya una madre más desgraciada que yo. ¿Quién viene? (Entra Lucencio transformado Como Cambio, un maestro. Luego Petronio con Hortensio que finge ser el músico Lucio y Tranio a su vez tomando la personalidad de Lucencio.) Buenos días. PETRONIO: Y también para usted señora. ¿Usted tiene una hija bella y virtuosa que se llama Catalina? LUCENCIO: (Como Cambio)(A Petronio por lo bajo.) Vas demasiado rápido. Actuá con calma. PETRONIO: (A Baudilia.) Soy forastero y oí hablar de su hija: de su belleza, de su inteligencia, de su afabilidad y de su enorme modestia. (Baudilia alza las manos al cielo.) En fin, de sus extraordinarias cualidades y carácter dócil. Es así que me tomé la libertad de venir a esta casa para comprobar con mis FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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propios ojos las maravillas que he oído. Y a la espera de merecer su bienvenida le presento a uno de mis hombres. (Señala a Hortensio/Licio.) Muy instruido en música y matemáticas que bien podría darle clases a su hija. Le ruego que lo acepte, se llama Licio. BAUDILIA: Me resulta cara conocida. HORTENSIO: (Como Licio.) Bon jour, Madame. BAUDILIA: Muy bienvenido pues viene con usted. En cuanto a Catalina, lo sé bien, no es precisamente, aunque me pese, lo que usted necesita. PETRONIO: Según parece, usted no desea apartarse de ella. Mi nombre es Petronio y también quiero presentarle a este sabio. (Le presenta a Lucencio/Cambio.) Es muy docto en latín y en otras lenguas así como el otro lo es en música y matemáticas. Se llama Cambio y le ruego que acepte sus servicios. BAUDILIA: Sea usted bienvenido profesor Cambio. (Mirando a Tranio.) En cuanto a usted, según parece, no es del lugar. ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntarle cuál es el motivo de su visita? TRANIO:

(Como Lucencio.) El atrevimiento es mío, que siendo forastero he venido a presentarme como pretendiente de su hija menor.

BAUDILIA: Lucencio es su nombre ¿verdad? TRANIO:

(Como Lucencio.) Soy hijo de Vicencio.

BAUDILIA: Hombre de gran fama su padre. Lo conozco por las referencias que me dio de él mi difunto marido. Sea usted bienvenido. (A Hortensio y Lucencio) Ahora mismo van a conocer a sus alumnas. Por aquí. (Se van) En cuanto a usted, Petronio vamos a dar un pequeño paseo. PETRONIO: Doña Baudilia, mis ocupaciones no me permiten venir a diario para cortejar a su hija. Soy el único heredero de todas las tierras y bienes de mi difunto padre y a decir verdad los he aumentado más que disminuido. Le pido que me diga, si consigo obtener el amor de Catalina, ¿qué dote me dará al casarme con ella? BAUDILIA: Después de mi muerte, la mitad de mis tierras y de inmediato veinticinco monedas de plata (Petronio intenta retirarse) ¿Cincuenta? ¿Setenta y cinco?

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¿Cien? (Petronio le estrecha la mano) La cláusula principal es el amor de mi hija. Todo depende de eso. PETRONIO: Bah, téngalo por descontado, me amará con locura.

Permítame que le cuente

que si ella es caprichosa

yo soy hombre inclemente

Si ella exhibe grosería,

soy severo e intransigente

Cuando dos fuegos intensos

se juntan con furia loca

se consumen mientras chocan

Como Cambio una leve llama,

con el viento se propaga,

¡Pero un huracán apaga

el incendio más extenso!

Yo seré un huracán para ella y tendrá que rendirse ante mi. Soy fuerte y conmigo no se juega como con otros galancetes.

BAUDILIA: Ruego a Dios que pueda casarse con ella. Y lo antes posible, pero es mejor que esté preparado para oír insultos e improperios. PETRONIO: Soy a toda prueba, como las montañas ante los vientos que no logran moverlas en lo más mínimo aunque soplen a perpetuidad. (Entra Hortensio/Licio con la cabeza partida.) BAUDILIA: ¿Por qué está tan pálido? HORTENSIO: (Como Licio.) Si estoy pálido es por miedo. BAUDILIA: ¿Qué? ¿Mi hija no es apta para el arte musical? HORTENSIO: (Como Licio.) Más bien para la guerra. Una espada es más acorde a sus manos que la guitarra. BAUDILIA: ¿Acaso no entran en su cabeza los secretos de la guitarra? HORTENSIO: (Como Licio.) En la de ella no, pero en la mía sí. Me la partió en la frente. Le dije muy respetuosamente que se equivocaba de posición en las cuerdas y ella FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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me contestó: “Sí, es cierto, la guitarra no tiene que estar en mis manos sino en tu cabeza”. PETRONIO: Eso es lo que se llama una mujer de armas tomar. Ahora la quiero más que antes. Estoy ansioso por verla. BAUDILIA: Venga conmigo y no lloriquee. Continuará con sus lecciones, pero con mi hija menor Blanca, que es muy dócil y agradece las buenas enseñanzas. Y usted Petronio ¿viene con nosotros o prefiere que le envíe a Catalina? PETRONIO: Que venga. Aquí la espero. (Todos se van menos él.) Apenas entre le haré la corte como le corresponde. Y si empieza a gritar le diré que su voz suena como la de un ruiseñor. En el caso de que se quedara en silencio elogiaría su forma de hablar plena de elocuencia. Cuando me eche le daré las gracias como si me pidiera que permaneciera una semana junto a ella. En el caso de que se negara a casarse conmigo le preguntaré qué día ha elegido para la boda. Aquí llega. (Entra Catalina.) Buenos días Cata. Ese es tu nombre, según me informaron. CATALINA:

Te informaron mal o sos sordo como una tapia. Todos me llaman

Catalina. PETRONIO: Estás mintiendo. Te dicen Cata o mejor la maldita Cata, pero Cata la más encantadora. Cata la deseable como golosina deliciosa. Por todas las ciudades que he recorrido oí hablar de tu dulzura, elogiar tus virtudes y ponderar tu hermosura que, a decir verdad, merecés esos elogios y muchos más. A tal punto que me sentí impulsado a buscarte para que te cases conmigo. CATALINA: ¿Impulsado? El que te impulsó hasta acá que aproveche ese mismo impulso para que te mandés a mudar. Desde el primer momento supe que eras algo para aplastar con el culo: una silla. PETRONIO: Nada más exacto. Entonces podés sentarte encima de mí Cata. CATALINA:

¿Querés cargarme? Me parece bien pues para la carga se hicieron las

sillas y también los burros. PETRONIO: (Refiriéndose al embarazo.) Las mujeres son las que están hechas para llevar carga.

