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Mario Santizo Variación de una semblanza Oswaldo J. Hernández documenta el perfil de un artista visual guatemalteco.

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La idea podría funcionar, pero todo depende de Mario Santizo. ¿Cómo diablos retratarlo?, es la inquietud. En todo caso, la tarea requiere recomponer la realidad, alterarla, o como suele hacer Mario, dislocar el concepto de fotógrafo en eso de ser simple testigo de un encuadre.

Santizo recibe una llamada que va más o menos en este plan: –Mario, el asunto es construir una imagen.

Te apuntarías para algo como eso. Incluso parece que tenemos un disfraz...

La voz, acaso impertinente, en el teléfono, es la de un periodista. Mario está ocupado en su nueva propuesta (lea Foto 30). El artista acaba de recibir el depósito monetario para empezar a construir una idea con bases fotográficas y está en los límites de tiempo para la exposición que se aproxima. La llamada, claro está, lo interrumpe.

Es sabido que Santizo es bastante huraño, no se mete con nadie, salvo para asuntos de trabajo. “Al final siempre el mundo termina por traicionarte, te acostumbrás y lo mejor es hacerlo todo en solitario”, dice como una confidencia, desde una saludable introversión, al colgar el teléfono.

El periodista ha comentado también que el contenido puede funcionar como la portada del suplemento dominical en paralelo a su semblanza. Pero, de momento, todo depende de Mario... *** Hace 26 años, la partera Florinda Figueroa atendió la labor de alumbramiento de su nuera Zoila. El niño era el menor de 3 hermanos y nacía en el municipio de Zaragoza, en la parte sur del valle de Chimaltenango, Guatemala. Era un niño canchito, y su existencia, como la de todo guatemalteco nacido en Zaragoza, no pintaba en lo mínimo de extraordinaria. Son estos los recuerdos más precoces de Mario Santizo antes de mudarse con apenas 3 años a la ciudad de Guatemala.

Acá aparecería la noción de familia feliz, un padre con un puesto administrativo, y una madre que tenía que trabajar tanto como para obligar a Mario, a una muy corta edad,

en la educación preescolar del colegio Eloy Suárez Cobián, una institución dedicada a la promoción de los dogmas fundamentales del cristianismo, y en la cual Santizo empezaría a sentir la incomodidad de la religión.

Construiría así una personalidad bastante retraída y la alienación de un niño sobre todo solitario. *** Tres periodistas (un redactor y dos fotógrafos) han partido a la entrevista con Santizo.

Mario vive en la colonia La Reformita, a unas cuadras de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Su apartamento se encuentra adherido a la casa de su madre y en él prevalece un desorden detallado: La música de Primus de trasfondo, una silla de ruedas abandonada, disfraces, luces, libros de arte erótico, y un tiradero compuesto específicamente por animalitos, árboles y muñequitos de plástico que posan inertes frente a una cámara; una Canon XSI incrustada en un trípode en el centro de la habitación principal.

–¡Maldición! Tengo que repetir unas fotografías y no tengo tiempo –comenta Mario sentado delante de su computadora, manoseando el PhotoShop.

Aun así, hay tiempo para mostrar a los periodistas un poco del proceso que caracteriza su obra. A Santizo no le gusta que lo etiqueten como fotógrafo aunque la cámara es su herramienta primordial; tampoco de artista, “es un tacuche que te queda grande y hay que dejar que los demás sean quienes te lo pongan”. Lo suyo es la imagen, la composición de algo que roza la ficción; no la foto.

Su estilo, por lo general, es un acto performático. Él mismo, junto a algunos actores, es uno o varios de los personajes que aparecen representados en sus imágenes. Todos sus disfraces, un dato curioso, son elaborados por su madre. El sentido del humor es cáustico al atacar la falsa moral, la religión y los valores establecidos...

A Mario le han pedido que indague el tema de la familia para un festival de fotografía y es lo que tiene, a su manera, en algunas maquetas ya fotografiadas. La familia. En su

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circuito del arte Entre las obras más conocidas de Mario Santizo se encuentran La Rendición, La

extracción de la piedra de la locura, La importancia de darse por vencido, El payaso sirineo, Burócrata X y Aparición frente a los payasos. Santizo ha explorado la reinterpretación de diversas obras importantes de la Historia del arte a través de múltiples montajes, contextualizados en Guatemala, desde una condición barroca, a partir de experiencias de su propia vida. Con La Rendición, obtuvo una mención honorífica en Juannio 2006.

Dos años después representó a Guatemala en la Bienal de Cuenca, Perú.

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foto 30

Mario Santizo es una de las fuertes propuestas del festival Foto 30 de este año con la serie Niños de la mano de mamá. Esta es su primera exposición individual, una reconstrucción de recuerdos apropiándose de imágenes de diferentes épocas. La nostalgia se desubica de un contexto para recrear situaciones absurdas a través de la imagen cotidiana de la familia. Además, propone un diálogo entre la imagen bidimensional y objetos tridimensionales. Inaugura el jueves 2, a las 7 p.m., en la galería Carlos Woods, 10a. avenida 5-49, zona 14.

nueva propuesta ha cambiado sutilmente “lo molesto de los humanos” y, en vez de trabajar con actores, ensambla con los recortes de varias antiguas fotografías una escena que remite a una época de antaño, de doble moral y erotismo en blanco y negro. Es un artesano. *** Un día, el padre de Santizo llegó a casa con la noticia del divorcio definitivo y su separación de la familia. Su madre, a causa de ello, partiría a Estados Unidos y Mario, junto a sus hermanos, quedaría a cuidado de su abuela Florinda.