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CATALINA:

Si yo tuviese que llevar ese tipo de carga jamás sería a un renacuajo de

tu especie. PETRONIO: Mi dulce Cata, me esforzaré en no ser una carga pesada. Sos tan frágil. CATALINA:

Frágil aunque peso lo suficiente como para que un cretino como vos no

me pueda cargar. PETRONIO: Eso ya se verá, mi palomita. CATALINA:

Esta palomita te devorará como a un insecto.

PETRONIO: ¡Mi linda abejita! CATALINA:

Sí, soy una avispa. Así que cuidado con el aguijón.

PETRONIO: Eso tiene solución: basta con arrancártelo. CATALINA:

Los estúpidos no saben dónde se encuentra.

PETRONIO: ¡En la cola! CATALINA:

¡En la lengua!

PETRONIO: ¿En la lengua de quién? CATALINA:

En la tuya si seguís diciendo pavadas. ¡Adiós!

PETRONIO: ¿Qué? ¿Con mi lengua en tu cola? No te vayas. Soy un caballero, Cata. (La sostiene entre sus brazos.) CATALINA:

¡Eso no me consta! (Le da una palmada en la nalga.)

PETRONIO: Hacelo otra vez y te juro que respondo con un buen par de bofetadas. CATALINA:

Alguien que pega no es un caballero. ¿Cuál es tu blasón, una cresta de

gallo? PETRONIO: Un gallo sin cresta si Cata quiere ser mi gallina. CATALINA:

¿Gallo? Más bien graznás como un cuervo.

PETRONIO: ¿Por qué tanto vinagre? CATALINA:

Me pongo así cuando veo cangrejos.

PETRONIO: No habiendo cangrejo no se necesita vinagre. CATALINA:

Claro que lo hay. Si tuviese un espejo a mano te verías de cuerpo entero.

PETRONIO: ¿Qué estás diciendo? ¿Te referís a mi cara? CATALINA:

(Tratando de liberarse.) Por fin el nene lo comprendió.

PETRONIO: ¡Por todos los santos! ¿Querés decir que soy muy joven para vos? FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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CATALINA:

¿Joven? ¿Con semejante cantidad de canas?

PETRONIO: Son a causa de mis problemas. CATALINA:

Problemas que a mi me importan un comino.

PETRONIO: (Reteniéndola.) No te escaparás. CATALINA:

Soltame o te arranco los ojos. (Lucha con violencia, lo muerde y lo

araña.) PETRONIO: ¡Sos adorable!. Me habían dicho que eras violenta, gruñona y malhumorada. Pero veo que es mentira. Sos alegre, amable y graciosa como ninguna otra. Tu lengua es un poco lenta es cierto, pero dulce y suave como las flores primaverales. No podés fruncir el ceño ni mirar mal, tampoco morderte los labios en señal de furia. Nunca contradecís y tratás con gentileza a todos los que como yo te adoramos y te decimos dulces palabras. Yo no sé porque la gente dice que Cata renguea de un pie. (La libera.) ¡Qué malas lenguas! Cata es esbelta como una rama de avellano. Caminá un poco para ver y asegurarme que no rengueás. CATALINA:

¡A mí no me das órdenes!.

PETRONIO: Nunca Diana alguna engalanó el bosque como vos este cuarto con tu andar de princesa. Convertite en Diana y que ella se convierta en Cata. Entonces Cata será casta y Diana pícara. CATALINA:

¿De dónde sacaste tanta palabrería?

PETRONIO: Acuden a mí espontáneamente. Producto de mi ingenio. CATALINA:

¡Lindo ingenio!

PETRONIO: Si no te parecen ingeniosas mis palabras, no negarás que son cálidas. CATALINA:

¡Tanto calor me quema!.

PETRONIO: Ya verás como seré en la cama. Y basta de palabrería. Tu madre aprueba en que seas mi mujer. Y aunque no quieras me casaré con vos pues soy el marido que necesitás. Y juro por esta luz que alumbra tu belleza que serás mía porque nací para domarte y convertirte de gata salvaje en una Cata doméstica. (Entran Baudilia y Tranio/Lucencio.) BAUDILIA: ¿Cómo van las cosas por aquí? FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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PETRONIO: Muy bien señora. BAUDILIA: Y vos Catalina, hijita. ¿Cómo siempre de mal humor? CATALINA:

Que tupé llamarme hijita

¿Dónde está su amor maternal?

Que soltera necesita

casamiento perjudicial

con mequetrefe que grita

de forma grosera y brutal

PETRONIO: Mi querida suegra, usted y todos los que se refieren a ella lo hacen a la ligera.

Quizás sea insoportable,

pero solo por timidez

Su rudeza es perdonable

pues disimula candidez

Ni iracunda ni violenta

su dulzura es lo que cuenta

De paciencia es infinita

muy tranquila y modosita

nacida para obedecer

El domingo es la cita

¡El cura la hará mi mujer!

CATALINA: TRANIO:

Espero que te linchen el sábado.

(Como Lucencio) Linda manera de conquistarla.

PETRONIO: Calma señores. Quien se casará con Cata soy yo. Los dos nos pusimos de acuerdo en que ella puede mostrarse grosera únicamente delante de terceros. ¡Oh, hermosa Cata! ¡Cómo me besabas colgada de mi cuello y las cosas que me prometiste! En un santiamén se enamoró de mí y me declaró su amor. Sé que es difícil de comprender pero a solas un gallo puede domesticar a la fierecilla más rebelde. Comience los preparativos para la fiesta, Doña Baudilia,, e invite a todo el mundo. Mi Catalina será la mujer más feliz de la tierra. BAUDILIA: Me dejó muda. Que Dios lo bendiga Petronio y asunto terminado. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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TRANIO:

(Como Lucencio) Seré tu testigo.

PETRONIO: Parto y el domingo llegará pronto para estar casados. ¡Besame Cata! (La besa. Ella se desprende y sale corriendo. Él a su vez se va por otro lado.) TRANIO:

(Como Lucencio.) Fue un flechazo.

BAUDILIA: Parezco un comerciante que hace un negocio a ojos cerrados. TRANIO:

(Como Lucencio.) Esa era una mercadería de difícil salida. Esperemos que el comprador no se arrepienta.

BAUDILIA: Mi ganancia será la tranquilidad. TRANIO:

(Como Lucencio.) Ahora es el turno de hablar de su hija menor. Amo a Blanca de una manera que ni la más fecunda imaginación puede concebir.

BAUDILIA: El premio será otorgado no a las palabras sino a los hechos. ¿Qué puede garantizarle? TRANIO:

(Como Lucencio.) Soy único hijo y por consiguiente único heredero de mi padre. Sus innumerables bienes son por todos conocidos.

BAUDILIA: Me gusta su oferta. El domingo próximo se casa mi hija mayor y, si arreglamos esto, Blanca será suya.. Y ahora con su permiso. (Sale.) TRANIO:

Quise hacer ganar a mi patrón y puse todas las cartas sobre la mesa. ¡En qué lío estoy metido! ACTO TERCERO ESCENA I

Casa de Baudilia. Blanca recibe lecciones de guitarra de Hortensio que se hace pasar por Licio. Lucencio que finge ser Cambio está un poco alejado de ellos.

LUCENCIO: (Como Cambio.) ¿No le parece amigo músico que se le está pasando la mano? ¿O ya se olvidó el amable regalo que le hizo Catalina en la cabeza? HORTENSIO: (Como Licio.) Ahora, estimado señor pedante, estoy con el ángel protector de la armonía celestial así que permítame continuar con mi hora de música y luego será el turno de su clase.

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LUCENCIO: (Como Cambio.) Burro ignorante, insensible a la música que fue creada para recrear el espíritu luego de los trabajos cotidianos. HORTENSIO: (Como Licio.) Yo no soporto más tanta impertinencia.¡Cretino!. BLANCA:

¡Basta! Todo esto me ofende. No soy una estudiante a la que hay que imponerle horarios y se la puede amenazar con un látigo. Tomaré mis lecciones como se me antoje. Y para finalizar este asunto afine usted su instrumento, mientras el profesor Cambio me dará su clase.

HORTENSIO: (Como Licio.) Una vez que esté afinado ¿finalizará su lección? LUCENCIO: (Como Cambio.) Eso nunca. (Hortensio amenaza.) Toque, toque. (Hortensio se retira. Quedan Blanca y Lucencio.) BLANCA:

¿Dónde estábamos?

LUCENCIO: (Como Cambio.) Aquí. “Hic ibat Simois; hic est Sigeia tellus, hic steterat priami regia celsa cenis”. BLANCA:

Traduzca.

LUCENCIO: (Como Cambio.) “Hic ibat” ya lo sabe. “Simois” soy Lucencio; “hic est” el hijo de Vicencio; “Sigeia tellus” disfrazado de esta manera para lograr su amor; “hic steterat” y el Lucencio que simula ser pretendiente suyo; “priami” es mi sirviente Tranio; “regia” que se hace pasar por mi; “celsa cenis” para ayudarme. HORTENSIO: (Como Licio.) (Reapareciendo.) Ya afiné mi instrumento. BLANCA: Escuchemos. (Hortensio toca.) ¡Qué pesadilla! LUCENCIO: (Como Cambio.) Va a tener que volver a afinar. (Hortensio se va.) BLANCA:

Ahora voy a traducir yo: “hic ibat Simois” no sé quién es; “hic est Sigeia tellus” y desconfío de lo que me dice; “hic steterat priami” cuidado que no nos oiga nadie; “celsa cenis” y no desespere.

HORTENSIO: (Como Licio.) (Reapareciendo.) Ya está afinada. LUCENCIO: (Como Cambio) ¿Los bajos también? HORTENSIO: (Como Licio) Los bajos están en su lugar. El que no está en su lugar sos vos. ¡Qué insolente este maestrito! (Por lo bajo) Los vigilaré. (Se esconde.) BLANCA:

Quizás más adelante pueda creerle. Por el momento no me fío.

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LUCENCIO: (Como Cambio.) Le juro que... (Se da cuenta que Hortensio espía.)... es verdad que Easidas es Ajax llamado así por su abuelo. BLANCA:

Claro que debo creer en la palabra de mi maestro, si no las discusiones nunca terminarían, pero ahora le toca el turno a Licio.

HORTENSIO: (Como Licio.) (A Lucencio/Cambio.) Vaya a ver si llueve. Mis lecciones son particulares. LUCENCIO: (Como Cambio.) ¡Qué estricto! Me voy. (Aparte.) Pero seguiré vigilando pues el rascatripas este me la está robando. (Se aparta.) HORTENSIO: (Como Licio.) Lo primero que hay que saber antes de tocar el instrumento es la posición de los dedos. Trataré de enseñarle de un modo breve, agradable y eficaz mucho más práctico que los que usan mis colegas. BLANCA:

(Mirando un papel.) Pero a esa escala ya la sé de memoria.

HORTENSIO:(Como Licio.) Sin embargo será mejor que lea la escala de Hortensio. BLANCA:

(Leyendo.) “Escala de do”. Yo soy la escalera a la felicidad. “A re” que conduce a la pasión de Hortensio. “B mi” con quien tiene que casarse. “C fa” porque la ama desde lo más profundo de su corazón. “D sol, re” y no puede vivir sin usted. “E la, mi” tenga piedad de un enamorado. ¿Y esto es una escala? No me gusta nada. Me quedo con los métodos conocidos. Bueno, por hoy basta señores maestros. Debo ayudar a mi madre con los preparativos pues mañana se casa mi hermana. (Sale seguida por Lucencio.)

HORTENSIO: (Arrancándose el bigote postizo.) Tengo que vigilar a este maestrito. Nadie me saca de la cabeza que está enamorado. Y en cuando a Blanca, si sus gustos son tan mediocres como para fijarse en ése, que se case con él. Yo también

cambiaré de amor para no ser menos. ESCENA II

La casa de Baudilia. Entran Baudilia, Blanca, Tranio como Lucencio, Lucencio como Cambio y Catalina vestida de novia.

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BAUDILIA: (A Tranio) Señor Lucencio, este es el día fijado para la boda de Catalina y aquí estamos sin saber nada de Petronio, mi futuro yerno. ¿Qué pensarán los invitados? Se burlarán cuando el cura quiera efectuar la ceremonia y no esté el novio. ¡Qué vergüenza! CATALINA: Esto pasa por obligarme a contraer enlace con un chiflado, un grosero, un inconsciente. Toda esa rudeza ocultaba sus ganas de burlarse. Con tal de llamar la atención es capaz de engatusar a mil mujeres, pedirlas en matrimonio, fijar la fecha del casamiento y hacer preparar un banquete sin la menor intención de que la boda se concrete. Ahora todo el mundo me señalará con el dedo diciendo: “Esa es la mujer del tarambana de Petronio. Claro que cuando se le antoje aparecer para casarse con ella”. TRANIO:

(Lucencio) Paciencia Catalina. Y usted también Doña Baudilia. Seguramente algo le impedirá cumplir con su promesa. Aunque es violento y fanfarrón, Petronio también es razonable y honesto.