–Los padres tienen un montón de frustraciones que terminan proyectando en todas partes –dice Santizo tratando de ubicar cómo paró estudiando judo, “no me gusta pelear”, cuenta, y luego en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Roberto Cabrera, Rodolfo Abularach, Ramón Ávila, fueron algunos de sus maestros. En el apartamento de Mario aún quedan pinturas regadas de ese primer propósito de armar una imagen. Son intenciones casi surrealistas, dalineanas un poco, pero carga-

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das de violencia cotidiana. *** Uno de los fotógrafos le muestra a Santizo el disfraz escogido para alterar una imagen con él como personaje principal de todo el montaje. La indumentaria corresponde al protagonista Ciel Phantomhive, del manga japonés Kuroshitsuji. Mario toma el traje, se lo prueba, y acepta ser un personaje para los periodistas. La vestimenta victoriana le queda, le talla muy bien.

La escena se llevará a cabo en una casamuseo del Centro Histórico de Guatemala.

La locación es una habitación de niña oligarca de los años 30. Todo bien bonito, la ropita de época, los muñecos de época. Mario se muestra interesado en eso de “profanar el cuarto de una niñita”. Ha traído una máscara de sí mismo, se coloca el traje, y empieza a adentrarse en su personaje: “Un niño travieso”, dice y hace gestos, maromas, voces infantiles.

–Mario, qué sientes de ser parte de una escena que no has organizado –pregunta un periodista.

–Contento, muy contento –responde Santizo, apenas audible embutido dentro del traje. Las cámaras disparan contra él, una foto tras otra. Mario es tímido por naturaleza, pero detrás de su máscara, un disfraz de sí mismo, todo marcha sobre ruedas. Está expuesto pero oculto. Y en este oxímoron semiótico, Santizo está contento. Se muestra divertido en cada pose. Entiende el personaje. El personaje de ser él mismo. *** Mario recibió la noticia de primera fuente.

Estaba mal, muy mal de hecho. Este fue su auto-diagnóstico antes de enterarse que era obsesivo-compulsivo a los 22 años. Fue el momento de aquellas noches enteras en que terminaba cambiándose de ropa, probándose todo su guardarropa, en medio de enormes ataques de ansiedad, viviendo solo, durmiendo apenas 2 horas, cuando decidió pedir ayuda.

–Los siquiatras, antes de diagnosticarte y mandarte feliz a casa con un medicamento, miden tu ansiedad por las veces en que te masturbas a diario.

La medicina (Paxil, 20 mg) recetada le afectaría de por vida cualquier intento de dibujo. –Abracé la fotografía como lenguaje porque ya no podía pintar como antes...

–lamenta.

No resulta difícil decir que Mario es bastante sarcástico. La acidez le sale natural. Si uno pregunta de dónde le viene lo cínico, dirá, sencillamente, que no ha madurado mucho todavía. Pero hay madurez en su trabajo. De la pintura optó por investigar la fotografía.

Tratar de entrar en su cabeza es manipular un juego complicado que puede resumirse, como él mismo lo cuenta, en 3 ejes transversales: Jan Svankmajer, Frank Zappa, William S. Burroughs. Un director, un músico y un escritor, cada uno, un bicho raro de la cultura a nivel global. Son 3 personajes que han hecho su efecto en la mente de este artista visual. A veces, claro, nadie lo comprende. *** Máscara puesta, Mario se detiene frente a un espejo. Se examina detenidamente y los fotógrafos aprovechan para disparar el flash sobre la escena. Ha sido espontáneo.

–Suelo ver a todos como personajes –dirá luego Santizo a los periodistas caminando por la calle. Me pregunto si Mario tuvo una pequeña epifanía frente a su reflejo. Estaba quieto, no se sabe bien si pensando.

–Fotografío todo lo que existe en mi cabeza. La gente de Guate es algo bien curioso.

Tal parece que en este país el sentido común se ha extraviado.

Lo siguiente a esa frase es una risa incómoda, cómplice y colectiva… Una disonancia. Son los periodistas. Mario, expuesto pero oculto, también ríe unos segundos después. Desde el disfraz de sí mismo, observa el mundo a su alrededor, como quien ha encontrado otra escena para parodiar.

Todos somos sus personajes.

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“La palabra artista es un tacuche que te queda demasiado grande; hay que dejar que sean los demás quienes al final te lo pongan”

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Publicación SigloXXI T. Oswaldo J. Hernández ohernandez@sigloxxi.com F. Eny Hernández ehernandez@sigloxxi.com Locación: Casa Mima, 2253-4020.

Diseño: Alexander Mérida

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