CATALINA: ¡Ojalá nunca me lo hubiese cruzado! (Entra en la casa llorando seguida por Blanca.) BAUDILIA: ¡Pobre hija mía! Esta vez no puedo culparla por llorar. Semejante afrenta molestaría hasta a una santa. (Aparece Petronio.) PETRONIO: (Vestido de manera indescriptibles. Pobre, harapiento y ridículo, ¿de indio?) ¿Dónde están los invitados? BAUDILIA: ¡Al fin! ¡Bienvenido sea! PETRONIO: No pude venir mejor vestido. Pero más vale llegar de este modo que no llegar. ¿Dónde está Cata, mi encantadora prometida? Parecería por sus expresiones que están viendo un cometa o algún fenómeno de a naturaleza. BAUDILIA: Al principio estábamos decepcionados porque creíamos que no vendría. Y ahora lo estamos más todavía al verlo llegar con semejante traza a una fiesta tan solemne como su propia boda. TRANIO:

(Como Lucencio.) ¿Qué asunto de tanta importancia te ha retrasado tanto? ¿Y por qué esa apariencia?

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PETRONIO: Sería largo de contar y poco grato de oír. Basta que haya venido para cumplir con mi palabra. Pero ¿dónde está Cata? Se me hizo eterno el tiempo que estuve alejado de ella. Ya deberíamos estar en la iglesia. TRANIO:

(Como Lucencio.) Ni se te ocurra aparecer ante Catalina vestido de esa manera. Yo te daré ropa mía.

PETRONIO: La veré tal como estoy. BAUDILIA: ¿Y así se presentará ante el cura? PETRONIO: ¿Qué tiene de malo? Catalina se casará conmigo y no con mi ropa. Cambiar un traje es fácil, lo difícil será que ella pueda cambiarme a mí. Pero no quiero seguir hablando. Ansío saludar a mi prometida con un beso de amor. (Se va.) TRANIO:

(Como Lucencio.) No cabe duda que vino así con toda la intención.

BAUDILIA: Iré a ver cómo sigue esto. (Se va.) TRANIO:

(A Lucencio/Tranio.) En cuanto a su Blanca no basta con tener su amor, hay que tener también el consentimiento de la madre.

LUCENCIO: Como el profesor de música no le pierde un paso a Blanca, será mejor casarnos en secreto. Una vez consumado el matrimonio no me importa quien se oponga. TRANIO:

Ya analizaremos la estrategia a seguir ESCENA III

Suenan campanas de iglesia para indicar paso del tiempo. Están Tranio/Lucencio y Lucencio/Cambio. Entra Hortensio/Licio.

TRANIO:

(Como Lucencio.) Profesor Licio ¿viene usted de la iglesia?

HORTENSIO: (Como Licio.) Con las mismas ganas con que de chico salía de la escuela. TRANIO:

(Como Lucencio.) ¿Y el novio y la novia vienen para acá?

HORTENSIO: (Como Licio.) ¿Qué novio? Ese es un ogro. Un grosero. TRANIO:

(Como Lucencio.) ¿Más gruñón que ella? Eso es imposible.

HORTENSIO: (Como Licio.) Él es el mismísimo Lucifer. TRANIO:

(Como Lucencio.) Y ella no se queda atrás.

HORTENSIO: (Como Licio.) Comparada con él es una mansa ovejita. Déjenme contarles. Cuando el cura preguntó si quería a Catalina por esposa él dijo: ¿Y por qué FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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cuernos cree que estoy aquí? Y gritó de tal manera que al cura se le cayó su libro y cuando se agachó para recogerlo, este demente le dio una palmada tan fuerte en la espalda que libro y cura y cura y libro cayeron otra vez al suelo. “Que Dios lo ayude”, rugió riendo la bestia. TRANIO:

(Como Lucencio.) ¿Y ella qué dijo?

HORTENSIO: (Como Licio.) Temblaba como una hoja pues el monstruo vociferaba y blasfemaba como si el cura hubiese querido quitarle la novia. Y una vez que se acabó la ceremonia el ogro pidió vino. Se tragó el moscatel olvidándose de los demás y lo que quedaba en el fondo de la copa se lo arrojó en la cara al sacristán diciéndole que había que regarla para que la barba le creciera más tupida. Ante eso yo me escapé muerto de vergüenza. ¡Ya estarán por volver! Jamás se vio por estos lados una boda tan demencial. (Entran Petronio, Catalina, Blanca y Baudilia.) PETRONIO: Amigos míos, gracias por la molestia de haber venido. Me imagino que querrán comer. Se ha preparado un abundante banquete pero ocurre que asuntos importantes me requieren en otro lado. Así que me despido. BAUDILIA: ¿Debe partir ya mismo? PETRONIO: Sí, antes de que anochezca. Si conociese el motivo de mi partida tan inmediata, hasta me rogaría que no me quedase. Gracias a todos, testigos de mi boda con la más dulce, sumisa, y virtuosa de las mujeres. ¡Beban a mi salud! Adiós. TRANIO:

(Como Lucencio.) Te suplicamos que no te vayas.

PETRONIO: ¡Imposible! CATALINA: Yo también te suplico. PETRONIO: Mucho me complace. CATALINA: ¿Qué es lo que te complace? PETRONIO: Tu súplica. Pero aunque la hicieses de rodillas no me quedaría. CATALINA: Como te parezca. ¡Yo no me voy!. Ni hoy ni mañana ni nunca. La puerta está abierta y ya conocés el camino. Podés cabalgar hasta que el culo se te caiga a pedazos. Yo me iré cuando se me antoje. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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PETRONIO: No te enojes Cata querida. CATALINA: Me enojo todo lo que me da la gana. ¿Qué es eso tan importante que te obliga a irte? Y no se preocupe mamá, se quedará aquí mientras yo quiera. ¡A la mesa todos! Una mujer sin agallas puede convertirse en un títere. PETRONIO: (Con una violencia inusitada.) Si Cata lo ordena, obedézcanle. Coman, beban, diviértanse hasta el hartazgo. En cuanto a Cata, mi adorada Cata ¡se irá conmigo! (La toma de la cintura protegiéndola.) No te hagas la enojada mi pimpollito. No patalees ni te retuerzas. No insultes, no eches miradas de odio, yo soy el dueño de lo que me pertenece. Mi mujer es mi posesión, mi casa, mis tierras, mi chacra, mi buey, mi asno, mi todo. ¡Aquí está! ¡Y guay del que la toque! Estamos rodeados de malhechores. No temas mi Cata, nadie osará ponerte un dedo encima. Aquí estoy yo para servirte de escudo contra miles de enemigos. (La arrastra hasta la plaza y se la lleva.) BAUDILIA: ¡Qué se vayan! ¡Qué se vayan! Adorable pareja. TRANIO:

(Como Lucencio.) Nunca en mi vida vi juntos a dos locos semejantes.

LUCENCIO: (Como Cambio.)(A Blanca.) ¿Y qué opina usted de su hermanita? BLANCA:

Que siempre hay un roto para un descosido.

HORTENSIO: (Como Licio.) Petronio ha encontrado la horma de su zapato. BAUDILIA: Amigos, aunque la feliz pareja no esté presente para ocupar el centro de la mesa, podemos comer y beber nosotros. Vamos. (Entran.)

ACTO CUARTO ESCENA I La casa de Petronio. Entra Grumia cubierta de barro.

GRUMIA:

¡Maldición! ¿Hubo alguna vez una mujer más zarandeada, más embarrada y más maltrecha que yo? Mi hermano me mandó primero para encender el fuego y que todo esté confortable para cuando llegue. Si no tomo pronto algo caliente mis labios se van a helar. Y mis dientes se romperán al tiritar de frío.

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La lluvia todo lo doma. Hombre, mujer y bestia. Y este aguacero ha domado a mi hermano, a mi cuñada y hasta a mí misma. Catalina la fiera se cayó del caballo hundiéndose en el barro. Pero Petronio la dejó chapoteando con caballo y todo. Ella le rogaba, le suplicaba como nunca lo había hecho antes y él, nada. PETRONIO: (Entrando con Catalina ambos embarrados.) ¿Dónde está esa manga de imbéciles? ¿Nadie en la puerta para atar mi caballo? Mucho menos para presentar sus respetos y darnos la bienvenida. ¿Dónde están papanatas? GRUMIA:

Cuando llegué no estaban ni Efraín, ni Gregorio, ni Aurora.

PETRONIO: (Hablando al interior.) ¡La cena inútiles! (Dándose cuenta que Catalina está sentada aún en la puerta.) Mi dulce Cata, un poco de ánimo. GRUMIA:

Aquí nos han dejado comida preparada. (Mira hacia la mesa donde hay fuentes servidas.)

PETRONIO: Hermana mía, sentate con nosotros. (Destapa una fuente.) ¡Esta carne está quemada y fría! Si será imbécil la cocinera. ¡Qué osadía presentarla así sabiendo que la odio! (Arroja las bandejas hacia la cocina.) ¡Fuera de mi vista! ¡Idiotas! ¡Tarambanas sin remedio! Y no se quejen, esta no es forma de servirle la cena a su patrón. CATALINA: Por favor marido mío, la carne parecía estar a punto. PETRONIO: Estaba seca como suela de zapatos. Así me da asco. Produce bilis y excita los nervios. Más nos vale a los dos, que somos de naturaleza irritables, que ayunemos. Paciencia. Mañana pondré todo en orden. Ahora Catalina, esperame en el cuarto. (Sale Catalina seguida por Grumia. Petronio queda solo.)

Como político mi reinado

dio comienzo con buen pié

El desenlace está asegurado

si sigo como inicié

Tengo a mi águila hambrienta

y aún sin domesticar

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sobrevive o revienta

sin su garguero llenar

Para amansar a un ave

no hay que dejarla dormir

y solo una voz debe oír

para acudir presta y suave

Hoy sobrarán las excusas

para que no pegue un ojo:

las sábanas mal tendidas

las almohadas muy mullidas

la dureza del colchón

el peso del edredón

y unas pulgas muy intrusas

que bailarán a mi antojo

Todo esto por su bienestar

también por su comodidad

la agobiaré con mi bondad

¡De eso nadie debe dudar!

Quien conozca modo mejor

para domar a una fiera

que me lo explique al por menor

¡o que calle hasta que muera!

ESCENA II Exterior de la casa de Baudilia. Lucencio, como Cambio, y Blanca sentados leyendo un libro. AparecComo Tranio, como Lucencio, y Hortensio en la personalidad de Licio.

TRANIO:

(Como Lucencio.) No es posible que Blanca quiera a otro más que a mí.

HORTENSIO: (Como Licio.) Para que se convenza de lo contrario solo le basta observar, sin que se den cuenta, cómo el profesor Cambio le da lecciones. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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LUCENCIO: (Como Cambio.) ¿Entonces entendió el significado de este texto, Blanca? BLANCA:

Y usted profesor ¿qué opina?

LUCENCIO: (Como Cambio.) Yo leo lo que sostengo: el arte de amar. BLANCA:

Estoy segura que es el mejor maestro en ese arte.

LUCENCIO: (Como Cambio.) Así será mientras usted sea la dueña de mi corazón. (Se besan y se van ensimismados.) HORTENSIO: (Como Licio.) Se ve que aprende rápido. ¿Qué me dice ahora? ¿No era que Blanca sólo lo amaba a usted? TRANIO:

(Como Lucencio.) ¡Oh, traidora!. ¡Mujeres inconstantes! No puedo creerlo.

HORTENSIO: (Como Licio.) Ya es hora de aclarar as cosas. No me llamo Licio ni tampoco soy músico. (Se arranca el bigote.) Mi nombre es Hortensio y estoy cansado de hacerme pasar por otro por una mujer que es capaz de abandonar a un caballero por uno cualquiera. TRANIO:

(Como Lucencio.) Hortensio, había escuchado hablar del amor que usted tenía por Blanca y como fui testigo de la frivolidad de ella, quiero que juntos abjuremos de ella y de su amor por toda la eternidad.

HORTENSIO: ¡Cómo se besaban y se acariciaban! Déjeme estrechar su mano. Desde ahora me comprometo a no cortejarla y a evitarla. No merece todas las atenciones y halagos que tan tontamente le brindé. TRANIO:

(Como Lucencio.) Yo también juro que no me casaré con ella aunque me lo suplique. Observe, observe los repugnantes mimos que le hace.

HORTENSIO: Para estar más seguro de cumplir con mi promesa, en tres días a más tardar voy a casarme con Grumia, la hermana viuda de Petronio. Ella no ha dejado de amarme mientras yo perdía mi tiempo con esta frívola. Adiós Lucencio. A partir de ahora lo único que inspirará mi amor serán los corazones generosos y no las lindas caritas. (Sale. Tranio va hacia donde están los enamorados.) TRANIO:

(Como Lucencio.) ¡Qué el cielo la bendiga Blanca! Como lo hace con todos los enamorados. Debo comunicarle que habiendo visto su comportamiento tanto Hortensio, que fingió ser el profesor Licio, como yo, hemos renunciado a pretenderla.

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BLANCA:

¿Es una broma? ¿De veras renunciaron a mí?

TRANIO:

(Como Lucencio.) Así es.

LUCENCIO: Por fin libres de Licio. BLANCA:

¡Qué le haga provecho!

LUCENCIO: Ahora se fue a la escuela donde se aprende a domar mujeres. BLANCA:

¿Qué escuela es esa?

TRANIO:

(Como Lucencio.) Allí Petronio es el maestro. Él da lecciones de cómo domesticar a las ariscas y adormecer sus viperinas lenguas.

ESCENA III La casa de Petronio. Entran Catalina y Grumia.

GRUMIA:

No, no me atrevería por nada del mundo en contradecir a mi hermano.

CATALINA: De hambre quiere matarme

más padezco y más se enoja

Cualquier piojoso mendigo

tiene su pan y su abrigo

y de éso a mí me despoja

Petronio quiere humillarme

Se burla de mi congoja

sus gritos son mi alimento

mi bienestar es la excusa

y me somete y me abusa

¡Por Dios que padecimiento!

Te ruego Grumia que me busques algo de comer. No importa lo que sea.

GRUMIA:

¿Te gustaría una pata de cordero?

CATALINA: Me encantaría. ¡Traela ya! GRUMIA:

¿No será un plato demasiado fuerte? ¿Qué te parecería un rico guiso?

CATALINA: ¡Un guiso! Me muero de ganas. Servímelo.

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GRUMIA:

¿Y si te resulta pesado? ¿No te gustaría más unas costillitas bien condimentadas?

CATALINA: Es mi plato favorito. GRUMIA:

Sí, pero los condimentos son demasiado irritantes.

CATALINA: Entonces traeme las costillitas y al diablo con el condimento. GRUMIA:

O son las dos cosas o nada.

CATALINA: ¡Lo que sea! GRUMIA:

Quizás el condimento sin las costillitas.

CATALINA: (Intenta pegarle.) ¡Mandate a mudar, traidora! Te estás mofando de mi. Yo no quiero una lista de platos sino comer. Debería darte vergüenza como mujer ser cómplice de tu siniestro hermano que lo único que hace es ultrajarme. (Entra Petronio con un plato de comida.) PETRONIO: Como está mi Catita querida. ¿Qué carucha es esa? ¿Cómo te sentís? CATALINA: Peor de lo que te imaginás PETRONIO: ¡Qué estás diciendo! Arriba ese ánimo Catita. Con mis propias manos te preparé esta comida. ¿No merezco al menos las gracias? ¿No? ¿Ni una palabrita? Quiere decir que no te gusta lo que te cociné y que todo el trabajo ha sido inútil. Me lo llevo. CATALINA: ¡No, por favor! PETRONIO: Hasta al último sirviente se le da las gracias. No tocarás el plato hasta que me las des. CATALINA: Gracias, muchas gracias. (Se sienta frente al plato. Petronio sigue de pie.) PETRONIO: (En voz baja a Grumia.) Comételo todo. (A Catalina por lo alto.) Buen provecho. Y apurate porque luego, mi amor, regresaremos a la casa de tu madre y quiero que vayas arreglada como las damas más ricas. Vestido, chal, collares, aros, abanicos, joyas y todos los perendengues que tanto les gustan a las mujeres. (Grumia que se comió todo rápidamente se lleva el plato vacío.) Ah, ya comiste Cata. Grumia traé el vestido que hizo la costurera para tu cuñada. (Reaparece Grumia llevando en su brazo en lindo vestido.) ¿Y a esto puede llamarse vestido? ¿A quién se lo robaron? ¿A un espantapájaros? Ni FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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siquiera sirve como estropajo. Sacalo de mi vista. Mi esposa merece algo mejor. CATALINA: A mí me gusta. PETRONIO: Es horrible. ¡Un verdadero mamarracho! CATALINA: Sin embargo... PETRONIO: ¡Sin embargo nada! CATALINA: ¿Acaso no tengo derecho a opinar?. No soy una niña ni un títere. Personas más encumbradas que vos se aguantaron mis juicios. Así que si no te gustan los míos será mejor que te tapes los oídos. Mi lengua necesita desatar toda la indignación que tengo acumulada en mi pecho si no reventaré. Y antes de que eso suceda quiero tener la libertad de decir todo lo que se me antoje. PETRONIO: Tenés toda la razón del mundo. ¡Ese vestido es una porquería!. El hecho que no te guste me hace quererte todavía más. CATALINA: Así me ames o me odies a mí me gusta el vestido y lo quiero para mí. PETRONIO: Pero si parece un disfraz de carnaval. GRUMIA:

(Por lo bajo.) Mi cuñada se va a quedar sin vestido. (En voz alta a Petronio.) Vos le encargaste a la costurera algo elegante y a la moda.

PETRONIO: Así es. Pero parecería que esa mujer desconoce el buen gusto. Además, esto es una antigualla. CATALINA: Me estás tratando como a una tonta. El vestido es precioso. PETRONIO: No quiero ese estropajo ante a mi vista. (En voz baja a Grumia.) Mañana sin falta pagale a la modista y felicitala. (Por lo alto.) ¡Llevate ese adefesio! Bueno mi querida Cata, tendremos que ir a la casa de tu madre con nuestros modestos atuendos.

Aunque con ropa sencilla

tendremos bolsillos llenos

El alma es la maravilla

que hace a los cuerpos plenos

Como del astro rey la luz

atraviesa nubes grises

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En el vestir la humildad

revela la dignidad

¿Acaso es más bello el faisán

por colores y matices

que el hornero o las perdices?

¡De ninguna manera mi adorada Cata!. Aunque tu vestido sea pobre no dejás de ser linda. Ahora alegrate porque festejaremos como corresponde en la casa de tu madre. (A Grumia.) Partimos al instante. Que lleven los caballos al final del camino. Vamos, allí los montaremos después de una buena caminata. Ahora son las siete así que llegaremos a la hora del almuerzo.

CATALINA: Permitime decirte que son las dos. Y llegaremos para la cena. PETRONIO: No importa lo que diga, haga o piense, siempre me estás contradiciendo. No saldremos hoy. Lo haremos cuando a mi se me baje la gana. GRUMIA:

Mi hermano es capaz de darle órdenes al sol. ESCENA IV

Frente a la casa de Baudilia. Tranio / Lucencio golpea la puerta y aparece Baudilia seguida por Lucencio fingiendo ser Cambio.

TRANIO:

(Como Lucencio.) Vengo para establecer el contrato matrimonial de acuerdo a lo que más convenga a su hija Blanca y a mí.

BAUDILIA: Aquí las paredes oyen y además podríamos ser interrumpidos.. TRANIO:

(Como Lucencio.) Si no le parece mal podría ser en lo del notario.

BAUDILIA: (A Lucencio/Cambio) Dígale a Blanca que se prepare y cuéntele lo que sucede, profesor Cambio. TRANIO:

(Como Lucencio.) Si usted me sigue Doña Baudilia

BAUDILIA: Con mucho placer. (Salen Baudilia y Tranio/Lucencio. Queda Lucencio solo.) LUCENCIO: Ahora que mi impostor está distrayendo a Doña Baudilia, iré a la iglesia donde el viejo cura está dispuesto a casarme con Blanca. Pase lo que pase le propondré matrimonio y sería terrible que no aceptara. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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ESCENA V Petronio, Catalina y Grumia descansan al borde de un camino.

PETRONIO: (Incorporándose.) Vamos, sigamos la marcha hacia la casa de tu madre. ¡Oh, maravillosa naturaleza, cómo brilla la luna! CATALINA: ¿La luna? ¿Qué luna? Querrás decir el sol. PETRONIO: La que brilla en el cielo es la luna. CATALINA: Y yo digo que es el sol. PETRONIO: ¿Cómo? Por el hijo de mi madre, es decir por mí mismo, digo que es la luna, una estrella o lo que se me antoje. Siempre contradiciéndome. Basta que yo diga una cosa para que digas lo contrario. GRUMIA:

(En voz baja.) Dale la razón sino estaremos aquí eternamente.

CATALINA: Que sea la luna, el sol o lo que te de la gana. Y si querés, también puede ser una vela. PETRONIO: Es la luna y que no se hable más del asunto. CATALINA: Sí, sí, la luna. PETRONIO: ¿Por qué mentís? ¡Es el sol! CATALINA: Como más te guste. ¡El sol! Y cuando más digas que es el sol, más lo será. Llames como llames a las cosas ese será su nombre verdadero para siempre. Al menos para mí. GRUMIA:

Petronio, vas ganando terreno. Sigamos el camino.

PETRONIO: Adelante entonces. La bola debe rodar sin tropezar ni chocar. (Llega Hortensio.) CATALINA: El imbécil de Hortensio. PETRONIO: (A Hortensio.) Buenos días señorita. ¿Adónde va la linda moza? Decime Catalina ¿viste alguna vez una chica más encantadora y bonita que esta? GRUMIA:

(Por lo bajo.) Lo va a volver loco a mi pobre Hortensio haciéndolo pasar por una mujer.

HORTENSIO: (A Grumia por lo bajo.) Los métodos de Petronio son únicos. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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CATALINA: Es cierto. Nunca vi una chica tan encantadora. PETRONIO: Pero Cata ¿te volviste loca? ¡Si es un hombre! El mismo al que le partiste la guitarra en la cabeza. CATALINA: ¡Qué error el de mis ojos!. Están tan encandilados por el sol que no puedo distinguir entre un hombre y una mujer. Perdón por mi equivocación. PETRONIO: Sí, perdonala Hortensio y si vas al mismo lugar que nosotros estaremos contentos con tu compañía. HORTENSIO: Me alegra que te plazca mi compañía pues es mi deseo ser tu cuñado lo antes posible. GRUMIA:

(Besándolo.) ¡Eso era lo que quería oír!.

ACTO QUINTO ESCENA I Frente a la casa de Baudilia. Llegan Blanca y Lucencio. Baudilia va a su encuentro.

BAUDILIA: Blanca, hijita. ¿Dónde estabas? ¿Y qué hacés con el profesor Cambio? LUCENCIO: Yo no soy Cambio. Soy Lucencio, el verdadero. Y acabo de desposar a su hija. El que se hacía pasar por mí era mi criado Tranio. BAUDILIA: ¡Con que esas tenemos! BLANCA:

Perdón madre.

LUCENCIO: El amor hizo estos milagros. Mi amor por Blanca me llevó a fingir ser un maestro para poder frecuentar la casa mientras Tranio se hacía pasar por mí en el pueblo. Pero logré lo que quería. Tranio actuó instigado por mí. BAUDILIA: ¿Cómo fue capaz de casarse con mi hija sin mi consentimiento? LUCENCIO: No tiene porque inquietarse Doña Baudilia. Ella tendrá todo lo que merece. BAUDILIA: Estoy confundida por todos estos embrollos. (Se va.) LUCENCIO: No te preocupés Blanca, a tu madre ya se le pasará. (Se van tras Baudilia. Llegan Catalina, Petronio. Grumia y Hortensio.) CATALINA: Marido mío. Veamos cómo termina todo esto. FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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PETRONIO: Pero antes que nada quiero un beso. CATALINA: ¿Aquí? ¿En plena calle? PETRONIO: ¿Tenés vergüenza de mí? CATALINA: No, Dios no lo permita. Pero sí del beso. PETRONIO: Pues entonces vamos a casa. (A Grumia.) ¿Has oído? Regresemos. CATALINA: ¡No, no, no, no y no! Te voy a besar aquí mismo. Quedémonos. ¡Te lo suplico! PETRONIO: ¿No les parece hermanos míos que no hay nada más maravilloso que el amor? Vení mi dulce Cata. Nunca es tarde para actuar sensatamente.

ESCENA II Un festejo campestre. Están Petronio con Catalina, Grumia con Hortensio, Blanca con Lucencio, Doña Baudilia y Tranio.

TRANIO:

(Recita romántico.)

Amor, fácil de escribir

y difícil de expresar

pero existen los besos

los muy tiernos abrazos

y los dedos traviesos

para hacer fuertes lazos

El lenguaje del amor

incluye la mirada

el perfume de una flor

y compartir la almohada

con nuestro peor es nada

Ternura y comprensión

fidelida’ y buen trato

un silencio oportuno

la perfecta ecuación

de un amor para rato

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El amor es la planta

Que tenemos que regar

Con el verso que encanta

Que debemos abrigar

Con la paciencia santa

Para que cada día florezca

Con flores de alegría

Y sana y fuerte crezca

Radiante de poesía

BAUDILIA: Al fin hemos resuelto nuestros pleitos. Es el momento de sonreír tras una guerra sangrienta pensando en los daños y peligros evitados. LUCENCIO: Doña Baudilia, suegra mía, le presento mis respetos. Petronio y Catalina, cuñados míos, y vos también Hortensio al lado de tu Grumia. (Se sientan todos a la mesa.) BAUDILIA: Yo les ofrezco mi mesa y Padua toda su cordialidad. PETRONIO: Nada tiene Padua que no sea cordial. HORTENSIO: Ojalá fuese verdad. PETRONIO: Me parece que es el miedo de Grumia lo que te hace decir eso. GRUMIA:

En cuanto a mí, el temor sería la peor arma para seducirme.

PETRONIO: Esta vez te equivocás, Grumia. Lo que quiero decir es que Hortensio es el que te tiene miedo a vos. GRUMIA:

El que está mareado cree que todas las cosas giran a su alrededor.

CATALINA: ¿El que está mareado cree que todas las cosas giran a su alrededor? Explicame lo que querés decir con eso. GRUMIA:

Tu marido se preocupa por tu mal humor y mide la supuesta preocupación del mío con la suya propia. Eso es lo que pienso.

CATALINA: Pensamiento muy superficial. GRUMIA:

Acorde con todo lo referente a vos.

CATALINA: Ah, yo soy superficial. ¡Y vos una veleta! PETRONIO: ¡A ella Cata! (Catalina salta sobre Grumia.) FUNDACIÓN SHAKESPEARE ARGENTINA.

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HORTENSIO: ¡Defendete Grumia! (Las mujeres se pelean.) PETRONIO: Apuesto mi caballo a que Cata la pone boca abajo. HORTENSIO: Perdón. Eso es asunto solo mío. PETRONIO: A tu salud amigo. (Bebe.) BAUDILIA: ¿Qué opina mi yerno Lucencio de este torneo? LUCENCIO: Que saben clavar los aguijones en el lugar preciso. BLANCA:

No son aguijones sino cuernos.

TRANIO:

Miren como se despertó. Recién casada y ya le preocupan los cuernos.

BLANCA:

Para nada. Si eso creés, me duermo de nuevo.

PETRONIO: No te lo recomiendo. Ahora que empezaste, algún dardo te va a rozar. BLANCA:

¿Acaso soy un pájaro? Si fuese así cambiaría de nido. Brindo por todos. ¡Salud! (Hace una reverencia y se va. La siguen Catalina y Grumia, ambas acomodándose la ropa.)

BAUDILIA: Yo opino que Catalina es la más brava de las tres. ¡Si la conoceré! PETRONIO: Yo creo que no. Vamos a probarlo. Que cada uno llame a su esposa. La que llegue antes y más obedientemente hará ganar a su marido la apuesta. HORTENSIO: ¿Cuánto apostamos? LUCENCIO: Un barril de vino. PETRONIO: Yo apostaría eso solo por mi perro. Por mi mujer apostaría mucho más. LUCENCIO: Entonces veinte barriles de vino. HORTENSIO: ¡Apostado! PETRONIO: ¡Trato hecho! HORTENSIO: ¿Quién es el primero? LUCENCIO: Tranio, que venga Blanca. TRANIO:

Eso le diré. (Sale.)

BAUDILIA: Blanca vendrá de inmediato TRANIO:

(Entrando.) Doña Blanca dice que está ocupada, que no puede venir.

PETRONIO: ¿Cómo es eso de que está ocupada? ¿Qué clase de excusa es esa? TRANIO:

Mejor cuídese usted de lo que diga su mujer.

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PETRONIO: No te preocupés por lo que ella diga. HORTENSIO: Ahora pedile por favor a la mía que venga. (Sale Tranio.) PETRONIO: Si se le pide “por favor” claro que acudirá al instante. HORTENSIO: A la tuya, aunque le rogués, nada la hará venir. (Regresa Tranio.) ¿Y Grumia? TRANIO:

Piensa que quieren hacerle alguna broma y no se va a mover de donde está. Dice que si necesita algo, que vaya usted.

PETRONIO: Respuesta intolerable. Ahora Tranio andá a buscar a Catalina y decile que le ordeno venir. (Tranio sale.) HORTENSIO: Imagino la respuesta. PETRONIO: ¿Y cuál es, cuñado? HORTENSIO: Que no le da la real gana obedecerte. PETRONIO: Peor para mí. CATALINA: (Apareciendo.) ¿Qué se te ofrece? ¿Para qué me llamaste? PETRONIO: ¿Y Blanca y Grumia, que están haciendo? CATALINA: Están conversando. PETRONIO: Andá a buscarlas y si no quieren venir traelas a rebencazos. ¡Ya mismo! (Catalina se va.) LUCENCIO: ¡Asombroso! De veras. HORTENSIO: ¿Qué oculta esta actitud? PETRONIO: Nada. Sólo un anuncio de paz, de amor, de tranquilidad hogareña, de sumisión incondicional, de superioridad establecida. En síntesis, armonía y felicidad completas. BAUDILIA: ¡Ganaste la apuesta!. ¡Te felicito! ¡Qué cambiada está mi hija! Me cuesta reconocer a la de antes. PETRONIO: Para ser merecedor de todo esto les brindaré otra prueba de su obediencia, una virtud nueva para ella. (Catalina reaparece trayendo a Grumia y a Blanca.) Catalina, ese chal que llevás no te queda bien. Sacátelo inmediatamente y pisotealo. (Catalina obedece.)

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GRUMIA:

¡Esto ya se pasa de castaño oscuro! Ojalá que las únicas lágrimas que yo tenga que derramar sean si me someten a una obediencia tan tonta.

PETRONIO: Como cambiaste hermana ahora que sos de nuevo mujer casada. BLANCA:

¿Una obediencia tan tonta? Te quedaste corta Grumia.

LUCENCIO: Desearía que tu obediencia fuera igual de tonta. Tu altanería me hizo perder una apuesta. BLANCA:

Estás loco si apostaste por mi obediencia.

PETRONIO: Te ordeno Catalina a que instruyas a estas mujeres sobre sus deberes con sus esposos. GRUMIA:

¡Basta ya de bromas! Catalina no hará semejante cosa.

PETRONIO: Empezá por mi hermana. CATALINA: Desarruga tu ceño fruncido

del mirar elimina el desprecio

y de tu boca el quejido

Adiós al proceder necio

que tu belleza marchita

y la reputación daña

como la mala cizaña

a la pradera infinita.

Mujeres conviene evitar

ser como un lago mugriento

donde jamás un sediento

se atreve los labios mojar

Tu marido es tu patrón

tu soberano y tu señor

él trabaja con tesón

para brindarte lo mejor

Y cuando la hembra es recia,

rebelde y malhumorada

con groserías desprecia

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actitud tan abnegada

Vergüenza me da y mucha

ver lo tonta que es la mujer

al entablar dura lucha

para conquistar el poder

cuando su sagrado deber

es no salir de la cucha

Yo también fui una cruel fiera

despectiva y altanera

pagué ofensa con insulto

y la excusa de ceguera

no justifica mi indulto

¡Al cuerno con la arrogancia!

que no sirve para nada

Agucemos los sentidos

y con toda la elegancia

emprendamos la cruzada

¡De esclavas de los maridos!

PETRONIO: Esta es una mujer ejemplar. ¡Besame Catalina!

FIN

.

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Imágenes de la versión presentada en la Temporada 2006 en el Teatro Andamio ‘90 de la Ciudad de Buenos Aires.

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